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Este ensayo, acerca de la Universidad en el siglo XXI, se realiza desde el enfoque de la obra
de Enrique Dussel Ética de la Liberación en la Edad de la Globalización y de la Exclusión,
que asume un compromiso antropológico y ético radical por la realización plena de la vida
humana de todo sujeto en comunidad (Dussel, 1998, 91 y 140), sin la más mínima
discriminación.
2. La visión mundial de la filosofía (de la sabiduría), vista desde los distintos contextos
histórico-culturales donde los diferentes pensadores se encuentran enraizados; de ahí que el
heleno y el eurocentrismo filosófico sean superados por la filosofía de la liberación, por
cuanto reconoce la producción de filosofías en las culturas asiáticas, africanas y americanas en
sus reflexiones, sobre todo ético-políticas que no tuvieron su origen en Sócrates, Platón y
*
Doctor en Filosofía de la Ciencia, la Cultura y la Sociedad de la Universidad de Valladolid,
España. Profesor del Programa de Filosofía de la Universidad de Ibagué. Director del
Grupo de Investigación Interdisciplinar Eulogos de esta misma Institución.
Aristóteles, como exponen siempre las filosofías occidentales (Dussel, 2007, 11, 29-35 y 36-
54).
Lo anterior porque la Universidad, esa idea genial creada en la Edad Media europea, significa
unidad de la diversidad de saberes y de personas apasionadas por el conocimiento, que ha de
ampliar en el siglo XXI sus cuatro rasgos característicos de: 1. Saber-ciencia, 2.
Corporatividad, 3. Universalidad y 4. Autonomía, en pro de sus tres funciones articuladas en
bucle en el siguiente orden: 1. Proyección social, 2. Investigación y 3. Docencia, que
constituyen su RSU: responsabilidad social universitaria.
Esto quiere decir, que la Universidad debe educar desde lo social, crear, motivada por los
cambios que toda la comunidad política espera, actuar partiendo de planes de desarrollo
humano, desde donde se ha de determinar la investigación y la docencia, para colaborar con la
sociedad civil, el Estado, las empresas públicas y las empresas privadas, a fin de que los
pueblos alcancen el desarrollo sostenible. Ya lo dice la Declaración Mundial sobre la
Educación Superior para el Siglo XXI (1998): “la educación superior debe evaluarse según la
correspondencia entre lo que la sociedad espera de las instituciones y lo que ellas hacen. Ello
requiere visión ética, imparcialidad política, capacidad crítica y una mejor articulación con los
problemas de la sociedad” (Delors, 1998).
Como los seres humanos son los mamíferos que nacen más débiles e ignorantes, necesitan
cuidados especiales, y cada generación requiere adquirir de nuevo los conocimientos a partir
de cero, a través de la única manera posible: el proceso de enseñanza-aprendizaje, que ha de
de-construir y reconstruir la historia para proyectarla consciente y críticamente hacia el futuro.
Lo que los padres y los pueblos desean y quieren, fundamentalmente, transmitirle a sus hijos y
a las nuevas generaciones, es conocimiento. Por ello, todas las sociedades y culturas, en todos
los tiempos, reconociendo el valor vital de transmitir y producir saber, han constituido
sistemas educativos y escolares para asumir esas tareas. Sistemas, que a medida que las
sociedades se hacen más complejas, cambian y traen novedades. Tal es el caso de las
Universidades de maestros y estudiantes que en la Edad Media europea, de modo diferente a
las academias griegas o a las madrazas árabes, se dieron autónomamente los rasgos y
funciones antes mencionadas para responder a las necesidades naturales y culturales de su
época, y lo hicieron tan bien que llegaron a constituirse en el poder del saber, a la altura del
poder eclesial e imperial; hoy, después de 800 años, muchas a la altura de los poderes
nacionales e internacionales, como debe ser.
Hay que tener en cuenta que la globalización neoliberal, según Türnnermann, lo que
incrementa es el comercio internacional y las tecnologías de la comunicación, enmascarando
un proceso de corporativización del conocimiento, para controlar la investigación por parte de
las empresas, que crea lo que Paul Kennedy llama nueva ‘desigualdad digital’, en una nueva
economía postindustrial del conocimiento, en la cultura postmoderna, con su estructura central
y reglas del mercado, que promueven y defienden el BM, el FMI, la OMC y el GATS
(Acuerdo General de Comercio de Servicios), que a su vez favorecen las empresas educativas
del lucro, consorcios de medios de comunicación social y complejos editoriales, que acumulan
capital, lo cual afecta los enraizamientos y las identidades culturales y humanas. Pero resulta
que, fuera del mercado, también existen los derechos a elaborar proyectos sociales, políticos y
culturales, donde está el ámbito de la responsabilidad social de las universidades (Zaruk, 2004,
136-140).
La universalidad tiene que ver con la razón teórica, que entiende los primeros principios de las
ciencias, con la razón práctica, que delibera y elige las mejores formas de convivencia, las
normatividades razonables y legítimas de las diferentes sociedades, para construir la paz
perpetua que pensaba Kant para el reino de los fines, para el reino de los hombres autónomos,
libres, unidos por normas comunes, elaboradas entre todos democráticamente.
Dussel propone entonces seis criterios y seis principios ético-políticos universales −para no
extendernos no enumeramos aquí los seis criterios−. Los principios, como universales, son
normativos. Ellos son:
1. El principio de vida que dice: El contenido fundamental de la razón político-práctica
debe ser producir, reproducir y desarrollar la vida humana de todo sujeto en
comunidad –momento material−.
2. El principio democracia que afirma: La validez y legitimidad de la vida se debe
alcanzar en la participación pública libre y discursiva de todos los ciudadanos, como
sujetos autónomos en comunidad, donde reside la soberanía popular –momento
formal−.
3. El principio de posibilidad que sostiene: La razón político-instrumental y estratégica,
para hacer real y eficaz los principios de vida y de democracia, debe obrar teniendo
en cuanta las condiciones de posibilidad lógica, empírica, ecológica, económica,
social, política y cultural –momento de factibilidad−.
4. El principio de reconocimiento del otro que dice: La razón político-crítica se debe
solidarizar con las víctimas del sistema y luchar por su reconocimiento político ante la
no-verdad, la no-validez y la no-eficacia del orden político vigente –momento crítico-
material−.
5. El principio de organización que afirma: Los actores sociales excluidos deben asumir
democráticamente la organización de los movimientos sociales necesarios, enjuiciar
el orden político vigente y proyectar alternativas políticas, económicas, jurídicas,
educativas, ecológicas, etc” –momento crítico-formal−.
6. El principio de transformación o de liberación que sostiene: La razón político
liberadora debe organizar y efectuar estratégica e instrumentalmente el proceso de
transformación eficaz, deconstruyendo las estructuras injustas, y construyendo los
nuevos sistemas políticos, económicos, educativos, jurídicos, ecológicos, etc. –
momento crítico-de-factibilidad− (Dussel, 2001, 44-64).
Y finaliza Dussel diciendo que sólo las acciones e instituciones −aquí hay que pensar en las
Universidades−, que cumplan con las seis tesis podrán salir de la crisis, porque construyen
estructuras políticas justas, crean nuevas normas legítimas, que corresponden a las exigencias
de la vida de la comunidad que participa bajo el principio democracia. Y si el nuevo orden
decae, ha de aparecer un nuevo futuro liberador, porque la historia es la justicia siempre
renovada (Ibidem, 64).
Bibliografía.
Delors, Jacques y otros (1996). La educación encierra un tesoro. Informe a la
UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI.
Santillana Ediciones UNESCO, Madrid.
Dussel, Enrique. (1992). 1492: El encubrimiento del otro. Hacia elorigen del mito de
la modernidad. Nueva Utopía, Madrid.
Dussel, Enrique. (2001). Hacia una filosofía política crítica. Desclée de Brouwer.
Bilbao.
Morin, Edgar. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
Unesco, París.