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Entre tanta discusión cruzada a partir de la toma del parque indoamericano y tanta
apelación vergonzosa a la xenofobia y el racismo por parte de quienes tienen a su cargo
nada menos que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, me parece importante hacer
eje en el necesario debate acerca de cuál es el piso de derechos que el Estado debe
garantizar. Así como todos somos constestes en que entre esos derechos sin duda se
cuentan la educación y la salud, cabe preguntarse porqué se reacciona en forma tan
violenta cuando de lo que se trata es de garantizar que todos podamos tener un
espacio donde vivir y no terminemos tirados en la calle.
Nada tiene eso que ver con que existan situaciones de injusticia ni con justificar la toma
compulsiva de terrenos públicos o privados. Tampoco con dejar de lado que la vivienda es
un problema para amplias franjas de la población, no sólo los pobres, ya que la acción del
Estado no se hace sentir al momento de generar alternativas de crédito para la población
ni incentivos para la construcción de viviendas a precios razonables. Lamentablemente, en
este tema la política está en manos de un mercado que prefiere construir inmensas moles
vacías en Puerto Madero o agotar la infraestructura de barrios densamente poblados en los
que el valor del metro cuadrado construido es el más alto.
En medio del fárrago de normas que se blanden de todos lados, una de las leyes que hay
que cumplir es el presupuesto. Podemos discutir si los montos asignados en la misma son
correctos o no, si corresponde gastar o invertir el dinero en uno u otro asunto, lo que no
podemos hacer es no invertir los fondos que se asignan en dicha ley, mucho menos
cuando se trata de dinero que se debe destinar a garantizar derechos básicos. Porque
cuando existen conflictos como el de Soldati, una de las cuestiones que salta
inmediatamente es la puja por acceder a los programas estatales en materia de vivienda,
que se tornan aún más insuficientes si no se ejecuta el presupuesto.
Los números
Pasando al detalle de las cifras sobre las que hablamos con Gerardo, lo primero que hay
que mencionar es que los números correspondientes a la ejecución del presupuesto de
Vivienda durante la gestión de Mauricio Macri muestran que ni siquiera tomando la
evolución de la inversión en términos nominales se puede utilizar el típico argumento
de la comunicación PRO en el sentido de que durante el periodo de gestión del
ingeniero se invirtió más que durante los gobiernos de Ibarra y Telerman. Es así que
mientras los gastos totales de la Ciudad (según las correspondientes cuentas de inversión
suministradas por el Ministerio de Hacienda) crecieron entre el 2007 y el 2009 un 63,10
%, el Instituto de la Vivienda de la Ciudad gastó un 17,42 % menos en 2009 que en el
ejercicio en el que el actual Jefe de Gobierno ganó las elecciones:
Volviendo a insistir en el hecho de que se trata de inversión en términos nominales y no
reales (el gasto total de la Ciudad fue en 2005 de $ 6.000 millones y rondará este año los $
20.000 millones), la suma de lo invertido en el último trienio (con un trimestre
pendiente de ejecución) es sensiblemente inferior a lo que la Ciudad invirtió en el
trienio anterior (parte durante el Gobierno de Ibarra y parte durante el de Telerman): $
638 millones contra $ 828 millones.
Por supuesto que no se trata de que la Legislatura se haya vuelto loca y votado
presupuestos cada vez más bajos. Lo que descendió, y lo sigue haciendo, es el porcentaje
de ejecución del presupuesto (el correspondiente al 2010 es el acumulado al tercer
trimestre):
No es casualidad, entonces, que la participación de la Inversión en Vivienda sobre el
total de gastos de la Ciudad, se haya derrumbado:
En este contexto, podemos observar que de los $ 77 millones que ejecutó el IVC este año,
casi $ 38,5 son gastos en personal, por lo que el comportamiento de la ejecución en los
distintos programas es el siguiente (clic en imagen para agrandar*):