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Según el autor, las personas tóxicas son aquellas que presentan un elevado volumen de
cargas emocionales negativas, muy diversas frustraciones y una tendencia a emitir críticas
de tipo destructivo en forma de ataques personales hacia las personas que los rodean. Este
estilo funcional pernicioso es capaz de influir de forma adversa en estas últimas puesto
que pueden provocar la aparición de inseguridades o debilidades emocionales, desasosiego y
malestar psicológico significativo.
Por ello parece indispensable aprender a distanciarse psicológicamente de este tipo de
colectivos, con la finalidad de preservar el propio bienestar emocional.
El perfil crítico
Este tipo de individuos se caracterizan por presentar un perfil tendiente a
realizar recriminaciones constantes para ejercer el control sobre la otra persona.
Mediante un funcionamiento basado en la crítica ajena junto con una ausencia de
capacidad autocrítica, suelen considerarse seres perfectos que generan dudas e
inseguridades a quienes les rodean. Usualmente recurren a la confrontación y la ofensa
para hacer sentir inferior al otro. Ello refleja un intenso sentimiento de ira interior cuya
canalización es efectuada de esta manera tan perniciosa.
Este estilo psicológico se asocia a funcionamientos cognitivos impulsivos e irracionales,
por lo que a la hora de lidiar con ellos, la confrontación oposicionista emitida sin
reflexión previa no resulta muy efectiva. De esa manera, todo ello puede derivar en que
la persona receptora de la crítica acabe desarrollando el mismo funcionamiento agresivo
que presenta la primera. En su lugar, tanto recurrir a la utilización del sentido del humor,
la ironía sutil o a las respuestas ingeniosas que descoloquen al interlocutor crítico parecen
dar mejores resultados. También, siguiendo los principios del comportamiento asertivo, un
cuestionamiento reflexionado, firme y racional de los mensajes que dicha persona intenta
trasmitir a su “víctima” puede servir de ayuda para mantener cierta distancia entre ambas
partes.
Una variante dentro de este mismo colectivo se identifica con el “perfil de tipo envidioso”.
De igual manera que el estilo crítico, está centrado en realizar juicios de menosprecio
sobre los logros ajenos en lugar de orientarse a conseguir sus propias metas. Usualmente
otorgan mayor relevancia a cuestiones materiales como fuentes de felicidad y bienestar y
esconden en muchos casos, personalidades de baja autoestima y elevadas inseguridades.
El manipulador psicópata
Ante su incapacidad para vivir en sociedad de forma adaptativa, estos sujetos actúan por
su propio interés y entienden a las demás personas como meros instrumentos para
lograr propios objetivos. Este perfil tóxico en su expresión más extrema, la psicopatía,
viola los derechos de los demás y comete actos delictivos sin ningún tipo de
remordimiento. Aún así, existen diferentes grados en la intensidad de las características
que este tipo de individuos presentan, por lo que, huyendo de la falsa creencia de que el
perfil psicópata debe asociarse con la de un asesino en serie, esta clase de personas pueden
encontrarse en el entorno social con más frecuencia de la esperada.
Los manipuladores parecen incapaces de poseer la capacidad de comprender y
empatizar con los demás. Presentan un funcionamiento inmaduro, irresponsable y
egocéntrico por el cual se sienten ofendidos fácilmente por los actos de las otras personas
y responden a ello de manera impulsiva e iracunda, sin dudar en engañar al otro para
conseguir aquello que se proponen. Externamente muestran un perfil de exceso de
confianza y amor propio, desvalorizando a los demás y mostrándose incapaces de aceptar
los propios errores o realizar algún acto de autocrítica. Ante este colectivo de personas, la
opción de afrontamiento más efectiva deviene el alejamiento físico y emocional, puesto
que presentan una gran capacidad de encanto superficial y locuacidad con la que
usualmente logran convencer a sus “víctimas”.
A modo de conclusión
A partir de lo expuesto parece notarse que son diversos los ingredientes que contribuyen a
nivel emocional en la consecución del propio bienestar emocional. Se ha podido observar
que la satisfacción propia es un derecho que debe trabajarse
individualmente mediante la auto-responsabilización de las metas, la asunción de lo
adaptativo que resulta cometer errores como proceso necesario en el crecimiento personal
y un discurso basado en la confianza hacia uno mismo y en la racionalidad de los
planteamientos personales.
Se recomienda combinar todo lo dicho anteriormente con un estilo activamente aceptador,
donde en lugar de pretender cambiar al prójimo se asume como natural la diversidad de
pareceres y de formas de actuar. Este principio sirve de referencia en el terreno de las
decisiones y comportamientos interpersonales, aunque bien es cierto que puede resultar
complejo establecer una clara diferenciación entre dicha premisa, el aceptar la diversidad
de criterios, y el relativismo, cuyo auge reciente está ensombreciendo la distinción entre lo
que puede objetivarse de aquello que es meramente subjetivo.
5. El estilo neurótico
Este tipo de personalidades tiende a sufrir una significativa intensidad y frecuencia
de síntomas de ansiedad derivados de las constantes preocupaciones que generan por
toda clase de cuestiones cotidianas. A su vez, su sistema de creencias irracional y
distorsionado cree firmemente en la necesidad de ser amados y aceptados por todos los
demás, sin excepción. Por ello, requieren la obtención permanente de reconocimiento
ajeno y se marcan habitualmente unas metas irreales y perfeccionistas imposibles de
alcanzar.
También utilizan la metodología del experto en culpabilizar cuando no obtienen lo
deseado, aumentando sobremanera sus inseguridades, su rigidez cognitiva mediante la
emisión de razonamientos extremos y su inhibición general a la hora de realizar un
afrontamiento activo ante las adversidades. Esto último también les sirve como conducta
reforzada puesto que la expresión de la queja y la pasividad ante las circunstancias les
permite recibir la atención de las personas que les rodean, adoptando un rol victimista.
Ante una persona de este estilo cabe marcar asertivamente unos límites a fin
de interrumpir el círculo vicioso de las preocupaciones insanas que continuamente
trasmiten a los demás, así como el deseo de control y la obtención de su atención en
exclusiva.
4. Aprende
El amor propio se cultiva también haciendo algo que nos muestre que estamos
progresando. Si creemos que nuestras habilidades sociales son malas y que eso no debería
ser así, el simple hecho de trabajar esa faceta de nosotros hará que pensemos mejor acerca
de nosotros mismos, ya que pone la alcance de nosotros la posibilidad de comprobar
progresos.
5. Conoce gente
Cuantas más personas se conozca, más fácil será conocer a aquellas con las que se
conecta, y que ven en nosotros cualidades que otros no veían. Tal y como hemos visto,
uno piensa en sí mismo fundamentalmente a partir de los adjetivos y categoría semánticas
que está acostumbrado a usar con los demás. Si las palabras y conceptos que pueden ser
usados para referirse a nuestras cualidades positivas son poco usadas en un círculo social,
será poco probable que reparemos en ellas.