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SOLO UN NOMBRE

alejandra alejandra

debajo estoy yo

alejandra

El poema se construye con una estrofa, de tres versos. Se ve la figura retórica anáfora en la
repetición de “alejandra".
Es importante la disposición de los versos en el espacio, los versos forman un triángulo
invertido: el primer verso es el más extenso (siete sílabas), el último verso es el más corto
(cuatro sílabas). Este último parece estar por debajo o sosteniendo a los dos primeros. En
efecto. También, cuando se lo lee en voz alta, ese último verso tiene un ritmo más lento, que
contribuye con el peso que de por sí soporta. Llama la atención la ausencia de toda
puntuación; el ritmo viene dado, entonces, por el pasaje de un verso a otro. Es de notar, en
relación con la ausencia de puntuación, lo que menciónás abajo: la ausencia de
mayúsculas.
Las palabras nombran algo. El lector asocia la palabra “alejandra" a un nombre propio, pero
en el poema es una palabra, sin mayúscula: se remarca la ausencia de un alguien.
El sujeto imaginario, el “yo” que dice estar “por debajo” del nombre nombrado, está vacío de
significado. Necesita del sujeto simbólico “alejandra", que por ejemplo realizó obras que
hablan de la necesidad de ser ante la existencia; y de la figura de autor “alejandra", que por
ejemplo, publicó el poema en el año 1956. ¡Bien!
Pareciera que cada “alejandra” del poema es un componente de la tríada de la que habla
Monteleone. Sí. En realidad, estos tres componentes no se separan, pero acá se puede
pensar que sí.
Si tal como dice Cristina Piña, Alejandra Pizarnik escribía para justificar la existencia ante la
falta-de-ser, a pesar de la repetición “alejandra”, el poema no le confirma la existencia a
quien escribió, en el sentido de que no puede sentirse completa, porque Alejandra
Pizarnik no puede hallarse en el poema.
Tampoco el "yo" que habla en el poema puede tener una completud, porque al nombrarse
con un nombre dado por otro, sigue sin una determinación: se puede decir "alejandra" hasta
el infinito. Algo que pueda nombrarse no implica que exista. En realidad, si lo nombramos, le
damos una existencia aunque no sea una “empiria” o algo tangible. Tal vez, el hecho de
nombrarse es una tentativa de darse “existencia”, aunque en esa repetición, también se va
escapando, siempre hacia adelante, el sentido.

Muy buen análisis, Paula.

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