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HISTORIA DE LA ÉTICA

MÓDULO 2
ARISTÓTELES Y LAS ESCUELAS HELENÍSTICAS

2.1. Aristóteles I: El fin es ser feliz


2.2. Aristóteles II: La virtud como término medio
2.3. Aristóteles III: De la ética a la política
2.4. Cirenaicos y epicúreos: el placer
2.5. Cínicos y estoicos

AUTORES: Javier Sanz García


Virginia Fusco
Alicia García Rúiz
Rosa Benéitez Andrés
Carmen González Marín
Carlos Santiuste
Historia de la ética
2.1. ARISTÓTELES I: EL FIN ES SER FELIZ
Aristóteles (384-322 a.C.), nació en Estagira (Macedonia). Hijo del médico
de la corte macedónica, parece que la profesión de su padre le predispuso
a la observación científica y a ver a la ética como la capacidad de curar a
las almas de sus vicios.
Discípulo de Platón en la Academia, a la muerte de su maestro, le reclama
el rey Filipo II de Macedonia para que sea preceptor de su hijo, el futuro
Alejandro Magno.
Al regresar a Atenas, Aristóteles funda su propia escuela, el Liceo, donde
enseña y desarrolla el pensamiento que años más tarde es compilado y
constituye el conjunto de su obra.
Cuando Alejandro Magno muere, tiene que huir de Atenas por ser
macedonio, para evitar un “segundo crimen contra la filosofía”, y se refugia
en la isla de Eubea, donde muere un año después.
Para Aristóteles, la ética es una teoría de la acción humana basada en la
experiencia y centrada en el bien del hombre, que es el bien de la polis; ya
que, es en la sociedad donde el ser humano realiza su excelencia.
Aristóteles define al ser humano como un animal que tiene logos, que habla
y razona, y como animal político, que vive en la polis y su existencia es
social.
El pensamiento ético de Aristóteles es expuesto en tres textos básicos: Ética
a Nicómaco, Ética a Eudemo y Magna Moralia (la autenticidad de esta última
es dudosa).
Los tres textos recogen apuntes de las clases que Aristóteles daba en el
Liceo y que fueron recopilados por sus discípulos. Constituyen los primeros
tratados de ética de la historia del pensamiento occidental, ya que, son más
sistemáticos que las ideas que Platón había ido planteando en sus diálogos.
En Aristóteles la ética se presenta por primera vez como una disciplina con
contenido específico y que puede ser enseñada como una materia
académica.
La ética es un saber práctico que trata de manera en que han de organizar
sus vidas los humanos para ser felices. En los animales, según Aristóteles,
el éthos (el carácter o la forma de ser) determina su comportamiento;
mientras que los seres humanos, gracias a su alma racional, pueden pensar
Historia de la ética
y decidir sin el condicionamiento de su éthos; motivo por el que la ética tiene
sentido, ya que se ocupa de orientar y guiar el comportamiento.
La ética se centra en la formación de la persona y es un saber práctico:

El hombre se hace justo por el hecho de realizar acciones


justas y templado por el hecho de realizar acciones templadas;
y también que como consecuencia de no realizar éstas nadie
podría ni estar en disposición de ser bueno.1

Por esta razón, la experiencia, las costumbres, las opiniones son el contenido
fundamental de la propuesta aristotélica.
La ética de Aristóteles es definida como teleológica porque se construye a
partir del fin, télos, propio de la vida humana. Para Aristóteles, el fin de una
cosa es el bien de esa cosa; por ello, el fin del ser humano será su propio bien.
La ética, por tanto, estudia los medios más adecuados para que se realice el
fin o el bien propio del hombre. Esos medios constituirán la “vida buena” o la
mejor forma de vivir.
Toda acción responde a un objetivo o finalidad; actuamos buscando un bien,
ya sea ganar dinero, vivir tranquilos u obtener fama y reconocimiento social.
Todos estos son objetivos que son aparentemente bienes, pues en realidad
son medios para alcanzar otros fines. Pero detrás de ellos se esconde un bien
que se busca por sí mismo y no por otro: la felicidad.

Ya de todo conocimiento y lección tienden a un bien,


expongamos, para resumir, […] cual es el más elevado de
todos los bienes que se alcanzan mediante la acción. Pues
bien, sobre el nombre hay prácticamente acuerdo por parte de
la mayoría: tanto la gente como los hombres cultivados le dan
el nombre de ‘felicidad’ y consideran que ‘bien vivir’ y ‘bien-
estar’ es idéntico a ser feliz.2

1 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (II IV, 1105a). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001, p. 96.
2 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (I IV, 1095ª). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,

Alianza, 2001, pp. 60-61.


Historia de la ética

Según Aristóteles, la felicidad (eudaimonía) es el bien supremo, fin deseable


por sí mismo y no subordinado a ningún otro. No obstante, si nos preguntamos
en qué consiste la felicidad, las respuestas son múltiples.
Aristóteles sostenía que la finalidad propia de cada cosa se encuentra en
aquello que le corresponde según su naturaleza y le hace actualizar sus
potencialidades: para el cuchillo lo más propio es cortar, para el estudiante
estudiar y aprender.
En el ser humano, lo más característico de su naturaleza es la racionalidad,
por ello, su felicidad consiste en ejercer esa facultad, en llevar una vida
contemplativa dedicada al saber.

¿Podría suponerse una función propia del ‘hombre’? y cual


podría ser, entonces, esta? […] la vida activa del elemento que
posee razón. Pero de éste, una parte la tiene en el sentido de
que es obediente a la razón y otra en el sentido de que la posee
y razona. […] la función del ‘hombre’ es la actividad del alma
conforme a la razón.3

2.2. ARISTÓTELES I: LA VIRTUD COMO TÉRMINO MEDIO


La actividad que más felicidad le proporciona al ser humano es la que le es
más específica, que no es ni su dimensión vegetativa ni su dimensión
sensitiva, que comparte con plantas y animales, sino su dimensión
intelectiva.
Para Aristóteles, en la actividad racional, en la actualización de sus
potencialidades intelectivas, el ser humano encuentra la más completa
felicidad.
La buena ejercitación de la actividad racional nos dota de las excelencias
teóricas a las que Aristóteles denomina virtudes dianoéticas o intelectuales,
que son aquellas que están relacionadas con la reflexión y la deliberación,

3ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (I VII, 1098ª). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001, pp. 70-71.
Historia de la ética
con la capacidad para entender cómo es el mundo y para tomar la elección
más acertada en cada momento.
Aristóteles identifica las siguientes virtudes dianoéticas:

La prudencia (phrónesis): es la razón práctica o juicio, la capacidad de


aplicar los principios generales a las situaciones cambiantes. La
prudencia es la virtud que nos hace reconocer los medios que nos
acercan al bien y nos indica la manera en que se pueden aplicar.
El arte (techné): es la capacidad de saber producir de manera racional.
La sabiduría (sofía): es la comprensión teórica de la realidad mediante
la razón contemplativa. Asimila al ser humano a los dioses.
La ciencia (episteme): es el conocimiento de aquello que es objetivo,
universal y necesario, y, por tanto, demostrable.
La inteligencia intuitiva (nous): es la habilidad para captar los principios
más generales, axiomas, de la ciencia.

Las virtudes dianoéticas o intelectuales son teóricas y tienen un valor por sí


mismas. Su ejercicio posibilita alcanzar el ideal de vida buena y la
posibilidad de alcanzar la máxima felicidad, sin su ejercicio es poco probable
que una persona pueda ser plenamente feliz.
Aristóteles destaca la virtud de la prudencia, que es la capacidad de escoger
lo oportuno en cada caso. La prudencia no consiste en aplicar una teoría ni
una regla universal que valga para todos los casos parecidos.
La indeterminación de la prudencia muestra que lo abstracto no sirve, que
no hay bien o mal absolutos: lo que hoy es bueno, puede dejar de serlo
mañana. El bien se dice de muchas maneras y se puede ser prudente de
muchas maneras.
La prudencia nos ayuda a reconocer cuáles son los mejores medios para
alcanzar nuestro fin. Ser prudente implica deliberar, contrastar opiniones, ya
que no hay ciencia del término medio.
El ser humano no es solo intelecto, también tiene necesidades, deseos, etc.
como el resto de animales. El alma humana no solo cumple una función
racional, también tiene una función sensitiva y otra vegetativa.
Historia de la ética
Para llevar una vida de acuerdo con el bien, los humanos, además de
cultivar las virtudes dianoéticas, necesitan desarrollar las virtudes éticas,
relacionadas con el modo de actuar en el mundo, con el modo de controlar
las pasiones y los deseos.
El ser humano actúa correctamente y es virtuoso si sus deseos y
costumbres son racionales lo que le permite, en cada circunstancia, escoger
el término medio óptimo entre dos extremos de conducta negativos, entre
el vicio del exceso y el vicio del defecto.

Bien, de esta manera, todo experto rehúye el exceso y el defecto


y en cambio busca el termino medio y lo elige -pero no el termino
medio del objeto sino el relativo a nosotros-.4

Ante la variedad de factores y circunstancias y la imposibilidad de dictar


reglas generales, válidas para cualquier situación, la pauta ética más
adecuada es buscar siempre el término medio, la moderación, en nuestro
comportamiento:

Pero sentirlo ‘cuando’, ‘en los casos en que’, y ‘con respeto a


quienes’, y ‘para lo que’ y ‘como’ se debe, eso es el termino
medio y lo mejor –-lo cual es propio de la virtud-.5

Por ejemplo, una persona posee la virtud de la valentía (capacidad de actuar


a pesar del miedo) si su comportamiento es un término medio entre la
cobardía (miedo a todo, que impide que actuemos) y la temeridad (no tener
miedo a nada, que impide la evaluación de las posibles consecuencias de
nuestros actos).
Aristóteles aplica la regla del término medio a distintas virtudes como la
amabilidad, la veracidad, la justicia… Sabiendo que este término medio
depende de cada caso y de cada situación, considera que solamente la

4 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (II VI, 1106b). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001, pp. 98-99.
5 Ídem, p. 99.
Historia de la ética
prudencia y la razón de cada persona garantizan la elección correcta del
término medio.
No obstante, conocer la virtud, tal y como proponía Platón, no es suficiente
para Aristóteles. Esta ha de ser puesta en práctica de forma repetida con el
objetivo de consolidar un hábito; la virtud se aprende mediante la práctica y
el hábito permite incorporar la virtud ética, creando una disposición hacia el
futuro.

2.3. ARISTÓTELES III: DE LA ÉTICA A LA POLÍTICA


Ética y política, tanto en Platón como en Aristóteles, son ámbitos
inseparables: la ética conduce a la política y la política lleva a cabo el ideal
ético.
Si la ética organiza y orienta el comportamiento individual en busca del bien
y de la felicidad, la función de la política es organizar la vida el
comportamiento comunitario para asegurar el bien común. Ética y política
tienen el mismo objetivo: el bienestar y la felicidad humanos.
La ética está subordinada a la política, depende de ella; ya que, parece
preferible el bien de la comunidad a la felicidad de un solo individuo y el
individuo solamente puede desarrollarse y ser feliz dentro de la polis o
sociedad.
Aristóteles no comparte el idealismo de Platón, por ello, la idea del Bien, con
mayúscula, le resulta demasiado abstracta. La ética debe determinar qué
nos hace buenos, qué nos convierte en los mejores y para ello debemos
tener en cuenta nuestra realidad de seres sociales, animales políticos, seres
que hablan y que tienen que aprender a convivir con sus semejantes.
Aristóteles identifica el bien del individuo con el bien de la pólis, porque la
vida plena, la mejor vida para el individuo, está en la sociedad, junto a los
demás seres humanos:

Tanto el sabio como el justo, y los demás, precisan de lo


necesario para vivir, pero, supuesto que están suficientemente
provistos de tales cosas, el justo necesita otros hombres para
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los que y junto con los que obrar justamente –y lo mismo el
temperante y el valiente y cada uno de los otros-.6

El bien al que el ser humano tiende ha de facilitar la vida en sociedad; por


eso no interesa el Bien abstracto, sino el bien singular y concreto del hombre
bueno, el que ha aprendido a vivir con otros seres humanos.
El ser humana aislado, en soledad, no puede realizarse completamente,
necesita de una comunidad en la que desarrollarse, por eso la palabra que
en griego designa a un individuo que no se relaciona con los otros es idiotés.
La polis es el marco en el que los seres humanos organizan su subsistencia,
toda sociedad surge por naturaleza y su finalidad es mejorar la vida
comunitaria, alcanzar la vida buena.
Para Aristóteles ello dependerá de tres aspectos fundamentales:

a) Conseguir la autosuficiencia, lo que permite vivir con


independencia y libertad.
b) Aplicar la justicia, pues la armonía entre los ciudadanos solo se
consigue cuando el Estado persigue el bien común y no es
secuestrado por los intereses egoístas.
c) Garantizar la educación pública para crear mejores ciudadanos
tanto intelectual como éticamente.

No podemos obviar que en Aristóteles la noción de ciudadano no es


extensible a todos los habitantes de la ciudad; ya que, no todos los seres
humanos serán capaces de ser buenos o virtuosos, porque para poder serlo
es necesario ser libre y no verse encadenado por las tareas propias de los
esclavos, las mujeres o los trabajadores.
Lo que contradice su propuesta de que el hábito mejora la disposición
natural de los individuos y reduce a unos pocos varones los que pueden
hacer uso de sus derechos y deberes como ciudadanos.

6ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (X VII, 1177a). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001, p. 343.
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Aristóteles sabe que el ser humano se realiza socialmente pero es
consciente de que no todas las organizaciones sociales favorecen y
potencian por igual el desarrollo y la felicidad de sus miembros.
Tras un análisis histórico de las distintas constituciones conocidas en su
tiempo, Aristóteles concluye, contra Platón, que no es posible un Estado
perfecto; ya que, cada pueblo vive unas circunstancias geográficas,
climáticas, económicas y culturales distintas que impiden establecer un
orden general válido para todos.
Cada comunidad política debe encontrar la organización que mejor se
adapte a sus necesidades y recursos; por eso existen ciertas diferencias
entre unos regímenes y otros.
Aristóteles afirma que existen tres formas de buen gobierno: a) La
monarquía o gobierno de uno solo; b) La aristocracia o gobierno de los
mejores; y c) La politeia o gobierno de la mayor parte de los ciudadanos.
En caso de que estos gobiernos se corrompiesen, se transformarían en
tiranía, oligarquía y demagogia respectivamente. Para Aristóteles,
idealmente las mejores formas de gobierno son la monarquía y la
aristocracia:

Hay tres clases de constituciones y el mismo numero de


desviaciones –como si dijéramos corrupciones de estas-. […]
De estas la mejor es la Monarquía y la peor la timocracia.7

En todo caso, el filosofo considera que en la práctica es fácil que caigan en


la corrupción y en el abuso de poder.
Por ello, en realidad el mejor gobierno es la politeia, donde las clases medias
administran las leyes con prudencia, justicia y valor; facilitando el mejor
desarrollo de la ciudad, desde su organización económica y social hasta su
educación, desde la moderación propia de una comunidad en la que los
ciudadanos no son ni muy ricos ni muy pobres.

7ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (VIII X, 1160a). Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001, p 285.
Historia de la ética
Mientras en la época prefilosófica ser bueno estaba restringido a las clases
sociales más privilegiadas y en Platón, la posibilidad de alcanzar la idea del
Bien solo estaba al alcance de los sabios, en Aristóteles adquirir el bien no
dependerá del desarrollo del conocimiento, sino de experiencia y de buena
práctica.
La ética de Aristóteles, por tanto, sigue siendo aristocrática, solo unos pocos
podrán aspirar a llevar una vida buena y a ser éticamente virtuosos pero la
aristocracia ya no está en la sangre sino en el éthos, en el carácter, en lo
que cada persona llega a ser cultivando y desarrollando lo mejor de sí
misma.

2.4. CIRENAICOS Y EPICÚREOS: EL PLACER


Periodo helenístico
El período helenístico comienza con la muerte de Alejandro Magno (323
a.C.) y llega hasta la hegemonía del Imperio romano, a finales del siglo I
a.C. Aunque la influencia cultural del helenismo se extendió por todo el
período romano.
El Imperio macedonio que se extendió hacia el Oriente, fusionando lo griego
con elementos culturales de las zonas conquistadas, quedó desmembrado
con la muerte de Alejandro.
Situación que dio lugar a una serie de monarquías que sustituyeron a la polis
como unidad política. Estas monarquías eran territorios extensos que
abarcaban varias ciudades. Esta nueva organización política supuso el fin
de la unidad cultural construida por Alejandro Magno.
El marco político de referencia, la ciudad, fue sustituido por uno más amplio:
el mundo. La visión del destino del ser humano ligado a la ciudad, presente
en Platón y Aristóteles, se transformó.
Los deberes cívicos del individuo dejan de ser dados por su pertenencia a
un Estado, sino que son dados por su pertenencia a una ciudad sin
fronteras: la humanidad.
El cosmopolitismo se convierte en una de las características esenciales de
este período, junto con la visión del individuo como ser autónomo. La
libertad y la autosuficiencia propias de la polis fue reclamada por el
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individuo. Surge el individualismo como rasgo definitorio de la filosofía
occidental hasta el día de hoy.

Cirenaicos
Esta escuela fue fundada por Aristipo de Cirene (435-356 a.C.) en Atenas.
La escuela se llamó cirenaica o hedonista según se hiciera referencia al
origen de su fundador Cirene (actual Libia) o a su interés por el placer, en
griego hedoné.
Esta escuela menor no pertenece estrictamente al período helenístico pero
su notable influencia ha hecho que sea considerada una de las raíces y
fundamento de las escuelas plenamente helenísticas.
Aristipo fue discípulo de Sócrates, aunque rechazó la interpretación que
Platón hizo de su maestro, y retomó la preocupación de Sócrates por todo
lo natural y no convencional.
Esta preocupación condujo a Aristipo a defender que la búsqueda del placer,
tanto físico como espiritual, es el fin más natural del ser humano; este
planteamiento junto con la idea socrática de que sabio debe ser dueño de
sí mismo, llevó a Aristipo a afirmar que podemos poseer los placeres pero
ellos nunca nos deben poseer a nosotros.
No es sabio permitir que los placeres hagan daño al propio cuerpo. Idea que
fue recuperada por la ética Epicuro, fundador de una de las escuelas
helenísticas más extendidas, que estableció sus raíces en la escuela
cirenaica.

Epicuro
Epicuro de Samos (341-270 a.C.), hijo de un ateniense emigrado, tras un
primer intento fracasado por volver a la tierra de su padre, en el año 307 se
instaló en Atenas, donde fundó la escuela filosófica conocida como
epicureísmo.
Allí formó su escuela en una casa con un jardín adjunto, por la que se la
conoció como El Jardín, un lugar para descansar, reflexionar, dialogar y
conversar con el maestro.
El Jardín no era solo una escuela para la trasmisión de conocimientos, sino
también un centro de aprendizaje de un estilo de vida que tendía a la
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búsqueda de la felicidad. El epicureísmo se inspiró notablemente en el
hedonismo cirenaico.
La lucha contra las supersticiones, los miedos y las inquietudes de los
humanos se convirtieron en las características dominantes de su
pensamiento.
Para Epicuro, la filosofía tiene una función fundamentalmente práctica. La
primera función del filósofo consiste en liberar al ser humano de las
turbaciones que lo inquietan para poder conducirlo hacia la conquista de la
felicidad.
La ética es la parte más importante del epicureísmo. La búsqueda de la
felicidad es el fin fundamental de la vida, y esta se encuentra en el placer.
Para Epicuro, el placer y la felicidad consisten en la satisfacción medida y
equilibrada de las necesidades naturales (beber, comer, dormir…) y en la
serenidad del espíritu conseguida a través de la filosofía.
La ausencia de un destino predeterminado permite al ser humano seguir el
camino que lo lleva a la felicidad más estable, que consiste en la ataraxia
(ausencia de dolor y de perturbaciones).
Para llegar a la ataraxia, es necesario haber adquirido antes la autarquía o
autosuficiencia. Para ello, Epicuro recomienda alejarse de todo lo que
perturba al espíritu y dedicarse a aquello que proporciona felicidad, como la
amistad.

2.5. CÍNICOS Y ESTOICOS

Cínicos
De los discípulos de Sócrates, Antístenes (444-365 a.C.), hijo de un
ateniense pobre y de una esclava, fue uno de los pocos que pertenecía a la
clase social más desfavorecida, rodeado de jóvenes pertenecientes a las
familias más ricas de Atenas.
Muerto Sócrates, Antístenes intentó imitarlo, en su autodominio y
autosuficiencia, y defender sus ideas, para lo que llevó al extremo algunas
de sus pautas y actitudes.
Historia de la ética
Ya fuera porque enseñaba en el gimnasio del Cinosargo (‘perro ágil’) o
porque él mismo se comparaba a los perros (perro, en griego, es kinos), su
grupo fue llamado el de los cínicos (‘caninos’).
A diferencia de los cirenaicos que defendían los placeres, los cínicos
abogaban por una filosofía basada en el control máximo de uno mismo, la
capacidad de suprimir todas las necesidades y la fortaleza para volver a una
vida natural, sencilla y plena.
Despreciaban todas las convenciones sociales y solo aceptaban lo que
consideraban natural. Para los cínicos, ni la familia ni la polis eran
instituciones naturales y, por tanto, no se sentían ligados a ellas, preferían
considerarse ciudadanos del mundo.
El cínico más emblemático fue Diógenes de Sinope (412-324 a.C.), que
encarnó el prototipo de la filosofía de vida cínica. Diógenes radicalizó las
ideas de su maestro Antístenes y se presentó como un ser humano sin
patria, sin casa, pobre y viviendo siempre de acuerdo con la naturaleza.
Diógenes sabía el gran esfuerzo que requería llevar a cabo este tipo de vida:
endurecer tanto el cuerpo (padecer frío, hambre y dolor) como el carácter
(aguantar insultos y no tener ambiciones). Para alcanzar este fin es
necesario practicar y alcanzar un enorme dominio de sí mismo.
Tan estricto era el ideal de vida cínico que Alejandro Magno, cuando llegó a
la India, creyó que los ascetas hindúes eran cínicos.
De todos los cínicos el más influyente en su tiempo fue Crates, tanto por el
mismo como por su mujer, Hiparquía, una de las escasas filósofas
conocidas de la antigüedad.
Crates reafirmó los principios ascéticos de sus antecesores diciendo que la
filosofía era algo tan simple como “una medida de habas y la ausencia de
preocupaciones”.
Escribió mucho y se casó con Hiparquía que no dudó en desafiar a la
sociedad griega e irse con Crates entregándose a la filosofía en lugar de
quedarse en casa y dedicarse a las funciones asignadas a su sexo.

Estoicos
El estoicismo es una obra de diferentes autores y la doctrina de su fundador
no es idéntica a la formulada por estoicos posteriores de la Roma imperial.
Historia de la ética
El estoicismo tiene un primer momento o período fundacional, con Zenón de
Citio, Cleantes y Crisipo, los cuales establecen las bases de la doctrina
estoica.
Un segundo momento, el de su introducción en Roma, y una tercera etapa,
la del estoicismo nuevo o imperial; un resurgimiento protagonizado por
pensadores como Séneca, Epicteto o Marco Aurelio.
Zenón, nacido en Citio (Chipre), es considerado el fundador del estoicismo.
Era un fenicio helenizado que en una visita a Atenas quedó fuertemente
impresionado por los que se denominaban verdaderos discípulos de
Sócrates: los cínicos.
Estos, especialmente Crates, le mostraron un Sócrates que encajaba
perfectamente con el ideal estoico. El autodominio de Sócrates ante el
tribunal, su calma ante su inminente muerte, su afirmación de que es
preferible sufrir una injusticia que cometerla; son rasgos admirados por los
estoicos de todos los tiempos.
Hacia el año 300 a.C., Zenón comenzó a enseñar el ideal de vida que había
ido elaborando a partir de sus contactos con cínicos y otras escuelas.
Su lugar de reunión era uno de los pórticos del ágora de Atenas, en griego
pórtico es stoa, por lo que se conoció a sus seguidores como “los del
pórtico”, los estoicos.
A diferencia de los cínicos, los oyentes de Zenón pertenecían a todas las
clases sociales. También se distinguían de los epicúreos, que rechazaban
toda implicación política, pues los estoicos acogieron en su escuela a
políticos y gobernantes.
Los estoicos basan su ética en lo que acontece y la ausencia de deseo.
Creen que todo lo que sucede en el mundo está regido por el logos y que la
aceptación de este destino es la mejor pauta ética.
La ética estoica establece que, en un universo determinado por un orden
racional, el ser humano solo puede encontrar la felicidad en la aceptación
del orden cósmico.
La libertad humana radica en la aceptación de la determinación, en la
resignación ante lo que es necesario e inevitable; no en la sublevación ante
lo inevitable.
Historia de la ética
Para los estoicos, lo más racional es aceptar el orden natural. La virtud o
excelencia es vivir de acuerdo con el orden inflexible de la naturaleza que
es asumido como destino inquebrantable.
A pesar de este destino, de esta conexión que encadena todos los
acontecimientos, los estoicos hablan de libertad, como sinónimo de
aceptación. El ser humano libre no permite que ninguna pasión ni deseo
perturbe la aceptación del orden cósmico.
El estoicismo identifica la perfección humana con la apatheia (ausencia de
pasiones y deseos); el ideal es la persona imperturbable, capaz de
permanecer inmutable ante los infortunios que se le puedan presentar.
Del conjunto de las escuelas helenísticas, el estoicismo fue la que más
arraigó en el período romano. Los representantes más destacados del
pensamiento estoico corresponden a la etapa de la Roma imperial: primero
Séneca y posteriormente Epicteto y Marco Aurelio.
Fue precisamente un esclavo, Epicteto (al que su amo concedió la libertad),
quien, después de Séneca, propugnó más decididamente el pensamiento
estoico. Mientras que el emperador Marco Aurelio proclamó la identificación
estoica del ser humano con la naturaleza.
Historia de la ética
BIBLIOGRAFÍA

Fuentes
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco. Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid,
Alianza, 2001.
———, Ética eudemia. Trad. Julio Pallí Bonet. Madrid, Gredos, 1977.
EUCLIDES, Los estoicos antiguos. Trad. Angel Cappelletti. Madrid, Gredos,
1996.

Estudios
CAMPS, V., Historia de la ética, 3 vols. Barcelona, Crítica, 2008.
CAPELLE, W.: Historia de la Filosofía Griega, Madrid, Gredos, 2003.
GARCÍA GUAL, C.: Historia de la Filosofía Antigua, Madrid, Trotta, 1997.
REALE, G., ANTISERI, D.: Historia del pensamiento filosófico y científico,
Barcelona, Herder, 1991, (Vol. I).

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