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Índice

Catolicismo y secularización en la primera mitad del siglo XIX:


Buenos Aires, Córdoba y Salta / coordinado por Valentina Ayrolo
y María Elena Barral. - 1a. ed. - Buenos Aires: Biblos, 2012.
183 pp.; 23 x 16 cm.

ISBN 978-950-786-983-9

1. Historia de la Iglesia. I. Ayrolo, Valentina, coord. II. Barral,


María Elena, coord. Introducción
CDD 270.098 2 Valentina Ayrolo, María Elena Barral y Roberto Di Stefano ....................... 9

CLERO Y RELIGIOSAS

El clero rioplatense en contextos de secularización


Valentina Ayrolo ........................................................................................... 17

El proceso de secularización en los monasterios de monjas


y en la Casa de Ejercicios y Beaterio de Buenos Aires, 1750-1865
Alicia Fraschina . ......................................................................................... 39

Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U.


Ilustración de tapa: RELIGIOSIDAD
Armado: Hernán Díaz
Las formas de la religiosidad católica: algunos
desplazamientos en la primera mitad del siglo xix
© Los autores, 2012
María Elena Barral y Jesús Binetti ............................................................ 67
© Editorial Biblos, 2012
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires
Ciudades de muertos y funerales de Estado
info@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com
Paradojas en la re-construcción de la religión y la política
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723
entre los Borbones y los gobiernos provinciales
Impreso en la Argentina
Gabriela Caretta .......................................................................................... 93

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-


misión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, TOLERANCIA Y ANTICLERICALISMO
sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin
el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 Matrimonios y algo más
y 25.446.
Un compromiso sagrado entre la Iglesia y el Estado
Nancy M. Calvo .......................................................................................... 117
Esta edición se terminó de
imprimir en Imprenta Dorrego, El anticlericalismo rioplatense de la primera mitad del siglo XIX
avenida Dorrego 1102, Buenos Aires, Roberto Di Stefano ..................................................................................... 141
República Argentina,
en marzo de 2012. Bibliografía . ............................................................................................... 167
Introducción

Valentina Ayrolo, María Elena Barral y


Roberto Di Stefano

Ésta es una obra colectiva resultado de un proyecto conjunto que se


desarrolló entre 2007 y 2010 gracias al financiamiento de la Agencia de
Promoción Científica y Tecnológica.1 Su título original era Catolicismo
y secularización en la primera mitad del siglo xix. Buenos Aires, Cór-
doba y Salta. El cambio en el título de este libro, que reúne algunos
resultados de aquel emprendimiento conjunto, busca simplificar el
título original del proyecto pero atenúa algunas complejidades sobre
las cuales nos interesa realizar unos breves señalamientos.
Nuestra investigación tomó como marco las jurisdicciones efec-
tivamente existentes en la primera mitad del siglo xix, es decir, los
obispados. Sin embargo la suma de los tres obispados considerados
no representa lo que hoy es la Argentina: faltan regiones y sobran
otras. Por ejemplo, durante una parte del período la Banda Oriental
formó parte de la diócesis de Buenos Aires; no se ha incluido la dió-
cesis de Cuyo (creada en 1833) y ninguna de los obispados refiere a
las actuales provincias patagónicas.
Por último, si bien algunos de los nombres oficiales del naciente
Estado incluyeron la denominación “Argentina”, ninguna nos devuelve
el territorio que conocemos actualmente y a comienzos del siglo xix
no era una realidad histórica verificable.
La investigación sobre estos tres obispados buscó detectar y
analizar algunos indicadores significativos de secularización en los
distintos contextos regionales y diversos niveles, de acuerdo con el
objeto de estudio abordado en cada caso –clero, formas de religio-
sidad, tolerancia religiosa y manifestaciones de anticlericalismo–,
entendiendo dicho proceso como aquel que refiere a la autonomía de
nuevas esferas “seculares” respecto de la religión y a la recomposición

1. Proyecto N° 32910, presentación 2005.


[9]
10 Valentina Ayrolo , María Elena Barral y Roberto Di Stefano Introducción 11

de lo religioso que acompaña el desarrollo de las sociedades contem- mitad del siglo xix. Asimismo, la referencia a secularización insti-
poráneas. No obstante, lejos de agotar el tema, esta propuesta busca tucional se relaciona con la secularización de instituciones nacidas
iniciar un camino de reflexión sobre la secularización, elaborar claves en el ámbito eclesiástico o a partir de motivaciones principalmente
de interpretación de los indicadores más relevantes dentro de cada religiosas, por ejemplo, la Universidad de Córdoba, surgida como
contexto regional e intentar un cuadro comparativo lo más completo studium jesuítico orientado principalmente a la formación del clero,
y complejo posible. que durante la última etapa del siglo xviii y a lo largo del xix se
Los ejes elegidos para dar cuenta del problema fueron el clero, transforma progresivamente en una institución secular.
las mujeres consagradas, la religiosidad, las prácticas mortuorias, la La secularización funcional se refiere a aquella que atañe a funcio-
tolerancia religiosa y el anticlericalismo. Como verá el lector, estos nes sociales previamente ejercidas por instituciones religiosas, como
temas se agruparon en tres secciones que dividen el libro y que dan es el caso de la caridad –que se seculariza con el nombre de benefi-
cuenta de algunos de los trayectos individuales de investigación de cencia–, la educación, la atención hospitalaria, los servicios fúnebres,
cada autor y autora, a la vez que vinculan los grandes temas que nos etc. El último nivel, el de la secularización individual, se vincula a la
preocupan: el catolicismo y la secularización. pérdida de referencias religiosas en las conductas individuales que
El siglo xix ha sido llamado el siglo de la secularización por el im- podrían traducirse, por ejemplo, en la caída de los índices de práctica
pacto de ese proceso sobre muy diversos órdenes de la vida social. Sin religiosa (frecuencia de recepción de los sacramentos o de concurrencia
embargo, el tema no ha sido todavía abordado desde la historiografía a los templos, participación en momentos de celebración colectivos,
argentina de manera sistemática y a partir de un aparato conceptual manifestación de proposiciones críticas respecto de la Iglesia, del
actualizado. Si se considera la gran producción que al respecto existe clero o incluso de la religión, disolución o debilitamiento de los lazos
para otros contextos histórico-culturales, podemos señalar que la his- de pertenencia a instituciones religiosas, son índices de esa pérdida
toriografía europea ha producido numerosas obras específicas, mien- de referencias en el plano individual). Sin dudas se trata del nivel
tras en América Latina las contribuciones, aunque cada vez son más, más difícil de analizar, como confirman los trabajos de sociología e
resultan aún insuficientes. Sobre todo faltan estudios comparativos historia religiosa referidos a contextos europeos.
que pongan de manifiesto los ritmos y las modalidades específicos en Con todo, la secularización en un nivel puede muy bien convivir
cada región y área cultural y social. con la persistencia de lo religioso en otros: por ejemplo, pueden
En este sentido, el presente libro intenta realizar un aporte para verificarse secularizaciones institucionales (hospitales, escuelas) y
la comprensión del proceso de secularización en los distintos contex- funcionales (cementerios) sin que por ello se verifique la caída de
tos regionales y en diferentes niveles interpretativos, teniendo en las prácticas de grupos e individuos. Los artículos que integran este
cuenta que no se trata de un proceso lineal, inexorable e irreversible, libro consideran algunos de estos niveles aunque de ninguna manera
como fuera planteado por la teoría clásica. El enfoque de los textos pretenden dar cuenta de la complejidad de cada uno de ellos en los
se enmarca dentro de un campo de conocimiento amplio que combi- diversos problemas abordados.
na la perspectiva histórica y la sociológica. Por ello, siguiendo uno Como en otros ámbitos del mundo euroatlántico, en el Río de la
de los planteos conceptuales posibles (Dobbelaere, 1981), usado en Plata en la primera mitad del siglo xix se confirmaron procesos de
la sociología y la historiografía religiosas, por resultarnos operativo secularización en diferentes niveles y con intensidades y modalidades
distinguimos cuatro niveles de secularización: el estructural, el ins- que variaron significativamente en contextos sociales o regionales
titucional, el funcional y el individual. distintos. De manera que, tomando cada uno de los niveles de secu-
La secularización estructural, dada por la creciente autonomía de larización –hasta el punto que nos ha sido posible en el estado actual
las esferas sacra y secular, se expresa en ámbitos como la política, del conocimiento–, el impacto fue desigual en cada región estudiada
la economía o la ciencia. Autonomía que no implica necesariamente (Buenos Aires, Córdoba y Salta) y dentro de ellas en diferentes con-
separación, puesto que entre la esfera sagrada y esas esferas seculares textos sociales. En relación con la secularización individual, se pueden
pervivirán múltiples vasos comunicantes y se producirán importantes detectar variaciones según ámbitos socioculturales relativamente dife-
transferencias simbólicas. Este nivel es el más evidente en la primera renciables (ciudad y campaña, por ejemplo) o profesionales (militares,
12 Valentina Ayrolo , María Elena Barral y Roberto Di Stefano Introducción 13

“publicistas”, maestros de escuela, médicos), así como en función de y los espacios para la muerte que se desplegaron entre fines del siglo
las distintas modalidades de la relación entre individuos y grupos y xviii y las primeras décadas del xix. Allí se estudian los lugares de
las instituciones religiosas. Además, los procesos de secularización no entierro y la construcción de representaciones sobre la muerte y el
son lineales, progresivos e irreversibles. En cada región y en cada nivel morir tomando tres ejes: los cambios en el espacio sagrado particular-
deberían detectarse contradicciones, vacilaciones, reacomodamientos, mente en los momentos de crisis y conflictividad política; los debates y
así como tendencias “des-secularizadoras” (Casanova, 1994). las tensiones en torno a los proyectos de construcción de cementerios
Los primeros dos capítulos se ocupan del clero secular y de las y los funerales de los “grandes héroes”, y la sacralización operada en
mujeres consagradas a Dios (monjas y beatas). Se estudió el primer su traslado al enterratorio eclesiástico.
grupo en tanto actor institucional clave, observando algunas de las Por último, se plantean dos temas más que importan al proceso de
formas en que el proceso de secularización afectó sus funciones tra- secularización: la tolerancia religiosa y el anticlericalismo. Respecto
dicionales y sus características morfológicas, y se lo consideró como de la tolerancia, dada la vastedad del tema, se eligió como ejemplo
actor social relevante de la transición política de la primera mitad el  de los matrimonios mixtos. Para dar cuenta de este asunto se
del siglo xix. El análisis propuesto integra los estudios desarrolla- estudió la posición de las instituciones religiosas y civiles frente a
dos en diferentes ámbitos institucionales en las últimas décadas e la formalización de los vínculos matrimoniales entre “disidentes” y
intenta articular dichos avances de forma comparada para las tres católicos por un lado y entre “disidentes” entre sí por otro, como ocurrió
diócesis más antiguas de la región: Buenos Aires, Córdoba y Salta. en varias provincias, especialmente en Buenos Aires. Con relación al
Por su parte, el capítulo dedicado a las mujeres consagradas aborda anticlericalismo, la investigación presentada parte de la premisa de
la secularización en los dos monasterios de clausura y en la Casa de que el fenómeno del anticlericalismo, en sentido estricto, se relaciona
Ejercicios y Beaterio de la ciudad de Buenos Aires durante el período con una serie de problemas político-religiosos inherentes a la distin-
1750-1865. Para explicar la fuerte presencia en la sociedad de las ción de las esferas religiosa y política, privada y pública, y al proceso
monjas y las beatas, se analizan sus características y las funciones de formación del Estado en el contexto posrevolucionario: la trabajosa
de cada grupo de mujeres, así como las distintas representaciones redefinición de las esferas, la eliminación de la poliarquía (institu-
que de ellas fue construyendo la sociedad. cional y simbólica) colonial, la formación (primero en Buenos Aires)
En segundo término, el libro se ocupa de las formas de religiosidad de una Iglesia centralizada y crecientemente institucionalizada que
y sus transformaciones a lo largo del período. La atención está cen- gestionase la naciente esfera religiosa, la problemática relación con
trada especialmente en las fiestas religiosas, el calendario litúrgico, la Santa Sede, los combates por la libertad de conciencia vinculados a
las rogativas y acciones de gracia, la piedad desarrollada en los már- la definición del concepto de ciudadanía, a las relaciones comerciales
genes de las instituciones y las prácticas de piedad mortuoria. En el con potencias protestantes y a la inmigración.
análisis propuesto se adopta la idea de religiosidad local entendida De esta manera, Catolicismo y secularización en la primera mitad
como el producto de la negociación entre una religión prescripta y del siglo xix. Buenos Aires, Córdoba y Salta pretende ofrecer una serie
una religión observada (Christian, 1991), que atendía a calendarios de trabajos que permitan avanzar en el conocimiento y la reflexión
locales y a ceremonias peculiares que no necesariamente se encon- acerca de la incidencia del proceso de secularización sobre el conjunto
traban en exacta correspondencia con las prescripciones de la Iglesia del orden social (Dobbelaere, 1981; Casanova, 1994). El escaso grado
universal. Así, se considera que el calendario litúrgico se conformó en de desarrollo de los estudios sobre secularización para las Provincias
las regiones americanas incorporando devociones a santos particula- Unidas en el período analizado convierte nuestra propuesta en un
res tal vez de origen americano y a través del tamiz de las prácticas aporte no sólo para la historia religiosa sino también para otras
locales. Al mismo tiempo se considera el modo en que las nuevas áreas de estudio de la disciplina, como la historia política, económica,
fiestas cívicas de la revolución y de la posrevolución apelaron a los social, cultural. Gracias a la variedad de ejes temáticos abordados,
contenidos y a las formas de la religión en los procesos de construcción hemos avanzado en la comprensión del pasado social y cultural de
de las nuevas legitimidades. El capítulo siguiente considera algu- las regiones estudiadas desde perspectivas analíticas que no habían
nas de las principales disputas y consensos en torno a la ritualidad sido desarrolladas por la historia eclesiástica tradicional.
Las formas de la religiosidad católica:
algunos desplazamientos en la
primera mitad del siglo xix

María Elena Barral* y Jesús Binetti**

Al referirse a las celebraciones católicas, un canonista de cierta


difusión en Hispanoamérica entre fines del siglo xviii y la primera
mitad del siguiente afirmaba:

Son enteramente de índole diversa de los cánones morales


los que constituyen los ritos y ceremonias externas […]: pues
tanto unos como otra no obligan eternamente, sino que están
sujetos a mudanzas; y aun en un mismo tiempo pueden ser
distintos, atendida la diversidad de lugares […] Por lo cual
importa muy poco la clase de ritos que emplee la Iglesia con
tal que sean tales que por ellos pueda explicarse cómodamen-
te la doctrina […] ¿Y quién duda que una misma cosa puede
explicarse de diversas maneras?1

Es probable que Domenico Cavallario confiase demasiado en la


capacidad del rito para adaptarse a “la diversidad de lugares” sin
que sufriera alteraciones la “doctrina”. No obstante, aludía a lo largo
del pasaje a uno de los rasgos salientes de la religiosidad católica: su
flexibilidad para integrar elementos propios de los particularismos
regionales y comunitarios, resignificando –en no pocos casos– cere-

* Conicet-Universidad Nacional de Luján.


** Universidad Nacional de Luján.
1. Domingo Cavallario, Instituciones de Derecho Canónico, Madrid, Compañía Tipo-
gráfica, 1846, t. i, p. 88. La publicación en latín ve la luz en Nápoles en 1771. De 1788
data su primera edición en España –en su lengua original– y en 1835 Juan Tejada y
Ramiro publica la primera traducción parcial de la obra al español que completa en
la edición que citamos. Véase una somera evaluación del autor y su obra en Carlos
Salinas Araneda (2001: 260-261).
[ 67 ]
68 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 69

monias y devociones preexistentes o surgidas inicialmente por fuera micas que existían entre las tres diócesis creadas durante la etapa
de los propios sistemas simbólicos. colonial dentro del actual territorio argentino –Córdoba, Buenos Aires
Como lo sugería el canonista, esa “flexibilidad” era anexa al y Salta–, éstas mantenían, en los años previos al estallido revolu-
despliegue espacial de la Iglesia y debía importar “muy poco”. Era cionario, algunos rasgos comunes. En primer lugar, ninguna de las
ella, al fin, la que nutría la diversidad de una religión que integraba sedes estaba vacante, con lo cual cada una tenía su correspondiente
a los habitantes del vasto imperio ibérico dentro de un régimen de obispo en funciones: una “rareza” que se mantuvo sólo hasta 1812 y
unanimidad religiosa del que nadie tendría que sentirse ajeno; y la recién se repitió en 1860.
que justificaba, junto con ello, la creación de calendarios litúrgicos Además de su cabildo eclesiástico, en las tres ciudades catedra-
en los cuales la “universalidad” romana debía articularse con usos y licias –luego de la expulsión de los jesuitas en 1767– estaban asen-
creencias particulares. tados franciscanos, mercedarios y betlemitas a cargo de la atención
Precisamente, la observación de esas manifestaciones llevó a hospitalaria.2 En Córdoba y Buenos Aires había, a su vez, presencia
William Christian (1991) a definir el concepto de “religiosidad local” dominica. Mientras que la restante orden con asiento en el antiguo
entendiéndolo como el resultado de la negociación entre la religión virreinato fue la de los agustinos, con sedes sólo en Cuyo, fue, en
prescripta y su observancia concreta. En cierto sentido, podría inter- rigor, una de las “herencias” dejada por la pertenencia de la región a
pretarse el catolicismo como un credo sólo pasible de ser entendido en la Capitanía General de Chile. A inicios del siglo xix, sólo Córdoba y
su praxis. Como una religión, en suma, rediseñada en sus múltiples la capital virreinal tenían órdenes femeninas: clarisas y catalinas, en
religiosidades. ambas, a las que se sumaban las carmelitas con asiento, únicamente
La consideración de ese fenómeno no impide la identificación de al- en la ciudad mediterránea. Justamente, un desprendimiento de estas
gunos patrones de comportamiento religioso propios de determinadas últimas dio origen al primer convento femenino de Salta, en 1846.3
espacios. Perfiles demográficos y productivos similares, por ejemplo, La participación de los laicos como terciarios de algunas de las
tendieron a corresponderse con la instauración de advocaciones y órdenes religiosas fue parte de una actividad mucho más amplia
festividades análogas. Mientras que, de igual manera, funciones que incluyó la integración de cofradías, muchas de ellas marianas
políticas o administrativas comunes a diferentes ciudades dejaron (Fogelman, 2000). Estas asociaciones se organizaban para una tarea
su marca en las símiles celebraciones que realizaban. devocional y su rasgo común fue el hecho de haberse constituido tanto
en espacios de sociabilidad, como de jerarquización y ayuda mutua.
Algunas de ellas también fueron un lugar de aprendizaje y experi-
El mundo religioso tardocolonial mentación de poder en áreas tan distantes como la campaña bonae-
rense o San Salvador de Jujuy (Barral, 2007; Estruch, 2009). Pero
En las sedes diocesanas, la presencia de obispo, cabildo eclesiás- sólo en algunos casos se presentaron como medios de reconstitución
tico y gobernador –o virrey– imprimió una dinámica social y política de la identidad étnica y como parte de los bienes de las comunidades
específica a través de la cual se expresó una religiosidad también indígenas –sal, tierras, ganado, sementeras de trigo y maíz, además
particular; más institucional, “ceremonial” y, de un cierto modo, con- de ornamentos y alhajas para el culto religioso– que, asimismo, se
flictiva que en las restantes ciudades y en las áreas rurales que las
circundaban o en las zonas fronterizas. Esas localidades cabeceras
de obispados fueron escenarios privilegiados para el desarrollo del
calendario litúrgico y concentraron, con raras excepciones, a la mayo- 2. Los religiosos de San Juan de Dios tuvieron durante algún tiempo pequeños hospi-
ría de las instituciones religiosas de su región. Se convirtieron, como cios en diferentes ciudades del virreinato; pero en ningún caso pudieron sostener su
actividad hospitalaria con la solvencia requerida por las autoridades civiles, razón por
veremos, en espacios, en algún sentido, “escogidos” para exhibir –a
la cual fueron reemplazados por los religiosos de Betlem.
través de los denominados conflictos “de etiquetas o de ceremonial”–
3. Sobre las características del clero regular y secular y sus instituciones y de las órde-
los desequilibrios del orden político local. nes femeninas en las distintas diócesis remitimos a los artículos de Valentina Ayrolo
Más allá de las significativas diferencias demográficas y econó- y Alicia Fraschina en este volumen.
70 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 71

encontraban sujetos a la expoliación por parte de los curas doctrineros para la ordenación y dotación de los sacerdotes (Mayo y Peire, 1991;
frente a las comunidades indígenas (Cruz, 2002, 2006). Levaggi, 1992; Barral, 1996; Caretta, 1997; Di Stefano, 1997-1998).
Además, las cofradías encarnaban una responsabilidad corpo- Sin embargo, la tradicional modalidad “crediticia” también tuvo un
rativa frente a la muerte: debían colaborar con la “buena muerte” papel significativo en la articulación de la religiosidad de las tres
del hermano difunto a través de su activa participación en las cele- diócesis. Esa tarea estaba en muchas ocasiones ligada a la piedad mor-
braciones colectivas.4 Asumían distinto tipo de tareas en las honras tuoria –como costear las misas por el alma de un difunto–, aunque en
fúnebres, desde las más materiales relacionadas con el tratamiento otras se aplicaba al sostenimiento de alguna festividad (Martínez de
del cadáver hasta la organización de los sufragios por el alma del Sánchez, 2006; Mazzoni, 2010). De hecho muchas de las celebraciones
difunto (Barral, 2007). del calendario litúrgico, como la “función de desagravio” en Buenos
Es difícil estimar de modo fehaciente el porcentaje de población Aires, se sostenían con recursos así originados (Binetti, 2008).
que participó activamente en estas asociaciones aunque algunos Al igual que el patrocinio de una capellanía, las sindicaturas y
relevamientos permiten dimensionar el fenómeno. Se contabilizaron, mayordomías eran instituciones y formas de intervención religiosa
por ejemplo, treinta y tres cofradías y terceras órdenes que funcio- reservadas para ciertos notables locales.6 El prestigio social que
naron en Córdoba –mayoritariamente urbanas– durante la etapa otorgaban esos cargos estaba en relación directa con la institución
colonial (Martínez de Sánchez, 2006; Peña, 1998) y cincuenta en el en la que se ejercían. Sin embargo, no menos importante eran las
Buenos Aires de la misma época (González, 2006). Por su parte, la circunstancias que debían afrontarse. Particularmente sensibles a la
mayoría de los negros africanos o afrodescendientes de Buenos Aires función de síndicos y mayordomos eran los emprendimientos de largo
pertenecía a alguna e incluso a varias. Y aunque no hay acuerdo aliento, entre los que sobresalían las construcciones de templos. En
acerca de si los negros rioplatenses hallaban en las cofradías la esas oportunidades, se esperaba de ellos que además de administrar
autonomía que estarían encontrando otros grupos5 o un espacio de los recursos disponibles tuvieran cierta capacidad para aportar los
reconstitución de identidades étnicas más circunscriptas, parecería faltantes. Unos y otros podrían mostrar esas contribuciones como
estar claro que los lazos cofradiales podían servir como vía para servicios a la “religión y al Estado”.
convocar las expresiones más clandestinas como los candombes o La variedad de acontecimientos religiosos, o donde lo religioso im-
tambores (Rosal, 2006, 2009). El afán fiscalizador de los Borbones pregnaba sus contenidos a través de diversas formas rituales, sumado
no implicó una decadencia de estas confraternidades y sólo en las a la alta participación social que se verifica en ellos, puede interpre-
décadas posindependientes surgirían otras formas de asociacionismo tarse, indudablemente, como una manifestación de “unanimismo
que las reemplazarían con diferente ritmo de recambio según las religioso” (Di Stefano, 2004). Sin embargo, más propio del “régimen
regiones (Di Stefano, 2002; González Bernaldo de Quirós, 2001). Aún de cristiandad” era el hecho que todas las corporaciones –fueran o no
en las décadas centrales del siglo xix es posible encontrar vigorosas pías– debían ser parte de la vida religiosa de la comunidad.
cofradías tanto en las áreas rurales bonaerenses como en la ciudad En las tres sedes diocesanas, el cabildo tenía a su cargo la orga-
de Salta (Quinteros, 2010). nización de una parte importante de las celebraciones litúrgicas. En
La fundación de capellanías ha tendido a analizarse más en su Buenos Aires, a ese cuerpo político se le sumó la burocracia virreinal,
dimensión de instrumento económico que religioso, útil, a lo sumo, el Consulado y la Audiencia, que también intervenían en el desarro-
llo del calendario religioso. El Consulado, por ejemplo, estaba bajo
el patrocinio de San Francisco Javier, cuya festividad sostenía; al

4. Un balance sobre la piedad mortuoria puede verse en artículo de Gabriela Caretta,


en este volumen.
5. Distintos estudios han mostrado la importancia de las cofradías en los procesos 6. En las cofradías de “españoles” esa función la ejercían algunos de sus miembros más
de reconstitución étnica y supervivencia cultural de los grupos indígenas en Hispa- destacados, situación que cambiaba en las cofradías de negros africanos o afrodescen-
noamérica. Entre muchos otros pueden verse Farriss (1992), Carmagnani (1993) y dientes. En esos casos, la sindicatura quedaba en manos de personajes ajenos a ella y
Platt (1996). pertenecientes al sector “español” de la comunidad que de esa forma la “tutelaba”.
72 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 73

igual que la de San Telmo, a quien estaba consagrada la Escuela de hacia finales del siglo xviii mantuvieron con el objetivo de obtener
Náutica que funcionaba bajo su órbita. alguna indulgencia papal, generalmente, del tipo de “xl horas”.7
Aunque, claro está, existían otras formas de intervenir en la vida Este tipo de indulgencias las lograron, por ejemplo, en 1786, los
religiosa de la ciudad. El virrey era, entre otras cosas, vicepatrono de hermanos de la cofradía del Carmen –de la parroquia de la Con-
la Hermandad de la Caridad –la más grande institución de este tipo cepción– y el curato de San Nicolás para los 6 de diciembre, día del
en la ciudad– y no dudaba en ejercer las prerrogativas de su cargo, patrono. Con posterioridad a esa fecha, casi todas las cofradías y pa-
aun cuando sus decisiones implicaran colisionar con los intereses de rroquias obtuvieron su correspondiente beneficio pontificio8 (Barral,
importantes referentes de la sociedad local. Hecho que, con frecuencia, 2007; Binetti, 2008).
se producía tras las elección de nuevos capellanes y directores para Al igual que lo señalado para las corporaciones políticas, las institu-
la entidad. ciones religiosas, más allá de las actividades y celebraciones internas
De todas formas, no fue en esta acrecentada institucionalización que pudieran tener, procuraban que algunas de sus funciones anuales
del poder y la política porteña donde con mayor énfasis se notaron se integrasen al calendario litúrgico local. No es extraño, por ejemplo,
las diferencias con las restantes ciudades del virreinato. En última que las hermandades del “Santo Entierro”, con presencia en las tres
instancia, se trataba de una sumatoria de corporaciones que venían sedes diocesanas, animasen parte de las actividades de la Semana
a agregarle complejidad a una situación que en cualquier caso lo era. Santa, particularmente el Viernes Santo, y que la porteña cofradía de
De hecho, la conformación de una comunidad de culto a partir de la San Baltasar tuviera una destacada participación durante la celebra-
creación de nuevas jurisdicciones parroquiales implicó la multiplica- ción de la epifanía. Veámoslo, entonces, con mayor detenimiento.
ción de muchas funciones religiosas, antes únicas, y sí parece ser un Las páginas que siguen presentan los rasgos centrales de una
rasgo distintivo de la religiosidad de Buenos Aires. piedad institucionalizada a través del calendario religioso y de la
Este hecho se verificó a partir de 1769 y supuso que la catedral, organización de rogativas y acciones de gracia que muestran, a su
que anteriormente sólo perdía protagonismo a costa de los templos vez, la intervención de distinto tipo de autoridades en su gestión y
de los regulares –donde tradicionalmente se celebraban algunas desarrollo. En este marco los feligreses sólo aparecen en la medida
festividades anuales–, comenzara a compartir con las iglesias pa- en que financian algunas de las fiestas o cumplen con los preceptos
rroquiales el desarrollo del servicio ordinario del culto. El alcance de
esa disgregación sólo fue mitigado durante las fechas centrales del
calendario, como Semana Santa, momentos en los cuales se procuró
articular el desarrollo de las celebraciones entre las diferentes iglesias 7. Esta modalidad devocional se articulaba en torno a la adoración al Santísimo, repre-
de la ciudad. sentando las cuarenta horas que el cuerpo de Cristo estuvo en su sepulcro. Comenzaban
Por su parte, y desde 1730, las parroquias rurales de la juris- la tarde o noche del día anterior a la víspera de la festividad a conmemorar, se continua-
ban durante las veinticuatro horas propias de la víspera y finalizaban entre la mañana
dicción bonaerense –si bien puede descubrirse una cierta jerarquía
y el mediodía de la siguiente jornada, en función, obviamente, del momento en el que
interna y algunas de ellas, como Luján, San Nicolás y San Isidro, se había comenzado. Se trataba de que el fiel permaneciera las cuarenta horas en estado
destacaron de las demás– tuvieron un papel central en los procesos de oración eucarística. Aunque, en la práctica, los párrocos y capellanes autorizaban
de institucionalización (Barral, 2005). Sus párrocos fueron figuras retiros y organizaban turnos, procurando que el templo permaneciera ocupado durante
centrales en el gobierno local y las fiestas patronales congregaban al toda celebración, más allá de que nadie la cumplimentara en su totalidad.
conjunto de la feligresía. 8. Para acceder a estos jubileos –al igual que para todos los estipulados en el año
La parroquialización de la vida religiosa de Buenos Aires –entendi- litúrgico– era necesario haber adquirido la Bula de la Santa Cruzada. En su origen
lo recaudado por su venta se destinaba a sufragar la guerra contra los “infieles” aun-
da como la vivencia del culto en el marco de las parroquias producida que, por entonces, era uno de los tantos mecanismos recaudatorios de la monarquía
mayormente a costa de los templos de regulares– se vio reforzada por católica. La publicación de la Bula de la Santa Cruzada era un acontecimiento que
las cofradías que se desarrollaron en cada uno de los curatos. Una revestía gran importancia en la vida religiosa de la ciudad de Buenos Aires y tenía
manifestación de los esfuerzos acometidos por ellos en pos de su in- lugar el primer domingo de adviento cuando se iniciaba el año litúrgico. A través del
tegración a la vida religiosa de la ciudad fue la suerte de carrera que acatamiento y la adoración de este documento pontificio se podían obtener la gracia y
el perdón (Torre Revello, 1943).
74 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 75

centrales que el calendario dispone. Por esta razón también se consi- Pentecostés, a las cincuenta jornadas de la misma fecha. Aunque por
deran otras prácticas –como las cuestaciones– donde las instituciones aquellos años solía ser llamada Pascua del Espíritu y, en rigor, estaba
son más difusas y, en cambio, los feligreses aparecen de modo más destinada a conmemorar a una de las personas más “olvidadas” de la
potente mediando sentidos religiosos a través de una piedad menos Trinidad: el Espíritu Santo. Con esta festividad se cerraba el Tiempo
regulada por las normas escritas. Por último, se muestran algunos Pascual y comenzaba el Tiempo Ordinario.
de los cambios que se manifiestan en el calendario, las prácticas re- Durante esa etapa tenían lugar algunas celebraciones “universa-
ligiosas y el complejo festivo avanzando en el siglo xix. les” poseedoras de la mayor relevancia canónica. Si bien algunas se
referenciaban testamentariamente, en general, se habían ido incorpo-
rando al calendario en atención a la devoción que invocaban. Dentro
El calendario litúrgico de las más importantes merecen nombrarse San Juan Bautista, el
24 de junio, San Pedro y San Pablo, el 29 del mismo mes –la más
El calendario religioso –trasplantado desde el mundo ibérico, institucional, quizá, de todas las celebraciones de la Iglesia– y Todos
basado en la historia de la salvación y organizado con el objeto de los Santos, el 1 de noviembre. También durante el Tiempo Ordinario
establecer tiempos fuertes en la vida cristiana– se conformó en las se celebraban dos festividades a las que la Santa Sede no les había
regiones americanas en articulación con las devociones a santos otorgado universalmente la mayor categoría litúrgica pero que, por
particulares –en ocasiones de origen americano– y se realizó a través dispensas pontificias, sí revestían la máxima importancia celebrato-
del tamiz de las prácticas locales. De modo que, junto a los grandes ria en las diócesis hispanas: la Asunción de María, el 15 de agosto, y
períodos en que se divide el año litúrgico, la experiencia religiosa de Santiago, el 25 de julio. Igual reconocimiento tenía la patrona de la
las comunidades del antiguo virreinato del Río de la Plata condensaba Corona española: la Inmaculada Concepción de María. Su celebración,
una amalgama de prácticas que privilegiaban las devociones a los san- el 8 de diciembre, no caía dentro de este tiempo pero sí lo hacía la
tos y a María, las fiestas patronales, las promesas, las peregrinacio- festividad con la que mantenía una obvia vinculación: la Natividad
nes y los milagros (Barral, 2007). de la Virgen, el 8 de septiembre.
El centro del complejo festivo anual de los católicos era, y es, la El restante ciclo estaba referenciado por la Navidad y también
Pascua. Según una vieja norma de la Iglesia, la conmemoración se dividía en dos períodos. El primero de ellos, Advenimiento o Ad-
debía celebrarse el domingo siguiente al día 14 de la luna de marzo viento, comenzaba el cuarto domingo anterior al 25 de diciembre y
(Butler, 1791: 445). O, en otros términos: el domingo posterior a la finalizaba en la víspera de la celebración. Tampoco era, como vemos,
primera luna llena del otoño austral. Era la fecha de referencia para un período de jornadas fijas ya que dependía del día de la semana
delimitar uno de los grandes ciclos litúrgicos del año cristiano que, a en el que cayera Navidad; aunque, por supuesto, no podía variar en
su vez, se dividía en dos períodos, uno anterior y otro posterior al día más de siete días.
de Resurrección: la Cuaresma y el Tiempo Pascual. Litúrgicamente El 24 de diciembre, por su parte, comenzaba el Tiempo Navi-
la Cuaresma era un momento de penitencia, ayuno y preparación, deño. En este período se conmemoraba la Natividad, el 25; al día
pues debía tratarse de “imitar” los cuarenta días de Cristo en el siguiente a San Esteban, primer mártir, o protomártir; el 28 a los
desierto. Esta característica alteró la celebración de las festividades Santos Inocentes; el 1 de año la Circuncisión del Señor y el 6 de
más importantes que caían en ella: San José, el 19 de marzo, y, por enero la Epifanía o Reyes. Finalmente, concluía a los cuarenta
lo común, la Anunciación o la Concepción de Cristo, el 25 del mismo días del nacimiento de Cristo, el 2 de febrero, con la fiesta de la
mes. En esos casos, solía autorizarse a festejar las conmemoraciones Purificación de María, asimilada por la piedad hispana a la Virgen
sólo a los lugares que las tenían de patrocinio. de la Candelaria.
El Tiempo Pascual incluía los cincuenta días posteriores al domin- Tras esa fecha no comenzaba un nuevo Tiempo Ordinario, sino
go de Resurrección y era un ciclo de jornadas festivas destinadas a que daba inicio la preparación de la Cuaresma. Eran las semanas de
celebrar a Cristo ya resucitado. Sus celebraciones más importantes Septuagésima, Sexagésima y Quincuagésima que, a pesar de sus no
eran la Ascensión del Señor, cuarenta días después de Pascua, y tan claros nombres, iban de la novena a la séptima semana anterior a
76 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 77

la Pascua.9 En la dominica de quincuagésima, y durante los siguientes bores y trompetas. Los elementos de la Eucaristía se disponían en un
dos días, se celebraba el Carnaval, que un tratadista del siglo xviii, altar con velones encendidos y enseñas diversas, y eran flanqueados
Joseph Butler (1791: 190), definía como la “preparación inmediata por soldados a caballo. Luego de la misa mayor y durante todo el
de la Cuaresma [en la que] redoblan el fervor de su compunción y día, pasteles, empanadas, corridas de toros, música, danzas y fuegos
ejercicios penitenciales las Personas religiosas”. artificiales completaban las actividades, que se repetían en los días
A ese conjunto de conmemoraciones la Iglesia sumó las Cuatro de la octava (Garavaglia, 2001).
Témporas, destinadas a sacralizar cada una de las estaciones del año De origen un poco más tardío, finales del siglo xvii, es el culto al
(de Sarasa, 1798: 6-7). Por su origen, eran conocidas como “Estaciones Sagrado Corazón de Jesús. El papado lo universalizó recién en 1856,
de Roma” e incluían tres jornadas de ayuno –miércoles, viernes y sá- pero con anterioridad, y desde el siglo xviii, concedió sucesivas dispen-
bado– que se realizaban en las siguientes semanas: las de verano, en sas a los obispos para que lo celebren en sus diócesis. Su festividad se
la tercera de Adviento; las de otoño, en la primera de Cuaresma; las realizaba al viernes siguiente de Corpus y actuaba como nexo entre
de invierno, en la de Pentecostés; y las de primavera, en la semana ésta y la Pascua, ya que el sentido de la celebración, justamente, era
que iniciaba la fiesta de la Exaltación de la Cruz. honrar al Cristo Resucitado quien ofrecía su corazón, atravesado por
Con relación a la Pascua, la “piedad popular” en consuno con una lanza en la Pasión. Como en otros tantos casos, la religiosidad
algunos intereses pontificios y reales produjo la mayor parte de las mariana añadió una festividad análoga a celebrarse el sábado siguien-
nuevas festividades. Esas celebraciones, de escaso o nulo anclaje te: el Sagrado, o Inmaculado, Corazón de María. Hecho que se replicó
testamentario, no existían en los calendarios romanos más tempra- con otras festividades –entre ellas, la de San José–, generándose así
nos: se originaron en general como celebraciones propias de algunas una serie de celebraciones –puramente devocionales y en gran medida
comunidades europeas para universalizarse e institucionalizarse, informales– conocidas como “advocaciones del corazón”.
especialmente durante los años de la Reforma Católica. Entre ellas, A este elenco de festividades se le sumaban las surgidas en los
la primera en celebrarse era la Santísima Trinidad. Su fecha no era espacios locales, entre las que se destacaban las celebraciones pa-
incidental: se conmemoraba –tras la Ascensión del Hijo al Padre y tras tronales, entendiendo por ellas, en primer término, las política o
la manifestación del Espíritu Santo– el domingo posterior a Pentecos- eclesiásticamente institucionalizadas. Éstas eran: San Martín y la
tés. La siguiente tenía lugar el jueves de la misma semana: Corpus vicepatrona Nuestra Señora de las Nieves para Buenos Aires; San
Christi, la celebración destinada a honrar a Dios sacramentado en la Felipe y Santiago, secundados por San Bernardo, en Salta; y San
Eucaristía. La conmemoración más reivindicativa, quizá, dentro del Jerónimo, con el vicepatrocinio de San Roque, en el caso cordobés
conjunto de festividades difundidas durante los años de lucha –bélica (Mazzoni, 2010). Sin embargo, en las dos últimas ciudades la piedad
y simbólica– contra el protestantismo y en Hispanoamérica, además, popular ya en tiempos coloniales consagró, en principio informal-
festejo de “obligación” para los Cabildos. En Buenos Aires para las mente, a otros patronos: Nuestra Señora del Rosario del Milagro
fiestas de Corpus se hacía el novenario en su octava y se levantaban en la ciudad mediterránea y el Santo Cristo junto a la Virgen de los
dos altares en el recorrido de la procesión que se adornaba con ra- Milagros en Salta (Chaile, 2010).
mas, flores y colgaduras de telas vistosas. La fiesta se anunciaba con Pero las fiestas patronales no se limitaban a las fechas de los santos
repique de campanas y disparos de cañón. Durante la mañana se protectores de las diferentes ciudades del virreinato. Cada parroquia
daban tres misas y se realizaba la procesión con presencia de todas realizaba su propia fiesta en honor a su advocación tutelar. Se trataba
las corporaciones, que también se ponía en marcha con una descarga de uno de los ritos colectivos más importantes, expresaban la devoción
de fusilería y estaba encabezada por fuerzas militares al son de tam- a los santos o a los diversos títulos de la Virgen María y marcaban la
vida cotidiana de esas comunidades. Bailes, borracheras, romerías,
ferias y mercados formaban parte de la fiesta. Las luminarias, los
fuegos de artificio y los juegos completaban los elementos de la típica
9. Así llamaban los misales romanos más tempranos a los domingos comprendidos fiesta colonial hispanoamericana.
entre los setenta, sesenta y cincuenta días de penitencia previos a la Pascua (Butler,
1791: 186).
78 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 79

Fuera de calendario: rogativas y acciones de gracia Esas ceremonias, eventuales –aunque omnipresentes– en su cele-
bración, se complementaban con las acciones de gracia. Al igual que
Los calendarios religiosos dialogaban con los productivos. No podía las rogaciones, correspondía al cabildo su sostenimiento, aunque la
ser de otra manera en sociedades de base agraria. Cuando peligraba iniciativa que movía a su organización sólo ocasionalmente partía del
una cosecha por la sequía o por alguna plaga, es decir cuando el daño cuerpo capitular. La diferencia radicaba, entre otras cuestiones, en
potencial podía afectar al grueso de la comunidad, eran los cabildos que la monarquía intervenía activamente en su realización. Venían
los responsables de organizar los ritos colectivos. estipuladas, por ejemplo, en las cédulas que comunicaban el naci-
La manera usual de “aventar” esos peligros era mediante la orga- miento de un infante y, desde ya, la entronización de un nuevo rey.
nización de novenas, aunque en términos menos frecuentes también Los “recibimientos” de gobernadores, virreyes u obispos guardaban
se encontraban los setenarios. En el ámbito porteño, la utilización de muchas similitudes con ellas. Se trataba de celebraciones que incluían
esos recursos religiosos tradicionales estuvo mayormente motivada “funciones de iglesia” en forma de tedeum,11 pero que solían comple-
por plagas y sequías (Binetti, 2009a). En Córdoba y Salta a esos pe- mentarse con otro tipo de elementos del complejo festivo. A partir de
ligros se le sumó el de los terremotos y en todas se llegó a rogar por allí, se abría un amplio abanico de posibles erogaciones, tributarias
la inminencia, real o imaginaria, de un ataque militar (Chaile, 2010; todas del sentido y el despliegue que quería dársele a la acción de
Mazzoni, 2010). gracia. Pirotecnia, música, salvas, bailes, refrescos y corridas de toros
La organización de las rogaciones más frecuentes en Buenos Aires, –en el caso de la asunción de los primeros virreyes– eran algunas de
cuanto menos hasta la disolución de su cabildo, sigue una suerte de las variantes a ofrecer al público.
“protocolo” informal que, esquemáticamente, puede exponerse de la Los períodos de inestabilidad política y militar también eran
siguiente manera: el rezo de una novena inicial, generalmente tras pródigos para la realización de acciones de gracia.12 Como todas
la “voz de alerta” dada por el alcalde provincial o por un alcalde de las ceremonias públicas, comunicaban la naturaleza del régimen
partido de una zona agrícola; la realización de un segundo y hasta político en el que se desarrollaban (Balandier, 1994), “teatralizando”
un tercer novenario, tendiendo a acrecentar su despliegue litúrgico las relaciones de poder que se aspiraba representar (Urquiza, 1993;
mediante la exposición del Señor Sacramentado o el rezo de las Garavaglia, 1996: Di Stefano, 1999; Barral, 2007; Mazzoni, 2010). Por
letanías; la finalización de los mismos con una procesión, si el mal lo mismo, no es extraño que hayan sido tanto fuente de debates como
persistía; y, por último, cierta tribulación y discusión en el interior vehículos para la expresión de conflictos preexistentes.
del cabildo al momento de decidir la conveniencia o no de continuar Como fue observado para otros espacios (Lempérière, 1994), la
con las rogaciones.10 autoridad y el prestigio del cabildo reposaban, entre otras cuestiones,
La sequía y el azote de la langosta llevaron al cabildo de Córdoba en la movilización y el control de esas imágenes. En un principio la
a pedir la intercesión de sus patronos en estos términos: potestad de los capitulares para organizar rogativas sólo estaba limi-
tada por la necesidad de prohibir la actividad productiva durante la
Ocurra nuestra devoción a nuestro Patrón San Jerónimo realización de cada una de las misas de novena. Esa atribución estaba
y a Santa Teresa de Jesús, juradas contra la segunda plaga
de insectos, y se les mande decir una misa solemne en esta
Santa Catedral adonde se traerá a dicha Santa en procesión.
(Mazzoni, 2010: 81) 11. Si bien el tedeum, como oración, se rezaba también en algunas de las celebraciones
regulares, en los documentos suele usarse el término casi como sinónimo de acción de
gracia. A esta ceremonia litúrgica –generalmente ejecutada en misa cantada– se le
10. En el caso de Buenos Aires, el 84% de las rogaciones que se realizaron allí entre sumaba, cuanto menos, la iluminación de los edificios públicos durante tres jornadas
1771 y 1821 correspondieron a novenas rezadas por el cese de algún fenómeno natural. –comenzando en la víspera– y la invitación a los vecinos a que hiciesen lo propio en
En esas procesiones “extremas” se producían las únicas apariciones de la vicepatrona, sus viviendas.
Nuestra Señora de las Nieves, en la religiosidad de la ciudad. Su función parece haber 12. Entre ellas, la rogativa de 1777 por el buen término de la expedición de Cevallos a
estado limitada a actuar como “refuerzo” simbólico y religioso de San Martín ya que sólo Montevideo, los novenarios de 1807 por la segunda invasión inglesa y, al año siguiente,
como complemento de éste se hacía visible en el espacio urbano (Binetti, 2009a). para rogar por la suerte de la metrópoli invadida por las fuerzas napoleónicas.
80 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 81

en manos del gobernador –o el virrey–, razón por la cual debían soli- fuera de los templos y habitualmente al margen de la gestión –y el
citarle la publicación del bando que ordenase el cierre de comercios; control– de la jerarquía eclesiástica, aunque formalmente necesitaba
requisito éste que una todavía ostensible piedad barroca tornaba de de su autorización. Integraba a la gran mayoría de los feligreses, inclu-
rigor para la “efectividad” de la rogación.13 so a aquellos más reticentes al cumplimiento del calendario religioso
La autonomía de los capitulares sobre la organización de estas oficial –como la misa dominical–, dándoles la posibilidad de saldar
ceremonias, sin embargo, se vio recortada en el marco de las refor- sus deudas espirituales con la virgen o el santo de su preferencia. En
mas borbónicas. A partir de 1785, todos los gastos no presupuestados este tipo de prácticas puede verse uno de los aspectos más opaco de
–como los destinados a la realización de esas ceremonias eventuales– la religión para la mirada de quienes la investigamos: el del compro-
debían ser autorizados por la Real Hacienda. El renovado control que miso directo entre el cristiano y el mundo divino. En quienes daban
las autoridades virreinales comenzaron a ejercer sobre el cabildo no la limosna encontramos la dimensión más rica e interesante de esta
parece, de todas maneras, haber sido un obstáculo para el desarrollo práctica: la conmutación de promesas en bienes o en días de servicio
de las rogaciones hasta finales mismos del régimen colonial. –de los propios limosneros o sus ayudantes– al santo o a la virgen. Se
trataba de una de las formas de religiosidad más extendidas entre la
población rural, la más móvil y la más ambulante. Y también era
Cuestaciones y promesas, la piedad la más escurridiza al control de la jerarquía eclesiástica.
en el margen de las instituciones La obsesión por fiscalizarla por parte de las autoridades civiles
y eclesiásticas no se explica sólo en términos de la búsqueda de
Otra forma de piedad muy extendida fueron las cuestaciones, una la “pureza de la religión”. Había otros motivos más materiales: el
práctica que encerraba una serie de sentidos muy diversos para quie- destino de los voluminosos bienes que se obtenían por esta vía. En
nes intervenían de uno u otro modo en las mismas, fueran eclesiásticos varias ocasiones se había confirmado la sospecha al descubrir a los
o laicos, varones o mujeres, notables locales o simples feligreses. Su limosneros “gastándose los reales” en los juegos y otras diversiones
propósito principal era la recolección de limosna y se ha verificado (Barral, 1998; Mazzoni, 2010).
que recurrían a las cuestaciones las más diversas instituciones que Sin embargo, la mayoría de los pobladores rurales veían las
contaron con estos ingresos en forma permanente y las llevaron a cuestaciones como un vehículo en las relaciones con sus santos para
cabo a través de infraestructuras de muy diferente escala. Así, al- la obtención de la gracia. Las actividades religiosas y rituales que
gunos limosneros se trasladaban miles de kilómetros para recaudar acompañaban la cuestación –como el cumplimiento de las promesas
bienes en la campaña bonaerense o en la de la Banda Oriental con y su más frecuente conmutación por bienes o trabajo– pueden haber
finalidades tan variadas como completar la dote para el ingreso de constituido un importante espacio de socialización, otra oportunidad
una joven a un convento, reunir fondos para una fiesta patronal, para demostrar socialmente la pertenencia a una comunidad religiosa
para la Comisaría de la Tierra Santa de Jerusalén o para reedificar y a un imaginario cristiano.
una iglesia en Tenerife. De modo que la limosna también operó un
medio de difusión de cultos locales y regionales como la devoción a
la Virgen de Luján (Barral, 1998) o el Cristo de Renca analizado por Los cambios en las décadas posrevolucionarias
Laura Mazzoni (2010, 2011).
Se trataba de una práctica itinerante, desarrollada en gran medida El espacio festivo cambió a lo largo de la primera mitad del si-
glo xix como producto de una doble convergencia: la profusión de una
normativa que buscaba reducir y controlar las festividades religiosas
y la incorporación de nuevas fiestas y celebraciones cívicas. Ambas
13. Cabildos, virreyes y gobernadores produjeron una normativa extensísima orientada operaciones implicaron asimismo la apelación por parte de los go-
a disciplinar algunas de las expresiones festivas que tenían lugar alrededor de las biernos tanto a elementos simbólicos y prácticas provenientes de la
fiestas principales del calendario religioso ordenando el cierre de las pulperías durante
la misa, prohibiendo los juegos y la portación de armas de fuego (Barral, 2007).
tradición religiosa católica como a aquellos presentes en el complejo
82 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 83

festivo colonial. Aunque los motivos cambiaban, se reunían los mismos Cruzada, las insignias parroquiales, el clero, el Cabildo Eclesiástico
dispositivos religiosos, cívicos y lúdicos (Barral, 2009a). y las cofradías. Más atrás el comisario subdelegado portaba la Bula
La amalgama entre ritual cívico y sacralización religiosa –evi- original y a sus lados los pajes del comisario con rojas vestimentas de
dente ya en las ceremonias de la monarquía católica– se mantuvo terciopelo llevaban hachones encendidos. Una vez que la procesión
y acrecentó a partir del estallido revolucionario. En Buenos Aires, llegaba a la catedral se iniciaba la ceremonia (Barral, 2007).
desde la primera invasión inglesa y hasta la disolución del Cabildo Pero luego de la independencia, la Bula de la Santa Cruzada
en 1821, prácticamente la totalidad de los combates y los sucesos desapareció como medio para acceder a las indulgencias debido a su
políticos de importancia fueron sacralizados en los templos. Los dos condición de concesión pontificia a los reinos españoles. Por su parte,
ataques británicos, por ejemplo, dejaron en Buenos Aires cuatro si en la época colonial determinadas asociaciones –como las cofra-
ceremonias de acción de gracias dedicadas a distintas advocaciones días– tenían un acceso privilegiado a ellas, en los años posteriores
(Binetti, 2009a). se vuelve una práctica más indiferenciada. Así, el modo en que esta
De todas formas, si considerásemos únicamente esas ceremonias sociedad se vinculaba con la religión también cambiaba conforme
estaríamos dando cuenta de un aspecto por demás restringido del a que determinadas instituciones iban decayendo o simplemente
renovado afán sacralizador de la revolución que no renegó de esa desaparecían (Barral, 2009a).
herencia colonial al menos en aquellos aspectos que no entraban en Una de las cisuras mayores –y no únicamente dentro del espacio
contradicción con la creciente autonomía política decidida. No sólo la religioso– fue la que en la provincia de Buenos Aires indujeron las
cantidad de tedeum fue incontrastable con lo acontecido anteriormente, llamas “reformas rivadavianas” que tomaron cuerpo a través de
sino que también lo fueron el desarrollo de ceremonias religiosas –y diversas normas promulgadas entre 1821 y 1824. En San Juan y
cívicas– infrecuentes durante el período hispánico y que aquí solamen- Mendoza poco después se intentó fallidamente aplicar una política
te podemos mencionar: las honras fúnebres a los muertos en combate, similar mientras que en otras regiones se instrumentaron algunos
las ofrendas de suertes y dotes para algunas de las viudas y huérfanos cambios, pero sin el alcance ni las consecuencias de las transforma-
dejados por los sucesos bélicos o las “ceremonias de banderas” de los ciones bonaerenses. Con ello, tras la consolidación de los cambios,
diferentes cuerpos militares. Este conjunto de viejos y nuevos eventos terminaron acrecentándose las diferencias entre el catolicismo de
parecen señalar que los cambios en el principio de legitimidad estaban esa provincia –particularmente el de su capital– y el de las restantes
muy lejos de poder “expulsar” la religión del sistema político. Pese a gobernaciones del antiguo virreinato.
ello, el calendario religioso registró algunas modificaciones. En términos de Roberto Di Stefano (2004), el objetivo de las refor-
En los últimos años coloniales los calendarios prescribían una serie mas fue el desmantelamiento de la “poliarquía barroca”, expresada en
de prácticas litúrgicas a través de algunas de las cuales se podían el poder que aún detentaban las corporaciones heredadas del Antiguo
ganar indulgencias: por ejemplo, visitando cinco iglesias o cinco al- Régimen, entre ellas y en primer término, la Iglesia. La supresión de
tares todos los domingos de Adviento o los tres días de las témporas algunas órdenes religiosas sumada a la expropiación de sus bienes
de verano, en ambos casos con la Bula de la Santa Cruzada. Los días fueron, quizá, las normas de mayor impacto dentro de esa política
previos a la procesión se pregonaba la publicación de la Bula, se orde- “modernizadora”.
naba a los vecinos que levantaran en las calles del trayecto arcos de Hubo, sin embargo, otras medidas que aunque de manera no nece-
ramas y flores, que colgaran telas y tapices en los frentes de las casas sariamente directa contribuyeron al contexto de agudas de transfor-
y que limpiaran las calles. En las vísperas de la fiesta, las bandas maciones. La eliminación del diezmo, por ejemplo, tuvo su correlato
tocaban en las puertas de la catedral y en la iglesia de San Francisco, en la instauración de partidas presupuestarias destinadas al culto,
mientras la Bula era llevada desde las Cajas Reales a la casa del co- aunque en términos de financiamiento de festividades religiosas en
misario general de la Santa Cruzada, para desde allí trasladarla a la general se dirigieron casi con exclusividad a las celebraciones de los
iglesia de San Francisco. Llegado el día de la publicación, los negros patrones tutelares de algunas órdenes religiosas suprimidas por la
timbaleros y las bandas de trompetas y chirimías de indígenas abrían misma reforma del clero (Di Stefano, 2008; Barral, 2009c; Binetti,
la marcha donde procesionaban también el estandarte de la Santa 2009b).
84 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 85

Dado el “régimen de cristiandad” implícito en la poliarquía barroca, Como decíamos apenas unos renglones más arriba, dentro de los ca-
medidas dirigidas contra otras corporaciones también afectaron a la lendarios irían apareciendo otro tipo de conmemoraciones vinculadas
Iglesia y la religiosidad, como la eliminación de los cabildos. Desde el la vida política local y regional y donde algunos símbolos y prácticas
punto de vista de la religiosidad pública, el impacto de la desaparición provenientes de la religión católica no estarían ausentes. Así las an-
de los cuerpos capitulares tampoco fue menor. De hecho, quedaron tiguas entronizaciones o exequias de reyes iban a ser reemplazadas
desprovistas de sostén muchas festividades –entre ellas, dos de las por las nuevas fiestas cívicas, como las celebraciones conmemorativas
más importantes de Buenos Aires: Corpus y San Martín– sin que se de las invasiones inglesas que recordaban las hazañas de la población
estipulara la manera en la que se organizarían en adelante (Binetti, en 1806 y 1807 y homenajeaban a los caídos. En esos días de julio y
2009b; Gómez, 2010a). De la decena de funciones que los capitulares agosto –este último en coincidencia con la festividad de Santa Clara,
porteños sostuvieron hasta 1821,14 sólo aparecerá con regularidad patrona “menos principal” de Buenos Aires– se celebraban misas en la
en las partidas presupuestarias posteriores la festividad de Santa Catedral y en los principales templos de la ciudad y luego se celebraba
Clara que, en rigor, conmemoraba la reconquista del 12 de agosto de con fuegos artificiales e “iluminación general” (Di Meglio, 2006). Por
1806. También será costeada por el erario provincial la celebración ejemplo, el calendario de 1814 indica que 4 de julio es “fiesta de tabla
de Nuestra Señora de Luján, aunque esto puede deberse más a cierto en Santo Domingo dedicada por la Municipalidad con asistencia de los
resarcimiento a propósito de la expropiación de los bienes fundiarios Tribunales y corporaciones, en memoria de la defensa que hicieron
de la parroquia (y más precisamente la estancia de la virgen) que a los vecinos de esta ciudad rechazando a un ejército de 12.000 ingleses”
la supresión del cabildo de la villa que también financiaba algunas y el 12 de agosto “fiesta solemne con asistencia de todos los Tribunales
de las festividades más importantes.15 en acción de gracias a Dios N.S. por el beneficio recibido en igual día
Otro desplazamiento que puede verse en esos años tiene que ver del año 1806 de haberse reconquistado esta ciudad del poder de los
con la reducción de los días festivos de “ambos preceptos”, es decir, ingleses”.17 La invasión napoleónica a la península motivaba nuevas
aquellos que obligaban tanto a la asistencia del oficio religioso como celebraciones y misas, juras anticipadas al rey Fernando vii y quemas
al cese de actividades laborales. Luego de la Revolución de Mayo de “judas franceses” en los días de la Pascua.
en Buenos Aires pueden encontrarse dos momentos donde se buscó Apenas un año después de la Revolución de 1810, el 25 de mayo
reducir los días festivos: en 1832 y en 1848. Los argumentos de las inauguraba un nuevo tipo de fiestas que pueden considerarse la
medidas articulan ideas relativas al progreso económico –y a los apertura de una larga tradición de “fiestas patrias” que llega hasta
“perjuicios que a la vez ocasionan tan frecuentes interrupciones de actualidad: las fiestas mayas, las fiestas julias y las fiestas federales.
las labores útiles y productivas para el país”–16 y al orden social que En estas celebraciones algunas insignias antiguas resultaban into-
el exceso de días festivos podía desequilibrar en términos de crímenes, lerables hacia 1812, como el Real Estandarte. Cuenta Juan Manuel
borracheras u ociosidad. Beruti (2001: 212-213) que “dicho estandarte una [es] una señal de
conquista, pero como ya nos vemos defendiendo nuestra libertad e
independencia, a virtud de representación del excelentísimo Cabildo,
14. Éstas eran Corpus Christi, San Martín, San Simón y San Judas, San Bonifacio y se ha derogado semejante costumbre y diseño de esclavitud por dispo-
San Sabino, Voto por explosión del almacén de pólvora de 1779, Santísima Trinidad, sición del excelentísimo superior Gobierno de las Provincias Unidas”.
Función de Desagravio, Santa Clara, Voto a la Virgen del Rosario y Santa Rosa.
El decreto que suprimía el Paseo del Estandarte lo presentaba como
15. Las tierras de la estancia de la Virgen de Luján pasaron a propiedad del Estado
“una ceremonia humillante introducida por la tiranía e incompatible
en julio de 1822 por un decreto promulgado dentro del contexto reformista, aunque
algunos meses antes de sancionada la propia Ley de Reforma Eclesiástica. Tiempo con las prerrogativas de la libertad que ha proclamado y defiende” y
después fueron vendidas y el estado provincial las volvió a comprar en 1832 para determinaba que “se sustituya al paseo del estandarte una demos-
dividirlas en chacras que se otorgarían a individuos que las poblaran y sembraran tración más digna y análoga a nuestra regeneración civil”.
dentro del año posterior a la entrega y que se comprometieran a pagar 10 pesos al
año para sustentar la función anual de la patrona y el aseo de la Iglesia. Al respecto,
puede verse María Elena Barral (2009d). 17. Calendario de 1814, en Augusto Maillé (comp.), La Revolución de Mayo a través
16. Registro Oficial de la República Argentina (1832), p. 302. de los impresos de la época, Buenos Aires, 1966, t. v.
86 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 87

En el calendario de 1814 la festividad se presentaba de la siguien- que se han mencionado del complejo festivo: preparación con banderas
te manera: “Hoy se celebra el aniversario de nuestra regeneración y luminarias, tedeum, música, cohetes, fuegos artificiales y repiques
política con misa solemne en la Catedral y con asistencia de todos de campanas, paseo del retrato entre los “vivan” y los “mueran”,
los Tribunales y Corporaciones”.18 En los primeros años estas con- convite de refrescos y comida para las autoridades y para la tropa,
memoraciones se llevaban a cabo en un marco ritual que combinaba asado con cuero.
elementos nuevos junto a tradiciones coloniales. Se enmarcaban en Así, las fiestas federales dan continuidad a las fiestas de la posin-
un estilo festivo conocido donde no faltaban los bailes de máscaras, dependencia apelando a formas de entendimiento religiosas y festivas,
el tedeum o las quemas de castillos (Garavaglia, 2000, 2001, 2002). instalando una nueva pedagogía de gobierno y resemantizando la
El complejo festivo también incluía cohetes, luminarias, descargas retórica de la revolución (Salvatore, 1996). En la misma operación
de fusilería, toros, teatros, cañas y bailes de paisanos. Junto a ellos el rosismo recurría y se apropiaba de los mitos y las tradiciones más
asomaban los gorros frigios –en algunos años desde 1813– y cancio- acendrados en la cultura popular de su tiempo, como las quemas de
nes patrióticas como emblemas simbólicos de la libertad. Algunos Judas y las sanjuanadas.21
testimonios sobre las fiestas mayas revelan la presencia de juegos La quema del Judas era una práctica antigua en España y en
tradicionales de la campaña, y los hombres de campo y a caballo par- América en particular durante la Semana Santa o el sábado de Glo-
ticipando de los festejos (Salvatore, 1997; Garavaglia, 2000; Gómez, ria. José Pedro Barrán (1993: 145) hace referencia a las numerosas
2010a). A juzgar por el análisis de Juan Carlos Garavaglia (2002), en y concurridas quemazones del Judas en la Banda Oriental como “el
Salta las formas tradicionales de celebración se mantuvieron, sino gran juego popular de la Pascua Bárbara”, que a veces organizaban
incólumes, con menos transformaciones y con un contenido religioso los pulperos o simplemente el vecindario de cada barrio o calle. To-
mucho más potente. das estas quemas se encuentran integradas a un complejo festivo
Los almanaques de estos años rosistas incorporaron no pocas donde intervenían un conjunto de elementos simbólicos cuyo análisis
celebraciones: el día del nacimiento de Rosas (30 de marzo) y a las permite observar los variados significados que encerraba, pero uno
anteriores “épocas memorables” (como el descubrimiento del Río de en particular sobresalía entre todos: se trataba de un acto de ajus-
la Plata, las fundaciones de Buenos Aires, las invasiones inglesas, ticiamiento popular. Conforme la politización avanzaba, los Judas
el 25 de Mayo) se agregarían “de nuestra Santa Federación” y “del representaban a los opresores de turno en estas latitudes: Marat,
exterminio de los Salvajes del Sud por el Sr. Brigadier General D. Napoleón, oficiales de marina ingleses, Lavalle, Rivera… (Salvatore,
Juan Manuel de Rosas, Nuestro Ilustre Restaurador”,19 entre muchas 1996). Se trata de una práctica de muy larga vigencia en diferentes
otras que iban conformando un culto a Rosas y a su familia a través latitudes y en la inmensa mayoría de estos escenarios sufriría el
de notas genealógicas vinculadas a la vida y a la muerte de todos ellos mismo deslizamiento de práctica popular autónoma –y poco o nada
y de conmemoraciones de hechos gloriosos o providenciales donde los controlada por las autoridades– a elemento dependiente de nuevos
mismos intervenían.20 sentidos identitarios vinculados a los objetivos de los poderes guber-
Los festejos del aniversario de Rosas incluían todos los elementos namentales.22 En efecto, la quema del Judas también fue incorporada
en los festejos federales.

18. “Almanak o calendario y diario de Cuartos de Luna según el meridiano de Buenos


Aires para el año de 1814”, en Augusto Maillé (comp.), La Revolución de Mayo…, t. 21. Un análisis en profundidad de estas prácticas en Luján en la actualidad y con
v, pp. 273-288.
perspectiva histórica puede verse en Raúl Fradkin et al. (2000).
19. Almanaque Federal para el año bisiesto del Señor de 1848, Buenos Aires, Imprenta 22. En España, donde más claro puede verse es en la falla valenciana. Si durante el
del Estado, 1848. siglo xix la fiesta significaba un día y medio de diversión poco o nada controlada por las
20. Lo mismo sucedía en ocasión del aniversario del 5 de octubre de 1820, instituido autoridades donde las fallas se plantaban, visitaban y quemaban, posteriormente sufre
como momento de la “aparición pública” de Rosas, razón por la cual la Sala de Re- una profunda metamorfosis y de festividad marginal se transforma en fiesta mayor,
presentantes designaba “Mes de Rosas” al mes de octubre o en ocasión de todos los se monumentaliza, pierde la sátira y se convierte en un solo tema: la reivindicación
triunfos de las armas federales. de la identidad valenciana (Ariño Villarroya, 1992: 39).
88 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 89

Las sanjuanadas, por su parte, conformaron en el Río de la Plata se expresaron con contenidos religiosos. Si las fiestas patronales de
como en otros lugares de América y España un ritual popular centra- San Miguel de Tucumán fueron una oportunidad para jurar fidelidad
lizado en la construcción de grandes fogatas entre las vigilias de San y reconocimiento al gobierno revolucionario, la batalla del 24 de sep-
Juan y San Pedro. San Juan fue de las festividades más importantes tiembre de 1812 fue la ocasión para invocar la intercesión de la Virgen
entre los labradores de toda Europa y ese día se elegía para renovar de la Merced. Según las reconstrucciones de la época, la invocación
contratos entre amos y criados (Caro Baroja, 1978). Desde el Ejecutivo mariana permitió contrarrestar las acusaciones de irreligiosidad de
Provincial bonaerense se promovían las sanjuanadas y Rosas ordena- las fuerzas militares enviadas por la junta revolucionaria porteña
ba a los jueces de paz que estimularan a los hacendados y labradores a –y puntualmente de Juan José Castelli o Bernardo de Monteagudo–,
que realizaran las fogatas acostumbradas “desde el tiempo de nuestros mereció el nombramiento de generala del ejército e inspiró otras
antepasados en memoria y reverencia a estos dos Santos Apóstoles, medidas casi expiatorias como la adopción de los escapularios como
y que en esta demostración religiosa [...] se perpetúan por su parte “divisa de guerra” de las fuerzas patriotas (Brunet, 1965, 1973; Bruno,
los recuerdos virtuosos e inocentes de nuestros primeros Padres”.23 1966-1981; Chaile, 2010; Gómez, 2010b).
La Perla del Plata, la revista de la basílica de Luján de publicación Otra frontera no menos conflictiva había sido y lo sería durante el
semanal a partir de 1890 (y mensual desde 1926), describía las san- siglo xix la de los pueblos guaraníes (Wilde, 2009).25 Allí también los
juanadas como una tradición inmemorial24 y recordaba todavía para nuevos líderes de la revolución organizaban modos de interpelación
1890 las innumerables sanjuanadas que se quemaban en las quintas a la población donde la religión ocupaba un lugar central. Guillermo
y chacras de Luján. Estas prácticas, apropiadas por los poderes gu- Wilde describe algunas de ellas, como las acciones de Manuel Belgrano
bernamentales, establecían una fuerte ligazón dentro del calendario o Andrés Guacurary. Si en el caso de Belgrano son bastante conocidas
festivo de la comunidad inscribiendo a las fiestas religiosas dentro sus recomendaciones acerca de valerse “de las máximas de los jesuitas
de la serie de fiestas patrias y unificándolas detrás del concepto de para ganar el corazón de los naturales”,26 no lo son tanto los recursos
“actos” o “fiestas tradicionales”. puestos en juego por “Andresito” en la entrada a Corrientes en 1818
Allí lo viejo y lo nuevo se hermanaban para dar nacimiento a con el objeto de restaurar el gobierno artiguista.
renovadas formas de vida simbólica que parecían hundir sus raíces En esta oportunidad Andresito Artigas desplegó un abigarrado y
en el pasado más remoto. Y esto era posible por el difuso control que penetrante ritual que en algunos de sus tramos también retomaba
el clero ejercía sobre la religiosidad, permitiendo que en los ritos y conocidas estrategias jesuíticas, como las dramatizaciones de la vida
las representaciones se reprodujesen los sentidos que los propios de santos. El montaje de esta entrada liderada por Andresito mostraba
feligreses buscaban otorgarles en la construcción de su vida indivi- la vigencia de una cultura política que encontraba en la religión ar-
dual, familiar y comunitaria, o bien de un modo más orgánico en las gumentos y formas de exhibición conocidas por todos. La entrada del
intenciones de grupos –que reunían entre sus integrantes a eclesiás- líder y sus tropas incluyó la recepción en las afueras de la ciudad
ticos– que ponían este instrumental simbólico al servicio de distintos del  cabildo y los sacerdotes bajo palio, una oración en el templo
proyectos políticos. de la Cruz acompañado por un franciscano, una bienvenida en la
Por último, algunos de los cambios de las formas de religiosidad puerta de la iglesia matriz por parte del vicario, la clerecía y las
luego de la revolución –en este repaso que no puede ni busca ser ex- comunidades religiosas (luego de un desfile por la plaza en medio
haustivo dado el espacio acotado de este trabajo– pueden observarse de música, salvas y repiques de campanas) y el tedeum en el templo
en zonas como Salta y Tucumán donde la guerra se instaló rápida-
mente y los enfrentamientos entre insurgentes y realistas también

25. No consignaremos aquí la extensísima producción historiográfica sobre las misiones


en los distintos espacios fronterizos. En este caso remitimos a esta bibliografía que
23. Archivo Histórico Estanislao Zeballos. Juzgado de Paz, carpeta 11, documento permite considerar la persistencia de prácticas de la religión católica y sus nuevas
671/1. funcionalidades en los nuevos escenarios de conflictividad del siglo xix.
24. La Perla del Plata, 22 de junio de 1890. 26. agn, x-2-4-15.
90 María Elena Barral y Jesús Binetti Las formas de la religiosidad católica 91

de San Francisco. También los textos del líder guaraní retomaban política del pasado y del presente. Este simbolismo católico era una
motivos bíblicos. Relata Wilde que en una proclama dirigida a los usina productora de mensajes y las creencias religiosas portaban
pueblos de las Misiones orientales Andresito decía que “el Dios de los significados políticos. Su multivocalidad permitía la coexistencia de
ejércitos” le había confiado de todos aquellos beneficios que le eran mensajes de subordinación, reconciliación, legitimación y de consen-
necesarios para batir a los enemigos, y agregaba: “Acordaos de aquel timiento, pero también de rebelión y liberación (Taylor 2003).
famoso pasaje de la Sagrada Escritura en que se dice que Moisés y La revolución, las guerras y las nuevas conflictividades configura-
Aaron libertaron la Pueblo de Israel de la tiranía del Faraón, así yo ron nuevas culturas políticas. Los mecanismos para la construcción
siguiendo este apreciable ejemplo, he tomado mis medidas para el de las nuevas legitimidades como sus vías de difusión apelaron a los
mismo fin” (Wilde, 2009: 349-350). Como sucedería con los sermones contenidos y las formas de la religión, tanto en las fiestas como en la
revolucionarios rioplatenses, los episodios que los oradores comen- guerra (Barral, 2009b).
taban se inscribían en la historia de la Salvación (Di Stefano, 2003).
Las apelaciones bíblicas en el marco de los discursos políticos eran
ineludibles en sociedades donde las esferas de la política y la religión
se encontraban profundamente imbricadas. Así, la guerra y la política
se sacralizaba en un nuevo registro (Demélas-Bohy, 1995).
La población era convocada a las adhesiones políticas desde patro-
nes conocidos. Los nuevos rituales cívicos se organizaban a partir de
modelos antiguos y de reconocida eficiencia para instalar las nuevas
legitimidades políticas. Parte de su eficacia residía en que algunos de
estos símbolos eran lo suficientemente ambiguos o polisémicos como
para aludir, al mismo tiempo, a la continuidad y al cambio.
Muchos de los cambios registrados –como los modos de financia-
miento o de gestión de las fiestas– transparentaban las transforma-
ciones con relación al nuevo lugar asignado por las elites políticas a
la Iglesia luego de la revolución. Este nuevo lugar, en la medida en
que recortaba ámbitos de acción para los eclesiásticos y diseñaba
políticas de subordinación, podía anunciar un incipiente proceso se-
cularizador que se ponía de manifiesto en esa recomposición –como
diferenciación– de lo religioso.
Sin embargo, el declive de las instituciones eclesiásticas a lo largo
de la primera mitad del siglo xix no ponía en riesgo la vitalidad de la
religión. No sólo porque los nuevos poderes gubernamentales estaban
tomando decisiones sobre la vida eclesiástica y religiosa, sino también
porque los feligreses seguían financiando la mayor parte del culto.
Estos feligreses habían aprendido hacía ya mucho tiempo distintas
maneras de vincularse con lo religioso en forma autónoma, más lejos
o más cerca de las instituciones eclesiásticas. La conformación de
religiosidades locales entonces no era sólo una cuestión de formas, de
fiestas o de preferencias devocionales. Los rasgos particulares de la
religión católica podían cambiar en contextos altamente conflictivos
y operar –en el pasado y en el presente– en la movilización social y

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