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Más allá de la mímesis

"Y he aquí que una buena mañana


después de una noche de preciosos sueños
y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita
a la madre Natura: "Non serviam" (No te serviré)".
Manifiesto, Non serviam, 1914

Vicente Huidobro (1893-1948) fue el poeta vanguardista de Latinoamérica por excelencia.


Hijo de una familia adinerada, se hizo un hombre de mundo al presenciar y participar
activamente de los movimientos de avanzada literaria de Francia y España de los años 20.
Esa cercanía que tuvo a los artistas surrealistas, la gestación de movimientos de ruptura
claves como el Ultraísmo en España con Guillermo de Torre, fueron las mejores
condiciones para que un poeta chileno en el primer mundo tuviera las herramientas para
crear por sí solo todo un movimiento estético, sin integrantes, sin seguidores, donde nada
más que su obra sería la gran muestra de su propuesta.

No es fortuito haber nacido en todo el auge de las vanguardias y estar rodeado de una
oleada modernista, dentro de un país florecido de escritores como Neruda, Pablo de
Rokha, Gabriela Mistral y el mismo Huidobro (1893-1948). Tampoco es fortuito que en
medio de estas circunstancias naciera el creacionismo, y herededo de los poetas
surrealistas, ebulleran de Vicente todo tipo de caligramas, como buscándole, en una huida
arrebatada, nuevos parajes al poeta entre la industrialización, la decadencia y el mercado
mundial.

Exactamente veinte años después de que publicara su primera obra, Ecos del alma (1911)
en Chile, publica Temblor de Cielo (1931), con un gran bagaje de obras y manifiestos en
medio, como Espejo de Agua (1916), Poemas Árticos (1918) o Vientos Contrarios (1926);
siendo maestro del verso libre y la prosa poética, dibujando surreales cuadros, a ras de la
frontera cultural y el nuevo orden histórico propicio que lo constituyen como un esteta del
cosmos, erudito pero juguetón. El texto en Huidobro es un acontecimiento transfigurado,
el lenguaje se trastoca en sinestesias, el plano espacial y temporal forman una alquimia de
palabras, esa es quizá la riqueza de su obra: sugerir, invencionar, más allá de la mímesis.
Como un Daumal o un Rilke, la poética del viaje es desde adentro, un viaje interior que
confluye con la marea de imágenes, se navega, se aprende a despedezarse entre las rosas,
a sobrevolar como el mirlo la montaña, a devenir ángel, hombre-pájaro, mujer desnuda
ante el misterio, auscultándolo con sus dedos húmedos.

El lenguaje en Huidobro edifica poco a poco espacios ignotos habitables, concedidos al


mundo con cierto vitalismo, es el temblor de lo nuevo... Ya no importa si el árbol del
poema es otro árbol, ya no importa si los ríos o mares no se corresponden, tienen la
soberanía de ser propios, sin iguales, ya la naturaleza no puede aplastar al creador.

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