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El nuevo reacomodo de la clase política

Rodrigo Ávila

Todos los vicios de la política mexicana estuvieron presentes en la pasada


elección de Guerrero. No obstante, ese proceso electoral denota algo más y
tiene que ver con un nuevo reacomodo en la clase política mexicana que va
más allá de 2012.

Las alianzas entre el PRD y el PAN implican un corrimiento al centro por parte
de los polos del espectro político, lo que de acuerdo con los impulsores de este
fenómeno, les permitiría hacer frente al PRI usando una de sus más viejas
artimañas: pretender ser la síntesis de la política adoptando posturas de
derecha o izquierda según convenga.

De esta forma, en 2012 veríamos una competencia de dos grandes fuerzas: el


PRI y sus partidos satélites contra el PAN y sus partidos satélites entre los que
se encontraría el PRD. Dos proyectos idénticos en lo que tiene que ver con la
política económica, sólo matizados con algunas ideas intrascendentes de
fondo.

En este escenario, contrario a lo que dicen los perredistas promotores de las


alianzas, más que impedir el regreso del PRI a la presidencia, colocaría la
contienda electoral en el terreno que más conviene a Peña Nieto: la publicidad
y el reparto de dinero.

En una disputa donde los proyectos que se enfrentan son idénticos, el


electorado termina decidiendo su voto por el de mayor “carisma”, el más guapo,
el que le cae mejor, el que conecta más cercanamente con sus necesidades
simbólico-aspiracionales.

Por tanto, las alianzas no buscan frenar a Peña Nieto. Su objetivo real más allá
y tiene que ver con la “normalización” de la política partidista y de la
democracia electoral cuestionada severamente por el fraude electoral de 2006,
a partir de un arreglo cupular en donde “todos ganan”.

Por eso, Andrés Manuel López Obrador es el enemigo a derrotar en el próximo


proceso presidencial y en ese sentido se enfilan los esfuerzos de los aliancistas
del PRD. Al quedar marginado el movimiento de AMLO del furor mediático
provocado por las victorias aliancistas, al no se parte del tan sonado “sí-se-pue-
de-ven-cer-al-PRI”, se busca desfondar electoralmente al movimiento y
colocarlo en la marginalidad.

De tener éxito, esta maniobra brindaría a la clase política (y a sus nuevo


miembros, Los Chuchos) la posibilidad de un cogobierno, donde el triunfo
dependería de la cacería de candidatos de oportunidad y no de un programa de
gobierno.
Este nuevo reacomodo cupular tendría también entre sus resultados el
consenso partidista necesario para hacer frente a las manifestaciones sociales
de inconformidad ante los previsibles y brutales efectos del modelo económico
entre las mayorías, pues la izquierda doblegada disminuiría el empuje de la
inconformidad ciudadana, le quitaría la posibilidad de tener voceros en los
órganos legislativos..

Para los impulsores de las alianzas no importa quien gobierne, lo trascendental


es que asegure la permanencia del proyecto neoliberal con los mejores
beneficios para las dirigencias partidistas y los mayores costos para la gente.
Las alianzas son útiles pero no nos engañemos no van contra el PRI. La batalla
es contra la sociedad. La siguiente escala será el Estado de México.

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