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APUNTES' I
SOBRE

DE LA REPÚBLICA ORIENTAL ¡
DEL

URi^UAY

PARA USO DE LAS ESCUELAS PRIMARIAS


POR

J U L I A N O. M I R A N D
INSPECTOR DEPARTAMENTAL DE I.

SECUNDA EDICIÓN

MONTEVIDEO
<\ L I B R E R I A N A C I Ó N ' A L D E A. B A R R E I R O Y R A M O S , 25 DE M A Y O , 355

L —
1891

'SSSSSSSSSSSSSS/S///SSSSS/S/SS//SSSSSSSSS//SSSJYSSSS/SS/S/SSSS/SSS/SSSSSSSSSSS/SSSSSSst
APUNTES
SOBRE

D!-:L

URUGUAY

PARA LISO DE LAS ESCUELAS PRIMAR!AS


POR

J U L I Á N O. M I R A N D A
I.-ISJ'ECTOR DEPARTAMENTAL BE I. Pí^IMAF^A

MONTEVIDEO
LIBRERÍA XACIOXAL DE A. B A R R E I R O Y R A M O S , 25 DE MAYO, 355
INTRODUCCIÓN Á LA 1. a
EDICIÓN

Hemos estudiado con la detención que nos h a sido


h u m a n a m e n t e posible el libro que el señor don Julián
O. Miranda h a t e r m i n a d o , t i t u l a d o : «Apuntes sobre
la historia de la República O. del Uruguay p a r a uso
de las escuelas p r i m a r i a s » .
El libro sobre que se nos pide opinión, es á n u e s -
t r o j u i c i o , u n a o b r a que h o n r a al autor, tanto por
el saber que ella revela c u a n t o por el bien que viene
á p r e s t a r á la niñez.
Es sabido que el autor de u n libro de enseñanza
no hace más que nivelar su inteligencia con la de
los niños á quienes se dirije. De ahí que en las hojas
de esas obritas no se e n c u e n t r e todo lo que el a u t o r
sabe, sino que solo se note el esfuerzo intelectual
del que huye de las consideraciones que surgen de
los hechos n a r r a d o s ó principios sentados, que a b r u -
m a r í a n el cerebro del n i ñ o , p a r a dejar que éste y el
maestro las deduzcan en su labor común de la e s -
cuela.
Esta es la i m p o r t a n c i a del texto m o d e r n o , no o b s -
t a n t e cuanto en su c o n t r a háse dicho en estos dias
por el Inspector Nacional de Escuelas de la R e p ú -
blica Argentina. E l a b o r a las ideas del niño y le e n -
seña á inducir y deducir, á la vez que revela si el
maestro conoce lo que enseña, desde que se le deja
IV —-

amplio campo p a r a su disertación, sin que esta esté


calcada en el texto. Así el maestro se m u e s t r a en
todo su esplendor, porque va á la clase sabiendo lo
que enseña y enseñando lo que sabe, debido á e s t u -
dios previos, ya discutidos, en los que h a llegado á
formarse ideas y convicciones propias, que inculca
en el ánimo de los niños por medio del espíritu de
la discusión desarrollando en ellos un criterio o b -
servador.
Esta verdad y a axiomática en m a t e r i a de p e d a -
gogía es la que el señor don Julián O. M i r a n d a h a
puesto en práctica en el libro en cuestión, h a s t a
donde le h a sido posible, a t e n t a la m a t e r i a y el P r o -
g r a m a de estudios á que h a debido n e c e s a r i a m e n t e
someterse.
Atenta la m a t e r i a que t r a t a , h a debido someter
su criterio á la lógica inflexible de los hechos: l i -
mitar su obrita á la p a r t e n a r r a t i v a , medio único
de hacer que el estudio de la historia, por esfuerzo
del texto, penetre en esas cabecitas que comienzan
á nutrirse.
La filosofía de la historia debe ser la o b r a c o n -
cienzuda del maestro, a c o m p a ñ a n d o al niño en esa
t a r e a difícil de enseñarle á raciocinar, teniendo en
cuenta su intelecto y su edad.
Pero, a t e n t a t a m b i é n la m a t e r i a , no le h a bastado
al señor Miranda la p a r t e n a r r a t i v a ; h a creído de
su deber t r a z a r al maestro y al niño la línea de c o n -
ducta á que deben someter su c r i t e r i o : la del p a -
triotismo. Y en verdad que es el único camino p o -
sible en tal estudio, tanto más si se tiene en c u e n t a
que u n a g r a n parte de nuestro personal docente es
extranjero, completamente i g n o r a n t e de los a n t e c e -
dentes patrios, á causa de no existir libros en qué
poder ilustrar su juicio respecto á los orígenes de
n u e s t r a nacionalidad.
Obedeciendo á ese criterio es que su libro de h i s -
t o r i a , destinado á formar la conciencia del niño s o -
bre la importancia de su nacionalidad, lleva más
que n i n g ú n otro u n a tendencia d e t e r m i n a d a , sin que
le sea posible al a u t o r desligarse de las p r e o c u p a -
ciones y afecciones políticas que le dominan.
Este libro, pues, h a obedecido á esa ley de todas
las naciones y de todas las pasiones h u m a n a s . Su
autor h a modelado su opinión dentro del s e n t i -
miento popular de las m a s a s , haciendo lo que los
ciudadanos suizos, que viven convencidos de la i m - 1

prescindible necesidad de materializar en un h o m -


bre el amor de la p a t r i a , como signo sensible p a r a
los pueblos. Así surgió Guillermo Tell, personifica-
ción del odio á la tiranía, ser, que según la creencia
común, fundó la P a t r i a de los Cantones, que vive
e n c a r n a d a en la conciencia del pueblo, y cuyo sólo
n o m b r e es p a r a aquellos buenos ciudadanos p r e n d a
de valor, hidalguía y abnegación, i n c r u s t a d a en la
más sublime expresión h u m a n a , después de la Dios:—
Patria!
Y así surge p a r a el autor de este libro, — el p r i -
mer Jefe de los Orientales — el fundador de la n a -
cionalidad u r u g u a y a — e l P r o t e c t o r de los Pueblos
Libres — el General don José G. Artigas, — el c a u -
dillo de las masas s e m i - b á r b a r a s , que h a n vivido y
aún viven, en p e r p e t u a lucha con los elementos c o n -
servadores de la sociedad.
¿Participamos de esas opiniones?
¿Haremos u n a crítica de su libro en esa parte?
Hasta a h o r a no hemos leído lo bastante como p a r a
d a r n u e s t r a opinión definitiva sobre asunto t a n d e -
licado. P e r o , puesto que es necesario forjarnos u n
ser que r e s u m a todas n u e s t r a s acciones y reacciones
h a s t a llegado el momento de n u e s t r a definitiva o r -
ganización política, con todos los defectos de la época
e m b r i o n a r i a por que atravesábamos, como e m a n a -
ción g e n u i n a de esa atmósfera y de ese suelo c a n -
dentes en que se movían los « c e n t a u r o s " con sus
melenas flotantes, agitadas como plumeros, por el
viento de la p a m p a solitaria, en u n a s localidades, ó
por el recio silbido del que atraviesa u n a t i e r r a a c -
cidentada como l a ' n u e s t r a , r u d a y áspera á veces,—
v e n g a , pues, esa figura i n d ó m i t a de ARTIGAS, p r o -
totipo de los sucesos de aquel entonces, y p e r s o n a -
lidad en que se reflejaban las aspiraciones de miles
de seres que poblaban n u e s t r a s campiñas desde el
Miguelete hasta las que atravesando el P a r a n á , Uru-
g u a y y Rio Cuarto, e n c o n t r a b a n en la culta y doc-
toral ciudad de Córdoba, en la República A r g e n t i n a ,
quienes ofrecieran u n a espada al caudillo, recojida
y g u a r d a d a ésta más t a r d e cual amuleto de mejores
dias, por el que después debiera, á su vez, i n m o r t a l i -
zar su n o m b r e , de héroe y m á r t i r , en las t r i n c h e r a s
de la Homérica P a y s a n d ú — L E A N D R O GÓMEZ—como
antes lo h u b i e r a n hecho otros en la no menos l e v a n -
t a d a y g r a n d i o s a defensa de la Nueva Troya, de que
el señor Miranda nos h a b l a en las p á g i n a s de su
bello librito.

Si algo p u d i e r a observarse,—lo que s e g u r a m e n t e


se h a dejado p a r a la sabiduría del m a e s t r o , — á pesar
de que ese punto se h a tocado perfectamente en la
página 39,—sería lo de hacer resaltar que en n ú e s -
t r a historia h a habido dos tradiciones respecto de
A r t i g a s — l a que se formó dentro de los m u r o s de
Montevideo, por relación oral de las familias y p u -
blicaciones como las de la Gaceta contra aquél, ocu-
pándose hasta de la p e r s o n a de su secretario Hidalgo
Cisneros—y la a n ó n i m a de la campaña, t r a s m i t i d a
de r a n c h o en r a n c h o , formada por nuestras incultas
masas, como la que nos h a n dejado de Santos A ega r

el P a y a d o r .
Esa fisonomía ya h a sido m a g i s t r a l m e n t c dibu-
jada.
Se nos h a dicho en El Conservador de 1848 estas
elocuentes frases:
« E s a p a r t e inculta de la sociedad americana, sin
roce, ni comunidad con las ciudades, no t e n i a otros
medios que las a r m a s p a r a triunfar en sus p r e t e n -
siones. Acudía á ellas porque no concebía que h u -
biera otro medio de destruir á sus contrarios que
haciendo desaparecer sus ideas con sus cabezas.—
Acudían á ollas p o r q u e solo en el bullicio de la pelea
podían a h o g a r en sus conciencias esta p r e g u n t a que
h a n debido hacerse desde el p r i m e r o h a s t a el último
de los que siempre se h a n lanzado á vencer y h u m i -
llar á las poblaciones de nuestras c i u d a d e s : por qué
peleamos'. La filosofía lo sabe b i e n : nuestras c a m -
p a ñ a s no lo s a b r á n j a m á s .
«Desde que e r a la fuerza m a t e r i a l la que debía
apoyar sus pretensiones, desdo el fondo de un d e -
sierto se organizaba esa fuerza y se le d a b a un jefe
p a r a obtener este r a n g o . E n A m é r i c a se necesitaban
tres cosas: p r i m e r o , un corazón bien templado p a r a
contener en sí todo el principio b á r b a r o que la r e a c -
ción envolvía; segundo, r e u n i r á un c a r á c t e r audaz
— Vili

hasta la insolencia, u n a organización fuerte y r o -


busta; tercero, tener todos los hábitos, todas las
tendencias, todas las condiciones del verdadero g a u -
cho. A la ausencia de alguno de estos elementos ya
no se podrá concebir la idea del caudillo de America.
Este no se improvisa n u n c a , p o r q u e el ejercicio de
los músculos, y las acciones que revelan el temple
del corazón no se obran j a m á s e n t r e el misterio. El
caudillo de campo, se cría, se educa entre la i n t e m -
perie de los desiertos, y sobre el lomo de los potros.
Allí endurece sus miembros como su c a r á c t e r . Allí
pierde las primeras antipatías á la s a n g r e , como esa
naturaleza inmensa que lo r o d e a siempre. Allí obra,
ejecuta sus p r i m e r a s hazañas. Allí se hace notable
por la p r i m e r a vez entre sus compañeros. Se e m -
pieza á respetarle, empieza á c o r r e r su n o m b r e de
rancho en r a n c h o , de pago en pago, de extremo á
extremo de las campañas. A medida que la distancia
se aumenta, la fábula es más l a r g a y romancesca,
porque el caudillo entre nosotros tiene por t r o v a -
dores de sus hazañas á todos los que p e r t e n e c e n al
círculo que lo aplaude. Después viene el m o m e n t o .
Ese momento al menor accidente de las ciudades, y
las multitudes de c a m p a ñ a ofrecen el mejor caballo
al mejor de sus habitantes. Este es el caudillo s u -
perior á los suyos, 61 emplea todas las facultades de
su alma y de su cuerpo, en el afianzamiento de su
prestigio y de su poder. P r i m e r o , ól empieza por l i -
songear todos los instintos de sus representados.
Después, y por medio de un despotismo personal, él
les inspira u n a subordinación sin límites. Su p a l a b r a
es la ley, su voluntad el Juez, su mano el ejecutor.
Afianza todas sus p r e r r o g a t i v a s de mando, viene e n -
seguida al frente del verdadero pueblo entre n o s -
otros, á imponer y avasallar á la ciudad donde reside
en m i n o r í a el principio civilizador de la sociedad.
Y hé aquí un hombre convertido en pensamiento
vivo y poderoso del principio reaccionario de la
América. Si esos mismos caudillos que han r e p r e -
sentado ese principio d u r a n t e t r e i n t a años se han á
veces'despedazado entre ellos, eso no h a tenido otro
origen que el de sus celos p e r s o n a l e s : pero cada uno
en sí mismo, no ha representado otra cosa que la
fuerza material de las poblaciones a m e r i c a n a s en
g u e r r a abierta contra la fuerza inteligente de ellas
mismas. G u e r r a franca y candorosa en que n i n g u n o
de los contrarios h a pretendido ocultar j a m á s el p e n -
s a m i e n t o que lo dominaba.»

La severa lección que se desprende de estos Apun-


tes es que cuando los ciudadanos se pusieron del laclo
de la Constitución y de la P a t r i a , se e n g r a n d e c i e r o n ;
m i e n t r a s que, cuando por el c o n t r a r i o olvidaron sus
imperiosos deberes p a r a l i b r a r esas batallas en que
el amor propio y la v a n i d a d disponían como a r b i -
tros, de los destinos nacionales, entonces fueron unos
pigmeos que no merecen de la posteridad sino el
olvido....
El autor h a c e bien, pues, en preocuparse sólo de
lo bueno, pasando como por sobre ascuas, no tanto
como lo quisiéramos, los capítulos en que comienzan
nuestras g u e r r a s civiles. La niñez debe educarse en
atmósfera de c o n f r a t e r n i d a d , y la escuela ser el
cimiento do se edifique el templo donde los buenos
olviden errores de antepasados, que sólo el filósofo
erudito está llamado á estudiar en sus causas r e c ó n -
ditas, con ánimo sereno, razón m a d u r a , pasión fría,
sin odio y con amor á la verdad.
A la niñez hay que ocultarle ciertas cosas, y si en
el hogar, si en el corazón de nuestras familias h u -
biera habido más prudencia, más tacto, es s e g u r o
que muchos de nosotros habríamos llegado á la edad
de la razón sin pasiones p r e m a t u r a s que oscurecie-
r a n nuestro criterio. Guando desde niños no hemos
hecho otra cosa sino oir, hasta en el hogar, y en la
escuela, h a b l a r de afinidades políticas ¿que e x t r a ñ o
que hayamos llegado a l a edad de hombre con odios
y con dolores?
En la Escuela no debe h a b e r otra influencia, entro
los niños, que la de l a virtud y la emulación que
nace de ésta. P o r eso, allí donde la política influya
exclusivamente p a r a designar á los que h a n de d e s -
empeñar los elevados r a n g o s de educadores de la
niñez, la educación siempre s e r á defectuosa. La p o -
lítica tiene otro campo mucho más vasto en que ejer-
citar sus funciones sin que necesite ir á las bancas
de la escuela p a r a a r r e b a t a r al niño su i n d e p e n d e n -
cia de ideas y de conciencia, sin darse c u e n t a del
error ó de la verdad. Infiltrar asi esas opiniones es
c o n t r a r i a r los fines de u n a s a n a educación moral.
Es nuestro deber, por lo t a n t o , aplaudir la a c t i -
tud del autor al verlo cómo h a salvado Scylla y C a -
rybdis, sin abrir á la j u v e n t u d la p á g i n a e n s a n -
g r e n t a d a del libro funesto de nuestras rivalidades
fratricidas. Ni el n o m b r e ha querido r e c o r d a r á los
niños. Ha hecho bien. Ya t e n d r á n tiempo de a p r e n -
derlo y hasta de endiosar uno ú otro.
— XI —

¡Cuan felices seríamos si otra h u b i e r a sido n u e s -


t r a educación en la infancia!
Hay niños t a n precoces en política que r e c o r d a -
mos la contestación que u n dia d i e r a u n e m i n e n t e
h o m b r e de talento, delante del padre, á uno que se
p e r m i t i e r a discutir con él sobre asuntos de esa í n -
dole: «¡Ah! ¿con que ya h a recibido permiso de su
papá p a r a discutir en política?»
Y otra de quien á los troco años dijera á u n a s e -
ñ o r a : «Como mi p a d r e es muy discreto, por eso no
contesta las observaciones políticas que hace mi tío,
Lo deja h a b l a r y b a s t a » .
Se d i r á por esto que somos enemigos de que la
j u v e n t u d conozca al dedillo n u e s t r a historia?
Lejos do nosotros t a l idea. Dada la especialidad
de n u e s t r a historia, t a n reciente, t a n salpicada de
s a n g r e de h e r m a n o s , creemos que no conviene i n o -
cularla en el niño desde su más t i e r n a edad. E n s e -
ñémosle todo lo bueno que ella contiene, pero p r e s e r -
vémosle de todo lo malo, p a r a que no endurezcamos
su corazón con el hábito, como esos carniceros acos-
t u m b r a d o s á d e r r a m a r impasibles ia s a n g r e de la
bestia, haciendo luego lo mismo con la de sus s e -
mejantes. El niño debe vivir en u n a atmósfera do
paz y de amor, porque su corazón es u n a cera en la
que se i n c r u s t a con facilidad cuanto se le inocula.

En el estudio de la Historia Nacional deben s a l -


varse esas dificultades por el maestro discreto que
se dá cuenta de su misión. Ellas en parte h a n sido
salvadas en nuestro actual « P r o g r a m a p a r a las E s -
cuelas Públicas de la República». Y decimos en
parte, porque creamos que en el estudio de la H i s -
t o r i a Nacional se h a dado d e m a s i a d a extensión á
esta m a t e r i a .
A pesar de que su estudio recién comienza en la
Octava Clase, cuando ya los niños e n t r a n á u n a edad
relativamente adelantada, no obstante, de golpe, se
les r e c a r g a su inteligencia demasiado, muy m u c h o .
En efecto, en l a 8. Clase, desde las Generalidades
a

de la Historia del Rio de la P l a t a se llega h a s t a el


año 1852, en que fué derrocado el gobierno del g e -
neral don J u a n M.ahuel de Rosas en la República
Argentina.
Esto es d e m a s i a d o / bastando con que esas G e n e -
ralidades se limitaran á la t e r c e r a p a r t e de lo allí
consignado, por ejemplo: á la época del coloniage.
En la Novena Clase, esas Generalidades, más a m -
pliadas, podrían comprender la época de la R e c o n -
quista, es decir, has'ta-ríuestra organización definitiva
como-cuerpo político, 'en 1830.
Y en la Décima Clase, con la que se t e r m i n a el
curso p r i m a r i o , ya p r e p a r a d o el espíritu de los e d u -
candos por su saber''y su edad, podría dárseles á
beber esa a m a r g a época de nuestras luchas e n t r e
las dos Rosas — como en la historia de la I n g l a -
terra.
Se dirá quizá que en la práctica se h a d e m o s t r a d o
que en nuestras escuelas no existe la Décima Clase,
pues pocos son los niños que u n a vez llegados á la
Novena c o n t i n ú a n en las Escuelas Públicas. Es v e r -
dad, pero p a r a salvar esa dificultad b a s t a r í a ó q u e
el p r o g r a m a se limitara á las dos p r i m e r a s p a r t e s
mencionadas, lo que quizá sería mejor, ó comenzar
su, estudio desde la 7. Clase, a
XIII

Vamos á t e r m i n a r estas ligeras observaciones h a -


ciéndole presente al señor Miranda que h u b i e r a sido
m u y conveniente poner al Anal de cada capítulo las
p r e g u n t a s concernientes á lo en ellos n a r r a d o , p a r a
inteligencia del niño; como igualmente citar los a u -
tores, en los mismos, que p o d r í a n consultarse, p a r a
que el maestro p u d i e r a o c u r r i r á esa fuente é i l u s -
t r a r s e ampliamente. Esta observación la fundamos
en la circunstancia que hemos mencionado en otro
paraje de esta ya extensa Introducción.
F o r m a r el espíritu n a c i o n a l ; dar vuelo á n u e s t r a
j u v e n t u d estudiosa; convencerla de que un pueblo
sólo es g r a n d e á título de r e n d i r culto á esas t r a d i -
ciones nobles que h a n dejado ejemplos buenos que
imitar, entresacándolos de ese maremagnum de
n u e s t r a historia s a n g r i e n t a , r i c a de hechos h o n r o -
sos, no obstante,—es llenar u n a de las más g r a n d e s
misiones en la p a t r i a ; pero imponerse la t a r e a de
inocular todo eso en el espíritu del niño, desde las
bancas de la escuela, es más benemérito todavía,,
porque revela elocuentemente que el señor Miranda,
como funcionario e n c a r g a d o de mover el e n g r a n a j e
de esa m á q u i n a de la educación del pueblo, no se
limita á cumplir con sus deberes ceñido exclusiva-
mente til Reglamento, sino que se extralimita con
ese celo que siempre le h a distinguido en todas las
manifestaciones de su vida.
Escrito su libro al alcance de los niños, se h a l l e -
nado su proposito. Los defectos que él contenga, él
mismo y los maestros e n c a r g a d o s de estudiarlo en la
p r á c t i c a , p a r a enseñarlo, los p o n d r á n de relieve; y
en ese crisol se d e p u r a r á n , sin perjuicio de la crítica
de la p r e n s a ilustrada, que, s e g u r a m e n t e , h a de a l e n -
t a r sus esfuerzos en la o b r a m e r i t o r i a que h a e m -
prendido.
Los maestros q u e d a r á n l e gratos, los niños b e n d e -
cirán su nombre, y el que, como estas líneas escribe,
carece de conocimientos especiales en la m a t e r i a y
solo tiene el entusiasmo por la causa de la educación
del pueblo, en la que se e n c i e r r a la solución de todos
los problemas de u n a nación, cumple con a g r a d e c e r
la honrosa distinción de que h a sido objeto, a l e n t á n -
dole p a r a que prosiga en su c a r r e r a , — p u e s solo así
las fuerzas se adquieren y se desarrollan. — Vires
adquirü euiido!
ALBERTO PALOMEQUE.

Montevideo, Setiembre 18 de 1888.


Señor Inspector N. de Instrucción P r i m a r i a .
La obi'ita t i t u l a d a «Apuntes sobre la Historia de
la República Oriental del Uruguay», que don J u -
lián O. Miranda presenta á la consideración de la
Dirección de Instrucción Pública, llena en concepto
del q u e l i r m a las condiciones propias de u n libro
didáctico, destinado por su naturaleza ó Índole á
facilitar el conocimiento de los hechos históricos
que h a n tenido por teatro los países del Rio de la
P l a t a y con especialidad el nuestro.
Hay en el libro del señor Miranda, claridad en el
concepto, forma adecuada, frase l l a n a y medida.
El estilo ampuloso que sacrifica la idea á la e s -
presión, sirve menos en la n a r r a c i ó n histórica que
en toda o t r a ciencia, por lo mismo que el espíritu
necesita como m e d i d a previa asimilarse datos que
le ayuden eficazmente en las investigaciones filosó-
ficas á que más t a r d e p u e d a contraerse.
Sin la base del conocimiento perfecto y razonado
de los hechos no se puede conocer la Historia, a n -
t o r c h a de los siglos, como la llamó Rollín, pues
ella antes de ser crítica tiene que ser expositiva,
y con m a y o r razón cuando quienes van á e s t u -
d i a r l a son inteligencias nuevas que deben abstraerse
de comentarios profundos p a r a evitarse el influjo de
la adaptación de criterio.
El librito del señor Miranda, partiendo de a q u e -
lla base enseña al niño g r a d u a l m e n t e y sin i m p o -
nérsele, el cuadro de n u e s t r a nacionalidad, t a n
complejo de suyo, tan variado, con tantas a u r o r a s y
tantos ocasos.
— 2 —

Además y cualquiera que sea el concepto crítico


histórico que merezca la obra, se e n c u a d r a ésta con
las exigencias del p r o g r a m a escolar vigente. La
misma s u p e r a b u n d a n c i a de antecedentes g e o g r á -
ficos es u n a ventaja n a t u r a l y no u n defecto, pues
la ciencia que inmortalizó á Tácito cuenta entre
sus poderosos auxiliares á la que labró la gloria de
Reclus.
En concepto, pues, del miembro informante p o -
drían adquirirse 1200 ejemplares d é l a obrita e x a -
minada, p a r a uso de las escuelas, y sin que esta
opinión importe la aceptación de ella como texto,
que no deben m a t a r las iniciativas del espíritu h u -
mano siempre expansivo y siempre progresista.

La Dirección, no obstante, resolverá lo que c r e a


más oportuno.
Montevideo, Octubre 16 de 1888.
Firmado—José T. Piaggio.

Dirección General de Instrucción Pública.


Montevideo, Noviembre 6 de 1888.
Aprobado el informe, téngase por resolución y há-
gase saber al interesado á sus efectos.
F i r m a d o — J A C O B O A. V Á R E L A .
Inspector Nacional.
Antonio W. Parsons.
Secretario General.
AL LECTOR

Los benévolos conceptos que h a merecido esta


obrita y la simpática acogida que h a tenido por
p a r t e de las autoridades escolares y de los maestros
de las escuelas públicas y privadas, me h a n decidido
á dar á luz u n a s e g u n d a edición de ella.
No se me oculta que la obrita es demasiado com-
pendiada p a r a quien desee estudiar detenidamente
la historia patria, pero mi ánimo no ha sido hacer
un libro completo, sino sólo u n compendio, que sirva
de guía á los jóvenes educandos de nuestras es-
cuelas.
Los maestros pueden ampliar estas nociones c o n -
sultando las obras que t r a t a n extensamente la ma-
teria; entre otras pueden servir p a r a este objeto las
del P a d r e Lozano, Mitre, Bauza, De María, Domín-
guez, La Sota, A. D. de P., Ramírez, Maeso, etc.
En la presente edición he tenido cuidado de sal-
v a r algunos errores de fechas que aparecieron en
la primera, así como ampliar algunos capítulos.
El objeto principal que me h a inducido á esto ú l -
timo h a sido el de h a c e r r e s a l t a r en las p á g i n a s de
este libro la figura histórica de Artigas, el p r e c u r s o r
de n u e s t r a nacionalidad, el soldado valeroso que
luchó con constancia por la libertad del pueblo oriei,,-
tal y cuyo recuerdo debe ser el primero en el cora-
zón de sus conciudadanos.
Suprimid la personalidad de Artigas y desapare •
cera el pueblo valeroso que en las Piedras rompe
el yugo de la dominación española. Borrad su n o m -
b r e de las p á g i n a s de nuestra historia y la P r o v i n c i a
Oriental sujeta p r i m e r o á la demagogia a r g e n t i n a
_ 4 —

i r á á convertirse en j o y a de la diadema imperial, no


b r a v i a ó indomable luchando brazo á brazo con la
conquista d u r a n t e cinco años, sino sumisa como es-
clava que pasa de u n señor á otro. Sin Artigas la
b a n d e r a de libertad y redención no h u b i e r a t r e m o -
tado en las playas de la Agraciada sostenida por el
robusto brazo de Lavalleja y el rico patrimonio de
los orientales h u b i e r a sido sacrificado al bajo precio
de la necesidad de la política t e n e b r o s a de nuestros
vecinos.
Es deber de patriotismo, pues, h a c e r conocer de
las generaciones que nos sucedan en la vida, á la vez
que los gloriosos hechos de n u e s t r a historia, los t i -
tánicos esfuerzos que por n u e s t r a libertad hizo el
Protector de los pueblos libres, el inmortal JOSÉ
GERVASIO A R T I G A S .

EL AUTOR.
APUNTES
SOBRE

DISIDÍ DE LA REPÚBLC
I A l i l i DEL URUGUAY

CAPÍTULO I

SUMARIO—Población originaria—Los charrúas y domas tri-


bus indígenas.

La población o r i g i n a r i a de los países que r i e g a el


Rio de la P l a t a , e r a compuesta exclusivamente de
indios, ó sea de individuos pertenecientes á la raza
cobriza ó americana.
El territorio que ocupa la hoy República O r i e n -
tal del Uruguay estaba habitado por varias t r i b u s
indígenas de las que la más i m p o r t a n t e y conocida
e r a la de los charrúas, que extendía sus aduares ó
tolderías p o r la costa oriental del P l a t a y del bajo
Uruguay.
Los c h a r r ú a s e r a n s u m a m e n t e g u e r r e r o s y v a -
lientes y sostenían continuas g u e r r a s con las n a -
ciones vecinas, entre las que se contaban la de los
y aros que h a b i t a b a entre los ríos Negro y San
Salvador y las t r i b u s de los chañas y bohanes que
poblaban las islas de la boca del Río Negro y la
costa n o r t e de este río, en el paraje que hoy se
conoce con el n o m b r e de Rincón de las Gallinas,
famoso en los anales militares de la República,
Después de descubierto el Río de la P l a t a todas
estas tribus estuvieron en constante g u e r r a con los
españoles, distinguiéndose entre ellas la de los cha-
r r ú a s , que luchó con b r a v u r a y constancia con los
conquistadores, cediendo el t e r r e n o palmo á palmo,
después de sangrientos combates.
Según el P a d r e Lozano, notable historiador ele
la conquista, la nación c h a r r ú a fué muy n u m e r o s a
en tiempos a n t e r i o r e s y se extendía h a s t a la costa
setentrional del P a r a n á .
Sus a r m a s e r a n la bola arrojadiza, que m a n e j a -
b a n con suma destreza, t a n t o p a r a la g u e r r a como
p a r a la caza de venados y avestruces, las flechas
con dardos de pedernal y las chuzas del mismo m i -
neral que enastaban en pedazos de madera. D e s -
pués de descubierto el país por los españoles se
hicieron muy hábiles ginetes, aprovechando los n u -
merosos caballos que se reprodujeron en los c a m -
pos con los que t r a í a n los conquistadores del Río
de la Plata.
Vivían en chozas y se alimentaban de la pesca
y de la caza, así como de las frutas silvestres de
los montes. En tiempo de g u e r r a elegían un caci-
que ó jefe al que llamaban iubichá, que los c o n -
ducía á la polea.
Hacia la época de la conquista, la nación cha-
r r ú a se componía de unos tres mil h o m b r e s d e p e -
lea y las familias correspondientes.
Su sociabilidad era embrionaria; no tenían r e l i -
gión alguna, aunque creían en la existencia de un
espíritu bueno al que d e n o m i n a b a n tupa, y uno
malo que conocían con el n o m b r e de auang.
Vivían en familia y se casaban; e n t e r r a b a n sus
muertos, eligiendo por cementerios la c u m b r e de
los cerros, y en la t u m b a de los g u e r r e r o s deposi-
taban las a r m a s del muerto, sin d u d a con la c r e e n -
cia de u n a resurección futura.
Los cliarrúas eran también enemigos de los ara-
chanes, t r i b u g u a r a n í t i c a que h a b i t a b a al este del
territorio, extendiéndose h a s t a Río Grande. El n o m -
bre arachán significa en i d i o m a g u a r a n i : pueblo que
ve asomar el sol, y como los españoles l l a m a b a n á
este país Banda Oriental ó de Oriente, los c h a r r ú a s
confundieron en su odio secular á los arachanes
indígenas y á los arachanes e x t r a n g e r o s , c o m b a -
tiendo á ambos con igual constancia.
La tribu de los paros, muy semejante en sus usos y
costumbres á la de los c h a r r ú a s , también era e n e -
m i g a de ésta y al fin fué e x t e r m i n a d a por ella.
La tribu chana, muy poco numerosa, era de c o s -
t u m b r e s más pacíficas y se confundía con la de los
bohanes cuando los turbulentos c h a r r ú a s los obli-
g a b a n á a b a n d o n a r sus toldos.
Se dice por los historiadores que los c h a ñ a s
provenían del Alto Uruguay, desde donde h a b í a n
descendido en canoas aprovechando las graneles
crecientes.
Cuando los españoles fnndaroa á Santo Domingo
de Soriano, los c h a ñ a s se establecieron en la n a -
ciente población y adoptaron las costumbres de los
pueblos civilizados.

CAPÍTULO II

SUMARIO— Origen de la población actual—La raza negra.

El descubrimiento y la conquista de esta p a r t e


del mundo llamada hoy América, fueron realizados
á fines del Siglo XV y principios del XVI, por los
españoles primero y después por los portugueses.
Como consecuencia, vino la población europea á
colonizar estos pa ses y las tribus indígenas que los
;

habitaban fueron r e t i r á n d o s e al interior.


A las primeras expediciones europeas sucedieron
otras y la población fué en aumento, se fundaron
ciudades, se desarrolló el comercio y la g a n a d e r í a ,
la a g r i c u l t u r a y algunas industrias tuvieron p r i n -
cipio, dando todo esto vida y prosperidad á las c o -
lonias, como entonces se llamaban las posesiones
que en el Nuevo Mundo poseían los europeos,
_ 8 —

La población actual de la América no es pues o r i -


g i n a r i a ó aborígena; ella procede de los primeros
europeos que conquistaron estos países y de los d e -
más pobladores que siguieron después á los conquis-
tadores del Nuevo Mundo.
La raza indígena h a ido extinguiéndose, especial-
mente en los Estados situados en las m á r g e n e s del
Plata.
La población negra, escasa hoy en esta República
y la Argentina, pero m u y n u m e r o s a en el Brasil,
Cuba, Haití, Santo Domingo y Estados Unidos, tam-
poco es aborígena: procede de la costa occidental
del África, de donde es o r i g i n a r i a la raza n e g r a ó
etiópica.
Antiguamente so comerciaba con los infelices
negros y se a r r a n c a b a n en n ú m e r o considerable de
su país, p a r a someterlos al duro yugo de la s e r v i -
d u m b r e . Hoy a f o r t u n a d a m e n t e h a desaparecido ese
comercio i n h u m a n o y en el suelo de la libre Amé-
rica ya no existen esclavos.
El Brasil, que conservaba en la América i n d e -
pendiente la institución de la esclavitud, por ley
de 13 de Mayo de 1888 decretó la libertad de los
negros, desapareciendo de este modo los últimos
esclavos que existían en el continente. Este suceso
feliz indica elocuentemente el progreso de las ideas
liberales, y fué saludado con demostraciones excep-
cionales de júbilo por todos los pueblos cultos.

CAPÍTULO III

SUMARIO—Conocimientos geográfico? (lo Jos antiguos—Pri-


meras expediciones marítimas en el Atlántico y
descubrimientos realizados á principios del siglo
décimo quinto por los portugueses.

El mundo conocido por los antiguos era muy l i -


mitado: se reducía á la Europa, la parte occidental
del Asia y al Norte de África. Sus escasos conoci-
mientos geográficos y los imperfectos medios de n a -
vegación que poseían, no les permitían alejarse de
las costas, por cuyo motivo sus viajes eran muy cor-
tos y se limitaban á r e c o r r e r por determinados p a -
rajes muy conocidos.
P o r otra parte, tenían ideas e r r ó n e a s sobre la c o n -
figuración do la t i e r r a ó i g n o r a b a n la mayor p a r t e
de los conocimientos astronómicos y geográficos
que hoy están al alcance de todos.
A principios del Siglo XA^, allá por el año 1412,
los portugueses comenzaron sus expediciones m a r í -
timas á la costa occidental del África.
El uso de la bi-hjula y del aslrolabio (1) que e m p e -
zaban á generalizarse, les permitió a v e n t u r a r s e en
alta m a r y el genio vio abiertos nuevos horizontes
á sus investigaciones.
El rey Don J u a n de P o r t u g a l y su hijo el infante
don Enrique, t r a t a r o n de fomentar esas e x p e d i c i o -
nes, las que doblaron el Cabo ñon, considerado hasta
entonces como el límite navegable del Océano, lle-
g a n d o hasta el de Bajador.
Una nueva expedición intentó doblar este cabo,
pero combatidas por fuertes temporales las naves
portuguesas, se creían perdidas, cuando, calmados
los elementos, vieron con asombro sus tripulantes
que se hallaban cerca de u n a isla desconocida hasta
entonces, á la que d e n o m i n a r o n Puerto Santo.
La isla de Puerto Santo fué colonizada en seguida,
y poco después se descubrió la de Madeira, que
también fué poblada y colonizada como la a n -
terior.
Los viajes á estas islas, hicieron que los p o r t u -
gueses c o b r a r a n mayor afición á las expediciones
marítimas y se a v e n t u r a r a n á cruzar por el Océano.
El cabo Bajador que d u r a n t e veinte años había
detenido á los portugueses, fué doblado en 1433 y
desde este año hasta 1437 se exploró la costa occi-
dental del África h a s t a Senegal y Cabo Verde.

(1) Instrumento para tomar la altura del Sol,


— 10 —

Nuevas expediciones s u r c a r o n el Océano A t l á n -


tico. Una de ellas descubrió un grupo de islas s i t u a -
das 250 leguas al Oeste de P o r t u g a l , á las que se
denominó Islas Azores, p o r la g r a n a b u n d a n c i a de
estos pájaros que se e n c o n t r a r o n en ellas.
Los portugueses, dueños entonces de los mares,
continuaron sus descubrimientos y exploraciones
en las costas de Guinea, avanzando siempre al Sur,
en busca del paso que debía conducirlos á las
Indias.
En 1486 un famoso n a v e g a n t e portugués, llamado
Bartolomé Díaz se lanza audaz á l o s mares del Sud,
descubriendo un promontorio al que denominó Cabo
de las Tormentas, por las g r a n d e s tempestades que
allí experimentaron los expedicionario?.
El Cabo de las Tormentas, fué bautizado por el
rey de P o r t u g a l con el nombre de Cabo de Buena
Esperanza, con que hoy se conoce: Este m o n a r c a
comprendió que el camino á las Indias, sueño d o -
rado de aquellas edades, estaba descubierto.
Vasco de Gama, también n a v e g a n t e portugués,
tuvo la gloria de doblar en 1498 el Cabo de Buena
Esperanza y 11 g a r á la India, completando así el
descubrimiento de Bartolomé Díaz.
Después de haber tocarlo en Madagascar, llegó
Vasco de Gama hasta Calicut y regresó á E u r o p a
al cabo de dos años, con la gloria de h a b e r r e a l i -
zado uno de los viajes más famosos de aquella
época.

CAPÍTULO IV

SUMARIO—Cristóbal Colón—Sin viajes—Proyecto fio hallar


\in camino más corto (i la ludia—Colón en busca de
protección—La Reina Isabel—Preparativos para el
vioje ,v partida do Coión—Descubrimiento do Amé-
rica—Últimos años de Colón.

E n t r e los extranjeros que en aquella época h a -


bían tomado servicio con los portugueses, atraídos
por sus portentosos descubrimientos, contábase Cris-
tóbal Colón, n a t u r a l de la entonces República de
Genova.
Colón, hijo de marinos, se distinguió desde sus
p r i m e r o s años por su afición á los viajes y á las
expediciones marítimas. Hizo varios viajes en el
Mediterráneo y acompañó á algunos navegantes p o r -
tugueses en sus exploraciones á los mares del Sur
Desde que los portugueses doblaron el Cabo Verde,
la g r a n preocupación de los navegantes era h a l l a r
un camino p a r a las Indias Orientales. Los, p o r t u -
gueses lo buscaron navegando al Sud del África y
doblando el Cabo de Buena Esperanza llegaron por
fin á aquellos pa ses que por siu riquezas e r a n a m -
bicionados por los Europeos. Sin e m b a r g o el viaje
á la India e r a t a n largo y penoso que por lo g e n e -
ral, paree a u n a empresa superior á las fuerzas del
hombre.
Colón concibió el proyecto de buscar un camino
más corto y seguro. Después de profundos estudios
dedujo que atravesando el Atlántico y n a v e g a n d o
siempre con dirección al Oeste, se descubrirían i n -
dudablemente nuevos países, que d u b í a n s e r , según
sus cálculos, u n a parte del vasto continente índico.
Concebido el proyecto, Colón lo somete p r i m e r o
á la consideración de sus compatriotas los g e n o v e -
ses, que lo rechazan. Va después á la corte de P o r -
tugal y e s tomado allí por un visionario.
Desesperado, pobre y llevando en la cabeza un
mundo, Colón se decide á presentarse á los reyes de
España, empeñados á la sazón en t e r m i n a r con la
toma de Granada, la dominación de los moros en
la Península. Su proyecto es desechado también,
después de oída la opinión de los sabios; pero h a l l a
Colón un apoyo en la r e i n a Isabel, que se decide
á vender hasta sus j o y a s p a r a a y u d a r en la empresa
al inmortal ge no vés. El descubrimiento soñado, va
á realizarse pues, por la protección de la m a g n á -
nima reina de (astilla.
A r m a Colón tres naves y después de inmensos
sacrificios, sale del p u e r t o de Palos el 3 de Agesto
de 1492, con sus tres carabelas: la Santa Marta, la
Pinta y la Niña y se lanza audaz y resuelto á su
famosa expedición.
Navega en d e m a n d a del mundo que h a b í a soñado
en sus noches de insomnio y después de a n g u s -
tias y contrariedades sin cuento, perdido en la i n -
mensidad de los m a r e s , rodeado de sus c o m p a ñ e r o s
que h a s t a llegaron á d u d a r de su intrépido capitán,
llega por fin después de cerca de dos meses de n a -
vegación, al término de su empresa, descubriendo
el viernes 12 de Octubre de 1402 el Nuevo Mundo.
El primer punto descubierto por Colón fué u n a de
las Islas Lucayas, l l a m a d a Guanalxarii por los n a -
turales, á la que dio el n o m b r e de San Salvador.
El descubrimiento de u n nuevo m u n d o estaba
realizado. Sucesivamente fueron descubriéndose las
islas que forman las Grandes Antillas, la costa Este
de la América Central y la p a r t e setentrional de la
América del Sur.
Colón volvió á España, donde fué recibido c o n
honores excepcionales y nuevas expediciones r e a l i -
zadas por él y sus compañeros, pusieron á los m o -
narcas españoles en posesión de los vastos dominios
americanos.
La gloria que ceñía la frente de Colón se vio o s -
curecida más de u n a vez por los ambiciosos q u e t e -
nían envidia de él y en más de u n a ocasión recogió
ingratitudes por los beneficios que h a b a hecho á
la h u m a n i d a d . (1)
Sus últimos años fueron a m a r g a d o s por las i n j u s -
ticias h u m a n a s y hasta el vasto continente d e s c u -

(1) A consecuencia do las in^i<ra.s que hacían llegar hasta


la corto sus enemigos, el gobierno español comisionó á Luís
(l(-)JBobnrli IJa para fiscalizar los actos de Colón. Este llegó ni
Nuevo Muivlo y su primer acto fué cargar de cadenas al in-
mortal ¿reDovés y enviarlo preso á España, donde causó gene-
ral indignación esa cruel conducta.
Colón conservó como una reliquia las cadenas, y al morir
dispuso que so lo enterrase con ellas,
— 13 —

bierto por ól no llevó el nombre de Colombia en su


honor, y en cambio recibió el de América, en r e -
cuerdo del florentino Américo Vespucio, que p o r
aquel tiempo hizo algunos viajes al Nuevo Mundo y
delineó los primeros mapas, que entonces se c o n o -
cieron, de los territorios recién descubiertos. (2)

CAPÍTULO V

SUMARIO—Descubrimiento del Brasil—Expedición de Solís—


Descubrimiento del Eío de la Mata y muerte de
Solís.

Las p r i m e r a s expediciones españolas que despué-


de Colón surcaron el proceloso Océano en d e m a n d a
del Nueve Mundo, se dirigían principalmente á las
Antillas, costa de Centro América y á la p a r t e Norte
de la América Meridional.
En el año 1500, Álvarez Cabral, piloto p o r t u
gués, es arrojado por u n a tempestad con sus naves
á la costa de u n país desconocido, al que llamó Bra-
sil y funda allí las p r i m e r a s colonias portuguesas.
Descubierto el Brasil, la m i r a d a de los navegan-
tes se dirige hacia el Sur de América.
E n Octubre de 1515 p a r t e del P u e r t o de Lepe,
Juan Días de Solís, piloto m a y o r del reino de Cas-
tilla, en d e m a n d a de los m a r e s del Sur.
El principal objeto del viaje de Solís, e r a b u s -
car un paso al Grande Océano que Vasco Núñez
de Balboa a c a b a b a de descubrir.
Costea Solís el Brasil, dobla el Cabo de Santa
María y se i n t e r n a en u n g r a n río al que llamó
Mar Dulce, y al que los naturales llamaban Paraná
Guazú, que en idioma g u a r a n í significa Rio grande
como 'mar.

(2) Para estudiar con más detención la Historia del descu»


brimiento do América, consúltese la obrita del señor Casio L.
Basaldúa, recientemente publicada.
Llega h a s t a u n a isla que se supone fué la de
San Gabriel, deja allí sus naves mayores y se d i -
rige río adentro. Descubre u n a isla á la que le da
el nombre de Martin García, en h o n o r de su p i -
loto, y se dirige á la fierra inmediata á t o m a r p o -
sesión del país en nombre de su soberano el rey
de España.
Desembarca, clava la cruz, símbolo de la c o n -
quista y cae muerto con los que le a c o m p a ñ a b a n , en
u n a emboscada que le habían p r e p a r a d o los indios
c h a r r ú a s , salvando solo uno de sus oficiales l l a -
mado Francisco del P u e r t o , quien vivió diez años
entre los indios.
Algunos historiadores dioen que los c h a r r ú a s a s a -
ron y se comieron á Solís; pero esto no es exacto,
pues los indígenas que h a b i t a b a n este t e r r i t o r i o
no eran antropófagos.
Se supone que el sitio donde fué m u e r t o Solís,
fué en la costa que queda cerca de la Isla Sola ó
de Solis, como suele llamársele.
Muerto Solís, sus compañeros resuelven r e g r e s a r
á España con la noticia del descubrimiento y de
la m u e r t e de su valeroso jefe. El Mar Dulce recibió
el n o m b r e de Rio de Solis en m e m o r i a de su glorioso
descubridor, nombre que más t a r d e vino á c a m -
biarse por el ele Rio de la Plata, con que se c o n o -
ce actualmente el g r a n río en cuyas costas se l e -
v a n t a n hoy las florecientes Repúblicas Oriental y
Argentina.

CAPÍTULO VI

SUMARIO—Expedición de Magallanes—So interna en el Río


de Solís—Montevideo—Magallanes llega al Paraná
—Descubre el estrecho que lleva su nombre.

Tres años después del descubrimiento del Mar


Dulce, Hernando de Magallanes, m a r i n o portugués
al servicio del rey de España, zarpa del P u e r t o de
San Lúcar con u n a flota compuesta de cinco n a -
ves, con el objeto de seguir el derrotero de Solís y
buscar el paso ó canal interoceánico que se s o s -
p e c h a b a debía existir y que conduciría á las Indias
Orientales.
Sigue Magallanes el derrotero de aquél, hasta en-
frentar el Cabo Santa María y como el p r i m e r n a -
vegante español, se i n t e r n a en las aguas del g r a n rio.
Desde las cofas de uno de los buques divisan u n a
m o n t a ñ a en lontananza, lo que dio l u g a r á que al
avistarla uno d é l o s tripulantes dijera: Monte ti cu,
refiriéndose al Cerro que se veía, de donde le d e -
rivó el nombre de Montevideo á la hermosa ciudad
que más t a r d e h a b í a de fundar el esforzado espa-
ñol don Bruno Mauricio Zavala.
Magallanes siguió su viaje rio adentro en d e -
m a n d a del canal que buscaba y descubrió el Rio
Paraná, y viendo que éste se dirigía al Norte, que
no era el r u m b o del canal que suponía existir,
reconoció la costa y salió del Río de Solís nave
g a n d o al Sur.
El 2 de Octubre de 1520 descubrió el est ,
que lleva su n o m b r e .
P o r espació de cerca de un mes navegó i _
llanes por el estrecho, y el 27 de N o v i e m b r e ^
embocó en el Océano descubierto por Núñez
Balboa.
Al observar la serenidad de las aguas del Océano
le dio el nombre de Pacifico, con que so le conoce
hasta a h o r a .
Siguió Magallanes su viaje descubriendo s u c e s i -
vamente las islas Marianas y Filipinas. En u n a <le
éstas últimas pereció en un combato con los i n d í -
genas.
Le sucedió en el m a n á ) de la cxpe.di 'ion ni r e -
g u n d o Sebastian Elcana, el cual siguió el viaje i n s í a
las islas Malucas. De allí resolvió volver á España
doblando el Cabo de Buena Esperanza, lo que r e a -
lizó en u n a nave l l a m a d a Victoria, llegando p o r !iu
al puerto de su partida. La expedición de Magulla-
— 16 —

nes, t e r m i n a d a por Elcano, fué la p r i m e r a qué tuvo


la gloria de dar la vuelta al m u n d o .

CAPÍTULO V I I

SUMARIO—Diego García—-Sus viajes—Expedición de Gaboto


—Exploración del Uruguay y reconocimiento del
Rio Negro—Gaboto remonta el Paraná y funda el
fuerte de Sancti Spiritus—Navegación por el Paraná
Partida de Gaboto para España—Destrucción del
fuerte de tíancti Spiritus—Lucía Miranda—Origen
del nombre del Rio dé la Plata.

El descubrimiento del Brasil hecho por los p o r t u -


gueses en el año 1500 y las conquistas realizadas,
en aquel país, l l a m a r o n la atención del gobierno
español hacia el t e r r i t o r i o descubierto por Solís, por
cuyo motivo se p r e p a r ó u n a expedición en el puerto
de la Coruña, destinada á seguir los d e s c u b r i m i e n -
tos de aquel lamoso n a v e g a n t e .
Dicha expedición se puso á las órdenes de Diego
García, quien, a s e g u r a n algunos historiadores, h a -
bía hecho un p r i m e r viaje quince años antes (1511)
á las costas del Brasil, descubriendo el río á que
Solís llamó Mar Dulce.
Este es un punto que aún no h a sido suficiente-
mente aclarado y que á ser cierto el hecho de esa
expedición, v e n d r í a á d e m o s t r a r que el v e r d a d e r o
descubridor del Río de la P l a t a , no fué J u a n Díaz
de Solís sino Diego García.
Casi al mismo tiempo que se p r e p a r a b a la E x -
pedición de García en la Coruña, ¡Sebastián Gaboto,
piloto m a y o r del reino, o r g a n i z a b a otra, e n c a r g a d a
de seguir los derroteros de Solís y Magallanes y
llegar á las Islas de la Especería, en las Indias O r i e n -
tales.
La expedición de García salió de la Coruña en
Enero de 1520, y habiendo sufrido m u c h a s c o n t r a -
riedades en el viaje, tuvo que a r r i b a r al estableci-
miento de los portugueses en San V i c e n t e , donde d e -
— 17 —

moró algún tiempo, llegando al Río de Solís d e s p u é s


que Gaboto había explorado ya esos territorios.
En Abril de 1526 partió de Sevilla la expedición
de Gaboto, la que llegó á las costas del Brasil y falto
de víveres se vio obligado á desistir de su viaje
proyectado á la India, i n t e r n á n d o s e en el Río de
"Solís.
Llegó á la isla que llamó San Gabriel y navegando
aguas a r r i b a llegó á un riachuelo que denominó de
San Juan, donde fondeó sus naves, y construyó un
pequeño fortín, que fué el p r i m e r establecimiento
do los españoles en estos países.
De allí despachó Gaboto á uno de sus oficiales l l a -
mado Juan Alearen Ramón con el objeto de r e c o n o -
cer el l'rv.fjiuuj.
Ramón navegó en este río h a s t a la d e s e m b o c a d u r a
de otro al que ios n a t u r a l e s llamaban Iíum, nombre
indígena del Rio Negro.
Do regreso, el buque en que iba Álvarez Ramón
encalló en unos bajíos y tuvo éste que seguir viaje
por tierra, siendo batido y m u e r t o con sus compa-
ñeros por los garas q u e vigilaban aquellas costas.
Gaboto reconoció la p a r t e de la costa donde está
hoy Buenos Aires y s i g u i ó viaje r e m o n t a n d o el
P a r a n á por el brazo que llamó de las Palmas, lle-
g a n d o hasta la e m b o c a d u r a del Río Carearan al,
donde fundó un fuerte que llamó del Espíritu
Sania ó Sancii Sp'iritus y que fué el segundo e s -
tablecimiento do los españoles en el P l a t a .
Dejó Gaboto u n a p e q u e ñ a guarnición en el fuerte
y r e m o n t ó el P a r a n á h a s t a cerca del Salto do Agua
y habiendo sabido que la navegación era imposi-
ble P a r a n á a r r i b a á causa del Salto, volvió h a s t a
la confluencia del P a r a g u a y y surcó las aguas de
esto río por espacio de m u c h a s leguas, sosteniendo
en sus viajes algunos combates con los indios.
Después de h a b e r explorado el P a r a g u a y y el Ber-
mejo, volvió Gaboto al fuerte de Sancti Spíritus y
resolvió r e g r e s a r á España, como lo hizo, dejando
en el fuerte u n a g u a r n i c i ó n d e m á s de 100 hombres
— 18

al mando de uno de sus oficiales, el Capitán don Ñuño


de Lava.
E n t r e los españoles que quedaron en Sancti S p í r i -
tus estaba Sebastián Hurtado, casado con Lucía
Miranda, de quien se e n a m o r ó perdidamente M a n -
gona, cacique principal de los indios timbas, que
h a b i t a b a n por aquellas inmediaciones. Aprovechando
la salida de u n a p a r t e de la g u a r n i c i ó n que había
ido en busca de víveres, los timbús a t a c a r o n el
fuerte á altas h o r a s de la noche, m a t a r o n todos los
españoles, llevándose prisioneras á las mujeres. E n -
t r e estas cautivas estaba Lucía Miranda, la que más
t a r d e fué sacrificada por no h a b e r podido vencer
su constancia el cacique Siripo, de los timbús. (1)
Cuando regresó la p a r t e de la guarnición que
había salido á buscar víveres y se encontró con el
fuerte destruido y muertos sus compañeros, resolvió
a b a n d o n a r aquellos parajes, como en efecto se v e r i -
ficó. Los últimos compañeros de Gaboío se hicieron
á la vela y a r r i b a r o n á San Vicente, que era la
posesión más meridional de los portugueses.
Con la expedición de Sebastián Gaboto que t a n
tristemente había t e r m i n a d o , quedaron explorados
los g r a n d e s río P a r a n á , P a r a g u a y hasta el Bermejo
v el Uruguay hasta el Río Negro, principal afluert^
de éste."(2)
Gaboto, entretanto, h a b í a llegado á 1 ? :
"
fué acusado por sus enemigos; p.?'*c ' ;
\. taa
elocuentemente la riqueza de este- i :.. se vio
libre de acusaciones. En su expedíJÚ * ¿u P a r a g u a y
había conseguido de los indios algunos objetos de

(1) Kl cacique Mangora, hermano de ¡Siripo, que era el que


estaba enamorado de Lucía Miraada, murió en el asalto del
í'ueríe.
liste episodio inspiró á nuestro laureado poeta don Alejan-
dro Mngariños Cervantes una preciosa leyeuaa en verso.
(2) Recientemente se inauguró en «Punta Gorda* un monu-
mento á ,1a memoria de J u a n Díaz de tíolís, Sebastián Gaboto
y Juan Álvarez Ramón.
_ 19 —

plata y oro, que envió á España suponiendo que estos


metales a b u n d a b a n en el país. Esta suposición a l u -
cinó á los españoles y el Rio de Solís recibió el
nombre de Rio de la Piala, conjuntamente con el
P a r a n á y P a r a g u a y explorados por Gaboto. Esta
denominación vino más t a r d e á quedar r e d u c i d a al
g r a n Estuario descubierto por ei p r i m e r n a v e g a n t e
español que surcó sus aguas, conservando aquellos
. ríos sus nombres primitivos.

CAPÍTULO V I I I

SUMARIO — Expedición de Mendoza—Fundación de Buenos


Aires—Oyólas remonta el Paraguay, funda la Asun-
ción, explora el territorio y muere á manos de los
indios— Irala se hace cargo del ¡muido—Partida de
Mmdoza para España—Su muerto.

El deseo de los m o n a r c a s españoles de aprovechar


las exploraciones hechas por Gaboto, p a r a t r a t a r de
abrir comunicaciones por e s a p a r t e con el rico I m -
perio de Jos Incas que P i z a r r o a c a b a b a de c o n q u i s -
tar, (cuyo imperio se extendía por los territorios que
ocupan hoy las Repúblicas del P e r ú , Dolivia y
Ecuador), dio origen á u n a nueva expedición.
Don Pedro de Mendoza, caballero distinguido de
la corte española, e n t r a en negociaciones p a r a p r e -
p a r a r esa expedición á su costa, y en Setiembre de
1531 so hace á la vela desde el puerto de San L ú c a r
la a r m a d a do Mendoza, conduciendo la más brillante
que había salido p a r a América. V e n í a n con don
P e d r o de Mendoza más do dos mil soldados vete-
r a n o s y multitud de joíos y oficiales pertenecientes
á la más distinguida nobleza de España.
Don Pedro de Mendoza traía el título do Adelan-
tado del Rio de la la Plata, cuyo título lo daba el
gobierno supremo fie estos países que debía e x p l o -
r a r , poblar y colonizar en nombre del Rey de E s -
paña.
A principios de 1535 entró al R'o do la P l a t a la
poderosa a r m a d a do Mendoza echando sus anclas en
— 20 —

la isla de San Gabriel. Se reconoció el país i n m e -


diato, pero como los c h a r r ú a s se p r e s e n t a b a n en
actitud hostil, se m a n d ó reconocer la p a r t e opuesta
del río y en seguida se t r a s l a d ó allí la expedición,
pisando t i e r r a firme.
El 2 de F e b r e r o de 1535 se abrieron los c i m i e n -
tos de la p r i m e r a población española en el p u e r t o
de Santa María de Buenos Aires, la q u e recibió
este nombre por h a b e r dicho uno de los oficiales
de Mendoza al pisar t i e r r a : qué buenos aires son los
de este suelo.
El país que a c a b a b a n de ocupar los españoles
estaba habitado por u n a belicosa t r i b u guaraní, la
de los querandíes, que hostilizó á los nuevos p o b l a -
dores desde los primeros momentos.
Continuos y sostenidos combates, asi como la e s -
casez de alimentos, redujeron en poco menos de
un año á la c u a r t a parte, el n ú m e r o de los e x p e d i -
cionarios que habían desembarcado.
Mendoza remontó el P a r a n á con p a r t e de su g e n t e ,
con el objeto de seguir la conquista de aquellos
países. Llegó hasta el fuerte construido por Gaboto;
desde allí mandó á uno de sus oficiales, el capitán
Juan Oyólas p a r a continuar el viaje de exploración
aguas a r r i b a .
Oyólas remontó el P a r a g u a y , donde sostuvo v a -
rios combates con los n a t u r a l e s del país y el 15 de
Agosto de 1535 se apoderó de Lambaré, donde
echó los cimientos de la ciudad de la Asunción.
Oyólas se internó luego en el país, en dirección
al P e r ú y atravesó hasta las fronteras de este t e r r i -
torio; desde allí regresó hasta el puerto de la C a n -
delaria, donde había dejado sus buques al m a n d o de
Domingo Martínez de Irala.
Irala, dando crédito á los indios que le a s e g u r a -
ron que Oyólas había perecido con sus compañeros,
se retiró á la Asunción. Oyólas a b a n d o n a d o en tal
situación trató de seguir viaje á aquella ciudad;
sorprendido u n a noche por los indígenas fué m u e r t o
con sus valerosos soldados.
Oyólas tuvo la gloria de a b r i r el camino al Perú y
completar la exploración de Gaboto en los rios P a -
raná y Paraguay.
Mendoza, entretanto, desalentado por el mal éxito
de su empresa, resuelve e m b a r c a r s e p a r a E s p a ñ a ,
como en seguida lo verificó. En el camino dejó de
existir, victima de enfermedades contraídas en las
g u e r r a s de Italia, en las que había prestado i m p o r -
tantes servicios y adquirido g r a n d e s caudales que
invirtió en su m a y o r p a r t e en su viaje al Nuevo
Mundo.
• Tal fué el triste fin de don P e d r o de Mendoza,
p r i m e r adelantado del Río de la P l a t a y fundador
de la ciudad de Buenos Aires, que con el t r a n s c u r s o
del tiempo y después de diversas vicisitudes, h a b í a
de llegar á ser u n a de las más populosas y flore-
cientes de la América Meridional y la metrópoli de
u n a nación próspera y rica.

CAPÍTULO IX

SUMARIO —Gobierno de Irala—Buenos Aires es abandonada


y destruida — Alvar Núfiez 2.° Adelantado — Su via-
je— Es depuesto del mando — Gobernadores que le
suceden — Ortiz do Zarate — Combate con los Cha-
rrúas— Fundación de San Salvador — Juan de Ga-
ray — Segunda población do Buenos Aires —Hernan-
darias.

Después de la p a r t i d a de Mendoza p a r a E s p a ñ a y
de la d e s g r a c i a d a m u e r t e de Oyoias, Domingo M a r -
tínez de I r a l a fué n o m b r a d o por los colonos G o b e r -
nador de estos países. Este fué el p r i m e r acto d e m o -
crático que ejercieron los colonos.
Las privaciones que sufrían los pobladores de B u e -
nos Aires y las continuas g u e r r a s que tenían que
sostener con los n a t u r a l e s , decidieron á I r a l a á a b a n -
d o n a r esa naciente población y t r a s l a d a r á sus m o -
r a d o r e s á la Asunción, donde la vida e r a menos p e -
ligrosa por ser los indios de aquel t e r r i t o r i o m á s
dóciles y sumisos.
Establecido definitivamente en la Asunción el g o -
b i e r n o de estos países, I r a l a se esforzó por h a c e r l a
progresar.
Poco tiempo duró el gobierno de éste, pues el Mo
n a r c a Español comisionó p a r a seguir la commista y
colonización del Rio de la P l a t a ¿i Alvar Núñez Cabeza
de Vaca, n o m b r a d o segundo Adelantado.
Cabeza de V a c a salió de España en Noviembre de
1540 acompañado de 400 hombres, a r r i b a n d o á la Isla
de Santa Catalina, de donde despachó sus naves con
casi la mitad de la t r o p a p a r a el Rio de la P l a t a y él
con el resto de su gente emprendió su vLìjc por t i e r r a
hacia la Asunción, á donde llegó en Marzo de 1512,
t o m a n d o acto continuo posesión de su empleo y n o m -
bró por su segundo á Irala.
El segundo Adelantado del Rio do la ¿Plata, hizo
algunos viajes al interior del país y m a n d ó reconocer
y explorar el alto P a r a g u a y , pero poco tiempo estuvo
al frente de su gobierno.
Una sublevación estallada entre los colonos lo d e s -
tituyó de su empleo, enviándolo enseguida á lispaña,
n o m b r á n d o s e n u e v a m e n t e á I r a l a p a r a g o b e r n a r la
colonia.
Veintidós años más ó menos, g o b e r n ó éste el país,
falleciendo en la Asunción en el año 1557, s u c e d i e n -
do] e en el mando Gonzalo de Mendoza, que poco d e s -
pués falleció.
Francisco Ortiz de V e r g a r a , el ejido por los colonos,
rigió aquel pais h a s t a que el Virey del P e r ú n o m b r ó
Adelantado á J u a n Ortiz de Zarate, cuyo n o m b r a -
m i e n t o fué confirmado por la Córte de España.
A fines de 1572 salió Oriiz de Zarate de E s p a ñ a
a r r i b a n d o después de m u c h a s c o n t r a r i e d a d e s á la
Isla de San. Gabriel. Trató de establecerse p r o v i s o -
r i a m e n t e en t i e r r a firme, pero hostilizado c o n t i n u a -
mente por los C h a r r ú a s tuvo que refugiarse en la
Isla de Martin García.
Reforzado por J u a n de Garay, remontó el Uruguay
y cerca de San Salvador libró un combate decisivo
con les indios C h a r r ú a s , que quedaron vencidos des-
pués de u n a reñidísima batalla en l a q u e perecieron
los principales caudillos indígenas, Zapieán, A b a -
yubá, Magaluna, Taboba y otros.
Escarmentados y batidos los C h a r r ú a s , fundó Ortiz
de Zarate u n a población en San Salvador, la que muy
en breve fué a b a n d o n a d a , t r a s l a d á n d o s e enseguida
á la Asunción, á t o m a r posesión del m a n d o , lo que
efectuó en 1574.
Poco tiempo después, en 1575, falleció Ortiz de
Zarate, sustituyéndolo en el Gobierno J u a n de Garay,
quien rigió d u r a n t e varios años la nueva colonia y
fundó varias poblaciones importantes en el interior
del país.
Tuvo también J u a n de Garay, la gloria de volver
á fundar la ciudad de Buenos Aires, lo que efectuó
el 11 de Junio de 1580.
Varios g o b e r n a d o r e s sucedieron á Garay, siendo
uno de los más famosos Hernando Arias de Saave-
dra, llamado g e n e r a l m e n t e Remandarías ; éste fué
el p r i m e r g o b e r n a d o r hijo del país (') y d u r a n t e su
gobierno progresó notablemente la colonia.

CAPÍTULO X

SUMARIO — División del Rio de la Plata en dos p r o v i n c i a s -


Progreso leuto de las colonias — Sistema restrictivo
de España —Administración despótica de los gober-
nadores — Fundación de Montevideo — Lucíias de los
conquistadores cou los indígenas.
El progreso creciente de las colonias del Rio de la
P l a t a , dio l u g a r á que en 1017 el Gobierno Español
t r a t a r a de dividir el t e r r i t o r i o en dos g o b e r n a c i o n e s :
la Provincia del Pio de la Plata que comprendía las
ciudades de Buenos Aires, Sanfa-Fé, Corrientes y
Concepción del Bermejo con los territorios anexos
y la Provincia de Guaira, cuya capital sería la Asun-
ción.

El territorio que hoy ocupa la República Oriental

(*) Hemandarias nació en la Asunción.


del Uruguay, formaba p a r t e de la P r o v i n c i a del Rio
de la P l a t a .
Dividido así el país, fué p r o g r e s a n d o a u n q u e l e n -
t a m e n t e , á causa del sistema restrictivo que seguía
la España p a r a con sus colonias.
En ellas sólo se expendían los artículos que se
t r a í a n de la m a d r e p a t r i a y el comercio no podía
desarrollarse á causa de las t r a b a s que se le p o n í a n .
P a r a la introducción de artículos de consumo h a -
bía que m a n d a r l o s por via de P a n a m á ; de este p u n t o
venían al Callao y de allí se d e s p a c h a b a n p o r t i e r r a
p a r a el Río de la P l a t a ,
Los fletes y derechos a u m e n t a b a n c o n s i d e r a b l e -
m e n t e el precio de los artículos.
La exportación t a m b i é n sufría t r a b a s c o n s i d e -
rables.
El puerto de Buenos Aires estaba c e r r a d o p a r a
toda operación comercial.
Recién en el Siglo X V I I I el Gobierno Español dio
algunas franquicias al comercio de importación y
exportación, limitando, sin e m b a r g o el n ú m e r o de
buques que podían venir al Rio de la P l a t a con m e r -
caderías.
A los comerciantes establecidos en las posesiones
españolas del P l a t a no les e r a permitido c o m p r a r
sus mercaderías donde quisieran. Tenían que a c e p -
t a r ú n i c a m e n t e las de España, pues de otro modo,
decían los g o b e r n a n t e s , se aflojarían los lazos que
unían las colonias con la m a d r e p a t r i a .
P o r otra p a r t e , los Gobernadores españoles ejer-
cían en el Rio de la Plata, como en el resto del c o n -
tinente, u n a dominación despótica y absoluta. Con
tales dificultades l u c h a b a n las colonias y solo d e -
bido á las riquezas que e n c e r r a b a n en su seno p o d í a n
pi'ogresar.
En el año 1724 el Gobernador don Bruno Mauricio
de Zavala, uno de los mejores m a n d a t a r i o s que tuvo
el Rio de la P l a t a , fundó la ciudad de Montevideo,
p a r a evitar que los p o r t u g u e s e s se a p o d e r a r a n de l a
— 25 —

B a n d a Oriental, en cuyo territorio hacían frecuentes


correrías.
Tal es á g r a n d e s rasgos, la historia de las e x p e d i -
ciones al Rio de la P l a t a y de su conquista y c o l o -
nización por los españoles. P a r a llevarlas á cabo t u -
vieron que sostener encarnizadas luchas con los
n a t u r a l e s del país. En el P a r a g u a y con los indios
payaguas y con los agaces; con los timbús y otros
en el P a r a n á ; en Buenos Aires con los querandies y
en la B a n d a Oriental con los Charrúas t r i b u i n d ó -
mita y bravia que luchó d u r a n t e tres siglos con los
conquistadores y sus descendientes y que fué n e c e -
sario e x t e r m i n a r l a p a r a d o m i n a r completamente el
país.
Esta t r i b u se sublevó el año 1832 y fué e x t e r m i n a d a
por el General Rivera en Salsipuedes.

CAPÍTULO XI

SUMARIO — Ambiciones de los portugueses— Fundan la Colo-


nia y son desalojados á viva fuerza — La Colonia es
devuelta á Portugal — Es vuelta á tomar por los es-
pañoles— La Colonia vuelve otra vez ;'i poder de Por-
tugal— Nuevas invasiones — Funda Zavala la ciudad
de Montevideo — Tratado de 175Ü — Cesión de las Mi-
siones— Guerra guaranítica—Don Pedro Zeballos—
Sitio y toma de la Colonia — Expedición al Rio Oran-
de—Toma de Santa Teresa, San » iguel y Rio Gran-
de— Tratado de paz — La Colouia es devuelta á Por-
t u g a l y los españoles quedan en posesión de Rio
Grande.

Como consecuencia del descubrimiento de Álvarez


Cabral, los portugueses habían poblado y colonizado
el Brasil, pero ambicionando extender sus dominios
h a c i a el Sur, hacían lo posible por apoderarse del Rio
de la Plata.
En 1680 el Gobernador del Brasil don Manuel Lobo
ocupó la costa frente á la Isla de San Gabriel y fundó
la Colonia del Sacramento fortificándola. Descubierta
p o r los españoles la nueva población, el Gobernador
del Rio de la P l a t a m a n d a desalojarla por la fuerza.
— 26 -

Los portugueses oponen u n a viva resistencia, p e r o


después de varios asaltos cae la posición en poder de
los españoles; los que a r r a s a n las fortificaciones.
La corte de P o r t u g a l que había promovido esta
usurpación de territorio, al tener noticia del asalto y
rendición de la Colonia, amenaza con un r o m p i -
miento sino se le devuelve ésta. E s p a ñ a sostiene sus
derechos, pero por fln cede, m a n d a n d o e n t r e g a r la
Colonia á los portugueses en calidad de depósito,
hasta tanto que se a r r e g l a r a la cuestión de límites,
sin que estos p u d i e r a n avanzar en el territorio e s -
pañol.
Esta entrega o r d e n a d a en 1G81 solo se verificó en
1683. El Jefe portugués que se recibió de ella, m a n d ó
acto continuo reconstruir las fortificaciones y r e p a r -
tió solares á los colonos que le a c o m p a ñ a b a n .
En 1704 á causa de la g u e r r a que h a b í a estallado
en E u r o p a y en la que P o r t u g a l había tomado p a r t e
en contra de España, el Gobernador del Rio de la
P l a t a recibe orden de apoderarse de la Colonia.
Al efecto m a r c h a con u n a fuerte división y e s t a -
blece un riguroso sitio. Los portugueses, reforzados
con tropas desde Rio J a n e i r o , resisten por espacio de
seis meses, hasta que resuelven a b a n d o n a r la plaza,
lo que verifican en 1705, embarcándose la g u a r n i -
ción y dejando en poder del enemigo la artillería y
demás pertrechos de g u e r r a .
T e r m i n a d a la g u e r r a en Europa, se celebra un t r a -
tado de paz en F e b r e r o de 1715 y por uno de sus a r t í -
culos el Monarca Español cede á P o r t u g a l el t e r r i t o -
rio de la Colonia, la que vuelve á poder de éste el 4
de Noviembre de 1716, en que se recibe de ella el
Comisionado portugués Gómez Barboza.
Posesionados pacificamente de la Colonia, t r a t a n
los portugueses de extender sus conquistas y al electo
se apoderan en 1724 del puerto de Montevideo, forti-
ficándolo. Sabedor de ésto, el Gobernador de Buenos
Aires clon Bruno Mauricio de Zavala, mandó fuerzas
á desalojarlos, como lo verificaron, fortificando el
punto p a r a evitar nuevas invasiones.
Esto dio motivo p a r a que en 1726 m a n d a r a Zavala
delinear la ciudad de Montevideo, cumpliendo así las
órdenes que t e n í a desde hacía mucho tiempo p a r a
fundar esa ciudad.
Los primeros pobladores de Montevideo fueron seis
familias venidas de Buenos Aires y 33 individuos do
t r o p a . E n t r e éstos se e n c o n t r a b a Juan Antonio Arti-
gas, soldado de caballería, del que desciende el céle-
bre caudillo de la Revolución Oriental, General don
José. Gervasio Artigas, fundador de nuestra n a c i o -
nalidad.
— En 1750 la diplomacia p o r t u g u e s a consigue n e -
gociar un t r a t a d o de límites por el que obtuvieron
g r a n d e s conquistas de territorio.
P o r él cedía España á P o r t u g a l , el territorio de Rio
G r a n d e y las Misiones Orientales, situadas entre el
U r u g u a y y el Ibicuí, pobladas con numerosos indí-
g e n a s civilizados por los padres jesuítas y en las c u a -
les se l e v a n t a b a n los florecientes pueblos de San
Borja, San Nicolás, San Ángel, San Miguel, San Luis,
San Lorenzo y San J u a n .
La noticia de este inicuo t r a t a d o causó g r a n sen-
sación en el Rio de la Plata. Los jesuítas, á cuyos
afanes se d e b í a l a fundación de los siete pueblos y
el estado floreciente de las Misiones que se e n t r e g a -
ban por ese t r a t a d o á los portugueses, elevaron r e -
presentaciones al Monarca; pero todo fué inútil.
Esto dio motivo al levantamiento general de los
indígenas que poblaban las Misiones y que odiaban
el dominio portugués, al que se les quería sujetar.
Una g u e r r a s a n g r i e n t a se siguió á este levanta-
miento, la que se denominó la guerra guaraniiica;
los indígenas acaudillados por el g u a r a n í Sepe, a l -
calde del pueblo de San Miguel, lucharon h e r o i c a -
mente en defensa de sus hogares, pero fueron v e n -
cidos por las fuerzas aliadas de España y P o r t u g a l .
La g u e r r a g u a r a n i i i c a t e r m i n ó en Mayo de 1756 con
el sometimiento de las Misiones.
— En el año 1762 á causa de la g u e r r a que había
estallado entre E s p a ñ a y P o r t u g a l , don P e d r o Zeba-
líos, g o b e r n a d o r á la sazón del Rio de la P l a t a recibe
orden de a t a c a r Jos establecimientos portugueses.
Zeballos pone sitio á la Colonia y después de más de
u n mes de continuos combates, los portugueses se
ven obligados á capitular.
Después de la ocupación de la Colonia, Zeballos
expediciona sobre el Rio Grande, se apodera de las
fortalezas de Santa Teresa, San Miguel y Rio Grande
de San Pedro.
Zeballos se a p r o n t a b a p a r a seguir la c a m p a ñ a e m -
p r e n d i d a con t a n buen éxito, cuando le llega la n o -
ticia de haberse celebrado la paz. P o r el t r a t a d o de
paz de P a r í s , (*) la Colonia es devuelta á los p o r t u -
gueses, quedando los españoles en posesión de Rio
Grande.

CAPÍTULO XII

SUMARIO —Los portugueses se apoderan de Rio Grande y


avanzan su frontera — Reclamaciones de España—
Don Pedro de Zeballos es nombrado vi rey del Rio de
la Plata y jefe de u n fuerte ejército — Extensión del
vireinato—Toma de Santa Catalina—Zeballos se
apodera de la Colonia y la manda arrasar—Paz de
1777 — Límites divisorios entre las posesiones espa-
ñolas y portuguesas—La Banda Oriental—Monte-
video plaza fuerte y principal baluarte de la domi-
nación española en el Plata.
En 1775 los portugueses o r g a n i z a r o n en S a n t a C a -
t a l i n a u n poderoso ejército de unos 7000 hombres con
el objeto de apoderarse de las posesionos españolas
de Rio Grande, empresa que y a a n t e r i o r m e n t e h a -
bían tentado a u n q u e sin éxito favorable.
Auxiliados por u n a e s c u a d r a inglesa asaltaron el
1.° de Abril de 1776 la plaza fortificada de Rio G r a n -
de, de la que se a p o d e r a r o n después de u n a vigorosa
resistencia de las tropas españolas que la g u a r n e -
cían, extendiendo en seguida sus posesiones hasta la
cuchilla de Santa Ana.

(•) Tratado ele 1763.


L a corte española en conocimiento ele estos s u c e -
sos, exijió la devolución de las poblaciones u s u r p a -
das, pero no habiendo tenido u n a solución favorable
sus gestiones al respecto, m a n d ó p r e p a r a r en Cádiz
u n a fuerte expedición de 9,000 h o m b r e s que se puso
bajo las órdenes del Teniente General don P e d r o de
Zeballos, invistiendo á éste con el cargo de Yirey
del Rio de l a P l a t a .
Comprendía el V i r e i n a t o del Rio de la P l a t a , que
se a c a b a b a de crear independiente del de P e r ú , las
P r o v i n c i a s de Buenos Aires, P a r a g u a y y Tucumán,
la Presidencia de Charcas, el territorio de Cuyo y la
P a t a g o n i a . Este inmenso vireinato equivalía á la
c u a r t a p a r t e de la América del Sud y fué creado por
real cédula del 8 de Agosto de 1776.
Zeballos partió de Cádiz el 13 de Noviembre de 1776
al mando de su formidable expedición y se dirijió á
la Isla de S a n t a Catalina, de la que se apoderó sin
d i s p a r a r un tiro, el 25 de F e b r e r o de 1777.
Acto continuo se dirijió á Montevideo, m a r c h a n d o
en seguida p a r a la Colonia del Sacramento, la que
sitió y tomó nuevamente; m a n d a n d o salir á los h a b i -
t a n t e s hizo volar las fortificaciones, cegar el puerto y
demoler las casas, p a r a concluir de u n a vez con a q u e -
lla manzana de discordia.
En seguida m a r c h ó sobre Rio Grande, pero en el
camino recibió un despacho real por el que se le c o -
m u n i c a b a la suspensión de las hostilidades, acordada
con la corte portuguesa. Zeballos fué ascendido al
empleo de Capitán General y m a r c h ó á t o m a r p o s e -
sión del vireinato, llegando á Buenos Aires en Octu-
b r e de 1777.
El t r a t a d o definitivo de paz que se celebró en San
Ildefonso y que es conocido en la historia del Rio de
la P l a t a por el t r a t a d o de 1777, d e t e r m i n a b a definiti-
vamente los limites divisorios entre las posesiones de
las coronas de E s p a ñ a y P o r t u g a l .
P o r él, q u e d a b a n p a r a E s p a ñ a la Colonia del S a -
cramento y las Misiones Orientales, devolviéndose á
30 —

los portugueses la Isla de Santa Catalina y ambas


m á r g e n e s del Yacuí y Rio Grande. (*)
La línea divisoria de los españoles, debía costear
la m a r g e n meridional de la L a g u n a Morím, desde la
costa del Chuí y seguir las aguas del Rio P i r a t i n í
b á s t a l a s nacientes del Rio Negro; desde este punto
siguiendo por los límites exteriores de las Misiones
Orientales, se dirijiría la línea divisoria hasta e n c o n -
t r a r el Rio Pepirí Guazú.
El territorio de las Misiones, comprendido dentro
de estos límites, debia pertenecer por consiguiente á
la actual República Oriental, después de su s e p a r a -
ción de las Provincias A r g e n t i n a s .
Bajo el gobierno de los vireyes c o n t i n u a r o n las p o -
sesiones españolas del Rio. de la Plata, en las mismas
condiciones que bajo los antiguos g o b e r n a d o r e s .
La Banda Oriental, fué poblándose, sin d e s a r r o -
llarse las riquezas n a t u r a l e s que e n c e r r a b a en s u
suelo.
Montevideo, erijida en plaza fuerte, e r a el b a l u a r t e
más formidable de los españoles en el P l a t a y d e n t r o
de sus muros habían de e n c e r r a r s e más t a r d e los ú l -
timos campeones de E s p a ñ a en estos países, c u a n d o
llegó la h o r a en que las Colonias Españolas h a b í a n
de sacudir la tutela do la m a d r e patria, p a r a c o n s t i -
tuirse en naciones independientes.
CAPÍTULO XIII '
SUMARIO— Guerra en Europa — Lo.s ingleses resuelven apode-
rarse riel Rio de la Plata— K.\pedición de Popluuu y
t'erresíbrd — Toma do Buenos Aires — Montevideo so
apresta para reconquistarla — Reconquista de Bue-
nos Aires — Reconocimiento do la corte españole, por
este suceso.
La g u e r r a , que tan frecuentemente era el estado
normal de Europa á principios de este siglo, se había

(") En 1831 los portugueses se apoderaron violentamonlc do


las Misiones y quedaron en posesión de ellas á pesar de las re-
clamaciones de España.
- 31 —

declarado entre F r a n c i a , aliada de España y la Gran


Bretaña.
Después del memorable combate de Trafalgar, en
f|ue las escuadras aliadas fueron deshechas por la
ilota inglesa al mando del Almirante Nelson, los i n -
gleses quedaron dueños de los mares.
La I n g l a t e r r a deseosa de extender su comercio á
estas regiones, ambicionaba hacerse ele posesiones
en la América del Sud. Con a n t e r i o r i d a d el General
venezolano Miranda (') habia manifestado en I n g l a -
t e r r a la disposición de las Colonias á sacudir el yugo
de la dominación española, si fueran ayudadas por la
Gran Bretaña. Esto decidió á los ingleses á e x p e d i -
cionar sobre el Rio de la P l a t a , conociendo el a b a n -
dono en. que estaban estos países por parte del g o -
bierno ue la metrópoli.
En Abril do 1806' zarpó del Cabo de Buena E s p e -
r a n z a p a r a el Rio de la Plata, u n a escuadra inglesa
compuesta de catorce buques, t r a y e n d o á ' s u bordo
unos 1,000 hombros de desembarco.
Esta expedición venia al mando del comodoro Po-
pJiam, estando las fuerzas de desembarco bajo las
órdenes inmediatas <bd General Berrenford.
A principios de Junio entró la E s c u a d r a inglesa al
Rio de la Plata, presentándose ol 17 fronte á la Capi-
tal del V i r c i a a t o .
El 25 de esto mismo mes procedieron al desem-
barco, lo que efectuaron en la costa do Quilines, á
u n a s cuatro leguas al Sur de Buenos Aires, m a r c h a n -
do enseguida sobro esa ciudad, de la que se a p o d e -
raron fácilmente, c n a r b o l a n d o el pabellón británico
el 7 do Junio de 1800, en la ciudad que fundara Men-
doza.
El virey Sobremonte, huyó p a r a el interior dejando
la ciudad a b a n d o n a d a á sus escasas fuerzas.
La noticia de la rendición de Buenos Aires, produjo
en Montevideo la a l a r m a consiguiente. Ruiz I í u i d o -
bro, Gobernador á la sazón de la plaza, adoptó las
(") Véanse las obras del Marqués do Rojas y del (¡encral don
Bartolomé Mitre.
32 —

m á s enérgicas medidas p a r a la defensa en caso de


u n a t a q u e problable por p a r t e de los invasores, c o n -
cibiendo á la vez la idea de la reconquista de Buenos
Aires, en vista del escaso n ú m e r o de tropas con que
h a b í a sido ocupada esta ciudad.
Al efecto organizóse u n a expedición que debía
m a n d a r el mismo Ruiz Huidobro, pero que se puso
bajo las órdenes de Santiago Liniers, coronel e s p a -
ñol, a u n q u e francés de nacimiento.
L a expedición de Liniers embarcóse en la Colonia
el 3 de Agosto y b u r l a n d o la vigilancia de la e s c u a -
d r a inglesa, desembarcó en las Conchas al dia s i -
g u i e n t e . El ejército de Liniers se eomponía de 1144
h o m b r e s , 6 cañones y dos obuses. Allí se le r e u n i e -
r o n a l g u n a s p a r t i d a s y al frente de 1600 h o m b r e s
llegó el dia 10 á las p u e r t a s de Buenos Aires, i n i -
c i a n d o ese mismo dia el combate y t o m a n d o a l g u n a s
posiciones á la b a y o n e t a .
El dia 12 de Agosto, ataca r e s u e l t a m e n t e las p o s i -
ciones ingleses, las que son sostenidas b i z a r r a m e n t e
por las tropas británicas.
Berresford en persona dirijió la defensa, la que se
prolongó por algún tiempo. Viendo al fln el General
inglés que toda resistencia era inútil y que sus fila*
eran diezmadas por los asaltantes, levantó b a n d e r a
de p a r l a m e n t o , entregándose al g e n e r a l español.
Liniers a d m i r a n d o el valor y la bizarría con que
h a b í a n luchado los vencidos, les concedió los h o n o -
res de la g u e r r a , quedando acto continuo p r i s i o n e r a
toda la g u a r n i c i ó n inglesa, asi como sus jefes y ofi-
ciales.
Así se efectuó el 12 de Agosto de 1806 la r e c o n -
quista de Buenos Aires por las tropas voluntarias de
Montevideo, unidas á las de Buenos Aires que se h a -
bían organizado en c a m p a ñ a .
Este fué el p r i m e r ensayo de fuerzas que demostró
al futuro pueblo de Mayo, su poder p a r a emanciparse
más t a r d e de la m a d r e p a t r i a .
Montevideo recibió distinciones especiales de la
Corte española, mereciendo entre otras, el título de
— 33 —

muy fiel y reconquistadora, añadiendo á su escudo


de a r m a s las b a n d e r a s inglesas abatidas, que tornó
en la reconquista de Buenos Aires, con u n a c o r o n a
de oliva sobre el Cerro, a t r a v e s a d a con otra de las
reales a r m a s , p a l m a y espada.

CAPÍTULO X I V

SUMARIO — Lleya Popliam al Rio do lo. Plata con nuevos re-


fuerzos— Ataca á Montevideo y es rechazado — Se
posesiona de Maldonado—Impresión causada en In-
glaterra por la noticia de la reconquista de Buenos
Aires — Envían nuevas expediciones al mando de
A u c h m u t y y Craufurd — Whitelocke jefe superior
— Llegada de A u c h m u t y al Plata — Desembarca en
el Buceo — Salida y derrota de las tropas españolas
— El sitio es estrechado —Asalto y toma de Monte-
video—Los mercaderes ingleses—La Estrella del
Sur.

Los ingleses habían pedido refuerzos, después de


h a b e r ocupado á Buenos Aires, con el objeto de alian-
zar su conquista y extenderla. En Octubre se p r e s e n -
tó Popliam en el Rio de la P l a t a con los refuerzos
pedidos, poniendo bloqueo á los puertos y a m e n a -
zando con un nuevo desembarco de tropas.
El 28 del mismo mes se presentó frente á la plaza
de Montevideo, atacándola con su escuadra, siendo
rechazado. Acto continuo se dirijió á Maldonado, de
cuya ciudad se apoderó fácilmente, m a n d a n d o a r t i -
llar la Isla de Gorriti.
La noticia de la toma de Buenos Aires por los i n -
gleses causó g r a n alborozo en I n g l a t e r r a , d e c i d i é n -
dose en seguida el envío de u n a nueva expedición al
Rio de la P l a t a al mando del Almirante Stirling que
conducía 4,350 hombres de desembarco, los que v e -
nían bajo las órdenes de Samuel Auchmuty.
Poco después de la salida de estas fuerzas, llegó á
Londres la noticia de la reconquista de Buenos Aires
realizada por Liniers. Con tai motivo se destinaron
p a r a el Rio de la P l a t a las tropas que a c a b a b a n de
salir de puertos ingleses p a r a invadir á Chile. Esta
expedición que se componía de 4391 hombres venía á
las órdenes del General Craufurd.
Enseguida se despachó al Teniente General Juan
WM le loche p a r a t o m a r el mando en jefe de todas las
tropas que los ingleses h a b í a n aglomerado en el Rio
de la P l a t a y que formaban un ejército de 12,000
hombres a p r o x i m a d a m e n t e y u n a poderosa escuadra.
Auchrnuij/ que fué el p r i m e r o que llegó al Rio de
la Plata, recojió las tropas de P o p h a m en M a í d o -
nado, dirijiéndose en seguida sobre Montevideo. El
14 de Enero de 1807 se presentó frente á Montevideo
y el IG efectuó el desembarco de sus tropas en ei R u -
ceo, en n ú m e r o de 6,000 hombres.
El virey español Sobremonte les sale al encuentro
á los ingleses, se opone sin éxito á su desembarco y
después de pequeñas escaramuzas se r e t i r a al i n t e -
rior del país.
Los ingleses se apoderan enseguida de P u n t a Ca-
r r e t a s y estrechan la línea de cerco de la ciudad.
Esta, e n t r e t a n t o , se a p r e s t a b a á la lucha. Dentro de
sus muros latían corazones varoniles que iban á dis-
p u t a r valientemente el campo al invasor.
El 20 de Enero las tropas de la plaza, en n ú m e r o
de 2,400 hombros, hacen u n a salida, i n t e n t a n d o u n
ataque á las líneas sitiadoras y son rechazadas con
g r a n d e s pérdidas, pereciendo en la acción el filán-
tropo Francisco Anlonio Maciel, fundador del H o s -
pital de Caridad y apellidado por sus generosos s e n -
timientos el Padre de los pobres.
Los ingleses envalentonados con este triunfo, e s -
t r e c h a n el sitio y empiezan á b a t i r los m u r o s de la
ciudad, logrando a b r i r b r e c h a en las m u r a l l a s del
Sud. El 2 de F e b r e r o , con b r e c h a abierta, Auchnuity
intima rendición á la plaza, pero Ruiz Huido!.)ro que
la defendía, contestó que estriba dispuesto á luchar
á todo t r a n c e en defensa de su b a n d e r a .
P o r fin, en la m a d r u g a d a del 3 de F e b r e r o , los i n -
gleses llevan el ataque á la plaza. S o r p r e n d i d a la
guarnición, se t r a b a u n a l u c h a d e s e s p e r a d a . La b r e -
— 35 —

cha (') por último es ocupada por los ingleses, los


que acto continuo se extienden por las baterías, t o -
mándolas á viva fuerza después de un combate h e -
roico en que rivalizan en b r a v u r a ambos c o m b a -
tientes.
Ruiz Huidobro que tan b i z a r r a m e n t e se había con-
ducido, queda prisionero con el resto do sus tropas y
Auchmuty hace llamear sobre los muros do la muy
fiel y reconquistadora ciudad de Montevideo, el p a -
bellón de la Gran Bretaña.
Con las tropas inglesas que e n t r a r o n á Montevi-
deo, llegaron multitud de buques cargados do m e r -
caderías inglesas, desconocidas h a s t a entonces en
esta ciudad, debido ni sistema reslrictivo que E s p a ñ a
segara con sus colonias. Los comerciantes ingleses
atraídos por la fama do las rii|nozas de estos países,
no vacilaron en dirijirso á ellos, introduciendo m e r -
caderías, que fueron vendidas á buenos precios.
En aquella época se fundí') en Montevideo el primer
periódico que vio la luz pública en esta c i u d a d ; se
d e n o m i n a b a Lo. Estrella del Snd, destinado á hacer
conocer el estado de decadencia de la Metrópoli y í^io-f^"
p r o p a g a r entre el pueblo las ideas Ue la libertad. ¡¡¡§/'4
CAPÍTULO XV
SUMARIO—Kfccto causólo en Uñónos Aires par la toma c
Moüt-vifli'o — Kl cabildo abierto pidü y obtiene la
destitución del virey Sobromonto—LU\z¡m nuevos
refuerzos ingleses con Cmuftwl y Whitelocke —
Expedición sobre BiK'n:>á Aires—Desembarco en !a
Ensenada— Salida y derrota do Liniors — Los i 11 « J T ! * * —
SÍ'S atacan la plaza—El alcalde Alzupi wganh'.a la
delensa — Liniers vuelve á !a ciudad — (iloriosa de-
fensa do Buenos Aires—l.os injr!cs:*s son rechazados
— VYhiíeinoke capitula, y evacúa el Rio de la Plata
—Honores á Liniers—Les batallones do criollos.
La noticia de la toma de Montevideo por los i n g l e -

(') I)o la brecha que abrieron las 1 ropas inglesas en la parto


de las murallas que quedaba d<¡ndo ¡icitiahneutc se cruzan las
calles Caniacuá y Brecha, deriva el nombre de esta última calle.
— 36 —

ses, produjo en Buenos Aires u n movimiento popular


de indignación c o n t r a el Virey Sobremonte. Se c o n -
vocó acto continuo u n Cabildo abierto, v e r d a d e r a
Asamblea popular en aquellos tiempos y éste decretó
la deposición del A^irey, el que fué i n m e d i a t a m e n t e
a p r e h e n d i d o y e m b a r c a d o p a r a España.
«Desde el dia en que el pueblo de Buenos Aires
reunido en la Plaza pública, dice un ilustrado h i s t o -
r i a d o r a r g e n t i n o , exijió la destitución del Virey, y
desde que esta fué decretada, empezó á elaborarse
la g r a n revolución de la independencia que estalló
en 1810.»
En Mayo del mismo a ñ o , llegó el General W h i t e -
locke con su Estado Mayor y acto continuo a r r i b a -
ron las fuerzas del General Craufurd, reuniéndose así
en el Rio de la P l a t a todo el ejército inglés, destinado
á su conquista.
Whiteloclce, u n a vez incorporadas todas sus tropas,
resuelve apoderarse de la Capital del V i r e i n a t o y
m a r c h a h a c i a !a b a n d a occidental del P l a t a con un
poderoso ejército de 11,500 soldados.
El 28 de Junio se acercó el A l m i r a n t e inglés al
puerto de la E n s e n a d a y desembarcó alli al General
AVhitelocke y sus tropas. La v a n g u a r d i a inglesa al
m a n d o del General Gower llegó sin ser molestada
h a s t a Quilines, seguida de lejos por el grueso del
ejército invasor.
Liniers, que m a n d a b a la plaza de Buenos Aires, r e -
suelve salir al e n c u e n t r o de los ingleses con un ejer-
cí! o de 7,000 hombres y 53 piezas de artillería, p a r a
evitar que éstos pasasen el Riachuelo. Esta m e d i d a
inconveniente, tenía que dar funestos resultados.
' Los ingleses lo a t a c a n el 2 de de Julio, poniéndolo
en d e r r o t a y t o m á n d o l e a l g u n a s piezas de artillería y
en seguida se apoderan de los corrales del Miserere
(hoy Plaza 11 de Setiembre). La noticia de la d e r r o t a
de Liniers y la ausencia de éste en la Capital infundió
la a l a r m a y el pánico entre los defensores de Buenos
Aires; pero en aquellos momentos angustiosos se p r e -
senta el Alcalde don Martin de Alzaga, que con sin-
g u i a r e n e r g í a y valor organiza la defensa. El dia 3
e n t r a Liniers á la ciudad y asume el m a n d o .
En la m a ñ a n a del dia 5 los ingleses llevan el a t a q u e
á la plaza, defendida b i z a r r a m e n t e por las t r o p a s e s -
pañolas, é n t r e l a s que sobresalía el Batallón de P a -
tricios, compuesto de criollos y al m a n d o de Don
Cornelio de Saavedra. Durante este dia la l u c h a se
sostiene con empeño en ambos campos, consiguiendo
los ingleses algunas ventajas, a u n q u e con p é r d i d a s
considerables. Los defensores de Buenos Aires v u e l -
ven á conquistar las posiciones perdidas y lo l o g r a n ,
rindiendo al General Craufurd con los restos de su
columna,
La lucha continúa h a s t a el dia seis de Julio, con
éxito favorable p a r a los sitiados. No solo las t r o p a s
españolas combaten al i n v a s o r ; desde cada azotea y
desde cada casa los vecinos arrojan piedras, a g u a
hirviendo y cuanto e n c u e n t r a n á mano, sobre las
tropas inglesas, distiguiéndose h a s t a las mujeres en
esta lucha heroica.
El resultado de esta defensa, es el rechazo c o m -
pleto de los ingleses.
W h i t e l o c k e viéndose perdido, inicia los p r e l i m i -
nares de u n arreglo pacífico, que es aceptado por
Liniers y en consecuencia capitula el General i n v a -
sor, obligándose á r e e m b a r c a r sus tropas, d e s o c u -
pando á Montevideo y a b a n d o n a n d o p a r a siempre el
Rio de la Plata, que t a n fatal h a b í a sido á las a r m a s
británicas.
En cumplimiento de este arreglo, las tropas de
Whitelocke se r e t i r a n de estas playas y vuelve el
vireinato del Rio de la P l a t a á poder de sus primeros
conquistadores.
La corte española concedió á Liniers el g r a d o do
Mariscal y lo confirmó en el mando de estos p a í -
ses (*).

(") Don Santiago Laniers el liéroe de la reconquista y ven-


cedor en la defensa de Buenos Aires, se levantó en Cordoba.
— 38

La invasión inglesa dio á. los pueblos del Plata la


conciencia de su fuerza y demostró la decadencia de
la Metrópoli, que los había dejado a b a n d o n a d o s en
aquella heroica l u d i a . Los cuerpos de criollos que
lanío se distinguieron en la defensa de Buenos Aires,
fueron más tardo el principal apoyo do los r e v o l u -
cionarios cuando llegó ol momento histórico de s a -
cudir el .yugo de los conquistadores. Los ingleses que
en los primeros momentos habían entrado en n e g o -
ciaciones con los principales caudillos patriotas, bajo
la base de la independencia absoluta de estas c o l o -
nias, a b a n d o n a r o n estas ideas, pretiriendo q u e d a r
como conquistadores y dueños absolutos. E r r o r f u -
nesto, p a r a ellos, cuyos fatales resultados p a l p a r o n
en breve, pues tuvieron que a b a n d o n a r en d e r r o t a
el Rio de la P l a t a sin s a c a r provecho alguno de su
n i al 11 adada expcdició n.

CAPÍTULO XVI

SUMAKIo — La Revolución do Mayo—Campanas d¡.« la inde-


pondenm—Batalla dt» Ayacucho.

A consecuencia do las invasiones de los ingles-es


al Rio de la Plata, los elementos nativos so habían
a r m a d o en Buenos Aires, formando el lamoso r e -
gimiento de Patricios y otros cuerpos mandados
por hijos del país.
Las ideas revolucionarias contaban, pues, con
esto apoyo material p a r a cuando l l e g a r a el m o -
mento de sacudir el yugo del antiguo ivgimcn.
El 1.° de E n e r o do 1800, con motivo de h a b e r
t r a t a d o el partido español de s e p a r a r á Liniers del
mando del vireinato, los cuerpos de criollos bajo la
dirección superior de Saavedra, apoyaron la a u t o -

dospuós de iniciado el movimiento revolucionario de Moyo do


1810. Derroiady por los patriotas fué hecho prisionero con otros
jefes importantes y fusilado en la Qubca del Tigre.
rielad del virey y q u e d a r o n desde ese día dueños
absolutos de la fuerza pública, pues los cuerpos
españoles fueron disueltos.
En ese estado de cosas, llegó de E s p a ñ a don B a l -
t a s a r Ilidíilgo de Cisneros nombrado Virey del Río
de la Plata, en reemplazo de Liniers, con quien
debía concluir en tiempo no muy lejano el poder
español en Buenos Aires.
La llegada de Cisneros unió más á los patriotas
y las sociedades secretas que p r e p a r a b a n la r e v o -
lución, empezaron á t r a b a j a r activamente.
La ocupación do la P e n í n s u l a por las t r o p a s de
Napoleón, que había dado en t i e r r a con la secular
m o n a r q u í a española, sólo fué conocida en el Río de
la P l a t a en Mayo de 1810.
Al hacerse público este acontecimiento el p u e b l o
de Buenos Aires, apoyado por los cuerpos de la
g u a r n i c i ó n , pidió la cesación del Virey Cisneros y
la convocación de un Cabildo abierto, p a r a decidir
sobre los futuros destinos del vireinato.
El 23 de Mayo el Cabildo abierto declaró c a d u -
cada la autoridad del Virey y se procedió al n o m -
b r a m i e n t o de u n a J u n t a de Gobierno p a r a a d m i -
n i s t r a r el país.
El Cabildo nombró la J u n t a de Gobierno bajo la
presidencia del Virey y e n t r a n d o á formar p a r t e de
ella dos hijos del país.
El pueblo se creyó burlado, pues deseaba á todo
t r a n c e que Cisneros cesara de t e n e r mando alguno
y se presentó nuevamente pidiendo el n o m b r a m i e n t o
de o t r a J u n t a .
La agitación popular crecía, el ejército f r a t e r n i -
zaba con los revolucionarios, y ante la doble p r e -
sión de l a opinión y de la fuerza, el Cabildo n o m -
bre» u n a nueva J u n t a de Gobierno compuesta de
nativos, bajo la presidencia de don Cornelio S a a v e -
dra, formándola como vocales don Miguel Ascué-
naga, don Manuel Belgrano, don J u a n José Castelli,
don Manuel Alberti, don P e d r o Mateu y don J u a n
L a r r e a y como Secretarios don Mariano Moreno y
don J u a n José Passo.
Este suceso se verificó el 25 de Mayo de 1810,
fecha que desde entonces c o n m e m o r a n los pueblos
del Plata como el génesis de su emancipación p o -
lítica.
Instalada la J u n t a de Gobierno en Buenos Aires,
los ciudadanos que la componían t r a t a r o n de l l e -
v a r á todos los puntos del antiguo vireinato las
nuevas ideas, organizando al efecto expediciones
militares.
Ocampo y Balcarce, se dirigen al Alto P e r ú , hoy
República de Bolivia, d e r r o t a n d o antes en Córdoba á
Liniers, que se h a b í a levantado en a r m a s contra la
J u n t a . Bate Balearse en Suipacha á los realistas
y avanza h a s t a el Desaguadero. En este paraje es
derrotado por los españoles y el ejército de Buenos
Aires se r e t i r a á t e r r i t o r i o a r g e n t i n o .
El g e n e r a l clon Manuel Belgrano m a r c h a al P a -
r a g u a y é invade su t e r r i t o r i o , donde es batido por
los p a r a g u a y o s realistas que lo obligan á r e t i r a r s e
en d e r r o t a , dejando sin e m b a r g o en aquel pueblo el
g e r m e n de las ideas revolucionarias. Desde esa época
el P a r a g u a y quedó separado del antiguo vireinato,
constituyéndose más t a r d e en nación independiente.
La Banda Oriental secunda, como se verá después,
la revolución de Mayo, forzando á los realistas á
e n c e r r a r s e en los m u r o s de Montevideo.
Los ejércitos realistas del Alto P e r ú invaden el
t e r r i t o r i o a r g e n t i n o y son vencidos por Belgrado en
los combatas de las P i e d r a s , T u c u m á n y Salta, lo
que decide á este g e n e r a l á e m p r e n d e r de nuevo la
ofensiva.
Los españoles baten á los a r g e n t i n o s en las j o r -
n a d a s de Vilcapujio y Ayohuma y n u e v a m e n t e el
Alto P e r ú queda por aquellos. En 1815 Rondeau, es
derrotado en Sipe-Sipe, con cuya batalla queda defi-
nitivamente separado aquel país de la u n i ó n a r -
gentina.
En la batalla de Sipe-Sipe formaba p a r t e del
— 41 —

ejército independiente el Regimiento n ú m . 9 de


línea compuesto de orientales bajo el mando del
coronel don Manuel Vicente Pagóla. Deshechos los
batallones argentinos, el Regimiento núm. 9 se r e t i -
r a b a en formación, cuando recibe orden de R o n -
deau p a r a a t a c a r al enemigo que avanzaba v i c t o -
rioso. P a g ó l a m a n d a volver caras á su valiente
regimiento que siembra la m u e r t e y el espanto e n -
t r e los realistas; pero a t a c a d o por fuerzas s u p e r i o -
res cede al fin el campo, dejándolo cubierto de
cadáveres.
P e r d i d o el Alto P e r ú , el g e n e r a l a r g e n t i n o don
José de San Martín organiza en Mendoza un nuevo
ejército, con el que atraviesa los Andes gigantescos,
y en las gloriosas j o r n a d a s de Chacabuco y Maipú
vence al poder español, independizando á Chile.
Expediciona en seguida al P e r ú y á los destellos
de su espada victoriosa sur je u n a nueva nacionalidad
independiente.
Simón Bolívar, después de h a b e r luchado por la
libertad de Venezuela, Nueva G r a n a d a y Quito, y
fundado la República de Colombia, viene en a u x i -
lio del P e r ú , donde los españoles habían r e c o n c e n -
t r a d o sus más poderosos elementos de acción. Rio
Bamba, Pichincha y Junin ven victoriosas las a r m a s
independientes, y por último el g e n e r a l colombiano
Antonio José de Sucre libra el 9 de Diciembre de
1824 la memorable batalla de Ayacucho, donde o b -
tiene u n a expléndida victoria con la que concluye
la dominación española en este continente.
E n Ayacucho, según la bella expresión del h i s -
t o r i a d o r de Belgrano y San Martín el General don
Bartolomé Mitre, catorce generales españoles con
todos sus jefes y oficiales rindieron su espada ante
la soberanía de un nuevo mundo republicano.
CAPÍTULO XVII

SUMARIO — La Banda. Oriental—Sublevación general del país


—Viera y Bonavídez—Artigas se pone al frente del
movimiento—Combate do San José—Batalla de las
Piedras—Buenos Aires manda refuerzos id mando
de Hondean—Sitio de Montevideo—Armisticio— Las
tropas argentinas se retiran—Invasión de Jos portu-
gueses—kriiigracio:) del pueblo oriental—El gaucho
en las luchas de la independencia.

El movimiento revolucionario realizado en B u e -


nos Aires el 2 5 de Mayo do 1 8 1 0 tuvo eco en a l -
g u n a s poblaciones de la Banda Oriental; en M a l -
donado y Bolón algunos p a t r i o t a s se a d h i r i e r o n á
él. El 2 8 de F e b r e r o de 1 8 1 1 Pedro José Xiera y
Venancio Benaxldez- lanzan el grito do libertad desde
las m á r g e n e s del Arroyo de Asencio y se opoderaron
en seguida de la Capilla Nueva, hoy ciudad de M e r -
cedes.
DON JOSÉ GIÍRVASIO A R T I G A S , oficial de g r a n p r e s -
tigio en la c a m p a ñ a oriental, a b a n d o n a el servicio
de E s p a ñ a y se p r e s e n t a en Buenos Aires, donde
e n c u e n t r a u n a acojida simpática. Investido por la
J u n t a Revolucionaria con el g r a d o do Teniente C o -
ronel de Blandengues, sale do aquella capital y des-
embarca el 7 de Abril de 1 8 1 1 en la Calera de las
Huérfanas, costa de la Colonia.
A la voz mágica de libertad los h a b i t a n t e s de la
c a m p a ñ a acuden presurosos á r o d e a r á Artigas que
es aclamado como caudillo de los orientales.
Manuel Francisco Artigas, h e r m a n o de éste, se s u -
bleva en Maldonado, secundado por Machado, P i -
mienta y oíros ciudadanos. (1)

(1) Para esta hueste inquieta y disciplinada á medias, em-


pezaban recién, como para los demé.s. los tiempos heroicos.
1 a fuerza do la ofti revolucionaria debía empujar ;'t la mi-
licia de Manuel Francisco Artigas, compuesta de ñeros mon-
taraces de los esteros de Maldonado y de la Sierra de las
Animas, hasta las zonas del setentrión y hasta el trópico,
— 43 —

Félix y Fructuoso Rivera l e v a n t a r o n el pendón


de la libertad en las m á r g e n e s del Yí; Manuel Ar-
tigas y J u a n Antonio Lavalleja en Minas, J o r g e
Pacheco en P a y s a n d ú , F e r n a n d o Torgués en el
P a n t a n o s o , y Vázquez, L a g u n a , Garc'a Zúñiga, B a -
sualdo, V a r g a s y otros en distintos puntos del t e -
rritorio y en pocos días la chispa revolucionaria
cundía por toda la Banda Oriental.
Robustecidas de este modo las huestes p a t r i o -
tas, emprenden operaciones, Benavidez y Baltazar
V a r g a s rinden en el Colla u n a fuerza realista y b a -
ten otra en el Paso del Rey del Río San José. El
26 de Abril se apoderaron los patriotas de la Villa
de San José, donde es vencida otra fuerza española
que la ocupaba.
En esta acción murió el bravo oñcial don M a n u e l
Artigas, primo h e r m a n o del g e n e r a l de este apellido
y a y u d a n t e del General Belgrano en la c a m p a ñ a del
P a r a g u a y . Este distinguido y culto oficial tenía,
según un ilustrado escritor nacional, además de
su valor, el prestigio de su apellido p r o n u n c i a d o
con respeto por todas las bocas en aquellos años
tumultuosos, desde las costas del P l a t a h a s t a las

envuelta en un torbellino de fuego y de gloria pero y a


transformada de simple milicia en legión aguerrida bajo el
comando del coronel don Manuel Álcente Payóla.
Los centauros bravios que habían salido de sus pagos como
escondidos en los lomos entre crines y melenas, de mirar
soberbio y tuerte aliento de libertad salvaje, se convirtieron
en fusileros, granaderos y volteadores: á la sombra de su
bandera, que hecha girones cuelga hoy de las bóve tas de u n
templo, cruzaron comarcas y soledades, ungiendo con su
sangre j u n t o á sus hermanos, la redención de un continente,
y al liu cayeron exterminados por el ¡domo y el sable (míos
campos de fc}ipe-Sipo legando ejemplo perdurable de honor
y de bravura militar.
liste fué el destiuo de la hueste de Manuel Francisco Artigas
y ese el íin glorioso del regimiento número 9 de línea.—
'Eduardo Aceoedo Díaz.— I S U U Í L .
— 44 —

raás lejanas fronteras, como el de u n h o m b r e activo,


capaz de las empresas más audaces. (1)
P o r decreto del Gobierno de Buenos Aires se r e -
solvió que su nombre fuera inscripto en la P i r á -
mide de Mayo que se alza en la Plaza Victoria de
aquella capital, lo que no se llevó á efecto.
El 18 de Mayo de 1811 libra Artigas la batalla de
las Piedras, c o n t r a u n a fuerza respetable de a r t i -
llería é infantería española y las a r m a s de la p a t r i a
vuelven q u e d a r triunfantes. Después de la victoria
de las P i e d r a s que fué e n t u s i a s t a m e n t e c e l e b r a d a
en Buenos Aires, el gobierno de esta capital m a n d a
refuerzos importantes p a r a seguir la lucha, n o m -
b r a n d o á Rondeau jefe superior de las fuerzas r e v o -
lucionarias.
Estas ponen sitio á Montevideo, pero á los pocos
meses celebra el Gobierno de Buenos Aires u n a r -
misticio con Elío, g o b e r n a d o r de la plaza y las t r o p a s
de Buenos Aires a b a n d o n a n el t e r r i t o r i o o r i e n t a l .
La causa principal de esta suspensión de h o s t i l i -
dades fué la noticia que recibió en Buenos Aires de
que u n poderoso ejército p o r t u g u é s estaba p r ó x i m o
á e n t r a r al t e r r i t o r i o oriental p o r a socorrer á los
realistas españoles.
Artigas era contrario á la celebración del a r m i s -
ticio que dejaba a b a n d o n a d o s á la v e n g a n z a de los
realistas á los h a b i t a n t e s de la B a n d a Oriental que
se habían sublevado en t o d a la c a m p a ñ a . Una vez
celebrado aquél, resuelve e m i g r a r , y el pueblo o r i e n -
t a l , sin distinción de sexos y edades, lo a c o m p a ñ a
en su e m i g r a c i ó n . Los orientales prefieren a b a n d o -
n a r el suelo querido de la p a t r i a , antes que verse
otra vez bajo el dominio de los españoles.
A r t i g a s y el pueblo que lo acompañaba, se t r a s l a -
d a r o n al Salto, y desde allí p a s a r o n á establecerse
á la costa del Ayui, provincia de E n t r e - R í o s , espe-

(1) Eduardo Acivedo Diaz.


rancio que llegaría el día de volver á aspirar las 1

brisas de la t i e r r a natal.
Don Clemente L. F r e g e i r o en u n notable estudio
histórico que lleva por título: El éxodo del pueblo
oriental, describe la emigración e x p o n t á n e a del
pueblo en aquella época azarosa.

Tres razas principales poblaban esta zona de A m é -


r i c a al iniciarse los p r i m e r o s movimientos revolu-
cionariosde estos países.
E n p r i m e r t é r m i n o , la de los españoles, que h a b í a
conquistado el Nuevo Mundo y que se creía d u e ñ a
y señora del suelo a m e r i c a n o , que ocupaba todos
los puestos públicos, así políticos como militares y
que como desde los p r i m e r o s días del descubri-
miento g o b e r n a b a á título de conquistadora.
Otra la formaban los criollos, hijos de españoles,
pero nacidos en el suelo de América y que h a b i -
t a b a n las ciudades y los campos, sin gozar de d e -
rechos y viviendo como extraños en el suelo que
vieron la luz.
Y por último la raza indígena, descendiente de
aquellos bravos c h a r r ú a s que después de luchas
seculares, m a n t e n í a n a u n su dominio sobre u n a
g r a n parte del país.
A pesar de los escasos y tardíos medios de comu-
nicación con las naciones del a n t i g u o continente,
las nuevas ideas nacidas al calor de los g r a n d e s
principios-proclamados por la Revolución francesa
de 1789, iban haciendo camino entre los habitantes
de las ciudades platenses, de origen español, pero
nacidos en el suelo de América, p a r a estallar
cuando l l e g a r a el momento histórico de la r e v o l u -
ción que venia elabarándose por las sociedades
secretas fundadas en E u r o p a por Miranda y que
debía hacer s u r g i r nuevas naciones libres é i n d e -
pendientes en el vasto continente a m e r i c a n o .
Los h a b i t a n t e s de los campos, por el contrario, se
h a l l a b a n aislados de todo t r a t o que no fuera con
los indígenas y la n a t u r a l e z a primitiva del desierto.
El gaucho ó tupamaro (1) e r a su r e p r e s e n t a n t e
legítimo.
Sin medios de civilización, agitando su vida s e m i -
salvaje en la soledad de nuestros campos, l u c h a n d o
día á dia con los rigores de la naturaleza ó con
los animales feroces que poblaban los espesos m o n -
tes de la c a m p a ñ a , el g a u c h o sin más horizontes
que los que limitaban nuestras altas cuchillas, l i b r e
y feliz en el medio que lo rodeaba, llevaba u n a
vida t u r b u l e n t a ó t r a n q u i l a , según los móviles que
lo g u i a r a n en medio del desierto.
Habituado á la vida libre, gánete sobre bravio
corcel, cruzaba nuestros campos sin miedos en el
corazón y siempre dispuesto á c o r r e r t r a s los a z a r e s
de la c a m p a ñ a en la lucha por la existencia.
El gaucho no r e n d í a vasallo,]e á nadie, iba y
venía según su capricho y en medio de la soledad
de los campos se creia dueño y señor del suelo que
habitaba.

Los primeros movimientos revolucionarios que


a g i t a b a n las cabezas soñadoras de los h o m b r e s de
las ciudades, lo hallaron en esta situación y á la voz
m á g i c a de libertad, corrió á e n g r o s a r las lilas de l o s
que l u c h a b a n por la emancipación política de estos
países.
Sin más armas que hojas de tijeras ó de cuchillos
enastados en cañas de t a c u a r a y viejas c a r a b i n a s
casi inservibles, ó agitando otras veces el lazo y las
boleadoras, el gaucho oriental se batía brazo á brazo
con los antiguos tercios españoles en las p r i m e r a s
j o r n a d a s de la revolución, y más t a r d e cuando la d i -
plomacia, la i n t r i g a y la ambición t r a í a n sobre el
territorio oriental u n a formidable invasión e x t r a n -

(1) So Humaba tupamaros á los criollos, por sus ideas - r e v o

lucionarias; traía su origen esle nombro del famoso 'fupaC


Amarú, que á íines del siglo pasado se sublevó en l Perú e

contra los españoles.


j e r a , el gaucho corre presuroso á a g r u p a r s e bajo la
b a n d e r a tricolor, la vieja b a n d e r a de Artigas, y en
cuatro años de lucha gigantesca se bate con los p o -
derosos cyórciíos de Lecor, de Abren, de Silveira y
do Curado, d e r r a m a n d o su s a n g r o g e n e r o s a en cien
combates y «mostrando al m u n d o que j a m á s la
planta del extranjero profana el suelo do l a p a t r i a
en son de g u e r r a y de conquista sin que un r e -
guero de s a n g r e propia 6 e x t r a ñ a señale sus p a -
sos.» ( 1 )
El gaucho oriental corrió t a m b i é n presuroso á r o -
dear sn vieja b a n d e r a cuando flameó n u e v a m e n t e
en las playas do la Agraciada, d e m o s t r a n d o su b r a -
v u r a en las inmortales j o r n a d a s del Rincón, do S a -
r a n d í y do Ituzaingó, p a r a después do t e r m i n a d a
la lucha, volver oirá vez á la vida de los campos,
sin a m b i c i o n e s y sin otro deseo que recorrer, como
antes, sobre sus fuertes corceles, las campiñas de
la p a t r i a que a c a b a b a n do fundar con el esfuerzo
de su indomable valor y r u d a constancia.
lís este elemento, principalmente, que vamos á
ver figurar en las lecciones siguientes, acaudillado
por el primer jefe de los orientales, el General don
José Gervasio Artigas primero, y después por L a -
valleja y Rivera cuando fué necesario -trozar las
cadenas do la dominación extranjera.

CAPÍTULO XY1II

SUMARIO — I,os portugueses se retiran—Xuovo sitio de Mon-


tevideo por los patriotas—Batalla del Cerrito—KA rr.i-
tea asumo el mando do los tftindwess—Sublevación
en el campo sitiador— San-atoa es depuesto—Arti-
gas y los orientales concurren al sitio.

P o r el armisticio celebrado por el Gobierno de


Buenos Aires con Ello, se estipulaba que las tropas
p o r t u g u e s a s se r e t i r a r í a n á su territorio; sin c m -

(1) Carlos María'Reuniré;. ARTIGAS.


— 48 -

b a r g o estas p e n e t r a r o n en la B a n d a Oriental y sé
e n s e ñ o r e a r o n de los campos.
Artigas, viendo profanado el suelo de la patria,
los hostilizó vivamente.
El gobierno de Buenos Aires que deseaba r e n o v a r
el asedio de Montevideo, logró celebrar u n t r a t a d o
con la corte p o r t u g u e s a p a r a el retiro de las t r o -
pas de esta nación, y como consecuencia de él, los
portugueses a b a n d o n a r o n la B a n d a Oriental.
Una vez a b a n d o n a d a ésta por los portugueses
las tropas de Buenos Aires en unión con los ele-
mentos de acción que h a b i a conservado Artigas,
r e p a s a n el Uruguay.
El 20 de Octubre de 1812 Ronclcau se p r e s e n t a á
l a vista de Montevideo formalizando el sitio que
desde el 1.° del mismo mes h a b i a establecido el
p a t r i o t a oriental Culta.
El resto del ejército de Buenos Aires bajo el mando
superior de Sarralca se dirigió á reforzar el sitio de
Montevideo, seguido de cerca por Artigas, que á
causa de algunas desavenencias se había separado
de las t r o p a s a r g e n t i n a s .
Nuevos refuerzos recibidos por los realistas de
Montevideo, decidieron á éstos á a v e n t u r a r u n a s a -
lida antes que llegase el resto del ejército revolu-
cionario, y en la " m a d r u g a d a del 31 de Diciembre
salió el g o b e r n a d o r Yigodet á la cabeza de u n a
fuerte c o l u m n a de las tres a r m a s , sorprendiendo
las g u a r d i a s avanzadas de los sitiadores y a v a n -
zando r e s u e l t a m e n t e h a c i a el Cerrito, donde R o n -
deau h a b í a concentrado sus tropas.
Los realistas logran apoderarse de l a cumbre
del Cerrito, después de h a b e r desalojado de ella á
Soler que con fuerzas importantes la defendía; la
victoria p a r e c í a sonreír á aquellos, cuando R o n d e a u
viendo descender sus tropas en desorden, se pone
á la cabeza del batallón núin. 6 y c a r g a á la b a -
yoneta, empeñándose un reñidísimo combate que
t e r m i n a con la completa d e r r o t a de los realistas.
Tal fué la batalla del Cerrito de l a Victoria l i b r a d a
— 49 —

el 31 de Diciembre de 1812, y en la que los espa-


ñoles sufrieron un serio contraste.
El 16 de Enero siguiente se incorpora S a r r a t e a
á los sitiadores t o m a n d o el m a n d o en jefe. Artigas,
que le seguía de cerca, acampó con su gente en
Santa Lucía chico.
S a r r a t e a era u n militar improvisado que venía á
recoger los laureles adquiridos por Kondeau y
otros jefes de valer, así que su llegada fué r e c i -
bida con disgusto en el campo sitiador.
P o r otra parte, e r a necesario que Artigas con su
i m p o r t a n t e ejército viniera á reforzar las líneas s i -
t i a d o r a s , lo que no se conseguiría m i e n t r a s S a r r a -
tea tuviera el mando superior.
El 20 de F e b r e r o estalló en el campamento del
Cerrito u n a sublevación militar apoyada por Ron-
deau, Vedia y otros jefes importantes y secundada
por Artigas que en previsión de ella, había hecho
avanzar fuerzas p a r a robustecer el m o v i m i e n t o .
Como resultado inmediato de este, S a r r a t e a tuvo
que a b a n d o n a r el mando supremo embarcándose
p a r a Buenos Aires, e n c a r g a n d o de él á Hondean.
Cinco dias después de este suceso, se celebraba
con dianas y salvas en el campo sitiador, la llegada
de Artigas y sus divisiones de orientales, que v e -
nían á compartir con sus h e r m a n o s los azares de la
guerra.
CAPÍTULO XIX
SUMARIO — Artigas organiza el gobierno provincial-Envía
sus diputados al Congreso General y son recha-
zados—Instrucciones de 1813—Nuevas tentativas
para organizar el país—Reunión de la Asamblea
Provincial bajo la presidencia de Rondeau—Arti-
gas so separa de la obediencia de Buenos A i r e s -
Decreto de proscrición contra Artigas—Esto se de-
clara en abierta rebelión y subleva las provincias
do Entre-Kíos y Corrientes—AIvear toma el mando
de las tropas sitiadoras—Capitulación de Monte-
video.
La Banda Oriental, con excepción d é l a plaza de
Montevideo estaba en poder de las armas patriotas
— 50 —

y Artigas trató de dar al país u n a a d m i n i s t r a c i ó n


regular.
Con este objeto convoco en su campo á los h o m -
bres más importantes y se acordó por ellos la i n s -
talación del Gobierno provincial el 5 de Abril do
1813, designando á A Higas p a r a Gobernador y C a -
pitán General de la Provincia, acordándose t a m -
bién enviar diputados a l a Asamblea Constituyente
r e u n i d a en Buenos Aires.
Estos diputados p a r i i e r o n p a r a la capital, llevando
las instrucciones precisas por las cuales la P r o v i n -
cia Oriental e n t r a r í a á formar p a r t e de las demás
del Pío de la Plata.
Estas instrucciones poco conocidas lias ta el año
de 1870, que se e n c o n t r a r o n en el Archivo «lo la
Asunción del P a r a g u a y cuando esta ciudad fué ocu-
p a d a por las tropas aliadas, a s e g u r a b a n la a u t o n o -
mía provincial d é l a Banda Oriental y estaban cal-
cadas sobre Jos más liberales principios políticos.
El Congreso reunido en Buenos Aires a pretexto
de que los diputados orientales habían sido elegi-
dos por Artigas, no l o s . admitió por decreto do 11
de Junio de 18Í3 y la provincia quedó sin r e p r e -
sen i ación en aquél Alto Cuerpo.
El asedio do la plaza c'e Montevideo c o n t i n u a b a
estrechándose apesar do los refuerzos rjito habían
recibido los realistas y lodo hacía prever que
pronto la ciudad sitiada caería en poder d o l o s p a -
triotas.
Jteses después do la instalación del primer C o n -
greso oriental, el general líondeau convocó al país
á elecciones, las que se celebraron en Noviembre de
181:>. listo Congreso se r e u n i ó el 8 de Diciembre de
18.13 en la Capilla dei Niño Jesús, en el Migueiete,
bajo la presidencia tío líondeau.
Esto disgustó á Artigas, pues por el hecho de p r e -
sidir líondeau el Congreso Oriental, se desconocía
el carácter de Gobernador y Capitán General de la
Provincia que aquél investía, de acuerdo por lo
resuelto por la Asamblea do Abril.
— 51 —

Este hecho, el rechazo de los diputados en el Con-


g r e s o Constituyente de Buenos Aires, y algunos
avisos de que algo malo se t r a m a b a contra su p e r -
s o n a , lo decidieron á separarse de la obediencia del
Directorio de Buenos Aires.
El 20 de Enero de 1814 a b a n d o n a b a Artigas el
c a m p o sitiador, retirándose con todas sus tropas de
orientales.
Al t e n e r conocimiento de estos sucesos, el Direc-
torio de Buenos Aires expide con fecha 11 de F e -
b r e r o de 1814 un decreto por el que declara á A r -
t i g a s inferné, privado de sus empleos y fuera de l a
ley, poniendo á precio su cabeza.
Artigas se p r o n u n c i a entonces en a b i e r t a g u e r r a
c o n t r a el Directorio y se dirige al Norte del Rio
Negro, dejando al Comandante Fructuoso R i v e r a
con u n a columna en observación de las tropas de
Buenos Aires.
Él por su p a r t e responde al reto lanzado por el
Directorio, sublevando las provincias de E n t r e - R í o s
y Corrientes.
E n t r e t a n t o el asedio de Montevideo tocaba á su
t é r m i n o . En Mayo de 1814 el General clon Carlos Ma-
ría deAlvear se recibe del m a n d o supremo del
ejército sitiador y el 23 de J u n i o se e n t r e g a la plaza
de Montevideo, mediante u n a capitulación.
Con la caída de Montevideo, concluye p a r a s i e m -
p r e la dominación española en el P l a t a .

CAPÍTULO XX

SUMARIO—Guerra civil entre porteños y orientales—Derrota


de Torgués—Rivera bate una división de Alvear —
Torgués es nuevamente derrotado en Marmarajá —
Batalla decisiva de Guayabos y evacuación de Mon-
tevideo—Las tropas orientales entran á esta ciudad.

Dueñas las tropas de Buenos Aires de la plaza de


Montevideo, dirijieron su atención al campo de los
orientales.
— 52 —

H a b í a concluido la g u e r r a c o n t r a los realistas é


i b a á empezar la g u e r r a entre porteños y orientales.
Defendían estos la a u t o n o m í a de su provincia n a t a l
c o n t r a los propósitos absorbentes del Directorio de
Buenos Aires.
Artigas al tener conocimiento de la caída de M o n -
tevideo, r e c l a m a su e n t r e g a , pero sin éxito. Torgués
que se había acercado con ese propósito, es s o r p r e n -
dido cerca de las P i e d r a s por las tropas de Alvear,
dispersándosele la gente que lo a c o m p a ñ a b a .
Un nuevo combate tuvo l u g a r poco después al n o r t e
del Yí, saliendo d e r r o t a d a s por Rivera las tropas de
Alvear.
E n Octubre vuelve á ser sorprendido y d e r r o t a d o
Torgués en M a r m a r a j á y la g u e r r a c o n t i n ú a con éxito
diverso hasta el 10 de Enero de 1815 en que las t r o -
pas de Buenos Aires al mando del coronel don M a -
nuel Dorrego, son completamente d e r r o t a d a s por la
división que m a n d a b a el c o m a n d a n t e don Fructuoso
R i v e r a en los campos de Guayabos.
L a batalla de Guayabos decide á los porteños á
e v a c u a r la B a n d a Oriental y la plaza de Montevideo,
la que es ocupada definitivamente el 27 de F e b r e r o
del mismo año por las tropas orientales al mando de
Torgués, comisionado por Artigas á este efecto.
Este suceso llenó de júbilo á l o s orientales que d e s -
pués-de t a n t a s visicitudes e n t r a b a n en el pleno goce
de su independencia provincial.
Artigas, a u n q u e preocupado en sostener la g u e r r a
con el Directorio, no descuidaba los intereses p e r m a -
nentes de la P r o v i n c i a Oriental y entre otros decretos
importantes, promulgó con fecha del 10 de Setiembre
de 1815 un Reglamento Provisorio de la P r o v i n c i a
Oriental.
Artigas, u n a s veces proclamado ilustre y benemé-
rito jefe de los orientales, otras fulminado y puesto
fuera de la ley por los gobiernos que se sucedían con
frecuencia en Buenos Aires, consiguió restablecer la
tranquilidad en su provincia.
En el año 1816 si bien no se había estipulado la paz.
— 53 —

las hostilidades e n t r e Artigas y el Gobierno central


e s t a b a n en suspenso y la B a n d a Oriental iba r e s t a u -
r a n d o lentamente las fuerzas casi a g o t a d a s en más de
cinco años de lucha.

CAPÍTULO XXI

SUMARIO—Tendencias que se disputaban el predominio en


la política—Prestigio de Artigas — El protector de
los pueblos libres —La diplomacia do Buenos Aires
— Su complot para concluir con Artigas — La inva-
sión portuguesa —Artigas se prepara á la l u c h a -
Andrés Artigas invade las Misiones—Combates de
Ibiracoy y Carumbé — Invasión de Lecor —Ejército
portugués—Batallas de India Muerta, Potreros de
Arapey y Catalán — Lecor entra á Montevideo —
Continuación de la lucha —Artigas invade el Rio
Grande —Batalla de Santa María—Combate de Ta-
cuarembó— Artigas se retira á Corrientes — Rivera
continúa la lucha — Artigas en Corrientes y Entre-
Rios— Defección de Ramírez — Artigas se asila en el
P a r a g u a y — Sus futimos años y su muerte.

Desde el principio de la revolución, dos ideas


opuestas se disputaban el predominio en el gobierno
de las P r o v i n c i a s Unidas del Rio de la P l a t a , como
se l l a m a b a n entonces estos países.
Una de estas ideas exclusivamente centralista, p r e -
t e n d í a h a c e r de Buenos Aires, la v e r d a d e r a directora
de todas las provincias, g o b e r n á n d o l a s por medio de
sas delegados ó de m a n d a t a r i o s que respondiesen en
u n todo al Directorio que residía en aquella capital.
La o t r a idea, pretendía la descentralización, es
decir, que c a d a P r o v i n c i a n o m b r a r a los m a n d a t a r i o s
de su confianza ó de su agrado, conservando sin e m -
b a r g o un gobierno g e n e r a l que dirijiese todo el país,
que de este modo estaría unido p a r a el caso de t e n e r
que repeler u n a agresión e x t r a ñ a .
Esta última idea tenía su r e p r e s e n t a n t e a r m a d o en
el General Don J O S É GERVASIO ARTIGAS, Jefe de los
— 54 —

Oriéntalos y P r o t e c t o r de las Provincias, de E n t r e


RÍOS, Corrientes, S a n t a - F é y Córdoba. (*)
Como las ideas que sostenía Artigas e r a n del a g r a -
do de los pueblos, su prestigio en las P r o v i n c i a s e r a
inmenso y el Directorio de Buenos Airas, t e m í a que
l l e g a r a n hasta esa Capital triunfando á la vez en t o -
das las Provincias Argentinas, lo que equivalía á la
r u i n a de aquel gobierno.
Buscó entonces, destruir á Artigas y á ese fin r e s -
pondieron las distintas invasiones llevadas á las p r o -
vincias por las tropas de Buenos Aires, las que fueron
batidas en todos los combates que sostuvieron con las
fuerzas artiguistas.
El Protector de los pueblos libres, como se le l l a -
m a b a entonces á Artigas, contaba con el concurso
decidido de los pueblos á quienes defendía en n o m b r e
de su autonomía, contra el poder centralista de Bue-
nos Aires.
Buscóse entonces u n medio que se consideró eficaz
p a r a destruir el poder formidable de Artigas, l a n -
zando sobre la provincia oriental u n a poderosa i n v a -
sión extranjera. No i m p o r t a b a al Directorio de B u e -
nos Aires sacrificar á u n a provincia h e r m a n a ; quería
concluir á t o d o t r a n c e con A r t i g a s , que defendía con
b r a v u r a y constancia los derechos de los pueblos a r -
gentinos que aspiraban á ser autónomos y libres.
P o r medio del Ministro Manuel José García, a c r e -
ditado ante la corte p o r t u g u e s a que residía en Rio
J a n e i r o , se convino en concluir con el poder de A r -
tigas por medio de una invasión que debía a p o d e -
r a r s e de la Banda Oriental, la que se realizó en Agos-
to de 1816.
Artigas que con a n t e r i o r i d a d tenía noticíasele la
proyectada invasión, formuló su plan de defensa del

(') En el Museo nacional existe u n a espada regatada por la


Provincia de Córdoba á Árticas. En la vaina tiene la siguiente
inscripción: «Córdoba en sus primeros ensayos ú su Protector
el Inmortal General don José Artigas 1813»; —en la hoja dice
-Córdoba independiente á su protector».
— DO —

t e r r i t o r i o patrio, iniciando á la vez u n a c o n t r a - i n v a -


sión á las Misiones Orientales y al territorio de Pao
G r a n d e , p a r a batir las tuerzas portuguesas que a m e -
n a z a b a n invadir por la frontera de Rio P a r d o .
En Setiembre de 181G, cuando ya las fuerzas p o r -
guesas al mando de Lecor habían invadido por el
Este, Andrés Artigas, indio misionero y g o b e r n a d o r
de las Misiones Occidentales, conocido en la historia
con el nombre de Andresito, invade el t e r r i t o r i o de
las Misiones Orientales en combinación con Artigas
y los jefes Y e r d u m y Sotelo. Andresito se dirijió con
u n a columna de 2,000 hombres á sitiar á San Borja.
A este paraje acudieron con fuerzas superiores los
portugueses y el 3 de Octubre, Andresito es derrotado
por Abreu, viéndose obligado á repasar el Uruguay.
V e r d u m se había i n t e r n a d o en ei territorio b r a s i -
lero de Rio Grande y se hallaba en Ibiracoy, donde
fué alcanzado y batido por el jefe portugués Mena
Barreto el 1 9 de Octubre.
El general Artigas que h a b í a pasado el Cuareiin,
esperando el resultado de la invasión de Andresito,
es sorprendido en su campamento de Carumbé el 27
del mismo mes y derrotado completamente.
Con estos contrastes terminó la p r i m e r a c a m p a ñ a
de Misiones en la que la raza indígena que en su casi
total dad f o r m á b a l a s divisiones de Andresito y V e r -
dum, d e r r a m ó su s a n g r e generosa en defensa de la
s a g r a d a causa de los Orientales.
E n Agosto de 1 8 1 0 las fuerzas do Lecor se habían
apoderado de Santa Teresa, en tanto que las divisio-
nes de Silvcira y Curado, amenazaban el t e r r i t o r i o
oriental por el Cerro-Largo y el Rio Cuarcim.
Las fuerzas invasoras con que la corte de Rio J a -
neiro m a n d a b a conquistar la Provincia Oriental, for-
m a b a n un poderoso ejército de más de 1 0 , 0 0 0 h o m -
bres de tropas escojidas, entre las que se c o n t a b a n
soldados veteranos que a c a b a b a n de hacer en E u r o p a
las c a m p a ñ a s c o n t r a Napoleón.
Fructuoso Rivera salió al encuentro del ejército de
— 56 —

Lecor (*) compuesto de 5 á 6,000 soldados veteranos,


m i e n t r a s que Fernafido Torgués con poco más de 800
h o m b r e s avanzaba sobre Cerro-Largo en o b s e r v a -
ción de la columna de Silveira.
El 19 de Noviembre de 1816 el c o m a n d a n t e Rivera
al frente de 1,500 hombres de caballería casi todos,
l i b r a la acción de India Muerta c o n t r a la c o l u m n a
p o r t u g u e s a m a n d a d a por el General Pintos, la que se
componía de 1,400 infantes de tropas v e t e r a n a s , 500
soldados de caballería y 4 piezas de artillería. Los
soldados de Rivera se baten como leones d u r a n t e más
de dos horas, acuchillando y envolviendo el ala d e r e -
cha del ejército enemigo y causándole sensibles p é r -
d i d a s ; pero ante la superioridad del enemigo, se vén
obligados á r e t i r a r s e los patriotas, dejando en el
campo de batalla más de 300 hombres entre m u e r t o s
y heridos.
A pesar de este contraste, el c o m a n d a n t e Rivera
permaneció sobre la columna vencedora, con los r e s -
tos de su división, hostilizándola en la r e t i r a d a que
emprendió aquella buscando la incorporación de L e -
cor, que se h a l l a b a y a en Rocha.
Torgués por su p a r t e tuvo que r e t i r a r s e de C e r r o -
L a r g o al aparecer el ejército de Silveira que era m u y
superior en n ú m e r o al del jefe oriental.
En Enero siguiente, el Coronel Andrés L a t o r r e
avanza sobre los portugueses que estaban acampados
en las m á r g e n e s del Catalán. (")
La batalla se t r a b a con ardor y los orientales hacen
esfuerzos titánicos p a r a alcanzar la victoria; pero esta
se d e c l a r a por los invasores.
La batalla del Catalán que fué u n a de las más r e -

(") Artigas desprendió de su campamento á Rivera con unos


100 hombres para reunir las milicias de la campaña y oponerse
al avance de Lecor: en pocos dias reunió una fuerza conside-
rable .y con esos soldados improvisados libró la acción de India
Muerta.
(') Días antes Artigas había sido sorprendido y batido en los
potreros del Arapey.
ñidas y s a n g r i e n t a s de aquella campaña, postró el p o -
d e r militar de Artigas. Sin e m b a r g o este logró r e u n i r
nuevas fuerzas y c o n t i n u a r la lucha.
P a r e c í a que u n destino fatal perseguía al p a t r i o -
tismo oriental en aquella t r e m e n d a l u c h a ; sin e m -
b a r g o , el indomable espíritu de los orientales no se
abatía ante tantos reveses.
El ejército de Lecor libre, entre tanto, de enemigos
poderosos que p u d i e r a n detenerle el paso, se dirijió
h a c i a Montevideo, la que fué a b a n d o n a d a por las
pocas tropas orientales que la guarnecían. El 20 de
E n e r o de 1817 verificaba su e n t r a d a en esta ciudad
el general portugués y la b a n d e r a de P o r t u g a l e m -
pezó á flamear sobre los m u r o s de la capital de los
orientales.
L a lucha siguió sin embargo, a u n q u e con poco é x i -
to p a r a las a r m a s de Artigas y la resistencia del p u e -
blo oriental se prolongó por espacio de cerca de c u a -
t r o años. ( ' )
La estrella de Artigas se iluminó con vivos r e s p l a n -
dores á fines de 1819; reuniendo todas sus fuerzas se
lanza audaz sobre el t e r r i t o r i o de Rio Cxrande y el 14
de Diciembre consigue u n a brillante victoria sobre
el ejército portugués al m a n d o del Brigadier Abreu.
Esta victoria llamada de Santa María, reanimó u n
t a n t o el espíritu del Jefe de los Orientales.
Sin embargo, Artigas no pudo obtener g r a n d e s
ventajas de su victoria, pues con asombrosa rapidez
a v a n z a r o n sobre él numerosas fuerzas portuguesas,
obligándolo á p r e s e n t a r batalla el 22 de Enero de 1820
en la costa de T a c u a r e m b ó , en la que se vio forzado
á batirse con solo 2,000 orientales contra más de 4,000
portugueses.
E n la batalla de T a c u a r e m b ó los orientales fueron

(*) A pesar de su poderoso ejército, los portugueses solo erau


dueños del terreno que ocupaban. Rivera y sus compañeros
hostilizaban vivamente á las fuerzas que ocupaban Montevi-
deo, llegando hasta tenerlos sitiados en esta capital.
— 58 —

vencidos nuevamente, dejando ochocientos soldados


sobre el campo de batalla.
Con este combate, t e r m i n ó , puede decirse, l a g u e r r . a
de 1816 á 1820; Artigas tuvo que a b a n d o n a r el suelo
querido de la p a t r i a asilándose en la Provincia de
Corrientes; allí le esperaban nuevas decepciones, q u e
debían t e r m i n a r con su completa desaparición del
escenario político del P l a t a .
Rivera, á quien hemos visto aparecer oponiéndose
con b r a v u r a á la invasión portuguesa, continuó p o r
a l g ú n tiempo la lucha, (') sometiéndose por último á
los vencedores cuando todo estaba perdido. Este jefe
tuvo la gloría de ser el último oriental que envainó
s u espada ante la conquista extranjera, después de
c u a t r o años de incesante lucha.
Artigas consigue r e u n i r nuevas fuerzas en Corrien-
tes y en E n t r e - R i o s ; pero defecciona el jefe e n t r e r i a -
no Ramírez con quien tiene que l u c h a r en nuevos
combates.
Vencielo por último, busca un asilo en el P a r a g u a y
en Setiembre de 1820, concluyendo en esa fecha su
vida militar, p a r a vivir d u r a n t e 30 años en t i e r r a e x -
t r a ñ a . E n la aldea de Curuguatí, donde se le confinó
d u r a n t e la d i c t a d u r a de F r a n c i a , el bravo caudillo de
los orientales se dedicó á cultivar la t i e r r a . Sus esca-
sos recursos los r e p a r t í a entre los menesterosos, sien-
do de este modo el p a d r e de los pobres, después de
h a b e r sido el protector de los pueblos.
El 23 de Setiembre de 1850 y á la avanzada edad de
86 años falleció en las cercanías de la Asunción el
General don José Gervasio Artigas, fundador de l a
n a c i o n a l i d a d oriental, teniendo antes la satisfacción
de ver convertida en nación independiente á la p a t r i a
que tanto amó y por cuya autonomía y libertad luchó
en cien combates.

(*) Son do notar en ese tiempo, el combate del Paso de Cuello


y la famosa retirada del Rabón, dos hechos de armas que pro-
baron una vez más el temple y valor de los soldados orientales.
La Asamblea Nacional por Ley de 2 de Julio de 1883
m a n d ó erigir u n a estatua ecuestre al General Artigas,
c u y a estatua se colocará en el centro de la Plaza I n -
dependencia, de Montevideo. El pedestal de la estatua
s e r á de g r a n i t o de las P i e d r a s .
P o r ley de 17 de Setiembre de 1884 se declaró dia
de duelo nacional el 23 de Setiembre aniversario del
fallecimiento de Artigas.

CAPTÍULO XXII
SUMARIO — La Provincia Cisplalina — Primeras tentativas
para sacudir el y u g o extranjero — La cruzada de los
Treinta y Tres — Espontaneidad del movimiento —
Rivera cae prisionero y so asocia á la revolución —
25 de Agosto de 1825— Batallas del Rincón y Sarandí
— Buenos Aires interviene en la lucha—Rivera se
separa del ejército — Airear, jefe supremo — Inva-
sión al Rio Grande—Combate del Juncal — Batalla
de Ituzaingó— Episodio heroico de Oribe — Conti-
nuación de la campaña — Rivera, proscripto, se lanza
á las 'Misiones —Pasaje del Ibicuy y combate con los
brasileros — Rivera se apodera de las Misiones—Don
Pedio I y la Cisplatina — Tratado de paz—El Estado
Oriental convertido en Tsación soberana — Elección
de la Constituyente — Jura de la Constitución.

La P r o v i n c i a Oriental permaneció bajo el dominio


de P o r t u g a l p r i m e r o y después cuando el Brasil se
convirtió en nación independiente, siguió formando
p a r t e i n t e g r a n t e del Imperio, con el nombre de P r o -
vincia Cisplatina.
Los principales caudillos de la resistencia nacional
h a b í a n aceptado el nuevo orden de cosas. Rivera
n o m b r a d o jefe del Regimiento de Dragones de la
Unión y Lavalleja como su segundo, (*) servían á los

(") Los jefes y oficiales del Regimiento de Dragones de la


Unión eran en 17 de Diciembre de 1822: Fructuoso Rivera,
coronel: Juan Antonio Lavalleja. teniente-coronel: Bernabé
Saenz, mayor; Pedro Delgado, a y u d a n t e : Julián Laguna, Ma-
n u e l Lavalleja, Bernabé Rivera, Basilio Araujo, Servando Gó-
mez, etc.
— 60 —

conquistadores, aunque con la idea de que llegaría


el momento de sacudir el yugo de la servidumbre.
E n 1822, con motivo de la separación del Brasil de
l a corona de P o r t u g a l , muchos hombres i m p o r t a n t e s
creyeron llegado ese momento, pero las tentativas
que con tal motivo se hicieron no dieron el resultado
apetecido.
Juan Antonio Lavalleja que había j u g a d o u n rol
i m p o r t a n t e en los sucesos que se h a b í a n producido,
tuvo que e m i g r a r á Buenos Aires, donde, con otros
ciudadanos orientales residentes en aquella Capital,
concibió el proyecto de lanzarse á la lucha, e n a r b o -
lando la b a n d e r a de la libertad.
El 19 de Abril de 1825, al frente de 32 compañeros,
d e s e m b a r c a Lavalleja en la Agraciada, costa del Uru-
guay, b u r l a n d o la vigilancia de los cruceros b r a s i l e -
ros y sobre las a r e n a s de la p a t r i a j u r a n todos l i b e r -
t a r l a ó m o r i r en la empresa. La b a n d e r a con que
Lavalleja desembarcó en la Agraciada e r a tricolor, la
formaban tres fajas horizontales, con los colores azul,
blanco y punzó y en la faja b l a n c a el siguiente l e m a :
Libertad ó muerte. (*)
La empresa heroica de los T r e i n t a y Tres, hizo r e -
vivir el patriotismo de los Orientales y los viejos g u e -
r r e r o s que con Artigas habían defendido el suelo p a -
trio y d e r r a m a d o su s a n g r e generosa en la t r e m e n d a
lucha de 1816 á 1820, corrieron presurosos á a g r u -
parse bajo la b a n d e r a tricolor, símbolo de la n u e v a
p a t r i a que iban á conquistar con su esforzado valor y
acendrado patriotismo.
Rivera cae prisionero de Lavalleja á los pocos dias
de realizada la invasión y se alista bajo las b a n d e r a s
de sus compatriotas, prestando el valioso concurso de

(*) La bandera de los Treinta y Tres, que existe en el Museo


Nacional, se asanejaba á la que Artigas enarboló de 1815 á.
1820. La bandera de Artigas estaba formada por dos listas azu-
les horizontales y una blanca en el centro, atravesadas por
u n a faja punzó diagonalmente.
— 61 —

su valor y de su prestigio á la causa de los T r e i n t a y


Tres.
En poco tiempo la c a m p a ñ a oriental estaba en p o -
der de las tropas patriotas y los brasileros se e n c e -
r r a b a n dentro de los muros de la capital.
El 25 de Agosto de 1825 la Asamblea Nacional r e u -
n i d a en la Florida, en la que t o m a b a n asiento los más
esclarecidos patricios, declara nulos y de n i n g ú n v a -
lor todos los actos de reconocimiento, incorporación
y aclamaciones a r r a n c a d o s á los pueblos por la v i o -
lencia de los poderes intrusos de P o r t u g a l y el Brasil,
y declara asimismo á la Provincia Oriental, libre é
independiente de todo poder extranjero. Decreta al
mismo tiempo la misma Asamblea, en uso de su l i b e r -
tad, incorporada la P r o v i n c i a Oriental á sus h e r m a -
nas las Provincias Unidas del Rio de la P l a t a .
Los brasileros al t e n e r conocimiento de la invasión,
organizan fuerzas en el territorio de Rio Grande y
a v a n z a r o n á batir las tropas orientales.
El 24 de Setiembre, el General Rivera d e r r o t a c o m -
pletamente en el Rincón de Haedo u n a fuerte división
brasilera y en seguida m a r c h a buscando la i n c o r p o -
ración de Lavalleja.
Reunidos ambos jefes en las inmediaciones de Sa-
randí, aparece sobre ellos u n a importante columna
brasilera. Lavalleja m a n d a c a r g a r l a á la voz de cara-
bina á la espalda y sable en mano, y después de u n
reñido combate los orientales obtienen u n a completa
victoria.
La batalla de Sarandí l i b r a d a el 12 de Octubre de
1825, fué estruendosamente celebrada en Buenos A i -
r e s ; los orientales a c a b a b a n de p r o b a r que eran d i g -
nos de ser libres y que tenían el valor y la fuerza p a r a
conseguirlo.
Como consecuencia de las victorias del Rincón y
Sarandí, el Gobierno de las Provincias Unidas acepta
la incorporación de la Provincia Oriental y resuelve
enviar un ejército á a y u d a r á los p a t r i o t a s orientales,
ascendiendo por Ley del Congreso al r a n g o de b r i g a -
dieres á los generales Lavalleja y Rivera, p r e m i a n d o
de este modo sus eminentes servicios á la causa de la
libertad.
A fines de 1825 pasó el Uruguay el ejército a r g e n -
tino á las órdenes del general Martin Rodríguez,
a b r i e n d o sus operaciones en combinación con las
tropas orientales.
Serias diferencias que surgieron entre L a v a l l e j a y
R i v e r a , dieron mérito p a r a que éste recibiera órdenes
de presentarse al Gobierno de Buenos Aires, al mismo
tiempo que el General don Carlos María de Airear se
hacía cargo del mando supremo del ejército r e p u b l i -
cano.
Rivera se presentó en Buenos Aires donde fué r e -
cibido con simpatía el distinguido g u e r r e r o que o s -
t e n t a b a sobre sus sienes los laureles adquiridos en las
m e m o r a b l e s batallas del Rincón y Sarandi.
Las operaciones del ejército republicano siguieron
e n t r e t a n t o en la c a m p a ñ a oriental. Con el objeto de
h a c e r la g u e r r a en el territorio enemigo, el g e n e r a l
Alvear resolvió invadir la Provincia de Rio Grande
del Sur á fines del año 1826.
El E m p e r a d o r del Brasil Don P e d r o I quiso i n f o r -
m a r s e del estado de la g u e r r a y se trasladó á la c a p i -
t a l de Rio Grande, desde donde empezó á dictar sus
órdenes p a r a emprender u n a c a m p a ñ a contra los r e -
publicanos, poniendo el ejército imperial bajo las ó r -
denes del m a r q u é s de B a r b a c e n a . La inesperada n o -
ticia del fallecimiento de la emperatriz obligó á Don
P e d r o á r e g r e s a r á Rio J a n e i r o dejando á s u s g e n e -
rales el encargo de continuar la g u e r r a .
El ejército imperial formado por tropas v e t e r a n a s
y escojidas creía seguro el buen éxito de la c a m p a n a
y el m a r q u é s de B a r b a c e n a al hacerse cargo de él,
lanzó u n a bombástica p r o c l a m a a n u n c i a n d o que en
breve h a r í a tremolar el pabellón a u r i - v e r d e en la
misma ciudad de Buenos Aires.
Indeciso aún el resultado de la c a m p a ñ a y m i e n t r a s
los ejércitos beligerantes t r a t a b a n de decidirla en
u n a batalla campal, las escuadras a r g e n t i n a y b r a s i -
l e r a al mando del a l m i r a n t e Broten y del vice-almi-
— 63 —

r a n t e Lobo, respectivamente, se e n c o n t r a r o n en las


aguas del Juncal el 10 de F e b r e r o de 1827 siendo b a -
tida completamente la a r m a d a imperial. De 19 naves
que la componían 11 quedaron prisioneras, 5 fueron
quemadas y solo 3 escaparou llevando la nueva de
u n a g r a n derroca que a s e g u r a b a el predominio m a -
rítimo de los ar. entinos.
Alvear por ;•• i parte, t r a t a b a de llevar el ejército
imperial hacia el t e r r e n o de antemano indicado por
él p a r a dar la entalla; con este objeto simuló u n a
r e t i r a d a ; Barba._-.ena creyendo que ésta i n d i c a b a la
inferioridad de los republicanos, emprendió su p e r -
secución seguro del triunfo.
En la m a ñ a n a del 20 de F e b r e r o de 1827, el jefe
brasilero se encontró con el ejército de Alvear en los
llanos de Iluzaingó, t r a b á n d o s e en ese dia u n a e n -
carnizada batalla que duró varias horas y en la que
ambos comí, atientes rivalizaron en b r a v u r a . La v i c -
t o r i a se declaró por los republicanos, t e r m i n a n d o con
la d e r r o t a del ejército imperial que se retiró d e s h e -
cho del campo de batalla.
En Ituzaingó volvieron los orientales á a c r e d i t a r
su valor. Lavalleja que m a n d a b a la v a n g u a r d i a se
batió como un león, lo mismo que Laguna, Oribe,
Garzón, Alegre y otros, mostrando que eran dignos
h e r m a n o s de Alvear, Lavalle, Olavarría, Mansilla,
Paz y Brandzen, denodados jefes del ejército a r g e n -
tino.
Este último recibió orden de c a r g a r con su r e g i -
miento sobre un cuadro de infantería alemana que
t r a í a el ejército brasilero y cayó gloriosamente, l e -
g a n d o ejemplo de b r a v u r a .
El coronel Don Manuel Oribe recibe orden, al m i s -
mo tiempo, p a r a a t a c a r la infantería enemiga que
hacía u n fuego horroroso sobre las illas r e p u b l i c a n a s .
Su regimiento se desorganiza y se pone en fuga. En
t a n crítica situación, el coronel Oribe presa de la m a -
yor exaltación al ver la conducta de sus soldados, se
baja del caballo, se a r r a n c a las c h a r r e t e r a s y las
empieza á pisotear apostrofando á su t r o p a que h u í a
— 64 —

a n t e el enemigo. Esta al ver la acción de su heroico


jefe, vuelve á organizarse bajo el fuego de la infan-
t e r í a enemiga y Oribe tomando en la m a n o u n a de
sus c h a r r e t e r a s á m a n e r a de espada, c a r g a de nuevo
á la cabeza de su regimiento, acuchillando las tropas
enemigas y cubriéndose de legítima gloria en t a n
memorable jornada.
Después de la batalla de Ituzaingó el ejército i m p e -
r i a l se puso en r e t i r a d a perseguido por las tropas r e -
publicanas. En San Gabriel se apoderó Alvear de u n a
p a r t e del bagaje y municiones del enemigo.
La victoria de Ituzaingó había sido precedida por
otros combates parciales en el Ombú y Bacacay, d o n -
de Lavalle y Mansilla h a b í a n batido á los imperiales.
Después de la batalla del 20 de F e b r e r o , t a m b i é n tuvo
l u g a r un pequeño combate en Camacuá donde vol-
vieron á t r i u n f a r los republicanos.
T e r m i n a d a la c a m p a ñ a de Rio Grande el ejercito
p a t r i o t a se retiró á Cerro-Largo dejando el m a n d o
Alvear y reemplazándolo Lavalleja.
Rivera que después de los sucesos que dejamos n a -
r r a d o s , se e n c o n t r a b a en Buenos Aires, se vé en esta
ciudad víctima de la i n t r i g a y la calumnia, que lo h a -
cían aparecer como complotado con los enemigos de
l a p a t r i a y tiene que huir, asilándose en Santa F é .
Allí, auxiliado por el Gobernador López, concibe la
idea de lanzarse á la c a m p a ñ a de Misiones; r e ú n e a l -
gunos hombres, pasa el P a r a n á , atraviesa E n t r e - R i o s
y e n t r a en la P r o v i n c i a Oriental al frente de unos cien
soldados, p a r a lanzarse audaz á la empresa.
No bien había pisado Rivera el territorio oriental,
el Gobierno de la Provincia m a n d ó á Oribe en su p e r -
secución con u n cuerpo de 400 hombres.
Rivera llega á la costa del Ibicuí el 21 de Abril de
1828, perseguido de cerca por Oribe. Este rio, debido
á continuadas lluvias había crecido ele u n a m a n e r a
prodigiosa, sus aguas d e r r a m á n d o s e por las m á r g e n e s
i n u n d a b a n la c a m p a ñ a , haciendo, en consecuencia,
imposible el paso del rio en condiciones r e g u l a r e s .
E n t a n crítica situación y encontrándose en la m a r -
— 65 —

g e n opuesta u n a fuerza brasilera, Rivera ordena al


bravo é intrépido capitán don Felipe Caballero que
con 80 hombres escojidos, con las espadas atadas en
la c i n t u r a y las pistolas en la cabeza, c r u z a r a n á nado
el rio, protegidos p o r tres ó cuatro soldados que desde
u n a canoa hacían fuego al enemigo. (")
Realizada esa empresa famosa, Caballero bate á los
brasileros y Rivera emprende el pasaje del rio.
No bien a c a b a b a éste de cruzar el Ibicui, llega
Oribe á la m a r g e n opuesta y casi al mismo tiempo se
p r e s e n t a por la otra, u n a fuerte división b r a s i l e r a
p r e p a r á n d o s e á batir las escasas fuerzas del p r i m e r o .
Rivera se vale de u n ardid p a r a l i b r a r s e de sus
enemigos, se dirije al jefe brasilero haciéndole c r e e r
que sus t r o p a s y las de Oribe son la v a n g u a r d i a del
ejército republicano y le i n t i m a rendición sino q u i e r e
hacerse acuchillar. El jefe brasilero cree esto y se
rinde.
E n t r e t a n t o Oribe, desde la m a r g e n opuesta, cree
que Rivera está en combinación con los brasileros y
se aleja, dejando á éste libre el camino.
Rivera entonces sigue sus operaciones; consigue
r e u n i r u n a fuerte división y en poco más de veinte
dias se apodera del extenso territorio de las Misiones,
batiendo y destrozando las divisiones brasileras que
lo defendían y formando el famoso Ejército del Norte.
La noticia de t a n espléndida c a m p a ñ a , de la que-
Rivera dio c u e n t a en seguida al Gobierno de Buenos
Aires, fué celebrada en esta capital con g r a n d e s d e -
mostraciones de regocijo.
En esos momentos se negociaba un t r a t a d o de paz
en la corte de Rio J a n e i r o , pero don P e d r o I, e m p e -
r a d o r del Brasil, no se a v e n í a á las exigencias del
g a b i n e t e a r g e n t i n o , que pedía la incorporación de la
B a n d a Oriental á las P r o v i n c i a s Unidas; por o t r a
p a r t e las noticias que recibía de la Cisplatina le a v i -
saban que la discordia entre los jefes republicanos

(*) Parte del General Rivera.


— 66 —

crecía y esto h a c í a p r e s e n t i r la p r ó x i m a disolución


del ejército con que operaban.
Bajo la impresión de estas nuevas estaba la corte
imperial, cuando llega á Rio J a n e i r o la noticia de la
ocupación de las Misiones y de las victorias a l c a n z a -
das por Rivera, el E m p e r a d o r reunió en seguida á
sus ministros y les dijo: con otra nueva discordia de
los jefes orientales, se vienen hasta Puerto Alegre. Es
necesario hacer la paz.
En efecto, el 27 de Agosto de 1828 se firmó la c o n -
vención p r e l i m i n a r de paz entre la República A r g e n -
t i n a y el Imperio del Brasil, con la mediación del
gobierno de la Gran Bretaña. El 4 de Octubre se r a t i -
ficó en Montevideo aquella convención, por la que
se reconocía la independencia absoluta del Estado
Oriental.
Convocada la nueva Nación á elecciones g e n e r a l e s
y verificadas estas, la Asamblea Constituyente dictó
l a Constitución política del Estado, la que fué s o l e m -
nemente j u r a d a el 18 de Julio de 1830. Desde ese día
data la existencia política de la República Oriental
del Uruguay.

CAPÍTULO X X I I I

SUMARIO —Rivera es elegido Presidente — Revolución de La-


valleja—Elección de Oribe para segundo Presidente
— Rivera se subleva — Es derrotado en Carpintería
y emigra — Invade el país —Derrota de Yucutujá,
Acción del Tí —Batalla decisiva del Palmar—Dimi-
sión de Oribe — Rivera tercer Presidente — Batalla de
Cagancba —Rivera pasa á Eutre-Rios —Batalla del
Arroyo Grande—Invasión do Oribe —Sitio de Mon-
tevideo—Paz de Octubre de 1851 —El ejército aliado
se dirijo á combatir á Rosas—Batalla de Monte-Ca-
seros.

Constituido definitivamente el p a s con la j u r a de


;

su Carta F u n d a m e n t a l , se procedió á la elección del


primer Presidente Constitucional, recayendo «1 n o m -
bramiento en el Brigadier General don F r u c t u o s o
Rivera, que se recibió de su alto puesto el 25 de Oc—
— 67 —

t u b r e de 1830, siendo Presidente del Senado y V i c e -


p r e s i d e n t e de la República el ciudadano don Luis
E d u a r d o Pérez, que había desempeñado un rol i m -
p o r t a n t e en las l u c h a s por la libertad, formando
p a r t e también d e j a Asamblea Nacional que el 25 de
Agosto de 1825 declaré la independencia.
No habían t r a n s c u r r i d o dos años de ese n o m b r a -
miento, cuando estalla en Montevideo el 3 de Julio
de 1832 u n a revolución militar encabezada por el
Coronel Eugenio Garzón, que respondía á i n s t i g a -
ciones del general Lavalleja. Este jefe se pone a l a
cabeza del movimiento; pero perseguido de c e r c a
por Rivera se ve obligado á e m i g r a r al Río G r a n d e ,
desde donde pasa á Buenos Aires.
P o r dos veces vuelve el General Lavalleja á c o n -
vulsionar al país, con éxito desfavorable p a r a su
causa.
Terminado el período legal del General Rivera, es
el ejido segundo Presidente constitucional de la R e -
pública el Brigadier General don Manuel Oribe, el
1.° de Marzo de 1835.
Tampoco r e i n a la paz en este país d u r a n t e la s e -
g u n d a presidencia. El 16 de Julio de 1836 se s u -
blevó en c a m p a ñ a el General Rivera y después de
varias operaciones, es derrotado completamente en
en los campos de Carpinler'ta en Octubre del
mismo año.
Rivera se asila en la P r o v i n c i a de Río G r a n d e ,
lanzándose de nuevo á la lucha en el año siguiente.
El 22 de Octubre libra la acción de Ynculujá que
t e r m i n a con la completa dispersión de las fuerzas
del Presidente Oribe.
El 21 de Noviembre, Rivera es derroíado á su vez
en la costa del Yi por el general don Ignacio Oribe,
h e r m a n o del Presidente.
La g u e r r a civil continúa por algún tiempo, h a s t a
que el 15 de Junio de 1838 se e n c u e n t r a n ios e j é r -
citos de Rivera y Oribe en el Palmar. En la batalla
que tiene l u g a r ese día son completamente d e r r o -
— 68 —

taclas las fuerzas de Oribe y su c o n t r a r i o q u e d a


dueño absoluto de la c a m p a ñ a .
Rivera avanza sobre Montevideo y sitia esta plaza,
cuyo sitio d u r a varios meses, h a s t a el dé O c t u b r e ,
en que u n a comisión pacificadora n o m b r a d a por
ambas partes formuló los p r e l i m i n a r e s de u n a r r e g l o
por el que se estipulaba que el General Oribe r e -
n u n c i a r í a la Presidencia. Aceptada por éste, p r e -
sentó el 23 de Octubre su r e n u n c i a a la Asamblea
General, la que la aceptó en el acto.
Al día siguiente el General don Manuel Oribe se
embarcó p a r a Buenos Aires en un buque de g u e r r a
inglés, acompañado de don Carlos Anaya, P r e s i -
dente del Senado, y de los ex-ministros Díaz y V i -
llademoros, así como de algunos amigos y c o r r e l i -
gionarios.
El 1.° de Noviembre siguiente el General Rivera
hizo su e n t r a d a en Montevideo.
El 11 del mismo mes publicó un maniñesto s u s -
pendiendo los altos poderes constitucionales y a s u -
m i e n d o la dirección de la Administración P ú b l i c a
h a s t a tanto que convocado el país á elecciones se
r e u n i e r a la Asamblea Nacional.
El 1.° de Marzo de 1839, este alto cuerpo procedió
á la elección de tercer P r e s i d e n t e constitucional de
la República, recayendo el n o m b r a m i e n t o en el Ge-
n e r a l Rivera.

Al mismo tiempo que la República Oriental del


Uruguay se constituía en nación s o b e r a n a , subía
al poder en la P r o v i n c i a de Buenos Aires el Gene-
r a l don J u a n Manuel de Rosas y asumió el m a n d o
absoluto, que debía ejercer despóticamente d u r a n t e
veinte años.
Rosas desde el principio de su g o b ' e r n o quiso
intervenir en los sucesos que se d e s a r r o l l a b a n en
este país y fomentó varias tentativas r e v o l u c i o n a -
rias que se hicieron con el objeto de d e r r o c a r los
poderes constituidos.
— 69 —

Su gobierno que se caracterizó por la supresión


de todos los derechos de los ciudadanos a r g e n t i -
nos y por la tenaz persecución que hacía á sus
adversarios, hizo necesaria la emigración de g r a n
n ú m e r o de ciudadanos que buscaron su refugio en
este país y que hallaron en él las g a r a n t í a s que les
n e g a b a el t i r a n o de su patria.
Este no se conformaba con que los emigrados
a r g e n t i n o s vivieran en paz en t i e r r a h e r m a n a y
t r a t ó de que fueran hostilizados, pero como h a l l a b a
oposición en el gobierno oriental p a r a realizar sus
m e n g u a d o s propósitos, buscó toda clase de pretextos
p a r a declararle a b i e r t a m e n t e la g u e r r a que desde
1830 hacía i n d i r e c t a m e n t e á la República.
Elevado el General Rivera por s e g u n d a vez á la
presidencia de este país, aceptó la g u e r r a que el
t i r a n o a r g e n t i n o le venía haciendo. «La República
se h o n r a en d e c l a r a r que ella no lleva, sino que
contesta la g u e r r a » , decía el Gobierno del General
Rivera en su manifiesto de 11 de Marzo de 1839;
pero como esa g u e r r a no podía ser al pueblo a r g e n -
tino, nuestro aliado en las últimas g u e r r a s por la
independencia, a g r e g a b a el Gobierno Oriental que
las a r m a s de la p a t r i a se dirigían al t i r a n o del p u e -
blo inmortal de Sud America.
Rosas contestó el Manifiesto del Gobierno Orien-
tal lanzando sobre nuestro territorio u n ejército de
5000 hombres al m a n d o del General don P a s c u a l
E c h a g ü e , que fué derrotado completamente en los
campos de Cagancha el 29 de Diciembre de 1839.
Con este suceso la República quedó en paz por algún
tiempo.
El General don Manuel Oribe se había puesto al
servicio de Rosas y después de h a b e r vencido á los
enemigos de este en t e r r i t o r i o a r g e n t i n o , se a p r e s -
t a b a á invadir nuestro t e r r i t o r i o , titulándose Pre-
sidente legal de la República.
El General Rivera que m a n d a b a el ejército n a -
cional, invade la P r o v i n c i a de E n t r e - R í o s de acuerdo
con algunos jefes argentinos que combatían á R o -
sas y es derrotado completamente por Oribe en el
Arroyo Grande el 6 de Diciembre de 1842.
Como consecuencia de esta d e r r o t a , sobreviene
la invasión al t e r r i t o r i o de la República en Enero
de 1843, realizada por Oribe al frente de u n p o d e -
roso ejército compuesto de cerca de 14,000 h o m b r e s .
Oribe se dirige á Montevideo y el 1(5 de F e b r e r o
de 1843 fija su c a m p a m e n t o en la cumbre del Cc-
rrito estableciendo el sitio de la plaza.
Desde que se supo la invasión y pasados los p r i -
meros m o m e n t o s de sorpresa, ios ciudadanos de la
capital y los Departamentos dan el grito de a l a r m a .
El entonces Coronel don Melchor Pacheco y Obes
a r m a u n a división en Mercedes, da libertad á los
negros esclavos que a ú n existían, los convierte en
soldados de la República, y al frente de cerca de 2000
h o m b r e s se p r e s e n t a en Montevideo, dando con ellos
nervio á la defensa. Los a r g e n t i n o s emigrados t a m -
bién t o m a r o n las a r m a s y se formaron legiones de
voluntarios franceses é italianos.
El sitio de Montevideo duró ocho años, siete
meses y veintiún días; es decir, desde el 10 de F e -
b r e r o de 1843, h a s t a el 8 de Octubre de 1851, en
que terminó con un t r a t a d o de paz por el que se
d e c l a r a b a que «o había vencidos ni reveedores. Esta
g u e r r a , d u r a n t e la cual se dieron s a n g r i e n t a s -ba-
tallas frente á los m u r o s de Montevideo y en c a m -
p a ñ a , es conocida en n u e s t r a historia con el n o m -
bro de Guerra grande.
T e r m i n a d a la g u e r r a , las tropas a r g e n t i n a s se p u -
sieron á las órdenes del General Justo José de Ur-
quiza, jefe c n t r e - r i a n o que so a p r e s t a b a á combatir
á Rosas, y los orientales á las del g e n e r a l don E u -
genio Garzón.
En la defensa de Montevideo, que valió á esta c i u -
dad el titulo de Nuera Troya, se distinguieron por
su valor y constancia el venerable patricio don J o a -
quín Suarez, don Santiago Vázquez, don Manuel
H e r r e r a y Obes, los g e n e r a l e s José María Paz, Mol-
— 71 —

chor Pacheco y Obes, José Garibakli, César Diaz y


otros esforzados militares y valientes c i u d a d a n o s .
En seguida de estos sucesos, so formó el g r a n d e
ejército aliado, compuesto de argentinos, brasileros
y orientales, p a r a dar en t i e r r a con el poder de
Rosas. Las tropas a r g e n t i n a s iban m a n d a d a s por
Urquiza, que era á la vez el g e n e r a l en jefe del
ejército, las brasileras por el Brigadier Marques y
las orientales por el Coronel César Díaz.
El 3 de F e b r e r o de 1852 en los memorables c a m -
pos de Monte Coseros, próximos á Buenos Aires, se
libró la batalla decisiva entre el ejército aliado y
el de Rosas, la que t e r m i n ó con la completa d e r r o t a
de éste.
Rosas, que d u r a n t e más de veinte años había g o -
bernado la República A r g e n t i n a de u n a m a n e r a
despótica, huyó del campo de batalla al principiar
la acción y se embarcó en un buque de g u e r r a i n -
glés, en el que se trasladó á E u r o p a p a r a no volver
á pisar más las playas de su p a t r i a , cumpliéndose
asi la profecía del poeta a r g e n t i n o don José Mármol
que en viriles estrofas dijo: que ni el polvo de los
huesos de Rosas la America, tendría; justo castigo á
los tiranos que azotan á los pueblos y que en su
delirio no piensan que llega p a r a ellos la h o r a de
la expiación.
Las tropas aliadas, que tan brillante rol habían'
j u g a d o en la batalla de Caseros, e n t r a r o n á B u e -
nos Aires, donde fueron recibidas con excepcionales
m u e s t r a s do simpatía, especialmente la división
oriental que m a n d a b a el bizarro General don Cé-
sar Díaz.
T e r m i n a d a la misión do los aliados, se r e t i r a r o n
en s e g u i d a las fuerzas brasileras y orientales, d e -
j a n d o á los a r g e n t i n o s en el pleno goce de la l i -
bertad q u e a c a b a b a n de conquistar.
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN por el Dr. D. Alberto Palomeque. . . . ni


INFORME del Dr. D. José T . Piaggio 1
A L LECTOR • . . . 3
CAPÍTULO I. —Población originaria—L05 charrúas y de-
más tribus indígenas &
» II.—Origen de la población actual —La raza
negra 7
» III. — Conocimientos geográficos de los anti-
guos— Primeras expediciones marítimas en el
Atlántico y descubrimientos realizados á prin-
cipios del siglo décimo quinto por los portu-
gueses 8
» IV. —Cristóbal Colón—Sus viajes —Proyecto
de hallar u n camino más corto á la India —
Colón en busca de protección — La Reina Isabel
— Preparativos para el viaje y partida de Colón
—Descubrimiento de América — Últimos años
de Colón 10
» V.—Descubrimiento del Brasil — Expedición
de Solís — Descubrimiento del Rio de la Plata
y muerte de Solís 13
» VI. —Expedición de Magallanes—Se interna
en el Rio de Solís —Montevideo —Magallanes
llega al Paraná—Descubre el estrecho que lleva
su nombre 14
» VIL — Diego García —Sus viajes—Expedición
de Gaboto — Exploración del Uruguay y reco-
nocimiento del Rio Negro — Gaboto remonta
el Paraná y Cunda el fuerte de Sancti Spiritus
—Navegación por el Paraná — Partida de Ga-
boto para España—Destrucción del fuerte de
Sancti Spiritus—Lucía Miranda — Origen del
nombre del Rio de la Plata 16
» YIII. — Expedición de Mendoza—Fundación de
Buenos Aires—Oyólas remonta el Paraguay,
PÁG.

funda la Asunción, explora el territorio y mue-


re 4 manos de los indios—Irala so hace cargo
del mando — Partida de Mendoza para España
— Su muerto ' 19
CAPÍTULO IX. — Gobierno de lrala— Buenos Aires es aban-
donada y destruida —Alvar Xúñez 2.° Adelan-
tado—Su viaje—Es depuesto del mando —Go-
bernadores que le suceden — Ortiz de Zarate —
Combate con los Charrúas—Fundación de San
Salvador —Juan de Garay— Segunda población
de Buenos Aires — Hernaodarias 21
> X. — División del Rio do la Plata en dos pro-
vincias—Progreso lento de las colonias — Sis-
tema restrictivo de España —Administración
despótica de ¡os gobernadores —Fundación de
Montevideo —Ludias de los conquistadores con
los indígenas 23
» XI. — Ambiciones de los portugueses — F u n d a n
la Colonia y son desalojados á viva tuerza —
La Colonia es devuelta á Portugal —Es vuelta
á tomar por los españoles — La Colonia vuelvo
otra vez á poder de Portugal — Xuevss invasio-
nes—Funda Zavala la ciudad de Montevideo —
Tratado de 1750— Cesión de las Misiones — Gue-
rra guaranítiea — Don Pedro Zeballos—Sitio y
toma do la Colonia —Expedición al lito Grande
— Toma de Santa Teresa, San \ i g u e l y liio
Grande—Tratado de paz — La Colonia os de-
vuelta á Portugal y los españoles quedan en
posesión de Rio Grande 25
» XII;—Los portugueses se apoderan de Rio G rau-
do y avanzan su frontera — Reclamaciones d.o
España—Don Podro de Zeballos es nombrado
vi rey del Rio de ia Plata y jefe de un fuerte
ejército — Extensión del vireinato—Toma do
Santa Catalina—Zeballos so apodera de la Co-
lonia y la manda arrasar—Paz de 1777 — Lími-
tes divisorios entre las posesiones españolas y
portuguesas —La Banda Oriental—Montevideo
plaza fuerte y principal baluarte de la domi-
nación española en el Plata 28
» XIII. — (¡uerraon Europa — Los ingleses resuel-
ven apoderarse del Rio de ia Plata — Expedición
de Popham y Herresford —Toma d« Buenos Ai-
res— Montevideo se apresta para reconquis-
tarla—Reconquista de Buenos Aires — Recono-
cimiento de la corte española por esto suceso . 30
» XIV. — Llei'a Popham al Rio di la Plata con
nuevos refuerzos — Ataca á Montevideo y es
rechazado —So posesiona de Maldonado--Im-
presión causada en Inglaterra por la noticia de
la reconquista de Buenos Aires—Envían nue-
vas expediciones al mando de A u c h m u t y y
Craufurd — Whiteiocke jete superior—Llegada
de A u c h m u t y al Plata —Desembarca en el Bu-
eeo — Salida y derrota de las tropas españolas
— El sitio es estrechado— Asalto y toma de
Montevideo — Los mercaderes ingleses — « La
Estrella del Sur» 33
CAPÍTULO XV. — Efecto causado en' Buenos Aires por la
toma de Montevideo — El cabildo abierto pide
y obtiene la destitución del vi rey Sobremonto
— Llegan nuevos refuerzos ingleses con Crau-
furd y Whiteiocke —Expedición sobre Buenos
Aires—Desembarco en la Ensoñada — Salida y
derrota de Liniers —Los ingleses atacan la plaza
— El alcalde Alzaga organiza la defensa —Li-
niers vuelve á la ciudad—Gloriosa defensa de
Buenos Aires — Los ingleses son rechazados —
Whiteiocke capitula y evacúa el Rio de la Plata
— Honores a Liniers—Los batallones de criollos. 3ó
» XVI. — La Revolución de Mayo —Campañas de
la independencia — Batalla de Ayacucho. . . 38
» XVII. — La Banda Oriental — Sublevación gene-
ral del país —Viera y Benavídez — Artigas se
pone al frente del movimiento — Combate de
San José — Batalla de las Piedras — Buenos Aires
manda refuerzos al mando de Rondeau — Sitio
de Montevideo — Armisticio — Las tropas argen-
tinas se retiran —Invasión de Jos portugueses
— Emigración del pueblo oriental —El gaucho
en las luchas de la independencia . . . . 42
» XVIII. —Los portugueses se retiran — Nuevo
sitio de Montevideo por los patriotas — Batalla
del Cerrito — Sarratea asume el mando de los
sitiadores —Sublevación en el campo sitiador
— Sarratea es depuesto — Artigas y los orien-
tales concurren al sitio. . . . . . . . . 47
» XIX. — Artigas organiza el gobierno provincial
— Envía sus diputados al Congreso Ceneral y
son rechazados — Instrucciones de 1813 —Nue-
vas tentativas para organizar el país — Reunión
de la Asamblea Provincial bajo la presidencia
de R o n d e a u - A r t i g a s se separa de la obediencia
de Buenos Aires —Decreto de proscripción con-
tra Artigas—Este se declara en abierta rebelión
y subleva las provincias de Entre-Ríos y Co-
rrientes—Alvear toma el mando de las tropas
sitiadoras —Capitulación de Montevideo . . 40
» XX. —Guerra civil entre porteños y orientales
— Derrota de Torgués—Rivera bate una divi-
sión de Alvear —Torgués es nuevamente derro-
tade en Marmarajá — Batalla decisiva de Gua-
yabos y evacuación de Montevideo — Las tropas
orientales entran á esta ciudad 51
CAPÍTULO XXI.—Tendencias que se disputaban el predo-
minio en la política — Prestigio de Artigas —
El protector de los pueblos libres —La diplo-
macia de Buenos Aires — Su complot para con-
cluir con Artigas — La invasión portuguesa—
Artigas se prepara'á la lucha—Andrés Artigas
invade las Misiones — Combates de Ibiracoy y
Carumbé —Invasión de Lecor - Ejército portu-
gués— Batallas de India Muerta, Potreros de
Arapey y Catalán — Lecor entra á Montevideo
— Continuación de la lucha —Artigas invade
el Rio Grande —Batalla de Santa María —Com-
bate de Tacuarembó—Artigas se retira á Co-
rrientes— Rivera continúa la lucha —Artigas
en Corrientes y Entre-Rios — Defección de Ra-
mírez—Artigas se asila en el Paraguay — Sus
últimos afros y su muerte . 53 •
» XXII —La Provincia Cisplatina—Primeras ten-
tativas para sacudir el y u g o extranjero — La
ci'uzada de los Treinta y Tres — Expontaneidad
del movimiento — Rivera cae prisionero y se
asocia á la revolución—25 de Agosto de 1825—
Batallas del Rincón y Sarandí—Buenos Aires
interviene en la lucha—Rivera se separa del
ejército — Alvear, jefe supremo — Invasión al
Rio Grande — Combate del Juncal — Batalla de
Ituzaingó —Episodio heroico de Oribe —Conti-
nuación de la campaña — Rivera, proscripto, se
lanza á las Misiones—-Pasaje del Ibicuy y com-
bate con los brasileros — Rivera se apodera de
las Misiones—Don Pedro I y la Cisplatina —
Tratado de paz —El Estado Oriental convertido
en Nación soberana — Elección de la Constitu-
yente— Jura de la Constitución 59
» XXIII. - Rivera es elegido Presidente—Revolu-
ción de LavalJeja—Elección de Oribe para se-
gundo Presidente - Rivera se subleva—Es de-
-¡-'i. •; rrotado en Carpintería y emigra—Invade el
país —Derrota de Yucutujá, Acción del Yí —
Batalla decisiva del Palmar—Dimisión de Oribe
— Rivera tercer Presidente—Batalla de Cagan-
cha—Rivera pasa á Entre-Rios — Batalla del
Arroyo Grande—Invasión de Oribe —Sitio de
Montevideo —Paz de Octubre de 1851 —El ejér-
cito aliado se dirije á combatir á Rosas —Bata-
lla de Monte-Caseros 66

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