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DISOLUCIÓN DEL EGO

Silvia A. Ramos Ceñal

A human being is part of the whole, called by us "universe," a part


limited in time and space. He experiences his thoughts and
feeling as something separate from the rest -- a kind of optical
delusion of his consciousness. This delusion is a kind of prison
for us, restricting us to our personal decisions and to affection for
a few persons nearest us. Our task must be to free ourselves from
this prison by widening our circle of compassion to embrace all
living creatures and the whole of nature in its beauty.

Albert Einstein

¿Qué es el ego? Sencillamente, la burbuja que creamos y sostenemos a nuestro


alrededor con todo lo que creemos que somos y todo lo que creemos que es. En una
palabra, todo lo que creemos. La propia acción de creer es egocéntrica y refuerza las
paredes de la burbuja con la creencia que resulta de esa acción.

Existe una profunda relación entre las acciones de creer e imaginar. Las imágenes que
nuestros sentidos físicos perciben y nuestra mente almacena son la materia prima
fundamental que utiliza la acción de creer para fabricar las creencias.

Las creencias son PALIMAEMOS –entidades en las que la imagen se funde con la
emoción que nuestras experiencias vitales le otorgan y la palabra que la identifica. Así
el palimaemo “perro” incluye no solo la imagen sensorial (visual, auditiva, táctil,
olfativa...) característica de este animal, sino también las emociones relacionadas con
nuestras experiencias vitales. Si un perro nos mordió en nuestra infancia, por ejemplo,
o un perro al que queríamos murió atropellado por un auto, el palimaemo “perro” va a
incluir inevitablemente emociones de miedo y angustia. Estas emociones brotan
espontánea e inconscientemente cada vez que oímos o leemos la palabra “perro” y
cada vez que percibimos una imagen relacionada con la misma.
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Este palimaemo o creencia básica es capaz de generar diversas creencias derivadas en


función de los valores polares que la sociedad nos transmite.

En el caso del perro, por ejemplo, las más fuertes son las relacionadas con el gusto:
“me gustan los perros” o “no me gustan los perros”, las cuales justificamos con otras
creencias relacionadas: “los perros son sucios”, “los perros muerden”, “los perros son
cariñosos”, etc.

Esta disección del proceso de creación de una creencia pudiera representarse de la


siguiente forma:

EXPERIENCIA VITAL --> BANCO DE IMÁGENES-EMOCIONES -->IDENTIFICACIÓN


VERBAL --> PALIMAEMO --> VALORACIÓN Y CONCEPTUALIZACIÓN --> CREENCIA

Una vez que la creencia se establece va a formar parte de la estructura del ego,
profundamente vinculada con las restantes creencias que lo forman y, muy en
particular, con aquellas que tienen que ver con la identidad y el valor individual, las
cuales constituyen la columna vertebral de toda esta estructura.

ESTRUCTURA DE LAS PAREDES DEL EGO


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Es la acción de creer la que ha construido el ego, capa sobre capa de creencias que se
refuerzan unas a las otras. Es también la acción de creer quien refuerza y sostiene
estas creencias y, en última instancia, toda esta estructura.

La esencia de la acción de creer es la voluntad de hacerlo. Sin embargo, estamos


acostumbrados a creer inconsciente e involuntariamente en las creencias que hemos
construido y/o que nos han sido transmitidas socialmente, con lo cual reforzamos
estas creencias de forma constante, otorgándoles el poder extraordinario que suelen
ejercer sobre nuestras emociones, estados de ánimo y calidad de vida.

Pienso que es posible disociar la acción de creer de nuestras creencias establecidas. Es


posible tomar el control de esta extraordinaria energía mental y re-dirigirla a voluntad
hacia nuevas creencias. Es posible elegir nuestras creencias y, en última instancia,
incluso decidir si vamos a continuar empleando esta energía en creer algo o si vamos a
usarla en disolver todas nuestras creencias y librarnos para siempre de ese espacio
cerrado que limita nuestro ser.

Estructura de las creencias


Las creencias son entidades mentales compuestas de imágenes, emociones y palabras
(palimaemos) a las que le ha sido otorgado un significado y un valor socialmente
condicionados en función de las experiencias personales.

Veamos la estructura de la creencia “no me gustan los perros”.

PALABRAS/ENUNCIADO IMÁGENES EMOCIONES VALOR


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“No me gustan los perros” Perro, perro que ladra, Miedo, angustia, Negativo
perro que muerde, perro rechazo
sucio, peste, suciedad,
saliva, dolor, sangre

Es interesante descubrir que no importa el orden en el cual aparecen estos elementos


en nuestra mente, porque invariablemente cada uno de ellos va a arrastrar a los otros.
Así, aunque esta creencia parece limitarse a mi relación con los perros, en realidad va a
extenderse a cada situación en la cual algo me agrede produciéndome miedo y
angustia o, simplemente, algo posee un valor negativo. Por ejemplo, la imagen de un
accidente de tráfico en la televisión (sangre, dolor) va a producirme emociones de
miedo y angustia las cuales van a acudir arrastrando consigo las imágenes que tienen
relacionadas en mis creencias, en este caso, la imagen del perro que me agrede, me
muerde, etc.

Esto ocurre de manera inconsciente. En realidad, lo único que llega a la conciencia es


un incremento en la intensidad de las emociones y los valores negativos asociados.
Este incremento será mayor mientras más creencias negativas tengamos almacenadas.
Es por ello que muchas veces basta un incidente aparentemente inofensivo para
desatar todo un torrente de emociones negativas intensas que no sabemos cómo
explicar.

De aquí la importancia de disolver las creencias y, muy en particular, las que poseen
un valor negativo, por inofensivas que puedan parecer en sí mismas. Cada creencia
disuelta debilita la fuerza de las demás y, en consecuencia, debilita la estructura de las
paredes del ego.

Disolución de las creencias


Si las creencias se producen como resultado de la acción de creer, teóricamente es
posible disolverlas si logramos detener esta acción. Sin embargo, la acción de creer es
una de las funciones básicas del ego y, mientras el ego exista, va a continuar
ejerciéndola de algún modo. Así, en el caso de la creencia “no me gustan los perros”,
puedo convencer a mi ego del daño que me causa, despojarla de su carácter de verdad
a nivel intelectual y decidir conscientemente no creer más en ella, pero las emociones
negativas que se encuentran vinculadas a la imagen del perro van a continuar
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aflorando a mi mente cada vez que perciba una imagen relacionada, sencillamente
porque este es un proceso que ocurre de manera independiente al intelecto y la
voluntad consciente.

Es decir que cada creencia posee una especie de raíz que se extiende a lo más
profundo del subconsciente, de donde extrae las imágenes/emociones que la nutren.
Es a este nivel entonces adonde tenemos que llegar si aspiramos a disolverla.

Evidentemente, en el ejemplo que estamos viendo, va a ser muy difícil disolver la


imagen “perro”, en tanto se trata de una imagen social validada y reforzada
constantemente a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, sí podemos trabajar sobre las
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asociaciones negativas de esta imagen, las cuales parten de experiencias específicas


que podemos re-crear a voluntad.

Si analizo el suceso original: un perro me muerde, puedo ver que en sí mismo no


posee demasiada negatividad, fuera del dolor pasajero de la mordida. Sin embargo, las
circunstancias en la cual el suceso ocurre cargan al mismo de una negatividad
extraordinaria. Posiblemente mi madre se asustó muchísimo, gritó y hasta lloró a
causa del incidente. Luego oí hablar de las consecuencias horribles que podía tener,
incluida la posibilidad de enfermarme de rabia. Posteriormente, mi madre y/o otros
seres queridos se encargaron de explicarme muy bien por qué no debo tocar a los
perros: “los perros muerden, son malos, son sucios, te puedes enfermar y hasta morir
si los tocas”.

De manera que, si quiero disolver mi creencia tendré que re-crear la circunstancia que
le dio origen. En efecto, el perro me mordió. Pero es muy probable que yo lo haya
agredido primero. Posiblemente lo pisé o le halé la cola y el animalito asustado y
adolorido reaccionó defendiéndose. No era malo ni sucio. Era un simple perro. Si toco
a los perros con cuidado no pasa nada. Los perros son amigables y cariñosos. Les
gusta jugar. No muerden si no se les lastima. Las mordidas, además, suelen no ser
graves ni tener mayores consecuencias.

Puedo construir una visualización de este hecho con las modificaciones descritas.
Puedo verme a mí misma jugar con el perro sin que pase nada. Puedo llevarlo para mi
casa y darle de comer. Puedo sentir que me quiere y me cuida. Me defiende si se
acerca alguien extraño, etc.

Esta visualización va a crear nuevas asociaciones emocionales para la imagen “perro”,


borrando las asociaciones anteriores. Solo a partir de ahí puedo manipular mi creencia
y convertirla en una creencia positiva: “me gustan los perros”. Esta creencia positiva va
a facilitar las experiencias vitales positivas que la refuercen y consoliden. Así puedo
acercarme a algún perro amigable y jugar con él, haciendo consciente su imagen y las
sensaciones positivas que me produce. Puedo incluso tener mi propio perro, con lo
cual posiblemente la creencia negativa original va a desaparecer por completo.
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Al disolver la raíz de las creencias negativas no solo nos libramos de esa fuente
particular de emociones/energías destructivas, sino que debilitamos
considerablemente a las restantes. De manera que, siguiendo este proceso, puedo
librarme de todas mis creencias negativas. Sin embargo, es importante tener presente
que las creencias negativas, al ser polares, están profundamente relacionadas con las
positivas: lo que no me gusta con lo que me gusta, lo que creo que es malo con lo que
creo que es bueno, etc., siendo muy difícil separar unas de las otras. En realidad toda
creencia, por positiva que parezca ser, tiene raíces que la conectan inconscientemente
con imágenes y emociones negativas. Por ejemplo, la creencia “debo ser generosa”
aparenta ser positiva, pero genera conflictos muy fuertes con la naturaleza egoísta del
ego cada vez que trato de ponerla en práctica.

Todas las creencias, sin excepción, son resultado de la acción de creer del ego y, en
consecuencia, se encuentran vinculadas con emociones y sentimientos negativos. Si
observamos nuestros estados emocionales es fácil descubrir cómo las creencias que
atesoramos son la causa de todos nuestros sentimientos negativos, en particular las
que más positivas parecen ser. Esto sucede porque la realidad se niega constante e
inevitablemente a ajustarse a nuestras creencias, causando conflictos muy profundos a
nivel del ego.

El Rol de la Imagen
Existe una profunda relación entre las funciones mentales de creer e imaginar. De
hecho, todas nuestras creencias están basadas en y formadas por imágenes de la
realidad a las cuales les hemos otorgado la categoría de verdad. Estas imágenes suelen
ser bastante arbitrarias y estar completamente deformadas por la limitación de
nuestros órganos sensoriales, los cuales perciben solamente una parte infinitesimal y
muy fragmentada de la realidad que somos.

Sin embargo, la capacidad de imaginar de la mente humana va más allá de la limitación


de sus percepciones. Esto hace posible que completemos mentalmente las imágenes
parciales que nuestros sentidos nos proporcionan, así como que creamos en lo que
otro nos dice, en las “verdades históricas”, en los dogmas religiosos, en las noticias, en
los discursos políticos y hasta en los mensajes consumistas de los anuncios
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comerciales. Nuestra mente es un terreno muy fértil capaz de apropiarse de estas


imágenes ajenas y nutrirlas con la energía de nuestra acción de creer hasta que echan
raíces y crecen en forma de creencias “propias”.

Así se nos educa y este es el origen de la mayor parte de “nuestras” creencias. Así nos
convertimos en piezas eficaces de la maquinaria del poder social. Así educamos y
domesticamos a nuestros hijos. Así consolidamos y garantizamos la trascendencia de
los mecanismos de poder, aun a costa de nuestra propia vida.

Tristemente, la extraordinaria e ilimitada capacidad de imaginar y creer de la mente


humana es aprovechada de manera muy eficaz en la primera infancia para crearnos un
sistema de imágenes/creencias absurdas, distorsionadas y contradictorias acerca de
nosotros mismos y nuestra relación con el universo (ego). Este sistema de
imágenes/creencias termina ocupando todo nuestro espacio mental, limitando y
anulando nuestra capacidad de imaginar, creer y ser algo más que eso.

Es indispensable comprender este proceso mediante el cual los demás nos fabrican un
ego a su imagen y semejanza, formado por creencias que garantizan nuestro
sometimiento al poder de turno y nos conducen a creer que es nuestro, que eso es lo
que creemos y somos. Todo esto sucede en nuestra más temprana infancia, cuando
aún somos capaces de imaginar y creer ciega e inocentemente lo que afirman nuestros
padres y maestros. Esta es la base sobre la que se erige posteriormente todo nuestro
sistema de valores, este es el conjunto de creencias que defendemos con uñas y
dientes, en conflicto permanente con la realidad que somos.

Aun cuando nos rebelemos contra las creencias que nos han sido transmitidas, lo
hacemos sobre la base de estas mismas creencias y nuestra rebeldía acaba volviéndose
contra nosotros mismos y creándonos una multitud de conflictos insolubles.

Para librarnos de estos conflictos y recuperar toda nuestra extraordinaria capacidad de


imaginar y creer a voluntad, es necesario comenzar por disolver todas las creencias
obsoletas que nos infestan la mente, en primer lugar las relacionadas con la imagen
que tenemos de nosotros mismos y nuestro lugar en el tiempo y el espacio, que son
las que constituyen la base y la estructura de todas las demás.
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El primer paso tiene que ver con la voluntad y la decisión de iniciar este cambio de
perspectiva. La voluntad y la decisión de dejar de ser dóciles receptáculos de las
imágenes de otros, dejar de repetir esas imágenes y comenzar a crear nuestras propias
imágenes. Se trata de dejar de imaginar/creer de forma pasiva y reactiva todo lo que
tenemos almacenado, todo LO QUE OTROS QUIEREN, para recuperar nuestro poder y
comenzar a imaginar/creer de manera activa LO QUE QUEREMOS Y DECIDIMOS a cada
momento.

Se trata, en última instancia de cesar de imaginar/creer imágenes y creencias


obsoletas, deformadas y detenidas en el tiempo para comenzar a percibir, imaginar y
creer la realidad que es, único modo de disolver el ego y comenzar a SER todo lo que
somos.

Necesidad, deseo y creencia


Existe una conexión muy profunda entre las creencias y esos impulsos mentales de
nuestro ego a los que denominamos “necesidades” y “deseos”. Ciertamente, algunas de
estas necesidades y deseos se remontan a nuestra existencia más primitiva, cuando
era muy importante que la mente estuviera todo el tiempo en función de garantizar
nuestra supervivencia física. Estas circunstancias establecieron un sistema de
creencias básicas que ha llegado intacto a nosotros a través de los milenios de
existencia de la especie humana y ahora constituyen la estructura fundamental sobre
la que se asienta y funciona nuestro ego.

CREENCIA BÁSICA NECESIDAD - DESEO

Eje polar Yo – Universo Reafirmar la individualidad: reconocimiento, afecto, etc.

Evaluar/juzgar/controlar las circunstancias y las otras personas


en función de su capacidad de brindarnos seguridad,
reconocimiento, afecto, etc.

Evaluar/juzgar/controlar nuestra propia capacidad de obtener la


seguridad, el reconocimiento y el afecto que creemos
necesitar/deseamos.

Eje polar Vida - Muerte Subsistencia, seguridad. Acciones que garanticen la subsistencia:
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comer, beber, reproducirse.

Evaluar/juzgar/controlar las circunstancias y las otras personas


en función de su capacidad de garantizar/poner en peligro la
subsistencia.

Eje polar Placer - Dolor Buscar el placer y evitar el dolor.

Evaluar/juzgar/controlar las circunstancias y las otras personas


en función de su capacidad de proporcionar placer o dolor.

Eje polar Bien - Mal Seguridad física y emocional.

Evaluar, juzgar, controlar, tanto a nosotros mismos como a las


circunstancias y las otras personas en función de su pertenencia
a uno de estos polos.

Entender esta estructura es esencial para lograr diseccionar el origen más oculto de
todas nuestras creencias y conductas, en particular aquellas que más absurdas e
irracionales nos puedan parecer.

En efecto, siempre que analizamos las creencias básicas que están en la base de
nuestras “necesidades” y “deseos” podemos constatar que son el resultado de una
visión muy primitiva del mundo que no tiene por qué continuar rigiendo nuestro
funcionamiento mental en estos momentos.

Por donde “empezar”...


Es importante comenzar por trabajar sobre las imágenes/creencias más profundas que
son las que crean la estructura básica y los cimientos del ego. Se trata de las
imágenes/creencias relacionadas con nosotros mismos y nuestro lugar en el tiempo y
el espacio. No son, como pudiera pensarse, imágenes/creencias muy complejas,
aunque sí bastante profundas y parcialmente inconscientes debido a que fueron
sembradas y consolidadas en nuestra más temprana infancia.

La característica fundamental de estas imágenes/creencias es la existencia irrebatible e


incuestionable de la dualidad, la continuidad y los límites. Se trata de una visión de
uno mismo y del universo totalmente fragmentada y polarizada, donde las fronteras y
los límites juegan un papel fundamental.
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El primer límite y el más profundo es el que pretende separar nuestro ser del resto del
universo. Está basado en la supuesta existencia “separada” de nuestro cuerpo y nuestra
mente, la cual se extiende al concepto de “alma” o “espíritu” individual. Toda esta
ilusión de individualidad, extraordinariamente falsa y peligrosa, se debe a que
nuestros sentidos físicos no alcanzan a percibir la total integración energética de la
que formamos parte. Nuestros ojos no ven la energía, solo ven una versión
distorsionada y limitada de las diferentes formas que la energía adopta en el momento
de manifestarse. En consecuencia, se entiende que para el hombre primitivo la
existencia individual fuera una verdad irrebatible, pero para el hombre del siglo XXI la
total integración energética del universo ya debería ser una realidad cotidiana. Sin
embargo, en el siglo XXI continuamos aferrados a la imagen/creencia primitiva de
nuestra individualidad, de nuestros límites, simplemente porque la sociedad humana
funciona todavía a partir de estas creencias y estas son las que se transmiten de
generación en generación a través de los procesos educativos.

Hagamos un alto para contemplar las consecuencias desastrosas que esta limitación
perceptual y conceptual ha traído a la humanidad. La separación entre el Yo y el
Universo es una dualidad conflictiva en la cual ambos extremos tienden a destruirse. El
ego individual es un espacio muy estrecho y muy vacío en el que la mente se asfixia. La
mente inferior, limitada por el ego, intenta llenar este vacío por todos los medios a su
alcance: posesiones, dinero, conocimiento, placer... Todo parece poco y, en efecto,
todo es insuficiente. Esto causa innumerables conflictos con los otros egos, todos
empeñados en adquirir, en acaparar, en rellenarse a costa de lo que sea. Las relaciones
humanas y, en última instancia, las sociedades son un reflejo de los egos que las
constituyen. Las familias se deshacen y los conflictos de todo tipo ponen en peligro la
estabilidad del mundo. La riqueza continúa acumulándose en cada vez menos manos,
mientras los más perecen de hambre y el medio ambiente se desintegra visiblemente,
sin que se tomen medidas efectivas para evitarlo.

La existencia de los límites individuales es un costoso error de percepción que los


egos se niegan a enmendar, sumidos en la oscuridad de sus propios límites.

Abramos esos límites. No somos sino burbujas fugaces en medio del océano infinito
de la energía universal, burbujas empeñadas en ponernos nombres, en nombrarnos,
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nombrarlo y separarlo todo, pero todo es lo mismo. Todo es agua y océano. Todo es.
Nuestro empeño no solo es inútil, sino extraordinariamente dañino y angustioso.
Seamos el océano que somos. Seamos todo. Ser todo es la mayor riqueza, la única
riqueza real, la única trascendencia posible.

Si observamos el diagrama de las paredes del ego, podemos ver como el núcleo central
se encuentra formado por la creencia en las imágenes que he construido de QUIÉN Y
CÓMO SOY. La base de estas imágenes es la separación, la existencia de falsos límites
entre mi persona y el resto del universo a los que he otorgado la categoría de verdad
indiscutible. Pero no son ciertos. Los límites que separan mi persona del resto del
universo son solo aparentes. La energía es la misma, la esencia es la misma, todo es lo
mismo, todo es.

Visualicemos la disolución de los límites, la no limitación de la energía que somos y


experimentemos cómo ir disolviendo en esta infinita energía todas las restantes
creencias que constituyen y refuerzan a nuestro ego. Visualicemos esa totalidad, esa
unidad con toda la energía del universo, de todos los universos posibles. Hagámoslo a
cada instante, en cada situación, todo el tiempo. Pienso que este es no solo el punto
de partida, sino la esencia misma de la disolución del ego.

La paradoja social
La disolución del ego trae consigo la disolución de todas las creencias que nos
habilitan para funcionar socialmente, comenzando, por supuesto, por nuestra propia
individualidad. Sin embargo, es muy posible que existan compromisos familiares y de
trabajo que nos obliguen a continuar actuando dentro de ciertas convenciones
sociales, en conflicto permanente con nuestra ausencia de límites.

La sociedad humana actual es una utopía insostenible, del mismo modo que cualquier
asociación o relación entre las aparentes individualidades (egos) de los seres humanos.
Estas utopías sociales se basan en intentar relacionar armónicamente a los diferentes
egos, los que, por definición, no admiten relación alguna. De ahí los innumerables y
permanentes conflictos que minan las bases y terminan por destruir inevitablemente
todas las sociedades, asociaciones y otras relaciones que establecemos.
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Están por descubrirse las nuevas asociaciones e interrelaciones a producirse entre los
seres humanos una vez que nos libremos de las limitaciones y los conflictos insolubles
a los que nos condenan nuestros egos individuales. La mente humana universal, libre
de egoísmos y conflictos, disfrutará de una armonía, un conocimiento y una riqueza
sin fronteras que ahora no podemos siquiera imaginar.

La nueva educación
Se trata de una educación sin egos, donde cada mente humana se desarrolle en la
convicción de su integración armónica con las otras personas y el resto del universo.
Esta educación no estará basada en la división polar y el conflicto, sino en la unidad, la
cooperación y la armonía de todo lo que existe. Superados los límites del tiempo y el
espacio, la mente humana universal abrirá sus horizontes hacia zonas inimaginables
del conocimiento, desarrollando al máximo su potencial creativo.

No se trata de ciencia-ficción ni de algo a realizarse en un futuro lejano, sino de la


tarea inminente que tenemos por delante las personas que habitamos el planeta en
estos momentos. Existe ya una discordancia terrible entre los más recientes
descubrimientos científicos y el estado actual de las creencias y los sistemas de valores
sobre los que se basan las sociedades, los que constituyen y determinan el contenido y
la forma de la educación social. Esta discordancia se basa en la inercia, la ignorancia y
los intereses egoístas de quienes tienen a su cargo decidir los procesos educativos. Sin
embargo, existe una creciente conciencia de esta situación y de las consecuencias
terribles que sostener esta situación está ocasionando a la humanidad en su conjunto.

Tengo la convicción que la conciencia creciente de esta situación acabará por


imponerse ante la evidencia creciente del desastre.

Miami, Diciembre 28, 2008

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