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De historiografía lingüística

Ascensión H. de León-Portilla
Ignacio Guzmán Betancourt
e historia de las lenguas
De historiografía lingüística Ignacio Guzmán Betancourt

(coordinadores)
Pilar MÁynez
e historia de las lenguas Pilar Máynez
IGNACIO GUZMÁN BETANCOURT, PILAR MÁYNEZ
Ascensión H. de León-Portilla
ASCENSIÓN H. DE LEÓN-PORTILLA (coords.) (coordinadores)

A través de los ensayos contenidos en el volumen


De historiografía lingüística e historia de las len-

De historiografía lingüística
guas se persigue mostrar, dentro de una dimensión

e historia de las lenguas


diacrónica, algunos rasgos lingüísticos de las len-
guas vernáculas de México y de la lingua geral de
Brasil, siempre desde la perspectiva de lengua y cul-
tura. Tales rasgos ayudan a comprender el pasado
de las lenguas y de los pueblos que las hablan ante S
un futuro globalizador que tiende a imponer una ho-
mogeneidad lingüística y cultural.
ã
Por otra parte, los ensayos que versan acerca de n
los estudios sobre estas lenguas, abren un camino
para vislumbrar la importancia de la historiografía
s
lingüística mexicana como una disciplina en la que A G
se refleja un extenso capítulo de la historia de la
lingüística de todos los tiempos.
f ñ
U

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siglo
veintiuno
editores
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lingüística
y
teoría literaria
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DE HISTORIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA
E HISTORIA DE LAS LENGUAS

por
JUAN M. LOPE BLANCH * HANS-JOSEF NIEDEREHE *
MIGUEL LEÓN-PORTILLA * NIDIA OJEDA ROSADO * ROSA
HERMINIA YÁÑEZ ROSALES * PILAR MÁYNEZ VIDAL *
MERCEDES MONTES DE OCA VEGA * FEDERICO B. NAGEL
BIELICKE * THOMAS C. SMITH STARK * ERÉNDIRA NANSEN
DÍAZ * FRANCISCO ALMADA LEYVA * JOSÉ LUIS ITURRIOZ
LEZA * BÁRBARA CIFUENTES * MIGUEL Á. DE LA CALLEJA *
IGNACIO GUZMÁN BETANCOURT * PEDRO MARTÍN BUTRAGUEÑO
REBECA BARRIGA VILLANUEVA * CONSUELO ALFARO LAGORIO *
ASCENSIÓN HERNÁNDEZ DE LEÓN-PORTILLA * PATRICK
JOHANSSON K. * GUILHEM OLIVIER * ELVIA FRANCO GARCÍA
GABRIELA E. CORTÉS SÁNCHEZ * TSUBASA OKOSHI HARADA *
JOSÉ ALEJOS GARCÍA * JOSÉ ANTONIO PAOLI BOLIO * CARLOS
LENKERSDORF * LAURA ELENA SOTELO SANTOS * LAURA
RODRÍGUEZ CANO * MANUEL A. HERMANN LEJARAZU * ZARINA
ESTRADA FERNÁNDEZ * RODRIGO MARTÍNEZ BARACS *
BEATRIZ ARIAS ÁLVAREZ * GUADALUPE VÁZQUEZ GONZÁLEZ
LAURA HERNÁNDEZ * ERNESTO DE ICAZA VILLALPANDO

coordinadores
IGNACIO GUZMÁN BETANCOURT
PILAR MÁYNEZ
ASCENSIÓN H. DE LEÓN-PORTILLA

siglo
veintiuno
editores
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los trabajos aquí presentados son fruto de las tareas


académicas propiciadas por la sociedad mexicana de
historiografía lingüística y la facultad de estudios
superiores acatlán

portada de maría luisa martínez passarge

primera edición, 2004


© siglo xxi editores, s.a. de c.v.
isbn 968-23-2515-3
© universidad nacional autónoma de méxico
instituto de investigaciones filológicas
isbn 970-32-1846-6

derechos reservados conforme a la ley


impreso y hecho en méxico

queda prohibida su reproducción parcial o total


por cualquier medio mecánico o electrónico
sin permiso escrito de la casa editorial
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It is now accepted that the history of linguistics is a valid and intellec-


tually exciting field of research and a valuable part of the education of
students of linguistics. Perhaps it is essential if linguistics as an acade-
mic subject is to be kept within the humanities and not just marketed as
a set of practical and commercially useful techniques. We see with plea-
sure during the past decade the growing number of books, periodicals,
societies, and conferences devoted to this branch of linguistics studies.

ROBERT HENRY ROBINS, “Constraints and Intentions in the


Organization of the History of Linguistics”, Werner Hüllen
(ed.), Understanding the Historiography of Linguistics. Problems
and Projects, Münster, Nodus Publikationen, 1990, p. 11.

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PRESENTACIÓN

En el último año del siglo XX, un grupo de investigadores mexicanos


amantes de la historia de las lenguas y sus textos decidimos formar
una asociación. El 14 de enero del año 2000 quedó formalmente cons-
tituida la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística (SOMEHIL,
en siglas), como asociación civil cuyo objetivo principal es el de pro-
piciar y difundir las investigaciones que se realizan en México y fuera
de él en el campo de la historia de la lingüística y de la filología.
Desde su fundación, la Sociedad contó con el apoyo del Instituto
de Investigaciones Filológicas y de la ENEP-Acatlán, por parte de la
UNAM; de la Dirección de Lingüística del INAH y del Centro de Estu-
dios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. En todas estas
instituciones y en otras, como la Escuela Nacional de Antropología
e Historia, la Universidad Autónoma Metropolitana, la Universidad de
Guadalajara y la de Sonora, había grupos interesados en el estudio
de la historia de la lingüística. En realidad, la Sociedad fue fundada
para poner en contacto a estos grupos y propiciar un diálogo entre
ellos, a la vez que entablar relaciones formales e informales con otras
asociaciones similares mexicanas y del extranjero.
Uno de los objetivos primordiales de esta Sociedad es el de orga-
nizar congresos, seminarios, conferencias y cualquier tipo de reunio-
nes que contribuyan a ampliar y difundir las investigaciones sobre el
tema y que faciliten el contacto entre especialistas e interesados en la
historia de la filología y la lingüística. Este objetivo determinó la pri-
mera actividad importante de la Sociedad, la de organizar un Con-
greso, que ha sido el primero de Historiografía Lingüística celebra-
do en nuestro país. Los integrantes de la Mesa Directiva –Ignacio
Guzmán Betancourt, Pilar Máynez, Leonardo Manrique, Federico Na-
gel y Ascensión Hernández– estuvieron de acuerdo en que un Con-
greso era el mejor punto de arranque de labores de la nueva agrupa-
ción, a la vez que el mejor foro de expresión para todos aquellos que
compartíamos interés y admiración por la diversidad de lenguas de
México y por la riqueza de estudios que de ellas se han hecho desde
el siglo XVI. Sabíamos que tales estudios forman un capítulo en la his-

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toria de la lingüística universal y que este capítulo se está enriquecien-


do a la luz de las nuevas corrientes lingüísticas surgidas en el siglo XX.
A este esfuerzo se unió el profesor Miguel Ángel de la Calleja, jefe de
la sección de Lengua y Literatura Hispánica de la ENEP-Acatlán, así co-
mo la licenciada Yolanda Aquino Rodríguez, secretaria técnica del
Programa de Investigación de ese mismo plantel.

œ

Tal fue, en resumen, la génesis del Primer Congreso de Historiogra-


fía Lingüística que se realizó del 17 al 19 de octubre en la ENEP-Aca-
tlán. Al llegar a este punto hay que decir que, por razones académi-
cas y prácticas, el Congreso se organizó en armonía con el Tercer
Encuentro de Lingüística de Acatlán, dado que estos encuentros ya
se habían hecho en dos ocasiones en el mes de octubre. Cabe seña-
lar que los Encuentros de Lingüística en Acatlán han ido tomando
un lugar en la vida académica mexicana ya que en ellos tienen cabi-
da muchos temas relacionados con la lingüística, tanto sincrónica co-
mo diacrónica. De manera que, el haberlos reunido no fue casual, si-
no el resultado de una reflexión en la que estaba claro que existían
intereses congruentes entre lingüistas, filólogos y hasta historiadores
por intercambiar ideas acerca de cuestiones sobre las lenguas y los
textos, del presente y del pasado. La Sociedad se hizo eco de estos in-
tereses y planeó hacer los dos Congresos conjuntamente, los días 16,
17 y 18 de octubre de 2000, con mesas temáticas. Quedaron así esta-
blecidos los temas que tradicionalmente se tocaban en los Encuen-
tros de Acatlán más los nuevos de Historia de la Lingüística y de la Fi-
lología. La celebración de dos Congresos en uno supuso un
enriquecimiento en el estudio de las lenguas desde diversas perspec-
tivas y un ahondamiento en la investigación de la tradición lingüísti-
ca y filológica de México.
El presente volumen recoge treinta y dos ponencias, la gran mayo-
ría de las que fueron presentadas. Versan ellas sobre temas muy varia-
dos si bien todas giran alrededor de dos cuestiones fundamentales:
historiografía lingüística e historia de las lenguas. Podría decirse tam-
bién que, sin olvidar los aspectos sincrónicos, en casi todas está pre-
sente la dimensión diacrónica de los estudios lingüísticos. Abundan
asimismo los trabajos en los que se abordan estudios de lenguas y tex-
tos desde una perspectiva filológica. Creemos que vale la pena ofre-
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cer una breve visión de los ensayos que aquí se recogen ya que, a tra-
vés de ellos, se pueden vislumbrar los intereses de la Sociedad por
crear un espacio propio en México, en el que estén presentes tam-
bién las aportaciones de investigadores extranjeros.
Reparemos en primer lugar en las tres ponencias magistrales a car-
go de Juan M. Lope Blanch, Hans-Josef Niederehe y Miguel León-Por-
tilla. Cada una de ellas tocó un aspecto cardinal en la vida de las len-
guas habladas en México, tanto en relación con el pasado como en
el de la conservación para el futuro, dentro del plurilingüismo que
identifica al país.
“De historiografía lingüística mexicana” fue el título elegido por
Juan M. Lope Blanch para valorar, en una especie de síntesis biblio-
gráfica, el cúmulo y la calidad de trabajos hechos por los misioneros
acerca de las lenguas amerindias y asimismo los nada desdeñables es-
tudios modernos sobre el español de México elaborados por los estu-
diosos del siglo XX. Su propuesta, sin embargo, va más lejos y nos in-
volucra a todos. En la historia de la lingüística, piensa él, cada uno de
nosotros puede dedicar su atención a cualquier tema particular de
los muchos que se ocultan en ella para así alcanzar un “conocimien-
to riguroso y profundo de la historia de la lingüística general en ca-
da una de sus etapas en general y en su desarrollo secular de igual
manera que cada humilde ladrillo contribuye a levantar un gran edi-
ficio arquitectónico”.
Hans-Josef Niederehe tocó un tema “clásico”, como muy bien se
expresa en el título de su conferencia, “La Gramática castellana de
Antonio de Nebrija”. Niederehe, autor de la más completa bibliogra-
fía nebrisense que hasta la fecha se ha elaborado, es una de las pocas
personas que siempre podrán decir algo nuevo sobre el famoso gra-
mático andaluz. El lector confirmará estas apreciaciones al leer su en-
sayo en el que, con erudición y claridad, se valora la Gramática de la
lengua castellana desde una triple dimensión: como vía para acceder a
la lengua materna, a la lengua latina desde la castellana y a la lengua
castellana desde cualquier otra lengua peregrina. Otra idea de Niede-
rehe digna de destacar es que en la citada obra de Nebrija se recoge
un deseo común de fines de la Edad Media, el de introducir en los
textos latinos ejemplos en lenguas vernáculas para aclarar problemas
gramaticales, lo que se llamaba grammatica proverbiandi. Con Nebrija
este deseo se hace realidad en el contexto gramatical europeo.
Miguel León-Portilla, por su parte, aborda un tema tan actual co-
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mo complejo: “El destino de las lenguas indígenas de México”. Su ex-


posición se enfoca a reflexionar sobre el futuro incierto de estas len-
guas ante el empuje de las fuerzas globalizadoras que tienden a im-
poner una homogeneidad lingüística y cultural. Su propuesta parte
de una exposición histórica en la que suceden dos realidades: por una
parte, el proceso de acercamiento que realizaron las órdenes religio-
sas al elaborar un gran número de obras en las principales lenguas
mesoamericanas, dentro de una actitud tolerante de la corona en
época de los austrias; por la otra, el centralismo borbónico agobian-
te que se manifestó en varias disposiciones a favor de la imposición
del español frente a las lenguas amerindias. Durante los siglos siguien-
tes, la actitud centralizadora prevaleció entre los independentistas y
los revolucionarios que, ante todo, buscaron la unidad nacional a tra-
vés de la uniformidad lingüística. Con este fondo histórico, el tercer
milenio se abre con una multitud de lenguas conservadas gracias a la
voluntad de sus hablantes: “intentemos una respuesta”, dice León-
Portilla, la de reconocer que cada lengua tiene atributos que la ha-
cen valiosa y válida para el futuro. Tal vez lo que ellas necesitan para
volver a florecer es que, “como las plantas a las que otra más grande
hace sombra, se las libere de cualquier opresión. De nosotros depen-
de su destino”.

œ

Más allá de las plenarias, Nebrija sigue siendo manantial de ideas y


paradigma de inspiración y a él están dedicados los ensayos de Nidia
Ojeda y Rosa Yáñez. El de Nidia Ojeda titulado “La labor de Nebrija
como terminólogo”, muestra un aspecto poco estudiado del famoso
gramático. Tomando como base los libros tercero y cuarto de la Gra-
mática de la lengua castellana, la autora analiza los criterios que Nebri-
ja usó para construir los términos que necesitaba “apoyado en una re-
flexión y análisis de su propia lengua”. El de Rosa Yáñez ostenta el
título, “El vocabulario de Gerónimo Cortés y Zedeño: entre Antonio
de Nebrija y Alonso de Molina”. Se centra ella en el examen del Vo-
cabulario que Cortés incluyó en su Arte vocabulario y confesionario en el
idioma mexicano como se usa en el obispado de Guadalajara (Puebla, 1765).
Muestra que el Vocabulario, aunque breve, es sistemático y está estruc-
turado siguiendo más de cerca a Nebrija que a Molina.
A estas consideraciones podría añadirse que Cortés lo tituló “Dic-
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cionario de romance a mexicano”, lo cual ya nos acerca al título del


de Nebrija y nos hace pensar en la perduración de su memoria como
lexicógrafo.
Fray Alonso de Molina es también polo de atracción. Por una par-
te, están las reflexiones de índole fonética y lexicográfica que Lope
Blanch hace del Vocabulario del franciscano. Por la otra, el ensayo de
Pilar Máynez sobre “Los hispanismos en la Doctrina cristiana de Moli-
na: su incidencia”. Sobre la base de esta doctrina en náhuatl y caste-
llano, la primera publicada en una lengua del Nuevo Mundo (1546),
Máynez se ocupa de la necesidad que tuvo fray Alonso de incorporar
términos para trasvasar el mensaje cristiano a otra cultura. Muestra la
autora los mecanismos de que se sirvió Molina, a veces incorporando
nuevos significados a significantes ya existentes y otras veces aceptan-
do hispanismos. La ponencia de Máynez sigue una línea de interés
de esta investigadora a la que ha dedicado varios trabajos con objeto
de perfilar el fenómeno de interferencia lingüística en el proceso de
transculturación del siglo XVI novohispano.
En este campo de transculturación lingüística se inscribe el traba-
jo de Mercedes Montes de Oca, “Yn iqualtica yectica ygratia. Los mar-
cadores del discurso como estrategia para evangelizar”. En él explica
el nuevo uso de los difrasismos adaptados al discurso evangélico. To-
ma como fuente El tratado de los pecados mortales elaborado en náhuatl
por fray Andrés de Olmos y traducido y publicado por Georges Bau-
dot en 1996. Compara estos difrasismos con los que aparecen en el
libro VI de la Historia general de Sahagún y muestra cómo Olmos, a ve-
ces, les imprimió un significado cristiano. Con ello, piensa la autora,
estas estructuras binarias, tan propias del náhuatl clásico, tomaron un
papel relevante en la reestructuración lingüística y en la conquista es-
piritual.
En gran número de las ponencias descritas, Nebrija y Molina son
objeto de atención como los responsables de modelos gramaticales y
lexicográficos en las lenguas castellana y mexicana. Otros gramáticos
de los siglos XVI y XVII son valorados en los trabajos de Federico Na-
gel y Thomas Smith. El de Nagel está dedicado a “Una definición del
náhuatl novohispano temprano”, y versa sobre el tratamiento de de-
terminados rasgos fonológicos y morfológicos en cinco autores. Son
ellos fray Andrés de Olmos, fray Alonso de Molina y el padre Antonio
del Rincón, del XVI, además de fray Diego de Galdo Guzmán y el pa-
dre Horacio Carochi, del XVII. Para Nagel, aunque unos aciertan más
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que otros en sus apreciaciones gramaticales, cada uno ofrece algo pro-
pio, de tal manera que todos ellos se complementan y conforman un
horizonte lingüístico que nos permite conocer el temprano náhuatl
novohispano. Thomas Smith, en su trabajo, nos lleva a un campo muy
concreto de la filología: el de la crítica textual orientada a la recons-
trucción histórica de un texto original cuando sobreviven varias ver-
siones de ese mismo texto. El estudio detallado de las versiones per-
mite reconstruir un stemma, es decir, un árbol genealógico del cual
pueden identificarse todas las partes constituyentes: raíz, tronco y ra-
mas. “Un stemma para los manuscritos del Arte para aprender la lengua
mexicana (1547) de Andrés de Olmos” es el título elegido por Smith
para establecer una secuencia en la elaboración de los seis manus-
critos que perduran del citado Arte, secuencia que nos lleva al ma-
nuscrito arquetipo del que se derivaron las seis copias existentes y dos
más, también extraviadas.
Dos trabajos más completan este grupo de ponencias sobre la len-
gua y el pensamiento mesoamericanos vistos desde la óptica novohis-
pana. Me refiero al de Eréndira Nansen y Francisco Almada sobre la
lengua cahíta y al de José Luis Iturrioz sobre el cora. Cahíta y cora
pertenecen al tronco yutonahua y se hablan en el noroeste de Méxi-
co, la región que los modernos arqueólogos definen como la Mesoa-
mérica septentrional. “Cuando las fuentes para la historiografía lin-
güística parecen no serlo”, es el título del trabajo de Nansen y Almada
en el que dan a conocer un escrito inédito conservado en la Bibliote-
ca Nacional de Antropología e Historia. Contiene la Novena del glorio-
so San Ignacio de Loyola, compuesta por un sacerdote de la misma compañía.
Traducida y añadida en el Idioma Cahita o Mayo por otro hijo del Santo Pa-
triarcha… Piensan los autores que la elaboró el padre Juan Bautista
de Velasco, el mismo que escribió un Arte de la lengua cahita, publica-
do en 1737. Ambos, además de traducir parte de la novena al espa-
ñol, ofrecen valiosos datos y consideraciones sobre la religiosidad del
bajo río Mayo. El de José Luis Iturrioz, “Comentarios de Wilhelm von
Humboldt sobre la lengua cora”, nos traslada a los orígenes de la lin-
güística comparada, concretamente a los trabajos de Guillermo de
Humboldt para describir y clasificar la lengua cora tomando como
base el Vocabulario en lengua castellana y cora (1732) del jesuita José de
Ortega. Iturrioz destaca los aciertos de Humboldt en lo que se refie-
re a sus apreciaciones sobre la estructura de la lengua y los desacier-
tos en lo que respecta al sistema fónico, ya que para ello el lingüista
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alemán contó con pocos datos escritos y la falta total de conocimien-


to de la lengua hablada.
En resumen, es este primer conjunto de ensayos una serie de re-
flexiones acerca de las lenguas mesoamericanas y sobre algunas de
las figuras más señaladas en la historia de la lingüística como son An-
tonio de Nebrija, Andrés de Olmos, Horacio Carochi y Guillermo de
Humboldt.

œ

De las lenguas mesoamericanas pasamos a las indoeuropeas, al espa-


ñol y al portugués. Cinco son los ensayos aquí reunidos en los que,
desde diversas perspectivas, se analizan temas específicos de gran in-
terés en la historia de la filología y de la lingüística. El primero de
ellos, de Bárbara Cifuentes, lleva por título “Entre dialecto y provin-
cialismo: una polémica entre Melchor Ocampo y Vicente Salvá”. La
autora concentra su estudio en el Idioticón de Ocampo y lo considera
como intento valioso de delimitar y valorar los rasgos propios del es-
pañol de México en un contexto universal. El segundo se debe a Mi-
guel Ángel de la Calleja, “Breve semblanza de Joaquín García Icazbal-
ceta”. De la Calleja lo valora como erudito que abrió camino y marcó
un modelo en los estudios lingüísticos e historiográficos en México.
“Francisco Belmar y su peculiar concepto de dialecto”, de Ignacio
Guzmán Betancourt, es el tercero de este grupo de ensayos. Interesa
al autor mostrar la variedad de significados de la palabra dialecto, la
cual, por su riqueza semántica, ha propiciado múltiples usos de ella
desde los antiguos griegos. Aduce opiniones de autores franceses y
españoles desde el Renacimiento y asimismo de varios autores no-
vohispanos que elaboraron gramáticas de lenguas indígenas. Su ex-
posición muestra que incluso lingüistas destacados, como Francisco
Belmar, caen en confusión al usar dicha palabra.
Pedro Martín Butragueño y Rebeca Barriga en su ponencia “De
Silva y Aceves a Santamaría: hacia una lingüística mexicana”, delimi-
tan los años centrales del siglo XX como el periodo en el que se esta-
ba formando un contexto lingüístico moderno, donde varios autores
empiezan a publicar trabajos elaborados conforme a métodos cientí-
ficos derivados de las nuevas corrientes de la lingüística. Por último,
Consuelo Alfaro Lagorio en “El pensamiento lingüístico de Couto de
Magalhães (1837-1898)”, hace una descripción de la lingua geral de
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Brasil y del papel histórico que esta lengua tuvo como aglutinante de
una conciencia común en una gran parte del Brasil, la Amazonia. Se
centra en la figura de José Vieira Couto de Magalhães, político y em-
presario que emprendió un estudio profundo etnológico-lingüístico
sobre el tupi lingua geral, llamada también ñeẽngatú. Considerada len-
gua de salvajes, Couto tomó la misión de revalorizarla y de destacar
sus funciones como factor de ordenamiento social.
Estos cinco ensayos constituyen una visión breve pero profunda so-
bre seis filólogos de los siglos XIX y XX interesados en varias lenguas,
principalmente el español y la lingua geral, a los cuales puede consi-
derarse pioneros en la construcción de una lingüística que abrió nue-
vos caminos en la segunda mitad del siglo XX.

œ

Pasamos ahora a otro conjunto de ensayos enfocados directamente a


temas mesoamericanos o de tradición mesoamericana, elaborados
dentro de un marco histórico-lingüístico, es decir, dentro de una pers-
pectiva doble de lengua y cultura. Como se verá, los cuatro primeros
versan sobre filología mesoamericana centrada en los nahuas; los cua-
tro que siguen sobre el mundo mayence y, los tres últimos, sobre li-
bros mayas y mixtecos.
El primero se debe a Ascensión Hernández y lleva por título “El
corpus filológico mesoamericano: un acercamiento”. Con ayuda de
la glotocronología, la semiología y la epigrafía, la autora hace una lec-
tura filológica de los orígenes del pensamiento mesoamericano en la
civilización olmeca. Por su parte, Patrick Johansson presenta un en-
sayo titulado “Tamoanchan: una etimología del origen”, en el que se
adentra en la búsqueda del significado de esta emblemática palabra
y lo hace desde la perspectiva de la lingüística cognitiva, siempre so-
bre la base de los textos nahuas. Su propuesta es que Tamoanchan se
deriva de tonemoanchan “el lugar matricial en la geografía interior del
indígena”.
“De flechas, dardos y saetas. Mixcóatl y el simbolismo de las flechas
en las fuentes nahuas”, de Guilhem Olivier, es un estudio en torno al
dios Serpiente de Nubes y a sus flechas. En los vocablos que designan
flechas, el autor encuentra un simbolismo muy rico, tanto lingüístico
como cultural. Su trabajo descansa en el análisis de un vocabulario
específico construido a partir de las fuentes del siglo XVI.
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Cuatro ponencias forman unidad en el estudio del pasado y pre-


sente de Yucatán. Sus autores integran datos históricos con el saber
filológico y lingüístico y dibujan una secuencia de la vida de los ma-
yas en los siglos pasados y en el presente. Abre el conjunto Tsubasa
Okoshi con un “Análisis del fragmento de la historia de Yucatán co-
piado por Don Juan Xiu Cimé (29 de mayo de 1685)”. Como se dice
en el título, el autor elige un pasaje de un texto colonial para estu-
diar la dinámica de interacción entre mayas y españoles. Enfoca su
atención en el cambio morfémico y semántico del vocablo maya anah-
te, que termina españolizado en analte, “anales”. Del siglo XVI pasamos
al XX con el artículo de José Alejos García, “Itzáes: pérdida de lengua
y etnicidad”. El título adelanta el contenido, que responde a la preo-
cupación del autor ante la situación actual de los itzáes del Petén. Exa-
mina las condiciones adversas que han llevado a la situación actual
de pérdida de la lengua, a pesar de los esfuerzos de algunos miem-
bros de la comunidad de San José en el lago de Petén Itzá, sobre to-
do a partir de 1992. Otra realidad sociolingüística muy diferente es
la que se presenta en el trabajo de Antonio Paoli Bolio titulado “Au-
togestión (cochelin jbahtik, tukelin jbahtik) de la comunidad y la comar-
ca tseltal”. En él se muestra la pervivencia de un modelo comunitario
milenario y la capacidad del grupo tzeltal para conservarlo y recrear-
lo en los nuevos asentamientos que este pueblo ha realizado en la La-
candonia. Por último, Carlos Lenkersdorf, en su estudio titulado la
“Comparación de igualdad y desigualdad en tojolabal y español”, ha-
ce ver que las estructuras lingüísticas tojolabales para expresar la com-
paración responden al sistema de relaciones humanas y al todo cul-
tural del pueblo tojolabal.
Escritura, lengua y pensamiento es el tema de los tres ensayos so-
bre códices, como ya se dijo. El primero de ellos, de Laura Sotelo, lle-
va por título “Las voces del Chilam. El lenguaje de los códices mayas”.
La autora ofrece una visión de conjunto del contenido de los libros
mayas, desde sus rasgos físicos hasta los múltiples cómputos del tiem-
po. Resalta el lenguaje propio de los códices y el valor de las figuras
antropomorfas como parte importante del texto jeroglífico. El segun-
do, es el ensayo de Laura Rodríguez Cano, “El sistema de escritura
mixteca en un documento del siglo XVI de la Mixteca Baja”. La auto-
ra presenta, además de una visión general sobre escritura mixteca, un
buen número de datos sobre el contenido del códice, que versa so-
bre registros de linaje y de tributo. La tercera ponencia de este gru-
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18 los coordinadores

po se debe a Manuel Hermann Lejarazu y lleva por título “Antropo-


nimia mixteca: su análisis, morfología y representación glífica”. El au-
tor toma como base de su estudio los códices Egerton y Muro y organi-
za un corpus de antropónimos según las categorías gramaticales
correspondientes a nombres, adjetivos y verbos. Novedoso es su aná-
lisis de los antropónimos diferenciando funciones gramaticales, se-
gún la morfología y la sintaxis. Cabe destacar que los 61 vocablos del
corpus no aparecen en los tratados lingüísticos sobre el mixteco, re-
dactados en siglo XVI.

œ

Las últimas cinco ponencias integran un capítulo de no menor inte-


rés que las precedentes, ya que todas ellas, además de perfilar algún
rasgo lingüístico, están elaboradas desde una dimensión diacrónica.
La primera de ellas se debe a Zarina Estrada y versa sobre “Codifica-
ción de la categoría adjetival en névome o pima bajo”, lengua del tron-
co yutonahua hablada en Sonora. Parte la autora del Vocabulario de la
lengua névome editado por Pennington en 1979, aunque redactado
por un jesuita del siglo XVII, Baltasar de Loaysa. Interesa a ella mostrar
los procesos morfológicos que el névome posee para codificar formas
adjetivales. Le sigue la de Rodrigo Martínez Baracs titulada “La tras-
lación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas”. En
ella muestra el autor los cambios que sufrieron los antropónimos, los
topónimos y, en general, los nahuatlismos, desde que en el siglo XVI
pasaron a ser usados por los hablantes de castellano de México. En
menor medida, su estudio abarca también los purepechismos.
Beatriz Arias concentra su mirada en la relación entre escritura y
habla y lo expresa en forma de pregunta: “¿Puede la lengua escrita
reflejar la lengua oral? El caso de la grafía <y>”. Plantea ella un tema
de estudio recurrente en la lingüística centrado en la letra <y> como
portadora de un fonema cuyos orígenes y uso trata de perfilar a tra-
vés de textos medievales, renacentistas y modernos y concluye que,
además de los datos lingüísticos, es necesario tomar en cuenta facto-
res de índole cultural para poder llegar a resultados precisos. Por su
parte, Guadalupe Vázquez González, en su ensayo “El significado fu-
túrico de ir a + infinitivo en la Edad Media”, destaca la preferencia
moderna de esta perífrasis sobre la forma sintética del futuro. Se
adentra en textos medievales y muestra que la citada perífrasis era ya
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presentación 19

usada en el Poema de Mio Cid y en otros escritos de la Edad Media y


que su uso permanece en el español en los siglos siguientes. Por últi-
mo, Laura Hernández en “El concepto de lenguaje marginal en la
lengua española”, explica que las diferentes hablas consideradas mar-
ginales –germanía, jerga y otras– no son sólo formas lingüísticas sino
también conceptuales y que se han de estudiar dentro de la catego-
ría de “lenguaje natural” que se maneja en lingüística.
Cierra estas memorias el ensayo que lleva por título “Wittgenstein
y Gadamer: el problema lingüístico de la comunicación”, de Ernesto
de Icaza. El autor traza una serie de consideraciones acerca de la ca-
pacidad del hombre de comunicarse a través de la lengua y la existen-
cia de la soledad humana como producto de las limitaciones del len-
guaje. El ensayo es una reflexión filosófica que pone en juego el
fundamento teórico de tres grandes pensadores del siglo XX: Ferdi-
nand de Saussure, Ludwig Wittgenstein y Hans-Georg Gadamer.
Ésta es, a grandes rasgos, la temática de los trabajos que se inclu-
yen en las siguientes páginas. Agradecemos a nuestros colegas el apo-
yo que nos brindaron para hacer posible la realización de éste que es-
peramos sea el primero de una serie de volúmenes editados o
patrocinados por la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística.

Los coordinadores
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DE HISTORIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA MEXICANA

JUAN M. LOPE BLANCH*

La Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística inicia hoy públi-


camente sus actividades científicas con este Primer Congreso, cuyo
éxito cabal doy por descontado. Comienza así la vida corporativa, ple-
na, de la Sociedad, pero está por demás decir, perogrullescamente,
que la historiografía lingüística mexicana tiene ya muchos años de vi-
da, y que puede hablarse, inclusive, de una notoria y firme tradición.1
Diversos sectores del espectro lingüístico mexicano, en efecto, han si-
do ya estudiados en fechas anteriores a la de este congreso; creo que
todos esos sectores lingüísticos deberían seguir siendo analizados, es-
tudiados en profundidad, durante los años venideros.
Comenzando, naturalmente y ante todo, por el estudio pormeno-
rizado, sistemático y riguroso, de aquellas sorprendentes gramáticas
y de aquellos maravillosos vocabularios de las lenguas amerindias he-
chos por los venerables misioneros convertidos en lingüistas por la
fuerza de la necesidad y por su impetuoso celo evangelizador. Mucho
es lo que se ha avanzado ya en este terreno de la investigación histó-
rico-lingüística de México; pero es también mucho lo que falta por
recorrerse a lo largo de ese camino. Innecesario y aun impertinente
sería recordar aquí los trabajos ya cumplidos por autorizados filólo-
gos en torno de: 1] la catalogación bibliográfica de los estudios hechos
en el pasado sobre las lenguas amerindias, 2] sobre las reediciones de
las gramáticas y vocabularios de esos idiomas, o 3] en relación con los
estudios monográficos referentes a tales codificaciones gramaticales
o lexicográficas. Aquellos valiosísimos catálogos bibliográficos –como
los del Conde de la Viñaza, o de Joaquín García Icazbalceta, o de Ni-
colás León, o de López Valdemoro, o de Vázquez de Tapia,2 entre

* Universidad Nacional Autónoma de México.


1 Véase, a este respecto, el artículo de Ignacio Guzmán Betancourt, “Para una his-

toria de la historiografía lingüística mexicana. Desde sus orígenes hasta el siglo XIX”,
en Dimensión Antropológica, año 1, 1994, vol. 2, pp. 95-130.
2 Me refiero, claro está, a la Bibliografía española de lenguas indígenas de América (Ma-

[21]
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22 juan m. lope blanch

otros menores, aunque también dignos de recuerdo3– deberían ser


completados y actualizados exhaustivamente, para que las investiga-
ciones historiográficas indoamericanas que hayan de realizarse en el
futuro puedan construirse con absoluta seguridad en lo que a la do-
cumentación ya existente se refiere. En esta época tan rica en recur-
sos electrónicos y computacionales, las tareas bibliográficas se han fa-
cilitado un tanto, aunque la busca y rebusca de información en
antiguos catálogos, en recónditas bibliotecas o polvorientos archivos,
y en maltratados manuscritos seguirán siendo paciente e inevitable
labor personal, humana. No olvido de ningún modo –¿cómo podría
ser olvidada?– la magnífica labor realizada hace cuatro lustros por la
maestra Irma Contreras García en torno de este capital tema.4 No
creo que haya escapado a su pormenorizada indagación bibliográfi-
ca nada de lo escrito desde comienzos del siglo XVI hasta el año de
1980; lo que habríamos de hacer ahora sería continuar su trabajo, ac-

drid, 1892) del Conde de la Viñaza, así como a su extraordinaria y aún utilísima Biblio-
teca histórica de la filología castellana (Madrid, 1893); a la invaluable Bibliografía mexicana
del siglo XVI (México, 1954) de García Icazbalceta; al catálogo de 21 manuscritos exis-
tentes en la Real Biblioteca que registraron Juan López Valdemoro y Manuel R. Zarco
del Valle, y que publicó Antonio Graiño con el título de Lenguas de América (Madrid,
1914); a la Bibliografía mexicana del siglo XVIII de Nicolás León, publicada en México en-
tre 1902 y 1908 en cinco partes; o a la Bibliografía española de lenguas indígenas de Améri-
ca de Vázquez de Tapia, una de las primeras en su género (Madrid, 1892).
3 Entre los que me animo a recordar la Bibliografía lingüística de la República Mexica-

na de Anselmo Marino Flores (México, Ediciones Especiales del Instituto Indigenista


Interamericano, 1957), así como la “Guía de las obras en lenguas indígenas existentes
en la Biblioteca Nacional” que publicó Roberto Moreno de los Arcos en el Boletín de la
Biblioteca Nacional (1966, vol. XVII, pp. 21-210); o como la “Bibliografía de gramáticas y
métodos de la lengua náhuatl” que poseía Byron McAfee y de que dio cuenta en la re-
vista Investigaciones Lingüísticas (1935, vol. III, pp. 227-230); o como las Notas de bibliogra-
fía lingüística huasteca y el Paradigma apologético del bachiller Tapia Zenteno, de Rafael
Montejano y Aguiñaga, que publicó la Universidad Autónoma de San Luis Potosí en
1961; o también el Catálogo de obras escritas en lenguas indígenas de México o que tratan de
ellas existentes en su momento en la biblioteca particular de Salvador Ugarte, que pu-
blicó la Editorial Jus en 1949 y reimprimió en 1954. Enumerar siquiera otros muchos
catálogos bibliográficos de similar naturaleza sería excesivamente prolijo y estaría sin
duda fuera de mi alcance, ya que no es éste el dominio filológico que haya sido obje-
to de mi particular atención.
4 Cuya primera parte rebasa ampliamente los límites formales de una seria y bien

hecha bibliografía. Cf. Irma Contreras García, Bibliografía sobre la castellanización de los
grupos indígenas de la República Mexicana, 2 vols., México, UNAM-IIB, 1985-1986.
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de historiografía lingüística mexicana 23

tualizarlo año con año, para mantener al día tan excelente catálogo
bibliográfico.
Muchísimo ha progresado también la labor editorial durante el si-
glo que está ya próximo a su fin. Imposible me sería, por evidente fal-
ta de tiempo, recordar, simplemente, el elevado número de gramáti-
cas y diccionarios de idiomas amerindios que han sido reeditados por
autorizados filólogos amantes de la lingüística mexicana, especial-
mente la novohispana. Tal es el caso, entre otros igualmente merito-
rios, de René Acuña, a quien debemos bellas reediciones de las obras
del padre Andrés de Olmos, de fray Gabriel de San Buenaventura, de
Carlos de Tapia Zenteno y de fray Alonso Urbano, así como del Voca-
bulario de Maya Than.5
No todos los misioneros lingüistas han merecido igual atención por
parte de los estudiosos de sus trabajos. Las obras de algunos de ellos
han sido reeditadas en varias ocasiones, en tanto que otras cuentan
con una sola –y a veces inaccesible– reedición, y otras permanecen
aún en el limbo editorial. Con justísima razón, por su notable priori-
dad cronológica, la gramática de fray Andrés de Olmos ha sido reite-
radamente sacada a luz desde que Rémi Siméon la publicó en París,
en 1875.6 Sobre esta edición se hicieron posteriormente, como es bien
sabido, la de Anales del Museo Nacional 7 y la de la Colección de gramáti-
cas de la lengua mexicana,8 y la de Edmundo Aviña Levy, con prólogo
de Miguel León-Portilla.9 Más recientemente, además de la edición
de René Acuña a que líneas antes he hecho referencia, el Instituto de
Cooperación Iberoamericana ha publicado el Arte del padre Olmos
en Madrid (1994, 2 vols.). Mejor fortuna aún ha tenido la obra de fray

5 Su edición del Arte de la lengua mexicana y Vocabulario de Olmos fue publicada en

México por la UNAM, en 1985; el Arte de la lengua maya de San Buenaventura, también
por la UNAM, en 1996; el Paradigma apologético y noticia de la lengua huasteca de Tapia Zen-
teno, asimismo por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, en 1985; el
Arte breve de la lengua otomí y vocabulario trilingüe de fray Alonso Urbano, por la misma
institución en 1990; y el Vocabulario maya, igualmente, en 1993.
6 Grammaire de la langue nahuatl ou mexicaine, composée en 1547, par le franciscain

André de Olmos, et publiée avec notes, éclaircissements, etc. par Rémi Siméon. París,
Imprimerie Nationale, 1875.
7 México, Imprenta de Ignacio Escalante, 1885, pp. 1-126.
8 México, Imprenta del Museo Nacional, 1904.
9 Guadalajara, 1972, con prólogo y versión castellana de la Introducción de Rémi

Simeón por Miguel León-Portilla.


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24 juan m. lope blanch

Alonso de Molina, fortuna justamente paralela a la de sus méritos in-


cuestionables. Habiendo sido la única gramática de la lengua náhuatl
que alcanzó dos ediciones en vida de su autor10 –como sucedió tam-
bién, relativamente, en el caso del Vocabulario en lengua castellana y
mexicana11–, el Arte de Molina ha sido asimismo reimpreso en época
moderna, primeramente como suplemento de los Anales del Museo Na-
cional (1886), y luego en la Colección de gramáticas de la lengua mexicana
(1904), y después por el Instituto de Cultura Hispánica (Madrid,
1945).
Suerte diversa han corrido otras obras gramaticales y lexicográfi-
cas sobre lenguas indígenas de México. Muy favorable en el caso de
Pedro de Arenas, así como en los de fray Diego Basalenque,12 del pa-
dre Horacio Carochi, de fray Juan de Córdova, de fray Maturino Gil-
berti, de fray Antonio de los Reyes, del padre Antonio del Rincón, del
ya antes recordado fray Gabriel de San Buenaventura, o de Carlos de

10 Del Arte de la lengua mexicana y castellana, impreso en México por Pedro Ocharte

en 1571, hizo el padre Molina una segunda edición, con algunas interesantes correc-
ciones, en 1576.
11 Publicada esta parte castellana-mexicana en 1555, fue reeditada en 1571, tam-

bién en México, completándola el padre Molina con la parte mexicana-castellana. De


esta segunda edición del Vocabulario hizo una reedición en facsímil Julius Platzmann
en Leipzig (1880), la cual fue reimpresa por la Editorial Porrúa, en 1970, con estudio
preliminar de Miguel León-Portilla. De la edición de 1571 existe reproducción facsi-
milar hecha por el Instituto de Cultura Hispánica, de Madrid, en 1994. Del Arte exis-
ten también reimpresiones: la incluida en la Colección de gramáticas de la lengua mexica-
na (México, 1886, vol. I, pp. 127-224), y la más accesible del Instituto de Cultura
Hispánica (Madrid, 1945).
12 El Vocabulario manual de las lenguas castellana y mexicana de Arenas (México, 1611),

ha sido reeditado al menos, que yo sepa, en 1668, en 1683, en 1793 y en 1831 (de es-
tas ediciones existía un ejemplar en la biblioteca del Instituto Nacional de Antropolo-
gía, así como otra, sin fecha, “en la Imprenta de Francisco Rivera Calderón”, posible-
mente de 1728); finalmente Ascensión H. de León-Portilla ha reimpreso la edición
príncipe de Henrico Martínez, haciéndola preceder de un valioso estudio introducto-
rio (México, UNAM, 1982). Buena ha sido también la fortuna del Arte de la lengua taras-
ca de fray Diego Basalenque, y especialmente la de su Arte y de sus Vocabularios de la
lengua matlaltzinga. Los respectivos manuscritos de estas últimas obras (de 1640 y de
1642, respectivamente, conservados en la Biblioteca John Carter Brown de la famosa
universidad estadunidense), han sido sacados a luz por María Elena Bribiesca, con un
estudio preliminar de Leonardo Manrique: Arte y vocabulario de la lengua matlaltzinga,
México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1975. Y el Arte de la lengua ta-
rasca, que se encargó de sacar a luz fray Nicolás de Quixas en 1714, fue reimpresa, tam-
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de historiografía lingüística mexicana 25

Tapia Zenteno,13 entre otros más que también han merecido la aten-
ción de modernos editores y comentadores, como es el caso de An-
tonio Vázquez Gastelu, de fray Agustín de Vetancurt, o del misterio-
so “padre de la Compañía de Jesús” autor de un Arte de la lengua cahíta
(México, 1737), que reimprimió Eustaquio Buelna en 1890, y que ha
reeditado facsimilarmente, en 1989, José G. Moreno de Alba para la
editorial Siglo XXI. De también desconocido autor es el Arte de la len-
gua totonaca, cuyo manuscrito fue editado facsimilarmente en 1990,
para la UNAM, por el insigne mexicanista Norman A. McQuown.
Convendría mucho continuar esta tarea editorial hasta llevarla a
su culminación, sacando a la luz no sólo obras que no hayan sido ree-
ditadas modernamente, sino también las conservadas sólo en los ma-
nuscritos originales. Don Marcelino Menéndez y Pelayo registraba en

bién en México, en 1886 por Antonio Peñafiel, y reeditada en Morelia en 1962 por la
Editorial Erandi del gobierno de Michoacán y en 1994 por Fímax Publicistas, con es-
tudio introductorio de J. Benedict Warren.
13 No siendo mi propósito, de ninguna manera, organizar un registro bibliográfico

de las reimpresiones y reediciones de aquellas obras gramaticales y lexicográficas escri-


tas a lo largo de los siglos en la Nueva España, me limitaré en lo que sigue a consignar
mínimas referencias indicadoras. (Está por demás decir que hago estas citas sólo a ma-
nera de ejemplo): Del Arte de la lengua mexicana del padre Horacio Carochi (México,
1645) tengo noticia de varias reediciones: México, 1759 (en la Imprenta de la Biblio-
theca Mexicana), México, 1892 (en Anales del Museo Nacional), en 1904 (en la Colección
de gramáticas de la lengua mexicana), y en México, UNAM, 1983 (con estudio de Miguel
León-Portilla). Del Arte en lengua zapoteca (México, 1578) de fray Juan de Córdova: reim-
presión a cargo de Nicolás León, Morelia, 1886 (reimpresa en 1987 por Ediciones Tole-
do/INAH); y de su Vocabulario, ed. facs., México, 1942. Del Arte de la lengua tarasca (Mé-
xico, 1559) de fray Maturino Gilberti, reimpresión de Joaquín Baranda, México, 1898,
y de su Diccionario (México, 1559) la reimpresión de Antonio Peñafiel, México, 1901, y
sobre ésta la de J. Ernesto Ramos, México, 1962. Del Arte en lengua mixteca (México,
1593) de fray Antonio de los Reyes: reed., Puebla de los Ángeles, 1750; Alençon, 1889;
París, 1890; México, 1893; Nashville, Tenn., 1976. Del Arte mexicana del padre Antonio
del Rincón (México, 1595) hay reediciones, al menos, de México, 1885 (por Antonio
Peñafiel), de 1888 (por Anales del Museo Nacional), de 1904 (en la Colección de gramáticas
de la lengua mexicana), y de Guadalajara, 1967 (por Edmundo Aviña Levy). Del Arte de la
lengua maya (México, 1684) de fray Gabriel de San Buenaventura: de J. García Icazbal-
ceta, México, 1888 y la ya citada de René Acuña, México, 1996. De las obras de Carlos
de Tapia Zenteno, Arte novíssima de lengua mexicana (México, 1753), reimpresa en Mé-
xico, 1885 (Anales del Museo Nacional, t. III, pp. 1-42), y Guadalajara, 1967 (por Edmun-
do Aviña Levy); de la Noticia de la lengua huasteca (México, 1767), reimp. Con estudio de
Bernard Pottier, Georgetown, 1975; y de René Acuña, México, 1985.
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26 juan m. lope blanch

la Tercera Parte de La ciencia española14 un elevado número de obras


escritas en la Nueva España, entre las cuales incluía algunas de cuya
posible publicación moderna no tengo yo noticia alguna, tal vez por
limitaciones personales en el rastreo de las fuentes de información o
acaso porque no hayan sido realmente publicadas. Tal sería el caso
del Arte y vocabulario de la lengua zapoteca del padre dominico Pedro
de Feria, autor de una Doctrina cristiana en esa lengua (1567); o del
Arte y vocabulario del idioma de los zacatecos del franciscano Pedro de Es-
pinareda; o del Arte y diccionario de la lengua mexicana del también fran-
ciscano Juan de Ayora; o del Arte y vocabulario de la lengua de Yucatán
o lengua maya, de fray Luis de Villalpando, asimismo franciscano; o
del Arte de la lengua zapoteca conforme al método latino de Antonio de Ne-
brija, del dominico Pedro Cueva, que don Marcelino fecha como obra
de 1609; o de las Comparaciones varias de las dos lenguas castellana y me-
xicana, de fray Miguel Val, franciscano muerto en 1643;15 o de la más
tardía –ya en el siglo XVIII– Gramática de la lengua otomí de don Fran-
cisco de Aedo, fechada como de 1731 por Menéndez y Pelayo.
Pero claro está que no basta con rescatar del olvido éstas y otras
posibles obras filológicas para ponerlas a la fácil disposición de todos
los estudiosos actuales. Es necesario analizarlas detenidamente, dado
su enorme interés lingüístico –en sí mismas– e historiográfico –den-
tro del desarrollo cultural de la Nueva España y, franqueando los lí-
mites geográficos naciones, de todo el Nuevo Mundo. Que, como
bien ha señalado E. F. K. Koerner,16 la actividad lingüística está estre-
chamente vinculada con las corrientes culturales de sus respectivas
épocas: “Las teorías lingüísticas no se desarrollan con completa inde-
pendencia del clima intelectual general de un periodo o de las acti-
tudes particulares mantenidas por la sociedad que fomenta la activi-
dad científica” (p. 57).

14 Me sirvo de la edición de Enrique Sánchez Reyes publicada en Santander por el

Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de España, 1954 (“Lenguas de Méxi-


co”: pp. 155-163).
15 Obra de que J. M. Beristáin indica que hubo un ejemplar en la Biblioteca del Co-

legio de San Diego de Zaragoza en 1732. (Cf. su Biblioteca Hispano-Americana Septentrio-


nal, 2da ed., Amecameca, 1883, y de la cual también da noticia el Conde de La Viñaza
en su Bibliografía española de lenguas indígenas de América.)
16 Cf. Su artículo sobre “Problemas persistentes de la historiografía lingüística”, en

Analecta Malacitana, 1996, vol. XIX, pp. 41-66.


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de historiografía lingüística mexicana 27

Cierto es que no son escasas las investigaciones hechas en nuestro


tiempo sobre esas obras. Unas, en los prólogos y en los estudios pre-
liminares puestos al frente de sus respectivas reediciones modernas;
otras, en ensayos particulares publicados en diversas revistas filológi-
cas. No podría detenerme a comentar todos ellos ni sería prudente
hacerlo ante ustedes, conocedores de tales obras con muchísima más
autoridad que yo. Señalaré sólo el significativo hecho de que la his-
toriografía lingüística de temas mexicanos se ha desarrollado ya du-
rante los últimos lustros con mayor vigor que durante muchas de las
décadas precedentes; y ello tanto por obra de estudiosos mexicanos
–entre ellos el presidente mismo de nuestra Sociedad, Ignacio Guz-
mán Betancourt– cuanto por la atención de filólogos extranjeros, co-
mo Klaus Zimmermann, Manuel Galeote, Esther Hernández, Félix
Zubillaga y muchos otros.17 Me es grato reiterar mi agradecimiento
al doctor Guzmán Betancourt por haberme dedicado su estudio so-

17 Cf., por ejemplo, el volumen colectivo editado por Klaus Zimmermann, La des-

cripción de las lenguas amerindias en la época colonial, Frankfut/Madrid, Vervuert-Iberoa-


mericana, 1997. (Incluye estudios sobre Alonso de Molina, Horacio Carochi, Juan Bau-
tista de Lagunas, Juan de Córdova, entre otros.) También Jesús Bustamante, “Las
lenguas amerindias: una tradición española olvidada”, en Histoire, Épistémologie, Langa-
ge, París, SHESL, 1987, vol. 9, núm. 2, pp. 75-97; del mismo Bustamante y Elena Díaz
Rubio, “La alfabetización de la lengua náhuatl”, en A. Quilis y H.J. Niederehe, eds.,
The History of Linguistics in Spain, Amsterdam/Filadelfia, John Benjamins, 1986; Manuel
Galeote, “El Vocabulario en lengua castellana y mexicana (1551 y 1571) de fray Alonso de
Molina”, en el volumen colectivo Antiqva et Nova Romania: Estudios lingüísticos y filológi-
cos en honor de José Mondéjar, Universidad de Granada, 1993, pp. 273-299, y del mismo
M. Galeote, “Presencia de indigenismos en el Vocabulario mexicano-castellano (1571) de
Alonso de Molina”, en Actas del III Congreso Internacional de Historia de la lengua españo-
la (ed. de A. Alonso et al., Madrid, 1996, vol. I, pp. 667-676; José F. Ramírez, Las partí-
culas nahuas. Estudio basado en la gramática de H. Carochi, México, Editorial Innovación,
1980; A. Rubio, De la obra cultural de la antigua España: trabajos filológicos en Indias duran-
te los siglos XVI, XVII y XVIII, Panamá, s.p.i., 1938; Thomas C. Smith Stark, “La grafía del
náhuatl de Antonio del Rincón”, en Revista Latina de pensamiento y lenguaje, vol. 2, núm.
Monogr. 2B, Estudios de filología y lingüística náhuatl, 1996, pp. 407-434; Félix Zubillaga,
“Las lenguas indígenas de Nueva España en la actividad jesuita del siglo XVI”, en Mon-
talbán, Revista de la Universidad Católica Andrés Bello, núm. 3, Caracas, 1974, pp. 105-
155; Antonio Quilis, “Las lenguas indígenas en De procuranda indorum salute de José de
Acosta”, en Estudios de Historiografía lingüística hispánica ofrecidos a Hans-Josef Niederehe
(ed. de María do Carmo Henríquez Salido y Miguel Ángel Esparza Torres), Universi-
dad de Vigo, 1999, pp. 113-122; Esther Hernández, Vocabulario en lengua castellana y me-
xicana de fray Alonso de Molina: Estudio de los indigenismos léxicos y registro de las voces espa-
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28 juan m. lope blanch

bre “Los tres Siglos de Oro de la lingüística mexicana”,18 excelente


recapitulación y buen punto de partida para las futuras investigacio-
nes filológicas de nuestro interés.
La evidente importancia de esas obras de nuestro pasado lingüís-
tico invita a su estudio sistemático y pormenorizado. Cada uno de no-
sotros podría dedicar su atención a cualquier tema particular de los
muchos que se esconden en ellas, por minúsculo que nos pueda pa-
recer. El conocimiento de lo particular –de las ideas y de la obra ais-
lada de un autor determinado– contribuirá sin duda a alcanzar un co-
nocimiento riguroso y profundo de la historia lingüística general, en
cada una de sus etapas y en su desarrollo secular, de igual manera que
cada humilde ladrillo contribuye a levantar un gran edificio arquitec-
tónico. Deberemos, pues, seguir haciendo estudios descriptivos, por
circunscritos que nos parezcan, de temas u obras particulares, antes
de poder llegar a la visión global, totalizadora: a lo que Konrad Koer-
ner denomina “etapa teórica” (art. cit., p. 64).
Me permitiré recordar, a manera de simple ejemplo, dos breves
muestras extraídas de mi propia actividad filológica, tan alejada aún,
lamentablemente, de la lingüística amerindia colonial; ambas relacio-
nadas con la obra de fray Alonso de Molina. Sea la primera la que re-
vela la fina percepción auditiva de quien –sin haber seguido curso al-
guno de fonética experimental ni mucho menos de fonología o
fonemática teórica– era capaz de distinguir entre la [s’] ápicoalveo-
lar cóncava y la [s] predorsodental convexa: fray Alonso, habiendo
confundido tales variantes articulatorias en lo que se refería al fone-
ma africado, advirtió su error y lo corrigió prontamente. En efecto,
en el prólogo de la primera edición de su Arte (1571), había señala-

ñolas internas, Madrid, CSIC, 1996; y de la misma autora, “Palabras del siglo XVI”, en Re-
vista de Filología Española, 1996, vol. LXXVI, pp. 171-175.
18 En Mechthild Rutsch y Carlos Serrano, eds., Ciencia en los márgenes. Ensayos de his-

toria de las ciencias en México, México, UNAM-IIA, 1997, pp. 33-49. Ignoro si llegó a publi-
carse la ponencia del propio Guzmán Betancourt en torno de “Un precursor de la lin-
güística mayance: el Conde de Charencey”, leída en el Coloquio Homenaje a Moisés
Romero Castillo (Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, 8-10 dic.
1986), de la cual apareció una parte en Plural, Revista Cultural de Excelsior, núm. 272
(mayo de 1994), pp. 59-62. [El Dr. Guzmán Betancourt me ha entregado últimamente
un sobretiro de este artículo, publicado en Amerindia, París, AEA/CNRS, 1996, vol. 21,
pp. 161-171.]
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de historiografía lingüística mexicana 29

do que la lengua náhuatl poseía una articulación sibilante africada si-


milar al tsade hebraico, “la cual se ha de escrevir con t y con s o con t
y z, y ase de pronunciar como t y s”; pero en la segunda edición (1576)
hizo la oportuna y fina distinción: “se ha de escrevir con t y z, y no con
t y s, ase de pronunciar t y z”, o sea como africada dorsodentoalveo-
lar, no como ápicoalveolar.19
Sea la segunda muestra, mucho más reciente, la que se refiere al
“enriquecimiento léxico observable en el Vocabulario de fray Alonso
de Molina respecto de los de Nebrija, que sirvieron como punto de
partida de aquél”, enriquecimiento debido en alguna medida a la ne-
cesidad no sólo de rescatar voces olvidadas por el sevillano, sino a ve-
ces también de “registrar conceptos, acepciones o matices semánti-
cos nuevos ausentes en los dos Vocabularios de Nebrija”20 originados
en algunas ocasiones por la existencia de campos léxicos o semánti-
cos peculiares de la lengua náhuatl. La simple confrontación de sólo
las 21 primeras páginas del Vocabulario castellano-mexicano –que van de
la letra A hasta locución aosadas– con las del diccionario nebrisense
me ha permitido reunir más de un centenar de palabras castellanas
registradas por el padre Molina que están ausentes en la obra de Ne-
brija. Y en algún caso –conforme acabo de indicar– la nueva entrada
que figura en el Vocabulario del franciscano está determinada por la
peculiar estructura léxica de la lengua náhuatl. Así sucede, por ejem-
plo, en el caso de la voz náhuatl xicuecuéyotl, la cual da origen, en la
parte castellana del diccionario de fray Alonso, a la entrada “Arrugas
de barrigas de viejos. Xixuecueyotl”. Paralelamente, la aparición de
la voz cacao está determinada por la existencia, en náhuatl, del nom-
bre cacáhuetl, de igual manera que el verbo náhuatl ixami origina la

19 Los misioneros gramáticos advirtieron muy pronto la diferencia existente entre

la [s’] ápicoalveolar cóncava representada normalmente por s y la [s] dorsodental con-


vexa, escrita como ç, c, z. Reúne varios testimonios antiguos de esa distinción J. Igna-
cio Dávila Garibi en La escritura del idioma náhuatl a través de los siglos, México, 1948 (cf.
pp. 79 y 81). A todo ello me referí en el artículo sobre “La influencia del sustrato en
la fonética del español de México”, Revista de Filología Española, 1967, vol. 50, pp. 141-
161. (Recogido también en mi libro de Estudios sobre el español de México, México, UNAM,
1972; 2a. ed., 1983; cf. pp. 107-108, n. 27, de esta última versión.)
20 De ello me he ocupado, brevemente, en el ensayo sobre “La lexicografía espa-

ñola y los vocabularios de lenguas amerindias”, en P. Carbonero Cano et al., eds., Len-
gua y discurso. Estudios dedicados al profesor Vidal Lamíquiz, Madrid, Arco Libros, 1999,
pp. 555-565.
GuzmanBetancourt 02 5/11/04 1:56 PM Page 30

30 juan m. lope blanch

aparición, asimismo en la parte castellana del Vocabulario, del verbo


adereçarse con el significado especial de “componerse para ser cobdi-
ciado de las mugeres”.21 Cabe imaginar cuán provechoso será el espi-
gueo minucioso de las gramáticas y vocabularios de las diversas len-
guas amerindias que han llegado hasta nosotros. Ello sería, a mi modo
de ver, una de las principales tareas –si no es que la principal– de la
historiografía lingüística mexicana.
Ahora bien, siendo ésta la más importante tarea y a la que, conse-
cuentemente, con mayor acuciosidad deberían atender los historiado-
res de la lingüística mexicana, no es por ello, obviamente, la única dig-
na de estudio. Otros sectores del quehacer filológico demandan
nuestra atención. La lingüística mexicana no es sólo la de las lenguas
amerindias, sino también la de la lengua española. Nuestra historio-
grafía lingüística debe atender también a lo hecho en torno de la len-
gua española aquí o en el resto de los países hispanohablantes o en
cualquier otra parte del mundo. En tal dirección hemos trabajado ya
no poco. Una prueba inequívoca de ello es el volumen colectivo en
que se reúnen los trabajos presentados en el coloquio celebrado en la
ciudad de México, durante el mes de agosto de 1992, en torno de la fi-
gura y la obra de Nebrija al cumplirse cinco siglos de la publicación de
su Gramática de la lengua castellana, reunión en la que participaron co-
legas mexicanos tan autorizados y buenos conocedores de la obra del
humanista sevillano como Concepción Abellán, Mauricio Beuchot,
Sergio Bogard, Bárbara Cifuentes, Roberto Escalante, Ignacio Guz-
mán, Ascensión Hernández, Leonardo Manrique, Cristina Monzón,
José G. Moreno, Eréndira Nansen, José Quiñones, María de los Ánge-
les Soler y Josefina Urquijo.22 En cuanto filólogo mexicano, no he de-
jado de ocuparme yo mismo de la obra de Nebrija y de la de otros lin-
güistas españoles,23 entre los cuales, últimamente, Eduardo Benot,

21 En la parte mexicano-castellana del Vocabulario la entrada correspondiente reza

así: “Ixami. Nitla. Cobdiciar mugeres adornandose para ser de ellas cobdiciado”. En el
Vocabulario español-latino de Nebrija la voz Adereçar figura sólo con el sentido lato del
latín “apparo. As, preparo. As”. (Cf. La edición de la Real Academia Española, Madrid,
1951.)
22 Cf. Ignacio Guzmán Betancourt y Eréndira Nansen Díaz, eds., Memoria del colo-

quio “La obra de Antonio de Nebrija y su recepción en la Nueva España”, México, INAH, 1997.
23 En el librito Nebrija, cinco siglos después (México, UNAM, 1999) he recogido media

docena de estudios sobre la obra del humanista andaluz. Y en el volumen de Estudios


GuzmanBetancourt 02 5/11/04 1:56 PM Page 31

de historiografía lingüística mexicana 31

cuyos Breves apuntes sobre los casos y las oraciones pusieron las bases firmes
y rigurosas de la moderna sintaxis oracional de la lengua española.24
La Ortografía castellana de Mateo Alemán no ha de interesar a la
historiografía lingüística mexicana por el simple hecho de haber si-
do publicada en nuestro país,25 sino por ser uno de los más impor-
tantes tratados ortográfico-fonéticos de la lengua española, de nues-
tra lengua. Deberemos, pues, atender también al amplio sector
hispánico de nuestra lingüística, prestando asidua atención a la labor
filológica de colosos hispanoamericanos, como el venezolano-chile-
no Andrés Bello o el colombiano Rufino José Cuervo, sin olvidar por
ello la actividad de filólogos mexicanos modernos, como Rafael Án-
gel de la Peña –cuya Gramática fue reeditada, con amplio estudio pre-
liminar, por el profesor Moreno de Alba–26 o como Mariano Silva y
Aceves –quien tanto se esforzó por impulsar y modernizar la filología
mexicana, desde el Instituto Mexicano de Investigaciones Lingüísti-
cas por él fundado en 1933–27 o por Francisco J. Santamaría, autor
del hasta ahora más amplio Diccionario de mejicanismos que haya sido
publicado (México, Editorial Porrúa, 1959).28

de historia de lingüística hispánica (Madrid, Arco Libros, 1990) reuní algunos breves tra-
bajos sobre diversos lingüistas españoles del Siglo de Oro y sobre Andrés Bello.
24 Tengo actualmente en la prensa de la UNAM la edición en facsímil de los Breves

apuntes, con un estudio preliminar en que trato de mostrar la enorme importancia de


esa obra dentro de la historia de la sintaxis de la lengua española.
25 Impresa en México por Jerónimo Balli en 1609; reeditada por José Rojas Garci-

dueñas (México, El Colegio de México, 1950) con estudio preliminar de Tomás Nava-
rro. No obstante esto último, la obra merecería ser de nuevo estudiada y comentada
detenidamente en relación con tantos otros tratados de ortografía y fonética publica-
dos durante los Siglos de Oro.
26 Cf. Gramática teórica y práctica de la lengua castellana. Introducción de José G. Mo-

reno de Alba. México, UNAM, 1985. Del mismo profesor Moreno son unas interesantes
“Notas sobre la enseñanza de la gramática castellana en México durante el siglo XIX”,
publicadas en el volumen colectivo sobre El Centro de Lingüística hispánica y la lengua es-
pañola, México, UNAM, 1999, pp. 447-468.
27 A cuya memoria dediqué hace años un modesto homenaje: “La lingüística en la

Universidad de México: un precursor sin par”, en Memoria del Encuentro “La Lingüísti-
ca en la Universidad”, México, UNAM, 1987, pp. 1-11. (Recogido también en mi libro Es-
tudios de lingüística hispanoamericana, México, UNAM, 1989, pp. 237-244.)
28 El Índice de mexicanismos publicado por la Academia Mexicana de la Lengua en

1997 es cosa diferente. Hemos de hacer votos porque el diccionario que prepara Luis
Fernando Lara en El Colegio de México pueda salir pronto a la luz pública.
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32 juan m. lope blanch

Verdadera hilaridad –ya que no contrariedad– me causa oír hablar


de “literatura latinoamericana” para referirse a la escrita por Rubén Da-
río, Horacio Quiroga, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges u otros muchos
autores hispanoamericanos, quienes –que yo sepa– no escribieron ni
una sola línea en latín (a no ser, quizá, en algún ejercicio escolar du-
rante los años juveniles de su instrucción personal). No me cansaré
de señalar lo inapropiado y absurdo del calificativo latinoamericano –y
del nombre geográfico de Latinoamérica– que trataron infructuosa-
mente de endilgarnos los franceses en el siglo pasado, durante los
años de su intervención imperialista en México, y que sí han logrado
imponernos los medios de comunicación masiva y el gobierno de los
Estados Unidos de (Norte)américa. Cierto es que “sí existe una lite-
ratura latinoamericana: la que en lengua latina, precisamente, se es-
cribió en América durante los siglos XVI al XVIII sobre todo. Literatu-
ra latinoamericana que alcanzó notorio esplendor, y que ha sido ya
estudiada por especialistas como Gabriel Méndez Plancarte, el recor-
dado Ignacio Osorio y, en cierto modo, Walter Mignolo entre otros.29
Y hubo también una lingüística latinoamericana, obra de los humanis-
tas hispanoamericanos que, durante la época colonial, estudiaron la
lengua latina y enseñaron su gramática “a los indios, algunos de los
cuales llegaron a ser buenos escritores –ellos sí– latinoamericanos”, se-
gún mostró Ignacio Osorio en otro de sus reveladores libros.30
Sería recomendable continuar transitando por estas dos rutas: la
de la sorprendente cultura humanista de la Nueva España y la de la
historia de la lingüística hispánica en general. Que nuestra naciente

29 Acordaré, a este respecto, algunos de sus reveladores estudios: G. Méndez Plan-

carte, Humanismo mexicano del siglo XVI, México, UNAM, 1946; del mismo, Humanistas del
siglo XVIII, México, UNAM, 1941; I. Osorio Romero, Jano o la literatura neolatina de México,
México, UNAM, 1981, y Floresta de gramática, poética y retórica en Nueva España (1521-1767),
México, UNAM, 1980; y W. D. Mignolo, “Teorías renacentistas de la escritura y la colo-
nización de las lenguas nativas”, en Actas del I Simposio de Filología Iberoamericana (Uni-
versidad de Sevilla), Zaragoza, Pórtico, 1990, pp. 171-199.
30 Cf. Ignacio Osorio Romero, Colegios y profesores jesuitas que enseñaron latín en Nueva

España, 1572-1767, México, UNAM, 1979, y La enseñanza del latín a los indios, México, UNAM,
1990. Ya he recordado estos valiosos trabajos en la ponencia “Latinoamérica, Iberoamé-
rica, Hispanoamérica”, que presenté en el X Congreso Internacional de la Asociación
de Lingüística y Filología de la América Latina [!]: Actas publicadas por M. Arjona y J.
López Chávez, México, UNAM, 1996 (cf. pp. 723-728). También incluida en mi libro so-
bre Español de América y español de México, México, UNAM, 2000, pp. 7-20.
GuzmanBetancourt 02 5/11/04 1:56 PM Page 33

de historiografía lingüística mexicana 33

Sociedad no lo es de historiografía lingüística mexicana, sino que,


más generalmente, se define como Sociedad Mexicana de Historio-
grafía Lingüística. Y nada que pertenezca a la lingüística –amerindia,
española o general– debe sernos ajeno. Cuando, en 1967, durante la
rectoría del doctor Ignacio Chávez, y con el respaldo del doctor Ru-
bén Bonifaz Nuño, en aquel entonces Coordinador de Humanidades
de la UNAM, contribuí a fundar el Centro de Lingüística Hispánica,
consideré conveniente orientar sus actividades hacia el estudio del es-
pañol de México, de su realidad dialectal contemporánea y de su evo-
lución histórica desde el siglo XVI hasta nuestros días, pero todo ello
como contribución al mejor conocimiento de la lengua española en
general, a cuya realidad histórica y presente podrían orientarse las ac-
tividades académicas del Centro.31 Nada relativo a la lingüística espa-
ñola debía ser ajeno al Centro mexicano. Dar prioridad a un determi-
nado sector de cualquier ciencia no significa ignorar o menospreciar
los demás sectores. Hagamos, pues, historiografía de la lingüística me-
xicana, pero no olvidemos incursionar en la de otras nacionalidades
hispánicas y aun en la de otros idiomas, siempre y cuando todo ello
no rebase nuestras posibilidades ni implique dispersión excesiva. Que
quien mucho abarca, poco aprieta…
Llegado a este punto, me atrevería a hacer un par de propuestas
o, si no resultase excesivamente impertinente presentarlas así, de re-
comendaciones. Sería la primera que la Sociedad Mexicana de His-
toriografía Lingüística delimite bien su campo de acción, sus objeti-
vos esenciales –natural y obviamente historiográficos–32 y no dé
cabida entre ellos al estudio histórico de las lenguas en sí mismas, si-
no a la historia de los estudios a ellas dedicados; es decir, que no con-
funda su campo de acción historiográfico con los de la lingüística
histórica o la historia de las lenguas. Y sería la segunda recomenda-
ción que nuestra Sociedad pueda llegar a organizarse, con el apoyo
y el entusiasmo de todos, como una institución activa, creativa, impul-

31 El Centro se propuso inicialmente estudiar “la lengua española en general y, de

manera particular, las modalidades propias de México, tanto en su realidad actual –vis-
ta a través de sus niveles urbanos y rurales– cuanto en su proceso histórico”.
32 Aplicada a la lingüística, la definición específica que de historiografía proporcio-

na el Diccionario de la Real Academia Española sería: “Estudio bibliográfico y crítico


de los escritos sobre historia y sus fuentes, y de los autores que han tratado de estas ma-
terias”.
GuzmanBetancourt 02 5/11/04 1:56 PM Page 34

34 juan m. lope blanch

sora. Para ello, creo que debería tratar de organizar y de auspiciar in-
vestigaciones colectivas –o acaso individuales, pero regidas todas por
una misma orientación, dirigidas hacia un objetivo común, hacia un
proyecto amplio, “incluyente” como ahora suele decirse– en cual-
quiera de los sectores lingüísticos a que he ido haciendo referencia:
en el presentarse mayor interés para los posibles participantes en su
ejecución.
La organización de tal empresa podría estar a cargo de la directi-
va de nuestra Sociedad, representada por un coordinador general
dispuesto a dedicar algunas horas de su tiempo a tal quehacer; y el
auspicio podría obtenerse solicitando apoyo financiero a alguna
institución cultural filantrópica del país o, en último caso, del extran-
jero. Pienso concretamente en el Consejo Nacional de Ciencia y Tec-
nología (CONACYT), institución que ha respaldado ya diversas investi-
gaciones de carácter humanístico, como sería, lógicamente, la que la
Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística decidiese organizar.
Conocer el pasado propio es tarea fundamental para la construcción
y desarrollo de los conocimientos futuros; que “el pasado es prólogo”,
como muy bien sabía Shakespeare. O, como explicaba José Martí: “El
pasado es la raíz del presente. Ha de saberse lo que fue, porque lo
que fue está en lo que es”.33
Espero que esta propuesta no les parezca demasiado impertinen-
te ni excesivamente utópica. De no ser así, denla por inexistente, y
perdonen mi osadía.
Perdón que les solicito de antemano, acompañado de mis más sin-
cero agradecimiento por la atención que han prestado a estas deshil-
vanadas páginas.

33 Cf. Su ensayo sobre “Colegios y Universidades”, recogido en el libro José Martí en

los Estados Unidos, edición, prólogo y notas de André Sorel, Madrid, 1968, p. 291.
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LA GRAMÁTICA DE LA LENGUA CASTELLANA (1492)


DE ANTONIO DE NEBRIJA

HANS-JOSEF NIEDEREHE*

1. PRESENTACIÓN DE LOS HECHOS

Empecemos presentando sencillamente los hechos. En el año 1481, el


humanista español Antonio de Nebrija (1441/1444?-1522) publicó,
después de algunos años de estancia en Italia consagrados al estudio
del latín clásico, las Introductiones latinæ, es decir, su Grammatica latina.
Siguen, hacia 1488 (no se conoce la fecha exacta), las Introduciones
latinas contrapuesto el romance al latín, esto es, una nueva edición de la
Grammatica latina, compuesta a instancias de la reina Isabel y acom-
pañada, esta vez, de una traducción al castellano.1
En 1492 aparece, finalmente, la Gramática de la lengua castellana, sin
parte latina en esta ocasión, la “primera gramática de un idioma eu-
ropeo moderno”, como de modo poco acertado se la suele llamar,
pues antecede, por ejemplo, la Grammatica italiana de León Battista
Alberti, de hacia 1450, una gramática de otro idioma vulgar que, no
obstante, no puede en nada compararse con la de Nebrija.
Efectivamente, la lingüística actual no ha cesado de reiterar los sin-
gulares méritos de la Gramática castellana nebrisense. Tres importan-
tes congresos celebraron el quinto centenario de su publicación. 2
Unos años antes, Lope Blanch había ponderado la agudeza del autor
con las siguientes palabras:

De la penetración de Nebrija como gramático de la lengua vulgar no será ne-


cesario ofrecer muchos ejemplos. Basta recordar sus mismos criterios meto-

* Universidad de Tréveris.
1 Véase la edición de las Introduciones latinas contrapuesto el romance al latín, por Mi-

guel Ángel Esparza y Vicente Calvo, Münster, Nodus, 1996, p. 5.


2 Estos congresos se han celebrado en 1992 en Murcia (véase Escavy et al., 1994),

en Salamanca (véase Codoñer y González Iglesias, 1994) y en la ciudad de México (véa-


se Ignacio Guzmán Betancourt y Eréndira Nansen Díaz, eds., 1997. Memoria del coloquio.
La obra de Antonio de Nebrija y su recepción en la Nueva España. Quince estudios nebrisenses,
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia.

[35]
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36 hans-josef niederehe

dológicos: su determinación de las categorías está basada en razonamientos


íntegramente gramaticales, y no en supuestos de índole semántica [nota de
pie de página]. Todo el capítulo 7 del libro I puede considerarse como el pri-
mer intento de gramática histórica hecho en nuestra lengua, y con aciertos
en verdad sorprendentes [nota]. Es notable su reconocimiento certero de las
perífrasis verbales castellanas, inclusive las de futuro, cantaré y cantaría [no-
ta]. Muy acertado es también su concepto fonético de la ortografía, justamen-
te elogiado por Cuervo […]. “assi tenemos de escrivir como pronunciamos i
pronunciar como escrivimos por que en otra manera en vano fueron halla-
das las letras” (I, 5 […]) Aquilata en todo su valor –como buen humanista–
la lengua popular y la poesía tradicional, que utiliza con frecuencia en su li-
bro a título de ejemplo; “su temperamento lírico le lleva a comprender el au-
téntico valor de la poesía popular que, muchas veces, recogida de la propia
fuente, halla amplio eco en sus páginas gramaticales” [según Pascual Galin-
do]. (Lope Blanch, 1990: 55.)

Independientemente de estos méritos atestiguados por la lingüística


actual,3 la Gramática catellana es, en su tiempo, una empresa malogra-
da, un fracaso total.4
Esta valoración se desprende fácilmente de otra serie de hechos.
La Grammatica latina de 1481 tuvo una tirada de 1 000 ejemplares y
debió ser vendida en pocas semanas. Se imponía una reedición. Ésta
tuvo lugar el año siguiente y, del mismo modo que la primera, fue ven-
dida rápidamente. Por eso, en 1483, vuelve a reeditarse. Así se inicia
una imparable cadena de reediciones y reimpresiones que, hacia fi-
nales del siglo XVIII, rondará la cifra de doscientas, porque la obra era
necesaria para la enseñanza universitaria del latín. Muy al contrario,
la Gramática de la lengua castellana de 1492 se publicará sólo una vez
en vida de su autor y una segunda en 1744-1747?, fecha por la que se
le ha otorgado, incluso, el calificativo de “falsificación”.5
El fracaso editorial de la Gramática castellana en vida de su autor
contrasta de un modo muy llamativo con la gloria que, por el contra-

3
Cf. También Esparza Torres, 1995, pp. 21-22.
4
Ha sido Fontán (1986) el primero en hablar del fracaso profesional que supuso
la Gramática castellana.
5 Para la bibliografía completa de las obras de Nebrija, véase Esparza Torres y Nie-

derehe, 1999.
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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 37

rio, se le atribuye en nuestros días. ¿Cómo explicar esta despropor-


ción de los juicios?

2. LA GRAMÁTICA CASTELLANA

2.1. Estructuración de la Gramática castellana

El título exacto de la Gramática castellana reza de la siguiente manera:


1492. Nebrija, Antonio de
<.a.ii.:> Ala mui alta t assi esclarecida princesa doña Isabel la | ter-
cera deste nombre Reina i señora natural de espa=|ña t las islas de
nuestro mar. Comiença la gramatica | que nueva mente hizo el maes-
tro Antonio de lebrixa | sobre la lengua castellana. t pone primero el
prologo | Lee lo en buena ora. <.i.3 verso, expl.:> Acabose este trata-
do de grammatica que nueva mente | hizo el maestro Antonio de le-
brixa sobre la lengua cas=| tellana Enel año del salvador de mil t cccx-
cij. A xviij | de Agosto. Empreso en la muy noble ciudad de Sa |
lamanca.
Salamanca: s.n.
68 hh., primera y última en blanco, sign. .a.-h.8, .i.4 letra gótica.

Comprende 68 folios o, aproximadamente, 160 páginas impresas.


Los cuatro primeros libros tratan en orden ascendente de la lengua,
es decir, empiezan por los elementos más pequeños, los sonidos y la
manera de escribirlos. “la ortographia” [110-159];6 sigue el “libro se-
gundo” “que trata dela prosodia t silaba” [160-204] y el “libro terce-
ro” “que es dela etimologia y dicion” [204-270] y termina con el “li-
bro cuarto” “que es de sintaxi t orden delas partes dela oracion”
[270-310]. A este procedimiento ascendente lo llama Nebrija el “or-
den natural de la grammatica”. Se dirige exclusivamente a los “estu-
diantes nativos”,7 es decir, a los que han aprendido el castellano des-
de su niñez, como lengua materna.

6 Cito por la edición de Esparza Torres y Sarmiento, 1992 (Madrid: Fundación An-

tonio de Nebrija).
7 Véase Gramática castellana, ed. Esparza Torres y Sarmiento, 1992, pp. 64ss.
GuzmanBetancourt 03 5/11/04 1:59 PM Page 38

38 hans-josef niederehe

Los cuatro libros se orientan de acuerdo con la estructuración de


la materia tratada y presentada en las Introductiones latinæ (véanse ibid.,
libro 3 y Esparza Torres, 1995: 120).
A estos cuatro libros sigue otro cuyo título –redactado poco tiem-
po antes de la vuelta de Cristóbal Colón de su viaje al Nuevo Mun-
do– deja entrever que, un día, habrá algo como una “LE2”, una len-
gua española para extranjeros; reza así: “Delas introduciones de la
lengua castellana para los que de extraña lengua querrán depren-
der” [310].
Esta parte de la Gramática castellana presenta una orientación me-
todológica bastante diferente de los cuatro primeros libros. Nebrija
la denomina, para diferenciarla del “orden natural de la gramática”,
el “orden de la doctrina”. Y, a diferencia de la primera parte, no se di-
rige a los “estudiantes nativos” sino a los que “de alguna lengua pere-
grina querran venir al conocimiento de la nuestra”,8 es decir, a estu-
diantes que hablan otra lengua materna distinta de la española.
La Gramática castellana no se dirige, pues, a un público homogé-
neo, sino que distingue claramente entre “españoles” y “extranjeros”,
o sea, entre “native speakers” y “no native speakers”. Dicho con otras
palabras, la Gramática castellana obedece a una visión pedagógica y di-
dáctica clara.

2.2. La descripción del español como lengua extranjera

El libro quinto, la “gramática para extranjeros”, se puede caracterizar


a grandes rasgos como un sumario fonético y morfológico de la len-
gua castellana.9 Así se desprende de los títulos de los capítulos en que
se subdivide la “gramática para extranjeros”. Éstos tratan de “las letras,
sílabas, t diciones”, “la declinación del nombre”, “la declinación del

8 “Agora es este libro quinto siguiendo la orden de la doctrina, daremos introdu-

ciones de la lengua castellana para el tercero genero de ombres, los cuales de alguna
lengua peregrina querran venir al conocimiento de la nuestra”. Gramática castellana,
ed. Esparza Torres y Sarmiento, 1992, pp. 65 y 313; en lo que se refiere a paralelos de
contenido entre los primeros capítulos de las Introductiones latinae y de la Gramática cas-
tellana, véase ibid., p. 86.
9 Se podría hablar también de una presentación “paradigmática”, opuesta a la pre-

sentación “sintagmática” de la primera parte.


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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 39

pronombre”, “la conjugación del verbo” y, luego, el “imperativo”, el


“optativo”, el “subjuntivo”, el “infinitivo” y, finalmente, el “gerundio,
participio, t nombre participial infinito”. El párrafo donde habla de
la “declinación” reza así:

Las declinaciones del nombre son tres. La primera delos que acaban el nu-
mero de uno [‘singular’] en .a. t embian el numero de muchos [‘plural’] en
.as. como la tierra, las tierras. La segunda delos que acaban en numero de
uno en .o. t embian el numero de muchos en .os. como el cielo. los cielos. La
tercera delos que acaban el numero de uno en d. i. l. n. r. s. x. z. t embian el
numero de muchos en .[e]s. como la ciudad. las ciudades. el ombre. los om-
bres. el rei. los reies. el animal. los animales. el pan. los panes. el señor. los
señores. el compas. los compases. el relox. los reloxes. la paz. las pazes. Nin-
guna delas otras letras puede ser final en palabra castellana”. (Gramática cas-
tellana, ed. Esparza Torres y Sarmiento, 1992: 315.)

Se trata, como se ve, de una exposición sobria, sucinta y acertada


que aún hoy en día apenas se puede mejorar. Todo el libro quinto
muestra las mismas características.

2.3. La descripción del español como lengua materna

La descripción de la primera gramática del español para españoles,


es decir, el conjunto de los libros 1 a 4, se presenta –en comparación
con lo dicho respecto del libro quinto– mucho más detallado. El pa-
saje en que trata del nombre,10 empieza con unas líneas definitorias
que podrían hasta encontrarse en las gramáticas latinas de un Dona-
to o de un Prisciano. “Nombre es una delas diez [!] partes dela ora-
cion: que se declina por casos sin tiempos: t significa cuerpo o cosa”
[207].
Se añaden, después, lo que podríamos llamar “conocimientos bá-
sicos gramaticales”: “[…] llamase nombre, por que por el se nombran
las cosas. t assi como de onoma en griego los latinos hizieron nomen:
assi de nomen nos otros hezimos nombre” [207]. Siguen comenta-

10 Gramática castellana, ed. Esparza Torres y Sarmiento, 1992, pp. 207-237.


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40 hans-josef niederehe

rios bastante detallados sobre el empleo del “nombre propio” [209]


en latín, también de los “prenombres” y otras variedades de nombres
[ibid.], resaltando al mismo tiempo las diferencias de su empleo en
latín y en castellano.

Nuestra lengua no tiene tales pr[e]nombres: mas en lugar dellos pone esta
partezilla don cortada desde nombre latino .dominus. como los italianos ser
t misér por mi señor. Los franceses mosier. Los aragoneses mosen. Los mo-
ros abi. cid. mulei. Assi que sera don en nuestro lenguaje en lugar de pre-
nombre: t aun devesse escribir por breviatura como los prenombres latinos.
[209].

Doce páginas más adelante, viene a tratar de la declinación y eso,


otra vez, de modo más detallado que en el libro quinto.

Numero en el nombre es aquello por que se distingue uno de muchos. El nu-


mero que significa muchos llamase plural. como los ombres. las mugeres. De-
clinacion del nombre no tiene la lengua castellana salvo del numero de uno
al numero de mucho. Pero la significacion delos casos distingue por prepo-
siciones. Assi que pueden se reduzir todos los nombres a tres formas de de-
clinacion. La primera delos que acaban el singular en .a. añadiendo .s. em-
bian el plural en .as. como la tierra. las tierras. sacanse los que tienen accento
agudo enla ultima silaba: por que sobre el singular reciben esta terminacion
.es. como alvala alvalas. alcala alcalaes. t assi diremos una .a. dos .aes. una .ca.
dos .caes. La segunda delos que acaban el numero de uno en o. t añadiendo
.s. embian el numero de muchos en .os. como cielo. los cielos. La tercera de-
los que acaban en numero de uno en .d. e. i. l. n. r. s. x. z. por que enlas otras
letras ningun nombre acaba salvo si es barbaro. como jacob, isaac. t embian
todos el numero de muchos en .es. [231].

Podría añadir otros ejemplos parecidos, también de los otros capí-


tulos de la “gramática para españoles”. Pero lo mencionado hasta aho-
ra baste para caracterizar someramente la Gramática castellana. Trata,
de modo tradicional y a la manera de un Donato o de un Prisciano,
“todas” las categorías gramaticales del castellano, presentándolas al
mismo tiempo en contraste y comparación con las categorías de otros
idiomas, tales como el latín, el griego, el hebreo, el francés… para re-
saltar, sobre todo, las peculiaridades del castellano. (Véase, entre
otros lugares, el Libro Primero, capítulo III: “De las letras i pronun-
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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 41

ciaciones de la Lengua latina”, capítulo V: “De las letras y pronuncia-


ciones de la Lengua castellana” o, los ya mencionados, “diez partes
de la oración castellana”.)

2.4. El público de lengua materna

Como tuve la oportunidad de mencionar más arriba, el público de la


gramática desempeña una función muy importante, ya que diferen-
cia Nebrija sistemáticamente entre lectores “de habla extranjera” y
lectores “de habla materna castellana”. Para los primeros escribió, se-
gún declara, el Libro V mientras que, para los últimos, la parte más
voluminosa de la gramática, los libros I-IV.
Esta bipartición resalta aún más por el hecho de que hace prece-
der al libro quinto de su Gramática castellana de otro prólogo, diferen-
ciado claramente del principal. En este segundo prólogo declara ex-
presamente que la gramática no está sólo redactada para dos grupos
de usuarios, sino para tres:

…para tres generos de ombres se compuso el arte del castellano. [1] Prime-
ra mente para los que quieren red[u]zir en artificio t razon la lengua que por
luengo uso desde niños deprendieron. [2] Despues para aquellos que por la
lengua castellana querran venir al conocimiento dela latina: lo cual pueden
mas ligera mente hazer: si una vez supieren el artificio sobre la lengua que
ellos sienten. I para estos tales se escriviero[n] los cuatro libros passados. En
los cuales siguiendo la orden natural dela grammatica: tratamos primero de-
la letra t silaba: despues de las diciones: t orden delas partes dela oracion.
[3] Agora eneste libro quinto siguiendo la orden dela doctrina daremos in-
troduciones dela lengua castellana para el tercero genero de ombres: los cua-
les de alguna lengua peregrina querran venir al conocimiento de la nuestra.
[311ss.].

Está prevista, pues, su gramática: 1] para gentes de lengua mater-


na castellana que quieren describir con reglas su propio idioma; 2] de-
bería servir, además, a estos hablantes castellanos, para llegar a un
conocimiento más profundo de la lengua latina, gracias a las reglas
que se aplican al idioma propio; 3] finalmente, debería ayudar, como
antes ya había explicado, a los extranjeros que quieren aprender el
castellano.
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42 hans-josef niederehe

Mientras que están reservados los libros I-IV para los que de lengua
materna (castellana) quieren venir al conocimiento del latín y el li-
bro V para los que de “una lengua peregrina” quieren venir en el co-
nocimiento del castellano, no queda –tomando las declaraciones de
Nebrija con el rigor que merecen– ningún libro para los que quieren
estudiar su propio idioma. Es decir, paradójicamente, una gramática
castellana propiamente dicha no está prevista en la Gramática de la len-
gua castellana que hizo el maestro Antonio de Lebrija, o, en otras palabras,
los libros I-IV se presentan al mismo tiempo como preparación del es-
tudio del latín y del idioma materno.

2.5. Las gramáticas de lengua materna después de Nebrija

Calvo Fernández y Esparza Torres (1993:149) han señalado el hecho


de que no era del todo habitual en 1492 abrigar la idea de una gra-
mática del castellano para nativos, lo que explica que, unos cincuen-
ta años después de la Gramática castellana, entre 1535-1540, Juan de
Valdés declara, en su Diálogo de la lengua:

Ya sabéis que las lenguas vulgares de ninguna manera se pueden reduzir a re-
glas [36v] de tal suerte que por ellas se pueden aprender, y siendo la caste-
llana mezclada de tantas otras, podéis pensar si puede ninguno ser bastante
a reduzirlas a reglas. [Valdés, ed. Quilis 1984; cf. Esparza Torres, 1996:69.]

Y aún cien años después de la Gramática castellana, el autor de la


primera historia de la lengua española, Bernardo José de Aldrete, de-
clara:

Bien claro es, que para saber la lengua vulgar no es menester arte, ni escue-
la para aprenderla en la tierra donde se vsa […] En Castilla oi para hablar
Romance no es menester acudir a maestros, que lo enseñen, que con el ha-
blar mismo se sabe. Assi fue la Latina en Roma siendo vulgar, i niños i muge-
res sin saber leer la hablauan i sabian, como consta de Ciceron, en los luga-
res referidos… [Aldrete, 1972 (=1606): 47.]

No obstante, el siglo XVII se abre algo más a la idea de una gramá-


tica del español para nativos de lo que podría parecer. Pocos años des-
pués de Aldrete, Jiménez Patón publica una pequeña gramática, de
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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 43

sólo 29 folios, que podría denominarse una “gramática española pa-


ra nativos”,11 una gramática que está dedicada al autor del primer dic-
cionario monolingüe del castellano, Sebastián de Covarrubias:

Jiménez Patón, Bartolomé. 1614. ßInstitvcionesß de la grama|tica española. |


Dirigidas al Licencia-|do don Sebastian de Cobarrubias Oroz-|co, Capellan de
su magestad, Maestre | escuela, y Canonigo de la Santa Iglesia | de Cuenca, y
consultor del santo ofi-|cio dela Inquisicion, y Auu-|tor del Tesoro de la | len-
gua Espa|ñola. | <Adorno> | Por el Mestro Bartolo-|me Ximenez Paton. >Sin
lugar ni año>. Baeza: Pedro de la Cuesta. (Cf. BICRES II.)

Unos pocos años más tarde, Gonzalo Correas, “Catedrático de


Griego y Hebreo en la Universidad de Salamanca” [portada] redacta
una gramática castellana bastante más voluminosa, pero sin publicar
hasta ahora:

Correas, Gonzalo. 1626. Arte <grande> de la lengua | española castellana |


compuesto | Por el maestro Gonzalo Correa <sic> | Catedrático de Griego
y Hebreo en la Univer-|sidad de Salamanca. | Año M DC XXV. | <Adorno>.
S.I.: ms.

Hacia mediados del siglo XVII, aparece otra gramática castellana


que, con cierto derecho, podría mencionarse en este contexto,12 si
–repito el “si”– el título no llevara a pensar de nuevo en la enseñanza
del latín, lo que vale también para las gramáticas de Jiménez Patón y
Gonzalo Correas, ambos profesores de idiomas clásicos:

Villar, Juan. 1651. Arte De La | Lengva | Española. | Redvcida a reglas, y pre-


|ceptos de rigurosa gramatica, | Con notas, y apuntamientos utilissimos | pa-
ra el perfeto conocimiento de esta, | y de la lengua latina. Por el P. Ivan Vi-
llar de | la Compañía de Iesvs. | <Adorno> | Con Licencia | En Valencia por
Francisco Veren-|gel, Año de 1651.

11 Hacia 1555 aparecen, especialmente en Lovaina, pero también en Amberes, al-

gunos tratados gramaticales que, sin embargo, son manuales para extranjeros. Cfr. Es-
parza Torres, 1993, p. 150; 1996, pp. 67ss.
12 Esparza Torres 1996, p. 70, que hace referencia a este título de modo abreviado,

lo menciona bajo “gramáticas del español”. Véase también Balbín y Roldán, en Anóni-
mo 1966, XXIII.
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44 hans-josef niederehe

Dicho con otras palabras, todavía en el siglo XVII, más de ciento cin-
cuenta años después de la Gramática castellana de Nebrija, la idea de
escribir una gramática castellana para nativos no parece establecida
definitivamente.

3. NEBRIJA Y LA TRADICIÓN GRAMATICOGRÁFICA DE LA EDAD MEDIA

Como ha demostrado Miguel Ángel Esparza Torres (1995), la solu-


ción del “‘enigma’ de la Gramática castellana”, es decir, el hecho de
que después de la primera edición de 1492, no apareciera otra segun-
da, ni haya dejado huellas claras en la historia de la gramaticografía
española, no se deriva de la historia de la recepción de la obra nebri-
sense, sino de la prehistoria de la Gramática castellana. Es decir, las tra-
diciones gramaticales anteriores a Nebrija y las teorías lingüísticas vi-
gentes en aquel tiempo han ofrecido las pautas para la redacción de
la Gramática castellana. En este contexto, la enseñanza del latín y sus
métodos desempeñan un papel central.13
En la Edad Media había cuatro métodos principales o “libros de
texto” como se suele decir hoy en día: “las gramáticas versificadas, los
comentarios, la gramática erotemática y la síntesis del método ad pro-
verbiandum” (Esparza Torres, 1995:162). Sobre todo los dos últimos
son de importancia para la Gramática castellana, la grammatica erotema-
tica, un tipo de gramática en forma de preguntas y respuestas, y la
grammatica proverbiandi, caracterizada por un empleo sistemático del
idioma vernáculo en la enseñanza del latín.

3.1. La “Grammatica erotematica”

La grammatica erotematica, y con ella la enseñanza medieval del latín,


ha dejado –como lo ha señalado Esparza Torres– huellas muy claras
en las Introductiones latinæ, la gramática latina de Nebrija:

13 Esparza Torres (1993) separa claramente –y con justicia– entre la “grammatica

speculativa” medieval y la “gramática pedagógica”, ibid., p. 159.


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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 45

La fortuna de este método no se restringe tampoco a la Edad Media: el Li-


bro III de las Introductiones latinæ de Nebrija, en cualquiera de sus redaccio-
nes, sigue las pautas de una gramática erotemática. (Esparza Torres 1996:52).

Dicho con otras palabras: en lo que se refiere a la enseñanza del


latín, Nebrija sigue orientándose en los métodos probados en la Edad
Media. Eso se desprende con toda claridad de otro tipo de “libros de
texto”, que ha pasado en buena medida inadvertido hasta hace pocos
años, la grammatica proverbiandi. Apenas se encuentra en Francia, pe-
ro sí, y con bastante frecuencia, en Italia y en España (véase Esparza
Torres, 1993:164).

3.2. La “Grammatica proverbiandi”

El rasgo más característico de la grammatica proverbiandi lo constituye


el empleo sistemático del idioma vernáculo al explicar las construc-
ciones sintácticas del latín. El mismo término proverbiare se emplea,
en estas gramáticas, para la traducción del latín, especialmente para
una traducción muy exacta, “palabra por palabra”, de las construccio-
nes latinas (Esparza Torres 1993:169). De acuerdo con este procedi-
miento, la gramática ofrece ejemplos para el ejercicio sistemático de
traducir “en ambas direcciones”, del latín vernáculo y viceversa (ejem-
plos en Esparza Torres 1993:166-169).
En España se han descubierto grammaticae proverbiandi con pasajes
en los vernáculos de Castilla, de Cataluña, de Aragón y de Valencia.
Por el acopio de recursos que hacen los autores de los textos prover-
biandi, puede afirmarse que ofrecen una síntesis de las fórmulas y mé-
todos medievales de enseñanza (Esparza Torres, 1996:53; cfr. Calvo y
Esparza Torres 1993).
El apartado más importante que se halla en las grammaticae prover-
biandi es el conocido con el nombre de supletio, donde se trata de la
manera correcta y rigurosa de interpretar en latín aquellas construc-
ciones que son típicas del vernáculo, pero no del latín. Un ejemplo:

Nota quod quando participium deficit, si venerit per modum ablativi absolu-
ti non est suplendum per quis vel qui, sed est suplendum per ipsa adverbia,
scilicet: cum vel dum vel postquam, resolvendo substantivum in nominativo et
participium in verbo eiusdem temporis cuius est participium deficiens, verbi
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46 hans-josef niederehe

gracia: el rey venido, fuira[n] los ladrones, fit sic: postquam rex venit, fugient latro-
nes. (Madrid. BN, ms. 10073, fol. 11 v; cit. Por Calvo Fernández y Esparza To-
rres, 1999:148).

El estudio de la supletio se adivina, por consiguiente, como presu-


puesto importante de la enseñanza del latín para los que tienen el
castellano como idioma materno.

3.3. La enseñanza del latín y la grammatica proverbiandi en tiempos


de Nebrija

Hacia el año 1492, es decir, hacia la fecha de aparición de la Gramá-


tica castellana, aparecen en España unas gramáticas del latín en que
el esfuerzo para aclarar problemas gramaticales con ejemplos en ver-
náculo aumenta considerablemente. Se puede mencionar aquí la ver-
sión manuscrita del Compendium grammatice de Juan Pastrana:

Pastrana, Juan de. 1462. <Incipit:> Declinatio in genitiuo singulari. <Fol. 92:>
Explicit compendium grammatice breue et utile siue tractatus In|titulatus
thesaurus pauperum siue expeculum [sic] puerorum edi|tum a deuoto Jo-
hanne de pastrana. | Laus tibi xriste liber explicit iste. Qui fuit perfectus an-
no | domini millesimo cccc° lx° ij° fernandus perfecit inmaculata xristi | vir-
go maria oret semper pro eo. Amen. S.l.: ms. Fernandus.

Cabe mencionar también a los considerados “alumnos de Nebri-


ja”, Gutiérrez de Cerezo y Daniel Sisón:

Gutiérrez de Cerezo, Andrés. 1485. Andreas guterrius cerasianus humanissi-


mo | domino ludouico acunña: reuerendissimoque | patri in christo episco-
po burgensi benemeri|to: et viro grauissimo salutem plurinam dicit [.] | <Ho-
ja 2:> Andreæ guterrij cerasiani breuis grammatica in laudem reuerendissimi
episcopi burgensis | domini ludouici acunña et recte et optime | dedicata. |
[…] <H. [86]:> Donatvs de Barbarismo <Contiene, además:> Totius opuscu-
li significationes uocabulorum secundum ordinem aphabeti digestæ hæ fere
sunt. <H. [104]v°:> Mense marcio duodecimo die anno salutis | domini mi-
llessimo quadrigentesimo octo|gesimo quinto quo tempore clarissimi reges |
ferdinandus & helisabella infideles ingenti|bus copijs desolare cœperunt: su-
perstite illus|trissimo principe ioanne: atque integerrimo | viro petro a men-
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la gramática de la lengua castellana (1492) de antonio de nebrija 47

doza cardinali hispano: | viceque regum gubernante nobilissimo et | grauis-


simo primipilo petro a velasco, in | salmanticensi quoque gymnasio scholas-
ticis præfecto guterrio a toleto tunc præsidente | hoc breue compendium ma-
xima cum dili|gentia per ingeniosum virum magistrum | fredericum burgis
impressum est. | Valete. Foeliciter. <H. [105]:> Hæc sunt significata: quæ mo-
dis temporibus et personis per totam coniugationis declinationem nostro
idiomate hispano debent imponi. <fol. [106]v:> Los capitulos que en este
compendio | de grammatica se contienen son estos. Las partes para los prin-
cipiantes del nombre pronombre | verbo. Las quatro coniugiationes forma-
tiones verbos iregu|lares las reglitas con sus versos. | Del doctrinal el genero
las declinationes ansi griegas como | latinas. Las formationes delos preteritos
y supinos. Los ete|roclitos. | La metrificatura dela fuerça delas letras el cre-
mento las pri|meras medias y yltimas syllabas el accento con sus imped[i]men-
tos. Los versos de la escancion. El regimen las materias. | las quatro partes in-
declinables dela oration. La construction | con sus impedimentos. Las species
del nombre. | La orthographia vnas elegantias breues el modo de puntar. |
Las figuras del donato. | El vocabulista por la orden del a.b.c. delos vocablos
dudo|sos de todo el libro. | El modo de principiar en grammatica puesto en
romançe. | Estan las quatro partes dela grammatica y las ocho dela orati|on
en manera que no es menester otro libro para toda el arte |. Burgos: Fadri-
que de Basilea. (Cf. Ridruejo, 1979.)

Siso, Daniel. 1490. <En un grabado:> Initium sapientie est timor domini. |
¶Veni sancte spiritus reple tuorum | corda fidelim: & tui amoris in eis | ignem
accende. <a2:> Perutile danielis sisonis grammaticale compendium ad genae-
rosum Franciscum de luna dicatum incipit feliciter … <Al fin:> ¶Danielis si-
sonis Fragensis Mon=|tissoni gymnasij magistri maioris: | perutile grammati-
ces compendium: ad | humanissimum virum Franciscum de | luna delectum.
| Anno christiane salutis. M.cccc. | xc, Tertio kalendas octobrias <sic> fœlici-
ter explicitum. | ¶Deo gratias. Zaragoza: Pablo Hurus.

Ambas gramáticas ofrecen ejemplos claros que atestiguan el au-


mento del recurso al vernáculo. No se trata sólo de una mera ayuda
para la comprensión, sino también de la introducción de nuevos tér-
minos gramaticales en el español. Todo ello se encamina, como ha
demostrado ya Esparza Torres (1995), a superar la necesidad de acla-
rar lo más posible aquellos procedimientos que se deben utilizar al
traducir del vernáculo al latín, procedimientos preparados, en bue-
na parte, por la grammatica proverbiandi.
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48 hans-josef niederehe

Persiste esta necesidad también después de Nebrija. Juan Luis Vi-


ves (1492-1540), gran admirador de Nebrija, declara explícitamente
que hay que estudiar el latín basándose en el idioma materno del es-
tudiante. Sigue en esto el programa nebrisense.

4. CONCLUSIONES

Pero este programa era demasiado ambicioso. Intentaba abarcar to-


dos los métodos didácticos existentes para la enseñanza del latín. Y
aún más: anticipaba radicalmente las consecuencias de todos estos mé-
todos, al excluir, de una introducción al latín, al latín mismo. Este pa-
so excesivamente audaz, ni lo buscaban, ni lo entendieron, aquellos
lectores de su Gramática castellana, que compartían con él la opinión
de que el estudio del latín había de basarse en unos conocimientos
sólidos del idioma materno.

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GuzmanBetancourt 04 5/11/04 2:13 PM Page 51

EL DESTINO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS DE MÉXICO

MIGUEL LEÓN-PORTILLA*

De las lenguas amerindias –concentrándonos aquí en las habladas en


México– puede decirse que a lo largo de los siglos han pasado por si-
tuaciones muy diferentes entre sí. Antes de que ocurriera el encuen-
tro de los diversos pueblos indígenas con los invasores europeos, si
bien eran mucho más numerosas, hubo algunas que alcanzaron ma-
yor difusión e incluso llegaron a imponerse sobre otras. Un ejemplo
muy relevante lo ofrece el náhuatl, hablado probablemente desde el
periodo clásico en lugares como Teotihuacan y otros de la región cen-
tral. La difusión del náhuatl como lingua franca se inició verosímil-
mente desde la época tolteca y alcanzó su máxima presencia en la Me-
soamérica prehispánica durante la hegemonía mexica.
En tiempos ya de la Nueva España, las lenguas indígenas se vieron
confrontadas por la presencia de la que tenían como propia los espa-
ñoles. El castellano, que en ese momento distaba mucho de ser una
lengua ecuménica, fue entonces el idioma de las autoridades, en el
que se legislaba y se administraba el país y el que hablaban cuantos
controlaban la economía y el trabajo.
En ese nuevo contexto el destino de las lenguas indígenas se tor-
nó incierto. Hay algunos estudios que versan sobre éste, aunque nin-
guno ha abarcado cabalmente lo que ocurrió en esta materia a lo lar-
go de las tres centurias novohispanas. Mencionaré aquí los trabajos
de Shirley Brice Heath, Gonzalo Aguirre Beltrán, Silvio Zavala e Ig-
nacio Guzmán Betancourt.1 Tomaré en cuenta lo que ellos aportan

* Universidad Nacional Autónoma de México.


1 Véase Shirley Brice Heath, La política del lenguaje en México: de la Colonia a la Na-

ción, México, Instituto Nacional Indigenista, 1972 (Colección de Antropología Social,


13). Gonzalo Aguirre Beltrán, Las lenguas vernáculas. Su uso y desuso en la enseñanza: la
experiencia de México, México, CIESAS, 1983. Silvio Zavala, “Poder y lenguaje desde el si-
glo XVI”, Beatriz Garza Cuarón (coord.), Políticas lingüísticas en México, México, La Jor-
nada/UNAM, 1997, pp. 69-76. Ignacio Guzmán Betancourt, “Las ideas sobre las len-
guas indígenas en el México virreinal”, Beatriz Garza Cuarón (coord.), op. cit., pp.
77-94.

[51]
GuzmanBetancourt 04 5/11/04 2:13 PM Page 52

52 miguel león-portilla

atendiendo a las disposiciones de la Corona española en relación con


el uso de las lenguas indígenas y la enseñanza del castellano. Asimis-
mo, acudiré a otros testimonios que versan también sobre la situación
lingüística en diversos momentos del periodo colonial.

UN EXTRAORDINARIO PROCESO DE ACERCAMIENTO A LAS LENGUAS


INDÍGENAS

Coinciden los investigadores mencionados y otros testimonios de dis-


tintas procedencias y tiempos en que, sobre todo durante el siglo XVI
y una parte del XVII, los frailes misioneros, de modo especial los fran-
ciscanos, propugnaron por el uso de las lenguas indígenas en la evan-
gelización. Argumentaban los religiosos que era muy difícil para los
nativos acercarse a la doctrina cristiana en un idioma que no era el
suyo. Esta persuasión movió a varios de ellos a preparar un conside-
rable número de obras tanto para el aprendizaje de las lenguas indí-
genas como para la transmisión del mensaje cristiano a aquellos que
querían convertir.
Como nunca antes en la historia universal, se desarrolló entonces
una extraordinaria empresa lingüística dirigida a captar y describir
las características fonológicas, léxicas y estructurales de centenares de
idiomas nativos. En tal empresa participaron conjuntamente propios
hablantes y un buen número de frailes misioneros, franciscanos, do-
minicos, agustinos y jesuitas. Resultado de tales esfuerzos fue la ela-
boración de numerosas “artes” o gramáticas, así como de vocabula-
rios de dichas lenguas.
La tarea, llevada a cabo especialmente a lo largo de los siglos XVI y
XVII, hubo de superar grandes dificultades. Aunque en el contexto
cultural de España se contaba con las recientes aportaciones de Elio
Antonio de Nebrija, primeramente sus Introductiones latinae y luego,
en 1492, su Gramática castellana –la primera de una moderna lengua
europea– en realidad no existía un saber lingüístico formalizado que
pudiera servir de base en el trabajo que se echaban a cuestas esos mi-
sioneros.
Con ingenuo anacronismo han criticado algunos lingüistas a di-
chos frailes por haber tomado como modelo en sus trabajos el Arte y
el Vocabulario de Nebrija. Los críticos no parecen haberse pregunta-
GuzmanBetancourt 04 5/11/04 2:13 PM Page 53

el destino de las lenguas indígenas de méxico 53

do qué otra cosa de mayor modernidad, pudieron hacer entonces


esos frailes. ¿Acaso habría que pedirles que hubieran adoptado el en-
foque de Noam Chomsky?
Siguiendo a Nebrija pudieron ofrecer, en primer lugar, un adecua-
do marco de referencia a quienes iban a aprender las lenguas valién-
dose de esas gramáticas. Además, y, a pesar de las radicales diferen-
cias entre el castellano y los idiomas indígenas, pudieron abarcar así
en la gran mayoría de los casos, los rasgos y elementos propios de esos
idiomas que por vez primera entonces se estudiaban y describían. No
siguieron ellos a Nebrija servilmente como muchos gratuitamente lo
han supuesto. A modo de ejemplo citaré las palabras de quien dispu-
so la primerísima y bastante bien lograda gramática de una lengua
del Nuevo Mundo, fray Andrés de Olmos. A él se debe el Arte de la len-
gua mexicana (azteca o náhuatl), concluida en 1547, es decir, sólo vein-
tiséis años después de que Hernán Cortés tomó la ciudad de México.
Expresa Olmos:

En el arte de la lengua latina creo que la mejor manera y orden es la que An-
tonio de Nebrija sigue en la suya; pero porque en esta lengua [el náhuatl] no
cuadra la orden que él lleva por faltar muchas cosas que en el arte de gramá-
tica se hace gran caudal, como declinaciones y supinos […], por tanto no se-
ré reprensible si en todo no siguiere la orden de Antonio.2

De parecida forma procedieron otros de los frailes espontáneos


lingüistas como Alonso de Molina, el primer lexicógrafo del Nuevo
Mundo, que publicó su Vocabulario de la lengua castellana y mexicana,
en México, en Casa de Juan Pablos, año de 1555. En los varios “avi-
sos” que incluyó Molina en su prólogo insistió en que “el lenguaje y
frasis de estos naturales es muy diferente del lenguaje y frasis [estruc-
tura] latino, griego y castellano…” Por ello adoptó varios criterios en
la presentación de su Vocabulario teniendo siempre en mente “dar a
entender mejor la propiedad de la lengua de los indios”.3

2 Fray Andrés de Olmos, Arte de la lengua mexicana, edición de Ascensión y Miguel

León-Portilla, 2 vols., Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1993, p. 15.


3 Fray Alonso de Molina, Vocabulario en lengua castellana y mexicana y mexicana y cas-

tellana, edición facsimilar y estudio introductorio de Miguel León-Portilla, México, Edi-


torial Porrúa, 1977, páginas preliminares.
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54 miguel león-portilla

No fue casualidad que correspondiera al náhuatl, según ya vimos,


ser el primer idioma americano que contó con una gramática, la de
Olmos (1547) y un diccionario, el de Molina (1555). Pocos años des-
pués, en 1560, se publicaron en España, precisamente en Valladolid,
la Grammática o Arte de la lengua general de los indios de los reynos del Pe-
rú, compuesta por el maestro fray Domingo de Santo Thomás, de la
Orden de Santo Domingo, así como, del mismo autor, el Lexicon o vo-
cabulario de la lengua general del Perú, ambos en la Oficina de Francis-
co Fernández de Córdova, Impresor de su Majestad Real.
Fray Domingo de Santo Thomás, como lo habían notado antes Ol-
mos y Molina respecto del náhuatl, señala que, aunque sigue “el mis-
mo orden que el de Antonio de Nebrija”, está describiendo una len-
gua “tan extraña, tan nueva, tan incógnita y tan peregrina en
nosotros, y tan nunca hasta ahora reducida a arte…”4 Ello, obviamen-
te, le ha obligado en muchos casos a apartarse de Nebrija.
La actuación de los frailes y las disposiciones de la Corona que im-
ponían el aprendizaje de las lenguas indígenas en quienes, como los
religiosos y curas seculares, debían tratar de continuo a los nativos,
hizo que la empresa lingüística no se limitara a los idiomas con ma-
yor número de hablantes. Apareció así el Arte de la lengua de Michoa-
cán (purépecha o tarasca), obra del tolosino fray Maturino Gilberti,
publicada en México por Juan Pablos en 1558. Un año más tarde vio
la luz el Vocabulario en lengua de Michoacán, del mismo autor y por el
mismo impresor.
Se imprimieron asimismo el Arte en lengua zapoteca (hablada en Oa-
xaca), compuesto por el dominico fray Juan de Córdova. En México,
en Casa de Pedro Balli, 1578; el Arte de la lengua mixteca por fray An-
tonio de los Reyes, en México, en Casa de Pedro Balli, 1593 y el Voca-
bulario en lengua mixteca, hecho por los padres de la Orden de Predi-
cadores y últimamente recopilado y acabado por el padre fray
Francisco de Alvarado. En México, en Casa de Pedro Balli, 1593. Dig-
no de mención es lo que el propio fray Francisco de Alvarado expre-

4 Fray Domingo de Santo Thomás, Grammática o Arte de la lengua general de los indios

del Perú, Valladolid, Oficina de Francisco Fernández de Córdoba, 1560, páginas preli-
minares. Existe reproducción facsimilar con transliteración y estudio de Rodolfo Ce-
rrón Palomino, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1994.
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 55

sa en su “Prólogo al lector”: “Los indios –dice– son los mejores maes-


tros para esto y han sido los autores” (del Vocabulario).5
El Arte de la lengua mexicana, compuesto por el padre Antonio del
Rincón de la Compañía de Jesús, en México, en Casa de Pedro Balli,
1595, constituye la última de las grandes aportaciones lingüísticas he-
chas en el XVI a propósito de un idioma amerindio. El padre Rincón,
emparentado con la antigua nobleza indígena de Tezcoco, enrique-
ció su obra con pertinentes precisiones de carácter fonológico.
En esta sumaria recordación restringida a trabajos de tema lingüís-
tico, no he dado entrada a otras numerosas publicaciones en las que
se incluyen sermonarios, doctrinas y diversas producciones de tema
religioso en lenguas indígenas. Mencionaré al menos un pequeño li-
bro aparecido en 1600, es decir, al cerrarse el siglo XVI. En el mismo
se incluyeron importantes textos de la antigua tradición indígena en
náhuatl: Huehuehtlahtolli [“Antigua palabra”], que contiene las pláticas
que los padres y madres hicieron a sus hijos y a sus hijas y los señores a sus va-
sallos, todas llenas de doctrina moral y política, publicadas y enriquecidas
por fray Juan Baptista. En Tlatelolco, impreso por Melchor Ocharte.
Año de 1600. Este precioso libro, en el que se transcribe en náhuatl
un conjunto de antiguos discursos, recoge algunos de los más impor-
tantes testimonios de la sabiduría prehispánica.
El siglo XVII siguió siendo tiempo propicio para la edición de otras
varias artes o gramáticas de la lengua náhuatl o mexicana, como las
de Diego de Galdo Guzmán (1642); la muy rica en descripciones de
aspectos antes no tomados en cuenta, estructurales y fonológicos, del
jesuita Horacio Carochi (1645) y las debidas a fray Agustín de Vetan-
curt (1673), al bachiller Antonio Vázquez Gastelu (1689), a fray Juan
Guerra, sobre el náhuatl de occidente (1692) y otras varias más. De
gran interés, como una de las primeras guías de conversación con fra-
ses sobre una multitud de temas, apareció en repetidas ediciones el
que Pedro de Arenas intituló Vocabulario manual de las lenguas castella-
nas y mexicana (1611, 1668, 1683, 1690…). De ella Ascensión H. de
León-Portilla ha ofrecido una reedición con amplio estudio introduc-
torio, Universidad Nacional, 1983.

5 Fray Francisco de Alvarado, Vocabulario en lengua mixteca, México, en casa de Pe-

dro Balli, 1593, páginas preliminares.


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56 miguel león-portilla

De los idiomas del tronco mayense, aunque pronto se elaboraron


artes y vocabularios de algunos –en particular del maya yucateco y del
quiché de Guatemala–, sólo hasta fines del XVII, empezó a haber pu-
blicaciones sobre ellos. Cabe mencionar el Arte de la lengua maya, com-
puesto por fray Gabriel de San Buenaventura, definidor de la Provin-
cia de San José de Yucatán. En México, por la viuda de Bernardo
Calderón. Año de 1684. También aparecieron gramáticas de lenguas
con mucho menor número de hablantes y con vigencia en las que
pueden tenerse como regiones marginales. Citaré al menos una: el
Compendio del Arte de la lengua de los tarahumares y guazapares, por el pa-
dre Thomás de Guadalajara, jesuita. En la Puebla de los Ángeles, por
Diego Fernández de León. Año 1683.
Del impresionante caudal de aportaciones lingüísticas a partir del
inicio del Encuentro de Dos Mundos –tanto de las impresas como de
muchas inéditas hasta fines del siglo XVIII– se han elaborado varias bi-
bliografías y otros géneros de estudios. Sobresale la obra del inicia-
dor de la moderna lingüística comparada, Lorenzo Hervás y Pandu-
ro, Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas…, publicado en seis
volúmenes, Madrid, 1800. Si bien no se restringe él a los idiomas del
Nuevo Mundo, dedica a éstos muy amplio espacio. Trabajo, también
pionero, fue el de Hermann Ludewig, The Literature of American Abo-
riginal Languages, Londres, 1858. Mención muy particular merece la
contribución de Cipriano Muñoz y Manzano, conocido como Conde
de la Viñaza, Bibliografía española de lenguas indígenas de América, Ma-
drid, 1892, que incluye y describe 1188 títulos de obras, abarcando
las de temas religiosos y otras, inéditas e impresas.
Además de los bien conocidos trabajos de bibliografía no restrin-
gida a lenguas indígenas, de autores como Joaquín García Icazbalce-
ta, José Toribio Medina y otros, hay que recordar a quien llegó a ser
presidente de la Argentina, Bartolomé Mitre, al que se debe un Catá-
logo razonado de las lenguas indígenas de América, en dos volúmenes, Bue-
nos Aires, 1909.
Entre las aportaciones más recientes sobresale una referida exclu-
sivamente a la lengua náhuatl o mexicana que es, sin duda, la que ha
sido objeto de mayor estudio y que posee una rica literatura, además
de ser hablada hasta el presente por cerca de dos millones de perso-
nas. Dicha aportación se debe a Ascensión H. de León-Portilla, Tepuz-
tlahcuilolli. Impresos en náhuatl. Historia y bibliografía, 2 vols., México,
UNAM, 1988. La autora ofrece en ella la historia de la lingüística y fi-
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 57

lología en relación con el náhuatl e incluye una bibliografía comen-


tada que comprende cerca de 3000 obras.

LAS A VECES OPUESTAS DISPOSICIONES DE LA CORONA EN MATERIA


LINGÜÍSTICA

En tanto que hay testimonios provenientes de 1531 que muestran que


desde muy tempranas fechas hubo frailes empeñados en preparar un
“arte” o gramática del náhuatl, existen también reales cédulas expe-
didas hacia mediados del mismo siglo XVI en que se urgía a las auto-
ridades virreinales y a los superiores de las órdenes religiosas se ense-
ñara a los indios la lengua castellana. Así, el 7 de junio de 1550 el
emperador Carlos I manifestó que:

Habiendo hecho particular examen sobre si aun en la más perfecta lengua


de los indios se pueden explicar bien y con propiedad los misterios de nues-
tra Santa Fe Católica, se ha reconocido que no es posible sin cometer gran-
des disonancias e imperfecciones y, aunque están fundadas cátedras donde
sean enseñados los sacerdotes que hubieren de doctrinar a los indios, no es
remedio bastante, por ser mucha la variedad de lenguas.6

Tras expresar estas consideraciones, en la misma real cédula se tras-


mite el siguiente mandato:

Y habiendo resuelto que convendría introducir [la lengua] castellana, orde-


namos que a los indios se les pongan maestros que enseñen a los que volun-
tariamente la quisieren aprender como les sea menos molesto y sin costa, y
ha parecido que esto podrían hacer bien los sacristanes como en las aldeas
destos reynos enseñan a leer y escribir y la doctrina christiana.7

La reacción de los frailes no se dejó sentir y fue de abierta oposi-


ción. Una idea surgió entonces entre algunos de ellos. Fue ella la de
valerse del náhuatl –que desde los tiempos prehispánicos había alcan-

6 Recopilación de las leyes de los reynos de las Indias, 3 vols., Madrid, 1943, vol. II, p. 193.
7 Ibid.
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58 miguel león-portilla

zado muy grande difusión– preparando para tal fin a buen número
de maestros y escribanos. Consideraban, quienes así se manifestaron,
que aun a los indios que no tenían dicha lengua como materna, les
resultaría más fácil aprenderla que la castellana. En apoyo de esta ase-
veración pudieron aducir tal vez, conociendo otros idiomas mesoa-
mericanos, que la estructura morfémica y sintáctica –o como dirían,
la frasis del náhuatl– guardaba mayores semejanzas que la del caste-
llano con lenguas como el zapoteco, mixteco y otras.
Así en una “Relación que [en 1569] los franciscanos de Guadala-
jara dieron…” no dudaron en declarar que: “Han trabajado, por la
mucha diversidad de lenguas que hay en esta tierra, de enseñar una
lengua, que es la mexicana y más general…”8
Consta que en la segunda mitad del siglo XVI y parte del XVII había
en lugares muy apartados del centro de México escribanos que redac-
taban numerosos escritos en náhuatl. De ello son prueba los escritos
en náhuatl, no pocos ya publicados, procedentes de varios pueblos
de los actuales estados de Jalisco, Zacatecas, Colima, Durango, Gue-
rrero, Chiapas, Tabasco, Campeche y aun de Guatemala y otras po-
blaciones de América Central.9
Cartas y otras relaciones de los frailes convencieron a Felipe II de
la conveniencia de que se adoptara, como lo querían ellos, el náhuatl
como medio para la evangelización y la unificación lingüística de la
Nueva España. La investigadora Shirley Brice Heath cita a este respec-
to varias reales cédulas de Felipe II que corroboran lo dicho.10 No sig-
nificó esto, desde luego, que el náhuatl llegara a adoptarse en regio-
nes como Yucatán y otras donde tenían muy antiguo y hondo arraigo
otras lenguas. En cambio sí hubo alguna penetración, aunque limi-
tada, del idioma mexicano en algunas de las áreas norteñas del país.
Esto explica que, ya en el reinado de Felipe III, se expidieran reales
cédulas mandando que los misioneros de esas y otras regiones cono-
cieran los idiomas hablados en éstas y también el náhuatl. Y, aunque

8 “Relación que los franciscanos de Guadalajara dieron de los conventos que tenía

su orden”, Códice Franciscano, México, Editorial Chávez Hayhoe, s.f., p. 153.


9 Como muestras citará dos cartas que publiqué de un lugar muy apartado del cen-

tro de México: “Un cura que no viene y otro al que le gusta la india Francisca: dos car-
tas en náhuatl de la Chontalpa, Tabasco, 1579-1580”, en Estudios de cultura náhuatl, Mé-
xico, UNAM, 1994, vol. 24, pp. 139-170.
10 Shirley Brice Heath, op. cit., pp. 49-54.
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 59

con timidez, volvió entonces a insistirse en la conveniencia de enseñar


a los indígenas la lengua castellana.
En forma más radical se había pronunciado desde 1639 y luego en
1647 un prestigiado jurisconsulto, Juan de Solórzano y Pereyra, maes-
tro en la Universidad de Salamanca, más tarde oidor en Lima y miem-
bro del Consejo de Indias hasta llegar al Real Supremo Consejo de
Castilla. En su obra Política indiana (1647), aparecida primero en la-
tín con el título de De Indiarum iure (1639), tomando muy en cuenta
las reales cédulas y otros ordenamientos emitidos, elabora lo que, co-
mo su título lo expresa, ha de constituir una “política” o conjunto de
normas de aplicación necesaria en los diversos campos de la adminis-
tración pública de las Indias. Tras discurrir ampliamente sobre si con-
viene o no imponer el castellano en las Indias, concluye:

No hallo causa para que [a] nadie se le pudiese ni pueda hacer duro o nuevo
este precepto de que los indios fuesen obligados a aprender y hablar nuestra
lengua; pues no ha habido cosa más antigua y frecuente en el mundo que man-
dar los que vencen o señorean nuevas provincias que luego en ellas se reciba
su idioma y costumbres; así para mostrar en esto el derecho de su dominio y
superioridad, como para tenerlos más conformes y unidos en sus gobiernos.11

Sin embargo ni esta recomendación ni las ulteriores disposiciones,


algunas apremiantes, emitidas por Felipe IV y Carlos III, lograron real-
mente que se promoviera de modo eficaz la implantación del castella-
no entre los indios. La gran mayoría de éstos mantenían su lengua pro-
pia y buen número se comunicaba asimismo en náhuatl. Además de
que en no pocos conventos se seguían enseñando gramática, lectura
y escritura sobre todo en náhuatl, en 1642 se instituyeron en la Real y
Pontificia Universidad cátedras de las lenguas mexicana y otomí. Pri-
mer catedrático de ambas fue fray Diego de Galdo Guzmán, autor por
cierto de un Arte de la lengua mexicana, publicado ese mismo año.
Con el advenimiento de los Borbones la situación, en lo tocante a
las lenguas indígenas, aunque lenta y parcialmente, empezó a cam-
biar. De hecho, ya en pleno reinado de Carlos III, “la castellanización”
como se diría más tarde, había avanzado bien poco. De ello dan tes-
timonio varios escritos y disposiciones, entre otros, del arzobispo de

11 Juan de Solórzano y Pereyra, Política indiana, 2 vols., Madrid, 1647, vol. I, p. 399.
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60 miguel león-portilla

México, Francisco Antonio de Lorenzana, apoyado por el virrey mar-


qués de Croix. En su célebre carta “Pastoral para que los indios apren-
dan castellano”, enumeraba las razones por las que, a su juicio, había
que acabar con la multiplicidad de las lenguas indígenas e imponer,
de una vez por todas, el castellano. Carlos III pronto reaccionó en fa-
vor de esta manifestación y ordenó tajantemente se enseñara el cas-
tellano universalmente a los indígenas.
Trasladado Lorenzana a la sede cardenalicia de Toledo, y sustitui-
do el marqués de Croix por Antonio María de Bucareli como autori-
dad suprema en el virreinato, ni lo promovido antes ni las reiteradas
reales órdenes alteraron sustancialmente la situación. En vísperas ya
del siglo XIX y del movimiento emancipador de México la gran mayo-
ría de los indígenas mantenía vivas sus lenguas. Ni siquiera había pros-
perado un deseado bilingüismo. El náhuatl, eso sí, estaba perdiendo
su carácter de lingua franca.
Puede decirse, en suma, que las lenguas indígenas durante el perio-
do virreinal habían sobrevivido gracias a tres factores principales. Uno
fue el empeño de los mismos hablantes de ellas que, a pesar de todos
los pesares, las conservaron como elemento preciado de su identidad.
Otro fue la persuasión y voluntad de los frailes convencidos de que,
sólo a través de las lenguas nativas, podría llevarse a cabo adecuada-
mente la evangelización. Un factor más consistió en la actitud de la
Corona española. Aunque, ésta, según vimos, mostró en varios mo-
mentos su determinación de implantar el castellano, de hecho asumió
una actitud tolerante e incluso apoyó acciones para el mantenimien-
to, enseñanza y difusión de dichos idiomas. Tal fue el caso de la crea-
ción de las cátedras de náhuatl y otomí en la Universidad. Deben re-
cordarse también las disposiciones que en varias reales cédulas se
transmitieron en el sentido de que sólo los frailes y clérigos que cono-
cieran las lenguas habladas en una determinada región podrían en-
cargarse de las tareas de cristianización de los correspondientes indios.

LAS LENGUAS INDÍGENAS DURANTE EL SIGLO XIX

Límites de espacio me impiden adentrarme en un estudio porme-


norizado de lo que ocurrió a los indígenas y a sus lenguas durante
el primer siglo de vida independiente de México. La ya citada Shir-
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 61

ley Brice Heath, así como Gonzalo Aguirre Beltrán, se han ocupado
de esto. En resumen, puede decirse que el primer siglo de vida in-
dependiente de México en ningún sentido fue favorable a las len-
guas indígenas. Si ellas, en su mayoría, perduraron fue paradójica-
mente gracias a la falta de atención que les concedieron el Gobierno
y otras instituciones públicas y privadas. Arrinconados los indígenas
en regiones poco propicias a su desarrollo económico y cultural,
mantuvieron allí vivos los que con desprecio se tenían como “sus dia-
lectos”.
A la luz de ideales igualitarios, desde la promulgación del Plan de
Iguala en 1821 y luego en la Constitución de 1824, se impuso el cri-
terio de que, por ser mexicanos todos los habitantes del país, no de-
bía haber diferencias en los ordenamientos jurídicos. Esto abarcó na-
turalmente el campo de la educación y en él todo lo tocante a las
lenguas indígenas. Así se silenció formalmente la palabra de los des-
cendientes de los pueblos originarios que durante tres siglos habían
hecho llegar sus demandas y quejas en su propia lengua.
Los indios, ante los ojos de hombres como el doctor José María
Luis Mora y Valentín Gómez Farías, debían ser tratados de manera
igual que el resto de los ciudadanos. Para alcanzar la anhelada uni-
dad nacional en un país sumamente extenso y con una población
muy dispersa, la educación tendría como objetivo impartir a todos
una misma enseñanza en la que debía ser la lengua nacional, es de-
cir el castellano. Se pensó que así se superarían la marginación y atra-
so de los indios.
En medio de una recurrente inestabilidad política, grandes penu-
rias económicas, asonadas e incluso guerras extranjeras –con Francia
y los Estados Unidos– las poblaciones indígenas continuaron margi-
nadas y desatendidas en todas sus necesidades, incluyendo las educa-
tivas. Tan sólo en caso de sublevaciones y guerras se dirigía la aten-
ción a los indios para reclutarlos forzadamente por el procedimiento
de la leva.
Con la Constitución de 1857 la situación de los pueblos nativos em-
peoró. Al quedar suprimido el régimen de propiedad comunal en to-
das sus formas, los pueblos indígenas iban a verse privados de sus tie-
rras y territorios poseídos desde tiempos ancestrales. Ello sería la
causa de su depauperamiento y marginación aún más radicales. Iró-
nicamente fue en ese contexto cuando al implantarse el efímero im-
perio de Maximiliano (1863-1867), se les quiso restituir las propieda-
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62 miguel león-portilla

des mantenidas de forma comunal. Varios decretos expidió con tal


propósito Maximiliano, por cierto en castellano y también en ná-
huatl.12 Con esto quiso él enfatizar la importancia que concedía a las
lenguas indígenas. La caída del fugaz imperio desvaneció bien pron-
to lo que pudo tenerse como indicio de apoyo para la conservación
y fomento de éstas.
Entre los estadistas liberales que colaboraron luego con Benito Juá-
rez, es digno de especial mención el escritor y pensador Ignacio Ra-
mírez. Propugnó él por el establecimiento de un sistema educativo
en el que se emplearan tanto el castellano como el idioma indígena
de las distintas regiones. Sostenía que sólo así podrían los niños abo-
rígenes desarrollar plenamente sus facultades mentales. Llegó inclu-
so a proponer que, en función de las lenguas que se hablaban, se es-
tablecieran las distintas jurisdicciones geopolíticas en el país. Sus
ideas, como podría esperarse, quedaron en el campo de la utopía.13
Muy contrario a ellas fue el filósofo positivista Gabino Barreda, fun-
dador de la Escuela Nacional Preparatoria y promotor de un nuevo
sistema educativo en todo el país. En él debían impartirse enseñan-
zas siempre en castellano en un plan igualitario sin distinción alguna
racial o étnica. Y aunque por ese tiempo –últimas décadas del siglo
XIX– hubo personas y aun algunas instituciones interesadas en inves-
tigar acerca de las culturas y lenguas indígenas, la situación de los des-
cendientes de los pueblos originarios no mejoró por ello un ápice.
Cabe mencionar al menos los nombres de los más destacados estu-
diosos, mexicanos y extranjeros, que hicieron aportaciones de consi-
derable valor acerca de los idiomas nativos: Francisco Pimentel, Ma-
nuel Orozco y Berra, Joaquín García Icazbalceta, Francisco Belmar,
Eduard Seler, Johann Karl Eduard Buschmann y algunos más. Sus tra-
bajos, sin embargo, no rebasaron los ámbitos académicos.
Tal vez más que nunca prevaleció entonces la idea de que los idio-
mas indígenas eran un enorme escollo para alcanzar la integración
de los indios a la “cultura nacional” y realizar así una unidad sin la
cual no parecía imaginable el país. El célebre Justo Sierra, siendo mi-

12 Véase Fernando Horcasitas, “Un edicto de Maximiliano en náhuatl”, en Tlalocan,

México, 1963, vol. 4, núm. 3, pp. 230-235.


13 Sobre las ideas de Ignacio Ramírez en relación con las lenguas indígenas, véase

Shirley Brice Heath, op. cit., pp. 111-114.


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el destino de las lenguas indígenas de méxico 63

nistro de educación, tipificó esta postura cuando, al inaugurarse el


Consejo Superior de Educación Pública, declaró:

La poliglosia [pluralidad lingüística] de nuestro país es un obstáculo a la pro-


pagación de la cultura y a la formación plena de la conciencia de la patria […]
Ello os dará la clave de por qué los autores de la primitiva ley de instrucción
pública, llamamos al castellano lengua nacional […] siendo la sola lengua es-
colar llegará a atrofiar y destruir los idiomas locales y así la unificación del ha-
bla nacional, vehículo inapreciable de la unificación social, será un hecho. 14

Estas palabras, pronunciadas el 13 de septiembre de 1902 por Jus-


to Sierra, son como la sentencia de muerte que se quería aplicar, de
una vez por todas, a las lenguas indígenas. Y, sin embargo, los hablan-
tes de ellas, arrinconados como peones en las haciendas o viviendo
en regiones de refugio, casi todos analfabetas, depauperados y exclui-
dos radicalmente de la vida económica, social y política de México,
continuaban hablando en su gran mayoría sus idiomas maternos. Tal
vez lo hacían porque no les quedaba otra cosa. Paralelamente a esa
dramática situación había intelectuales que estudiaban y apreciaban
con admiración el legado indígena, incluyendo el de sus lenguas. El
gobierno costeaba exploraciones arqueológicas y erigía monumentos
a héroes indígenas como el que por ese tiempo se levantó en honor
de Cuauhtémoc en el cruce de dos de las más importantes avenidas
de la ciudad de México. Ésa era la situación imperante en vísperas del
estallido de la Revolución mexicana de 1910.

LOS PUEBLOS INDÍGENAS Y SUS LENGUAS A PARTIR DE LA REVOLUCIÓN


MEXICANA

Consecuencia tangible de la Revolución fue la nueva Constitución


promulgada en 1917. En su nuevo artículo 27 se prescribió la resti-
tución de tierras en forma comunal a los pueblos indígenas. Otros

14 Justo Sierra, “Discurso pronunciado el día 13 de septiembre del año de 1902 con

motivo de la inauguración de Consejo Superior de Educación Pública”, en Discursos


de…, México, 1919, p. 191.
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64 miguel león-portilla

aspectos de sus derechos quedaron al margen del interés de los cons-


tituyentes. Es cierto que se produjo entonces un movimiento de exal-
tación de lo indígena pero éste se dirigió más a revaluar el legado
prehispánico que a atender los requerimientos de su realidad con-
temporánea. En lo que se conoció más tarde como indigenismo an-
tropológico cabe distinguir dos corrientes que, con matices distintos,
iban a tener larga vigencia.
Una partió de la idea de que los indígenas continuaban viviendo
en situaciones precarias precisamente porque sus formas de cultura
eran anacrónicas y no les permitían acceder a la modernidad que bus-
caba el país. En lo que concierne a sus lenguas se siguió pensando
que eran ellas una barrera para la comunicación de los indígenas con
el resto de la población. Por ello había que castellanizarlos y alfabe-
tizarlos en la que se llamaba “lengua nacional”. La clave, en suma, era
asimilarlos o incorporarlos a la cultura de la gran mayoría de los me-
xicanos.
La otra corriente tomó como punto de partida el reconocimien-
to de que México está constituido por un conjunto de pueblos con
lenguas y culturas diferentes. Manuel Gamio, que fue el principal
promotor de esta corriente, si bien reconoció la importancia del mes-
tizaje y el hecho de que en diversos grados y formas los pueblos in-
dígenas también habían recibido la influencia de la mestización cul-
tural, puso a la vez de relieve que éstos perduraban con sus grandes
diferencias y sus propias lenguas.
Gamio concibió entonces un proyecto de investigación con un
enfoque integral. Como lo señaló en La población del valle de Teotihua-
cán (1922), había que ahondar en el conocimiento de las diferen-
cias culturales y lingüísticas prevalecientes en México. Para ello se
fijó en distintas regiones del país que podían tenerse como más re-
presentativas de esa diversidad cultural. Su propósito último era pro-
poner al gobierno federal y a los estatales diversas acciones que per-
mitieran a quienes habían mantenido sus diferencias culturales y
lingüísticas acceder a la realidad social, económica y política de Mé-
xico. En otras palabras tales formas de acción se dirigían a acabar
con la exclusión de los indios de la vida del país. Ello, en el pensa-
miento de Gamio, no implicó promover el desvanecimiento de las
identidades indígenas. Hablando en un foro panamericano, señaló
Gamio la necesidad de revisar muchas de las constituciones latinoa-
mericanas ya que en ellas, al no ser tomados en cuenta los indíge-
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 65

nas, quedaron excluidos del marco político del país. Entre otras
ideas expresó:

Hasta la fecha las constituciones y legislaciones de México independiente han


sido derivadas de este segundo grupo [el de cultura europea o europeizan-
te] y tendieron a su mejoría, quedando abandonada la población indígena
más radicalmente que lo fue por los legisladores de la monarquía europea
quienes crearon por el indio y para el indio las famosas Leyes de Indias que
constituyeron barrera poderosa a su triste debilidad.15

Siempre con la idea de poner fin a la exclusión de que eran obje-


to los pueblos indígenas, señaló la necesidad de que llegaran a estar
representados en el Congreso por legisladores miembros de sus pro-
pias comunidades.16 Y así como planteó esta necesidad, insistió en re-
petidas ocasiones en puntos muy relacionados con el tema de la au-
tonomía indígena. Llegó así a sostener que entre los grupos indígenas
de América están íntima y dinámicamente arraigadas las ideas demo-
cráticas. Éstas deben respetarse en sus formas de gobierno y en su or-
ganización social interior.17 Corresponde, por tanto, a los pueblos in-
dígenas elegir sus autoridades, diseñar las formas de su organización,
al igual que los sistemas de aprovechamiento de sus recursos natura-
les. Todo esto lo llevó a señalar, una y otra vez, que había que refor-
mar la Constitución ya que contenía artículos que resultaban del to-
do inapropiados y excluyentes para los indígenas.18
En lo tocante específicamente a las lenguas indígenas, si bien re-
conoció la conveniencia de que los distintos pueblos indígenas, para
comunicarse unos y otros y con el resto de la población, debían tener
acceso al conocimiento del castellano, reiteró que en ello había que
proceder siempre “sin perjuicio de que se estudien y cultiven también
las lenguas indígenas”.19 Un ejemplo lo dio el mismo Gamio que tu-
vo un cierto conocimiento del náhuatl.

15 Manuel Gamio, Forjando Patria, México, Editorial Porrúa, 1960, p. 71 (1a. ed.,

1916).
16 Ibid., p. 76.
17 Ibid., p. 199.
18 Loc. cit.
19 Manuel Gamio, La población del valle de Teotihuacán, 3 vols., México, Secretaría de

Agricultura y Fomento, Dirección de Antropología, 1922, p. xxxv.


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66 miguel león-portilla

Su pensamiento y acción influyeron mucho en el indigenismo me-


xicano y del continente. Hallándose al frente del Instituto Indigenis-
ta Interamericano, creado en 1940 como consecuencia del congreso
de Pátzcuaro, celebrado con el patrocinio del presidente Lázaro Cár-
denas, promovió la creación de Institutos Nacionales Indigenistas en
varios países del continente. En México Alfonso Caso, con otros an-
tropólogos como Julio de la Fuente, Gonzalo Aguirre Beltrán y Alfon-
so Villa Rojas, que dieron origen al Instituto Nacional Indigenista, se
concentraron en fomentar el desarrollo de comunidades nativas en
campos como el de la educación, las actividades económicas, la salud
y el bilingüismo.
Sin embargo, no se puso énfasis en los puntos que, citando a Ga-
mio, he señalado. Me refiero al reconocimiento jurídico de las auto-
nomías en el régimen interno de los pueblos indios, la vigencia de su
derecho tradicional, su representación en las cámaras, el cultivo, in-
cluso literario, de sus lenguas, así como el tema de sus tierras y terri-
torios. Atender directamente a todo esto iba a ser consecuencia del
clamor indígena de tiempos más recientes.

EL DESTINO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS EN EL TERCER MILENIO

Los procesos de globalización que, cada vez más intensos, se dejan


sentir, obviamente afectan también a las lenguas de los pueblos indí-
genas. ¿Los llamados idiomas ecuménicos –en particular, el inglés y,
en menor grado, otros como el castellano– acabarán por relegar al
olvido a las lenguas de las minorías, como es el caso de las habladas
por los indígenas de México y de otros países?
Desde luego que en el universo de las muchas lenguas vernáculas
hay incontables diferencias que pueden influir en sus respectivos des-
tinos. El número de hablantes de una lengua es un factor de muy
grande importancia. Pensemos en el caso de la lengua seri, hablada
en Sonora por sólo algunos centenares de personas o en el de los va-
rios idiomas yumanos de grupos muy reducidos en el norte de Baja
California. Otra, en cambio, es la situación de lenguas mesoamerica-
nas como el náhuatl, el maya, yucateco, el otomí, el zapoteco y el mix-
teco que, a pesar de todos los pesares, mantienen considerable vigen-
cia en amplios territorios.
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 67

Suele afirmarse que la salud de una lengua está en razón directa


no sólo del número de personas que la mantienen viva sino también
de su utilidad como instrumento de comunicación ante la concurren-
cia de otro idioma de vigencia mayoritaria con el que tiene que coe-
xistir. Cuando el empleo de una lengua se torna, por así decirlo, ar-
tificial, ya que no responde a requerimientos sociales, económicos y
simplemente culturales, su vida invariablemente entra en peligro. Y
esto mismo se acentúa sobremanera cuando el número de quienes la
hablan se ve cada vez más disminuido.
¿Qué podemos decir, a la luz de esto, sobre el destino, en el tercer
milenio, del náhuatl y en general de las lenguas de los pueblos origi-
narios de México? Una primera forma de respuesta es que hay algu-
nas cuya perduración correrá cada día mayor peligro. Es un hecho
innegable que lenguas como el paipai, el kiliwa, el warojio (o guari-
jío) y otras varias más se encuentran en tal situación. Refiriendo aho-
ra la pregunta a las lenguas mesoamericanas que hasta hoy son habla-
das por varios cientos de miles de personas e incluso por cerca de casi
dos millones en el caso del náhuatl, debe reconocerse que no por es-
to deja de estar amenazada su sobrevivencia.
El tercer milenio traerá consigo una nunca antes vista aceleración
en los procesos de globalización. Algunos de éstos son inevitables y,
debidamente canalizados, pueden tenerse como positivos. Tal es el
caso, por ejemplo, de los procesos de globalización de la tecnología
electrónica y de los conocimientos derivados de muchas ramas de las
ciencias físico-matemáticas y naturales. Y si bien en esos campos no
deja de haber riesgos, como serían algunas de sus influencias en de-
trimento de la naturaleza, hay otros muchos procesos globalizantes
que, más allá de cualquier duda, se presentan como adversos en el
universo de la cultura.
Reiteraré que en la actualidad hay unas cuantas lenguas que pue-
den considerarse como ecuménicas o al menos de cada vez más am-
plia vigencia en el mundo. Una de ellas, el inglés, es una lingua fran-
ca. El español se impone cada vez más en el ámbito latinoamericano
donde hasta hoy han subsistido, casi arrinconadas, las lenguas de los
pueblos originarios.
¿Es de prever que en el próximo milenio no ya sólo el inglés sino
también el español se convertirán en un reto para la supervivencia
de las lenguas indígenas? Intentemos una respuesta, no ya teórica si-
no encaminada a promover determinadas formas de acción. Reco-
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68 miguel león-portilla

nozcamos, en primer lugar, que toda lengua tiene atributos que ha-
cen valiosa su perduración en el universo cultural. Cada lengua es
una especie de gran ordenador, con características propias, del pen-
samiento humano. Por eso cuando muere una lengua, la humanidad
se empobrece. Pero además, para el pueblo que tiene como mater-
na una lengua es ella elemento insustituible en su discurrir y desa-
rrollarse en el mundo. Es parte esencial de su propio legado. Siendo
esto así, la pluralidad de lenguas en un determinado país debe reco-
nocerse, al igual que su biodiversidad, como uno de sus más grandes
tesoros.
Ahora bien, ¿cómo puede encauzarse la convivencia de las lenguas
de los pueblos originarios con la lengua, bien sea oficial o de uso ma-
yoritario, en un país? Recordaré aquí un par de anécdotas. El poeta
mazateco, y presidente de la asociación de escritores en lenguas indí-
genas Juan Gregorio Regino, manifestó en una reunión nada menos
que ante el antiguo Secretario de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, lo
siguiente: “Usted, don Javier, probablemente habla varios idiomas, es-
pañol, inglés, francés y quizás otros. Pero no tiene usted algo que yo
sí tengo. Yo poseo dos lenguas maternas, el mazateco que me acerca
con mi gente. Lo hablo con mi mujer y mis hijos, mis padres y mis
abuelos. En esta lengua puedo conversar con cerca de ciento cuaren-
ta mil personas. Pero el español, que también desde niño escuché de
labios de mi madre que hablaba en esa lengua con los que no enten-
dían mazateco, el español, es también lengua que por esto tengo asi-
mismo como materna. Además el español me permite comunicarme
con los hermanos indígenas que hablan idiomas que desconozco y
también puede acercarme a casi cuatrocientos millones de hombres
y mujeres en toda nuestra América, en España y en otros lugares”.
A su vez, Natalio Hernández Xocoyotzin, de estirpe náhuatl, fue
protagonista de lo que ahora recordaré. En ocasión del XI Congreso
de las Academias de la Lengua Española, celebrado en Puebla en oc-
tubre de 1998, fue invitado a hablar en la sesión de clausura. Natalio
Hernández, director de la Casa de Escritores en Lenguas Indígenas,
fue breve y contundente. “El español también es nuestro” fue el títu-
lo de su intervención. Coincidiendo con el poeta mazateco Juan Gre-
gorio Regino, hizo ver a los académicos que la preservación y el cul-
tivo de las lenguas indígenas en modo alguno se contrapone con la
aceptación del idioma español. Éste, por su misma vigencia es ya per-
tenencia de todos y, en países multilingües como México, viene a ser
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el destino de las lenguas indígenas de méxico 69

un valioso medio de comunicación entre los hablantes de tantas y tan


distintas lenguas.
Las reflexiones de estos dos distinguidos maestros de la palabra,
descendientes de los pueblos originarios de México, desvanecen la
objeción que suele hacerse contra la perduración de las lenguas ver-
náculas. Es del todo falso que la conservación de ellas signifique un
riesgo de fragmentación cultural y menos todavía un peligro para el
fortalecimiento de la lengua que hablan hoy cerca de cuatrocientos
millones de seres humanos. En realidad, como lo muestra la historia,
las lenguas indígenas han contribuido considerablemente al enrique-
cimiento del léxico del español y asimismo, de diversas formas, a ma-
tizar las hablas regionales de cuantos tenemos como propia la lengua
de Cervantes en el Nuevo Mundo.
Lo que verdaderamente importa, en lo que concierne al destino de
las lenguas indígenas en el tercer milenio, es encontrar los medios que
propicien no sólo su perduración sino su enriquecimiento y cultivo li-
terarios. Partiendo de la idea de que cuando muere una lengua la hu-
manidad se empobrece, lo primero será concientizar de su valor a sus
propios hablantes y a cuantos no han tenido aprecio alguno por ellas,
considerándolas con frecuencia como “meros dialectos de los indios”.
Hacer ver que toda lengua, en cuanto sistema de signos, es un manan-
tial de simbolización, que abre camino a una pluralidad ilimitada de
concepciones del mundo y que, más allá de su primordial valor en las
esferas del pensamiento y de la comunicación, alcanza en la creación
poética atisbos insospechados, incluso revelación de misterios.
Si, al igual que la biodiversidad, la pluralidad de lenguas es uno de
los más preciados patrimonios de la humanidad, hay que encontrar
los medios que impidan la muerte de idiomas que han existido en el
Nuevo Mundo a través de milenios.
La educación bilingüe, debidamente implementada, será ya ina-
plazable. Los niños descendientes de los pueblos originarios agiliza-
rán sus mentes al penetrar en los secretos de sus dos lenguas mater-
nas, la suya vernácula y el español. Lejos de avergonzarse de hablar la
primera, tendrán orgullo de ser bilingües, conscientes de que poseen
dos formas distintas de comunicarse y concebir el mundo. Todo esto
propiciará la creación literaria en la lengua vernácula. La gran litera-
tura mexicana y también la gran literatura iberoamericana incluirán
como partes insuprimibles de sí mismas las nuevas y las antiguas crea-
ciones en las lenguas vernáculas. Los descendientes de los pueblos
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70 miguel león-portilla

originarios y todos cuantos conviven con ellos disfrutarán del antiguo


legado y de las creaciones de la nueva palabra en la gran sinfonía de
las lenguas indígenas.
¿Es todo esto una quimera o un mero deseo? En la realidad con-
temporánea de las últimas décadas del siglo XX y ahora ya en el nue-
vo milenio se están produciendo cambios muy significativos. Uno es
que México se reconoce ya a sí mismo, en el artículo cuarto de su
Constitución, como un país pluricultural y plurilingüe. En virtud de
dicho artículo corresponde al Estado mexicano implementar las for-
mas para el fomento de las culturas y lenguas indígenas. Otro cambio
que se está produciendo es el del creciente cultivo literario de lenguas
que habían permanecido del todo marginadas. Existe hoy literatura
–poesía, narrativa, teatro, lírica– en lenguas como el náhuatl, zapote-
co, mixteco, purépecha, otomí, maya yucateco, tzeltal, tzotzil y varias
otras.20 En la Casa de Escritores en Lenguas Indígenas se ofrecen ta-
lleres de redacción, clases de literatura indígena y de varias lenguas
nativas. Son ya numerosos los libros y revistas portadores de la Yancuic
tlahtolli, la Nueva Palabra. Existen varias estaciones de radio en que se
dan a conocer tales producciones. Pienso que también cada vez es más
grande el número de los no-indígenas que aprecian y disfrutan la lite-
ratura indígena y que quieren aprender una lengua vernácula.
Más allá de cualquier consideración, es un hecho que, en gran me-
dida, de nosotros dependerá el destino de las lenguas indígenas en
el tercer milenio. Tal vez lo único que éstas requieren para volver a
florecer es que, como las plantas a las que otra más grande hace som-
bra, se las libere de cualquier opresión. Entonces será verdad de nue-
vo lo que expresó un antiguo cuicapicqui, poeta del mundo náhuatl:
“No acabarán mis cantos, no morirán mis flores, yo cantor los elevo,
así llegarán a la casa del ave de plumas de oro”.

20 Son relativamente numerosas las publicaciones en que se dan a conocer produc-

ciones literarias en éstas y otras lenguas. Como muestra del aprecio que existe ya por
la literaturas indígenas contemporáneas, cabe mencionar que la prestigiosa editorial
Norton & Co., de Nueva York, que ha publicado grandes antologías de las literaturas
clásicas antiguas y de las principales lenguas europeas, ha incluido en su serie una obra
sobre las producciones mesoamericanas, desde las de la tradición prehispánica hasta
el presente: In the Language of Kings. An Anthology of Mesoamerican Literature, Pre-Colum-
bian to the Present, edición y estudios de Miguel León-Portilla y Earl Shorris, Nueva York,
Norton & Co., 2001.
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LA LABOR DE NEBRIJA COMO TERMINÓLOGO

NIDIA OJEDA ROSADO*

Hablar de la obra de Antonio de Nebrija no es empresa fácil; mucho


se ha dicho de ella y es también mucho lo que se ha de decir. Acer-
carse a su Gramática a través de la terminología nos permite vislum-
brarlo desde otra perspectiva y, a la vez, darle a la disciplina termino-
lógica una idea de historia o diacronía que no se ha acostumbrado
hasta ahora y que, inclusive, se le ha negado.
La labor de Nebrija como terminólogo se puede apreciar funda-
mentalmente en su Gramática de la lengua castellana, ya que es en ella
donde él se plantea la necesidad de “buscar nombres” para concep-
tos y relaciones conceptuales que él conoce y maneja, pero que re-
quieren de denominación. Esta situación es interesante pues presen-
ta al autor enfrentado a su propia capacidad de organización y
estructuración de su lengua materna, a la que conoce de manera muy
amplia y profunda.
El trabajo que se presenta en esta ocasión se divide en tres partes:
1] Breve acercamiento a la terminología, 2] Análisis de los términos
utilizados por Nebrija en su Gramática de la lengua castellana, específi-
camente en los libros tercero (Que es de la etimología y dición), y cuar-
to (Que es de sintaxi y orden de las diez partes de la oración); y, por último,
3] Conclusiones.

1. BREVE ACERCAMIENTO A LA TERMINOLOGÍA

La terminología como disciplina es muy reciente; sin embargo, la


práctica terminológica es muy anterior. Generalmente a ésta se la ubi-
ca desde el siglo XVIII con los trabajos realizados en las áreas de la quí-
mica, la botánica o la zoología, en los que destaca el interés que en la
fijación de los nombres de los conceptos científicos tenían y han te-

* UNAM/ENEP-Acatlán.

[71]
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72 nidia ojeda rosado

nido siempre los especialistas. Hacia el siglo XIX, con el avance de las
ciencias, se comienza a manifestar de manera más sistemática y orde-
nada la necesidad de disponer de registros de formación de términos
para cada disciplina. Es en el siglo XX cuando aparece el interés por
parte de los técnicos debido al acelerado progreso de las tecnologías,
que necesitan denominar nuevas realidades y conceptos y, a la vez, or-
ganizar esas nuevas denominaciones:

Así surgen, precisamente en el campo de la ingeniería, el austríaco E. Wüs-


ter (1898-1977), considerado el fundador de la terminología moderna y prin-
cipal representante de la llamada escuela de Viena, y el ruso D. S. Lotte (1889-
1950), fundador de la escuela soviética de terminología.1

La terminología clásica o Teoría General de la Terminología (TGT),


representada por Wüster, centra su atención en los conceptos y se
orienta hacia la normalización de términos y nociones con la finali-
dad de asegurar la univocidad de la comunicación profesional. Fren-
te a esta concepción de terminología surge la posición de María Te-
resa Cabré y su Teoría comunicativa de la Terminología (TCT), que
busca fundamentos para una nueva teoría basada en los principios
del lenguaje y en el carácter sociocultural de éste. Esta teoría requie-
re, según su autora, que:

se contemple la variación lingüística en toda su dimensionalidad, se asuma


la condición de adecuación de los términos y se integren los aspectos psico-
lingüísticos implicados (compartidos con la perspectiva cognitiva) y los ele-
mentos sociolingüísticos relacionados (compartidos con la perspectiva so-
cial). Al lado de estas condiciones, la propuesta debe asumir además que
tanto el conocimiento especializado, como las unidades terminológicas pue-
den darse a diferentes niveles de especialización y describirse en distintos ni-
veles de representación. Sólo así, los términos pueden explicarse en toda su
realidad comunicativa y representacional.2

1 M. T. Cabré, La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones, Barcelona, Antárti-

da/Empúries, 1993, p. 22.


2 Id., “Una nueva teoría de la terminología: de la denominación a la comunicación”,

en La terminología. Representación y comunicación. Elementos para una teoría de base comuni-


cativa y otros artículos, Barcelona, Institut Universitari de Lingüística Aplicada, Barcelo-
na, Universitat Pompeu Fabra, 1993, p. 126.
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la labor de nebrija como terminólogo 73

Creemos que esta propuesta –con la que estamos de acuerdo– no


estaría completa si no toma en cuenta la variación lingüística en su
dimensión diacrónica o histórica, y una forma o camino para poder
incluir esta visión es, precisamente, estudiando, analizando y profun-
dizando en los inicios de las diferentes áreas de especialidad que, en
muchos casos, se remontan mucho más allá del siglo XVIII. Por ello es
importante analizar áreas de especialidad tan antiguas y tradiciona-
les como la gramática.
Consideraremos a la terminología como parte de la lingüística, co-
mo una multidisciplina que permite identificar el vocabulario de una
especialidad en forma ordenada y sistemática, analizarlo y, si es nece-
sario, proponerlo y normalizarlo en una situación concreta de fun-
cionamiento con el objetivo de responder a las necesidades de los
usuarios.
El método de trabajo de la terminología es onomasiológico, es de-
cir, procede desde el concepto hacia el signo, a diferencia de la lexi-
cografía en la que se va del signo hacia el concepto: “El usuario del
producto terminológico no busca necesariamente una definición, si-
no una denominación”.3 El término es, entonces, el elemento cons-
titutivo de las nomenclaturas que estén relacionadas con una lengua
de especialidad. Por consiguiente, se puede definir como “la deno-
minación de un objeto propio de una determinada área de especia-
lidad”.4 Si hay que crear un término para un referente que no tiene
nombre, la terminología lo tomará de los mismos materiales que la
lengua pone a su disposición. Los términos pueden estar formados
por una sola palabra o por relaciones sintagmáticas diversas. El con-
junto de términos de una especialidad, o sea su terminología, repre-
senta la estructura conceptual de esa materia y cada uno de los térmi-
nos denomina un concepto de la estructura del área especializada en
cuestión. Los términos son unidades sígnicas que, en general, pue-
den ser analizadas desde tres puntos de vista: formal (la denomina-
ción), semántico (el concepto) y funcional (la categoría y la distribu-
ción sintáctica).

3 R. Dubuc, Manual práctico de terminología, Chile, Unión Latina RiL Editores, 1999,

p. 47.
4 Ibid., p. 55.
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74 nidia ojeda rosado

2. ANÁLISIS DE LOS TÉRMINOS UTILIZADOS POR NEBRIJA

Para llevar a cabo el análisis, se elaboraron fichas contextuales de los


libros tercero y cuarto de la Gramática, con el fin de poder precisar
los términos que serían objeto de nuestro estudio; hasta el momento
se han detectado 170 términos sin contar los sinónimos que, sobre to-
do en el libro cuarto, se encuentran.
Durante este proceso pudimos constatar que Nebrija se enfrenta
a la elaboración de su propia terminología y aunque, como sabemos,
no parte de la nada, ya que se basa en la tradición grecolatina, posee
criterios innovadores que manifiesta y justifica en su obra. La cons-
trucción de sus términos se apoya en una profunda reflexión y análi-
sis de su propia lengua y, teniendo como base su gran conocimiento
del latín, así como del griego, el árabe y el hebreo, propone los nom-
bres que considera más adecuados a los conceptos que él ya ha ana-
lizado y estudiado con profundidad.
Las propuestas que él plantea se pueden encontrar desde el prin-
cipio de su obra, cuando se refiere a las divisiones de la gramática (“la
arte de las letras”): se divide en Istórica (como la llaman los griegos) o
Declaradora (“como podemos llamarla nosotros”, dice), porque “expo-
ne y declara los poetas y otros autores por cuia semejanca avemos de
hablar”, y Methódica (según los griegos) o Doctrinal, porque contiene
los preceptos y reglas del arte; esta última, a su vez, es dividida en cua-
tro apartados: Orthographía (del griego) “a la que en lengua romana
le podemos dezir sciencia del bien y derecha mente escribir”; Prosodia (del
griego) o Acento o quasicanto, que es el arte de contar, pesar y medir
los pies de los versos y coplas; Etimología (del griego) o Anotación (se-
gún los latinos) o Verdad de palabras, porque considera la significación
y accidentes de cada una de las partes de la oración y, por último, Sin-
taxis (del griego), Construcción (según los latinos) u Orden, porque sir-
ve para ordenar entre sí las palabras y partes de la oración.
En esta división Nebrija propone cinco términos para denominar
las partes de la gramática: Declaradora, Doctrinal, Acento o quasican-
to, Verdad de palabras y Orden; pero, curiosamente, no los utiliza en
el momento de nombrar las partes de su propia obra, ya que usa los
términos tradicionales procedentes del griego.
Sin embargo, existen otras propuestas que él plantea ante fenóme-
nos que no tienen paralelo en las lenguas que le sirven de modelo
(latín y griego, fundamentalmente); los casos más representativos son
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la labor de nebrija como terminólogo 75

los términos: Aumentativo y Nombre participial infinito. Del primero nos


dice que es contrario al diminutivo y que no existe ni en griego, ni en
latín, ni en hebraico:

…y porque este género de nombre, aun no tiene nombre, osemos le nom-


brar Aumentativo por que por el acrecentamos alguna cosa sobre el nombre
principal de donde se deriva, como de ombre, ombrazo; […] Destos, a las ve-
zes usamos en señal de loor, como diciendo es una mugeraza, por que abul-
ta mucho, a las vezes en señal de vituperio, como diziendo es un cavallazo,
por que tiene alguna cosa allende la hermosura natural y tamaño de cavallo.5

Del nombre participial infinito comenta que es una parte de la


oración que no tienen ni el griego, ni el latín, ni el hebraico, ni el
arábigo:

E por que aún entre nos otros no tiene nombre, osemos la llamar nombre
participial infinito: nombre, por que significa substancia y no tiene tiempos;
participial, por que es semejante al participio de tiempo passado; infinito,
por que no tiene géneros, ni números, ni casos, ni personas determinadas.
Esta parte fue hallada para que con ella y con este verbo e, as, ove, se suplan
algunos tiempos de los que falta el castellano del latín; e aún para dezir por
rodeo algunos de los que tiene.6

Con este término se refiere a las formas de los tiempos compues-


tos como io e amado. De estos dos términos innovadores, neologismos
en su época, sólo el primero se mantuvo como característico del área
de especialidad y el otro, desapareció.
El nebrisense siempre intenta definir o explicar cada uno de los
términos que utiliza; generalmente los presenta con ejemplos para su
mayor comprensión. Sólo encontramos algunos términos como acci-
dente, declinación, caso, conjugación, persona y tiempo, sin concepto ni de-
finición en su obra; esto quizá se deba a que los consideró elementos
ya muy identificados en las gramáticas latinas y griegas y no creyó ne-
cesario definirlos.

5 Antonio de Nebrija, Gramática de la lengua castellana, Estudio y edición de Anto-

nio Quilis, 2a. ed., Madrid, Editora Nacional, 1984, p. 168.


6 Ibid., p. 193.
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76 nidia ojeda rosado

Según la terminología, las unidades terminológicas o términos se


pueden analizar desde diversos criterios: 1] por la procedencia, 2]
por la función, 3] por la forma, 4] por el significado.

1. Por la procedencia lingüística, los términos pueden ser de la pro-


pia lengua o préstamos procedentes del fondo histórico grecolatino,
normalmente llamados cultismos o préstamos de otras lenguas (los
préstamos propiamente dichos), o de otros dialectos geográficos. En
el caso que nos ocupa, todos son de la propia lengua o préstamos pro-
cedentes de la tradición grecolatina, Nebrija no requiere de otro ti-
po de préstamos en el momento de designar los fenómenos y concep-
tos a los que se enfrenta.

2. Por la función, según la terminología, los términos pueden ser sus-


tantivos, adjetivos, verbos o adverbios. Siempre será mayor el núme-
ro de sustantivos. En la gramática de Nebrija nos encontramos con
una denominación totalmente nominal. Sólo hay sustantivos y adje-
tivos y estos últimos se encuentran elidiendo al sustantivo, por ejem-
plo: aumentativo (nombre), femenino (género), inclusive en las cons-
trucciones sintagmáticas del tipo común de dos (géneros). No
encontramos verbos, ya que éstos también están nominalizados; no
se habla de conjugar, sino de conjugación; se encuentra declinación y
no declinar.

3. Por la forma, los términos pueden ser analizados según el número


de morfemas que los conforman (simples o complejos) y, dentro de
los complejos, según el tipo de morfemas que intervienen en su for-
mación (derivados y compuestos). En estos momentos no se ha rea-
lizado el análisis de la derivación (entendida como la agregación de
afijos a bases léxicas), aunque podemos mencionar que no es abun-
dante, por lo que hemos podido observar, sólo casos como participial,
pronombre, renombre, etc. En lo referente a los compuestos, se realizó el
análisis de los términos formados por un solo elemento y las combi-
naciones de palabras que siguen una determinada estructura sintác-
tica, es decir, los sintagmas terminológicos o estructuras sintagmáti-
cas terminológicas. De 170 términos estudiados hasta ahora, 130 están
conformados por un solo elemento, es decir, el 76% del total (prepo-
sición, conjunción, nombre, relativo, paragoge, etc.); 29, por dos elemen-
tos con una estructura de Modificador directo + Núcleo (MD + N); por
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la labor de nebrija como terminólogo 77

ejemplo: Absoluto verbo, Optativo modo, Verbal nombre, Activa boz, etc.; es-
ta cifra representa el 17% de la muestra; y, por último, 11 términos
están formados por tres o más elementos, es decir, el 11% del total de
la muestra; de éstos podemos citar: Accidentes del nombre, Relativos de
cantidad discreta, Nombre participial infinito, Passado no acabado, Passado
más que acabado.

4. Por el significado, la terminología precisa que se pueden encon-


trar términos para designar: a] objetos o identidades (para los que
utiliza nombres), b] procesos, operaciones, o acciones (para los que
se utilizan verbos y nominalizaciones de verbos); c] propiedades, es-
tados, cualidades (adjetivos) y, d] relaciones (adjetivos y verbos). Co-
mo ya se mencionó en nuestra muestra nos encontramos fundamen-
talmente ante identidades, propiedades y cualidades, de ahí, las
categorías gramaticales utilizadas (sustantivos y adjetivos).

Con respecto a otros fenómenos, se han encontrado casos de sino-


nimia. En el libro tercero existen cinco casos de este fenómeno: Co-
mún nombre o Apelativo; Con nombre o Apellido; Patronímico o sobrenombre;
Modo o calidad; Infinitivo o indeterminado. El libro cuarto es en donde
podemos encontrar siempre un equivalente del término en cuestión
o una explicación del porqué del “nombre” utilizado. En este aparta-
do se pueden encontrar 28 casos de equivalencia de un solo elemen-
to, por ejemplo: Diéresis – apartamiento; Amphibolia – amphibología; Aci-
rología – impropiedad; Paréntesis – entreposición, etc. Además, hay 34
términos que contienen una explicación de dos o más elementos: Me-
táphora – transformación de una cosa a otra; Onomatopeia – fingimiento del
nombre; Anastropha – tornamiento atrás; Alegoría – agena significación;
Amphibología – duda de palabras (este término, a su vez, tiene un sinó-
nimo que ya se mencionó: Amphibolia).
También existen casos de homonimia, aunque en mucho menor
proporción que los de sinonimia, por ejemplo el término artículo, en
el libro tercero, que nos dice el autor son unos pequeños miembros
“que añadimos al nombre para demostrar de qué género es”.7 Y en
el libro cuarto se menciona este término como parte de Diályton que
se da cuando muchas palabras o cláusulas se “aiuntan” sin conjunción.

7 Ibid., p. 182.
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78 nidia ojeda rosado

En este caso Nebrija nos informa que Tulio en los Retóricos, hace dis-
tinción entre dissolución, que es cuando muchas cláusulas se ponen
sin conjunción y “artículo cuando muchos nombres se ponen sin
ella”.8
El análisis terminológico obviamente no termina aquí, pero sirva
esta pequeña muestra como ejemplo de éste.

3. CONCLUSIONES

Después de este breve análisis de la obra de Nebrija como terminólo-


go, podemos concluir que la labor de denominación de una materia
especializada no sólo implica identificar los “nombres apropiados”
para los conceptos en cuestión, sino que requiere de una labor más
ardua, de realmente profundizar y reflexionar sobre la tarea que se
está llevando a cabo.
Con el paso del tiempo y con el avance de la especialidad no sólo
se complican los conceptos, también sus denominaciones sufren mo-
dificaciones y reestructuraciones y ante un concepto más elaborado
y reorganizado se requerirá también un término que refleje esas ca-
racterísticas.
Existen términos que podemos llamar “básicos” que serán mante-
nidos en el conjunto terminológico de las áreas de especialidad, ha-
brá otros que requerirán de precisiones o de cambios y algunos que
sólo verán la luz en la obra específica de su creador para nunca vol-
ver a aparecer. Asimismo, después del análisis, se puede concluir que
los términos se comportan como las piezas léxicas de la lengua ge-
neral, ya que presentan los mismos fenómenos en su estructura y re-
lación.
La terminología como disciplina requiere de una visión más am-
plia y de una teoría que dé cuenta de su labor multidimensional; pa-
ra ello es importante considerar no sólo el estudio de las necesidades
comunicativas de los usuarios en un momento dado, sino también la
realidad diacrónica de los términos especializados en el desarrollo de
la propia especialidad.

8 Ibid., p. 221.
GuzmanBetancourt 05 5/11/04 2:14 PM Page 79

la labor de nebrija como terminólogo 79

Antonio de Nebrija fue el primer individuo que en el mundo oc-


cidental tomó la iniciativa de escribir una gramática sobre una len-
gua vulgar (el castellano) y así lo hizo; en muchas ocasiones se ade-
lantó a la mentalidad de su época y, en otras, se presentó como fiel
hijo de su tiempo: no podía ser de otra manera. Sin embargo, pode-
mos observar, a través del análisis realizado, que adopta un criterio
objetivo y trata de ordenar y clasificar los hechos de la lengua espa-
ñola, de acuerdo con los esquemas que le proporcionaron los mejo-
res gramáticos clásicos grecolatinos, pero no se queda ahí, sino que
va más allá, gracias a su profunda sensibilidad lingüística que lo indu-
ce a distinguir cómo nuestra lengua se ha ido apartando de la latina.
Quiero terminar mi disertación con una cita de don Julio Fernán-
dez Sevilla, distinguido estudioso de la obra del nebrisense, y que re-
sumidamente expresa mucho de lo que yo intenté exponer en las lí-
neas que preceden:

lo importante de la ciencia en una determinada época no es ella misma sino


más bien lo que puede alumbrar para el futuro, lo que tiene de germen pa-
ra sucesivas cosechas. No cabe ninguna duda de que la obra de Nebrija fue
punto de partida de muchas gramáticas posteriores que se inspiraron en ella
o la copiaron sin siquiera citarla, no sólo en España, sino también en el ex-
tranjero.9

BIBLIOGRAFÍA

Cabré, María Teresa, La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones, Barcelo-


na, Antártida/Empúries, 1993.

——, “Una nueva teoría de la terminología: de la denominación a la comu-


nicación”, La terminología. Representación y comunicación. Elementos para
una teoría de base comunicativa y otros artículos, Barcelona, Institut Uni-
versitari de Lingüística Aplicada, Universitat Pompeu Fabra, 1999.

Dubuc, R., Manual práctico de terminología, Santiago de Chile, Unión Latina


RiL Editores, 1999.

9 J. Fernández Sevilla, Un maestro preterido: Elio Antonio de Nebrija, Bogotá, Instituto

Caro y Cuervo, 1974, p. 19.


GuzmanBetancourt 05 5/11/04 2:14 PM Page 80

80 nidia ojeda rosado

Fernández Sevilla, Julio, Un maestro preterido: Elio Antonio de Nebrija, Bogotá,


Instituto Caro y Cuervo, 1974.

Nebrija, Antonio de, Gramática de la lengua castellana, estudio y edición de An-


tonio Quilis, 2a. ed., Madrid, Editora Nacional, 1984.
GuzmanBetancourt 06 24/6/04 12:28 Page 81

EL VOCABULARIO DE GERÓNIMO CORTÉS Y ZEDEÑO:


ENTRE ANTONIO DE NEBRIJA Y ALONSO DE MOLINA

ROSA H. YÁÑEZ ROSALES*

PRESENTACIÓN

En múltiples fuentes ha sido indicada la influencia decisiva que las


obras de Antonio de Nebrija sobre el latín tuvieron en la descripción
colonial de diferentes lenguas indoamericanas. Tanto las Introductio-
nes latinae (1481, y en castellano, 1488), como De Institutiones Gram-
maticae (1495) y el Vocabulario de romance en latín (1516),1 sirvieron de
paradigmas para “sujetar” las lenguas indígenas y conceptualizar una
realidad lingüística, frecuentemente de manera imprecisa e incluso
errónea.
Cuánto tiempo estuvo vigente el paradigma nebrisense, y entre
quiénes, es algo que todavía implica investigación amplia. Como he
señalado en un trabajo reciente,2 su seguimiento es bastante eviden-
te entre franciscanos y dominicos, no así entre los jesuitas, quienes
parecen haber desarrollado otro tipo de estrategias de aproximación
a las lenguas que describieron.
El Arte, vocabulario y confessionario en el idioma mexicano como se usa
en el Obispado de Guadalajara, de Gerónimo Cortés y Zedeño, se publi-
có en 1765, en Puebla de los Ángeles, en la Imprenta del Colegio Real
de San Ignacio, 12 páginas de preliminares sin numerar más otras
184. La obra concentra sin duda la mayor parte de las isoglosas que
distinguen el náhuatl de la periferia occidental (como han sido iden-
tificadas por Valiñas 1981, 1994, Lastra de Suárez 1986, Canger 1978),
y ése es su valor sobresaliente. Cortés y Zedeño pertenecía al clero se-

* Universidad de Guadalajara.
1 Debo advertir que las fechas de publicación de las obras de Nebrija son un tanto

dudosas, pues a excepción de una edición reciente del Vocabulario…, no me fue posi-
ble consultar ninguno de los otros textos escritos por dicho autor.
2 Véase mi ponencia “El discurso de evangelización en el norte de México. Conti-

nuidades y rupturas de la Colonia a la Nación”, V Encuentro Internacional de Lingüís-


tica en el Noroeste, Memorias, Hermosillo, Sonora, 2001, t. III, pp. 229-234.

[81]
GuzmanBetancourt 06 24/6/04 12:28 Page 82

82 rosa h. yáñez rosales

cular y escribió su obra siguiendo, como él lo señala en múltiples no-


tas a lo largo del Arte, el paradigma de Antonio de Nebrija, el de De
institutiones grammaticae.
El objetivo de este trabajo es explorar en la sección del “Vocabula-
rio” de Cortés y Zedeño, los que se podría pensar fueron sus mode-
los: el Vocabulario de romance en latín de Antonio de Nebrija y el Voca-
bulario en lengua castellana y mexicana3 de fray Alonso de Molina; qué
tanto los siguió, qué tanto se desvió de ellos, considerando los apro-
ximadamente doscientos años que han transcurrido entre aquéllos y
su obra. La idea a futuro es ver, también, si de la obra de Cortés y Ze-
deño se puede reconstruir una imagen más nítida de los indígenas
que en aquellos años habitaban la entidad llamada Nueva Galicia; es-
to en cuanto a términos o campos semánticos que de alguna manera
permitan apreciar parte de la organización social, vida cotidiana, usos
de plantas, es decir, hacer una etnografía, la imagen viva de los indí-
genas del occidente colonial.
Para el presente trabajo, se han estudiado exclusivamente los ver-
bos que inician en español con la letra <a>, pues en esta lengua coin-
ciden los tres autores (Nebrija, Molina y Cortés y Zedeño).4 El traba-
jo se divide en cuatro apartados. En el primero hablo brevemente de
algunas características de los vocabularios coloniales. En el segundo,
de algunas aproximaciones al náhuatl del occidente de México, rea-
lizadas previamente a la publicación de la obra de Gerónimo Cortés
y Zedeño. En el tercero de lo que el “vocabulario” de este autor po-
ne de manifiesto en cuanto a sus probables paradigmas y en el cuar-
to de lo que, en estos mismos términos muestra el “vocabulario”.

1. LAS COMPILACIONES LÉXICAS NOVOHISPANAS

La labor lexicográfica realizada por evangelizadores para distintas len-


guas, si bien ha sido explorada en algunos trabajos (Bartholomew

3 Por no ser el caso que interesa en este trabajo, se excluye la parte de la obra de

Molina que corresponde a la de lengua mexicana y castellana.


4 Sobre todo en el caso de Nebrija y de Zedeño, pues su obra no se presenta en dos

direcciones, como la de Molina (Castellano y Mexicano y Mexicano y Castellano).


GuzmanBetancourt 06 5/11/04 2:16 PM Page 83

el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 83

1991, Bredt-Kriszat y Holl 1997, Clayton 1989, Clayton y Campbell


2000, Kartunnen 1988, 1991, 1995; Thiemer-Sachse 1997, entre
otros), no ha sido tan extensamente estudiado como el de las Artes.
En este sentido se presenta potencialmente como una veta que per-
mitiría reconstruir distintos aspectos de la vida cotidiana de los indí-
genas mesoamericanos. Son conocidos en este ámbito, además de los
ya citados, los trabajos de Mario Ruz sobre un vocabulario tzeltal, de
Cristina Álvarez sobre uno del maya yucateco colonial y algunos otros.
Un acercamiento a distintos vocabularios manifiesta el hecho de
que la organización del acervo léxico de las lenguas indígenas no
siempre fue siguiendo a Antonio de Nebrija, ni en un estricto orden
alfabético. Hubo propuestas, como la de Pantaleón de Guzmán en
1704, sobre el cakchiquel, donde la información se organizó en áreas
que el autor consideró pertinentes y que podríamos llamar de mane-
ra muy laxa, campos semánticos. Algunos de los índices organizados
por Guzmán, son:

Nombres de yerbas comestibles.


Nombres de yerbas medicinales.
Nombres de yerbas silbestres (sic).
Nombres de piedras preciosas: pedernales: metales: vientos: planetas:
y elementos, etcétera.5

En otras obras el seguimiento del paradigma nebrisense es muy


evidente. El propio fray Alonso de Molina lo hizo, como ya han de-
mostrado Clayton y Campbell (2000) o fray Juan de Córdova en su
Vocabulario en Lengua Zapoteca, hecho y recopilado por el Muy Reverendo
padre… de la orden de los Predicadores…, de 1578.
Hay todavía otras opciones, como la de los jesuitas, Joseph de Or-
tega y Benito Rinaldini. Ortega publicó en 1732 un vocabulario cora-
castellano y Rinaldini publicó su obra sobre la lengua tepehuana en
1743 en la que se incluye un vocabulario. Si bien ambos vocabularios
están organizados alfabéticamente sobre la base del español, este or-
den, dista de limitarse al propuesto por Nebrija. Véanse algunos ejem-
plos considerando los tres autores:

5 Pantaleón de Guzmán, Vocabulario de la lengua cakchiquel, Ed. de René Acuña, Mé-

xico, UNAM, 1980.


GuzmanBetancourt 06 24/6/04 12:29 Page 84

84 rosa h. yáñez rosales

Nebrija, 1516:

A a a interjecion del que se rie. Ah ah ah


Aaron o barva de Aaron yerva. Arus –i sive arum –i
Abad prelado de monjes. Abbas –atis
Abadessa abbatis –idis; de monjas abbatissa –ae
Abadia dignidad de aquestos abbatia –ae
Abadengo lo del abad ad abbatem pertinens
Abadejo escaravajo ponçoñoso cantharis –idis
Abahar retener el baho vaporo –as –avi
Abalançarse alguno infero me medium
Aballar mover con dificultad amolior –iris
Abarca suela de cuero rudo pero –onis
Abarcado calçado con ella peronatus –a –um
Abarca calçado de madera soccus –i
Abarcado calçado con ella soccipes –edis
Abarcar casi abraçar complector. Amplector
Abarcar como tierra o onrra ambio –is -ivi

Ortega, 1732:

Abajar algo Acâtoa. Nete. Acácare Nete


Abajar alguno Acâtezim. Nete. Acahazême. Nete
Abajar la cabeza Abaûtona. Nabântona
Abajar, o descender Acáme. N.
Abajar, y alsar a menudo
la cabeza Temúba. Ne
Abajarse inclinandose Abaûtona. Nabântona.
Abajar la rama del arbol
doblegandola Acahûracâ Nete
Abajo por donde corre el rio Yûte Mête
Abajo respecto de lo alto Mâke. Mûke ake
Abarcar entre los brazos Bêvi. Nete
Abarcar debajo del
sobaco Vicurêtzina. Nete6

6 Joseph de Ortega, Vocabulario en lengua castellana y cora, México, por los Herederos

de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, en la Puente de Palacio, Año de 1732,


fol. 1.
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el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 85

Rinaldini, 1743:

A alguna parte Amo Scibo


Aquel lugar Gáre
A todas partes Iùscova
A entrambas partes Bus gocapaquer
A este lugar Amove
Adrede lo hizo Iquere: velia
A escondidillas Aâguituidi
Avalanzarse a los peligros, Mat, uel maiti nimoe: amosjùru-
v. g. A passar el rio nana
Abaratar Máitan sei nàmoquitude
Avarca o zueco de madera Usci sùfaxa
Abarcar Bùsci bubui
Abastecer Bèiga bitutugue
Abastado Bèiga bitutudicamue7

Como se puede observar, los autores jesuitas se alejan del modelo


nebrisense y hacen el propio, tratando de registrar las posibilidades
léxicas de las lenguas que están describiendo. Evidentemente, este so-
lo hecho merece un estudio aparte que no haré aquí. Lo único que
quiero enfatizar, es que en las obras coloniales se pueden identificar
distintas estrategias para “sujetar” las lenguas indígenas, en lo que a
léxico se refiere, si bien, es indudable que el inventario que Nebrija
legó en el Vocabulario de romance en latín, constituyó un punto de par-
tida importantísimo.

2. OBRAS SOBRE EL MEXICANO DEL OBISPADO DE GUADALAJARA,


ANTERIORES A CORTÉS Y ZEDEÑO

De acuerdo con múltiples documentos del siglo XVI y todavía del XVII,
en el territorio demarcado por lo que fue el obispado de Guadalaja-
ra, se hablaba una gran variedad de lenguas indígenas, como cora,

7 Benito Rinaldini, Arte de la lengua tepeguana con vocabulario, confessionario, y catechis-

mo, México por la viuda de D. Joseph Bernardo de Hogal: Calle de las Capuchinas, Año
de 1743, Vocabulario, p. 1.
GuzmanBetancourt 06 5/11/04 2:16 PM Page 86

86 rosa h. yáñez rosales

coano, cazcán, coca, vitzurita o wixárika, tecozquín y náhuatl, entre


otras. Desde fines del siglo XVI, en 1583, se instituyó una cátedra de
idioma mexicano. De manera intermitente, la enseñanza de esta len-
gua continuó sobre todo en la sede del obispado. En varios documen-
tos los franciscanos afirmaron que en esta lengua se enseñaba a rezar
y a cantar a los niños indígenas, si bien en varias poblaciones, esta ac-
tividad equivalía a la enseñanza de una segunda lengua.8 Con todo,
se puede afirmar que la enseñanza del náhuatl como lengua de evan-
gelización pervivió a lo largo de la época colonial. Distintos testimo-
nios escritos no sólo de las órdenes y de los seculares, sino también
de las autoridades civiles como la Real Audiencia, así lo manifiestan.9
Qué obras se utilizaron para esta enseñanza en el obispado de Gua-
dalajara, es hasta cierto punto una incógnita. Es común que en los
mismos documentos donde se habla de la necesidad de conocer la
lengua mexicana, se afirme también que se hablan idiomas diferen-
tes en pueblos que distan apenas pocas leguas unos de otros. Y cuan-
do sí se habla náhuatl, éste difiere del de México.
Es muy posible que las obras utilizadas por los encargados de la di-
fusión del evangelio hayan sido aquellas que de alguna manera fun-
dan el registro de esta lengua en el alfabeto latino. En la Biblioteca
Pública del Estado de Jalisco, existe un fondo de obras de lenguas in-
dígenas que aparentemente fue reunido a raíz de expropiaciones a
los conventos hechas por el estado. En ese fondo se encuentran va-
rios originales, como el Sermonario de fray Juan de la Anunciación de
1577 y el de fray Joan Bautista, de 1598, los Vocabularios de fray Alon-
so de Molina de 1555 y el de 1571, etc. Es de suponerse que eran con-
sulta obligada de los evangelizadores.

8 Véanse al respecto, la carta de fray Rodrigo de la Cruz, enviada desde el conven-

to de Aguacatlán, en 1551 y el texto del informe de los franciscanos a Juan de Ovan-


do, visitador de Felipe II, redactado en 1569.
9 Este tema lo he trabajado en “Dinámica del desplazamiento de las lenguas indí-

genas en el occidente de México: época colonial”, en Ricardo Ávila Palafox (coord.),


El occidente de México en el tiempo, Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 1994, pp.
59-75. Existen numerosos documentos en los libros de Gobierno de la Real Audiencia
de Guadalajara, que indican la enseñanza del náhuatl y la selección de encargados de
doctrinas y de beneficios, con el requisito de haber aprobado un examen de lengua
mexicana. Dichos libros se encuentran en el Archivo de Instrumentos Públicos del Es-
tado de Jalisco.
GuzmanBetancourt 06 5/11/04 2:16 PM Page 87

el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 87

Ahora bien, es en 1692 cuando un franciscano de la Provincia de


Santiago de Xalisco, publica un Arte de la lengua mexicana según la acos-
tumbran hablar los indios en todo el obispado de Guadalajara. La obra con-
tiene, además de la parte de “gramática”, una lista de términos que
Guerra no se atreve a llamar “vocabulario”, sino “Copia de los verbos,
nombres y adverbios, de los significados que cada qual de ellos tiene”,
y una “Instrucción…” para administrar los sacramentos. En cuanto a
la organización de la información gramatical, es Nebrija el que está
presente; sin embargo, una autoridad que es todavía más obvia, es la
de fray Agustín de Vetancurt, a quien Guerra sigue, casi al pie de la
letra, como una comparación entre las artes de ambos deja en claro.
Vetancurt publicó su obra apenas 19 años antes que Guerra, en 1673
y de hecho, es quien aprueba la publicación de la de Guerra, en su
papel de “Ex Lector de Theología, Predicador General, Chronista
Apostólico de la Santa Provincia del Santo Evangelio, y Cura Ministro
por su Magestad de la Iglesia Parroquial del Señor San Ioseph de los
Naturales de México”.10 De no ser porque a pesar de seguir casi fiel-
mente la obra de Vetancurt, Guerra registra varias de las isoglosas del
náhuatl de occidente, el valor de la obra residiría en que constituye
también una demarcación territorial, lo cual fue una forma de con-
trol utilizada por la administración colonial. Guerra, se percató de las
diferencias dialectales entre el náhuatl de occidente y el del centro y
las legó para quienes vinieran después que él a difundir el evangelio,
a pesar de considerarlas una manifestación de náhuatl “corrupto”.
La necesidad de contar con un Arte que concentrara información
del náhuatl hablado en el obispado de Guadalajara, dio lugar a que,
por el hecho, la obra se agotara pocos años después de su edición. Es-
to se infiere de que se hayan elaborado, por lo menos dos copias ma-
nuscritas de ésta, una hacia 1758 y la segunda en 1759.11 Dicho texto
es el antecedente más inmediato al de Cortés y Zedeño.

10 Fray Joan Guerra, Arte de la lengua mexicana según la acostumbran hablar los indios

en todo el Obispado de Guadalajara y de parte de los de Durango y Mechoacán, segunda edi-


ción, Guadalajara, Imprenta Ancira y Hno. A. Ochoa, prólogo de Alberto Santoscoy,
1900, p. 2.
11 Es Alberto Santoscoy quien menciona la copia de 1758, sin describirla. Por otra

parte, la de 1759 se encuentra como manuscrito en BPEJ, en el Fondo Franciscano, vol.


237, 1759, 93 ff.; dicha versión no cuenta con la “copia de verbos…”.
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88 rosa h. yáñez rosales

3. PARADIGMAS EN EL ARTE DE CORTÉS Y ZEDEÑO

Gerónimo Thomas de Aquino Cortés y Zedeño conocía los paradig-


mas vigentes en su época. En la breve introducción de su Arte, señala:

Siguiendo en quanto pueda el arte de Antonio de Nebrija, para que los que
huvieren estudiado aquel, entiendan este, se divide el Arte Mexicana, en qua-
tro Libros: el primero se ponen las declinaciones de los nombres, y conjuga-
ciones de los verbos. En el segundo se ponen las ocho, o las siete partes de la
oración. En el tercero se trata de los géneros y pretéritos. En el quarto se tra-
ta de la composición y syntaxis de las ocho, o de las siete partes de la ora-
ción.12

Esta afirmación abierta sobre el seguimiento de la obra de Nebri-


ja, se confirma en las páginas del Arte. Continuamente, Cortés y Ze-
deño cita De Institutiones Grammaticae orientando al lector sobre qué
libro y apartado de Nebrija está siguiendo.
En cuanto a obras sobre el náhuatl anteriores a la suya, además de
la de Guerra, y que para 1765 eran ya muchas, Cortés y Zedeño tam-
bién estaba al tanto. En el “Prólogo”, nos dice:

Tres hijos van de un mismo parto, o tres obritas salidas de mi corto entendi-
miento; que son: Arte, Vocabulario, y Conffessonario: En ellos no encontra-
rás aquellos phrasismos de que usaron los antiguos Cicerones del Idioma Me-
xicano, quales fueron los Carochis, los Antonios del Rincon, Vetancures,
Guerras y otros. Estos zelosos Ministros bebieron, como dicen, el agua, o en
sus mismas fuentes, o al menos, quando no estaban lejos de su origen, ni lle-
vaban mezcla de otras, nacidas de diversos manantiales.13

Con todo, la influencia más evidente en el Arte, en cuanto a trata-


miento del náhuatl, es, al igual que en fray Joan Guerra, la de fray
Agustín de Vetancurt, publicada en 1673, como ya se dijo. En 46 de
las 61 notas de pie de página del Arte aparece la referencia a Vetan-
curt. Como se puede apreciar entonces, el franciscano seguía “estan-
do de moda” cien años después de la publicación, hecho que no pre-

12 Cortés y Zedeño, op. cit., p. 1.


13 Ibid., p. 1.
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el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 89

cisamente obedecía a que fuera una mejor obra, pues para ese tiem-
po ya se habían publicado las de Rincón, Carochi y Gastélum. Vetan-
curt además no incluyó ningún vocabulario en su arte. El que Cortés
y Zedeño lo tome como modelo en cuanto a la organización de la in-
formación del náhuatl se debió tal vez a un acceso más fácil a su obra
o la importancia del franciscano en el México colonial, tema aparte
del de esta ponencia. No abundaré sobre esto.14

4. INFLUENCIAS PRESENTES E INFLUENCIAS AUSENTES EN EL VOCABULARIO


DE CORTÉS Y ZEDEÑO

El vocabulario de Cortés y Zedeño, titulado “Diccionario de roman-


ce a mexicano”, consta en su totalidad de 3521 entradas, corpus que
si bien no es exhaustivo, presenta un gran potencial para asomarnos
a la cotidianidad de los indígenas del obispado de Guadalajara, sin
olvidar que es parte de una obra que incluye un arte y un confesiona-
rio. Digo que no es “exhaustivo” considerando que el de Nebrija con-
tiene entre 15 600 y 15 800 entradas y el de Molina, en su parte cas-
tellano-mexicano 17 410.15
Ahora bien, cuando inicié el análisis comparativo entre los tres vo-
cabularios, partí del supuesto de que Cortés y Zedeño mostraría una
fuerte influencia del vocabulario de fray Alonso de Molina. Esto no
es así. Por lo menos es lo que se desprende del primer conjunto de
unidades verbales estudiadas. La revisión y recuento de las entradas
de verbos que inician con <a>, me permite afirmar que Cortés y Ze-
deño siguió de manera muy cercana el vocabulario de Nebrija, para
hacer el suyo, mas no siguió el de Molina para establecer los equiva-
lentes en náhuatl. Me atrevería a decir que ni siquiera conoció este
último. En el corpus de 233 verbos no hay indicador alguno de que
lo haya consultado. En cambio, no hay duda de que conocía bastan-

14 Lo que quiero decir es que Vetancurt era típicamente una “autoridad” colonial,

en tanto que hizo una producción de obras claves para legitimar el discurso coloniza-
dor. Este tema lo desarrollo más en mi tesis doctoral, inédita.
15 Mary L. Clayton and R. Joe Campbell, “How much did Nebrija influence Moli-

na?”, ponencia presentada en el Taller de Amigos de las lenguas Yutoaztecas, celebra-


do el 28 y 29 de julio de 2000, en Chapala, Jalisco.
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90 rosa h. yáñez rosales

te bien el de Nebrija. Este autor registra 560 verbos que inician con
<a> mientras que Molina 757 para la misma letra.
Analizando las entradas, Cortés y Zedeño presenta coincidencias
en su inventario léxico en un 90% (aproximadamente) con Nebrija
y en un 60% (aproximadamente) con Molina, en la parte castellana
y sólo de un 30% en la parte náhuatl. Es decir, las entradas registra-
das por Cortés y Zedeño coinciden en un 90% con Nebrija, si bien es-
te último autor incluye una mayor proporción de unidades léxicas
castellanas. Véanse algunos ejemplos:

Ejemplos de coincidencias en castellano en los tres autores:

Nebrija
(1516) Abalançarse alguno Infero me medium
Abogar como quiera Ago causas. Adsum

Molina
(1571) Abalançarse o echarse por essos suelos,
prostrado nino, mayauhtiuetzi nino, tlaztiuetzi
Abogar, hablar por otro Tepan ni, tlatoa

Cortés y Zedeño
(1765) Abalanzarse Moixtaza
Abogar Palehuia

Ejemplos de coincidencias en castellano en sólo dos de los autores:

Nebrija
(1516) Acabar de hazer Perficio –is. Conficio–is.
y
Molina
(1571) Acabarse de hazer Tlami. Tzonquiça. Ye
algo caui quiça

Nebrija
(1516) Ablandar lo duro Mollio –is. Mollifico –as
y
Cortés y Zedeño
(1765) Ablandar lo duro Iamania
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el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 91

Ejemplos de entradas registradas por sólo uno de los autores:

Nebrija
(1516) Abrevar, dar a bever. Poto -as
Acabar de velar. Pervigilo -as
Molina
(1571) Acabar o consumir comida. Nitla, tlamia.
Nitla, tlamiltia. Nic, centlamia
Cortés y Zedeño
(1765) Alimentar. Taqua, l. Chicahuayia vel.
alimentaroa

Por el contrario, es poco frecuente que la palabra náhuatl propor-


cionada por Cortés y Zedeño coincida con la proporcionada por Mo-
lina para la misma entrada en castellano. Véase enseguida:

Coincidencias en castellano y en náhuatl entre Molina y Cortés y


Zedeño:

Molina: Abaxar por descendir. Ni, temo. Non, temo


Cortés y Zedeño: Abajar, descender. Temoa

Molina: Abaxar alguna cosa de alto. Nitla Temouia


Cortés y Zedeño: Abajar a otra cosa de alto. Temohuia

Coincidencias sólo en castellano y términos distintos en náhuatl


entre Molina y Cortés y Zedeño:

Molina: Abollar. Nitla patzoa


Cortés y Zedeño: Abollar. Tatectehuia

Molina: Abraçar. Nite nauatequi


Cortés y Zedeño: Abrazar. Nepaloa

Otras coincidencias en castellano y términos distintos en náhuatl


e influencia del castellano:

Molina: Significar. Nitla, nezcayotia


Cortés y Zedeño: Significar. Tenhualaquichihua inin, l. significaroa
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92 rosa h. yáñez rosales

Molina: Señalar. Nitla, machiyotia. Nitla, nezcayotia


Cortés y Zedeño: Signar o señalar. Machiotia, l. Señalaroa

Es claro que la exhaustividad, la abundancia demostradas por Mo-


lina están ausentes en Cortés y Zedeño. Su “Vocabulario” es una apor-
tación más bien modesta en número de entradas, y a pesar de ello, es
un excelente testimonio del contacto lingüístico que se estaba dando
entre el náhuatl y el castellano, donde ya se observan préstamos del
español que estaban compitiendo con el término náhuatl en el terri-
torio del obispado de Guadalajara en la segunda mitad del siglo XVIII
y que evidentemente no se encuentran en Molina, vg., taqua y alimen-
taroa, taquetentac y cenaroa; xochitia y floreceroa, tazopinia y punzaroa; ma-
chiotia y señalaroa; tenhualaquichihua inin y significaroa, por mencionar
sólo algunos. Estos registros y el de las distintas isoglosas que definen
el náhuatl de la periferia occidental constituyen la enorme aporta-
ción de la obra de Cortés y Zedeño. Incluso, un estudio más profun-
do del vocabulario, permitiría posiblemente incrementar el número
de isoglosas, precisamente por no registrar lo que el Vocabulario de
Molina registra.

CONCLUSIONES

Es posible que Cortés y Zedeño no consultara el Vocabulario de Moli-


na, porque hasta donde se sabe, no hubo reediciones durante la épo-
ca colonial del mismo y ya en el siglo XVIII, debe haber sido una obra
de difícil acceso. Con todo, a Cortés y Zedeño no le resultaba indis-
pensable consultar vocabulario alguno. A lo largo de su libro es evi-
dente que conocía la lengua náhuatl bastante bien, como hablante
nativo que era de ésta.16 Si comparamos su trabajo con el de fray Joan

16 A raíz de la localización de un expediente en el Fondo de Bienes de Difuntos en

la misma Biblioteca Pública del Estado, he iniciado la búsqueda de datos que me per-
mitan reconstruir su biografía. Según lo que se asienta en el expediente, Cortés y Ze-
deño era indígena originario de Tlajomulco, hermano del cacique de esta población.
Joaquín Cortés y Zedeño fue quien costeó todos los estudios del sacerdote. El pleito se
suscita debido a que el sacerdote deja sus bienes a un sobrino. Esto provoca que su cu-
ñada, la esposa de Joaquín Cortés, inicie una reclamación formal alegando precisa-
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el VOCABULARIO de gerónimo cortés y zedeño 93

Guerra, el de Cortés y Zedeño es bastante sistemático. El de Guerra,


en cambio, presenta ciertas irregularidades. En todo caso, lo que tam-
bién procede es un estudio de la influencia y alcance de la obra de
Molina, no sólo como obra que “sacaba” de dudas y apoyaba el traba-
jo del evangelizador, sino como obra que también dio forma y orien-
tó el inventario léxico del náhuatl y sus variantes. Después de todo, los
vocabularios de las lenguas indígenas no son tantos, comparados con
las artes. De esta forma, Molina y Cortés y Zedeño, son autores de re-
gistros verdaderamente singulares.

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LOS HISPANISMOS EN LA “DOCTRINA CRISTIANA”


DE MOLINA: SU INCIDENCIA

PILAR MÁYNEZ VIDAL*

Fue la orden de los franciscanos la primera en llegar a la Nueva Espa-


ña con la encomienda de salvar almas e instaurar un nuevo credo en-
tre la población aborigen, de la cual sólo pocos años antes se había te-
nido noticia. Seguidores de san Francisco, los predicadores, que
arribaron desde la segunda década del siglo XVI, obtuvieron muy pron-
to la confianza de los naturales por la sencillez que mostraban y por
la rigurosa pobreza en que vivían, cualidades con las que los nativos
se identificaban plenamente. El principio de austeridad que regía a
la orden de san Francisco fue reconocido también por las autoridades
del gobierno y del clero, quienes giraron amplias recomendaciones
al rey para que dicha congregación se encargara de la labor misional
del Nuevo Mundo.1 A estos frailes menores, como se les conocía, fue
confiada, en primera instancia, la conquista espiritual de los natura-
les amerindios. Se trataba de inculcar la creencia en un solo y único
Dios omnipotente, juez supremo que castigaría o premiaría las accio-
nes realizadas en la tierra. Por tanto, el culto idolátrico y politeísta de-
bía de ser erradicado en favor de aquel que consideraban, los fervo-
rosos padres, el único posible.
Para ello se requería vencer la resistencia de los indígenas y crear
métodos eficaces de transculturación. No obstante, a pesar de la con-
fianza que despertaron entre los aborígenes los misioneros francisca-
nos, la implantación de la nueva religión de ninguna manera resultó

* UNAM/ENEP-Acatlán.
1 Dice Lino Gómez Canedo: “En cuanto a la pobreza y desinterés abundan los testimo-

nios de que los franciscanos de México gozaron desde un principio y por mucho tiem-
po de tal opinión en sumo grado. El contador Rodrigo de Albornoz los recomendaba
al rey en 1525 como dignos de crédito, por ser “personas sin codicia y pasión”; el obis-
po fray Juan de Zumárraga en 1547 advertía la pobreza en que vivían, pues no recibían
dinero por las misas que todas las decían por los bienhechores, y además no eran im-
portunos en pedir”. Evangelización, cultura y promoción social, México, Porrúa, 1993,
p. 172.

[97]
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98 pilar máynez vidal

fácil. Había que convencerlos del error en que habían vivido, pero tal
cuestionamiento fue objeto de confrontaciones desgarradoras. Re-
cordemos, en este sentido, el Libro de los Coloquios reelaborado por fray
Bernardino de Sahagún con la ayuda de sus colaboradores indígenas,
en el que se reproduce lo que debió suceder repetidas veces en este
intercambio doloroso. En ellos se muestra la resistencia de los tlama-
tinimeh a abandonar su forma de concebir el mundo y la desesperan-
zadora expresión de lo que ello implicaría. A continuación transcri-
bimos aquí una de las partes más conmovedoras de este texto; la
traducción es de Miguel León-Portilla:

Vosotros dijisteis
que nosotros no conocíamos
al Dueño del cerca y del junto,
a aquél de quien son el cielo y la tierra.
Habéis dicho
que no son verdaderos dioses los nuestros.
Nueva palabra es ésta,
la que habláis
y por ella estamos perturbados,
por ella estamos espantados.
Porque nuestros progenitores,
los que vinieron a ser, a vivir en la tierra, no hablaban así.2

Para la conversión de los naturales se requería la instrumentación


de métodos de enseñanza de la religión que se deseaba imponer, los
cuales abarcaron desde la simple exposición de los dogmas funda-
mentales del cristianismo a través de lienzos, hasta la elaboración de
numerosos textos destinados a la catequesis. De ahí la proliferación
de sermones, vidas de santos, piezas teatrales con temática religiosa,
entre otros, transvasados a diversos idiomas indígenas. Éste, sin du-
da, fue el procedimiento más eficaz de evangelización, pero también,
como veremos posteriormente, el más complejo. Se requería el do-
minio de los contenidos de la historia cristiana y el pleno conocimien-
to de la cultura y la lengua a los que serían traducidos.

2
Coloquios y Doctrina Cristiana, edición facsimilar, introducción, paleografía, versión
del náhuatl y notas de Miguel León-Portilla, México, UNAM y Fundación de Investiga-
ciones Sociales A. C., 1986, p. 149.
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los hispanismos en la “doctrina cristiana” de molina 99

Fray Pedro de Gante, fray Bernardino de Sahagún y fray Alonso de


Molina, los tres pertenecientes a la orden franciscana, se dedicaron
justamente a este trabajo. Fray Alonso de Molina, al que nos referire-
mos particularmente aquí, fue autor de importantes textos sagrados
como los Confesionarios mayor y menor publicados por primera vez en
1565 en la casa de Antonio de Espinosa, y de obras lingüísticas que
no tuvieron parangón, como el Vocabulario en lengua mexicana y caste-
llana y castellana y mexicana, editado en 1555, y reeditado y considera-
blemente ampliado en 1571. Inmerso en la misión evangelizadora
que había sido confiada a su orden, en primera instancia, elaboró
también una de las más conocidas y usadas doctrinas del siglo XVI que
incluso se convirtió en modelo a seguir: me refiero a la Doctrina cris-
tiana en náhuatl y castellano, publicada en 1546 posiblemente por
Juan Pablos y reeditada en 1571 y subsecuentemente en los siglos XVII
y XVIII.
Aunque sabemos que salió a la luz a mediados del siglo XVI gracias
a la indicación en un informe de los franciscanos a la Provincia del
Santo Evangelio de México, sólo contamos con un fragmento de vein-
ticinco páginas impresas, incluido en el que García Icazbalceta publi-
có en 1889 con el nombre de Códice franciscano. Sobre esta obra reli-
giosa leemos en el citado Códice que “la mejor destas Doctrinas, y más
acertada en buena lengua y en la demás […] es una que compuso el
p. Fr. Alonso de Molina […] y digo que será la mejor, porque este re-
ligioso es la mejor lengua mexicana que hay en la Nueva España”.3
Contiene la Doctrina cristiana de Molina oraciones como el Credo,
el Padrenuestro, el Ave María y la Salve Regina; la exposición de los
diez mandamientos de Dios y los cinco de la Iglesia. También inclu-
ye una somera revisión sobre los pecados veniales y mortales, las vir-
tudes teologales y cardinales, las ocho bienaventuranzas, una breve
reflexión sobre la confesión, preguntas a los adultos que quieren bau-
tizarse y a los padrinos, y, por último, la bendición y las gracias a los
alimentos. En cuanto a la originalidad de esta obra, Robert Ricard co-
menta que su contenido es prácticamente el mismo que el de los ca-
tecismos usados en la Península como la Doctrina pueril de Raymun-

3 Fray Alonso de Molina, Doctrina Christiana breve traduzida en lengua mexicana, en


Joaquín García Icazbalceta, Nueva colección de documentos para la historia de México, Mé-
xico, Antigua Librería de Andrade y Morales, 1889, v. 11, p. 29.
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100 pilar máynez vidal

do Lulio, aunque precisa que el plan adoptado es casi igual al que en


los últimos años del siglo XV siguió el fraile fray Pedro de Alcalá en su
obra destinada a los moros del reino de Granada.4
Pero, entonces, ¿en qué consistió la importancia de estas obras que
repiten, o en el mejor de los casos adaptan, hasta cierto punto, el pen-
samiento del nuevo catecúmeno, la estructura y los contenidos de
aquéllas confeccionadas en el Viejo Mundo? Además de la tarea de
difusión del nuevo credo para las que estaban destinados, estos tex-
tos, en su mayoría, fueron traducidos a los distintos idiomas de los
prosélitos, lo cual sin duda implicó serias dificultades que tuvieron
que ver con la particular conceptualización de aquellos sistemas a los
que se tendrían que transvasar los contenidos de la religión que se
deseaba difundir. Joaquín García Icazbalceta comenta, por ejemplo,
con relación a los Sermones de Domínicas y de Santos en lengua mexica-
na de fray Bernardino de Sahagún que “no fueron traducidos de Ser-
monario alguno sino compuestos nuevamente a la medida de la ca-
pacidad de los indios”.5
Existe, por otra parte, una estrecha relación entre el tema de trans-
culturación lingüística y el trabajo del traductor que intentará trans-
mitir en este caso el mensaje cristiano en términos de la cultura re-
ceptora. Y esto precisamente es lo que nos interesa aquí: los criterios
que adoptó fray Alonso de Molina para hacer alusión en la parte ná-
huatl de la obra que venimos comentando a los conceptos torales de
la religión católica.
Fueron dos los procedimientos por los que podía optar: incorpo-
rar los términos castellanos en los textos en lenguas indígenas que hi-
cieran clara alusión a los conceptos de la fe que se deseaba implantar,
o potenciar las posibilidades formales y semánticas de los propios idio-
mas vernáculos a fin de generar nuevos significantes y frases descrip-
tivas o de imprimir otros significados a los significantes preexistentes.
El primer método que es al que nos referiremos particularmente aquí
evitaba el posible sincretismo. Al emplear voces procedentes de otro
sistema, el referente quedaba diferenciado formal y conceptualmen-
te; sin embargo, también quedaba como un elemento ajeno a su per-

4 Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Fondo de Cultura Econó-

mica, 1986, p. 190.


5 Joaquín García Icazbalceta, Bibliografía mexicana del siglo XVI, edición por Agustín

Millares Carlo, México, Fondo de Cultura Económica, 1954, p. 335.


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los hispanismos en la “doctrina cristiana” de molina 101

cepción lingüística y, por tanto, a su cosmología. El concepto introdu-


cido mediante el préstamo era concebido, entonces, como un elemen-
to ajeno. John Crawford asegura, por su parte, que “el resultado del
uso de ese método es que en aquellos lugares donde la cultura indí-
gena más necesita de una explicación significativa de un concepto abs-
tracto, se encuentra con una palabra extranjera, una que lo más po-
sible es que no tenga ningún significado para dicha cultura”.6 El
segundo método requería el pleno conocimiento de la lengua a la que
se traduciría la nueva religión a fin de crear neologismos de acuerdo
con la naturaleza de la lengua vernácula o circunloquios explicativos
que hicieran referencia a esos contenidos. Este procedimiento permi-
tía una penetración más eficaz y profunda en el sistema lingüístico y
conceptual del nuevo receptor. No obstante, también implicaba algu-
nas dificultades que tenían que ver con la errónea comprensión de
las nuevas aplicaciones de la palabra indígena y con la exagerada lon-
gitud de las paráfrasis, que incluso podían integrar información su-
plementaria no incluida en el término original.7
Fray Alonso de Molina pudo elegir así entre la ortodoxia que pro-
porcionaba el empleo de hispanismos, y en algunos casos de latinis-
mos para la enseñanza de conceptos fundamentales de su credo o
entre el transvase al náhuatl de esos contenidos a través de los pro-
cedimientos mencionados. En la Doctrina cristiana como en sus dos
Confesionarios mayor y menor, publicados con posterioridad a ésta, se
identifican ambas formas de referencia. Lo que resulta interesante
aquí es precisamente descubrir, si es que existen, las constantes en el
empleo de uno u otro métodos y sus posibles causas. Pero veamos.
Los préstamos del castellano al náhuatl que se advierten en este tex-

6 “Transculturación lingüística y la traducción de la Biblia” en Actas del XXXV Con-

greso Internacional de Americanistas (México, 1962), México, 1964, vol. 11, p. 636.
7 Algunos trabajos que tratan sobre esto son: John Crawford, “Transculturación lin-

güística y la traducción de la Biblia” en Actas del XXXV Congreso Internacional de Ameri-


canistas (México, 1962), México, 1964, vol. II, pp. 635-637; Carlos Robles, “Problemas
que se presentan en la expresión de los conceptos filosófico-religiosos del Cristianis-
mo en las lenguas indígenas de América”, Actas del XXXV del Congreso Internacional de
Americanistas (México, 1962), México, 1964, vol. II, pp. 615-624; Wigberto Jiménez Mo-
reno, “Filosofía de la vida y transculturación religiosa. La religión mexica y el Cristia-
nismo”, XXXV Congreso Internacional de Americanistas (México, 1962), México, 1964, vol.
II, pp. 543-613; Ascensión H. de León-Portilla, Tepuztlahcuilolli, impresos en náhuatl, his-
toria y bibliografía, México, UNAM, t. I, pp. 24-30.
GuzmanBetancourt 07 24/6/04 12:10 Page 102

102 pilar máynez vidal

to los podemos dividir en dos grandes rubros: sustantivos propios y


comunes. James Lockhart comenta respecto a este punto que: “los
préstamos [incorporados en las primeras décadas de la Colonia] no
son mínimos y que en la mayoría de los casos se puede argumentar
incluso que es posible interpretarlos nominalmente”.8
Tanto los nombres propios como los comunes pueden aparecer en
su forma simple y compuesta, es decir, ya como vocablos sueltos, ya
como sintagmas. De esta forma tenemos: diezmos, padrinos, sacramen-
tos y doctrina cristiana, sentidos corporales, orden sacerdotal, Santa María,
Pater Noster. Así mismo, a unos y a otros pueden incorporárseles pre-
fijos o sufijos del náhuatl: tipadre, imaniman, cristianoyotl, cruztitech, Dio-
se, sanctome. La pluralización de los hispanismos con el sufijo me no se
identifica únicamente en textos sagrados de esta índole. En el vasto
corpus compilado y analizado por Lockhart, se registran numerosos
casos en los que aparecen tanto me como tin incluidos al final del tér-
mino castellano; caballos alterna con cahuallome, cahuallos y cahuallos-
me. Queda claro, entonces, que los préstamos introducidos en la Doc-
trina cristiana son en su totalidad sustantivos o sintagmas nominales
que en ocasiones pueden incluir al principio o al final del vocablo
elementos del náhuatl.
Pero ¿de qué manera se podrían explicar los criterios adoptados
por Molina en la incorporación de hispanismos en esta obra funda-
mental de la tarea catequística? Algunos de los términos castellanos
alternaron con su equivalente forma amerindia; por ejemplo, pecado
venial convive en el texto indígena con tepiton tlatlacolli; lo mismo ocu-
rre con la palabra fe y su equivalente tlaneltoquiliztli. Otras veces la in-
serción de préstamos responde más bien al interés por transmitir cla-
ramente la idea a la que se hace referencia: No oncatqui chicuntlamantli
qualtiuani, yectiuani: yn itoca virtudes. En este caso existe una sobrealu-
sión al concepto expresado en náhuatl mediante qualtiuani, yectiuani,
a través del hispanismo virtudes. Pero también esta repetición podría
deberse al hecho de que la voz hispana se encontraba apenas en un
proceso de introducción en el náhuatl, y por tanto requería de una
especificación adicional. Recordemos que esta obra corresponde a
un periodo muy temprano de la Colonia (1546) en el que los nuevos

8 James Lockhart, Los nahuas después de la Conquista. Historia social y cultural de la po-

blación indígena del México central. Siglos XVI-XVII, México, FCE, 1999, p. 412.
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los hispanismos en la “doctrina cristiana” de molina 103

conceptos que los frailes deseaban enseñar necesitaban una especial


precisión.
Ahora bien, si revisamos los campos semánticos en los que se ob-
serva este fenómeno de interferencia advertimos aspectos de gran in-
terés, como los siguientes: la enunciación de los pecados mortales y
de las virtudes contrarias a esas graves transgresiones aparecen tradu-
cidas en el texto indígena, esto es, si en el escrito castellano leemos
soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, en el mexicano en-
contramos nepoaliztli, teuyeuacatiliztli, auilnemiliztli, qualaniliztli, nexu-
tiliztli, nexicoliztli, tlatziuiztli.
Lo mismo ocurre con la enumeración de las virtudes teologales y
cardinales fe, esperanza y caridad, por una parte, y justicia, prudencia, for-
taleza y templanza, por otra, que aparecen transvasadas en el apartado
en náhuatl como tlaneltoquiliztli, netemachiliztli, tetlazotlaliztli y tlachiua-
liztli, nematiliztli, chicaualiztli, tlaiyeyecoliztli, respectivamente.
Molina tradujo sin mayor problema estos términos, quizá porque
las faltas que se pueden cometer o los atributos deseados dentro de
la moral cristiana a los que se hacían referencia, son propios de la na-
turaleza humana y, por tanto, no requerían una alusión diferenciada
mediante el hispanismo. Sin embargo, éste no fue el caso de los sa-
cramentos que aparecen en el texto indígena mencionados a través
del vocablo castellano. Aquí podemos observar un especial interés en
destacar particularmente cada uno de estos siete conceptos: bautis-
mo, confirmación, penitencia, comunión, extremaunción, orden sa-
cerdotal y matrimonio.
Ahora bien, en el texto que hemos venido tratando encontramos
una caso especial, esto es, la referencia al primero mediante la pala-
bra castellana pero también a través de su equivalente náhuatl; así
aunque es más frecuente la incorporación de bautismo, en uno de los
últimos apartados leemos moquaatequia, para bautizar, forma que apa-
rece igualmente en otras obras catequísticas del fraile.9 El empleo de
una u otra voz podría estar vinculado, entonces, a cuestiones de ín-
dole gramatical y semántico-cultural. Para el nombre del sacramento

9 El término “bautismo” aparece también en los Confesionarios de Molina; no obs-

tante, al cambiar de categoría gramatical se emplea otimoquatequi. Véase Pilar Máynez,


“La incidencia de hispanismos en los Confesionarios mayor y menor de fray Alonso de Mo-
lina: un análisis contrastivo”, Estudios de Cultura Náhuatl, UNAM, 1999, vol. 30, p. 283.
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104 pilar máynez vidal

Molina no hace concesiones; lo distingue con el hispanismo aun


cuando, como se ha dicho anteriormente, el concepto quede como
un elemento extraño e impuesto; no así la referencia a la acción co-
rrespondiente (bautizar), quizá porque el ritual indígena incluía tam-
bién una práctica muy parecida a aquel acto de purificación cristia-
no, por lo que su traducción permitía a los nuevos catecúmenos una
más fácil referencia.10
Recordemos que la ceremonia prehispánica comprendía dos par-
tes: el lavatorio del niño y la imposición de su nombre. En ésta la co-
madrona, según leemos en el libro VI del Códice florentino: “metía en
el agua a la criatura y dezia. Entra hijo mjo, o hija mja en el agua que
se llama matlalac, y tozpalac, laveos ella, limpieos el que esta en todo
lugar, y tenga por bien de apartar de voz todo el mal que trays con
vos”.11 Por otra parte, en el apartado correspondiente a la amonesta-
ción breve para los que se acaban de bautizar de la Doctrina cristiana
encontramos un notable paralelismo con el texto indígena que arri-
ba transcribimos: “Hijo muy amado: Nuestro Señor te ha hecho ago-
ra muchas mercedes, porque te ha alimpiado y te ha perdonado to-
dos tus pecados, y te ha adoptado en hijo, y eres ya miembro de la
Sancta Iglesia, y quedas libre de los pecados que te afligian mucho”.12
Como se puede advertir, existe una evidente similitud entre ambos
actos iniciáticos de purificación, lo cual podría explicar tanto la in-
serción del préstamo como la traducción del concepto a su aproxi-
mado indígena. Pero lo anterior no implica que estas dos formas (bau-
tismo y moquaatequia) sean intercambiables, como no lo son otros

10 Jacques Soustelle advierte al respecto: “Cuando el hombre nace o ‘desciende’ (te-

mo) por decisión de la dualidad suprema, se encuentra automáticamente insertado en


este orden, aprisionado por esta máquina omnipotente. El signo del día de su naci-
miento lo dominará hasta su muerte; determinará incluso ésta y, por consiguiente, su
destino ulterior, según que haya sido escogido para morir sacrificado –se unirá enton-
ces al cortejo resplandeciente del Sol– o ahogado, en el cual caso conocerá las delicias
del Tlalocan, o en fin, destinado a la aniquilación en el más allá tenebroso del Mictlán.
Toda su suerte se halla sometida a una predestinación rigurosa”. En Miguel León-Por-
tilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, México, UNAM, 1993, pp. 193-194.
11 Fray Bernardino de Sahagún, Códice florentino, Historia general de las cosas de Nue-

va España. Manuscrito 218-20 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea Laurenziana,


edición facsimilar, México, Florencia, Casa Editora Giunti Marbera, AGN, 1979, lib. 6,
fols. 149 y 150, pp. 153v. y 154r.
12 Fray Alonso de Molina, Doctrina cristiana, p. 53.
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los hispanismos en la “doctrina cristiana” de molina 105

conceptos que en esta Doctrina no aparecen con su traducción, pero


que en otras obras catequísticas sí la incluyen, lo cual podría invitar
en un primer momento a inexactas comparaciones.13
A pesar de sus correspondencias con el indígena, el bautismo cris-
tiano, al menos en las primeras décadas de la evangelización, no fue
comprendido plenamente por los nuevos prosélitos. En el Confesiona-
rio mayor, Molina reprende a quienes se bautizan dos veces, lo que sig-
nifica que el rito no estaba asimilado del todo. ¿Qué se puede espe-
rar, entonces, de aquellos sacramentos, como el de la Extremaunción,
que según explica el franciscano, “recibe el que está ya para morir”,
los cuales no tenían parangón posible con la religión pagana y que,
como se advierte en este caso, tuvieron que expresarse a través de la
voz prestada?
El fenómeno de interferencia lingüística al que nos hemos venido
refiriendo requiere de un minucioso análisis que permita explicar de
manera más sistemática los criterios adoptados por los frailes en el
empleo ya del préstamo, ya de la traducción de los conceptos torales
de la religión que deseaban implantar. Para ello es fundamental la
elaboración de un inventario extraído de las obras catequísticas que
contemple no sólo los casos que hemos señalado de manera muy so-
mera aquí sino otros más, como el de la generación de neologismos
a partir de los elementos preexistentes en las lenguas aborígenes, la
fecha probable en que comenzaron a circular y el significado que re-
vestían. Tal examen nos permitirá comprender más claramente uno
de los más interesantes casos de transculturación lingüística en el
Nuevo Mundo.

13 Sobre lo anterior dice Pedro Carrasco que: “al describir la religión del México

antiguo se usan palabras como dios, ídolo, alma, cielo, infierno, etc., más o menos con-
sagradas por el uso. Como es natural no deben aceptarse las connotaciones que pue-
dan tener estos términos desde el punto de vista partidista de cualquier religión”, His-
toria general de México, México, El Colegio de México, t. I, 1977, p. 235.
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YN IQUALTICA YECTICA YGRATIA: LOS MARCADORES


DISCURSIVOS COMO ESTRATEGIA PARA EVANGELIZAR

MERCEDES MONTES DE OCA VEGA*

1. INTRODUCCIÓN

La gran producción de textos religiosos que se originó a raíz de la


conquista, hizo necesario adecuar no sólo la lengua de la evangeliza-
ción al nuevo momento histórico, sino también las formas empleadas
para lograr persuadir al indígena acerca de la posibilidad de sustituir
sus creencias por la doctrina cristiana.
Había conceptos que los frailes querían transmitir y otros que era
necesario desaparecer. Con este fin en mente se siguen diversas estra-
tegias conceptuales y textuales para reformular creencias y otros as-
pectos de la idiosincrasia indígena desde la perspectiva católica.
A nivel muy general, podemos mencionar algunas de estas estrate-
gias tales como la creación de neologismos en la lengua náhuatl, los
cuales permiten la transmisión del concepto deseado sin interferen-
cias. Por ejemplo, el pecado, designado por la palabra tlahtlacolli, tie-
ne como origen el verbo ihtlacoa, que fray Alonso de Molina traduce
como “estragar o dañar algo” (Molina [1571] 1977:43r). El neologis-
mo se convierte así en el mejor vehículo, tanto a nivel lingüístico co-
mo conceptual, para implantar una unidad de significado que estaba
ausente del universo prehispánico, concretamente en un texto de fray
Andrés de Olmos, tiene una presencia constante. Me refiero al Trata-
do sobre los siete pecados mortales, elaborado en náhuatl por fray Andrés
en 1551 y publicado por Georges Baudot en 1996 con traducción al
español. La estructura lingüística del vocablo citado es adaptada fá-
cilmente al paradigma conceptual católico para transmitir significa-
dos precisos como “pecado mortal”, “pecado venial”, “caer en pecado”,
“el pecado es malo”:

temictiani tlatlacolli
“pecado mortal”
(Olmos [1551] 1996:18)

* UNAM/IIFL.

[107]
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108 mercedes montes de oca vega

ayc ypan uetz in tlatlaculli


“nunca cayó en pecado”
(Olmos [1551] 1996:114)

yn ixquich tlatlacolli mochi amo qualli


“todos los pecados son muy malos (no buenos)”
(Olmos [1551] 1996:232)

ypan huetçihua in tepiton tlatlacolli in itoca venial


“se cae en pecado pequeño, su nombre es venial”
(Olmos [1551] 1996:142)

Otro recurso consiste en la desemantización de los vocablos. En es-


te caso, no se trata de la creación sino la reutilización de algunos de
los lexemas que, previamente, debían vaciarse del sentido que tenían
para ser empleados, con posterioridad, en nuevos contextos de corte
cristiano, por ejemplo: teopixque, “sacerdote”; Mictlan, “infierno”. Este
último aparece en el Tratado de los siete pecados mortales, designado, no
por los difrasismos registrados en el Libro VI del Códice Florentino:

in mictlan in ilhuicac “en el lugar de los muertos” /


“en el cielo”

ahpochquiahuayocan ahtlecallocan “donde no hay salida para


el humo” / “donde no hay
chimeneas”

in atlan in oztoc “en el agua” / “en la cueva”

in mictlan in yohuayan “en el lugar de los muertos” /


“en la oscuridad”

in chantli in mictlan “en el hogar” / “en el lugar


de los muertos”

sino por otros difrasismos cuyos términos asociados, si bien no son


una innovación respecto al inventario del Florentino, sí lo es la asigna-
ción del significado, como, por ejemplo: “la trampa” y “el mecate” in
tzonhuaztli in mecatl, que constituía uno de los difrasismos que nom-
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los marcadores discursivos como estrategia 109

braba al castigo. Así, con esta asociación, se reformula el sentido del


Mictlan como un lugar de castigo:

tzonhuazco mecac mictlan


“en la trampa, en el mecate, en el Mictlán”
(Olmos [1551] 1996:20)

Este difrasismo también es empleado en un nuevo contexto que


sirve para dotarlo de una sustancia semántica diferente por la inclu-
sión de la figura del diablo, personaje desconocido hasta el momen-
to y al cual se prefiere nombrar en español:

yuhqui yn itzouaz yuhqui yn imecauh in diablo


“como su trampa, como su mecate del diablo”
(Olmos [1551] 1996:46)

Estos ejemplos nos llevan a otra de las estrategias, a saber, la que


consistía en emplear los mismos parámetros conceptuales, siempre y
cuando existiera la posibilidad de asociarlos con el paradigma católi-
co. De tal suerte, tenemos la identificación y posterior asimilación de
la suciedad con el pecado, asemejándose esta relación al paradigma
indígena en el cual lo sucio, expresado por un difrasismo in teuhtli in
tlazolli, “el polvo”/“la basura”, denominaba una conducta que iba con-
tra la norma, referida preferentemente a los hábitos sexuales. A pe-
sar de que la analogía no respetó el significado exacto, el traslado se-
mántico al contexto católico fue eficaz:

in teuhtli in tlaçolli yn ixquich yn amo qualli in aiectli


“el polvo, la basura todo lo no bueno, lo no recto”
(Olmos [1551] 1996:256)

Otro recurso consistió en incluir términos en español, los cuales


eran empleados junto a una perífrasis que permitía la explicación, en
lengua náhuatl, para hacer más eficiente su estandarización y difu-
sión. El caso del bautismo, en el texto de Olmos, constituye un ejem-
plo de este procedimiento en el cual, a través de una estructura di-
frástica, el primer término, “lavarse la cabeza”, hace explícita la
naturaleza del segundo: recibir el bautismo:
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110 mercedes montes de oca vega

yn otimoquatequi yn oticceli baptismo


tú te lavas la cabeza, tú recibes el bautismo
(Olmos [1551] 1996:88)

Este último ejemplo nos lleva al tema del presente trabajo: el em-
pleo de los difrasismos en los textos de evangelización, particularmen-
te en aquel de fray Andrés de Olmos y la manera en la que estas es-
tructuras son incorporadas en los textos en cuestión.
La enumeración previa de los mecanismos lingüísticos y concep-
tuales en el material textual católico no es exhaustiva; sin embargo,
creo que es necesario profundizar en este tema para entender los me-
canismos lingüísticos de la evangelización.1

2. LOS DIFRASISMOS EN EL TEXTO DE OLMOS

Los difrasismos son construcciones lingüísticas que consisten en la


yuxtaposición de dos términos cuyo significado es diferente de aquel
de los lexemas que los componen. Por lo tanto, se puede decir que
el significado no se obtiene a través de una sumatoria de los térmi-
nos.
Para ilustrar estas estructuras tenemos algunos ejemplos de difra-
sismos nominales y verbales:

atl metlatl = mujer iztlactli tencualactli = mentira


“agua” “metate” “saliva” “baba”
itqui mama = gobernar xotla cueponi = brotar
“cargar” “portar” “encender” “estallar”

1 Como bien lo dice L. Burkhart: “By allowing Christian doctrine to be shaped by

Nahuatl terminology, and by assuming that Nahua concepts of time, morality and cos-
mology were comparable to theirs, the friars inadvertenlty fostered the retention of
much indigenous belief, within the context of colonial Nahua Christianity. It is only
through close study of their native-language doctrinal writings that the dialogue bet-
ween indians and priests, between inidigenous culture and Christianity, can be recons-
tructed, and that simplistic models of ‘syncretism’ and ‘survival’ can be replaced by a
deeper understanding of the processes of culture contact” (Burkhart, 1988:253).
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los marcadores discursivos como estrategia 111

Tradicionalmente han sido estudiados desde una perspectiva esti-


lística pero es necesario destacar que son formas que pertenecen a la
lengua y expresan las maneras de percibir y conceptualizar de los ha-
bitantes del México prehispánico.
Como marcadores discursivos, están presentes en contextos con-
trolados y tienen diversas funciones entre las que destacan: la deno-
minación de un referente significativo a través de una estructura pa-
ralela, y la asignación de un estatuto honorífico a través del cual se
distinguen ciertos referentes. El empleo de los difrasismos en lugar
de los términos habituales permite destacar ciertos rasgos semánticos
poniéndolos en perfil.2
Los difrasismos sobre los que versa este trabajo se recopilaron de
un texto escrito exprofeso para la evangelización, llamado Tratado so-
bre los siete pecados mortales del franciscano Andrés de Olmos, fechado
en 1551-1552. Este texto está, según Baudot:

totalmente elaborado en lengua náhuatl, cuenta con setenta y seis hojas rec-
to y vuelto desde el folio 312r hasta el 387v, en que bruscamente se interrum-
pe con una frase trunca, presentando así una mutilación que lo hace incom-
pleto, ya que el folio 388 parece haber sido arrancado (Baudot 1996:ix)

El cuerpo del texto se divide en capítulos y subcapítulos que tra-


tan sobre los diversos pecados agrupados en los siete, considerados
como mortales. Así, se incluyen pecados como la desobediencia, la
vanagloria, la jactancia, la irreverencia, el desprecio, la vanidad, la am-
bición, la hipocresía, la avaricia, la simonía y la rapiña, el fraude y el
hurto, el juego, la lujuria, el adulterio, el estupro, la gula, la ira, el
enojo, la pereza y la envidia.
El análisis que presento a continuación se concibe de manera
comparativa con un corpus recolectado previamente del Libro VI del
Códice Florentino. En este texto se identificaron y clasificaron, de
acuerdo con su estructura, los difrasismos que estaban presentes más
de dos veces en dicho manuscrito. Dadas las características y los ob-
jetivos con los que fueron recopilados los diversos libros del Floren-

2 El proceso de poner en perfíl o perfilar se refiere a un concepto de la gramática

cognoscitiva que consiste en una entidad, designada por una predicación, que es pro-
minente y se puede pensar como un tipo de punto focal (Langacker, 1987:118).
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112 mercedes montes de oca vega

tino3 se puede plantear una diferencia sustancial entre éste y el tex-


to que nos ocupa. En consecuencia, considero que es posible propo-
ner que el corpus básico contiene difrasismos que pueden estar más
apegados a una tradición textual prehispánica, mientras que los di-
frasismos que se encuentran en el texto de fray Andrés de Olmos res-
ponden a un nuevo momento lingüístico y cultural.
La primera diferencia entre ambos corpora son los difrasismos que se
privilegian, es decir, los que tienen una mayor frecuencia de aparición.
En el primer cuadro se presentan los difrasismos construidos a par-
tir de dos nominales:

Libro VI Códice Florentino Frecuencia Tratado de los Siete Frecuencia


Pecados
in atl in tepetl 98 in qualli in yectli 49
“el agua” “el cerro” “bueno” “recto”
in nantli in tahtli 94 in ixtli in yollotl 26
“la madre” “el padre” “ojo-cara” “corazón”
in cuauhtli in ocelotl 72 in tetl in cuahuitl 26
“el águila” “el ocelote” “la piedra” “el palo”
in petlatl in icpalli 57 in atl in tepetl 25
“el petate” “el asiento” “el agua” “el cerro”
in ilhuilli in macehualli 50 in cueitl in huipilli 16
“la recompensa” “la falda” “la camisa”
“el merecimiento”
in cozcatl in quetzalli 52 in axixtli in cuitlatl 15
“el collar” “la pluma “la orina” “el excremento”
preciosa”
in cuahuitl in tetl 34 in nantli in tahtli 13
“el palo” “la piedra” “la madre” “el padre”
in chalchihuitl in teoxihuitl 33 in tenyotl in mahuizyotl 14
“la jadeíta” “la turquesa” “el renombre” “la fama”
in cententli in cencamatl 33 in axcaitl in tlatquitl 11
“un labio” “una boca” “la propiedad” “el bien”
in cualli in yectli 25 in cuitlapilli in ahtlapalli 11
“lo bueno” “lo recto” “la cola” “el ala”

3 Para más información acerca de los objetivos y el método de recopilación etno-

gráfica de Sahagún, consultar Ascensión Hernández, ed., 1990; Edmonson, ed., 1974.
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los marcadores discursivos como estrategia 113

En el segundo cuadro aparecen los difrasismos formados por dos


estructuras verbales:

Libro VI Códice Florentino Frecuencia Tratado de los Siete Pecados Frecuencia


Capitales
itqui - mama 48 ihtoa- tenehua 31
“cargar” “portar” “decir” “hablar”
choca - tlaocoya 38 cocoa - tolinia 29
“llorar” “sufrir” “estar enfermo” “ser pobre”
tlacoti - tequiti 35 cuiltonoa- tlamachtia 20
“trabajar” “laborar” “gozar” “disfrutar”
notza - tzahtzi 30 mauhtia - izahuia 18
“llamar” “gritar” “tener miedo” “espantar
a alguien”
ihiyohuia - ciahui 26 ahci tlalia pachihuia 16
“padecer necesidad” “alcanzar” “poner” “satisfacer”
“adquirir con trabajo
lo necesario a la vida”
tonehua - chichinaca 25 pohua - atlamati 16
“padecer dolor” “tener respeto a otro”
“tener dolor” “embaucar a otro”
cui - caqui 24 teca - pechteca 16
“agarrar” “oír” “tender” “humillarse”
atli - tlaqua (tlamaca) 24 chihua-tlahueliltic4 15
“dar de beber” “hacer” “ser desgraciado”
“dar de comer”
temiqui - cochi 23 ihca -nemi 14
“soñar” “dormir” “estar de pie” “vivir”
cuiltonoa - tlamachtia 22 choca -tlaocoya 14
“gozar” “disfrutar” “llorar” “sufrir”
yoli - tlacati 22 cocoa - izahuia 13
“vivir” “nacer” “estar enfermo” “espantar”
paca - altia 20 tliltia – catzahua 13
“lavar” “bañar” “enegrecer” “ensuciar”
cui - ana 19 zoma - nenequi 13
“agarrar” “tomar” “enojarse” “hacerse del rogar”
cua - i 17 pachoa - yacana 10
“comer” “beber” “gobernar” “guiar a otro”

4 Este par, a pesar de su alta frecuencia, sólo presenta una forma: omochiuh omotlaue-
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114 mercedes montes de oca vega

Es obvio que la frecuencia de los difrasismos en el Códice Florentino


es más elevada, ya que es un texto más extenso; pero, si nos concen-
tramos en la frecuencia relativa, es posible establecer la comparación
y señalar algunas particularidades.
En el caso de los verbales, el difrasismo más común en el texto Tra-
tado sobre los siete pecados mortales es:

Ihtoa tenehua
“decir” “hablar”

Si se piensa que el objetivo y carácter del citado texto se centran en


la predicación tiene sentido que sea precisamente este par el que apa-
rece con más frecuencia, aunque el uso es distinto ya que las expresio-
nes se refieren a la mención y al acto de invocar los nombres de Jesús
y de Dios. Asimismo, las posibilidades de diversidad estructural se res-
tringen al utilizar la forma pasiva y el eventual de la forma pasiva:

iceltzin dios qualli yectli ytoloni teneualoni


“sólo Dios debe ser bien-rectamente hablado, mencionado”
(Olmos [1551] 1996:24)

in itocatzin Jesus yn nouiyan ytoloz teneualoz


“su nombre de Jesús en todas partes será dicho, mencionado”
(Olmos [1551] 1996:70)

Respecto a los difrasismos nominales, el que predomina, en el ca-


so del texto de fray Andrés de Olmos, es el que se refiere a lo bueno
y a lo recto. De las 49 apariciones, 12 tienen un sentido negativo, lo
no bueno, lo no recto:
qualli yectli
“lo bueno” “lo recto”
(Olmos [1551] 1996:18, 24, 22, 32, 26, 208)

liltic. La elección de un verbo irregular, cuya única forma es la 3a. Sg, impide que el
verbo chihua, “hacer”, aparezca flexionado y, por lo tanto, este difrasismo podría ser
considerado como un congelamiento lingüístico los cuales son considerados estructu-
ras lingüísticas que se constituyen como pares ordenados convencionalmente, cuyo or-
den está congelado o fijo y también la forma bajo la cual aparecen ya que no permi-
ten flexiones o derivaciones (Cf. Landsberg, 1995).
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los marcadores discursivos como estrategia 115

yn aqualli in ayectli
“lo no bueno” “lo no recto”
(Olmos [1551] 1996:24,38,58)

yn aqualhcan yn ayeccan
“en el lugar no bueno” “en el lugar no recto”
(Olmos [1551] 1996:14, 106)

yn amoqualli yn amoyectli
“lo no bueno” “lo no recto”
(Olmos [1551] 1996:44)

Esta estructura no difiere de la que se presenta en el Códice Floren-


tino. Sin embargo, en el Tratado se añaden otros términos a este par.
En un trabajo anterior propuse que la existencia de un tercer térmi-
no, que se integraba de manera facultativa a los pares establecidos, se
empleaba para especificar o designar el sentido que tenía el difrasis-
mo (Montes de Oca, 2000).
En consecuencia, tenemos un tercer término que es el que apare-
ce con más frecuencia: chipahuac:

ynic yectli inic qualli ynic chipaoac


“con lo recto, con lo bueno, con lo limpio”
(Olmos [1551] 1996:34)

yn iyectica yqualtica ichipauaca


“su rectitud, su bondad, su limpieza”
(Olmos [1551] 1996:44)

ma qualli yectli chipahuac


“que (sea) bueno, que (sea) recto, que (sea) limpio”
(Olmos [1551] 1996:44)

ynic qualli yectli chipahuac


“con lo bueno, recto limpio”
(Olmos [1551] 1996:156)

qualli yectli chipahuac


“bueno, recto, limpio”
(Olmos [1551] 1996:192,240)
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116 mercedes montes de oca vega

En este caso es importante señalar que se viola uno de los princi-


pios estructurales de la formación de difrasismos al parear términos
de diferentes clases (Montes de Oca, 2000).5 Los dos primeros son no-
minales mientras que el último tiene un sufijo adjetival. Así, a pesar
de que el lexema está en lengua náhuatl, la construcción del difra-
sismo sigue el paradigma del español al considerar que tanto qualli
como yectli son formas adjetivas y por lo tanto la inclusión de chipa-
huac es apropiada.
De tal suerte, el espacio de significación de este difrasismo se an-
cla a un contexto cristiano a través de la inclusión de este tercer lexe-
ma cuyo significado: chipauac. Cosa limpia, hermosa o clara (Molina,
1577:21r), con facilidad nos remite al concepto de limpieza = pure-
za, omnipresente en la ideología cristiana.
También está presente un término que aparece sólo una vez, teto-
liniloyan “lugar en el que se sufre, hay aflicción”, junto a la construc-
ción negativa de este par:

yn can aqualhca ayecca yn tetoliniloyan


“en el lugar de lo no bueno, de lo no recto, en el lugar
del sufrimiento y la aflicción”
(Olmos [1551] 1996:90)

Esta estrategia tiene una variante cuando se incluye el tercer lexe-


ma en latín para establecer la denominación pretendida, se recupe-
ra así el sentido estricto que Olmos busca establecer para los otros dos
términos.

Yn iqualtica yectica ygratia


“su bondad, su rectitud, su gracia”
(Olmos [1551] 1996:6, 226)

El término en latín, gratia, se añade en tres ocasiones a los lexe-


mas: qualtica yectica, cuya forma nominal se ha alterado6 para integrar

5 Este difrasismo aparece una sola vez en el corpus del Libro VI del Florentino pero

no se rompe la simetría estructural ya que se preserva en los tres términos la forma ver-
bal: ma qualtia ma iectia ma chipaoa (Cf: Libro VI: 175).
6 Este proceso puede ser similar al que reporta L. Burkhart respecto a teoyotl: “The
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los marcadores discursivos como estrategia 117

el sufijo –ti y formar un verbo intransitivo que indica “el ser o el vol-
verse” (Launey, 1992:268). A dicho verbo se le cambia, por segunda
vez, la clase a una nominal a través del sufijo participial –ca que ex-
presa un estado o lo que produce un estado (Launey, 1992:279). Se
construye así, una estructura que tiene una presencia escasa en el Flo-
rentino,7 y cuya composición evidencia una complejidad innecesaria
ante la existencia de varias formas nominales respectivas: qualli, qual-
tiliztli, quallotl yectli, yectiliztli, yectiliztica. Por lo tanto, podría pensarse
que se trata de una forma de innovación léxica con la cual se cons-
truye una especialización semántica:

yn ica yqualtica yca yectica yçan ypaltzinco yca ygratia


“con su bondad con su rectitud y junto con su gracia”
(Olmos [1551] 1996:58)

Estos ejemplos sugieren que los difrasismos han sufrido procesos


de modificación que cambian la forma original y el sentido que te-
nían en los textos de filiación prehispánica.
En los documentos empleados para la evangelización es evidente
el reconocimiento de la utilidad que tenían los difrasismos como re-
cursos discursivos. Las alteraciones a las formas y sentidos originales
de estas formas son de varios tipos, su enumeración y explicación re-
basaría el espacio considerado para este trabajo.8 Sin embargo, es ne-
cesario señalar que la modificación más notoria consiste en emplear
una estructura paralela para incorporar términos, estrictamente cris-
tianos. Se construyen así, difrasismos propios para el contexto de los
textos de evangelización.

friars often employed this term teoyotica (in a sacred or divine way, or divinely, from teo-
yotl, an abstract form of the noun teotl (deity) plus the instrumental suffix -tica) as a
way of expressing metaphorical relationships between earthly and spiritual referents”.
El análisis gramatical si bien es diferente del que yo propongo no deja de sorprender
que se emplee la misma forma (Burkhart, 1988:249).
7 Las únicas apariciones se registran en el Códice Florentino, cualtica aparece tres ve-

ces en el mismo contexto en referencia a los días malos y buenos del tonalpohualli en
la misma forma 3a. SgPos, y una sola vez junto a la única aparición de yectica (Cf. Dib-
ble & Anderson, Libro 4, f. 9, 96; Libro 6, f. 16, 198; Libro f.1, p. 25).
8 Una versión más extensa de este artículo que incluirá los tipos de modificaciones

que presentan los difrasismos será publicada más adelante.


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118 mercedes montes de oca vega

in yolia in nacayotl
“la vida” “la carne”

in teoyotl in ilhuicayotl
“lo divino” “lo celestial”

in qualli in gratia
“lo bueno” “la gracia”

in angelome in diablome
“los ángeles” “los diablos”

in dios in oquichtli
“dios” “el varón”

in angelome in sanctome
“los ángeles” “los santos”

3. NÚCLEOS CONCEPTUALES

La propuesta de los núcleos conceptuales surge a partir de la presen-


cia de varios difrasismos en relación a un mismo referente, al cual de-
signan de manera diferenciada. Es decir, cada uno destaca o perfila
ciertos rasgos o características de un significado que puede conside-
rarse como global. En el Tratado… es posible identificar algunos de
estos núcleos que se refieren a:

la persona: in ixtli in nacaztli


“el ojo-rostro” “la oreja”
in ixtli in yollotl
“el ojo-rostro” “el corazón”
in maitl in icxitl
“la mano” “el pie”

la pareja in cihuatl in oquichtli


“la mujer” “el varón”
in pilli in cihuapilli
“el noble” “la mujer noble”
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los marcadores discursivos como estrategia 119

la mujer: in malacatl in tzotzopaztli


“el huso” “el palo de tejer”
in cueitl in huipilli
“la falda” “la camisa”

el hombre: in cuauhtli in ocelotl


“águila” “ocelote”
in huictli in mecapalli
“el azadón” “el mecapal”

los ancestros in ilama in huehue


“la vieja” “el viejo”
in nantli in tahtli
“la madre” “el padre”

lo valioso in cozcatl in quetzalli


“collar” “pluma preciosa”
in chalchihuitl in teoxihuitl
“jadeíta” “turquesa”

el peligro in atlauhtli in tepetl


“barranca” “cerro”
in nextepehualli in ohtlamaxalli
“tropezadero” “encrucijada”

la suciedad: in axixtli in cuitlatl


“orina” “excremento”
in teuhtli in tlazolli
“polvo” “suciedad”

el castigo: in tzonhuaztli in tlaxapuchtli in mecatl


“lazo para cazar” “trampa” “mecate”
in tzonhuaztli in mecatl
“lazo para cazar” “mecate”
in tlaxapochtli in tepetl
“lazo para cazar” “cerro”
in tetl in cuahuitl
“piedra” “palo”
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120 mercedes montes de oca vega

in colotl in tzitzicaztli
“alacrán” “ortiga”
in huitztli in omitl in cecec atl
“la espina” “el hueso” “el agua fría”
in axixtli in cuitlatl
“los orines” “el excremento”

Mictlan: in axixpan in cuitlapan


“en el lugar de los orines, en el lugar
del excremento”
tzonuazco mecac mictlan
“en el lugar del lazo para cazar, en el lugar
del mecate”

El núcleo conceptual en el que se registra un mayor número de di-


frasismos es el referente al castigo. Sin embargo, es notorio que sea
precisamente éste en el cual los núcleos conceptuales han sido alte-
rados ya que los difrasismos integrantes son diferentes. Así, en el do-
minio del castigo se incluyen pares que podrían considerarse como
convencionales o prototípicos como:

in colotl in tzitzicaztli in tetl in quauitl


“el alacrán” “la ortiga” “la piedra” “el palo”

Pero también se incluye otro par formado por “espina”, “hueso”,


“agua fría” uitztli, omitl cecec atl que son lexemas que tradicionalmen-
te no constituyen un par del núcleo conceptual de castigo en el cor-
pus base:

Niman uel yehoatl in culutl in tzitzicaztli tetl quauitl ynic


tetzacuilhti yuan uitztli
“Luego él con el alacrán, la ortiga, la piedra, el palo
con esto castiga a la gente y

omitl cecec atl


con la espina el hueso, al agua fría”
(Olmos [1551] 1996:110)
GuzmanBetancourt 08 5/11/04 2:19 PM Page 121

los marcadores discursivos como estrategia 121

a pesar de que el difrasismo in huitztli in omitl no aparece en el cor-


pus del Libro sexto del Códice Florentino, tenemos la referencia en el
diccionario de fray Alonso de Molina, quien la califica como metá-
fora:
vuitztli omitl tetech nicpachoa
“reprehender y castigar a otro”
(Molina, 1577:157v)

uitztli tzitzicaztli tetech nicpachoa


(Molina, 1577:158r)

Literalmente esta última expresión se traduciría como: “yo le apli-


co (o le allego) a alguno la espina el hueso”. Una posible explicación
podría ser que la entrada, en el diccionario mencionado, está indi-
cando una modificación a nivel de los lexemas constituyentes de los
difrasismos y que dicho proceso de alteración de los pares se inició
de forma muy temprana.
También aquellos pares que se consideran prototípicos se han al-
terado, por ejemplo en el difrasismo in tetl in quahuitl “la piedra” “el
palo”, uno de los más comunes y el cual mantiene el orden de apari-
ción9 de los lexemas en las 26 recurrencias que tiene se modifica en
una ocasión. Y sólo se mantiene uno de los lexemas originales qua-
huitl al cual se le añade xochitl para hacer un par nuevo: in quahuitl
in xochitl, “el palo” “la flor” este difrasismo sufre así una descontextua-
lización que lo lleva a perder el nexo con una de las formas de casti-
go más comunes en el México prehispánico.
De tal suerte, es posible que “el palo” y “la flor” constituyan los le-
xemas para construir un difrasismo para castigo y la presencia de la
flor sea con el fin de acentuar un castigo no físico y así reforzar la idea
del castigo después de la muerte, en un espacio cristiano.
Nuevos difrasismos se forman a partir del nuevo contexto y en con-
secuencia podemos considerar que también se agrupan en núcleos
conceptuales correspondientes.

9 El orden de aparición de los lexemas es importante para diferenciar los pares más

establecidos y frecuentes de aquellos que no los son (cf. Montes de Oca, 2000).
GuzmanBetancourt 08 24/6/04 12:33 Page 122

122 mercedes montes de oca vega

4. CONCLUSIONES

Los difrasismos formaron parte de las estrategias textuales y narrati-


vas que los misioneros emplearon para construir una nueva visión del
mundo que estuviera más acorde con el paradigma católico y fuera
mejor aceptada por los indígenas. El empleo y la innovación de los
marcadores discursivos, conocidos como difrasismos, así como su pre-
sencia en diversos textos, elaborados ex profeso para la evangelización,
son evidencia de su papel central en la reestructuración lingüística y
en la conquista espiritual del México antiguo.

BIBLIOGRAFÍA

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nial Mexico”, Ethnohistory, 1988, 35:3, pp. 234-256.

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GuzmanBetancourt 08 5/11/04 2:19 PM Page 124
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 125

UNA DEFINICIÓN DEL NÁHUATL NOVOHISPANO TEMPRANO

FEDERICO B. NAGEL BIELICKE*

En este trabajo expongo los lineamientos para tratar de delimitar el


náhuatl de la época novohispana temprana, sobre la base de algunos
de los documentos que corren desde fines del segundo decenio del
siglo XVI hasta mediados del siguiente. Considero que es prioritario
establecer cimientos firmes y detallados para la elaboración de estu-
dios posteriores. Para lograr tal propósito, distingo cuatro caminos a
seguir con relación al aprovechamiento de las fuentes elegidas: la fo-
nología, la morfología, la sintaxis y la lexicografía y en esta exposición
defino el periodo a estudiar y describo la metodología con relación a
las primeras gramáticas.
El periodo que establezco para el estudio del náhuatl es el que com-
prende las primeras gramáticas y otros documentos alfabetizados de
esta lengua. No disponemos de fuentes anteriores a la conquista que
nos permitan dilucidar las características inmanentes del idioma, a pe-
sar de que los antiguos nahuas tuvieron un sistema incipiente de es-
critura y aún perduran testimonios de esa época pero, en cualquier ca-
so, no auxilian al investigador para llevar a cabo este tipo de pesquisa.
La alfabetización del náhuatl se inicia en el primer contacto con
los castellanos. Aunque no se incorporan palabras nahuas en la pri-
mera carta de relación de Hernán Cortés –sólo hay uno que otro to-
pónimo probablemente del maya–, en la segunda, fechada 30 de oc-
tubre de 1520, se encuentran numerosos antropónimos, gentilicios y
topónimos en náhuatl ya transcritos con el alfabeto latino. Los docu-
mentos más antiguos que se conocen redactados enteramente en ná-
huatl datan de ocho años después como, por ejemplo, el que Lorenzo
Boturini llamó Unos anales históricos de la Nación Mexicana (Hernández
de León-Portilla, 1988, I:17). La semejanza fonológica entre los dos
idiomas facilitó en gran medida los primeros intentos de transcrip-
ción y no dudo que Pedro de Gante, hacia fines de 1523, estaba tra-
tando de aprender el idioma auxiliándose con palabras o frases que

* UNAM/ENEP Acatlán.

[125]
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 126

126 federico b. nagel bielicke

escribía. Es gracias a los evangelizadores e incluso a algunos conquis-


tadores de este periodo que hoy podemos estudiar la riqueza del ná-
huatl tal como se hablaba entonces.
Sería conveniente examinar a fondo los primeros documentos del
idioma y luego reunir los datos obtenidos por tema en una forma que
resulte fácilmente asequible a los lingüistas y nahuatlatos modernos.
Las síntesis deben cubrir los diferentes dominios del idioma: fonolo-
gía, morfología, sintaxis y lexicología. En los años setenta se publica-
ron varias gramáticas y en la siguiente década dos diccionarios que
toman en cuenta el acervo en cuestión, pero, especialmente en lo que
a gramáticas se refiere, no se aclara la procedencia de los materiales,
ni cómo se interpretaron las discrepancias que hay entre los distintos
autores. Por otra parte, acerca de la sintaxis náhuatl casi no hay estu-
dios dignos de referir.
Así pues, mi primer compromiso consiste en definir el periodo que
se va estudiar, y eso es justamente lo que me propongo hacer en esta
exposición, el contexto sirve para justificar la terminología que adop-
to: náhuatl novohispano temprano. Dicho de otra manera, me propon-
go averiguar cómo era exactamente el idioma que registran los escri-
tos alfabetizados más antiguos a los que tiene acceso el investigador.
Las fuentes básicas para estudiar –mediante las cuales defino el
periodo– son, fundamentalmente, las gramáticas, ya que por sus ca-
racterísticas y la información que contienen, delimitan con claridad
un momento clave en la historia del náhuatl. El primer paso consis-
te en reseñar las Artes o gramáticas, indicando cómo los autores orde-
naron su material, en qué tema dejarán su mayor aporte y cuál es la
relación que hay entre ellos y sus dimensiones.

LAS ARTES O GRAMÁTICAS

Se sabe que ya desde el primer decenio después de la conquista los


franciscanos habían elaborado por lo menos una gramática y un vo-
cabulario para auxiliar a sus compañeros en el aprendizaje del ná-
huatl; es de lamentar que dichas obras se conozcan únicamente por
referencias. El primer cronista novohispano de la orden, fray Jeróni-
mo de Mendieta (1980: 224, 550, 625, 661), escribía a fines del siglo XVI
refiriendo los nombres y detalles que se han comprobado parcialmen-
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 127

una definición del náhuatl novohispano temprano 127

te en fuentes independientes; para mayor detalle al respecto, véase As-


censión Hernández de León-Portilla (1988, I:14) y Francisco Morales
(1993:62). Por razones de espacio no profundizo en este interesante
tema pero también porque alejaría al lector de la finalidad principal,
por lo cual regreso a los materiales que sí se pueden consultar.
La gramática más antigua, de la cual se conocen seis ejemplares
manuscritos, es la de fray Andrés de Olmos, Arte para aprender la len-
gua mexicana, terminada en 1547 aunque no vio la imprenta sino has-
ta 1875, en París. Para ordenar las categorías gramaticales del náhuatl
el autor dice que se inspira en el arte latino de Antonio de Nebrija
que, sin lugar a duda, fue el método que utilizó la gran mayoría de
los estudiosos que aprendían el latín como segunda lengua desde fi-
nes del siglo XV y gran parte del XVI en España; sin embargo, es im-
portante señalar que Olmos (1972: 13) advierte claramente que el ná-
huatl es un idioma distinto del latín y, por lo tanto, no sigue del todo
el esquema de Nebrija.
Al hojear su gramática es evidente que, desde el principio, emplea
la metodología nebrisense, pero adapta el orden a uno más adecua-
do con la estructura del náhuatl. En lugar de los “cinco libros” de la
gramática latina, divide su obra en tres partes, la primera contiene
prefijos que él asocia a los pronombres, y continúa con la palabra no-
minal (los pronombres, los sustantivos y los adjetivos); es la parte más
pequeña de la obra, 20.3%. El segundo apartado trata de la palabra
verbal, que es lo más complejo y abundante de la información grama-
tical, 39.8%. Con estas dos partes ha identificado las palabras que
aceptan flexión: nombres, pronombres, verbos y participios, que co-
rresponden a las ocho partes de la oración latina.
En el tercer apartado del libro explica las otras cuatro partes de la
oración: adverbio, conjunción, preposición e interjección, además de
la ortografía y sintaxis, las “maneras de hablar” (21.7%). La edición
de Rémi Siméon de 1875 incluye varios huehuehtlahtolli que se omiten
en la publicación del Museo Nacional y, si agrego esos textos, corres-
ponderían a otro 12.6%. Así, esta parte llegaría a ser casi tan extensa
como la sección de la palabra verbal; las páginas iniciales correspon-
den a otro 5.6%. (He usado las ediciones del Museo Nacional para
comparar la extensión de las gramáticas ya que todas ellas fueron reu-
nidas en un tomo intitulado Colección de gramáticas de la lengua mexica-
na, y, en consecuencia, tienen características tipográficas y de forma-
to semejantes.)
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 128

128 federico b. nagel bielicke

Resulta útil reflexionar sobre el orden que dispuso ya que, a mi pa-


recer, refleja en forma palpable la morfología del náhuatl, las tres par-
tes corresponden a los diversos tipos de palabras (nominales, verba-
les y de partículas); agrega otros datos del idioma en el libro tercero
referentes a fonética y sintaxis. Sin embargo, lo que en verdad consi-
dero genial de la presentación de Olmos es el cambio, con relación
a lo tradicional, al colocar el pronombre antes del nombre, pues así
hace resaltar una de las características que distinguen al náhuatl del
latín, a saber, el uso de prefijos para indicar relaciones de persona
tanto con nombres como con verbos.
Ahora paso al primer Arte que se imprimió, escrito por fray Alonso
de Molina, quien, sin duda, auxilió a Olmos cuando éste aprendía el
náhuatl. El Arte de la lengua mexicana y castellana, publicado en 1571,
fue la segunda gramática impresa de un idioma americano. El orden
de los elementos en este tratado es totalmente distinto del que sigue
Olmos, ya que en el primer apartado sigue rigurosamente el orden de
las partes de la oración, un capítulo por cada uno de las ocho, 66.0%,
y en la segunda, 25.8%, retoma los elementos más complejos del idio-
ma: nominales y verbales, y luego explica la “buena pronunciación” y
las “maneras de hablar”, donde, como ejemplo, presenta un análisis
por palabra del inicio del Padre Nuestro y remite al lector a su “doc-
trina cristiana” para más ejemplos de la “phrasis” de la lengua.
A diferencia de Olmos, él no hace tanto hincapié en los prefijos
sino que constantemente hace referencia a los diversos sufijos del
náhuatl. Esto también es muy interesante, desde la perspectiva del
idioma, y utilizó esos elementos como forma básica de ordenar la in-
formación dentro de los capítulos; sin embargo, esta solución, en al-
gunos casos, aumenta la complejidad para el neófito, ya que en algu-
nos contextos ciertos sufijos desempeñan funciones disímbolas,
aunque aparecen en una misma entrada. En lo que se refiere a su no-
menclatura, ésta no es la que comúnmente se buscaría en la actua-
lidad, en parte por su ortografía y en parte por la forma en que la
define.
La siguiente gramática que se publicó, en 1595, fue escrita por el
padre jesuita Antonio del Rincón, un indígena (al parecer) hablante
nativo de náhuatl y castellano, emparentado con la familia de Neza-
hualcóyotl. Su Arte mexicana es la más pequeña de la época que se es-
tudia. Aunque no lo aclara, es obvio que usa el esquema de la gramá-
tica latina de Nebrija ya que, al igual que éste, divide su obra en cinco
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 129

una definición del náhuatl novohispano temprano 129

libros con temas y orden muy semejantes. Las páginas iniciales, con las
licencias y dedicatoria, representan 14.3%, el libro primero (10.7%),
lo dedica a la palabra nominal, donde incluye los prefijos que, como
los otros autores de la época, clasifica como pronombres, aunque él
los llama semipronombres. La conjugación del verbo y su formación
está contenida en el libro segundo (14.3%), los siguientes dos tienen
material nominal y verbal y en ellos se cubren aspectos más complejos;
en el tercero, el más extenso (17.8%), trata sobre la derivación de no-
minal a verbal y viceversa y diversos sufijos y construcciones verbales
(causativo, aplicativo y honorífico), y al final el frecuentativo. En el si-
guiente, composiciones entre palabras (12.5%) y en el último incluye
toda la información relacionada con la escritura y fonología (14.3%).
Una diferencia con las gramáticas anteriores es que agrega un vo-
cabulario de las palabras utilizadas pero no traducidas en el Arte
(16.1%). Molina (1945: f5v-6r) había mencionado que, siguiendo a
Nebrija, no traducía muchas palabras, entre otras razones por no ha-
cer el libro tan voluminoso. Hay que considerar que él mismo acaba-
ba de publicar su enorme Vocabulario, al cual remite al estudioso. La
pequeña lista de palabras incluida por Rincón en su Arte resulta, a mi
parecer, muy acertada desde el punto de vista didáctico.
Hacia mediados del siguiente siglo salió el Arte mexicano, impreso
en 1642, de fray Diego de Galdo Guzmán. Este religioso agustino fue
el primer profesor que ocupó, en la Real y Pontificia Universidad, las
cátedras de náhuatl y hñähñu (otomí) que se habían abierto desde
el siglo anterior. En forma análoga a Olmos, dividió su libro en tres
partes, la primera con la información de la palabra nominal (18.4%),
la segunda con la conjugación de los verbos (30.7%) y la otra, la más
extensa (42.1%) contiene principalmente información del verbo y al
final las otras partes de la oración (preposición, adverbio, conjunción
e interjección), para concluir con las “maneras de hablar”. Las licen-
cias y dedicatoria, al inicio, representan otro 8.8%.
A medio siglo de la aparición del Arte mexicana de Rincón, y tres
años después del de Galdo Guzmán, se publica el tratado del padre
Horacio Carochi, también jesuita, el Arte de la lengua mexicana con la
declaración de los adverbios della. Carochi sigue muy de cerca el mode-
lo del Arte mexicana de su compañero de orden, pero trata de expli-
car todo con mayor claridad e incorporando numerosos ejemplos, tal
como lo advierte al inicio de su prólogo “Al lector” (Carochi, 1983:
s/n [11]). En realidad, este Arte y el de Olmos son los que están me-
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 130

130 federico b. nagel bielicke

jor explicados y con mayor abundancia de ejemplos, tanto en lo que


se refiere a vocablos como a frases y enunciados.
Ya resalté la semejanza que existe entre este Arte con el de Rincón,
salvo en dos importantes rubros. Para la fonética presenta los datos
básicos en el primer capítulo y luego integra las otras observaciones
de su antecesor en los lugares que corresponden a la explicación mor-
fológica; además, a todo lo largo del libro usa signos diacríticos para
precisar la pronunciación de las vocales en náhuatl; asimismo, el li-
bro quinto lo dedica al adverbio, categoría que no tocó su antecesor.
El libro primero de Carochi trata la palabra nominal (14.8%), el
siguiente de las conjugaciones (16.9%), el tercero y cuarto contiene
el mismo material que el Arte de su antecesor (23.2% y 9.9%, respec-
tivamente). El quinto, que es el más extenso (31.0%), incorpora pre-
ciosos ejemplos utilizando los adverbios, las páginas iniciales repre-
sentan 4.2%.
A continuación se puede apreciar la extensión de las cinco gramá-
ticas y cómo las ordenaron sus autores, concentrados en una tabla pa-
ra facilitar comparaciones:

Autor Olmos Molina Rincón Galdo Carochi


Guzmán
pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1
Iniciales 8 5.6 8 8.2 8 14.3 10 8.8 6 4.2
Libro 1 29 20.3 64 66.0 6 10.7 21 18.4 21 14.8
Libro 2 57 39.8 25 25.8 8 14.3 35 30.7 24 16.9
Libro 3 31 21.7 10 17.8 48 42.1 33 23.2
Libro 4 7 12.5 14 9.9
Libro 5 8 14.3 44 31.0
Textos 18 12.6
Vocabulario 9 16.1
Total 1432 100 97 100 56 100 114 100 142 100

1 La cantidad de páginas en la edición del Museo Nacional y su porcentaje del to-

tal de la gramática.
2 He integrado las páginas que corresponderían a los huehuehtlahtolli a la edición

del museo por comparación con el facsimilar de Rémi Siméon.


GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 131

una definición del náhuatl novohispano temprano 131

Como se puede apreciar por los breves comentarios al presentar


las Artes, cada autor contribuyó con algo específico y valioso, y en-
tre los cinco tenemos una mejor idea de cómo es el idioma náhuatl,
pero ¿qué sucede con las siguientes gramáticas?
En 1673 salió de la imprenta el Arte de la lengua mexicana, de fray
Agustín Vetancurt, consta de 82 páginas en la edición del Museo Na-
cional. Luego se encuentra la del clérigo Antonio Vázquez Gastelu,
Arte de la lengua mexicana, que se imprimió en 1689, y en la edición
que usó como punto de comparación contiene 39 páginas. La últi-
ma del siglo XVII apareció en 1692, Arte de la lengua mexicana según
la acostumbran hablar los indios en todo el Obispado de Guadalajara, par-
te del de Guadiana y del de Mechoacan, por fray Juan Guerra; ésta no
se incluye en la Colección de gramáticas de la lengua mexicana publica-
da por el Museo Nacional; la edición original, en octavo, consta de
78 páginas y es aproximadamente 50% más grande que la de Váz-
quez Gastelu.
La primera observación acerca de estas tres últimas gramáticas,
es que, en términos generales y en relación con las primeras, éstas
son más pequeñas, rasgo distintivo, también, de las del siglo XVIII.
Otro aspecto muy importante es que, por lo menos una, la de Juan
Guerra, se refiere a un dialecto del náhuatl, concretamente a la va-
riante del náhuatl hablado en occidente, tal como se especifica en
el título. Algunas décadas después se publicará otra sobre esa mis-
ma región, y una más que tiene algunos datos que remiten al actual
estado de Guerrero. Es oportuno aclarar que las cinco primeras re-
flejan el náhuatl de la cuenca de México con algunos datos sobre
las zonas aledañas.
Lo que salta a la vista es que, en general, las primeras gramáticas
son voluminosas, constan de aproximadamente cien páginas o bas-
tante más, salvo la de Rincón que se asemeja más a las dos que se
publicaron hacia fines del siglo XVII. Las dos más grandes, práctica-
mente idénticas en tamaño, son las de Olmos y Carochi, y les siguen
la de Galdo Guzmán y Molina. La siguiente sería la de Vetancurt, de
extensión semejante las de Guerra y Rincón y, por último, la muy
pequeña de Vázquez Gastelu. En el siguiente cuadro se pueden
comparar los resultados de la inspección:
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132 federico b. nagel bielicke

Autor Año Pp. M.N. % de Olmos


Andrés de Olmos 1547 143 100
Alonso de Molina 1571 97 67.8
Antonio del Rincón 1595 56 39.2
Diego de Galdo Guzmán 1642 114 79.7
Horacio Carochi 1645 142 99.3
Agustín Vetancurt 1673 82 57.3
Antonio Vázquez Gastelu 1689 39 27.3
Juan Guerra 1692 591 41.3

1 Se comparó el de Juan Guerra de octavo con el de Vázquez Gastelu y su longitud

en la edición del Museo Nacional sería aproximadamente de 59 páginas.

LAS GRAMÁTICAS EN FUNCIÓN DE SU COBERTURA SOBRE TEMAS GENERALES


DE LINGÜÍSTICA

La siguiente etapa en el análisis consistirá en comparar la manera en


que se abordan distintos aspectos de la lingüística: fonológicos, mor-
fológicos, lexicográficos y sintácticos.

Fonología

A cierto nivel todas las fuentes alfabetizadas del náhuatl presentan in-
formación fonológica porque, siguiendo la tradición en España y va-
rios otros países, se trata de usar un signo por cada fonema; sin em-
bargo, por razones históricas esto no siempre es cierto porque el
español está ligado a la ortografía del latín de donde derivó su alfa-
beto y el náhuatl al castellano. Lo importante fue que, al ir conocien-
do los idiomas americanos, usaban este principio para tratar de trans-
cribirlos. Por supuesto hubo problemas: la irregularidad de la
ortografía del castellano, en especial el uso indistinto entre las semi-
vocales y vocales < i, j, y > para los fonemas /i/ e /y/ y además < u, v,
hu > y a veces o para los fonemas /u/ y /w/. Sobre todo hay proble-
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 133

una definición del náhuatl novohispano temprano 133

mas con sonidos que no conocían, en especial los diversos matices de


las vocales que rara vez registraron, porque tenían problemas para
distinguir con certeza lo que ellos llaman “acento”: longitud vocáli-
ca, cierre glotal o saltillo y el acento propiamente dicho.
El primer gramático que trata de solucionar los aspectos fonoló-
gicos del idioma es Rincón y, sin duda, ésta es su principal aporta-
ción. Como hablante nativo del idioma, siguió el reto que dejó Ol-
mos (1972: 11) al señalar en su Arte que variaba mucho el acento y a
veces los vocablos parecían tener dos acentos, algo que él no supo
registrar y que esperaba que otro estudioso lo solucionara. No estoy
de acuerdo con la solución que da Rincón, porque junta en cada una
de sus definiciones de acento varias características distintas, pero él
está consciente del problema, de sus particularidades y lo trata de re-
gistrar mediante signos diacríticos (Smith Stark, 1996: 408); es pro-
bable que la imprenta no tuviera los tipos adecuados, pero al traba-
jar con su gramática detenidamente, se duda de que exista una
sustentación en relación con los “acentos”. Otra aportación al mis-
mo tema es su lista de pares mínimos en la que proporciona ejem-
plos de palabras cuyas variaciones en la vocal conllevan cambios se-
mánticos.
Hay unos problemas menores con Olmos, dos detalles lo distin-
guen de los otros franciscanos de esa época, usa <tç> en lugar del más
común <tz>. El otro es el empleo de una <h> después de la <l> en for-
ma de <lh> y aclara que algunos lo utilizan así; esto lo podemos ver
en Molina y Sahagún pero sólo en dos contextos: lhu y thu. En algu-
nos casos, en aquel tiempo la h del castellano era una fricativa ligera-
mente aspirada.
Por su parte, Molina tampoco solucionó los problemas de las vo-
cales pues, al parecer, no capta la diferencia entre longitud vocálica
y acento, aunque comenta otras cosas interesantes que están relacio-
nadas con la fonología. Galdo Guzmán menciona uno que otro deta-
lle en relación con ciertos cambios de sonidos a lo largo de su Arte,
pero no dedica una sección al asunto.
Carochi, siguiendo las ideas de Rincón, especifica con cuidado y
separa cada elemento como lo hubiera hecho un fonetista de nues-
tros tiempos: distingue acento, longitud vocálica y saltillo. Pero no
se queda allí, sino que usó en su manuscrito, según lo advierte, abun-
dantes signos diacríticos para que no quedara duda al respecto. És-
te es uno de los más importantes aportes de su gramática, ya que a
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 134

134 federico b. nagel bielicke

todo lo largo de ella se marca la longitud vocálica y los saltillos. Ade-


más, retoma otros problemas ortográficos y los aclara a lo largo de
su Arte.
Un ejemplo específico sería el sonido de la semivocal /w/ después
de la vocal que todos escriben con <uh> y él no marca esa <h> como
saltillo, no lo es, y también omite el uso de la <u> como vocal, aun-
que la incluyó en su lista de cinco vocales porque considera la <uh>
como una <u> con aspiración <h> y no saltillo. Es extraño que no pro-
fundice en la relación entre el mismo fonema antes y después de la
vocal, el juego entre <hu–> y <–uh>. No sólo en este caso y con las vo-
cales, sino en general usó una ortografía normalizada, no la varía co-
mo es común en su época y por eso, con muy pocos cambios, algunos
lingüistas han adoptado su sistema como alfabeto tradicional de ná-
huatl.
La ventaja de estas gramáticas es que los autores explican las carac-
terísticas de su ortografía y así se pueden cotejar con más seguridad.
El único que emplea rasgos distintivos para representar algunos fo-
nemas es Olmos, pero explica la razón para usar esa forma de escri-
bir, como ya se comentó arriba.
Con relación a la fonología, las tres Artes principales son la prime-
ra, tercera y última porque Olmos estaba consciente de algunos pro-
blemas aunque no supo cómo solucionarlos; más tarde Rincón hace
el primer esfuerzo por aclararlos. El autor del Arte mexicana presenta
numerosas reglas donde por contextos morfológicos se dan cambios
de longitud de la vocal; además, incluye su tabla de pares mínimos y,
posteriormente, Carochi vuelve sobre el problema y usa signos diacrí-
ticos a todo lo largo de su gramática para registrar esas característi-
cas, con una ortografía normalizada en que no hay duda con relación
a todos los fonemas, mismos que han retomado los gramáticos mo-
dernos. Pasemos ahora a la siguiente categoría.

Morfología

Hay semejanza en la forma que presentan la estructura gramatical del


idioma porque es probable que todos los autores de esa época usaran
un mismo tratado como modelo, la gramática latina de Elio Antonio
de Nebrija. Las diferencias entre ellos se relacionan más con el orden
y presentación de los temas; sin embargo, cada autor adapta la infor-
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una definición del náhuatl novohispano temprano 135

mación del náhuatl en una forma personal y característica del idio-


ma para no caer en la distorsión al tratar de ajustarse a la estructura
de un idioma distinto, el latín. Ya hemos visto esto someramente al
describir cada gramática, aquí se profundiza en lo que se consideran
los temas principales de la morfología, los cuales se han concentrado
de la siguiente manera: prefijos nominales y verbales, palabra nomi-
nal, palabra verbal y los indeclinables; asimismo se aprovecha este
apartado para comentar el espacio que dedican los autores a las “ma-
neras de hablar” (sintaxis) y la “ortografía” (fonética). Estas evalua-
ciones no son enteramente precisas porque en muchos casos se dis-
tribuye este material en diversas partes de las gramáticas, por lo que
se requeriría un estudio más detenido e integral de ellas; sin embar-
go, en general, da una idea de las proporciones como, por su organi-
zación, han hecho hincapié en cada tema.
Considero muy importante señalar que especifican los temas gra-
maticales en términos de cómo se traducen al español. Esto se nota
especialmente con el verbo y, en ocasiones, en las distintas traduccio-
nes de un mismo elemento morfológico. Un caso concreto sería el
tiempo habitual y el sustantivo verbal derivado de éste, que se tradu-
ce con dos formas, verbal o nominal, pero la morfología es la misma.
En otros casos se presentan, por ejemplo, el modo infinitivo, que no
existe en el náhuatl, por la forma en que se traducen las palabras al
castellano: Titlacuaznequi / “Queremos comer”. Otras formas presen-
tan problemas análogos.
Al consultar la gramática de Olmos, encuentro que dedica una
parte sustancial a los prefijos nominales y verbales (11.2%); al pare-
cer, es quien dedica más espacio a este tema porque junta todos los
datos y no los distribuye en diversos apartados. La mayor parte del li-
bro se dedica a la palabra verbal (34.3%), y mucho menos a la pala-
bra nominal (19.5%) y sólo 3.5% a las palabras indeclinables. Dedi-
ca un poco de atención a la fonología (2.1%) pero, finalmente, con
las “maneras de hablar”, que incluye su lista de metáforas y los hue-
huehtlahtolli, el todo representa 23.8%, que es más que la palabra no-
minal.
Un aspecto importante de Olmos es la forma tan clara y bien ex-
plicada que emplea para presentar los conceptos gramaticales y sus
numerosos ejemplos de palabras o frases traducidas. En esto es seme-
jante a Carochi; sin embargo, en Olmos, se presentan los sustantivos
verbales con las palabras nominales al principio, aunque el estudian-
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 136

136 federico b. nagel bielicke

te no haya llegado aún a dominar el material verbal, el cual ni siquie-


ra lo conoce someramente. El autor está consciente de esto y hace re-
ferencia a lo que se verá. Pero didácticamente no es adecuada esta
presentación, pues si se busca algún aspecto de la palabra nominal lo
encontrará uno en la primera parte, salvo lo que clasifican todos los
autores de la época como “preposiciones”, que en realidad son sufi-
jos nominales, hoy mejor conocidos como posposiciones, y en Olmos
aparecen en la tercera parte. En el caso de todos los demás autores,
se tiene que buscar datos de la palabra nominal o verbal en diversas
partes o secciones.
En la gramática de Molina se encuentra que el tema de mayor pe-
so es la palabra verbal, la mitad del libro (50.5%) con sólo 6.2% pa-
ra los prefijos nominales y verbales, y una proporción semejante a la
de Olmos para la palabra nominal (20.6%) las palabras indeclinables
representan el 5.2%. Finalmente, para las “maneras de hablar” dedi-
ca la misma extensión que a la ortografía, 4.1% para cada uno.
Como en los dos casos anteriores, al considerar el Arte mexicana de
Rincón bajo otro punto de vista, encuentro que dedica poco espacio
a los prefijos nominales y verbales (3.6%) porque los presenta en for-
ma de cuadro con pocas explicaciones. La palabra verbal, como en
los otros casos (30.4%) es la parte más extensa, otro 17.9% cubre la
palabra nominal; no menciona las palabras indeclinables y, finalmen-
te, para las “maneras de hablar” sólo dedica 3.6%. Es quien dedica
más espacio a la fonología (8.9%), e incluye una relación de sus pa-
res mínimos en el vocabulario (21.3%).
Galdo Guzmán generalmente traduce sus ejemplos del náhuatl y
proporciona nuevas reglas gramaticales en cada capítulo. Dedica po-
co más de la mitad del libro al verbo (50.9%), en este sentido es co-
mo Molina. Sigue en importancia la palabra nominal (21.9%), todos
dedican un espacio semejante al sustantivo. Galdo Guzmán presenta
los prefijos nominales y verbales en forma análoga a Rincón, 3.5%.
Éste, más que los autores anteriores, se explaya con las palabras inde-
clinables (12.3%), en especial con el adverbio. Hay varias secciones
en que parece seguir muy de cerca al jesuita aunque su organización
global es fundamentalmente distinta. Al final da algunas “maneras de
hablar” (2.6%).
Llama la atención que, en algunos aspectos, todos enfrentan pro-
blemas semejantes. Hay verbos (los que terminan en –ia u –oa) que
pierden la –a final en el futuro y, en otras ocasiones, sirve para distin-
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una definición del náhuatl novohispano temprano 137

guir otro tipo de raíz. Rincón la llama “del futuro”, pero por los verbos
que usa como ejemplo en sus conjugaciones no se nota esto. Olmos
usa pia, “guardar”, que sería mejor escribir como piya, y no muestra
esta característica. Rincón y su compañero de orden tomaron poa,
“leer” que, como el anterior, es mejor escribirlo, como lo hace Caro-
chi, pohua, y tampoco aparecen los cambios. Molina usó tlazohtla,
“amar”, un verbo derivado de un sustantivo. El caso sobresaliente, con
relación a esto, es el Arte de Galdo Guzmán, que clasifica los verbos
en dos conjugaciones, para la primera usa pia, pero en la segunda
conjugación usa machtia, “enseñar”, en que sí se ve el juego entre la
–ia y la –i, aunque no resalta la alternancia de vocales cortas y largas
entre ellas. Para la conjugación de los verbos ésta es la gramática más
completa; sin embargo, parece omitir ciertas formas más complejas
del verbo como causativos y aplicativos.
Siguiendo los mismos lineamientos, encuentro un 24.0% dedica-
do a la palabra nominal en Carochi, 32.4% a la verbal, los prefijos no-
minales y verbales 4.2%, sólo 2.8% a la fonología por las razones re-
calcadas arriba, las “maneras de hablar” 2.1%, pero a los adverbios,
tema menor en todas las gramáticas; él utiliza 26.1% del espacio to-
tal, poco más de una cuarta parte del libro que explica el subtítulo
del mismo: Arte de la lengua mexicana con la declaración de los adverbios
della. En esta sección, como ya se mencionó, usa numerosas frases pa-
ra resaltar el uso de estas palabras que sirven también para estudios
de las “maneras de hablar”.
Las gramáticas que mejor explican los conceptos gramaticales, son
las de Olmos y Carochi. De las cinco Artes de esa época, las dos ya men-
cionadas son las más extensas de todo el periodo colonial, y no es si-
no hasta fecha reciente que han salido algunas de iguales dimensio-
nes. Hay dos medianas y una muy pequeña que, a pesar de su tamaño,
abarca la gran mayoría de los temas gramaticales, la de Rincón. No he
profundizado en los aspectos didácticos de la presentación sino en el
contenido gramatical.
A manera de síntesis presento una tabla con los datos que se han
expuesto arriba y, para más detalle, la tabla que sigue, con más divi-
siones para mostrar otras diferencias entre los cinco autores de los
cuales no se ha hecho hincapié arriba.
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138 federico b. nagel bielicke

Olmos Molina Rincón Galdo Carochi


Guzmán
%1 %1 %1 %1 %1
fonética - escritura 2.1 4.1 8.9 0.0 2.8
prefijos nominales y verbales 11.2 6.2 3.6 3.5 4.2
palabra nominal 19.5 20.6 17.9 21.9 24.0
palabra verbal 34.3 50.5 30.4 50.9 32.4
indeclinables 3.5 5.2 0.0 12.3 26.1
Sintaxis 23.8 4.1 3.6 2.6 2.1

1 Es el porcentaje de toda la obra.

Olmos Molina Rincón G. Guzmán Carochi


pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1 pág.1 %1
páginas iniciales 3 2.1 6 6.2 5 8.9 5 4.4 4 2.8
prólogo 3 2.1 2 2.1 1 1.8 2 1.8 1 0.7
prefijos - nominal, 16 11.2 6 6.2 2 3.6 4 3.5 6 4.2
verbal
nominal 9 6.3 9 9.3 3 5.4 7 6.1 9 6.3
nominal derivados 19 13.2 11 11.3 7 12.5 18 15.8 25 17.7
verbal 32 22.4 36 37.1 8 14.3 50 43.9 23 16.2
conjugaciones
verbal derivados 17 11.9 13 13.4 9 16.1 8 7.0 23 16.2
adverbio 4 2.8 3 3.1 0 0.0 12 10.5 37 26.1
conjunción - 1 0.7 2 2.1 0 0.0 2 1.8 1 0.7
interjección
fonética - escritura 3 2.1 4 4.1 5 8.9 0 0.0 4 2.8
sintaxis 16 11.2 3 3.1 2 3.6 3 2.6 3 2.1
textos 18 2 12.6 1 1.0 0 0.0 0 0.0 0 0.0
vocabulario 0 0.0 0 0.0 12 21.3 0 0.0 2 1.4
índices 0 0.0 0 0.0 0 0.0 0 0.0 3 2.1
páginas en blanco 2 1.4 1 1.0 2 3.6 3 2.6 1 0.7
total 143 100 97 100 56 100 114 100 142 100
% de Olmos 100 67.8 39.2 79.7 99.3

1 La cantidad de páginas en la edición del Museo Nacional y su porcentaje del to-

tal de la gramática.
2 He integrado las páginas que corresponderían a los huehuehtlahtolli a la edición

del museo por comparación con el facsimilar de Rémi Siméon.


GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 139

una definición del náhuatl novohispano temprano 139

Lexicografía

Las gramáticas son fuente muy interesante para el estudio de la lexi-


cografía por varios motivos: contienen ejemplos de muchos de los
procesos morfológicos del náhuatl que no aparecen en el Vocabulario
de Molina, los ejemplos que incorpora el diccionario son, en muchas
ocasiones, distintos de los que aparecen en las gramáticas. Por lo me-
nos en el caso que he estudiado a fondo, el corpus de Rincón con
1200 palabras, ha sido de mucho provecho la comparación con el dic-
cionario grande, porque muchas de esas palabras no aparecen en Mo-
lina. Lo más importante es que en la mayoría de los casos las palabras
vienen con una traducción apegada a la forma del náhuatl.
La de Olmos es muy rica en lo tocante a este aspecto, contiene múl-
tiples ejemplos y es la más abundante en lo que a la incorporación de
textos en náhuatl se refiere. Tiene la ventaja adicional de que, en ge-
neral, traduce las palabras nahuas al castellano. Recordemos que él rea-
lizó su trabajo para las personas que no siempre tendrían “un maestro
cerca”, y en ese tiempo no se había publicado diccionario alguno: ésta
es la diferencia fundamental entre él y su compañero de orden, Moli-
na, que desde el inicio remite al estudiante a consultar las palabras en
el Vocabulario, como ya vimos arriba. Sin embargo, al hojear su Arte, en-
cuentro que en la mayoría de los casos también traduce los ejemplos.
Rincón vierte pocos ejemplos al castellano, pero incluye un peque-
ño vocabulario que registra la mayoría de las palabras que usó, mu-
chas otras están traducidas al presentarlas por primera vez. Al pasar
a Carochi, observo que ofrece muchos más ejemplos que su compa-
ñero (cuando el primero da un ejemplo, el segundo proporciona
tres) y generalmente los romancea. En ese sentido, también Galdo
Guzmán regularmente presenta sus ejemplos en náhuatl y castellano.
Sin duda, las gramáticas pueden aportar no sólo vocablos que no
aparecen en el diccionario, sino también ejemplos para resaltar me-
jor las palabras en su contexto sintáctico, y ahora paso a ese sector, el
menos estudiado del náhuatl.

Sintaxis

Ninguna de las gramáticas profundiza en las “maneras de hablar”; en


todas hay mención y algunos ejemplos de los “romances extravagan-
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140 federico b. nagel bielicke

tes” (Olmos, 1972: 202). Es obvio que la sintaxis es distinta en muchos


aspectos a la castellana pero no tratan de profundizar en el tema, pues
lo consideran asunto para elaborar en una obra aparte, como lo se-
ñala Rincón (1595: lb4, cp5, f60r).
Es lamentable que todos hayan procedido en forma similar, sólo
Olmos presentó más material de este tipo, sin embargo, entre las cin-
co gramáticas hay un interesante corpus de ejemplos de construccio-
nes que difieren significativamente del castellano.

EL PERIODO BAJO ESTUDIO

Como se puede observar, las Artes analizadas contienen aspectos ex-


cepcionales y otros poco tratados. Personalmente considero que las
obras de Olmos y Carochi son las más ricas y bien explicadas. No se
puede omitir al último porque es el que define con mayor precisión
la fonología del idioma. Por otro lado, casi todos, más allá de mostrar
una historia del pensamiento específico al respecto y la adaptación
del náhuatl a la visión grecolatina, más que negativo presentan una
base para poder entender lo que pasa en ese momento e histórica-
mente no podemos pedir más.
Para un estudio que pretende ser sincrónico un siglo puede pare-
cer como un periodo demasiado amplio, pero eso sería verlo con ojos
del siglo XX y no del XVI y XVII. Los cambios no acontecen con tanta
rapidez en ese momento, aunque sí hay un problema de fondo, la in-
fluencia del castellano. Cada vez que veo quentica en el Vocabulario de
Pedro de Arenas, siento que es meramente una traducción del caste-
llano al náhuatl, aun en su bellísima forma honorífica, ¿Quen timoyetz-
ticah? Ese ¿Cómo estás? o ¿Cómo está usted? no parecen encajar en
la forma de expresarse de los nahuas; quizás esté equivocado, pero
siento que es una influencia del castellano.
Sin embargo, estas son las fuentes que tenemos para estudiar el ná-
huatl de ese momento. Si se extiende, siguen apareciendo gramáti-
cas hasta nuestros días, pero como planteé desde el principio, lo que
pretendo es definir el náhuatl de un periodo específico que sirva co-
mo base para estudios profundos, y como punto de comparación con
los posteriores. Son los cinco Artes que, por sus características, limi-
tan esa etapa de poco más de un siglo. Al estudiar el náhuatl novohis-
GuzmanBetancourt 09 5/11/04 2:20 PM Page 141

una definición del náhuatl novohispano temprano 141

pano temprano hay mejores bases para después observar lo posterior


y entender lo que pasa en la actualidad.

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GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 143

UN STEMMA PARA LOS MANUSCRITOS DEL ARTE PARA


APRENDER LA LENGUA MEXICANA (1547) DE ANDRÉS
DE OLMOS

THOMAS C. SMITH STARK*

En el estudio de documentos coloniales sobre lenguas indígenas, con


frecuencia tenemos un solo testimonio de los textos, que puede ser
un manuscrito o una única edición de un libro impreso. En tal caso,
no tenemos que enfrentar el problema tan típico de los estudios clá-
sicos del latín y del griego o de los estudios bíblicos de establecer un
texto a partir de varios versiones o testigos distintos, y a veces encon-
trados. El proceso de producir una edición moderna consiste muchas
veces simplemente en reproducir el original con fidelidad. Sin em-
bargo, no siempre es así. El caso más importante, quizás, de la super-
vivencia de distintas versiones de un documento colonial sobre una
lengua indígena mexicana es el del Arte para aprender la lengua mexi-
cana que terminó de escribir el fraile franciscano Andrés de Olmos
el 1 de enero de 1547 en el convento de Hueytlalpan de la Totonaca-
pan, en el actual estado de Puebla. Existen seis copias manuscritas de
esta obra con importantes diferencias entre ellas. En 1875, el nahua-
tlato francés Rémi Siméon publicó una edición de Olmos (RS) basa-
da en dos de los manuscritos, el de Colbert (BN) en la Biblioteca Na-
cional de Francia y el de Maisonneuve (MN), actualmente en la
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Esta publicación es la
forma de la gramática de Olmos mejor conocida y que generalmen-
te se consulta y se cita. En 1985, se publicó un facsímil de otro manus-
crito, el de Tulane (T), en un libro hecho por Thelma Sullivan, pero
finalmente publicado con algunas adiciones, después de la muerte de
la primera editora en 1981, bajo el cuidado de René Acuña. En 1993,
Miguel León-Portilla y Ascensión Hernández de León-Portilla publi-
caron un facsímil del manuscrito de Olmos que se encuentra en la
Biblioteca Nacional de Madrid (Md), junto con su propia edición del
texto basada en este manuscrito, pero también tomando en cuenta la
edición de Siméon (LP2). Además, hay otras dos copias manuscritas

* Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, El Colegio de México.

[143]
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 144

144 thomas c. smith stark

del arte, la de Aubin, actualmente en la Biblioteca Nacional de Fran-


cia (A), y una incompleta en la Biblioteca Bancroft de la Universidad
de California en Berkeley (B). Estas últimas no se han publicado ni se
han tomado en cuenta para alguna edición publicada.
Dada la existencia de seis versiones del Arte para aprender la lengua
mexicana de Olmos, surge una pregunta importante: ¿cómo podemos
saber lo que Olmos realmente escribió? Esta pregunta sería fácil de
contestar si tuviéramos un manuscrito ológrafo de Olmos, pero no pa-
rece ser esto el caso. También sería fácil de contestar si los seis manus-
critos fueran iguales. Pero como cualquier persona familiarizada con
la transmisión de documentos por copiado sabe que es casi imposible
hacer una copia manuscrita de un documento sin cambiar el texto.
Así se explica, en parte, el hecho de que todas las copias de Olmos ten-
gan diferencias entre sí. En este trabajo, entonces, quisiera hablar de
una de las técnicas que se ha desarrollado para ayudar a determinar
la forma original de una obra, la de la construcción de un árbol ge-
nealógico o stemma que intente establecer las relaciones entre los tes-
timonios de un original o arquetipo que queremos conocer, y ver lo que
nos puede decir en el caso de las distintas versiones de Olmos.
La construcción de un stemma para una familia de versiones manus-
critas de un texto específico es un proceso familiar para los que prac-
tican la filología clásica y bíblica, pero casi desconocido entre los lin-
güistas que trabajamos con lenguas indoamericanas.1 De hecho, el
presente trabajo resulta de mi propio intento de conocer y entender
las técnicas de la crítica textual.2 Una versión preliminar de este tra-
bajo se hizo para un curso que impartí en 1998 sobre la filología indo-
mexicana.3 En esa ocasión, pude consultar la edición de Siméon, el
facsímil del Tulane y el facsímil del Madrid. Para la versión que pre-
sento ahora, he podido consultar, además, reproducciones de los ma-
1 El único ejemplo que conozco de la presentación de un stemma es el que ofrece

Acuña en su edición del diccionario de Thomas de Coto (Acuña 1983: xxxviii).


2 Para ello, me he basado sobre todo en Quetglas 1985 y en Astey 1985. También

he consultado a Blecua 1983.


3 Dicté el curso en dos ocasiones: la primera, del 4 al 17 de noviembre en la maes-

tría en lingüística con especialización en Lingüística Indoamericana, Departamento


de Letras y Lingüística, División de Humanidades y Bellas Artes, Universidad de Sono-
ra, Hermosillo, Sonora; la segunda, del 2 al 12 de diciembre como parte de las activi-
dades del Seminario permanente sobre la lengua, la escritura, la historia y el pensa-
miento de los binnigula’sa’, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en
Antropología Social, Unidad Istmo, ciudad de Oaxaca.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 145

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 145

nuscritos de Maisonneuve y de la Bancroft, gracias a la generosidad de


los León-Portilla, a quienes dedico este trabajo en reconocimiento de
sus contribuciones importantísimas al conocimiento del náhuatl colo-
nial y de su amistad y compasión humana, por las cuales me siento pro-
fundamente agradecido con ellos. Así, la única versión del arte que
aún no he podido tomar en cuenta es la de Aubin. Además, sólo co-
nozco el manuscrito de Colbert por la edición que hizo Siméon; des-
graciadamente, he aprendido que no se puede confiar demasiado en
las ediciones para este tipo de trabajos puesto que cada editor toma
decisiones que pueden alterar los datos originales de manera inespe-
rada, inadvertida y que los puede invalidar para otros propósitos.
El proceso de construir un stemma para una familia de manuscri-
tos consiste en determinar cuáles manuscritos son copias de cuáles
otros o cuáles forman grupos en que todos son copias de algún ma-
nuscrito hipotético. Se parece al método de construir un árbol genea-
lógico para una familia de lenguas. De hecho, Hoenigswald (1966, p.
6, nota 13) ha propuesto que el uso del modelo del Stammbaum en la
lingüística histórica se deriva, por lo menos en parte, de los stemmata
de la crítica textual.4 En los dos casos, la clasificación se fundamenta
en el concepto de innovación compartida. Si dos manuscritos compar-
ten la misma innovación con respecto al original, entonces se puede
concluir que pertenecen al mismo subgrupo del stemma. Al igual que
en el caso de las lenguas, no siempre es fácil distinguir las innovacio-
nes compartidas de las retenciones, pero en el caso del estudio de los
manuscritos, juega un papel importante en este sentido la noción de
error, que casi por definición tiene que ser una innovación,5 lo cual
no tiene contraparte en el estudio del cambio lingüístico.
Cuando hay discrepancias o diferencias entre dos manuscritos, puede
ser porque uno ha innovado con respecto al otro, o porque los dos han
innovado de maneras distintas. Las discrepancias pueden ser significa-
tivas o insignificantes, en la medida en que se pueden usar para esta-
blecer la relación entre los manuscritos que las comparten. Las discre-
pancias insignificantes son las que se deben a alteraciones que se pueden

4 Anttila (1972:300), en cambio, dice que el uso del diagrama arbóreo en la lin-

güística se deriva de los intentos de mapear los movimientos de poblaciones en el


mundo clásico, pero que también recibió apoyo importante de la crítica textual y de
la biología.
5 Por supuesto se tiene que considerar la posibilidad de que el original haya conte-

nido el error.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 146

146 thomas c. smith stark

dar fácilmente de manera independiente, que no cambian el significa-


do del texto de manera irreversible, y que no tienden a transmitirse de
manera estable cuando se hacen copias de los documentos.6 En el pre-
sente caso, considero como insignificantes diferencias en la distribu-
ción del texto en las líneas y folios del manuscrito (el vehículo), en el
uso o no de abreviaturas y su forma, en la puntuación, en el uso de ma-
yúsculas y minúsculas, en el uso de alógrafos, en las formas posibles de
deletrear una palabra, y en las divisiones entre palabras. Cada uno de
estos rasgos se puede cambiar inconscientemente cada vez que se ha-
ce una copia puesto que no son rasgos que se consideran inherentes
al texto. Más bien, tienden a responder al tamaño de la hoja, a las con-
venciones de una época o a las prácticas personales de los copistas.
También considero como insignificantes las alteraciones que cambian
el significado del texto o que lo destruyen, cuando éstas son transpa-
rentes y fáciles de identificar, puesto que siempre existe la posibilidad
de que el copista las vaya a corregir bajo su propia responsabilidad, en
lugar de transmitirlas. En cambio, las discrepancias significativas son las
que se deben a alteraciones que, una vez introducidas, tienden a ser
transmitidas a copias posteriores. Pueden ser cambios tales como omi-
siones, adiciones, sustituciones y transposiciones, sobre todo las que
mantienen un texto legible y cuerdo o las que lo distorsionan a tal gra-
do que no es obvio cómo restaurarlo a su estado original.
Las discrepancias significativas se pueden usar para establecer las
líneas de transmisión de los textos. Sin embargo, si las lecturas alter-
nativas son igualmente correctas y plausibles, es difícil saber cuándo
se trata de una innovación o de una retención. Por lo tanto, los erro-
res cobran especial importancia en la construcción de un stemma, pues-
to que casi siempre son innovaciones inconscientes introducidas por
los amanuenses en detrimento del texto. Además, si dos manuscritos
comparten el mismo error, es muy probable que este hecho se deba
a una innovación compartida puesto que es poco probable que dos
copistas se vayan a equivocar de la misma manera y de forma inde-
pendiente. Cuando dos o más manuscritos comparten el mismo con-
junto de errores, es casi seguro que todos son copias del mismo ma-

6 Los rasgos insignificantes para algunos copistas pueden ser significantes para

otros. La determinación de los rasgos insignificantes, entonces, depende de una eva-


luación pormenorizada de la práctica del copista de cada manuscrito, algo que no he
intentado aquí.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 147

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 147

nuscrito corrupto, el cual puede ser uno de ellos u otro ya perdido.


Para ilustrar estos conceptos, veamos los dos párrafos iniciales del
cap. 6 de la 3a. parte del Arte de Olmos, que se trata de la ortografía.

Olmos, 1547, parte III, capítulo 6, 1er. párrafo


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148 thomas c. smith stark

Olmos, 1547, parte III, capítulo 6, 2do. párrafo

Una comparación de estos textos revela varias discrepancias que


considero insignificantes para la determinación de las relaciones ge-
nealógicas entre ellos: diferencias en la disposición del texto en el ve-
hículo (foliación, líneas), en el uso de abreviaturas, en la distribución
de alógrafos, en la ortografía, en el uso de mayúsculas, en la puntua-
ción, en las divisiones entre palabras, y en la presencia de errores au-
tocorregibles. A continuación se dan ejemplos de cada uno de estos
tipos de discrepancias insignificantes.

Disposición del texto en el vehículo

Foliación: El capítulo 6 de la tercera parte empieza en medio del fo-


lio 192 v. del Tulane; al inicio del folio 92 r. en el Maisonneuve; en la
última línea del folio 74 r. en el Bancroft; y en medio de una página
sin numeración en el Madrid.
Líneas: El primer párrafo ocupa 11 líneas en tres manuscritos, pe-
ro 19 en el Tulane. En los donde ocupa 11 líneas, la segunda línea
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 149

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 149

termina en “pronunciar” en dos casos, pero en el Bancroft, se inclu-


ye, además, las dos primeras letras de la palabra que sigue, “suele”.
En los casos donde la segunda línea termina igual, la tercera termina
en “antiguos” en el Maisonneuve, pero sólo cabe “anti” en el Madrid.

Abreviaturas:

Tres abrevian “capítulo” con “Capº”, pero el Bancroft usa “Capiº”.


El “con” de “con mi parecer” se abrevia como “cõ” en el Madrid y
el Bancroft, pero no en los otros dos.
La “que” que le sigue a “con mi parecer” está abreviada en el Ban-
croft y el Maisonneuve, pero no en los otros dos.

Alógrafos y ortografía:

Las “s” de “suele se tomar” son redondas en el Tulane, altas en el Ban-


croft, y la primera es alta y la segunda redonda en los otros dos ma-
nuscritos. Se escribe “pronunciar” con cedilla en el Tulane y el Ban-
croft, pero no en los otros dos.
El Tulane, el Bancroft y el Maisonneuve emplean una “u redonda”
en “adeuinando”, pero el Madrid emplea una “u angular”.
El Maisonneuve y el Madrid tienen “estoi” con i latina, pero el Tu-
lane y el Bancroft tienen “estoy” con “y griega”.
Todos tienen “escripturas” excepto el Bancroft, que tiene “escritu-
ras”. Se deletrea “escribir” con “b alta” en el Tulane, pero con “u re-
donda” en los otros tres manuscritos.

Mayúsculas:

El Maisonneuve escribe “Siendo” del último renglón con mayúscula,


los demás con minúscula.

Puntuación:

En el Madrid, el Maisonneuve y el Tulane se usan dos puntos en la se-


cuencia “escriptura: falta”. En el Bancroft, no hay ninguna puntua-
ción entre estas dos palabras.
En el Maisonneuve y el Tulane emplean un diagonal en “adeuinan-
do / pero”. El Madrid y el Bancroft no tienen ninguna marca entre
estas dos palabras.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 150

150 thomas c. smith stark

El uso del calderón para iniciar el encabezado y el párrafo está au-


sente en el Bancroft.

División entre palabras:

“y pronunciar” se juntan en el Bancroft y el Maisonneuve, pero no


tanto en el Madrid y el Tulane.
“conformidad” se divide en “confor midad” en el Madrid y el Tu-
lane, en “con formidad” en el Bancroft, y en “conformi dad” en el
Maisonneuve.

Errores autocorregibles:

En el Tulane, se escribe “quare” en lugar de “quadrare”, pero no es


difícil corregirlo basado en el significado del texto.
El Madrid tiene “andel adevinando” donde debe tener “andar ade-
vinando”. Otra vez, es relativamente fácil corregir el error basado en
el significado del texto.
El Tulane tiene “pronunciaçiacion”, un error que un copista podría
corregir fácilmente.

Hay otras discrepancias, en cambio, que me parecen significativas


para determinar las interrelaciones entre las distintas copias del Arte
de Olmos; son omisiones, adiciones, transposiciones, y sustituciones
que conservan el significado del texto o que lo alteran a tal grado que
el significado anterior no se puede recuperar. A continuación se pro-
porcionan ejemplos de cada uno de estos tipos de discrepancias.

Omisión/adición:

Al final del segundo párrafo, el Tulane y el Maisonneuve tienen “con-


sonante” en singular, pero el Bancroft y el Madrid tienen “consonan-
tes” en plural. Se puede interpretar esta diferencia como la omisión de
la “s” en aquéllos o como la adición de la “s” en éstos, según cuál se to-
me como la innovación. Las dos lecturas tienen sentidos diferentes. En
mi opinión, la lectura singular es la correcta. En tal caso podríamos ha-
blar de la adición de la “s” en el Bancroft y el Madrid. Pero es un cam-
bio sutil, que difícilmente se podría corregir espontáneamente.7
7 Nótese que las omisiones, las adiciones, y las transposiciones son casos especiales
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 151

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 151

Transposición:

No hay un ejemplo de una transposición en el texto ilustrado, pero


sí existen casos en otros lugares. Por ejemplo, el manuscrito de Col-
bert (BN) tiene el texto “antes de si consonante” mientras que los de-
más manuscritos ponen “consonante antes de si” (cf. 1e). Los dos ór-
denes son posibles y tienen el mismo significado. No se puede
distinguir cuál es la innovación sin tomar en cuenta otros datos.

Sustitución:

El Tulane y el Bancroft tienen “Quando” en lugar de “Quanto” al


principio del segundo párrafo. El uso de “quando” introduce un
error y, por lo tanto, es la innovación. Parece ser un error debido al
proceso de sonorización de oclusivas después de nasales en el ná-
huatl. Por tanto, sugiere que los copistas del Bancroft y del Tulane
eran nativohablantes del náhuatl que no dominaban el español ple-
namente.
En el segundo párrafo, el Tulane tiene una abreviatura de “oración”
donde los otros tienen “dicción” con tres formas gráficas diferentes:
“diction” (Maisonneuve), “dicion” (Madrid) y “dizion” (Bancroft). El
uso de “oración” parece ser la innovación, por ser más general que lo
necesario, aunque el significado sigue siendo verdadero.

Como se puede apreciar en los ejemplos anteriores, las discrepan-


cias entre los manuscritos son numerosas. Ahora, ¿qué conclusiones
se pueden sacar al analizarlas en detalle? Para empezar, se puede ver
si los manuscritos que tenemos son testimonios independientes del
original o si alguno puede ser considerado como copia de algún otro.
En particular, si se puede demostrar que un manuscrito tiene una dis-
crepancia significativa separativa que ningún otro comparte, enton-
ces se puede concluir que no fue usado como modelo para los demás.
A continuación, demuestro que cada manuscrito contiene discrepan-
cias significativas frente a los demás y, por lo tanto, que ninguno es el
modelo de algún otro. Además, cada uno contiene errores que indi-
can que no es el arquetipo. Para agilizar la presentación, empleo las
abreviaturas siguientes:
de sustitución. Además, sólo se puede distinguir entre ellos al determinar cuál es la in-
novación.
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152 thomas c. smith stark

A = ms. de Aubin, actualmente en la Biblioteca Nacional de París


B = ms. de Ramírez, actualmente en la Biblioteca Bancroft
BN = ms. de Colbert, actualmente en la Biblioteca Nacional de París
Md = ms. de la Biblioteca Nacional de Madrid
MN = ms. de Maisonneuve, actualmente en la Biblioteca del
Congreso, Washington
T = ms. de la Biblioteca Latinoamericana, Universidad de Tulane
RS = edición de Rémi Siméon 1875 (basado en BN y MN)
LP2 = edición de los León-Portilla 1993 (basado en Md, BN, MN y RS)
Ω = el arquetipo u original8
∴ = por lo tanto
≠ = no es igual a

1] BN no es el modelo para los otros porque contiene las siguientes


características separativas significativas, es decir, no compartidas con
los demás y que hubieran sido transmitidas en el caso de haber sido
copiado. Tampoco es el arquetipo por contener un claro error (1c).

a] Posible error por sustitución que cambia el significado


BN no la hazen en la pronunciacion, (según RS)
A ?
B pero mexico. nola haze En la pronunçiaçion (74v: 19)
Md pero mexico nola haze enla pronunciacion (156: 14)
MN pero mexico nolo haze enla pronunçiaçion (92r: 21-22)
T pero mexico nola haze en la pronunciacion (193r: 18-20)
RS no la hazen en la pronunciacion, (197: 17)
LP2 pero Mexico no la haze en la pronunciacion (174: 6)

Supongo que la versión en BN es un error puesto que atribuye la


mala pronunciación tanto a México como a Texcoco, pero el ejem-
plo de mala pronunciación que se da sólo se refiere a México (cf. 11
para el contexto más amplio).

8 Uso la omega mayúscula para representar el original, letras griegas minúsculas

para otros manuscritos hipotéticos, y letras latinas para los manuscritos conocidos (cf.
Quetglas 1985:39). Empleo arquetipo y original indiferentemente para referirme al ma-
nuscrito ológrafo original de Olmos (cf. Blecua, 1982:71, sobre la importancia de acla-
rar la manera de entender estos términos).
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 153

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 153

b] Sustitución que conserva el significado


BN DE LOS ADVERBIOS EN GENERAL (según RS)
A ?
B delos aduerbios en comun (74v: 19)
Md /Delos aduerbios. en comun. (140: 27)
MN De los adverbios en Comun (83v: 8)
T Delos adverbios comun (179r: 12)
RS DE LOS ADVERBIOS EN GENERAL (179: 4)

En este caso es difícil decir cuál es la forma original puesto que tan-
to “adverbios en general” como “adverbios en comun” tienen el mis-
mo sentido.

c] Error por omisión que elimina información irrecuperable


BN Esta preposicion ca por si sola esta en lugar de quatro
preposiciones: en, de, a, por. Ex.: coyonqui, agujero o
ventana; y por la ventana (según RS).
A ?
B Esta preposicion. ca. por si sola esta en lugar de 4º. de
quatro preposiçiones. en. de. a. por. exº. coyonqui
agujero. o ventana coyonca. enla ventana dela ventana.
ala ventana y por la ventana (65r: 8-11)
Md ¶Esta preposition. ca. por si sola esta en lugar de. &
prepositiones. en. de. a. por. Exº. ¶coyonqui. agujero.
o ventana ¶coyonca En la ventana, De la ventana, a la
ventana. y por la ventana (135: 7-11)
MN ¶Esta preposicion. ca. por si sola esta en lugar de 4º.
preposiciones. en. de a por. Exº. ¶ Coyonqui. agujero
o ventana. ¶ Coyonca. en la ventana. de la ventana.
a la ventana. y por la ventana. (80v: 10-13)
T ¶Esta preposition. c. Esto por si sola Esta En lugar. de. 4º.
preposiones. en. de. o por Exº. ¶ Coyonqui. agojero. o.
ventana ¶ Coyonca. En la ventana / dela ventana /
a la ventana / y por la ventana. (172v: 9-15)
RS Esta preposicion ca por si sola esta en lugar de quatro
preposiciones: en, de, a, por. Ex.: coyonqui, agujero o
ventana; coyonca, en la ventana, de la ventana, a la
ventana, y por la ventana; (172: 1/4)∴
∴BN ≠ Ω
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 154

154 thomas c. smith stark

d] Sustitución que conserva el significado


BN la qual consonante no hiere en la vocal
siguiente (según RS)
A ?
B que no hiera enla vocal sigiente (75v: 30-31)
Md que no hiera enla vocal siguiente: (158: 32)
MN que no hiera enla vocal siguiente (93v: 18)
T que no hiera en la vocal siguientes (196v: 9-10)
RS la qual consonante no hiere en la vocal
siguiente (199: 26-27)
LP 2 [la qual consonante] no hiere en la vocal
siguiente (176: 11-12)

e] Transposición que conserva el significado


BN pues tiene la vocal antes de si consonante (según RS)
A ?
B pues tiene la vocal consonate antes desi (76r:5-6)
Md pues tiene la vocal consonante antes de si (159:7-8)
MN pues tiene la vocal consonante antes de si (93v:26-27)
T pues tiene. la vocal consonante. antes de si (197r:2-4)
RS pues tiene la vocal antes de si consonante (200:6)
LP2 pues tiene la vocal antes de si consonante (176:20-21)

En estos cinco casos, BN muestra una discrepancia significativa con


respecto a los demás manuscritos. Por lo tanto, ninguno puede ser
una copia de él. En los casos donde no hay un claro error, no es apa-
rente cuál es la forma innovadora, pero en el caso del error obvio en
(1c), se puede deducir que BN ha innovado y, por lo tanto, no puede
ser el arquetipo Ω.
2] MN no es el modelo de alguno de los otros manuscritos porque con-
tiene las siguientes características significativas separativas que no
comparte con los demás, y que hubieran sido transmitidas a cualquier
copia. Tampoco es el arquetipo dado el claro error en (2c).

a] Ausencia de texto presente en los demás


MN [omitido] (90v)
A ?
B para dezir Anbos oentramos ombres palos
opetates dizen (73v: 8)
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 155

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 155

BN Para dezir ambos o entrambos hombres, palos,


petates, dizen: (según RS)
Md para dezir ambos o entramos bombres. palos.
o petates dizen. (153: 26-27)
T Para dezir ambos o Entramos hombres. palos
o petates. dizen (190r: 20-21)
RS Para dezir ambos o entrambos hombres, palos,
petates, dizen: (193: 24-25)

b] Ausencia de texto presente en los demás


MN [omitido]
A ?
B otras vezes esta de. quilmach que quiere dezir
dizque. exº. quilmachniaz mochan dizque yre
a tu casa. (69v: 16-18)
BN Otras vezes esta en lugar de quilhmach que quiere
dezir: dizque. Ex.: quilmach niaz mochan? dizque
yre a tu casa? (según RS)
Md ¶Otras vezes esta de. quilmach. que quiere dezir
Diezque. Exº. quilmach niaz mochan? Dizque.
yre a tu casa? (145: 1-2)
T Otras vezes. esla de quilmach. que quiere dezir.
dizque. exº. quilmachniazmochan. dizque yre
a tu casa (183r: 13-16)
RS Otras vezes esta en lugar de quilhmach que quiere
dezir: dizque. Ex.: quilmach niaz mochan? dizque
yre a tu casa? (184: 12-13)
c] Error por omisión de información irrecuperable
MN otras vezes es adverbio en lugar de. sicut. casa (85v: 10-11)
A ?
B otras uezes es aduerbio an lugar de. sicut. exº.
de como es aduerbio yuh mani yn calli assi
esta a casa (69r: 31-69v:1)
BN otras vezes es aduerbio en lugar de sicut.
Exemplo de como es aduerbio: yn mani in calli,
assi esta la casa (según RS)
Md otras vezes es aduerbio. en lugar de sicut Exº.
de como es aduerbio. Yn mani in calli. Assi esta
la casa (144: 14-16)
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 156

156 thomas c. smith stark

T otras vezes es adverbio. en lugar. de. sicut. exº.


de como es aduerbio. Yn mani yn calli. asi esta
la casa. (182v: 13-16)
RS otras vezes es aduerbio en lugar de sicut.
Exemplo de como es aduerbio: yn mani in calli,
assi esta la casa (183: 21-23)
∴ MN ≠ Ω

d] Ausencia de texto presente en los demás


MN &ª (62v: 27)
A ?
B [parte de varias páginas omitidas]
BN Ex.: como digo: duermo, tambien digo:
duermome. (según RS)
Md exº. digo. duermo. / tambien digo
duermo me. (103: 16-17)
T &ª. exemplo. como. digo duermo. tambien
digo duermo me (131v: 15-17)
RS Ex.: como digo: duermo, tambien digo:
duermome. (138: 20-21)

En el caso de la ausencia de texto en MN que se encuentra en los


demás manuscritos, no es claro si hay una omisión en MN o si los de-
más contienen una adición. El error en (2c), en cambio, es un error
por omisión claro que indica que MN no puede ser el arquetipo.
3] B no es el modelo de alguno de los otros manuscritos porque con-
tiene las siguientes características significativas no compartidas con
los demás, que hubieran sido transmitidas a cualquier copia. Tampo-
co es el arquetipo porque contiene muchos errores como los de (3a)
y (3b).

a] Error por omisión irrecuperable de varias hojas


B aquellos sellaman en la calhtia. hago mi casa. (48v: 28-29)
BN Aquellos se llaman en la gramatica verbos
neutros… (según RS)
… ninocalhtia, hago mi casa. (según RS)
A ?
Md aquellos sellaman en la gramatica verbos neutros… (102: 5-6)
… ninocaltia hago mi casa (110: 22-23)
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 157

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 157

MN aquellos sellaman enlagramatica verbos


neutros… (62r: 11-12)
… ninocalhtia. hago mi casa. (66v:14-15)
T aquellos. sellaman en la gramatica / verbos
neutros… (130r: 2-4)
… ninocaltia. hago mi casa. (140v:5-6)
RS Aquellos se llaman en la gramatica verbos
neutros… (137: 5-6)
… ninocalhtia, hago mi casa. (145: 23)
∴B≠Ω

b] Error por omisión probablemente irrecuperable


B ayuntada alos pronombres o algunas dellas (64v: 7)
A ?
BN ayuntadas a los pronombres, o nombres,
y algunas dellas (según RS)
Md ayuntadas alos Pronombres o nombres.
Y algunas dellas (134: 20-21)
MN ayuntadas alos pronombres /: o nombres.
y algunas dellas (80r: 20-21)
T ayuntadas a los pronombres y algunas dellos (172r: 2-3)
RS ayuntadas a los pronombres, o nombres,
y algunas dellas (171:9)
∴B≠Ω
4] Md no es el modelo de alguno de los otros manuscritos porque con-
tiene discrepancias significativas con respecto a los demás, que hubie-
ran sido transmitidas a cualquier copia. Tampoco es el arquetipo por
contener muchos errores como los de (4a) y (4b).

a] Error por omisión posiblemente recuperable


Md Exº. dizen. xi ual mouica y aviande dezir ximouica (156: 18)
A ?
B exº. dizen xiualmohuica y auian de dezir. xiualmouica
(74v: 23-24)
BN Ex. dizen xiualhmovica, y auian de dezir xiualhmouica
(según RS)
MN Exº. dizen. xiualh movica. Y avian de dezir. xiualmoujca
(92r: 26-27)
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 158

158 thomas c. smith stark

T exº. dizen. xihualmovica y avian dezir. xuvalmovjca


(193v: 4-5)
RS Ex. dizen xiualhmovica, y auian de dezir xiualhmouica
(197: 21-22)
∴ Md ≠ Ω

En este caso, los únicos manuscritos que tienen sentido son el MN


y, según RS, el BN.

b] Error por omisión posiblemente recuperable


Md çaçenyuniliztica (135: 13-14)
A ?
B çaçeneyxcueyoniliztica (65r: 13-14)
BN çacen neixcueyuniliztica (según RS)
MN çaçenneyxcueyuniliztica (80v: 15-16)
T çaceneyxcueyoniliztica (172v: 20-21)
RS çacen neixcueyuniliztica (172: 6)
∴ Md ≠ Ω

5] El manuscrito de Tulane (T) no es el modelo de alguno de los otros


manuscritos porque contiene discrepancias significativas con respec-
to a los demás, que hubieran sido transmitidas a cualquier copia. Tam-
poco es el arquetipo porque contiene muchos errores como los de
(5b) y (5c).

a] Sustitución que cambia significado, pero sigue siendo válida


T oracion (193r: 8)
A ?
B dizion (74v: 13)
BN diccion (197: 10)
Md dicion (156: 6)
MN diction (92r: 15)
RS diccion (197: 10)

b] Error por sustituciones posiblemente recuperables


T exº. dizen. xihualmovica y avian dezir. xuvalmovjca
(193v: 4-5)
A ?
B exº. dizen xiualmohuica y auian de dezir. xiualmouica
(74v: 23-24)
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 159

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 159

BN Ex. dizen xiualhmovica, y auian de dezir xiualhmouica


(según RS)
Md Exº. dizen. xi ual mouica y aviande dezir ximouica
(156: 18)
MN Exº. dizen. xiualh movica. Y avian de dezir. xiualmoujca
(92r: 26-27)
RS Ex. dizen xiualhmovica, y auian de dezir xiualhmouica
(197: 21-22)
∴T≠Ω

c] Tres errores, uno por sustitución de ca por c, uno por adición de


Esto, y uno por sustitución de a por o. Los tres cambios posiblemente
son reversibles.
T ¶ Esta preposition. c. Esto por si sola Esta En lugar. de. 4º. pre-
posiones. en. de. o por Exº. ¶ Coyonqui. agojero. o. ventana
¶ Coyonca. En la ventana / dela ventana / a la ventana / y
por la ventana. (172v: 9-15)
A ?
B Esta preposicion. ca. porsisola esta en lugar de 4º. de quatro
preposiçiones. en. de. a. por. exº. coyonqui agujero. o venta-
na coyonca. enla ventana dela ventana. ala ventana y por la
ventana (65r: 8-11)
BN Esta preposicion ca por si sola esta en lugar de quatro prepo-
siciones: en, de, a, por. Ex.: coyonqui, agujero o ventana; y por
la ventana; (según RS)
Md ¶Esta preposition. ca. porsisola esta en lugar de. & preposi-
tiones. en. de. a. por. Exº. ¶coyonqui. agujero. o ventana
¶coyonca En la ventana, De la ventana, a la ventana. y por la
ventana (135: 7-11)
MN ¶Esta preposicion. ca. por si sola esta en lugar de 4º. prepo-
siciones. en. de a por. Exº. ¶ Coyonqui. agujero o ventana. ¶
Coyonca. en la ventana. de la ventana. a la ventana. y por la
ventana. (80v: 10-13)
RS Esta preposicion ca por si sola esta en lugar de quatro pre-
posiciones: en, de, a, por. Ex.: coyonqui, agujero o ventana;
coyonca, en la ventana, de la ventana, a la ventana, y por la
ventana; (172: 1-4)
∴ T ≠ Ω.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 160

160 thomas c. smith stark

d] Sustitución que conserva significado

T y las letras quales faltan (193r: 12-13)


A ?
B y las letras que les faltan (74v: 15-16)
BN Y las letras que les faltan (según RS)
Md y las letras queles faltan (156: 8-9)
MN Y las letras queles faltan (92r: 18)
RS Y las letras que les faltan (197: 12-13)
LP2 Y las letras que les faltan (174: 2)

6. No se puede decir nada nuevo sobre el manuscrito de Aubin has-


ta no poder examinarlo.9
Los ejemplos anteriores muestran, con cierta contundencia, que
cada manuscrito que sobrevive, con la excepción del A sobre el cual
no es posible opinar, representa una línea independiente en la histo-
ria de la gramática de Olmos. Es decir, cada uno debe ser tomado en
cuenta al intentar una reconstrucción del original puesto que cada
uno podría contener un dato crucial no contenido en los demás. En
particular, no se debe descartar el Bancroft, a pesar de ser una copia
sumamente corrupta en muchos sentidos. También muestra que nin-
guno de los manuscritos sobrevivientes es el original puesto que ca-
da uno contiene errores que no parecen ser originales.10 Una prime-
ra aproximación al stemma de esta familia de manuscritos, entonces
sería el siguiente:

BN Md B MN T A?

El concluir que cada manuscrito es un testimonio independiente


no quiere decir, empero, que cada uno es una copia directa del ori-

9 Sullivan (1985:10) dice que se considera como el manuscrito más antiguo del

grupo, sin dar argumentos. Acuña (1985:292) observa que aparentemente está dentro
del grupo de los más antiguos porque comparte con BN y Md la referencia a Martín de
Hojacastro cuando aún no era obispo de Tlaxcala.
10 En particular, Md no es una copia tardía de BN, como propuso Baudot (Sullivan,

1985:10).
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un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 161

ginal, como indica el diagrama anterior. Puede ser que algunos sean
copias de otras copias, ya perdidas. Si dos o más provienen de la mis-
ma copia intermedia, entonces deben compartir las características dis-
tintivas de aquella copia intermedia que la distinguían de las demás
copias. Es decir, formarían una familia de manuscritos con ciertas ca-
racterísticas conjuntivas que los definen como un grupo y que son se-
parativas frente a los demás manuscritos. Esencialmente es el mismo
problema que la subagrupación lingüística y al igual que ahí, las ca-
racterísticas que tienen valor para este tipo de agrupaciones son las
innovaciones compartidas.
Hasta el momento he examinado discrepancias donde uno de los
manuscritos muestra características que lo separan de todos los demás.
Pero, los cuatro manuscritos que constituyen “todos los demás” tam-
bién comparten una característica. Si fuera posible sostener que esa
característica fuera una innovación, entonces se podría proponer que
son descendientes de la misma copia intermedia. Sin embargo, las úni-
cas innovaciones claras en los datos presentados hasta el momento son
los errores que se encuentran en un solo manuscrito.
También hay discrepancias conjuntivas que permiten identificar
subgrupos de dos o tres manuscritos frente a los demás. En estos ca-
sos, a pesar de no saber cuál es la innovación y cuál la retención, te-
nemos clara evidencia de una tradición intermedia. En particular, hay
un buen número de casos, como los que ilustro en (7) y (8), donde
BN y Md se parecen de un lado y MN y T se parecen del otro. B vacila
entre los dos grupos.

7] BN, Md / MN, T, B. Hay un texto ausente en BN y Md que contienen


los otros tres.
A ?
B Con algunos aunque pocos usan sincopados poner la dicha.
pa y por uentura alguna /otra que agora no me ocurre. exº.
cochiztli. l. cochiliztli dormiçion. &. tecochpa en lo tal de al-
gunos. nocochan en mi sueño /o dormiçion. y o cochpa. no
se dize. si no cochizpan. l. cochilizpan. nemachpa. pro. ne-
machilizpan. a los pronombres. pro. (66r: 2-7)
BN [ausente] (según RS)
Md [ausente] (137: 10)
MN ¶con algunos nombres tales avnque pocos / vsan sincopados
poner la dycha. pa. y por uentura alguno otro que no ocurre.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 162

162 thomas c. smith stark


exº. cochiztli. l. cochiliztli. dormicion. tecochpa. en la tal dor.
de algunos. nocochpa. en mi sueño /o: dormicion pero.
cochpa. no se dize / sino. cochizpa. l. cochilizpa. nemachpa.
pro. nemachilizpa. &. con los pronombres. (81v: 14-19)
T ¶Con algunos nombres tales aunque pocos / vsan cincopa-
dos poner la dicha. pa. y por ventura alguna otra que agora
no me acurre. exº. cochiztli. .l. cochiliztli. dormicion. tecoch-
pa. en la tal dormiçion. de algunos. nochochpa en mi sueño.
o dormiçion. pero. cochpa. no se dize sino cochizpa. l. cochi-
lizpa. nemachpa. pero. nemachilizpa. / con los pronombres.
(175r: 1-12)
RS Con algunos nombres tales, aunque pocos, usan syncopados
poner la dicha pa, y por ventura alguno otro que no ocurre.
Ex.: cochiztli, vel cochiliztli, dormicion; tecochpa, en la tal dor-
micion de algunos; nocochpa, en mi sueño, o dormicion; pe-
ro cochpa no se dize, sino cochizpa vel cochilizpa; –nemachpa, pro
nemachilizpa, etc. con los pronombres. (174: 13-19)

8] BN, Md, B / MN, T. Hay un texto de 12 líneas al final de la parte III,


capítulo 5, que está ausente en BN, Md, y B, pero que tienen MN y T.
A ?
B no las tiene
BN no las tiene
Md no las tiene
MN las tiene
T las tiene
RS considera que no son originales

Estos datos apuntan a tres versiones del manuscrito, una sin las adi-
ciones (α), otra con algunas de las adiciones (β) y una tercera con to-
das las adiciones (γ).

(9)

α β γ

BN Md B MN T ¿A?
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un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 163

Desgraciadamente, en ninguno de estos casos es fácil identificar


las innovaciones. Tan fácil es agregar texto como es quitarlo. Sin em-
bargo, el texto extra en general proporciona información coherente
y produce una descripción más completa. Si tomamos en cuenta que
los manuscritos BN y Md parecen ser más tempranos que MN a juzgar
por la mención que éste hace de fray Martín de Hojacastro como obis-
po de Tlaxcala,11 posición que todavía no ocupaba cuando se escri-
bió la epístola nuncupatoria de aquéllos, entonces se sugiere que las
diferencias notadas en (7) y (8) se deben a los textos que Olmos, u
otra persona, agregó a la versión original durante los intentos de pu-
blicarla.12 Así, se puede proponer como hipótesis que α es el primer
borrador o la primera redacción de Olmos,13 que β contiene un pri-
mer grupo de adiciones, y que γ es la redacción final que incluyó aún
más explicaciones. El stemma que corresponde a esta hipótesis sería,
entonces, el esquema (10) de la siguiente página.
Es decir, α corresponde al arquetipo original de la gramática, Ω,
mientras que β (perdido) fue una nueva redacción hecha a partir de
Ω, que sirvió como la fuente de B, y γ (perdido) contenía las últimas
correcciones de Olmos y sirvió como la base de MN y T.14
Para mostrar las implicaciones de esta hipótesis, veamos lo que im-
plica para la determinación de lo que dijo Olmos sobre el náhuatl.

11 Fue nombrado obispo de Tlaxcala en mayo de 1547 (Acuña, 1985:291) y muere

en 1558.
12 Siméon ([1875]1972, pp. 20 y 22 de la traducción de la introducción) hace no-

tar que hubo varios intentos de publicar el arte de Olmos. El prólogo del franciscano
anónimo (Acuña 1985:294, piensa que fue Jerónimo de Mendieta) que se encuentra
en MN (ibid., pp. 7-8 del facsímil) dice que el arte se iba a imprimir en un primer mo-
mento, pero que la impresión se detuvo cuando se murió el impresor, seguramente
una alusión a la muerte de Juan Pablos en 1560 (cf. García Icazbalceta [1886]1981:34-
35). Luego, fray Francisco de Bustamante llevó el manuscrito a España en 1561 con la
intención de promover su impresión ahí, pero tampoco la logró antes de su muerte
en 1562. Los esfuerzos del fraile franciscano anónimo fueron igualmente vanos. Su-
pongo que la publicación del arte de Molina en 1571, mismo año en que falleció Ol-
mos, marcó el fin de los intentos de publicar esta gramática, hasta que Siméon la sacó
a la luz en 1875 tras el intento fallado de Aubin.
13 Sullivan (1985:10) considera que BN ya es una segunda redacción del arte, pues-

to que Olmos dice, en su prólogo: “conociendo, a la primera que hize, faltarle mucho
en el corte: aunque casi tocase lo principal questa segunda” ([1875] 1972:9).
14 Para esta reconstrucción, no he tomado en cuenta la posibilidad de la contami-

nación o transmisión transversal, cuando una copia se hace al tomar en cuenta más de
un manuscrito como modelo.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 164

164 thomas c. smith stark

(10)
α=Ω

BN Md β ¿A?

B γ

MN T

Veamos de nuevo el (1a). El texto completo de donde viene ese tro-


zo reza así en la edición de Siméon:

(11) “Y puesto caso que quanto a la congruidad de la lengua los Mexicanos


y Tetzcucanos hagan ventaja a otras prouincias, no la hazen en la pronuncia-
cion, porque los Mexicanos no pronuncian la m, ni la p; y ansi por dezir Me-
xico dizen: exico.”

Sin embargo, con el stemma de (10), dos de los tres testimonios que
tenemos para el original (Md y β) tienen “pero Mexico no la haze en
la pronunciacion”, que sería el texto que se debe favorecer en la re-
construcción, como lo hacen los León-Portilla, pero no Siméon.
Una reconstrucción definitiva del stemma de estos manuscritos re-
querirá de un estudio mucho más detallado que el que he podido rea-
lizar aquí. Además, debe incluir datos del manuscrito de Aubin y tam-
bién del original del manuscrito de Colbert. De hecho, sería un
excelente tema para una tesis de doctorado. Por el momento, espe-
ro que mis observaciones, a pesar de ser tan preliminares, ayuden a
indicar cómo se puede acercarse al problema y qué tipo de conclu-
siones nos esperan.

BIBLIOGRAFÍA

Acuña, René, edición introducción, notas, apéndices e índices. Fray Thomás


de Coto, [Thesavrvs verborū] Vocabulario de la lengua cakchiquel v[el] gua-
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 165

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 165

temalteca, nueuamente hecho y recopilado con summo estudio, trauajo y erudi-


ción, Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Au-
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Acuña, René, “Noticia sobre los manuscritos del Arte de Olmos”, en Sullivan
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García Icazbalceta, Joaquín (1886), Bibliografía mexicana del siglo XVI, catálogo
razonado de libros impresos en México de 1539 a 1600. Con biografías de au-
tores y otras ilustraciones, precedido de una noticia acerca de la introducción
de la imprenta en México, Imprenta de Francisco Díaz de León, México,
xix más 419 pp. Nueva edición por Agustín Millares Carlo, Biblioteca
americana, Serie de literatura moderna, historia y biografía, Fondo de
Cultura Económica, México, 1954, 2a. impresión, 1981.

Hoenigswald, Henry M., “Criteria for the subgrouping of languages”, en Hen-


rik Birnbaum y Jaan Puhvel, eds., Ancient Indo-European dialects, Univer-
sity of California Press, Berkeley y Los Ángeles, 1966, pp. 1-12.

León-Portilla, Miguel y Ascensión (eds.), Andrés de Olmos, Arte para apren-


der la lengva mexicana, con estudio introductorio, transliteración y no-
tas de los editores, 2 vols., Ediciones de Cultura Hispánica, Instituto de
Cooperación Iberoamericana, Madrid, España, 1993 (contiene un fac-
símil del ms que tiene la Biblioteca Nacional de Madrid [signatura
10081, reservado 165]; la edición toma en cuenta el manuscrito de Col-
bert en la Biblioteca Nacional de París, el de Maisonneuve, ahora en
la Biblioteca del Congreso en Washington y la edición de Siméon
1875). Reedición, IIH-UNAM, 2002.

Molina, Alonso de, Arte de la lengua mexicana y castellana, Pedro Ocharte, Me-
xico, 1571.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 166

166 thomas c. smith stark

Olmos, Andrés de, Arte para aprender la lengva mexicana, México. Existen seis
copias manuscritas de este tratado, con importantes diferencias entre
ellas: 1] la de Aubin (A), actualmente en la Biblioteca Nacional de Fran-
cia (Colección de Manuscritos Mexicanos, signatura 364); 2] la de Col-
bert (BN), también en la Biblioteca Nacional de Francia (Fondo Espa-
ñol, núm. 259); 3] la de la Biblioteca Nacional de Madrid (Md,
signatura 10081, reservado 165), reproducida en facsímil en León-Por-
tilla y León-Portilla 1993; 4] la de Ramírez (B), actualmente en la Bi-
blioteca Bancroft en la University de California, Berkeley (M-M 454, con
una fecha de 1563); 5] la de Gates (T), actualmente en la Biblioteca
Latinoamericana de la Universidad de Tulane (núm. 407.2017.051, Ga-
tes núm. 760), reproducida en facsímil en Sullivan y Acuña (eds.),
1985; y 6] la de Maisonneuve (MN), actualmente en la Biblioteca del
Congreso en los Estados Unidos (signatura S III-48-C, 4 Ac. 8; ms. núm.
1477). También existen dos ediciones modernas basadas en algunas de
estas copias: 1] Siméon 1875 (RS), basada en BN y MN; y 2] León-Porti-
lla y León-Portilla 1993 (LP2), basada en Md, BN, MN y RS, 1547.

Quetglas i Nicolau, Pere, Elementos básicos de filología y lingüística latinas, Edi-


torial Teide, Barcelona, España, 1985.

Siméon, Rémi, Grammaire de la langue nahuatl ou mexicaine, composée, en 1547,


par le franciscain André de Olmos, et publiée avec notes, éclaircissements, etc.
par Rémi Siméon, Imprimerie Nationale, París, 1875. Ésta es la primera
edición impresa del arte de Olmos. Se basó en uno de los manuscritos
de la Biblioteca Nacional de Francia (el de Colbert, Fondo Español,
núm. 259) y en el del librero y editor Maisonneuve (ahora en la Biblio-
teca del Congreso de los Estados Unidos de América en Washington,
signatura S III-48-C, 4 Ac. 8). Fue reeditado, sin el prólogo de Siméon,
en la Colección de gramáticas de la lengua mexicana (=suplemento de los
Anales del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnología, 1a. época,
vol. 3, entregas 9, 10, 11, pp. 1-125, 1885, México). Algunos ejemplares
se encuadernaron con el pie de imprenta de Ignacio Escalante, Méxi-
co, 1885. Posteriormente fue incluido en Francisco del Paso y Tronco-
so y Luis González Obregón (eds.), Colección de gramáticas de la lengua
mexicana. Suplemento a Anales del Museo Nacional de Arqueología, Histo-
ria y Etnología, Museo Nacional e Ignacio Escalante, México, 1904. Una
reedición facsimilar de la edición original de Siméon apareció en 1972
como Andres de Olmos, Arte para aprender la lengva mexicana, con pró-
logo y versión al castellano de la Introducción para esta edición por Mi-
guel León-Portilla, Biblioteca de facsímiles mexicanos, 7, Edmundo Avi-
ña Levy Editor, Guadalajara, Jalisco, México.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 167

un STEMMA para los manuscritos del ARTE PARA APRENDER LA LENGUA MEXICANA 167

Sullivan, Thelma D., “Introducción”, Sullivan y Acuña (eds.), 1985, pp. 5-19.

—— y René Acuña (eds.), Andrés de Olmos, Arte de la lengua mexicana y voca-


bulario, introducción, advertencias, paleografía y apéndices de Thelma
D. Sullivan, edición de René Acuña. Filología, Gramáticas y dicciona-
rios, 4, Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional
Autónoma de México, 1985.
GuzmanBetancourt 10 24/6/04 12:11 Page 168
GuzmanBetancourt 11 5/11/04 2:23 PM Page 169

CUANDO LAS FUENTES PARA LA HISTORIOGRAFÍA


LINGÜÍSTICA PARECEN NO SERLO

ERÉNDIRA NANSEN DÍAZ*


FRANCISCO ALMADA LEYVA**

Con este descubrimiento comenzó a pensar


más en su vida pasada y en cuánta necesidad
tenía de hacer penitencia de ella. Y éste fue el
momento clave de su conversión.
P. LÓPEZ DE LARA, 1993: 39

Uno de los problemas de trabajar con lenguas carentes de codifica-


ción escrita es que, cuando finalmente se comienzan a escribir, sus
testimonios históricos pueden tener diferentes índoles y estas fuen-
tes tienen muy poca profundidad temporal. De manera que los es-
casos textos escritos en ellas que pueda encontrar un investigador,
se convierten en los monumentos históricos de esas lenguas, por el
sólo hecho de tener la forma material de estar escritos sobre un so-
porte, como el papel en el que está escrito el texto que trataremos
en este trabajo.
El documento a tratar, como tal, presenta los siguientes proble-
mas: a] su temática no es producto directo de la lengua en la cual es-
tá escrito; b] puesto que se trata de un texto anónimo (ya que no con-
tiene el nombre de su autor) tampoco es posible saber, en forma
directa, si fue elaborado por un hablante nativo de la lengua en cues-
tión, y c] lo único que podríamos afirmar en un primer momento,
es que lo que sí está presente en ese texto, es el contexto cultural de
la lengua en la cual está escrito. Y que ese contexto cultural le dio al
discurso contenido en el texto la forma de plantear los conceptos
que contiene.
El manuscrito que hemos venido trabajando hasta ahora contiene
la Novena del Glorioso San Ignacio de Loyola. Fundador de la Compañía de
JHS. Compuesta por un sacerdote de la misma Compañía. Traducida, y aña-

* DL/INAH.
** SEC-Sonora.

[169]
GuzmanBetancourt 11 5/11/04 2:23 PM Page 170

170 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

dida en el Idioma Cahita o Maya1 por otro Hijo del Santo Patriarcha. Mis-
sionero de la Provincia de Çinaloa. Y consta de trece páginas escritas por
ambos lados en lengua cahíta o yoreme, que forman parte del vol. 25
del Fondo Jesuita de la Biblioteca Nacional de Antropología e Histo-
ria, y está encuadernado en 2o.2
Son escasos los documentos compuestos en esta lengua que datan
de la época colonial, y este manuscrito se inscribe en la exigua lista
de obras que nos permiten dar cuenta del cambio que ha sufrido es-
ta lengua a lo largo de cuatro siglos. Como la mayoría de las obras
producidas por religiosos tenía una finalidad práctica: la de facilitar
la propagación de la fe cristiana entre los pueblos cahítas o yoreme,
como el Arte de la lengua cahíta, cuya redacción se atribuye al padre
Tomás Basilio, y reeditado por Eustaquio Buelna en 1890.3
El manuscrito de la Novena de san Ignacio de Loyola no está fe-
chado.4 Y aunque la letra es diminuta y la tinta se ha decolorado, es
clara y puede leerse y paleografiarse con facilidad. La escritura del
texto refleja sólo algunos problemas de la estructura fonológica de la
lengua, pero no los más relevantes, como serían el de la aspiración y
el cierre glotal intervocálicos. Tampoco incluye vocales y consonan-
tes dobles e incluye en español, como era costumbre en este tipo de

1 Si bien el título dice lengua “maya”, se trata de la lengua mayo o yoreme, que era

otra denominación para la lengua que en tiempos históricos novohispanos se conocía


bajo este nombre. Y sobre ella dice el autor anónimo del Arte de la lengua cahíta
(1989:5): “toda esta gente usa de un mismo idioma, los Hiaquis, los Mayos y los The-
huecos, pero se diferencian en el modo”.
2 El manuscrito fue exhibido como pieza del mes de la Biblioteca Nacional de An-

tropología e Historia durante el mes de junio de 1999, y los trabajos iniciales de Alma-
da y Nansen sobre este tema se presentaron como parte de la Mesa Redonda sobre la
Fiesta Novohispana, Fiesta Religiosa y Fiesta Indígena, durante este mes, en la Biblio-
teca Nacional de Antropología e Historia y como parte de las actividades de su Semi-
nario de Cultura Novohispana.
3 Véase, Arte de la lengua cahíta, edición facsimilar de la publicada por Eustaquio

Buelna en 1890, prólogo de José G. Moreno de Alba, México, Siglo XXI Editores, 1989.
4 Respecto de los documentos, nos dice Sandoval Aguilar (1991:25) en su ficha téc-

nica sobre éstos: “Anuario de fiestas religiosas. Contiene diversas oraciones en mayo,
castellano y latín; un anuario de fiestas y ceremonias religiosas y una novena a San Ig-
nacio de Loyola traducida y aumentada en el idioma mayo por un misionero de la pro-
vincia de Sinaloa. Sin lugar, 1673-1681. Manuscritos en papel europeo, todos en hojas
del mismo tamaño (10 x 15 cm) y algunos unidos por un hilo, 220 fs. Manuscritos en
mayo, castellano y latín con diferentes letras”.
GuzmanBetancourt 11 5/11/04 2:23 PM Page 171

cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 171

textos, algunos términos teológicos, como es el caso de las palabras:


Dios, Espíritu Santo, Jesucristo, Santísima Trinidad, etc. Para no en-
trar en conflictos teológicos con el sistema cosmogónico de los ha-
blantes, y para vincular directamente en sus mentes el significado de
estos conceptos con los términos en español, en un proceso de susti-
tución cultural y lingüística.
Tal como lo menciona el título del manuscrito, se trata de una ver-
sión traducida y añadida en mayo de la Provincia de Sinaloa. Quien
la tradujo y añadió pudo haber sido un religioso que no era hablan-
te nativo de esta lengua que, ayudado por informantes, le dio la for-
ma que tiene el texto.5 Su ortografía, en términos de lo que se agru-
pa o separa en calidad de palabra, es incierta.
La Novena de san Ignacio de Loyola aún se reza en la actualidad
entre los yoreme, antes de la víspera de su fiesta, que se celebra el 31
de julio, pero el texto ha sido modificado por los yoreme en su estruc-
tura y sus partes para adaptarlo a los cánones que dicta su cultura pa-
ra la celebración de la fiesta de este santo. Todo ello en sincretismo
con otros elementos que, pese a la evangelización, y para fortuna de
los yoreme de la actualidad, no desaparecieron de esta fiesta y les ayu-
dan a sobrevivir y a reflexionar sobre sí mismos.

LA NOVENA COMO INSTRUMENTO DE CONVERSIÓN

Ante todo, cabe aclarar que, si bien mucha de la producción de los


religiosos novohispanos tuvo como fin ser una herramienta para la
propagación y reafirmación de la fe cristiana, cada texto tiene un pro-
pósito especial. Así pues, a la Novena de san Ignacio podríamos ini-
cialmente catalogarla como un ritual de oración.

5 Sobre el autor de la Novena, podríamos aventurar que quizá fue el padre Juan Bau-

tista de Velasco, quien en 1593 fue enviado a la entonces Provincia de Sinaloa, para que
se hiciese cargo de las misiones, que comprendían las establecidas en el norte de Sina-
loa y sur de Sonora; posteriormente, a la muerte a manos de los zuaques de los padres
pioneros Gonzalo de Tapia y Martín Pérez, todos de la Compañía de Jesús. El padre Ve-
lasco permaneció durante veinte años en tierras de la nación cahíta y se dice que: “re-
dujo al arte los tres idiomas dominantes en su jurisdicción eclesiástica, que eran el chi-
corato, ohuero y cahuimeto, formando con ellos una gramática de la lengua cahíta, de que
GuzmanBetancourt 11 5/11/04 2:23 PM Page 172

172 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

Sin embargo, para quienes en la actualidad no somos muy devotos


o asiduos a la iglesia, una novena es un ritual de oración que se reza
durante nueve días a un santo, para pedir algo, y se reza en la iglesia o
en la casa. Pero, ¿qué era exactamente un novenario en el siglo XVI?
Para empezar, quien en ese siglo realizaba el ritual del novenario,
estaba consciente de que no era el santo quien cumplía la gracia pe-
dida, sino quien intercedía ante Dios para que éste la cumpliera; al
menos, ésta era la intención de los predicadores, como veremos a
continuación.
Otro jesuita, el padre Francisco de Florencia, fue autor de una No-
vena a Nuestra Señora de los Remedios que data del año 1685 (1745).
Este texto trata de Las novenas del Santuario de los Remedios, cómo se han
de hacer para sacar fruto de ellas. En él se describe puntualmente el pro-
ceso de celebración del novenario como acontecimiento religioso de
la sociedad novohispana:

Las Visitas y Novenas que se hacen, así a la santa imagen de los Remedios, co-
mo a la de Guadalupe, han sido desde sus principios muy usadas de todo gé-
nero de personas. Y en especial de algunas personas doctas y espirituales que
usaban el retirarse a la casa de la Virgen, por nueve o más días, a gozar en ella, qui-
tados del tráfago de México, de la comunicación inmediata con la Señora, y a recibir
la abundancia de favores que suelen hacer a los que velan a las puertas de su miseri-
cordia y la buscan en sus necesidades (Florencia, 1998:3).

En 1685, “rezar una novena” podía, pues, implicar un viaje de al-


gunas horas hasta el santuario en cuestión, con la opción de perma-
necer en él durante los nueve días en que se haría la celebración del
novenario.
Ahora bien, en la página 5 del texto del padre Florencia, aparece
una parte donde: “Explícanse los modos de hacer Novenas con fru-
to”. Quien rezaba la novena tenía dos opciones: la peregrinación y re-
tiro o permanencia en un santuario; o bien la de los: “Otros, que no
pueden faltar de sus cosas tanto tiempo, [y] abrevian los días, multi-
plicando en menos tiempo las horas de oración y ejercicios devotos que

se derivaban los posteriores, y era hablado exclusivamente en los ríos Yaqui y Mayo ha-
cia la costa, en la mayor parte del río Fuerte, comprendido dentro del hoy territorio si-
naloense, y con más o menos extensión en los de Sinaloa y Mocorito”. (Villa, 1984:26.)
GuzmanBetancourt 11 5/11/04 2:23 PM Page 173

cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 173

habían de hacer en los nueve” (op. cit., 1998:5). Es decir, el rezo de la


novena conllevaba además un ritual de meditación. Y el padre Flo-
rencia nos dice que el elemento más importante para la comprensión
de la novena es: “…que en esos días procuren traer a la memoria las mi-
sericordias y maravillas que por medio de su milagrosa imagen ha obrado la
Señora en su casa y santuario… con el deseo de que se haga aprecio de lo que
debe México a la Santísima Virgen por esta imagen” (op. cit., 1998:8).
La intención pedagógica de los nueve días de la novena de los Re-
medios es clara. Se ha escogido para cada uno de ellos una medita-
ción especial sobre nueve misterios de la vida de la Virgen que tienen
relación con la historia de su aparición en Los Remedios. Es decir, vin-
culan el hecho histórico de la Conquista con las capacidades divinas
o misterios de la Virgen, con el fin de hacer entender a los fieles la
función de esta Virgen como conquistadora de la salvación de la culpa.
Y esta característica, como veremos más adelante, está presente en
los Ejercicios Espirituales que Ignacio de Loyola diseñara para el en-
cuentro del individuo con Dios. En el novenario, la realización de és-
tos era condición para la intercesión de la Virgen o el santo ante Dios,
y para el otorgamiento de la gracia solicitada, además de contribuir
con ello al proceso de conversión del individuo instruyéndolo sobre
los pasos a seguir en el camino de la fe y obligándolo a reflexionar so-
bre la divinidad.
Es decir, en el cuerpo del género textual denominado novena, en
calidad de instrumento de propaganda fide, tendríamos que encon-
trar, en toda novena traducida a una lengua indígena, además de las
advertencias sobre el modo de hacerla y de la oración que se reza pa-
ra todos los días, nueve episodios de la vida de la Virgen, de un san-
to o de Cristo, vinculados con los cinco misterios del rosario. Y tener
en mente que servían para la conversión de un individuo en aras del
cumplimiento de una gracia, para la reafirmación de su fe en un ac-
to religioso tan vital y público como la fiesta del santo patrono del
lugar.
A diferencia del Padre Nuestro, el Ave María o el Credo, que son
oraciones de alabanza o reafirmación de fe, la novena es un brevia-
rio de historia de vida de un individuo o entidad sagrada, que sirve
de espejo para encontrar en la propia, la virtud divina de la entidad
que se invoca.
Ésta sería, pues, la estructura de los temas que abarca una novena,
y que debiera reflejarse en la traducción a la lengua indígena.
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174 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

Veamos ahora el texto de la novena del santo de Loyola. En el tex-


to en español se incluye la advertencia sobre cómo se debe rezar es-
ta novena y dice:

El tiempo más oportuno para hacer esta novena […] es aquel en que sus de-
votos necesiten conseguir alguna gracia del Señor, por medio de su podero-
sa intercesión. Los que lo hicieren si precisaren alguna urgente aflicción, o
fervor devoto, podrán escoger los tiempos siguientes: desde el día 23 de ju-
lio hasta el día de su solemnidad, que la santa Iglesia celebra a 31 del mismo
mes […] de rodillas ante algún altar o imagen de San Ignacio de Loyola, le-
vantará el corazón a Dios y se considerará presente a la Santísima Trinidad,
a Cristo nuestro Señor, a María Santísima asistida de la celestial corte de in-
numerables ángeles y santos, y especialmente pondrá los ojos del alma en San
Ignacio… (Novena a San Ignacio de Loyola, 1999:2-3).

Con esto se establece también el periodo para la celebración, que


abarca justo los nueve días, contados a partir de la fecha de la fiesta
del apóstol Santiago, cuando Loyola inició su ascenso hasta la ermita
de la Virgen de la Purísima Concepción de Montserrat, en Cataluña,
que fue su constante inspiración y mística compañía en su camino de
conversión de soldado del rey a soldado del Rey de los Cielos y mili-
tante de la evangelización. El 31 de julio, es el aniversario de la con-
versión de Íñigo de Loyola, el guerrero, en el soldado de Dios.
La novena de san Ignacio era un ejercicio de conversión. La ora-
ción de su primer día y la súplica de la gracia quedan ubicadas en el
marco de la regla del santo y su orden religiosa. Ésta tiene que ser pe-
dida, y si es concedida, será concedida al individuo siempre para ma-
yor gloria de Dios, al igual que el cumplimiento de la penitencia que se
le impondrá en caso de no obtenerla.
En su Guía para hacer ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, otro
jesuita, el padre Fernando Azuela, habla detalladamente de la impor-
tancia de vincular a “Dios, Señor de la Historia” (1989:22) con el indi-
viduo y su propia experiencia mística a través de la vida del santo, que
es precisamente lo que intenta hacer el padre Francisco de Florencia
en la novena de los Remedios. El espíritu de la novena novohispana si-
gue vigente en la regla jesuita y el ejercicio espiritual en la meditación.
Al buscar estos elementos en el texto de la novena cahíta, adverti-
mos que se cumplen el plazo para su rezo, el lugar, que es la iglesia,
pero a diferencia del texto en español, el de la novena cahíta conser-
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 175

va estas partes, pero poco o nada refiere sobre los hechos de la vida
del santo, en tanto que datos biográficos puntuales, como son los co-
nocidos episodios de Montserrat y el de la cueva de Manresa, en don-
de la Virgen de la Purísima Concepción se apareció a Íñigo de Loyo-
la, para convertirse en la sagrada dama de sus gestas de caballero de
la fe, que sí aparecen en la novena en español.
En cambio, el texto cahíta se convierte en una interpelación direc-
ta del individuo que la reza, en la cual él recuerda al santo sus virtu-
des y los hechos que reforzaron su fe, para que el santo pueda, por
estas cualidades interceder ante Dios para que le conceda la gracia
pedida y le permita parecerse a él. Muy a la manera en que la religio-
sidad popular de hoy en día, ruega directo al santo que le haga un fa-
vor, y hasta lo azota, lo para de cabeza, o lo mete en agua para obli-
garlo a cumplir la gracia pedida.
Estas interlocuciones pueden resumirse en un paso por día, de la
manera siguiente:6

1] El primer día de la novena, después de un acto de invocación al


santo y de contrición por sus pecados, el individuo suplica al santo,
al que Dios concedió: ser el mismo misterio de la Santísima Trinidad [sic],
le conceda: poder nombrarlo. Para que conozca todo aquello que or-
dena la Santa Madre Iglesia y me ayude a creer. Por eso, porque tú le
creíste cuando andabas en la tierra…y para que en el cielo no tenga
yo que estar rogando también, porque lo dispuso Dios. (p. 5 ms.):

Dios apo graciata entzi micac Santísima Trinidad mysteriompotunaque betzibuo. Emou-
ne uhbuana Diosta nocrianaque Diosta sualuamta, fee teuame ne micnaque a et chic-
ti hita itom Aie Santa Iglesia a taia nesaue, anetaianaque soc ante sualnaque betzi-
buo entzi quet itom buan aniapo hiepsao hulen a sualeca betzibuo.

2] El segundo día de la novena, después de lamentarse por sus peca-


dos, el individuo le recuerda al santo: “Dios te dio la gracia de cono-
cer el bien en lo conocido, para que lo tengas muy en cuenta hasta tu

6 Dadas las restricciones de extensión de este trabajo, se ha elaborado una versión

traducida al español de las partes de la Novena que aparecen en este punto, sin incluir
una glosa morfológica. Esta modalidad se presentará en otro trabajo de carácter com-
parativo, que incluirá la paleografía completa del texto.
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176 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

muerte…”, y ratifica: “Tendré en cuenta en mi corazón a Dios, aun


por los que no lo hacen y así me concederás lo que te pido ahora, si
es bueno para mi alma, y si Dios me lo quisiera conceder…” (p. 6 ms.):

Dios entzi hiocorec turisi a taiamecari soc ataiaca utesi em hiepsimeie aerianaque em
muqueu camtia, em puhba, […] quet elevenasia chicti tapo in mucneu camptia Dios-
ta em hiepsimeie utesi en ianaquete hiacari

3] El tercer día de la novena dice, después del acto de contrición: “Tú,


en nuestro valle de lágrimas, porque tuviste en cuenta a Dios para tu
salud, para tu cuerpo, para tu alma, lo buscaste hasta la hora de la
muerte. Te pido por mí, y teniendo en cuenta a cada persona, porque
nos lo ordenó Dios, él mismo, Dios, ha escuchado tus ruegos”. (p. 7 ms.):

Empo itom buananiapo Diosta betana emo benasia chicti jioreme em hiepsipoutesi am
eriac, aet betzibuo vem tuuraua vem hiepsi soc vem tacaua betzibuo hariuac em mu-
queu camptia; entzi emou en uhbuna ino betzibuo Diostanocrianaque, nezte quet ele-
venasia cin mucneu camptia Diosta vetana ino venasia chicti Joreme eriacacari Dios
hulen itom saueca betzibuo apori bueurusi entzi ieac in noqui utesi ara hica

4] El cuarto día de la novena, el individuo le recuerda: “A la Purísi-


ma Concepción tú la tuviste en cuenta en todos tus actos (para que
evitase que cayeras en el pecado otra vez) y le recuerda al santo (como
para que no se le olvide a él): También tendrás presente a nuestra Ma-
dre, la Purísima Concepción, lo harás, y así, si lo que te pido es bue-
no para mi corazón (mi alma), y si Dios me lo quiere conceder, me
lo conceda”. (p. 8 ms.):

Itom Aie Santa María Concepcionta chicti em hiepsimeie empo a eriac… itom Aie Con-
cepcionta erianaque i, anaque canapat ne tatacolita aque, i, anaque soc in emou aa-
waw in hiepsi betzibuo.

5] El quinto día de la novena el individuo le recuerda al santo: “Cuan-


do tú viviste en nuestro valle de lágrimas, le enseñaste a bautizados y
no bautizados el camino que lleva directamente al cielo. Y así, Dios te
favoreció”. Y le promete: “Nunca más provocaré la ira de Dios, ya sien-
do hombre como tú, para que me confirmes como una persona que
muera bautizada”. (p. 8 ms.):
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 177

Itom buan aniapo emzti quet hiepsaco Diosta bétana chicti habeta batorim, ca batorim
huneri tehuecau vichaca lútula vichaca lútula bota amachtiac…. Natzai cane napat
Diosta omtitua, i anaque. Ne batota venasi muc, i, anaque…

6] El sexto día de la novena, el individuo le recuerda al santo: “Cuan-


do tú viniste a este valle de lágrimas, tuviste temor de Dios. Hiciste pe-
nitencia castigando tu cuerpo por tu amor a Dios… Aun cuando ha-
bía mucho que comer, comías un pedazo de pan y un poco de agua
azotándote de cuatro a cinco veces todos los días”. (p. 9 ms.):

Emtzi quet itom buan aniapo hiepsaco, Diosta vetana hantiachi penitenciata hoac.
Utesi em tacaua cocosi ieac Diosta naqueca….naiqui tapo elapo hibua machi caluti
obec hulem lebela panim ilitchi buacari, soc iliqui bata hecari, soc chicti taiao naiqui-
sia omti mamnisi uttesi emo vibumuchae

7] El séptimo día de la novena, el individuo le recuerda al santo: “Vi-


viste mucho tiempo respetando a Dios en este valle de lágrimas, y en
tu corazón platicaste con Dios, por eso Dios y la Virgen María llegan
a ti tantas veces y cumplen tus deseos… y le ofrece adorar a Dios de
todo corazón todos los días”. (p. 10 ms.):

Empo Diosta ioioreca betzibuo burusia iton buan aniapo quet hiapsaco, em hiepsipo
Diosta mac nocac, ie vetsibuo apo Dio, Itom Aie Santa Maria huneri burusia eni ieu
machiecm burusia emo iaiahiac em

8] El octavo día de la novena, el individuo le recuerda al santo: “Cuan-


do anduviste por nuestro valle de lágrimas, aunque no hubiera reme-
dio por parte de Dios, pero así con el signo de la Santa Cruz, alivias-
te el cuerpo de muchos hombres que estaban enfermos, y sus almas
sanaron escuchando tu palabra”. (p. 11 ms.):

Itom buanianapo recteco, elapo cahita hitoa, Diosta betana hulem Santa Crusta hu-
nac teuamta aie huevena ioreme cocoreca hiocot aneme vem tacaua sepi em alaeuac,
entoc ven hiepsi em noqui

9] El noveno día de la novena, el individuo le recuerda al santo: “Cuan-


do viviste en este valle de lágrimas, tú asustaste a los diablos muchas ve-
ces. Al escuchar tu nombre, luego abandonaron el cuerpo de los hom-
bres en los que se habían metido para dañarlos. Cuando en verdad no
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178 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

lloraban diciendo que eras un gran Santo… y que los corriste a la fuer-
za”. Y le promete: “Me confesaré y sacaré mis pecados, y de aquel la-
do, sacaré más gloria para mi alma que del diablo…” (p. 12 ms.):

Itom buanianapo hiepsaco empo burusia diablom uomtiac emteuam hicaca sepi emo
hoac ioremem tacauapo uahiac quimocame cocori amhoa bareteco tua ca buanaio emt-
zi bueru Santo, emtzi tua Santo tiaca uteapo am sasacatuac emo uhbuana…ne turi-
si compesecteco, in tatacolim diablota aet uanavo chea huenam in hiepsi vet ien am
uotianaque…

Aunque los episodios biográficos no estén presentes en el texto in-


dígena, con nombres y lugares históricos, las virtudes y capacidades
del santo como la de hacer penitencia ante Dios y la de echar fuera a
los demonios, sí lo están. Es de suponer que era difícil explicarles co-
sas como el concepto de un Dios en tres personas, o una madre vir-
gen con su hijo, además del coro de ángeles que la acompañaban. Pe-
ro más difícil era explicarles la escena de la cueva de Manresa donde,
en opinión del padre Azuela, Ignacio de Loyola tuvo su Pentecostés
al seguir la ruta del ejercicio espiritual de la meditación que deman-
da que el individuo hiciera (op. cit., 23-24):

1] La Oración preparatoria, que coloca al individuo ante la presen-


cia de Dios, concentrando en él todo su pensamiento para ponerlo a
su servicio.

2] La Composición que ve el lugar del episodio con su “imaginación


y sentimientos”, los que le permiten pensar en una ambientación de
apoyo y una escenografía en movimiento, que le posibiliten incorpo-
rarse participativamente a la vivencia del santo. Lo cual probablemen-
te era la función de las ilustraciones y cuadros alusivos novohispanos,
que acompañaban al rezo, como en el caso de la novena de Los Re-
medios. Y que en las fiestas religiosas indígenas y no indígenas, se en-
contraban representados en las flores, las banderas, los rituales y las
danzas que acompañan la celebración.

3] La Demanda de lo que quiere y desea, que es la expresión de Ig-


nacio de Loyola para el objetivo de la meditación, porque es esta de-
manda la que alcanza la gracia pedida.
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 179

4] Seguir los Puntos de oración, o alternativas propuestas para el lo-


gro de la gracia y la Conclusión coloquial, consistentes en un profun-
do diálogo amistoso con María, Jesús y el Padre, quienes coadyuvarán
al logro de la gracia.

LA SUPERVIVENCIA DE LA NOVENA CAHÍTA EN LA NOVENA DE SAN IGNACIO


EN LA ACTUALIDAD

A la Iglesia católica yoreme podríamos considerarla como un espacio


donde se desarrollan las actividades culturales y religiosas de los yo-
remes.
El título de Iglesia católica yoreme quizá sea muy ostentoso ya que
no constituye en sí un organismo que forme parte de una jerarquía
religiosa o que tenga sustento en algo palpable como pudieran ser
una liturgia especial, un calendario de festividades o incluso libros sa-
grados propios.
Si bien se supone que es católica, la Biblia no parece ser el funda-
mento de su actividad religiosa, ni constituye una referencia para ser
buen yoreme. Los conductores de sus ceremonias, llamados “maes-
tros rezadores”, forman parte de la jerarquía católica oficial, el calen-
dario ritual es el católico, pero es muy selectivo en los santos a los que
se rinde veneración en los días de fiesta.
Más bien se le denomina católica porque al amparo del catolicis-
mo han sobrevivido los elementos constitutivos de la cultura yore-
me que han sido rechazados en otros ámbitos. Los yoremes tienen
la facultad de celebrar sus fiestas y ceremonias funerarias, mas no la
de otorgar ningún sacramento. Esto no es obstáculo para que, du-
rante su vida, los rezadores yoremes participen en ceremonias don-
de la bendición que dan no es completamente aceptada; de hecho
es muy frecuente que tanto la extremaunción como todo lo referen-
te a los funerales esté exclusivamente en manos de los yoremes, por-
que sólo ellos entienden el punto de vista de su cultura, y sería im-
perdonable dejar esto a cargo de quien no lo entiende ni quiere
entenderlo.
La Iglesia católica tuvo que aceptar –no sin antes haber creado con-
flictos entre los yoremes– que éstos realizaran sus fiestas tal como sus
antepasados les enseñaron, porque en resumidas cuentas, eran los
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180 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

restos de las enseñanzas que los primeros padres de la evangelización


habían establecido por esos lugares.
Además, en realidad no todo está mal por lo cual la jerarquía ca-
tólica no sólo les recomienda seguir con sus prácticas religiosas sino
estar de acuerdo con ellas, siempre y cuando se conserven esas bue-
nas costumbres.
La iglesia yoreme consta de tres partes principales para efectos de
sus ceremoniales y son la capilla, el ramadón y la cocina que están dis-
tribuidas según el espacio con que cuenten en cada pueblo. Cada una
tiene una función especifica a la cual le corresponden diferentes tiem-
pos durante el transcurso de la fiesta e inclusive durante el tiempo
que dura en funciones el grupo de fiesteros.

ALGUNOS ELEMENTOS DE LAS FIESTAS YOREMES

Los fiesteros: Son doce personas, como número ideal, y se encargan de


realizar la fiesta.

La música y las danzas

La música puede ser la misma para todas las fiestas. En cuanto a las
danzas hay tres que son comunes a todas: “el pascola”, “el venado” y
“el matachín”, pero también hay algunas diferencias a nivel subre-
gional.
La música que se toca se considera como una alabanza instrumen-
tal y, por lo tanto, es sagrada. La danza es el acompañamiento para la
música donde hombre y música se ofrecen ante Dios, la Virgen y el
santo festejado. Así en la representación del universo dentro de la ca-
sa de la fiesta, todo está en movimiento y el individuo se entrega en
cuerpo y alma a la alabanza de Dios por medio del canto, la danza y
la música que interpretan músicos, cantadores, pascolas y venado.
Todos se entregan a Dios de dos maneras: los que ejecutan la mú-
sica están guiados por la inspiración divina, que literalmente es quien
dice qué música quiere escuchar; el danzante que la oye se apropia
de ella, por cuanto en su atuendo se encuentran elementos que pro-
ducen ruido como los ténabaris, coyolis y sonajas cuyos sonidos com-
plementan la armonía de la música que se ofrece a Dios. De la mis-
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 181

ma manera, el cantador de venado, al tiempo que ejecuta el instru-


mento canta el son. Y todo esto se produce en el ramadón o techum-
bre de ramas que está afuera de la iglesia. Pero, también en el inte-
rior de la iglesia hay, simultáneamente, música, movimiento y canto.
La urdimbre de la fiesta se entreteje pues, en tres espacios dimen-
sionales simultáneos: la iglesia con cantos, alabanzas, luces, flores, in-
cienso, campanas reverencias y movimientos significativos que los
acompañan. El ramadón que es donde la alabanza cantada y bailada
se desarrolla. Y la cocina, donde la alabanza se manifiesta en los agra-
decimientos que se dan cada vez que alguien se levanta de la mesa,
después de haber sido obsequiado con alimentos, porque trajo algu-
na aportación voluntaria o porque cumplió con el ritual de conser-
var los bienes de la iglesia, de los que fue depositario durante un año
y dice: “Gracias a Dios que nos dio vida y salud para cumplir felizmen-
te. Gracias a Dios por este caldo porque los que quedamos aquí en la
tierra estamos siguiendo el camino de nuestros antepasados”.
Pero el hecho más importante que se desarrolla en la cocina, es la
firme creencia de que cada vez que se destapa una olla para servir un
plato, el primero en recibir la comida es Dios porque hacia él se ele-
van el vapor y los aromas de los alimentos que hay en la olla.

La novena

Es el periodo de nueve días de rezos para llegar a la celebración de


la fiesta del santo patrón. El rezo de la novena comprende también
las conversaciones respecto a los preparativos para lo que se va a ha-
cer en la fiesta. Aun cuando aparentemente es lo mismo todos los
años no se debe dejar nada al azar ya que la complejidad de los ritua-
les, y el cansancio que produce realizarlos pueden conducir a come-
ter errores que son mal vistos por la comunidad, que espera que los
elementos principales le sean presentados de manera impecable. La
novena va acercando al individuo a la meta final de ese periodo de su
existencia, en el cual pone todo su empeño, ya que en la concepción
yoreme, está a punto de salir de una penitencia o de un sacrificio, es
decir, el tránsito o la caminata de doce meses esta a punto de concluir
para salir de allí como un ser nuevo en la fe y en la lealtad a la iden-
tidad yoreme.
A diferencia del católico romano, que puede rezar la novena en
forma individual, y en la intimidad o con un número reducido de per-
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182 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

sonas, el católico yoreme nunca reza una novena solo; la novena es


para el yoreme un acto público y colectivo y, como individuo pide una
gracia, pero es frecuente que haga patente lo que pidió a la colectivi-
dad. Además, al hacerlo adquiere un compromiso, y si éste incluye
una fiesta, puede hacer una fiesta casera. Es decir, en su casa pone el
altar al santo, ofrece danzas, cohetes, etc., y concluye con cuatro fies-
tas más, una cada año.
Pero si decide hacer la fiesta en la iglesia, tiene que encontrarse
con otros que tengan esa misma novena (once personas, para com-
pletar con él la docena de fiesteros) y ahí, la novena se tiene que adap-
tar al tiempo que se le dedique y a los rituales.

LA FIESTA DE SAN IGNACIO EN EL BAJO RÍO MAYO

Como se vio en los apartados anteriores es bastante complicado que-


rer describir una fiesta yoreme que a simple vista parece muy senci-
lla. Y más complicado aún es organizarla.
Para la comunidad yoreme todavía subsiste la idea de que la fiesta
la instituyó Dios para que cada uno participe en ella al menos, una
vez en su vida. Esto significa que a un santo se le harán cuatro fiestas
(una por año) participando en tres distintos cargos, más un año de
pilón por haber terminado su compromiso con Dios.
La fiesta no es para mostrar la opulencia de los participantes Al
contrario, es una fiesta realizada como sacrificio y penitencia para que
Dios tenga en cuenta aquellos trabajos y sufrimientos que pasa el in-
dividuo para mostrarle su agradecimiento por su vida, y el fiestero de-
finitivamente goza del prestigio, único quizá, de ser el que está cui-
dando la flor de la fiesta durante el año, y su actuación determina el
cómo se le recuerda, una vez concluido su periodo.
Al parecer, aquí es donde menos posibilidades hay de aplicar aque-
lla conocida teoría de la redistribución de la riqueza porque todo se
realiza gracias al esfuerzo de cada uno de los fiesteros quienes a ve-
ces son los más pobres, ya que una de sus funciones es renovar los bie-
nes perecederos (alimentos y objetos rituales) que le entrega la igle-
sia, y según el uso que haga de ellos estará en condiciones de pasar
ese compromiso en forma desahogada.
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 183

LA FIESTA DE SAN IGNACIO: CARACTERÍSTICAS

La fiesta de san Ignacio, donde se reza la novena, se celebra en dos


comunidades del Bajo Río Mayo llamadas El Júpare y La Loma del Et-
choropo pero no se ciñe fielmente al modelo de fiesta que realizan
los yoremes. Se desarrolla en la iglesia haciendo uso de toda su in-
fraestructura pero se celebra en un entorno casi familiar.
Los fiesteros de san Ignacio se comportan como una unidad do-
méstica, ya que al parecer han dejado de hacer la fiesta cuando los
problemas de uno de ellos han desanimado a los otros. Esto tiene una
razón de ser, dado que a estos fiesteros les ha sido impuesto el rosa-
rio, que es un distintivo del fiestero en forma vitalicia. Es decir, el pa-
dre de familia lo recibió y a su muerte pueden suceder una de dos co-
sas: o se lo lleva a la tumba o su esposa se queda con él, para seguir
participando en la fiesta. Es lícito que al que recibió el rosario de san
Ignacio lo entierren junto con él, pero no faltan los que aún sin la es-
peranza de que alguno de su familia se haga cargo en lo sucesivo, lo
hayan dejado a sus parientes. Todo esto ha ocasionado una grave dis-
minución en el número de estos fiesteros. Pero en años recientes ha
habido una reestructuración, por lo que podemos ver bandera y ro-
sarios nuevos, ya sea porque alguna familia retomó esa herencia o
porque ha ingresado algún voluntario.
Sea como fuere, el resurgimiento de la fiesta no ha hecho variar lo
que ya es tradición celebrar: la “Descuelga del santo”, rezar el nove-
nario, realizar la fiesta y quedarse con el rosario que son las únicas
partes que tiene esta fiesta, a diferencia de las otras.

LA NOVENA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

El novenario para los santos es una tradición muy común en el Bajo


Río Mayo. Respecto de la novena de san Ignacio, a diferencia de las
novenas de otros santos que se rezan en español, ésta está traducida
al yoreme, su traducción data del siglo XVI, el texto manuscrito está
en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de
México.
Aparentemente san Ignacio de Loyola es el único santo cuya nove-
na fue traducida al yoreme, y lo extraño es que contando con una tra-
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184 eréndira nansen díaz y francisco almada leyva

dición desde los días de la evangelización su fiesta no tiene el luci-


miento de las fiestas creadas en una época más reciente.
Las incógnitas que rodean a esta fiesta son:
¿Por qué si fue de las primeras que se establecieron no presenta el
patrón de las fiestas yoremes? ¿Tiene esto algo que ver con el santo o
con la forma en que se organizó su fiesta por parte de los evangeliza-
dores jesuitas?
¿A qué se debe que los rosarios no pasan a algún otro promesero
voluntario que quiera participar en la fiesta?
Por la forma de imponerse el rosario a un miembro de la familia,
se consideraría que tal fiesta estaba condenada a desaparecer al cabo
de una generación, a diferencia de las demás.
¿Por qué si se estaba en un grupo de fiesteros no había la obligación
impostergable de realizar la fiesta en el tiempo que indica el calenda-
rio y ésta estaba condicionada por el estado de ánimo de los fiesteros?
Durante la recolección de palabras para la conformación del dic-
cionario yoreme que elaboré, escuche y registré las expresiones que
se referían a esta fiesta como la Fiesta de los Mezquites (Jüpa Paxko)
y la Fiesta del Sarpullido (Sijönia Paxko) como sinónimas de San Inaa-
sio Paxko o Fiesta de san Ignacio. Ambas expresiones están relaciona-
das con la antigua tradición de la recolección de las péchitas que son
los frutos del mezquite, con las cuales se prepara un atole que, al con-
sumirlo, provoca el brote de un sarpullido.
Las péchitas forman parte de los alimentos tradicionales de los yo-
remes cuyo origen se remonta a la época prehispánica.
Entre los yoremes el mezquite es un árbol especial: da sombra,
combustible, proporciona alimentos como las péchitas, se usa como
colorante para teñir las cobijas de negro y es medicinal.
Uno se puede abrazar de él, contarle sus penas y salir reconforta-
do, tal como lo hace con cualquier santo. La cruz que protegía a to-
do hogar yoreme se hacía, hasta hace poco de mezquite y todavía
acompaña a los difuntos en su trayecto hacia la otra vida.
Los yoremes han asignado un color a cada santo, que tiene rela-
ción con distintos aspectos de la cultura. El color del santo de Loyo-
la es negro, porque su hábito es negro, pero el color del luto también
es el negro, de aquí el aparente sincretismo entre todas las propieda-
des del mezquite y el color del santo, lo cual favorece la adoración del
árbol del mezquite a través de la figura de san Ignacio de Loyola. Otro
detalle significativo es que los rosarios de los fiesteros de san Ignacio
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cuando las fuentes para la historiografía lingüística parecen no serlo 185

del Júpare y la Loma del Etchoropo, que son vitalicios, están hechos
de madera de mezquite, mientras que los de cualquier otro santo
son de amolillo (o tukchi, que es una especie de saponaria) y se en-
tregan a un fiestero diferente cada año.
Sobre esto es posible concluir, que el proceso sincretizador ha
compactado una serie de símbolos culturales de los yoreme en la fi-
gura de san Ignacio de Loyola que en apariencia lo vinculan con la
muerte.
Sin embargo, la fiesta es para el árbol del mezquite y el día del
santo, el 31 de julio, marca la época de la cosecha de sus vainas o pé-
chitas como un acontecimiento anual que no tiene un marco religio-
so real. En cambio, no sucede así en el caso de las otras fiestas, que
tienen su base en el marco de la Trinidad. Éstas se realizan en tres
periodos, lo cual no las hace menos sincréticas que la de san Ignacio
sino que las vincula directamente con la vida y sus ciclos que se repi-
ten año con año. La fiesta de san Ignacio pareciera poder morir, en
cambio la de la Trinidad no.

BIBLIOGRAFÍA

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COMENTARIOS DE WILHELM VON HUMBOLDT


SOBRE LA LENGUA CORA

JOSÉ LUIS ITURRIOZ LEZA*

ANTECEDENTES: LA OBRA PÓSTUMA DE HUMBOLDT

La primera fase de este trabajo se inicia en 1990 y sus resultados se


presentan en el marco del Simposio Internacional del Instituto Ibe-
roamericano de Berlín, celebrado en esta ciudad del 24 al 26 de sep-
tiembre de 1992. Entre los trabajos del legado póstumo de Humboldt,
catalogados y descritos por Kurt Mueller-Vollmer (1993), y puestos a
disposición de los especialistas para su valoración, se hallaban docu-
mentos de diversa magnitud referentes a lenguas (del occidente) de
México. Como era de esperar, no hallé nada sobre huichol, pero sí
unas cuantas páginas con comentarios sobre la lengua cora a partir
de algunos escritos del misionero José de Ortega (véase Iturrioz,
1992). Aunque Guillermo de Humboldt no estuvo nunca en México,
y sus comentarios no son por tanto estrictamente parte de la historia
de las ideas lingüísticas de México, creo que vale la pena analizar sus
comentarios como muestra de la recepción que tuvieron en Europa
los trabajos gramaticales y lexicales hechos en México y su contribu-
ción indirecta al desarrollo de las ideas.
No hay indicaciones sobre cómo llegó Humboldt a hacerse de un
ejemplar de estos escritos, pero nos podemos imaginar dos vías. Co-
mo embajador en el Vaticano debió dedicar buena parte de su tiem-
po a la biblioteca, donde había un buen número de gramáticas de las
más diversas lenguas escritas especialmente por misioneros. La otra
posibilidad es que su hermano Alejandro, que viajó por México y re-
corrió también el occidente de México le proporcionara este mate-
rial, como se sabe que lo hizo con el mexicano (náhuatl) y otras len-
guas. La diferencia es que para el náhuatl recibió material suficiente
para hacerse una idea cabal de su estructura, hasta el punto de escri-
bir una gramática, mientras que la obra de Ortega la considera una
fuente de datos bastante pobre para poder establecer hipótesis bien
fundadas sobre su origen, su tipo y sus categorías más destacadas.

* Universidad de Guadalajara.

[187]
GuzmanBetancourt 12 5/11/04 2:25 PM Page 188

188 josé luis iturrioz leza

ALGUNOS DATOS HISTÓRICOS SOBRE JOSÉ DE ORTEGA

Los coras parece que fueron sometidos por el poder colonial hasta el
año 1722. Al mismo tiempo tienen lugar los primeros intentos de
evangelización por parte de los jesuitas, los cuales se ven interrumpi-
dos con la expulsión del país de los miembros de esta orden religio-
sa en 1767. Apenas diez años después del apaciguamiento de los co-
ras por las tropas coloniales aparecen las principales obras de José de
Ortega.
Los comentarios de Humboldt se refieren por tanto a los testimo-
nios más antiguos que tenemos de esta lengua, los trabajos gramati-
cales y lexicales de este jesuita que nació el 15 de abril de 1700 en
Tlaxcala (México), a los 17 años entró en la orden de los jesuitas, y
como sacerdote visitó a los coras en los años veinte del siglo XVIII. En
1732 fue editada en la ciudad de México su obra principal: Vocabula-
rio en lengua castellana y cora. En 1860 se reeditó en el volumen VIII del
Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística con un prólogo
del famoso filólogo Francisco Pimentel y en 1888 por la editorial del
estado de Nayarit. El padre Ortega escribió además un catecismo ti-
tulado Doctrina cristiana, Oraciones, Confesonario, Arte y Vocabulario de la
lengua cora (México, 1729), así como un Confesonario manual en lengua
cora (México, 1732). Humboldt tuvo a su disposición el Vocabulario en
lengua castellana y cora y una versión del Padrenuestro como única
muestra textual.

COMENTARIOS ACERCA DE LOS COMENTARIOS

Algunas de las ideas más originales del pensamiento lingüístico de


Humboldt se desarrollaron a partir de su análisis de lenguas ameri-
canas; su contribución más destacada a la tipología fue la introduc-
ción del tipo incorporante, que describe cien años antes que Sapir
como un rasgo característico de lenguas americanas y cuyos aspectos
teóricos son de suma actualidad. En Iturrioz (2000) e Iturrioz/Gó-
mez (2000) hacemos una valoración detallada de su concepción de
la incorporación desde la perspectiva de las teorías más modernas.
En un trabajo todavía en elaboración llevo a cabo un análisis de su
gramática del mexicano y, en especial, del papel que en ella desem-
GuzmanBetancourt 12 5/11/04 2:25 PM Page 189

comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 189

peña su visión de la incorporación. En sus comentarios sobre los es-


critos de Ortega, Humboldt manifiesta su frustración por no hallar
datos relativos a este fenómeno gramatical, al que atribuye una im-
portancia singular a la hora de juzgar el parentesco entre el cora y el
náhuatl y de tipificar a la lengua cora.
De manera más general, Humboldt lamenta al inicio de sus obser-
vaciones que los escritos de Ortega no satisfacen sus expectativas, por-
que no contienen suficientes datos para reconstruir ni el sistema fó-
nico ni mucho menos la organización gramatical de la lengua: “Las
noticias que nos da Ortega de la gramática de la lengua son, aun
cuando las completemos a partir del diccionario y del Padrenuestro,
muy incompletas y no permiten hacer un juicio profundo sobre el ca-
rácter de la lengua.” La versión del Padrenuestro a la que se refiere
la podemos identificar a partir de las tres palabras que él cita y que
yo señalo en el texto. Lo reproduzco con el fin de facilitar la com-
prensión de los comentarios de Humboldt, conservando para ello la
escritura original:

Tayaoppa, tahapoa petehbe cherihuaca eiia teahuarira; chemeahaubeni taheni


eiia chianaca; cheahuazteni eiia hevira iye chianacata poan, tup up tahapoa.
Ta hamuit; huima tahetze ruheve ihik ta toa; huataurinaka ta xanacat, tetup
itehamo tahuatauni titaxanacante; ta vachre, teatkai havobereni xanacat het-
ze; huavaecreaka, tekai tahemi rutahuaha tehaieuene.

Los comentarios de Humboldt giran en torno de tres puntos estre-


chamente ligados: a] el origen de la lengua, b] el parentesco con el
náhuatl y c] las características tipológicas de la lengua.
Desde un punto de vista metodológico, Humboldt considera que,
dado el parentesco del cora con el náhuatl, la comparación con el
mexicano es el mejor instrumento para acercarse al sistema fónico y
a la estructura gramatical del cora. Seguramente estaba convencido
de que su origen, en la medida en que se refleja en el parentesco con
el náhuatl, determina el tipo de la lengua. Para entonces él estaba ya
bastante familiarizado con el náhuatl. Incluso aventura la hipótesis
de que el cora surgió como resultado de una mezcla del náhuatl y otra
forma lingüística anterior. Uno de los argumentos que utiliza para
ello es el testimonio de Lorenzo Hervás y Panduro de que en algunas
de las aldeas de la zona se habla un dialecto del mexicano. Se refiere
al mexicanero, que todavía se habla en la actualidad.
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190 josé luis iturrioz leza

Vamos viendo ahora en detalle de qué modo lleva a cabo la com-


paración, en qué rasgos se fija y cómo sopesa similitudes y divergen-
cias para una valoración global del parecido.

SISTEMA FÓNICO

1] A partir de la ortografía que utiliza Ortega, constata que el cora


“tiene las tres mudas y tenues k, p, y t, y además el sonido adicional ke
que falta en mexicano”, como en la preposición kehme. Probablemen-
te se refiere a la k palatalizada, que en cora, como en huichol, resul-
ta de la palatalización de la oclusiva sorda velar ante las vocales ante-
riores.

2] Afirma que “de las letras líquidas falta totalmente la l ”, y cita co-
mo evidencia adicional de ello su desaparición de las palabras pres-
tadas del náhuatl, ejemplificada con la conversión de la palabra azte-
ca tlatoani en tatuani, pero en realidad <tl> no es en náhuatl un grupo
consonántico, sino una líquida lateral. Esto puede pasar cuando só-
lo se tiene acceso a la lengua a través de la escritura. El sonido [l] exis-
te en cora, como en huichol, al menos como una variante de la /r/
en ciertos registros como el habla afectada o afectuosa. McMahon y
Casad lo consideran incluso como un fonema independiente, lo mis-
mo que las consonantes palatalizadas.

3] Parecería que no siempre se deja llevar por la escritura, como en


el siguiente pasaje, donde duda de la presencia de una aspirada a pe-
sar de que <h> aparece con bastante frecuencia en la escritura: “No
es fácil decidir si existen aspiradas. Sin embargo la h se presenta a me-
nudo al comienzo de las palabras y también al interior, en final de sí-
laba, seguida de consonante; hihbe, llamar, gritar”. Su incredulidad
podría deberse a que en español <h> no representa sonido alguno,
pero la distribución de la letra en la escritura del cora es muy diferen-
te, como él mismo reconoce, a la que presenta en la escritura del es-
pañol.

4] Su visión poco sistémica de los sonidos de una lengua se manifies-


ta en el tratamiento que da a las medias: “De las medias faltan, como
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comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 191

en mexicano, la d y la g, a no ser que como allí h se pronuncie como


g. Por el contrario, es frecuente la b, desconocida en mexicano, lo que
muestra que las letras aspiradas suaves no le faltan totalmente a la na-
ción”.
Por lo que a [g] se refiere, es difícil seguir su razonamiento. Po-
dría haber tenido en mente tal vez el hecho de que la letra <g> repre-
senta en la escritura del español a la fricativa velar sorda y que ésta a
su vez en algunas zonas de México se pronuncia casi como una aspi-
rada. En su argumentación se echa de menos un rasgo de sistemati-
cidad al tratar las tres “medias” de maneras tan diferentes. La letra
<b> es ciertamente frecuente en la escritura, y también la letra <v>,
pero si no corresponden en español a sonidos diferentes, su uso di-
ferenciado en la escritura del cora requeriría de una justificación es-
pecial; tampoco asocia estas grafías con <hu>, utilizada en cora, si-
guiendo el modelo del náhuatl, para representar la semiconsonante
labiovelar. Igual que en náhuatl y en huichol, los sonidos [w] y [v]
son solamente alófonos de la semivocal labiovelar /w/, representa-
dos en la escritura de Ortega de manera un tanto caprichosa por las
letras <b>, <y>, <v> y la combinación <hu>.

5] Al afirmar que la j española falta totalmente, no se refiere simple-


mente a la ausencia de la letra en la escritura del cora, sino a la au-
sencia de una fricativa velar sorda /x/, porque pone este hecho in-
mediatamente en relación con la pregunta sobre la pronunciación
de la letra <x> que, como sabemos, en el español de la colonia y en
náhuatl se pronunciaba como palatal sorda, pero que posteriormen-
te en español cambia a velar sorda.

Humboldt habla todavía de sonidos, cuando no de letras como


Grimm, y en su intento por reconstruir lo que llama el sistema fóni-
co, al que en otro pasaje llama simplemente alfabeto, nada hace pen-
sar que tuviera una intuición clara de la distintividad; su único crite-
rio para establecer el inventario y llevar a cabo la comparación es la
regularidad en la representación gráfica, que en la práctica le resul-
ta insuficiente: “Es imposible determinar el alfabeto ni siquiera en la
misma medida que el mexicano.” (Sistema fónico §2.)
En este contexto, Humboldt utiliza correctamente como evidencia
el tratamiento de un préstamo: la palabra española pesar se convierte
en cora en pexuvi, de donde induce que debe tratarse de un sonido
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192 josé luis iturrioz leza

similar a la pronunciación de <x> en mexicano. Si hubiera hallado en


los escritos de Ortega más casos como éste, podría haber avanzado
bastante más en la reconstrucción del sistema fónico del cora en el si-
glo XVIII. Si observamos, por ejemplo, que la palabra becerro pasa al co-
ra en la forma wihsaru (a partir seguramente del español rural bicerro),
podemos aventurar, en espera naturalmente de otros casos que le den
sistematicidad o carácter de regla a esta equivalencia, que el cora del
XVIII no tenía una oclusiva sonora labial, que queda convertida en una
semivocal labiovelar, ni tampoco[r̄], convertida en [r], ni tampoco
una fricativa interdental [θ]. Una confirmación con el tratamiento
que esta misma palabra experimenta en huichol más o menos en la
misma época, confirma al menos una parte de esta hipótesis: pixeru;
aquí tiene lugar también la sustitución de la r por la r y de la s por un
sonido que debía parecer bastante similar a la palatal sorda; la dife-
rencia más importante es que en huichol la labial sonora se ensorde-
ce en lugar de convertirse en semivocal, pero de todos modos confir-
ma la ausencia de una oclusiva labial sonora. El hecho de que en cora
aparezca una aspiración al final de la primera sílaba tiene que ver con
la estructura fonológica propia de la lengua. Lo que quiero decir con
esto es que tiene razón Humboldt cuando se queja de que los datos
que encuentra en los escritos de Ortega no son suficientes. Para avan-
zar más, habría sido necesaria una escritura más sistemática y más icó-
nica, es decir, más orientada en la estructura propia de la lengua que
en el sistema ortográfico de otra lengua; habrían sido útiles datos re-
lativos al tratamiento de préstamos, datos similares de otra lengua que
náhuatl, por ejemplo, huichol, pero esta lengua era entonces total-
mente desconocida para la ciencia lingüística.
Pero la carencia de datos no es la única causa de esta deficiente re-
construcción del sistema fónico del cora. Llama la atención también
que la escritura aparece casi siempre en un primer plano, lo cual pue-
de parecer obvio por el hecho de que la escritura era el único acce-
so a la lengua que tenía Humboldt. Esto, combinado con la falta de
pensamiento sistémico (a pesar del título que pone a sus comenta-
rios: sistema fónico) explica el resto. La confusión de letras y sonidos
así como la ausencia del criterio de distintividad y, por ende, la inca-
pacidad de reconocer variantes contextuales o combinatorias es a me-
nudo patente.
A las vocales dedica un único párrafo. Éstas se distinguen entre sí,
además del timbre, en un triple aspecto: la longitud, el “saltillo” (es
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comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 193

decir la oclusión de la glotis, glotal stop, en inglés) y el acento. El chas-


quido o “saltillo” no es reconocido como una consonante per se, sino
que es considerado, igual que el acento, como calidad vocálica: “Da-
do que las sílabas pueden ser largas y breves y que en la pronuncia-
ción existe también el saltillo mexicano, se puede presumir que las
vocales pueden ser de una triple naturaleza, en cuanto que el signifi-
cado de las palabras cambia si cambia el acento”.
Especiales dificultades depara la presencia de una vocal que no
puede ser identificada con ninguna de las cinco vocales del español.
Dado que Ortega creía percibir el timbre de dos vocales diferentes,
la reprodujo mediante la combinación de dos vocales. Lo mismo ocu-
rre todavía actualmente con huichol cuando personas sin prepara-
ción fonológica tratan de reproducir la vocal delantera semiabierta:

La lengua difiere mucho de la mexicana en los diptongos. Tiene muchos ade-


lante, en el interior y al final de las palabras, y su pronunciación debe ser muy
difícil. Ortega lo insinúa mediante otra escritura, y yo trazaré una raya por
encima [aquí se sustituye por el subrayado]; teauteri. Sobre la pronunciación,
Ortega da la regla general de que no se debe dar a ninguna a de las vocales
así unidas un sonido separado. Con pocas excepciones, la primera vocal de-
be ser siempre e, y luego los labios deben ser dejados en la medida de lo po-
sible en la posición propia de la e hasta pronunciar las demás vocales. (Hum-
boldt Ms. 3).

En cora existe de hecho una serie de diptongos, pero no todo lo


que en los escritos de Ortega aparece como una combinación de vo-
cales corresponde a un diptongo real. Ocurre a menudo que la oclu-
siva glotal se omite; con bastante regularidad se pega a las consonan-
tes palatalizadas una <e>; en el ejemplo siguiente están representados
ambos casos: ne-teu-heicat, “yo maté”; mejor: nye-tyu-he/ikat; teata, plur.
teteacare. “varón, masculino”; mejor: tyata’a, PL tyetyakare (SG tyetyaka).
Esta manera de escribir da a los diptongos la apariencia de una triple
combinación de vocales, es decir, de triptongos: teauteri en lugar de
tyeiteri, “personas”. El hecho de que /e/ se perciba a menudo como
[a], especialmente ante [u], tiene la siguiente explicación: como con-
secuencia de la falta de oposición entre [o] y [u], el lugar de articu-
lación de todas las demás vocales se retrotrae en comparación con el
español.
Poco tiene de extraño que una comparación con el mexicano lle-
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194 josé luis iturrioz leza

vada a cabo en estas condiciones llevara a un resultado decepcionan-


te: “Para ser lenguas emparentadas como parecen serlo, el cora y el
mexicano muestran grandes diferencias en sus sistemas fónicos”
(Humboldt Ms. 3).
En realidad tienen muchos rasgos comunes: un sistema de cinco
vocales, que pueden ser largas y breves, ausencia de oposición entre
las vocales posteriores cerrada y semicerrada, la longitud como rasgo
relevante. La principal diferencia es que, en cora como en huichol,
hay una quinta vocal central, semiabierta, velarizada, no labializada.
En breves palabras se puede decir que se trata de una [u] no redon-
deada.
En el sistema consonántico se dan también coincidencias muy im-
portantes que no son debidamente valoradas por Humboldt, ya que
la diversidad fonética que se refleja en la escritura empaña bastante
su percepción de la unidad: hay dos consonantes glotales, no existen
consonantes oclusivas ni fricativas sonoras, las consonantes fricativas
y oclusivas se palatalizan ante las vocales anteriores.

FORMAS GRAMATICALES

Los comentarios gramaticales de Humboldt son en general correctos


y se refieren a aspectos relevantes de la estructura de la lengua.
Resalta que, como en náhuatl y otras lenguas yutoaztecas, los nom-
bres tienen una forma especial sufijada para el status absolutus, es de-
cir, para la forma no poseída; las terminaciones absolutivas –t y –ti,
que corresponden a las terminaciones mexicanas –tl y –tli (cora tenez-
ti, “cal”; náhuatl tenextli), desaparecen en el status constructus: xanaka-
t, “el pecado” vs ta-xanaka, “nuestro pecado”.
A Humboldt le llama además la atención que los nombres forman
el plural con diferentes afijos. Entre los afijos formadores del plural
que extrae del diccionario figuran –tye, –tzi, –se, –si, –ri, –tze, –ki, –xi,
–ka, –h. En algunos casos el plural se forma por supletivismo: pá/ari/i,
“niño”; ti/irí, “niños”. No hace ningún comentario al respecto, ni si-
quiera establece una comparación con el alemán, donde el plural se
expresa también por medio de morfos diferentes (Land – Länder,
Kind – Kinder, Zug – Züge, Monat – Monate, Frau – Frauen, Bauer –
Bauern, Tip – Tips, etc.). En cora, a diferencia del alemán, estos sufi-
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comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 195

jos están cargados de significado. El cora tiene, como lo hemos des-


crito en detalle para el huichol, un sistema de clases nominales en el
nombre, es decir, que el plural se forma con distintos afijos que im-
plican una clasificación del inventario nominal.1 Humboldt constata
vagamente la asimetría existente en el uso del plural entre los nom-
bres de animados y los de inanimados al afirmar que “el plural se in-
dica con todos los objetos animados y algunos inanimados”. En rea-
lidad lo que ocurre no es que la formación del plural esté restringida,
sino que la marca de plural en los inanimados es en general faculta-
tiva. Finalmente observa que no se hace mención a la reduplicación
como recurso para la formación del plural, y que en el diccionario
encuentra solamente algún caso aislado: teata, “varón”, plural teteaca-
re. En realidad, a juzgar por el equivalente huichol, no se trata de re-
duplicación, sino de una marcación múltiple del plural poco trans-
parente: tewi, “persona”, plural teiteri (de *tewi-te-ri).
El cora tiene también un sistema de preposiciones (en realidad
posposiciones) sufijadas entre las cuales desaparece el absolutivo:
huinni-ti, “caña” (lugar), huinni-tzata “entre cañas”; aca-ti, “carrizo”
(lugar), aca-tzahta. La comparación de muechi-ta, “lugar de los muer-
tos” con Mictlan lo lleva a identificar –ta con –tla, pero no hace lo mis-
mo con –ti; no encuentra en el diccionario datos para distinguir se-
mánticamente las posposiciones y, como las encuentra sobre todo en
topónimos o locativos, a todas ellas les asigna el significado “donde
abunda algún tipo de objeto”.
Es cierto que el cora no tiene marcas gramaticales de caso, pero
sólo por lo que al nombre se refiere. En el verbo se pueden marcar
tanto el sujeto como el objeto. Pero además existe en cora, como en
huichol, una manera indirecta de indicar el objeto directo en los de-
terminantes más predicativos del nombre como los numerales y cuan-
tificadores mediante marcadores de identidad referencial y temporal
o switch reference (idéntico sujeto, sujeto diferente, anterioridad etc.):2

wa- ‘u-nanai mwakwa-ka i waka-si


3PLO COMPL compra cuatro-O ART vaca PL
“Compró cuatro vacas”

1 Véase Iturrioz et al., 1986/IH:I-II.


2 Iturrioz, 1990/VAR.
GuzmanBetancourt 12 5/11/04 2:25 PM Page 196

196 josé luis iturrioz leza

En el verbo sí se expresan las funciones gramaticales de sujeto y


objeto con exponentes pronominales:

ne- a- heicat eu tzeuk


yo él mato el perro
ne-hua-be-ne- eu [raya sobre <eu> teuritzi [raya sobre <eu>]
yo los golpeo los muchachos

Observa que las formas de los pronombres personales varían co-


mo en mexicano de acuerdo a los siguientes parámetros: autónomo-
ligado, formas verbales perfectivas-preteritales, relación gramatical
(poseedor, objeto directo, reflexivo). Pero además de las que se dan
en náhuatl, cree detectar otra clase adicional sobre la que no obtie-
ne claridad: se trata de la clase 2, que es probablemente una combi-
nación de las formas autónomas y las ligadas de sujeto; en el único
ejemplo que da con un nombre, éste aparece en la función de predi-
cado y acompañado de –ti, que tiene cierto valor recategorizador, de
manera que sería más correcto hablar de que acompaña al predica-
do, aunque éste sea nominal:

Ejemplos de estos pronombres son: nean-huri, “yo vivo” (lo mismo es expre-
sado con la misma traducción en otra ocasión como ne-huri), nean-ti-xanaca-
ri huianu “yo (soy) pecador”. Aunque en estos dos ejemplos nean signfica “yo”,
el pronombre mismo es indicado como nea.

1] autónomas; con el nombre y con el verbo


2] las mencionadas formas mixtas
3] las de la persona nominativa (sujeto)
4] las de la persona acusativa (llamada siempre expresamente pacien-
te o pasiva)
5] Pronombres posesivos.

Las clases de formas las presenta en la siguiente tabla:

1 2 3 4 5
Sing. 1a. neapue nea ne ne
2a. apue ap pe, pa mua a
3a. achpue achp a ana
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comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 197

Plur. 1a. Iteammo itean te ta ta


2a. ammo an a amua amoa
3a. achmo achm me hua hua

En huichol existen también otros tantos alosistemas para la cate-


goría de persona, es decir, paradigmas alternativos que forman una
escala, cuya primera instancia son las formas autónomas y la última
las formas concordantes de sujeto.3
Hace observar que solamente la 3a. persona singular del verbo es
la única que aparece sin marca.
También detecta el supletivismo radical en algunos verbos para ex-
presar la categoría de número, y piensa que este recurso está en com-
petencia con las marcas personales: natachiuite “dame (un objeto alar-
gado)” frente a natachte, “dame varios palos largos”. Se trata de lo que
hoy describimos como verbos clasificatorios.
El “pronombre indefinido” –ti / –tyu desempeña en varias lenguas
yutoaztecas un papel importante en la estructura del enunciado y más
todavía en la configuración del texto. Entre yutoaztequistas es cono-
cido como el signo de la “referencia inespecífica”. Sin embargo, en
varios trabajos he dejado claro que esta caracterización no es correc-
ta. En realidad este morfema es tanto en cora como en náhuatl y hui-
chol polifuncional, y un análisis exacto de sus diferentes funciones
sería de gran interés tanto para la comparación como para la recons-
trucción del desarrollo diacrónico. Se trata en primer lugar del gene-
ralizador o desindividualizador en el sentido de la dimensión de apre-
hensión de objetos.4 Sus funciones se pueden ordenar en una escala
donde sólo la última instancia tiene algo que ver con referencia; las
posiciones de ti– y de los pronombres posesivos se invierten en esta
instancia: Hui. ti-ne-teriwame significa “mi libro de lectura” (con todas
las interpretaciones contextuales posibles), mientras que ne–ti-teriwa-
me tiene el significado específicamente verbal “lo que leo” una de las
instancias intermedias corresponde a la segunda función menciona-
da por Humboldt: ti– aparece en los nombres relacionales cuando el
poseedor no está indicado como signo de derrelacionamiento, es de-
cir, del empleo absoluto del nombre.

3 Iturrioz et al., 1986/IH-II.


4 Véase Iturrioz et al., 1986/IH:II.
GuzmanBetancourt 12 5/11/04 2:25 PM Page 198

198 josé luis iturrioz leza

RESUMEN Y VALORACIÓN

Humboldt busca en los escritos de Ortega, especialmente en el Dic-


cionario, aspectos de la estructura fonológica y gramatical que sean
relevantes para una comparación con el náhuatl y para la reconstruc-
ción del tipo de la lengua. Los datos que halla son insuficientes, in-
cluso nulos con respecto a algunos aspectos que él juzga especialmen-
te importantes para ambos propósitos, a saber si la lengua puede
incorporar nombres en las formas verbales, es decir, si se trata de una
lengua incorporante.

Lo más importante, lo que más podría haber permitido enjuiciar la similitud


del cora con el mexicano, por desgracia no se puede ver, a saber si los coras
tienen también en el nombre y en el verbo el sistema de incorporación de
los mexicanos.

No encuentra ningún dato relativo a la incorporación de nombres


a las palabras verbales, lo que él considera un rasgo esencial del ná-
huatl y un parámetro tipológico de primer orden. Pero encuentra
una estructura que parece considerar próxima a la incorporación y
que comparte con el náhuatl, a saber el uso predicativo de los nom-
bres sin mediación de un verbo, con las marcas pronominales de su-
jeto prefijadas. Por el contrario, parece que el pronombre unido con
el sustantivo, sin verbo, constituye por sí mismo un verbo, como en el
mexicano, y que esto es lo que determina las formas pronominales
de la clase 2. Reproduzco, traducidas, sus propias palabras con las que
hace un balance valorativo de su comparación con el náhuatl:

De estos pocos datos, que son por lo demás todo lo que se puede hallar so-
bre la gramática, se desprende ya la gran parte que corresponde al mexica-
no en la formación de la lengua. Abarca no simplemente los aspectos gene-
rales, que podrían haber sido concebidos de forma similar por dos pueblos
sin conexión inmediata, sino justamente también formas determinadas, la
misma manera, y en la medida en que ambas lenguas lo permiten, también
la misma expresión de los afijos. Pero no por ello quisiera afirmar que la len-
gua cora sea igual a la mexicana en toda su parte esencial, el sistema de in-
corporación, y mucho menos que una de las dos proceda lisa y llanamente
de la otra. Existe más de una manera en que las lenguas pueden estar rela-
cionadas unas con otras, y la impresión que me da el cora es que es una mez-
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comentarios de wilhelm von humboldt sobre la lengua cora 199

cla de dos lenguas diferentes, la mexicana y otra más antigua y rica, pero tam-
bién más vasta. La investigación del diccionario debe ayudar a desarrollar y
demostrar esta idea. Entre las formas gramaticales se encuentran ciertamen-
te muchas que recuerdan a las mexicanas, sólo que muchas otras, especial-
mente entre las pronominales, están formadas de acuerdo a reglas diferen-
tes y hasta contrapuestas. Ya arriba se mencionó el curioso fenómeno del
pronombre posesivo, cuyas formas se pegan por detrás, con excepción de una
sola forma que se pega por delante. También está la diversidad de los siste-
mas fónicos, lo que sugiere otro origen que el mexicano. Dos diferencias lla-
mativas son además la falta de reduplicación y de formas reverenciales. La
primera permite inducir que se trata de dos naciones con un natural diferen-
te, si es que podemos hablar así. La segunda podría ser explicada a partir de
la diversidad de las instituciones políticas, que entre los mexicanos eran de
orden feudal. Sólo que, en la medida en que la forma reverencial es también
expresión de ternura y compasión, podría tal vez hablar de una sensibilidad
diferente.

Los comentarios de Humboldt son interesantes para la reconstruc-


ción de la historia de las ideas y de los procedimientos analíticos. No
es solamente la escasez de datos lo que impide a Humboldt recons-
truir la estructura fonológica y gramatical del cora, otras causas im-
portantes son también la falta de herramientas analíticas adecuadas
para evaluar esos datos, su observación de una lengua (cora) a través
del prisma de otra (náhuatl), sus ideas sobre la ontogénesis y el pa-
rentesco de las lenguas inspiradas en la reproducción de los seres or-
gánicos. Al no tener acceso directo a la lengua hablada, tiene que tra-
tar de reconstruir el sistema fónico a partir de la escritura, lo que
conduce varias veces a interpretaciones falsas; la escritura se interpo-
ne de tal manera entre su mente y la lengua que con frecuencia ha-
bla de letras en lugar de sonidos y del alfabeto en lugar del sistema fó-
nico; pero no es una cuestión puramente terminológica, sino que
conlleva la transferencia al sistema fónico de propiedades del sistema
alfabético. Esa notable indiferenciación entre la escritura y la lengua
hablada se complica con la ausencia de una idea de pertinencia o dis-
tintividad al tratar de establecer el inventario de los sonidos de la len-
gua, lo que hace que la descripción carezca de sistematicidad, a pesar
de que emplea varias veces el término “sistema fónico” (Lautsystem).
En el terreno gramatical habla del sistema de incorporación (Einver-
leibungssystem), pero aquí el término sí estaba sustentado por una idea
GuzmanBetancourt 12 5/11/04 2:25 PM Page 200

200 josé luis iturrioz leza

clara de lo que es un sistema como una organización compleja y re-


gular; aunque no se mencionan explícitamente estas propiedades en
los comentarios, considera la presencia de marcas pronominales de
las formas verbales como parte del sistema de incorporación. En su
argumentación y en las conclusiones no distingue tampoco claramen-
te entre las propiedades de la lengua misma y la descripción de Orte-
ga; así, del hecho de que los escritos de Ortega no contienen datos re-
lativos a la incorporación nominal parece inducir en su evaluación
global del parecido entre las dos lenguas que el cora no tiene tal es-
trategia gramatical. Tampoco las descripciones del huichol llevadas a
cabo con anterioridad a las nuestras aportan datos sobre la incorpo-
ración nominal y, sin embargo, nuestras investigaciones han puesto
de manifiesto que la incorporación nominal es un recurso gramatical
muy productivo en huichol, tanto en el léxico como en la sintaxis.

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ENTRE DIALECTO Y PROVINCIALISMO: UNA POLÉMICA


ENTRE MELCHOR OCAMPO Y VICENTE SALVÁ

BÁRBARA CIFUENTES*

INTRODUCCIÓN

El domingo 3 de septiembre de 1843, el periódico El Siglo XIX publi-


có, en la sección de “Remitidos”, un artículo bastante original que cu-
bría tres páginas. Un escritor anónimo invitaba a los estudiosos inte-
resados a colaborar en el Idioticón Hispano mexicano. El articulista hacía
saber que éste era el nombre de un diccionario que se limitaba a re-
gistrar tres universos léxicos: las palabras cuyo uso fuera peculiar de
México; las palabras que no estuvieran incluidas en el Diccionario vul-
gar de la Real Academia Española (DRAE), aunque se emplearan en Es-
paña, y finalmente las palabras que constando en él tuvieran una o
más acepciones diferentes entre los mexicanos. Para mostrar los avan-
ces de la investigación, exhibió un listado de 1725 entradas, utilizan-
do una ortografía distinta de las usuales en ese momento.1
Las respuestas a favor y en contra del Idioticón no se hicieron espe-
rar. Algunos lectores enviaron de inmediato sus contribuciones sin
hacer ningún reparo; otros, en cambio, cuestionaron abiertamente
las características de esta pesquisa. Fue así como el artículo firmado
con la inicial de N refería que esta clase de proyectos había sido ya
objeto de debate en los círculos literarios del país. Y ahora, condicio-
naba la cientificidad de esta nueva iniciativa a la descripción realista
del uso del castellano por parte de los mexicanos. Señalaba que el
Idioticón debía dar cuenta de las diferencias léxicas y fonéticas con
el habla de la Península, así como de las variedades existentes en el
interior de la República.2

* Escuela Nacional de Antropología e Historia. División de Estudios Superiores.


1 “Remitidos. Invitación a los estudiosos”, México, El Siglo XIX, 3 de septiembre de

1843, pp. 2-4.


2 N. “Remitidos”, México, El Siglo XIX, 25 de septiembre de 1843, pp. 3 y 4. [Supon-

go, por las investigaciones que he realizado, que la inicial de N corresponde a Joaquín
Navarro.]

[203]
GuzmanBetancourt 13 5/11/04 2:26 PM Page 204

204 bárbara cifuentes

Otros compatriotas rechazaron de manera tajante el proyecto. El


profesor de primeras letras, Manuel Esteban, denunció las propues-
tas del Idioticón y sus colaboradores porque violentaban los propósi-
tos de una educación esmerada. Estos escritores –acusaba– no se con-
formaban con aceptar una pronunciación viciosa, sino que además,
con base en ella, incitaban a una reforma en la ortografía.3 Por su par-
te, El Zurriago, responsable de la sección de crítica literaria del mis-
mo diario y editor de otras prestigiadas revistas, puso en entredicho
la calidad del Idioticón, considerando que numerosas voces conteni-
das en él no eran castellanas sino verdaderos barbarismos. Asimismo,
la propuesta neográfica le parecía insostenible por la omisión de to-
do criterio etimológico.4
Dos periódicos chilenos, El Mercurio y La Gazeta de Comercio, publi-
caron esta discusión en el febrero de 1844. Faustino Sarmiento, en
aquel entonces director de la Escuela Normal de Santiago, reforzó
con ella su convocatoria para emprender “una revolución ortográfi-
ca”, que estuviera atenta a la pronunciación de los americanos. Para
el exiliado argentino, no se trataba de una simple coincidencia de
usos de la lengua y de opiniones sobre la conveniencia de un cambio
ortográfico, sino de un movimiento continental irreversible, asocia-
do a una evolución política.5
Pese al revuelo inmediato que produjo el Idioticón, el nombre del
autor no fue conocido por sus interlocutores. Tampoco lo supo el eru-
dito bibliógrafo Joaquín García Icazbalceta, quien hizo uso de aque-
llos artículos al poner en marcha las actividades de la Academia Me-
xicana (de la Lengua) correspondiente a la Española, en 1875.
Encargado de organizar los trabajos lexicográficos de esta Sociedad,
don Joaquín consideró que los artículos publicados en El Siglo XIX
constituían las primeras notas sobre los provincialismos mexicanos.6

3
Manuel Esteban, “Remitidos”, El Siglo XIX, 2 de octubre de 1843, p. 2.
4
Véase El Zurriago, 2a. época, 1843-1844. Este seudónimo corresponde a José Jus-
to Gómez de la Cortina.
5 Domingo Faustino Sarmiento, “Orografía americana”, Obras Completas, París-Ber-

lín, vol. IV.


6 Joaquín García Icazbalceta, “Acta de la sesión celebrada el día 5 de noviembre de

1875”, Actas de la Academia Mexicana Correspondiente a la Española y otros documentos (Ma-


nuscrito).
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entre dialecto y provincialismo 205

MELCHOR OCAMPO ES EL AUTOR DEL IDIOTICÓN

Desde la centuria pasada, la vida y obra de Melchor Ocampo (1812-


1861) ha sido objeto de atención por parte de los especialistas. Ade-
más de reconstruir su actuación en los escenarios políticos del país,
los apologistas de Ocampo se han esforzado por dar a conocer su de-
sempeño como hombre de ciencia. Con el ánimo de cumplir este pro-
pósito se han dado a la tarea de reunir y editar el conjunto de sus ma-
nuscritos y publicaciones sobre temas botánicos, astronómicos,
bibliográficos, filológicos y literarios.
Es así como Porfirio Parra y Ángel Pola presentaron en 1900 un vo-
cabulario inconcluso que lleva el nombre de “Idiotismos Hispano-me-
xicanos o más bien primeros apuntes de un suplemento al Dicciona-
rio de la Academia Española, por las palabras que se usan en la
República de México como parte del dialecto mexicano que en ella
se habla”, suponiendo que se trataba de la primera ocasión en que es-
tos apuntes se exhibían públicamente.7 La compulsa de este texto con
la lista publicada en el periódico El Siglo XIX revela, sin embargo, que
se trata de dos etapas de una misma investigación que tuvo continui-
dad hasta 1844.
A esta primera confrontación podemos sumar los datos recabados
en el epistolario de Melchor Ocampo. Por este medio sabemos que
esta investigación lexicográfica se gestó en la librería del valenciano
don Vicente Salvá (1786-1849), para ser parte del Nuevo diccionario de
la lengua española. El contacto entre ambos escritores se realizó en
Francia durante los años de 1840 y 1841. El historiador José C. Vala-
dés destaca el carácter nacionalista de este trabajo, pero también su-
pone, como sus colegas, que Ocampo lo suspendió totalmente al in-
tegrarse a la vida parlamentaria mexicana.8
Para nosotros, el valor testimonial del Idioticón es doble: por una
parte, se trata de una reflexión original sobre la singularidad del es-
pañol en México; por la otra, con él se incluye a un grupo de intelec-

7 Véase Obras completas de Melchor Ocampo. Prólogo del Lic. Félix Romero, notas de

Ángel Pola, México, Velázquez Editor, 1900. La segunda edición de las Obras completas,
en tres tomos, fue realizada por la editorial El Caballito, México, 1978.
8 José C. Valadés, Don Melchor Ocampo. Reformador de México, México, Editorial Pa-

tria, 1954.
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206 bárbara cifuentes

tuales mexicanos en la discusión sobre la autonomía del español ame-


ricano, que en la primera mitad del siglo XIX tuvo dimensiones con-
tinentales. Las hipótesis que Ocampo emitió al respecto estuvieron
sustentadas en una concepción naturalista y filosófica del lenguaje,
siendo la categoría de dialecto la que le permitió asir la movilidad geo-
gráfica y temporal del castellano.
El estado que guardaba en aquellos momentos la lexicografía del
mundo hispánico es el contexto que permite estimar qué tan nove-
dosa era la perspectiva del Idioticón. Con el propósito de delinear a
grandes rasgos este marco haremos mención del tratamiento que te-
nían los americanismos y los provincialismos en el diccionario de Vi-
cente Salvá y en el de la Academia Española. Estos referentes nos ha-
rán comprender cuáles fueron las interpretaciones que enfrentó
Ocampo y por qué se sintió obligado a ofrecer una explicación más
satisfactoria, tanto lingüística como política, sobre las causas y modos
de coexistencia de las variedades del castellano.

PROVINCIALISMO Y AMERICANISMO EN EL DICCIONARIO DE VICENTE SALVÁ

Con la confianza depositada en una sólida formación en humanida-


des iniciada en el Seminario de Morelia y enriquecida luego de ma-
nera autodidacta, Melchor Ocampo recurrió a Vicente Salvá duran-
te su estancia en París, en 1840.9 El compromiso que adquirió fue
elaborar un “Suplemento al diccionario de la lengua española con las
voces usadas en la República de México”. La perseverancia no fue su-
ficiente para que Ocampo concluyera el trabajo antes de regresar a
México en 1841. Pero vale la pena notar que ya en el viaje de retor-
no, el texto tenía otro título: Idioticón hispano-mexicano.10
El nombre de Salvá era ampliamente conocido por el éxito de sus
empresas editoriales en Hispanoamérica así como por sus actividades
filológicas y gramaticales.11 Uno de los proyectos más caros de don

9 Un estudio amplio sobre el Seminario de Morelia, lo presenta José Bravo Ugar-

te, Historia sucinta de Michoacán, México, Editorial Jus, 3 tomos, 1964.


10 Véase Parra y Valdés.
11 Para la biografía de Salvá, véase Vicente Llorens Castillo, Liberales y románticos,
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entre dialecto y provincialismo 207

Vicente había sido la elaboración del Nuevo diccionario de la lengua cas-


tellana. El plan original consistía en una reedición crítica de la nove-
na edición del DRAE. Las mejoras resultarían fácilmente observables
porque las definiciones serían menos vagas, la organización y la orto-
grafía de los artículos sería homogénea y corregiría las correspon-
dencias latinas. Otra novedad era el tratamiento especial de cinco uni-
versos léxicos poco atendidos por la Academia Española: las voces
correspondientes a las ciencias y a las artes, los neologismos, los ar-
caísmos, así como las voces y locuciones americanas.12
Animado por un sentimiento de fraternidad y queriendo agrade-
cer la excelente recepción de sus publicaciones en América, Salvá qui-
so ofrecer un diccionario mixto, normativo y descriptivo, que inclu-
yera tanto las voces patrimoniales de la comunidad hispanohablante
como aquellas otras que eran exclusivas de alguna de sus regiones.
Estaba dispuesto a ampliar los horizontes diatópicos del DRAE porque
estimaba que era “una notaria injusticia que el chileno, filipino, gra-
nadino, guatemalteco, habanero, mejicano, venezolano [y otros], no
encontraran en él sus provincialismos”.13 No obstante que la Acade-
mia había integrado algunos americanismos en el Diccionario de Auto-
ridades (1726-1739) y permitió la entrada a las voces provinciales en
el Reglamento de 1760, los colaboradores del DRAE se circunscribían
a examinar los regionalismos de la Península.14
Incluso, la más reciente edición del DRAE (1843) no mostraba el ar-
tículo correspondiente al sustantivo provincialismo, conformándose
con presentar los de provincia y provincial. Tampoco lo habían regis-
trado otros diccionarios ajenos a la Academia como el de Esteban Te-
rreros y Pando, autor que lo empleaba a manera de adjetivo en la ex-
presión “lengua provincial”, definiendo a esta última como “la que es

México, El Colegio de México, 1954. Así también Margarita Lliteras, “Estudio y edi-
ción” a la Gramática de la lengua castellana según se habla ahora, Madrid, Arco Libros,
1988.
12 Vicente Salvá, “Prólogo” al Nuevo diccionario de la lengua castellana por la Academia

Española añadido con unas veinte mil voces, acepciones, frases y locuciones entre ellas muchas
americanas, París, Librería Garnier Hermanos, 8a. ed., 1879. [la 1a. ed. corresponde a
la Librería Salvá, París, 1846].
13 Op. cit.
14 Manuel Alvar, La lengua de…, Madrid, Ediciones de la Universidad de Alcalá de

Henares, 1993, p. 28.


GuzmanBetancourt 13 5/11/04 2:26 PM Page 208

208 bárbara cifuentes

propia de alguna provincia”.15 La entrada y el lema provincialismo, con


dos acepciones: la primera: “El modismo peculiar de una provincia,
tanto en las voces como en la sintaxis” y, la segunda, “El apego indis-
creto á las personas y cosas de la provincia en que uno ha nacido”, se-
rá precisamente una de las aportaciones que presentó el diccionario
de Salvá, publicado en 1846.
Don Vicente también se mostraba más tolerante que la RAE con la
entrada de neologismos, sin importarle el idioma y el lugar de proce-
dencia. Estimaba que la labor del lexicógrafo debía limitarse a escu-
driñar las palabras y locuciones que estaban en circulación, siempre
y cuando éstas se hubieran ya aclimatado a la índole de la lengua y
fuesen empleadas por personas cultas. Así, por ejemplo, decidió acep-
tar dictaminar, editorial y empastar, voces que se habían introducido re-
cientemente en América, ya que juzgó que ellas eran tan necesarias
y aceptables como pupitre, quinqué y rango, las cuales desde hacía un
siglo habían adquirido cartas de naturalización en la Península.
A pesar de que la expectativa de Salvá había sido ofrecer un regis-
tro bastante fiel del uso actual del castellano, las circunstancias actua-
ron en contra de aquellas buenas intenciones. Entre los obstáculos
más difíciles de superar en el acopio y organización de los america-
nismos estaba la falta de un cuerpo sólido y exhaustivo de fuentes y
lo impreciso o contradictorio de la información recabada por los co-
laboradores. Llevados por la mera impresión, con frecuencia envia-
ban voces suponiendo que eran originarias o exclusivas de su país. El
contraste de estos materiales y la experiencia filológica de Salvá lo lle-
varon a descubrir que muchas de aquellas voces tenían un uso más
extendido y que también eran frecuentes los casos en que las pala-
bras se habían originado en la Península.
Don Vicente decidió emplear el término provincialismo para cali-
ficar las voces que le parecían ser de uso exclusivo en un país, por
ejemplo, Provincialismo del Perú. Y lo utilizó también cuando halló que
la misma voz estaba anotada en los dos hemisferios del Continente:
Provincialismo de América. Aunque esta inclusión representaba un
avance considerable en la lexicografía del mundo hispánico, final-

15
Esteban Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de las ciencias y de las
artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, Madrid, Imprenta
de la Viuda de Ibarra, hijos y compañía, 1786.
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entre dialecto y provincialismo 209

mente la adscripción de los americanismos resultaba ser la misma


que la de los regionalismos de la Península; v. gr. Prov. de las Monta-
ñas de Burgos.16
Para el gramático valenciano, el reconocimiento de la diversidad
no contrariaba el ideal de unidad. Las variedades sólo representaban
los desplazamientos del mismo idioma en una vasta extensión geo-
gráfica. Si bien quería ser imparcial y por lo tanto aceptaba los mo-
dismos peculiares de las provincias, también suponía que el impulso
de la lengua común, cuya extensión y prestigio era patente en la lite-
ratura oficial, científica y artística, actuaba como su principal contra-
peso.

DIALECTO Y LENGUA NACIONAL EN EL IDIOTICÓN

En el transcurso de la investigación, don Melchor Ocampo fue asu-


miendo una postura irreconciliable con la de Salvá. El modo en que
se fue planteando las variedades en el interior del castellano también
lo llevó a distanciase de aquellos escritores, españoles y americanos,
que llamaban a sus obras diccionarios provinciales o utilizaban el gen-
tilicio correspondiente; como era el caso del Diccionario casi razonado
de voces y frases cubanas.17 Para hacer notar la dirección y finalidad de
su trabajo, Ocampo incorporó y tradujo el nombre dado en la litera-
tura alemana a los vocabularios o diccionarios que se ocupaban de
describir las variantes de un dialecto: Idioticón.18
La revisión de los escritos filológicos de Melchor Ocampo, inclui-
dos los que publicó en la revista El Museo Mexicano, permite señalar
que nuestro autor dio, por lo menos, dos sentidos al término dialec-
to.19 Uno de ellos lo derivó de las ciencias naturales, por lo que lo de-
fine como variedad de una especie caracterizada por una estructura
común y constante; el otro, era histórico, en tanto que producto de

16 Véase DRAE, 8a. ed., 1837. Así también Salvá, op.cit.


17 Diccionario publicado por Esteban Pichardo en 1836.
18 “Idiotismos Hipano-mexicanos”, Obras Completas de Melchor Ocampo, 1978, t. III, p.

126.
19 Ocampo colaboró con once artículos en El Museo Mexicano, Imprenta de Ignacio

Cumplido, 1843- 1845.


GuzmanBetancourt 13 5/11/04 2:26 PM Page 210

210 bárbara cifuentes

las necesidades y condiciones de vida de sus usuarios. A partir de es-


ta doble perspectiva, interpretó que la emergencia de dialectos era la
consecuencia de la movilidad incesante a que estaba sujeto el lengua-
je a lo largo del tiempo y a través del espacio.
Con la autoridad de la Gramática General, tal y como estaba ex-
presada en la Enciclopedia francesa, Ocampo aceptó la validez de tres
especulaciones relativas a la génesis y modos de operación del len-
guaje: la primera, que el lenguaje es un conjunto de signos cuyas fun-
ciones son organizar y expresar el contenido de la mente; la segun-
da, que los signos lingüísticos tienen su origen en la experiencia
sensitiva, trasformándose luego en voluntarios y, finalmente, que ca-
da una de las tres partes del signo (el sonido – la idea – el objeto) pue-
de ser examinada de manera independiente.20
Para don Melchor Ocampo, al igual que para los demás especialis-
tas de la época, estas consideraciones filosóficas no desacreditaban
las hipótesis a favor de la existencia de una o más lenguas matrices,
como lo proponían los practicantes de la Gramática Comparada.21
Un denominador común de ambas corrientes era sostener que tanto
la especie –el lenguaje– como sus variedades –las lenguas– padecían
cambios desde tiempos inmemoriales a causa de los influjos del cli-
ma, el desplazamiento y la mezcla de los pueblos, así como por los
progresos intelectuales que iban conquistando los hablantes. Los ras-
gos específicos que llegaban a tener los sistemas derivados guardaban
una estrecha conformidad con el carácter que se habían ido forjan-
do las naciones.22
Reconociendo que el castellano carecía de una nomenclatura pre-
cisa para clasificar los sistemas de signos, Ocampo estableció en el
Idioticón una analogía entre el binomio lenguaje e idioma y el bino-
mio lengua y dialecto. Consideró que en ambos casos se trataba de
dos niveles de abstracción de un mismo fenómeno: por una parte, los
hechos generales del lenguaje y de la lengua solamente podían re-
construirse a través de sus distintas manifestaciones; por la otra, el

20
Véase Sylvain Auroux, L’Encyclopédie “grammaire” et “langue” au XVIIIe siècle, París,
Maison Mame, 1973.
21 La referencia a Franz Bopp y las lenguas matrices se encuentra en “Bibliografía”,

El Museo Mexicano, 1844, t. III.


22 Véase “Idiotismos”.
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entre dialecto y provincialismo 211

descubrimiento de los rasgos sui generis de los idiomas y de los dialec-


tos obligaba a comparar entidades de la misma calidad.
A pesar de la diversidad de los sistemas, todos ellos presentaban
una estructura cuatripartita que les era común. Cada idioma, tomado
como un hecho singular, era poseedor de un material silábico (nú-
mero, clase y combinación de sonidos); de una construcción (decli-
naciones, modificaciones de los verbos, colocación de las palabras,
idiotismos, etc.); de una prosodia y una entonación. La consideración
de los mismos puntos llevaba a distinguir los grados de semejanza y
de diferencia que guardaban entre sí los dialectos.23
A través de este razonamiento, Ocampo planteó que el habla de
los mexicanos compartía con el habla de los españoles un mismo fon-
do. También eran iguales las causas que habían provocado los cam-
bios. Lo que hacía distinto a cada sistema era el peculiar entorno na-
tural e histórico al que habían estado expuestos. Desde su punto de
vista, el término provincialismo resultaba inadecuado si el propósito
era destacar la coexistencia de variedades de un mismo idioma.
Para Melchor Ocampo, lo que se hablaba en México era un dialec-
to, y éste a su vez contaba con provincialismos en su interior. Un he-
cho general era la pronunciación propia que se le daba a las sílabas
castellanas za, ce, ci, zo, zu, lla, lle, lli, llo, llu y a la combinación del con-
junto tl. Esto no significaba desconocer, por ejemplo, que la entona-
ción de un colimeño y un queretano era diferente y que los poblanos
pronunciaban de manera “siflante” la ¨[y]. Siendo la intención escri-
bir de acuerdo con la pronunciación que los mexicanos daban a las
voces castellana, para tal efecto sólo se necesitaba de 22 signos gráfi-
cos. Además de coincidir con los reparos que habían hecho los pro-
motores de una ortografía estrictamente racionalistas; a saber, el em-
pleo de una grafía por cada sonido, el alfabeto del Idioticón prescindía
de las letras <c>, <z>, <ll>, <ch>, <v>, <q> y <k>.24
Con una mirada abierta, no ajena a la de Salvá, Melchor Ocampo
daba entrada a un amplio universo de palabras y locuciones tal como
se usaban en México. Dio cabida a las voces que provenían de las len-
guas amerindias (atole-atolera-atolería), a las germanas (vals o bals)

23 Loc cit.
24 La propuesta neográfica sólo se expone en su totalidad en el periódico El Siglo
XIX.
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212 bárbara cifuentes

y también a las francesas (canapé, coñac, francomason). En el caso de


la nomenclatura perteneciente a la flora y a la fauna ofreció la clasi-
ficación científica y, en los nahuatlismos, la etimología. Dio cuenta de
la existencia de voces diferentes para designar el mismo objeto (pa-
palote-cometa; cacle-calzado) y en los que la misma voz tenía una dis-
tinta significación, literal o metafórica (carátula-portada). Asimismo,
hizo observaciones con respecto a las preferencias en la manera de
composición de las palabras así como en la formación de algunos
idiotismos.
Ocampo consideró que un buen número de palabras y expresio-
nes de México eran “isosónimas” de las peninsulares, tomando en
cuenta las connotaciones diacrónicas y diatópicas de la categoría de
dialecto. Sin desatender la dimensión normativa, aceptaba la existen-
cia de pronunciaciones y construcciones viciosas en el dialecto mexi-
cano. Pero este reconocimiento no significaba que el castellano ha-
blado por los mexicanos cultos estuviera saturado de barbarismos y
solecismos.
Una vez explicadas las causas y modos de coexistencia de varieda-
des en el castellano, la legitimidad de los dialectos era una cuestión
política. Y éste había sido el sentido que daban los colaboradores de
la Enciclopedia francesa, al expresar que:

Si una lengua es hablada por muchos pueblos iguales y cuyos Estados son in-
dependientes unos de otros, tales como eran antiguamente los griegos y lo
son hoy los italianos y alemanes, con el uso general de los mismos nombres y
la misma sintaxis, cada pueblo puede tener usos propios sobre la pronuncia-
ción o sobre la declinación de las mismas palabras: estos usos subalternos, igual-
mente legítimos, a causa de la igualdad de los Estados, en donde están autori-
zados, constituyen los dialectos de la lengua nacional.25

La descripción del castellano a través de este múltiple tamiz volvía


obsoleta la categoría de provincialismo. Al caracterizar como “dialec-
to” cualquier variedad de la lengua quedaba desacreditada la exclusi-
vidad y superioridad del habla y la escritura sancionadas positivamen-
te en los diccionarios españoles. También con ella se enfrentaba la
doxa relativa a la degeneración o mala calidad del español en México.

25 Nicolás Beauzée, citado por Melchor Ocampo en “Idiotismos”, loc. cit.


GuzmanBetancourt 13 5/11/04 2:26 PM Page 213

entre dialecto y provincialismo 213

Desde nuestro punto de vista, el Idioticón fue un exhorto que hizo


Melchor Ocampo a los gobernantes e intelectuales del país para po-
ner en práctica su derecho legítimo a elegir y a vigilar el futuro de la
lengua oficial. La aceptación de que ésta fuera originaria de la Penín-
sula, no iba en contra de un hecho actual: el castellano era ya un pa-
trimonio de los mexicanos. Una vez asumida la condición de autono-
mía, el estado debía atender y responder a su propia circunstancia, a
sus usos, a sus costumbres y a su idioma.
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BREVE SEMBLANZA DE JOAQUÍN GARCÍA ICAZBALCETA

MIGUEL ÁNGEL DE LA CALLEJA*

La insigne figura de don Joaquín García Icazbalceta (1825-1894) ha


estado, desde su sobria postura en el cartel y programa del Primer
Congreso de Historiografía Lingüística, vigilante de los rumbos que
han tomado los estudios lingüístico-historiográficos en México.
Quienes han frecuentado la actividad intelectual del siglo XIX, no
habrán olvidado la importante labor que realizó este erudito mexica-
no para proveer de múltiples materiales y caminos de estudio en di-
ferentes disciplinas humanísticas: la Historia, la Bibliografía, la Lite-
ratura, la Filología; asimismo, recordarán su método de trabajo y
algunos hechos relevantes –y hasta polémicos– en su larga y fructífe-
ra vida.

Don Joaquín era hombre de costumbres sin tacha alguna: avaro de su tiem-
po, trabajaba sin cesar, despachando al día los negocios de sus propiedades,
su correspondencia literaria nutrida y abundante; y el resto de las horas li-
bres consagrándolo al mejor amigo: el estudio. […] Correcto en su persona,
en su lenguaje literario, hasta en las impresiones y en las pastas de sus libros,
caballeroso y creyente; de conversación sencilla, sobria, instructiva y amena;
aun cuando a veces solía ser áspero con sus propios amigos, sin intención de
herir con ofensa alguna…1

Así lo describió su discípulo, amigo y compañero del Instituto Bi-


bliográfico Mexicano, don Jesús Galindo y Villa.
En esta breve semblanza quisiera dejar que sus discípulos, conoci-
dos y estudiosos, nos presenten su perfil biográfico e intelectual a tra-
vés del conocimiento que indiscutiblemente tenían de su persona,
por su cercano trato con él o su labor intelectual, mediante la cual
también podemos rastrear algunos rasgos de su personalidad.

* UNAM/ENEP Acatlán.
1 Cf. Jesús Galindo y Villa, “D. Joaquín García Icazbalceta. Biografía y bibliografía”,

Boletín del Instituto Bibliográfico Mexicano, 1903, p. 17.

[215]
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216 miguel ángel de la calleja

Su padre fue don Eusebio García Monasterio, miembro de una fa-


milia de cosecheros de vino de las provincias de La Rioja y Andalucía
que se trasladó a México y estableció un negocio en el mismo ramo.
Su madre fue doña Ana Ramona Icazbalceta y Musitu, de familia me-
xicana acomodada, a quien pertenecía la hacienda de Santa Clara
Montefalco; los hermanos de doña Ana Ramona poseían las hacien-
das de Santa Ana Tenango y de San Ignacio Urbieta, en el estado de
Morelos, las cuales pasaron a pertenecer más tarde a don Eusebio.2
Victoriano Agüeros, por su parte, comenta acerca de sus padres
que “eran de acendrados y piadosos sentimientos y de posición desa-
hogada”;3 y prosigue: “Tocó a la capital de la República la honra de
ser su cuna, el 21 de agosto de 1925, recién emancipada nuestra pa-
tria; el ‘Benjamín’ en decena de Garcías”.4 Fue su nacimiento en la
calle de la Merced número 3, hoy Venustiano Carranza número 135,
donde –refiere José Luis Martínez– en 1925, centenario del natalicio
del sabio, la Academia de Historia colocó una placa conmemorativa.
En el año de su nacimiento ocurrió la capitulación de San Juan de
Ulúa, último reducto de la resistencia española. La tensión contra los
españoles radicados en México terminaría con las leyes que decretaron
su expulsión. La segunda medida, la de 1929, fue general y sólo se ex-
ceptuaba a los enfermos, ésta le tocó aplicarla a Vicente Guerrero. “El
estado político del país y la mal fundada saña que se tuvo contra los pe-
ninsulares residentes en México, hicieron emigrar a la familia García”.5
Los García Monasterio partieron en 1929. Viajaron primero a Nue-
va Orleans y después a Burdeos, donde residieron por algún tiempo.
Luego pasaron a Cádiz, donde su padre retomó el negocio de los vi-
nos. La familia permaneció hasta 1939, fecha en que, reconocido el
gobierno de México por la antigua metrópoli, se reanudaron las re-
laciones diplomáticas y los expulsados pudieron volver a México. Don
Joaquín vivió, entonces, de los cuatro a los once años de edad, fuera
de su país y, según sus biógrafos, nunca más volvió a salir de él.

2 Cf. José Luis Martínez, “Dos aspectos de Joaquín García Icazbalceta”, La expresión

nacional, México, CONACULTA, 1993, p. 321.


3 Vitoriano Agüeros, “Don Joaquín García Icazbalceta”, Divulgación histórica. Revis-

ta mensual histórica, Año III, núm. 1, México, 1941, p. 38.


4 Jesús Galindo y Villa, op. cit., p. 7
5 Ibid.
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breve semblanza de joaquín garcía icazbalceta 217

Durante los años que permaneció en el destierro, tuvo una educa-


ción fundamentalmente humanista: Aprendió idiomas, llegando a do-
minar el latín, el francés, el inglés y el italiano.6 Estos primeros estu-
dios los realizó en su hogar, con maestros particulares. Él mismo nos
relata acerca de la decisión de sus padres: “Nunca he estudiado en
parte alguna, ni aun he pisado una escuela de primeras letras; nada
aproveché tampoco con los maestros que me proporcionaron mis
buenos padres”.7
A partir de 1835 y hasta 1840, de los diez a los quince años, comien-
za a escribir pequeños periódicos, diarios y misceláneas de apuntes y
observaciones. Se trata de infantiles que prefiguran la labor de reco-
pilación y divulgación que desarrollará posteriormente, como El Ele-
fante, la Revista Miscelánea, editada en Cádiz en 1835; de 1836 es El Rui-
señor, conjunto de resúmenes de artículos de revistas, relativos a temas
mitológicos y a menciones de autores importantes. De este periodo
es la Miscelánea, publicada entre 1838 y 1840 que contiene poesías ori-
ginales y ajenas; lo más frecuente son reproducciones de datos y anéc-
dotas como de almanaque. En 1844 publica algunos artículos en la
revista Liceo Mexicano. En 1847 combatió al ejército norteamericano
y concurrió a la batalla del Molino del Rey.
Nos dice Galindo y Villa que con “el transcurso de los años em-
prendió trabajos de pasmosa erudición, vertiendo del armonioso idio-
ma de Shakespeare al castellano, o del habla hermosa de Virgilio a la
lengua natal, obras notables, o compilando datos para componer
otra”.8
Su primer trabajo importante fue la traducción de la Historia de la
conquista del Perú de William Prescott, en 1849, a la que le agregó al-
gunos capítulos y un importante apéndice; al mismo tiempo, estable-
ció un pequeño taller de tipografía en su casa, el cual le sirvió duran-
te toda su vida intelectual para imprimir algunas de las obras antiguas
que editó y muchos de los originales con los que iba a enriquecer la
literatura y la historia mexicana como una carta inédita de Hernán
Cortés (1855).

6 Julio Jiménez Rueda, “Prólogo”, en Joaquín García Icazbalceta, Opúsculos y biogra-

fías, México, UNAM (BEU, 38), 1973, p. XX.


7 José Luis Martínez, op. cit., p. 322.
8 Jesús Galindo y Villa, op. cit., p. 7.
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218 miguel ángel de la calleja

Su labor de investigador comienza cuando colabora en Diccionario


universal de historia y de geografía (1852-1856), importante obra em-
prendida por Lucas Alamán, Manuel Orozco y Berra, José María La-
fragua, el conde de la Cortina y muchos otros importantes intelectua-
les. “Don Joaquín colaboró con preciosos artículos, en general
biográficos, destacando como los más notables los relativos a Pedro
Mártir de Anglería, Vasco Núñez de Balboa, Pedro de Alvarado, Ber-
nardo de Balbuena y muchos otros”.9 Victoriano Agüeros considera
esta etapa así:

En estos trabajos se reveló nuestro autor lo que había de ser más tarde: escri-
tor concienzudo y sereno, de rígido y sanísimo criterio y de un estilo sobrio,
castizo; galano y limpio. Había en ellos copioso caudal de noticias, que hacía
adivinar larga y paciente labor de investigación, solidez de juicio, fruto de
una inteligencia ajena a toda preocupación, y un amor a la verdad y a la jus-
ticia, propio del varón verdaderamente recto.10

En 1886, publicó unos Apuntes para un catálogo de escritores en len-


guas indígenas de América, interesante texto que con sólo mencionar
la tabla donde se enumeran las lenguas incluidas en la obra podemos
notar un proto-atlas lingüístico: cahita, cora, cumanagota, chuchona,
heve o eudeve, huasteca, mame, matlatzinca, maya, mazahua, mexi-
cana o náhuatl, mije, mixteca, mutsúm, ópata, otomí, pima, quiché,
tarahumara, tarasca o purépecha, tejas (de los indios), tepehuana, ti-
muquana (de la Florida), totonaca, yunga (lengua de Sudamérica) y
zapoteca.
En 1870, imprimió la Historia eclesiástica indiana de fray Jerónimo
de Mendieta, crónica que se creía perdida y, “debido a su celo, su ami-
go Andrade logró comprar el manuscrito en Madrid e inmediatamen-
te darlo a la estampa”,11 “con unas preciosas y muy instructivas Noti-
cias del autor y de la obra”.12
“México en 1554” es el título que dio en versión castellana a los
Diálogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar:

9 Ibid.
10 Victoriano Agüeros, op. cit., 38.
11 Jesús Galindo y Villa, op. cit., p. 8.
12 Victoriano Agüeros, op. cit., p. 38.
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breve semblanza de joaquín garcía icazbalceta 219

A cada diálogo precede una introducción de nuestro sabio autor, en el cual


se explica el objeto de aquél: y en ella, lo mismo que en las notas que van des-
pués se amplían, modifican o aclaran las noticias de Cervantes de Salazar, ya
sobre lugares y edificios, ya sobre otros muchos puntos de curiosidad e inte-
rés histórico relativos a esta ciudad de México.13

Don Joaquín sacó del olvido los Coloquios espirituales y sacramentales


y poesías sagradas del presbítero Fernán González de Eslava, escritor
del siglo XVI; esta edición se hizo según la de 1610 y está dedicada a
la Real Academia Española. Dice Agüeros:

En la Introducción, que para este libro hizo nuestro sabio historiador, brillan
como en todos sus trabajos, la erudición más copiosa, el juicio más atinado y
las galas de un estilo que recuerda el siglo de oro del idioma castellano. En
esa admirable pieza literaria hay pormenores muy curiosos y enteramente
nuevos de los espectáculos a que daban lugar en México aquellos Coloquios,
género de literatura muy en boga a la sazón, y que servía para entretener y
moralizar a los indios.14

En 1881, publicó Don fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobis-


po de México. Estudio biográfico y bibliográfico, “que es una historia ma-
gistral de la primera época de la dominación, en que se dibujan las
competencias, las rivalidades, el modo de ser de la sociedad que allí
iba formando asiento”.15
La célebre Bibliografía mexicana del siglo XVI, apareció en 1886, obra
a la cual dedicó don Joaquín cuarenta largos años. Se trata de un ca-
tálogo razonado de los libros impresos en el periodo de 1539 a 1600,
con biografías de los autores y varias ilustraciones, facsímiles de por-
tadas antiguas, extractos de libros raros e infinidad de notas biblio-
gráficas.
En 1888, publicó en facsímil el Arte de la lengua maya de fray Ga-
briel de San Buenaventura (1684), y en 1889 Opúsculos latinos y caste-
llanos del padre Francisco Javier Alegre. Ambos de gran interés lin-
güístico y filológico.

13 Ibid.
14 Ibid.
15 Jesús Galindo y Villa, op. cit., p.9.
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220 miguel ángel de la calleja

Hasta aquí nos hemos referido a su gran labor como historiógra-


fo. Julio Jiménez Rueda afirma que pudo haber escrito la historia de
la cultura mexicana en los siglos de la Colonia; tenía capacidad para
ello: “sin embargo, se concretó a reunir los materiales necesarios pa-
ra que otro realizara la gran obra de síntesis”.16
Esta intención la confiesa García Icazbalceta en una carta a José
Fernando Ramírez de 1850:

Mas estoy persuadido de que la mayor desgracia que puede sucederle a un


hombre es errar su vocación, procuré acertar con la mía, y hallé que no era
la de escribir nada nuevo, sino acopiar materiales para que otros lo hicieran;
es decir, allanar el camino para que marche con más rapidez y con menos es-
torbos el ingenio a quien está reservada la gloria de escribir la historia de
nuestro país. Humilde como es mi destino de peón, me conformo con él y
no aspiro a más: quiero sí, desempeñarlo como corresponde.17

En esta humilde confesión, podemos notar la actitud que lo llevó


a emprender la reunión y clasificación de los monumentos históricos
para el estudio de la cultura mexicana.
Sin embargo, en sus últimos años renunció –por causas familiares
y los ataques por la cuestión guadalupana–18 a seguir este camino y
se trazó otro muy diferente y sumamente importante. Desde fines de
1892 empezó a reunir “cedulitas” –como él las llamaba– el Vocabula-
rio de provincialismos. La preocupación de García Icazbalceta por con-
servar y estudiar el idioma hablado en México se remonta al estudio
llamado “Provincialismos mexicanos” que leyó en una sesión de la
Academia Mexicana, donde advirtió la urgencia de registrar estos mo-
dismos en un diccionario que los conservara antes de que desaparez-
can. Dice: “la destrucción es tan rápida, que los que hemos llegado a
edad avanzada podemos recordar perfectamente voces y locuciones
que en la época, por desgracia ya lejana, de nuestra niñez eran muy
comunes, y hoy han desaparecido por completo”.19

16
Julio Jiménez Rueda, op. cit., p. XIX.
17
José Luis Martínez, op. cit., pp. 326-327.
18 Cf. Joaquín García Icazbalceta, Carta acerca del origen de la imagen de nuestra señora de

Guadalupe de México (dirigida al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos),


México, Tipografía La Europea, 1896.
19 José Luis Martínez, op. cit., p. 329.
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breve semblanza de joaquín garcía icazbalceta 221

El Vocabulario sólo llegó a ser organizado hasta la letra G, pero ha-


bía mucho material para abarcar hasta la Z. Sin embargo, la noche
del 26 de noviembre de 1894 murió don Joaquín García Icazbalceta
dejando inconclusa esta importante obra. Cinco años después, su hi-
jo Luis García Pimentel lo publicó hasta donde estaba terminado con
el nombre de Vocabulario de mexicanismos. Don Francisco J. Santama-
ría, miembro también de la Academia Mexicana, en su discurso de
ingreso en 1954 y con su Diccionario de mejicanismos bajo el brazo, di-
jo que quería –a la cual se une esta presentación del erudito mexica-
no para concluir– “hacer una ofrenda votiva a un hombre excelso e
inmortal” don Joaquín:

Nos ha parecido de elemental e ineludible acatamiento y reverencia a su au-


toridad, no emprender una obra como trabajo desligado del suyo, sino lle-
var a término la constitución de su obra misma, reproduciendo desde luego
todo aquello que él pudo realizar, para aprovechar más tarde sus luces a la
vez que revivir lo que parece que se va olvidando, ora por lo raro de su libro,
cada vez más agotado, ora por la despreocupación o por el poco interés que
existe por estas cosas del decir en el común e la gente.20

20 Ibid., p. 330.
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FRANCISCO BELMAR Y SU PECULIAR CONCEPTO DE


“DIALECTO”

IGNACIO GUZMÁN BETANCOURT*

La palabra “dialecto” tiene en México, como en muchas otras partes,


dos acepciones principales: por un lado, la que manejan los especia-
listas y las personas cultivadas y, desde luego, familiarizadas con la ter-
minología lingüística; por otro, la que circula a nivel popular entre
personas no familiarizadas con dicha terminología y que es, al pare-
cer, la más difundida. En el primer caso se entiende por “dialecto”, de
manera simplificada, la “variante regional de una lengua cualquiera”;
en el segundo, y resumidamente, “lengua indígena” o “lo que hablan
los indios”. Este artículo tiene como objetivo principal averiguar el po-
sible origen de esta acepción aberrante con base en el análisis de una
serie de textos en los que ciertos autores emplean este término de ma-
nera ambivalente o, mejor dicho, polisémica. Parto de la idea de que
tal acepción deriva, por una parte, de ciertos usos peculiares con que
algunos autores utilizan ese vocablo y, por otra, de un empleo desa-
fortunado de éste por parte de otros, entre ellos el notable lingüista
mexicano Francisco Belmar. Pero para llevar a término el propósito
perseguido, creo útil rastrear la historia de esta palabra y las diferen-
tes acepciones que ha tenido en el curso de los siglos.
Como todo el mundo sabe, la palabra “dialecto” es de origen grie-
go, al igual que muchos otros términos empleados en las ciencias lin-
güístico-filológicas. Según Coseriu, proviene de diålektoq, “habla, len-
gua”, que a su vez deriva del verbo dial™gomai, “hablar uno con otro”.1
Aunque algunas veces se empleaba como sinónimo de glṽssa, “len-
gua”, la verdad es que tenía diålektoq en griego un uso más bien es-
pecializado: “habla regional”, “manera de hablar”. Mas he aquí que
diålektos no se refería en general o en abstracto a cualquier “habla
regional” o “manera de hablar”, sino específicamente a las hablas re-

* Dirección de Lingüística del INAH, Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística.


1 Eugenio Coseriu, “Los conceptos de ‘dialecto’, ‘nivel’ y ‘estilo de lengua’ y el sen-

tido propio de la dialectología”, Lingüística española actual, 1981, vol. III, pp. 1-32.

[223]
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224 ignacio guzmán betancourt

gionales de la Hélade que los griegos consideraban como una espe-


cie de comunidad lingüística de amplitud determinada. En concre-
to, los antiguos griegos reconocían cinco variedades (l™jeiq, ˝di√mata)
o “maneras de hablar” la glṽssa: aquea, jónica, eólica, dórica y ática;
esto es, las “maneras de hablar” el griego según las distintas regiones
geográficas que integraban la antigua Hélade. Así pues, para los grie-
gos, “un ‘dialecto’ es un modo interindividual de hablar, un ‘genus lo-
quendi’ tradicional”.2 De aquí surge la idea –por demás legítima– de
que un dialecto es un sistema lingüístico menor dentro de un siste-
ma mayor, idea que, según Coseriu, se halla explicitada, a partir de
Clemente Alejandrino, en la dialectología helenística y bizantina, con-
siderando a los diålektoi como variedades de la glṽssa. El término y
concepto griego de “dialecto” pasó, como muchos otros, a los roma-
nos, aunque en realidad se usó poco en latín, y no precisamente en
el lenguaje de los gramáticos y filólogos. El Dictionnaire illustré latin-
français de Félix Gaffiot sólo remite al “Tiberio” de Suetonio como
documentación de la palabra,3 e igual sucede en el Diccionario latino-
español de A. Blazquez Fraile.4 Por lo tanto, el término ‘dialecto’ no
entró en las lenguas romances por la vía normal, como palabra del
fondo común latino-romance, sino que fue introducida como cultis-
mo por los humanistas del Renacimiento.
En efecto, la primera documentación que se tiene de este vocablo
en una lengua romance, es en francés; la emplea el poeta Pierre de
Ronsard (1524-1585) en su obra Abregé de l’art poétique (1550) y ya con
el sentido que actualmente tiene la palabra en lingüística. Veamos lo
que con la mayor naturalidad Ronsard recomienda a sus discípulos:

Elegirás diestramente y adecuarás a tu obra los vocablos más significativos


de los “dialectos” franceses cuando los de tu región no sean suficientemen-
te adecuados o significativos. No hay que preocuparse porque sean gasco-
nes, potevinos, normandos, manseanos, lioneses o de otra región con tal que
sean adecuados y expresen con claridad aquello que quieren decir. 5

2
Ibid., p. 5.
3
Félix Gaffiot, Dictionnaire illustré latin-français, París, Hachette, 1934.
4 Agustín Blazquez Fraile, Diccionario latino-español, Barcelona, Editorial Ramón So-

pena, 1954.
5 Citado por Walter von Wartburg, Evolución y estructura de la lengua francesa, trad.

de Carmen Chust, Madrid, Gredos, 1966, p. 171.


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francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 225

Por lo que se refiere al español, la más antigua documentación co-


nocida del término ocurre cincuenta y cuatro años más tarde que en
francés. La emplea el humanista manchego Bartolomé Jiménez Patón
(1569-1640) en su obra Elocuencia española en arte, publicada en Tole-
do en 1604. Este erudito filólogo emplea varias veces el término en
el prólogo “Al lector” de dicha obra, pero con un sentido muy distin-
to del que acabamos de ver en Ronsard, que concuerda con la acep-
ción etimológica del vocablo y se aproxima más a nuestro moderno
concepto de “dialecto”. La idea que Jiménez Patón tiene de “dialec-
to”, como podremos apreciar en seguida, coincide más bien con lo
que llamamos “idiotismos” o “modismos”, es decir, con ciertas parti-
cularidades lingüísticas como son pronunciación, giros, vocablos y ex-
presiones propias de los idiomas que las distinguen frente a las de-
más, sean o no variantes de determinadas lenguas. Esta idea tal vez
proceda de la definición de “dialecto” dada por Calepino, en la que
se basa Jiménez Patón:

La raçón es que la propriedad de vna lengua no sólo se conoce en que tiene


vocablos proprios, sino en que tiene “Dialecto” y Phrases proprias; pues que la
nuestra tenga lo vno y lo otro por su discurso se haze manifiesto por el de
nuestra doctrina y por el que queramos hazer en algunos modos de hablar.
Porque dezir: juras a Dios, macho no tienes, es vizcaíno. Y o arregar el limo, es mo-
risco. Y o siruo a Dios, es español Dialecto y los vocablos todos son españoles.
Demás de esto por la pronunciación como oyendo estas naciones lo experi-
mentamos. Y esto en que consiste la sustancia de las lenguas llamaron los grie-
gos Ydioma, lo qual se diuide en “Dialecto” y Phrasis. Y assí lo diffine Calepi-
no, diciendo: “Dialectos”: es la propiedad de alguna lengua, y lo que la tal
tiene por particular, como son terminaciones en nombre y verbos, artículos
y géneros y otros atributos y accidentes inseparables entre sí y distinctos en
otras lenguas.6

A escasos siete años de la publicación de la Elocuencia española en


arte, se publica en España el Tesoro de la lengua castellana o española del
lexicógrafo toledano Sebastián de Covarrubias (1539-1612), primer
diccionario monolingüe del español. Aquí el autor ofrece una defi-

6 Bartolomé Jiménez Patón, “Elocuencia española en arte”, Elena Casas, La retórica

en España, Madrid, Editora Nacional, 1980, pp. 238-239.


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226 ignacio guzmán betancourt

nición más acorde con el sentido griego de la palabra y menos con-


fusa que la de Jiménez Patón:

“Dialecto”. Lo que es particular en cada lengua y proprio suyo, por donde


distinguimos el castellano nuevo y viejo, el andaluz y los demás, que aunque
hablan un mesmo lenguaje castellano, tienen alguna manera de pronuncia-
ción y formación de vocablos, en que nos distinguimos unos de otros; como
entre los griegos los atticos, jónicos, dóricos, aeólicos y el lenguaje común y
vulgar. Y todas las demás naciones tienen estas mesmas diferencias, por las
quales se distinguen los que son de una provincia o de otra.

Acaso convenga reparar en el hecho de que la inclusión de la pa-


labra en este diccionario, pues su captura allí puede indicarnos que
no era un vocablo de uso esporádico en la lengua castellana de la épo-
ca. Como veremos en seguida, esta nueva acepción de la palabra se-
rá la que empleen preferentemente diversos autores, sobre todo en
el transcurso del siglo XVIII.
En efecto, es en el siglo XVIII que el término “dialecto” es emplea-
do con más frecuencia por los historiadores, lexicógrafos y gramáti-
cos tanto en Europa como en América, y en muchos casos de acuer-
do con el sentido que acabamos de indicar. Así, por ejemplo, en el
primer diccionario de la Real Academia, el llamado Diccionario de au-
toridades, publicado en Madrid entre 1726 y 1739, se define la palabra
como sinónimo de idioma,7 en el sentido de “propiedad de una len-
gua en sus voces, explicación y pronunciación”. Cita como “autori-
dad” a Jiménez Patón, reproduciendo parte de sus ejemplos, así co-
mo un fragmento de un verso de Tomé de Burguillos: Ampliar la
lengua propria, es cosa urbana / Adulterarla es bárbaro defecto / Porque su
idioma y cándido dialecto, / Con voces peregrinas se profana.
Ahora bien, por lo que se refiere en concreto a los gramáticos de
este siglo –en especial los descriptores de lenguas no-indoeuropeas–,
he encontrado el término “dialecto” en algunos tratados gramatica-
les como, por ejemplo, el Arte de la lengua japona, dividido en quatro li-
bros según el arte de Nebrixa, del misionero franciscano Melchor Oyan-
guren de Santa Inés (1688-1747), publicado –y probablemente

7 “Idioma. La lengua vulgar, propria y particular de cualquier nación. Es voz grie-

ga, que significa la propiedad. […] Se toma también por la phrase y modo particular
de algunos.”
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francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 227

también redactado– en México en 1738.8 En efecto, este religioso


guipuzcoano, experto en varias lenguas asiáticas, emplea en dicha
obra repetidas veces el término “dialecto”, sobre todo con las acep-
ciones de “lengua” o “idioma” y, en menor grado, de “dialecto”, en
su acepción técnica. Estos empleos ocurren específicamente en la
“Dedicatoria”, en el “Preludio al lector” y en el encabezado del Li-
bro Primero, “Del dialecto Japón”.9 Veamos lo que al respecto nos
dice en el “Preludio”:

Aunque de la Torre de Babel salieron tantas lenguas matrices, el día de oy ay


muchas más por los distintos “dialectos” que se han originado de las mesmas
matrices, y por la comunicación de unas lenguas con otras: y para probar es-
to, no necesitamos recurrir a los “dialectos” Attico, Jónico, Dórico, Eólico de
la lengua griega, quando en el continente del dominio Español, tenemos
“dialectos” del Vascuenze: en la América con la lengua Mexicana, y Peruana;
en las islas de Luzón con la lengua Malaya, o Tagala.
Y finalmente lo mesmo podemos decir de los distintos “dialectos”, que ay
en el Imperio de la gran China, sus Provincias, y Reynos adyacentes, en cu-
yos “dialectos” tan diversos experimentan los Missionarios Apostólicos el hoc
opus, hic labor.
El dialecto Nifón, o Japón es “dialecto”, que procedió del Imperio Chíni-
co, como también sus habitadores, según consta de sus historias: es “dialec-
to”, que se divide en muchos otros “dialectos”, según distintos Reynos, que
ay en el Japón: es más puro, menos difícil, que los “dialectos” Chínicos, pues
éstos, con el dominio Tártaro, han dejado introducir en sus “dialectos” dis-
tintas voces, tomadas, guturales, &.

Con relación a las lenguas indígenas de México, la primera docu-


mentación que he encontrado del término en cuestión se halla en el
Arte de la lengua tepeguana, compuesto por el jesuita de origen italia-
no Benito Rinaldini (1695-1764).10 Este misionero de los tarahuma-

8 Dispongo de una fotocopia del ejemplar existente en la Biblioteca Pública del Es-

tado de Jalisco que me consiguió mi colega Rosa H. Yáñez, profesora-investigadora de


la Universidad de Guadalajara.
9 Cabe mencionar que los cuatros dictaminadores de la obra, cuyos textos apare-

cen al frente de ésta, emplean también, seguramente influidos por el autor, esta nove-
dad lexicográfica.
10 Arte de la lengua tepeguana, con vocabulario, confessionario y catechismo. En que se expli-
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228 ignacio guzmán betancourt

ras y tepehuanes emplea dos veces el término en uno de los textos


preliminares de su tratado, concretamente en la nota 5 de las “Pre-
vias advertencias para la más fácil inteligencia de las obras que si-
guen”. He aquí una parte del texto de dicha nota:

Se hallará en el decurso de estas Obras alguna variedad de Letras, de Termi-


nación, de Tiempo, en un mesmo vocablo, y en un mesmo sentido (se ha
puesto con refleja esta variedad). Origínase ya de ser en uso ambas cosas, ya
de la concurrencia de otra semejante letra en la dicción; y ya (que es lo más
ordinario) por el Dialecto distinto de los Pueblos: (v.g.) Toopa y Toofa: Pa-
vos Indianos. La terminación de Cade, en lugar de Tade, en el Imperfecto de
Indicativo, especialmente en el Verbo Sum: (v.g.) In Oggacade, in saroeca-
de: Era mi Padre, Era mi Azadón, es por Dialecto distincto; pero mejor es no
apartarse de las Reglas del Arte.

Con las acepciones de “lengua”, “idioma”, “variante regional” y


otras nuevas, encontramos por estas fechas el término “dialecto” en
las obras lingüísticas del cura políglota novohispano Carlos de Tapia
Zenteno, autor de sendas gramáticas del huasteco y del mexicano,
catedrático de lengua mexicana en la Real Universidad y en el Semi-
nario Tridentino. En ambas obras aparece la palabra en cuestión, em-
pleada tanto por el autor como por algunos de los dictaminadores
de sus libros. Veamos algunos ejemplos, primeramente los que figu-
ran su Noticia de la lengua huasteca, la cual, aunque publicada en fe-
cha posterior (1767) a su Arte novíssima de lengua mexicana (1753), es
muy anterior a la redacción y edición de esta última, como se dedu-
ce de las fechas que llevan las aprobaciones y licencias, total ellas fe-
chadas en 1746 y por lo que el autor informa en el prólogo.11 En es-

can los Mysterios de Nuestra Santa Fè Cathólica, Mandamientos de la Ley de Dios, y de Nuestra
Santa Madre Iglesia. Por el P. Benito Rinaldini, de la Compañía de Jesús, Visitador de la Pro-
vincia Tepeguana, y Taraumara antigua. Impresso en México por la viuda de D. Joseph
Bernardo de Hogal, año de 1743. Edición facsimilar con prólogo de Javier Guerrero
Romero, México, CNCA/Gobierno del Estado de Durango, 1994.
11 El autor informa en el prólogo “Al estudiante aplicado”: “Más de quarenta años,

que para mi enseñanza escribí este papel: y más de veinte que se expidieron varias cu-
rias las licencias necessarias (como consta de sus datas) para su impressión, que por
sus costos se ha detenido…” Esto quiere decir que su Noticia fue escrita en el decenio
de los años veinte del siglo XVIII.
GuzmanBetancourt 15 5/11/04 2:29 PM Page 229

francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 229

ta gramática –que René Acuña tilda de “deficiente y breve, con todas


las limitaciones teórica de la época” y a la vez como “una gramática
innovadora y, hasta cierto punto, iconoclasta”– aparece por primera
vez la palabra en la “aprobación” del bachiller Francisco Xavier de
Jáuregui, cura interino de Tampamolón, fechada el 9 de agosto de
1746. Dice éste, refiriéndose a la gramatización del huasteco efectua-
da por Tapia:

Pero reducir sus “dialectos” a tan ajustadas reglas, iniciar su barbaridad a le-
yes tan bien fundadas, arreglar sus propriedades y secretos a documentos tan
claros, hacer tratables y dóciles sus asperezas, convertir sus ambages en tan de-
rechas líneas y allanar sus escabrosidades en estas planas, ¿quién no ha de ver
en esto manus Domini erat cum illo?12

Tapia, por su parte, emplea la palabra al inicio de la Noticia con


una acepción que podríamos interpretar hoy como “estructura lin-
güística” o “naturaleza propia de la lengua”, cuando dice:

Es su “dialecto” blando, aun más que el mexicano, sus principales partes son
(acomodándolas a nuestra Grammatica) ocho: nombre…, pronombre…, ver-
bo…, preposición…, adverbio…, conjunción…, participio… [e] interjec-
ción…

Pero cuatro breves párrafos adelante, emplea la misma palabra en


el sentido de “habla regional”, por tanto, de “dialecto” en el sentido
etimológico y técnico del término:

Tendrá cuidado el principiante en no tropezar en el “dialecto” y pronuncia-


ción de los de Tamtoyoc, y la mayor parte de la jurisdicción de Tampico, ex-
cepto Panoco, que no la pronuncian [la tz] como está dicho, mayormente los
serranos de Tamtima, sino que en lugar de tz, usan en su lugar de ch, pronun-
ciándola como nosotros en castellano…

Las demás veces que emplea el término “dialecto” a lo largo del


texto, lo hace en el sentido de ‘idioma’ o ‘lengua’ tanto para referir-
se al huasteco como al castellano:

12 Cito la edición facsimilar y transliterada de René Acuña, Paradigma apologético y

noticia de la lengua huasteca, México, UNAM/IFFL, 1985.


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230 ignacio guzmán betancourt

a] Aunque en rigor no debemos llamar a éstos diminutivos propia-


mente, sino resueltos, porque no hay en este “dialecto” [el huaste-
co] modo con que podamos decir hombrecillo…
b] Y para decir esto es muy bueno, o cosa que suene en nuestro “dia-
lecto” [el español], y en el latino a superlativo, se resuelve con el
adjetivo de que se habla y la partícula le antepuesta…
c] Y porque para reducir a nuestro “dialecto” [el español] este idio-
ma [el huasteco], hemos de echar menos estos modos de hablar…
d] Los [tiempos] de De, son quasi de la mesma naturaleza que los an-
tecedentes: porque siempre, que para ajustar la locución a nues-
tro “dialecto” [el español] es menester darle este romance…

Esta ambivalencia en el uso de “dialecto” ocurre también en el tex-


to de su Arte novíssima de lengua mexicana, publicada en 1753. Al igual
que en la obra anterior, comienza usándola uno de los dictaminado-
res (en ambos casos tal vez influenciados por Tapia), el bachiller Joa-
quín Gregorio de Torres:

…y esto es lo nuevo y exquisito de este Arte; pues aunque hay otras varias que
enseñan el idioma [mexicano], están tan llenas de preceptos y reglas que no
pide su “dialecto”, que no puede dudarse que embarazan y confunden mu-
cho a los que se dedican a estudiarlo…

Por lo que se refiere a Tapia, usa siete veces el término “dialecto”


a lo largo de su descripción gramatical con distintas acepciones; veá-
moslas:

a] lengua, idioma (español o náhuatl)


p. 7: la S es sin duda, que la pronunciación de ella es demostrable:
pues la Z, que en su lugar escriben, tiene diferente sonido de el que
en nuestro “dialecto” [el español]…
p. 8: esta letra [tl] se expresará abiertos los labios, sacando algo la
lengua por entre los dientes y afirmándola hacia el lado izquierdo,
procurando no equivocarla con la c, como los que ignorando este
“dialecto” [el mexicano] dicen claclacolli, clamancli, etc., en lugar de
tlatlacolly y tlamantli.
p. 8: y si por esto no podemos llamar a aquellas otras lengua bár-
baras [el castellano y el latín], así tampoco al Mexicano “Dialecto”,
Príncipe de toda esta América Septentrional.
GuzmanBetancourt 15 5/11/04 2:29 PM Page 231

francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 231

p. 12: porque el singular, que arriba explicamos, parece barbaris-


mo en nuestra lengua, como decir mucho Padre, mucha persona, mu-
cha ave, etc., es en esta Lengua propiedad particular, que como la
echan menos en el Castellano, pronuncian los que llamamos cuatros,
que son solecismos, de que nos reímos, como ellos de nosotros cuan-
do faltamos a las propiedades de su “dialecto”.

b] habla regional, dialecto


p. 15: esto ocurre entre los indios políticos, que entre los serranos y
de toda tierra caliente es tanta su rudeza, que todos los reverenciales
se los aplican a sí, y hablan sin cortesía con las personas a quienes se
les debe, y así dicen Nehuatzin, mi merced, y a las personas de respe-
to les llaman de tú y vos, como Tehuatl, Yehuatl; pero siendo éste en su
modo, propiedad de su “dialecto”, paréceme necesario advertirlo, pa-
ra los que hubieren de ir a estas tierras lleven noticia del estilo de ca-
da una y se acomoden a la práctica de sus moradores, que es lo que
más importa.

c] estructura lingüística
p. 24: Y así, me parece que sólo le conviene a los verbos mexicanos la
definición que da nuestro grande y digno de toda alabanza, Maturi-
no Gilberto [sic]: Verbum est pars orationis, agere aliquid significans: y me
ha parecido necesario traer estas doctrinas (aunque parezca digre-
sión) porque considerada la sustancial propiedad del verbo Índico,
sea nuestro estudio acomodarnos más a su “dialecto”.

d] categoría gramatical (aspecto verbal)


p. 39: De los que llaman Compulsivos, se usará en los principios con
mucha consideración, porque como es “dialecto” que no tenemos en
nuestro Castellano, les es tan dificultoso a los que comienzan, para
hablarlo como para oírlo y entenderlo.

Hasta aquí los usos polisémicos del término “dialecto” por parte
de Tapia Zenteno y sus émulos. Como pudimos darnos cuenta, ya hay
en estos usos una clara tendencia a referirse a las lenguas indígenas
como “dialectos”, sin que esto implique necesariamente que se trata
de variantes regionales y –cabe reparar en ello– sin ninguna conno-
tación peyorativa. El padre Tapia utiliza el neologismo “dialecto” más
bien como un recurso estilístico, por el simple gusto de usar vocablos
GuzmanBetancourt 15 5/11/04 2:29 PM Page 232

232 ignacio guzmán betancourt

técnicos o quizá para darle un efecto de erudición y modernidad a su


obra, a la que valora como “novísima”.
Ahora bien, para que no se piense que en el siglo XVIII todo el mun-
do usaba a su arbitrio el término “dialecto”, revisemos tres ejemplos
en lo que esto no ocurre así, y en los que está empleada en el senti-
do técnico de variante geográfica o regional de una lengua. En el pri-
mero de ellos se trata de la documentación de dicho vocablo en la
obra del bibliógrafo mexicano Juan José de Eguiara y Eguren (1695-
1763), Bibliotheca Mexicana, cuyo primer y único tomo se publicó en
1755, testimonio que, aunque escrito en latín, se refiere a una lengua
indígena de México. Se halla en el artículo dedicado al jesuita Ber-
nardo de Mercado (que por error el autor llama Nicolás), a quien
Eguiara le atribuye la autoría de una Artem Linguae Mexicanae “dialec-
to” qua Cinaloensis orae maritimae utuntur, la cual “personas muy de fiar”
le informaron que estaba preparada para la prensa. Los otros dos
ejemplos están estrechamente relacionados entre sí por varias circuns-
tancias; se localizan en sendas obras de los eruditos jesuitas exiliados
en Italia a raíz de la expulsión de esta orden de los dominios españo-
les en 1767, el historiador mexicano Francisco Javier Clavijero (1731-
1787), autor de la Historia antigua de México, y el filólogo Lorenzo Her-
vás (1735-1809), autor de un Catálogo de las lenguas. Ambas obras se
publicaron originalmente en italiano en Cesena en 1780 y 1785, res-
pectivamente.
El padre Clavijero emplea el plural del vocablo “dialecto” en la pri-
mera de las nueve “disertaciones” que inserta al final de su Historia,
concretamente en el apartado donde discute acerca de “Quiénes fue-
ron los pobladores de América”:

Puedo afirmar, sin peligro de engañarme, que no se encontrará ni entre las


vivas ni entre las lenguas muertas de Europa, dos más diversas entre sí que la
mexicana, la otomí, la tarasca, la maya y la mixteca, cinco lenguas dominan-
tes en diversas provincias del reino de México. Y así sería un grande despro-
pósito decir que semejantes lenguas americanas hayan sido diversos “dialec-
tos” de una lengua madre.

Y pregunta:

¿Cómo es posible que una nación alterase del tal modo su primitivo lenguaje
o lo multiplicase en tantos “dialectos” tan diversos entre sí, que no hubiese,
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francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 233

aun después de muchos siglos, muchas voces comunes a todos, o a lo menos


que no hubiese en ellos alguna afinidad o quedase algún rastro de su origen?13

Hervás, por su parte, emplea copiosamente el término “dialecto”


tanto en la edición italiana de su Catálogo cuanto en la versión espa-
ñola de éste, publicada en Madrid entre 1800 y 1805 con el largo tí-
tulo de Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, di-
visión y clases de éstas según la diversidad de sus idiomas y dialectos. En
todos los casos el autor emplea la palabra “dialecto” en el sentido de
variante o variantes regionales de una lengua matriz,14 y en este mis-
mo sentido la emplean varios de los jesuitas que colaboraron con él
en materia de informes lingüísticos, según se constata en algunos do-
cumentos que transcribe.15
Hasta aquí la historia de la palabra con sus diferentes acepciones,
desde sus primeras documentaciones en español, hasta principios del
siglo XIX, fecha en que se publica la edición castellana del Catálogo de
Hervás. En lo sucesivo, y por lo que respecta a México, los historiado-
res y filólogos del siglo XIX como, por ejemplo, Manuel Orozco y Be-
rra y Francisco Pimentel usarán la palabra en el sentido técnico de va-
riante regional o geográfica de una lengua.
Pero ¿qué pasa con Francisco Belmar y cuál era en concreto su
concepto de “dialecto” para que lo tildemos de “peculiar”? Este dis-
tinguido lingüista y etnógrafo nacido en Tlaxiaco, Oaxaca en 1859,
es hoy considerado por muchos como el estudioso de asuntos lingüís-
ticos más completo de su tiempo, los finales del siglo XIX y principios

13 Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, edición de Mariano Cuevas,

México, Porrúa (Sepan cuantos…, 29), 1971, p. 430.


14 Por ejemplo, en la edición italiana del Catálogo, leemos: “Gli indiani chiamano

parenti tutte quelle nazioni che parlano “dialetti” di una stessa lingua matrice”.
15 Por ejemplo, en la carta que transcribe de un jesuita mexicano en el vol. I, cap.

VI, “Lenguas que se hablan en el continente de la Nueva-España”, pp. 286-287: “II: Las
lenguas que v. pone en su catálogo se hablan ciertamente en la Nueva-España, y de
ellas se usan también varios “dialectos”, de que no me es posible darle una noticia dis-
tinta, ni tampoco de las misiones que los jesuitas mexicanos tenían. Las misiones de
éstos contenían centenares de millares de almas; y no pocas veces acontecía, que en
una misma misión se hablaban varios “dialectos” de una misma lengua matriz. III. En
la provincia de Nayarit (la más cercana al México) había siete misiones con diez luga-
res de neófitos: en algunos de estos lugares se hablaba la lengua cora, y en otros un
“dialecto” de la lengua mexicana”.
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234 ignacio guzmán betancourt

del XX. Puede considerárselo también, junto con fray Manuel de San
Juan Crisóstomo Nájera (1803-1853) y Francisco Pimentel (1832-
1893), como uno de los tres más importantes introductores e impul-
sores de la moderna lingüística en México. Continuador y corrector
de la obra de Orozco y Berra (1816-1881) en lo referente a clasifica-
ción y distribución de las lenguas indígenas de México, y de Pimen-
tel en cuanto a la pluralidad y amplitud de intereses en la materia,
sus trabajos lingüísticos, publicados entre 1890 y 1914, dieron la pau-
ta para la práctica científica de la lingüística antropológica en nues-
tro país. En efecto, aunque de formación autodidacta en esta disci-
plina, como el resto de sus contemporáneos, logró no obstante
hacerse de sólidas bases teóricas y metodológicas vigentes en la cien-
cia lingüística del momento. Su perfecto dominio de las principales
lenguas europeas y sus contactos personales con instituciones y agru-
paciones académicas y con especialistas de varias nacionalidades, le
llevó a estar enteramente al día en lo referente a publicaciones y
avances en los campos de su interés. El profesor Leonardo Manrique
ha efectuado un recuento de los autores y obras citados por Belmar
en su obra póstuma inconclusa, la Glotología indígena mexicana (1914-
1921), hallando 217 autores, 91 de ellos como fuentes de datos lin-
güísticos y el resto como teóricos o estudiosos del lenguaje o de cier-
tas familias y lenguas mexicanas.16 Entre las obras citadas, sin
considerar las escritas en español, Manrique cuenta 24 en francés, 13
en alemán, 9 en inglés y 3 en italiano. Fue además buen conocedor
y crítico de los trabajos lingüísticos sobre lenguas indígenas redacta-
dos en México durante la época colonial, e incluso reeditó algunos
de ellos como, por ejemplo, el Arte de la lengua mixe de fray Agustín
Quintana, cuya primera edición apareció en Puebla en 1729, y hoy
día inasequible.
Pues bien, este destacadísmo pionero de la moderna lingüística an-
tropológica mexicana, manejaba una noción de dialecto que no po-
demos menos que juzgar de desconcertante, por tratarse de un indi-
viduo tan perspicaz y bien informado, sobre todo en asuntos
relacionados con la clasificación y tipología de las lenguas indígenas

16
Cf. Leonardo Manrique Castañeda, “Francisco Belmar”, en Lina Odena Güemes
y Carlos García Mora (coords.), La Antropología en México. Panorama histórico, México,
INAH, 1988, vol. 9, p. 290.
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francisco belmar y su peculiar concepto de “dialecto” 235

de México, que es uno de los contextos donde con mayor frecuencia


se emplea este término y concepto. Basta revisar aun someramente
sus publicaciones lingüísticas para reparar con cuánta laxitud emplea
el término, tanto en el sentido propio de la dialectología, es decir, pa-
ra referirse a las variantes regionales de las lenguas, como en la acep-
ción de idioma o lengua. Y esto a pesar de que en su ambiciosa obra
póstuma, la Glotología indígena mexicana, dedica varias páginas de un
capítulo a discutir qué debe entenderse por “dialecto” de acuerdo
con los más autorizados filólogos y lingüistas y obras de referencia de
aquel tiempo: Littré, Jacquet, Giacomo di Gregorio, Max Müller,
Grimm, Hervás, Whitney, etc.17 Tras la exposición y discusión de las
ideas de estos autores, Belmar concluye “que no hay una diferencia
esencial entre los conceptos que nos formamos de las voces lengua,
idioma y dialecto”. Sin embargo, al referirse en concreto, en ese mis-
mo capítulo, a los “dialectos indígenas” –y he aquí la clave del porqué
usa indistintamente el término “dialecto” para referirse a las lenguas
indígenas y viceversa– explica que, de acuerdo con Whitney, “las len-
guas del territorio mexicano deben tomarse como dialectos si se con-
sideran relacionadas con otras” (p. 128). Por ello usa indiferentemen-
te los términos “lengua”, “idioma” y “dialecto”, creando así una
confusión terminológica y conceptual que lo rebasa.
Este empleo ambivalente del término “dialecto” se registra en mu-
chos de los escritos publicados por Belmar, y en algunos casos el uso
que hace de él parece conllevar un matiz negativo, como éste que ha-
llamos al inicio de uno de sus principales trabajos, Familia mixteco-za-
poteca y sus relaciones con el otomí (México, 1905): “Su idioma [de los za-
poteca], conocido con el nombre de tehuano, tehuentepecano,
zapoteco de Tehuantepec, o zapoteco de tierra caliente, es sólo un
dialecto, en la actualidad en decadencia”.
En conclusión, se puede conjeturar que la costumbre de llamar
“dialectos” a las lenguas indígenas, mal entendidas a veces como for-
mas de expresión asistemáticas, degradadas, inferiores, decadentes,
etc., proviene de los propios filólogos y lingüistas que se ocuparon del
estudio de estas lenguas, sobre todo durante el siglo XIX y principios
del XX.

17 “Capítulo VI. Lenguaje en general. Lenguas. Idiomas. Dialectos. Jergas”, pp. 119-
130.
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DE SILVA Y ACEVES A SANTAMARÍA: HACIA UNA


LINGÜÍSTICA MEXICANA1

PEDRO MARTÍN BUTRAGUEÑO*


REBECA BARRIGA VILLANUEVA*

En este trabajo pretendemos explorar una de las fases más importan-


tes en la formación de la lingüística moderna en México, que va de
1933, año en que se empieza a publicar la revista Investigaciones Lin-
güísticas, dirigida por Mariano Silva y Aceves, a 1959, fecha en que ve
la luz el Diccionario de mejicanismos de Santamaría.2 Estas fechas no só-
lo son importantes para la historia de la lingüística mexicana. Es la
época de expansión del estructuralismo. En 1933 aparece Language
de Bloomfield. De 1943 es Phonemics de Pike. En 1945 Amado Alon-
so traduce el Curso de lingüística general de Saussure. En 1954 Margit
Frenk y Antonio Alatorre traducen El lenguaje de Sapir. Poco antes de
la aparición del Diccionario de Santamaría se habían publicado el Cour-
se de Hockett (1958), que resume las enseñanzas del estructuralismo,
e incluso las revolucionarias Syntactic Structures de Chomsky (1957).
Mientras tiene lugar esta efervescencia estructuralista, la actividad lin-
güística en México continúa relativamente al margen de estos desa-
rrollos, con dos excepciones. Por un lado, la Nueva Revista de Filología
Hispánica (fundada en 1947) alberga numerosos trabajos de estilísti-
ca, corriente bien recibida en la tradición hispanística,3 pero que al
menos en parte era una reacción al estructuralismo europeo. Por
otro, los lingüistas del Instituto Lingüístico de Verano, que llegan a

* El Colegio de México.
1 Este trabajo forma parte del proyecto “Principios, paradojas y etapas de la lingüís-

tica en México”, que estamos desarrollando en el Centro de Estudios Lingüísticos y Li-


terarios de El Colegio de México.
2 Por el momento nuestro objetivo se reduce a dar un panorama general de los he-

chos que prefiguran los rasgos distintivos de la actual lingüística mexicana. Sin asumir
que 1933 y 1959 sean de manera precisa los que definen el nacimiento de una lingüís-
tica científica, sí consideramos que son años particularmente simbólicos.
3 Ya en 1938, Pedro Henríquez Ureña había publicado una recopilación de traba-

jos sobre el español de México (y Estados Unidos y América Central), seminal para es-
ta tradición.

[237]
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238 pedro martín butragueño y rebeca barriga villanueva

México hacia 1934, nutren sus trabajos con las perspectivas del distri-
bucionalismo estadunidense.4
Una de nuestras hipótesis es que para que surja una lingüística cien-
tífica deben cumplirse, al menos, tres condiciones. Se requiere, en pri-
mer lugar, de la presencia de personalidades capaces de crear escuela
y producir obras ejemplares –en el sentido literal. También deben sur-
gir estructuras que permitan la investigación, la docencia, la disponibi-
lidad y la difusión del conocimiento: en otras palabras, que haya facul-
tades y departamentos, bibliotecas y laboratorios, revistas y reuniones
académicas. En fin, hace falta una reflexión explícita sobre las relacio-
nes entre el dato lingüístico y las generalizaciones que se pueden cons-
truir a partir de este dato; es decir, se requiere de un examen conscien-
te de los métodos, una metodología en el sentido etimológico.
En el tercio medio del siglo XX mexicano varias personalidades ca-
paces y notables cumplían bien con la primera condición. A lo largo
del periodo, sólo se cubrirá una parte de las etapas que lleven al cum-
plimiento de las otras dos condiciones. Sólo al final de esta época, en
la década de los años cincuenta, se empieza a vislumbrar el perfil de
lo que se esperaría de una lingüística moderna.
Una segunda hipótesis es que la lingüística mexicana de este perio-
do se encuentra escindida entre dos grandes tradiciones, la hispáni-
ca y la indigenista, sin lograr una fisonomía propia. A pesar del des-
pertar de la actividad lingüística en el último decenio de la etapa que
estudiamos, ambas tradiciones empiezan a crecer por separado, en
ignorancia mutua, aunque con algunos paralelismos interesantes.
Silva y Aceves es de los primeros en tener en México una clara idea
académica del quehacer lingüístico, de la necesidad de crear una es-
tructura dotada de centros de enseñanza, bibliotecas, laboratorios y
revistas. Por su parte, el Diccionario de mejicanismos de Santamaría es
quizá la última gran obra individual que puede producirse hasta cier-
to punto fuera de la estructura académica desarrollada especialmen-
te en los años cincuenta y sesenta.
No había muchas razones para sentirse optimista por el futuro de
los estudios lingüísticos en México hacia 1933. En el primer número

4
De hecho, los miembros del ILV van actualizando con los años sus posturas teóri-
cas. Por ejemplo, Sarah Gudchinsky, en sus trabajos sobre el mazateco, incluía ya en
1959 elementos analíticos generativistas.
GuzmanBetancourt 16 5/11/04 2:30 PM Page 239

de silva y aceves a santamaría: hacia una lingüística mexicana 239

de Investigaciones Lingüísticas (IL), Mariano Silva y Aceves describía la


situación con gran perspicacia:

Los estudios lingüísticos en México, han estado reducidos, por lo que ve a la


lengua española, a las clases de esa asignatura que se vienen dando en la escue-
la primaria, como clases de lenguaje con nociones gramaticales; en la escuela
secundaria, a dos años de estudios gramaticales y un año dedicado al desa-
rrollo histórico de la literatura española, lectura de las principales obras,
orientaciones críticas y formas de estilo, todo en el mismo curso. En la Facul-
tad de Filosofía y Letras a una cátedra de filología española que dura un año,
y a una cátedra de fonética general que dura otro año. Por lo que ve a las len-
guas indígenas, sólo en la Facultad de Filosofía y Letras existe una cátedra de
mexicano y otra de lengua maya (p. 1).

Investigaciones Lingüísticas era el órgano del Instituto Mexicano de


Investigaciones Lingüísticas (IMIL), fundado también por Mariano Sil-
va y Aceves. El IMIL es paradigmático en la historia de la lingüística
mexicana,5 es el primer intento de sistematizar los estudios lingüísti-
cos, reducidos por entonces a la enseñanza de la lengua española. La
concepción de la lingüística expresada en las páginas de la revista era
a la vez muy amplia y muy difusa, una especie de collage en el que se
mezclan lenguaje, filología, antropología y literatura. Por ejemplo,
en un mismo número aparecen en su índice temas tan dispares co-
mo “La agonía del francés”, “Sobre nombres e hipocorísticos” y “El
habla de Tabasco”.6 Frente a la escisión de las tradiciones lingüísticas,

5 Las tareas fijadas para los llamados miembros activos del IMIL eran realmente muy

ambiciosas. Debían emprender: i] estudios pedagógicos en la enseñanza de idiomas


que se hace en las escuelas mexicanas; ii] estudios fonéticos con aplicación a los fenó-
menos lingüísticos de México; iii] estudios lexicográficos y etimológicos tanto del es-
pañol como de las lenguas indígenas; iv] estudios críticos, estilísticos e históricos en
obras de la literatura mexicana; v] estudios bibliográficos; vi] estudios gramaticales
tanto del español como de las lenguas indígenas; vii] estudios de provincialismos, re-
gionalismos o lenguajes especiales que se usan en México; viii] estudios de formas lin-
güísticas de nuestro español, influidas, ya sea por las lenguas nativas o por idiomas ex-
tranjeros; ix] estudios de metodología de la enseñanza de lenguas clásica (latín y
griego) en las escuelas universitarias (ibid., p. 5).
6 Es muy interesante asomarse a los índices de los pocos números publicados, por-

que los autores y las temáticas que tratan son buen reflejo de la actividad lingüística
del momento.
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240 pedro martín butragueño y rebeca barriga villanueva

la meta general del Instituto era la dignificación de nuestras lenguas


indígenas y la valorización del español que hablamos. “No creemos
que el acercamiento de los dos Méxicos –escribe Silva y Aceves–, y me-
nos aún la fusión de ellos, dentro de la idea tantas veces invocada de
la unidad nacional, pueda hacerse sin contar con la organización de
una cultura lingüística” (ibid., p. 9). El deseo de armonizar hispanis-
mo e indigenismo será una de las mistificaciones de la lingüística me-
xicana en muchos momentos de su historia.7
Es interesante notar la ausencia de personalidades mexicanas de-
dicadas a la lingüística en el Instituto. Ni en la lista inicial de miem-
bros honorarios, en la que aparecen los españoles Menéndez Pidal,
Castro, Navarro Tomás, García Solalinde, García de Diego, Onís y A.
Alonso, los alemanes Doehner, Hatzfeld, Pfandl, Spitzer, Lehmann,
el cubano Dihigo, el dominicano Henríquez Ureña y como único me-
xicano Alfonso Reyes (por entonces en Brasil), ni en la de miembros
activos, en la que figuran, entre otros, Julio Jiménez Rueda, José Go-
rostiza, Agustín Yáñez, Rafael Heliodoro Valle, además de Andrés He-
nestrosa y Manuel Gamio, hay un solo mexicano al que hoy pudiéra-
mos reconocer inequívocamente como lingüista. Hay, sí, personas
cultas y con prestigio social, personas interesadas en el lenguaje, lite-
ratos, pero no académicos propiamente dichos.8
Veamos algunos de los principales hitos del desarrollo de la lin-
güística en México en los años treinta, cuarenta y cincuenta.
Al revisar las listas de publicaciones aparecidas a lo largo de estas
tres décadas,9 hay varios hechos que llaman la atención. Si se compa-

7 “Ya hemos dicho que en México, al aspirar a la especialización lingüística, no po-

demos prescindir de nuestras numerosas e importantes lenguas nativas. Nuestro Insti-


tuto ha descubierto que los trabajos lingüísticos en México son más activos en esta ma-
teria que en el español mismo, y que los extranjeros cultos muestran por estos estudios
tanta o más curiosidad que los mexicanos” (ibid., p. 62).
8 “En cuanto a los lingüistas que trabajan en México, no hemos hecho designación

honoraria, porque esperamos tener la satisfacción de que los indudables valores cien-
tíficos que en esta materia tenemos se sientan comprometidos al igual que nosotros”
(ibid., p. 58).
9 Las publicaciones periódicas en que aparecen trabajos lingüísticos entre 1933 y

1959 dan idea de las posibilidades del momento. Por supuesto, la lista es mucho más
reducida que en decenios posteriores. Algunas son efímeras. Muchas son revistas cul-
turales, más que académicas. Buena parte son históricas, geográficas o sociológicas. Ca-
si ninguna es exclusivamente lingüística o por lo menos filológica. Nos parece intere-
GuzmanBetancourt 16 24/6/04 12:37 Page 241

de silva y aceves a santamaría: hacia una lingüística mexicana 241

ran los trabajos de lingüística hispánica con los de lingüística indíge-


na, son pocos los estudiosos que aparecen en ambas nóminas. Entre
las excepciones se cuenta a Dávila Garibi, con sus estudios de toponi-
mia mexicana, influencia del náhuatl en el diminutivo en español, la
escritura del náhuatl, además de varios trabajos sobre el cora, el ca-
híta o el ópata, o un epítome de raíces nahuas. En conjunto hay bas-
tantes más publicaciones sobre las lenguas indígenas de México que
sobre el español en el periodo que nos ocupa. Sin embargo, una bue-
na proporción de estos trabajos fueron redactados por miembros del
Instituto Lingüístico de Verano. En buena medida, la lingüística in-
digenista no estaba siendo construida desde dentro de la lingüística
mexicana como tal. Aunque los lingüistas del ILV aplicaban los nue-
vos enfoques que iban surgiendo en Estados Unidos, hay un abismo
entre su trabajo y el que realizaban los investigadores locales. En me-

sante ofrecer una lista de las revistas activas en el periodo. PUBLICACIONES YA EXISTENTES
EN 1929: Boletín de la Biblioteca Nacional (México, Biblioteca Nacional, 1904-1967); Bo-
letín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (México, Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, 1839-1983?); Excélsior (México, 1917?); El Libro y el Pueblo (Mé-
xico, Departamento de Bibliotecas, Secretaría de Educación Pública, 1922-1970?); Me-
morias de la Academia Mexicana (México, Academia Mexicana, 1876?; suspendida entre
1910-1944, 1975-1984); El Nacional (México, G. Bosques, 1929-1998); Revista Mexicana
de Estudios Antropológicos (México, Sociedad Mexicana de Antropología, 1927?-1980?;
suspendida entre 1929-1938). NACIDAS EN LOS AÑOS 30: Ábside. Revista de Cultura Mexica-
na (México, 1937-1979?); Boletín Bibliográfico de Antropología Americana (México, Insti-
tuto Panamericano de Geografía e Historia, 1937-1979); Investigaciones Lingüísticas, Mé-
xico, Instituto Mexicano de Investigaciones Lingüísticas, UNAM, 1933-1938); Lectura.
Revista crítica de ideas y libros (México, 1937-1967?); Letras de México (México, Costa Amic,
1937-1947); Orbe (Mérida, Yucatán, Departamento de Publicidad, Universidad Nacio-
nal del Sureste, 1937-1978); Revista Mexicana de Sociología (México, Instituto de Inves-
tigaciones Sociales, UNAM, 1939→); Yikal Maya Than (Mérida, 1939?-al menos hasta
1951). NACIDAS EN LOS AÑOS 40: América Indígena (México, Instituto Indigenista Intera-
mericano, 1941→); Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (México, INAH,
núm. 2, 1941-1946; núm. 17, 1965); Anuario de la Sociedad Folklórica de México (México,
1940, al menos hasta 1945); Boletín Bibliográfico Mexicano (México, Porrúa, 1940→);
Cuadernos Americanos (México, 1942→); Memorias de la Academia Mexicana de la Historia
(México, 1942→); Nueva Revista de Filología Hispánica (México, Centro de Estudios Lin-
güísticos y Literarios, El Colegio de México, 1947→). NACIDAS EN LOS AÑOS 50: Boletín
Bibliográfico (México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1954-1974→); Estudios
de Cultura Náhuatl (México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 1959→);
Historia Mexicana (México, El Colegio de México, 1951→); Revista de la Universidad de
México (México, UNAM, 1959→); Revista de la Universidad de Yucatán (Mérida, Departa-
mento de Difusión y Relaciones de la Universidad de Yucatán, 1959→).
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242 pedro martín butragueño y rebeca barriga villanueva

dio de dos grandes vertientes, la estadunidense (obvia desde 1934) y


la hispanística filológica (más claramente implantada a fines del de-
cenio de los cuarenta), se forma una lingüística local o regional, sin
grandes vuelos teóricos ni metodológicos. En ese ambiente surgen es-
tudios del tipo de los emprendidos por Gutiérrez Eskildsen sobre el
habla de Tabasco. La labor de Gutiérrez Eskildsen, con repercusio-
nes en el mundo normalista, es de las más interesantes del periodo.
González Casanova, a caballo entre la lingüística y la etnología, publi-
có en los años treinta un trabajo sobre los hispanismos en el azteca y
se interesó por un método fonofotográfico para estudiar los idiomas
indios.10 Varios hispanistas extranjeros son determinantes en el naci-
miento de la hispanística científica. Debe analizarse en más detalle el
papel de Pedro Henríquez Ureña, Amado Alonso, Delos L. Canfield,
Yakov Malkiel, Peter Boyd-Bowman, Joseph Matluck y, desde luego,
la figura de Juan M. Lope Blanch. La producción de estos investiga-
dores se vuelve mucho más ejemplar –es decir, sus trabajos son mo-
delos para los proyectos, tesis e investigaciones puntuales que se em-
piezan a elaborar desde fines de los años cuarenta–, que la elaborada
por maestros como Dávila Garibi, Barrera Vásquez o Bolaño e Islas.
Varios de estos maestros tuvieron una actividad docente intensa y lle-
gan a publicar manuales de difusión, pero su obra propiamente de in-
vestigación lingüística es escasa.
Paralelamente a este desarrollo, en la lingüística indigenista, jun-
to a la labor de investigadores locales como Dávila Garibi, Garibay,
Mendizábal, Jiménez Moreno, Mediz Bolio, la labor académica de
Swadesh representa el puente entre la lingüística estadunidense y las
nuevas generaciones de alumnos mexicanos a partir de 1939 y, en es-
pecial, después del regreso de Swadesh en 1956, invitado por el Ins-
tituto Nacional Indigenista. Aunque Whorf estuvo esporádicamente
en México, las otras dos figuras estadunidenses que más influyeron
en este momento –y también después– fueron Pike y Nida, que pron-
to empiezan a colaborar con especialistas locales como Romero Cas-
tillo, por lo menos desde 1946. Debe mencionarse también a Mc-
Quown como parte de una presencia relevante en esta lingüística en
proceso de formación.

10 La idea resulta tan novedosa dentro del campo de la lingüística mexicana que

merece ser retomada en un estudio aparte.


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de silva y aceves a santamaría: hacia una lingüística mexicana 243

En el cuadro siguiente tratamos de resumir los temas y los enfo-


ques más privilegiados en las dos tradiciones en ciernes:

Nivel Lingüística hispánica Lingüística indígena


fonético Estudios dialectales: En función de la fonología;
dos etapas pocos trabajos dialectales
1. H. Ureña, G. Eskildsen
2. Boyd-Bowman, Matluck,
Cárdenas
fonológico Alonso: fonema a lo ILV:
la versión distribucionalista
Courtenay Propuesta de alfabetos
morfológico Sufijos, estudios dialectológicos Estudios puntuales y gramáticas
descriptivas
sintáctico Lope Blanch: Observaciones Estudios puntuales y gramáticas
(1955) descriptivas
léxico- Estudios (casi siempre
semántico históricos):
1. etimologías 1. préstamos
2. vocabularios (dialectales 2. vocabularios bilingües
y jergales)
3. préstamos 3. onomástica (sobre todo
toponimia)
4. onomástica (sobre todo
toponimia)
textual Textos literarios, estudios Textos orales, narraciones
estilísticos

CONSIDERACIONES FINALES

Como hemos propuesto, para que exista una tradición científica son
necesarias al menos tres condiciones: i] que haya personalidades con
la formación y la visión necesarias; ii] una estructura académica via-
ble; iii] una conciencia metodológica que asegure una determinada
construcción de los datos.
La tradición de elaborar estudios eruditos sobre ciertos aspectos
del lenguaje ha acompañado siempre a los estudios propiamente aca-
GuzmanBetancourt 16 5/11/04 2:30 PM Page 244

244 pedro martín butragueño y rebeca barriga villanueva

démicos. En realidad, esta tradición es previa al estudio científico del


lenguaje y sigue viva en la actualidad. Aunque 1959 no es la fecha en
que concluya este tipo de estudios, sí es cuando aparece el quizá más
importante trabajo de esta tradición, el Diccionario de mejicanismos de
Santamaría.
Henríquez Ureña es el puente que vincula a Silva y Aceves con el
hispanismo internacional. Son los hispanistas extranjeros de Investi-
gaciones Lingüísticas los que vuelven a aparecer en 1947 en la Nueva
Revista de Filología Hispánica. El círculo mexicano de Investigaciones (en
el que se encuentran, por ejemplo, Dávila Garibi y Gutiérrez Eskild-
sen, dos de los lingüistas más activos en nuestro periodo), no reapa-
rece en la NRFH. Silva y Aceves había conseguido reunir en las páginas
de IL escritos de hispanistas foráneos, de indigenistas estadunidenses
y de la incipiente labor filológica mexicana del momento. Sin embar-
go, IL no pudo sobrevivir a la muerte de su fundador y se malogró la
ambiciosa idea de unificar los estudios sobre el español y las lenguas
indígenas.
Los lingüistas del ILV publican entre 1937 y 1959 una enorme can-
tidad de trabajos que contienen datos de las lenguas indígenas de Mé-
xico. Algunos son teóricos, bastantes son de aplicación lingüística y
muchos descriptivos. Abordan todos los niveles lingüísticos. Sin em-
bargo, hay una gran desproporción entre este volumen de trabajo y
sus repercusiones directas sobre el desarrollo de la lingüística en Mé-
xico. Los miembros del ILV ejercían la docencia y publicaban muy ma-
yoritariamente en Estados Unidos, lo que quizá explique en parte el
problema. Por otro lado, sí hubo varias relaciones episódicas –que
queremos analizar en detalle en un trabajo posterior. Como ya hemos
mencionado, Moisés Romero Castillo colaboró con Pike y con Nida.
Robert J. Weitlaner, junto con Wigberto Jiménez Moreno y J. Ignacio
Dávila Garibi, entre otros, impartía lingüística de idiomas indígenas
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional desde
1937. En IL publican Lathrop, Miller, Kenneth y Victoria Pike, Nida y
Townsend. Ahí mismo llegaron a incluirse cartillas para la enseñan-
za de lenguas indígenas elaboradas por el ILV. La repercusión más im-
portante del trabajo del ILV debe haber sido contribuir a destacar la
necesidad del trabajo de campo, del trabajo descriptivo que emplea
datos vivos y de primera mano.
Cabe señalar que Swadesh, central en el desarrollo de la lingüísti-
ca mexicana dedicada al estudio de las lenguas indígenas, apenas em-
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de silva y aceves a santamaría: hacia una lingüística mexicana 245

pieza a ejercer influencia en nuestro periodo.11 Será el verdadero ini-


ciador de la tradición de estudios científicos indigenistas, permitida
por su formación y por la estructura académica ya existente en los
años cincuenta. Ambas cosas lo separan de Silva y Aceves, abogado y
humanista, maestro y no investigador, visionario que colaboró en lo
que pudo en la creación de una estructura académica.
En cuanto a los temas trabajados, los estudios hispánicos se intere-
san más por la fonética dialectal; los indigenistas por la fonología. La
dialectología es también el horizonte de la mayoría de los trabajos
morfosintácticos del español. En cambio, lo que se intenta es escribir
gramáticas descriptivas de las lenguas indígenas. El interés por el lé-
xico es semejante. Por fin, en el nivel textual, los trabajos hispánicos
se concentran en el análisis estilístico de textos literarios. Los estudios
indigenistas, en cambio, buscan documentar el nivel discursivo oral.
¿Podemos decir que estos tres decenios son el periodo fundante
de la lingüística en México? Sí y no. Un indicio externo es la apari-
ción de escuelas, revistas y reuniones. Estas estructuras van aparecien-
do gradualmente, aunque el decenio de 1950 parece en especial sig-
nificativa. La cuestión central es el carácter científico de los datos, la
conciencia metodológica con que se aborden (la tercera condición
de la que hablábamos). La lingüística científica nace en México, en
particular, cuando los investigadores, indigenistas o hispanistas, deci-
den acudir al campo y estudiar directamente las hablas vivas, para pos-
teriormente segmentarlas y clasificarlas. Será una lingüística ante to-
do descriptiva y taxonómica, más interesada en la recolección y en el
análisis que en la interpretación teórica de los datos, pero es ya una
lingüística científica.

11 Su formación es netamente lingüística. Fue alumno de Sapir y sus intereses eran

muy amplios: del nootka al ruso y del zapoteco al birmano. Desde 1956, se instala de-
finitivamente en México y hasta su muerte en 1967, como profesor en la Escuela de
Antropología y en la Universidad Nacional.
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EL PENSAMIENTO LINGÜÍSTICO DE
COUTO DE MAGALHÃES (1837-1898)

CONSUELO ALFARO LAGORIO*

INTRODUCCIÓN

Un político e intelectual del siglo XIX dialoga con la producción cien-


tífica de su tiempo, con las gramáticas de la lengua tupí del siglo XVI
y de la lengua guaraní del siglo XVII, produciendo una descripción del
ñeẽngatú con objetivos pedagógicos –encomendado pelo governo im-
perial– y, al mismo tiempo, una reflexión sobre las lenguas en contac-
to en la región norte de Brasil. Formula propuestas de política lin-
güística sobre esa lengua general de filiación tupí, y aunque genera
representaciones sobre una lengua de selvagens, la juzga posible de es-
tudio científico y, sobre todo, de enseñanza. En ese sentido, el autor
dialoga con algunos autores de la tradición jesuítica que habían tra-
bajado en la construcción de un discurso destinado a legitimar el es-
tatus de las lenguas generales, en un esfuerzo por atribuirles valores
propios de las lenguas de poder, produciendo, para eso, gramáticas,
artes y diccionarios, tesouros. Couto de Magalhães describe la “lengua
general amazónica”, con el objetivo de formar cuadros de “intérpre-
tes” como una estrategia de conquista pacífica da inteligência de las nu-
merosas poblaciones que todavía no hablan portugués en la región
del norte, en el siglo XIX.
El Curso da língua geral segundo Ollendorf presenta una estructura
didáctica de autoaprendizaje. La información gramatical se presen-
ta en contraste con el portugués y su corpus se distribuye en dos for-
mas: un conjunto de oraciones a la manera de diálogo (pregunta~res-
puesta) y, más adelante, se incluyen textos enteros, leyendas, con
traducción/versión en portugués. Un punto importante en la parte
descriptiva está en las consideraciones sociolingüísticas y en las infor-
maciones dialectales que aporta, así como en algunas observaciones
sobre el portugués en esa situación de contacto.

* Universidad Federal de Río de Janeiro.

[247]
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248 CONSUELO ALFARO LAGORIO

EL AUTOR

De los seis recopiladores de “poesía salvaje” del siglo XIX –Batista Cae-
tano D’Almeida Nogueira (1826-1882), Charles Frederick Hartt
(1840-1878), João Barbosa Rodrigues (1842-1909), Conde Ermano
Stradelli (1852-1926), Brandão de Amorim (1865-1926), José Vieira
Couto de Magalhães (1837-1898)– fue, ciertamente, el más avanzado
de todos, desde el punto de vista epistemológico. Su enfoque sobre
la lengua, la oralidad y los mitos se aproxima bastante a los procedi-
mientos que fueron adoptados posteriormente por la antropología y
la lingüística. Con él, el área filológica nunca estuvo tan próxima al
pensamiento científico de la época, sustentando un diálogo constan-
te con las ciencias naturales y con las ciencias sociales emergentes. Si-
tuado históricamente en el campo del romanticismo, emplea algunas
nociones caras al movimiento, anticipándose en muchos aspectos a
su tiempo. Este trabajo pretende discutir la contribución de Couto
de Magalhães en el debate sobre lengua y literatura oral en: O Selva-
gem, donde se definen los procedimientos usados en la recolección
de la tradición oral, su concepto de lengua, sus fuentes y su visión so-
bre el indio en el proceso de construcción de la identidad nacional.
Couto de Magalhães no fue solamente un escritor y un hombre de
ciencias vinculado al Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro
(IHGB). Bachiller en derecho, ejerció una serie de actividades políti-
cas y administrativas. Hombre de negocios, dirige bancos, empresas
de ferrocarril, de navegación y de exportación. Asociado a empresa-
rios y banqueros ingleses, invirtió en sociedades de acciones y fue so-
cio de diversas industrias. Supo aprovechar muy bien la diversidad de
esas actividades y los recursos proporcionados por éstas para realizar
sus estudios.
El texto más conocido de Couto de Magalhães es O Selvagem, con al-
gunas ediciones en portugués (1876, 1913, 1975), fue traducido y edi-
tado en varias lenguas: francés, inglés, alemán e italiano. Reúne tres
ensayos: a) un estudio etnográfico sobre las etnias del Brasil central,
que ya había sido publicado por separado dos años antes; b) un curso
de tupi-língua geral y c) un conjunto denominado por el autor lendas tu-
pis (leyendas tupís) recolectadas durante sus viajes. Por la contribución
que trajo al debate nacional, por constituirse en una vigorosa síntesis
de conocimientos acumulados por el autor y por los procedimientos
usados para su elaboración, merece un tratamiento crítico especial.
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 249

La etnografía moderna comienza a existir al inicio del siglo XX,


cuando el investigador crea instrumentos para la observación direc-
ta. Con el fin de obtener rigor y precisión en la recopilación y des-
cripción de lo observado, el trabajo de campo exige que el etnólogo
tenga dominio de la lengua de la cultura que estudia. Franz Boas
(1858-1942), uno de los fundadores de la etnografía moderna, fue el
primero en mostrar por qué la tradición oral debía ser recogida por
el propio etnólogo en la lengua de sus interlocutores (Laplantine
1987:75 y 78).
Décadas antes de Boas, Couto de Magalhães tuvo la intuición so-
bre la importancia del conocimiento de la lengua. Durante la guerra
del Paraguay, al oír a un descendiente de indios kadiweu contar unas
historias comenta: “Foi esta a primeira vez que minha atenção foi desperta-
da para os mitos nacionais”. Sin embargo, no consiguió entender la
parte narrativa, porque a pesar de ser en portugués, se intercalaban
esporádicamente expresiones en língua geral, “intraduzíveis” (CM,
1975:107).
El dominio de la língua geral o nheẽngatú, hablada por indios y mes-
tizos de la Amazonia, proporcionó a Couto de Magalhães legitimidad
para establecer elementos de lo que hoy se llama planificación lingüís-
tica, practicados por los jesuitas cuando se tomaban decisiones acer-
ca de las “lenguas generales” desde el siglo XVI, en el área del léxico.
En la versión de la partida de bautismo del nieto de don Pedro II, he-
cha en ñeẽngatú por el proprio Couto de Magalhães, traduce la pala-
bra imperador como muruxáua reté, “gran jefe”, y bautismo por la expre-
sión tupí cerúcaçáua, “ceremonia de imposición del nombre al recién
nacido”, argumentando que: “traduzindo em uma língua viva não me era
lícito o uso de expressões que nela não são inteligíveis” (CM, 1876a: 134-137).
La consideración de que no era viable el uso de intérpretes y de
traductores para recoger y registrar la tradición oral induce a Couto
de Magalhães a aprender la lengua ñeẽngatú. Con ese objetivo espe-
cífico, organizó una expedición al Pará. Adquirió tanta habilidad, que
llegó a ser considerado “o mais perfeito conhecedor do nhihingatú no Bra-
sil” por el obispo del Estado de Amazonas, don José Lourenço, autor
de un catecismo escrito en esa lengua. Ese interés lo lleva al conoci-
miento del ñeẽngatú, “na fala e na escrita” (CM, 1876:17).
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250 CONSUELO ALFARO LAGORIO

LENGUAS EN CONTACTO

Couto de Magalhães recolectó en el estado de Pará un corpus com-


puesto básicamente por literatura oral que sirve para hacer algunas
consideraciones de naturaleza sociolingüística sobre la situación de
lo que llama “língua posta em contato com outra”. El autor establece tres
periodos, los cuales marcan las relaciones entre el portugués y el
ñeẽngatú a partir de su observación directa durante los viajes por el
interior de la Amazonia en los que obtuvo sus materiales. En un pri-
mer momento que el autor llama periodo de justaposição, esa relación
de las dos lenguas –portugués y ñeẽngatú– se caracteriza por una al-
ternancia simétrica. Representa ambas lenguas en situación de bilin-
güismo, ya que “as duas línguas entram na composição [literaria], com
seus vocábulos puros, sem que estes sofram modificação” (CM, 1876:89, 90):

Te mandei um passarinho, / Patuá miri pupé


Pintadinho de amarelo, / Iporanga ne iaué.1

Formado por textos bilingües, en los que alternan simétricamen-


te el portugués y el ñeẽngatú, la métrica y la rima construyen la uni-
dad textual.
Un segundo periodo se caracterizaría por la producción de textos
bilingües de inspiración popular, en los cuales desaparece la simetría
entre las dos lenguas, ilustrada por poemas en portugués, con estri-
billos en ñeẽngatú:

Vamos dar a despedida, mandu sarará


Como deu o passarinho, mandu sarará
Bateu asa, foi-se embora, mandu sarará
Deixou a pena no ninho, mandu sarará.

En este caso, el desarrollo temático del poema está en portugués,


y el nheengatú permanece apenas en el estribillo. Couto de Magal-
hães observa una tendencia, en que “pouco a pouco uma língua predo-

1
El texto, según traducción de Couto de Magalhães, significa: “Mandei-lhe um pas-
sarinho, dentro de uma caixa pequena, pintadinho de amarelo, e tão formoso como você” (Ma-
galhães, 1876:89).
GuzmanBetancourt 17 5/11/04 2:31 PM Page 251

el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 251

mina e só ficam da outra algumas palavras que, ou não têm correspondente


na língua que tende a absorver a outra, ou são mais suaves para o sistema
auditivo da raça que vai sobrevivendo” (CM, 1876:90).
El tercer periodo está ejemplificado por textos en portugués: no
hay más bilingüismo; sin embargo, quedan rastros de la lengua que
desapareció. El autor identificó algunas “quadras” (cuartetas) de poe-
sía popular, donde “os vocábulos da língua absorvida desaparecem na lín-
gua absorvente” en las que permanecen algunos vestigios de la prime-
ra: “o estilo, as comparações, algumas forma gramaticais e algumas alterações
de sons”. Ejemplifica con una tonada, con letra en portugués, pero cu-
ya música, cantada por los indios secularmente, “quase não sofreu alte-
ração” (CM, 1876:90).
Esa periodización establecida, como fruto de la observación direc-
ta de las diversas comunidades que fue encontrando a lo largo del río
Amazonas, puede parecer una taxonomía ingenua, pero contiene un
presupuesto relevante para el tratamiento de lenguas en contacto. La
atribución de un estatus a este tipo de producción que representa un
avance en la medida en que implica un reconocimiento de que las
hablas “mixtas” no son subproductos y que sus hablantes no poseen
competencia plena en ninguna de las dos lenguas, sino que constitu-
yen “un modo legítimo de comunicación” (Romaine, 1995:6). De es-
ta forma, el autor se distancia del “sentido común”. Estas observacio-
nes apuntan a que Couto de Magalhães mantuvo una relación
constante con las ciencias naturales y con las ciencias sociales emer-
gentes. Su abordaje de la lengua, la oralidad y los mitos se aproxima
bastante a los procedimientos que posteriormente se adoptaron en
la lingüística y en la antropología. Retomó, por ejemplo, las represen-
taciones de lengua del romanticismo alemán, y consideró que cada
lengua estaba dotada de una estructura propia, reflejo del pensamien-
to y de la cultura de cada pueblo y, por lo tanto, era un elemento de-
cisivo de la identidad nacional. Su originalidad, por ende, consiste en
el hecho de extender esa representación para las lenguas indígenas,
lo que le permite observar las situaciones históricas de lenguas en con-
tacto, concebida como forma de identidad regional, tomando un cier-
to distanciamiento y, por lo tanto, relativizando, la concepción de len-
gua nacional, “hegemónica”, en un momento en que está en boga el
nacionalismo.
Los datos demográficos muestran que durante todo el siglo XVII y
hasta la mitad del siglo XVIII, millares de indios de diferentes familias
GuzmanBetancourt 17 5/11/04 2:31 PM Page 252

252 CONSUELO ALFARO LAGORIO

lingüísticas, eran retirados cada año de sus aldeas de origen, transfe-


ridos de sus territorios y “depositados” en las llamadas “aldeas de re-
partición”. De allí eran repartidos durante algunos meses del año a
los colonos, a los misioneros y a la corona portuguesa, con quien es-
taban obligados a proporcionar su fuerza de trabajo. Otra alternati-
va era su inserción como esclavos directamente en la producción, en
un régimen de esclavitud, vigente legalmente hasta mediados del si-
glo XVIII y, en ese caso, eran sometidos directamente a sus propieta-
rios (Freire, 1985).
Esa situación lingüística creó ciertamente una nueva comunidad
de habla que, en principio, debe haber dado lugar a una língua de con-
tacto. La lengua hablada en las aldeas de repartición y en los núcleos
coloniales, usada por los jesuitas en la catequesis, no fue el portugués.
En esas condiciones históricas, sociales y lingüísticas, la nueva comu-
nidad de habla se formó con base en una lengua indígena, y en tor-
no de ella se organizaron las relaciones sociales en la Amazonia.
Las dos colonias lusas –el estado del Brasil y el estado del Grão-Pa-
rá– con la independencia política de Portugal, fueron unificadas ba-
jo el nombre de Brasil y, para ese entonces, la lengua portuguesa ya
era hegemónica en gran parte del litoral brasileño, continuando co-
mo minoritaria en la Amazonia. Según el historiador José Honório
Rodrigues: “A vitória real da língua portuguesa no Brasil só foi registrada
300 anos depois da chegada dos descobridores, quando os brasileiros falaram
pela primeira vez sua própria língua, em reunião pública, nos debates da As-
sembléia Constituinte de 1823 ” (Rodrigues, 1983:21).
En el caso específico de la Amazonia, existen evidencias de que la
adhesión del Grão-Pará a la Independencia del Brasil, en agosto de
1823, incorporó al nuevo estado un expresivo contingente poblacio-
nal que, en su mayoría, no hablaba portugués como lengua materna,
situación que se prolongaría todavía por algunas décadas (Freire,
1983:49). Al estado neo-brasileño le tocó la tarea de completar el pro-
ceso de portuguización de la Amazonia, con el consecuente desuso
del ñeẽngatú. Las relaciones entre la lengua portuguesa y las otras
lenguas en la Amazonia fueron el resultado de las diferentes políticas
lingüísticas, durante el periodo colonial, accionadas por sus principa-
les agentes: los misioneros.
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 253

LA LÍNGUA GERAL AMAZÔNICA O ÑEẼNGATÚ

Se define la língua geral amazónica como la forma que asumió el mismo


tupinambá (lengua descrita por Anchieta, 1595, y Figueira [1621],
1687, como lengua materna de los mestizos y “língua franca” entre estos, los
blancos y los indios dominados por los blancos en Pará y Amazonas) (Rodri-
gues, 1997:372). Probablemente, entre las centenares de lenguas in-
dígenas de la Amazonia, la primera con la que los portugueses se en-
contraron fue el tupinambá, hablado en la costa de Salgado (litoral
norte) hasta la desembocadura del río Tocantins. El buen nivel de co-
municación con esos indios se debió a que los primeros colonos por-
tugueses que llegaron al Pará en 1616, venían de Pernambuco y Ma-
ranhão, donde habían aprendido a hablar otra língua geral, también
de origen tupí usada en la catequesis por los jesuitas, en todo el lito-
ral brasileño desde el siglo XVI. Así, esa lengua acabó ejerciendo la
función inicial de comunicación entre los portugueses y los diferen-
tes pueblos tupís de la región. Pero a esta función se fueron añadien-
do otras en el proceso histórico de su expansión. Tal vez esta expan-
sión y consolidación hayan sido en gran medida propiciadas por el
hecho de que, en el momento de la conquista, eran tupís gran parte
de los pueblos que habitaban en las vías de más fácil acceso. El padre
Acuña, refiriéndose a las regiones del bajo Amazonas, observa que
eran “todas povoadas de diferentes nações e línguas, se bem que na maioria
entendem a geral daquela costa” (Acuña, 1641:280).
La difusión inicial de esa lengua siguió el curso “espontáneo” de la
ocupación territorial, entre tanto pasó a hacerse la forma más sistemá-
tica y, de alguna forma planeada, con la catequesis. A partir del mo-
mento en que en las aldeias de repartição comenzaron a ser “estocados”
indios de otras familias lingüísticas diferentes de la tupí, esas aldeas
–donde los jesuitas catequizaban en tupinambá– comenzaron a tener
un papel importante en su reproducción, comparable al que la escue-
la desempeñaría más tarde en la expansión de la lengua portuguesa,
creando gradualmente una lengua supra-étnica, válida para todas las
etnias que eran obligatoriamente integradas al sistema colonial.
Poco se sabe sobre el proceso y los métodos de reproducción ins-
titucional de la língua geral entre indios, mestizos y portugueses. So-
lamente se tienen noticias de que fue el idioma oficial de las misio-
nes de la Amazonia y, como tal, pasó a enseñarse con una cierta
sistematización a los indios de diferentes familias lingüísticas. La gra-
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254 CONSUELO ALFARO LAGORIO

mática y el diccionario de língua geral elaborados por el padre Luiz


Figueira en 1621 fueron reeditados en 1685; varios ejemplares de es-
ta edición se encontraron en Maranhão y Pará. En las aldeas de re-
partición, los misioneros “ensinavam a ler e escrever em determinadas ho-
ras do dia, passando depois os discípulos às oficinas em que aprendiam várias
artes mecânicas”. Con la lengua, los indios aprendían oficios de “pedrei-
ros, oleiros, carpinteiros, ferreiros, sapateiros, pintores, tecelões”. El resto del
día era dedicado al trabajo productivo en beneficio de los misione-
ros y “as noites eram reservadas para os sermões e ensino das doutrinas cris-
tãs” (Rayol, 1900:143-144).
La política de Portugal hasta fines de la década de 1720 fue de fran-
co incentivo a su expansión, por lo que esto representaba en térmi-
nos de rentabilidad a la Colonia. En varios momentos, el rey de Por-
tugal reprendió duramente a los carmelitas, a los mercedarios y a los
franciscanos que operaban en la Amazonia, pues sus misioneros no
se expresaban tan fluidamente en la língua geral como los jesuitas
(Sweet, 1974:106). Una Carta Régia del 30 de noviembre de 1689 de-
terminaba que los misioneros debían enseñarles la lengua no sola-
mente a los indios, sino también a los propios hijos de los portugue-
ses concentrados en los embriones de núcleos urbanos que se
formaban en la región (Kiemen, 1949:170).
La língua geral se expandió por el río Amazonas, penetrando en sus
afluentes, llevada por misioneros y colonos portugueses. Los jesuitas
estudiaron y publicaron su gramática, preocupados por desarrollar
algunas formas institucionales para reproducirla. Esta lengua fue re-
gistrada en documentos en los últimos tres siglos, la mayoría, de ca-
rácter religioso como catecismos, oraciones, himnos y sermones, aun-
que también de carácter literario, como mitos, poemas y otras formas
narrativas. Continúa siendo hablada hoy, como lengua materna de
una población restringida a un área en que no existía ninguna len-
gua tupí –el río Negro– adonde fue llevada por los misioneros y don-
de se le conoce, a partir del siglo XIX, como ñeẽngatú (en port. nheen-
gatú, “fala boa”), término divulgado por Couto de Magalhães. Algunos
lingüistas pasaron a usar la denominación técnica de Língua Geral
Amazônica (LGA), para distinguirla de la Língua Geral Paulista (LGP),
ambas usadas en el proceso de colonización en áreas de influencia di-
ferentes (Rodrigues, 1966:10).
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 255

EL TRABAJO DE CAMPO

En el siglo XIX, el estudioso de las sociedades indígenas difícilmente


recogía directamente su material de estudio, por lo que tenía que li-
mitarse a trabajar con documentos producidos por terceros: misione-
ros, viajeros y miembros de la administración colonial. Éstos, tampoco
tenían una convivencia directa y permanente con los indios, descono-
ciendo casi siempre los idiomas nativos; la obtención de informacio-
nes se hacía a través de los intérpretes. Por esta razón, se puede decir
que las fuentes eran de “tercera mano”. En las raras veces en que se ha-
cía la recopilación directa, se trataba mucho más del resultado de un
encuentro esporádico (en el transcurso de una expedición, por ejem-
plo) que de una estadía prolongada y deliberada junto a la población
estudiada. La observación activa, intensiva y personal, realizada en el
contexto de lo que se convino en denominar “trabajo de campo”, sólo
surgirá como propuesta formal en el siglo XX (Laplantine 1987: 63-92).
Sin embargo, décadas antes de que Malinowski (1884-1942) siste-
matizara sus reflexiones sobre la observación participante, Couto de Ma-
galhães intuía que el investigador, decidido a conocer una sociedad,
debía partir del interior de ésta, para impregnarse de la mentalidad
de sus integrantes, esforzándose en pensar en la lengua del grupo.
De esta forma, en el capítulo de O Selvagem, donde discute la teogo-
nía de los indios, dice:

É difícil compreender bem o espírito de religião dos índios sem estar entre eles, sem
ter a paciência necessária e os meios de interrogá-los; e é dali que resulta essa
babel de informações inexatas que se têm dado de suas idéias religiosas. (El destaca-
do es nuestro) (CM, 1876b: 83).

Couto de Magalhães revalora la observación directa cuando hace


las primeras comparaciones entre las lecturas y la observación de cam-
po. Pone en tela de juicio algunos documentos –muchos de éstos co-
loniales– con datos inexactos, debido no sólo al contacto superficial,
sino también a razones ideológicas. El autor relaciona la falta de ob-
jetividad con el lugar de donde hablan los autores y los intereses que
representan:

O interesse é na história um mau conselheiro. Tanto os conquistadores espanhóis e por-


tugueses, como os jesuítas, consideram o selvagem um instrumento de trabalho, uma
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256 CONSUELO ALFARO LAGORIO

espécie de mina, cuja exploração disputaram encarniçadamente. Tudo quanto eles es-
creveram a respeito do selvagem americano, a não ser as primeiras impressões de via-
gem, é dominado por esse pensamento fundamental (CM, 1896:75-76).

Desautorizando los datos recolectados por terceros, Couto de Ma-


galhães organiza un conjunto de viajes, recorriendo más de cien al-
deas, donde conoce treinta tribus, conviviendo con algunas de ellas
durante un cierto tiempo: kadiweu, guaicuru, guató, pareci, coroado,
kayapó, xavante, xerente, canoeiro, karajá, gorotire, en el centro del
Brasil; aruan e apiacá en Pará. Pero fueron sobre todo los hablantes
de ñeẽngatú los que merecieron su atención y con los que mantenía
un contacto directo en esos viajes.

LAS FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

Nas informações que passo a dar a esse respeito não reproduzo nada do que tenho lido,
e sim o que tenho observado; tenho mesmo evitado ler sobre o assunto […] porque, ten-
do tido aberto diante de mim o grande livro da natureza, não desejei percorrer-lhe as
páginas com opiniões preconcebidas e formadas no gabinete (CM, 1876b: 61).

Esa apología al empirismo del autor no puede ser generalizada pa-


ra todos los temas que estudió; Couto de Magalhães estaba sorpren-
dentemente actualizado con los estudios literarios, filosóficos, lingüís-
ticos y antropológicos producidos en Europa, que le sirvieron de
marco teórico para sus reflexiones, además de mantener una familia-
ridad con los autores de trabajos clásicos en el área de etnolingüísti-
ca como Anchieta, Montoya, Luis Figueira, Mamiani, Betendorf y
otros.
El autor dedica un capítulo a la revisión crítica de la bibliografía
especializada en tupí o guaraní, lamentando la escasez de libros so-
bre lenguas indígenas, “tão raros que eu senti dificuldades até para orga-
nizar um catálogo deles”. Los libros calificados sobre tupí son todavía
más raros que los que tratan del guaraní porque, según el autor, el
primero se habla en Brasil, “onde são poucos os que apreciam suas origens
americanas”; en cambio, el segundo se habla en Paraguay y em lugares
civilizados de Argentina y de Bolivia, es decir, en los medios urbanos.
Lo que hace su trabajo más difícil y torna la actividad muy dispendio-
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 257

sa: “a pequena coleção que possuo em uma única língua custou-me muito din-
heiro e muito tempo” (CM, 1876b: 55, 70, 155).
La Gramática del guaraní de Montoya lo acompañará en su viaje a
Araguaia, así como el Arte e vocabulario de la lengua guaraní, del mis-
mo autor, en la edición de 1640 publicada en Madrid (libro rarísi-
mo: en toda Europa se conocía la existencia de apenas un ejemplar
en la biblioteca de Londres). Frecuentó la biblioteca particular de
don Pedro II, donde leyó la gramática de Anchieta y copió un ma-
nuscrito de poesías en tupí paulista, adquirida en Roma por el pro-
pio emperador. Asimismo, poseía, en manuscrito, parte de la obra
teatral de Anchieta.
En la biblioteca del IHGB (Instituto Histórico Geográfico Brasilei-
ro), encontró copia de un conjunto de documentos –cuyos origina-
les se hallaban en archivos europeos– además de la gramática y dic-
cionario de la lengua tupí, de John Luccock, manuscrito de 1818 en
inglés, en dos volúmenes, con el título A dictionary of the tupy langua-
ge as spoken by the aborigini. En sus viajes adquirió otros trabajos produ-
cidos en el siglo XIX, como la obra de Batista Caetano, los trabajos de
Barbosa Rodrigues, el Vocabulário da língua geral (1853), editado en
Pará, de autoría del padre M. J. S. y la Gramática da língua geral (1870),
escrita por el coronel Faria, editada en Maranhão, ambos para uso
del Seminario Episcopal de Pará.
Los grandes cronistas, viajeros y misioneros del periodo colonial,
tan duramente criticados por Couto de Magalhães, eran parte de sus
constantes lecturas: Gabriel Soares de Souza, Gandavo, Frei Vicente
de Salvador, Léry, Thevet, Claude D’Abeville, Yves D’Evreux, además
de los cronistas españoles, que tenían capítulos relacionados con Bra-
sil, como Antonio de Herrera, Fernández de Oviedo y aun Bartolo-
mé de las Casas, cuya obra conocía tal vez directamente o quizás a tra-
vés de la crónica del padre Simão de Vasconcelos.
El autor también trabajó en algunas de las principales bibliotecas
de Europa, sobre todo en Londres, donde vivió durante cuatro años,
dedicándose a su formación en lingüística, “uma ciência muito recente”,
que para él era “filha primogênita da Antropologia”, y le proporcionó los
instrumentos conceptuales para criticar los trabajos de clasificación
morfológica, “porque se limita à forma externa, à aparência da língua” (CM,
1876b: 50).
En el manejo de sus fuentes bibliográficas, vale la pena destacar
dos aspectos: el primero está relacionado con su actualización cons-
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258 CONSUELO ALFARO LAGORIO

tante, realizada con agilidad y diligencia; esto puede ejemplificarse


con su trabajo Região e Raças Selvagens, una memoria que presentara
ante el IHGB en 1874, en la que cita la obra de Ângelo de Gubernatis,
Mythologie Zoologique, editada en París ese mismo año. El segundo as-
pecto se refiere, precisamente, al rigor con que trata las referencias
bibliográficas.

LAS REPRESENTACIONES DE LENGUA Y LA LÍNGUA GERAL

Para legitimar el estatus de la língua geral, Couto de Magalhães utili-


za como criterio su extensión territorial. De esta manera, recurre a
una de las estrategias –ya empleada en el siglo XVI por los “defenso-
res” de las lenguas indígenas– con el argumento de “optimalidade” (Ro-
sa, 2000), estableciendo comparaciones y analogías con las lenguas
de prestigio consolidado.

Confrontando-se as regiões ocupadas pelas grandes línguas antigas, antes que elas fos-
sem línguas sábias e literárias, nenhuma encontramos no Velho Mundo, Asia, África
ou Europa, que tivesse ocupado uma região igual à da área ocupada pela língua tu-
pi. De modo que ela pode ser classificada, em relação à região geográfica em que domi-
nou, como uma das maiores línguas da terra, senão a maior.

Sus dimensiones continentales, visibles en su expansión, constitu-


yen la evidencia de sus virtudes y, al mismo tiempo, apuntan la nece-
sidad de divulgarla, legitimando su uso institucional:

Nenhuma língua primitiva do mundo, nem mesmo o sânscrito, ocupou tão grande ex-
tensão geográfica como tupi e seus dialetos; com efeito, desde o Amapá até ao Rio da
Prata (…) desde o Cabo de São Roque até (…) o Javari, em uma extensão de mais de
oitocentas léguas, estão os imperecedores vestígios dessa língua (28).

A partir de esta argumentación, dentro de los lineamientos de po-


lítica lingüística, el autor defiende algunos principios universales en
el contexto del debate en torno del concepto de “lengua”, arguyen-
do la noción de “patrimonio cultural”, en la que memoria histórica e
identidad nacional juegan un papel primordial:
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 259

Mas como ensinar-lhes a língua? Pela mesma forma por que o fizeram os jesuítas, isto
é: começando por aprender a língua deles, e criando meninos a quem obrigavam a fa-
lar o tupi, para não se esquecerem. Esses meninos, quando chegavam a ser homens,
eram escolas vivas, porque, possuindo igualmente bem as duas línguas, eram o elo in-
dispensável para aproximar as duas raças (139).

Así, en lugar de políticas lingüísticas hegemónicas que consideran


las lenguas indígenas como “salvajes” o “insuficientes” porque, entre
otras cosas, “les faltan vocablos o sonidos” –incluso algunas constitu-
ciones de principios del siglo XX las consideraban como obstáculos
para el desarrollo–, el autor propone las bases de una educación bi-
lingüe como una forma políticamente sustentable:

Já que falei em língua, é justo perguntar: não é, realmente, de uma estupidez revoltan-
te o sistema que seguimos de obrigar esses pobres homens a falar o português, sem o au-
xílio de um intérprete? Não é muito mais razoável que primeiro a aprendêssemos nós,
para depois, e com vagar, ensinarmos a eles a nossa língua? (Araguaia, p. 133).

Esta propuesta educativa idealiza una situación de intercompren-


sión, incentivando un bilingüismo, no universal pero, de alguna ma-
nera, simétrico: blancos aprendiendo língua geral, indios aprendien-
do portugués.
Por último, Couto de Magalhães también articula las nociones de
aprendizaje de lengua, relacionándolas con los registros. El autor rea-
liza un ejercicio al aplicar algunos principios y presupuestos de la me-
todología de enseñanza de lenguas que está en transición de la ense-
ñanza de las lenguas clásicas a las lenguas vivas. En este sentido, la
observación sobre el registro escrito en el proceso de aprendizaje –es-
pecialmente al que se da dentro de un ámbito formal– a propósito de
los hablantes de lenguas sin escritura, tiene sentido dentro de una
concepción metodológica en la cual, aunque se reconozcan princi-
pios de oralidad, la escritura tiene un papel preponderante:

Para o selvagem, aquele que fala a sua língua é um seu parente, portanto seu amigo.
E é natural. Ele não tem idéia alguma da arte de escrever; não compreende nenhum
método de aprender uma língua senão aquele pelo qual adquiriu a própria, isto é: pe-
lo ensino materno; por isso, quando um branco fala a sua língua, ele julga que esse
branco é seu parente, e que entre a gente de sua tribo e na infância é que tal branco
aprendeu a falar (29).
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260 CONSUELO ALFARO LAGORIO

Esta representación del registro escrito, como pasaje obligatorio


para el aprendizaje de lenguas, sigue los presupuestos de una de las
formas de concebir la metodología en la transición del siglo XIX al XX.
Según esta concepción, el registro escrito es la base organizacional
de la lengua, de esta forma, la información gramatical y una cierta
cantidad de datos léxicos constituyen el centro de la parte didáctica.
Sin embargo, la demarcación del uso lingüístico, como un objetivo,
aporta una novedad. La construcción de un corpus en que se alternan
representaciones de lo conversacional –en los diálogos– con los mi-
tos, recogidos por el autor, suministran la parte literaria del material,
indispensable en este horizonte metodológico.

OBSERVACIÓN, REGISTRO Y DESCRIPCIÓN

La parte descriptiva de las formas lingüísticas de la língua geral, aun-


que sucinta, presenta algunos puntos de interés. El autor revisa, por
un lado, los más recientes aportes (por ejemplo, de la fonética que
constituyen una de las bases del trabajo) y, por otro, la tradição.
Cuando se trata de describir los sonidos, Couto de Magalhães se
atiene al alphabeto phonético de Magnus Lepsius. El autor organiza las
informaciones, cuidando de distinguir los sonidos de las represen-
taciones gráficas, e intenta atribuir a los símbolos una relativa uni-
vocidad. La comparación está en la base de la descripción. Así cuan-
do se trata de describir sonidos muy diferentes del portugués, la
descripción específica se reserva a los sonidos que no encuentran
“equivalencias”:

Há um som gutural de difficil representação porque não existe semelhante em nen-


huma das língua europeas, e é o que representaremos pelo ‘i’ tartárico e chinez.

La descripción de determinado “sonido” se hará de manera minu-


ciosa y detallada, de acuerdo con los criterios de la fonética articula-
toria y con las referencias bibliográficas sobre las representaciones de
tal sonido en los siglos anteriores: Para pronuncial-o abra-se a boca, en-
colha-se a língua, contrahiam-se os labios, e pronuncie-se o ‘i’ na garganta, e
será o som. Este som é o que os jesuitas representabam pelo ‘y’ ou ‘i’ grosso.
(CM, 1876: 2). Sin embargo, el recurso a términos como “tartárico” y
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 261

“chinez” revela los vestigios de etnocentrismo al interpretar como


“exóticos”, los sonidos extraños a los oídos de los europeos.
Otros criterios tales como la distribución, son adoptados por el au-
tor cuando aplica algunas “leyes” del cambio fonético según los pos-
tulados neogramáticos que, en ese momento, sirven para establecer,
ordenar y explicar el cambio lingüístico. Así, el autor utiliza el prin-
cipio de asimilación para explicar las transformaciones en:

o som nasal antecedente nasaliza o consequente e vice-versa; assim a palavra “nheén-


gatu”, que significa língua boa, compõe-se de “nheé” e “catú”; o “è” da primeira nasa-
lisou o “ca” da segunda e converteu-o em “engá” (CM, 1876: 4).

La noción de “variación” también se encuentra en la descripción


gramatical; el autor hace algunas anotaciones sobre variación dialec-
tal, especialmente de naturaleza fonética. Al describir la partícula çui
para marcar procedencia, ejemplifica: “eu venho de Icarahi”: Xa iúri Ca-
rai çui, algúns dizem “xií” (CM, 1876: 5).
En lo que se refiere a morfología y sintaxis, plantea o propone una
organización informativa alternativa a la tradición descriptiva de las
gramáticas. No sigue el orden canónico de las partes da oração, como
en las gramáticas antecedentes, aunque es un presupuesto en su no-
menclatura. El hecho de ser explícitamente didáctica y presuponer
el conocimiento de otras gramáticas interfiere en la organización de
la información, al pretenderse alternativa a lo que ya se conoce.
La descripción gramatical comienza por el tema Declinação, de la
misma forma que las lenguas vulgares, comparando con el portugués,
atribuyendo esa función –universal en la representación del saber gra-
matical– al uso de las preposiciones. El autor sigue la organización
casual del Arte de Montoya y de Figueira que presenta en el primer
capítulo la “Declinación de los nombres” en los seis casos. No obstante,
el autor va a relativizar estas formas, sustituyendo la nomenclatura de
“preposición” por pósposições, marcando así una u otra información,
la de la ocurrencia en el orden, relevantes para algunas observacio-
nes de naturaleza tipológica.
La descripción de las formas verbales aparece condicionada a la
terminología de los tiempos verbales: al intentar categorizar esas for-
mas mediante la tradición taxonómica del portugués, con algunas
adaptaciones, el autor usa la nomenclatura pretérito imperfeito, mais que
perfeito, futuro perfeito. Asimismo, atribuye categorías “temporales”, im-
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262 CONSUELO ALFARO LAGORIO

plicadas en la taxonomía verbal, al sintagma nominal en lo que llama


Conjugación de nombres. El autor afirma: “É uma particularidade d’esta
língua o poder-se exprimir os nomes no presente e no pasado, e nisto ella é igual
a todas as língua indígenas amerindias, e diversa de muitas línguas euro-
péas: […] A pelle do animal em quanto está no corpo d’elle e tem vida, ‘pi’,
depois de tirada do corpo ‘piréra’; a carne do animal emquanto está no corpo
com vida ‘sóo’, fóra do corpo: çóo quéra.” (CM, 1876: 12), que revelan el
grado de conocimiento y manejo de la lengua por parte del autor.
Es importante destacar que las representaciones de lengua pro-
puestas por Couto de Magalhães, tienen como propósito desarticular
el discurso etnocéntrico que considera las lenguas indígenas como
“pobres, desarticuladas, ininteligíveis, incapazes de expressar poesia”. Su dis-
curso, al contrario, destaca el papel histórico y social de toda y cual-
quier lengua, estableciendo una analogía, con base en los parámetros
de las ciencias naturales:

Cada nova língua que se estuda é mais importante para o progresso da humanidade
do que a descoberta de um gênero novo de minerais ou de plantas. Cada língua que se
extingue, sem deixar vestígios escritos, é uma importante página da história da huma-
nidade que se apaga e que depois não poderá mais ser restaurada (p. 30).

LA DIDÁCTICA DE LENGUAS

Una primera observación sobre el perfil metodológico del trabajo de


Couto de Magalhães, en lo referente a la enseñanza de lenguas, es
que se trata de una propuesta autodidáctica. Ese material aplica los
principios metodológicos de Ollendorf que propone adaptar la me-
todología, relacionada a la enseñanza formal, cuyo objeto era la ad-
quisición de las lenguas clásicas, adecuándola a las línguas vivas. A
partir de la enseñanza libresca, que concibe el registro escrito como
el único y la literatura erudita como la forma legítima de representar
la lengua, esta perspectiva metodológica se propone explorar otras
habilidades, usos y dimensiones de la lengua, tales como la conversa-
ción y la expresión coloquial, propias de las lenguas vivas. En ese sen-
tido, la oralidad y el dialogismo son las características dominantes de
la formación del insumo de la parte didáctica, aunque el corpus está
constituido también por textos literarios recogidos por el autor.
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el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 263

De esta forma, el carácter “transicional” del material de Couto de


Magalhães puede observarse en el hecho de presentar un gran peso
y mayor calidad en la parte fonética, así como una estructuración de
la parte práctica de cada lección en diálogos, orientada al ejercicio
de la conversación, y, al mismo tiempo, sigue la perspectiva metodo-
lógica en la que los objetivos son los de desarrollar la capacidad de
lectura del aprendiz, estableciendo como principal modelo de refe-
rencia de lengua la producción literaria.
En lo que se refiere a los primeros objetivos, diseñados para la
comunicación interpersonal, se pueden encontrar informaciones a
disposición del aprendiz como, por ejemplo, una que el autor de-
nomina Idiotismos, que relaciona formas expletivas y partículas moda-
lizadoras, propias de ese registro. En cuanto a la perspectiva literaria,
en la parte que corresponde a un nivel más avanzado se encuentran
los mitos y leyendas ñeẽngatú, primero con las traducciones corres-
pondientes y después con actividades pedagógicas asignadas en las
que la tarea principal consiste en ejercicios de traducción. Así, se en-
tiende que las habilidades en una segunda lengua son mensurables a
través de la capacidad de verter textos de la lengua materna a L2 y vi-
ceversa.
El formato de una lección tiene la intención de ofrecer listas de re-
glas gramaticales con formas lingüísticas ilustrativas en columnas, con
traducción. En la primera lección, por ejemplo, el autor presenta un
pequeño conjunto de datos sobre prefixos pronominais de la lengua, pa-
ra marcar su ocurrencia preverbal:

Ter Rekó
Tem você? Rerekó será?
Sim senhor, eu tenho. Çupí tenhén xa rekó.
…. (CM:14)

para describirlos posteriormente, recurriendo a la comparación con


el portugués en la parte explicativa de las reglas: fazem n’esta língua o
effeito das nossas terminações, e é por elles que se determinan as pessoas dos
verbos, assim – eu tenho, tú elle: arekó rerekó, orekó…

Por otro lado, el autor ofrece una lista de vocabulario bilingüe,


concretamente de sustantivos, que coloca a disposición del aprendiz:
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264 CONSUELO ALFARO LAGORIO

O pão Miapé
O sal Iukyrá
A farinha Uhí
…. (CM:14)

de manera que el aprendiz pueda componer algunos enunciados en


forma de oraciones completas. Todas esas formas lingüísticas están
articuladas en diálogos, en una sección final denominada thema, cu-
ya tarea es producir en ñeẽngatú los enunciados propuestos en por-
tugués.
Esta pequeña ilustración permite inferir algunos principios que
constituyen la base de esta concepción metodológica en que se reco-
nocen algunos elementos de la tradición, pero sobre todo algunos as-
pectos innovadores. El presupuesto de que la gramática se aprende
de forma deductiva se encuentra en las formas elaboradas de expli-
cación. La construcción de las reglas se hace comparativamente, por
eso las explicaciones llevan del ñeẽngatú al portugués, aunque en al-
gunos momentos se compare también con otras lenguas indoeuro-
peas. Después de haber aprendido las reglas y el vocabulario, la tra-
ducción constituye la evidencia de ese aprendizaje y, al mismo tiempo,
hace parte de la prescripción.
Sin embargo, hay otras representaciones más innovadoras que es-
tán, por ejemplo, en el presupuesto de la supremacía de la oralidad
en el fenómeno lingüístico. Es interesante una observación de Couto
de Magalhães al lector/aprendiz; como las oportunidades de escuchar
la L2 son muy remotas, éstas se “crean” mediante la recomendación:
Aconselhamos a quem quiser estudar que leia sempre alto… (CM, 1876: 13)
que apuntan hacia la creación de un espacio de representación de la
práctica “oral”, atribuyendo a la fonética un lugar privilegiado. La in-
clusión de diálogos, después de elementos léxicos para conmutar y
luego extensiones, sugiere ejercicios de naturaleza estructural que se-
rán los predominantes en el siglo XX. En la actividad de repetir estruc-
turas realizando cambios mínimos, con la sustitución de miembros de
una categoría, se pueden encontrar algunos elementos embrionarios
del estructuralismo, como en el caso de algunos ejercicios:

Tem você o pão? – Sim senhor, eu tenho o pão […] Tem você o sal? – Eu ten-
ho o sal… (CM, 1876:16).
GuzmanBetancourt 17 5/11/04 2:31 PM Page 265

el pensamiento lingüístico de couto de magalhães 265

Desde el punto de vista didáctico, el autor es especialmente cuida-


doso con dos aspectos didácticos. Retoma informaciones ya dadas en
la lección anterior y construye una gradación de dificultades, tanto
en la cantidad de información nueva a cada lección como en el volu-
men y complejidad de textos para traducir en cada ejercicio.
Por último, además de informaciones, como por ejemplo variación
dialectal, el autor presenta al aprendiz algunas pistas sobre las funcio-
nes de la lengua. En la segunda lección, hace observaciones sobre el
contacto:

Em nheengatú não se usa désta expressão: “sim senhor”; dizem simplesmente - e e –sim.
Esta “e e” passou para uso familiar dos brazileiros, os quais quando conversam, usam
delle em lugar de “sim” (CM, 1876:18).

Otras observaciones de naturaleza cultural se encuentran cuando


el autor presenta las categorías temporales: las “formas como se divide o
dia e a noite,… de dia avaliam estas divisões pelo sol, de noite pelas estrellas,
pela lua, pelo canto do anambú e outros pássaros que piam a horas certas, co-
mo o gallo entre os povos cristãos” (CM, 1876:78).

CONSIDERACIONES FINALES

El abordaje descriptivo, las propuestas metodológica y de política lin-


güística sobre la enseñanza de la língua geral amazônica de Couto Ma-
galhães representan un esfuerzo por rescatar la importancia de una
lengua que, con un peso demográfico grande en la región norte en
el siglo XIX, fue condenada al olvido. No solamente porque quedaron
muy pocos hablantes casi centenarios, sino principalmente porque
las generaciones posteriores ni siquiera saben que sus antepasados
fueron hablantes de la língua geral amazônica o nheengatú.
Por otro lado, la figura de este autor es admirable pues, sin ser pro-
piamente un profesional en el área, llegó a una comprensión cabal y
justa de las funciones de la lengua como un factor de ordenamiento
social. Su conocimiento profundo y su práctica representan una op-
ción alternativa de erudición en la búsqueda de una identidad nacio-
nal. Al mismo tiempo, su mayor contribución consiste en el registro
de materiales lingüísticos. Gracias a su empeño en conocer la cultu-
GuzmanBetancourt 17 5/11/04 2:31 PM Page 266

266 CONSUELO ALFARO LAGORIO

ra aborigen y a su labor en la recolección de datos de diversa índole,


hoy podemos disponer de esta valiosa información y, consecuente-
mente, admitir su importancia en la conformación de la identidad re-
gional.

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GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 269

EL CORPUS FILOLÓGICO MESOAMERICANO:


UN ACERCAMIENTO

ASCENSIÓN HERNÁNDEZ DE LEÓN-PORTILLA*

El punto de partida es una pregunta: ¿puede hablarse de un corpus


filológico para toda Mesoamérica? ¿Existe una unidad de pensa-
miento interno a manera de columna vertebral en un espacio habi-
tado por pueblos con sus lenguas y con fisonomías culturales bien
delimitadas?
No es fácil contestar a esta pregunta. Porque afirmar que existe
una unidad de pensamiento parece contrapuesto al postulado base
de la lingüística antropológica según el cual cada lengua es una for-
ma de ver el mundo, capaz de generar su propia cultura y su propio
pensamiento. Si así fuere, en el inmenso espacio mesoamericano
tendríamos múltiples formas de pensamiento totalmente diferentes
entre sí, tantas cuantas lenguas existen.
Pero, por otra parte, sabemos que el concepto de Mesoamérica
entraña una unidad cultural continua, que puede decirse llega a
nuestro días y que forma parte de nuestro presente. En fin, el tema
es tan atrayente como complicado y en estas páginas me limitaré a
hacer una serie de planteamientos que espero abran un camino pa-
ra una investigación ulterior. Tales planteamientos, están basados
en varias disciplinas humanísticas, viejas unas como la historia y la
hermenéutica, nuevas otras como la glotocronología y la semiolo-
gía. Con todas ellas espero mostrar que es posible hacer una lectu-
ra del pensamiento mesoamericano desde sus orígenes –el mundo
olmeca– hasta el siglo XVI, época en que se generó un universo de
textos escritos que hoy son manantial inagotable para los mesoame-
ricanistas. Pero antes de entrar en el tema quiero hacer una breve
observación de índole hermenéutica, la referente a precisar el sig-
nificado de los términos corpus y filología, los que dan título al traba-
jo presente.

* UNAM/IIFL.

[269]
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 270

270 ascensión hernández de león-portilla

UNA PRECISIÓN HERMENÉUTICA: CORPUS Y FILOLOGÍA

Acerca del término “corpus”, hay consenso. Corpus, palabra latina que
significa “cuerpo”, es, según el Diccionario de la RAE, “conjunto lo más
extenso y ordenado posible de datos o de textos [de diversa índole]
que pueden servir de base a una investigación”. Respecto del segun-
do término, “filología”, hay discusión, y prueba de ello son las múlti-
ples definiciones existentes en los tratados modernos de lingüística y
en el uso habitual en los ambientes académicos. El origen de esta dis-
cusión se remonta al siglo XIX cuando se consolidó la lingüística com-
parada. A mediados de aquel siglo, Augusto Schleicher (1821-1868),
uno de los más destacados comparatistas, estableció una distinción cla-
ra entre la filología como una “disciplina histórica”, en la que la len-
gua es un medio para conocer la cultura de un pueblo, y la lingüísti-
ca como un nuevo campo de estudio que concierne a la “historia
natural del hombre”, cercano a las ciencias naturales.1 Después de
Schleicher la distancia entre las dos disciplinas se fue haciendo mayor,
a medida que el estudio de las lenguas se centraba en la sincronía. En
efecto, a partir de Ferdinand de Saussure (1857-1913), la lingüística
sufrió una transformación tal que muchos estructuralistas consideran
que la lingüística comparada no entra totalmente en el concepto de
sincronía y, por tanto, no es plenamente una lingüística científica.2
Más allá del debate, hay que resaltar que existe un sedimento con-
ceptual entre muchos lingüistas que mantienen una postura concilia-
dora entre filología y lingüística. Conciliadora en el sentido de que
aun siendo dos disciplinas con campos claramente diferenciados, se
complementan y necesitan. El filólogo, dice Coseriu, “recurre a he-
chos lingüísticos y el lingüista también recurre a la crítica textual”.3
Tal postura conciliadora ha cristalizado en coloquios de gran interés
como los realizados en Harvard en 1980 y en Galway, Irlanda, en 1981.
En ellos se aboga por una relación entre filología y lingüística como
disciplinas que se necesitan, se entrecruzan y se complementan.

1 Tomo estas consideraciones de Konrad Koerner, “On the historical roots of the

philology/linguistics controversy”, Anders Ahlqvist (ed.), Papers from the 5th Internatio-
nal Conference on Historical Linguistics, Amsterdam, 1982, pp. 408ss.
2 Ibid., p. 411.
3 Eugenio Coseriu, Introducción a la lingüística, México, UNAM, 1983, p. 9.
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el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 271

Después de estas consideraciones, creo que se puede intuir cuál es


el uso del término filología en este trabajo: no es otro que el de dis-
ciplina que estudia las lenguas y los textos para extraer de unos y otros
la mayor información posible con el fin de conocer el pensamiento y
la cultura de los pueblos.4 Considerada así, añadiré que ella nos acer-
ca a la etimología griega de la palabra, que no es otra que amor al lo-
gos, entendiendo tal vocablo como lo interpretó Heráclito y como se
usó por siglos en Grecia: razón, conocimiento, sabiduría, y, la expre-
sión de todo eso, la palabra; es decir, como un concepto de dos su-
perficies inseparables: la una interna, el pensamiento, y la otra exter-
na, la forma sonora de la palabra.5 Y, por añadidura, el conocimiento
que de ello se deriva, es decir, el de una disciplina formal del saber
humano.
Con esta precisión de índole hermenéutica podemos emprender
el acercamiento a las lenguas y textos de Mesoamérica con objeto de
saber si existió un corpus filológico compartido en esta superárea cul-
tural y, si existió, cómo se fue generando en un espacio inmenso y en
un tiempo de larga duración.

PRECISIONES HISTÓRICAS: EL CONCEPTO DE MESOAMÉRICA

Volvamos los ojos a la historia. Mesoamérica es hoy una categoría geo-


gráfico-histórica bien definida, gracias a los arqueólogos e historiado-
res del siglo XX. Es considerada una superárea cultural formada por
varias áreas, cada una con su lengua y con su propia personalidad.
Los estudiosos del tema han llegado a distinguir 43 rasgos culturales
compartidos, que a su vez pueden ser clasificados en grupos y subgru-
pos. Tales rasgos van desde la forma de cultivar la tierra y de hacer la
guerra hasta la manera de construir pirámides, de dirigirse a sus dio-
ses, de contar el tiempo y de escribir.

4 Ésta es una definición que se acerca a la que aparece en el Diccionario de la RAE.


5 El Logos de Heráclito está bien descrito en Bertil Malmberg, Histoire de la linguis-
tique. De Summer à Saussure, París, Presses Universitaires de France, 1991, p. 53. Véase
también Alberto Díaz Tejera, “El logos de Heráclito”, Athlon. Satura Grammatica in Ho-
norem Francisci R. Adrados, Madrid, Gredos, 1984, vol. I, pp. 139-146.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 272

272 ascensión hernández de león-portilla

Con base en estos 43 rasgos culturales plasmados en testimonios


de diversa índole, los arqueólogos han reconstruido la historia de Me-
soamérica tomando como eje tres categorías: espacio, tiempo y cul-
tura. Las tres “forman una unidad dialéctica y están siempre presen-
tes en cualquier lugar en que esté el hombre”, según Eduardo Matos
Moctezuma.6 La unidad dialéctica, es decir cambiante, abarca un
tiempo largo, desde el preclásico, II milenio a.C., hasta 1521, o hasta
el presente, si se adopta una perspectiva antropológica. Es obvio que
a lo largo de tres milenios han entrado en juego muchas fuerzas his-
tóricas, promotoras de cambios cualitativos y cuantitativos. Con base
en ellos los arqueólogos han trazado una secuencia histórica en la que
destacan tres épocas o periodos caracterizados por cambios tecnoló-
gicos, sociales y políticos, los conocidos como preclásico, clásico y pos-
clásico.
En este marco histórico bien establecido, ¿qué puede aportar un
filólogo interesado en el estudio de las lenguas y de los textos de los
pueblos mesoamericanos? ¿Es posible hacer una lectura con instru-
mentos de índole filológica, utilizando la lingüística y la semiología
como herramientas hermenéuticas? En realidad, no sólo es posible
sino que, incluso, ya se está haciendo. En los últimos decenios, los es-
tudios de glotocronología y el desciframiento de la escritura, sobre
todo la maya, han abierto nuevos caminos que permiten ahondar en
el pasado de las lenguas mesoamericanas y en el contenido de los tex-
tos hasta niveles antes inimaginados. También la exploración de la
naturaleza del signo a través de la semiología y de la semiótica, nos
proporciona una herramienta nueva que presta un apoyo formidable
para la interpretación de cualquier figura pintada o esculpida en la
que se encierra un significado iconográfico, simbólico o ideográfico.
La descodificación de estos significados es el paso firme que nos per-
mite un nuevo acercamiento al corpus filológico mesoamericano, así
como delimitar etapas desde sus lejanos orígenes, en la región olme-
ca, hasta el siglo XVI, momento en que se registran visualmente los fo-
nemas de las lenguas por medio de la escritura alfabética y se genera
un cúmulo de textos con caracteres latinos.

6 Eduardo Matos Moctezuma, “Mesoamérica”, Linda Manzanilla y Leonardo López

Luján (coords.), Historia antigua de México, México, INAH/UNAM, 1994, vol. I, p. 62.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 273

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 273

LOS OLMECAS Y SUS SIGNOS

Echemos una mirada al primer milenio antes de nuestra era. En el


seno de lo que hoy son los estados de Veracruz y Tabasco, aparece la
más antigua civilización de Mesoamérica, dueña ya de rasgos que la
hacen una de las altas culturas de la Humanidad. Me refiero a la que
se ha llamado “cultura olmeca”, conocida y perfilada cada vez mejor
gracias a los numerosos estudios de arqueólogos e iconógrafos.7 In-
teresante es destacar que los constructores de esta primera civiliza-
ción del Nuevo Mundo eran hablantes de dos lenguas totalmente di-
ferentes: una era el protomixe-zoque y otra el proto-maya, según los
estudios de glotocronología de Leonardo Manrique.8 Cabe pensar
que el bilingüismo fue un factor favorable en el paso a la alta cultura
ya que las sociedades bilingües poseen dos maneras de ver el mundo
y pueden establecer un intercambio de logros técnicos y de ideas en
el campo del pensamiento.
Los olmecas, creadores de un urbanismo con plazas y pirámides,
nos han legado un canon escultórico que nunca fue superado en los
milenios de vida mesoamericana. Nos dejaron también el primer re-
pertorio de signos escritos portadores de un significado que exige un
desciframiento, es decir, de una temprana forma de escritura. En efec-
to, al contemplar los signos representados en las esculturas o en la
pintura mural olmeca pronto advertiremos que son de variada índo-
le: unos mantienen una relación muy cercana con la cosa evocada,
mientras que otros nos llevan a la búsqueda de lo representado, es
decir, a la búsqueda de uno o varios significados que nos permitan
dar sentido a la especie evocada.
Puede decirse que con ellos tiene lugar un cambio cualitativo en
la historia de Mesoamérica. Consiste éste en la aparición de un siste-

7 Son muchos los estudios que existen sobre el arte y la cultura olmeca. La historio-
grafía más completa acerca de ellos se debe a Beatriz de la Fuente en su libro Los hom-
bres de piedra. Escultura olmeca, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, pp.
18-84. Una síntesis actualizada la ofrece Rebeca González Lauck en su artículo “La zo-
na del Golfo en el Preclásico: la etapa olmeca”, Linda Manzanilla y Leonardo López
Luján (coords.), op. cit., vol. 1, pp. 282-286.
8 Leonardo Manrique tiene varios trabajos sobre este tema. El más reciente es el ti-

tulado “Lingüística histórica” en la segunda edición de la citada obra Historia antigua


de México, México, 2000, vol. 1, p. 70.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 274

274 ascensión hernández de león-portilla

ma de signos gráficos que permite registrar y transmitir el pensamien-


to a generaciones posteriores. Se considera que la creación de un sis-
tema de signos tal es exclusiva de las altas culturas de la humanidad
y es el instrumento que permite reconstruir el pensamiento de los
hombres que las crearon. En otras palabras, la creación de un siste-
ma de signos permite al hombre dialogar con hombres y culturas de
tiempos y espacios lejanos a la suya propia.
Hoy día, el concepto de signo ha llegado a ser tema de estudio fa-
vorito desde que Ferdinand de Saussure, en su Curso de lingüística ge-
neral, hizo del signo lingüístico el eje de su reflexión sobre la lengua.
Inclusive apuntó la posibilidad de crear una ciencia “que estudie la
vida de los signos en el seno de la vida social […] Nosotros la llama-
remos semiología. Ella nos enseñará en qué consisten los signos y cuá-
les son las leyes que los gobiernan”.9 Mientras Saussure imaginaba es-
ta ciencia, Charles Sanders Peirce (1839-1914), estaba creándola. Hoy
la conocemos con el nombre de semiótica, palabra escogida por Um-
berto Eco para su famoso tratado de lógica de la semiología.
Dejo a un lado las modernas definiciones de signo dadas por los
semiólogos contemporáneos10 y prefiero tomar como punto de par-
tida la más antigua definición de “signo”, la dada por san Agustín: “un
signo es algo que, además de la especie abarcada por los sentidos ha-
ce que otra cosa acuda por sí sola al pensamiento”.11 Podemos rein-
terpretar esta definición de san Agustín a la luz de la reflexión de
Saussure y pensar que la especie abarcada por los sentidos, lo que se
nos ofrece a la vista, es el significante mientras que lo que acude al
pensamiento es el significado. Se dice que el significante constituye
la parte sensorial del signo, la presencia, mientras que el significado
es la parte no sensible, ausente, la parte que falta y que hay que bus-
car. Los teóricos llegan más lejos y distinguen dos planos en el signi-
ficado; uno es el plano vertical, el cual “nos es revelado en la relación

9 Ferdinand de Saussure, Curso de lingüística general, traducción, prólogo y notas de

Amado Alonso, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 32.


10 Algunas definiciones pueden verse en Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, Diccio-

nario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México, Siglo XXI Editores, 1972, pp. 104 y
121.
11 Las reflexiones sobre la naturaleza del signo se encuentran en varios escritos de

san Agustín, en especial en De Trinitate. La definición está tomada de Oswald Ducrot y


Tzvetan Todorov, op. cit., p. 121.
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el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 275

necesaria que el significado tiene con el significante. Esta relación in-


dica el lugar del significado pero no nos permite identificarlo positi-
vamente”. El segundo plano llamado horizontal, consiste “en la rela-
ción de ese significado con todos los demás en el interior de un
sistema de signos”.12 Simplificando, podríamos decir que el significa-
do tiene un valor en sí mismo, absoluto y, otro, en relación con otros
signos, relativo.
Existe una gran variedad de signos definidos y clasificados por los
teóricos modernos. Aquí, y por razones pragmáticas, me quedo con
una clasificación muy sencilla, formulada por Charles Peirce: iconos,
índices y símbolos. “Icono es un signo determinado por su objeto di-
námico, en virtud de su naturaleza interna… el icono exhibe la mis-
ma cualidad que el objeto denotado”. Por ejemplo, una mancha ne-
gra para representar lo negro. “Índice es un signo determinado por
su objeto dinámico en virtud de la relación real que mantiene con
él”. El signo-índice se encuentra en contigüidad con el objeto deno-
tado como, por ejemplo, el humo que indica fuego. Finalmente sím-
bolo “es un signo determinado por su objeto dinámico solamente en
el sentido en que será interpretado”.13 Un buen ejemplo es la llama,
signo-índice del fuego pero signo-símbolo de la pasión amorosa y tam-
bién del milagro de las lenguas en Pentecostés y del fuego eterno en
el mensaje cristiano. Añadiré que en los signos-iconos y en los signos-
índices se establece una relación directa y necesaria entre significan-
te y significado a diferencia de los signos-símbolos en los que la espe-
cie abarcada por los sentidos puede evocar una o varias cosas, según
el plano horizontal del significado. Es decir, la relación significante-sig-
nificado en el signo-símbolo es arbitraria y responde a una conven-
ción humana lo mismo que en el signo lingüístico.
Fijémonos en el signo-símbolo. En él existe ya, de forma incipien-
te, un lenguaje que tiene que ser interpretado o descifrado en virtud
de un sistema de significados creado y compartido por un grupo den-
tro de un contexto cultural. Entonces el signo-símbolo representado
gráficamente es la imagen arbitraria de una idea, de un concepto o
incluso de un fragmento del pensamiento del pueblo que lo adoptó
convencionalmente. Es lo que en la historia de la escritura se llama

12 Sigo a Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov, op. cit., p. 122.


13 Ibid, pp. 105-106.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 276

276 ascensión hernández de león-portilla

ideograma. Ahora bien, si el ideograma es compartido en un espacio


extenso y en un tiempo de larga duración, puede adquirir diferentes
connotaciones que lo enriquecen. Pero, a la vez, las ideas, como las
palabras, no circulan solas sino asociadas entre sí formando el pensa-
miento y la expresión. Los ideogramas siguen esta regla y aparecen
asociados a otros ideogramas conforme a un orden y a una posición.
Tenemos ya un breve texto en el que se guardan conceptos que for-
man un pensamiento completo. Toda esta disquisición es un preám-
bulo largo, pero necesario, para mostrar la existencia de un lengua-
je escrito en el mundo olmeca, lenguaje que se nos manifiesta a través
de signos iconos, índices y símbolos; un mundo que poco a poco se
conoce y descodifica. Veamos algunos pasos.

Los signos-símbolo: el arte y lo sagrado

En los últimos decenios del siglo XX, las investigaciones sobre el mun-
do olmeca han hecho posible un conocimiento muy profundo de as-
pectos concretos de aquella primera cultura. Los estudios iconográfi-
cos –especialmente los de Beatriz de la Fuente– han revelado la
esencia de su arte, monumental, armónico, en el que se simboliza el
cosmos y la organización del mundo.14 Esto se da principalmente en
las enormes piedras que se han interpretado como altares. En varias
de ellas la figura humana emerge del centro de la piedra, como en el
monumento 4 de La Venta (figura 1). En estos altares se representa
un mito primordial, el del origen del hombre en el momento en que
emerge de la cueva generatriz. En otros monumentos se plasma un
mito de profunda significación: la posesión de la tierra, la fertilización
de la tierra, la unión sobrenatural, el origen sagrado del hombre.15

14 Beatriz de la Fuente, “Towards a conception of monumental olmec art”, E. Ben-

son (ed.), The olmec and their neighbors, Washington, Dumbarton Oaks Research Library
and Collection, 1981, pp. 83-94. Véase también, de esta misma autora, Escultura monu-
mental olmeca. Catálogo, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1973. (Cua-
dernos de Historia del Arte, 1.)
15 Según Beatriz de la Fuente, este mito está representado en el monumento 1 de
San Lorenzo, en el monumento 20 de Laguna de los Cerros y en el 3 de Potrero Nue-
vo. Véase Beatriz de la Fuente, Los hombres de piedra. Escultura olmeca, México, unam,
Instituto de Investigaciones Estéticas, 1987, p. 328.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 277

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 277

Importante es destacar que en no pocas esculturas monumentales


olmecas está presente un signo-símbolo universal en Mesoamérica:
me refiero a la serpiente de cascabel rodeando la representación de
los grandes mitos y encerrándolos en un espacio que el hombre pue-
de visualizar: la serpiente limita el espacio, lo enmarca y le confiere
unidad. Tal es el caso de dos de los monumentos más representativos
de La Venta, el ya citado monumento 4 y el 19 (conocido como “Es-
tela 19”, véase la figura 2). En el monumento 4 el hombre emerge de
una cueva en un nicho del que salen cuatro colas de serpiente que
rodean la enorme piedra. Una banda celeste que hace de trono co-
rona el monumento; en ella aparece una combinación de signos-ico-
nos de origen serpentino formando un rostro geométrico que mu-
cho recuerda al dios de la lluvia. La más reciente lectura de esta pieza,
cargada de signos, nos muestra que además de trono es un modelo

FIGURA 1. Altar 4 de La
Venta según Kent Reilly

FIGURA2. Monumento 19 de
La Venta según Karl Taube
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 278

278 ascensión hernández de león-portilla

cosmológico en el que el gobernante es intermediario entre el reino


natural y el sobrenatural.16 En la Estela 19, una de las piezas olmecas
más reproducidas por su belleza, una serpiente de cascabel con cres-
ta sobre la ceja rodea y enmarca a un personaje con tocado de jaguar
y bolsa de copal, enmarcado a su vez con una banda celeste remata-
da por dos quetzales. Beatriz de la Fuente, en su libro Los hombres de
piedra, al describir esta pieza de singular belleza, señala que en la ser-
piente se combinan “rasgos de ave, una serpiente emplumada”. Pien-
sa ella que en esta estela se halla una “de las más antiguas representa-
ciones en Mesoamérica de lo que más tarde llegó a ser probablemente
la figura mitológica y divina de Quetzalcóatl”.17
La afirmación de esta autora coincide con la de investigadores co-
mo Peter David Joralemon y Karl Taube, quienes han puesto de ma-
nifiesto la importancia de la serpiente con atributos de ave en la es-
cultura, cerámica y pintura mural olmeca.18 La recurrencia de la
serpiente-ave en diversas formas y contextos es tal, que ha pasado a
ser uno de los temas más estudiados en los últimos años. El ya citado
Karl Taube ha establecido una secuencia de ella desde la cerámica de
Tlatilco hasta el maya clásico a través de diversos signos-iconos, índi-
ces y símbolos; la identifica como el dios de la lluvia y afirma que es
símbolo del cielo. Aduce también razones lingüísticas como es el he-
cho de que en lenguas mayenses las palabras para cielo y serpiente
son homófonas, chan o can. En las lenguas mixe-zoques, lejanamen-
te relacionadas con el tronco mayense, serpiente, tsan, y cielo, tsap,
son también bastante similares, lo cual, piensa él, puede deberse a la
existencia de un término en macro- maya que designara serpiente y
cielo.19 En realidad los signos-símbolo de la serpiente divinizada son

16 La lectura es de Kent Reilly, “Art, ritual and rulership in the olmec world”, The

olmec world ritual and rulership, Princeton University, 1995, pp. 41-42.
17 Beatriz de la Fuente, Los hombres de piedra, loc. cit., p. 203. Sobre las bandas celes-

tes, los haces de flechas y plumas y la serpiente como símbolo del cielo, véase Karl A.
Taube, “The rainmakers: the olmec an their contribution to mesoamerican cosmology”,
en The olmec world, pp. 86-89 y 91-92.
18 Peter David Joralemon reconoce elementos serpentinos como la cresta, la pata-

cola y el colmillo en el Dios I, “el Dragón-jaguar”, en sus siete versiones y en el Dios


VIII, el “dios Serpiente-emplumada”. Véase A study of olmec iconography, Washington,
Dumbarton Oaks, 1971, pp. 35-58 y 82-84, y Karl A. Taube, op. cit., pp. 83-85.
19 Karl A. Taube, op. cit., p. 87.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 279

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 279

tan recurrentes en la escultura, pintura mural y vasijas de barro que


puede afirmarse que son los signos universales más representativos
del mundo olmeca, entendiendo como universal un concepto válido
para todo tiempo y lugar dentro de un espacio cultural.
Tal realidad nos permite intuir desde época muy temprana la exis-
tencia de un pensamiento cosmogónico-religioso en el que la serpien-
te ya está divinizada en virtud de un proceso en el que hubo una se-
paración de significados: la serpiente en cuanto reptil venenoso cedió
terreno a la serpiente como animal fecundador, “símbolo fálico, prin-
cipio de vida por excelencia”, en frase de Mercedes de la Garza.20 De
esta manera, la serpiente en cuanto reptil quedó en el reino de la na-
turaleza, mientras la serpiente como fuerza divina se reinterpretó de
mil formas hasta crear un verdadero “universo sagrado”, como acer-
tadamente lo ha definido la citada investigadora.
El signo de la serpiente es quizás el más representado en el arte ol-
meca pero no el único; comparte su lugar con la representación del
jaguar, animal divinizado también. Serpiente y jaguar se funden a ve-
ces con el ser humano en esculturas que según Beatriz de la Fuente
“personifican fuerzas naturales y contienen un significado ambivalen-
te, cósmico y humano.”21 Serpiente y jaguar, a veces asociados, son
signos-símbolo de lo sagrado y determinados rasgos de estos anima-
les adquieren vida propia como el colmillo y la lengua bífida de la ser-
piente y el labio superior del jaguar. Estos rasgos aparecen asociados
con regularidad en el rostro del dios de la lluvia pero también apare-
cen en múltiples recombinaciones formando figuras sobre la piedra
y el barro. Pueden ser signos-iconos, índices o símbolos, según el gra-
do de convencionalismo que contienen y pueden ser interpretados
como signos divinizadores del universo sagrado olmeca.
Llama la atención la presencia de estos signos con diferentes fun-
ciones. Tomemos como ejemplo la cruz de San Andrés, que aparece
ya en los motivos geométricos de la cerámica de San Lorenzo (1500-
900 a. C ).22 En composiciones no geométricas se puede documentar

20 M. de la Garza, El universo sagrado de la serpiente entre los mayas, México, UNAM, 1984,
p. 323.
21 Beatriz de la Fuente, “Towards a conception of monumetal olmec art”, loc. cit.,

pp. 83-94.
22 Véase Rebeca González Lauck, op. cit., p. 287.
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280 ascensión hernández de león-portilla

en los murales de Juxtlahuaca, Guerrero, considerados por Sonia


Lombardo antecedentes de la pintura mural prehispánica.23 Concre-
tamente, en la “pintura 2” (figura 3) la cruz de San Andrés es el ojo
de la serpiente emplumada –para Joralemon el dios VII, “Serpiente
emplumada”– quizá con un significado que tiene mucho de natura-
lismo: la cruz de diagonales reproduce, duplicándolo, el destello de
los ojos del reptil. Es un signo-índice que mantiene una relación real
entre significante y significado. Un paso más y la cruz está presente
en el relieve V de Chalcatzingo, Morelos, representada en el lomo de
una serpiente que devora a un ser humano y genera nubes de lluvia
(figura 4). Joralemon interpreta este relieve como la representación
del dios VII, el mismo de la pintura 2 de Juxtlahuaca.24 Aquí ya es un
signo-símbolo que evoca al dios de la lluvia. Aparece también como
boca en el rostro de la imagen grabada en el altar 4 de La Venta que,
para el autor citado, es el Dios I, “el dios Monstruo-jaguar”. De nue-
vo es un signo-símbolo, un elemento divinizador de ese rostro geo-
métrico en el que también están presentes los colmillos de la serpien-
te. Esta misma función desempeñan las dos cruces simétricas que
forman parte de la banda celeste de la ya citada Estela 19 de La Ven-
ta, es decir, la de conferir el carácter de celeste. Por último, en mural
1 de Oxtotitlan, Guerrero (figura 5), las bandas cruzadas son de nue-
vo los ojos del Dios I representado en el altar-trono sobre el que se
yergue un personaje que lleva como pectoral la cruz de san Andrés.25
Como pectoral y como adorno de cinturones, la encontramos con
gran frecuencia; aparece en el clásico maya y en los guerreros de los
murales de Cacaxtla. Creo que estos ejemplos son suficientes para
mostrar cómo un signo-icono proveniente del reino animal, se trans-
forma en signo-símbolo con un significado divino e incluso en signo
divinizante de animales y hombres, de gobernantes, sacerdotes y gue-
rreros victoriosos poseedores de atributos sobrenaturales y trascen-
dentes. Pero hay más. Como veremos, en el Hacha de Humboldt es-
te signo ha sido leído como un mes del calendario.

23Sonia Lombardo de Ruiz,“El estilo teotihuacano en la pintura mural”, Beatriz de


la Fuente (coord.), La pintura mural prehispánica en México, México, UNAM, 1996, vol. I,
t. II, p. 5.
24 Véase Peter David Joralemon, op. cit., fig. 244.
25 Ibid., fig. 150.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 281

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 281

FIGURA 3. Pintura 2 de Juxtlahuaca,


Gro. según P. D. Joralemon

FIGURA 4. Relieve 5 de Chalcatzingo


según P. D. Joralemon

FIGURA 5. Mural I de
Oxtotitlan, Gro. según
P. D. Joralemon
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 282

282 ascensión hernández de león-portilla

LA ESCRITURA. EL CALENDARIO

El ejemplo de la cruz de san Andrés como signo-símbolo cambiante


que aparece recombinado de múltiples formas nos lleva a preguntar-
nos por el último significado, el más genuino, el verdadero. Sería di-
fícil dar una respuesta categórica porque hay que recordar que el sig-
nificado del signo viene dado por dos planos, el vertical, “que se nos
da en la relación directa del significante-significado”, y el horizontal,
que “está en relación con otros signos dentro de un sistema”. Con es-
ta premisa pensemos que estamos en los albores de la escritura, en el
momento en que un mismo signo-símbolo significante funciona con
varios significados según el sistema donde está, es decir, según el pla-
no horizontal, que, como ya se vio, puede tener mucho de convención
arbitraria. En los significados se guarda un código, entendiendo este
concepto como lo hace Umberto Eco: “un sistema de significación que
reúne entidades presentes y entidades ausentes”.26 En un contexto tal,
la búsqueda del significado del signo requiere una doble lectura: la
del signo en sí mismo y la del signo dentro del sistema del que forma
parte para descubrir el plano horizontal del significado.
Un buen ejemplo de estos signos-símbolos formando parte de un
sistema y dispuestos en un orden para ser leídos aparece en las ha-
chas, bastante frecuentes en la zona olmeca. Tomemos como mues-
tra el Hacha de Humboldt conservada en el Museo de Berlín (figura
6). La lectura que de ella ha hecho Michael D. Coe nos permite ob-
servar cómo los signos-símbolo, en su origen sagrados, se combinan
y forman un texto profano, probablemente la conmemoración de
una conquista. He aquí un resumen de la lectura de Coe:

En la parte superior hay tres figuras que representan gotas. Inmediatamen-


te abajo un trazo curvilíneo semejante al glifo de agua de los códices del pos-
clásico. Tres anillos se registran debajo de dicho trazo… Debajo hay un par
de brazos en expresión de sometimiento. Debajo un ojo circundado por ele-
mentos en forma de paréntesis y al lado derecho una mano extendida. En la
mitad inferior aparece una composición en el centro de la cual aparece un
glifo que en la escritura maya corresponde a la cruz Kan […] “realidad pre-

26 Umberto Eco, Tratado de semiótica general, Barcelona, Editorial Lumen, 1977,


p. 35.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 283

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 283

ciosa”. Encima de ella y debajo de un elemento que se asemeja a una pluma


aparece lo que sólo puede ser interpretado como el glifo correspondiente al
mes que los mayas conocían con el nombre de zip que asume la forma de una
cruz de San Andrés con el afijo de chac, color rojo…27

El Hacha de Humboldt es un ejemplo de texto incipiente que nos


anuncia la exaltación del señorío y del poder que tanto preocupó a
los mayas de la época clásica. Quizás el análisis de otros signos que
en ella aparecen como la U invertida, el peine o la semilla de cacao
y que pasan a otras escrituras mesoamericanas, nos llevaría a cono-
cer la evolución del significado de los signos-símbolos de lo sagrado
a lo profano y de la acuñación de ideogramas específicos en los que
el significante se corresponde con un sólo significado dentro de un
sistema ya fijo.
La cruz de san Andrés como ideograma de un mes zip nos lleva a
otro ámbito del pensamiento, la existencia del calendario, porque el

FIGURA 6. Hacha de Humboldt


según P. D. Joralemon

27 Michael D. Coe realizó esta lectura en 1965, en “The olmec style and its distri-

bution”, Handbook of middle american indians, vol. III. Aquí está tomada de Miguel
León-Portilla, Literaturas indígenas de México, Madrid, Fundación MAPFRE América,
1992, pp. 45-47.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 284

284 ascensión hernández de león-portilla

ideograma de zip no es el único; en el mundo olmeca está identifica-


do el glifo correspondiente a kin con valor de día, sol, y los puntos co-
mo signos del cómputo del tiempo.28 Tal hecho nos permite pensar
en la existencia del calendario, una de las conquistas más importan-
tes de todas las altas culturas. Los olmecas y sus vecinos zapotecas, pu-
dieron capturar el tiempo astronómico, cósmico y acomodarlo en una
traza en armonía con el tiempo individual, el de la vida humana. Es-
ta operación obliga a cálculos precisos y a diseños de unidades de
tiempo en las que se conjugan los ciclos naturales con periodos esta-
blecidos por el hombre en función de su conveniencia. Obliga tam-
bién al diseño de una red de signos gráficos, tomados unos, como ya
vimos, del simbolismo religioso y otros de una convención social, co-
mo el punto.
Aún más: el manejo de los cómputos y de los signos los llevó a otra
abstracción muy sutil, la codificación de los numerales según un sis-
tema posicional con base 20. Muestra de ello es la Estela C de Tres Za-
potes en la que está grabada una fecha que ha sido correlacionada
con el año 32 a.C.29 La Estela C es el más antiguo testimonio de una
fecha calculada conforme a lo que se conoce como cuenta larga, ver-
dadera columna vertebral de la ordenación del tiempo histórico y mí-
tico de los mayas clásicos. El valor posicional de los números implica
un hallazgo de gran magnitud no sólo desde un punto de vista prag-
mático sino también como un logro en la capacidad de abstracción
de la mente humana. Cabría preguntarse si la forma de lectura de
ciertos textos en vertical como el Hacha de Humboldt y las estelas za-
potecas pudo haber influido en una lectura posicional para números.
Es arriesgado aventurar una hipótesis para el origen; pero sí pode-
mos señalar que la Estela C es el testimonio epi-olmeca de una cultu-
ra que fructificó y alcanzó momentos de intenso esplendor y que si-
glos después renació en otras grandes ciudades mesoamericanas en
el periodo conocido como “clásico”.

28
Tal es la interpretación de Peter David Joralemon, op. cit., figs. 83, 133 y 135.
29
El descubrimiento y la lectura de la Estela C de Tres Zapotes puede verse en Mi-
chael D. Coe, México. From the Olmec to the Aztecs, 4a. ed., Londres, 1994, pp. 74-76.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 285

el corpus filológico mesoamericano: un acercamiento 285

CONCLUSIONES

Podemos decir que aquellos hombres que crearon las ciudades de


San Lorenzo y La Venta nos han dejado una imagen de su rostro con
rasgos trazados en piedra. Su imagen se extendió a miles de kilóme-
tros desde Tlatilco, en el Valle de México, hasta la península de Nico-
ya, en Costa Rica. Los arqueólogos saben que ya en el primer milenio
a.C. funcionaban muy bien las rutas comerciales que, sin duda, actua-
ban también como rutas del pensamiento. A través de ellas se gestó
una red de lo que podría llamarse “universales culturales” entre pue-
blos y lenguas muy diferentes.
La meta propuesta al principio de este ensayo, la de hacer una lec-
tura del pensamiento mesoamericano desde sus orígenes hasta el si-
glo XVI, requiere un estudio más amplio y extenso. Pero creo que a
través de estas páginas ha sido posible hacer un acercamiento a los
orígenes de ese pensamiento y encontrar en los signos un incipiente
corpus textual. A través de signos-iconos, índices y símbolos se puede
distinguir un pensamiento sagrado, en donde sobresale el dios de la
lluvia, el gran legado olmeca a toda Mesoamérica. Se puede distin-
guir también un pensamiento profano simbolizado en el hombre que
quiere dejar la memoria de sus hechos y el testimonio de su poder.
Memoria y poder requieren un cómputo del tiempo que sobrepasa
el ciclo del año solar, requieren una cuenta para representar un tiem-
po largo, astronómico-histórico. Para todo esto, los olmecas tomaron
signos del mundo de la naturaleza, los hicieron divinos y profanos, y
los grabaron en piedras y pinturas murales. Hoy podemos verlos co-
mo un incipiente corpus documental que nos revela un pensamien-
to y que nos hace pensar en la existencia de textos paralelos que se
recitarían siempre y cuando las fiestas sagradas y la exaltación del po-
der lo demandaran.
La historia, la glotocronología y la semiología han sido protagonis-
tas de este acercamiento al origen del “Corpus Filológico Mesoame-
ricano”, origen que marca un cambio cualitativo en la historia del Mé-
xico antiguo y que es sólo una muestra de lo mucho que puede
hacerse.
GuzmanBetancourt 18 5/11/04 2:33 PM Page 286
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:34 PM Page 287

TAMOANCHAN: UNA ETIMOLOGÍA DEL ORIGEN

PATRICK JOHANSSON K.*

El título de este trabajo no parece entrañar sino una proposición se-


mánticamente inapropiada, por lo menos una metalepsis, al yuxtapo-
ner, en torno de una bisagra prepositiva, una noción que atañe a la
historia de los significantes: la etimología, y un concepto que perte-
nece al ámbito del significado: el origen.
El carácter retórico de la frase así configurada busca, sin embargo,
atraer la atención sobre el hecho que los niveles lingüísticos y cogni-
tivos de la lengua se permean mutuamente y que el análisis lingüísti-
co no puede prescindir del sentido producido por las palabras así co-
mo de la herramienta conceptual utilizada.
Estas palabras liminares nos llevan a definir el marco teórico co-
rrespondiente al análisis diacrónico del significante náhuatl Tamoan-
chan y de las ideas que presidieron a la transformación sustantiva de
un sintagma verbal en un topónimo a lo largo de la historia. Se trata
de la semántica cognitiva la cual establece que el lenguaje, lejos de
ser autónomo, es parte constitutiva del aparato cognitivo humano que
permite al hombre organizar y comprender el mundo mediante una
instrumentación conceptual cada vez más refinada.

La semántica cognitiva afirma que los conceptos léxicos no pueden ser estu-
diados de manera adecuada más que en relación con las capacidades cogni-
tivas del hombre y, en particular, que no existe una organización específica-
mente lingüística o semántica del conocimiento que esté separada de la
memoria conceptual en el sentido más extenso de la palabra”.1

A su vez, Langacker escribe:

El léxico, la morfología, y la sintaxis constituyen una serie de unidades sim-


bólicas divididas arbitrariamente en componentes separados; en última ins-

* UNAM/IIH.
1 D. Geeraertsen, “L’histoire de la sémantique cognitive et lexicale”, Sémantique cog-

nitive, p.13.

[287]
GuzmanBetancourt 19 24/6/04 12:40 Page 288

288 patrick johansson k.

tancia, sería tan fútil analizar unidades gramaticales sin considerar su valor
semántico como lo sería escribir un diccionario que omitiera el significado
de los entes léxicos.2

La evolución fonética de la palabra tamoanchan a partir de una pro-


posición gramaticalmente pertinente, las etapas de su “erosión” se-
mántico-sonora y su estabilización en una forma determinada, atañen
tanto a la lingüística como a la mitología o a la historia de las ideas.
En este contexto, la construcción retóricamente figurativa del tí-
tulo cobra un valor referencial: la etimología del significante Tamoan-
chan podría permitir encontrar los fundamentos cognitivos del con-
cepto verbalmente formalizado.

1. PROPUESTAS ANTERIORES

Las inquietudes por conocer el origen de la palabra Tamoanchan no


son nuevas. En efecto en el siglo XVI, probablemente bajo la presión
inquisitoria de los recopiladores españoles, los informantes indíge-
nas de Sahagún expresaron su opinión en cuanto al origen y al signi-
ficado del vocablo.

1.1. Tictemoa tochan

Según que afirman los viejos, en cuyo poder estaban las pinturas y memorias
de las cosas antiguas los que primeramente vinieron a poblar a esta tierra de
Nueva España vinieron de hacia el norte en demanda del paraíso terrenal;
traían por apellido Tamoanchan, y es que ahora dicen tictemoa tochan que
quiere decir, “buscamos nuestra casa”.3

Si acatamos literalmente lo que dice Sahagún, Tamoanchan, ade-


más de constituir un gentilicio, y no un topónimo, sería una forma
arcaica de decir tictemoa tochan. Es más probable, sin embargo, en ca-

2 R. Langacker, 1990, p. 1.
3 Códice Florentino, prólogo al libro VIII.
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:34 PM Page 289

tamoanchan: una etimología del origen 289

so de que fuera correcta la afirmación de los informantes del francis-


cano, que Tamoanchan fuera el resultado de la evolución fonética de
tictemoa tochan y no al revés.

1.2. Temoachan

El significante temoa puede remitir a “buscar” pero puede correspon-


der a una forma impersonal del verbo “bajar”. Tamoanchan significa-
ría entonces: “la casa donde se baja”. Esta versión es la que aduce el
Códice Telleriano Remensis:

Tamoanchan o xuchitlycacan quiere decir en romance, allí es su casa donde


abaxaron y donde están las rosas…4

La primera parte de esta versión coincide con la propuesta de mu-


chos investigadores5 contemporáneos. El sintagma podría haberse ex-
presado un día de manera posesiva como Totemoachan, literalmente:
“nuestra casa donde se baja”.
Sin embargo, si la evolución de la palabra de Temoachan a Ta-
moanchan es plausible en términos fonéticos, ningún texto indica ex-
plícitamente que se baja a Tamoanchan.

1.3. ¿Una palabra huasteca?

Cabe la posibilidad que la palabra no sea náhuatl sino huasteca (té-


nek) en cuyo caso el estudio de su evolución dentro de la lengua de
los mexicas tendría matices distintos. El árbol, frecuente en la icono-
grafía del lugar mítico, podría estar verbalmente representado en ta-
moanchan por la palabra maya-huasteca che, “árbol”, la cual podría ha-
ber sido percibida por los nahuas como chan, y consecuentemente
resemantizada como “casa”.
Por otra parte, tam significa tanto en la lengua tének como en maya
yucateco “profundo”. Moan podría remitir al gavilán, ave del inframun-

4 Códice Telleriano Remensis, fol. 13r.


5 Cf. A. López Austin, Tamoanchan y Tlalocan, p. 87.
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:34 PM Page 290

290 patrick johansson k.

do maya (metnal) y equivalente del tlotli náhuatl; chan, si no representa


una añadidura náhuatl a la palabra huasteca, podría tener distintas pro-
cedencias: che, “árbol”, chen, “pozo”, chan, “serpiente”, etcétera.
El río Tamuín, situado en esta región manifiesta una secuencia so-
nora cercana a Tamoan(chan).

2. TAMOANCHAN: EL CARÁCTER MATRICIAL Y SELÉNICO DEL ORIGEN

Además de ser un lugar mítico, Tamoanchan representa un nexo de


sentido en una trama textual mediante la cual las colectividades pre-
hispánicas interiorizaban y organizaban su percepción del mundo. El
concepto, y el vocablo que le corresponde, no sólo no se pueden ais-
lar de su “con-texto” sino que se ven determinados por la configura-
ción diegética a la que se integran. A continuación evocaremos algu-
nos textos dentro de los cuales figura Tamoanchan.

2.1. La creación del hombre

En el mito de la creación del hombre, Tamoanchan es el lugar don-


de Quetzalcóatl transporta los huesos que servirán a fecundar al ser
humano.

Auh niman ye connechicoa, conpepen, conquimillo; niman ic quitquic in Tamoan-


chan, auh in oconaxiti niman ye quiteci itoca Quilachtli yehuatl in Çihuacóatl niman
ye ic quitema in chalchiuhapazco, auh niman ye ipan motepoliço in quetzalcóatl.6

Y luego los reúne, los recoge, los envuelve, luego los lleva a Tamoanchan, y
cuando llegó luego ya los muele la que se llama Quilaztli, ella es la Cihua-
cóatl; luego ya entonces llena el barreño de jade y luego ya sobre él (el hue-
so) sangra su miembro.

Más que un lugar en el espacio-tiempo del relato o en la geografía


interior del indígena náhuatl, Tamoanchan es una matriz verbal

6 W. Lehmann y G. Kutscher, p. 338.


GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:34 PM Page 291

tamoanchan: una etimología del origen 291

(idéntica al barreño matricial en el que se realiza la fecundación del


ser) que gesta un sentido sensible.

2.2. Un lugar en el inframundo

Otra información, proporcionada por Muñoz Camargo, sitúa tam-


bién en el inframundo (Mictlan), el nexo espacio-temporal Tamoan-
chan.

Tamohuan ichan, xóchitl ihcacan, chicuhnauh nepaniuhcan, itzehecayan…7


Tamoanchan, lugar donde se yerguen las flores, noveno piso (del inframun-
do), lugar de vientos de obsidiana.

El lugar donde nacen las flores, lugar 9, lugar de vientos fríos es,
según lo confirman las fuentes, una región del inframundo, el Mic-
tlan, el cual representa un espacio de generación y regeneración pa-
ra los antiguos nahuas, un verdadero vientre materno.

2.3. El lugar de procedencia de los difuntos

Así como los huesos fueron fecundados en Tamoanchan, los que exis-
tieron una vez y que se encuentran ahora en el inframundo salen de
Tamoanchan para regresar, el tiempo de un canto y bajo la forma de
aves preciosas, a la tierra. Un canto mortuorio náhuatl parece expre-
sar este hecho:

In tamoan Ichan, xóchitl icacan ompa ye huitze ya in toteucuan huiya in


ti Motecuhzomatzin in totoquihuatzin.8

En la casa de Tamoan, en el lugar donde se yergue la flor, de allá


vienen ya nuestros señores, tú, Motecuhzoma, (él) Totoquihuatzin.

7 Muñoz Camargo, fol. 153r.


8 Cantares Mexicanos, Garibay, Poesía Náhuatl, p. 8.
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292 patrick johansson k.

2.4. El espacio-tiempo generador en los cantos sagrados

La palabra Tamoanchan aparece frecuentemente en los cantos sagra-


dos que refieren de una manera u otra la creación mitológica de se-
res animales o vegetales. En el canto a la madre de los dioses Teteo in-
nan incuic, Tamoanchan es un lugar donde brotan las flores.

¡Ahuiya! Iztac xochitla o ya moxocha


yehua tonan a teumechave
moquizican Tamoanchan9

¡Ahuia! Flores blancas o ya tu flor


Ella nuestra madre, la que tiene el afeite divino de luna10
Tu lugar de partida (es) Tamoanchan.

En el canto correspondiente a la fiesta Atamalcualiztli, Tamoanchan


es el lugar donde nació el maíz:

Yecoc ye tonan, yecoc ye teotl, Tlazolteotl a


Otlacatqui Centeutl Tamiyoanichan
In xochitl ihcacan, in Ce-xochitl in11

Llegó nuestra madre, llegó ya la diosa Tlazolteotl


Nació Cinteutl en Tamiyoanichan
En el lugar donde se yerguen las flores, el (signo) uno-flor.

Esta imagen del Códice Matritense muestra a la diosa Tlazoltéotl con


el telar de cintura atado al xochincuahuitl, “el árbol florido” que se en-
cuentra en Tamoanchan.
En cuanto al signo 1-flor aquí evocado, se relaciona también con
la diosa madre Tlazolteotl, las tejedoras y más generalmente con el
sexo y la fertilidad.12

9 Primeros Memoriales, fol. 275r.-275v.


10 Teo-mez(tli)-xahu(a)-e.
11 Primeros Memoriales, fol. 279r.
12 Cf. Códice Florentino, libro IV, cap. VII.
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 293

tamoanchan: una etimología del origen 293

Códice Matritense, fol. 254r.

En el mismo canto, el paralelismo entre dos estrofas permite de-


ducir que Tamoanchan es también un lugar acuático de gestación.

Otlacatqui centeotl Atlyayahuican


in tlacapillachivaloyan
chalchiuhmichvacan13

Nació Centeotl en el lugar del agua negra


en el lugar donde se hace la descendencia de los hombres
en el lugar de peces de jade.

La diosa del amor Xochiquetzal también viene de Tamoanchan.

Atlayahuican nixochiquetzalli
tlac ye nihuitza ya
motencaliuan Tamoanchan14

Lugar de agua negra, yo Xochiquetzal


de allá vengo ya
de tus casas de baños,15 Tamoanchan.

13 Primeros Memoriales, fol. 279r.


14 Ibid., fol. 277v.
15 Tencalli es otra palabra para temazcal.
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294 patrick johansson k.

Además del baño de vapor que recuerda inconfundiblemente la


gestación y el nacimiento de los hombres, es preciso recordar aquí
que las flores fragantes, omnipresentes en Tamoanchan, nacieron de
las partes íntimas de Xochiquetzal, y más precisamente del clítoris de
la diosa, arrancado por el murciélago. Los dioses lavaron esta parte
masculina del órgano sexual de la diosa y derramaron el agua de la
que salieron flores que no huelen bien. El murciélago llevó luego di-
cha flor al Mictlan donde se lavó otra vez:

… y del agua de ello salió, salieron rosas olorosas que ellos llaman suchiles
[…] y así tienen que las rosas olorosas vinieron del otro mundo.16

La excisión del clítoris de Xochiquetzal consagra a la diosa como


mujer a la vez que parece vincular la flor olorosa con la “masculini-
dad” de los sexos respectivamente femenino y masculino.
La región del inframundo donde se realizó la transmutación mi-
tológica del clítoris de Xochiquetzal en flor es muy probablemente
Tamoanchan.

2.5. El descubrimiento del maíz

Así como Quetzalcóatl llevó los huesos a Tamoanchan para que fue-
ra fecundado el hombre, el grano de maíz descubierto por el dios es
llevado al mismo lugar para que se realice una gestación simbólica en
la boca de los dioses.

Niman quitqui in tamoanchan


auh niman ye quicuacua in teteo
niman ye ic totenco quitlalia17

Luego lo lleva (el grano de maíz) a Tamoanchan


Y luego ya lo mastican los dioses.
Luego ya entonces lo ponen sobre nuestros labios.

16 Cf. Códice Magliabechiano, fol. 62.


17 W. Lehmann y G. Kutscher, p. 339.
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tamoanchan: una etimología del origen 295

2.6. El origen mítico de los mexicas

Al igual que el mundo, el alimento y el hombre, las naciones tienen


un origen mitológicamente establecido. Una variante de la historia de
los mexicas contenida en el libro X del Códice Florentino vincula estre-
chamente Teotihuacan y Tamoanchan como cuna del pueblo del sol.

Auh in uncan in tamoanchan, uncan oneooia, in untlatlatlauhtiloia in itocaioca


teotioca18

“Y allá en Tamoanchan, de allá salían, se hacían ofrendas en un lugar llama-


do Teotihuacan.”

Tamoanchan y Teotihuacan son probablemente en este contexto


narrativo lo que son Aztlan y Colhuacan en otras variantes de la lla-
mada “Peregrinación de los aztecas”.
El concepto “Tamoanchan” verbalmente expresado en náhuatl,
fue también configurado mediante imágenes que buscaban una co-
munión cognitivo-afectiva con el origen. Una planta o un árbol flori-
dos, a veces quebrados, representan frecuentemente el lugar mítico
en los libros pictográficos.

Códice Telleriano Remensis, lám. 13r.

18 Códice Florentino, libro X, cap. 29.


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296 patrick johansson k.

La leyenda en castellano que acompaña la imagen dice lo siguien-


te: “Este lugar que se dice Tamoanchan, Xuchitlycacan es el lugar
donde fueron criados estos dioses que ellos tenían”.19
Sin embargo, otros textos pictóricos presentan Tamoanchan de
manera distinta, como un lugar del inframundo donde se gesta todo
cuanto llega a la existencia.

Códice Borgia, lám. 31.

19 Códice Telleriano Remensis, fol. 13r.


GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 297

tamoanchan: una etimología del origen 297

En esta imagen se observan las advocaciones de la diosa madre en


distintas formas de parto, el agua negra atlyayahuitl los barreños ma-
triciales, el nacimiento de Cintéotl el dios joven del maíz y del hom-
bre, una oposición cromática negro/rojo (tlilli/tlapalli) una configu-
ración rectangular abierta por un lado que denota “la casa”, –chan, y
más generalmente, un “bullicio”, actancial que remite en última ins-
tancia a la fecundación.
Los distintos contextos aquí aducidos definen el carácter semánti-
co de Tamoanchan como un lugar matricial situado en la geografía
interior del indígena donde se originan seres, alimentos, plantas y na-
ciones.

3. LA NOMINALIZACIÓN MEDIANTE LA LEXICALIZACIÓN DE UN SINTAGMA


EN NÁHUATL

Entre las numerosas funciones de comunicación y de expresión que


atañen a la lengua, figura el poder nombrar los seres y las cosas, no só-
lo para que estén presentes de manera referencial en el sistema lin-
güístico sino también para que constituyan nexos conceptuales en la
estructuración verbal del sentido.
Además de la nominalización directa, se observa en náhuatl una
marcada tendencia a “reificar” complejos verbales mediante una le-
xicalización de sus partes constitutivas, tendencia que implica a veces
cambios morfofonémicos. Aducimos a continuación tan sólo algunos
ejemplos de lexicalización.
El cuerpo humano: tenacayo y el alimento se ven conceptualmen-
te fundidos en la palabra tonacayotl, lexicalización del sintagma pose-
sivo tonacayo “nuestro cuerpo” (“nuestra carne”) al que se le añade el
sufijo nominal –tl.
El carácter polisintético de la lengua náhuatl facilita estas mutacio-
nes entre categorías gramaticales que se permean mutuamente.

3.1. Los hierónimos, los nombres divinos

Los nombres de algunos dioses son ejemplos de construcción grama-


tical sustantivada. El calificativo Ipalnemoani que se le atribuye a Quet-
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 298

298 patrick johansson k.

zalcóatl, por ejemplo, se construyó a partir del sintagma verbal ipal-


nemoa, “se vive gracias a él” + la partícula sustantivadora: –ni.
Titlacahuan, uno de los muchos nombres de Tezcatlipoca, signifi-
ca de hecho: “Nosotros somos sus hombres” (Ti-itlacahuan).
Uno de los casos más interesantes lo constituye sin duda el sol en
su gestación. En efecto, el nombre Tonatiuh que se le da entonces, se
compone de un núcleo verbal Tona “hay luz y/o calor” + un sufijo de
extroversión en futuro: –tiuh. Literalmente, lo que se considera co-
mo un sustantivo, o un nombre propio, es un sintagma verbal que sig-
nifica: “habrá luz y/o calor”. Al nombrar al astro Rey como tonatiuh,
los antiguos nahuas fijaron en una sustancia nominal la futurición
eterna e inasible del tiempo.

3.2. Los topónimos

Los topónimos nahuas, como los de otras partes del mundo, repre-
sentan frecuentemente la lexicalización de complejos gramaticales
de diversa índole. Cuando estos lugares tienen un tenor mítico, la ico-
nicidad sonora del nombre puede resultar de suma importancia:
Ximoayan, “lugar (donde uno) se descarna”.
Quennonamican, tal vez originalmente Quenmonamiccan “lugar
(donde) de alguna manera se encuentran” (el sol y la luna).
Quinehuayan, quizás originalmente Quinamehuayan “Lugar donde
andan los venados”.20
Podríamos multiplicar los ejemplos a voluntad, pero los que adu-
cimos bastan para ilustrar un fenómeno típico de lexicalización de
sintagmas gramaticales que buscan nombrar sin que se pierdan en el
nombre, los atributos esenciales de lo que se conceptualiza.

4. EL ORIGEN DE LA PALABRA TAMOANCHAN

Como lo vimos anteriormente, los distintos tejidos narrativos (textos)

20
El hecho de que el rey tezcocano Quinatzin tenga un venado como glifo antro-
ponímico sugiere que quinatl (plural náhuatl: quiname) significaba “venado” en lengua
chichimeca.
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tamoanchan: una etimología del origen 299

en los que se integra Tamoanchan definen el tenor semántico del vo-


cablo como el origen matricial de todo cuanto entra en la dimensión
existencial, ya sean seres humanos, naciones, animales o plantas. Aho-
ra bien, conforme a la dinámica de nominalización náhuatl, la se-
cuencia sonora significante correspondiente a este significado debe re-
flejar e inclusive, entrañar, de una manera u otra, esta semilla
simbólica. Un isomorfismo entre el sonido y el sentido debe reflejar
el concepto en la palabra.21

4.1. Eikon / Eidolon

La iconicidad de la palabra náhuatl que designa un dios o un lugar


mítico sigue en esto una tendencia particular de la religiosidad indí-
gena, la cual considera la materialidad sensible de un significante co-
mo un objeto de culto. La imagen de una deidad, por ejemplo, ade-
más de referirla como abstracción, constituye una materialidad
sensible que se venera por sí misma. No es un eikon (icono), una sim-
ple herramienta representativa que permite aprehender una supues-
ta realidad exterior: la divinidad, sino un eidolon (ídolo), materialidad
visual, sonora, táctil, gustativa u olfativa que coincide con lo que se
quiere representar. En el eidolon, el significante material y su referen-
te abstracto se funden a tal grado que podemos afirmar que, en el
caso aquí considerado, la materialidad sonora [tamoanchan] era tan-
to objeto de culto como el lugar imaginario, es decir, la utopía que
simbolizaba.

4.2. ¿Una “etimografía” de “Tamoanchan”?

Cualquier acercamiento semántico a la lengua náhuatl debe tomar


en cuenta el hecho de que los textos orales se consignaban en imáge-
nes, las cuales constituían un sistema radicalmente distinto, en térmi-
nos semiológicos, del sistema verbal. Si bien podría ser algo aventu-
rado declarar que la imagen influyó sobre la lengua a nivel de la
competencia, no cabe duda que lo hizo a nivel de la performancia,
es decir, de la producción discursiva de sentido.

21 Cf. R. Langacker, p. 110.


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300 patrick johansson k.

Es preciso recordar aquí que la lingüística cognitiva cuestiona la


“impermeabilidad” relativa de la división que Saussure y los llamados
estructuralistas establecieron entre “lengua” (langue) y “habla” (paro-
le), entre competencia y performancia en el lenguaje de Chomsky.
De la imagen a la palabra y de la palabra a la imagen se urdieron,
sobre el telar cultural indígena, a lo largo de la historia, los concep-
tos y sus significantes.

4.3. El origen de la palabra

Partiendo de la hipótesis que el vocablo tamoanchan es náhuatl y que


por lo tanto no significa nada, en términos gramaticales, en el estado
en que aparece en los textos y “con-textos” indígenas correspondien-
tes a la época del contacto con los españoles, es probable que sea el
resultado de la evolución fonética de una palabra o de una expresión,
a lo largo de la historia.
Es importante señalar que el estudio diacrónico de la forma ver-
bal que dio tamoanchan, que realizamos en este trabajo, no busca es-
tablecer reglas de cambios sistemáticos que atañen a la evolución de
la lengua náhuatl sino que considera las modalidades morfológicas
de la “erosión” fonética de un sintagma “petrificado” en una función
apelativa. La función nominativa de dicho sintagma hace que las re-
glas de su evolución deban ser diferenciadas de las que podrían ha-
ber presidido a la evolución de la lengua como tal.
En este contexto, es probable que los cambios morfofonémicos del
sintagma original hayan tendido a preservar la iconicidad del predi-
cado gramatical en el proceso de sustantivación toponímica.

4.4. El sintagma original “Tonemoachan”

Con base en el carácter matricial, textual y contextualmente genera-


do por los relatos que lo entrañan, Tamoanchan podría originarse en
la frase tonemoachan “nuestra casa donde se vive”. La construcción es
gramaticalmente arquetípica de la integración polisintética de modi-
ficadores adjetivales o verbales en un sintagma.
La proposición que dio origen a la palabra, según la hipótesis que
emitimos aquí, contiene los elementos siguientes:
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tamoanchan: una etimología del origen 301

Tochan, “nuestra casa”. Con el carácter matricial que constituye la


casa en el mundo precolombino y la implicación del indígena me-
diante el adjetivo posesivo –to.
Nemoa, “se existe”. En términos semánticos nemi, ”existir” se distin-
gue de yolia, “vivir” y expresa la manifestación de todo cuanto advie-
ne a la existencia.

4.5. La “erosión” fonética de la palabra

¿Cómo tonemoachan puede haberse transformado en Tamoanchan a


lo largo de la historia? Primero por la repetición continua del sintag-
ma que hizo que su forma global sufriera cambios que remiten a la re-
gla universal del menor esfuerzo. En efecto, si la construcción grama-
tical tonemoachan, utilizada por los hablantes en contextos expresivos
normales no implicó cambio alguno, cuando se utilizó de manera no-
minal para referir un concepto religioso específico, la reiteración de
su empleo hizo que se transformara en función de los determinismos
de economía enunciativa antes mencionados y de su simbolismo pro-
pio. De tonemoachan a Tamoanchan la evolución podría haberse efec-
tuado como sigue:

Una síncopa redujo primero tonemoachan a ton’moanchan.

La síncopa es de hecho un fenómeno muy común en la evolución


del náhuatl. Prueba de ello son los ejemplos siguientes de formas que
coexisten:

Otimuicac por otimohuicac “viniste”


Ocuicac por oquihuicac “trajo”

En lo que concierne a los sustantivos y más aún a los nombres pro-


pios, Jacinto de la Serna emite la hipótesis que el nombre del mes ná-
huatl Atemoztli vendría del sintagma Ateomomoztli:

El décimo quinto mes se llamaba Atemoztli que quiere decir ara de los Dio-
ses del agua como syncopa de Ateomomoztli22

22 J. de la Serna, en El Alma encantada, p. 325.


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302 patrick johansson k.

De la forma sincopada ton’moachan se efectuó una metátesis de la


<n>, la cual pasó después de la <a> para dar tomoanchan.
La metátesis es, asimismo, un cambio morfofonémico frecuente
en náhuatl. Entre las formas que coexisten y que manifiestan este pro-
ceso de cambio se pueden citar:
Tecuhtli y teuctli; xochitl y xochtli; tepamitl y tepantli; Motecuhzoma, Mo-
teuczoma y Moctezuma, etcétera.
La palabra sufrió probablemente después la asimilación de su pri-
mera vocal a la <a> fonéticamente predominante. De tomoanchan se
pasó a tamoanchan.
La asimilación así como la disimilación vocálicas son cambios mor-
fofonémicos que tienden a reducir la aparente inestabilidad de una
forma verbal para un grupo humano determinado. En la región de
Cuetzalan, hoy día, el fonema /e/ próximo a una /a/ acentuada ten-
dió, en ciertas palabras, a asimilarse a esta última. Por ejemplo: nal-
huayotl por nelhuayotl, “raíz”; tachalotl por techalotl, “ardilla”. En la ciu-
dad de México, el topónimo Hueyamilpa “Gran tierra de riego” se
volvió por la misma tendencia asimilativa: Huayamilpa.

5. LA ICONICIDAD SONORA DE LA PALABRA TAMOANCHAN

La erosión fonética del sintagma tonemoachan a través del tiempo lo


despojó de su sentido gramaticalmente estructurado para dejar una
secuencia sonora con poder nominativo si bien sin sentido directa-
mente aprehensible (excepto la última sílaba –chan, la cual remite a
“casa”). Ahora bien, fueron sin duda las constantes repeticiones del
nombre en contextos mítico-rituales las que provocaron la erosión fo-
nética de un sintagma originalmente más referencial que nominal,
los determinismos religiosos de invocación así como la iconicidad
propia del eidolon verbal, deben haber orientado su evolución hacia
una sonoridad más “preñante”, más evocadora, de lo que represen-
taba o “encarnaba”: el origen.23
El poder fecundante de la palabra y más generalmente del sonido
es manifiesto en la cultura náhuatl. La creación del hombre, por

23 Recordemos que la etimología de “origen” es precisamente “lo que sale de (o se

gesta en) la boca” (os, oris).


GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 303

tamoanchan: una etimología del origen 303

ejemplo, se realiza cuando el sonido, producido por el soplo de Quet-


zalcóatl en su caracol, penetra, en el sentido sexual de la palabra, en
el oído de Mictlantecuhtli.24 Ahora bien, si el sonido de por sí fecun-
da, la palabra esculpida en la materia sonora puede tener un poder
aún más fecundante por los gérmenes semánticos que entraña, o las
formas preñantes que puede revestir el sonido puro. Además del sig-
nificado propio que puede tener una palabra como la que aquí se
analiza, los campos semánticos de palabras fonéticamente afines pue-
den provocar efectos paronomásticos y las afinidades sonoras, las cua-
les pueden ayudar a estabilizar su evolución en una forma verbal es-
table que sintetice, que cristalice, la idea mitológicamente difusa del
origen, la cual, al ser pronunciada o cantada, pueda hacerlo presen-
tir de manera visceral.
Trataremos a continuación de discernir, en los campos semánticos
y sonoros cercanos a la palabra Tamoanchan, los gérmenes léxicos,
morfológicos, sintácticos y sonoros que hacen que esta palabra “en-
carne” verbalmente el origen.

5.1. Una imagen verbal

Conforme a la evolución diacrónica del vocablo, según nuestra hipó-


tesis, sólo el sustantivo –chan,25 “casa” permanece como único elemen-
to aprehensible en términos semánticos. La percepción del núcleo
semántico “casa” en la secuencia sonora Tamoanchan es manifiesta
en algunas variantes que consideran tamoan y chan como dos partes
de una frase: Tamoan Ichan, xóchitl icacan.26
La casa, calli, es para la cultura náhuatl precolombina un centro,
un receptáculo matricial y un símbolo femenino-materno por lo que
su evocación despierta un gran número de asociaciones relacionadas
con un centro de vida, un origen.
En torno de este núcleo léxico se articulan morfemas y fonemas
que completan a nivel sémico la imagen verbal del origen.

24 Cf. P. Johansson, 1998, pp. 79ss.


25 El elemento léxico –chan que remite al concepto de “hogar” nunca se encuentra
solo e implica una construcción posesiva, o una composición sintagmática.
26 A. M. Garibay, Poesía náhuatl, p. 8.
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 304

304 patrick johansson k.

a] El incoativo –hua
Como muchos topónimos que remiten al principio y al fin (Quine-
huayan, Ximoayan, Teotihuacan) Tamoanchan entraña el sonido corres-
pondiente al impersonal –hua (oa) que desempeña en este contexto
una función incoativa, es decir, de algo que está comenzando.

b] ¿Tres sílabas o una palabra?


Al buscar expresar el ser mismo de lo que se evoca en un sonido,
la palabra Tamoanchan debe ser un eco de un sentido quizás no ple-
namente conceptualizado, todavía difuso pero no por eso menos sig-
nificativo. La vibración sonora, la acentuación, los fonemas /t/, /m/,
/ch/ con que inician cada una de las sílabas, así como el ritmo terna-
rio que conforman la palabra debidamente pronunciada, podrían te-
ner un valor individual y constituir una especie de mantra. En este ca-
so, las partes se impondrían fonéticamente al todo, la imagen sonora
generada por las tres sílabas permitiría una aprehensión cognitivo/a-
fectiva del origen sin que éstas tuvieran un valor semántico propio.27

c] Las nasales
Las tres sílabas de las que se compone el vocablo, son nasales: tam-
oan-chan. Ahora bien, en contextos culturales chamánicos, la nasali-
zación de ciertas vocales corresponde a una voz de ultratumba.28 La
sonoridad de Tamoanchan podría evocar, consciente o inconsciente-
mente, el mundo de la muerte fecunda en el que se encuentra el es-
pacio-tiempo al que corresponde.

5.2. Afinidades semántico-sonoras con otras palabras

En un mundo donde la analogía y la semejanza son elementos deter-


minantes en la construcción del sentido, la homofonía entre palabras
y los efectos paronomásticos que se producen en los textos rara vez
son coincidencias. Ahora bien, encontramos en la continuidad sono-

27 La forma tamiyoanichan se debe probablemente a la integración dentro de la pa-

labra, de un paroxismo vocálico iyo típico de la enunciación de los cuicatl y, por lo tan-
to, no constituye realmente una variante.
28 Cf. P. Johansson, “Nezahualcoyotzin icuic”, en Castálida, p. 13.
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tamoanchan: una etimología del origen 305

ra [tamoanchan] aquí analizada, elementos fonéticos que remiten a


otras palabras cuyo sentido podría haber contribuido a fijar dicha ape-
lación en el estado en el que se encontraba a principios del siglo XVI.
Además del predicado verbal tonemoachan “nuestra casa donde se
existe”, que permanece en el palimpsesto de la palabra, es posible,
por no decir probable, que tanto temoachan “la casa donde se baja”
o la “casa que se busca”,29 como tlamoloachan “la casa donde se dilu-
ye (algo)”30 hayan ayudado a determinar el estatuto sonoro del con-
cepto.
Asimismo, el fonema /a–/, que recuerda inconfundiblemente el
agua a(tl), está omnipresente en la palabra. El principio semántico-
sonoro sería el mismo, en este caso que el que se manifiesta cuando
el quiampero busca atraer la lluvia produciendo, con un bastón lleno
de semillas, el ruido cristalino del agua.

CONCLUSIONES

El carácter matricial del concepto, y del espacio-tiempo que lo obje-


tiva mitológicamente, el sentido del sintagma del que procede etimo-
lógicamente el significante verbal que le corresponde, así como la ico-
nicidad sonora presente en el nombre que lo evoca, sugieren que
Tamoanchan representa la culminación evolutiva de tonemoachan.
La “desgramaticalización” progresiva de la frase y su transforma-
ción paulatina en un nombre propio se realizó asimismo en función
de parámetros fonéticos, rítmicos, semánticos, mitológicos y más ge-
neralmente cognitivo-afectivos, que tendieron a “encarnar” el origen
en una palabra. El solo hecho de pronunciar esta palabra permitía
probablemente a los miembros habilitados de la colectividad, inter-
narse espiritualmente en los arcanos psíquicos donde se organiza cul-
turalmente la vida.

29 Temoa, puede ser el impersonal de temo “bajar” o temoa “buscar”.


30 En el mito de La creación del hombre, los huesos molidos son diluidos con la san-
gre del pene de Quetzalcóatl en el barreño matricial de Quilaztli (en Tamoanchan).
En el mito del Descubrimiento del maíz, antes de darlo de comer a los hombres, los dio-
ses lo mastican y lo diluyen con su saliva.
GuzmanBetancourt 19 5/11/04 2:35 PM Page 306

306 patrick johansson k.

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DE FLECHAS, DARDOS Y SAETAS. MIXCÓATL Y EL SIMBOLISMO


DE LAS FLECHAS EN LAS FUENTES NAHUAS*

GUILHEM OLIVIER**

Deidad estrechamente vinculada con la cacería y la guerra, Mixcóatl,


“Serpiente de Nube”, se caracteriza tanto en la iconografía como en
las fuentes escritas por llevar armas específicas. Para completar el es-
tudio del vocabulario relativo a esas armas –lo que constituye el tema
principal de este artículo– creo necesario presentar brevemente los
resultados de un análisis de las representaciones de este dios.
En efecto, algunos autores han propuesto que Mixcóatl, como re-
presentante de los chichimecas del norte, habría introducido el uso
del arco y de las flechas en el centro de México (Bernal, 1973:87-88,
Braniff y Hers, 1998: 58-59). Ahora bien, en los códices del grupo Bor-
gia, ninguna de las antiguas representaciones de esta deidad ostenta
un arco (figura 1).1 Es cierto que esta arma no aparece en ese grupo
de manuscritos. Pero en cambio, encontramos arqueros en códices
mixtecos cuyos estilo y época de realización los emparentan con los
códices del grupo Borgia (figura 2).2 Para el centro de México única-
mente se conservan manuscritos coloniales tempranos surgidos de
códices prehispánicos hoy desaparecidos. Así, en los Primeros Memo-
riales (1993: fol. 252r) se representan a los mimixcoa con arcos (figu-
ra 3). En la escultura mexica, encontramos dos personajes vencidos,
plasmados en los temalácatl-cuauhxicalli de Tízoc y de Axayácatl o Mo-
tecuhzoma Ilhuicamina, que portan el arco. Simbolizan las ciudades
de Tenayuca y Acolhuacan (Azteca Mexica, 1992: XLI) (figura 4). Apar-
te, el representante de Acolhuacan comparte varios atavíos con “Ser-

* Agradezco a Concepción Asuar la cuidadosa revisión de este texto y a Rodolfo Ávi-

la la realización de los dibujos.


** UNAM/IIH.
1 Aparece “Serpiente de Nube” con un propulsor, por ejemplo, en el Códice Borgia

(1963:15, 25, 50) y en el Códice Fejérváry Mayer (1994:4l).


2 Códice Bodley (1960:10, 14, 24); Códice Colombino (1966:XVI); Códice Selden 3135

(1964:12) y Códice Zouche-Nuttall (1992:10). Sobre el tema de las armas que aparecen
en los códices, véase el sugerente estudio de García Granados (1940:45-46).

[309]
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310 guilhem olivier

FIGURA1. Mixcóatl con el atlatl


(Códice Borgia, 1963:15)

FIGURA 2. Arquero mixteco


(Códice Zouche-Nuttall, 1992:10)

FIGURA 3. Mimixcoa con arcos


(Primeros Memoriales, 1993:
Fol. 252r)

FIGURA 4. Representante
de la ciudad de Acohuacan
(Azteca Mexica…, 1992:XLI)
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 311

piente de Nube”: adorno de plumas de águila o cuauhpilolli, varita co-


mo nariguera y, sobre todo, el antifaz negro y la pata de venado co-
mo orejera. Se puede proponer como hipótesis que existían dos tra-
diciones, una tal vez más reciente y aparentemente limitada al
altiplano central donde Mixcóatl está asociado al arco y otra, tal vez
más antigua, contenida en los manuscritos del grupo Borgia, donde
“Serpiente de Nube” aparece con un propulsor o átlatl. Veamos aho-
ra de manera más detallada los datos relativos a esas armas en las fuen-
tes escritas que nos hablan de Mixcóatl, llamado también Camaxtli.
Entre los documentos redactados en español, destaca la descripción
que hace Diego Durán (1995 II:81) de la estatua de esta deidad, para
las ciudades de Huexotzinco y Tlaxcala (figura 5):

La efigie deste idolo [Camaxtli] era de palo figurado en el una figura de in-
dio con una cabellera muy larga la frente y ojos negros […] en los molledos
tenía unos brazaletes de plata hechos a manera de unas ataduras engastadas
en ellos unas flechas tres en cada brazo […] en la mano derecha tenía una
esportilla de red […] en la izquierda tenía el arco y las flechas…

Más adelante, Durán (ibid., 82) describe los atavíos de un viejo sa-
cerdote que representaba a Mixcóatl durante la fiesta de quecholli:
“pintaban este indio de arriba abajo con aquellas bandas blancas […]
dábanle su arco y flechas y en la otra mano su esportilla”.
Por fortuna, tenemos también una descripción en náhuatl de esos
atavíos guerreros de Camaxtli, en la crónica del autor tlaxcalteca Juan
Buenaventura Zapata y Mendoza (1995:84-85):

FIGURA 5. Mixcóatl con arco


(Atlas Durán, 1995:26)
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312 guilhem olivier

grande era su barba y se dice que llevaba puesta su diadema de turquesa […]
Y otros atavíos más que tenía eran su arco y su flecha, así como aparece en al-
gunas de sus imágenes (hueyac yn itentzon yhuan mitohuan yxhuitzal yn icpac […]
yhuan ocçequi yn inechichiuh catca ytlahuitol ymiuh yuh neztica,cequi imachiyo).

El arco (tlahuitolli) y la flecha (mitl) aparecen en esas fuentes co-


mo las armas características de Mixcóatl.
Ahora bien, conviene examinar un pasaje de la Leyenda de los soles
(1992:94 [153])3 donde aparecen episodios míticos fundamentales
referentes a Mixcóatl. En uno de ellos el dios encuentra a la diosa Chi-
malman e intenta flecharla sin éxito. Después, Mixcóatl deja sus armas
y tiene relaciones sexuales con la que sería la madre de Quetzalcóatl.
Para lo que nos interesa aquí el pasaje importante es el siguiente:

Encontrando a la mujer Chimalman, en seguida pone en el suelo su escudo,


e inmediatamente deja su flecha y su propulsor (quihualnamic in chimalman
cihuatl nima ye quimana in ichimal nima ye quitema in imiuh in iyatlauh).

Aquí las armas de “Serpiente de Nube” son entonces el propulsor


(átlatl) y las flechas (mitl) (figura 1). Llama la atención que, tanto en
este último texto como en la crónica de Zapata y Mendoza, se utilice
el mismo término, mitl, para referirse a las flechas empleadas, sea con
el arco o con el propulsor.
Sin embargo, sabemos que el vocabulario relativo a las flechas era
muy amplio y preciso. Veamos algunos ejemplos: siguiendo con la
obra de Zapata y Mendoza (1995:84-85), se menciona que los chichi-
mecas usaban tres tipos de flechas: flechas de xicote (xicomitl), flechas
perseguidoras o de moscardón (tetotocamitl)4 y flechas de fuego (tle-
mitl).
Otra fuente indígena valiosísima para el vocabulario militar es el
libro XII del Códice Florentino. Tomemos el ejemplo del armamento de

3 El 94 corresponde a la página del texto náhuatl en la transcripción de Bierhorst,

la cifra entre corchetes a su traducción al inglés.


4 Luis Reyes García y Andrea Martínez Baracs (en Zapata y Mendoza, 1995:85) tra-

ducen tetotocamitl como “flechas perseguidoras”. También podría traducirse como “fle-
chas de moscardón”, lo que se asemejaría al tipo de flecha llamado “flecha de xicote”.
Sahagún (2000:1056) describe “otros moscardones que se llaman tzonhuatzalton o teto-
toca”. Este nombre no aparece en la parte náhuatl (CF, XI:102).
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 313

los habitantes de Tepoztlan, Tlaxcala, Tliliuhquitepec y Huexotzinco


quienes acompañaban a los españoles cuando entraron en la ciudad
de México-Tenochtitlan (CF, XII:41):5

Llegaron ataviados para la guerra, con su armadura de algodón, con sus es-
cudos, con sus arcos. Sus carcajes están llenos, repletos de flechas empluma-
das, algunas como arpones,6 algunas puntiagudas, algunas con puntas de ob-
sidiana (moiauhchichiuhtivitze imjchcavipil, inchichimal, intlatlavitol, inmjmjcon
tetentiuh, cacacatzcatiuh in totomjtl, cequj chichqujlli, cequj tihpontli, cequj itzmjtl).

Sin duda, la riqueza de este vocabulario se debía a las diferentes


categorías de flechas, dardos o lanzas arrojadas con arcos o propul-
sores. Sin embargo, vimos que se podía emplear la misma palabra,
mitl, tanto para flecha usada con arco como para flecha usada con
propulsor. Para profundizar en esta temática, no podemos dejar de
mencionar el texto que los informantes indígenas de Sahagún (CF,
II: 134-135)7 dedicaron a la fabricación de las flechas. Esta actividad
ritual tenía lugar durante la fiesta de quecholli que se celebraba pre-
cisamente en honor a Mixcóatl. El primer día se llamaba “se ofren-
da cañas (neacamaco)”. El día siguiente, “se enderezarán, se fortale-
cerán con fuego las cañas (tlatlemelaoaoz, motlemelaoaz in ácatl)”. El
tercer día se realizaba un ayuno para el éxito de la cacería de vena-
dos. Entonces:

se fabrican las flechas,8 se decía que los dardos nacieron. Y cuando los dardos
habían nacido se ayunaba […] Y cuando las flechas habían nacido, nadie dor-
mía con mujeres y los viejos no tomaban pulque […]. Y cuando se fabricaban

5 Traducción mía. Veáse también CF, XII:56.


6 Chichiquilli, “flecha, harpon” (Molina 1970:fol. 20r). Volvemos a encontrar la pa-
labra chichiquilli en los Anales de Cuauhtitlan (1992:94) para designar precisamente las
armas de los huexotzincas.
7 Traducción mía.
8 Para traducir las palabras ácatl, mitl, tlacochtli y tlaxichtli, he optado respectivamen-

te por “caña, flecha, dardo y saeta”. Ahora bien, el diccionario de Molina (1970:fol.
57r, 118r, 145v) propone para mitl, “saeta o flecha”, para tlacochtli, “flecha” y para tla-
xichtli “passador que se tira con ballesta”. En cuanto a Durán (1995, I:159), explica que
“tlacochtli, que quiere decir vara ó lança arrojadiza, dardo ó açagaya”. Este último tér-
mino, “azagaya”, significa según Martín Alonso (1991:597), “lanza o dardo pequeño
arrojadizo”.
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314 guilhem olivier

las flechas, se hacía su medida, se fabricaban todas iguales, perfectas y las sae-
tas eran todas iguales […]. Ataban bien las cañas con fibra de maguey, las ata-
ban bien con fibra de maguey para que la saetas no se henden por dentro,
las pegan, las aprietan9 para que estén bien fïrmes, para que estén bien cla-
vadas.10 Y cuando las habían arreglado bien, en seguida las cubrían con resi-
na de pino en las puntas y también en las bases, se hacía rápido (muchioa in
mjtl: mjtoaia tlacati in tlacochtli. Auh in jquac tlacatia tlacochtli: neçaoaloia […].
Auh in jquac tlacatia mitl, aiac cioacochia: auh in vevetque, amo quja in vctli […].
Auh in muchioaia mjtl, oalqujça itamachiuhca, çan much ixqujch, in muchioaia: auh
in tlaxichtli, çan much ixqujch […] vel qujchtecuja in ácatl vel ichtica qujtetecuja,
injc amo cujtlatzaianjz in tlaxichtli: tzacupan in coquetza, injc vel tilinjz, njc vel tzit-
zicaz. Auh in oconcencauhque: niman ie ic cocotzovia, in jquac, yoan itzintlan, çan
iciuhcan muchioa).

En este testimonio excepcional, se emplean, por lo menos, cuatro


términos, ácatl, tlacochtli, mitl y tlaxichtli, para referirse a dichas flechas.
Aunque estas palabras necesariamente tenían un significado propio,
no ha sido posible asociarlas aquí a un tipo de flecha específico. Si
bien la palabra ácatl parecería referirse la materia usada para reali-
zar las flechas, los otros términos, tlacochtli, mitl y tlaxichtli, se usan apa-
rentemente de manera indistinta.11
Para completar el expediente linguístico, conviene examinar un
interesante problema de traducción relativo a un pasaje de la obra de
Chimalpain (1997:138-9): “Y cuando escucharon esto los mexica en-
seguida se proveen de flechas; elaboraron puntas de varas y céspedes”
(Auh yn oquicaque yn mexica niman ye yc momitia; quichiuhque yn tlatzon-
tectli yhuan cueptli). Castillo, a quien se debe esta traducción,12 expli-
ca en una nota:

9 Dibble y Anderson (CF, II:135) traducen: “They set [the points] in glue so that

they would indeed hold fast.”


10 Otra posible traducción sería: “para que estén bien tendidas [con el arco], para

que se claven bien”.


11 La palabra mitl podría referirse más bien a las puntas de las flechas como lo se-

ñala la palabra itzmitl citada en el Códice Florentino (CF, XII:41). Agradezco a Víctor Cas-
tillo Farreras quien me señaló esta posible interpretación.
12 Durand-Forest (1987:l09) siguió a Molina y traduce: “Lorsqu’ils entendirent ce-

la, les Mexicains convinrent de tenir conseil”, Rendon (1965:93) propone: “Lo supie-
ron los mexicas que pronto se les iba a acosar a flechazos”.
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 315

El término tlatzontectli puede indicar “cosa juzgada”, tal como lo registra Mo-
lina, pero también el resultado de cortar los remates de algo, como las varas
o manera de lanzas que se ven en la Matrícula de tributos (1991: lám. 22).13 Pa-
ra Alvarado Tezozómoc (1980:246) es, claramente, “dardo, vara tostada”.

Ahora bien, para abundar en la discusión sobre el significado de


la palabra tlatzontectli acudiré a un pasaje de la obra de Durán (1995,
II:48). Al describir al dios Tezcatlipoca, menciona el dominico que
“en la mano derecha tenia quatro saetas que le significaban el casti-
go que por los pecados daba a los malos”. También Alvarado Tezozó-
moc (1980:239, 529) proporciona el significado de las flechas, junto
con un arco, que se colocaban en el suelo, al lado derecho del tlatoa-
ni, al llamarlas “su justicia ‘o’ señal de su justicia”. El hecho de que
las flechas sean símbolos de “castigo” o “señal de justicia” podría en-
tonces explicar el doble significado del término tlatzontectli, a la vez
“cosa juzgada” (Molina, 1970:fol. 143r) y “dardo, vara tostada” (Alva-
rado Tezozómoc, 1980:246).
Otro fenómeno merece ser examinado en cuanto al vocabulario
de las flechas. En efecto, las palabras mitl, tlacochtli y ácatl podían usar-
se, en grupos de dos, para expresar el término genérico, “flecha”. Al
describir a los chichimecas, los informantes de Sahagún (López Aus-
tin, 1985:300, 317) afirman que “vienen portando sus pertenencias:
la caña, el dardo (ic no intlatquj ietinemj, in ácatl, in tlacochtli)”. Para de-
signar las armas conservadas en dos edificios llamados Tlacochcalco,
los informantes del franciscano usan la expresión in tlacochtli, in mjtl
(CF, II:183, 193). En fin, la combinación ácatllmitl se encuentra en la
descripción de un tipo de chapulín, el acachapoli: “Su nombre provie-
ne de caña, es decir flecha, porque cuando vuela, es como si alguien
arrojara una flecha (in itoca itech qujça in ácatl: qujtoznequj mjtl: ipampa
inic patlanj,iuhqujn tlamjna)” (CF, XI:96). Constatamos, entonces, que
cada una de las tres palabras, ácatl, mitl y tlacochtli, puede combinarse
con otra para dar el sentido general de “flecha”. De alguna manera
la variedad del vocabulario relativo a las flechas vuelve a quedar ma-
nifiesta en las diferentes lecturas posibles del glifo “flecha” en los có-
dices. En un estudio minucioso, Marc Thouvenot (1999:161) encon-

13 En su comentario de este manuscrito, Castillo (en ibid., 78) traduce la glosa de

la lámina 22, cenxiquipilli tlatzontectli como “8000 remates o puntas de otate”.


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316 guilhem olivier

tró, para lo que llama “el elemento mitl”, nada menos que trece valo-
res fónicos: “aca-, cacal-, chichimeca, cotz-, itz-, mamalhuaz, mi-, mic-, min-,
mina, mitl, tlacoch-, zo”.
Regresamos a Mixcóatl y a otros personajes vinculados con él lla-
mados mimixcoa. La Leyenda de los soles (1992:92 [150]) narra cómo el
Sol decidió entregar a estos últimos armas para realizar la Guerra Sa-
grada y alimentarlo a él:14

Y en seguida el Sol ordena a los 400 mimixcoa: les da flechas y les dice: “Aquí
está con que me servirán de beber, con que me daran [de comer]”–y un es-
cudo. Y las flechas, flechas preciosas despliegan plumas remeras de quetzal,
despliegan plumas remeras de garza, despliegan plumas remeras de zacuan,15
despliegan plumas remeras de cuchareta rosada,16 despliegan plumas reme-
ras de tlauhquéchol,17 despliegan plumas remeras de xiuhtótotl 18 (Auh niman
ye quinnahuatia in tonatiuh in çentzontin mixcohua ye quinmaca in mitl quimilhui
iz catqui inic annechatlitizque inic annechtlamacazque ihuan chimalli auh in mitl
tlaçomitl quetzalmamazço aztamamaço çaquanmamaço teoquecholmamaço tlauhque-
cholmamaço xiuhtotomamaço).

Los mimixcoa flechan pájaros, nada más juegan, se emborrachan y


duermen con mujeres. “Y en seguida el Sol ordena también a los cin-
co de aquí que nacieron a lo último: en seguida les da la flecha de
maguey o blanca,19 les da el escudo divino (auh niman ye no quinahua-

14Traducción mía.
15Gymnostinops montezuma, según López Austin y García Quintana (Sahagún,
2000:1352).
16 “Quecholli auténtico”, Ajaia ajaia, según López Austin y García Quintana (Saha-

gún, 2000:1321).
17 “Quecholli brillante”, Ajaia ajaia, según López Austin y García Quintana (Saha-

gún, 2000:1321).
18 “Ave de fuego”, Cotinga amabilis, según López Austin y García Quintana (Saha-

gún, 2000:1346).
19 Bierhorst (Leyenda de los soles, 1992:150) traduce tziuhacmitl como “thorn darts”,

y Graulich (1997:443) como “dards-épines”. El mismo término aparece en los Primeros


Memoriales (Sahagún, 1997:99) y los estudiosos han propuesto “cactus arrow” (Thelma
Sullivan en ibid.); “cactus spine arrow” (Seler, 1991:235) y “flecha de cacto” (León-Por-
tilla en Sahagún, 1958:123). Según los informantes de Sahagún (CF, XI:218), tzihuactli
es “un pequeño maguey (metontli)”. En composición, tzihuactli puede significar “blan-
co” como en tzihuaccopalli, “copal blanco” (Sahagún, 2000:819). Este color está estre-
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 317

tia in tonatiuh in macuiltin iz çatepan tlacatque niman ye quinmaca in tziu-


hacmitl quimaca in teuchimalli)”. Por supuesto, los cinco mimixcoa ven-
cen a los 400 que no habían cumplido con su deber de alimentar al
Sol. Michel Graulich (1997:438, 443) se percató del simbolismo de
esas diferentes categorías de armas: las flechas emplumadas aluden
a los ricos sedentarios, mientras que las flechas de maguey caracteri-
zan a los chichimecas nómadas y pobres, que finalmente son los ven-
cedores.
Respecto a las armas de los cinco mimixcoa, conviene añadir que
otra deidad considerada como un aspecto de Mixcóatl, Amímitl, os-
tentaba precisamente este tipo de flecha (Sahagún, 1993:fol. 264v)
(véase la figura 6 en la página siguiente). Según los informantes de
Sahagún en Tepepulco (ibid., 1997: 107), “En su mano está su dardo
de maguey o blanco (ytzivactlacauh yn imac icac)”.20 La volvemos a en-
contrar entre los atavíos de Otontecuhtli descritos en esa misma fuen-
te (ibid., 1993:fol. 262r) (véase la figura 7 en la página siguiente): “En
su mano está el dardo de maguey o blanco, la flecha de maguey o
blanca (tzioactlacuchtlj tzivacmitl, yn imac, yvac)” (ibid., 1997:99).21
Ahora bien, los vínculos de Otontecuhtli, dios principal de los oto-
míes, con Mixcóatl son muy estrechos, aunque queda por realizar un
estudio comparativo detallado. Nos limitaremos a señalar que Mix-
cóatl es llamado por los informantes de Sahagún (CF, II:136-137) “dios
de los otomíes” y que encontramos su nombre en esta lengua en el
vocabulario trilingue español-náhuatl-otomí de fray Alonso Urbano
(1990), E ttaxacacquengüy, cuya traducción es “Blanca Serpiente de
Nube”.22

chamente vinculado con “Serpiente de Nube”, ya que uno de sus nombres es precisa-
mente Iztac Mixcóatl.
20 Seler (1991:254) propone: “He holds in his hand his cactus-spine spear”; León-

Portilla (Sahagún, 1958:139): “con una mano tiene su venablo de cacto” y Thelma Su-
llivan (Sahagún, 1997:107): “In his hand is his cactus spear”.
21 Seler (1991:235) propone: “His shield is trimmed with feather balls and the cac-

tus spine spear is sticking in it. He carries the cactus spine arrow in his hand”; León-
Portilla (Sahagún, 1958:123): “su escudo con la orilla de plumas finas y sobre él sus
dardos de cacto, en una mano está puesto su flecha de cacto” y Thelma Sullivan (Sa-
hagún, 1997:99): “His shield is edged with feather balls on which are small cactus
spears. In his [other] hand is a cactus arrow”. Propongo que los dos términos, tzioac-
tlacuchtlj tzivacmitl, se refieren a la misma arma.
22 Véase al respecto el excelente estudio de Carrasco (1998:24-25).
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318 guilhem olivier

FIGURA 6. Amimitl con el tzi- FIGURA 7. Otontecuhtli con el


huactlacochtli (Primeros Memo- tzihuactlacochtli (Primeros Memo-
riales, 1993:fol. 264v) riales, 1993:fol. 262r)

Pero regresamos con las flechas y sus lazos con “Serpiente de Nu-
be”. Varios autores nos han dejado, desgraciadamente sólo en espa-
ñol, la descripción de su bulto sagrado o tlaquimilolli. Durán (1995,
II:82), por ejemplo, habla de un bulto que contenía instrumentos pa-
ra sacar fuego, plumas y “…flechas quebradas viejas que debían de
haber sido de aquel dios con un arco pequeño y así es que aquellas
insignias fueron con las cuales guió a los chichimeca…” Otras flechas
aparecen como “reliquias” de los tlaxcaltecas y seguramente pertene-
cían al bulto sagrado de Mixcóatl. Escuchemos al franciscano fray To-
ribio de Benavente o Motolinía (1985:112):

[Los tlaxcaltecas] tenían dos saetas, las cuales guardaban como preciosas re-
liquias y las tenían por principal señal para saber si habían de vencer la bata-
lla, o se debían de retirar con tiempo […] Cuando salían a la batalla llevaban
aquellas saetas dos capitanes, los más señalados en esfuerzo, y en el primer
reencuentro herían con ellas a los enemigos, arrojándolas de lejos, y procu-
raban hasta la muerte de tornarlas a cobrar; y si con ellas herían y sacaban
sangre, tenían por cierta la victoria […] y si con las dichas saetas no herían a
nadie ni sacaban sangre, lo mejor que podían se retiraban, porque tenían
por cierto agüero que les había de suceder mal en aquella batalla.
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 319

El vínculo de Mixcóatl con las flechas se expresa también a través


de un testimonio en lengua náhuatl que nos habla de la fama de los
habitantes de Cuauhtitlan y de sus antepasados, “de su flecha y de su
dios llamado Mixcóatl” (yn mitl yhuan yn inyeuh yn itoca mixcohuatl),
Anales de Cuauhtitlan (1992:56 [97]).
Ahora bien, ¿acaso se puede ahondar en el significado de la flecha
y acercarnos a su simbolismo en relación a “Serpiente de Nube”? La
asociación de la flecha con las actividades guerreras es evidente y, en
efecto, el difrasismo mitl chimalli, “flecha, escudo” significaba “gue-
rra”.23 Recordemos que las flechas y los escudos son las armas propor-
cionadas por el Sol para realizar la guerra sagrada. De hechos algu-
nos elementos permiten pensar que la flecha llegaba a representar la
imagen del propio guerrero. Las Casas (1967, II:464) afirma que si el
guerrero:

moría en la guerra y podían haber el cuerpo, allí lo quemaban sin ceremo-


nias, y cuando volvían de la guerra traían una saeta del muerto que habían
quemado y dábanla a los de su casa, los cuales la componían y ataviaban y la
tenían por imagen del muerto, y vestida de las insignias del sol, quemábanla.

El valor de este testimonio se destaca al examinar el siguiente ada-


gio náhuatl (CF, VI:224):

Es realmente mi flecha, es realmente tu flecha. Se dice de algo que guardo


para mí, que es realmenle mi propiedad […] También se podía entender an-
taño que se refería al que tomó un cautivo en la guerra. Después viene un se-
gundo que agarró uno de sus brazos o pierna y después un tercero que aga-
rró también uno de sus brazos o pierna y después un cuarto que agarró
también uno de sus brazos o pierna. Éstos, el que cautivó y los que cautiva-
ron con la ayuda de otros dicen: “Es realmente mi flecha”. Pero si más tarde
alguien llega e iba a tomar un brazo o una pierna cuando el cautivo ha sido
tomado ya, se dice: “No era realmenle su flecha” (Vel nomjuh, vel momiuh. Itech-
pa mjtoa: in tlein njcnopialia, in vel naxca, in vel noiocauh […]. No vel itech moca-
quja in e vecauh: in aqujn tlamaia iaoc: njman oallauh in concaiotia, cana ce ima,
anoço icxi: njman oc ce tlaiecaiotia, ce no cana ima, anoço ijcxi: njman tlanauhcaio-

23 Molina (1970:fol. 57v); García Quintana (1980:74-75, 81); CF, VI:50; CF, XII:57;

etcétera.
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320 guilhem olivier

tia, no ce cana ima, anoço ijcxi: in iehoatl in, tlamanj, ioan in tepallama: qujtoa. Vel
omjuh: auh intla aca çatepan oallaz, intla canaz ce maitl, anoço icxitl in ie oaxioac:
mjtoa. Amo vel iomjuh).

Si bien según esos dos textos, la flecha también representa de ma-


nera metafórica al cautivo de guerra, no es de sorprender su presen-
cia en el bulto sagrado de Mixcóatl. En efecto, “Serpiente de Nube”
y los mimixcoa representan por supuesto el modelo de los guerreros
valientes así como a las víctimas sacrificiales por excelencia. El mito
de origen de la Guerra Sagrada lo demuestra claramente. Otros ele-
mentos, en particular iconográficos, confirman el papel de víctima
sacrificial de Mixcóatl. Basta mencionar su pintura corporal rayada
de blanco y rojo. Los nahuas llamaban a los que la usaban uauantin,
“los rayados” (CF, II:45, 46, 49, 203-204, etc.). Resulta muy significati-
vo que también se designara así a los futuros sacrificados (ibid.).
Por supuesto, no pretendo haber agotado en esas páginas el estu-
dio del vocabulario y del simbolismo de las flechas en relación con
Mixcóatl. Quedaría por examinar, entre otros temas, las connotacio-
nes sexuales de esas armas. Ahora bien, este primer acercamiento ilus-
tra algunas posibilidades que ofrece el análisis de un vocabulario es-
pecífico, cuando se realiza sin desvincularse de las sociedades que
crearon y pensaron artefactos, tanto materiales como lingüísticos.

SIGLAS

ADV Akademische Druck-u. Verlagsanstalt, Graz.


CF Véase Códice Florentino.
CNCA Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
ECN Estudios de Cultura Náhuatl, IIH, UNAM.
FCE Fondo de Cultura Económica.
IIH Instituto de Investigaciones Históricas.
INAH Instituto Nacional de Antropología e Historia.
SMA Sociedad Mexicana de Antropología.
UNAM Universidad Nacional Autónoma de México.
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el simbolismo de las flechas en las fuentes nahuas 321

BIBLIOGRAFÍA

Alonso, Martín, Enciclopedia del idioma. Diccionario histórico y moderno de la len-


gua española (siglos XII al XX), México, Aguilar, 1991 [1947].

Anales de Cuauhtitlan, John Bierhorst, Codex Chimalpopoca. The text in nahuatl


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LA IMAGEN DE LA MALINCHE EN LA ÉPOCA


DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA Y EN EL SIGLO XX

ELVIA FRANCO GARCÍA*


GABRIELA ESTELA CORTÉS SÁNCHEZ*

INTRODUCCIÓN

La imagen de La Malinche ha sido concebida de diversas maneras por


autores de distintas épocas y diferentes culturas. La representación de
cada autor es el producto del momento histórico que le tocó vivir, su
origen, su concepción del mundo y, sobre todo, de los principios e in-
tereses de su propia cultura. Aquí recurrimos a la hermenéutica, a las
culturas híbridas con sus respectivos valores y a la imagología para ana-
lizar, interpretar y comparar la imagen de La Malinche en tres cróni-
cas del siglo XVI sobre la conquista española en México, redactadas
por el célebre cronista Bernal Díaz del Castillo, el mestizo Diego Mu-
ñoz Camargo, y el indígena nahua Hernando Alvarado Tezozómoc;
así como en cuatro obras del siglo XX escritas por el escritor español
Salvador de Madariaga, el afamado estadunidense Gary Jennings, y los
prestigiados mexicanos Octavio Paz y Carlos Fuentes. Cabe mencio-
nar que, por su longitud, este trabajo incluye sólo algunos de los as-
pectos de un estudio más amplio que no ha sido aún publicado.

1. MARCO TEÓRICO

1.1. El enfoque hermenéutico

La visión hermenéutica de Apel, Habermas, Ricoeur y Dilthey, indica


que en las ciencias humanas el sujeto de investigación y el investiga-
dor se pueden comunicar mutuamente. Las acciones de los miembros
de cada comunidad se constriñen por sus normas, reglas y tradiciones

* UNAM/FES-Acatlán.

[325]
GuzmanBetancourt 21 5/12/04 8:30 AM Page 326

326 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

socioculturales; sin embargo, la complejidad de esta red de relaciones


sociales, mutuamente definidas, dificulta que el acceso a ellas resulte
científico. Es decir, resulta imposible que el investigado y el investiga-
dor se aparten de sus principios y entornos sociales; no obstante, al
analizar sus valores, creencias y funciones sociales, es posible justificar
sus acciones y las razones por las que se produjeron los textos.
Los estudios de hermenéutica son inherentemente interactivos y
producen un autoconocimiento. Por esta razón, se seleccionó a la
hermenéutica como un mediador cultural que conlleve a la construc-
ción de un análisis con el cual se corrigen distorsiones e interpreta-
ciones erróneas. Asimismo, para la reconstrucción teórica de las si-
tuaciones en las que las acciones comunicativas fueron producidas,
se retomó el concepto de historia crítica propuesta por Habermas
(1972).

1.2. Las culturas híbridas, sus valores y creencias

Para el método de interpretación se consideraron como elementos


inseparables los principios, los valores y el entorno social del investi-
gador y del objeto de estudio, ya que el género literario del cual se
extrae la imagen de La Malinche pertenece al mundo de las cultu-
ras híbridas que se definen no sólo como el encuentro de dos culturas,
sino también como la mezcla de tradiciones humanas contradictorias.
Se entiende que los individuos pertenecientes a culturas diferentes de
la nuestra tienen valores distintos, por lo que, para entenderlas, res-
petarlas y lograr comunicarnos con ellas, se debe tener una mentali-
dad abierta. De acuerdo con Rokeach (1973:5 McEntee 1998:486),
un valor es: “una creencia relativamente permanente con la que, pa-
ra una situación particular, un modo específico de conducta es pre-
ferible personal o socialmente a otras formas de conducta”.
Los valores tienen como objetivo guiar la conducta y sirven para
orientar las acciones, actitudes, juicios y comparaciones. Con el pro-
pósito de lograr una reconstrucción cercana a la imagen, pero respe-
tando la perspectiva de La Malinche de cada autor, se establecieron
los valores de las sociedades de cada una de las culturas a la que los
autores pertenecen y se analizaron las características propias de cada
una.
GuzmanBetancourt 21 5/12/04 8:30 AM Page 327

la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 327

1.2.1. La sociedad española

Los españoles del siglo XVI se encontraban influidos por el Renaci-


miento. El Humanismo revivió los afanes personales para lograr una
existencia más placentera. La vida social se transformó como resulta-
do de la reflexión y de la crítica; y, a pesar de ser el resultado del tra-
bajo individual, la cultura sirvió a la colectividad. Como elemento de
unidad nacional, los países conquistadores imponían su lengua en los
territorios conquistados. Los compromisos de los conquistadores es-
pañoles, ante la monarquía que los apoyaba, eran organizar expedi-
ciones, fundar nuevas ciudades, propagar la fe católica, ampliar los
dominios y entregar a los monarcas la quinta parte de las riquezas ob-
tenidas. A cambio de lo anterior, los conquistadores recibían títulos
de nobleza, el gobierno de las tierras sometidas y el derecho a distri-
buir, entre los miembros de la expedición, las riquezas que se obtu-
vieran (Toledo y Téllez, 1997:164-169).

1.2.2. La sociedad estadunidense

Con respecto a los valores de la cultura estadunidense, Vander Zan-


dem (1965) y Hall y Hall (1990) (McEntee, 1998:512) mencionan el
materialismo, el trabajo y la acción, el progreso, el éxito, la raciona-
lidad, la democracia, la igualdad, el humanismo, el individualismo,
la informalidad, las buenas costumbres, la franqueza, la honestidad,
la comunicación breve y directa, la igualdad y el altruismo. También
indican que el americano se caracteriza por planear y programar los
procedimientos que lo conduzcan al logro de sus metas, particular-
mente aquéllas a corto plazo.

1.2.3. La sociedad mexicana

Con respecto a los valores que caracterizan a la sociedad mexicana,


Alduncin Abita (1986:13 Eileen McEntee, 1998:511), señala su reli-
giosidad acendrada, su mayor aprecio por lo importante que por lo
urgente, el predominio de lo que queda sobre lo que pasa; su corte-
sía refinada, su espíritu de tolerancia, su esencial y exclusivo sentido
del humor que, de punzante, llega a burlarse y reírse de sí mismo; y
su sutil penetración en los motivos de la conducta del prójimo. Entre
los valores de logro ligados con la modernidad, Alduncin Abita men-
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328 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

ciona su iniciativa, esfuerzo, ambición, perseverancia e independen-


cia; y entre los valores de convivencia, incluye su honradez, respeto,
dignidad, solidaridad, orgullo, resistencia, tolerancia, resignación y
conformismo. Con relación a los valores de la mujer mexicana, Al-
duncin Abita indica que se espera que ésta sea limpia, hogareña, in-
teligente, femenina, trabajadora, honesta, discreta, religiosa, casta,
abnegada, sensual, apasionada, audaz, aguantadora, sufrida y sumisa,
entre otros.

1.2.4. Valores compartidos

Se retomaron los conceptos de estado logrado y estado imputado pro-


puestos por Trompenaars (McEntee, 1998:520), con los que explica
los motivos por los que todas las sociedades conceden a algunos de sus
miembros un poder social o un estatus mayor que a otros. El estado
logrado se instituye por la acción de sus miembros y se refiere a que
el estatus y el poder social se otorga con base en los logros. El estado
imputado se fundamenta en el ser y se refiere a que el estatus y el po-
der social se concede por ciertas cualidades inherentes a sus miem-
bros, como son la edad, el sexo, la clase social y la familia. A grandes
rasgos, se encontró que los americanos valoran el estado logrado, y
que los españoles y los mexicanos valoran el estado imputado.
Se consideraron también los valores de individualismo y colectivis-
mo. Hofstede (1991:51 McEnte 1998:531-534) señala que el indivi-
dualismo se refleja en las sociedades cuyas relaciones entre sus miem-
bros son abiertas, “la expectativa es que todo el mundo se cuida a sí
mismo y a su familia inmediata”. El colectivismo se proyecta en las so-
ciedades en las que las personas desde su nacimiento son integradas
a grupos fuertes y cohesivos, “los que protegen a la persona a cambio
de su lealtad absoluta”. Estados Unidos y España se identifican con el
individualismo, y México, con el colectivismo.
Se distingue, además, lo que Hofstede (McEntee, 1998:536-537)
señala como masculinidad vs. feminidad. La masculinidad se refiere
a las sociedades que tradicionalmente relacionan los roles o papeles
sociales con el género. En estas sociedades, los hombres se enfocan
al éxito material y son considerados como más asertivos y fuertes, y
las mujeres deben ser más tiernas y se preocupan por su calidad de
vida. La feminidad se refiere a las sociedades que traslapan a fun-
ciones sociales con el género, es decir, tanto los hombres como las
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la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 329

mujeres se interesan por su calidad de vida y deben ser modestos y


tiernos. México es potencialmente masculino, Estados Unidos cons-
tituye un país moderadamente masculino y España aparece como mo-
deradamente femenino.

1.3. La imagología

Pageaux (Brunel y Chevrel, 1994:102-105) ubica a la imagología co-


mo frente pionero de la literatura comparada. Su objetivo es estudiar
el imaginario social, vinculado con la historia, con ritmo, principios
y leyes propias. La imagología ayuda a tomar conciencia crítica de la
cultura, la revisa y permite una reapropiación de ésta, y enumera y
analiza los discursos sobre el otro.
La imagen literaria es el conjunto de ideas acerca del extranjero
insertas en un proceso de literalización y socialización, que obliga al
investigador a tomar en cuenta el texto literario, sus condiciones de
producción y difusión, y cualquier material cultural con el que se ha-
ya escrito. La imagen es la expresión, literaria o no, de una separa-
ción significativa entre dos órdenes de realidad cultural. El individuo
o grupo que la elabora comparte o propaga, revela y traduce el espa-
cio cultural e ideológico en el que se sitúa. La imagología se aboca al
estudio de las fuerzas que rigen una cultura y al sistema de valores
que fundamentan sus mecanismos de representación, esto es, los me-
canismos ideológicos con los que, al describir al otro, se transmite la
imagen de sí mismo.

2. LA MALINCHE EN EL SIGLO XVI

Bernal Díaz del Castillo (Martínez, 1985:225) escribe la Historia verda-


dera de la conquista de la Nueva España de manera autobiográfica. Su
crónica no muestra los puntos de vista de otros cronistas. Al describir
a “Doña Marina”, Bernal Díaz del Castillo (Martínez, 1985:247-248)
enaltece su imagen y le da un estatus social de igualdad con respecto
a Cortés, pero de superioridad con respecto a los soldados españoles
incluido él mismo. Crea un aura de nobleza alrededor de ella que la
convierte en una bella princesa indígena, que es reconocida y respe-
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330 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

tada tanto por los españoles protagonistas de la conquista como por


los indígenas. Esta característica de engrandecer lo natural corres-
ponde al pensamiento renacentista de la época, con el que se inten-
ta rescatar todo lo bello.
Bernal elogia, asimismo, la lealtad de La Malinche y la describe
como buena lengua, excelente mujer, bien parecida, bondadosa, hu-
milde, generosa, sumisa, leal y obediente. Sus descripciones reflejan
los intereses del grupo que participó en la conquista de la Nueva Es-
paña.
Su relato sobre el cambio de religión de La Malinche proyecta las
capitulaciones referentes a la propagación de la fe católica. Bernal
narra que La Malinche fue la concubina de Jerónimo de Aguilar y,
que habiendo tenido un hijo ilegítimo de Cortés, fue casada con Juan
Jaramillo. Las acciones de La Malinche son contrarias a la religión
cristiana pero Bernal presenta las imágenes subyacentes con indife-
rencia, ya que a La Malinche, al igual que a María Magdalena, se le
perdonaron todos sus pecados e, incluso, el hecho de ser indígena.
Esta proyección positiva de la imagen de La Malinche la favorece tan-
to a ella como a los conquistadores. Las narraciones de Bernal tienen
por objeto relatar el cumplimiento de las capitulaciones para recibir,
además de reconocimiento, lo prometido por la Corona.

Diego Muñoz Camargo, mestizo tlaxcalteca y funcionario de Tlaxcala,


tuvo a su cargo la tarea de escribir la Descripción de la ciudad y provin-
cia de Tlaxcala. Para reclamar privilegios concedidos por su colabora-
ción, a los tlaxcaltecas les interesó relatar su participación en la con-
quista de la Nueva España como aliados de los españoles. Muñoz
Camargo (Martínez, 1985:538) describe a los españoles y a La Malin-
che con admiración y sorpresa, menciona que:

como dioses llevaban una espada y una ballesta y otra nueva más extraña que
era que traían consigo a una mujer, y que era hermosa como diosa porque
hablaba la lengua mexicana y la de los dioses, y que por ella se entendía lo
que querían y que se llamaba Malintzin (pero como había sido bautizada, la
llamaron Marina).

Se observa, asimismo, el predominio del Renacimiento de la épo-


ca, ya que los países conquistadores imponían su lengua en los terri-
torios conquistados, lo que era un elemento de unidad nacional. Su
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la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 331

pensamiento no desconcierta, pues Muñoz Camargo era un hombre


de letras.
Contrariamente a Bernal Díaz del Castillo, Muñoz Camargo señala
que había diferentes versiones sobre el nacimiento y la procedencia de
La Malinche. Por otra parte, al hablar de la lengua española como la
“nuestra”, Muñoz Camargo (Martínez, 1985:541) manifiesta su adhe-
sión y lealtad para los que él considera su gente, los mestizos y los es-
pañoles pero, al mencionar las costumbres de “ellos”, los conquistado-
res, se excluye de ellas. Al decir “ellos”, los españoles, y la “nuestra”, la
lengua, confirma su pertenencia a una cultura nueva y diferente. Es-
tas contradicciones se resumen en las palabras expresadas por Octavio
Paz (1950:96): “el mexicano no quiere ser ni indio ni español”.
Las imágenes que emanan de la crónica de Muñoz Camargo son
positivas y equitativas tanto para La Malinche como para los españo-
les, lo que explica su pertenencia a una cultura híbrida.

Hernando Alvarado Tezozómoc fue un “indio con sangre íntegra con


amor a lo suyo cual ninguno” (Martínez, 1985:557-558). Tezozómoc
nació en México entre 1525 y 1530. Fue un noble descendiente del rey
Moctezuma, lo que le facilitó su acceso a los libros, los registros y las
tradiciones que se guardaban, con los que escribió la Crónica mexicana.
Tezozómoc (Martínez, 1985:564-566) describe la llegada de los espa-
ñoles a San Juan de Ulúa o Veracruz y relata la manera tan respetuosa
con la que se dirigían a La Malinche los emisarios de Moctezuma. La
llamaban “señora e hija nuestra”, “señora”, o “hija y señora”. Sin em-
bargo, Tezozómoc no la identifica como Malinche o Malintzin y, con
recelo, más que respeto, se refiere a ella como “Marina”, “la Marina”
o “la india Marina”. La Malinche representa para él una persona, si no
inferior, cuando mucho igual que él; pero, aunque no lo exterioriza,
ésta podría ser la forma de expresar su jerarquía. Los relatos de Tezo-
zómoc evidencian su conocimiento de las costumbres indígenas.

3. LA MALINCHE EN EL SIGLO XX

Salvador de Madariaga nació en La Coruña (Galicia), España en 1886


y falleció en 1978. Entre sus novelas destaca El corazón de piedra verde
(1942). A través de sus personajes, Madariaga pretende encontrar las
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332 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

raíces del mestizaje. En esta obra, el personaje de La Malinche es se-


cundario y la imagen que proyecta es contradictoria. La presenta co-
mo una mexicana bonita, noble, inteligente, sincera y pudorosa, con
un interés por Cortés hasta cierto punto romántico, pero pone en du-
da su origen noble, con lo que la ubica en una clase social inferior.
Esto se explica por tres razones: los españoles del siglo XX valoran el
estado imputado que se otorga con base en cualidades inherentes a
los individuos; España se caracteriza actualmente como un país mo-
deradamente feminista que usa la negociación y la diplomacia para
la resolución de conflictos; y, en la sociedad española del siglo XX, se
considera que todas las personas son importantes y se preocupan por
su cuidado y por las relaciones interpersonales.
Madariaga (1976:486-487), al describir a La Malinche como “la ba-
rragana de Puerto Carrero”, utiliza un adjetivo que puede tener dos
connotaciones: la compañera o la amante. Si consideramos sólo la úl-
tima, encontraremos que en España y otros países individualistas, de-
cir lo que se piensa es atributo de una persona honesta.
Madariaga (1976:488) relata la facilidad y la naturalidad con la que
La Malinche le anuncia a Alonso, su marido, que se quedará a vivir
con Cortés y, aunque Alonso los sorprende en la tienda de Cortés, ha-
ce caso omiso de la infidelidad de ambos y prosigue con el propósito
que lo había llevado a ese lugar. Lo anterior comprueba que, en la
cultura española del siglo XX, predominan las tareas y las buenas re-
laciones interpersonales.

Gary Jennings nació en Estados Unidos en 1928. Entre sus novelas des-
taca Azteca, en la que reconstruye el mundo de este pueblo en la época
precolombina. Su obra resume el choque de dos civilizaciones, dos ma-
neras irreconciliables de entender el mundo. El personaje central de
la novela es Mixtli, el Azteca, quien relata su historia y sus experiencias
durante la época de la conquista. El personaje de La Malinche figura
en muchas partes de la obra. En el primer encuentro del Azteca con La
Malinche, Jennings la introduce como una esclava que “…no era de
complexión oscura ni tosca, era bastante bonita…”. Su descripción per-
mite entrever que para él, el mexicano típico sería de piel oscura y de
facciones toscas, y que La Malinche era diferente al resto de sus cote-
rráneos, lo cual influiría para que fuera aceptada por los españoles.
Al relatar el origen de La Malinche, Jennings (1994:667-668) indi-
ca que era huérfana y que su desconocida madre, al darla a luz en un
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la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 333

campo de labranza, la abandonó ahí mismo como “si hubiese simple-


mente defecado” y “dejado su excremento”. Sus expresiones son muy
fuertes y la imagen que proyectan no puede ser más clara. Asimismo,
en Azteca (Jennings, 1994:670), revela el miserable destino que le es-
peraba a La Malinche cuando le dice “tú harás que ese nombre sea
vil, sucio y despreciable y toda la gente al pronunciarlo escupirá en
él”. Ambos párrafos revelan el desprecio que, durante siglos, se ha
manifestado por La Malinche; sin embargo, Jennings reconoce el im-
portante papel que tuvo en la conquista española:

… parecía no significar nada, pero ese episodio aunque breve, no era trivial.
Quién era esa muchacha, lo que ella llegó a ser cuando fue adulta y por últi-
mo a qué la llevó su precoz ambición, todas esas cosas son de lo más signifi-
cativo.

En la obra de Jennings, aunque la degeneración de la sexualidad


del pueblo azteca es común, la sexualidad de La Malinche es siempre
censurada. Jennings la describe como una mujer frígida que usa su se-
xo para conseguir sus propósitos y no para sentir placer. Al comparar
tales imágenes con los valores de la cultura americana, encontramos
que Jennings proyecta la visión de una mujer emancipada porque,
más que ser usada por los hombres, es ella quien los usa para lograr
sus propósitos. Esto se observa cuando La Malinche (Jennings
1994:735) comenta que “cuando el Tabascoob nos regaló, las veinte
mujeres fuimos repartidas entre los hombres blancos y a mí me tocó ese
hombre…” (las cursivas son nuestras). Esta emancipación también se
expresa, cuando Jennings (1994:762) describe la entrada de Cortés
en Tenochtitlan “… Malintzin caminaba orgullosamente al lado de
Cortés llevando el banderín personal de su amo…”. Así como cuando
relata el primer encuentro de Moctezuma y Cortés pues “Malintzin
quien portaba una bandera extranjera en cada mano, dio atrevida-
mente un paso hacia adelante al lado de su amo” (Jennings, 1994:763).
Parece que, más que una osadía, para Jennings éste es un signo de
igualdad de estatus que La Malinche alcanza frente a Cortés.
Otra de las imágenes sobresalientes de La Malinche es su papel de
consejera. Jennings (1994:755) apunta que “… Cortés dependía de
ella como su intérprete, la valoró aún más como su consejera princi-
pal en estrategia, su oficial menor de mayor confianza y la más leal de
sus aliados”.
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334 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

Jennings presenta a La Malinche como una mujer fría, calculado-


ra, ambiciosa y capaz de hacer cualquier cosa; no obstante, demasia-
do astuta, práctica, inteligente y emancipada para su tiempo, una mu-
jer que siempre logra sus objetivos y quien es, además, respetada por
los nobles. Su visión corresponde a la de una mujer occidental del si-
glo XX. Con la imagen de una mujer triunfadora, se refleja la visión
instrumentalista e individualista de la cultura a la que Jennings per-
tenece. Asimismo, el personaje de La Malinche adquiere el estado lo-
grado, que consiste en obtener un estatus y poder social con base en
los logros, ya que éste es el que predomina en la cultura americana
del siglo XX. De igual forma, la identidad de La Malinche que proyec-
ta Jennings se basa en el individualismo predominante en su cultura
y en su época, pues La Malinche antepone su autorrealización como
único y último fin, y sus intereses prevalecen sobre los de su pueblo
e, incluso, sobre los intereses de los españoles.
Jennings describe a una mujer que no es la joven enamorada o
preocupada por las relaciones interpersonales; por el contrario,
muestra a un Cortés enamorado y preocupado por el bienestar de La
Malinche y del hijo que procrearon. Consistentemente, Jennings pro-
yecta la importancia que en su cultura se le da al dinero y a las cosas.
Por ejemplo, al relatar los dos primeros encuentros del Azteca con La
Malinche, Jennings señala que ésta viste una “blusa de tela corriente”
y “una blusa y falda amarilla de las doncellas”; así como cuando La
Malinche recibe una “concesión considerable de tierra que le hace
Cortés y la impresionante isla en el estado de Tacamichapa” que le
otorgó la Corona. Asimismo, en sus descripciones de los encuentros
del Azteca con La Malinche, regularmente se observa que, por perte-
necer a una cultura moderadamente masculina, Jennings usa la con-
frontación para la resolución de los conflictos.

Octavio Paz (1914-1998), poeta y ensayista mexicano, publicó entre


sus cuatro libros fundamentales, El laberinto de la soledad (1950) en el
que reflexiona sobre algunos aspectos de la cultura de México. Sus
comentarios sobre La Malinche en su capítulo Los hijos de la Malinche
(1950:72) son breves pero significativos. Paz (1950:94) apunta que:

Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece for-


zado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente
en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la
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la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 335

entrega es la Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da volun-


tariamente al conquistador; pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida.

Paz recrea a La Malinche como una mujer sufrida y abnegada, una


mujer que ha sido violada y que debe acatar la voluntad de su amo y
señor quien sólo la utilizó física, sentimental e instrumentalmente.
Con estas palabras, se reflejan los valores de la sociedad mexicana.
Al decir “el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir
en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a
la Malinche”, Paz analiza por qué el mestizo, hijo de dos culturas di-
ferentes, al sentirse abandonado por su padre pero más triste y dolo-
rosamente por su madre, evita identificarse con cualquiera de ellos.
Paz usa el adjetivo calificativo “malinchista” “para denunciar a to-
dos los contagiados por las tendencias extranjerizantes”. “Los malin-
chistas son los partidarios de que México se abra al exterior: los ver-
daderos hijos de la Malinche, que es la Chingada en persona.” Pero
esa apertura no es exclusiva de La Malinche, esa apertura es eviden-
te en diferentes culturas y es contradictoria con los juicios que se han
hecho en su contra.
Las actitudes de algunos de los mexicanos contemporáneos refle-
jan la oposición de “lo cerrado” con “lo abierto”. En esta oposición
radica lo que Paz (1950:95) señala como “un grito que expresa la vo-
luntad del mexicano de vivir cerrados al exterior, sí, pero sobre todo,
cerrados frente al pasado”, condenando así su origen y renegando de
su hibridismo.
Paz (1950:95) señala que “Al repudiar a la Malinche… el mexica-
no rompe sus ligas con el pasado, reniega de su origen y se adentra
solo en la vida histórica.” Es decir, el mexicano no condena única-
mente a La Malinche sino que, al renegar de su origen y de sus raí-
ces, reniega de sí mismo, y se queda solo y a la deriva.
Paz señala que “…la tesis hispanista que nos hace descender de Cor-
tés con exclusión de la Malinche es el patrimonio de unos cuantos ex-
travagantes…”. Sus palabras manifiestan que no se puede aceptar al
padre sin haber aceptado antes a la madre porque las raíces de los me-
xicanos las conforman la cultura española, pero también la indígena.
El poeta y ensayista se refiere indistintamente a nuestro personaje
por su nombre español e indígena, doña Marina y La Malinche. En
México, la palabra “doña” generalmente se otorga como muestra de
respeto a las personas de edad avanzada y, en ocasiones, por la clase
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336 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

social y el prestigio de la familia. Y, al describirla como “La Malinche,”


su nombre indígena, revela su familiaridad con el personaje. De esta
forma, Paz proyecta el valor que los mexicanos suelen darle al estado
imputado.
Al relacionar a La Malinche con “todas las indígenas que fueron
fascinadas, violadas y seducidas por los españoles”, el autor de El la-
berinto de la soledad (1950:94) refleja el concepto de una sociedad co-
lectivista, en la que las personas desde su nacimiento son integradas
a grupos fuertes y cohesivos, los que las protegen a cambio de su leal-
tad absoluta. Este concepto se reafirma a lo largo de su obra. Paz se
refiere a sus coterráneos como “el mexicano”, “el pueblo mexicano”,
“los mexicanos”, o “los mexicanos contemporáneos”, y los confronta
con el personaje de La Malinche, a quien el grupo social juzga seve-
ramente por su deslealtad, lo que se aprecia cuando menciona que
“el pueblo mexicano no perdona su traición a La Malinche”.
Octavio Paz describe a las mujeres “chingadas” como La Malinche
como seres pasivos porque no oponen resistencia y son “violadas”,
“forzadas”, “entregadas”, “utilizadas”, “olvidadas”, “fascinadas” y “se-
ducidas”. De acuerdo con los valores de los años cincuenta que pre-
valecen todavía en algunos sectores de la sociedad, censura a la mu-
jer que no es casta, abnegada, aguantadora, sufrida y sumisa.
Contrariamente, proyecta el aguante, la resignación y el conformis-
mo como valores inherentes a los mexicanos.
Paz define la palabra “chingar” como “hacer violencia sobre otro”.
Su definición proyecta una característica más de una sociedad mas-
culina porque usa la confrontación y no la negociación en la resolu-
ción de conflictos. Lo anterior también se percibe cuando contrasta
la imagen de La Malinche con la de Cuauhtémoc. La Malinche se
abre al exterior y es “la chingada”, y Cuauhtémoc es “el único héroe
a la altura del arte”. Su visión corresponde a la de una sociedad mas-
culina en la que los hombres deben ser asertivos, ambiciosos y fuer-
tes, y las mujeres deben ser tiernas y se preocupan por las relaciones
interpersonales.
Asimismo, compara a La Malinche con la Virgen de Guadalupe.
Señala que, aunque las dos son madres, sólo una de ellas, por ser vir-
gen, es aceptada, respetada y venerada; la otra, por haber sido ultra-
jada, es rechazada y olvidada. Estas descripciones manifiestan la reli-
giosidad acendrada del pueblo mexicano.
En su ensayo crítico sobre el mexicano, Paz utiliza adjetivos poco
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la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 337

aduladores que, incluso, llegan a ser punzantes, característica que es


propia de la sociedad mexicana. No obstante, su obra pretende pe-
netrar en la conciencia de los mexicanos.

Carlos Fuentes, escritor mexicano, nació en 1928. Entre sus numero-


sas obras literarias destaca El espejo enterrado (1992). Fuentes
(1992:154-156) menciona que el nombre de Malintzin era indicativo
de que había nacido “bajo signos de contienda y desventura”. Sus fra-
ses evocan la adversidad de su destino y de su desafortunada imagen,
“cargada de disputa, infortunio y rechazo”.
Fuentes narra que cuando Cortés llegó a México “le fue presenta-
do a Cortés un tributo bien distinto: un obsequio de veinte esclavas
llegó hasta el campamento español y entre ellas, Cortés escogió una”.
Vender o regalar a sus mujeres era una práctica común con la que los
indígenas ejercían su patria potestad, pero al emplear las palabras “tri-
buto” y “obsequio” Carlos Fuentes expresa su admiración y respeto
por La Malinche, y se adhiere al colectivismo de su cultura.
Este autor relata que “Marina le había informado a Cortés que los
sacerdotes paganos de Cholula conspiraban para asesinar a los espa-
ñoles”. Como sabemos, esto ocasionó que Cortés destruyera sus ído-
los y ensangrentara a su pueblo. La Malinche, más que en la “lengua”
de Cortés, se convirtió en su informante, la delatora de su pueblo; pe-
ro, para Fuentes (1992:161), La Malinche es la intérprete y la aman-
te, la mujer de Cortés. La Malinche, al mezclar el sexo con el lengua-
je, estableció el eje central de una civilización multirracial. Ella fue
“la madre del hijo del conquistador, simbólicamente el primer mes-
tizo, el primer mexicano, el primer niño de sangre española e indí-
gena”. Al igual que Paz, Fuentes, se proyecta a sí mismo como hijo de
padres indígenas y españoles. Para ellos, ya no hay conflicto entre las
dos culturas que conforman su origen.
La imagen de La Malinche, que Carlos Fuentes presenta, refleja
valores ligados a la modernidad, como lo son la iniciativa, el esfuer-
zo, el respeto, la dignidad, la inteligencia y la audacia. Estos valores
se revelan cuando Fuentes narra que La Malinche:

… parió hablando la nueva lengua que aprendió de Cortés, la lengua espa-


ñola, lengua de la rebelión y de la esperanza, de la vida y la muerte, que ha-
bría de convertirse en la liga más fuerte entre los descendientes de indios,
europeos y negros del hemisferio americano.
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338 elvia franco garcía y gabriela estela cortés sánchez

Fuentes, al igual que Paz, demanda el reconocimiento de La Ma-


linche como madre del mestizaje y la paternidad de Cortés. Enfatiza
la equidad entre los colegas, característica también de la sociedad
masculina a la que él pertenece. Su representación de La Malinche
es la de un personaje de hibridismo cultural que asume el entrelaza-
miento de prácticas que, sin desplazar a las anteriores, generará otras
nuevas. Su pensamiento muestra una de las características de las cul-
turas colectivistas en las que la identidad de la persona se basa en la
red de relaciones interpersonales. Asimismo, al describir que La Ma-
linche conoció un “extraordinario destino”, se advierte su pertenen-
cia a una sociedad masculina, en la que la valoración del progreso es
uno de los rasgos más importantes.

CONCLUSIONES

Los cronistas del siglo XVI crearon relatos históricos, requeridos por
el descubrimiento y sus protagonistas. Sus crónicas fueron extensas,
sin un plan definido y constituyen un mero relato de anécdotas con
carácter realista. Los propósitos de estas crónicas fueron diversos y
dependieron del origen de sus escritores.
Los escritores del siglo XX han salido de su órbita americana y han
sido reconocidos en el resto del mundo. Estos autores se caracterizan
por intentar conciliar su compromiso ideológico con el arte, hacien-
do con sus obras un instrumento de lucha y reconciliación.
Con respecto a la representación de las imágenes en los textos li-
terarios, concordamos con Gaudiani (1992:77) en el sentido de que,
como resultado de la globalización para el siglo XXI, uno de los retos
multiculturales será el de “valorar las diferencias y sostener la comu-
nión” conviviendo simultáneamente “con la paradoja de la separabi-
lidad y la convergencia”. En el caso de los mexicanos, esta tolerancia
deberá reflejarse, en sus actitudes hacia los indígenas que aún que-
dan en su territorio, quienes, además de ser la base de la cultura me-
xicana, la enriquecen y son su representación viva.
Coincidimos con Adler (1974:24) en el sentido de que la persona-
lidad transcultural de La Malinche se caracteriza por su fluidez y mo-
vilidad, es más abierta al cambio y a las variaciones, no es totalmente
parte de su propia cultura, pero tampoco se encuentra aislada de ella
GuzmanBetancourt 21 24/6/04 12:43 Page 339

la imagen de la malinche en la época de la conquista española… 339

y vive en los linderos culturales en tensión y movimiento. Adler


(1974:16) sostiene que las personas transculturales se adaptan psico-
lógicamente en sus relaciones con personas de otras culturas, llegan-
do a, y dejando de ser algo diferente en el proceso de remodelación
de su propia identidad, por lo que tienen una perspectiva de extran-
jero en su propia cultura.
Asimismo, y después de analizar e interpretar los textos que se usa-
ron para este estudio, encontramos que La Malinche fue una mujer
muy inteligente que se adelantó a su época y que, posiblemente des-
conociendo la situación en la que se encontraba su país en aquel
tiempo, supo adaptarse al cambio con el fin de sobrevivir, destino que
compartió con su pueblo. Consideramos que ya es el momento de re-
conocer sus virtudes y la importancia de su actuación, la cual dio ori-
gen al nacimiento de una nueva cultura y una nueva raza. Sugerimos
que antes de juzgarla tan severamente, se profundice en los aconte-
cimientos históricos y en las razones que la condujeron a actuar de la
forma en que lo hizo; sin embargo, en su reconocimiento debe ex-
cluirse la posibilidad de considerarla como una víctima pues, al ha-
cerlo, se desvirtúa su imagen.

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ANÁLISIS DEL “FRAGMENTO DE LA HISTORIA DE YUCATÁN


COPIADO POR DON JUAN XIU CIMÉ (29 DE MAYO DE 1685)”1

TSUBASA OKOSHI HARADA*

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, algunos miembros de la éli-


te maya yucateca, tras aprender caracteres latinos de parte de los frai-
les franciscanos, comenzaron a elaborar diversos tipos de documen-
tos en su propio idioma, los cuales se pueden clasificar en dos
categorías. La primera corresponde a aquéllos destinados al uso y lec-
tura interna de la sociedad indígena que sirvieron como fuentes pa-
ra conservar y (re)crear sus identidades.2 La segunda consiste en nu-
merosos documentos de carácter oficial3 o administrativo,4 entre los
cuales existe un grupo de textos con los que la nobleza indígena in-
tentó conservar sus honras y privilegios ancestrales en el régimen co-
lonial. Uno de los documentos más importantes de este género sería,
sin duda alguna, aquel conjunto de textos denominados Papeles de los
Xiu de Yaxá, Yucatán.5 Estos Papeles abarcan los procesos administrati-
vos de una rama de la familia Xiu desde el año de 1557 hasta 1817,
una muestra singular de cómo los Xiu del pueblo de Yaxá lucharon
para conservar sus prerrogativas a lo largo de la época colonial.
Sin embargo, en este corpus documental se encuentra un texto que
no pertenece al género administrativo u oficial, pues por su conteni-

1 El que escribe este trabajo agradece los comentarios de Laura Elena Sotelo San-

tos y John F. Chuchiak IV sobre mis ideas expresadas aquí. Sin embargo, asumo toda
la responsabilidad de lo que se plantea en este escrito.
* UNAM/IIFL.
2 En esta categoría entrarían los libros de Chilam Balam, Popol Vuh, Ritual de los Ba-

cabes, entre otros. Para Restall, The Maya world, p. 276, este grupo de textos pertenece
al género “quasi-notarial”.
3 Esta denominación se debe a Hanks, “Discourse genres”, 676.
4 Para Restall, op.cit., 231, este grupo se denomina “notarial”, “mundane” y “legal”.
5 Este libro se conoce tradicionalmente como “Xiu Chronicles”. Sin embargo, Ser-

gio Quezada y el que escribe este trabajo, al preparar su publicación optamos por titu-
larlos como tal debido a su carácter meramente administrativo. Véase Quezada y Okos-
hi, Papeles de los Xiu de Yaxá, Yucatán, México, UNAM, 2001.

[341]
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 342

342 tsubasa okoshi harada

do se clasifica como un escrito de uso interno de la familia Xiu de Ya-


xá. Este texto denominado “Fragmento de la historia de Yucatán”,6 es
el que voy a analizar en este trabajo con un enfoque particular: el aná-
lisis de dos términos que aparecen al final de éste, a saber, “anate” y
“calacteres”.

El “Fragmento de la historia de Yucatán” fue copiado por don Juan


Xiu Cimé el 29 de mayo de 1685 y habla de la historia de Yucatán des-
de 1533 hasta 1545 utilizando los calendarios maya y cristiano. En
concreto, comienza por la muerte maya (maya cinlal) que “destruyó
el pueblo (paxci cah)” en 1533. Luego, tras la ausencia del registro his-
tórico entre 1534 y 1536,7 se menciona la masacre de algunos Xiu en
Otzmal en 1537,8 los cuales fueron: Ah Dzun Tutul Xiu,9 Ah Ziyan

6 Este título es de Quezada y Okoshi Harada. Véase op. cit. Cabe señalar que este

manuscrito también se conoce como “Crónica de Oxkutzcab”. Al respecto, véase Gib-


son y Glass, “A census of middle American prose manuscripts”, p. 391.
7 Según Morley este texto no especifica la terminación del Katún, pero aparecen

los fines de tun y sus correspondientes meses del calendario haab (365 días), así como
los cargadores del año en que cae el término de tun. Véase Morley, “The correlation
of Maya and Christian chronology”, pp. 507-508.
8 Landa, Relación de las cosas, cap. xiv, relata: “por esta hambre, los Xiues, que son los

señores de Maní, acordaron hacer un sacrificio solemne a los ídolos llevando ciertos es-
clavos y esclavas a echar al pozo de Chichén Itzá. Mas como habían de pasar por el pue-
blo de los señores Cocomes, sus capitales enemigos, y pensando que en tal tiempo se
renovarían las pasiones, les enviaron a rogar que los dejasen pasar por su tierra. Los Co-
comes los engañaron con buena respuesta y dándoles posada a todos juntos en una gran
casa les pegaron fuego y mataron a los que escapaban; y por esto hubo grandes gue-
rras.” Por su parte, López Cogolludo, Historia de Yucatán, lib. III, cap. VI, narra que la em-
bajada Xiu y Na Chi Cocom “concertaron una gran caza de montería, como para feste-
jar a los embajadores, y regalarlos con ella, y sacándolos de poblado con este pretexto
a una espesa montaña los llevaron a un sitio Otzmal, donde los festejaron por tres días.
Para remate de la fiesta, al cuarto se juntaron a comer debajo de un árbol grande y vis-
toso que se llama en su lengua yaa, y en castellano zapote, y habiendo allá continuado
los bailes, y regocijos de los días anteriores: el postre de la comida fue degollar a los em-
bajadores.” López Cogolludo ubica erróneamente este suceso por 1541.
9 También se conoce como Na Pot Xiu o Ah Dzulub Xiu. Véase Rubio Mañé, Notas

y acotaciones, p. 136.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 343

análisis del “fragmento de la historia de yucatán…” 343

[Xiu], Na Puc Chi, Na May Che, Na May Tun y Ah Men Euan.10 En


tanto que Na Hau Uech y Na Pot Couoh huyeron de dicha matanza.11
Al año siguiente se registra la tormenta que azotó la Península y de
nuevo el texto no apunta acontecimientos históricos específicos des-
de 1539 hasta 1541. En el inciso de 1542 se asienta la fundación de
Mérida por los españoles y dice que a partir de este momento comen-
zaron los tributos “para los manienses y su provincia”. En el apartado
de 1543, habla de la muerte de los de Dzidzantún causada por los es-
pañoles a cuya cabeza se encontraba el capitán Alonso López.12 Des-
pués de no mencionar ningún hecho histórico para 1544, en la sec-
ción de 1545 se registra el inicio del cristianismo en Maní con la
prédica de los frailes franciscanos. Éstos eran fray Luis de Villalpan-
do, fray Diego de Béjar, fray Juan de la Puerta, fray Melchor de Bena-
vente, fray Juan de Herrera y un fraile más cuyo nombre no se lee.13
La última parte de este documento asienta lo siguiente: “Helel en 29
de mayo de 1685 años tin hochah uchben hun hek […] calacteres u
kaba anates ten cen don don Jhoan Xiu (Hoy en 29 de mayo de 1685
años copié [esto] de un antiguo papel, el cual [está escrito en] carac-
teres [que] se llama anahte. Yo que soy don Juan Xiu)”.14

10 Según López Cogolludo, op.cit., lib. III, cap. VI, los masacrados fueron: Ah Na Pot

Xiu, hijo de Ah Ziyah [Tutul Xiu], Zon Ceh de Pencuyut, Ahau Tuyú de Muna, Xul-
cumché de Tipikal, Ticuch de Mama, Cit Cuat [de] Chumayel, Uluac Chan [Cauich],
Nauat de Teabo, Kupul de Sacalum, Kan Caba de Panabchén, Pacab de Oxkutzcab e
Yiban Can de Tekit.
11 López Cogolludo, ibid., asienta que Ah Kin Chi fue el que logró escapar de la ma-

sacre, pese a que le “sacaron los ojos con la flecha”.


12 De acuerdo a Chamberlain, Conquista y colonización de Yucatán, p. 223, la conquista

de la provincia de Dzidzantún (Ah Kin Chel) fue una empresa realizada por Francisco
de Montejo el mozo, quien con un ejército de 120 soldados “fácilmente barrió toda opo-
sición”. Por lo señalado en este documento Alonso López, cuñado del Adelantado, acom-
pañó al mozo, y la guerra, según la memoria indígena, fue verdaderamente sangrienta.
13 De acuerdo con López Cogolludo, op.cit., lib. V, cap. I, hacia 1546, llegaron a Yu-

catán, procedentes de Guatemala, fray Luis de Villalpando, fray Juan de Albalate, fray
Ángel Maldonado, fray Lorenzo de Bienvenida, fray Melchor de de Benavente y fray
Juan de Herrera. Este mismo autor, ibid., lib. V, cap. IX, asienta que hacia finales de
1548, se les unieron seis religiosos procedentes de México, entre los cuales estaba al
menos fray Juan de la Puerta.
14 Cabe señalar que el “Fragmento” es el penúltimo texto dentro de los “Papeles de

don Juan, doña María y de doña Petrona Xiu Cimé, 1640 (?)-1688.” Véase el inciso IV
de Quezada y Okoshi Harada, op.cit., en prensa.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 344

344 tsubasa okoshi harada

Este manuscrito que registra dos sistemas diferentes de cómputo del


tiempo ha sido considerado como una de las claves para establecer la
correlación entre los calendarios maya y español. Así en la primera
mitad del siglo XX Gates, Morley y Thompson lo estudiaron minucio-
samente y descubrieron numerosos “errores” cometidos por Juan Xiu
Cimé.15 Por lo tanto, Gates consideraba que don Juan no estaba co-
piando un texto escrito con letras europeas sino que en realidad se
basaba en la lectura de un libro elaborado con glifos mayas prehispá-
nicos.16 Morley y Thompson también llegaron a la misma conclu-
sión.17
El fundamento de esta interpretación se basaba en los siguientes
pasajes en que Juan de Villagutierre Soto-mayor describía el libro que
poseían los itzáes del siglo XVII. A decir de este relator del Real Con-
sejo de Indias:

Y que él, y los demás Itzaex, tenían Noticia de el Verdadero Dios, y de la San-
ta Fé Catolica, de mucho tiempo a aquella parte: Y que por los caracteres de
sus Profetas, conocieron averse llegado el tiempo de solicitar esta Santa Fé, y
Religion Catolica: Y solo su Rey, el Sumo Sacerdote, y los demás Sacerdotes
de Idolos, entendian sus Profezias […] Y por los Indios del Typu, y porque
lo leía su Rey en sus analtehes, tenian Noticias de aquellas Provincias de Yuca-
tán (que Analtehes, o Historias, es una misma cosa) y de su passados avian sa-
lido de ellas.18

Y satisfaciendoles por la quenta señalada, que ellos mismos tenian, de que


usava, para ajustar sus antiguas Profezias, y los Tiempos de su cumplimiento,
que eran vnos Caracteres, y Figuras, pintadas en vnas cortezas de Arboles, co-

15 Gates, “Transcription and translation with notes of page 66”; Morley, op.cit., pp.

465-535; Thompson, “Maya chronology: The correlation question”, p. 59.


16 Véase Gates, op.cit., p. 508.
17 Morley, op.cit., p. 472; Thompson, op.cit., p. 59. Sin embargo, cabe señalar que 17

años después, Gates, Yucatan before and after the conquest, p. 135, cambia de opinión y
ahora afirma: “the complete accordance of Juan Xiu’s page with the entire series of
monumental and other dates […].”
18 Villagutierre Soto-mayor, Historia de la conquista de la provincia de el Itza, lib. VI,

cap. IV, pp. 352-353.


GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 345

análisis del “fragmento de la historia de yucatán…” 345

mo de vna quarta de largo cada hoja, o tablilla, y del gruesso como de vn real
de a ocho, dobladas a vna parte, y a otra, a manera de Viombo, que ellos lla-
mavan Analtees.19

Pero, en realidad, él no fue el único que hablaba de analtees. Por


ejemplo, fray Andrés de Avendaño y Loyola asentaba:20

En el instante […] que desembarcamos y vi dicha columna […] y carátula,


vine en el conocimiento […] de ello, porque ya lo tenía yo leído en sus pa-
peles antiguos y visto en los anahtees que usan, que son unos libros de corte-
zas de árboles, bruñidos, y dados con yeso. En los cuales […] tienen por fi-
guras[…] y caracteres pintados[…] pronosticados sus sucesos futuros.

Es decir, para los españoles los analtees, analtehes o anahtees estaban


hechos de una corteza de árbol que se doblaba en forma de biombo,
donde se pintaban “caracteres y figuras” para registrar las profecías y
los calendarios. En resumidas cuentas, son lo que hoy conocemos co-
mo “códices”.
Es muy difícil entender el origen de este término. Según Juan Pío
Pérez, anahte quiere decir: “cortezas, pergaminos que servían a los in-
dios para escribir o pintar sus historias con geroglíficos (sic)”.21 Pero
la lectura del pasaje del “Fragmento” señala que el papel como mate-
rial para escribir se llama hun (huun) y una vez elaborado como có-
dice se llama anates. Esto lo afirma también von Hagen quien diferen-
ciaba analteh de huun. Este último, para dicho autor, era la materia
sobre la cual los mayas “formaban sus genealogías y calendarios sagra-
dos que llamaban analteh”.22 Sobre este lineamiento, se puede citar a
Barrera Vázquez, para quien el término correcto es analte y “esta for-
ma, que no aparece en las fuentes, la han usado varios autores como
sinónimo de anahte cuya única autoridad es Juan Pío Pérez; está más
cerca de amatl nombre que los náhuas dieron tanto al árbol, como a
los libros elaborados con su corteza hecha papel”.23 Si la interpreta-

19 Ibid., lib. VII, cap. I, pp. 393-394.


20 Avendaño y Loyola, Relación de las dos entradas que hice, p. 35.
21 Pío Pérez, Diccionario de la lengua maya, p. 11.
22 Von Hagen, La fabricación del papel, p. 77.
23 Barrera Vásquez, Diccionario maya Cordemex, p. 16. De hecho, en Molina, Vocabula-

rio en lengua mexicana y castellana, 4v, se lee el inciso de amatl con el significado de papel.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 346

346 tsubasa okoshi harada

ción de este estudioso yucateco fuera cierta, entonces esta voz es un


préstamo del náhuatl. En tanto que Lenz explica que “anahte” es una
“posible corruptela de amate-amatl (papel), mexicano y che (árbol,
por extensión corteza), maya -corteza de amatl- papel de amatl. Che
significa, para este autor, madera y nanté higuera (amate) en huax-
teco”.24 Es decir, para este autor es una mezcla de náhuatl y maya. La
misma interpretación fue sostenida por Edmonson, quien asienta que
anahte (libro) consiste en dos morfemas: el primero proviene del ná-
huatl amatl (papel) y el segundo es te en maya (árbol).25
Sea cual fuere su origen, al parecer entre los mayas no se usaba tan-
to este término y encontré su uso solamente en el libro del Chilam Ba-
lam de Tizimín, a saber:26

f. 9r27
lay u hoksah tu uooh anahte tu than Ah Kin Chel
(Esto [está] manifestado en los glifos de anahte, en la palabra de
Ah Kin Chel)28
bai chican ichil uooh katun ychil anahte
(Así está señalado en los glifos del katún en el anahte.)

f. 19r
can ahau u katunil xan u kahlai u miatz natil ychl u anahteil
(Cuatro Ahau es el katún también, [en] la memoria de la sabidu-
ría [y] conocimiento [que se encuentran] en el anahte.)

Es obvio que la voz anahte se refiere a los códices jeroglíficos y, por


lo tanto, está relacionada con el término uooh que tiene la acepción
de: “carácter y letra”.29

24
Lenz, El papel indígena mexicano, p. 42.
25
Edmonson, The ancient future of the Itza, p. 103, nota 2676.
26 Bricker, A morpheme concordance, pp. 454 y 467; El libro de Chilam Balam de Tizimín,

f.9r y 19r; Edmonson, op.cit., pp. 103 y 167.


27 Este número de la foliación obedece a la de la edición facsimilar de El libro de Chi-

lam Balam de Tizimín. Para Bricker y Edmonson f. 9r y f. 19r son f. 6r y 16r, respectiva-
mente.
28 La traducción al español es de quien escribe este artículo.
29 Calepino de Motul, v. I, p. 764. Aunque esta palabra aparece traducida así, el com-

pilador fray Antonio de Ciudad Real, desde su perspectiva europea, interpretó su con-
tenido para referirse a la escritura glífica.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 347

análisis del “fragmento de la historia de yucatán…” 347

Es curioso observar que en este texto maya se escribe esta voz co-
mo anahte, a diferencia de Villagutierre Soto-mayor y Avendaño y Lo-
yola quienes la manejaban con la terminación -es, que seguramente
es un sufijo pluralizador. Es muy probable que estos españoles “caste-
llanizaran” esta palabra de origen indígena. Además, considero que
en Villagutierre Soto-mayor es más notorio el proceso de castellani-
zación por convertir anahte en analte. Quizás esto se deba a que este
relator del Consejo de Indias jamás había pisado la tierra americana
y, entendiendo que se trataba de un libro donde se registraban la his-
toria, el calendario, las profecías y los pronósticos, etcétera, relacio-
nó este término con el de “anales”.30 Así se explica el porqué él había
escrito con l esta voz en cuestión. En tanto que tal como fray Andrés
de Avendaño y Loyola mismo afirma, este fraile franciscano estaba fa-
miliarizado con la lengua maya e incluso la lectura de los códices je-
roglíficos, por lo que registró correctamente esta voz como anahte más
un sufijo pluralizador español. Si esta interpretación fuese correcta,
entonces, se entiende que la voz “anates” utilizada por don Juan Xiu
Cimé no obedece a la tradición maya, pues termina con el sufijo plu-
ralizador español. Por lo tanto, considero que este personaje adqui-
rió esta expresión como un préstamo de los españoles.
Por otra parte, tanto Villagutierre Soto-mayor como Avendaño y
Loyola hablan del término “caracteres” relacionado con los códices
jeroglíficos. Respecto al significado de esta voz, Martín Alonso asien-
ta que hacia el siglo XVI esta palabra tenía la acepción de “signo de es-
critura” y, a partir de la siguiente centuria, se registra el sentido de
“señal, figura o marca que se imprime, graba o esculpe para repre-
sentar u demostrar alguna cosa con toda claridad y distinción”.31 Si
bien estas definiciones son muy vagas, en Nueva España su uso era
considerablemente homogéneo, pues se diferenciaba siempre “letras”
de “caracteres y pintura”, refiriéndose con la primera al alfabeto lati-
no y con la segunda, al sistema de escritura indígena. Por ejemplo,
fray Gerónimo de Mendieta asentaba que “ellos[los indios] no tenían
otras letras sino la pintura, y así se entienden por caracteres.”32 Es en

30 Según Alonso, Enciclopedia del idioma, p. 337, anales tiene el sentido de: “relacio-

nes de sucesos por años”.


31 Ibid., 929; Diccionario de autoridades, t. II, p. 308.
32 Mendieta, Historia eclesiástica indiana, lib. III y cap. XXVIII, p. 92.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 348

348 tsubasa okoshi harada

este sentido que Landa afirmaba que la gente de Yucatán usaba “cier-
tos caracteres” con los cuales escribían en sus libros “cosas antiguas y
sus ciencias”.33

Los préstamos del castellano que se encuentran en los documentos


mayas coloniales obviamente reflejan un complejo proceso de adqui-
sición en el discurso maya bajo una situación política, social y religio-
sa española impositiva. Ante la amenaza y la circunscripción de las
prerrogativas ancestrales y de varios aspectos culturales tradicionales,
la élite maya vio la necesidad de incorporar los términos y el estilo di-
plomático hispano en sus escritos con la finalidad de sobrevivir en el
nuevo régimen manteniendo su estatus social. Esto modificó la for-
ma tradicional de expresión, y, al mismo tiempo, enriqueció el géne-
ro, estilo y vocabulario de los escritos mayas.34 En cuanto a este últi-
mo, los amanuenses mayas adoptaron cuidadosamente los términos
españoles con los siguientes criterios: i] cuando una voz castellana no
cuenta con su equivalencia en maya y ii] cuando es necesario referir-
se a lo ajeno en contraste con lo autóctono. En ambos casos, las pala-
bras se adecuaban al sistema morfológico y fonológico de la lengua
maya, “mayanizando” así los préstamos.
En el “Fragmento” se pueden observar algunos ejemplos del pri-
mer tipo de préstamos del español: años, españoresob, probinçiail ca-
pitanile, frayleçob, padreillob, los cuales no cuentan con equivalen-
cias en maya yucateco. Asimismo, en estas voces se denota el proceso
concreto de la “mayanización” que consiste en la modificación mor-
fológica y fonológica: españoresob (españor-es-ob, adaptación a la fo-
nología maya que no distinguen l y r, duplicación de los sufijos plu-
rales en español y en maya), probinçiail (nominalización con el sufijo
–il), capitanile (ca-pi-ta-ni-le, manejo silábico más nominalización a
través del sufijo –il y –e), frayleçob (frayle-es-ob, duplicación de los
sufijos plurales en español y en maya) y padreillob (nominalización

33 Landa, op.cit., cap. XLI, p. 109.


34 Okoshi Harada, “Los Xiu del siglo XVI”, p. 237.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 349

análisis del “fragmento de la historia de yucatán…” 349

con el sufijo –il más la duplicación de la consonante l para facilitar la


silabificación pa-dre-il-lob).
Por otro lado, el ejemplo más interesante del segundo tipo de prés-
tamos sería el término “calacteres”. Es claro que está adaptado a la fo-
nología maya yucateca que no distingue l y r. Si bien los españoles en-
tendían esta voz como la escritura glífica manejada por los indígenas,
para don Juan Xiu Cimé “calacteres” significaba las letras europeas.
Si hubiese querido referirse al sistema de escritura maya tradicional,
él emplearía la voz maya uooh, tal como se usa en el citado libro de
Chilam Balam de Tizimín. Así pues, pese a la suposición de Gates, Mor-
ley y Thompson, es muy probable que don Juan Xiu Cimé haya co-
piado el “Fragmento” de un libro de tipo Chilam Balam escrito en le-
tras latinas, lo cual también se comprueba por la presencia de varios
préstamos del español mencionados en el párrafo anterior que no
podrían encontrarse en los códices prehispánicos. Además, el regis-
tro de la cronología cristiana dentro del “Fragmento” también apo-
yaría esta interpretación.
Sin embargo, el “préstamo” del español anates no obedece a nin-
guno de estos criterios aplicados generalmente a este proceso lingüís-
tico. Tal como lo discutí en el inciso anterior, esta voz es de origen in-
dígena y luego los españoles la adquirieron, significando en ambos
casos “códices jeroglíficos”. De ahí don Juan Xiu Cimé la tomó pres-
tada de nuevo conservando su forma castellanizada con el sufijo plu-
ralizador. Mientras que los mayas siguieron utilizando esta palabra en
el sentido original en relación con los códices jeroglíficos, don Juan
Xiu Cimé la empleó en sentido diferente de lo que los mayas y los es-
pañoles entendían. Es decir, para él anates era un libro de tipo Chi-
lam Balam escrito en alfabeto latino, algo nuevo en la literatura ma-
ya tradicional.35
Es importante señalar que grupos como los itzáes y los mayas yu-
catecos de Tizimín habitaban en regiones donde no alcanzaba direc-
tamente el dominio español o bien su control era somero, por lo que
podían conservar físicamente los códices prehispánicos e incluso se-
guir reproduciéndolos.36 En tanto que don Juan Xiu Cimé habitaba

35 En el texto del “Fragmento” se lee: “tin hochah uchben hun […] u kaba anates (co-

pié [esto] de un antiguo papel, el cual […] se llama anahte.)”.


36 Véase el trabajo de Chuchiak IV: “Pre-conquest Ah Kinob in a colonial world”.
GuzmanBetancourt 22 5/12/04 8:33 AM Page 350

350 tsubasa okoshi harada

en el noroeste de la Península de Yucatán donde la administración


política y eclesiástica española era más rigurosa. Es por eso que, a par-
tir de la segunda mitad del siglo XVI, la élite maya del noroeste de la
Península comenzó a producir los libros de Chilam Balam, en lugar
de conservar y reproducir los códices jeroglíficos, para preservar par-
te de su cultura prehispánica y continuar el registro de los aconteci-
mientos relevantes para su interés.37 Estos documentos fueron con-
servados celosamente y se convirtieron en fuentes de primera
importancia para (re)crear su identidad dentro del régimen colonial.
De tal manera, don Juan Xiu Cimé, los habitantes de la región de Ti-
zimín y los itzáes del Petén compartieron el mismo signo –anates– pe-
ro con distintos referentes, si bien para todos ellos, anahte, continuó
siendo libro sagrado.

El “Fragmento de la historia de Yucatán (29 de mayo de 1685)” co-


piado por don Juan Xiu Cimé es uno de tantos documentos mayas
coloniales que entre líneas nos hace ver la dinámica de interacción
–no sólo lingüística– entre la élite maya y los españoles. Contraria-
mente a lo que se cree, estos indígenas participaron activamente en
ésta y en muchos casos lograron obtener lo que querían. En el caso
del “Fragmento”, si bien no se sabe el porqué don Juan Xiu Cimé ne-
cesitaba copiar parte del libro de Chilam Balam, conservó el registro
histórico del momento en que sus ancestros empezaron a tener con-
tacto con los europeos. Si colocamos este texto dentro de los Papeles
de los Xiu de Yaxá, Yucatán, se entiende que ofrece una información
complementaria para justificar y legitimar su poder político bajo el
dominio español, pues el “Árbol genealógico de los Xiu”, con el que
comienzan estos Papeles, solamente habla del fundador de este lina-
je y el “Fragmento” es el único que narra parcialmente lo que había
ocurrido durante la época de la conquista. Sin embargo, el tenor de

37
Esto no necesariamente descarta la posibilidad de que los mayas del noroeste de
la Península no conservaran códices prehispánicos, pero su número era muy reduci-
do. Al respecto, véase ibid.
GuzmanBetancourt 22 5/13/04 10:19 AM Page 351

análisis del “fragmento de la historia de yucatán…” 351

éste nos indica que don Juan Xiu Cimé no lo copió para presentarlo
como parte de las probanzas de su hidalguía a la autoridad españo-
la, sino que era una memoria histórica para el uso interno de la fa-
milia. Justamente por eso, él podía aclarar la fuente de donde se hi-
zo este traslado, a través de los términos anates y “calacteres”. Si no
hubiese sido así, él podría haber caído en manos de los oficiales del
Provisorato de Indios o bien de los eclesiásticos españoles, quienes
intentaron extirpar la idolatría de los mayas a lo largo de toda la épo-
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GuzmanBetancourt 23 5/12/04 8:34 AM Page 355

ITZÁES: PÉRDIDA DE LENGUA Y ETNICIDAD

JOSÉ ALEJOS GARCÍA*

¿MUERTE DE LENGUA, MUERTE ÉTNICA?

Al visitar el selvático departamento de El Petén, en Guatemala, encon-


tramos que los indígenas mayas de la etnia itzá ocupan un lugar muy
importante en su historia y cultura, así como en el actual imaginario
social y en el discurso turístico, tan caro a la economía regional. Sin
embargo, como veremos, su situación lingüística y étnica contrasta
dramáticamente con lo anterior. Por un lado, la historia nos dice que
los itzaés son aquel enigmático y aguerrido pueblo maya, que a pesar
del hostigamiento colonial logró mantenerse como una nación inde-
pendiente hasta 1796, fecha en que fuera derrotado militarmente por
los ejércitos españoles. A pesar de esa tardía conquista, posteriormen-
te los itzáes continuaron viviendo en el corazón de la selva petenera,
y su aislamiento respecto a la sociedad colonial les permitió recrear
en cierta medida su cultura nativa. Un acercamiento a la región cen-
tral de El Petén nos muestra que, en efecto, la lengua maya itzá nom-
bra mucho de aquel entorno natural, geográfico y cultural.
Los peteneros, indígenas y no indígenas, comparten una vasta no-
menclatura de plantas, animales, lugares y poblados. La abundancia
de los préstamos provenientes del itzá en el español regional es un
hecho que pone de manifiesto la histórica fuerza de este idioma ma-
ya, de manera similar a lo que ocurre con el español hablado en la
península de Yucatán.1
Asimismo, esa importante influencia lingüística de los itzáes se ve
reflejada en la agricultura tradicional, ya que los campesinos de otras

* UNAM/IIFL-CEM.
1 El itzá y el mopán, hablados en El Petén, son idiomas hermanados con el maya

yucateco, al grado de ser en cierta medida inteligibles entre sí. Esa cercanía se com-
parte con el idioma hablado por los lacandones en Chiapas, quienes hacia principios
del siglo XX aún vivían en las colindantes selvas peteneras (Domingo Chayax, comuni-
cación personal. Cf. Rodríguez Macal, 1999, Schumann, 1997).

[355]
GuzmanBetancourt 23 5/12/04 8:34 AM Page 356

356 josé alejos garcía

partes de Guatemala que han migrado a la selva han incorporado,


junto a la nomenclatura del entorno, prácticas agrícolas y formas de
vida de los indígenas peteneros, aspectos indispensables para su adap-
tación a ese medio selvático. En breve, esto quiere decir que en los
migrantes campesinos a El Petén se produce, como antaño ocurrió
con criollos y ladinos, un interesante fenómeno de “mayanización”,
como parte de su adaptación al nuevo ambiente natural y social.2
Sin embargo, también ocurre que cuando el visitante trata de en-
contrar a la gente itzá contemporánea, descubre con desconsuelo que
ésta parece limitarse a los habitantes de un pequeño pueblo llamado
San José, en la ribera norte del lago Petén Itzá, la mayoría de los cua-
les ya no hablan su idioma original, y muchos tampoco se reconocen
a sí mismos como indígenas mayas. Es más, al consultar los estudios
antropológicos y lingüísticos especializados vemos que los investiga-
dores han declarado a los itzáes como un grupo en vías de extinción,
al igual que su lengua.3
Las instituciones de gobierno y otras no gubernamentales (ONG)
que trabajan con asuntos indígenas, como la Academia de las Len-
guas Mayas de Guatemala (ALMG), asumen a éstos como una etnia en
situación “especial”, debido a su acelerada pérdida de la lengua y a
su grado de aculturación. Este sombrío escenario despierta una serie
de interrogantes: ¿Qué ha ocurrido para que hayan abandonado re-
pentinamente su lengua y cultura originales? ¿Por qué, mientras en
el presente otros hermanos mayas muestran una fortaleza cultural y
una conservación de su lengua, los itzáes parecen haber elegido un
camino divergente? ¿Qué piensan ellos mismos acerca de estos cam-
bios en curso? Y a fin de cuentas, ¿qué puede mostrarnos su crítica si-
tuación respecto a otros grupos indígenas, que en mayor o menor me-
dida experimentan procesos similares?
Un buen método para aproximarnos a este fenómeno de pérdi-
da de lengua y de cambio cultural consiste en un tipo de investiga-
ción etnográfica de orientación dialógica, en donde al tratar los pro-
blemas en cuestión, las voces de los mismos pobladores puedan ser
escuchadas con claridad, en sus propios términos, y en un mismo
plano respecto a la diversidad de voces “externas”, incluyendo la del

2 Al respecto, véase Alejos García (2000), Schwartz (1995:218).


3 Cf. Hofling (1991:1s), Schumann (1992), Soza (1957:44).
GuzmanBetancourt 23 5/12/04 8:34 AM Page 357

itzáes: pérdida de lengua y etnicidad 357

investigador. Estas opiniones y puntos de vista nativos, son entonces


puestos en relación con otras voces, con otras fuentes documenta-
les, como las fuentes bibliográficas y la propia observación etnográ-
fica. Esta perspectiva dialógica, centrada en el proceso interdiscursi-
vo, busca superar la frecuente univocidad de los escritos académicos
en ciencias sociales, donde la opinión autorizada de los especialistas
comporta un enorme poder, en ocasiones absoluto, y en donde las
voces nativas se apagan, o en caso de aparecer, lo hacen en lugares
subordinados al discurso autoral, sea como un apoyo argumental, o
en forma de citas ilustrativas o de anécdotas, cuyo papel se reduce al
de simples viñetas frente al discurso cientificista. Así pues, teniendo
en cuenta estos señalamientos, y a pesar de la brevedad de la presen-
te comunicación, en adelante intentaré poner en práctica esta pers-
pectiva en el tema que nos ocupa.
En mis recientes visitas etnográficas al pueblo de San José, en El
Petén, efectuadas como parte de una investigación sobre “discursos
de identidad en Guatemala”, he tenido la fortuna de conocer perso-
nas con experiencias de vida y conocimientos muy valiosos; algunas
muy jóvenes, otras ya ancianas, cuyos saberes, historias de vida y amis-
tad están influyendo fuertemente en mi trabajo, tanto por los cono-
cimientos y apreciaciones que me han trasmitido, como por los com-
promisos y responsabilidades implicadas. Ha sido gracias a su
hospitalidad y gentileza, al permitirme vivir temporalmente en su
pueblo y en sus hogares, pero también a su propio interés en los te-
mas de mi estudio, como he podido ir aprendiendo y entendiendo
aspectos importantes de los procesos sociales y culturales en curso,
de los que ellos mismos son actores protagónicos. Este aprendizaje
se ha dado fundamentalmente en contextos de conversaciones es-
pontáneas, ocurridas en encuentros en la calle, en viajes de lancha
en las cotidianas travesías por el lago, o en alguna visita informal. Ha
sido de esa manera como nos hemos ido conociendo mutuamente,
y así hemos ido construyendo una relación de diálogo en donde, en-
tre otras cosas, hemos intercambiado opiniones y discutido sobre
una diversidad de temas, incluyendo el evidente abandono del idio-
ma y la cultura. Cabe señalar que luego de muchos de estos encuen-
tros, algunos amigos sanjoseños me han permitido grabar conversa-
ciones de especial interés, “para evitar que esas palabras se pierdan
en el olvido”, y para que el registro de esos textos posibilite un estu-
dio posterior.
GuzmanBetancourt 23 5/12/04 8:34 AM Page 358

358 josé alejos garcía

Una de las personas esclarecidas con quienes he tenido el privile-


gio de conversar ha sido el octogenario don Domingo Chayax, un
anciano nativo del pueblo de San José, poseedor de un reconoci-
miento y admiración que rebasan ampliamente las fronteras de su
comunidad.4 En su pueblo, él es considerado uno de los bastiones
de la cultura antigua, por su versatilidad para leer y escribir el itzá, y
por su papel como “sacerdote maya”, encargado de una serie de ac-
tos ceremoniales y religiosos locales. Don Domingo es también un
portavoz de su comunidad frente a los visitantes foráneos que llegan
al pueblo por intereses antropológicos, lingüísticos y botánicos, prin-
cipalmente. Por décadas, él ha trabajado con una diversidad de in-
vestigadores y estudiantes mayistas, de manera que su propia visión
se ha ido construyendo a través de ese diálogo con aquéllos. No es
extraño entonces que, como uno más de esos visitantes, él se haya
vuelto uno de mis principales interlocutores en San José. Sin duda,
cada visitante ha orientado esa relación con don Domingo de acuer-
do a sus particulares interrogantes y modalidades de investigación;
en mi caso, se ha establecido una relación de amistad, de encuentros
informales, en donde en nuestras conversaciones hemos abordado,
entre otros asuntos, los cambios culturales que en la actualidad atra-
viesa su gente.
En esas pláticas ocasionales con don Domingo encuentro elemen-
tos clave para la comprensión del problema. Veamos algunos de ellos.
Por un lado, en el recuento de un pasado del cual él es testigo, es de-
cir, en sus testimonios orales, aparecen constantemente marcadores
de su visión del mundo y de los acontecimientos que han determina-
do el devenir de su gente. Un marcador temporal axiológico en su
discurso histórico es la presencia de la industria extractiva del chicle,
la savia del árbol de chicozapote, que desde los antiguos mayas se
aprovecha como goma de mascar. “La chiclería”, como se la conoce
en la región, iniciada hace poco más de un siglo, produjo toda una
revolución en la vida de los peteneros, al introducirlos de lleno en
una economía capitalista de enclave, consistente en la extracción de
materias primas silvestres para su procesamiento y comercialización
en el extranjero. Para don Domingo, y seguramente para una gran

4 Por cerca de cuatro décadas, don Domingo ha sido “informante” de una larga lis-

ta de gente llegada a “investigar a los itzáes”, su lengua, cultura, etnobotánica, etcétera.


GuzmanBetancourt 23 5/12/04 8:34 AM Page 359

itzáes: pérdida de lengua y etnicidad 359

mayoría de peteneros, ese acontecimiento es considerado como algo


positivo para su pueblo y para El Petén en general, pues trajo consi-
go trabajo y riqueza. Seis meses al año, durante la temporada de llu-
vias, la mayoría de la población se dedicaba, directa o indirectamen-
te a diversas actividades relacionadas con la chiclería. El “pisto”, como
se llama al dinero en Guatemala, llegó a manos llenas, alterando ra-
dicalmente las anteriores formas de vida de la población, en especial
la de los campesinos indígenas. El chiclero, cuenta don Domingo,
“gasta mucho pisto, se dio gusto en su vida, paseó, se vistió, chupó”.5
En El Petén se recuerda con un tono de melancolía que antaño los
chicleros “no pedían vuelto”, es decir, que en sus compras, pagaban
con billetes (dólares norteamericanos) sin esperar el cambio. Gastar
a manos llenas, comprar mercancías de importación, tener dinero pa-
ra diversiones, para acceder a los placeres kaxlanes…6
Otro aspecto clave del discurso histórico de don Domingo es su ex-
plicación del abandono del idioma itzá. Para él este fenómeno tiene
una causa específica, es consecuencia de la decisión de un político,
quien instigado por la maestra del pueblo, prohibió el uso de la len-
gua en la escuela y en lugares públicos. La amenaza de severas mul-
tas y otros castigos obligaron a los pobladores a no hablar a los niños
en su lengua natal y a su abandono progresivo.7

La maya se suspendió en el año treinta y cinco, hasta el noventa y dos […]


por una maestra, y por un jefe político, que la maestra trabajaba aquí, años,
pero no había nada, tenía como tres alumnos, pero sólo uno, y les cobraba
mucho. De repente vino un inspector técnico, a ver cómo estaba, y vieron
que no había nada, y al final la maestra, la maestra era de Cobán, y el jefe po-
lítico era de Cobán, eran paisanos y compadres. A ella para que no la desti-
tuyeran, fue con el compadre, a llorar, y el compadre se compadeció, le hizo
la valentía a ella, transcribió un oficio aquí, al alcalde, llamando a todos los
jefes de familia, que terminantemente, suprima (la lengua) […] Y hasta que,
aquel que se moleste los mande a castigar.

5 En Guatemala, “chupar” significa beber aguardiente con frecuencia.


6 Kaxlan es una palabra derivada de “castellano”, que nombra en varias lenguas ma-
yas a una otredad genérica, al extranjero, al hombre blanco, al occidental y a su cultura.
7 En su historia social de El Petén, Schwartz hacer referencia a una orden del go-

bernador del Departamento en 1930, prohibiendo el uso de la lengua maya “en públi-
co y en la escuela” (1992:212).
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360 josé alejos garcía

Esta historia de la pérdida de la lengua circula en San José en for-


ma de un relato de tradición oral, como lo ilustra la cita anterior. El
mismo lo encontramos en un folleto publicado recientemente por la
sede local de la Academia de las Lenguas Mayas (2000), en donde se
citan palabras de los abuelos en el mismo sentido: la culpa fue de una
autoridad política departamental.
En nuestra conversación de diciembre de 1998, don Domingo es-
timaba que sólo alrededor de sesenta personas hablaban aún el itzá,
ancianos en su mayoría. Lo más triste, comentaba, es que los jóvenes
no muestran interés por aprenderlo, y los intentos por enseñarlo no
han prosperado. Los únicos que realmente se interesan, dice, son los
antropólogos. Es más, él sostiene que junto con el idioma se ha perdi-
do “el respeto”, como un valor cultural fundamental, respeto por los
ancianos, respeto por la “madre naturaleza”, respeto por Dios. Dice
don Domingo:

¡Hay un cambio de la vida! Yo me doy cuenta. Anteriormente los hijos nun-


ca jamás dejaron sus padres, sus madres, sus abuelos, siempre, eran muy lle-
gados, a la familia. Lo principal, la familia. Había amor, había cariño, había
ser llevadero, había el gran respeto entre ellos […] Si aquél no tiene, aquél
le da. Así era la vida antes. ¡ Ja! Pero ahora pasan los estudiantes ante un vie-
jo, que sin más lo tumban, ni te dicen adiós, ¡qué cosa tan fea es!

Octubre de 1992, fecha emblemática para los indígenas america-


nos, marca en el discurso de don Domingo el inicio de una lucha per-
sonal y comunitaria por detener el deterioro cultural y recuperar los
valores perdidos. Él cuenta que en esa fecha comenzó, junto a otros
compañeros, una entusiasta campaña en favor de su cultura maya, ba-
sada principalmente en la organización de cursos de idioma itzá pa-
ra los jóvenes del pueblo. Al inicio, dice, se contó con cierto entusias-
mo y con una buena participación de los pobladores, pero más
adelante decayó, al grado de que ya nadie quiso asistir a las clases, op-
tándose por su clausura. Pero el establecimiento de una sede itzá de
la Academia de las Lenguas Mayas en San José, ha permitido la con-
tinuación de actividades de rescate cultural. En la citada publicación
de esa institución, se menciona como un antecedente educativo im-
portante para fines del decenio de 1980, ciertas “labores de enseñan-
za del idioma maya en la escuela oficial de la comunidad”, empren-
didas por una organización de “los abuelos”, mismos que en 1992
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itzáes: pérdida de lengua y etnicidad 361

participaron en la fundación de la sede de la Academia. Al parecer,


esta última dio seguimiento a la iniciativa de “los abuelos”, impartien-
do cursos del idioma a los pobladores interesados. Asimismo, gracias
a que la Academia cuenta con un presupuesto económico, han podi-
do contratar a personas interesadas en este rescate y promoción cul-
tural, quienes aprovechando la oportunidad se están formando de
manera autodidacta como estudiosos de su propia cultura, dedicán-
dose al estudio de la lengua, a su enseñanza en cursos locales, a la re-
copilación y publicación de tradiciones orales, así como a la promo-
ción y recuperación de fiestas y ceremonias, algunas de las cuales se
encontraban extintas.8 Sin embargo, don Domingo señala que un
problema de fondo es que estos jóvenes realmente no conocen el
idioma como para ser maestros de éste, y su contratación ha despla-
zado a los ancianos como él de esa misión educativa. De ahí que él se
muestre desconsolado y pesimista respecto a la recuperación de la
lengua.

COMENTARIOS DESDE LA EXTERIORIDAD

En la cultura, la extraposición viene a ser el instrumento más poderoso de la


comprensión. La cultura ajena se manifiesta más completa y profundamen-
te sólo a los ojos de otra cultura (pero aún no en toda su plenitud, porque
aparecerán otras culturas que verán y comprenderán aún más). Un sentido
descubre sus profundidades al encontrarse y al tocarse con otro sentido, un
sentido ajeno: entre ellos se establece una suerte de diálogo… Planteamos a
la cultura ajena nuevas preguntas que ella no se había planteado…
M. Bajtín (1997:352)

Me gustaría continuar desplegando esas reveladoras palabras de don


Domingo. Sus conocimientos de la herbolaria selvática, sus recuerdos
del saqueo arqueológico de los gringos, su pesar por la devastación
ecológica de El Petén, y tantas cosas más. Pero debo detenerme aquí,
y siguiendo la propuesta metodológica de Bajtín, tratar de establecer
un diálogo con los itzáes a través de mi extraposición respecto de su

8 Véase mi artículo sobre los rituales de lluvia en San José; Alejos García (2000:3-8).
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362 josé alejos garcía

historia y cultura. Será, por el carácter de esta comunicación, un ejer-


cicio muy elemental, pero que espero contribuya a un mejor enten-
dimiento del problema que nos ocupa.
Los itzáes, o Brujos del Agua, como se traduce su enigmático genti-
licio, ilustran con su historia y su situación actual el carácter de fon-
do de la relación de la cultura occidental con los pueblos indígenas
de América. Ha sido una relación de una profunda desigualdad, de
dominación y explotación, donde los indígenas han llevado la peor
parte. Un pueblo cuyo desarrollo civilizador quedó truncado con la
invasión y colonización españolas, y posteriormente con el dominio
del estado republicano guatemalteco. Ha sido una historia de cons-
tantes luchas y negociaciones con el poder estatal en turno. Como re-
sultado de ese largo proceso de relaciones políticas con “el exterior”,
los itzáes han sobrellevado fuertes cambios en su forma de vida, en
donde los “visitantes forasteros” han jugado un papel decisivo. La pre-
sencia de esa pluralidad de otros étnicos, particularmente de la gen-
te, intereses y capitales de origen europeo y norteamericano, ha teni-
do un peso cada vez más determinante, más decisivo, en su identidad
y en el destino de su territorio, la selva petenera.
Aquella autonomía histórica y aparente fortaleza cultural de los it-
záes, fundadas en el aislamiento de la selva, más que en un largo con-
tacto y trato con los kaxlanes, no soportaron la repentina invasión del
gran capital, de las compañías chicleras y madereras primero, y de la
guerra civil y del turismo masivo después. A diferencia de otros pue-
blos mayas, que contaron con un largo tiempo para elaborar respues-
tas a las presiones de la sociedad y cultura dominantes, los itzáes pa-
saron de su anterior estado de autonomía al de obreros asalariados
al servicio de las compañías extranjeras, de su vida comunitaria a los
largos periodos de convivencia en las monterías de la selva con gen-
te de diversos horizontes étnicos, donde el español era la lengua fran-
ca. Posteriormente, la migración de gente originaria de otras regio-
nes del país y del extranjero, los han privado de su sentido de
territorialidad, quedando como una especie de isla, rodeada de gen-
te extraña, agresiva, y en donde de nuevo, el español es la lengua fran-
ca. El largo conflicto bélico, recientemente concluido, también pro-
vocó cambios severos, particularmente en la vida de la población
masculina. Hoy en día, es la globalización de El Petén, en su modali-
dad de una economía orientada al turismo internacional, la que está
provocando los cambios más intensos, no sólo entre los itzáes, sino
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itzáes: pérdida de lengua y etnicidad 363

entre la población de todo el Departamento. Podría decirse que a los


itzáes, la modernidad se les ha venido encima, y su posición para en-
frentarla es de una gran desventaja y debilidad. Desde su posición su-
bordinada, su opción ha sido la de cambiar rápidamente, despoján-
dose de los rasgos culturales que no les ayudan a responder a los retos
del presente.
En este marco global, aquella visión “feliz” de los itzáes acerca de
su anterior vida de chicleros, expresada en voz de don Domingo, con-
serva algo de su vigencia, pues en efecto, la chiclería trajo consigo una
bonanza económica. Sin embargo, visto desde afuera, puede decirse
que la chiclería fue también el inicio de un cambio cultural en don-
de las pérdidas superan a lo ganado. El pisto, como el oro para los an-
tiguos conquistadores, se convirtió en un objeto central de sus vidas,
distanciándolos de su cultura tradicional, de sus prácticas agrícolas,
de su territorio, y provocando una adopción del idioma español y una
primera subvaloración del idioma itzá por los propios hablantes. La
prohibición de aquel jefe político no habría tenido el mismo efecto
si los itzáes no hubiesen estado involucrados en una economía extrac-
tiva que les hacía necesario el uso del español.
El desprestigio de los idiomas indígenas, vivido en carne propia
por los mismos indígenas, es hoy en día un factor determinante que
impide el éxito de los proyectos de revitalización de la lengua.9 Con-
sidero que, en realidad, mientras la posición socioeconómica y polí-
tica de los hablantes siga igual, o empeore, es difícil que éstos valo-
ren positivamente su lengua materna, sobre todo como un recurso
de movilidad social, como sí lo ofrece, por cierto, la lengua de presti-
gio que, en lugares turísticos como El Petén, ya no es el español, sino
el inglés. Así, entre los mismos peteneros se observa un tipo de dis-
criminación basado en distinciones dialectales del español. A los san-
joseños, a pesar de ser hispanohablantes, sus vecinos siguen conside-
rándolos “indios” debido a su habla “pujada”, es decir, con un acento
propio del idioma maya, y por ciertas discordancias, comunes en ha-
blantes de lenguas que como las mayances, no emplean marcas gra-
maticales de género.

9 Este problema lo he considerado en un trabajo anterior, relativo a la educación


escolar en el norte de Chiapas en un contexto de cambio político (Alejos García y Ber-
niers, 1997).
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364 josé alejos garcía

Quizás el caso de los empleados de la sede itzá de la Academia de


las Lenguas Mayas sea ilustrativo, en el sentido que la oferta salarial
estable se vuelve un incentivo para el estudio y promoción de su len-
gua nativa. En el mismo sentido, considero que el esfuerzo inicial de
la enseñanza del itzá debería efectuarse en el exterior de la comuni-
dad, entre individuos para quienes, paradójicamente, el itzá pueda
ser una lengua de prestigio, como los universitarios peteneros, los
guías y empresarios de turismo, o los mismos turistas. La valoración
de lo propio por parte del otro, como bien argumenta la teoría bajti-
niana, puede lograr lo que no se ha podido desde la mismidad, des-
de la interioridad de la cultura. El momento es oportuno, pues Gua-
temala, así como ocurre a muchos otros países pluriétnicos y
multilingües, vive una coyuntura histórica donde las identidades ét-
nicas finalmente parecen ocupar un lugar de honor en la construc-
ción de la nación del futuro.

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GuzmanBetancourt 24 24/6/04 12:13 Page 367

AUTONOMÍA (COCHELIN JBAHTIK, JTUKELIN JBAHTIK)


DE LA COMUNIDAD Y DE LA COMARCA TSELTAL*

JOSÉ ANTONIO PAOLI BOLIO**

Más de 1500 comunidades tseltales en el estado de Chiapas se saben


autónomas. ¿Cómo conciben y cómo viven esta autonomía? En cada
una de las pequeñas comunidades tseltales tradicionales el caserío si-
gue patrones dispersos de asentamiento. Las casas normalmente cons-
tan de un cuarto y una cocina. En los alrededores de las casas se tie-
nen animales domésticos sueltos: calles y montes donde andan las
gallinas con sus polluelos, al igual que cerdos y sus crías, caballos y va-
cas y también animales salvajes. Todos ellos son bienes potenciales
que se mueven por el hábitat: gallinas, guajolotes, cerdos, vacas y ca-
ballos, sin faltar los perros. Muchas familias suelen cultivar un peque-
ño huerto alrededor de la casa; de él se encargará la yajual na (el ama
de casa).
Los jefes de familia, apoyados por sus hijos, siembran sus milpas y
sus frijolares, a veces también sus hortalizas y, con frecuencia, algu-
nos árboles frutales. En las tierras bajas cultivan platanares y cafetales
en las proximidades de este caserío disperso; algunos establecen po-
treros. Estas actividades agropecuarias constituyen la base económi-
ca de la comunidad; de esta producción saldrán los recursos para la
subsistencia familiar y para los servicios a la pequeña comunidad: ya
sea para el mantenimiento de la iglesia, para colaborar en la fiesta de
la aldea, realizar una obra pública, o para alguna otra cuestión que
se acuerde colectivamente. Esta colaboración permanente en diver-
sas labores y trabajos de la vida comunitaria da a sus participantes un

* Este tema lo trabajé en mi tesis de licenciatura intitulada Dinámicas de comuni-


cación en una discusión de pequeña comunidad tseltal, presentada en la Universidad Ibe-
roamericana en 1975. Un artículo, basado en esta tesis, lo publicó el Instituto de In-
vestigaciones Antropológicas para la Región Maya A. C. (INAREMAC), bajo el título de
Dinámica de discusión en la comunidad tseltal, San Cristóbal, 1975. Nota: los mecanismos
descritos en estos trabajos, los he vuelto a verificar en diversas asambleas de comuni-
dad durante los últimos años y, en lo esencial, son los mismos.
** Universidad Autónoma Metropolitana/X.

[367]
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368 josé antonio paoli bolio

fuerte sentido de pertenencia a ésta. Quien desempeña determinado


cargo, así como quien presta algún servicio, no recibe remuneración
económica; más bien con frecuencia tiene que pagar, y a veces gran-
des sumas. Las personas con prestigio suelen ser llamadas a desem-
peñar cargos en el poblado principal de la comarca: éste es un honor
por el que muchas veces el elegido tendrá que pagar caro y trabajar
mucho. Es tradición en diversas comarcas tseltales que la pequeña co-
munidad se encargue de mantener las siembras de quien va al pue-
blo principal para ejercer un cargo importante. Cada uno de los hom-
bres trabajará gratuitamente en la milpa de ese servidor público a fin
de asegurar el sustento y las necesidades básicas de su familia. En el
seno de la pequeña comunidad, sistemáticamente se intercambian
servicios dirigidos por personas con autoridad moral, personas que
han servido y han pagado por servir.
Acerquémonos un poco a este conjunto de familias campesinas ha-
blantes de la lengua tseltal, generadoras de una producción que les
permite ser relativamente autosuficientes y, no obstante, pobres.

ACUERDO COMUNAL Y AUTONOMÍA

En la pequeña comunidad normalmente los acuerdos se toman por


consenso. Éste supone que la palabra dada en asamblea sea un com-
promiso de honor. La asamblea se convoca por alguien que tiene un
cargo directamente relacionado con el asunto para el que se cita. En
diversas comunidades aún se acostumbra guardar silencio una vez
que la asamblea está reunida, al parecer, hasta hace varios decenios
ésta era una práctica regular en la gran mayoría de las comunidades
tseltales. El silencio colectivo es como un acto que ch’ultes te tsoblej,
“santifica la reunión”.
El o los convocantes hacen una propuesta a la colectividad. Los re-
presentantes de cada una de las familias, por lo común varones casa-
dos, discuten la cuestión. Quien está de acuerdo en determinada pro-
puesta expone sus argumentos o, dicho en una traducción más
cercana a lo literal, “sus direcciones a la palabra” (tij ta k’op). Varias
personas que están de acuerdo pueden hablar simultáneamente.
Quienes no lo están, guardan silencio. Nadie los interpela directa-
mente, pero sí de manera indirecta. El consenso se alcanza cuando
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 369

todos dan su palabra y coinciden en una resolución. Esta palabra de


la comunidad tiene por lo regular un cierto carácter sagrado. La au-
toridad de alguien con cargo consiste en su capacidad para convocar
a la comunidad en asuntos de su competencia y en su habilidad para
hacer cumplir los acuerdos. Estos acuerdos son las claves de la estruc-
turación y la reestructuración de la comunidad. Podríamos decir que
las pautas “jurídicas” fundamentales están dadas en los acuerdos y en
los procedimientos legítimos para llegar a ellos. Esto es lo que ay
ku’untik, “lo que es nuestro”, lo que cocheltik, “la entrada nuestra”. Es-
tas palabras se refieren tanto a un derecho como a una obligación.
Con los acuerdos definen y redefinen normas locales peculiares de
cooperación e integración social. Los miembros de la comunidad se
necesitan los unos a los otros: reciben y otorgan servicios constante-
mente orientados por las resoluciones de asamblea.

KOCHELIN JBAHTIC

Te sk’op yu’un te comonal ya yabey sna ta lek te ayuk wen chahpagel ta spa-
sel te a’tel, te ja yal te kochelin jbahtic ya x bojotic ta pasel te ka’teltic ta comon.
(“La palabra de la comunidad nos da a saber de manera bien orien-
tada que hay un buen arreglo para hacer el trabajo. Nos dice que de
manera autónoma vamos a realizar nuestro trabajo comunal”.)
Detengámonos en estas palabras kochelin jbahtik, que suponen re-
laciones difíciles de interpretar desde nuestra lengua castellana. La
palabra ochel, “entrar”, es un verbo intransitivo al que se le ha ante-
puesto un posesivo de primera persona mediante el prefijo k– y el su-
fijo nominalizador –in; con estas partículas se ha tranformado al ver-
bo “entrar” en algo así como “mi entrada”. Al agregarse la palabra
jbahtik, a continuación se define a un sujeto colectivo que se interde-
termina, un “nosotros” intersubjetivo e incluyente. Ellos, el colectivo,
son los dueños de la acción. El sentido de jbahtik es difícil de preci-
sar: supone la acción intersubjetiva de un “nosotros” en el que cada
uno se autotransforma y transforma a los demás, y esto lo hacen to-
dos a la vez. La palabra está formada por tres partículas: j-bah-tik. La
j– es un pronombre personal que indica primera persona; la partícu-
la bah significa lugar sobre del cual se actúa y tik expresa un “noso-
tros” inclusivo, ya que en tseltal existe también un “nosotros” exclu-
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370 josé antonio paoli bolio

yente de alguien.1 La expresión cochelin jbahtik significa que todos no-


sotros actuamos sobre nosotros mismos en el contexto de nuestra in-
terioridad colectiva. Quizá la palabra “autogestión” se aproxime bas-
tante a este sentido. Los tseltales también suelen usar el concepto
jtukelin jbajtik, aquí la palabra tukel significa “solo”, y esta expresión
significa que actuamos por nosotros mismos o nosotros solos. Éstas
son expresiones que se usan con frecuencia en el lenguaje cotidiano.
Puede decirse también yochelin sba (por sí mismo, o desde su interio-
ridad de él). Este concepto es traducible en español por “autonomía”,
y puede aplicarse a un individuo o a una sociedad.
La palabra “comunal” ya es palabra de todos, y mientras este con-
senso no se haya logrado no se puede tomar una resolución. De esta
manera se autodefine operativamente un nosotros que será ratifica-
do con el trabajo colectivo. Esta doble condición de acuerdo y reali-
zación de lo acordado constituye el eje articulador de la comunidad.
Cuando esto se logra plenamente la gente dice jun nax ko’tantic, “so-
mos un solo corazón”.
Con frecuencia, los maestros o cualquier funcionario público que
llega a una comunidad, trata de presionar a la gente para que vote y
se tome una decisión por mayoría, sin darse cuenta de que está vio-
lando una regla fundamental, que es precisamente la que preserva a
la comunidad.

AUTOSUBSISTENCIA Y COMUNIDAD

El policultivo de la milpa normalmente es la base económica más im-


portante de la familia y de la comunidad, aunque siempre se requie-
re de otras fuentes de ingreso, de otras actividades agrícolas, princi-
palmente el cafetal y el frijolar; a través del primero obtienen ingresos
monetarios, el segundo es un complemento alimentario frecuente-
mente necesario. También se hace importante la recolección de plan-

1 La terminación para hacer que el pronombre de primera persona del plural sea

expresamente excluyente es otic, o jo’otic; en la variante bachajonteca es jo’otcotic y con


ella se señala aún más la exclusión. En el tseltal de Amatenango del Valle no se usa es-
te “nosotros” excluyente.
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 371

tas silvestres. Las aves de corral, los cerdos y, eventualmente, ciertos


otros animales son por lo común base adicional del sustento, y aun-
que de menor importancia que la agricultura, es un medio para aho-
rrar y afrontar emergencias. La caza y la pesca constituyen otro apo-
yo, que en ocasiones es básico. El trabajo jornalero y las artesanías
suelen ser otras alternativas económicas, a veces indispensables para
el sustento familiar y el servicio de la comunidad. Los ingresos en di-
nero normalmente se usarán para comprar un conjunto de produc-
tos como machetes, ropa, zapatos, jabón, sal, azúcar, pastas, aceite, apa-
ratos electrónicos. Estos artículos, y muchos otros más, ya forman parte
del consumo regular y hay pequeñas tiendas en la comunidad en las
que se pueden adquirir. Los ingresos en dinero son necesarios para
obtenerlos. Esto supone una entrada cada vez más importante al mer-
cado. Todos estos bienes les atraen mucho, aunque se saben en grave
desventaja para entrar plenamente al consumismo capitalista. Su pro-
ducción de autoconsumo los protege. El acceso a la tierra, paradójica-
mente, les permite la entrada a este mercado y los protege de él.
Normalmente hay un conjunto de costumbres propias de cada lu-
gar que autorizan o condicionan los modos de usar los terrenos co-
munales para la explotación de las parcelas, los bosques, ríos y otros
recursos de propiedad comunal.

LA COMUNIDAD Y LA TIERRA

Uno de los elementos claves de la integración es la relación de la co-


munidad con la tierra. Relación que supone normas aceptadas colec-
tivamente para organizar el uso y el usufructo de este bien primordial.
Los vínculos con la tierra suponen normalmente una profundidad his-
tórica en la que se enraizan tradiciones, experiencias sociales que son
la base de sus lenguajes y referencia obligada para dialogar y llegar a
acuerdos, para celebrar y para definir reglas de comportamiento.
Muchas comunidades tienen gente avecindada sin derecho formal
a la propiedad y al uso agrícola del suelo. Ellos también están referi-
dos de una u otra manera a estas relaciones con la tierra a través del
uso de la propiedad comunal para obtener leña, recolectar plantas,
cazar, pescar, alquilarse en el trabajo jornalero, apacentar al ganado
y ofrecer u obtener otros servicios.
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372 josé antonio paoli bolio

Es frecuente que la unidad de la comunidad se defina a partir del


enfrentamiento actual o histórico con otras comunidades o modelos
de explotación de la tierra, como pueden ser las haciendas y los ran-
chos privados. La identidad comunitaria también se define por con-
traste. Las demandas y los posibles enfrentamientos contra diversas
entidades ajenas a la comunidad tienen que afrontarse colectivamen-
te, tanto en caso de choques directos como en las querellas jurídico-
políticas ante las burocracias correspondientes. Para el campesino,
en general, y para el indígena en particular, es imposible afrontar es-
tos problemas de manera aislada. Con mucha frecuencia apelará a la
pequeña comunidad y también a la comunidad de comunidades que
conforma la comarca india. Esta instancia organizativa le da al indí-
gena una nueva dimensión, un respaldo, una protección y una fuer-
za mayor para plantear reclamos colectivos. Las expresiones políticas
de las familias necesariamente requieren de estas instancias sociales
para hacerse oír.
La tierra es el principal medio de trabajo y la energía humana la
potencia que hace posible la producción mediante herramientas sim-
ples, que fundamentalmente son el machete y la macana sembrado-
ra.2 En el ámbito de la milpa, el padre de familia dirige la coopera-
ción familiar y eventualmente, de otras personas, por lo común
miembros también de la pequeña comunidad.
Los conocimientos agrícolas son depurados, fruto de una larga tra-
dición que ha catalogado suelos, semillas y diversos tipos de plantas
y ha definido combinatorias útiles, estrategias productivas, formas de
protección y control de plagas.
Casi siempre la tierra es ejidal o comunal, aunque el usufructo de
la parcela trabajada es privado. Por lo general, la gente se interesa en
señalar sus parcelas a nivel de acuerdos comunitarios. Con mucha fre-
cuencia prefieren no hacer deslindes oficiales de cada parcela. La
gran mayoría de los ejidos no están oficialmente parcelados ya que
esto puede significar un gasto fuerte y, también, porque así nadie pue-
de vender su tierra a extraños. El acceso a la tierra supone fuertes re-
laciones de filiación: acceso a la semilla donada generosamente por
los ancestros, apoyo familiar y comunal y un conocimiento de las con-
diciones de la producción y de la sociedad.

2 La macana sembradora es un palo puntiagudo de aproximadamente metro y me-

dio de alto, con el que se van haciendo pequeños agujeros donde se coloca la semilla.
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 373

Los intentos de introducir semillas híbridas, que se han promovi-


do en diversas comunidades, en su gran mayoría han fracasado, pues
se prefiere la “simiente de los ancestros”, de los jmejtatik, ya que ésta
se considera superior. Sin embargo, en diversas comunidades ya se
siembra maíz híbridizado e, incluso, transgénico, el cual tiende a cam-
biar, mediante la polinización, al maíz de los ancestros, con la consi-
guiente pérdida de autonomía productiva, ya que con estas varieda-
des se hace necesaria la ayuda técnica y la compra anual de la semilla.
La comunidad opera como un conjunto de células familiares con
diversos sistemas de cooperación entre sí. Sin embargo, cada unidad
productiva doméstica es independiente, yochelin sba, “actúa desde su
interioridad”. En principio, y en muchos aspectos, podemos decir que
es soberana, de tal manera que una innovación tecnológica, no nece-
sariamente cunde en todas ellas. En principio, nadie puede decidir
por los otros. Esta condición hace que las novedades sean miradas
por un conjunto de ojos críticos, de unidades domésticas que pueden
resistir o bien adoptar las nuevas tecnologías. El discernimiento, en-
tonces, no es cuestión de un líder, sino de un conjunto de cabezas de
familia y de la aceptación y acomodo al interior de las rutinas fami-
liares. La comunidad requiere de un razonamiento colectivo, de una
intersubjetividad.
La unidad comunitaria supone, en principio, el discernimiento
–tsahtayel– de cada unidad doméstica por separado. La representación
en el seno de la asamblea no está basada solamente en la designación,
sino en la estructura de las entidades familiares que conforman y ha-
cen posible la comunidad. Cada uno de los hombres casados es un re-
presentante y no puede renunciar a esta representación vitalicia.
Normalmente, todas las actividades económicas, sociales y políticas,
están supeditadas a la realización de estos trabajos productivos, y a la
realización de la milpa especialmente. Debemos aclarar que los recur-
sos de la milpa y de otras actividades productivas, así como la capaci-
dad y destreza de sus miembros sólo sirven a la comunidad a través del
donativo de sus respectivos dueños. Este donativo se entrega en forma
de fuerza de trabajo o en especie. El respeto al patrimonio de cada fa-
milia es uno de los cimientos más importantes de la comunidad.
Los procesos productivos marcan ritmos sociales que hacen posi-
ble prever los tiempos y los movimientos de los miembros de la co-
munidad. Se hacen comprensibles las actividades de los otros por ex-
periencia propia. A partir de esta relativa transparencia de la vida
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374 josé antonio paoli bolio

social, es posible pensar la actividad comunitaria, aunque siempre en


referencia al ordenamiento social interno de las unidades domésti-
cas, a su producción, a sus sistemas de socialización, a sus redes de re-
laciones que permean la pequeña comunidad y se vinculan a muchas
otras pequeñas comunidades.

COMUNIDAD DE COMUNIDADES COMO NECESIDAD CULTURAL

Cada comarca india en Chiapas, y en muchos otros lugares de Mesoa-


mérica, normalmente tiene un centro político, ceremonial y comer-
cial. Los tseltales le llaman jlumaltic, “nuestro pueblo”, a esta unidad
territorial. Con frecuencia también se le llama así al poblado central
donde se asientan los mercados y se realizan las fiestas principales,
donde se orienta la justicia y el gobierno de las comunidades que par-
ticipan de la integración comarcana.
Tradicionalmente la función más importante de estos gobiernos
es ritual: lograr la pacificación mediante diversas ceremonias, rezos y
ayunos, a los que podemos llamar ch’abajel de manera genérica. La
organización de las obras públicas y la impartición de la justicia nor-
malmente se centra en cada pequeña comunidad y sólo llegará a las
autoridades centrales de la comarca india cuando el caso sea muy gra-
ve o la comunidad en cuestión lo solicite.
El poblado central, que muchas veces también es la cabecera mu-
nicipal, es una referencia constante para muchas pequeñas comuni-
dades, relativamente autónomas, que están en interacción constante
con su jlumaltik. Este conjunto es una comarca integrada. En ella se
habla con modismos similares, se viste de manera muy similar y se asu-
me la pertenencia al mismo pueblo. Pero sobre todo se define un mo-
do propio de gobernarse donde la protección del kuxlejal es lo real-
mente importante; y, por lo tanto, lo religioso no puede separarse de
lo político. Este gobierno, protector del kuxlejal, tiene que ser autó-
nomo, cochelin jbajtik. Las diversas comarcas indias se han concebido
de esta manera desde hace siglos.
Las principales comarcas tseltales tradicionales son Oxchuc, Chanal,
Tenango, Abasolo, Tenejapa, Cancuc, Sivacá, Guaquitepec, Bachajon,
Petalcingo, San Jerónimo T’ulilja, Amatenango del Valle, Aguacatenan-
go, Socoltenango. Cada uno de ellas constituye una comarca con sus
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 375

fiestas, sus trajes, sus variaciones dialectales y formas de gobierno sui ge-
neris. A estas comarcas indias tradicionales se han sumado alrededor de
treinta nuevas comunidades de conglomerados llamados “municipios
autónomos”, tseltales en su gran mayoría. Poblados importantes como
Chilón, Yajalón y Ocosingo, son asentamientos ladinos, aunque rodea-
dos de comunidades tseltales que viajan para comerciar allí.
Los gobiernos municipales, fieles al aparato del estado local, cons-
tituyeron polos de inversión y desarrollo de la modernidad. Hacia me-
diados del siglo XX, se imponen cada vez con más fuerza gobiernos
ladinos en los pueblos indígenas, que conservaban sus “gobiernos re-
gionales”. La imposición del mando ladino en todos los municipios
constitucionales supuso expandir diversas formas de control del esta-
do y de las clases económicamente más poderosas de la región: cobro
de impuestos, censos, manejo de los votos y de las votaciones en fa-
vor del aparato del estado, manejo de la fuerza pública. En la admi-
nistración ladina de los municipios indígenas con frecuencia se da-
ban apoyos importantes a las haciendas, a los ranchos ganaderos y a
las fincas cafetaleras, ya que podían encarcelar a quienes solicitaran
tierras de una hacienda o disponer de la policía municipal para loca-
lizar y aprender a los trabajadores “enganchados”, que se escaparan
de la explotación agrícola o ganadera que los había “contratado” o
con la cual se habían endeudado.
Ya en 1953 Gonzalo Aguirre Beltrán escribía que en un municipio
indígena tseltal, como Oxchuc, había que entender tres sistemas de
gobierno: el gobierno “constitucional”, el “regional” y el de “los prin-
cipales” que poseían y aún hoy poseen un cargo vitalicio. Los “prin-
cipales”, según este autor, actuaban entonces como un consejo; la au-
toridad ejecutiva se hallaba en manos de un organismo político
religioso al que se llamaba “Ayuntamiento Regional” y, contrapuesto
a éste, había el “Ayuntamiento Constitucional” que había sido recien-
temente impuesto.3 La superposición de los tres gobiernos tiene co-
mo residencia la cabecera municipal que constituye un centro cere-
monial, el lugar donde se encuentran los monumentos que
materializan el poder: la iglesia, la casa comunal y los jacales donde
viven quienes tienen cargo. En este centro ceremonial sólo permane-

3 Gonzalo Aguirre Beltrán, Formas de gobierno indígena, México, Fondo de Cultura

Económica, 1991 (Véase la tercera parte, “Tzotziles y tzeltales”).


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376 josé antonio paoli bolio

cen los que tienen un cargo de gobierno el tiempo que dura su de-
sempeño; las chozas son de propiedad comunal, y también son de
propiedad comunal los solares que las circundan.4
Este modelo estudiado por Aguirre Beltrán, y ejemplificado con el
caso de Oxchuc, parece haber sido muy extendido y hasta hoy pode-
mos encontrar pautas similares de gobierno en diversas comarcas in-
dias.
Las funciones religiosas no pueden desligarse de las civiles cuando
pensamos en los gobiernos de las comarcas indias. En su libro Bajo la
mirada de los antepasados, June Nash nos explica cómo el gobierno y la
jerarquía de Tso’ontahal, centro del municipio de Amatenango del
Valle, al sur de la región tseltal, funcionaba en los años sesenta sin
separar lo “civil” de lo “religioso”. Explica, por ejemplo, cómo “los al-
fereces, o capitanes de las fiestas, constituyen un lazo ceremonial en-
tre las autoridades civiles y religiosas”. Muestra cómo se integran las
rezanderas, los fiscales o ayudantes del sacerdote católico; cómo es
electo el presidente municipal según la Constitución mexicana. Sin
embargo, los miembros del cabildo son nombrados por los salientes
que consultan a las autoridades vitalicias llamadas “principales”. Se
anotan los nombres de los nuevos funcionarios y el juez primero ha-
bla con los principales y los “firmadores”. Se dirige a ellos a través de
un tipo de oración llamada “el saludo del corazón” –pat o’tan–, y pi-
de permiso para servir el trago ritual.5
Bachajón es una comarca tseltal de la zona norte que nunca ha si-
do municipio constitucional. Conforma, sin embargo, uno de los más
poderoso “municipios regionales”, donde hasta hoy la articulación de
las funciones religiosas se ligan de diversas maneras a las funciones
del gobierno de la comarca india.
Tradicionalmente, los principales de Bachajón nombraban a los
cargos del cabildo. Los elegidos no podían negarse, si lo hacían po-
dían ser encarcelados. En los años ochenta, el cabildo estaba forma-
do por 44 cargos, 22 de cada uno de los dos barrios-ejido. Cada uno
de los barrios contaba con un presidente, un gobernador, dos síndi-
cos, dos alcaldes, dos regidores, dos jefes de cuartel y dos cabos. El

4
Ibid., pp. 100-101.
5
Cf. June Nash, Bajo la mirada de los antepasados, México, Instituto Nacional Indige-
nista, 1993, pp. 213-215 (publicado originalmente en inglés en 1970).
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 377

presidente y el gobernador se consideraban consejeros del agente y


del juez, los alcaldes barrían las oficinas y sus alrededores, se encar-
gaban de diversos aspectos rituales, como ir en busca del musgo del
ocote que sirve de atuendo a los actores que representarán a los la-
candones en la celebración del carnaval. Los jefes del cuartel son los
que dirigen a la policía y protegen al agente y al juez.6
El agente municipal es quien lleva los registros civiles, controla los
impuestos percibidos de los comercios provisorios y los almacenes del
pueblo, convoca y dirige las reuniones especiales dedicadas al mejo-
ramiento del pueblo y mantiene relaciones con el presidente munici-
pal de Chilón, municipio constitucional al cual pertenece Bachajón.
También el agente es quien oficialmente entra en contacto con los re-
presentantes de las instituciones estatales y nacionales. El juez se en-
carga de delitos menores que no han alcanzado a solucionarse me-
diante arreglo entre las partes.7 El agente municipal y el juez son
figuras que tienden puentes entre las estructuras tradicionales y las
instancias políticas oficiales; de tal manera que un pueblo tan com-
plejo y reacio al mundo ladino, como es Bachajón, puede definir sus
propias formas de contacto con el gobierno estatal y federal, mientras
protege su propia organización endógena. Este fenómeno preserva el
mundo del cochelin jbajtik, del jtukelin jbajtik. En su interior se definen
sistemas de autoridad totalmente ajenas al mundo k’axlan; por ejem-
plo, los k’atinabetic (principales) de cada kalpul –cuatro del barrio de
San Sebastián y dos del barrio de San Jerónimo–, son elegidos entre
aquellos que han ejercido los cargos religiosos más altos y que a su vez
son poxtaywanej, “curanderos”. Pero en el momento de convertirse en
k’atinab su función deja de estar al servicio de los individuos para con-
vertirse en protector de su kalpul. Él es como un ancestro viviente; co-
noce los movimientos de todos los miembros de su kalpul y será el
personaje central para resolver los conflictos entre ellos.
La pugna entre los gobiernos k’axlanes y las autoridades indias cre-
ció cada vez más en los años cincuenta y sesenta. Algunos municipios
regionales habían logrado mantener al margen a los gobiernos impues-
tos desde afuera, sobre todo es el caso de Bachajón y de Cancuc. El pri-

6 Cf. Alain Breton, Bachajón: organización socio territorial de una comunidad tzeltal, Mé-
xico, Instituto Nacional Indigenista, 1984. Véase capítulo IV y V.
7 Ibid., p. 104.
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378 josé antonio paoli bolio

mero perteneciente a la municipalidad de Chilón y el segundo, a la de


Ocosingo. Cancuc se convirtió en municipio constitucional hasta 1992,
pero desde muchos años atrás se consideraba “municipio regional”, y
su deslinde del mundo ladino ha sido tan fuerte que una de sus dispo-
siciones ha sido que, en principio, está prohibido que los ladinos per-
nocten en su territorio. Los bachajontecos no permitían que ningún
k’axlan tuviera tierras, aunque en un principio sí les permitieron poner
sus comercios a orillas de la carretera, pero hoy en día ni siquiera eso.
Gente de Oxchuc me ha comentado que muchos oxchuqueros ma-
nifestaban constantemente en asambleas y juntas privadas la necesi-
dad de echar a los ladinos. Se hicieron muchos planes, unos pacífi-
cos y otros violentos, y al cabo su opción fue muy civilizada: les
compraron sus terrenos, tanto urbanos como rurales, muchas veces
a buenos precios, y no permitieron más la venta de tierras a ningún
k’axlan. Desde luego que también hubo presiones, con el resultado
de que en la actualidad viven pocos ladinos en tierras de Oxchuc.
Una de las medidas que se consideró más violenta fue la que tomó
el pueblo tsotsil de San Andrés Larráinzar, hoy conocido como San
Andrés Sakamch’en de los Pobres, lugar de las negociaciones y de la
firma de los acuerdos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacio-
nal y el gobierno federal en 1996.
En la primavera de 1974, se juntó la mayoría de los andreseros en
la cabecera. Marcharon por las calles de ese su pueblo rector y cen-
tro ceremonial de la comarca india, que entonces era habitado en su
mayoría por k’axlanes. Gritaron amenazas contra ellos y, entre otras
acciones, destruyeron los cercos de sus viviendas. Por la noche se que-
daban en las colinas circundantes espantándolos con disparos de sus
escopetas, gritos y ruidos. Muchos ladinos salieron esa misma noche.
Posteriormente sacaron a los que se habían hecho de tierras; hubo
algunos enfrentamientos y pronto se fueron de allí los ladinos, que-
dando toda la comarca india sólo para los andreseros.8 Hoy es uno
de los municipios autónomos de Los Altos de Chiapas.
En las cañadas de Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, la decla-
ración formal de guerra contra el gobierno mexicano hizo que casi

8
Cf. Norbert Ross, “Nutz lok’el li k’axlane: una versión indígena de las expulsiones
de los ladinos de San Andrés Larráinzar”, Anuario del Instituto de Estudios Indígenas de la
Universidad Autónoma de Chiapas, San Cristóbal Las Casas, Chiapas, México, 1996, vol. VI.
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todos los ranchos y haciendas se terminaran. Los k’axlanes huyeron,


el gobierno federal les dio una renta por sus tierras y luego se las com-
pró o les dio tierras en territorios lejanos. Casi todas las casas de las
haciendas fueron destruidas para que no quedara ni rastro de los an-
tiguos patrones. A partir de este hecho se inicia una nueva conforma-
ción del territorio y de las formas de autoridad, de nuevas comarcas
indias que se llamarán “municipios autónomos”. Su formación, indu-
dablemente, tiene su origen en los municipios regionales, pero tam-
bién en la poderosa conciencia étnica del cochelin jbahtik.

LA FORMACIÓN DE NUEVAS COMARCAS INDIAS

Diversos contingentes indígenas, en su mayoría tseltales, han ido po-


blando la selva lacandona desde principios del siglo XX. Las migracio-
nes van en aumento, sobre todo a partir del año de 1949, fecha en
que se retiran los madereros tabasqueños, grandes explotadores de
maderas tropicales finas y en especial de la caoba.9
La Lacandonia parece haber tenido alrededor de treinta mil kiló-
metros cuadrados; más de la tercera parte de este inmenso bosque
tropical se localizaba en el municipio de Ocosingo. Hoy, con ánimo
optimista, podemos afirmar que lo que se preserva como ecosistema
de la selva, la reserva de los Montes Azules, cuenta con apenas seis-
cientos kilómetros cuadrados, o sea, apenas el 2% de lo que fue en el
siglo XIX.
Diversos factores impulsaron al indígena al éxodo, a soñar, buscar
y encontrar una tierra propia, a salirse de los ranchos donde vivían
en condiciones de servidumbre y a irse de sus comarcas indias don-
de la tierra ya no alcanzaba para ellos y sus hijos. Quizás el factor que
más propició esta migración fue la política de la reforma agraria del
estado nacional que impulsó una tendencia a la ocupación del espa-
cio y a la expansión de la frontera agropecuaria de la selva.10 Salían

9 Véase Jan de Vos, Oro verde: la conquista de la selva Lacandona por los madereros tabas-

queños 1822-1949, México, Fondo de Cultura Económica, 1988.


10 Cf. Xóchitl Leyva y Gabriel Ascencio Franco, Lacandonia al filo del agua, México,

Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 48.


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380 josé antonio paoli bolio

los hombres a buscar el lugar, se unían con otros, hallaban el terreno


y se disponían a establecer sus siembras. Frecuentemente eran encar-
celados o perseguidos, pero a pesar de las penurias insistían y retor-
naban con sus familias.
A modo de ejemplo, detengámonos brevemente en la odisea de
los primeros pobladores del querido Taniperlas, nombre que quiere
decir “allí donde brota la flor blanca de la caña brava”, a orillas del río
Perla. A principios de los años sesenta salió un grupo de familias de
Oxchuc. Hicieron escala en la finca Yaxalja. Radicaron en ella por un
año y edificaron sus casas mientras buscaban otro lugar. Una de sus
opciones fue solicitar tierra de la misma finca, pero fueron desaloja-
dos apenas se enteró el patrón de sus intenciones. Algunos fueron en-
carcelados en calidad de invasores en la hacienda El Real, que era una
de las más grandes del Municipio de Ocosingo; otros decidieron re-
gresar a Oxchuc, y alrededor de veinte familias se quedaron en la fin-
ca Yaxalja. Otros más salieron con rumbo a Taniperlas. Algunos, an-
tes de dar con la tierra esperada, se establecieron por espacio de cinco
años en la finca El Rosario y llegaron tres años después de fundado
el nuevo pueblo. Todos viajaban con sus semillas, tesoro de los ances-
tros, hasta hallar su nueva tierra. Algunos habían salido de la finca de
La Candelaria, se quedaron un tiempo en la comunidad de El Cen-
so, donde pretendieron hacer sus milpas pero fueron encarcelados
por la vigilancia forestal, luego se unieron a un grupo que abandona-
ba los duros trabajos de la hacienda de Nuevo México, pero apresa-
ron a los líderes de este nuevo grupo y decidieron volver provisional-
mente a su antigua finca.
Las primeras familias habían llegado a Taniperlas hacia 1956 y fue-
ron desplazando a un pequeño grupo de lacandones. Las últimas fa-
milias del primer poblamiento tseltal llegaron en 1968. Un lacandón
decidió quedarse solitario a orillas del río hasta que dejó el cuerpo
allí mismo, hacia principios de los años setenta. Unos habían salido
de Oxchuc, pasando por la finca Yaxalja, otros vinieron directamen-
te de Bachajón, de Guaquitepec, de Ocosingo, de Tsajalob, de Aba-
solo, de la hacienda El Real, otros más de la finca La Candelaria, pa-
sando por El Censo. En 1968 eran ya 117 familias: 46 de Guaquitepec,
40 de diversas comunidades y fincas de Ocosingo, 20 de Oxchuc, sie-
te de Bachajón y dos de Yajalón, todas eran tseltales salvo dos familias
tsotsiles de Huistán, pero pronto se tseltalizaron. Decidieron que el
traje de las mujeres de Taniperlas fuera el de Guaquitepec y Bacha-
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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 381

jón; se pusieron de acuerdo en el santoral de su nuevo pueblo para


hacerse jun nax o’tanil, “un sólo corazón”.
Éste es sólo un pequeño ejemplo de lo que sucedió por esos años
en la selva lacandona, con miles de familias que formaron cientos de
rancherías y pequeños poblados.11 Este proceso ha marcado a la po-
blación de las cañadas donde surgió la rebelión del 1 de enero de
1994.
Veamos la letra de una bella canción compuesta como material di-
dáctico por los promotores de educación de la cañada de Las Tazas,
en la ribera del río Jataté. Ellos le cantan a sus padres que hallaron la
tierra nueva:

“La stahic te yachil k’inaltic” “Hallaron nuestra nueva tierra”

Ta namey te jmejtatic Hace tiempo nuestras madres-padres


k’ax bayal te swokolil tenían muchos problemas
yu’un te mosojetik porque eran servidumbre
yu’un te ajualiletik de los patrones
k’alal te ya x a’tejik entonces trabajaban
ja nax yu’un te ajualil sólo con los patrones
mayuk te ayu’unik stukelik en verdad que nada poseían
wokol bit’il yax weik con mucho trabajo comían.
la yilik te ay swokolil contemplaban sus dificultades
jach nopel cha ox tuhl dos o tres de ellos
ja te ya sleh yan jlumtik empezaron a buscar otra nuestra tierra
yu’un mayukix utsinel porque ya no querían ser molestados
k’alal te la stajikix ta x chahpanel cuando la hallaron iniciaron los arreglos
sok te mukul ajualil con el patrón grande*
bayal behenic ta yilel caminaron y exploraron mucho
bayal mach’a lajemix muchos murieron
te sjach te jlumaltic iniciaron entonces nuestros pueblos

11 Los datos de este relato de la fundación de Taniperlas están tomados de diversas

entrevistas realizadas por mis alumnos de la UAM-X y por mí, y espigados de la tesis de
licenciatura titulada Migración y cambio sociocultural en Taniperlas: una comunidad tzeltal
de la selva lacandona, de Rubén Martínez Cerecedo, Facultad de Humanidades, Escue-
la de Antropología, Universidad Veracruzana, Jalapa, 1973.
* Se refiere al presidente de la República.
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382 josé antonio paoli bolio

jilem ta snaulanel se fueron uniendo


ta spisil te yu’untikilal todas las familias en cada lugar.
Ach’ixetic, keremetic Niñas, niños
ich’ajin me ta muk’ tomen la grandeza
ta spisil te jmejtatic de todas nuestras madres-padres
k’axemix te swocolil. aquel problema ya pasó.

La migración transformó rápidamente el ecosistema de la selva y


generó una nueva organización social y territorial. Los nuevos pobla-
dores eran gentes desplazadas que buscaban sobrevivir en condicio-
nes de extrema pobreza, protegiéndose del hambre, de los malos tra-
tos y de la selva inhóspita. En la mayoría de los casos, la distancia entre
el lugar del que habían salido y el sitio hallado en la selva estaba a mu-
chos días de camino, a veces a una semana de caminata incesante.
Muchos salieron para ya nunca volver.
Para tener una idea estadística de lo que fue este fenómeno, ob-
servemos el siguiente cuadro:

CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN12 EN LOS MUNICIPIOS DE LA SELVA


LACANDONA. 1960-1990.

Altamirano Margaritas Ocosingo Palenque Chiapas


1950 4 655 18 319 13 940 6 206 907 026
1960 5 783 24 689 19 800 12 412 1 210 870
1970 8 354 32 524 34 356 23 205 1 569 053
1980 12 099 42 443 69 757 35 430 2 084 771
1990 17 026 86 568 121 012 63 209 3 210 496

Estas migraciones son, en su gran mayoría, de población prove-


niente del mismo estado de Chiapas, aunque arriban personas del res-
to de los estados de la República. De éstos llegan a Altamirano 51; a
Las Margaritas 417; a Ocosingo 5 506; a Palenque 8 128. También
proceden de otros países, sobre todo de Guatemala y, en el caso del
municipio de Las Margaritas, llegan 7 000 del extranjero.
Según los censos de 1990, en Altamirano hay 5 400 tseltales, en
Ocosingo 64 917 y en Palenque 6 378. Al parecer, el número de tsel-

12 Xóchitl Leyva y Gabriel Ascencio Franco, op. cit., p. 49.


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autonomía de la comunidad y de la comarca tseltal 383

tales que aquí se señala son menos de los que hay en la realidad. De
cualquier manera, en el municipio de Palenque, según los censos, los
tseltales son el 29% de la población indígena y en Ocosingo el 82%.13
Ellos formaron sus comunidades, autogestivas (cochelin jbajtik), como
son de hecho las comunidades tseltales. Actualmente, ya son alrede-
dor de 260 pequeñas aldeas tseltales fundadas en lo que se sigue lla-
mando “la selva”, a pesar del severo deterioro del bosque tropical. No
se establecen desde el principio como un conjunto de comarcas inte-
gradas formalmente, como los pueblos tradicionales que hemos men-
cionado arriba. Sin embargo, este modelo cultural está siempre pre-
sente como la manera natural en que se articula una comunidad de
comunidades.
Desde la perspectiva de un tseltal, la integración en una comarca
india, regida por sus propios usos y costumbres, es un elemento cla-
ve para pensar la organización social, es un factor muy importante de
su conciencia histórica. En efecto, para los tseltales, los tsotsiles y otros
indígenas, la vida debe integrarse en comunidad de comunidades. La
referencia cultural a las comarcas indias tradicionales constituye un
modelo fundamental que guía el desarrollo de la organización social.
El trabajo comunal de la pequeña comunidad hace posible la admi-
nistración pública del pueblo grande y su constelación de rancherías.
La idea de “municipios autónomos”, que hoy se defiende con tanto
ahínco por los zapatistas y por una gran cantidad de organizaciones
indígenas, en realidad tiene sus raíces en la vida de las comarcas in-
dias tradicionales.

13 Ibid., pp. 56-59.


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COMPARACIÓN DE IGUALDAD Y DESIGUALDAD


EN TOJOLABAL Y ESPAÑOL

CARLOS LENKERSDORF*

1. EL TEMA

Comparamos cosas iguales y desiguales. Así ocurre no sólo en espa-


ñol sino también en otros idiomas, como, por ejemplo, en tojolabal,
uno de los idiomas de los pueblos mayas que nos interesa en esta po-
nencia. Los tojolabales viven en Chiapas, sobre todo en los munici-
pios de Las Margaritas y Altamirano. Hablantes del tojolabal y del cas-
tellano, han vivido como vecinos geográficos a partir de la invasión
europea a principios del siglo XVI.
Desarrollamos el tema a partir de las formas gramaticales de com-
paración con la pregunta particular, si y en qué forma las dos lenguas
se han influido mutuamente. Ampliamos, además, el tema para enfo-
car las relaciones entre lengua y cultura de los dos idiomas con respec-
to a las formas de comparación usadas. Lo hacemos por el hecho de
que la comparación no representa exclusivamente estructuras lingüís-
ticas, sino aspectos de la realidad según la perciben los hablantes.

2. LA COMPARACIÓN DE IGUALDAD

En ambos idiomas hay formas numerosas de expresar esta clase de


relación. El español tiene los giros de, igual que, lo mismo que, tanto …
como, etcétera.1
En tojolabal existen igualmente formas múltiples de esta clase de
comparación. Presentamos algunas frases:

* UNAM/IIFL-CEM.
1 María Moliner, Diccionario de uso del español, 2 tomos, Madrid, Gredos, 1975, t. I,

pp. 687-689.

[385]
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386 carlos lenkersdorf

CUADRO 1. DE LA COMPARACIÓN DE IGUALDAD.


(1) ja taji lajan sok jastal jun (1a.) El ocote es igual a /como un árbol
tojol te’. recto
(2) jasunk’a wa slaja ja jlu’umtikoni. (2a.) ¿Qué iguala a nuestro terruño?
(3) jas ‘oj slaj sb’aj sok ja ‘iximi. (3a.) ¿Qué igualaremos al maíz?
(4) ‘oj jlaj jb’ajtik. (4a.) Nos igualaremos / Nos pondremos
de acuerdo.
(5) ja we’ni jach’ jastal tojol ‘ixuk. (5a.) Tú eres como una mujer verdadera.
(6) chikan jastal wa xak’ulan yi’le’ (6a.) Así como tú les haces a ellos así
jach’ni ‘oj sk’uluk awi’. también te harán a ti.
(7) Mi lajanuka sok ja witzi. (7a.) No eres igual al cerro.

Los ejemplos nos parecen suficientes aunque se podrían multipli-


car sin mayores dificultades. La tabla de ejemplos marca con negritas
los elementos de comparación en tojolabal y con cursivas en español.
En tojolabal, cinco formas se derivan de la raíz laj–, dos comparacio-
nes se derivan de jastal que se amplía conforme al contexto.
La raíz laj– se emplea en el verbo laja y en el derivado lajan que co-
rresponde en algo a un adjetivo. El verbo laja se puede traducir por
igualar, emparejar y, en este sentido, las estructuras de comparación
empleadas corresponden a las del castellano. Lo mismo hacemos
constar en los ejemplos (5) y (6) cuyas construcciones estriban en jas-
tal/como con variantes agregadas.
El ejemplo (7) sigue la estructura de las frases formadas mediante
laja o lajan con la particularidad de que es una oración negada. Por
ello, María Moliner clasifica este tipo de comparación como de desi-
gualdad.2 Nos parece más acertado clasificar la frase como compa-
ración de igualdad negada, porque así también es su construcción,
aunque desde la perspectiva del contenido, Moliner tiene razón. Man-
tenemos nuestra opinión y la demostraremos más adelante puesto
que las estructuras de las comparaciones de desigualdad son diferen-
tes por razones sintácticas y semánticas.
Otra cosa nos señala el ejemplo (4). En la columna del castellano
se dan dos traducciones posibles, notablemente diferentes: igualarse

2 Ibid., p. 690, núm. 27.


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comparación de igualdad y desigualdad en tojolabal y español 387

y ponerse de acuerdo. La segunda variante no da la idea de comparar al-


go con algo, es decir, de establecer una relación entre dos polos. En
lugar de estos se está juntando una pluralidad de elementos. Con tal
giro se señala algo muy típico en el contexto de la vida social de los
tojolabales. El laja con –b’aj se refiere a una orientación social funda-
mental. Los miembros de la sociedad tojolabal con todas sus diferen-
cias no negadas, saben de un atractor comunitario o, si nos permiten
la palabra, nosótrico. El llamado de este atractor los conduce a poner-
se de acuerdo. Esto puede acontecer de modos diferentes, por ejem-
plo, al organizarse bien, al vivir en paz, o al enfocar problemas en conjunto.
En efecto, este ejemplo (4) no es una frase de comparación aun-
que por sus elementos lo parezca, empero es esta oración que nos
ayuda a entender mejor el peso y el significado de la comparación de
igualdad en el contexto tojolabal. Tanto personas como cosas que se
emparejan o igualan no se nivelan mecánicamente, sino que se coor-
dinan de manera tal que están en equilibrio, quiere decir, lajan lajan
‘ay o lajan lajan ‘aytik. (“Son iguales, nos hemos hecho iguales, nos he-
mos emparejado, estamos viviendo en paz sin pleitos ni problemas”).
En este sentido concluimos, que la comparación de igualdad en el
contexto tojolabal, no sólo expresa una estructura lingüística particu-
lar, sino un rasgo distintivo de su cosmovivencia, es decir, su modo de
adaptarse a la realidad.

3. LA COMPARACIÓN DE DESIGUALDAD

Esta clase de comparación tiene varios tipos de estructura en tojola-


bal que expondremos enseguida (véase cuadro 2).
Las frases en castellano, para la comparación de desigualdad, usan
el primer grado de comparación, es decir, el comparativo formado con
más. No es así en tojolabal. De hecho, no se emplea una construcción
de comparación. La palabra gira alrededor del pronombre yuj que
señala origen, causa, etc.3 En la traducción empleamos el giro desde la

3 Cf. Carlos Lenkersdorf, Tojolabal para principiantes. Lengua y cosmovisión mayas en

Chiapas, México, Centro de Reflexión Tecnológica, 1994, pp.189 y 193-196.


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388 carlos lenkersdorf

CUADRO 2. LA COMPARACIÓN DE DESIGUALDAD EN TOJOLABAL.

(8) ja jun keremi jelni wewo wa (8a.) El otro joven muy rápido corre
x’ajni yuj ja lampo’i. desde la perspectiva de Caralampio.
(= corre más rápido que Caralampio.)
(9) ja winik jawi jak’ulan ch’inil (9a.) A aquel hombre lo hiciste pequeño
yuj ja tzomjelanum jumasa’. desde la perspectiva de los
asambleístas. (= …lo hiciste más
pequeño que a los asambleístas.)

la perspectiva de que, según el contexto, señala el origen a partir del


cual se da el fenómeno señalado en la frase. Como ya lo indicamos,
las frases correspondientes en castellano usan el grado comparativo
“más”. Con éste se introduce otro modo de pensar. O bien, un mu-
chacho se compara con el otro, y uno de ellos corre más rápido que
el otro. La misma “medida de pensar” se aplica en la segunda frase.
Uno de los asambleístas fue hecho más pequeño que los demás.
Observamos que en tojolabal no se da esta manera de introducir
o emplear una medida valorativa mediante diferentes grados de com-
paración. En este contexto del tojolabal enfatizamos que esta lengua
carece de equivalentes para vencedor, ganador y términos correspon-
dientes. La diferencia, pues, de estas estructuras sintácticas en tojola-
bal es de mucha importancia. Al continuar con la exploración del
tema notaremos la importancia de la ausencia de grados de compa-
ración. Observaremos que esta clase de estructura señala un vacío en
tojolabal que, en el curso de la historia, se ha llenado de un modo
particular.

II

CUADRO 3. LA COMPARACIÓN DE DESIGUALDAD: EL COMPARATIVO ORGÁNICO.

(10) b’ankilal yuj ja jpetzaniltikoni. (10a.) Eres el hermano mayor desde la


perspectiva de todos nosotros
(= eres hermano mayor de todos
nosotros).
(11) ja tatali ti wajum b’ajtan yuj ja (11a.) El papá camina primero desde la
yuntikile’i. perspectiva de sus hijos
(= … primero de sus hijos).
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comparación de igualdad y desigualdad en tojolabal y español 389

Los comparativos orgánicos implican morfológicamente el compa-


rativo. Además de las formas dadas, recordamos del castellano las for-
mas de mejor, peor y otras, en frases como por ejemplo, peor que los de-
más, etc. Al observar los ejemplos (10) y (11), notamos que la
construcción sigue igual a la de las frases anteriores de (8) y (9). No
se emplean medidas de grados de comparación, sino que se mantie-
ne el pensar que, desde la perspectiva de algunos, alguien resulta o
bien hermano mayor o bien primero. No se establecen grados de compa-
ración con las medidas respectivas, por lo tanto, en lugar de primero
se puede decir ja b’a sni’ ja k’ole, “en la nariz del grupo”. Esta expresión
equivalente está lejos de toda clase de comparaciones sobre todo de
comparaciones valorativas.
Observamos, pues, que en tojolabal no existen grados de compa-
ración. Al recordar nuestros comentarios sobre el lajan, nos parece
muy probable que la comparación de igualdad goce de preferencia
entre los tojolabales, pues refleja con la misma probabilidad antece-
dentes a la invasión europea que, como veremos, produce para su len-
gua y cultura fuertes desigualdades. De esto nos toca hablar ahora.

III

CUADRO 4. LA COMPARACIÓN DE DESIGUALDAD MEDIANTE EL GRADO DE COMPARATIVO.

(12) ke’n mas chinon yuj (12a.) Yo soy más pequeño que todos
japetzanilex. ustedes.
(13) ja taj ‘iti mas cha’an yuj ja (13a.) Este ocote es más alto que la casa
wanajexi. de ustedes.

Los ejemplos (12) y (13) presentan casos de comparación de de-


sigualdad cuya estructura corresponde exactamente a la del castella-
no. Dicho de otro modo, aquí se manifiesta la influencia del español
en el tojolabal. Los quinientos años de coexistencia han producido
un fruto. La estructura de la lengua mayense, sin embargo, queda ins-
tructiva no sólo a pesar de la adopción de la palabra más sino justa-
mente, a causa de ésta. Para expresar un giro correspondiente a “más
… que”, el tojolabal no encontró términos que satisficieran la corres-
pondencia de lengua a lengua. Por eso, no quedó otra solución fue-
ra de adoptar el elemento básico del giro en castellano.
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390 carlos lenkersdorf

4. LA PROBLEMÁTICA DE LAS FORMAS DE COMPARACIÓN

Observamos no sólo dos formas fundamentales de comparación, la


de igualdad y la de desigualdad, sino que en esta última notamos tres
maneras de construirla. Por un lado, se notan dos giros típicos sin el
empleo del grado de comparativo; por otro, sí se da el grado de com-
parativo mediante la adopción del término principal de la misma cla-
se de comparación en castellano.
Surge la pregunta si con la estructura sintáctica se introdujo, a la
vez, la perspectiva correspondiente en la cosmovisión y cosmoviven-
cia de los tojolabales. Se trata de la perspectiva que destaca y privile-
gia la comparación de desigualdad desde los olimpionikes o ganadores
olímpicos premiados desde Grecia hasta la actualidad. Se agrega el
slogan anglosajón de hoy día “bigger, better, faster” (más grande, mejor, más
rápido). Esta perspectiva incluye el énfasis en la competitividad tanto
en el atletismo, el comercio, así como en la educación y otras ramas
de la realidad actual. Preguntamos si esta manera de pensar ha en-
contrado suelo firme en la sociedad tojolabal.
El lajan lajan no lo admite. Pero la experiencia que sigue puede
exponer con más claridad el sentir de muchos tojolabales: un domin-
go en la tarde algunos tojolabales estuvieron en la casa de alojamien-
to para ellos en Comitán. Vieron la televisión donde hubo la exhibi-
ción de una competencia de boxeo. Salieron horrorizados, nos
platicaron y nos inculparon llenos de asco y desprecio. “Ésta es la cul-
tura occidental, su cultura. Las gentes se están peleando. Uno golpea
al otro. Quien más lo golpea hasta que le salga la sangre, ustedes le
dan un premio. ¡Qué cultura es ésta!”.
Este testimonio aclara su posición, si no de todos, al menos de mu-
chos. La perspectiva de competitividad, tan manifiesta en una lucha
atlética, considerada de juego, de deporte, es una expresión muy cla-
ra de la comparación de desigualdad. El vencedor es el mejor, recibe
un premio y no importa el daño causado al contrincante. Es, pues, to-
do lo contrario de la complementariedad del lajan lajan de la pers-
pectiva tojolabal, manifiesta en las estructuras de su lengua y el mo-
do de su cosmovivencia.
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LAS VOCES DEL CHILAM. EL LENGUAJE DE LOS CÓDICES


MAYAS

LAURA ELENA SOTELO SANTOS*

En el día magnífico de poderío y


magnífico de hermosura,
en el día en que se entienda el
entendimiento de los dioses, se
levantará la cosecha y será
el tiempo de recoger.
Libro de Chilam Balam de Chumayel

LOS LIBROS SAGRADOS MAYAS: ELABORACIÓN, USO Y CONSULTA

Los códices mayas son los antiguos libros de los sacerdotes. En con-
textos funerarios han sido hallados como parte del ajuar de los escri-
bas nobles. Quizás el ejemplo más reciente sea el que se encontró en
el interior de La Chorcha, en Copán, el edificio que tiene la inscrip-
ción jeroglífica más larga del mundo prehispánico.1
Por las fuentes coloniales sabemos que los códices eran elaborados
por especialistas de tiempo completo. En maya yucateco se denomi-
naban ah ts’ib,2 y ah woh,3 es decir, escribas y pintores. Según fray Die-
go de Landa, éstos pertenecían al sector de los sacerdotes y de los no-
bles, y al parecer, existía entre ellos cierta libertad de vocación, pues
el obispo de Yucatán afirma que les “enseñaban a los hijos de los otros
sacerdotes y a los hijos segundos de los señores que les llevaban para

* UNAM/IIFL-CEM.
1 Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 59. Los códices hallados en tumbas pro-

cedentes del Clásico, confirman que ésta era una tradición que estuvo vigente entre
los mayas por lo menos unos diez siglos. Véase Thompson, Maya hieroglyphic writing,
p. 23; Sharer & Morley, The ancient maya, pp. 517-519; Pendergast, Excavations at Altun
Ha, Belice. 1964-1967, p. 76, fig. 16; Fash, Scribes, warriors and kings, p. 111.
2 Diccionario Maya Cordemex, p. 882.
3 Ibid., p. 924.

[391]
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392 laura elena sotelo santos

esto [para aprender a escribir libros] desde niños, si veían que se in-
clinaban a este oficio”.4
Los códices se elaboraban con largas tiras de papel de amate que
se doblaba a manera de biombo; se recubría de una blanca capa de
yeso sobre la que se escribía y se protegían con cubiertas de madera.
Los libros ya escritos se denominaban pik hu’un,5 y los asuntos que
contenían eran muy variados; comprendían agricultura, astronomía,
calendario, ceremonias religiosas, enfermedad y medicina, escritura
de cartas, glifos de nombres, guerra, historia, linaje, mapas, mitolo-
gía, profecías en general, del ciclo de 260 días, de meses, de tunes y
katunes, ruedas calendáricas, tributo y comercio.6 Además, los tres
fragmentos que hoy conocemos con los nombres de Dresde, París y
Madrid contienen almanaques adivinatorios sobre rituales de bauti-
zo y de matrimonio, sacrificios humanos y autosacrificios, ceremonias
de fuego nuevo, de tejido, manufactura de ídolos, tejido, escenas de
caza, de apicultura y tal vez de pesca y mariscos, narcóticos en la adi-
vinación, la práctica de fumar, así como algunos de los temas mencio-
nados por las fuentes, como las ceremonias de año nuevo, las profe-
cías de los katunes y registros astronómicos.7
Dice Landa que en Yucatán, los códices contenían todas “sus cien-
cias”, que en sus términos, incluían:

la cuenta de los años, meses y días, las fiestas y ceremonias, la administración


de sus sacramentos, los días y tiempos fatales, sus maneras de adivinar, reme-
dios para los males, las antigüedades, leer y escribir con sus letras y caracte-
res, en los cuales escribían con figuras que representaban las escrituras…8

4 Landa, op. cit., p. 15. Información semejante se encuentra en otros autores: Liza-

na apunta que los “hijos de los sacerdotes de sus dioses, que son los que sólo sabían
leer y adivinar”, Historia de Yucatán, p. 53; Ciudad Real, por su parte dice “Estas letras
y caracteres no las entendían sino los sacerdotes de los ídolos y algún indio principal”,
Tratado curioso y docto, t. II, p. 319.
5 Diccionario Maya Cordemex, p. 653.
6 Thompson ofrece una lista de los temas que, según las fuentes escritas, cubría la

escritura maya. Un comentario al Códice de Dresde, p. 34.


7 Thompson, Un comentario…, pp. 34-35. Además, hay otras referencias a ciertos

asuntos contenidos en los códices. Por ejemplo, Román y Zamora asienta que había li-
bros que se empleaban para la adivinación de los sueños. República de Indias, idolatrías
y gobierno en México y Perú antes de la Conquista, vol. I, pp. 129-130.
8 Landa, op. cit., pp. 14-15.
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las voces del chilam. el lenguaje de los códices mayas 393

En el mundo maya, escribir implicaba a la vez el empleo de glifos


y figuras, por ello, en los diccionarios encontramos ts’ib voz que sig-
nifica tanto escritura, como escribir y pintar,9 de donde se infiere que
la escritura implicaba el uso del complemento de las figuras, y posi-
blemente del color.
Los signos pintados para los mayas eran ciertamente jeroglíficos,
es decir, escritos sagrados. Dice Diego López Cogolludo “Itzamná ten-
go por cierto fue el hombre que entre ellos primero inventó los ca-
racteres que servían de letras a los indios, porque a éste le llamaban
también Itzamná y le adoraban por dios”10 (el dios supremo del pan-
teón maya).
El uso de un sistema de escritura eficiente les permitió a los mayas
trasmitir una serie de conocimientos de diversa índole a lo largo de
muchas generaciones. Los ejemplos de textos públicos son quizás los
más conocidos, pues eran el complemento de la arquitectura y de la
escultura arquitectónica, desde una perspectiva, podríamos decir que
eran un instrumento del poder político. Aunque no han llegado has-
ta nosotros, podemos suponer que lo que hoy llamamos mapas, regis-
tros tributarios o asuntos judiciales estaban escritos sobre papel, por
lo que eran también códices.
En maya yucateco leer se dice xok, voz que también significa “con-
tar numerando”, según lo señala el Diccionario de Viena,11 y el término
Ah Xok Hu’un12 se empleaba para el “lector de libros”, en tanto que
hu’un es en yucateco el árbol, el papel de amate, y el libro.13
En cambio los códices adivinatorios eran instrumentos sagrados,
que consignaban gran parte del saber sacerdotal, por lo que perma-
necían guardados en recintos especiales dentro de las casas de los no-
bles, y se consultaban en ocasiones especiales, después de ser purifi-
cados cuidadosamente mediante un ritual particular.
Un cronista comenta una consulta a un códice sagrado de la si-
guiente manera: “abría el más docto de los sacerdotes un libro y mi-

9 Diccionario Maya Cordemex, p. 882. El mismo sentido parece tener precisamente

la voz náhuatl tlacuiloa, que significa “escribir–pintando”. Galarza, Amatl, amoxtli, el pa-
pel, el libro, pp. 34, 41.
10 López Cogolludo, Los tres siglos…, p. 254.
11 Diccionario Maya Cordemex, p. 949.
12 Ibid.
13 Ibid., p. 246.
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394 laura elena sotelo santos

raba los pronósticos de aquel año y los declaraba a los presentes y pre-
dicábales un poco encomendándoles los remedios”.14
Landa dice que “Chilám es el que tiene a su cargo dar las respues-
tas del dominio”,15 es decir, los sacerdotes que consultaban los códi-
ces sagrados para dar a conocer los augurios eran precisamente los
chilames. En el Diccionario de Motul encontramos la voz Ah chila’n con
el sentido de intérprete o naguatato.16 Los chilames eran un tipo de
chamanes, hombres prodigiosos que profetizaban durante los tran-
ces extáticos.17
A nivel universal, la profesión chamánica se transmite frecuente-
mente de manera hereditaria y, en ocasiones, se presenta como una
“elección” divina. Los chamanes siempre reciben “una doble instruc-
ción: primero, de orden extático (sueños, trances, etc.) y, segundo,
de orden tradicional (técnicas chamánicas, nombres y funciones de
los espíritus, mitología y genealogía del clan, lenguaje secreto, etc.).18
Estas condiciones las cumplen los chilames. Era una profesión he-
reditaria, en la que recibían una instrucción por parte de los otros sa-
cerdotes y seguramente sufrían un proceso de iniciación,19 que posi-
blemente incluía una vivencia extática. Después de haber pasado la
prueba, estaban en posibilidad de comprender el lenguaje sagrado
de los libros. En un pasaje en maya yucateco seguramente transcrito
de un códice jeroglífico, está consignada una profecía que dice: “Eter-
namente se oirá mi voz, la del Chilam Balam, Brujo-intérprete, expli-
cando la palabra de Hanal Ku, Verdadera-deidad”.20
Habla un sacerdote, un Ah Kin cuyo apellido era Balam, que tenía
la función de chilám. Su acertada labor al interpretar los textos de un
códice y predecir la llegada de los españoles ha hecho que su voz se

14
Landa, op. cit., p. 92.
15
Ibid., p. 20.
16 Diccionario Maya Cordemex, p. 99. Cabe destacar que la voz nahuatato posiblemen-

te provenga del náhuatl y se refiera al nahualli, es decir, al chamán. Véase De la Garza,


Sueño y alucinación en el mundo náhuatl y maya, pp. 31-41.
17 De la Garza, op. cit., p. 145.
18 Eliade, El chamanismo, p. 29.
19 Aunque no hemos encontrado ninguna referencia directa al proceso de inicia-

ción de los chilames, hay una serie de evidencias a través de las obras plásticas del mun-
do clásico y de la etnología contemporánea que nos permite afirmar su existencia. Véa-
se De la Garza, op. cit., pp. 148-149 y 171-212.
20 El libro de los libros de Chilam Balam, p. 99.
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las voces del chilam. el lenguaje de los códices mayas 395

siga oyendo. Su fama ha dado nombre al conjunto de códices trans-


critos al yucateco conocidos como libros de Chilam Balam, a la vez
que ha hecho evidente la relación entre los libros y los sacerdotes que
los interpretaban. En suma, el contenido de los libros sagrados sólo
podía ser comprendido por el sacerdote taumaturgo Chilam, después
de una iniciación.
Por otra parte, es probable que el supremo gobernante de cada
provincia yucateca haya sido también un sacerdote. Landa dice “que
algunos señores principales sabían de estas ciencias por curiosidad, y
que por esto eran más estimados aunque no las usaban en público”.21
Este dato lo confirma por su parte Ciudad Real, quien al referirse a
los códices y su contenido añade: “Estas letras y caracteres no las en-
tendían sino los sacerdotes de los ídolos (que en aquella lengua se
llamaban ahkines) y algún indio principal.”22 Tal vez los mandatarios
yucatecos contaran con libros al igual que sus contemporáneos qui-
chés, pues, como señala el Título Yax a los grandes señores “todo les
era manifiesto”. Sabían que habría muerte, hambre o guerra, seguro
que lo sabían. Tenían algo que usaban para consultar todo esto, se
trataba de un libro el Popol Wuj, como era llamado por los ancianos.
Ellos eran señores de grandiosa existencia.23

¿CÓMO SE LEÍAN LOS CÓDICES MAYAS?

Ésta es una pregunta que ha estado presente en los últimos ciento


treinta años entre los especialistas interesados en el estudio de los an-
tiguos manuscritos mayas. A partir de la publicación del Códice de Dres-
de y del descubrimiento de la copia de la Relación de las cosas de Yuca-
tán de Landa en España, surgen los primeros trabajos de los tiempos
modernos que pretendían leer los libros mayas.
Francia y Alemania vieron nacer en el siglo XIX una nueva discipli-
na: la epigrafía maya,24 que pretendía comprender el significado más

21 Landa, op. cit., p. 15.


22 Ciudad Real, op. cit., t. II, p. 319.
23 El Título Yax…, folio 9 r.
24 Entonces varios investigadores europeos habían alcanzado buen éxito al estudiar
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396 laura elena sotelo santos

que de las inscripciones en piedra, dadas a conocer por los viajeros y


los pioneros de la arqueología, el de los códices. En sus inicios hubo
dos posturas teóricas y metodológicas que marcaron las tareas de in-
vestigación: fonetismo e ideografía. Por una parte, se encontraban
quienes pensaban que, al existir un pasaje en el texto de Landa que
registraba una serie de signos que podrían equivaler a un alfabeto, la
naturaleza de la escritura era fonética, y entonces sería factible leer
un texto simplemente aplicándoles los valores fonéticos que Landa
había registrado. La segunda corriente era la que afirmaba que la es-
critura era pictórica, es decir, que mediante dibujos de objetos se con-
signaban ideas.
Los diferentes trabajos de investigación demostraron que ningu-
no de los modelos podía funcionar cabalmente, y con el paso de los
años se dieron cuenta que el fonético y el ideográfico son métodos
complementarios, pues la naturaleza de la escritura maya es mixta.
Hacia 1880 había consenso: en los códices existen numerales, sig-
nos calendáricos (días, meses y ciclos mayores) y direccionales. En-
tonces, Ernst Förstemann crea una terminología, derivada de la lin-
güística para el análisis de los signos mayas. Desde entonces, se
emplean para los términos afijo, prefijo, sufijo y posfijo que ha per-
mitido crear una base para el estudio de la escritura maya.
Es indudable que gracias a los trabajos de diversos investigadores
como Spinden, Morley, Thompson, Proskouriakoff, Berlin, Schele,
Freidel y otros, se conoce el significado de muchas inscripciones ma-
yas. Ciento veinte años después de los estudios alemanes pioneros, la
escuela norteamericana de epigrafía ha alcanzado resultados sorpren-
dentes, especialmente en las inscripciones en piedra del mundo clá-
sico. Sin embargo, aunque la epigrafía maya surgió del estudio de los
códices, éstos no han recibido la atención que se esperaría. Algunos
trabajos proponen lecturas de los glifos, pero aún no está clara la fun-
ción que dentro de un texto tenían ni las fechas ni las figuras. En
otros términos, aún estamos lejos de comprender su significado, a pe-
sar de que una parte se puede leer.

escrituras antiguas; el desciframiento de la egipcia mediante la piedra Roseta les hizo


augurar triunfos en otros sistemas. Este proceso está explicado en la tesis Fundamentos
de epigrafía maya en los investigadores alemanes del siglo XIX, que presentó en 1992, Elsa Or-
tega Peña para obtener el título de Licenciada en Historia en la UNAM.
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las voces del chilam. el lenguaje de los códices mayas 397

EL LENGUAJE DE LOS CÓDICES

Desde una perspectiva moderna, podríamos hablar de tres elemen-


tos que conforman un texto en los códices: el tiempo, los glifos y los
dioses. Es obvio que quienes los escribieron y quienes los consultaron
compartían una serie de creencias que están implícitas en la disposi-
ción peculiar de las fechas calendáricas, las imágenes de los dioses y
los glifos. Estos tres elementos formaban una unidad significativa, cu-
ya separación por los estudiosos modernos no es más que un recurso
de método, heredado de los filólogos alemanes que sin duda senta-
ron las bases de la epigrafía maya.
Desde una perspectiva meramente formal, es claro que en un al-
manaque, el énfasis del escriba estuvo en las figuras, que llamarían
poderosamente la atención del chilam. Cuantitativamente éstas ocu-
pan la mayor parte del espacio, mientras que los glifos tendrían el se-
gundo lugar y las fechas, sugeridas, al decir de Thompson, apenas y
se destacan. ¿Cómo los leía el sacerdote? ¿Qué papel jugaba cada uno
de estos elementos al integrar una lectura?
Mi propuesta, que someto a consideración, consiste en sugerir que
el sacerdote maya, también tomaba en cuenta las figuras para integrar
una lectura cabal de un pasaje. El estudio que he realizado de los per-
sonajes antropomorfos en los códices mayas, me permite pensar que
en las figuras no son un complemento, sino una parte integral del tex-
to jeroglífico. En ellas, la atención está puesta especialmente en los
rostros, que se dibujaron con ciertos elementos humanos, animales y
vegetales, se combinaron de distintas maneras y produjeron persona-
jes fácilmente identificables, cuyos rasgos distintivos aludían a ciertas
características o funciones específicas. Sus cuerpos, encarnados o des-
carnados, indicaban una naturaleza infraterrestre y celeste. El color
con el que se los pintó aludía a diferentes fuerzas, regiones y momen-
tos del universo. Sus posturas señalaban algunas de sus funciones; sus
adornos, mostraban una serie de asociaciones con sectores y fuerzas
del mundo. También el atavío era un indicador significativo, así co-
mo los objetos junto a los que se los dibujó, y los instrumentos que
portaban. Todo ello integró un lenguaje sagrado, mediante el cual los
sacerdotes podían dar cuenta de las diferentes funciones de los dio-
ses en los distintos momentos.
En este sentido, podemos hablar de un verdadero texto de las fi-
guras en los códices mayas. Hay personajes que comparten entre sí
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398 laura elena sotelo santos

una serie de elementos tanto del aspecto “físico”, como del atavío y
de las actividades, que hacen las imágenes mucho más ricas. Quizás
éstos fueron los recursos que les permitían a los sacerdotes recono-
cer con precisión cuál era la función que tenía un dios en relación
con un asunto específico en una fecha dada. Tal vez los ah tzib, ah
wooh, al igual que los escribas pintores de otras regiones de Mesoamé-
rica, contaban con una gran cantidad de recursos plásticos mediante
los cuales les era posible integrar un texto, pero a diferencia de aqué-
llos, los mayas contaron además con el complemento de los signos je-
roglíficos. En el caso específico de los textos adivinatorios en los que
se emplean augurios a partir del calendario de 260 días, además se
debe tomar en cuenta la carga especial de cada día parlante.
Quiero terminar esta participación con un extracto del texto profé-
tico de katún 11 ahau –durante el cual llegaron los españoles– desean-
do que no se cumpla cabalmente. Dice el Chilam Balam de Chumayel:

Ésta es la memoria de las cosas que sucedieron y que hicieron. Ya todo pasó.
Ellos hablan con sus propias palabras y así acaso no todo se entienda en su
significado; pero derechamente, tal como pasó todo, así está descrito. Ya se-
rá otra vez muy bien explicado. Y tal vez no será malo. No es malo todo cuan-
to está escrito. Pero no está a la vista todo lo que hay dentro de esto, ni cuan-
to ha de ser explicado. Los que lo saben vienen del gran linaje de nosotros,
los hombres mayas. Esos sabrán el significado de lo que hay aquí cuando lo
lean. Y entonces lo verán.

BIBLIOGRAFÍA

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GuzmanBetancourt 27 5/12/04 8:39 AM Page 401

EL SISTEMA DE ESCRITURA MIXTECA EN UN DOCUMENTO


DEL SIGLO XVI DE LA MIXTECA BAJA

LAURA RODRÍGUEZ CANO*

INTRODUCCIÓN

El documento del siglo XVI de la Mixteca Baja del que trataré aquí es
el Códice Tecomaxtlahuaca (véase la figura 1), el cual forma parte de la
revisión de documentos para la investigación que realizo sobre la to-
ponimia de esa región. Aunque dicho códice, a primera vista, es prin-
cipalmente de carácter tributario, mi interés en este material se debe
a que el legajo provee información sobre cuatro nombres de lugar re-
lacionados con este pueblo, y es muy posible que también el códice
contenga un registro toponímico gráfico que sitúe en un espacio de-
terminado el resto de sus imágenes de tradición indígena mixteca.
Hasta la fecha no existe un estudio sistemático de su contenido ni
del manuscrito que lo acompaña, aunque varios autores de una u otra
manera han mencionado este códice al publicar breves comentarios
o bien solamente parte de la paleografía de sus glosas (Chavero en
Riva Palacio, 1974; Schmieder, 1930; Glass y Robertson, 1975; Smith,
1991 y Anders et al., 1994). Aquí pretendo mostrar, a partir de un aná-
lisis comparativo e integral de toda la información que contienen tan-
to el códice, con escritura gráfica y glosas castellanas, como el legajo,
algunos ejemplos de las transformaciones glíficas del sistema de es-
critura mixteca en este documento.

EL CONTEXTO GEOGRÁFICO

El documento en cuestión proviene del pueblo de San Sebastián Te-


comaxtlahuaca, que antiguamente era Santa María Tecomaxtlahuaca,
que depende del municipio de Santiago Juxtlahuaca. Geográficamen-

* Escuela Nacional de Antropología e Historia.

[401]
GuzmanBetancourt 27 5/13/04 11:10 AM Page 402

402 laura rodríguez cano

FIGURA 1. Códice de Tecomaxtla-


huaca, distrito de Juxtlahuaca
Mixteca Baja, Oaxaca. Data de
1578

Actualmente en AGN, Tierras, vol.


2692, exp. 16
Tira de papel amate. Mide 1.44 x
0.36 m. Delineado en negro

Glosas en español y náhuatl


Tributario-económico y genealó-
gico

El documento tuvo como fin de-


mostrar a las autoridades espa-
ñolas los derechos del cacique
don Francisco Arellano sobre Te-
comaxtlahuaca

Reproducciones de México a tra-


vés de los siglos, t. II, por Riva Pala-
cio, 1974

Schmider 1930 trabaja las glosas


en inglés. Comentarios en Glass
et al., 1975; Smith, 1991; Anders
et al., 1994

Temáticas:
Sección de glosas en castellano y
náhuatl
Sección de pictogramas mixtecos

Caciques de Tecomaxtlahuaca
Templos topónimos
Sección tributaria
Sistema numérico

Reproducción del códice de Te-


comaxtlahuaca en Riva Palacio,
t. II de México a través de los siglos,
1974, México
GuzmanBetancourt 27 5/12/04 8:39 AM Page 403

el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 403

te, son localidades asentadas en valles de relativa amplitud, bastante


fértiles, que se ubican hacia el sur de la Mixteca Baja oaxaqueña. Es-
ta región forma parte de una de las subregiones de la Mixteca al no-
roeste del estado de Oaxaca y la conforman tres distritos: Huajuapan
de León, Silacayoapan y Juxtlahuaca, pero sus límites geográficos re-
basan la división política de Oaxaca y se extienden hacia el suroeste
de Puebla y el noroeste del Estado de Guerrero. El área de la Mixte-
ca Baja que nos interesa resaltar, es aquélla cuyos límites aproxima-
dos entre Oaxaca, Puebla y Guerrero, están marcados por la presen-
cia de registros epigráficos y son: al norte, Acatlán de Osorio, en
Puebla y Santiago Chazumba, en Oaxaca; al sur, Santiago Juxtlahua-
ca, Oaxaca; al oeste, Guadalupe Santa Ana, en Puebla y, posiblemen-
te, hasta Tequicuilco, en Guerrero; y, por último, al este alcanza la sie-
rra Mazateca, Tecomavaca y la región de Tepelmeme de Morelos, en
el estado de Oaxaca (Rodríguez, 1996). Sabemos que estas fronteras
pueden variar por nuevos hallazgos en la región, pero es el área que
para los propósitos de nuestros estudios circunscribe la continuidad
o discontinuidad de las tradiciones de escritura indígena desde los si-
glos VIII al XVI.

EL CONTEXTO LINGÜÍSTICO

El escenario descrito está ocupado en la actualidad por una gran ma-


yoría de hablantes de mixteco y español y, en forma muy aislada, de
náhuatl. Las zonas vecinas a la región de la Mixteca Baja, están rodea-
das de otros grupos mixtecos, popolocas, mazatecos, ixcatecos, cho-
chos y cuicatecos. Todos ellos considerados dentro de la familia oto-
mangue de la rama oaxaqueña como parte de las subfamilias mixteca
y popolocana (Barabas, 1986; Winter, 1990; Manrique, 1993-1994).
Arqueológicamente resulta difícil establecer a qué grupo étnico y lin-
güístico corresponden los restos materiales de una cultura.1 Por ello,
todavía no contamos con ningún indicio acerca de quiénes fueron

1 Entendida ésta en función de una serie de pautas aprendidas y adquiridas que

comparte un grupo social y que se reflejan en sus restos materiales (Harris, 1988:123
y Beals et al., 1978:116-138).
GuzmanBetancourt 27 24/6/04 12:46 Page 404

404 laura rodríguez cano

los autores de las manifestaciones iconográficas y epigráficas más tem-


pranas de la región que hoy se conservan en esta zona, pero, sin du-
da, los habitantes actuales son herederos de dichas tradiciones escri-
turales. Al respecto, existen opiniones diferentes entre algunos
investigadores en cuanto a que si los creadores de las tradiciones más
antiguas como los del estilo ñuiñe en la Mixteca Baja son hablantes
de mixteco (Moser, 1975, 1977; Winter 1990, 1991, 1991-92, 1992) o
de algún otro grupo lingüístico: popoloca, chinanteco, cuicateco, tla-
paneco, trique, entre otros grupos, que aún ocupan la región de la
Mixteca Baja (Smith, 1991; Paddock, 1993, 1994; Paddock y Urcid,
1993). En cambio, para la tradición escritural que todavía existía
cuando llegaron los conquistadores a esta región, podríamos sugerir
con mayor certeza que su filiación lingüística sería el mixteco y el cho-
cho-popoloca, ya que varias de las convenciones utilizadas por los es-
cribanos parecen corresponder a palabras y construcciones gramati-
cales de dichas lenguas (Jansen, 1976, 1982).

EL CONTEXTO HISTÓRICO

Los antecedentes históricos del tipo de sociedad que elaboró el códi-


ce en cuestión se pueden remontar al posclásico, periodo que se ca-
racteriza por las llamadas ciudades-estado. Spores menciona que en-
tre 1000 y 1520 d.C. existían muchos señoríos como Tequesistepec,
Huajapan, Silacayoapan y Tecomaxtlahuaca en la Mixteca Baja (Spo-
res, 1984), Tilantongo, Jaltepec, Teozacoalco, Coixtlahuaca y Achiu-
tla en la Mixteca Alta, y Tututepec en la Mixteca de la costa. De acuer-
do con varios autores, el modelo sociopolítico de los mixtecos
consistía en cacicazgos, que en mixteco se conocen como siña yya o
satoniñe yya (Spores, 1974). Estos cacicazgos se caracterizaban por una
estructura política centralizada, formalmente definida y organizada
jerárquicamente, con posiciones de estatus monopolizadas por una
figura de suprema autoridad, hombre o mujer (yya, yya canu o yya yya
toniñe, o yya dzehe en el caso de gobernante femenino) (Spores, 1974).
Durante la Colonia se les conoció con los nombres de “cacique”, “ca-
cica” o “señor natural”. La sociedad mixteca estaba dividida en dos
grupos principales: por un lado, los “señores”, y, por otro, el de la po-
blación campesina en general. Ambos grupos reconocían sus diferen-
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el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 405

cias por el nombre y origen mítico de cada uno, que posiblemente


señalaba el carácter hereditario de ambos (Pastor, 1986).
La cultura material dejada por estos señoríos mixtecos se confor-
ma básicamente por las artes menores en el trabajo de orfebrería, la-
brado de hueso, escritura-pintura en códices, y cerámica polícroma.
En todas ellas está plasmada la tradición escritural mixteca que nos
permite conocer la historia de ese pueblo, quiénes fueron sus gober-
nantes, cómo se conformaron sus linajes, cuáles fueron sus orígenes,
dónde se ubicaban sus poblaciones, cuevas y cerros sagrados, entre
otras muchas cosas más (Caso, 1992 y Jansen, 1976 y 1982). Dicha tra-
dición escritural duró hasta ya muy avanzada la Colonia pero fue
adaptándose y transformándose según los cambios registrados a par-
tir de la implantación del modelo español. La función de la escritu-
ra y los temas para los que se usaba durante la Colonia eran distintos;
las evidencias que tenemos nos muestran sobre todo que estaban
orientados hacia problemas originados por la nueva organización so-
cial, política, económica y religiosa. Los documentos pictográficos y
códices reflejan los reclamos, abusos y exigencias de la población na-
tural con el cacique o el encomendero español; eran presentados a
las autoridades coloniales como títulos legítimos o pruebas de lo que
se reclamaba. Dichas pruebas con este tipo de tradición escritural mo-
dificada, se plasmaron básicamente en papel de amate, piel o papel
europeo, y tocaban aspectos que tenían que ver con la entrega de tri-
butos a los caciques o encomenderos y los problemas de tierras que
se generaron en esa época.
Spores (1976) señala que en los primeros años de la Colonia e, in-
cluso, ya en la segunda mitad del siglo XVI la documentación colonial,
hace referencia por lo general a los intereses de los señores y princi-
pales indígenas que favorecían las autoridades españolas; por eso es
el sector que con más frecuencia acudía a las instituciones coloniales
para resolver y legitimar sus tierras. En este contexto histórico pode-
mos situar al códice de Tecomaxtlahuaca.

LA TRADICIÓN DEL SISTEMA DE ESCRITURA MIXTECA

Llamamos tradición escritural, a aquella manifestación plasmada so-


bre algún soporte material (piedra, cerámica, hueso, metal, papel,
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406 laura rodríguez cano

piel, concha, entre otros) que permanece varios siglos en una misma
región y que comparte ciertos rasgos que conforman un sistema de
escritura, como son el repertorio de signos y las convenciones que uti-
lizan los escribanos para generar mensajes.
De acuerdo con las evidencias epigráficas e iconográficas, sabemos
que la tradición del posclásico en la mixteca se desarrolló hacia el
1000 d.C. y continuó con algunos cambios hasta la segunda mitad del
siglo XVI, cuya manifestación mejor representada serían los códices
prehispánicos y los documentos pictográficos coloniales, aunque tam-
bién existen ejemplos en otros materiales como metal, hueso y cerá-
mica, entre otros. Los códices son las evidencias mejor trabajadas pa-
ra caracterizar esta tradición escritural del posclásico. En ellos, a
través de signos y convenciones, lograron plasmar la historia dinásti-
ca de la Mixteca. Los códices prehispánicos que se conservan en esti-
lo mixteco son el Vindobonensis, Zouche-Nuttall, Selden, Bodley, Becker I y
Colombino. Dicho sistema de escritura continuó durante la Colonia;
algunos ejemplos serían los códices Egerton, Tulane, Becker II, Rollo Sel-
den, Tecomaxtlahuaca, Muro y los lienzos del grupo de Coixtlahuaca, así
como una gran cantidad de mapas con convenciones de esta tradi-
ción que se elaboraron para los litigios coloniales de tierra y que aún
faltan por estudiar y trabajar en los archivos oficiales y locales.
La tradición escritural del posclásico se puede caracterizar tanto
por los signos que la conforman como por las convenciones que es-
tablecieron los escribanos para dejar sus mensajes y que, en varias oca-
siones, corresponden con la lengua hablada. Estas particularidades
serían (Caso, 1992; Jansen, 1976, 1982) (véase la figura 2):

• Su repertorio de signos estaría entre los cien y doscientos glifos


aproximadamente. Conformados por glifos en contexto calendá-
rico que serían aquellos signos que tienen que ver con el cómputo
del tiempo y glifos no calendáricos que corresponderían a imáge-
nes zoomorfas, fitomorfas o antropomorfas, así como objetos uti-
lizados dentro de la cultura material del estilo mixteca (tocados,
vestimenta adornos, cerámica…).
• Utiliza un sistema numérico a base de puntos para indicar nume-
rales del uno al trece.
• Emplea veinte signos para dar nombre a los veinte días del calen-
dario de doscientos sesenta o ritual.
• El glifo que indica el año se conoce como la A-O entrelazadas, es
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el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 407

Nombres calendáricos y sobrenombres año 2 pedernal

cerro
yucu
llano
yodzo

río
yuta
pueblo
ñuhu
matrimonios

cahnu=grande
cáhnu=empuja

nacer

principio de homofonía

conquista

viajar, caminar camino de guerra

FIGURA2. Convenciones de la tradición escritural del Posclásico


Estilo mixteca. Tomados de Caso, 1992 y Smith, 1979
GuzmanBetancourt 27 24/6/04 12:46 Page 408

408 laura rodríguez cano

decir, se compone de un rayo solar y un atado; se encuentra aso-


ciado siempre a cuatro nombres de días que se conocen como por-
tadores del grupo III, que le dan el nombre al año y son casa, co-
nejo, caña y pedernal. Sólo en una ocasión, en uno de los pasajes
del códice Vindobonensis, se utiliza el glifo del año asociado a un
búho como una variante alternativa al portador casa.
• Para nombrar a los personajes no sólo usan su nombre calendárico
por el día en que nacieron, sino también un sobrenombre por las
habilidades que tiene cada personaje; así conocemos a 8-Venado-Ga-
rra-de-Jaguar o a 6-Mono-quexquemitl-de-serpientes-y-de-guerra.
• Para indicar que tal nombre corresponde a una persona se utilizan
lazos gráficos que van siendo más evidentes en el periodo colonial.
• Las convenciones para denotar locativos, además del cerro (yucu)
podríamos mencionar al tapete de plumas para indicar un llano
(yudzo), la imagen del agua para río (yuta), y la imagen de un ta-
blero con grecas para indicar pueblo o tierra (ñuhu) entre otros.
• Utilizan un petate como símbolo del poder real y sobre él se reali-
zan los matrimonios de linaje; además, entre las parejas aparece un
recipiente de pulque o chocolate como parte de esta convención.
• Los escribanos recurren, en muchas ocasiones, al principio de ho-
mofonía para poder representar conceptos abstractos; por ejem-
plo, en el caso del topónimo de Teozacoalco, en el cual, para de-
cir “grande”, representan a un hombrecillo doblando el tablero,
ya que esa acción en otro tono significa también “grande”. O para
decir “ceiba” se representa un ojo sobre el árbol que en otro tono
es la primera palabra (Jansen, 1976).
• Otras convenciones para indicar acciones son la de nacer, repre-
sentada por la unión de un cordón umbilical hacia la madre, la fe-
cha de nacimiento o el lugar mítico del que surgió el personaje.
La acción de caminar o viajar se indica con un camino que lleva
huellas; la de hacer la guerra se representa por un camino de co-
lores rojo, negro y blanco con personajes que llevan armas.

Reconociendo esta serie de signos y convenciones podemos apro-


ximarnos a la historia mixteca para saber cuáles eran los linajes go-
bernantes, los lugares de poder, los sitios sagrados y varios aspectos
más de la vida cotidiana entre las élites como la de nacer, casarse, via-
jar y morir. Pero todavía muchos de sus pasajes representados en los
códices, como los nombres de lugar, nos faltan por descifrar.
GuzmanBetancourt 27 5/12/04 8:39 AM Page 409

el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 409

Estas convenciones permanecieron durante el periodo colonial,


pero se adaptaron al nuevo modelo; los temas más recurrentes fue-
ron representaciones del paisaje para ubicar tierras y pueblos, o bien
legitimar señoríos o evitar más abusos a través de representaciones de
genealogías y tributos. Esta tradición escritural, en consecuencia, tu-
vo varias transformaciones entre las que podemos mencionar:
• La incorporación de elementos de cultura material que trajeron
los europeos, tales como vestimenta, animales, mobiliario, etc.
• Varios de los personajes ya empiezan a vestirse con ropa occiden-
tal y usan sombrero.
• Los caminos además de huellas se combinan con herraduras de ca-
ballos.
• Se añaden glosas en mixteco, náhuatl y español para explicar las
imágenes de tradición mixteca, por ello los nombres personales se
empiezan a perder.
• En ocasiones se copian los estilos de dibujo occidental tratando de
utilizar perspectiva a través de los sombreados.
• Se sustituyen los templos mixtecos con los nombres de las pobla-
ciones por iglesias y glosas, por ejemplo.

EL CÓDICE DE TECOMAXTLAHUACA

Este documento se llama así por el lugar de donde proviene. Es un


códice que tiene un formato de tira que mide 1.44 m. de largo por
0.44 cm de ancho, originalmente estuvo doblado como una carta. En
la actualidad se guarda estirado en el Archivo General de la Nación,
y se logran ver aún los dobleces de este documento que son huella de
la forma como se había conservado. Está escrito por ambos lados de
la tira. El anverso proporciona información sobre el señorío de Teco-
maxtlahuaca en dos formas de escritura distinta: la indígena y la de
caracteres latinos que está en tres lenguas diferentes: mixteca, náhuatl
y español. Se sabe, por la fecha del legajo, que fue elaborado en 1578,
y tanto los gráficos como las glosas datan también de esta época y re-
flejan la mezcla de los estilos mixteco, náhuatl y europeo. El reverso
sólo tiene glosas en español en una sola sección, que era la que que-
daba una vez que el documento estaba doblado, como presentación,
donde se hace mención del tema que trata el códice.
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410 laura rodríguez cano

En la escritura indígena del códice se notan pocos detalles en las


imágenes así como en las ausencias de ciertas convenciones utiliza-
das en el sistema de estilo mixteco que en él indican que ya está mez-
clado. Esta tendencia se encuentra también en otros documentos ela-
borados en la misma época; el estilo de la escritura indígena en
comparación con la que conocemos de la prehispánica presenta sim-
plificaciones en las formas o esquematizaciones donde se colocan só-
lo los elementos que se consideran indispensables para que la trans-
misión del mensaje sea precisa y concreta. Tal vez este fenómeno se
puede deber a la clase de información que se quiere proporcionar,
para quién y para qué está destinado el documento, es decir, la es-
critura cambia por la función y contenidos que en esta época tiene
el documento. A pesar de ello es posible pensar, por la forma en que
se combinan ambos tipos de escritura, que algún escribano indíge-
na elaboró ésta en primera instancia y posteriormente fueron añadi-
das las glosas tratando de explicar las imágenes que no incluyen al-
gunas normas prehispánicas. Esto se puede deber a la función y
contenidos del documento o bien a que dicho códice ya está muy oc-
cidentalizado. Por la presencia de estos dos tipos de escritura ya de-
finidos en el códice podemos considerar al menos dos sentidos de
lectura:

• Uno que corresponde a la escritura indígena mixteca que va de


abajo hacia arriba y muy posiblemente de derecha a izquierda, tal
como se encuentran en estilo mixteco algunos códices prehispáni-
cos como el Vindobonensis o Viena, el Selden y el Nuttall.
• El otro sentido pertenece a las glosas que como en la lectura occi-
dental van de izquierda a derecha y de arriba a abajo en forma de
párrafos.

EL SISTEMA DE ESCRITURA INDÍGENA TRADICIONAL DEL CÓDICE

Por las imágenes gráficas que están representadas en el códice de Te-


comaxtlahuaca, podemos, en general, considerarlo dentro de la tradi-
ción de escritura mixteca sobre todo por el tratamiento de las figuras
humanas y de las construcciones. Sin embargo, aparecen varios ele-
mentos nuevos, algunos tomados del sistema mexica como las con-
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el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 411

venciones numéricas y los productos tributarios, tal vez porque los có-
dices históricos mixtecos que se conservaban no contenían datos so-
bre tributos. Otros son reflejo del momento histórico que vivía la po-
blación autóctona, en el que costumbres y elementos de los
conquistadores eran impuestos y adquiridos; así vemos en el códice
personajes que visten a la usanza española.
En este sistema de escritura podemos distinguir que el códice tie-
ne dos contenidos básicos: uno hace referencia a los señores caciques
de Tecomaxtlahuaca y, el otro, es de carácter tributario-económico.
Dentro de estas dos grandes secciones existen otras temáticas que alu-
den a genealogías, espacios construidos, toponímicos, sistema de nu-
meración y productos tributarios. Aquí sólo abordaremos, por falta
de espacio, algunos elementos mixtecos y los cambios que sufrieron
en la segunda mitad del siglo XVI como es la forma de representación
de los personajes, en especial los femeninos (véase la figura 3).

LOS PERSONAJES

El códice tiene ocho parejas de personajes masculinos y femeninos


que aparecen en línea a la derecha, lo que permite suponer una se-
cuencia cronológica. En las primeras seis parejas, el tratamiento de
las figuras todavía conserva ciertas convenciones utilizadas en el sis-
tema mixteco, sobre todo en las mujeres: la figura femenina, como
vemos en otras representaciones más tempranas, lleva el típico pei-
nado trenzado y orejera, viste su huipil y falda de enredo. La posición
que tiene sentada sobre las rodillas es más común en los códices más
tardíos de estilo mixteco,2 como podemos ver en el Egerton y en el Ro-
llo de Acatlán.3 En cuanto a las manos, rasgo distintivo de las conven-
ciones mixtecas, sólo se representaron en la primera mujer de la ge-
nealogía y en las dos últimas. En cambio, la figura masculina conserva
la posición de cuerpo y manos y lleva orejera, como en otros códices
mixtecos, pero la tilma y el tocado son más sencillos y muy semejan-

2 Este término se usa sin implicar atribuciones étnicas.


3 Conocido también como códice Huamelulpan y Tulane. Este último se debe a su
localización actual.
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412 laura rodríguez cano

FIGURA 3. Representación de la figura humana masculina y femenina en el


Códice de Tecomaxtlahuaca

En códices prehispánicos
y colonias mixtecos En el Códice de Tecomaxtlahuaca
Parejas de mujeres - hombres Hombres Mujeres

Tulane
Pareja 8

Pareja 7

Egerton

Pareja 6

Pareja 5
Becker II

Pareja 4

Nuttall
Pareja 3

Pareja 2

Viena

Pareja 1
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el sistema de escritura mixteca en un documento del siglo xvi 413

tes a los del Rollo de Acatlán donde se emplean también convenciones


de la tradición de escritura del Altiplano.
Es notorio que todas las parejas son prácticamente iguales, pues
no tienen rasgos particulares que las individualicen; no obstante, en
las dos últimas parejas que visten ya a la manera española (la mujer
con vestido y el hombre con camisa, calzón, botas y sombrero), se
pueden observar rostros distintos. Jansen sugiere que la posición sen-
tada y parada de estas dos parejas tiene que ver con que antes del úl-
timo cacique todos estaban asentados allí, y él (don Francisco de Are-
llano) todavía está justificándose ante las autoridades coloniales
(Anders et al., 1994). El análisis de las parejas permite situar al códice
como una mezcla de los antiguos elementos prehispánicos mixtecos
y la incorporación de algunos coloniales.
La omisión más evidente en la representación de los personajes
del códice es la identificación que se hacía de ellos en las convencio-
nes mixtecas, ya fuera por sus nombres calendáricos y los personales
o sobrenombres, o bien por ambos. Claro que, para la época en que
fue elaborado el documento, hay que tomar en cuenta que los ritua-
les para nombrar individuos y el uso del calendario de 260 días eran
considerados por las autoridades españolas como actos de idolatría y
perseguidos para erradicarlos. Tal vez esto explicaría la ausencia en
el códice de los nombres personales que identificarían a los caciques
de Tecomaxtlahuaca.
Me parece que las parejas dispuestas en el códice representan la
relación genealógica del último cacique de Tecomaxtlahuaca; sin em-
bargo, la información que provee la escritura mixteca tradicional no
es suficiente para establecer claramente esa genealogía, debido a la
ausencia de los compuestos glíficos que podrían indicar sus nombres
personales, permitiendo así la identificación. No obstante, dicha in-
formación está contenida en las glosas que los acompañan y que en
otra ocasión abordaremos.

COMENTARIOS FINALES

Por el momento conocemos respecto a la tradición de la escritura


mixteca del posclásico tanto los signos que se utilizaron como la ma-
nera en que se combinaron entre sí, pero todavía nos falta mucho ca-
GuzmanBetancourt 27 5/12/04 8:39 AM Page 414

414 laura rodríguez cano

mino por recorrer para decodificar el significado de esa combinación


y para descifrar los mensajes plasmados en los registros epigráficos e
iconográficos de la Mixteca Baja.
El Códice Tecomaxtlahuaca es un claro ejemplo de cómo se transfor-
maron en el periodo colonial algunas de las convenciones de la es-
critura en estilo mixteco y cómo los escribanos-pintores emplearon
repertorios de glifos, utilizados en la tradición del Altiplano (en el
caso de los números para indicar cantidades y en el uso de algunos
rasgos y atavíos que presentan los señores de Tecomaxtlahuaca); o
bien reinterpretaciones e incorporaciones de los nuevos elementos
que llegaron con la conquista española como las vestimentas. Inclu-
so, con el análisis de los personajes presentado, nos damos cuenta
de que gran parte de la lectura de este códice es necesario hacerla
junto con el legajo y las glosas a fin de entender el contexto históri-
co que le dio origen. Ambos materiales son independientes y com-
pletos en sí mismos, pero son documentos que juntos nos dan una
información invaluable para la historia colonial temprana de esta
parte de la Mixteca Baja.

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GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 417

ANTROPONIMIA MIXTECA: ANÁLISIS, MORFOLOGÍA


Y REPRESENTACIÓN GLÍFICA

MANUEL A. HERMANN LEJARAZU*

El hecho de que en algunos documentos del siglo XVI coexistan de


manera simultánea los sistemas de escritura tradicional indígena con
el introducido por la tradición clásica europea despierta, actualmen-
te, un particular interés para todos aquellos dedicados a la iconogra-
fía o la filología de los manuscritos pictográficos coloniales. Son bien
conocidos los documentos que muestran un registro mixto en el que
se combinan ambas tradiciones escriturales, aunque por su naturale-
za son en sí mismas completamente opuestas. Por citar algunos ejem-
plos de este tipo de documentos, mencionaremos al Códice Mendoci-
no, al Códice Aubin o al Códice Telleriano-Remensis, en cuyas páginas
aparecen de manera conjunta glifos y representaciones pictográficas
al lado de textos y glosas escritas en caracteres latinos que sirven de
comentario o explicación de los signos ahí registrados.
Una buena parte de los manuscritos que contienen estas caracte-
rísticas, provienen de la extensa región de habla náhuatl del centro
de México. De tal manera, existen numerosos textos escritos en ná-
huatl o español que acompañan a los registros de tradición indígena,
lo que facilita enormemente la comprensión de los códices elabora-
dos en la región del Altiplano Central.
El caso de los manuscritos pictográficos mixtecos no puede ser la
excepción, ya que, por una parte, los elementos glíficos constituyen
un lenguaje rico en significados y, por otra, las glosas escritas en len-
gua mixteca sirven de complemento para una lectura precisa de los
glifos. En su mayoría, muchos de los elementos glíficos que pueden
ser leídos, gracias a las glosas, se refieren a nombres de lugar, fechas,
hechos históricos y nombres personales.
Pero quizás uno de los elementos menos trabajados –por lo me-
nos en lo que a la Mixteca se refiere– es el de los antropónimos o
nombres personales. En efecto, son pocos los estudios que se han
realizado sobre el carácter y significado de los nombres personales

* UNAM/ENEP-Acatlán.

[417]
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 418

418 manuel a. hermann lejarazu

en mixteco;1 menos son aún los que se refieren a los aspectos lingüís-
ticos de estos nombres.2 Pensamos, sin embargo, que es posible llegar
a una lectura completa tanto en el ámbito lingüístico como iconográ-
fico de los glifos de nombres personales como un medio para acercar-
nos al desciframiento del sistema de escritura mixteca. Por lo tanto,
en la presente exposición examinaremos algunas características que
presentan estos nombres, así como su morfología, sintaxis, lectura y
representación glífica.

GLIFOS DE NOMBRES PERSONALES

Iconográficamente podemos distinguir al nombre personal como un


conjunto de elementos pictográficos e ideográficos que por lo gene-
ral aparecen unidos a la representación de un hombre o una mujer.
Estos glifos se relacionan con el personaje por medio de tenues líneas
negras denominadas “lazo gráfico”. Sin embargo, no en todos los có-
dices mixtecos los nombres personales se representan de este modo,
sino que incluso, en muchas ocasiones, éste llega a formar parte de
la vestimenta del personaje. Tal es precisamente el caso del Códice
Egerton, en el que el nombre personal aparece como yelmo, traje o in-
cluso como collar o pectoral de los señores representados. Pero ocu-
rre también que el antropónimo llegue a aparecer simplemente jun-
to o a un lado del personaje sin ninguna línea o lazo gráfico que los
una, como sucede en el Códice Muro o con algunos de los personajes
del Códice Nuttall (figura 1).
Finalmente, podemos agregar que el nombre personal se distin-
gue del nombre calendárico al no emplear numerales ni signos de los
días, que es el otro tipo de nombre que se representa en los códices
mixtecos.

1 Maarten Jansen, “Nombres históricos e identidad étnica en los códices mixtecos”,

Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe, núm. 47, 1989, pp. 65-87. Joyce
Marcus, Mesoamerican writing systems. Propaganda, myth and history, Princeton, New Jer-
sey, Princeton University Press, 1992.
2 Mary Elizabeth Smith, “The relationship between mixtec manuscript painting and

the mixtec language: a study of some personal names in Codices Muro and Sánchez
Solís”, Elizabeth P. Benson (ed.), Mesoamerican writing systems, Washington, Dumbarton
Oaks-Research Library and Collections, 1973, pp. 47-98.
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antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 419

Los elementos pictográficos utilizados para formar antropónimos


son muy variados, pues van desde nombres de deidades o entidades
sagradas del mundo mixteco, hasta designaciones de animales y de
objetos (figura 2).
Al parecer, en las denominaciones masculinas imperaban sobre-
nombres que tenían connotaciones relacionadas con fuerza y poder,
como jaguares, águilas, “serpientes de fuego” (llamadas en mixteco
yahui), coyotes o pumas; mientras que para las mujeres son más co-
munes nombres relacionados al aspecto bello y delicado de la natu-
raleza como flores, mariposas, quetzales, joyas de turquesa, plumas
preciosas, abanicos y telarañas.3
En casi todos los códices mixtecos conocidos aparecen los antro-
pónimos como uno de los elementos glíficos básicos que conforman
la narrativa genealógica de estos documentos. Al igual que los topó-
nimos y las fechas, los glifos de nombres personales proporcionan in-
formación histórica e identifican a los personajes que realizan los
acontecimientos registrados en la historia antigua mixteca.

FIGURA 1. Señora 12-Lagartija FIGURA 2. Señor 5-Perro


“Telaraña de joya” “Cola de coyote”

3 Jansen, op.cit., p. 74.


GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 420

420 manuel a. hermann lejarazu

FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LOS ANTROPÓNIMOS

Prácticamente cualquiera de los códices prehispánicos o coloniales


mixtecos constituyen una fuente para el estudio de los nombres per-
sonales. Sin embargo, contrariamente a lo que se pudiera imaginar,
únicamente existen dos códices que contienen glosas explicativas en
mixteco de los glifos de nombres personales. Estos documentos son el
Códice Egerton o Sánchez Solís y el Códice Muro o de San Pedro Cántaros.
El Códice Egerton es un manuscrito elaborado hacia la segunda mi-
tad del siglo XVI que se encuentra actualmente resguardado en el fon-
do de la Colección Egerton del Museo Británico, en Londres. No se
sabe con seguridad la procedencia exacta del documento, aunque
Mary Elizabeth Smith sugiere que es probable que provenga de la
Mixteca Baja, debido a que algunas de las genealogías en él registra-
das son de pueblos de Acatlán, localidad al sur de Puebla, y de Te-
quixtepec, en el norte de Oaxaca.4 El Códice Egerton contiene una lar-
ga relación genealógica de los señores o gobernantes de un lugar
llamado “pueblo del jaguar”, que de acuerdo con Viola König puede
tratarse de Cuquila, en la Mixteca Alta o de Santa María Cuyotepeji
en la Mixteca Baja.5
Por otro lado, el Códice Muro fue elaborado hacia fines del siglo XVI
en el pueblo de San Pedro Cántaros Coxcaltepec en la Mixteca Alta
y pertenece hoy en día al acervo de manuscritos pictográficos de la
Biblioteca Nacional de Antropología e Historia en la ciudad de Mé-
xico. El Códice Muro registra una larga lista de los gobernantes que
existieron en Coxcaltepec desde aproximadamente el siglo XIII hasta
el siglo XVIII.6 Debido a que el topónimo principal, del que descien-
de toda la familia de gobernantes registrada en el códice, está com-
puesto de la representación de un cerro y una cabeza, M. E. Smith

4 Smith, op.cit., p. 49 y M. E. Smith y Ross Parmenter, The Codex Tulane, New Orleans,

Tulane University, 1991, p. 90.


5 Viola König, Inhaltliche analyse und interpretation von Codex Egerton, Hamburgo,

Hamburgischen Museum für Völkerkunde, 1979. Agradezco la ayuda de Ana Laura


Díaz Mireles por la traducción del texto en alemán.
6 Manuel A. Hermann Lejarazu, Códice Muro. Un documento mixteco colonial, Gobier-

no del Estado de Oaxaca, 2003. Y Hermann Lejarazu, “Continuidades y transformacio-


nes en los códices mixtecos: el caso del Códice Muro”, Acervos. Boletín de los archivos y
bibliotecas de Oaxaca, núm. 17, vol. 4, julio-septiembre de 2000, pp. 15-18.
GuzmanBetancourt 28 24/6/04 12:47 Page 421

antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 421

piensa que puede tratarse del pueblo de Adeques que se encuentra


localizado en la Mixteca Alta, al sur de San Pedro Cántaros.7 Sin em-
bargo, pensamos que en realidad este glifo se refiere al nombre del
cerro en el cual se encuentra actualmente asentada la comunidad de
San Pedro Cántaros, por lo que consideramos que este pueblo es el
lugar de procedencia del Códice Muro.8
Varias cosas comparten en común los códices Egerton y Muro: am-
bos documentos son de la época colonial; conservan el estilo tradi-
cional indígena anterior a la conquista; registran largas listas de go-
bernantes; narran la historia genealógica de un solo pueblo; pero,
sobre todo, contienen pequeños textos o glosas en lengua mixteca
que transcriben el significado de los elementos glíficos conformados
en su mayor parte por nombres de lugar, nombres de persona y nom-
bres calendáricos.
Por lo tanto, estos dos códices constituyen las únicas fuentes dis-
ponibles para el estudio de las glosas de los nombres personales o an-
tropónimos, pero es necesario recalcar que los códices mixtecos ela-
borados antes de la conquista contienen un gran número de glifos
antroponímicos, sólo que carecen completamente de glosa alguna.
Por ello, es importante conjuntar el análisis de las glosas del Egerton
y el Muro con los glifos de los códices prehispánicos para, de esta ma-
nera, lograr una lectura más precisa de ellos.

METODOLOGÍA

Un análisis detallado de las glosas de los códices Egerton y Muro nos


ha permitido establecer que conforman una lectura bastante confia-
ble de los elementos glíficos ahí expresados, por lo que seguramen-
te dichas glosas bien pudieron haber sido colocadas casi al mismo
tiempo en que se realizaban las pictografías. El análisis de los nom-

7 Mary Elizabeth Smith, “The hometown of the rulers of the Codex Muro”, Eloise

Qiñones Keber (ed.), In chalchihuitl in quetzalli. Precious Greenstone. Precious Quetzal Feat-
her. Mesoamerican studies in honor of Doris Heyden, Lancaster, Cal., Labyrintos, 2000, pp.
103-114.
8 Hermann Lejarazu, op.cit., pp. 96-98.
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 422

422 manuel a. hermann lejarazu

bres personales en el Códice Muro, nos llevó a la conclusión de que el


glosista bien pudo haber colaborado de manera cercana con el pin-
tor en el momento en que se terminaba la parte pictográfica, es de-
cir, eran contemporáneos. O bien, que el pintor haya sido el mismo
que agregó las glosas en mixteco al códice, pero esto parece menos
probable.9 Sin embargo, esto no ocurrió de la misma manera con el
Códice Egerton, pues al parecer las glosas fueron colocadas tiempo des-
pués de terminado el manuscrito.10
Para llevar a cabo un análisis tanto lingüístico como iconográfico
de los antropónimos en ambos códices, fue necesario elaborar un cor-
pus de los nombres, verbos o adjetivos que entran en composición pa-
ra formar nombres personales. A su vez, reunimos un corpus de ele-
mentos glíficos para de esta manera realizar un análisis comparativo
entre ambos tipos de registros y determinar así su recurrencia y su
forma de lectura.
Aunque reconocemos que el corpus de nombres mixtecos no es
suficientemente adecuado o completo para fijar definitivamente la
estructura de los antropónimos mixtecos, consideramos que sí es su-
ficientemente representativo como para poder determinar algunos
principios generales que nos ayuden a entender las bases de su es-
tructura. Además, varias glosas en el Códice Egerton están completa-
mente deterioradas, lo que nos impidió una paleografía precisa de
las palabras y, por lo tanto, una reducción del número de palabras
en el corpus.
Conviene señalar que así como hay semejanzas en los documentos
que trabajamos, hay también algunas diferencias. Quizá la más im-
portante atañe directamente a la escritura de estos nombres, ya que
la ortografía para los nombres personales no coincide en ambos có-
dices. Es decir, existen diferencias en los vocablos que posiblemente
se deban a cambios fonológicos de las variantes dialectales en que es-
tán escritas dichas glosas. Como el Códice Egerton parece provenir efec-
tivamente de la Mixteca Baja, entonces sus glosas registran los cam-
bios dialectales que se dieron en esta región. Mientras que el Códice
Muro da cuenta de la variante de la zona del valle de Yanhuitlán en la
Mixteca Alta, que presenta también sus muy particulares cambios. Por

9 Ibid., pp. 121-122.


10 König, op. cit.
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antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 423

esta razón, hemos colocado el corpus de acuerdo con la ortografía


que presentan estos manuscritos para poder comparar entre sí las di-
ferencias ya mencionadas.

EL CORPUS

Hemos reunido un total de 61 palabras derivadas de las glosas escri-


tas en mixteco que transcriben glifos antroponímicos. De estas 61 pa-
labras, 44 son nombres o sustantivos, 11 son verbos, dos son adjetivos,
dos son topónimos y dos son de significación dudosa.
En cuanto a los nombres o sustantivos, podemos observar que en
su mayoría se refieren a nombres de animales, pero también apare-
cen muy productivos los nombres de deidades, de entidades mágico-
religiosas, de objetos, de conceptos, de entidades celestes, de elemen-
tos de la naturaleza, de nombres geográficos, etc. De hecho, este
vocabulario viene a enriquecer el corpus existente en las obras de fray
Francisco de Alvarado y de fray Antonio de los Reyes, pues provee de
términos y nombres que no aparecen en estas obras fundamentales
para la filología mixteca colonial.
En lo que se refiere a las raíces verbales, éstas aparecen, en la ma-
yoría de los casos, precedidas por un prefijo que marca el tiempo pa-
sado de la acción. El prefijo ni- entra en composición en casi todas las
raíces verbales indicándonos que la acción del verbo ha terminado.
De los adjetivos, aparecen palabras para blanco y verde. Por último,
existen dos palabras cuya identificación es dudosa.
El corpus, que se encuentra en la parte final de este artículo, ha si-
do ordenado alfabéticamente conforme a las ortografías que presen-
tan los términos en los códices estudiados. En la primera columna de
lado izquierdo aparecen las palabras copiadas del Códice Muro; y sepa-
radas por una línea diagonal, se encuentran de lado derecho las que
proceden del Códice Egerton. Las raíces verbales, aun las precedidas
por el prefijo ni-, fueron colocadas alfabéticamente respetando su or-
tografía original tal y como aparecen en los códices.
Algunas palabras parecen estar repetidas; sin embargo, tienen di-
ferente significado. La razón se debe a que el mixteco es una lengua
tonal en la que muchos vocablos se distinguen por los cambios de to-
no, pero en las fuentes del siglo XVI los escribanos no los representa-
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 424

424 manuel a. hermann lejarazu

ron, por lo que era necesario el contexto en el que se presentaban


esas palabras para discernir las diferencias de significado. En este ca-
so, los glifos indican la lectura correcta de los términos.

MORFOLOGÍA Y SINTAXIS

Ya vimos cómo podemos distinguir iconográficamente los nombres


personales; ahora vamos analizar su morfología y sintaxis de acuerdo
con las glosas en mixteco.
Los antropónimos se componen de un sustantivo que funciona co-
mo elemento básico o central y de un modificador que describe una
cualidad o característica del sustantivo; el modificador puede ser un
adjetivo u otro sustantivo. Ésta es una de las construcciones más co-
munes que encontramos en el análisis de la antroponimia y que po-
demos esquematizarla con la forma S-M. Por ejemplo, tenemos los si-
guientes antropónimos:yodzo yusijaa, “plumaje-turquesa”: yodzo es el
sujeto y yusijaa es el modificador, por lo que podríamos tener la lec-
tura de “plumaje de turquesa”.
En el antropónimo del Señor 5-Casa del Códice Egerton (p. 23) en-
contramos la construcción çahui yuchi, “lluvia-pedernal”, un sustanti-
vo modificado por otro sustantivo, lo que traduciríamos como “lluvia
de pedernales”. O también el sobrenombre tiçadoço cuisi, “quetzal-
blanco”, en el que encontramos el sustantivo modificado por un ad-
jetivo.
Sin embargo, existen sobrenombres en los que la relación sintác-
tica entre el sustantivo y el modificador no resulta muy clara, pues,
por ejemplo, en el nombre personal de una gobernante del Códice
Egerton (p. 10) está la construcción yoço chicachiy, “plumaje-sol”, lo que
quizá significaría “plumaje de sol” o “plumas de sol”. En los sobre-
nombres de algunos señores del Códice Muro (pp. 5 y 6) encontramos
dzavi jicajiy, “lluvia-sol”; o en el Egerton (p. 30) cuij chicachyy, “jaguar-
sol”, cuya significación exacta es difícil de establecer.
Otra de las construcciones sintácticas más comunes es la compues-
ta por un sustantivo, un verbo y un complemento directo: S-V-C. Por
ejemplo, en el sobrenombre cuva dzisi devi, “mariposa-traspasa-cielo”;
cuva es el sujeto de la oración; dzisi es la acción que realiza el sujeto
y devi es el complemento que recibe la acción del sujeto. Por lo tan-
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antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 425

to, la traducción sería “mariposa que traspasa el cielo” o “mariposa


traspasando el cielo”, ya que en mixteco el tiempo presente es un po-
co diferente del español pues equivaldría más bien al presente progre-
sivo, es decir, que la acción del verbo se está realizando.
Otro antropónimo lo tenemos en la página 4 del Códice Muro : ya-
vi nicani yuu, yahui, apaleó-piedra. El yahui o yavi es la denominación
mixteca de una entidad sagrada que lleva el nombre de xiuhcoatl o
“serpiente de fuego” entre los nahuas. La radical del verbo cani va pre-
cedida del sufijo ni- que indica que la acción del verbo ya terminó,
por lo que tendríamos la traducción de “Yahui que apaleó la piedra”.
Sin embargo, existen algunas excepciones a las formas presenta-
das arriba. Por ejemplo, se encuentra la construcción S-M-M en el an-
tropónimo yusi ticuva tiyoo, “turquesa-mariposa-tortuga”, que en rea-
lidad está conformado por tres sustantivos pero cuya relación
sintáctica no es nada clara, a menos que se refiera a un significado
simbólico que faltaría por analizar. Pero también hay otro antropóni-
mo cuya estructura S-M-M sí tiene una relación más clara: yaha tni niy,
“águila-garra-sangre” (Egerton, p. 25), que es posible interpretar co-
mo “águila de garra sangrienta” o “águila de garra de sangre”.
Otra excepción la encontramos en el Muro (p. 7) con la estructu-
ra S-M-V-T, dzavi dziñe nidesi añute, “lluvia-lado-vino-lugar de arena”/su-
jeto-modificador-verbo-topónimo.
Pero también es muy difícil establecer una traducción adecuada
de este sobre nombre, ya que el vocablo dziñe es de muy dudosa tra-
ducción, pues al parecer significa “lado”, pero también puede ser una
variante del vocablo dziñu, que significa “resplandeciente”.
Existe otro vocablo cuyo sentido aún no ha sido precisado por
otros investigadores dedicados al estudio de los códices mixtecos. Se
trata de la palabra tacu o chacu que aparece como nombre o sustanti-
vo en los antropónimos que estamos analizando. En el corpus lo he-
mos colocado bajo la categoría de “identificación dudosa”, pero a
continuación presentaremos una propuesta sobre su significado.
El vocablo tacu aparece en composición siete veces en los nombres
personales de los códices Egerton y Muro. En la mayoría de sus docu-
mentaciones forma parte de los antropónimos femeninos y solamen-
te una vez se encuentra en los masculinos. En seis ocasiones la pala-
bra tacu ocupa la posición del sujeto en la estructura S-M así como
también en la forma S-V-C. Una sola vez se encuentra como modifica-
dor en la estructura S-M-M. Los sobrenombres en los que aparece el
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 426

426 manuel a. hermann lejarazu

vocablo tacu son: tacu chicachyy; tacu sisi? taadivi; chacu nicana ñuhu y
ñaña tacu siy’y’. Pero ¿qué significa el vocablo tacu?
De acuerdo con el Vocabulario en lengua mixteca de fray Francisco
de Alvarado esta palabra puede significar varias cosas, pero recorde-
mos que esto se debe a las diferencias en los tonos que no fueron es-
critos por este autor. Así tenemos que tacu puede ser: oír, consentir,
conocer, nacer, vivir, dibujar, pintar, escrito, libro.11
Sin embargo, ninguno de estos significados parece corresponder
a los antropónimos arriba citados, pues difícilmente alguna de estas
palabras nos daría la acepción precisa para los nombres escritos en el
Códice Muro o en el Egerton. Pero es, sin duda, el elemento glífico el
que nos ayudará a comprender mejor el significado de este vocablo.
Mary Elizabeth Smith ya había identificado que la palabra tacu des-
cribe a un glifo que aparece en el Códice Egerton conformado por una
cabeza ovalada provista de un ojo, una nariz en forma de espiral y una
pequeña hilera de dientes (figura 3). No obstante, como ella misma
menciona, es difícil decidir cuál de los significados de la palabra ta-
cu puede referirse a esta figura.12
En su estudio del Códice Egerton, Viola König se dio cuenta de este
mismo problema y piensa que el significado de tacu es “vida”, “vivo”,
por lo que decide traducir el antropónimo tacu chicachyy como “sol vi-
vo”.13 Esta misma interpretación es apoyada por Maarten Jansen en
su comentario al Códice Egerton, al traducir este sobrenombre como
“sol vivo”, “sol vive”.14

FIGURA 3. Nombre personal


“Tacu-Chicahuiy”

11 Evangelina Arana y Mauricio Swadesh, Los elementos del mixteco antiguo, México, Ins-

tituto Nacional Indigenista/Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1965, p. 123.


12 Smith, op. cit., 1973, p. 68.
13 König, op. cit., p. 157.
14 Maarten Jansen, La gran familia de los reyes mixtecos. Libro explicativo de los códices lla-

mados Egerton y Becker II, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, pp. 143-191.
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 427

antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 427

No obstante, en nuestra opinión el vocablo tacu no puede ser tra-


ducido como “vive” o “vida” debido a que la posición que guarda en
la estructura ya analizada es la del sujeto y no la del verbo que reali-
za la acción del sujeto. Así que debido a la forma S-M o S-V-C, la pala-
bra tacu no puede traducirse como verbo pues no es la posición que
tiene en la estructura de los nombres personales. Por lo tanto, la pa-
labra tacu no significa “vive”, ni tampoco esta palabra está represen-
tada en el glifo de la cabeza ovalada. Pero ¿qué es lo que significa en
realidad?
Pensamos que debido a la posición de sujeto que ocupa la palabra,
se trata indudablemente de un nombre o sustantivo que bien puede
simbolizar a una entidad sagrada cuyo nombre no fue escrito por fray
Francisco de Alvarado en su diccionario. Esta entidad sagrada sí apa-
rece representada en otros códices precisamente como una cabeza y
suele estar dibujada con características similares. Por ejemplo, en la
página 10 del Códice Selden está una señora llamada 10-agua que lleva
por sobrenombre una figura de cabeza ovalada como la del Códice
Egerton (figura 4). De esta manera, proponemos que el nombre de es-
te elemento glífico denominado tacu en las glosas se refiere a una en-
tidad del mundo mágico-religioso semejante al ñuhu o al yahui, pero
cuya significación exacta aún nos queda por dilucidar.
Finalmente, nos resta por señalar que en la página 5 del Códice Mu-
ro (figura 5) se encuentra el nombre personal chacu nicana ñuhu y que
la figura de la que emerge la representación del ñuhu no es una hen-
didura o abertura de la tierra como se había pensado, sino que es una
cabeza tacu cuyo rostro está cubierto por el cuerpo del ñuhu que sa-
le de ella.

FIGURA 4. Señora 10-agua FIGURA5. Chacu


“Tacu rojo” nicana ñuhu
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 428

428 manuel a. hermann lejarazu

CORPUS DE NOMBRES PERSONALES EN LOS CÓDICES MURO Y EGERTON

Nombres

Glosa Muro / Egerton S


–– / siy’y’ = ¿sangre?
C
–– / coo = serpiente T
cuiñe / cuiy = jaguar Tedzadodzo /
cuva / ticuhua = mariposa tiçadoço = quetzal
––/ tiyoo = tortuga
D ––/ tiçayy = papagayo
–– / daha = mano ––/ tiçayoho = colibrí
devi / taadivi = cielo –– / tni = garra
–– / duhua = flecha tnono / – = ¿red?
duva / duhua = telaraña / tnumi = pluma pequeña
dzavi / çahui = lluvia
dzini / –– = ¿estrella? V
–– / dziyu = barba Vichi / = abanico

J Y
Jicajiy / chicachyy = sol Yaha / yaha = águila
Yavi / yahui = serpiente de
N fuego
–– /niy = sangre Yecu / = guerra
Nuu / noo = ojo –/ yee = ¿planta?
––/ yhe = zorro
Ñ Yodzo / yoço = pluma grande,
Ñaña / ñaña = coyote plumaje,
Ñoo / –– = guajolote ––/ yoso = llano
–– / ñoo = tierra yta / –– = flor
ñuhu / ñoho = dios, sagrado yucu / –– = hierba
ñuhu / ñoho = fuego yucu / –– = cerro
––/ yuchi = pedernal
Q ––/ yuhua = juego de pelota
–– / quihui = nombre del día yusi / yusi = turquesa
lagarto yusijaa / yusidaa = turquesa
yuu / –– = piedra
–– / y y’ = tejón
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 429

antroponimia mixteca: análisis, morfología y representación glífica 429

Raíces verbales

Glosa Muro / Egerton

Dzisi / sisi = traspasar


Jisi / ndisi = atravesar
Nino / –– = arriba
Ni-cana / –– = salió, surgió
Ni-cani / –– = apaleó
Ni-desi / –– = salió (de un lugar)
Ni-saa / –– = brotó
Ni-sami / –– = mató
Ni-tasa / –– = relampagueó, tronó
Ni-tnoo / –– = alumbró
–– / quisi = arde

Adjetivos

––/ cuiy = verde


/ cuisi = blanco

Topónimos

Añute / –– = lugar de la arena


/ ño coyo = lugar de tules

Significado no definido

Dziñe / –– = ¿lado?
Chacu / tacu = ¿vivo? ¿vive?

BIBLIOGRAFÍA

Arana, Evangelina y Mauricio Swadesh, Los elementos del mixteco antiguo, Méxi-
co, Instituto Nacional Indigenista/Instituto Nacional de Antropología,
1965.
GuzmanBetancourt 28 5/12/04 8:42 AM Page 430

430 manuel a. hermann lejarazu

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1962.

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Marcus, Joyce, Mesoamerican writing systems. Propaganda, myth and history, Prin-
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GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 431

CODIFICACIÓN DE LA CATEGORÍA ADJETIVAL EN


NÉVOME O PIMA BAJO DE SONORA

ZARINA ESTRADA FERNÁNDEZ*

INTRODUCCIÓN

A partir del artículo “Where have all the adjectives gone?” publicado
por Dixon (1977), en el campo de la lingüística tipológica se desper-
tó la discusión en torno de la problemática que concierne a la forma
como las diferentes lenguas codifican sus categorías lingüísticas o cla-
ses de palabras. La polémica se ha centrado sobre todo en la clase de
los adjetivos. Sin embargo, en casi ninguna lengua esta clase de pala-
bras puede ser analizada de manera independiente a la de los nom-
bres y verbos, sobre todo porque, como también sucede en névome
–lengua que hoy analizo–, muchos derivan de verbos y otros de nom-
bres. Por otro lado, además, la caracterización de las clases de pala-
bras tampoco puede ser enfrentada desde un solo nivel lingüístico,
sea semántico, morfológico o sintáctico; por lo cual, toda caracteriza-
ción semántica o morfológica tendrá que complementarse con la ob-
servación sintáctico-funcional del uso discursivo de las categorías lin-
güísticas o clases de palabras.
Sin embargo, en el presente estudio hago énfasis y me restrinjo de
alguna manera, a la caracterización morfológica de las diferentes for-
mas como se expresan los conceptos o nociones adjetivales en névo-
me, lengua yutoazteca del siglo XVI –de acuerdo con el estudio de
Pennington (1979:ix-xxix). Así, a partir de los materiales del voca-
bulario de névome editado por Pennington (1979), sostengo que,
aunque esta lengua cuenta con un número reducido de adjetivos lé-
xicos, los procesos morfológicos a través de los cuales la gramática
del névome deriva nociones o conceptos adjetivales, responden cla-
ramente a mecanismos que dan lugar a esta categoría de palabras. El
análisis que propongo está en concordancia con Croft (2000), quien
sostiene que los adjetivos, nombres o verbos, no son categorías de

* Universidad de Sonora.

[431]
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 432

432 zarina estrada fernández

lenguas en particular, sino más bien universales lingüísticos, cuyos


prototipos tipológicos se reconocen como adjetivos, nombres o ver-
bos (Croft, 2000:65).
Dicho de otra manera, el análisis de névome me permite sostener
que aunque la mayor parte de los adjetivos en esta lengua derivan de
verbos y en menor cantidad de nombres, los sufijos morfológicos que
los derivan, responden a dos tendencias o fuerzas de carácter univer-
sal, necesarias para lograr que un elemento determinado califique co-
mo noción adjetival prototípica.1 Lo cual supone, también en concor-
dancia con Croft, que nociones adjetivales no responderán a la
noción prototípica, sino más bien mostrarán toda una gama de com-
portamientos que se alejarán o aproximarán a la noción prototípica.
Lo que caracteriza a la noción adjetival prototípica en névome es:
1] la ausencia o pérdida de la expresión de dinamismo, rasgo propio
de los eventos, y 2] el señalamiento hacia alguna entidad agentiva, in-
dividuable o referencial, pero sin todavía alcanzar la denotación es-
pecífica de ese individuo, entidad o participante.
Así, aunque sólo exista un pequeño número de adjetivos léxicos
en névome, la gramática de esta lengua cuenta con la posibilidad de
formar términos que expresan conceptos adjetivales mediante proce-
sos morfológicos que tienden a acercarse a la noción prototípica, a la
pérdida de dinamismo (es decir, asignación, predicación o atribución
de una propiedad a una entidad) y al señalamiento de un referente
(el cual ostentará esa propiedad).
El análisis de las nociones adjetivales a partir de esta visión, coin-
cide con algunas propuestas que en la literatura lingüística se han
hecho para los elementos de este tipo. Entre ellas, el que hayan sido
caracterizadas como pertenecientes a una categoría mixta (Bhat,
1994, Thompson, 1988), o bien se las represente mediante el binomio
[+ Verbal, + Nominal].
Por otro lado, la validez de los procesos propuestos anteriormen-
te para névome se logran sustentar, además, en Thompson (1988),
quien observa que en un 79% de los casos, los adjetivos cumplen una
función predicativa, mientras que en el otro 21% restante ayudan a
introducir un nuevo referente.

1 En otras palabras, se calificará como adjetivo prototípico, aquel término que ha

estado sujeto a ambos procesos. Sin embargo, existe más de un mecanismo morfoló-
gico para cumplir con los procesos a que me refiero.
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 433

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 433

Desde mi apreciación personal, la gramática del névome ha codi-


ficado estos dos diferentes comportamientos o tendencias universa-
les de los términos adjetivales por medio de la aplicación de diferen-
tes morfemas. Sin embargo, la codificación de este tipo de términos
no puede ser interpretada de forma discreta sino desde una perspec-
tiva gradual, que da lugar a un número relativamente restringido de
procesos morfológicos a través de los cuales se forman términos que
expresan nociones adjetivales. En otras palabras, la noción de lo que
puede ser un adjetivo se manifiesta directa y gradualmente en la for-
ma como estos términos son codificados; por ello, no todos los ele-
mentos adjetivales reflejarán plenamente en su conformación la apli-
cación de los procesos de adjetivización que he mencionado.
Los procesos de adjetivación a los que me he referido, correspon-
den en névome, por un lado, en primer lugar, a las partículas s–/
s’–/si– las cuales, al modificar a alguna raíz verbal, la inhabilitan pa-
ra ocurrir como núcleo predicativo o verbal en oraciones intransiti-
vas, transitivas o bitransitivas; y, en segundo lugar, a la sufijación de
–daga, “agentivador”; –dama, o bien –cama, “señalativos de propie-
dad”. Sin embargo, en la gramática del névome o pima bajo históri-
co, se observa que la pérdida de dinamismo puede llegarse también
a obtener, en el caso de términos que expresan eventos, por medio
de otros dos procesos morfológicos de estatividad o perfectividad.
Me refiero a los sufijos –i para verbos estativos, y –c para eventos per-
fectivos, a los cuales en esta ocasión no haré referencia (véase Estra-
da, 1999a y 1999b).
La noción de adjetivación gradual que mencioné en el párrafo an-
terior explica el porqué en muchas ocasiones algunos de los térmi-
nos adjetivales han sido sujetos a la modificación morfológica de so-
lamente uno de los elementos que he mencionado. La aplicación de
estos mecanismos de codificación demostrarán, por contraste, la exis-
tencia de adjetivos básicos.

EL NÉVOME O PIMA DE SONORA

Este trabajo parte del análisis del Vocabulario de la lengua névome, edi-
tado por W. C. Pennington en 1979. El Vocabulario, junto con el Arte
de la lengua, doctrina christiana y confesionario, editado por Buckingham
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 434

434 zarina estrada fernández

Smith en 1862 forma, aparentemente, parte de un todo descriptivo.


La obra –de acuerdo con el estudio histórico realizado por Penning-
ton en el prólogo del Vocabulario– es atribuible al sacerdote jesuita
Baltasar de Loaysa, quien vivió de 1608 a 1672, circunstancia que si-
túa a este documento como parte del acervo lingüístico del siglo XVII.
La obra, también según Pennington (1979), describe la lengua névo-
me tomando como marco referencia la comunidad de Ónavas, lo cual
en varias ocasiones he puesto en duda (Estrada, 1994, 1997). Prime-
ro, a partir de la frase que el autor de la obra incluye al final de la Doc-
trina christiana y Preguntas del catecismo: “pertenece a el pueblo de Mo-
ris”, pero también fundamentándome en la investigación que en años
anteriores he realizado sobre la variedad actual del pima bajo de la
zona de Yepachi, Chihuahua, variedad lingüística que parece estar
más cercana al névome del siglo XVII que al pima de Ónavas, descri-
to parcialmente por Hale (1977).2
El Arte, doctrina christiana y confesionario del névome han sido ya
fuente de análisis lingüístico por parte de David L. Shaul (1986), no
así el vocabulario que he mencionado. La investigación del material
léxico del névome apenas ha sido iniciada a través del análisis de la
morfología verbal (Estrada, 1999a, 1999b). En esta ocasión, continúo
con la investigación de los adjetivos.
El vocabulario del névome incluye aproximadamente tres mil tér-
minos: 1 458 verbos, 1 152 nombres y 207 términos que denotan con-
ceptos adjetivales; el total del material léxico del vocabulario se com-
plementa con algunas expresiones y adverbios. A lo largo de ese
inventario léxico, se identificaron los diversos procedimientos mor-
fológicos que pueden ser considerados como definitorios o caracte-
rísticos de las distintas categorías o clases de palabras del névome. El

2 Para el manejo de los datos de névome, se han tomado en cuenta las siguientes

anotaciones ortográficas: 1] no se representan las vocales largas; 2] las letras <c> y <k>,
<g> y >gu> y ye (y griega) <y> se utilizan de acuerdo con el español –es decir, <c>, si se
combina con las vocales a, o, u (ca, co, cu), pero la letra <k>, cuando ésta se combina
con la vocal i (ki). De igual manera, se distingue entre una simple <g> ante a, o, u (ga,
go, gu), pero <gu> cuando se escribe <gui> [gi]. La y griega, dígase y, ocurre ocasio-
nalmente para representar el sonido /i/ en diptongos; 3] la grafía <rh> representa el
fonema /l/; 4] con una doble <nn> se representa el sonido [ñ]; 5] no se representa el
fonema central alto /ˆ/, propio de todas las lenguas de la familia tepimana, a la cual
pertenece el névome.
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 435

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 435

objetivo final de este estudio es el de explorar la definición léxica de


las tres clases de palabras en esta lengua: adjetivo, nombre y verbo,
así como del reconocimiento de los diversos mecanismos morfosin-
tácticos que muestren la funcionalidad lingüística de esas categorías.3
La investigación de esta temática en términos de historiografía lin-
güística de lenguas indígenas mexicanas, resulta especialmente inte-
resante porque nos permite valorar la labor descriptiva e intuición
gramatical del autor de vocabulario névome.

PROCESOS MORFOLÓGICOS NOMINALES Y VERBALES

Nombres y verbos en névome resultan claramente identificables gra-


cias a propiedades morfológicas que se manifiestan para cada una de
estas categorías. El nombre, por ejemplo, se conforma por una serie
de términos enunciados en su forma básica o plena, no modificada,
como se muestra en (1):

(1) toki “algodón” hoi “espina”


uri “árbol” tabu “gazapo”
tucuri “ardilla” tuha “granizo”
tucurhu “búho” tupuba “hacha”
cupa “cabello” ubbi “hembra”
moho “cabeza” vaso “zacate”
cama “cal” bava “lajas”
vaco “calabazas” masada “luna”
guica “coa” hunu “maíz”
vahi “cola” cui “mezquite”
haitu “cosa” ki “casa”
hona “cuerpo” vibbac “piciete”

3 Hay que observar que mucho del material léxico del diccionario fue inducido por

el sacerdote autor de la obra, quien actuó de esta manera con acucioso interés de crear
términos que comunicasen los contenidos que la doctrina y confesionario exigían; así
lo demuestran las raíces propias del español que se observan en los siguientes términos:
névome glosa raíz léxica
spuntudacarh arcabuz apuntar
pangakidiga bizcocho pan
tapaniga esquicio de la ventana tapanco (náh. Tapantli)
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 436

436 zarina estrada fernández

Sin embargo, esta misma clase de palabras es más reconocible por


ser susceptible de ser modificada por al menos uno de los siguientes
procesos: 1] posesión inherente con el sufijo –di, ilustrado en (2a);
2] posesión alienable mediante el sufijo –ga, como se muestra en los
ejemplos de (2b); 3] instrumentalización o referencia a un instru-
mento, como en los ejemplos de (2c); 4] posibilidad de combinarse
con algún otro elemento, sea con otro elemento instrumental, o bien
con alguno verbal, como se muestra en los ejemplos (2d) y (2e). (Pa-
ra claridad expositiva en algunos casos, me he permitido anotar tér-
minos relacionados.):

(2a) usu “aguijón de avispas”


ovvi-di “tipos de agujas”
hucca-di “ala de ave”
hoho-di “hueso”
vupui-di “ojos”
hicu-di “ombligo”

(2b) obag-ga “adversario, enemigo”


duki-ga “aguacero” (duku, “llover”)
cuhi-ga “aullido” (cahu, “escuchar”)
muki-ga “muerto” (muki, “estar muerto”)
nubi-ga “ballena”
aagui-ga “barranca”
tubiki-ga “bruñidura” (tubiki, “bruñido”)

(2c) mos-carh “almoahada” (moho, “cabeza”)


vipia-cahra “anzuelo”
gubi-cahra “azote” (gubu, “azotar”)
tuhobi-cahra “báculo”
topa-cahra “barrena”
vohi-cahra “cama” (voho, “acostarse”)
sabi-cahra “cedazo”

(2d) suhitatari “zorro, tío del lobo” (suhi, “lobo”; tatari, “tío”)
vainomi ohasca “cazo de hierro”
guainomi
vuonamai “sombrero de hierro”
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 437

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 437

(2d) cuna muki “viuda” (cuna, “esposo”; muki, “estar muerto”)


honiga muki “viudo” (honiga, “esposa”; muki, “estar muerto”)

En lo correspondiente a los elementos verbales, en trabajos recien-


tes sobre el inventario léxico de névome (Estrada, 1999a; 1999b) se
analizaron 1 458 verbos, para los cuales se identificaron ocho diferen-
tes morfemas que contribuyeron a la formación de los elementos ver-
bales. Tres sufijos de tipo flexivo (vocales temáticas): –i, –u, –a, y cin-
co sufijos derivacionales: –c, “perfectivo”; –bu “dinámico”; –pig,
“limitativo”; –id, “aplicativo”, y –tud, “causativo”. Ejemplos de ellos se
muestran en (3a) y (3b), respectivamente:

(3a) murin-i “quebrado”


murin-u “quebrarse”
murin-a “quebrar”
gak.i “seco”
gac-u “secarse”
gac-a “secar”

(3b) tubi-c-a “bruñido”


gacori-c-a “combarse la madera” (“combada”)

maitcu-bu-a “apedrear”
gasi-bu-a “peinar, cardar”

cocom’-pig-a “escamar un pescado” (kokom, “cáscara”)


ha-pig-a, aa-pig-a “espulgar” (a’at, “piojo”)

vativ-id-a “bañar a otro”


hib-id-a “beber a otro alguna cosa”

saidu-tud-a “abstenerse, causar temor”


doatki-tud-a “amedrentar, infundir temor”

Todos estos sufijos permiten, sin lugar a dudas, la identificación


morfológica de la clase de los elementos verbales, así como los pro-
cesos anteriores identifican el comportamiento nominal.
GuzmanBetancourt 29 24/6/04 12:48 Page 438

438 zarina estrada fernández

ANÁLISIS DE LOS ADJETIVOS EN NÉVOME

En la exploración que se hizo de los términos adjetivales en névome,


solamente se lograron identificar cuatro adjetivos básicos, todos los
demás fueron términos derivados. Los cuatro términos adjetivales no
derivados denotan nociones de dimensión de algún objeto; ellos son:
tubu, “alto”, “eminente” o “largo”; guh/gug, “grande(s)”; vututa,
“nuevo” y arita, “pequeño(a)”. Todos los demás términos hicieron uso
de al menos uno de los procedimientos de modificación morfológi-
ca de los enunciados en la introducción de este trabajo. Cabe men-
cionar que, al constatar la función sintáctica de los cuatro adjetivos
básicos que he mencionado, se pudo observar –aunque no para to-
dos los términos, debido a las limitaciones del material–, que distri-
bucionalmente los adjetivos básicos (4a), como también sucederá con
los derivados (4b), estos elementos ocurren como modificadores a la
izquierda del núcleo o cabeza nominal, comportamiento sintáctico
que todavía hoy manifiestan los adjetivos en pima bajo:

(4a) gug’ uburhi “gran viento”


gug’ sudagui “océano” (lit. “gran agua”)
guh hota “gran roca”

(4b) s’toa sudagui “agua zarca”


s comagui sudagui “agua turbia”
samun’dama vainomi “cascabel (metálico)”

(4c) sidagio cubbainiga “agua helada”

El análisis de los distintos procedimientos morfológicos que codifi-


can conceptos adjetivales condujo al siguiente resultado: 81 términos
de un total de 207 adjetivos iniciaron con uno de los prefijos s–/s’–
/si–: sin embargo, como veremos más adelante, la gran mayoría tam-
bién mostró alguno de los sufijos derivativos –dama, –cama o –daga. Por
otra parte, hay que mencionar que un mecanismo sintáctico, a través
del cual también se forman conceptos adjetivales, es la anteposición
de la partícula negativa pim(a); esta partícula se antepone a nociones
adjetivales modificadas por los sufijos –dama, –cama y –daga.
La frecuencia de aparición de todos estos procesos de modifica-
ción de palabra en el total de 207 términos fue la siguiente: 52 térmi-
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 439

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 439

nos mostraron el sufijo atributivo denominal –cama, 29 el sufijo de-


verbal –dama y 20 con el agentivador, también deverbal, –daga. Final-
mente, 29 términos se formaron utilizando la partícula negativa pi-
m(a) antepuesta al término.4

LA PREDICACIÓN ADJETIVAL S–/S’–/SI–

En la monografía más completa escrita hasta ahora sobre la morfolo-


gía de una lengua tepimana, Zepeda (1984) identifica para el o’otam
(pápago) a la partícula s como asociada a los adjetivos, adverbios y
verbos estativos. En su estudio, esta autora propone que la partícula
s se antepone a palabras que describen o refieren un atributo o pro-
piedad y que los términos modificados por s, morfosintácticamente
modificadores, aunque también términos que pueden tomar un seg-
mento, pese a no ser las únicas que tienen acceso a esta última pro-
piedad. De acuerdo con Zepeda, esta partícula puede combinarse con
dos tipos distintos de raíces para dar lugar a elementos adjetivales:
con las llamadas g-words (palabras-artículo, es decir, nominales), y con
las Ø-words (no combinables con artículos, es decir, verbales). Shaul
(1986), a su vez, en su estudio sobre el névome, señala que la partí-
cula s es un marcador estativo que alterna su forma con si cuando la
palabra inicia con consonante. Sin embargo, este mismo autor seña-
la que si es independiente de una partícula intensificadora homóni-
ma, pero que seguramente ambas se encuentran históricamente re-
lacionadas. Por esta razón, en mi estudio no hago distinción entre
éstas, pero sí las señalo cuando considero que algún término contie-
ne carácter intensivo en el significado de la palabra.
En el estudio del Vocabulario en la lengua névome se constataron tres
variantes relacionadas con la partícula identificada tanto por Zepeda
como por Shaul: s’–, si– y s–; todas ellas prefijadas a las raíces léxicas

4 Si los sufijos se reanalizaran en unidades morfológicas más simples, cabría la po-


sibilidad de presentar los siguientes resultados: 81 términos con en sufijo –ma; 68 con
el sufijo –ca/–ca–; 49 con el sufijo –da, y 20 términos con el sufijo –ga. Sin embargo,
desde la perspectiva semántica, no se está en la posibilidad de reconocer el valor de es-
tas unidades morfológicas.
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 440

440 zarina estrada fernández

a las cuales modifican.5 En (5) proporciono algunos ejemplos, para


los cuales la primer columna provee los datos del névome, la segun-
da su significado, ambas con apego al material del vocabulario névo-
me. La tercera columna presenta raíces hipotéticas que propongo, y
la cuarta sus posibles significados, aunque fue imposible presentar es-
tos datos para todos los ejemplos. En cada una de las palabras, ade-
más, separo los sufijos a los que he hecho alusión al enunciar la fre-
cuencia de éstos (y a los cuales me referiré posteriormente). Los datos
en (5) ilustran las partículas s’–/ si–/s– antepuestas a raíces de tipo
verbal, varias de ellas marcadas con el sufijo de estatividad –i, o el de
perfectivo –c:

(5)
uri “árbol” tabu “gazapo”
s’-coco “dolorido” coco “doler”
s’-hup-i “frío” hupi “enfriar”
si-catu “inamovible” catu “estar parado”
si-hov-i “dulce” iovi “estar dulce”
si-gak-i “flaco” gaki “estar seco”
si-vutu “grave, pesado” vutu “estar pesado”
si-vagu-i “húmedo” vagui “estar mojado”
si-mu-c-a “agudo, afilado” mucu “muerto, estirado”
si-moi-c-a “blando” moica “estar blando”
si-moi-c-a “delicado” moi “estar suave”
si-dap-c-a “liso” dapca “estar derecho”
s-tatu “debilitado” tatu “débil / estar débil”
s-ton-i “fuerte” toni “calor / estar caliente”

Los ejemplos precedentes muestran que la partícula en cuestión


cumple con una función deverbalizadora, ya que permite la expre-
sión de propiedades a partir de verbos. En términos de la propuesta
planteada en la introducción de este trabajo, dicha partícula consi-
gue la pérdida del dinamismo (o temporalidad) comúnmente asocia-
da o caracterizadora de los eventos.6

5 “The shape si is only used before a consonant initial root”; “si- was weakly stressed

and is different from the intensive morpheme si” (Shaul, 1986:29).


6 Históricamente esta partícula del névome guarda relación con el elemento ix [i?],
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 441

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 441

SUFIJOS DERIVATIVOS EN NÉVOME

Tal como señalé anteriormente, además de la partícula s’–/s–/si–, un


papel importante en la derivación de términos que expresan nocio-
nes adjetivales es el que tienen los sufijos –daga, –dama o –cama.7 De
acuerdo con mi propuesta, estos sufijos son a los que les correspon-
de la función de señalamiento hacia alguna entidad agentiva, indivi-
duable y referencial. Por ejemplo, el sufijo –daga –el cual todavía hoy
cuenta con reflejos en la gramática sincrónica de o’otam (Zepeda
1983), tepehuano del sur (Willett 1991) y pima bajo (Escalante y Es-
trada 1993)–, deriva términos que remiten a un elemento agentivo.
Este sufijo agentivador, modifica raíces verbales susceptibles de ser
modificadas por la partícula s’–/si–/s–. Veamos algunos ejemplos:

(6)
s’-cahi-daga “sonora” cahi “oír”
s’-hihi-daga “bebedor” hihi “beber”
s’-hubamu-daga “friolento” huba “frotar”
s’-murhi-daga “ágil” murhi “correr”
si-bamu-daga “impaciente bamu “enojar”
si-murhi-daga “ágil” murhi “correr”

La función agentivadora del sufijo –daga se demuestra más clara-


mente en los ejemplos en (7), los cuales no fueron documentados en
su función predicativa, en la que requieren necesariamente de la par-
tícula s’–/s–/si–, sino más bien sólo en su función nominalizadora, la
de designar o apuntar hacia un referente. El significado literal de di-
chos ejemplos sería, respectivamente, “el que está hambriento”, “el
que está sediento”, “el que está alargado” y “el que está sonando”. El
autor anónimo del vocabulario névome asigna un significado adjeti-
val a los términos en (7), solamente después de un proceso de exten-
sión semántica:

una de las cópulas del tepehuano del sur (véase Flores y Campuzano, 1994, o bien Wil-
lett, 1991).
7 Estos sufijos podrían resegmentarse en –da, –ga, –ca y –ma; sin embargo, la docu-

mentación y el comportamiento sincrónico de los mismos sufijos como unidades mor-


fémicas en las lenguas tepimanas (o’otam, tepehuano del norte, tepehuano del sur y
pima bajo), impiden esta posibilidad.
GuzmanBetancourt 29 24/6/04 12:49 Page 442

442 zarina estrada fernández

(7)
bihugui-daga “hambriento” bihugui “hambre/estar
hambriento”
tonoomu-daga “sediento” tono “sed/estar sediento”
tubu-daga “lacia” tubu “gusano/tener
forma alargada”(?)
sasni-daga “quejumbroso” sani “sonajas/estar
sonando”

Otro de los sufijos que con regularidad ocurren en los términos


que expresan nociones adjetivales es –cama/–cuma. Este sufijo atribu-
ye una propiedad a un individuo y los términos modificados se tradu-
cirán por “el que tiene la cualidad de x cosa”:

(8)
s’-cos’-cuma “dormilón” cos(i) “dormir/-ido”
s’-hini-cuma “gritón” hinkia “gritar”
s’-titibi-cuma “burlón, titib “jugar”
juguetón”
s’-tuitca-cuma “preguntador” tuit “nombrar”
s-oimuri-cama “andariego” oimar “andar”
s-othoma-cama “diligente, othom “ser rápido/rapidez”
fogoso”

El valor atributivo del sufijo –cama/–cuma se demuestra a partir de


nociones adjetivales derivadas de las partes del cuerpo. En estos tér-
minos, además –véanse los ejemplos en (9)–, se observa claramente
el sentido intensivo de la partícula si–, tal como Shaul (1986) lo ob-
servara, dado que la expresión adjetival denota la cuantificación in-
tensiva del referente:

(9)
si-dacpo-cama “bigotudo” dacpa “barba”
si-bop-cama “lanudo bopo “pelo/vello”
s-tuna-cuma “glotón” tuna “boca”

Al igual que el sufijo agentivador –daga, el sufijo –cama puede lle-


gar a ocurrir en términos no modificados por las partículas s –/s’–/si–:
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 443

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 443

(10)
cuna-cama “casada” cuna “marido/esposo”
hinid’-cama “casado” hinid “esposa”
gu(g)-hono-cama “corpulento/ guh/ “gran cuerpo”
fornido” gug’hono
sosoa-cama “mocoso” sosoa “mocos/moquear”
unnig-cama “hacendado” unnig “pertenecer/-ncia”
vip’-cari-cuma “legañoso” vipi “ojos”

El último de los sufijos modificadores es –dama. Este sufijo, al igual


que –cama, atribuye propiedades a un individuo deverbalizando ele-
mentos para formar nociones adjetivales, dígase, expresa propieda-
des de una entidad a partir de raíces que inicialmente denotaban
eventos:

(11)
s’-tumatu-dama “agudo, astuto”
s’-t’hupu-dama “abominable, feroz”
s’-hapurhi da-dama “agradecido”
s’-ho-dama “flojo”
s’-oiguida-dama “misericordioso”
s-toho-dama “fastidioso”
si-matu-dama “idiota”
si-buhogurhida-dama “obediente”

Al igual que en el caso de los términos modificados por –cama/–cu-


ma, también suelen ocurrir sin necesidad de la partícula pefijal esta-
tivizadora, como se ilustra en los ejemplos en (12):

(12)
mucumu-dama “achacoso”
murhu-dama “cabizbajo”
pihi-dama “cansado”
tutukitoa-dama “hábil”
oi’murhu-dama “haragán”
nanacogusu-dama “inquieto, travieso”

Por lo tanto, para la formación de nociones adjetivales resaltan las


dos tendencias, a saber, la pérdida de dinamismo o temporalidad, y
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 444

444 zarina estrada fernández

el señalamiento o identidad de un referente. Estas dos tendencias re-


sultan propias de cualquier noción de propiedad o atribución.

FUNCIÓN DE LA PARTÍCULA NEGATIVA

Mencioné colateralmente que la partícula negativa también ocurre


en términos que expresan nociones adjetivales. La función de esta
partícula es la obtención de nociones adjetivales polares cuya opción
positiva parece haberse formado anteriormente mediante alguno de
los sufijos derivativos –dama o –cama. Veamos algunos ejemplos:

(13)
pima “incorruptible”
saitui-dama
pima buhogur “desobediente”
hida-dama
pima “mudo” nouku “hablar”
nuoku-dama
pima s-tuniboa- “lampiño” tuni-boa “vello de la boca”
cama
pima da-cama “desnarigado” da(ca) “nariz”

Sin embargo, no todos los adjetivos formados con ayuda de la par-


tícula negativa provienen de términos modificados mediante alguno
de los sufijos –dama o –cama/–cuma. Veamos los ejemplos en (14) al-
gunas de las nociones adjetivales que provienen de la negación de
verbos con vocal temática –a, verbos estativos o adjetivales con vocal
temática –i, verbos con sufijo aplicativo –id–, o bien en su forma per-
fectiva con el sufijo –c y la vocal temática –a.

(14)
pima urig-a “ajena, cosa ajena”
pima mu-c-a “no afilado”
pima suiurh-a “desvergonzado”
pima matun-i “desbocada”
pima haitu asurh-id-a “intrépido”
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 445

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 445

Lo anterior indica que los términos adjetivales que se obtienen me-


diante la partícula negativa pima no deben ser vistos como resultado
de un proceso morfológico adjetivador. Esto permite reinterpretar
las frecuencias expresadas anteriormente para los sufijos adjetivado-
res. Las nuevas frecuencias son las siguientes: 60 términos de los 207
se obtuvieron mediante el sufijo –cama, 35 mediante el sufijo –dama,
además de los 20 con –daga que se mencionaron anteriormente y los
81 con los prefijos s-/s’-/si-; finalmente, sólo 14 mediante los sufijos
verbales que mencioné en el párrafo anterior: -a, -i, -c, -id; además de
un total de 29 expresiones adjetivales formadas con la partícula ne-
gativa pima, diez mostraron como núcleo un término modificado por
s’-, s- o si-.

CATEGORIZACIÓN DE LAS PARTES DEL HABLA

El problema de la categorización de las partes del habla ha llamado


la atención hacia el uso de diversos criterios. Uno de los autores que
han destacado la importancia de la aplicación de varios criterios pa-
ra el adecuado reconocimiento de las partes del habla es Croft (1991:
93). Específicamente, este autor menciona dos parámetros: la clase
semántica del elemento léxico y la función pragmática de la raíz de
que se trate en la estructura de la cláusula.
Pese al corto número de sufijos derivativos que se identificaron pa-
ra el névome, existe la posibilidad de que los criterios morfológicos
no resulten suficientes para proponer la existencia de distintas clases
de palabras, lo cual, desde mi perspectiva, puede ser la causa directa
para que la morfología del margen de la palabra en pima bajo actual
se vea relativamente disminuida.
Sin embargo, al explorar las propiedades distribucionales del né-
vome, se observa que, al menos bajo este criterio, sí es posible distin-
guir entre categorías nominales, adjetivales y verbales. Así, el predi-
cado ocupará preferentemente la posición final de la expresión,
como puede verse en los ejemplos en (15):
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 446

446 zarina estrada fernández

(15)
a] FN PRED
coiva vusi m’-hona si-si-moica
Neg. Compl. todo Reflx-cuerpo Int-Int-suave
“porque todo su cuerpo es suave”

b] FN PRED
api s’-tohodama ni-buy himu
2asgS Est-enojar.Adj 1sgObj.-Dir ir.Cont
“tú te enojaste conmigo” (lit. tú vas muy enojado conmigo)

c] FN PRED
tahi s’-ihovi-urida apcada
harina Est-dulce-pertenecer ap.cada
“que la harina está dulce”

d] FN PRED COP
hupa hidi-di si s-uama huba
zorrillo orín-Pos Int Est-mal oler
“el orín del zorrillo huele mal”

e] FN PRED
haitu si s’-hona-cama n’-huki’tud’-apimu
“ustedes me hacen comer cosas saladas”

Mientras que la noción adjetival funcionando será aquella que den-


tro de una frase nominal ocurra a la izquierda del nombre al que mo-
difique, como en los ejemplos en (1):

(16)

a] ADJ N
guhj hota
“gran roca”

b] ADJ N
guh tasa
“día completo”
GuzmanBetancourt 29 5/12/04 8:43 AM Page 447

codificación de la categoría adjetival en névome o pima bajo de sonora 447

Estos criterios distribucionales, así como la concordancia en nú-


mero entre nombre y adjetivo –reduplicación plural, como en el
ejemplo (15)– permiten prever que la categoría nominal, como la ad-
jetival, tienden a guardar mayor relación entre ellas. Esto lo demues-
tra su comportamiento, sobre todo en el nivel de frase nominal.

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LA TRASLACIÓN DEL ACENTO TÓNICO


EN LA ESPAÑOLIZACIÓN DE LAS VOCES NAHUAS

RODRIGO MARTÍNEZ BARACS*

RESCATE DEL HABLA VIVA

En los años cincuenta Ángel María Garibay K. y Miguel León-Portilla


rompieron con la práctica común de escribir y pronunciar México-Te-
nochtitlán y pusieron de moda la grafía México-Tenochtitlan,1 aten-
diendo a que las palabras nahuas son graves o llanas (salvo los vocati-
vos, que son agudos). Pero entonces Gutierre Tibón y otros autores
propusieron aplicar esa regla sólo a Tenochtitlan y no a México (que
Tibón escribe, etimológicamente, Mexicco).2 Debe, por lo tanto, escri-
birse y pronunciarse Mexico-Tenochtitlan (la x pronunciada, además,
como la sh inglesa o la ch francesa).
Sin embargo, la preocupación por el rescate y difusión de la pronun-
ciación original de los vocablos indígenas no ha sido homogénea. Con-
tinúa la práctica de utilizar la pronunciación y transcripción españoli-
zadas (Tenochtitlán, México, Colhuacán, Mechuacán, etc.), aunque la
mayor parte de los autores contemporáneos prefieren no indicar el
acento tónico de los nombres nahuas de personas y lugares, y menos
aún de las palabras comunes, pues éstas son transcritas en itálicas, y se
sabe que en general son llanas. Pocos autores marcan sistemáticamen-
te el acento tónico de los nombres propios nahuas (de acuerdo a las
reglas de acentuación españolas: Cuauhtémoc, Mexico, Tenochtitlan,
Teotihuacan, Mechuacan, Tepeyácac, Xochitépec, Quetzalcóatl, etc.).
Y sólo Rafael Tena inició la práctica de también marcar el acento de
los sustantivos comunes nahuas que cita: xíhuitl, cóhuatl, etc., lo cual pa-
rece conveniente, pues la mayoría de los mexicanos no saben casi na-

* Dirección de Estudios Históricos/INAH.


1 Miguel León-Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (1956), prólogo de

Ángel María Garibay K., México, UNAM (Instituto de Investigaciones Históricas), 1959;
y Visión de los vencidos, México, UNAM (Biblioteca del Estudiante Universitario), 1959.
2 Gutierre Tibón, Historia del nombre y de la fundación de México, México, FCE (Sección

de Obras de Historia), 1975.

[449]
GuzmanBetancourt 30 24/6/04 12:51 Page 450

450 rodrigo martínez baracs

da sobre la lengua mexicana y, en ocasiones, hace falta precisar la pro-


nunciación para evitar confusiones, como en Chimalpáhin (que no es
Chimalpain ni Chimalpáin) o Tonátiuh (que no es Tonatíuh).3
La preocupación por el rescate de la pronunciación original de las
voces indígenas incorporadas al español o simplemente citadas en un
texto español, entraña el fin ético de restituir algo de la presencia an-
tigua viva de los habitantes originarios de nuestro continente. Este
afán plantea la necesidad de conocer algo del proceso histórico me-
diante el cual, al ser apropiadas por los españoles, muchas palabras
nahuas vieron trasladado su acento tónico.
Los estudios sobre la “acomodación fonética” de los nahuatlismos
y los nombres de lugar de origen náhuatl se han concentrado en el
valor fonético de vocales y consonantes, sin enfocar el traslado del
acento tónico.4 Propongo en esta ponencia una aproximación muy
preliminar al tema, ceñida a los sustantivos nahuas y, a modo de apén-
dice o coda, a los sustantivos purépechas.

EL PROCESO

Vieron trasladado su acento tónico nahuatlismos y topónimos na-


huas y casi no antropónimos, que son mucho más recientes (Tízoc-
Tizoctzin > Tizoc, Tonátiuh > Tonatíuh, Quimichin > Quimichín; pe-
ro no Cuauhtémoc, Moctezuma, Nezahualcóyotl, Quetzalcóatl, Citla-
lli, etc.).

3 Rafael Tena, El calendario mexica y la cronografía, México, INAH, 1992; La religión me-

xica, México, INAH, 1993; y su traducción de Domingo Chimalpáhin, Las ocho relaciones
y el Memorial de Colhuacan, México, CNCA (Cien de México), 1998, 2 vols. Naturalmente,
Tena no marca el acento tónico de las palabras nahuas en las transcripciones de tex-
tos largos en náhuatl.
4 Miguel León-Portilla, “Nahuatlismos en el castellano de España”, Boletín de la Aca-

demia Mexicana, vol. I, núms. 1/2, enero-junio y julio-diciembre de 1981, pp. 23-36 y
109-128; Leonardo Manrique Castañeda, “La escritura tradicional de los topónimos
provenientes de lenguas indígenas”, Ignacio Guzmán Betancourt (coord.), De toponi-
mia… y topónimos. Contribuciones al estudio de nombres de lugar, México, INAH (Colección
Divulgación), 1987, pp. 41-78; José G. Moreno de Alba, El español en América, México,
FCE (Lengua y Estudios Literarios), 1988, cap. II, y Esther Hernández, “La acomoda-
ción fonética de los nahuatlismos al español”, Nueva Revista de Filología Hispánica, vol.
XLVI, núm. 1, 1998, pp. 1-22.
GuzmanBetancourt 30 5/12/04 8:44 AM Page 451

la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 451

Sólo en el siglo XVIII los documentos manuscritos e impresos co-


menzaron a indicar el acento tónico,5 por lo que se dificulta el estu-
dio del proceso histórico de su traslación en palabras nahuas incor-
poradas al habla de los españoles. Sin embargo, un importante
indicio es el frecuente agregado de una vocal adicional en la trans-
cripción (y pronunciación) de ciertos topónimos y sustantivos nahuas
en documentos españoles, a partir de la misma Conquista, lo cual per-
mite suponer que el proceso todo de la traslación del acento tónico
fue bastante temprano.
Ya en la Segunda Carta-Relación de Hernán Cortés, del 30 de oc-
tubre de 1520, se documenta que los españoles comenzaron a pro-
nunciar y transcribir varios topónimos nahuas con la terminación
–que, en lugar del locativo nahua –c, como en: Tuxtépec > Tuchitebe-
que, Tecuantepeque, Huaxtepeque, Papalotiquipaque, Elotepeque,
Ocoyoacaque, Metepeque, etc. Esta grafía indica de manera clara que
los conquistadores o sus hijos oían y pronunciaban Ocoyoacac u
Ocoayoacaque y no Ocoyoácac, Metepec y no Metépec.6
Los primeros nahuatlismos con una sílaba final agregada llegaron
poco después. La Relación de Mechuacan, escrita hacia 1541 por el fran-
ciscano fray Jerónimo de Alcalá, muestra el uso de petate en el caste-
llano novohispano temprano: en 1530 Nuño de Guzmán mandó atar
al Cazonci Tangáxoan “en un petate o estera e atáronle a la cola de un
caballo”.7 Pronto se hizo común el uso de petate, mecate, ocote, chiqui-
huite, etcétera.8

5 Antonio Alatorre, Los 1001 años de la lengua española (1979), edición corregida y
aumentada, México, El Colegio de México, FCE (Tezontle), 1989, p. 257.
6 Entre otras fuentes, puede consultarse: Hernán Cortés, Cartas de relación, Nota pre-

liminar de Manuel Alcalá, México, Porrúa (Sepan cuantos, 7), 1960; Actas de cabildo de
la ciudad de Mexico, México, Ediciones del Municipio Libre, publicada por su propieta-
rio y director Ignacio Cumplido, Primera serie, 1524-1722, 1889-1913, 54 vols.; Silvio
Zavala, El servicio personal de los indios de la Nueva España, t. I, 1525-1549, México, El Co-
legio de México, El Colegio Nacional, 1984; Concepción Company Company, Documen-
tos lingüísticos de la Nueva España. Altiplano central, prólogo de Juan M. Lope Blanch,
México, UNAM (Instituto de Investigaciones Filológicas), 1994.
7 Fray Jerónimo de Alcalá, OFM, Relación de las ceremonias y ritos y población y gobierno

de los indios de la provincia de Mechuacan (1541), Reproducción facsimilar del Ms. ç.IV.5
de El Escorial, transcripción, prólogo, introducción y notas por José Tudela, revisión
de las voces tarascas por José Corona Núñez, estudio preliminar de Paul Kirchhoff, Ma-
drid, Aguilar, 1956.
8 Fray Maturino Gilberti, OFM, Vocabulario en lengua de Mechuacan, México, Juan Pa-
GuzmanBetancourt 30 24/6/04 12:52 Page 452

452 rodrigo martínez baracs

Lamentablemente no existen evidencias semejantes sobre el mo-


mento en que se esdrujulizó el nombre de Mexico, o cuándo se agu-
dizaron topónimos como Tenochtitlan y Mechuacan. Sin embargo, los
términos mencionados (petate, Metepeque, etc.) parecen indicar que
el proceso general de traslado del acento tónico fue muy temprano.
James Lockhart notó que la reubicación del acento tónico de las
palabras nahuas al incorporarse al español se debe en muchos casos
a la distinción en la lengua náhuatl entre sílabas largas y cortas.9 Al
escribirse de acuerdo con las normas de la escritura española, los do-
cumentos coloniales en lengua náhuatl, escritos por frailes o escriba-
nos indios, no registraban la longitud vocálica, ni el saltillo. Tampo-
co los registraron los frailes lingüistas, antropólogos y evangelizadores
del siglo XVI, hasta que a fines de siglo lo comenzaron a hacer los lin-
güistas jesuitas novohispanos y sus discípulos.10 Hoy disponemos, en-

1559; reed. facs., México, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, 1990;
e “Intento de robo de la caja de tres llaves de la ciudad de Mechuacan”, 14 de octubre
de 1577, en Rodrigo Martínez Baracs y Lydia Espinosa Morales, La vida michoacana en
el siglo XVI. Catálogo de los documentos del siglo XVI del Archivo Histórico de la Ciudad de Pátz-
cuaro, México, INAH, 1999, Apéndice.
9 James Lockhart, Seminario sobre lengua y cultura nahuas, México, Dirección de

Estudios Históricos, mayo de 1993.


10 Antonio del Rincón, SJ, Arte mexicana, México, Pedro Balli, 1595; Edición de An-

tonio Peñafiel, México, Oficina Tipográfica de la Secretaria de Fomento, 1885; y en Ana-


les del Museo Michoacano; reed. facs., Guadalajara, Edmundo Aviña Levy, 1967; Horacio
Carochi, SJ, Arte de la lengua mexicana, con la declaración de los adverbios della, México, Juan
Ruiz, 1645; reed. facs. con Introducción de Miguel León-Portilla, México, UNAM, 1983;
y Frances Karttunen y James Lockhart, trads. y eds., The art of Nahuatl speech. The Bancroft
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tions), 1987. Sobre el padre Rincón, véase Ignacio Guzmán Betancourt (ed.), Estudios
de filología y lingüística náhuatl, núm. monográfico 2B de la Revista Latina de Pensamiento
y Lenguaje (México), vol. II, 1996. Frederic Schwaller (“Nahuatl studies and the ‘circle’
of Horacio Carochi”, Estudios de Cultura Náhuatl, 1994, vol. 24, pp. 387-399) identifica
equivocadamente los Diálogos de la Biblioteca Bancroft con los Huehuetlahtolli (Méxi-
co, convento de Santiago Tlatilulco, 1600; título reconstruido por Miguel León-Porti-
lla) de fray Juan Baptista, OFM, cuya paternidad niega Schwaller. Estos Huehuetlahtolli re-
gistrados por fray Andrés de Olmos y publicados por fray Juan Bautista descubren su
origen franciscano al no distinguir las sílabas largas y cortas (ed. facsimilar con estudio
introductorio de Miguel León-Portilla y trad. de Librado Silva Galeana, México, Comi-
sión Nacional Conmemorativa del V Centenario del Encuentro de Dos Mundos, 1988).
Schwaller no cita esta obra. Tampoco registra que el bachiller Lasso de la Vega, en el
Huey tlamahuiçoltica (México, Juan Ruiz, 1649), aunque no registra las sílabas largas, sí
registra los saltillos (con un apóstrofo ‘), lo cual muestra su filiación jesuítica.
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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 453

tre otros instrumentos, del Diccionario analítico del náhuatl de Frances


Karttunen, discípula de Lockhart, que registra sistemáticamente la
extensión vocálica y el saltillo.11 De esta manera puede tratar de apre-
ciarse en cada caso si la longitud vocálica o la pronunciabilidad de
ciertas consonantes en español fueron determinantes para el trasla-
do del acento tónico.
Debe tomarse en cuenta que en náhuatl el acento tónico, aunque
siempre grave o llano, no es fijo respecto de la raíz, pues se mueve
con los cambios en los prefijos y sufijos. Por ejemplo: Nantli, tonan,
tonantzin. Nantli casi no se decía, siempre se expresaba en el modo
posesivo, nonan, frecuentemente con el sufijo reverencial, nonantzin.
Aunque el caso más frecuente de traslado del acento tónico fue de
una sílaba hacia el fin de la palabra, el proceso general no se puede
describir en términos sencillos como de “agudización” y de “esdruju-
lización”, pues intervinieron los frecuentes agregados (pétlatl > peta-
te) o pérdidas (comalli > comal) de la sílaba final. Por eso me pareció
conveniente hacer una clasificación preliminar de los cambios depen-
diendo de si el acento tónico grave de las palabras nahuas se trasladó
de una sílaba hacia “la derecha”, hacia el fin de la palabra, el caso más
frecuente; hacia “la izquierda”, el comienzo de la palabra, caso muy
raro; o permaneció en su lugar, incluyendo en cada caso la inciden-
cia de la pérdida o agregado de una “sílaba” final.

BREVE CLASIFICACIÓN

1. Traslación “hacia la derecha”

1.1. La traslación produce agudización

1.1.1. Topónimos
Entre los topónimos, el caso más abundante y uniforme de agudiza-
ción es el de las palabras terminadas con el sufijo –c_n: Coyohuacân

11 Frances Karttunen, An analytical dictionary of Nahuatl, Austin, Texas University

Press, 1983. Véase también el detenido estudio de Miguel León-Portilla, “Los nombres
de lugar en náhuatl: su morfología, sintaxis y representación glífica”, Estudios de Cultu-
ra Náhuatl, 1982, vol. 15, pp. 37-72.
GuzmanBetancourt 30 5/12/04 8:44 AM Page 454

454 rodrigo martínez baracs

se volvió Coyoacán, Colhuac_n > Culhuacán, Mechuac_n > Michoa-


cán, Tehuac_n > Tehuacán, Teotihuac_n > Teotihuacán, etc. La lon-
gitud vocálica del sufijo –c_n resultó en este caso determinante.
En cambio no es uniforme la agudización de los topónimos termi-
nados en el sufijo -tlan, y menos aún en su variante –l-lan. Si se dio el
paso de Cihuatlan a Cihuatlán, Mazatlan > Mazatlán, Tenochtitlan >
Tenochtitlán, Tepoztlan > Tepoztlán. Pero en cambio también se re-
gistra: Tepetitlan > Tepetita, Acatitlan > Acatitla.
Sí se registra Tonallan > Tonalá. Pero también: Acallan > Acalan o
Acala, Cuauhtemallan > Guatemala, Huitzitzillan > Uicicilan / Uchi-
chila, Comallan > Comala, etc., con o sin pérdida de la –n final.
La lengua náhuatl registra dos formas del sufijo locativo –tlan, con
sílaba corta y larga. Con sílaba larga, –tl_n significa “junto a, entre”.
Con sílaba corta, el sufijo –tlan significa “junto a, entre, debajo de,
en”, unido a los elementos anteriores con la ligatura –ti–, y –tl_n no
lo hace”.12 En Tenochtitlan la sílaba final es corta, por lo que la ex-
tensión vocálica no explica la traslación a Tenochtitlán. Y en térmi-
nos generales, no parece distinguirse una correspondencia del uso
de los sufijos –tl_n o –itl_n con la agudización del acento tónico, y de
–tlan o –titlan con su permanencia.
Tampoco es uniforme el comportamiento de los topónimos termi-
nados con el locativo –pan, de longitud vocal corta: Tizapan > Tiza-
pán. Pero en cambio: Tlalpan > Tlalpan, Apan > Apan, Hueyapan >
Hueyapan. El mantenimiento del acento tónico en su lugar se vio fre-
cuentemente acompañado por la pérdida de la –n final; Cuilapan >
Cuilapa.
La terminación larga de –_c, pudo intervenir en la agudización de
palabras nahuas terminadas con esa sílaba: _t_y_c > Atoyac, Mixc_c >
Mixcoac, porque en estas palabras otras vocales del nombre también
son largas.

1.1.2. Nahuatlismos
Son pocos los nahuatlismos en los que el traslado del acento tónico
hacia la derecha produjo una agudización. Deben mencionarse las pa-
labras terminadas en –lin: Capóllin > Capulín, Chapollin > Chapulin.

12 León-Portilla, “Los nombres de lugar en náhuatl”, p. 48; y Karttunen, An analy-

tical dictionary of nahuatl.


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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 455

1.2. La palabra se mantiene llana por el agregado de una sílaba final.

1.2.1. Topónimos
Ya mencioné los topónimos terminados en –tép_c, “en el cerro”, que
delatan el temprano traslado de su acento tónico con el agregado de
una vocal final: Xochitepeque.
Más adelante, hacia el siglo XIX, se dio un proceso de reagudiza-
ción de estos topónimos por la pérdida de la vocal final agregada: Xo-
chitép_c > Xochitepeque > Xochitepec. Son muchos los ejemplos:
Chapoltép_c > Chapoltepeque > Chapultepec, Cuauhtép_c > Cuauh-
tepeque > Cuautepec, Elotép_c Elotepeque > Elotepec, Tehuantép_c
> Tehuantepeque > Tehuantepec, Xochitép_c > Xochitepeque > Xo-
chitepec, Zacatep_c > Zacatepeque > Zacatepec.
La prontitud, amplitud y uniformidad con que el sufijo –tép_c se
transformó en –tepec, podría hacer suponer que este cambio se debe
a que la segunda vocal de tép_c es larga. Sin embargo, si el topónimo
no termina con el locativo –c (Zacatép_c), sino con el absolutivo –tl
(Zacatép_tl), el acento tónico se mantiene siempre en su lugar. Zaca-
tép_c se convierte en Zacatepeque y Zacatepec, mientras que Zaca-
tép_tl se sigue diciendo Zacatépetl. Véase también: Citlaltép_tl > Ci-
tlaltépetl, Popocatép_tl > Popocatépetl,13 etcétera.
En este caso, más que la longitud vocálica, resultó determinante la
consonante final: la –c final ejerce una fuerza de atracción sobre el
acento tónico, mientras que la –tl final lo mantiene en su lugar.

1.2.2. Nahuatlismos
Los casos más frecuentes de traslación hacia la derecha del acento tó-
nico se dan con la terminación –V-tl, pero el traslado no se convierte

13 Debe advertirse que antes de fijarse el nombre de nuestro volcán como Popoca-

tépetl, en el siglo XVI se registró su nombre con el locativo -c y sus ya mencionadas trans-
formaciones. Francisco López de Gómara lo registra como Popocatepec, Historia de las
Indias y conquista de Mexico, Zaragoza, Agustín Millán, 1552; reed. facs., con “Breves no-
ticias sobre el autor y la obra” de Edmundo O’Gorman, México, Centro de Estudios
de Historia de México Condumex, 1977; y Bernal Díaz del Castillo como Popocatepe-
que, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, escrito entre 1551 y 1575 [edi-
ción de fray Alonso Remón, con interpolaciones de fray Gabriel Adarzo y Santander],
Madrid, en la imprenta del Reyno, 1632; edición crítica de Carmelo Sáenz de Santa
María, basada en las ediciones de fray Alonso Remón y el Manuscrito Guatemala, Ma-
drid, México, CSIC, UNAM, 1982, 2 vols., cap. LXXVIII.
GuzmanBetancourt 30 24/6/04 12:52 Page 456

456 rodrigo martínez baracs

en agudización porque se agrega una sílaba, convirtiendo el sonido


de la –tl en –te, más fácilmente pronunciable y audible por los espa-
ñoles.

1.2.2.1. –atl > –ate


Los traslados más numerosos se dan en palabras terminadas en –atl,
independientemente de si la a es larga o corta: amatl > amate, ay_tl >
Ayate, atepócatl > atepocate, cacáhuatl > cacahuate, coscómatl > cosco-
mate, mayatl > mayate, petlátl > petate, zácatl > Zacate.
La palabra n_huatl, con la primera sílaba larga, no sufrió este pro-
ceso. Nauatl, según Molina, significa “cosa que suena bien, así como
campana, etc. o hombre ladino”. En el siglo XVI los españoles se re-
fieren a los “nahuales” para aludir a los hablantes de la lengua ná-
huatl, pero este término pasó más bien a designar a los brujos o na-
hualli, nahualtin. Pero para designar a la lengua se mantuvo el
término “náhuatl”, acentuado siempre en la primera sílaba. Jamás na-
die dijo “nahuate”; se dice náhuatl, como en lengua náhuatl. Acaso
la longitud vocal de la primera sílaba de la palabra n_huatl mantuvo
allí el acento tónico. También el hecho de que, como lo hace notar
Karttunen, la palabra aparezca sobre en todo en compuestos tales co-
mo nahuatlahtolli.

1.2.2.2. –otl > –ote


También son abundantes los traslados con los sustantivos terminados
en –otl: acócotl > acocote, ayócotl > ayocote, cacálotl > cacalote, cólotl > co-
lote, cóyotl > coyote (¿de coyotzin?), chapópotl > chapopote, cháyotl > cha-
yote, ócotl > ocote, péyotl > peyote, tecólotl > tecolote, tzápotl > zapote.

1.2.2.3. –itl > –ite y etl > –ete


Son mucho menos numerosos los cambios en el acento tónico de pa-
labras terminadas en -itl: comalquélitl > comalquelite, chalchíhuitl > chal-
chihuite, quélitl > quelite. En cambio: xóchitl > súchil.
Y menos aun hay traslación en palabras terminadas en –etl: cocónetl
> coconete (¿de noconetzin?)
Las palabras mécatl, métlatl, pétlatl, chiquíhuitl y péyotl se volvieron
“mecate”, “metate”, “petate”, “chiquihuite” y “peyote”, sin que la se-
gunda sílaba sea larga (me baso en Karttunen). En el caso de chocól_tl,
su última sílaba larga sí agrega un móvil para el paso a “chocolate”.
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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 457

2. Traslación del acento tónico “hacia la izquierda”

2.1. Esdrujulización

2.1.1. Topónimos
El caso más sonado es el paso de M_x_cco a México. La etimología
más probable de Mexico es “En el ombligo (centro) de la luna”,14
compuesto por m_tz-tli (luna), x_c-tli (ombligo) y el locativo –co; lo
cual da: M_tzx_cco, que con el tiempo se volvió M_xx_cco. La presen-
cia de las dos sílabas largas impide tomar la longitud vocal como fac-
tor determinante en la esdrujulización del nombre de México.

2.1.2. Nahuatlismos
Son pocos los nahuatlismos esdrujulizados. El paso de x_calli a jícara
acaso se debe a que la sílaba x_– es larga.

2.2. La palabra se mantiene grave, por pérdida de la sílaba final.

2.2.1. Topónimos
Ha sido norma editorial común transcribir el topónimo españoliza-
do de Culua o Ulua, como Culúa o Ulúa, en San Juan de Ulúa, sin
que las fuentes registren el acento tónico en la u, pues éste no era re-
gistrado en los documentos e impresos antiguos. ¿Cómo debió, en-
tonces, pronunciarse? Viene a nuestro auxilio el precioso testimonio
de fray Bartolomé de las Casas, según el cual al llegar el 31 de mayo
de 1518 a Puerto Deseado la armada de Juan de Grijalva, “parecía la
gran tierra de la Nueva España, que volvía a la mano derecha, como
hacia el norte; creyó el piloto [Antón] de Alaminos que fuese otra is-
la distinta de Yucatán, estimando también que Yucatán fuese isla. Pre-
guntados los indios que tomaron, qué tierra era la que parecía, res-

14 Antonio del Rincón, SJ, Arte mexicana, México, 1595, lib. IV, cap. I; Lawrence Ec-

ker, “Testimonio otomí sobre la etimología de ‘México’ y ‘Coyoacán’”, El México anti-


guo, v.:6, 1940, pp. 198-201; Alfonso Caso, “El águila y el nopal”, Memorias de la Acade-
mia Mexicana de la Historia, v.:2, abril-junio de 1946, pp. 93-104; Gutierre Tibón, Historia
del nombre y de la fundación de México, México, FCE, 1975; Christian Duverger, L’origine des
aztèques, París, Seuil, 1983, segunda parte, cap. IV; todos en Ignacio Guzmán Betancourt
(comp.), Los nombres de México, México, Miguel Ángel Porrúa, SRE (Instituto Mexicano
de Cooperación Internacional), 1998.
GuzmanBetancourt 30 5/12/04 8:44 AM Page 458

458 rodrigo martínez baracs

pondieron que era Coluá, la última sílaba aguda; y ésta es la que des-
pués llamamos Nueva España…”15
De modo que lo que Grijalva y Cortés oyeron en Tabasco no fue
Culúa o Culua, sino Culuá, con “la última sílaba aguda”, como correc-
tamente lo transcribió Agustín Millares Carlo en su edición de 1951
de la Historia de las Indias de Las Casas. Esta pronunciación aguda pue-
de deberse a varias razones. Las palabras nahuas son graves o llanas y
las mayas son agudas; la voz culuá podría venir de la mayanización de
una voz nahua (colhua), oída por Grijalva en Tabasco, pues las pala-
bras mayas son agudas. Pero parece más probable que la pronuncia-
ción Uluá o Culuá fuera una abreviación de Colhuacan (o Culhua-
can), pequeño señorío del sur de la cuenca de México, cuyos
habitantes eran colhuaque, señorío cuya toltequidad se querían apro-
piar los mexicas, con el acento tónico en la sílaba –hua–. El proceso
fue, entonces: Culhuacan, culhuaque > Culuá > Culúa > Ulúa.

2.2.2. Nahuatlismos
El paso de tilmahtli > tilma se pudo dar debido al frecuente uso del
posesivo, como en notilma.

3. El acento tónico se mantiene en la misma sílaba

3.1. El acento tónico se mantiene igual

3.1.1. Topónimos
No vieron alterado su acento tónico los topónimos finalizados con el
locativo –co, como Xochimilco, Tlalmanalco; ni en general los termi-
nados en –lan, como en Comallan > Comala.

3.1.2. Nahuatlismos
El acento tónico permanece en su lugar cuando termina en –K-tli,
que se vuelve –te: mihtohtli > mitote. Cuando termina en su variante

15 Fray Bartolomé de las Casas, OP, Historia de las Indias, edición de Agustín Milla-

res Carlo y Lewis Hanke, México, FCE (Biblioteca Americana), 1951, lib. III, cap. CXI.
Comenta este pasaje Aurora Díez-Canedo, El concepto de Nueva España en el siglo XVI. Es-
tudio historiográfico, tesis de Doctorado en Historia, México, UNAM, Facultad de Filoso-
fía y Letras, 1998.
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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 459

–l-li, el acento también permanece en su lugar, acalli > acale, pero la


palabra frecuentemente se agudiza al perderse la sílaba final: xacalli >
jacal.
Mencionaré que el mexicanismo “mitote” transmite bien la pro-
nunciación de mihtohtli, “baile” (el término netotiliztli no entró en el
español). La presencia del segundo saltillo o h obliga la utilización
del sufijo absolutivo –tli, por lo que se decía mihtohtli y no mihtotl. Mih-
tohtli viene de iht_tia, “bailar”; miht_ti_ni es “danzante”; términos que
en lugar del segundo saltillo tienen una _ larga.16

3.2. El acento tónico se mantiene pero la palabra se agudiza por pér-


dida de la sílaba final

3.2.1. Topónimos
Tepeyácac > Tepeyac y Tepeaca
A diferencia de los topónimos cuyo acento tónico pasó a la última
sílaba, el acento tónico de Tepeyácac permaneció en la sílaba -ya- al
pasar a Tepeaca o a Tepeyac. Esto acaso se vio favorecido porque la
sílaba –catl de yácatl (nariz) no es larga. Nadie dice Tepeyacac (como
Ocoyoacac) y jamás se encuentra escrito “Tepeyacaque”. Pero con el
paulatino debilitamiento de la sílaba final, –cac, corta y no acentua-
da, se fueron imponiendo las formas actuales: primero Tepeaca, Pue-
bla, y después Guadalupe Tepeyac, que a ningún nahuatlato se le ocu-
rriría pronunciar y escribir Tepéyac. La agudización tónica se produjo
efectivamente, pero se mantuvo el acento en la sílaba –yac–.

3.2.2. Nahuatlismos
Debe mencionarse la agudización sin traslación del acento tónico,
por eliminación de la terminación de absolutivo –li (después de –l):
acocilli > acocil, comalli > comal, copalli > copal, chimalli > chimal, icpa-
lli > equipal, macehualli > macehual, mecapalli > mecapal, coyolli > co-
yol, tamalli > tamal.

16 Karttunen, An analytical dictionary of Nahuatl.


GuzmanBetancourt 30 5/12/04 8:44 AM Page 460

460 rodrigo martínez baracs

LA TRASLACIÓN DEL ACENTO TÓNICO EN LA ESPAÑOLIZACIÓN


DE NOMBRES PURÉPECHAS

A manera de comparación, quisiera considerar muy brevemente el


proceso equivalente de traslación del acento tónico en los nombres
purépechas o tarascos incorporados al español. Debe observarse de
principio que, a diferencia de la lengua náhuatl que proporcionó una
gran cantidad de nahuatlismos al español hablado no sólo en Méxi-
co sino en otros países, la lengua purépecha aportó muy escasos “pu-
repechismos” al español (el caso más conspicuo es “guarache”). Por
ello en Michoacán la traslación del acento tónico sólo afectó a los
nombres propios, a los antropónimos y, sobre todo, los topónimos. A
diferencia de la lengua náhuatl, cuyos antropónimos sufrieron tras-
lados escasos y tardíos (Nahui > Nahuí, Ollin > Ollín), muchos nom-
bres purépechas de personas sufrieron traslados en el acento tónico:
don Antonio Huitzímengari > Huitziméngari, doña María Maruá-
quetscu > Marvaquetscu, Tangáxoan > Tangaxoán.
Mientras que en náhuatl existe la regla de que todas las palabras
están acentuadas en la penúltima sílaba, son graves o llanas, en puré-
pecha el acento tónico siempre está en la primera o segunda sílaba
de las palabras, por muy largas que sean –aunque debe considerarse
la existencia de acentos secundarios y de palabras compuestas.17 La
acentuación de las palabras purépechas es más rígida que la de las pa-
labras nahuas, pues si bien se aplica en éstas la regla general de que
todas las palabras son graves o llanas, el acento tónico se traslada se-
gún la forma –absolutiva, poseída, reverencial, etc.– de las palabras:
nantli, tonan, tonantzin.
Como se sabe, la lengua castellana acepta la existencia de palabras
agudas, graves o llanas, esdrújulas y, cuando es realmente necesario, so-
bresdrújulas (“devuélvemelo”), pero no permite retroceder aún más el
acento tónico. El sistema gramatical tarasco, en cambio, en el que no
existen prefijos y hay en cambio una prolijidad y complejidad extraor-
dinaria de sufijos, es proclive a acentuar la raíz, en la primera o la se-
gunda sílaba, y a pronunciar los sufijos de manera mucho más rápida.

17 Claudine Chamoreau, Description du purépecha parlé sur des îles du lac de Patzcuaro

(Mexique), thèse pour obtenir le grade de Docteur de l’Université Paris V, Discipline:


Linguistique, París, Université Paris V, René Descartes (Groupe des Sciences Humai-
nes-Sorbonne), 4 décembre 1998.
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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 461

Esta diferencia de comportamientos del purépecha y del español,


y el hecho de que los españoles ignoraran las etimologías de los nom-
bres que se apropiaron, ayuda a explicar la traslación del acento tó-
nico en muchos topónimos y antropónimos purépechas incorpora-
dos al español. Pueden distinguirse varios casos:

1] En términos generales, los nombres purépechas sobreesdrújulos o


más fueron esdrujulizados o agravados al ser pronunciados por es-
pañoles: Eróngaricuaro > Erongarícuaro; Huitzímengari > Huitzi-
méngari, Jucútacato > Jucutácato; Curícaueri > Curicaueri.

2] La traslación hacia el fin de la palabra afectó también nombres pu-


répechas esdrújulos, que fueron agravados o allanados al ser pro-
nunciados en español: Maruáquetscu > Marvaquetscu; Guayánga-
reo (Guayángario) > Guayangareo; Turícato > Turicato; Xarátanga
> Xaratanga.

3] Y aun nombres purépechas graves fueron agudizados al ser pro-


nunciados en español: Períhuan > Periván (Peribán).

4] En otros casos se mantuvo la pronunciación grave o esdrújula, pe-


ro se alteraron los sonidos: Guayámeo (Guayamio) > Guayameo,
Cueráuaperi (Cuerápperi) > Cuerauáperi.

De modo que el proceso global puede considerarse como de tras-


lación gradual hacia el fin de la palabra: sobresdrújulas y “sobresobres-
drújulas” fueron esdrujulizadas o agravadas, las esdrújulas fueron agra-
vadas, y las graves fueron agudizadas, de acuerdo al temperamento
español de enunciación Pero cada caso y nombre requiere de una con-
sideración particular. Por ejemplo, por qué Guayángareo (Guayánga-
rio) no pasó a Guayangário, sino a Guayangareo, rompiendo el dip-
tongo final de Guayángario, dicha en una sola emisión de voz, como
lo señala Eduardo Ruiz.18 Lamentablemente las fuentes y la investiga-
ción histórico-lingüística son muy escasas.

18 Eduardo Ruiz, Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas, México, Oficina Tipográ-

fica de la Secretaría de Fomento, 1890; reed. facs., México, Editorial Innovación, 1979,
cap. v, p. 115.
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462 rodrigo martínez baracs

La lengua purépecha no tuvo sus lingüistas jesuitas como los tuvo


la lengua náhuatl, con los citados padres Antonio del Rincón (1595)
y Carochi (1645) que notaran saltillos, longitudes vocales y otras suti-
lezas de la enunciación nahua. Como lo confirmó Ignacio Guzmán
Betancourt, el Arte de Basalenque19 es un compendio de los Artes de
los franciscanos fray Maturino Gilberti (1558)20 y fray Juan Baptista
de Lagunas (1574).21 Dada la profundidad de la presencia de los je-
suitas en Michoacán a partir de 1574 hasta su expulsión en 1767, es
difícil pensar que no hayan realizado una investigación semejante so-
bre la lengua michoacana, cuando menos en forma manuscrita. De
cualquier manera, ¿de qué sirve soñar?
El Diccionario de la lengua phorhépecha (1978) de Pablo Velásquez Ga-
llardo22 da el acento tónico de las palabras purépechas, pero no in-
cluye topónimos ni antropónimos. Para determinar la ubicación del
acento tónico de ciertos nombres purépechas se cuenta con el ya ci-
tado Michoacán, paisajes, tradiciones y leyendas (1890) de Eduardo Ruiz,
y con el “Glosario de voces p’hurépecha” y el Índice analítico de la
reciente edición de la Relación de Mechuacan de fray Jerónimo de Al-
calá.23 Algo más se puede encontrar en textos de los siglos XIX y XX
respecto a la pronunciación original de los nombres purépechas.24

19 Fray Diego Basalenque, OSA, Arte de la lengua tarasca, México, por Francisco Calde-

rón, 1714; quinta edición, con introducción histórica y preparación fotográfica del tex-
to, por J. Benedict Warren, Fímax Publicistas Editores, 1994; Ignacio Guzmán Betan-
court, “Los estudios sobre lenguas indígenas durante el siglo XVII”, en Raquel Chang
Rodríguez, Historia de la literatura mexicana, vol. 2, México, Siglo XXI, 2002.
20 Fray Maturino Gilberti, OFM, Arte de la lengua de Michuacan, México, Juan Pablos,

1558; reed. facs. con introducción histórica y apéndice documental y preparación fo-
tográfica del texto por J. Benedict Warren, Morelia, Fímax Publicistas Editores, More-
lia, 1987.
21 Fray Juan Baptista de Lagunas, OFM, Arte y dictionario, con otras obras en lengua mi-

choacana, México, Pedro Balli, 1574; reed. facs., con introducción histórica y apéndice
documental y preparación fotográfica del texto, por J. Benedict Warren, Morelia, Fí-
max Publicistas, 1983.
22 Pablo Velázquez Gallardo, Diccionario de la lengua phorhépecha, México, FCE, 1978.
23 Pedro Márquez Joaquín, “Glosario de voces p’hurépecha”, en fray Jerónimo de

Alcalá, Relación de las cerimonias y rictos y población y gobernación de los indios de la provincia
de Mechuacan, Moisés Franco Mendoza, coordinador de edición y estudios, Zamora, Mo-
relia, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, pp. 701-726.
24 Vicente Riva Palacio, El virreinato. Historia de la dominación española en México desde

1521 a 1808, t. II de México a través de los siglos, México, Ballescá y Compañía, Barcelo-
na, Espasa y Compañía, 1885.
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la traslación del acento tónico en la españolización de las voces nahuas 463

Respecto a la cronología de la traslación del acento tónico (que


no registran los documentos antiguos), el purépecha no cuenta con
los indicios que tiene la secuencia náhuatl de encontrarse nahuatlis-
mos adaptados (alterados), como “petate” o “Metepeque”, que dan
testimonio de lo temprano del cambio, desde los primeros decenios
después de la Conquista española. Supongo, pero no lo sé con
certeza, que la traslación del acento tónico de nombres purépechas
también fue bastante temprana.
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¿PUEDE LA LENGUA ESCRITA REFLEJAR LA LENGUA ORAL?


EL CASO DE LA GRAFÍA <Y>

BEATRIZ ARIAS ÁLVAREZ*

Las sociedades con cultura escrita… no pueden


descartar, absorber ni transmutar el pasado del
mismo modo: sus miembros se enfrentan con
versiones permanentes del pasado y sus creen-
cias. El pasado está, pues, separado del presen-
te, y la indagación histórica se torna posible, lo
cual, a su vez, alienta el escepticismo.
J. Goody y I. Watt, 1986: 76

Mientras en el siglo XIX el estudio de la lengua escrita fue considera-


do como una herramienta muy importante para conocer y acercarse
al conocimiento de una lengua (sobre todo de los estados anteriores
de dicha lengua o de lenguas muertas), durante el siglo XX se ha fa-
vorecido el estudio del lenguaje oral. La importancia del estudio de
la lengua oral en detrimento de la escrita se debió en gran medida a
la relación: lengua oral = hombre (sistema de comunicación) y len-
gua escrita = “cultura” (hecho cultural). Generalmente se han trata-
do de relacionar estos dos tipos de lengua desde dos ópticas diferen-
tes: en la primera se considera que la lengua escrita se deriva de la
oral; en la segunda, se considera que tanto la lengua oral como la es-
crita son dos registros diferentes de un mismo sistema.
Según J. Goody (1987:263-264) si analizamos ambos registros y los
confrontamos podemos encontrar diferencias. En el nivel léxico la
lengua escrita presenta características como las siguientes: a] tenden-
cia a usar palabras más largas, b] tendencia hacia la nominalización,
c] mayor riqueza de vocabulario, d] reducción en el uso de pronom-
bres personales, e] incremento en el empleo de palabras derivadas
del latín o “cultas”. En cuanto a las diferencias sintácticas, el mismo

* UNAM/IIFL.

[465]
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 466

466 beatriz arias álvarez

autor sugiere que en la lengua escrita: a] se usa un mayor número de


estructuras, b] la complejidad de las estructuras es mayor, c] se prefie-
re el uso de la subordinación, d] se utilizan mayor número de formas
de subjuntivo, e] se incrementa el empleo de gerundios, de partici-
pios absolutos, así como de auxiliares modales.
La mayoría de estos estudios comparativos se refieren al empleo
del léxico o de la sintaxis en ambos tipos de registro. Sin embargo,
son pocos los estudios que se interesan en señalar si el estudio de la
lengua escrita nos puede proporcionar datos sobre los “sonidos” de
una lengua. Lo anterior nos lleva a la pregunta: ¿Puede el análisis grá-
fico ofrecernos datos sobre la pronunciación de una lengua?
Estamos de acuerdo con C. Pensado (1984:25-26) en que:

– La falta de innovación gráfica no demuestra la falta de innovación


fonética. Por ejemplo la presencia de la letra “h” no implica el so-
nido aspirado [h].
– Una distinción gráfica no indica forzosamente la existencia de una
diferencia fonética. Sería el caso de las grafías “v” y “b” que se pro-
nuncian como oclusivas bilabiales [b].
– Una grafía igual puede encubrir pronunciaciones diferentes. En
el español la grafía “c” presenta dos tipos diferentes de realización,
como oclusiva velar [k] ante a, o, u, en palabras como “casa”[ká-
sa], o como fricativa, ya alveolar, ya interdental [s] o [q] ante las
vocales e, i, en palabras como “cielo” [sjélo] o [qjélo].
– Las grafías pueden sufrir procesos de arcaización. En el español se
ejemplificaría este caso por medio de la grafía “q” que pervive en
palabras cuyos étimos latinos la presentaban “quien” “que” o en
palabras que presentan en el español la secuencia [k+e] como en
“queso”.

Todo lo anterior nos hace suponer lo problemático y difícil de un


análisis gráfico, ya que no siempre nos permite conocer los datos fo-
némicos del habla del amanuense: la ortografía es normativa por na-
turaleza. Al decir de la misma C. Pensado (1984: 25), “La lengua es-
crita actúa como un filtro de la hablada y sólo permite que se
transparenten ciertas características”. Con base en lo anterior pode-
mos establecer el siguiente esquema que representa la problemática
del análisis de la lengua escrita:
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 467

¿puede la lengua escrita reflejar la lengua oral? el caso de la grafía <y> 467

Léxico
normal oral g norma escrita ={ Gramática }
Ortografía
El esquema anterior nos advierte la dificultad de realizar un aná-
lisis gráfico, ya que por una parte la norma oral de un amanuense se
sujeta a una nueva norma que es la escrita y dentro de ésta a una nor-
matividad “cultural” que es la ortografía.
Dentro del análisis gráfico, un tema que ha sido evadido por la ma-
yoría de los filólogos es determinar la “pronunciación” o en su caso
la “caracterización” de la grafía <y>, letra que es, en esta ocasión, el
centro de nuestro análisis. El estudio de esta grafía se nos propone
como una empresa difícil ya que, por un lado, representa un sonido
que tiene orígenes diversos, y por el otro, actualmente presenta di-
vergencias en cuanto a su caracterización, dada su diversa pronuncia-
ción en las variantes diatópicas y diastráticas del español. Por último,
el uso de la grafía <y>, a lo largo de la historia, parece estar sujeto a
factores extralingüísticos como son la presencia de modas gráficas y
de escuelas de escritura. En la presente investigación nos propone-
mos estudiar el uso de <y> en documentos medievales pertenecien-
tes a los siglos XII y XIII y contrastar los resultados con el estudio de es-
ta misma grafía en documentos novohispanos pertenecientes a los
siglos XVI y XVIII.
Para poder realizar nuestra investigación fue pertinente dividir el
trabajo en varias etapas, a saber: la primera en la que se analiza el ori-
gen del fonema /y/ del español representado por medio de la grafía
<y>; la segunda etapa en la que se recopila y compara información so-
bre la caracterización de dicho sonido; la tercera en la que se analizan
diversos documentos medievales y novohispanos para poder obtener
datos que ayuden a descifrar cuál es el sonido o los sonidos que repre-
senta “y”, la cuarta y última en la que se ofrecen las conclusiones.

ORIGEN

Para el fonema /y/ se han establecido los siguientes orígenes:

a] Casos de asimilación (palatalización) por yod o consonantización


de[j] por lenición de /d/, /g/ y /b/:
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 468

468 beatriz arias álvarez

Dyod = deorsum > yuso


Gyod = fugio> huyo
Byod = habeam> haya
b] Casos de asimilación (palatalización) por influencia de vocal pala-
tal /e/ o /i/:
G– = gemma > yema
gypsu> yeso

c] Casos de consonantización de /j/:


–I– = cuIus > cuyo
I– = iam > ya
–e > je = equa > yegua

El resultado común de los diversos procesos se ha caracterizado


con diferencias: bien como un sonido fricativo mediopalatal sonoro
[j] (R. Penny, 1991:XI) o bien como un sonido fricativo prepalatal
sonoro [y] (R. Menéndez Pidal, 1987:92).
Es importante señalar que R. Menéndez Pidal (1986:48-49) opina
que en un principio para el sonido consonántico palatal alteraron va-
rias grafías: g, ig, gi, y la <y>, imponiéndose finalmente esta última (ge-
goa “yegua”, gantare “yantar”, segiant “seyan”). Este hecho es signifi-
cativo ya que nos advierte sobre la variación y consecuente innovación
gráfica para poder representar un nuevo “sonido” del que carecía el
latín clásico.

CARACTERIZACIÓN FONOLÓGICA DE /Y/

Agrupamos las referencias de acuerdo con dos etapas temporales: las


que se refieren al español de los siglos XVI y XVII, por corresponder és-
ta a su primera caracterización dentro de nuestra lengua, y las que se
refieren al español actual.

ESPAÑOL DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

a] Antonio de Nebrija en 1517 advierte que la letra “y” griega no tie-


ne uso “[…] salvo si queremos usar della en los lugares donde podría
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¿puede la lengua escrita reflejar la lengua oral? el caso de la grafía <y> 469

venir en duda si la i es vocal o consonante, como escriuiendo raya,


ayo, yunta, si pussieramos i latina diría mui diuersa. Raia, aio, iunta.”
(Reglas de Orthographía: pp. 126-127). Don Antonio hace referencia a
un sonido consonántico palatal, que se contrapone al vocálico pala-
tal [i], sin embargo, en su Orthographía escribe con <y> palabras co-
mo “veynte, rey”.
b] Juan de Valdés en 1535 señala, por su parte, que “siempre que
la y es consonante, yo pongo la griega, como será en mayor, reyes, leyes,
ayuno, yunque, yerro […] desta mesma y griega uso quando ay es ver-
bo y quando es enterjeción y no cuando es adverbio […] También es-
crivimos ya y yo, porque la y es consonante. Quando es conjunción,
ponemos también la y griega […] Impropiamente se pone en fin de
algunos vocablos adonde es vocal, como en assy, casy y ally” (Diálogo
de la lengua, p. 84). A pesar de que Valdés señala que la grafía <y> re-
presenta un sonido consonántico, también hace uso de esta letra con
valor de vocal para diferenciar homófonos: como “ay”.
c] Gonzalo Correas en 1630 advierte que “la i es verdadera vokal,
[…] i xunta kon otra vokal se ablanda i pega en diptongo kon ella,
como en ia, iema, io, iugo. Los ke no konozieron esto llamaronla kon-
sonante, antepuesta, diziendo ke heria, i pusieron por ella la otra ke
llaman y Griega, ya, yema, yo, yugo. Mas fue error e inoranzia de di-
tongos” (Ortografia Kastellana, p. 20). Para don Gonzalo la letra “y” tie-
ne un valor vocálico, y no la diferencia de “i”, ya que ambas, para es-
te gramático, pueden formar “diptongos”.
En resumen hay divergencias en cuanto a la caracterización del so-
nido que representa “y”; por una parte se señala un valor consonán-
tico (Nebrija y Valdés), mientras que por la otra, se le atribuye un va-
lor puramente vocálico (Correas). Hay que añadir que gráficamente
puede representar tanto a una vocal, como sucede con la conjunción
“y”, como a una consonante en la palabra “raya”. Correas señala la
inoperancia de la letra <y> en favor de la grafía “i”.

ESPAÑOL ACTUAL

Hay que advertir que en el español actual el uso de la grafía <y> no


varía mucho del que señalan para esta misma grafía Nebrija y Valdés
en el siglo XVI: en medio de vocales “raya”, en final de palabra “rey”
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 470

470 beatriz arias álvarez

para la interjección y el verbo haber “ay” y “hay” y para la conjunción


“y”. De ahí que en este apartado nos preocupe, por la divergencia que
presenta, la caracterización que del sonido [y] hacen los diferentes
tratados de fonología española.
a] Para Emilio Alarcos (Fonología española, pp. 176 y 177) el fone-
ma consonántico [y] tiene los siguientes valores: no líquido, oral, den-
so y agudo, esto es, palatal, sonoro. Señala además que el orden pa-
latal no presenta una relación idéntica entre sus fonemas “mostrando
un desequilibrio en la estructura sistemática”:

C —— s
——

Por otra parte, este autor advierte que la oposición entre /y/ e /i/
sólo es válida en posición intervocálica: raía/raya, y entre consonan-
tes y vocal nuclear: desie?rto/deshie?lo. En todos los demás casos las
variantes de /y/ e /i/ se complementan, ninguna variante aparece
en la misma posición que las demás: [yélo] “hielo”, [sáya] “saya”, [qjé-
lo] “cielo”, [réj] “rey” (pp. 183-184).
b] Antonio Quilis (Tratado de fonología, pp. 252 y 253) describe /y/
como un fonema fricativo linguopalatal sonoro con dos alófonos uno
africado palatal sonoro [Z] tras pausa, nasal o [l] y otro fricativo pa-
latal sonoro [y] en los demás contextos.
c] Eugenio Martínez Celdrá (Fonética, p. 171) caracteriza a [y] co-
mo un sonido aproximante. Advierte que en castellano el sonido con-
sonántico interior de la palabra mayo es diferente por completo del se-
gundo de la palabra pie. “El primero es más cerrado y menos tenso que
el segundo, que suele ser un sonido transitorio, próximo a una vocal.”
d] Desde la perspectiva generativista hay divergencia en la caracte-
rización de este fonema. Para Heles Contreras y C. Lleó (Aproxima-
ción a la fonología generativa, p. 50) el fonema /j/ presenta los rasgos
[+consonántico], [-silábico] y [+obstruyente], que permiten diferen-
ciarlo de /i/.
e] Para Rafael Núñez Cedeño y Alfonso Morales-Front (Fonología
generativa, p. 42) /y/ tiene exactamente los mismos rasgos distintivos
que /i/: [+continuo], [+resonante], [+aproximante], [-consonante].
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 471

¿puede la lengua escrita reflejar la lengua oral? el caso de la grafía <y> 471

En cuanto a la caracterización de /y/ vuelve a ver divergencias,


mientras que para unos es un sonido consonántico ya fricativo, ya
aproximante, para otros presenta las mismas características del fone-
ma vocálico /i/.

ANÁLISIS

A continuación se presentará el análisis de documentos pertenecien-


tes a los siglos XII y XIII (Fueros) y de textos novohispanos que provie-
nen de los siglos XVI y XVIII. Ofrecemos los ejemplos de acuerdo con
la posición en la que aparece la grafía.

Siglo XII

Fuero de Avilés:
a] Posición intervocálica: aiudelo (16), aia (11-12), maiore (10), saion
(12).
b] Posición inicial seguido de vocal: iuso (19).
c] Posición pre o postnuclear: rei (13), fiador (12).
d] Posición nuclear: villa (12), vezino (13), illo (13).

El análisis gráfico no proporciona datos de <y>. Esta grafía no apa-


rece en el texto. Según los estudios de A. Fernández- Guerra, el Fue-
ro de Avilés parece ser una falsificación en la que se reproducen carac-
teres antiguos, de ahí que no incorpore el escribano la grafía
innovadora <y>.

Fuero de Oviedo:
a] Posición intervocálica: ajudelo (16), aya (11-12), maior (10), vaya
(14), sagione (12) /sayón (34).
b] Posición inicial seguido de vocal: yuso (9).
c] Posición pre o posnuclear: rey (43), traydor (15).
d] Posición nuclear: villa (12), vezino (13), yllos (13).
e] Interpolación consonántica: cayer (9), traya (15).

Hay datos de <y> con un valor consonántico en aya, yuso, sayón y


sagione (gi era la digrafía utililazada para el nuevo sonido romance).
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 472

472 beatriz arias álvarez

La palabra cayer indica la interpolación de la consonante fricativa pa-


ra romper el hiato ae. La presencia de “y” en los diptongos traydor y
rey pertenecen a un uso meramente gráfico. Como vocal sólo apare-
ce en yllos, lo que podría indicar la palatalización de “ll” y no el uso
vocálico de “y”. La presencia de la grafía “i” en maior puede ser la per-
vivencia de la forma “latina” maiore.

Siglo XIII

Fuero Real:
a] Posición intervocálica: ayuso (9), aya (9), cuya (11) / cuia (11),
maiores (12), leyes (7).
b] Posición inicial seguido de vocal: yace (1).
c] Posición pre o posnuclear: pleyto (11), traydor (10), ley(9),ey (3),
buey (2).
d] Posición nuclear: ysla (14), yva (14).
e] Interpolación consonántica: cayer (15).
f] Otros casos: **abeyas (17) abeias (17).

Hay datos de <y> con valor de consonante como en las palabras


ayuso, aya, yace, leyes. Además de la palabra abeyas escrita con <y> que
indica la presencia de una consonante palatal media, posiblemente
la deslateralización de la palatal /´/. Nuevamente aparece la <y> in-
terpolada para romper un hiato en cayer. La alternancia cuya/cuias in-
dica la pervivencia de la forma latina cuia, lo mismo sucede con maio-
res. El uso de <y> en diptongos y como vocal (muy pocos ejemplos)
indica la presencia de una tradición gráfica que se desarrollará am-
pliamente en el siglo XVI.

Fuero de Zamora:
a] Posición intervocálica: aya (1), mayor (77), vaya (4), engayar (321).
b] Posición inicial seguido de vocal: yaz (56) / iaz (44), yeguas (52).
c] Posición pre o posnuclear: beysar (2), terceyro (11), Juyzio (76),
ley (78), rey (19).
d] Posición nuclear: no se registran casos.
e] Interpolación consonántica: caya (11).
f] Otros casos: fiyos (29), ayeno (67), conceyo (1), muyer (1), ye (2).
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 473

¿puede la lengua escrita reflejar la lengua oral? el caso de la grafía <y> 473

Nuevamente aparece la <y> para representar un sonido consonán-


tico. La palabra mayor ya está escrita con <y>. Lo interesante en este
documento es la presencia de <y> en casos como muyer, fiyos, ayeno,
conceyo, meyor, procedentes de yod segunda que indicaría la pronun-
ciación de una consonante palatal media no lateral. La palabra ye in-
dicaría la consonantización del diptongo [je] de la forma verbal est,
al igual que lo que sucede en la palabra yegua.

Siglo XVI

a] Posición intervocálica: aya(1526), mayormente (1526) y proveyó


(1526), aya (1536), mayor (1536), huyeron (1536).
b] Posición inicial seguido de vocal: no se registran casos.
c] Posición pre o posnuclear: hasyenda (1526), quisyeron (1526), seys
(1526), veynte (1536), seys (1536).
d] Posición nuclear: syn (1526), yndusya (1526), syno (1526), yndios
(1526), ysieron (1526), afyrmaron (1526), syrvieron (1526), asy
(1536), asyguró (1536), ydolos (1536), yndios (1536), yglesia
(1536), sy (1536), ynformaron (1536), ynquisición (1536).
e] Interpolación consonántica: no se registran casos.

Ambos documentos presentan características parecidas. En posi-


ción intervocálica siempre se registra <y> mayormente y huyeron, lo que
indicaría un valor consonántico, sin embargo, la grafía <y> también
se utiliza en diptongos y en posición nuclear en lugar de <i>: hasyen-
da, seys, ydolos, syn, syrvieron. Para que empieza a surgir una moda en
la que se generaliza el uso de la grafía <y> en contextos que eran pro-
pios de la letra <i>.

Siglo XVIII

a] Posición intervocálica: documento de 1732: aya, contrayente, su-


yos / suios, ya, ayuno maior, leyese. Documento de 1742: alles, vá-
llase, mallor.
b] Posición inicial seguido de vocal: documento de 1732: ya. Docu-
mento de 1742: yo, lla, llegua.
c] Posición pre o posnuclear: documento de 1732: reynos, leydo / lei-
do. Documento de 1742: cay “cae”, muy.
GuzmanBetancourt 31 24/6/04 12:53 Page 474

474 beatriz arias álvarez

d] Posición nuclear: documento de 1732: yntenzión, ny, ynstrumen-


tales, ynformación, ympedimento. Documento de 1742: yjamía, yr-
se, ynstante, yva.
e] Interpolación consonántica: no se registran ejemplos.

En el documento de 1732 el uso de <y> con valor de consonante


se registra en aya, contrayente. Llama la atención las palabras suios y
maior, ¿qué nos pueden decir estas palabras? Las posibles explica-
ciones pueden ser: a) que el sonido fricativo [y] está evolucionan-
do hacia un sonido semiconsonántico [j]; b) que se conserva una
tradición gráfica. El documento de 1742 indica la confusión de la
fricativa palatal /y/ con la líquida palatal /´/ (deslateralización).
La <y> en este documento es utilizada como semiconsonante y co-
mo vocal.

CONCLUSIONES

Retomando lo que establece Carmen Pensado (1983), podemos se-


ñalar lo siguiente:

1. En su origen la grafía <y> es una innovación gráfica para represen-


tar una innovación fonética: la consonante fricativa mediopalatal
sonora.
2. En el transcurso del tiempo, la grafía <y> se convierte en una gra-
fía conservadora que puede encubrir pronunciaciones diferentes:

– consonante palatal [y]: aya, ayuno, yegua.


– semiconsonante palatal [j]: rey, traydor, pleyto.
– vocal palatal [i]: ysla, sy, yndios, asy.

De hecho, es importante advertir que la misma caracterización del


sonido palatal es problemática para distintos fonetistas, lo que podría
repercutir en su representación gráfica. Si bien el análisis gráfico nos
puede dar pistas sobre algunas de las características de los sonidos re-
presentados por las letras, siempre hay que tomar en cuenta otros fac-
tores que tienen que ver con las características de la lengua escrita,
como son la presencia de modas gráficas y de escuelas. Así, la escritu-
GuzmanBetancourt 31 5/12/04 8:45 AM Page 475

¿puede la lengua escrita reflejar la lengua oral? el caso de la grafía <y> 475

ra se relaciona con el sistema fonológico de la lengua oral que repre-


senta, pero está condicionada, sobre todo, por la cultura que la desa-
rrolla.

BIBLIOGRAFÍA

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476 beatriz arias álvarez

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Madrid, Castalia, 1985.
GuzmanBetancourt 32 5/12/04 8:46 AM Page 477

EL SIGNIFICADO FUTÚRICO DE IR A + INFINITIVO EN LA


EDAD MEDIA

GUADALUPE VÁZQUEZ GONZÁLEZ*

1. INTRODUCCIÓN

Para todos nosotros es familiar la sustitución del futuro sintético del


español amaré por la perífrasis con el auxiliar ir: voy a amar. Existen
en la actualidad diversos estudios que han demostrado la franca de-
cadencia de la forma sintética ante la perífrasis, entre los cuales tene-
mos el que realizó José G. Moreno de Alba titulado “Vitalidad del fu-
turo de indicativo […] en México”;1 en él se demuestra que la
primera sólo alcanza el 23.2% de uso en la lengua hablada, frente al
51% de la segunda.
Este fenómeno aumenta su relevancia si tomamos en cuenta que
no sólo ocurre en el español sino en otras lenguas como el inglés y el
francés. Además, el futuro sintético del latín: amabo, fue también sus-
tituido por la perífrasis amare habeo, la cual después se gramaticalizó
y dio como resultado nuestro actual amaré. Lo anterior se debe a que
el hablante sabe que no tiene dominio sobre aquellas acciones ubica-
das en el porvenir y las ve como de remota realización, pues al expre-
sar: “Saldré el lunes”, no hay nada que asegure el cumplimiento de la
acción debido a que el futuro se caracteriza por la incertidumbre; de
ahí que, para asegurar su realización, recurra a modos expresivos más
apropiados, como es el caso de la construcción ir a + infinitivo. En es-
ta perífrasis el significado de movimiento del auxiliar ir, refuerza la
línea hacia el futuro, pues se convierte en movimiento psíquico que
expresa la voluntad e intención para realizar algo.
Por otra parte, no es reciente el significado futuro del verbo ir, pues
en latín venire ad + infinitivo evocaba tiempo futuro con matices más

* UNAM/ENEP-Acatlán.
1 José G. Moreno de Alba, “Vitalidad del futuro de indicativo en la norma culta de

español hablado en México”, Anuario de Letras, México, UNAM/CLH, 1970, p. 16.

[477]
GuzmanBetancourt 32 5/12/04 8:46 AM Page 478

478 guadalupe vázquez gonzález

o menos diferenciados. Venire proviene de venio, que significaba “ve-


nir, llegar, ir a, arribar”; ad era una preposición de acusativo que al
unirse con verbos que expresaban movimiento real o imaginario, de-
signa a la persona, sitio o punto a donde se dirige una cosa o persona.
A propósito de la relación de ir a + infinitivo con el futuro, tene-
mos que algunos lingüistas afirman que esta perífrasis adquiere este
significado después del siglo XVI, ya que las construcciones que apa-
recen en textos de épocas anteriores no se relacionan con la poste-
rioridad. Sólo Samuel Gili Gaya explica que en El Cantar de Mío Cid
aparece el verbo ir sin preposición, seguido del infinitivo en donde sí
parece tener significado futúrico.2 Por tanto, el propósito del siguien-
te estudio es analizar ir a + infinitivo en textos de la Edad Media que
abarcan del siglo XII al XV, para corroborar sí, como advierten la ma-
yor parte de los estudiosos, esta construcción conserva su significado
de desplazamiento de un lugar a otro.

2. SIGNIFICADO FUTÚRICO DE IR A + INFINITIVO

Como mencionamos anteriormente, los lingüistas niegan que ir a +


infinitivo, sea una perífrasis y no aceptan que antes del siglo XVI de-
signe futuro como en el español actual. Pues bien, nosotros documen-
tamos 25 construcciones perifrásticas en los textos elegidos de los si-
glos XII al XVI, que designan un futuro de próxima realización.
Así pues, localizamos 12 construcciones el Cantar de Mío Cid como
el siguiente ejemplo: “Don legan los otros, a Minaya Albarfanez ∫e van
homilar” (Cantar de Mío Cid, 1515).
Es importante destacar que esta construcción tiene un pronombre
proclítico: “∫e” (se), el cual también podría estar después del infiniti-
vo: “…van a homilar∫e”. Esta característica es importante si recorda-
mos que sólo construcciones que son perifrásticas admiten pronom-
bres antes o después. Otra manera de corroborar su carácter de
perífrasis es que tampoco acepta un pronombre que sustituya al infi-
nitivo: “Don legam los otros, a Minaya …se lo van”.

2 Samuel Gili Gaya, Curso superior de sintaxis española, Barcelona, Bibliograf, 1991,

p. 248.
GuzmanBetancourt 32 5/12/04 8:46 AM Page 479

el significado futúrico de IR A + infinitivo en la edad media 479

En el aspecto semántico tenemos que el verbo ir del ejemplo ante-


rior pierde su significado original de movimiento de un lugar a otro
para convertirse en una mera intención psíquica de realizar la acción
por parte del sujeto, que en este caso es humillarse ante Minaya. Las
otras construcciones localizadas en este texto también marcan la in-
tención de realizar acciones como: herirlos, echarse, cercarlo, llevárselos,
besarle la mano y cabalgar.
Veamos ahora que la oración anterior acepta, sin ningún proble-
ma, un futuro sintético en sustitución de la perífrasis con el verbo ir:
“Don legan los otros, a Minaya Albarfanez ∫e humillarán”.
Ahora bien, para realizar el análisis semántico de esta construcción
es necesario recordar que esta perífrasis se clasifica según su signifi-
cado de la siguiente manera:
a] Incoativo: estar a punto de realizar la acción.
b] Intencional: significa quiero, me dispongo a.
c] Conativo: cuando se actúa sobre la voluntad del interlocutor.
d] Exclamativo: conlleva una fuerte carga emocional como en el
ejemplo: “me las vas a pagar”.

De las doce perífrasis que localizamos en el Cantar de Mío Cid, seis


tienen valor incoativo, pues son acciones que se manifiestan poco an-
tes de su realización, como en el siguiente ejemplo en el que el suje-
to (el Cid) se dispone a herirlos en un tiempo muy próximo: “Con
los alvores myo Çid ferir los va” (Cantar de Mío Cid, 1137).
Asimismo, localizamos una perífrasis conativa, pues está en segun-
da persona. Mediante ésta se trata de influir en la conducta del inter-
locutor al ordenarle la ejecución de la acción: yd gelos levar: “Dar le
quiero. C. Cauallos. 2 vos yd gelos levar” (Cantar de Mío Cid, 1274).
Finalmente tenemos cinco construcciones con significado intencio-
nal, pues en todas ellas el que habla expresa estar dispuesto a realizar
el futuro, como en el caso del ejemplo que presentamos a continua-
ción: “Tornos a ∫onri∫ar; legan le todos, la mano ban be∫ar” (Cantar de
Mío Cid, 298).

Los tres ejemplos anteriores aceptan el futuro sintético:


Con los alvores myo Çid los herirá
Dar le quiero. C. Cauallos. 2 vos se los llevará
Tornos a ∫onri∫ar; legan le todos, la mano besarán
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480 guadalupe vázquez gonzález

En el libro de El Cauallero Zifar (siglo XIV), localizamos dos cons-


trucciones perifrásticas con significado futúrico, pues se refieren a
la voluntad para realizar determinada acción posterior a la enuncia-
ción:
a] Amigos, los miedos partidos son, segunt me asemeja, e vayámoslos
acometer
(El Cauallero Zifar, p. 212)
b] Vayamos a andar por los andamios del muro, e veremos commo
están asentados
(El Cauallero Zifar, p. 55)

Ambas oraciones tienen significado intencional porque equivalen


a estoy dispuesto a que “los acometamos” y a que “andemos por los
andamios”, y conmutan por futuros sintéticos:
a] Amigos, los miedos partidos son, segunt me semeja e los acomete-
remos.
b] andaremos por los andamios del muro, e veremos commo están
asentados.

El caso del ejemplo (b) es relativamente ambiguo, pues por el sig-


nificado del verbo andar, pudiera parecer que sí hay desplazamiento
físico, aunque el sentido que predomina es: “ dentro de poco nos dis-
ponemos a andar por los andamios”, es decir: tenemos la intención
de “andar por los andamios”. Este significado se ve reforzado por el
segundo verbo de la oración que también es un futuro: veremos.
En El Corbacho (primera mitad del siglo XV) encontramos tres cons-
trucciones de las cuales Joaquín González Muela,3 en su análisis de
esa obra, afirma que no son perífrasis, pues el verbo ir implica movi-
miento físico y, por lo tanto, tampoco indican futuro, veámoslas:
a] quiero yr a Sant Francisco; quiero yr a misa a Santo Domingo; va-
mos a ver el monasterio de Sant Agustín. ¡o que fermoso monaste-
rio! (El Corbacho, p. 159).
b] Yrás a buscar al pescador e non le fallarás en su logar; los mansos,
éstos fallarás herederos de la tierra” (El Corbacho, p. 226).
c] Non echen culpa a la Fortuna, fado, nun ventura –que una casa son–
salvo a sy mesmo que la va a soltar a desatar (El Corbacho, p. 271).

3 Joaquín González Muela, El infinitivo en “El Corbacho” del Arcipreste de Talavera, p. 61.
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el significado futúrico de IR A + infinitivo en la edad media 481

Para aclarar si son o no perífrasis recordaremos que para estable-


cer si hay o no segmentos unitarios nucleares, es necesario determi-
nar si semánticamente el auxiliar ir conserva su habitual referencia
de sentido, pues de ser así no existe la perífrasis; tampoco si el deri-
vado verbal (infinitivo) se puede sustituir por un pronombre (con
función de OD) que demuestre su función de adyacente como en el
siguiente ejemplo: Esperamos ganar = lo esperamos. En el caso de las
construcciones transcritas arriba, ninguna de ellas admite este último
cambio:
a] Lo vamos el monasterio de Sant Agustín.
b] Lo yras al pescador.
c] La va a.

En cambio, sí podemos agregar un pronombre antes o después de


la perífrasis:
a] Vamos a verlo lo vamos a ver.
b] Yras a buscarlo lo yrás a buscar.
c] Va a soltarla e desatarla la va a soltar e desatar.

Esta forma en que nos vemos obligados a colocar el pronombre y


que el verbo personal (vamos, irás, va) exija la persona del derivado,
nos demuestra que nos encontramos ante verdaderas perífrasis en las
cuales el verbo ir se relaciona con el deseo psíquico de ejecutar de-
terminada acción como: ver el monasterio, buscar al pescador, soltar y de-
satar la fortuna.
Ahora bien, las oraciones (a) y (c) son incoativas puesto que indi-
can una acción que está a punto de realizarse; mientras el ejemplo
(b) es conativo ya que se trata de una orden. Las tres conmutan por
futuros sintéticos:
a] Veremos el monasterio de Sant Agustín
b] Buscarás al pescador
c] Soltará e desatará a la fortuna.

Lo singular que encontramos en el ejemplo (b) es que el auxiliar


ir ya está en futuro, aunque este hecho no afecta la perífrasis, pues no
podríamos prescindir del infinitivo y decir: “irás al pescador”, porque
se perdería la información de que hay necesidad de buscarlo, y que-
daría como mera aproximación de lugar; en cambio sí es factible:
“buscarás al pescador”.
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482 guadalupe vázquez gonzález

Finalmente, analizaremos las construcciones localizadas en La Ce-


lestina, texto perteneciente a la segunda mitad del siglo XV, y, por tan-
to menos antiguo que los otros; en él localizamos seis construcciones
con el verbo ir como auxiliar; de las cuales cuatro son perífrasis que
marcan un futuro próximo a realizarse, veámoslas:
a] Y no más; sino vamos a ver la salud (La Celestina, p. 39).
b] Cerrad essa puerta y vamos a reposar que yo me quiero subir solo a mi re-
camara (ibid., p. 232).
c] ¡El mundo se va a perder! (ibid., p. 147).
d] Ea pues, bien se a quien digo! ¡Ce, ermano, que se va todo a perder! (ibid.,
p. 87).

En las cuatro construcciones el auxiliar ir no marca un movimien-


to físico de un lugar a otro, sino se refiere a la intención de “vamos a
revisar la salud”, “vamos a reposar”, o en el caso de las oraciones (c)
y (d) la perífrasis enfatiza la seguridad de quien habla de que el mun-
do o todo “se va a perder”.
Las oraciones (a) y (b) son incoativas, pues indican que se está a
punto de realizar las acciones marcadas por los infinitivos ver y reposar.
Los ejemplos (c) y (d) tienen valor exclamativo y se refieren a lo que
acontecerá en el futuro: “El mundo se perderá”, “…todo se perderá”.
Las cuatro construcciones aceptan el cambio de la perífrasis por la
forma sintética sin alterar su significado:
a] Y no más; sino veremos la salud.
b] Cerrad essa puerta y reposaremos que yo me quiero subir solo a mi
recamara.
c] El mundo se perderá!
d] Ea pues, bien se a quien digo! ¡Ce, ermano, que todo se perderá!

Por último, tenemos las siguientes construcciones que algunos gra-


máticos considerarían no perifrásticas, con significado futúrico por-
que en ambos casos el verbo ir conserva su significado original de mo-
vimiento físico:
a] Va a ver los frescos aires de la ribera (La Celestina, p. 254).
b] Baxa, Pármeno, nuestras capas y espada si te parecen, que es ora
que vamos a comer” (ibid., p.157).

Efectivamente, ambos ejemplos pudieran hacer referencia al des-


plazamiento de un lugar a otro, en el caso de (a) sería “ir a ver los
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el significado futúrico de IR A + infinitivo en la edad media 483

frescos aires de la ribera”, y en el (b) implicaría el desplazarse de un


lugar a otro para “ir a comer”. El problema con este tipo de construc-
ciones es que también se pueden entender como la expresión del me-
ro deseo de ejecutar las acciones en un futuro próximo. En relación
a este particular, Emilio Alarcos Llorach explica que determinar cuán-
do se trata de perífrasis y cuándo no, según el significado del auxiliar
ir, no se ajusta a lo funcional, pues cuando el contexto y la situación
no son favorables, se producen casos de ambigüedad:

Voy a comer es susceptible de aplicarse a dos diversas referencias reales: el


sentido puede indicar “me encamino a comer”, donde el presunto auxiliar
conserva su propia denotación de movimiento, o “estoy dispuesto a empe-
zar a comer”, donde la designación efectuada por voy es completamente fi-
gurada.4

Respecto a las dos oraciones anteriores, tenemos que ambas se


pueden explicar como la expresión del deseo de realizar las acciones
marcadas por las perífrasis: “nos disponemos a ver los frescos aires de
la ribera” y “nos disponemos a comer”. Además, la oración (b), al or-
denar a Pármeno que baje las capas y espadas porque es ora de ir a co-
mer, hace evidente que si ha llegado la hora acostumbrada en que se
come, se dispongan a realizar dicho evento: el problema radica en
que tal vez ambas situaciones: disponerse mentalmente y moverse fí-
sicamente se impliquen una a la otra, pues para comer necesitan ir a
un lugar donde lo puedan hacer; sin embargo, este hecho no resta,
a mi modo de ver, el carácter perifrástico de la construcción, lo cual
se comprueba porque ambas construcciones admiten pronombres
enclíticos:
a] Los vamos a ver. Vamos a verlos
b] Lo vamos a comer Vamos a comerlo

Como en los ejemplos anteriores, ambas oraciones aceptan el cam-


bio por el futuro sintético sin que se altere su significado original:
a] Verá los frescos aires de la ribera.
b] Baxa, Pármeno, nuestras capas y espada si te parecen, que es ora
que comeremos.

4 Emilio Alarcos Llorach, Estudios de gramática funcional del español, Madrid, Gredos,

1980, p. 259.
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484 guadalupe vázquez gonzález

CONCLUSIONES

Así pues, a pesar de toda la problemática expuesta anteriormente pa-


ra determinar si ir a + infinitivo es perífrasis y si tiene significado de
futuro, hemos demostrado a través de este breve análisis que de las
25 construcciones documentadas en mi material, 23 corresponden a
perífrasis cuya intención es marcar acciones que se realizarán en el
futuro. Por lo que comprobamos que este significado de la perífrasis,
tan difundido en el español actual, ya estaba presente por lo menos
a partir del siglo XII.
Además, si consideramos que una de las perífrasis que expresaban
el futuro en latín una equivalía a nuestro actual ir (venio), veremos
que su función para designar acontecimientos que están por venir es
una prolongación que apenas se hace evidente en el español del si-
glo XII al XV, y que a partir del XVI cobra fuerza hasta convertirse prác-
ticamente en la forma que expresa el futuro en el español actual.

BIBLIOGRAFÍA

a] Corpus

Martínez de Toledo, Alfonso [Arcipreste de Talavera], El Corbacho, edición,


introducción y notas de Joaquín González Muela, Madrid, Clásicos Cas-
talia, 1970.

Menéndez Pidal, Ramón (ed.), Poema de Mío Cid, Madrid, Espasa Calpe, 1961.

Rojas, Fernando de, La Celestina, introducción y edición crítica de Miguel


Marciales, Chicago, University of Illinois Press, 1985, 2 vols.

Wagner, Charles Philip, El libro del cauallero Zifar, Wisconsin, University of Mi-
chigan, 1929.

b] Referencias

Alarcos Llorach, Emilio, Estudios de gramática funcional del español, Madrid,


Gredos, 1980.
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cia, 1945.

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sidad de Oviedo, 1990.

Gili Gaya, Samuel, Curso superior de sintaxis española, Barcelona, Bibliograf,


1991.

Moreno de Alba, José G., “Vitalidad del futuro de indicativo en la norma cul-
ta del español hablado en México”, en Anuario de Letras, México,
UNAM/CLH, 1970, pp. 85-102.
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EL CONCEPTO DE LENGUAJE MARGINAL EN LA LENGUA


ESPAÑOLA

LAURA HERNÁNDEZ*

En este trabajo me propongo revisar los términos que tradicionalmen-


te se han empleado en el español para denominar a los lenguajes mar-
ginales, con el fin de mostrar cómo el examen de dichos términos
ilustra las distintas concepciones que se han forjado sobre tales for-
mas de expresión. Asimismo, pretendo con ello demostrar que la lin-
güística ha adoptado varios de estos términos sin preocuparse por
acuñar uno propio, debido a que la investigación sobre este fenóme-
no ha ocupado un lugar periférico en la disciplina.
Es necesario comenzar señalando que los lenguajes que son usa-
dos por individuos que se sitúan al margen de una sociedad, se carac-
terizan por separarse de la normatividad plasmada en lo que se ha lla-
mado en lingüística lenguaje “estándar”;1 esto es, si sus usuarios son
individuos que transgreden el marco de la normatividad social, su len-
guaje es también transgresor de la normatividad lingüística. Ahora
bien, hablar de transgresión implica asumir un límite que no ha sido
respetado, de manera que se puede decir que se ha violentado. En la
lingüística ese límite, que es una construcción cultural, se ha confun-
dido con un límite natural, lo que ha dado lugar a que la investiga-
ción lingüística del lenguaje natural se base en datos tomados de la
norma estándar, puesto que al lenguaje marginal se le remite al ám-

* Universidad Autónoma Metropolitana-I.


1 En el Diccionario de lingüística de Jean Dubois se define el lenguaje estándar como

“Una forma de lengua [..] que se impone más allá de las variaciones locales y sociales
hasta el punto de emplearse corrientemente, como el mejor medio de comunicación
[…] Generalmente es una lengua escrita. La difunden la escuela, la radio y se utiliza
en las relaciones oficiales. Suele estar sometida a una norma y a instituciones que la di-
rigen […] el sentido de estandarizado y el de normalizado están muy cercanos, aunque
este último término insista más sobre la existencia de instituciones reguladoras (aca-
demias, escuelas, etc.).” Desde mi punto de vista, no se trata solamente de una proxi-
midad de conceptos, sino que la estandarización es un proceso inscrito en el de la ins-
titucionalización del lenguaje.

[487]
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488 laura hernández

bito de la violencia de las reglas y, en tal sentido, es una simple varia-


ción de la gramática abstracta. Halliday, por ejemplo, considera que
la transgresión sociolingüística es una patología social, y propone ha-
blar de un antilenguaje como producto de una antisociedad:

Una antisociedad es una sociedad que se establece dentro de otra como al-
ternativa consciente a ella, es un modo de resistencia, que puede adoptar la
forma de simbiosis pasiva o de hostilidad activa, e incluso de destrucción. Un
antilenguaje no sólo es algo paralelo a una antisociedad, a decir verdad, es
algo generado por ella […] un estudio de la patología sociolingüística pue-
de dar lugar a un conocimiento adicional de la semiótica social.2

Hablar de una “patología” sociolingüística, sitúa al lenguaje mar-


ginal en el terreno de lo “anormal”, e indica asimismo que Halliday
considera que el límite que ha sido transgredido es natural, pues és-
te no es puesto en cuestión. De hecho, este lingüista considera que
un antilenguaje es la relexicalización y sobrelexicalización del lengua-
je estándar, de manera que los términos del antilenguaje son sinóni-
mos de los términos estándar, y la variante sólo representa una alter-
nativa expresiva, en donde existe “la tendencia a asociar ciertos
modos de significación a ciertos contextos sociales”3 pero que, ade-
más, surgen porque el antilenguaje es parte de una “subcultura” que
proyecta otra realidad alternativa, cuando la dominante es opresiva
para un grupo social, así: “El antilenguaje surge cuando la realidad
alternativa es una contra-realidad, construida en oposición a alguna
norma establecida”.4 Es interesante que Halliday asuma esta dicoto-
mía realidad/contra-realidad sin percatarse de que es una falacia, ya
que una contra-realidad es parte de la realidad; sin embargo, lo que
quiere conseguir Halliday con esto es convencernos de que lo que en-
laza a estos dos tipos opuestos de realidades y lenguajes correspon-
dientes es la tensión. Para Halliday, entre el lenguaje y el antilengua-
je, así como entre la sociedad y la antisociedad hay continuidad, pero

2 M. A. K. Halliday, El lenguaje como semiótica social. La interpretación social del lengua-

je y del significado, trad. de Jorge Ferreiro, México, Fondo de Cultura Económica, 1985,
p. 213.
3 Op. cit., p. 215.
4 Op. cit., p. 222.
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el concepto de lenguaje marginal en la lengua española 489

sobre todo hay tensión: “La distancia no necesita ser muy grande, en
realidad una de ellas es variante metafórica de la otra”.5 Y, añadiría
yo, ya sabemos cuál es la metafórica aquí, puesto que la literalidad es-
tá depositada en la norma.
Me encuentro muy lejos de Halliday en su concepción del asunto
pues, para mí, la metaforicidad no sólo está en el lenguaje marginal
(el antilenguaje), sino que también está en el literal, pero ahí es si-
mulada. Es una cuestión de actitud que ciertamente puede proyec-
tarse en un problema para el orden social, pero cuyo origen es exis-
tencial. La poeticidad del lenguaje marginal no es un mero juego de
violación de lo establecido, sino el desarrollo de lo posible. Se trans-
grede para trascender, para afirmar una autonomía frente a lo dado,
de ahí que uno de los rasgos más característicos del caló sea la ironía.
No obstante mi desacuerdo con Halliday, es necesario reconocer-
le que ha sido uno de los pocos lingüistas que han propuesto un tér-
mino propio, que expresa un concepto lingüístico sobre el lenguaje
marginal. De hecho, en la lingüística nos encontramos con el uso de
términos de origen marginal para hablar del lenguaje marginal, lo
cual da lugar a una situación paradójica, pues el lenguaje marginal,
que es una forma corrompida de la norma estándar, carente de la pro-
piedad de la norma –sus términos son metafóricos–, provee a la lin-
güística de los términos que le servirán para analizarlo teóricamente.
Pero el asunto no es sólo de palabras, sino de conceptos, como vere-
mos más adelante.
Ante esta situación, yo propongo el término “lenguaje marginal”
porque lo que quisiera destacar conceptualmente es que mi pers-
pectiva se sitúa en el hecho de que estos lenguajes operan en el lí-
mite del espacio significativo, es decir, que su sanción, a pesar de de-
positarse en la supuesta violencia de las reglas, se determina desde
la normatividad social en el uso de la lengua, pues, no obstante que
no podamos entenderla cuando no somos usuarios de ella, no por
ello consideramos que se trata de otra lengua. Los lingüistas han
considerado, en general, que la razón de esto se deriva del hecho de
que el único nivel violentado es el semántico; sin embargo, objeta-
ría a ello que la semántica no es nivel propiamente dicho, en tanto
hay semántica en todos los niveles. Por esa razón, el lenguaje mar-

5 Op. cit., p. 222.


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490 laura hernández

ginal no es sólo un vocabulario alternativo, sino un ritmo, una ento-


nación, un ordenamiento, una gestualidad, una actitud corporal, es
decir, un estilo en el que se expresa una forma de vida. Sí podemos
hablar de una gramática del lenguaje marginal, pero no en el senti-
do de otra lengua, sino en el de que más que violentar la gramática,
muestra que la gramática abstracta es una virtualidad en la que es-
tán contenidas todas las posibilidades que tiene esa lengua para mo-
verse en la dinámica del tiempo y la historia humana. El lenguaje
marginal no es, entonces, propiamente una antigramática, sino una
gramática posible en la gama de posibilidades que la gramática otor-
ga para concretizarse, sin salirse de los márgenes de la significación
de la lengua.
Ahora bien, las posibilidades son clausuradas por la normatividad
porque ésta se encuentra anclada en los juegos de poder que deter-
minan el funcionamiento de la sociedad, esto es, quiénes mandan y
quiénes obedecen. En este caso, la posibilidad de desarrollar una vi-
sión alternativa de la realidad se considera amenazante para un or-
den que se prefigura y se presenta como “el natural”. Por ende, to-
do aquel que ponga en cuestión ese postulado es marginado. De
hecho, la situación es tan fuerte que eso explicaría que el tema mis-
mo de los lenguajes marginales sea un tema marginado de la lingüís-
tica bajo la justificación de haberse resuelto, a la luz de una reduc-
ción de los hablantes, a la condición de “antisociales” que garantiza
el control de los insurrectos: los delincuentes, los artistas y los jóve-
nes pandilleros.
Una última cuestión en esta parte que me gustaría señalar es que,
de hecho, los usos marginales suelen incorporarse a largo plazo a la
norma, de manera que lo que sancionamos, finalmente lo incorpo-
ramos en razón de que es útil para expresar nuevos conceptos que
van dando cauce al fluir del lenguaje en el tiempo; y es que no se tra-
ta, insisto, de un mero vocabulario, sino de un sistema conceptual, es-
to es, de una visión del mundo. El lenguaje marginal es el ritual pri-
mitivo que nos devuelve nuestra posibilidad de ser individuos
autónomos en relación con una visión del mundo impuesta y, por lo
tanto, opresiva, creo que ése es el sentido en que el gato de Alicia en
el país de las maravillas decía que, cuando él decía una palabra, signi-
ficaba lo que él quería.
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el concepto de lenguaje marginal en la lengua española 491

EL CONCEPTO DE LENGUAJE MARGINAL EN LA LENGUA ESPAÑOLA

Cuando empecé esta investigación me preguntaba si desde siempre


habría existido esta situación de normatividad y transgresión de ella.
Bajtín me sacó de la duda cuándo leí en su estudio sobre La cultura
popular en la Edad Media y en el Renacimiento, que la transgresión de
una normatividad contenida en el concepto de cultura “oficial” no
se afianza sino hasta el Renacimiento. Bajtín señala ahí que el len-
guaje popular –lleno de groserías y juramentos– es sancionado en el
Renacimiento por considerarlo “extraoficial”. Este lenguaje estaba
prohibido, dice Bajtín, y era combatido por la Iglesia, el Estado y los
humanistas de gabinete: “Estos últimos los consideraban como ele-
mentos superfluos y parasitarios del lenguaje, que sólo servían para
alterar su pureza; los tomaban por una herencia de la Edad Media
bárbara”.6
Ahora bien, no será sino hasta finales del siglo XV, cuando apare-
ce la Gramática castellana de Nebrija y, posteriormente, la creación de
la Academia de la Lengua, que la norma cobra presencia en el espa-
ñol y así tiene sentido hablar de un lenguaje popular al que se le trans-
fieren grados de aproximación a la norma como criterios de mayor o
menor incorrección lingüística.
El famoso alzamiento de los artesanos de Valencia y Mallorca en el
siglo XVI, contra el rey Carlos V, es el germen de la llamada “germa-
nía”, ese lenguaje que se mezcló con el de otros perseguidos del rey,
los gitanos, y que fue fuente de inspiración para la novela picaresca
española. El término “germanía” es acuñado en España para referir-
se al lenguaje marginal, ya que su uso actual abarca, ya no a esa ger-
manía que ya nadie habla, sino a los lenguajes marginales en gene-
ral. El término, en este caso, es puesto por los hablantes, en tanto el
grupo perseguido por el rey, se considera a sí mismo como una “her-
mandad”, es decir, como un grupo de individuos vinculados solida-
riamente por su condición límite dentro de la sociedad. Sin embar-
go, el sentido ético de ese lenguaje y la forma de vida de la que surge,
no están contenidos ya en el término, una vez que éste sirve a otro va-
lor conceptual, a saber, aquel que se refiere a su carácter transgresor

6 Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid, Alian-

za Universidad, 1990, p. 170.


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492 laura hernández

de la normatividad, pues ya Covarrubias a principios del siglo XVII, lo


califica como el lenguaje de la “rufianesca”, aunque sí contemple dos
usos conceptuales de la palabra cuando apunta que es “dicho assi o
porque no los entendemos, o por la hermandad que entre sí tienen”.7
El ámbito del término se amplía incluso más allá de esta duplicidad
conceptual, pues Corominas apunta que “germano” era palabra que
se refería en el siglo XVI al rufíán y “germana” a la mujer “pública”, e
Hidalgo menciona “agermanarse” como término en uso para referir-
se a la condición delincuencial.
Por otra parte, el término convive con otros en uso como “jerin-
gonza” o “geringonza” que para el Diccionario de Autoridades es lo mis-
mo que “germanía”, es decir, “El dialecto o modo de hablar que usan
los gitanos, ladrones y rufianes, para no ser entendidos, adaptando
las voces comunes a sus conceptos particulares e introduciendo mu-
chas voluntarias”.8
He adelantado al principio que el problema no es sólo de palabras,
ya que en realidad, la cuestión es conceptual. Es un cambio concep-
tual que mantiene el mismo término, pues así se garantiza la difusión
de que ése es su sentido “natural”. En este proceso de olvido, en que
un concepto es sustituido por otro, juega un papel central el análisis
terminológico. Por ejemplo, siguiendo a Covarrubias, el Diccionario de
Autoridades postula el origen de “geringonza” en la palabra griega gy-
rus : “por la vuelta y rodéo que hai en las voces y mudanza de la sig-
nificación; ò que se puede decir quasi Gerigonza, por lo peregrina
que era en lo antiguo griega”.
La imagen de una vuelta y rodeo explica, entonces, que se llame
así también a todo lo que “está obscuro, y dificultoso de percibir, en-
tender”, pero también a que exista la frase “andar de geringonzas”
para decir que alguien anda metido en “tergiversaciones, rodeos u
detenciones maliciosas”, y “hacer geringonzas” para referirse a quien
ejecuta “acciones ridículas y extrañas”.
Esta oscuridad se ve acrecentada por el hecho de que Covarrubias
lo considera un “Cierto lenguaje particular de que usan los ciegos con

7 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o española (Toledo, 1611),

edición de Martín de Riquer, Barcelona, 1943.


8 Real Academia Española, Diccionario de Autoridades (Madrid, 1726-1739), edición

facsimilar, Madrid, Gredos (Biblioteca Románica Hispánica/Diccionarios), 1979, 3 vols.


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el concepto de lenguaje marginal en la lengua española 493

que se entienden entre sí. Lo mesmo tienen los gitanos, y también


forman lengua los rufianes y ladrones, que llaman germanía.” La os-
curidad como metáfora radical del concepto de lenguaje marginal es-
tá presente en otro término: argot, que nos llega del francés, junto con
el de “jerga” (xargon) y que con el estructuralismo han logrado un es-
tatus importante dentro de la terminología lingüística, en la que el
primero se usa generalmente para referirse a un lenguaje marginal,
es decir, aquél que es usado por marginados sociales y, el segundo,
para hablar de un lenguaje “especial”, relacionado con la terminolo-
gías que se generan en toda actividad intelectual o técnica. Sin embar-
go, en su origen, el término xargon viene de la onomatopeya GARG-,
que alude a la garganta y todos los ruidos que ahí se generan, por lo
que en el siglo XII significaba “susurro del agua”, “gorjeo de pájaros”
y “lenguaje de las bestias”, hasta adquirir paulatinamente el significa-
do más amplio de “lenguaje incomprensible” y, para el siglo XIII, se-
gún Corominas, se aplica al lenguaje incomprensible del hampa en
el norte de Francia.
Por su parte, el término argot, aunque es de origen incierto, pue-
de derivarse del latín ergot, que refiere a un argumento sofista, es de-
cir, un razonamiento falaz y carente de naturalidad, que lo hace con-
fuso y difícil de entender.9 La conexión con nuestra metáfora radical
que subyace a la concepción de lenguaje marginal como aquel que
es oscuro e incomprensible, es clara.
Por otra parte, la palabra xargon entra a España bajo dos formas,
como informa Corominas. Una, en la forma gergon, que dio lugar a
“jerga”, y otra en la variante gergons en caso nominativo que se con-
fundió con una palabra ya establecida en el siglo XIII, jargonça, que se
encuentra citada en el Lapidario de Alfonso el Sabio como nombre
de la piedra llamada ahora “jacinto”. El traslape dio paso a una rese-
mantización de los hablantes, para quienes una era variante metafó-
rica de la otra y desde ahí metamorfosearon la palabra girgons en ger-
gons y luego en girgonça, girigonça y, por disimilación, geringonza.
De acuerdo con este análisis, “jerga” y “geringonza” tienen un mis-
mo origen y esto se confirma cuando vemos ambos términos usados
largo tiempo como sinónimos. Asimismo, contrasta esta etimología

9 Tomado de A. J. Greimas, Dictionnnaire de l’ancien français jusqu’au milieu du XIV siè-

cle, París, Larousse, 1969.


GuzmanBetancourt 33 5/12/04 8:48 AM Page 494

494 laura hernández

con la especulación de Covarrubias y su origen en gyrus. Sin embar-


go, la utilidad del falso origen que Covarrubias establece nos ha ser-
vido para mostrar el dominio de una concepción afianzada en la idea
de que el rasgo más relevante del lenguaje marginal es su retorcimien-
to y, por ende, su oscuridad.
La situación de otro término, xácara, xacarandina o xacarandana,
es útil para mostrar la ironía conceptual que se establece entre los
conceptos atribuidos por aquéllos que usan un lenguaje marginal y
los de los que no son usuarios de él. La “jácara” en el español de Mé-
xico se vincula con la “chorcha” y el “relajo”, es la plática festiva y ese
sentido nos viene de aquél que tenía en su origen, pues si bien es de-
rivado de un término de la germanía, xaque, que significaba para los
lexicógrafos “rufián”, es inverosímil que un delincuente se llame a sí
mismo así, a menos que sea en un sentido irónico, diciendo algo así
como ser rufián es lo bueno y no lo malo. Pero, además, la palabra
xarandina, para el Diccionario de Autoridades “Se toma también por lo
mesmo que xácara, o el modo particular de cantarla los xaques” y se
cita como ejemplo a Quevedo: Tocando la cadena / la xacarandina à vo-
ces, / y punteando à palmadas / con los dedos en el roble.
El carácter festivo del canto de las “jácaras” –quiero arriesgarme a
imaginarlo como el origen del uso de esa palabra– por parte de los
calificados como “rufianes”, para referirse a su lenguaje, pues si ése
fue el sentido que llegó a México con la colonización española, eso
se debió a que aquellos soldados que arribaron a América en busca
de fortuna, evidentemente, hablaban germanía. Ésa es la ruta que ex-
plica el dominio de la palabra “caló” en México para hablar de len-
guaje marginal, pues el término es gitano y significaba lo moreno, es-
to es, lo gitano que se diferenciaba de lo “gacho”, todo lo ajeno a la
cultura gitana.
Finalmente, podríamos apuntar que, excepto los términos “ar-
got” y “jerga”, que son préstamos, y aceptando que “jeringonza” se
deriva de xargon, los que son propios del español, todos son toma-
dos de términos de los lenguajes marginales. Y si bien en esos len-
guajes, los términos expresan conceptos vinculados con valores co-
munitarios, la hermandad y la fiesta, cuando dichos términos pasan
a ser usados por la norma para referirse a ellos, sólo contemplan os-
curidad y confusión. Vale la pena preguntarse por qué esa concep-
ción no ha variado mucho después de todos los avances de la cien-
cia lingüística.
GuzmanBetancourt 33 5/12/04 8:48 AM Page 495

el concepto de lenguaje marginal en la lengua española 495

En este trabajo sólo me he propuesto mostrar una confusión con-


ceptual que subyace en la concepción que tiene la lingüística de un
lenguaje marginal y que le impide superar la variedad terminológica
con que trabaja. Sin embargo, para redondear esta posición, es im-
portante reconsiderar el concepto de “lenguaje natural” que hemos
venido manejando a lo largo de los cien años que tiene la lingüística
como ciencia autónoma. La atención que prestemos al lenguaje mar-
ginal puede colaborar en mucho para cambiar nuestra ya anquilosa-
da perspectiva.
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GuzmanBetancourt 34 5/13/04 10:22 AM Page 497

WITTGENSTEIN Y GADAMER: EL PROBLEMA LINGÜÍSTICO


DE LA COMUNICACIÓN

ERNESTO DE ICAZA VILLALPANDO*

Hay que cavilar mucho todavía para comprender cómo es posible que
la preocupación por reflexionar acerca del discurso pueda ser, a su
vez, un discurso. Y es éste el camino que me propongo esbozar en la
presente reflexión. En ella intentaré mostrar cómo las consideracio-
nes lingüísticas, desde la perspectiva de Saussure, sobre la naturaleza
y el funcionamiento del lenguaje están involucradas, en cierto senti-
do, con el problema de la soledad del hombre. De hecho, podría de-
cirse que ésta es producida por determinadas concepciones lingüís-
ticas que contribuyen a crear lo que algunos filósofos han llamado el
hechizo del lenguaje. Con ello no pretendo ser lingüista, pues reconoz-
co que mis conocimientos sobre esta disciplina son limitados, ya que
se circunscriben a la revisión de aquellos puntos que me han sido ne-
cesarios para alcanzar una mayor y mejor comprensión del proble-
ma. De esta manera intentaré mostrar que la soledad humana no es
producida únicamente por concepciones erróneas del lenguaje, sino
que sucede más bien a la inversa: que las concepciones que podrían
pensarse como erróneas son, en realidad, producidas por los confi-
nes implícitos del lenguaje.
Por último, deseo expresar mi gratitud a los organizadores de estas
reuniones por permitirme participar en él. Sin duda mi presencia en
este encuentro lingüístico resulta presuntuosa, porque mi formación
es filosófica. Sin embargo, la idea que me ha llevado a aventurarme en
este congreso ha sido la de exponer algo que considero que debe ser
tomado en cuenta por todos aquellos cuya alma se mueve por el llama-
do del lenguaje. De modo que mi inquietud responde a la creencia de
que la filosofía tiene cosas interesantes e importantes que decir a la lin-
güística. No por el hecho de que la filosofía contemporánea esté liga-

* UNAM/ENEP-Acatlán.

[497]
GuzmanBetancourt 34 5/13/04 10:22 AM Page 498

498 ernesto de icaza villalpando

da de manera inextricable con las reflexiones sobre el lenguaje,1 sino


porque considero que la filosofía es, desde cierta perspectiva, una lu-
cha con y contra el lenguaje.

No conozco una manera mejor de plantear el problema que aquélla


como lo plantea el filósofo austro-húngaro Ludwig Wittgenstein. A
saber, hay un modo de reflexionar sobre el funcionamiento del len-
guaje en el que uno se precipita inevitablemente en el espasmo de la
soledad humana. El error en el que uno se acorrala al meditar sobre
el lenguaje consiste, en un primer momento, en la reducción teórica
que se hace del lenguaje, cosa que se produce al ir en busca de un
“orden natural” que permita la clasificación y el estudio del lenguaje
dentro de los hechos humanos.2 De esta manera se constituye el cam-
po de estudio de la lingüística, mismo que se reduce del lenguaje a la
lengua. El problema aparece, en un segundo momento, al intentar
concebir cómo es posible que con la lengua nos refiramos, por ejem-
plo, a nuestras sensaciones. Con ello la cuestión de la delimitación
del campo de estudio de la lingüística arrastra siempre el problema
de la expresión y de la semántica, cosa que puede verse, por ejemplo,
en Coseriu.3 La reducción fundacional de la lingüística origina que
el estudio de aquello que acompaña al uso concreto del lenguaje (el
‘habla’ en Saussure) se conserve fuera del límite impuesto por la pro-
pia clasificación, la misma que se establece al instaurar a la lengua co-
mo “objeto” de investigación. Con ello no pretendo negar la existen-
cia de la lengua, sino que intento reconocer y hacer notar que desde
la fundación de la “ciencia de la lengua”, se evade siempre la cuestión
de comprender, desde esta perspectiva, cómo es posible la comuni-
cación entre los hombres.

1 Véase: Richard Rorty, El giro lingüístico, Editorial Paidós/ICE-UAB, Colección Pen-

samiento Contemporáneo, 1990, p. 11.


2 Véase Émile Benveniste, “Semiología de la lengua”, Problemas de Lingüística Gene-

ral, t. II, México, Siglo XXI, 1994, p. 51.


3 Cf., por ejemplo, Eugenio Coseriu, Introducción a la lingüística, México, UNAM, Ins-

tituto de Investigaciones Filológicas, 1990.


GuzmanBetancourt 34 5/13/04 10:22 AM Page 499

wittgenstein y gadamer: el problema lingüístico de la comunicación 499

Lo anterior resulta penoso para quienes pretenden indagar en el


hecho de que la comunicación sea posible mediante un sistema de
signos. Digo que resulta penoso porque quien se da cuenta de ello se
ve obligado a tomar un camino que lo lleva de regreso al punto de
partida, ya que para explicar cómo es posible la comunicación huma-
na se ve obligado a volver al estudio del habla. No obstante, esto no
representa ningún obstáculo para el lingüista, ya que a éste no le in-
teresa resolver el problema de la comunicación. Por ello el que uno
se vea obligado a deambular durante su búsqueda, viene a ser una se-
cuela de las deficiencias teóricas de quien pretende investigar algo,
precisamente, en una zona de la que previamente se ha desalojado a
ese algo. Sin embargo, esto produce la impresión de que todo estu-
dio lingüístico es insuficiente, porque es incapaz de explicar o fun-
dar una reflexión encaminada a esclarecer el problema de la comu-
nicación. Quien desee indagar en ello ha de hacerlo en otra parte,
porque la lingüística se reduce a considerar que para eso se ha de su-
poner o se ha de proponer la creación o “construcción” de una “cien-
cia” que estudie al signo en general, llamada semiología para Saussu-
re, o semiótica para Peirce.4 La lingüística parte, pues, del supuesto
de la comunicación, porque ella misma está inhabilitada para funda-
mentarla.
Con lo dicho hasta aquí no hay mucho que objetarle en realidad a
la disciplina de la lengua, ya que ella reconoce que la delimitación
que la origina deja fuera aspectos importantes del lenguaje que, co-
mo totalidad, se producen en la experiencia humana del uso “comu-
nicativo” de los signos. En cualquier caso, sólo podemos lamentarnos
de que las cosas sucedan de este modo. No obstante, el problema rea-
parece cuando el lingüista se transforma en semántico e intenta ex-
plicar el funcionamiento de la lengua. Porque ningún intento por
explicar el funcionamiento del lenguaje, circunscrito a la lengua, pue-
de llegar a un buen fin, ya que intenta explicar algo que de antemano
ha presupuesto, esto es: cómo funcionan las palabras en la lengua pa-
ra que otro las entienda cuando se habla o, con mayor precisión, lo
que se ha supuesto es que las palabras funcionan porque el otro las
entiende. Así, la comprensión de lo dicho en una lengua está implíci-
ta en el concepto del que se parte para la aclaración de ésta: lo dicho

4 Cf. E. Benveniste, op. cit., pp. 47- 69.


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500 ernesto de icaza villalpando

en una lengua es un dato, no un problema. De esta forma, cuando se


indaga por aquello que hace que una lengua sea tal, se nos escapa la
unidad que se comparte en el habla. Lo que en un principio parecía
representar la unidad desde la cual era posible el estudio del lengua-
je (la lengua) se nos evapora de las manos en el discurrir teorético.
Con ello toda reflexión que instaura como principio constituyente la
unidad de la lengua nos conduce, paradójicamente, a lo que Wittgens-
tein analiza como lenguaje privado. Este lenguaje es, teóricamente,
aquél que solamente entiende quien lo habla, porque sólo él conoce
con certeza a qué se refiere con su articulación discursiva en determi-
nada lengua. El estudioso es conducido al lenguaje privado porque
no es capaz de explicar el fenómeno de la comunicación desde un
marco teórico que la presupone. En síntesis, quien en el estudio de la
lengua se preocupa por la comunicación, o debe apelar a una “cien-
cia madre” que la explique –como la semiología–, o se ve forzado a
conducir sus indagaciones hasta aproximarse a la idea desoladora del
lenguaje privado. En otras palabras: o se buscan los fundamentos de
la comunicación que unifican una lengua en una instancia superior,
o se renuncia a ella. Se presupone la comunicación o se niega.
Lo anterior puede verse con claridad en las indagaciones relacio-
nadas con el lenguaje en el que se pretende hablar de las sensacio-
nes. Tales pesquisas aparecen cuando el filósofo austro-húngaro revi-
sa la cuestión de la relación entre las palabras y las sensaciones,
tratando de esclarecer desde ahí el problema del funcionamiento del
lenguaje. Desde esta perspectiva, la explicación del funcionamiento
del lenguaje como un todo homogéneo, en el que las palabras ad-
quieren sentido por su referencia a un significado, conduce inevita-
blemente al hallazgo de que la vida del hombre es en realidad una es-
fera individual, no porque se desarrolle de manera solitaria y aislada
como en una montaña, sino porque el hombre queda aprisionado en
sí mismo, puesto que no puede comunicarse plenamente con los
otros hombres.5 La respuesta que da Wittgenstein para intentar ex-
plicar la comunicación, y para evitar esta consecuencia desoladora,
consiste en proponer que en ciertos casos existe una pre-compren-
sión que posibilita la comunicación de aquello a lo cual se suele pen-

5 Cf. L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Barcelona, Ed. Crítica/UNAM, Institu-

to de Investigaciones Filosóficas, Serie Clásicos, 1988.


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wittgenstein y gadamer: el problema lingüístico de la comunicación 501

sar que refieren las palabras en el acto de hablar. Tal pre-comprensión


tiene su origen en la forma de vida en la que nace y se desenvuelve el
hombre en su vida como ser parlante. De esta manera lo que es co-
mún entre los hombres, cuando hablan entre sí, es la forma de vida
y no, como se piensa, la lengua. Porque en este sentido la lengua no
es un sistema de signos, puesto que hay términos que no son signos
de nada, sino que son actos con los que se nos ha entrenado a susti-
tuir a otros actos. En otras palabras, son expresiones lingüísticas que
se originan en expresiones no lingüísticas a las cuales sustituyen. Otro
concepto importante con relación al pequeño esbozo que se está pre-
sentando en este breve tejido es el de los juegos de lenguaje, el cual pre-
tende explicar el funcionamiento del lenguaje de manera similar a la
que lo haría la idea del campo semántico.
Es lamentable que aquí no sea posible profundizar adecuadamen-
te en el significado de estos conceptos, por razones obvias, pero a pe-
sar a ello se puede continuar porque lo que me interesa revisar con
brevedad es el hecho de que, para Wittgenstein, en el fundamento
de estos conceptos se encuentran las reflexiones sobre lo que perma-
nece oculto en el uso coloquial del lenguaje. Y con ello quiero hablar
de lo inexpresable que funda la posibilidad de la comunicación median-
te el lenguaje. La idea que intento presentar es la siguiente: el silen-
cio a que nos reduce la visión que comparten ciertas teorías lingüís-
ticas sobre el lenguaje se produce porque al momento de fundar
dichas teorías se evade la cuestión del silencio de lo inexpresable. La
reflexión sobre el silencio de lo inexpresable es indispensable en to-
da reflexión sobre el lenguaje, sea o no reducido a lengua. La lengua,
pues, como la música, requiere del silencio para ser lo que es, aunque
no en el mismo sentido. De tal forma que lo dicho sólo es posible por-
que en ello va aquello que no puede ser dicho. Lo que no se dice con
el lenguaje está implícito en el lenguaje.

Otro filósofo, el alemán Hans-Georg Gadamer, parece encontrar un


problema similar aunque desde otra perspectiva. La visión de Gada-
mer es realizada desde la hermenéutica que él mismo puso de moda
en el siglo XX. De hecho, se puede decir que la misma hermenéutica
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502 ernesto de icaza villalpando

gadameriana es, en cierto sentido, una manera de responder al pro-


blema de la comunicación. Cosa que implica, por supuesto, que en
sus reflexiones realiza un análisis sobre el lenguaje.
La hermenéutica, en Gadamer, permite a la razón sustraerse al con-
juro de lo lingüístico.6 El conjuro del que se habla desde este horizon-
te hermenéutico consiste, entre otras cosas, en la experiencia que se
tiene de que existen cosas de las que no se puede hablar, y que por
esta razón no podrían ser comunicadas mediante el diálogo. El con-
juro de lo lingüístico, y no de la lingüística, nos hunde en el desam-
paro de la soledad humana. Sin embargo, lo lingüístico es aquello
que es determinado por la lingüística, esto es, la lengua. En otras pa-
labras: la lengua conjura al hombre con la idea de que aquello que
no pasa por la lengua permanece incomunicado. El hombre se ve así
limitado para entablar un diálogo, porque sólo habría diálogo ahí
donde la lengua permite el intercambio de opiniones. De aquí que
una de las tareas de la hermenéutica filosófica elaborada por el filó-
sofo alemán sea la de realizar una adecuada comprensión de la ma-
nera en que se realiza efectivamente el diálogo entre los hombres.
Se podría decir que en Gadamer el lenguaje ocupa un papel análo-
go al que ocupa el signo para la semiótica, ya que el ser de todo lo que
se comprende es lenguaje. Es evidente que el concepto de lenguaje
que se ocupa en la hermenéutica no es el mismo sobre el que discu-
rre Wittgenstein, pero ambos tienen en común el enfrentarse al pro-
blema de la comunicación desde la profundización de la naturaleza
del lenguaje. En el primero el lenguaje no sufre una reducción, por el
contrario, el campo de la lengua se amplia; porque para Gadamer lo
inexpresable se transforma en lo inexpresado, donde éste no es algo
que anteceda al discurso, sino que es algo simultáneo al mismo. Es
decir, lo dicho acaece desde lo no dicho y a la inversa. Esto es así por-
que el que algo sea dicho es posible porque no todo está dicho. Hay
en ello una relación recíproca entre lo dicho y lo no dicho. En otras
palabras, el silencio de lo inexpresable se transforma en el esfuerzo
hermenéutico por decir algo que no ha sido dicho, y el esfuerzo siem-
pre es producto de un diálogo. Pero lo hablado en un verdadero diá-
logo no es algo que se transmite, sino algo que aparece con el ser mis-

6 Hans-Georg Gadamer, Verdad y método. I, Salamanca, Editorial Sígueme, Col. Her-

meneia, 7, 1993. p. 483.


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wittgenstein y gadamer: el problema lingüístico de la comunicación 503

mo del diálogo. Aquí, como se ve, tampoco funciona la referencia,


pues ésta presupone la existencia de aquello a lo que refiere. En Ga-
damer la comunidad de aquello que se comparte está dada por la tra-
dición o, para ser preciso, en el hecho de que todo hombre nace y se
forma siempre en una tradición.
Con lo dicho basta para darse cuenta de que para el filósofo ale-
mán también es importante el silencio, porque el silencio es la otra
cara del lenguaje. La “llamada silenciosa” del lenguaje se “escucha”
al entablar un diálogo en el lenguaje.

Es notorio que lo anterior nos deja más preguntas que las que respon-
de, como sucede siempre en eventos de este tipo, pero con ello es su-
ficiente para presentar un esbozo sobre el problema lingüístico de la
comunicación desde una perspectiva filosófica. Resumiendo breve-
mente, el problema de la comunicación en el estudio de la lingüísti-
ca tiene dos caras: por un lado es un problema porque la disciplina
la presupone. Es problema porque la lingüística estudia, por lo me-
nos desde la perspectiva de Saussure y de sus seguidores, a la lengua
como sistema de signos, pero no como cualquier signo, sino que es-
tudia a los signos lingüísticos que se entienden como significantes con
significado. El problema se encuentra concretamente cuando se quie-
re distinguir entre una lengua y otra, primero porque la distinción
elemental entre un sonido y otro depende de que conservemos en la
memoria al primero para compararlo con el otro, lo cual supone una
diferencia significativa desde el hecho mismo de la percepción. En
segunda instancia dependemos, por lo menos, del reconocimiento
de que el significado de uno no es el mismo que el de otro, aunque
sea porque reconocemos uno y el otro no. Lo cual supone, como mí-
nimo, que se comparta el significado de éste. Con ello el estudio de
la lengua supone a la lengua como algo distinto de lo que ella mis-
ma, con su delimitación, deja fuera de sí. Por lo tanto, estudian una
lengua sin que se explique por qué es una lengua o, en otras palabras,
se estudia un sistema sin justificar por qué es tal.
El problema reaparece cuando se intenta responder al problema
anterior con los estudios realizados por la semántica. Entonces la di-
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504 ernesto de icaza villalpando

ficultad consiste en la aparente imposibilidad con la que se encuen-


tra el estudioso para explicar el funcionamiento de la lengua como
un todo homogéneo, dada la diversidad y complejidad de las cosas
que son “habladas” en la lengua. Tal investigación se realiza indagan-
do en aquellas cosas que hacen que el significante signifique algo,
sea a través de la referencia, el sentido o el contexto, etc. De aquí que
la búsqueda de la unidad semántica proyecta al estudioso hacia afuera
de lo que pretende estudiar en un principio, en el sentido de que no
basta la lengua para explicar la posibilidad de la significación. Esto
sucede, por lo menos, desde la perspectiva de la “ciencia” de Saussu-
re, sospechosa desde sus principios contra natura, pues supone la cons-
titución del hijo antes de la concepción de la madre de éste.
Con lo dicho puede verse con mayor claridad por qué Wittgenstein
se ve obligado a rechazar tanto la homogeneización del funcionamien-
to del lenguaje, como la reducción del lenguaje a lengua. También
puede verse por qué Gadamer se ve forzado a recurrir a la tradición,
a ampliar y resaltar la capacidad y el esfuerzo expresivo de la lengua
como lenguaje. Y en ambos casos se resalta el papel significativo del
silencio. Para terminar explicaré lo último con un pequeño ejemplo
que, de antemano, sé que no es del todo claro: las cosas suceden co-
mo si al realizar la pregunta: “¿On tá la charola?”, se pensara que se
significa algo así como: “¡necesito algo para llevar los molletes!”, o
“muéstrale a ese hijo de… con quién se está metiendo (que somos ju-
diciales)” o, en su defecto, en los últimos tiempos, “necesito firmar mi
kardex”. O se pensara, en un caso filosófico y radical, que lo que hay
que hacer es reflexionar sobre aquel que hace la pregunta.
Con lo dicho me parece que resulta claro que, ante ciertos enun-
ciados, encontramos mayor elocuencia en el silencio.
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ÍNDICE

PRESENTACIÓN 9

DE HISTORIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA MEXICANA, por JUAN M.


LOPE BLANCH 21

LA GRAMÁTICA DE LA LENGUA CASTELLANA (1492) DE ANTONIO


DE NEBRIJA, por HANS-JOSEF NIEDEREHE 35
1. Presentación de los hechos, 35; 2. La gramática castellana, 37; 3. Nebrija y
la tradición gramaticográfica de la Edad Media, 44; Conclusiones, 48;
Bibliografía, 48.

EL DESTINO DE LAS LENGUAS INDÍGENAS DE MÉXICO, por MIGUEL


LEÓN-PORTILLA 51
Un extraordinario proceso de acercamiento a las lenguas indígenas, 52;
Las a veces opuestas disposiciones de la Corona en materia lingüística, 57;
Las lenguas indígenas durante el siglo XIX, 60; Los pueblos indígenas y sus
lenguas a partir de la Revolución mexicana, 63; El destino de las lenguas
indígenas en el tercer milenio, 66.

LA LABOR DE NEBRIJA COMO TERMINÓLOGO, por NIDIA OJEDA ROSADO 71


1. Breve acercamiento a la terminología, 71; 2. Análisis de los términos
utilizados por Nebrija, 74; 3. Conclusiones, 78; Bibliografía, 79.

EL VOCABULARIO DE GERÓNIMO CORTÉS Y ZEDEÑO: ENTRE ANTONIO DE


NEBRIJA Y ALONSO DE MOLINA, por ROSA HERMINIA YÁÑEZ ROSALES 81
Presentación, 81; 1. Las compilaciones léxicas novohispanas, 82; 2. Obras
sobre el mexicano del obispado de Guadalajara, anteriores a Cortés y
Zedeño, 85; 3. Paradigmas en el Arte de Cortés y Zedeño, 88; 4. Influencias
presentes e influencias ausentes en el Vocabulario de Cortés y Zedeño, 89;
Conclusiones, 92; Bibliografía, 93.

[505]
GuzmanBetancourt 34 5/13/04 10:22 AM Page 506

506 índice

LOS HISPANISMOS EN LA “DOCTRINA CRISTIANA” DE MOLINA: SU


INCIDENCIA, por PILAR MÁYNEZ VIDAL 97

YN IQUALTICA YECTICA YGRATIA: LOS MARCADORES DISCURSIVOS COMO


ESTRATEGIA PARA EVANGELIZAR, por MERCEDES MONTES DE OCA VEGA 107
1. Introducción, 107; Los difrasismos en el texto de Olmos, 110; 3. Núcleos
conceptuales, 118; 4. Conclusiones, 122; Bibliografía, 122.

UNA DEFINICIÓN DEL NÁHUATL NOVOHISPANO TEMPRANO, por


FEDERICO B. NAGEL BIELICKE 125
Las artes o gramáticas, 126; Las gramáticas en función de su cobertura
sobre temas generales de lingüística, 132; El periodo bajo estudio, 140;
Bibliografía, 141.

UN STEMMA PARA LOS MANUSCRITOS DEL ARTE PARA APRENDER LA LENGUA


MEXICANA (1547) DE ANDRÉS DE OLMOS, por THOMAS C. SMITH STARK 143
Bibliografía, 164.

CUANDO LAS FUENTES PARA LA HISTORIOGRAFÍA LINGÜÍSTICA PARECEN


NO SERLO, por ERÉNDIRA NANSEN DÍAZ y FRANCISCO ALMADA LEYVA 169
La novena como instrumento de conversión, 171; La supervivencia de la
novena cahíta en la novena de san Ignacio en la actualidad, 179; Algunos
elementos de las fiestas yoremes, 180; La fiesta de san Ignacio en el Bajo Río
Mayo, 182; La fiesta de san Ignacio: características, 183; La novena de san
Ignacio de Loyola, 183; Bibliografía, 185.

COMENTARIOS DE WILHELM VON HUMBOLDT SOBRE LA LENGUA CORA,


por JOSÉ LUIS ITURRIOZ LEZA 187
Antecedentes: la obra póstuma de Humboldt, 187; Algunos datos históricos
sobre José de Ortega, 188; Comentarios acerca de los comentarios, 188;
Sistema fónico, 190; Formas gramaticales, 194; Resumen y valoración, 198;
Bibliografía, 200.

ENTRE DIALECTO Y PROVINCIALISMO: UNA POLÉMICA ENTRE MELCHOR


OCAMPO Y VICENTE SALVÁ, por BÁRBARA CIFUENTES 203
1. Introducción, 203; Melchor Ocampo es el autor del Idioticón, 205;
Provincialismo y americanismo en el diccionario de Vicente Salvá, 206;
Dialecto y lengua nacional en el Idioticón, 209.
GuzmanBetancourt 34 5/13/04 11:00 AM Page 507

índice 507

BREVE SEMBLANZA DE JOAQUÍN GARCÍA ICAZBALCETA, por MIGUEL


ÁNGEL DE LA CALLEJA 215

FRANCISCO BELMAR Y SU PECULIAR CONCEPTO DE “DIALECTO”, por


IGNACIO GUZMÁN BETANCOURT 223

DE SILVA Y ACEVES A SANTAMARÍA: HACIA UNA LINGÜÍSTICA MEXICANA,


por PEDRO MARTÍN BUTRAGUEÑO y REBECA BARRIGA VILLANUEVA 237
Consideraciones finales, 243.

EL PENSAMIENTO LINGÜÍSTICO DE COUTO DE MAGALHÃES (1837-


1898), por CONSUELO ALFARO LAGORIO 247
Introducción, 247; El autor, 248; Lenguas en contacto, 250; La língua geral
amazônica o ñeẽngatú, 253; El trabajo de campo, 255; Las fuentes biblio-
gráficas, 256; Las representaciones de lengua y la língua geral, 258;
Observación, registro y descripción, 260; La didáctica de lenguas, 262;
Consideraciones finales, 265; Bibliografía, 266.

EL CORPUS FILOLÓGICO MESOAMERICANO: UN ACERCAMIENTO, por


ASCENSIÓN HERNÁNDEZ DE LEÓN-PORTILLA 269
Una precisión hermenéutica: corpus y filología, 270; Precisiones históricas: el
concepto de Mesoamérica, 271; Los olmecas y sus signos, 273; La escritura. El
calendario, 282; Conclusiones, 285.

TAMOANCHAN: UNA ETIMOLOGÍA DEL ORIGEN, por PATRICK


JOHANSSON K. 287
1. Propuestas anteriores, 288; 2. Tamoanchan: el carácter matricial y selénico
del origen, 290; 3. La nominalización mediante la lexicalización de un
sintagma en náhuatl, 297; 4. El origen de la palabra Tamoanchan, 298; 5. La
iconicidad sonora de la palabra Tamoanchan, 302; Conclusiones, 305;
Bibliografía, 306.

DE FLECHAS, DARDOS Y SAETAS. MIXCÓATL Y EL SIMBOLISMO DE LAS


FLECHAS EN LAS FUENTES NAHUAS, por GUILHEM OLIVIER 309
Siglas, 320; Bibliografía, 321.
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508 índice

LA IMAGEN DE LA MALINCHE EN LA ÉPOCA DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA


Y EN EL SIGLO XX, por ELVIA FRANCO GARCÍA y GABRIELA E. CORTÉS
SÁNCHEZ 325
Introducción, 325; 1. Marco teórico, 325; 2. La Malinche en el siglo XVI, 329;
3. La Malinche en el siglo XX, 331; Conclusiones, 338; Bibliografía, 339.

ANÁLISIS DEL “FRAGMENTO DE LA HISTORIA DE YUCATÁN COPIADO


POR DON JUAN XIU CIMÉ (29 DE MAYO DE 1685)”, por TSUBASA
OKOSHI HARADA 341
Bibliografía, 351.

ITZÁES: PÉRDIDA DE LENGUA Y ETNICIDAD, por JOSÉ ALEJOS GARCÍA 355


¿Muerte de lengua, muerte étnica?, 355; Comentarios desde la exterioridad,
361; Bibliografía, 364.

AUTONOMÍA (COCHELIN JBAHTIK, JTUKELIN JBAHTIK) DE LA COMUNIDAD


Y DE LA COMARCA TSELTAL, por JOSÉ ANTONIO PAOLI BOLIO 367
Acuerdo comunal y autonomía, 368; Kochelin jbahtic, 369; Autosubsistencia y
comunidad, 370; La comunidad y la tierra, 371; Comunidad de comunidades
como necesidad cultural, 374; La formación de nuevas comarcas indias, 379.

COMPARACIÓN DE IGUALDAD Y DESIGUALDAD EN TOJOLABAL Y


ESPAÑOL, por CARLOS LENKERSDORF 385
1. El tema, 385; 2. La comparación de igualdad, 385; 3. La comparación de
desigualdad, 387; 4. La problemática de las formas de comparación, 390.

LAS VOCES DEL CHILAM. EL LENGUAJE DE LOS CÓDICES MAYAS, por


LAURA ELENA SOTELO SANTOS 391
Los libros sagrados mayas: elaboración, uso y consulta, 391; ¿Cómo se leían
los códices mayas?, 395; El lenguaje de los códices, 397; Bibliografía, 398.

EL SISTEMA DE ESCRITURA MIXTECA EN UN DOCUMENTO DEL SIGLO


XVI DE LA MIXTECA BAJA, por LAURA RODRÍGUEZ CANO 401
Introducción, 401; El contexto geográfico, 401; El contexto lingüístico, 403;
El contexto histórico, 404; La tradición del sistema de escritura mixteca, 405;
El Códice de Tecomaxtlahuaca, 409; El sistema de escritura indígena tradicional
del códice, 410; Los personales, 411; Comentarios finales, 413; Bibliografía,
414.
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índice 509

ANTROPONIMIA MIXTECA: ANÁLISIS, MORFOLOGÍA Y REPRESENTACIÓN


GLÍFICA, por MANUEL A. HERMANN LEJARAZU 417
Glifos de nombres personales, 418; Fuentes para el estudio de los antropó-
nimos, 420; Metodología, 421; El corpus, 423; Morfología y sintaxis, 424;
Corpus de nombres personales en los códices Muro y Egerton, 428;
Bibliografía, 429.

CODIFICACIÓN DE LA CATEGORÍA ADJETIVAL EN NÉVOME O PIMA BAJO


DE SONORA, por ZARINA ESTRADA FERNÁNDEZ 431
Introducción, 431; El névome o pima de Sonora, 433; Procesos morfológicos
nominales y verbales, 435; Análisis de los adjetivos en névome, 438; La
predicación adjetival s-/s’-/si-, 439; Sufijos derivativos en névome, 441;
Función de la partícula negativa, 444; Categorización de las partes del habla,
445; Bibliografía, 447.

LA TRASLACIÓN DEL ACENTO TÓNICO EN LA ESPAÑOLIZACIÓN DE LAS


VOCES NAHUAS, por RODRIGO MARTÍNEZ BARACS 449
Rescate del habla viva, 449; El proceso, 450; Breve clasificación, 453; La
traslación del acento tónico en la españolización de nombres purépechas,
460.

¿PUEDE LA LENGUA ESCRITA REFLEJAR LA LENGUA ORAL? EL CASO DE


LA GRAFÍA<Y>, por BEATRIZ ARIAS ÁLVAREZ 465
Origen, 467; Caracterización fonológica de /y/, 468; Español de los siglos
XVI y XVII, 468; Español actual, 469; Análisis, 471; Conclusiones, 474;
Bibliografía, 475.

EL SIGNIFICADO FUTÚRICO DE IR A + INFINITIVO EN LA EDAD MEDIA,


por GUADALUPE VÁZQUEZ GONZÁLEZ 477
1. Introducción, 477; 2. Significado futúrico de ir a + infinitivo, 478;
Conclusiones, 484; Bibliografía, 484.

EL CONCEPTO DE LENGUAJE MARGINAL EN LA LENGUA ESPAÑOLA, por


LAURA HERNÁNDEZ 487
El concepto de lenguaje marginal en la lengua española, 491.

WITTGENSTEIN Y GADAMER: EL PROBLEMA LINGÜÍSTICO DE LA COMU-


NICACIÓN, por ERNESTO DE ICAZA VILLALPANDO 497
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formación: gabriela parada valdés


tipografía: new baskerville 10/12

impreso en cargraphics, red de impresión digital


av. presidente juárez 2004
frac. industrial puente de vigas
54090, tlalnepantla, edo. de méxico

19 de julio de 2004
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