Vous êtes sur la page 1sur 13

LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE CLAUSEWITZ

EN EL ANÁLISIS DE LAS GUERRAS ASIMÉTRICAS

POR NICOLE SCHUSTER

INTRODUCCIÓN

La teoría de la guerra que expuso el militar prusiano, Carl von Clausewitz (1780-
1831), en su obra maestra De la Guerra, siempre ha sido sujeta a discusiones y
críticas. La influencia que tiene este estratega en particular podría sorprender, pues
no son escasos los militares que han cavilado sobre la guerra. Tenemos, para citar
sólo algunos ejemplos, a Sun Tzu(1), César(2), Flavio Vegecio Renato(3) (más conocido
como Vegecio), Federico II de Prusia (4) y a un sinfín de estrategas militares
actuales, que, como Clausewitz, se han dedicado a la tarea de fusionar práctica y
teoría a fin de transmitir al mundo y a las generaciones posteriores los análisis de
sus propias experiencias de la guerra y de ésta en general. Clausewitz, al sintetizar
en su obra De la Guerra sus reflexiones, producto de su trayectoria como militar
durante la cual participó activamente en la guerra combatiendo, entre otros, contra
las tropas de Bonaparte en Jena y en Rusia, no se diferenciaba mucho de su
competidor contemporáneo, el militar y tratadista de estrategia suizo, el Barón
Antoine-Henri Jomini. No solo sus carreras militares tenían grandes similitudes:
sus estudios de la guerra también enfocaban el mismo campo, puesto que ambos
analizaron con detenimiento el arte de la guerra en Napoleón, aunque con
posiciones subjetivas divergentes para con el Emperador. Sin embargo, hoy se cita
y se estudia más a Clausewitz que a Jomini.
¿De donde viene entonces el fuerte interés que Clausewitz no cesa de suscitar? ¿No
es que la tecnologización e informatización determinan el curso de las guerras
actuales de tal forma que todas las teorías anteriores resultan obsoletas? Con el
progreso del armamento, los principios de combate expuestos por Jomini cayeron

1
antes del final del siglo XIX en desuso. ¿Qué salvó a Clausewitz del olvido si su
competidor había influido como él, o incluso con una intensidad mayor, en la
enseñanza militar occidental del siglo XIX?
La respuesta es que, a diferencia de Jomini y del resto de los estrategas, Clausewitz
tuvo la gran particularidad de lograr erigirse en verdadero filósofo de la guerra. Es
el único que pudo desentrañarla en su esencia, al no confinarse en la descripción
fenomenológica de las operaciones militares y al analizar el espíritu político y del
pueblo que determina la forma e intensidad de la guerra. Con Clausewitz, la guerra
reveló ser lo que realmente es, o sea, un proceso que nunca puede ser disociado de
lo que lo provocó: lo político, el cual invariablemente incluye a lo humano (5). Y
aunque el modelo de guerra de Clausewitz se aplicaba a las guerras convencionales
entre Estados, el enfoque filosófico de su obra, que procede de su percepción
dialéctica de la realidad de la guerra, hace que su trabajo pueda ser leído desde
diversos ángulos sin que nunca se agote la diversidad de sus interpretaciones. Tan
es así que, hoy en día, cuando se analizan los conflictos actuales, se aborda a
Clausewitz desde la perspectiva científica de la termodinámica o de la ciencia del
caos(6).

LOS APORTES DE CLAUSEWITZ

Aun si su manuscrito De la Guerra quedó inconcluso, pues Clausewitz murió antes


de poder terminarlo(7), el trabajo desarrollado en esta obra es completo en sí, en
tanto responde a todos los interrogantes de orden filosófico que se pueden plantear
en cuanto a la naturaleza de la guerra. El carácter trascendente y transtemporal de
su obra se debe a que Clausewitz exploró la lógica y los mecanismos de la guerra
tanto desde una perspectiva atomística como holística al reflexionar sobre los
detalles de la estrategia operacional y también sobre sus fines. Pero, en lugar de
lanzarse en el análisis de la guerra en base a las operaciones tácticas, se encargó
primeramente de definirla por medio de conceptos (8), a veces alegóricos. En un
tiempo en que la conceptualización de la “gran estrategia”, como la denominaba
Lidell Hart(9), no existía puesto que, de una cierta manera, el término “estrategia” se
encontraba todavía fusionado con el de “táctica” (10), Clausewitz promovió la ruptura

2
entre ambos al establecer que la “táctica” es relativa a “la teoría que trata del uso
de las fuerzas armadas en un conflicto” mientras que la estrategia se refiere a “la
conducta general de las operaciones al servicio de la guerra”(11).
Pese al limitado marco operacional en que, con esta definición, circunscribía la
estrategia, Clausewitz expuso claramente la articulación entre la estrategia y lo
político cuando describió a la guerra como “la continuación de la política con otros
medios”. Es menester mencionar que él no es el descubridor del lazo entre lo
militar y lo político. Ya en el siglo XVIII, el militar francés Joly de Maizeroy había
percibido el carácter dialéctico de la combinación entre estrategia y táctica, y la
interrelación entre el general en jefe y el dirigente político (12). Jomini también había
notado la vinculación entre la política y la estrategia (13). Sin embargo, con su célebre
metáfora, Clausewitz revela el rol de la guerra como instrumento de la política y el
lazo intrínseco que liga la finalidad de la guerra con el objetivo político.
A su vez, la correlación entre lo militar y lo político que establece Clausewitz
invalida la representación alienante de la guerra presentada como “un fin en sí”, o
como “un acto aislado, aunque parezca un conflicto de fuerzas entregadas a sí
mismas con sus propias leyes”(14).
El filósofo francés Michel Foucault aseveró que el enfoque de Clausewitz de la
guerra vista como continuación de la política se inscribe en la línea que se creó con
el Tratado de Westfalia, cuando se definió un nuevo orden de regulación basado en
el equilibrio de las relaciones de fuerza entre las nacientes naciones europeas. Con
este nuevo modelo normativo societal, la guerra cesó de proceder del campo
jurídico. Desapareció por lo tanto el sistema que había regido durante la edad
media cuando no había diferenciación entre guerra pública y guerra privada y que
la guerra servía a dos entidades privadas para solucionar una disputa relativa a un
derecho supuestamente violado por el otro. La nueva forma de sociedad europea
instaurada por el Tratado de Westfalia convirtió entonces la guerra en un asunto
público que se libra entre Estados, en un instrumento necesario para preservar el
equilibrio. Como lo planteó Foucault, la nueva forma de relaciones entre Estados
que se instauró en ese entonces en Europa hizo que a la razón jurídica que
comandaba la guerra se sustituyera la guerra vista como la continuación de la
diplomacia, de la política(15).

3
En ese contexto paradójico de “guerra que sirve para lograr la paz”, la formula de
Clausewitz que hace de “la guerra en su esencia un acto de violencia destinado a
forzar al adversario a ejecutar la voluntad del otro”(16), adquiere todo su
significado, pues la guerra se transforma en una lucha que tiene por meta la
imposición del objetivo político de un o varios Estados a otro(s) Estado(s).
Por lo tanto, es en virtud de este fin que se determinarán:
- los objetivos que se perseguirán en la guerra;
- la asignación y la cantidad de los medios que se utilizarán en la guerra;
- y el grado de intensidad al que la guerra y los medios empleados en ella
obedecerán.
Como vemos, Clausewitz trabaja con dos niveles de acción cuando proyecta:
- el objetivo “en” la guerra, es decir la meta que el beligerante persigue a nivel
de estrategia operacional para romper la voluntad y la capacidad de
resistencia del adversario a fin de imponer su propio objetivo; y
- el objetivo “de” la guerra, que se logra durante las operaciones en la guerra a
través del control o la destrucción del “centro de gravedad” del adversario,
una ofensiva que, de tener éxito, permite transformar el planeado objetivo
de la guerra en una realidad tangible.

Para llevar a cabo un análisis de la guerra que ponga en relieve la relación compleja
entre teoría y práctica donde lo teórico no eclipse la realidad, Clausewitz se mueve
constantemente entre la abstracción y lo concreto. Hace uso de un método
dialéctico que consiste en tomar como punto de partida conceptual la guerra
absoluta(17). Ésta corresponde al estallido extremo de la violencia, a la destrucción
total de uno de los campos, por cuanto ambos campos estarían sujetos a dos
principios:
- al principio de polaridad que consiste en que cada uno de los adversarios
quiere triunfar; y, por ende,
- a la ley de acción recíproca que los arrastraría en una espiral de violencia (18).
Sin embargo, este grado de violencia extrema nunca será alcanzado (19) dado que, a
nivel práctico, elementos moderadores intrínsecos y extrínsecos a la acción en la
guerra (es decir probabilidades que forman parte de la realidad) impiden una

4
irracional escalación de la violencia. De ello resulta que la estrategia que se diseña
a priori para alcanzar una meta política no siempre se realiza, puesto que lo teórico
se encuentra modificado por una realidad sujeta a diversos tipos de contingencias.
A fin de explicar esas desviaciones en relación con el modelo absoluto de guerra,
Clausewitz se basa en la noción de “fricciones”, que exploró el campo de la
termodinámica, y de esa manera se presenta, en su calidad de teórico de la guerra,
como un precursor de la non-linealidad en la guerra (20). Clausewitz insiste en que la
interacción de las “fricciones” con el entorno, que denomina la “niebla de la
guerra”, influye de manera decisiva en la guerra. Esas fricciones son constituidas
por todos los elementos no pronosticados que surgen en el transcurso de la guerra
y que hacen imposible que el plan de guerra se realice de manera cabal. Entre ellos,
tenemos por ejemplo: el clima; el tiempo –como duración–; la resistencia de los
adversarios; la moral de las tropas; las disfunciones a nivel de la estrategia
operacional provenientes de causas tales como las fallas en el sistema de
transmisión de las ordenes (mensajes mal transmitidos o que no llegan al jefe de
las tropas, etc.), el malfuncionamiento de las armas, los efectos secundarios del uso
de las armas (mal manejo de éstas, humo que acompañaba la descarga y obstruía la
visión del campo de batalla...). Al introducir la noción de fricciones, o sea de
factores exteriores que inciden en la evolución de la guerra, Clausewitz pone en
evidencia el carácter no neutro de ésta y el hecho de que la guerra no es un
fenómeno mecánico previsible sino un proceso dotado de una lógica interna
dinámica, que responde a la acción dialéctica a la cual se entregan ambos
adversarios cuando se encuentran combatiendo. En ese aspecto, Clausewitz se
diferenciaba del enfoque de los estrategas de su tiempo. Estos últimos planeaban
las guerras según reglas bien definidas, con una táctica presumida inmutable que
se transcribía en una composición y un movimiento de las tropas rígidos y que
apuntaba al control del territorio, es decir de las zonas de operaciones. Por su
parte, Clausewitz sostenía que la conquista de las plazas fuertes o la adquisición de
un territorio no siempre eran lo determinante en la guerra (21). Lo decisivo para él
era lograr aniquilar al adversario, lo cual significaba destruir la voluntad del
enemigo a través de la demolición de su punto de gravedad. Puede ocurrir que la
destrucción de su punto de gravedad se plasme en la toma de un territorio que se

5
revela estratégico para el enemigo, pero puede también concretizarse a través del
socavamiento de la moral de las tropas adversas y del espíritu combativo del pueblo
enemigo involucrado en el combate.
Es evidente que los medios empleados en esa época y la organización de las tropas
en el campo de batalla no permitían cambios fluidos y rápidos, por lo que la
insistencia de los estrategas de no apartarse de la estrategia operacional planeada
podría, en cierta medida, ser comprensible. Pero la enseñanza de Clausewitz debe
ser sobre todo entendida como una advertencia al espíritu fundamentalmente
determinista y desprovisto de flexibilidad de la mayoría de los jefes militares que se
concentraban en el método y los medios. Dentro de esta óptica, contrariamente a
ciertos de sus colegas que insistían en el rol predominante de las fuerzas
productivas en la guerra y en la pretendida necesidad de repetir ciegamente las
maniobras que llevaron a grandes jefes de fuerzas armadas a ganar guerras,
Clausewitz rechazaba con planteamientos antideterministas todo intento teórico
que consistía en hacer de la estrategia un dogma. Clausewitz era, por lo tanto,
antagónico al espíritu mecanicista y newtoniano que caracterizaba a los estrategas
militares como, por ejemplo, Von Bülow en el siglo XVIII, y Antoine-Henri Jomini,
quienes pensaban hacer la guerra con leyes científicas invariables, fórmulas
algébricas y principios geométricos(22). El argumento de Clausewitz siempre fue
que, si bien las enseñanzas de la historia de la guerra deben ser estudiadas, la
amplitud del campo en que se desarrolla la guerra y de los factores que influyen
sobre ella obliga a pensar que los manuales de guerra nunca podrán brindar recetas
sagradas que asegurarán la victoria. A diferencia de su competidor Jomini, quien
creía firmemente que ciertas grandes operaciones de guerra daban lugar a
principios universales y perennes(23) aplicables en cualquier conflicto, Clausewitz
estaba convencido de que estos solo deberían limitarse a servir de marco de
referencia, de orientación.
Desmarcándose de la posición de esos analistas e inspirado por las lecciones que
sacó de sus análisis de las guerras napoleónicas, Clausewitz insistía más bien en la
necesidad para un jefe de guerra de tener en cuenta los factores no previstos. Las
contingencias, que surgen a lo largo de la guerra, Clausewitz las sitúa dentro de una
“trinidad”, un concepto clave en su teorización de la guerra. La “trinidad” es otra

6
figura alegórica de Clausewitz, que se presenta como tres pilares: la violencia,
equivalente a las pasiones inherentes al pueblo; las probabilidades (o azar), que
deben, en la medida de lo posible, ser tomadas en cuenta por las fuerzas armadas
en el desenlace de la guerra; y el cálculo razonable de la guerra, o sea la decisión
política, que incumbe al gobierno.
Para Clausewitz, esos factores de la realidad regulan el concepto de guerra
absoluta. Es decir desvían la guerra de la violencia extrema hacia la cual tiende por
esencia para convertirla en una guerra real. Además, las contingencias, que
escapan a la proyección lineal de una guerra, hacen que el desenlace de la guerra no
pueda ser determinado científica y únicamente en función de las informaciones
recogidas sobre la situación del adversario y del material bélico disponible,
“aunque el alcance y los efectos de las armas sí son [datos] importantes para la
táctica”(24). El conocimiento y la comprensión de las reglas, de las nociones y de los
principios que fundan la teoría de guerra son, sin embargo, indispensables para
tener un buen enfoque de ésta. Para Clausewitz, la articulación de este saber con el
talento, la intuición y la experiencia intensifica notablemente el poder (25) del jefe
militar, y, por ende, su capacidad de reacción ante las diversas situaciones que se
dan en la guerra.
Napoleón, en un momento de su vida, lograba reunir esas cualidades. Afirmaba que
“el azar queda como un misterio para las mentes mediocres, pero se convierte en
realidad para los hombres superiores”(26). Para el emperador, al igual que para
Clausewitz, resultaba claro que el saber pronosticar e integrar las fricciones en una
estrategia de guerra provee al comandante de una tropa una ventaja decisiva sobre
su adversario: la de conservar su libertad de acción, un imperativo fundamental en
la guerra si uno quiere controlar la situación.

CLAUSEWITZ Y JOMINI DESPUÉS DE VIETNAM

Clausewitz es el primer teórico de la guerra popular y el legitimador del partisano,


pues estudió la guerra española, la guerra de Vendée (Francia) y el sublevamiento
en Tirol (Austria)(27), tres formas de guerras en las que el pueblo tuvo una
participación activa que influyó decisivamente en el desenlace del conflicto.

7
Asimismo, se impregnó de las lecciones que sacó de sus detallados análisis del arte
de la guerra de Napoleón, visto este como líder de las masas populares en la guerra
y gran conocedor del rol que juega el factor moral de las tropas en la guerra.
Tomando en consideración lo anterior, no es entonces sorprendente que los
militares norteamericanos hayan tenido, después de la derrota con Vietnam, que
revisar su corpus doctrinal y familiarizarse definitivamente con Clausewitz. Antes
de Vietnam, el estratega prusiano no tenía ninguna influencia en el pensamiento
militar estadounidense. Desde los inicios del siglo XIX, la cultura estratégica
norteamericana era más imbuida de las enseñanzas de su competidor, Antoine-
Henri Jomini. Clausewitz, por su parte, quedaba confinado en la esfera europea (28).
No es una casualidad que en Estados Unidos Jomini haya sido leído y traducido en
inglés mucho antes que Clausewitz(29). El espíritu geométrico del estratega suizo
correspondía mucho más a la tendencia pragmática calvinista de los estrategas
estadounidenses. Como lo señala Bruno Colson cuando analiza la influencia de
Jomini en Estados Unidos: es “gracias a la reducción del arte de la guerra a
principios casi científicos erigidos en axiomas que se podía instruir rápidamente
a las milicias capacitadas para la ocasión, y ello satisfacía a la opinión pública
que era opuesta a una armada de carrera”(30). Dentro del contexto de una
concepción de la guerra jominiana que fomentaba la cultura de la ofensiva, era
normal que los militares norteamericanos se identificaran más con Jomini al
considerar, erróneamente, que Clausewitz hacía prevalecer la defensiva sobre la
ofensiva.
Es entonces siguiendo la experiencia traumatizante vivida en Vietnam, que asestó
un terrible golpe al racionalismo científico de McNamara, que Clausewitz empezó a
ser rehabilitado entre los círculos militares estadounidenses. En cuanto a Jomini,
que sí influyó en el pensamiento Mcnamarista, fue puesto en capilla hasta nuevo
aviso, dado que encarnaba el pensamiento de la derrota.

Toda organización estratégica y táctica de la guerra expresa las relaciones sociales y


la visión que los gobernantes tienen del pueblo. Asimismo, durante el proceso de la
guerra, el combatiente muestra su condición de instrumento o de sujeto activo que
influye en su realidad. Reflexionando sobre lo antes señalado, resulta lógico que la

8
derrota de Estados Unidos en Asia fuera asimilada al cuasi derrumbe de los valores
que habían dominado la mentalidad americana. En ese sentido, el fracaso no solo
fue material, sino existencial, pues tuvo graves repercusiones en la psicología
estadounidense. Se estaban corroyendo los fundamentos que habían forjado el
espíritu nacionalista de los norteamericanos. La victoria de los vietnamitas había
revelado las profundas debilidades de la sociedad norteamericana y las graves fallas
estratégicas de su élite militar y política. Toda la sociedad americana vivía, desde la
segunda guerra mundial, en base al sueño de la invulnerabilidad y superioridad de
su tecnología. Ésta simbolizaba la clave de la defensa nacional y de la conquista de
nuevos horizontes, la concretización del “destino manifiesto” a nivel mundial y
espacial. Es en base a la “misión divina” de promover la “democracia” en todos los
países y a la mentalidad tecnócrata y pragmática norteamericana que se había
emprendido, a partir de la segunda guerra mundial, la automatización e
informatización de todos los sectores de la sociedad estadounidense.
A inicios de la guerra con Vietnam, Robert McNamara fue llamado por el
presidente Kennedy para servir como Secretario de Defensa. McNamara se ingenió
en implementar la guerra con los mismos métodos que se aplican en una empresa
privada(31). El transporte de las fuerzas, el abastecimiento de las tropas en
alimentación y en material de armamento fueron agenciados en función de los
efectos que se buscaba alcanzar. La guerra de Vietnam fue monitoreada dentro de
una lógica de optimización de los resultados. Todo fue planeado desde la
perspectiva de la relación costo/beneficio. Para McNamara, el conflicto en Vietnam
era idéntico a una tabla de ecuaciones con la que se podía calcular con exactitud la
derrota del Vietminh: a tal cantidad de bombas lanzadas debía corresponder un
número preciso de destrucciones materiales y de muertos (32). Vietnam representó el
modelo de planificación centralizada lineal basado en la racionalización
matemática y la tecnologización de todos los campos de la guerra. Este intento frío
e irracional de conceptuar el mundo compatibilizaba con la voluntad de aplicar a
nivel universal los principios de la ciencia del comportamiento llamada
behaviorismo, que tenía un gran éxito en los círculos gobernantes en ese momento.
El entusiasmo por la filosofía del conductismo tendía a corroborar en este contexto

9
la poca importancia que tenía el hombre en el proceso de guerra, dado que era
percibido como un simple mecanismo que respondía a ciertos automatismos.

Reconsiderando las causas que habían llevado a la derrota, la élite intelectual y los
círculos castrenses norteamericanos se dieron con la evidencia que las enseñanzas
de Clausewitz eran más adaptadas al tipo de guerra que se llevó a cabo en Vietnam
que las de Jomini. Los militares estadounidenses reconocieron que el concepto de
“guerra total” de Clausewitz era, en el caso de Vietnam, más idóneo que aquello de
“guerra limitada” que había guiado a los estrategas norteamericanos en la
elaboración de su estrategia de guerra. Todos los vietminhs se involucraron en la
guerra contra las tropas norteamericanas y conformaron una fuerza moral y
espiritual inquebrantable. En términos clausewitzianos, el pueblo vietminh
representó la voluntad que buscaba imponer al enemigo SU objetivo: el de botar a
las tropas norteamericanas fuera del país. En el marco del análisis reflexivo que
hicieron los estrategas norteamericanos, la noción de “centro de gravedad” de
Clausewitz recobró su importancia cuando resultó incuestionable que fue el pueblo
vietnamita el que encarnó este centro de gravedad. Al planear la guerra, los
militares y políticos norteamericanos habían sido incapaces de reconocer este tipo
de realidad. Sin embargo, sus ancestros la habían vivido en carne propia cuando
lucharon de forma partisana contra los ingleses para independizarse de la madre
patria.
La victoria de los vietnamitas demostró que había primado el factor humano sobre
la tecnología y que los métodos asimétricos podían vencer al más elaborado
racionalismo científico. Todo dependía de la voluntad partisana del pueblo y de la
moral de los combatientes. Asimismo, Vietnam reveló que la guerra no era
únicamente un asunto militar, sino que también involucraba a lo político, un
aspecto medular en el que los norteamericanos fallaron estrepitosamente. Porque,
políticamente hablando, le fue fatal al imperio norteamericano no saber evaluar el
grado de combatividad, la capacidad de adaptación y de sobrevivencia del
vietminh, y estar convencido de que éste no resistiría a las lluvias de bombas y a la
alta tecnología norteamericana.

10
CONSIDERACIONES FINALES

Sin caer en los anacronismos que son susceptibles de surgir cuando se habla de
“estrategia global” al analizar Clausewitz, pues el concepto de esa época era
fundamentalmente diferente de lo que es hoy, se puede afirmar que Clausewitz
tuvo el mérito de ser un precursor de la “gran estrategia”. En efecto, amplió los
horizontes de la estrategia al introducir en la guerra el aspecto político e
implícitamente socio-cultural que caracteriza a cada parte combatiente. Y si
minimizó el papel de la estrategia cuando insistió en su relatividad en la guerra, lo
hizo por las circunstancias históricas en que se encontraba y que lo llevaban a
considerar la estrategia desde un punto de vista puramente operacional. Pero al
declarar que la guerra es producto de relaciones humanas y que la estrategia no
puede ser absoluta, sino que depende de la dimensión social e histórica, Clausewitz
empezaba a romper con los parámetros de la estrategia vista como operacional y a
esbozar su camino hacia un horizonte más globalizante. En otras palabras, echó las
bases teóricas de lo que, en la segunda mitad del siglo XX, el General y estratega
francés Lucien Poirier llamaría “estrategia global” (33).
Además de dejar en claro que la guerra es un fenómeno de origen político,
Clausewitz resaltó el rol fundamental que juegan el factor humano y moral, y la
voluntad del pueblo en la guerra. Preconizó la prevalencia en la guerra de lo
humano sobre lo técnico y del azar como reductor del poder de lo racional, lo que
hace que, a la luz de los conflictos asimétricos actuales, su pensamiento siga
vigente. Las probabilidades, que hacen que la guerra “no pertenezca al campo de
las artes o de las ciencias sino al de la existencia social”(34), son una constante que
debería ser tomada en cuenta. La historia ha demostrado que hacer primar el
aspecto de las fuerzas productivas (tecnología de punta, cantidad de material
belicista empleado, exacerbación de la automatización, hombre visto como
máquina, etc.) sobre las relaciones sociales entre los hombres, puede llevar a la
derrota al ejército más sofisticado.

11
1 Las reflexiones sobre la guerra, que se atribuyen a Sun Tzu, fueron publicadas en el libro “El arte
de la guerra”, que hubiera sido escrito por este mismo estratega chino en el siglo V antes de nuestra
era.
2 Como sus Comentarios sobre la guerra de las Galias y La guerra civil.
3 Escribió el De Re Militari a finales del siglo IV e inicios del siglo V después de nuestra era.
4 Sus obras son los Principios generales de la guerra (1746) y su Testamento militar (1768).
5 La derrota de las tropas Prusianas en Jena y las consecuencias políticas desastrosas que tuvo para
la soberanía de Prusia incidieron notablemente en la concepción que Clausewitz tendría de la
política.
6 Ver Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war, trabajo en que el
autor alega que las tesis de Clausewitz eran precursoras de la teoría de la complejidad. Ver también
mi artículo La ciencia del caos y la táctica de guerra en el caos.
7 Clausewitz murió a la edad de 51 años, producto del cólera. Es su esposa que se encargó de
publicar los trabajos de Clausewitz después de su muerte.
8 Ver p.25. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Editions Aden. Belgique.
9 El término “gran estrategia” o “Grand strategy” en inglés, que introduce Lidell Hart y que será
popularizado en los años 1950 es simplemente la “política de guerra” que tiene por “objetivo el
coordinar y dirigir todos los recursos de la nación o de una coalición a fin de lograr el objeto
político de la guerra”. Citado P.122 en Hervé Coutau-Bégarie. Traité de stratégie. Editions
Economica. Paris. 2003.
10 Jomini hablaba de “gran táctica” para definir la estrategia operacional.
11 Ver François Géré. Dictionnaire de la pensée stratégique. Editions Larousse. 2000. P.253.
12 Ibid. P.144.
13 Ver P. 248. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions
Economica. Paris.1993
14 Citado por Pierre Naville en su Introducción de De la guerra de Carl von Clausewitz.
15 En el periodo que se inicia en 1560 hasta la Revolución francesa, las “guerras diplomáticas”
apuntaban entonces a resguardar o adquirir un territorio en función a la preservación del equilibrio
de poder a nivel europeo. Las armadas respondían al modelo feudal que regía en este momento
histórico, pues los oficiales eran originarios de la nobleza mientras que las tropas eran compuestas
de campesinos, voluntarios y mercenarios. Es Napoleón que puso fin a esas guerras que respondían
a objetivos limitados en que sólo mandaban los intereses de los monarcas. El Emperador introdujo
efectivamente un modelo de guerra absoluta, en la que la población en su globalidad participaba y
donde la violencia accedía a un nivel difícilmente imaginable antes. Ver Barry D. Watts.
Clausewitzian Friction and future war. McNair Papernº52. October 1996. Institute for national
strategic Studies. National Defense University. Washington, DC. P.17. También, ver Michel
Foucault. Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France. (1977-1978). Gallimard.
Seuil. Oct. 2004. P. 309.
16 Clausewitz De la guerre P.40. Edition de Minuit. 1955
17 La metodología de Clausewitz ha inducido muchos analistas a conjeturar sobre los orígenes del
carácter filosófico en su obra, que lo hacen partir de un modelo ideal y sustentarse en la dialéctica
para explicar la guerra. Ven en ello una influencia de Platón, de Kant, pero sobre todo de Hegel. Es
interesante notar que Karl Marx, quien fue fuertemente influenciado por Hegel, usa el mismo
método en El Capital cuando analiza el modo de producción capitalista. Parte del concepto puro del
capitalismo para poder luego analizar mejor las desviaciones de éste en relación con el ideal
planteado originalmente. El estudio de las desviaciones a partir del modelo ideal permitió por lo
tanto a Marx exponer el cómo se presenta el capitalismo en la realidad.
18 Ver Artículo de François Géré Limiter la guerre, Clausewitz, encore. Publicado en Strategis.org
19 Desgraciadamente, hoy en día el arma nuclear sí podría llevar a una aniquilación total de un país.
El único factor del orden de las fricciones que estaría en posición de impedir esto resulta ser la
opinión pública, cuya presión podría forzar los gobiernos a renunciar a tal proyecto apocalíptico.

12
20 Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war in
www.clausewitz.com.
21 Ver p.79. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit.
22 Alain Bousquet. The scientific way of warfare. Order and chaos on the Battlefields of Modernity.
Columbia University Press. 2009. P.86
23 Ver Antoine-Henri Jomini. Précis de l’art de la guerre. Editions Perrin. 2001.
24 Clausewitz. De la Guerre P.174
25 Clausewitz. De la Guerre P.179
26 Citado p.43 en Décider dans l’incertitude. Général Vincent Desportes. Edition Economica. 2007.
27 Ver P.8. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit.
28 A lo largo del siglo XX, su notoriedad se extendió hacia Oriente.
29 Es el norteamericano John Michael O’Connor, quien fue el primero en traducir Jomini en 1817.
Ver P.34-35. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions
Economica. Paris.1993. Mientras que Clausewitz fue traducido por primera vez en inglés por el
Coronel J.J. Graham en el año 1873.
30 Ver P. 45. Bruno Colson. La culture stratégique américaine.
31 McNamara provenía de la empresa privada Ford antes de ser convocado al puesto de Secretario
de Defensa.
32 Ver P.10-15. Dominique Pestre.La pensée mathématique des systèmes. De la stratégie nucléaire
à l’économie et à la société. La recherche Hors-série nº7. Avril 2002.
33 Poirier, siguiendo el pensamiento que Clausewitz dejó inseminado, declaró que la estrategia
engloba el nivel económico, político y cultural e hizo de ella un “conjunto de operaciones
intelectuales y físicas requeridas para concebir, preparar y conducir toda acción colectiva realizada
en un entorno conflictual”. Sobre Poirier, ver p.213-214. Dictionnaire de la pensée stratégique.
François Géré. Op. cit.
34 Citado por Pierre Naville en su Introducción de la Guerre por Carl von Clausewitz.

13

Vous aimerez peut-être aussi