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MIGUEL DE UNAMUNO

1. VIDA y PERSONALIDAD

Toda novela, toda obra de ficción, todo poema, cuando es vivo, es autobiográfico.

Porque, ¿quién soy yo mismo? ¿Quién es el que se firma Miguel de Unamuno? Pues... uno de mis
personajes, una de mis criaturas, uno de mis agonistas.

«No me prediques la paz, que le tengo miedo. La paz es la sumisión y la mentira. Ya conoces mi divisa:
primero la verdad que la paz.” …Primero la verdad que la paz. Antes quiero verdad en guerra que no
mentira en la paz»,

«La vida es lucha [...] No me cansaré de repetir que lo que más nos une a los hombres unos con otros
son nuestras discordias. Y lo que más le une a cada uno consigo mismo, lo que hace la unidad íntima de
nuestra vida, son nuestras discordias íntimas, las contradicciones interiores de nuestras discordias.»

Estas citas muestras dos aspectos esenciales para entender la obra y la figura de Unamuno : en primer
lugar el agonismo , característica esencial de su pensamiento. Unamuno utiliza la palabra agonía en sus
sentido etimológico , se refiere a la “guerra” de los espíritus, a la lucha, la agonía interior entre la razón
y la fe; en segundo lugar la importancia del componente autobiográfico de la mayor parte de sus
escritos: sus personajes son una proyección de sus angustias y reflexiones.

EL AGONISMO DE UNAMUNO

Aunque la vida de don Miguel de Unamuno fue en su totalidad una meditación sobre la muerte, no fue
una meditación estoica para resignarse a morir, sino todo lo contrario. Es Unamuno uno de los grandes
pensadores “existencialistas” que se adelanta al existencialismo alemán aunque Unamuno llegó a
conclusiones radicalmente opuestas: «La vida, desde su principio hasta su término, es lucha contra la
fatalidad de vivir, lucha a muerte, agonía”. Aunque la esperanza en la vida ultraterrena es lo que,
indudablemente más le interesa de toda experiencia religiosa hay ocasiones en las que parece adoptar
una actitud religiosa claramente ética frente a las injusticias del mundo. Así, en una carta de 1898
escribe: «Cultiva el grano de íntima bondad que llevamos todos [...] procura aliviar dolores ajenos.»
Voluntad que aparecerá en otros momentos de su obra, como en San Manuel Bueno, mártir: «El pueblo
no entiende de palabras; el pueblo no ha entendido nada más que vuestras obras», dice Ángela a su
hermano Lázaro al final de la obra. «Mi religión —escribe Unamuno en 1907— es buscar la verdad en la
vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva; mi religión es
luchar incesante e incansablemente con el misterio». Este Unamuno agónico se centra en tres ideas:
1. El miedo a la muerte
2. La necesidad de creer en un Dios que garantice la inmortalidad personal
3. La certeza racional de que ese Dios no existe.

La existencia de Dios carecerá de importancia si no supusiera la inmortalidad de los hombres.


De ahí esa “hambre de Dios” de sus textos, pero la razón lo niega. El resultado será la desesperación
entre el escepticismo racional y el anhelo sentimental. La religión no como una doctrina, sino como
lucha, para escapar al destino inexorable de la muerte.( huella de Kierkegaard): en ensayos :
La agonía del cristianismo (1925)
Del sentimiento trágico de la vida (1913)

Junto a este Unamuno agónico, convive el Unamuno contemplativo que añora la paz y la
contemplación de lo eterno. Próximo al idealismo panteísta juanramoniano, a fray Luis de León,
característica del fin de siglo europeo. Identifica su alma con la naturaleza, el concepto de intrahistoria
reivindica la tradición eterna que permanece bajo la superficie de los hechos históricos. Artículos y
notas de paisajes: Por tierras de Portugal y España(1911) Andanzas y visiones españolas (1922).

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1864. Nace Unamuno en Bilbao en Siempre se sintió profundamente vasco y español, lo que le
influyó en su sentido y uso de la lengua española. Es el tercer hijo y primer varón. A los seis
años de edad muere su padre y su casa es un
1884 Se doctora con una tesis sobre la lengua vasca en la que anticipa sus posturas contrarias
al nacionalismo vasco de Sabino Arana. Vuelve a Bilbao, iniciándose en la literatura con una
serie de artículos en los que muestra una tendencia política socialista.
Gana la cátedra de griego de la Universidad de Salamanca, ciudad en la que siempre vivirá
En 1897 sufre una profunda crisis religiosa. Ese mismo año se da de baja en el Partido Socialista,
en el que militaba desde 1894. Su espiritualismo absorbente, y su obsesión por los valores
religiosos va a configurar de manera decisiva su apartamiento radical del marxismo
(materialismo histórico y dialéctico) y también, como él mismo recordaría, su separación gradual
del socialismo y, en general, de las ideologías progresistas. Esta crisis separa dos grandes
periodos en la obra unamuniana: en el primero, primero encontramos un moderado influjo de su
personal concepción religiosa y una apertura hacia las corrientes socialistas y progresistas; en el
segundo,
segundo se irá acentuando una obsesión por los problemas de la trascendencia y se irá
configurando un Unamuno más íntimo y, al mismo tiempo, más reaccionario en política. Una
vez abandonadas sus ideas socialistas y su defensa de la europeización de España insiste en un
fondo espiritual español como base de la necesaria regeneración moral, ahora propone
españolizar a esa Europa. Se opondrá al comunismo, aunque en un principio simpatiza la
Revolución rusa de 1917, se opone al fascismo, defiende el liberalismo radical y la defensa de la
libertad de conciencia, de ahí que sus cambiantes posiciones políticas resultan llamativas y
contradictorias.
En 1901 es nombrado rector de la Universidad de Salamanca. La importancia de su magisterio
intelectual se va acentuando. Desde allí publica continuamente obra ensayística, poesía, teatro
y narración, además de numerosísimos artículos en la prensa, con los que interviene en la
actualidad política.
De 1913 es un conjunto unitario de ensayos, que ya habían aparecido por separado en la
prensa: Del sentimiento trágico de la vida
En 1914 el ministro de Instrucción Pública lo destituye del rectorado por razones políticas.
Unamuno aparece entonces como el mártir de la oposición liberal. Sus escritos sobre la Primera
Guerra Mundial polarizaron a la opinión pública. Así, pese a que no estaba afiliado a ningún
partido, pudo escribir en 1917: «Tengo la convicción de influir en la política [...] española más
que la inmensa mayoría de los diputados y los senadores».
En 1920 es elegido por sus compañeros decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Es
condenado a dieciséis años de prisión por injurias al rey, pero la sentencia no llegó a cumplirse.
En 1921 sus compañeros, de nuevo, lo nombran vicerrector. Sus constantes ataques al rey y al
dictador Primo de Rivera hacen que éste lo destituya nuevamente de sus cargos universitarios, y
lo destierre a Fuerteventura en febrero de 1924. El 9 de julio es indultado, pero él se destierra
voluntariamente a Francia; primero a París y, al poco tiempo, a Hendaya, en el país vasco-
francés. Allí permaneció hasta la caída de Primo de Rivera (1930) y puede regresar
triunfalmente.
En 1931, con la llegada de la República, es reintegrado al rectorado salmantino. Se presenta a
las elecciones a Cortes y es elegido diputado como independiente por la candidatura de la
conjunción republicana. En 1933 decide no presentarse a la reelección. Al año siguiente se
jubila de su actividad docente y es nombrado Rector vitalicio, a título honorífico, de la
Universidad de Salamanca, que crea una cátedra con su nombre.En julio de este año de 1934
muere Concha, su mujer:
Al iniciarse la guerra civil, apoya durante un breve periodo de tiempo a los rebeldes, creyendo
las palabras iniciales de éstos de querer restaurar el propio orden republicano. Azaña lo
destituye como rector honorario, pero es repuesto por los nacionalistas. El 12 de Octubre de
1936, en el acto de inauguración del curso académico, se produce su célebre enfrentamiento
con el general Millán Astray. Ante los gritos de éste de «¡Viva la muerte!», «¡Mueran los
intelectuales!» , «Muera la inteligencia!»... Unamuno le corta el uso de la palabra y se enfrenta a
él. Al día siguiente, es puesto bajo arresto domiciliario. Toda su vida, toda su filosofía han sido
[...]

1. LA OBRA
Unamuno usó en su obra de todos los géneros literarios: la poesía, el teatro, la novela y el cuento, y el
ensayo (en la más amplia acepción del término). Además de abordar tantos géneros, sintió
preocupación por ellos, sobre los que le interesó proyectarse personal e innovadoramente. Es decir, su
teatro debía ser la expresión dramática más adecuada a su tiempo; su “nivola” una forma superior a la

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novela tradicional; su poesía se despegaba ventajosamente de sus con temporáneos; el ensayo lo más
personal y elevado en un ambiente cultural y filosóficamente estéril.

Toda la obra de Unamuno puede ser vista como la sucesión por entregas de una autobiografía
profundamente literaturizada, donde sus obsesiones, que repite sistemáticamente, apuntan a la llamada
crisis de la conciencia burguesa de finales del siglo pasado y comienzos de éste; por lo que difícilmente
pueden proyectarse hacia nuestro presente cultural, por innovadores y aprovechables que fueran en su
tiempo. Y, sin embargo, en lo más personal y definido de Unamuno es donde hallamos lo más actual, o
mejor, universal de su obra.

En una breve consideración estilística, digamos que Unamuno parte del idioma hablado, huyendo de la
hinchazón retórica precedente. Su sintaxis es rica y compleja. El vocabulario ofrece una mezcla de
cotidianeidad y rebuscamiento culto, de reivindicación de vocablos tradicionales ya desusados y de uso
de las palabras en su sentido culto etimológico. Ortega y Gasset en el artículo que citábamos al
principio de este trabajo escribe certeramente:
2.1. EL ENSAYO
2.2. LA POESÍA
Aunque cultivó la poesía desde, al menos, 1884, no es hasta 1907 cuando publica su primer libro
de versos: Poesías. Ante todo, hay que decir que Unamuno se aleja del preciosismo formal de los
poetas modernistas de su tiempo para levantar un mundo propio y original, ansioso de esa «rumia
filosófica» sin la que nunca entendió el quehacer lírico; concepto que resume en su poema titulado
«Credo poético»: Piensa el sentimiento, siente el pensamiento. La estrofa fundamental de su poesía
es el soneto.
2.3.LA OBRA NARRATIVA: NOVELAS Y «NIVOLAS»

Lo que decíamos sobre su obra (su deseo ante todo de renovar todos los géneros y hacer de ellos una
interpretación personalísima) es aplicable a su concepción de la novela. En ese afán de personalización
y, ante las críticas que negaban el carácter de novela a su obra Niebla por no atenerse a los cánones de
la novela realista, llegó a llamarle «nivola».

—Mi novela no tiene argumento o mejor dicho, será el que vaya saliendo. El argumento se hace él solo

—¿Y cómo es eso?

—Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué hacer, pero sentía ansias de hacer algo, una
comezón muy íntima, un escarabajo de la fantasía, me dije: voy a escribir una novela, pero voy a
escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá. Me senté, cogí unas cuartillas y empecé lo primero que
se me ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin plan alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren y
hablen, sobre todo según hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Ya las veces su carácter será
el de no tenerlo.

—Sí, como el mío.

—No sé. Eso irá saliendo. Yo me dejo llevar.

—¿Y hay psicología?, ¿descripciones?

—Lo que hay es diálogo; sobre todo diálogo. La cosa es que los personajes hablen mucho, aunque no
digan nada. [...] empezarás creyendo que los llevas tú, de tu mano, y es fácil que acabes
convenciéndote de que son ellos los que te llevan. Es muy frecuente que un autor acabe por ser
juguete de sus ficciones...

—Tal vez pero el caso es que en esa novela pienso meter todo lo que se me ocurra, sea como fuese

—Pues acabará no siendo novela.

—No, será... nivola..

—¿Y qué es eso, qué es nivola?

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—Pues le oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una vez le llevó a don
Eduardo Benot, para leérselo, un soneto que estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma
heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es soneto!...» «No , señor —le contestó
Machado— no es soneto, es... sonite». Pues así con mi novela, no ha de ser novela, sino..., ¿cómo dije?,
navilo..., nebulo, no, no, nivola, eso es, ¡nivola! Así nadie tendrá derecho a decir que deroga las leyes de
su género... Invento el género e inventar el género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las
leyes que me place. ¡Y mucho diálogo!

Esta técnica novelesca en la que ante todo se destaca el diálogo, obedece al propósito de Unamuno, no
ya de dar muestra de nuevo de su individualismo y originalidad, sino, sobre todo, de procurar a sus
novelas la mayor intensidad y el mayor carácter dramático posibles. Así la atención del lector se
concentra en el relato de la acción y de los sentimientos, pues no hay que olvidar el destinatario, el
lector sobre el que quiere actuar directamente Unamuno.

Las “nivolas” de Unamuno son novelas, pero novelas de Unamuno: personales, innovadoras... aunque,
precisamente por eso inimitables, incapaces de crear un nuevo rumbo

Características de sus novelas

Sus novelas constituyen uno de los mejores ejemplos en la novela de final de siglo de la superación del
realismo de la novela del siglo XIX :
a. Técnicamente anticipa de muchas de las características de la narrativa contemporánea:
monólogo interior, la novela de Unamuno se basa en la novela escrita —o transcrita— por el
personaje, (Abel Sánchez, Niebla, San Manuel Bueno); nuevos modelos de personajes en
conflicto con ellos mismos y con su existencia ; se interpolan relatos (Niebla, San Manuel...) .
b. Rompe con la ilusión de la reproducción fiel de la realidad y la novela se convierte en un juego
intelectual que busca servir de revulsivo para el lector. Sus novelas le exigen al lector la
participación con prólogos, epílogos etc.
c. El espacio, o los personajes adquieren valores simbólicos y no realistas. Lo importante no es el
decorado realista sino el desarrollo de los conflictos íntimos de los personajes.
d. La interrupción de la historia con reflexiones y diálogos hace que la novela se acerque al
ensayo o al teatro)
Características:

1. Desnudez narrativa: El tiempo y el espacio externos suelen ser imprecisos, aunque muchos relatos se
localicen en unas coordenadas espaciotemporales concretas: la España provinciana de principios de
siglo. no encierran descripciones, ni pintura de costumbres.. Aparente excepción a la ausencia de
descripciones es San Manuel bueno, mártir —«Escenario hay en San Manuel Bueno, mártir, sugerido por
el maravilloso y tan sugestivo lago de San Martín de Castañeda, en Sanabria...»; pero se trata de un
escenario simbólico.
2. Protagonista individual Es una novela de personaje-agonista, es decir, luchando contra la sospecha
de su propia contingencia existencial (Niebla, San Manuel Bueno, mártir).
3. Novela como método de conocimiento, y reflexión
4. Como lo importante es la interioridad de los personajes, adquiere relevancia el monólogo y el
diálogo,
diálogo forma más directa de plasmar las ideas e inquietudes.
5. Presentación abierta y contradictoria de la realidad
realidad (no sólo del personaje). Novelas de estructura
abierta con posibilidad de varias lecturas, forzando la participación intelectual del lector, v. gr.
prólogo(s) y contra-prólogo(s) o post-prólogo(s), epílogo(s) y apéndice(s) (Niebla, San Manuel Bueno,
mártir).

Su primera novela --no nivola—Paz en la guerra (1897), denominada por el mismo autor «novela
histórica o historia novelada». Nos encontramos ante una amplia crónica, apuntalada por varias
figuras de ficción, de un episodio de las guerras carlistas: el cerco de Bilbao defendido
Amor y pedagogía (1902) La obra supone una feroz sátira contra la pedagogía científica y la
racionalización de la vida, que sigue latiendo rebelde y ciega venciendo los propósitos
humanos.Su protagonista, Don Avito Carvajal, fantoche cientifista y señorito que vive de sus
rentas, ha concebido la idea de “fabricar” ayudado de todos los avances de la ciencia de un
super-hombre, de un genio. Buscará la mujer ideal y se casa con ella. Nace un niño , Apolodoro
, que es educado de una manera esmerada, sólo que los frutos de tanta y tan sabia preparación

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no dan los resultados esperados: el chico se enamora y, al ser rechazado, lleva a cabo su última
—y nada “genial”— idea: se suicida.
Niebla (1914) Es «la novela del absurdo existencial, del hombre perdido en la angustia de una vida sin
finalidad.

Abel Sánchez, Se trata de la patética historia de un hombre —Joaquín Monegro— que lucha
contra la tendencia a la envidia y al odio a los que es arrastrado por sus circunstancia vitales:
inexplicablemente, toda su existencia ha estado eclipsada por Abel Sánchez, que le arrebata
todo lo que más ama.
1920 publica Tres novelas ejemplares y un prólogo que ejemplarizan la tesis de Unamuno
sobre la voluntad de ser.
En 1921 publica la última de sus novelas extensas: La tía Tula, En este sentido, no se puede
aplicar a Tula las características que hemos visto de los personajes de sus nivolas. La
complejidad humana de este personaje quizá venga determinada por la intención del autor de
preguntarse no por uno, sino por varios de sus problemas (o de las vertientes de su problema).
Las hermanas Gertrudis (Tula) y Rosa viven juntas. Más atractiva la segunda, de ella se enamora
Ramiro; pero luego, al conocer mejor a Tula, vacila en su decisión de casarse con una u otra. Ha
de ser Tula la que le emplace a casarse con Rosa o marcharse. Ya casados, Tula, aunque no vive
con ellos, los ayuda mucho a criar a los tres hijos que tienen y llega a ser la base de su
educación. Su destino parece ser este: la sororidad. Pero Rosa muere, y Tula ha de instalarse con
el viudo y los niños para llevar la casa. Ramiro le propone casarse con él; pero ella, al principio,
lo rechaza, para no tener que verse en la situación de preferir a unos posibles hijos propios
antes que a sus sobrinos. Le da a Ramiro un año de plazo, pero durante esa espera sorprende a
Ramiro con Manuela, la criada de la casa, que espera un hijo de él. Los obliga a casarse, pero
ellos mueren y Tula quedará al cuidado de los niños, sobre todo del mayor para que un día
sepa casarse con una Gertrudis y no con una Rosa. Así, le hará casarse con una muchacha
elegida por ella, y por ella asistida cuando tiene su primer hijo. Muere la tía Tula, dejando en la
casa su espíritu como inspiración para la convivencia y el cariño mutuo.

Los temas que se plantean en la novela son fundamentalmente los siguientes: el decisivo y constante
tema de la personalidad, es este caso la maternidad real en cuanto criadora de almas de Tula frente a la
maternidad únicamente física de Rosa; la inadecuación general e inexplicada de las relaciones hombre-
mujer y la consiguiente soledad del individuo; la posibilidad de proyectarse espiritualmente sobre los
más jóvenes por medio de la educación...

Entre noviembre y diciembre de 1930 escribe tres novelas cortas: San Manuel Bueno, mártir; La
novela de don Sandalio, jugador de ajedrez y Un pobre hombre rico.

3. ESTUDIO DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR

3.1. GÉNESIS DE LA OBRA

Unamuno escribió San Manuel Bueno, mártir en noviembre de 1930. La edición definitiva apareció en
1933, junto .Algunos datos permiten afirmar que Unamuno había estado pensando desde hacía años
una novela cuyo tema fuera el de un sacerdote que había perdido la fe.

El 1 de junio de 1930 (recordemos que terminó de escribir esta novela en noviembre de ese año)
Unamuno va de excursión al lago de Sanabria (San Martín de Castañeda, provincia de Zamora), donde
se conserva la leyenda de un pueblo, Valverde de Lucerna —igual nombre en la leyenda y en la novela
de Unamuno—, que se halla sumergido en el lago. Esta leyenda aparece en algunos textos medievales
franceses del ciclo carolingio con distintas variantes. Una leyenda parecida es recogida por el escritor
francés Ernest Renan[3], al que Unamuno había leído y comentado

Curiosamente, la novela considerada más autobiográfica (en el sentido de autobiografía espiritual:


«tengo la sensación de haber puesto en ella todo mi sentimiento trágico de la vida»; prólogo de 1932)
se inspira en otras fuentes. Pero esto «nada prueba contra su objetividad, su originalidad» (que dice
Unamuno en el epílogo, refiriéndose al «manuscrito» de Ángela). Además de las fuentes señaladas
sobre el lago y la leyenda de la villa sumergida, Unamuno ha tenido en cuenta una novela italiana: El
santo (1905-), de Antonio Fogazzaro (1842-1911).

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5.2. LOS PERSONAJES Y LOS TEMAS

«Personajes, lo que se dice personajes de carne y hueso, ninguno[5]. Almas, cuatro: un cura, una
muchacha, un hombre y un idiota. Almas que pasan sin vestimenta humana. No nos dice el autor si sus
cuerpos eran altos o bajos[6], fuertes o débiles. Pueden ser como se quiera. Apenas nos dice tampoco el
sexo, porque en esta ficción de Unamuno, como en casi todas las suyas, las personas no son hombres y
mujeres, sino padres e hijos; y ésta es una de las características de su obra. A menudo llama maternal al
alma de un hombre [...]».
GREGORIO MARAÑON

5.2.1. Don Manuel

Don Manuel Bueno es el personaje central de la obra. La novela se organiza en torno a su lucha interior
y su comportamiento para con el pueblo. La clara contradicción (o, si se quiere, agonía) que se
manifiesta entre estos dos aspectos de su personalidad, hace que podamos considerar al personaje
como la personificación de la suprema paradoja unamuniana. Esta contradicción, asumida por el
personaje y funcionalmente operativa como motor de toda la trama novelesca, se produce por la
voluntad de vivir como creyente y la imposibilidad de creer.,aceptando como única verdad sólida el
amor al semejante (es decir, la caridad), imponiendo esta verdad sobre todas las demás verdades en su
conciencia («aunque el consuelo que les doy no sea el mío»).

En numerosas ocasiones a lo largo de la novela se establece el paralelismo, entre don Manuel y Cristo.
Los dos tienen el mismo nombre: Manuel (o Emmanuel), que en hebreo significa “Dios con nosotros”.
Aplicado ese significado a la figura del sacerdote parece querer indicar que su presencia entre el pueblo
de Valverde equivale a la de Cristo entre los hombres. Efectivamente, esta identificación alcanza su
sentido pleno en la secuencia en la que don Manuel le pide a Ángela que rece «también por Nuestro
Señor Jesucristo»: al llegar a su casa, ésta recuerda las palabras «de nuestros dos Cristos, el de esta tierra
y el de esta aldea».

Estas palabras son las que se han venido repitiendo a lo largo de la narración. La voz de don Manuel, a
la que ya se ha calificado de «divina» , exclama con especial énfasis, durante el Viernes Santo: «¡Dios
mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?». Entonces, cuenta Ángela, «era como si oyesen a
Nuestro Señor Jesucristo, como si la voz brotara de aquel viejo crucifijo». Las mismas palabras se van
repitiendo como el eco en la voz de Blasillo el bobo. Y para reforzar la identificación, cuando Lázaro está
a punto de revelar a Ángela el secreto de don Manuel, es interrumpido por la voz de Blasillo, que va
gritando por las calles dicha frase. «Lázaro se estremeció creyendo oír la voz de don Manuel, acaso la de
Nuestro Señor Jesucristo».

Por último, debe tenerse muy en cuenta la confesión de don Manuel a Lázaro, que éste cuenta a su
hermana después de la muerte del sacerdote: «creía [don Manuel] que más de uno de los más grandes
santos, acaso el mayor, había muerto sin creer en la otra vida». Naturalmente la referencia es Cristo.Con
ello, se pretende destacar la naturaleza humana de Cristo sobre la divina, en la que don Manuel no
creía, que queda subrayada por la interrogación «¿Por qué me has abandonado?», que para don
Manuel vendría a significar la pérdida de la fe del mismo Jesucristo.
5.2.1.3. Don Manue1 y Moisés

En varias ocasiones se hace referencia en la novela a la figura de Moisés: él condujo a su pueblo hacia la
tierra prometida, aunque murió a sus puertas, sin llegar a entrar en ella por no haber creído la promesa
de Dios. Este paralelismo lo había puesto ya de manifiesto Ángela al comienzo de su narración:
«Después, al llegar a conocer el secreto de nuestro santo, he comprendido que era como si una
caravana en marcha por el desierto, desfallecido el caudillo al acercarse al término de su carrera, le
tomaran en hombros los suyos para meter su cuerpo sin vida en la tierra de promisión».

Veamos también unas palabras de Unamuno en uno de sus artículos en prensa («La soledad de
Moisés») :

2. Ángela

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La presencia de los hermanos Ángela y Lázaro en la obra actúa como dos polos contrapuestos que van
acercándose a la figura central de don Manuel. Ángela parte de una fe firme. Lázaro, como veremos,
desde el ateo convencido que es, además, anticlerical. Por lo tanto, aunque pueden ser analizados en su
individualidad, siempre hay que tener en cuenta su posición subordinada al protagonista. No es que
sean menos “importantes“. Importan —y mucho— porque sólo a través de ellos podemos conocer al
protagonista desde un complicado “mecanismo” de puntos de vista
En cuanto a Ángela, la etimología de su nombre nos pone en la pista de una de las funciones que
desempeña en la novela. “ángel” proviene del griego “ánguelos”, que significa “mensajero”. Ángela
narra la vida de un hombre al que se pretende beatificar. Es, pues, la “mensajera”la transmisora de la
“buena nueva” de la vida del santo.

Ángela une distintas funciones en la narración ,mensajera, narradora, testigo, ayudante, confesante,
confesora e hija-madre , de ahí la complejidad de su figura
Como narradora: es no omnisciente, sino limitada a lo conocido por su experiencia. Se dirige a
un lector indeterminado («sólo Dios sabe, que no yo, con qué destino...»).
Testigo: refiere lo visto y oído, formando ella misma parte de lo narrado. Pero también refiere lo
sentido, incorporándolo a su testimonio. Así, lo objetivo de su narración se mezcla con lo
subjetivo: su narración tiene lugar mucho después de los hechos ocurridos, con lo que sus
recuerdos mezclan sucesos en el tiempo y no le ofrecen garantía de objetividad: «y yo no sé lo
que es verdad y lo que es mentira, ni lo que vi y lo que sólo soñé —o mejor lo que soñé y lo que
sólo vi—, ni lo que supe ni lo que creí [...] ¿Es que sé algo?, ¿es que creo algo? ¿Es que esto que
estoy aquí contando ha pasado y ha pasado tal como lo cuento? ¿Es que pueden pasar estas
cosas? ¿Es que esto es más que un sueño soñado dentro de otro sueño?».
Ayudante: como personaje que no sólo participa de lo narrado, sino que interviene como parte
activa en ello: «le ayudaba en cuanto podía en su ministerio»
Confesante y confesora: Al comienzo de su relato, declara que quiere que su narración lo sea
«a modo de confesión», También nos cuenta su papel de confesante con don Manuel en el
sacramento de la confesión. Pero este papel de confesante poco a poco se va invirtiendo .Es ella
la que hace la pregunta fundamental a don Manuel: «¿cree usted?». De donde, y después de la
tácita respuesta negativa, se deriva la petición del sacerdote: «Y ahora, Angelina, en nombre del
pueblo, ¿me absuelves? [...] —En nombre de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo, le absuelvo,
padre.»
Hija-madre del protagonista. Ya hacíamos mención a la relación paterno-filial o materno-filial de
los personajes de Unamuno. Como hija, don Manuel es su «padre espiritual», padre de su
espíritu, en el sentido de formarlo. Pero, conforme va introduciéndose en los recovecos del
espíritu del sacerdote, va transformándose y adaptándose a su nuevo papel: «Empezaba yo a
sentir una especie de afecto maternal hacia mi padre espiritual; quería aliviarle del peso de su
cruz de nacimiento». Y del momento en que acabó de confesar al sacerdote, escribe: «Y salimos
de la iglesia, y al salir se me estremecían las entrañas maternales.»
5.2.3. Lázaro

El simbolismo de este nombre resulta bien claro: Unamuno lo escogió para recordar al Lázaro del
Evangelio, a quien Cristo resucita. Don Manuel “resucita” el espíritu de Lázaro a su “fe” , para su
“religión”.

El personaje de Lázaro opone al principio su razón a la fe que predica don Manuel su actitud es no sólo
irreligiosa, sino anticlerical; vida rural y religiosidad se sintetizan en él en dos adjetivos utilizados
despectivamente : feudal y medieval .

Pero es precisamente porque don Manuel sabe que Lázaro no se dejará engañar por lo que le
confesará la verdad que le atormenta («Porque si no [le dice don Manuel] me atormentaría tanto, tanto,
que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás»). Y le convencerá también de
que al pueblo hay que dejarle en paz —en fe— para que viva feliz; incluso manteniéndole en sus
creencias supersticiosas que para ellos, los del pueblo, son verdaderas manifestaciones de su
religiosidad.

Con Lázaro se introduce en la novela un nuevo tema: el de si es útil (para la felicidad del pueblo)
preocuparse de los problemas sociales: «Y Lázaro, acaso para distraerle más, le propuso si no estaría
bien que fundasen en la iglesia algo así como un sindicato católico agrario». La respuesta de don
Manuel es tajante: «¿Sindicato? y ¿qué es eso? Yo no conozco más sindicato que la Iglesia, y ya sabes
aquello de “mi reino no es de este mundo”». Esta reacción de don Manuel nos recuerda la del propio

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Unamuno al «Manifiesto» de «Los Tres» (Baroja, Azorín. y Maeztu): «No me interesa, sino
secundariamente, lo de la repoblación de los montes, cooperativas de obreros campesinos, cajas de
crédito agrícola y los pantanos [...] Lo que el pueblo español necesita es cobrar confianza en sí [...] tener
un sentimiento y un ideal propios acerca de la vida y de su valor».

La actitud de don Manuel se hace dolorosamente explícita: «¿Cuestión social? Deja eso, eso no nos
concierne. Que traen una nueva sociedad, en que no haya ni ricos ni pobres, en que esté justamente
repartida la riqueza, en que todo sea para todos, ¿y qué? ¿Y no crees que del bienestar general surgirá
más fuerte el tedio de la vida? Sí, ya se que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social
ha dicho que la religión es el opio del pueblo[...] Opio... opio... Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y
que sueñe». Y en la secuencia anterior le dice: «no protestemos, la protesta mata el contento». .
En su artículo «Almas sencillas», de 1933 dice: «¡Si fuera posible una comunidad sólo de niños, de almas
sencillas, infantiles! ¿Felicidad? No, sino inconsciencia . Quítesele( al pueblo) su fe —o lo que sea— en
otra vida ultraterrena, en un paraíso celestial, y creerá en esta vida sueño, en un paraíso terrenal
revolucionario, en el comunismo o en cualquier otra ilusión vital. Porque el pobre tiene que vivir. ¿Para
qué? No le obligues a que se pregunte en serio para qué, porque entonces dejaría de vivir vida que
merezca ser vivida.»

Unamuno parece renegar de su vida de luchador para volver al seno más negativo de la parte
contemplativa de su ser que en aquellos días de profunda depresión creía más suya.

4. Blasillo

Blasillo representa el grado máximo de la fe ciega, inocente, que don Manuel (y, según acabamos de
ver, el último Unamuno) desea y predica para su pueblo. El personaje está tratado con gran cariño (el
amor que Unamuno sentía por los disminuidos físicos —el término médico es «idiota», «idiotismo» o
«idiocia»— parece que arranca de la experiencia personal con su hijo Raimundo, muerto a los seis años
tras desarrollar una idiocia hidrocefálea.

Blas, el bobo, viviente en la inconsciencia, repite como un eco palabras del párroco, cuyo sentido
ignora; recorre el pueblo clamando «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» y al hacerlo
subraya sin quererlo la más enigmática de las frases divinas que pronuncia don Manuel desde su
conciencia más lúcida. Así, lo racional (en sentido estricto, la negación de la divinidad de Cristo)
desciende a lo irracional de la fe popular encarnada en Blasillo.

Cuando don Manuel muere, Blasillo muere .De esta forma, se culmina simbólicamente la identificación
del pueblo con su párroco. Igual sentido tiene la muerte de Lázaro, continuador del empeño
ilusionante, pero sin fuerza ya para continuarlo.
Representa la ideas del pensador francés Blas Pascal : «Queréis llegar a la fe y no conocéis el camino [...]
aprended de quienes han estado atados como vosotros [...] Seguid la manera como han comenzado;
haciéndolo todo como si creyeran, tomando agua bendita, haciendo decir misas, etcétera.
Naturalmente, esto os hará creer y os embrutecerá».

5. VALVERDE DE LUCERNA: EL PAISAJE y SU SIMBOLISMO

Esta es la única novela en que Unamuno enmarca la acción en un lugar, un paisaje concretos. ( el lago
de San Martín de Castañeda, en Sanabria, donde vive la leyenda de una ciudad, Valverde de Lucerna,
que yace en el fondo de las aguas del lago) Unamuno emplea los elementos de este paisaje concreto
para convertirlos en símbolos relacionados con los temas y, por lo tanto (con los personajes de esta
novela.

Unamuno utiliza la leyenda de la ciudad sumergida en una doble intención simbólica:

Por una parte, es símbolo de la intrahistoria del pueblo. Representa el recuerdo de los muertos
de la aldea, de los antepasados que hicieron posible la vida que hoy tiene el pueblo. Para
Unamuno, los muertos forman parte de la existencia de los vivos, viven en ellos. Eso es lo que se
nos quiere decir con la leyenda del sonido de las campanas de la aldea sumergida, que ellos
pueden escuchar. Para el pueblo, el lago azul refleja el cielo de la vida eterna prometida, vida
eterna de la que ya gozan los antepasados.

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En segundo lugar, la leyenda de la villa sumergida en el lago tiene un simbolismo distinto en el
plano individual de la conciencia del protagonista. No se nos dice de forma explícita, al
describirlo físicamente al comienzo de la narración, que sus ojos sean azules, sino que «había en
sus ojos toda la hondura azul de nuestro lago». Más adelante, y utilizando nuevamente el lago
como término dé comparación, sí se dice: «Leí no sé qué honda tristeza en sus ojos, azules
como las aguas del lago», uniendo este rasgo a un estado interior cuyo origen todavía no
puede explicarse. Obsérvese que esto lo escribe la narradora al contar cómo ella había
expuesto al sacerdote sus dudas sobre la existencia del infierno. Este lago —insistamos: el de la
villa sumergida de los antepasados muertos— refleja el azul del cielo en los ojos azules de don
Manuel, que no cree en él. Por esto la tentación del suicidio, que dice haber heredado de su
padre —o la equivalente de «dormir, dormir sin fin, dormir por toda una eternidad y sin soñar»,
que dirá después, al llegar su hora— es mayor a orillas del lago. Así lo cuenta Lázaro a su
hermana:

«Pero la tentación del suicidio es mayor aquí, junto al remanso que espeja de noche las estrellas, que no
junto a las cascadas que dan miedo.»

La montaña, símbolo de la fe firme del pueblo, se eleva hacia el cielo. Sus nieves blancas son como agua
quieta fuera del tiempo, símbolo de la vida eterna en que confían los habitantes de la aldea. Pero, para
don Manuel, el mayor misterio es el de «la nieve cayendo en el lago y muriendo en él mientras cubre
con su toca la montaña». El misterio de la nieve es el misterio de la fe: para unos, firme; para él, diluida
en la conciencia de la muerte.

La Peña del Buitre Unamuno ya en 1910, en su soneto titulado A mi buitre (v. § 4.3.) utiliza éste como
símbolo de la angustia existencial. El buitre («que me devora las entrañas fiero», se dice en el poema)
recuerda el águila del mito de Prometeo: este titán robó en el cielo el fuego, la luz símbolo de la razón,
para dárselo a los hombres; como castigo, Zeus le condenó a ser encadenado en las montañas del
Cáucaso, donde un águila le roía el hígado, que volvía a crecer sin cesar.

5.4. LA TÉCNICA NARRATIVA


5.4.1. El perspectivismo

Unamuno ha elegido, como acabamos de decir, la forma narrativa del narrador-testigo para
distanciarse de lo narrado y no comprometerse. Sólo habla al final para comentar la ficción del
manuscrito encontrado (que ya utilizara, por ejemplo, Cervantes en el Quijote) y decir únicamente lo
que él cree que hubiera ocurrido en caso de que don Manuel hubiera revelado su secreto al pueblo.
Además hace una advertencia al lector porque en el asunto que comenta ahora Unamuno sí quiere
dejar claro cuál es su punto de vista: que no debe condenar a don Manuel por predicar lo que no creía

5.4.2. El tiempo

Ésta no tiene lugar hoy, ni lo tiene ayer, sino que se va desarrollando en un tiempo que está fuera de
esas coordenadas temporales. Un tiempo al que podríamos llamar siempre. El relato está enmarcado
por la palabra ahora:

Ahora que el obispo de la diócesis de Renada, a la que pertenece esta mi querida aldea de Valverde de
Lucerna, anda, a lo que se dice, promoviendo el proceso para la beatificación de nuestro don Manuel
[...].

Y al escribir esto ahora, aquí, en mi casa materna, a mis más de cincuenta años [...].

El tiempo de la novela transcurre entre esos dos momentos (que en realidad son el mismo) tan
inconcretos. Esta inconcreción temporal se ve reflejada además en el uso frecuente del pretérito
imperfecto, que no da referencia temporal precisa, sin indicar tampoco el final de la acción, situando al
lector en su desarrollo.

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