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14.

La Argentina reciente
Las elecciones de 1999 determinaron el fin del ciclo político menemista. Por entonces, la economía
argentina se hallaba en recesión y los problemas sociales se habían agravado notablemente. Dos años
después, a fines de 2001, la situación estalló y provocó la caída del gobierno de la Alianza. El país se
sumió entonces en una profunda crisis política, económica y social que no tuvo precedentes en nuestra
historia.

23.1 La Alianza llega al gobierno


La victoria de la Alianza en las elecciones de 7999 expresó la necesidad de un cambio político luego
del decenio menemista. El deterioro económico y social, y las denuncias de corrupción jugaron un papel
decisivo en el resultado electoral.
Final del menemismo
Durante el segundo mandato de Menem, el Plan de Convertibilidad comenzó a mostrar sus debilidades
y la economía entró en un proceso de recesión creciente. En ese contexto, el desempleo aumentaba sin
cesar: en 1998, llegó a alcanzar a casi el 30 % de la población activa. Los diversos programas y subsidios
beneficiaban a un pequeño porcentaje de los desocupados, y solo constituían un paliativo. En
consecuencia, la creciente movilización de los sectores excluidos del modelo se tradujo en un aumento
notable de la protesta social. Fue en esta etapa cuando comenzaron a consolidarse las organizaciones de
desocupados o piqueteros, con una fuerte presencia en aquellas ciudades del Interior donde las
privatizaciones habían causado estragos en el empleo.
El presidente también fue sumando adversarios en el campo sindical. Frente a la conducción de la CGT,
que apoyaba el programa menemista, algunos sindicatos de trabajadores del sector público comenzaron a
levantar voces de protesta. Ya en 1992, los gremios que expresaban una oposición frontal al gobierno
habían conformado el Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA). Dos años después, otros sectores
constituyeron el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). Cuando los problemas sociales se
agudizaron, numerosas seccionales de la CGT, sobre todo del Interior, comenzaron a desobedecer a las
cúpulas nacionales que apoyaban al gobierno.
Triunfo de La Alianza
El gobierno estaba en una situación crítica. A la coyuntura económica y social se sumaron las denuncias
de corrupción generalizada y de degradación de las instituciones.
Ante la proximidad de las elecciones presidenciales, los partidos comenzaron a trabajar en las
candidaturas. En el peronismo, las tensiones entre Menem y Duhalde se agudizaban cada vez más.
Finalmente, a mediados de 1998, Duhalde lanzó su candidatura a la presidencia, acompañado por el
cantante Ramón “Palito” Ortega.
Desde su triunfo en 1997, la Alianza había logrado convertirse en una alternativa ante el menemismo.
Radicales y frepasistas decidieron definir sus candidatos mediante elecciones internas abiertas entre dos
postulantes: Fernando de la Rúa, por el radicalismo, y Graciela Fernández Meijide, por el Frepaso. Se
impuso De la Rúa, quien fue acompañado por Carlos “Chacho” Álvarez.
A lo largo de la campaña, la Alianza enarboló un discurso basado en la ética, la transparencia, la
honestidad y el buen gobierno. Por su parte, Duhalde debió sobrellevar los sabotajes permanentes de
Menem y la falta de apoyo de parte de su partido. Así, el 24 de octubre de 1999, De la Rúa y Álvarez se
impusieron con el 48,5 % de los votos contra el 38,09% de la fórmula peronista.

23.2 EL gobierno de la Alianza


El 10 de diciembre de 1999, de la Rúa inició la cuarta presidencia constitucional consecutiva desde la
recuperación democrática en 1983. Sin embargo, solo dos años después, la experiencia de la Alianza
culminó en un estrepitoso fracaso.
Un panorama complejo
De la Rúa asumió la presidencia el 10 de diciembre de 1999. A pesar del entusiasmo inicial, pronto fue
evidente que la Alianza tenía por delante un panorama complejo y una serie de dificultades que limitarían
su capacidad de acción.
Por un lado, su base de poder era precaria: no había alcanzado una mayoría propia en el Congreso, la
mayor parte de las provincias eran gobernadas por peronistas y el sindicalismo se colocaba en la
oposición. Además, Fernández Meijide no había logrado granar en la provincia de Buenos Aires, que
quedó en manos del peronismo.
Por otro lado, el país se encontraba en una situación complicada: una economía estancada, un déficit
fiscal creciente, un saldo comercial negativo y una deuda externa galopante. Asimismo, la situación
financiera y comercial internacional había cambiado de manera desfavorable para el país: los préstamos
externos se hicieron más costosos y el índice de riesgo país subía aceleradamente, ya que, en los años
precedentes, el país había dejado de pagar regularmente algunos créditos contraídos. Esa situación
económica tenía graves consecuencias sociales: la pobreza crecía porque millones habían perdido su
trabajo, la alta tasa de desempleo, que superaba el 14%. o habían visto cómo disminuía el poder
adquisitivo de sus salarios.
A poco de haber asumido, en el gobierno comenzaron a aparecer las primeras desavenencias entre los
miembros de la Alianza. Las diferencias no solo se manifestaron entre radicales y frepasistas, sino
también en el interior de cada uno de los partidos. Con el correr del tiempo, los desacuerdos se traducirían
en una falta de coordinación entre las diferentes áreas de gobierno y en la dificultad para formular
políticas claras.
Economía
Para hacer frente a la crisis, el ministro de Economía, José Luis Machinea, decidió aplicar un ajuste.
Su objetivo era reducir el déficit fiscal mediante el recorte del gasto público y la ampliación de impuestos.
En consecuencia, a mediados de 2000 redujo los salarios de los empleados públicos entre un 12 y un 15
%. Poco después, los recortes también alcanzaron a las jubilaciones.
A fines de año, con el objetivo evitar una posible cesación de pagos, el gobierno recibió préstamos del
FMI, algunos bancos y las AFJP.1 Este paquete de ayudas financieras fue presentado como un blindaje
financiero que garantizaría la capacidad de pago del gobierno. Sin embargo, para marzo de 2001, era
evidente que el plan no había alcanzado sus objetivos y el ministro renunció.
Con el transcurso de los meses, la situación económica se hizo más complicada. El aumento de
impuestos repercutió negativamente en el consumo y, como consecuencia, aumentó la recesión. Ricardo
López Murphy asumió la cartera económica e impulsó un ajuste mucho mayor, que reducía el gasto en
áreas sensibles, como salud y educación. Como el Congreso rechazó el plan, el presidente intentó
imponerlo por decreto. Sin embargo, las fuertes críticas dentro de la coalición gobernante y la
movilización popular obligaron a López Murphy a abandonar el cargo solo dos semanas después de haber
asumido. De la Rúa decidió, entonces, convocar a Domingo Cavallo. ex ministro de Economía de
Menem, autodenominado el “padre de la convertibilidad”. Con esto se buscaba generar confianza en los
mercados internacionales, con los cuales el nuevo ministro tenía importantes contactos, y encontrar una
solución a los desequilibrios del modelo económico. Aunque era indudable que, en los últimos años, la
paridad entre el peso y el dólar ya no reflejaba la marcha real de la economía, el gobierno rechazaba la
idea de una devaluación controlada.
Renuncia de Carlos Álvarez
En abril 2000, una denuncia periodística alertó sobre el presunto pago de sobornos a varios legisladores,
a fin de lograr la aprobación de la ley de flexibilización laboral impulsada por el gobierno. El
vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, alentó una investigación parlamentaria. De la Rúa, en cambio,
respaldó a algunos funcionarios cuestionados. Ante esto, Álvarez renunció a su cargo en el mes de
octubre; aunque muchos hombres y mujeres del Frepaso continuaron en sus funciones su alejamiento
condujo a la ruptura de la Alianza y, en consecuencia, el debilitamiento del gobierno

1
Administradora de Fondos de Pensión y Jubilación. Empresas encargadas de administrar los fondos de jubilación, creadas
por la reforma del sistema previsional de 1993.
Profundización de La crisis
La gestión de Cavallo incrementó el ajuste. En julio de 2000, consiguió la aprobación de la Ley de
Déficit Cero. Por decreto, redujo un 13 % los salarios de los empleados públicos y las jubilaciones. Poco
después, lanzó un programa de refinanciación de la deuda externa, el “megacanje”, que exigía un mayor
ajuste, una suba de los intereses a pagar a cambio de una prórroga de los vencimientos de la deuda
externa. Sin embargo, la recesión económica se agravó y el país quedó al borde de la cesación de pagos.
El fracaso de los sucesivos programas económicos provocó el aumento de la protesta social. Ya en
mayo y julio de 2000, un sector disidente de la CGT encabezado por Hugo Moyano había declarado dos
huelgas generales.
Las elecciones legislativas de octubre fueron sintomáticas del descontento. El gobierno obtuvo solo el
16,9 % de los votos, y hubo un 25 % de abstenciones. El rechazo a la dirigencia política se expresó
también en el voto bronca.
Muchas personas colocaron en el sobre electoral reproducciones de personajes de historieta o de
próceres, fetas de fiambre o notas en las que insultaban a los políticos. Más del 18 % de los votos fueron
en blanco o nulos.
Hacia el estallido social
Las políticas implementadas por Cavallo no lograron revertir la situación. Por el contrario, el PBI
continuó descendiendo, y, en octubre de 2001, el desempleo alcanzó el 19 %, y el índice de pobreza, el
35,4 %.La política oficial profundizó el descontento social, ya que acentuaba los efectos de la recesión,
dificultaba la recuperación de la economía y contradecía las expectativas progresistas depositadas en el
gobierno
Por otro lado, numerosas empresas comenzaron a girar sus capitales fuera del país, y los ahorristas
empezaron a retirar de los bancos sus depósitos en pesos y a convertirlos en dólares. Estos factores ponían
en serio riesgo las reservas del Banco Central. Por eso, en agosto de 2001, el gobierno acudió nuevamente
al FMI con el objeto de obtener ayuda financiera. Hacia noviembre, la fuga de capitales se había
incrementado notablemente.
Con el objeto de ponerle un freno, el 1° de diciembre, Cavallo anunció el “corralito", a partir de
entonces las personas podían extraer de sus cuentas bancarias solo doscientos cincuenta pesos por
semana. También se estipuló que las transacciones comerciales debían realizarse mediante transferencias
bancarias, tarjetas de crédito o de débito, y se prohibieron las transferencias de fondos al exterio r. Las
medidas provocaron un fuerte rechazo, sobre todo de las clases medias, que de ese modo se sumaron a las
protestas de los sectores sociales más bajos.
La figura del ministro era fuertemente cuestionada por todo el arco político, desde la oposición hasta la
UCR y el Frepaso. Alfonsín y Duhalde propusieron, sin éxito, la formación de un gobierno “de salvación
nacional” y la revisión de la convertibilidad. Sin embargo, el presidente desoyó los reclamos y ratificó al
ministro en su cargo.

23.3 El colapso de 2001


A fines de 2001, la profundización de la crisis económica y social provocó el estallido de una
insurrección popular generalizada. Cercado por las protestas y la falta de apoyo político, el 20 de
diciembre Fernando de la Rúa presentó su renuncia a la presidencia de la Nación.
Agudización de Las protestas
Durante el mes de diciembre, la conflictividad social se profundizó. En numerosas ciudades,
comenzaron a multiplicarse los actos de protesta, que incluían huelgas, ocupación de los lugares de
trabajo y, muchas veces, el corte de rutas y calles. El 13 de diciembre, los dos sectores de la CGT y la
CTA convocaron a una huelga general, con un alto grado de acatamiento. Al mismo tiempo, en algunas
ciudades, como Ciudad de Buenos Aires y Rosario, se organizaron cacerolazos, bocinazos y apagones.
Grupos de personas (mayoritariamente, mujeres, jóvenes y niños) comenzaron a congregarse en los
alrededores de algunos hipermercados para pedir alimentos. En la mayoría de los casos, los reclamos no
fueron atendidos; en otros, los gobiernos municipales organizaron planes de asistencia, que solían
consistir en el reparto de bolsas de comida. Finalmente, el martes 18 se produjeron saqueos de
supermercados en diferentes localidades del Gran Buenos Aires, como Moreno, Quilmes y San Martín.
Caída del gobierno
El día 19 de diciembre, hubo saqueos en diferentes ciudades de todo el país. En muchos casos, se
produjeron enfrentamientos entre las personas movilizadas y las fuerzas de seguridad. Al finalizar el día,
los incidentes habían dejado el trágico saldo de seis muertos y más de un centenar de heridos y detenidos.
Por la tarde, el presidente anunció por cadena nacional el establecimiento del estado de sitio en todo el
país durante treinta días a partir del 20 de diciembre. A pesar de ello, esa noche, miles de personas
salieron a las calles de la Ciudad de Buenos Aires a protestar contra las medidas del gobierno y, en su
mayoría, confluyeron en la Plaza de Mayo, el Obelisco y en la del Congreso. La situación se reprodujo en
otras ciudades del interior del país. La enorme mayoría de los manifestantes eran ciudadanos que no
respondían a agrupaciones políticas o movimientos sociales. Entre sus cánticos, se destacó la consigna:
“¡Que se vayan todos!”, que expresaba su decepción hacia la dirigencia política en su conjunto. Esa
misma madrugada, renunció Cavallo.
En la mañana del 20, miles de personas comenzaron a concentrarse nuevamente en la plaza de Mayo y
frente al Congreso. A los manifestantes independientes se sumaron algunas organizaciones sociales y
partidos de izquierda. Cerca del mediodía, cuando la protesta transcurría en forma pacífica, la Policía
Federal comenzó la represión. Algunos grupos reaccionaron arrojando piedras y palos contra los
agentes policiales y contra algunos edificios públicos o bancos. Al final del día, los enfrentamientos
dejaron alrededor de cuarenta muertos y decenas de heridos. Las centrales sindicales decretaron una
huelga general por tiempo indeterminado.
Carente también del apoyo de su propio partido, el presidente redactó su renuncia y abandonó la casa de
gobierno en un helicóptero.
Cinco presidentes
La renuncia de De la Rúa originó un proceso inédito en la historia argentina: como no había
vicepresidente, el Poder Ejecutivo quedó en manos del presidente provisional del Senado, el peronista
Ramón Puerta. Luego de asumir, Puerta convocó a la reunión de la Asamblea Legislativa para que
eligiera al sucesor de De La Rúa.
El 23 de diciembre, la Asamblea designó al peronista Adolfo Rodríguez Saá, gobernador de San Luis.
Al tomar posesión de su cargo, anunció que suspendería el pago de la deuda externa y mantendría la
convertibilidad, pero, sin apoyos suficientes en su partido, renunció a su cargo solo una semana más
tarde, el 30 de diciembre.
Llegó entonces a la presidencia Eduardo Caamaño, el presidente de la Cámara de Diputados, quien
ejerció el cargo menos de un día. Finalmente, el 1° de enero, la Asamblea Legislativa designó presidente
a otro peronista, Eduardo Duhalde, quien debía ejercer la presidencia provisoria hasta que se cumpliera el
mandato de De la Rúa, el 10 de diciembre de 2003.
Transición duhaldista
El nuevo presidente tenía que reconstruir la economía del país en un contexto de fuerte desprestigio de
la clase política. Frente a la profunda crisis que afectaba a los partidos políticos, la única fuente de poder
real se hallaba en el Congreso y en los gobernadores provinciales.
Duhalde sostuvo que los depósitos bancarios se devolverían en la moneda en que se habían depositado.
Sin embargo, tras constatarse que, debido a la fuga de capitales, el sistema bancario no contaba con la
liquidez necesaria para afrontar este compromiso, el gobierno debió dar marcha atrás.
Ante la crisis de la convertibilidad, se consideraron dos posibles salidas: la dolarización total de la
economía, que hubiera implicado la desaparición de la moneda nacional, o la devaluación del peso, que
los gobiernos precedentes habían tratado de evitar. Duhalde se inclinó por esta última alternativa.
El ministro de economía, Jorge Remes Lenicov, derogó la convertibilidad, mediante la devaluación del
peso, que elevó el precio del dólar, primero a 1,40 peso, luego llegó a 4, para luego estabilizarse en 3
pesos. Además, reforzó la restricción de la disponibilidad de los depósitos (el “corralón") y la
pesificación de todos los depósitos y deudas. Pero mientras las deudas privadas superiores a los cien mil
pesos se pesificaron según la paridad 1 dólar = 1 peso, los depósitos lo hicieron según la paridad 1 dólar =
1,40 pesos. Estas medidas beneficiaban a los deudores, que veían achicarse sus pasivos, y
perjudicaban a los ahorristas.
Durante los primeros meses del mandato de Duhalde, la crisis se profundizó. La actividad económica
continuó cayendo aceleradamente, algunas fábricas cerraron y otras, aplicaron suspensiones y despidos de
trabajadores. Los índices de desocupación alcanzaron cifras altísimas.
Para pagar sus obligaciones, muchas provincias se vieron en la necesidad de emitir bonos provinciales
(Lecop, Lecor, Patacones), que circulaban como cuasimonedas. Además, se instauró una economía
paralela que, en la práctica, prescindió del uso de dinero. Así, se multiplicaron los centros de trueque,
donde los consumidores intercambiaban bienes y servicios sin necesidad del dinero.
La miseria y la marginación social se incrementaron de manera inédita. A comienzos de 2002, el 53%
de la población vivía por debajo de la línea de pobreza.
La situación económica comenzó a estabilizarse a partir de abril de 2002, cuando Duhalde designó a
Roberto Lavagna como ministro de Economía. Mediante el restablecimiento de retenciones a las
exportaciones y gracias a la suba del precio internacional de los productos primarios, el gobierno logró
aumentar la recaudación y reducir el déficit. Al mismo tiempo, a fines de 2002, el precio del dólar se
había mantenido relativamente estable, el tipo de cambio que favoreció la reactivación de los sectores
productivos ligados al mercado interno. La fuga de capitales se había morigerado y la actividad
productiva mostraba cierta recuperación. Las reservas comenzaron a recuperarse, la inflación anual se
redujo del 40% al 5% y el crecimiento económico alcanzó un 8%. Finalmente, se eliminaron las
cuasimonedas. Además, el aumento de los precios de algunos productos exportables, como la soja,
incrementaron los ingresos públicos. Para paliar los efectos sociales de la desocupación, se
instrumentaron planes sociales, como el Plan Jefas y Jefes de Hogar. La agitación social, sin embargo, no
desapareció y la sociedad continuó movilizada por sus reclamos sectoriales.

Nuevas elecciones
El panorama político y social aún era muy complejo. El miércoles 26 de junio de 2002, las fuerzas de
seguridad reprimieron a las organizaciones piqueteras que intentaron cortar el puente Pueyrredón
(Avellaneda), en reclamo de mayor asistencia social. Durante el operativo, miembros de la policía
asesinaron a los manifestantes Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Ante la posibilidad de que la
situación se saliera de control, Duhalde adelantó las elecciones a abril de 2003.
Los principales partidos políticos llegaron disgregados a los comicios. El peronismo presentó tres
candidatos: Frente por la Lealtad de Menem, Frente Movimiento Popular con Rodríguez Saá y el
Frente para la Victoria de Néstor Kirchner y Daniel Scioli., quien recibió el apoyo de Duhalde.
El radicalismo también se había dividido y dos de sus dirigentes abandonaron el partido y fundaron
nuevas agrupaciones. Recrear para el Crecimiento (Recrear)- López Murphy y Afirmación para una
República Igualitaria (ARI) Elisa Carrió.
Las elecciones le otorgaron la victoria a Menem, que obtuvo el 24,45 % de los votos sobre el 22,24 %
de Kirchner. Dado que el primero no había alcanzado el 40 % de los votos ni una diferencia de 10 %
sobre el segundo, era necesario realizar un balotaje. Sin embargo, Menem, advirtiendo que iba a perder la
segunda vuelta, retiró su candidatura, lo que significó la consagración de Kirchner y su vicepresidente,
Daniel Scioli. Como estaba previsto, asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003.

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