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REPORTE CATÓLICO LAICO

Otros lugares, un lugar para comprender a la Iglesia acusada


Escrito en Artículos

RCL les invita a leer a Horacio Biord Castillo.’

Debido a una pequeña inundación en la cocina y contrariamente a una costumbre heredada de


algunos de mis mayores, hoy a la hora del desayuno opté por sentarme no en mi puesto
habitual sino en otro. Eso me inspiró a escribir estas reflexiones desde otro lugar, desde la otra
orilla, siempre posible a pesar de que, como recomienda don Juan en sus enseñanzas, haya un
lugar desde donde se comprende el universo. Quizá invocando ese lugar de la comprensión
como un espacio no físico sino espiritual, me atrevo a terciar en lo que parece una creciente
campaña contra la Iglesia católica.

Mi lugar es, por supuesto, el lugar desde donde no se puede lanzar ni la primera ni ninguna
piedra por pequeña y poco filosa que sea. Desde ese lugar pienso que las acusaciones contra
clérigos y jerarcas católicos, incluido el Papa, lanzadas con hondas certeras por enemigos de la
Iglesia católica e incluso por miembros prominentes de ella nos ponen ante un escenario en el
que es difícil no tomar partido, lo cual no significa opinar a diestra y siniestra, pues el silencio y
la oración también pueden contribuir a tranquilizar las aguas.

Como escritor e intelectual católico aunque crítico, siento que no puedo dejar de manifestar
mi opinión. La Iglesia es una construcción humana fundada o erigida por Cristo en la fe de
Pedro y los apóstoles (Mt. 16, 18), vista metafóricamente como una roca, pero hecha o
fabricada como institución en el mundo por seres humanos en su incesante y a veces ambigua
búsqueda de Dios y lo sagrado. Como tal, no está exenta ni pretende estarlo de debilidades o
“pecados”, de errores. No en balde muchos papas y obispos han tenido que pedir perdón, de
manera explícita o indirecta, y hacer penitencias por las faltas del presente y del pasado.

Entre el rebaño de la Iglesia hay hombres y mujeres de mucha y de poca fe, bienaventurados y
justos, cándidos y maliciosos, réprobos y malvados. Hay de todo, como en los jardines flores y
yerbas malas, como entre las semillas algunas fértiles y otras estériles, como en las canteras
piedras resistentes y otras endebles. Los humanos no somos seres planos, y en nuestros
corazones la “bondad” y la “maldad”, la tolerancia y la intolerancia, se debaten. No en balde
muchos santos han luchado con demonios internos y hombres comunes y corrientes vivimos a
diario tentaciones, nimias o grandes.

Cuando los católicos decimos que creemos en una Iglesia santa expresamos nuestra
convicción de que ha sido creada por Jesús como un camino para llegar al Padre, al reino
celestial. No afirmamos que está exenta de pecado y contradicciones. Nos comprometemos a
superar la falta de probidad mediante un camino de perfección que solo Dios puede valorar en
su infinita misericordia.

Las acusaciones sobre pedofilia, abusos sexuales y encubrimientos afectan a personas que
sucumbieron a sus pasiones y a la Iglesia como corporación, a sus normas, a sus canales de
gobierno, que son lo más humano y quizá lo menos espiritual de su misión, pero que no se
refieren a su credo fundamental. A veces las acusaciones provienen de víctimas o de sus
voceros que pretenden con justicia vindicar atropellos, pero muchas veces vienen también de
sectores interesados en desprestigiar, en enlodar, en destruir por el placer o interés de
hacerlo, incluso clérigos y jerarcas de la propia Iglesia que pretenden hablar en nombre de
Dios o quizá confundidos ante evidencias dolorosas y aspectos que no aceptan.

Hay que colocarse en otros lugares para encontrar el lugar de reflexión, que a su vez puede ser
la sumatoria de muchos lugares. La Iglesia ha pedido perdón a indios y a judíos, a
homosexuales y víctimas de injusticias que la propia Iglesia no advirtió en su momento. Cabe,
pues, preguntarse si no hay una excesiva carga acusatoria más allá de las peticiones de
aplicación eficiente de justicia. Gran parte de la historiografía europea de países protestantes
tuvo en el pasado una fuerte carga anticatólica y antihispánica. Sin embargo, la mano de Dios
se ve claramente en el actual acercamiento ecuménico entre el luteranismo, el anglicanismo y
el catolicismo. El papa Francisco ha dicho que la intención de Lutero no fue dividir sino
corregir. ¿Cuáles serán las intenciones de quienes aquí y allá, en Chile, en España, en Estados
Unidos, en Irlanda, en México, en tantos países no cesan de denunciar y de quienes como la
prensa amarillista enfatizan y se regodean en esas denuncias?

Para el Papa no es fácil afrontar tal alud de denuncias, lo que no quiere decir que niegue la
gravedad de los hechos o los disimule. Incluso los tribunales eclesiásticos pueden cometer
errores, más aún cuando, tiempos inquisitoriales aparte, la caridad y el amor atraviesan las
deliberaciones y el Maligno acecha con sus trampas aquí y allá. Es fácil tirar piedras, es fácil
muy fácil admitir que la Iglesia no está exenta de pecados y sus ministros son pecadores como
cualquier ser humano, agravados en su caso quizá por la falta de espiritualidad cuando faltase
o no tuviese mucha intensidad, pero de allí a decir que la Iglesia sea una fábrica de pecados y
sus ministros y miembros soldados de huestes diabólicas hay un trecho muy largo.

Volviendo a la figura del Papa, a veces queremos tener uno a la medida de nuestros pequeños
y circunstanciales gustos, un papa que hoy defienda la causa gay, que mañana acuse a tal o
cual dictador, que rehúse hablar con tal o cual presidente, que flagele a curas pederastas y a
obispos encubridores, que apoye el diaconado femenino o que lo condene, que apruebe
antiguas formas litúrgicas o las proscriba, que insinúe revisar el celibato o lo declare casi
dogma de fe, que defienda el entorno ambiental o guarde silencio sobre ecología, que hable y
calle a nuestro ritmo. Un papa es más que una máquina de satisfacción coyuntural de fieles y
peticiones, de anticatólicos, de católicos liberales y críticos o de católicos tradicionalistas y
excesivamente conservadores, algunos reunidos en poderosas organizaciones que terminan
convirtiéndose en una constante obra de cabildeo para sus fines.

Un papa debe mirar más allá de las circunstancias, asistido por la inspiración divina, como Pío
XII al actuar con prudencia en un mundo minado, o como Juan XXIII al decidir actualizar la
Iglesia y sus formas mediante la convocatoria del Concilio Vaticano II o Pablo VI al llevarlo a
buen término e implementar las transformaciones acordadas, como Juan Pablo I al sonreír a
nuevos tiempos o Juan Pablo II al impulsar cambios que en su momento no parecían tan claros,
o como Benedicto XVI que aún ora en silencio.

En estos días de acusaciones despiadadas, vuelvo a pensar que la Iglesia ha podido atormentar
a muchas personas con sus celos exagerados en distintas épocas y materias o ha causado
daños terribles a algunas personas o sociedades por deslices de sus ministros o debido a una
irracional por extremista interpretación de su mandato de predicar las enseñanzas de Jesús,
pero cuánto bien ha hecho con obras de caridad, de promoción social, de apoyo espiritual y
material, de educación. Los beneficios superan con creces los perjuicios e inclinan a su favor la
balanza. Ello no impide señalar que ha habido, que hay y que seguirá habiendo errores ni que
se deba pedir que sean subsanados y los responsables castigados, según las leyes humanas y
normas institucionales. La Iglesia tendrá, necesariamente, que tomar decisiones y reflexionar
sobre muchos puntos imbricados en la situación, todo ello en medio de un gran dolor.

En 1981 conocí a una monja ermitaña que había decidido dejar su congregación para
dedicarse, siguiendo su vocación religiosa, a la contemplación, al recogimiento y a la entrega
total a Dios en la vida eremítica. Decía que su oración fundamental era solo pedirle a Dios que
tuviera misericordia de ella y de todos los seres humanos, lo cual no es más que la esencia del
padrenuestro. Como ella, pidámosle a Dios que tenga misericordia de las víctimas y sus
familiares, de los victimarios, de quienes por las razones que haya sido encubrieron delitos
sabiendo o no su gravedad, que tenga misericordia del Papa y las personas e instituciones que
deben tomar decisiones, de quienes acusan para vindicar causas justas o de quienes lo hacen
con otros objetivos, de quienes escandalizan y de quienes son escandalizados, que tenga
misericordia de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que esperamos mejores
momentos para la humanidad entera, caminos de reconciliación, justicia y apertura a las
señales inequívocas aunque sutiles del Espíritu.

Que san Francisco de Asís, grande entre los más grandes bienaventurados, interceda por quien
al tomar su nombre optó por los caminos de la mansedumbre y la sencillez para trabajar en
beneficio de los más pobres y desasistidos, de quienes viven entre carencias materiales o en
periferias físicas, sentimentales y espirituales, independientemente de que crean en Dios, lo
rechacen, no lo conozcan o profesen otra fe. Laus Deo.

Horacio Biord Castillo

San Antonio de Los Altos, domingo 26 de agosto, 2018

Publicado en el periódico digital Reporte Católico Laico (Caracas) el jueves 30 de agosto, 2018

URL: http://reportecatolicolaico.com/2018/08/otros-lugares-un-lugar-para-comprender-a-la-iglesia-
acusada/

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