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Comentario del soneto XXIII- Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y de azucena


se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena


del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera


el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,


todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

A comienzos del siglo XVI, España asiste a la unificación peninsular


y religiosa que llevan a cabo los Reyes Católicos. Su nieto, Carlos I de
España (1516-1556), y V de Alemania criado en Flandes, hereda por
primera vez la corona de España. El erasmismo, que aboga por una
religiosidad personal, inspira la nueva corte y una concepción centralista
del estado impulsa la represión de la revuelta nobiliaria comunera. La
corona se convierte en imperio con la expansión americana y la titularidad
española del Sacro Imperio Romano Germánico (1519).
España mantiene una estrecha relación con Italia desde que a
mediados del siglo XV, la corona de Aragón hubiera conquistado Nápoles. El
marqués de Santillana, poeta cancioneril, ya había intentado la adaptación
de la métrica italiana en sus Sonetos fechos al itálico modo. Entretanto en
las ciudades-estado italianas se desarrolla desde el siglo XIV el humanismo,
un movimiento intelectual -cuyo máximo representante es Petrarca- que
promueve los estudios filológicos, el reconocimiento de la dignidad humana
y la recuperación de la herencia grecolatina. El humanismo impulsa un
movimiento general de las ciencias, las artes y las letras que conocemos
como Renacimiento y que alcanza de lleno a la Península en el siglo XVI.
Garcilaso de la Vega (1501-1536) fue cortesano de, poeta y
hombre de letras e introductor de la métrica italiana en España junto a
Juan Boscán (edición conjunta de sus poesías en 1543). Estuvo
enamorado de Isabel Freire, dama de la corte portuguesa. Su estancia
en Italia le permitió conocer de primera mano la lírica transalpina, en
especial la herencia petrarquista. Murió prematuramente en Niza como
consecuencia de heridas recibidas en el asalto a la fortaleza de Muy.
Garcilaso es autor de una obra breve (cuarenta sonetos, tres églogas,
cinco canciones, una epístola y dos elegías) pero muy trabajada, cuya
perfección formal y lirismo la han convertido en paradigma de la poesía
renacentista española e inspiración constante de nuestra moderna literatura
amorosa. Desde sus orígenes cancioneriles, Garcilaso asimila la
influencia clásica y petrarquista, a partir de la cual llega a una etapa de
madurez visible en sus mejores sonetos y en sus tres églogas.
Esta composición es un soneto, un poema formado por dos cuartetos y
dos tercetos. Sus versos son endecasílabos y su rima es consonante. La
rima es abrazada en los cuartetos (ABBA) y encadenada –pero no al modo
clásico- en los tercetos (CDE-DCE). Responde además, como se verá, a la
estructura clásica en que los cuartetos desarrollan un argumento
(Descripción de la belleza de la dama) y los tercetos lo culminan (Apelación
al “carpe diem”).
El retrato de la dama se centra, al modo neoplatónico, en su rostro,
su cabello y su cuello: esto es, en la cabeza, la parte superior o noble del
cuerpo. El rostro se caracteriza por el color (rosa y blanco) por medio de
metáforas florales con un valor simbólico añadido (pasión y pureza). La
mirada igualmente estimula el amor y obliga a la castidad. El cabello es de
un rubio purísimo (preciosa metáfora) y de acuerdo con la iconografía
pictórica de la época vuela al viento (magnífica trimembración).
La amorosa invocación en imperativo inaugura los tercetos dirigidos a
un vos desconocido. Comienza una larga alegoría de imágenes
encadenadas que contrastan juventud y vejez (alegre primavera-tiempo
airado/ rosa-viento helado), invitando al disfrute del amor (dulce fruto) a la
manera del “carpe diem” horaciano o del “Collige, virgo, rosas” de Ausonio.
El “invierno” de la vida, la vejez, se simboliza amenazadoramente en el
tiempo airado que cubrirá de nieve (canas) la hermosa cumbre descrita
(cabeza, cabello). La belleza y la pasión se marchitarán por el viento helado
del paso del tiempo. Los dos versos finales adquieren un aire de
admonición, casi filosófica, acerca del inevitable paso del tiempo (“tempus
irreparabile fugit”). La rima (-umbre) le otorga una sonoridad fúnebre al
remate de esta composición de su etapa de madurez.
El carácter nominal del texto, apoyado en sustantivos reconocibles y
adjetivos epítetos, confiere una gran plasticidad a la descripción: la
amenaza del tiempo se hace visible y por tanto el goce del día presente se
antoja necesidad imperiosa. Garcilaso utiliza un léxico de inusual
sencillez para la poesía que le precede, pero de no menos insólita
precisión en sus emparejamientos. La sintaxis, una sola oración abarca
tres estrofas, demuestra el dominio formal que el poeta llegó a adquirir y la
trabazón conceptual que subyace como hilo conductor del poema. La
anáfora (en tanto…en tanto) suspende el tiempo como en un cuadro, sólo
presente (muestra, enciende,…) y los tercetos nos proyectan a un futuro
inquietante (marchitará, mudará). Sólo cabe actuar (coger el dulce fruto,
entregarse al amor), plegarse al deseo implícito de la voz poética, el
enamorado.

Lorda

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