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I B E R O A M E R I C A N A
D E F I L O S O F Í A

F ilosof ía de la f i l o so fí a

Edición de Óscar Nudler


Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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LOS «GIROS» FILOSÓFICOS
Y SU IMPRONTA METAFILOSÓFICA

Francisco Naishtat

1. INTRODUCCIÓN

Hace ya varias décadas que estamos familiarizados en filosofía con


la expresión «giro» (turn, tournant, Wende), como metáfora elástica
y austera que oficia, contemporáneamente, de nombre alternativo
al manido vocablo «revolución», popular en la metafilosofía desde
que Kant le había dado carta de ciudadanía para referirse a su filoso-
fía crítica1. Esta nueva entrada en el vocabulario filosófico, de tanta
plasticidad como condensación semánticas, se impuso en filosofía
por lo menos desde que Richard Rorty popularizó su empleo con la
publicación, en 1967, de su célebre tratado El giro lingüístico, The
Linguistic Turn (Rorty, 1998), donde el filósofo norteamericano lo
ciñó, precisamente, a la «revolución lingüística de la filosofía»2. La
expresión «giro» no tenía allí por ende la extensión que este vocablo
adquirirá después para referir aquellas transformaciones y re-direc-

1. En el prefacio a la segunda edición de la crítica, cf. Kant, KrV, B XXII (1960,


159). Para nuestra escucha contemporánea, el vocablo «revolución» suena quizá con
un exceso barroco contrastado con la parsimonia de la palabra «giro».
2. En verdad, antes que Rorty el vienés Gustav Bergmann, miembro del Círcu-
lo de Viena, había hablado de giro lingüístico, como el mismo Rorty lo reconoce en
su ensayo; por su parte, el filósofo alemán Moritz Schlick, fundador del Círculo de
Viena, habló también de giro (Wende) de la filosofía para referirse al cambio experi-
mentado por la filosofía a raíz de la perspectiva del análisis del lenguaje, precisamente
en un artículo titulado «El viraje de la filosofía» («Die Wende der Philosophie»), con
el que inauguró el primer número de la revista Erkenntnis en el año 1930/1931; cf.
M. Schlick, «El viraje de la filosofía» (en Ayer, 1993, 59-65). Sin embargo, sólo con el
texto de Rorty, casi cuatro décadas después, iba esta expresión a adquirir la resonancia
y alcance que le son propios desde el último cuarto del siglo XX.

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cionamientos del giro lingüístico propiamente dicho, como el «giro


pragmático», «el giro hermenéutico» y «el giro interpretativo» de la
filosofía contemporánea. Así lo introducía Rorty en 1967:

El objetivo del presente volumen es el de proporcionar materiales de


reflexión sobre la revolución filosófica más reciente, la de la filosofía
lingüística. Entenderé por «filosofía lingüística» el punto de vista de
que los problemas filosóficos pueden ser resueltos (o disueltos) re-
formando el lenguaje o comprendiendo mejor el que usamos en el
presente. Esta perspectiva es considerada por muchos de sus defenso-
res el descubrimiento filosófico más importante de nuestro tiempo y,
desde luego, de cualquier otra época (Rorty, 1998, 50).

Desde el mencionado acto de bautismo rortyano que la consa-


gró en la filosofía del siglo XX, la metáfora del «giro» no ha cesado,
como anticipamos supra, de experimentar una cierta generalización,
a través de la cual su estrecho significado original se vio rebasado en
varias direcciones. Por una parte, hoy ya no es posible hablar de «giro
lingüístico» sin referirse igualmente al «giro hermenéutico», el cual
comprende, en primer lugar, el giro hermenéutico de la fenomenolo-
gía y, en segundo lugar, el giro interpretativo de la filosofía analítica.
Respecto de la fenomenología, el giro hermenéutico fue inaugurado
con la filosofía del primer Heidegger, no sin impacto en el Husserl
de la década del treinta, donde su obra de edición póstuma Die Krisis
(Husserl, 1954) responde al Heidegger de Ser y tiempo (1927) a par-
tir de la noción de mundo de la vida (Lebenswelt), el cual, como el
lenguaje que encontramos siempre ya allí, contrasta con la conciencia
monádica de la primera fenomenología. La hermenéutica filosófica
contemporánea desarrollada por Gadamer, Ricoeur y otros pensa-
dores continentales desde la posguerra, se puso siempre a sí mis-
ma, en este sentido, bajo la perspectiva trazada por el giro lingüístico
de la filosofía contemporánea. Desde las primeras líneas de Verdad
y método, en efecto, Gadamer ve en la apertura contemporánea a
la «lingüisticidad», el elemento más decisivo de la transformación de
la filosofía: el lenguaje ya no se ve como un medio o instrumento
neutros del pensamiento, sino como el hábitat mismo de un pensa-
miento que se sabe constituido y moldeado por un lenguaje que se
da siempre a interpretar como un algo histórico (Gadamer, 1993, I,
17 ss.). Y en este mismo sentido, el giro lingüístico, así determinado
como giro hermenéutico, no designará ya exclusivamente un episo-
dio de la filosofía, sino que afectará también de manera decisiva a
las humanidades en su conjunto, en particular a la historia, donde
el surgimiento, a partir de la segunda mitad del siglo XX, del narra-

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tivismo, corriente rival de las tradiciones empirista y estructuralista


en la nueva filosofía de la historia, incorpora la perspectiva de la tex-
tualidad y de la teoría narrativa para la comprensión historiográfica
(White, 2003).
Por el lado de la filosofía anglosajona, asimismo, se han consagra-
do las expresiones de «giro interpretativo» y «giro pragmático», como
nombres que designan cambios y transformaciones radicales al interior
mismo del giro lingüístico, cuyo impulso original procede de la crítica
al positivismo y el atomismo lógicos, tanto a su filosofía representa-
cionista del lenguaje cuanto a su filosofía empirista de la ciencia. Los
así llamados «giro interpretativo» y «giro pragmático» cobran fuerza
a partir de por lo menos tres impulsos decisivos: la segunda filosofía
de Wittgenstein, desde el período de entreguerras; la publicación por
Kuhn de La estructura de las revoluciones científicas en 1962 (Kuhn,
1985) y su impacto en una nueva filosofía de la ciencia; la ruptura,
desde los sesenta, inspirada en el pragmatismo, con la perspectiva de
un fundamento trascendental de la filosofía y la epistemología, lo que
se traduce en la salida fuera del paradigma del empirismo lógico y
de su concepción epistemológica heredada, en particular a partir de
las posturas desarrolladas por Quine en «Dos dogmas del empirismo»
(1953), (Quine, 1984, 49-81), por Davidson en «On the Very Idea of a
Conceptual Scheme» (1974), (Davidson, 1986, 183-199), y por Rorty
en La filosofía y el espejo de la naturaleza (1979) (Rorty, 1989).
Los conceptos de giro interpretativo y de giro pragmático com-
parten así el cuestionamiento a un punto de vista ingenuamente tras-
cendentalista en la filosofía, que se expresaba tanto en adhesión a la
analiticidad y las formas a priori de la lógica del primer giro lingüís-
tico cuanto en la inmediatez de la evidencia sensible procedente de la
tradición empirista, y que el empirismo lógico había hecho suya. De
este modo, estos últimos re-direccionamientos, consagrados como
episodios decisivos al interior mismo del giro lingüístico, han cobra-
do relevancia en la filosofía anglosajona de las últimas décadas, lo que
muestra la aparición cada vez más frecuente en la literatura filosófica
de obras individuales o colectivas dedicadas al giro interpretativo y al
giro pragmático y donde no ha quedado indemne la demarcación de
corte clásico entre las filosofías continental y analítica3.
La metáfora del «giro» es por ende una característica terminoló-
gica propia del lenguaje metafilosófico del siglo pasado, predominan-
temente de su segunda mitad, cuya referencia privilegiada son los re-

3. Cf. Hiley, Bohman y Shusterman (1991); Rehg y Bohman (2001) y Egginton


y Sandbothe (2004).

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direccionamientos y transformaciones del filosofar, desde el siglo XX


a la actualidad. ¿Es una cuestión acaso anodina, puramente estilística
y carente de valor filosófico, que nuestra época haya marcado y con-
sagrado con la palabra «giro» las reorientaciones más significativas
de la filosofía contemporánea? Los hallazgos y metáforas lingüísticas
con el que una época filosófica mide la historia y transformaciones
del filosofar no están desprovistos de una carga hermenéutica y con-
textual: como señalamos más arriba, Kant introdujo en 1787, desde
su célebre prólogo a la segunda edición de la Crítica, el vocablo revo-
lución para referirse a su propia interpretación de la filosofía crítica4.
Pero el uso que el autor de la Crítica hace allí del término revolución,
aunque aplicado a lo que Kant llama la historia de la razón pura, es
extraído directamente de la historia política y de una comprensión de
la historia humana como una historia que contiene la posibilidad de la
institución de una nueva era. Su uso metafilosófico del término revo-
lución acusa ya por ende todo el peso de la transformación histórica
y política de la semántica de este vocablo en el siglo XVIII, es decir, la
ruptura con el registro astronómico del término con el que éste venía
siendo usado desde Ptolomeo, según el significado griego de periforá
(el movimiento circular completo de un astro alrededor de su órbita).
La comparación kantiana de la fase precrítica de la metafísica con
una «arena de combate» (ein Kampfplatz)5, en analogía clara con una
condición de naturaleza de guerra civil perpetua de todos contra to-
dos, viene a coronar este uso político del término revolución, desde
el momento en que nos permite a su vez comprender el advenimiento
de la filosofía crítica en comparación con la paz civil que introduce la
república mediante la revolución política6.
Ahora bien, los usos metafilosóficos de la metáfora del «giro»
contrastan en más de un sentido con este empleo kantiano del voca-
blo «revolución»:
a) en primer término, un giro no es el efecto de una «revolución
hecha en un solo momento », ni mucho menos por obra de un solo
individuo, como entendía Kant las revoluciones metateóricas acaeci-
das en la geometría, la física y, con Kant mismo, en la propia metafí-

4. En su célebre prefacio a la segunda edición de la Crítica (1787) Kant escribía:


«La obra de la crítica de la razón pura especulativa consiste en la tentativa de cambiar
el método hasta aquí seguido en la metafísica, y realizar de este modo una revolución
semejante a la que han experimentado la física y geometría» (Kant, op. cit., 159, la cur-
siva es nuestra). La expresión de Kant es en realidad «… eine gänzliche Revolution…»
(una revolución total…) (KrV, B XXII; ibid., 159).
5. B XV; ibid., 155.
6. Cf. Naishtat (2005, 281-299).

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