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MATRICULA: FB-2881
DOCTRINA DE WASHINGTON
Esta fue una de las declaraciones más influyentes de los valores políticos de América,
redactada principalmente por el mismo Washington, contando con la ayuda de Hamilton
(primer secretario de hacienda y uno de los primeros abogados constitucionales de los
Estados Unidos) este último le dio consejos sobre la necesidad e importancia de la unión
nacional, el valor de la constitución y el Estado de Derecho, los males de los partidos
políticos y las virtudes propias de un pueblo republicano.
Esta doctrina, que pautó una actitud de vital aislacionismo en la política internacional de
los Estados Unidos frente a Europa, fue celosamente acatada por los subsiguientes
gobernantes, particularmente por John Adams (segundo presidente de los Estados
Unidos), que en 1797, y Thomas Jefferson (tercer presidente de los Estados Unidos)
después, la reconocieron en forma expresa en sus mensajes al pueblo.
LA DOCTRINA MONROE
La Doctrina Monroe es sin duda uno de los grandes temas de la historia de las
Relaciones Internacionales del continente americano. Originalmente fue parte del
mensaje anual del presidente norteamericano James Monroe al Congreso de los Estados
Unidos del 2 de diciembre de 1823; con el tiempo se convirtió en parte fundamental de
la política exterior norteamericana. Mucho de su significado descansa en el hecho de
que su esencia fue por más de cien años una parte integral del pensamiento
norteamericano.1 El mensaje articuló ideas ya bien establecidas en la política exterior
de los Estados Unidos. La idea de la separación geográfica, política, económica y social
del Nuevo Mundo con respecto al Viejo, destacando los diferentes intereses americanos,
datan de antes de la independencia norteamericana; los principios de Monroe
complementaron el arraigado aislacionismo (Krieger 1993).
Sin embargo, la declaración de Monroe fue ignorada en gran medida como una guía
política durante gran parte del siglo XIX, período de debilidad militar y preocupaciones
internas en los Estados Unidos. No sería hasta finales de dicho siglo, con el
posicionamiento de Norteamérica con el status de gran potencia, cuando la Doctrina
Monroe se convierte en la piedra angular de la política exterior norteamericana.
Este artículo tiene como propósito describir el contexto histórico en el que nace la que
será conocida como Doctrina Monroe, la situación a la que responde y su muy arbitraria
aplicación durante el siglo XIX.
Inglaterra verá con temor estos acontecimientos; las potencias de la Santa Alianza
podrían apoyar a España en la recuperación de sus colonias en América, envueltas por
entonces en guerras de independencia. Esto perjudicaría el rentable comercio que los
británicos habían establecido con ellas desde el inicio del proceso independentista
(Pereira 2001). Por ello, ofrecen a Estados Unidos la elaboración de una declaración
conjunta de oposición contra la intervención europea en América.
Al mismo tiempo, Rusia estaba haciendo avanzar sus puestos comerciales desde Alaska,
hacia el Sur, hasta la bahía de San Francisco. En Septiembre de 1821, el zar Alejandro I
emitió un úkase por el cual extendía Alaska hasta la latitud 51° N, muy adentro de la
zona de Óregon, y declaraba mare clausum desde ahí hasta el estrecho de Bering. (Eliot,
et al 1980)
b) "El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente distinto... del de los
Estados Unidos de América. Considerando todo intento de su parte por extender su
sistema a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y
seguridad."
c) "No nos hemos entrometido ni hemos de entrometernos con las actuales colonias o
dependencias de ninguna potencia europea."
d) "Nunca hemos intervenido en las guerras de las potencias europeas sobre cuestiones
concernientes a ellas, ni se aviene a nuestra política hacerlo."(Eliot, et Al 1980, 239)
La consecuencia más importante fue la creación de la teoría de las dos esferas y de allí
que se hable de la doctrina Monroe como de la doctrina de América para los americanos
o, un tanto sarcásticamente, de América para los norteamericanos.
Logró detener una doble amenaza: la de los rusos que trataban de extenderse por la
costa del Pacífico y excluir todos los navíos extranjeros al norte del paralelo 51, y la de
las potencias de la Santa Alianza, deseosas o susceptibles de inclinarse a socorrer a
España en sus posesiones americanas.
Fue recibida con entusiasmo en los Estados Unidos, pero en Europa pasó inadvertida o
provocó cierta exasperación, porque, como han demostrado diversos historiadores, las
potencias europeas en realidad no tenían intención alguna de intervenir en la América
española.
Fue letra muerta, por lo menos durante 20 años. La doctrina, con relación a
Latinoamérica, se tradujo en una política de no-alianza sistemática (negativa a intervenir
en el Congreso de Panamá de 1826).
Las aplicaciones de la doctrina en la primera mitad del siglo XIX fueron raras (intento
anglo-francés cuando la cuestión de Texas, en 1845, o la amenaza inglesa y española
sobre Yucatán en 1848. La verdadera historia de la doctrina comienza a fines del s. XIX
cuando se transformó en ofensiva y sirvió para justificar las anexiones suramericanas.
Antecedentes de la Doctrina de Monroe.
Temerosa la Gran Bretaña de una ofensiva absolutista franco española en las repúblicas
hispano americanas que durante el trienio liberal español habían avanzado en su
consolidación nacional, el ministro de exteriores británico, Jorge Nanning, propuso al
embajador norteamericano en Londres, Ricardo Rush, una declaración conjunta que
frenase tal potencial intervención.