Vous êtes sur la page 1sur 5

Maestría en Letras

Orientalismo en la literatura hispanoamericana


Lorena García Contreras

Sobre el Hemisferio Norte Once mil leguas. Impresiones de viaje a Cuba, los Estados
Unidos, el Japón, China, Cochinchina, Egipto y Europa1

La visión de Francisco Bulnes que plasma en Sobre el Hemisferio Norte Once mil leguas.
Impresiones de viaje a Cuba, los Estados Unidos, el Japón, China, Cochinchina, Egipto y
Europa (1875) acerca de los países que visita en 1874 es desbordante en el sentido en que
durante semanas está inmerso, en la medida en que un viajero con sus condiciones puede
estarlo, en distintas culturas que le son ajenas, de manera que se le presentan una tras otra,
series de personas, acciones, prácticas, imágenes, religiones, alimentos, paisajes que saturan
su pensamiento y su juicio. Se puede equiparar la sensación de Bulnes al observar tanta
realidad tan desconocida con lo que él mismo siente en Japón, cuando le ofrecen más té:
“No quise, pues poseía ya veinticuatro tazas amargas en el estómago y no necesitaba más
para estimularme” (Bulnes: 150), es decir, el viajero tiene un empacho de Oriente que ha
bebido a grandes cantidades, difíciles de digerir.

No obstante las digiere, pero al modo en que un hombre con la mezcla curiosa de
escéptico-positivista puede hacerlo. Es importante considerar que estamos frente a la
interpretación de Oriente no de un romántico, sino la de un científico mexicano dentro de
una comisión mandada por Sebastián Lerdo de Tejada para observar el paso de Venus por
el Sol. Los presupuestos del autor con los que llega a esta región están enmarcados dentro
de una pretensión científica y quizás, aquí se encuentre uno de los motivos por los cuales,
so pretexto de objetividad, se muestra despiadado ante todo lo que va a considerar
barbárico e irracional.

Hay dos elementos esenciales en esta crónica de viajes, uno conformado por el
relato del trayecto en sí, los que lugares ve y lo que encuentra digno de evocar ante sus
potenciales lectores; y otro, se compone por el cúmulo de opiniones, a veces explícitas, a
1
Francisco Bulnes, Sobre el Hemisferio Norte Once mil leguas. Impresiones de viaje a Cuba, los Estados
Unidos, el Japón, China, Cochinchina, Egipto y Europa, Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 2012

1
veces subyacentes en aquellos datos informativos que decide relatar. Un ejemplo de ello es
cuando entra a Japón a través de la plaza de los suplicios, pues aquí hay un doble propósito
de Bulnes, el de mostrar la constitución de aquel lugar y su historia, así como presentar una
de las revelaciones de lo que va a ser ese país para él: un territorio donde actos salvajes se
suscitan con normalidad.

El grueso del libro lo conforma el relato de su paso por Asia, este hecho da cuenta
de cuáles son las prioridades para Bulnes que, evidentemente, no tienen qué ver con lo visto
ni América ni en Europa, sino con aquellos lejanos lugares. Dicho lo anterior, cabe
preguntarse, ¿cuál es la importancia de Asia, específicamente de Japón, que les dedica
buena parte de sus palabras? Hay varias respuestas a ello, la primera y más evidente es por
mero exotismo, los escenarios representados son de una belleza, o extrañeza también, que
apenas la escritura logra hacerles justicia.

Sin embargo, el interés va más allá del exotismo, pues de manera similar a los
países asiáticos, especialmente Japón, los hispanoamericanos, en concreto México de donde
es Bulnes, enfrentan la misma tensión entre lo nativo y lo occidental entendido como
Europa. Si bien el autor acusa fuertemente al sistema premoderno japonés, retrógrada en el
sentido en que el emperador se alza como figura central y casi divina, también se encuentra
con la preocupación de este país por lograr asimilar lo mejor de la cultura de Occidente:
“En la actualidad el Mikado es un niño que quiere aprender y sus ministros antes de
sopesar la cartera, han ido á Europa á los Estudios á conocer […] con qué ideas se
sustente el poder” (Bulnes: 174).

Mirar al otro permite el ejercicio de mirarse a sí mismo, y si tanto México como


Japón comparten la característica de ser naciones en ciernes, entonces –aunque el texto no
lo haga explícito-, Bulnes puede cuestionarse sobre cuáles son las barbaridades de su país
de origen– el cual tendrá poco tiempo después una especie de despotismo a través de una
dictadura-, y asimismo, ver con otros ojos los retos que enfrenta al pretender una
incorporación de la modernidad que viene de Europa a su fuerte tradición. Es fácil
extraviarse en el asombro de las maravillas y barbaridades de Oriente, pero con algo de
suerte, los lectores americanos contemporáneos a Bulnes pudieron haber ejercido una

2
capacidad de autocrítica y ver las peculiaridades, fallas y aciertos de la modernización de
sus países a través de la visión de Japón.

Acercarse a la otredad también permite que el escritor objete la idea de una moral
única al ver que un mismo hecho puede ser tomado con naturalidad en un lugar del mundo,
mientras que en otro resulta escandaloso o depravado: “[…] lógicamente no se debe
inculpar de falta de pudor á un individuo que en su país no hiere ni ataca ninguna de las
conveniencias sociales entre las que ha sido colocado”. (Bulnes:151). Rescato esta cita
para marcar otro aspecto importante en la obra, que es el doble discurso de nuestro autor,
pues si bien tiene la apertura de aceptar que una mujer exponga su desnudez sin ninguna
idea de pudor argumentando que cada lugar tiene sus convenciones, en otras cuestiones no
es capaz de ver, incluso de respetar, que cada lugar tiene elementos propios, los cuales no
deben ser juzgados con aires de superioridad civilizatoria.

Con esa postura contradictoria también habla sobre las religiones en Japón. Es
interesante el reconocimiento que hace sobre la incapacidad del catolicismo de penetrar en
la sociedad nipona, pues toda su estructura ideológica es absolutamente ajena a la idea de
Cristo, quien a lo sumo, puede considerarse un hombre respetable de Occidente, mas no
como una deidad; sin embargo, el enjuiciamiento viene inmediatamente después al asegurar
que la religión principal, aun más importante que la sintoísta y budista, es la que representa
la fanática abnegación al emperador. Así, aprovecha el tema para pronunciarse, una vez
más, contra el despotismo que, pareciera, opaca cualquier punto positivo de estas culturas.

Por otro lado, una aportación importante del autor es la observación de la mujer en
Oriente, pues se resiste a verla de forma reducida; es decir, respecto a este tema no cae en
el lugar común, rebasa la simple admiración por la belleza femenina y el escándalo
moralista por la prostitución y así, logra ver su condición de manera más objetiva, a la
altura de un hombre de ciencia. Es cierto que el contacto que tiene con las mujeres durante
el viaje es en buena medida se da las casas de té y prostíbulos, y aunque lo suyo no es una
denuncia como tal o un activismo comprometido, sí logra exponer la situación de tremenda
marginación y desventaja que sufre este sexo, pues en dichas culturas las mujeres pueden
ser vendidas, compradas, esclavizadas y hasta modificadas –resalto en especial el horror
ante la práctica de deformar los pies- de forma absolutamente legal.

3
El territorio nipón es tratado más profundamente por el autor y, quizás, sea al que le tiene
un poco más respeto, pues se expresará de forma muy diferente sobre China, el lugar del
opio, cuyos restaurantes sirven carne de procedencia dudosa, donde hay tráfico de personas
y esclavitud, en el que rige el despotismo y, por si fuera poco, donde se habla una lengua
espantosa. Su distancia respecto a Hong Kong es muy marcada, por ello se muestra mucho
más tajante en sus juicios, como por ejemplo, al decir que sus habitantes no son personas de
fiar: “[…] pero los chinos cuando firman algo, tienen por consecuencia que buscar desde
luego el medio de eludir sus promesas” (Bulnes: 198).

Si bien pretende observar en los países que visita las condiciones políticas, sociales
y religiosas, Cochinchina, Saigón, Singapur y Ceylán, a diferencia de Japón, no va a
abordarlos de manera tan puntual, aunque presenta dos elementos importantes que quisiera
resaltar. El primero de ellos es el que concierne al exotismo orientalista en el que cae sobre
todo con Singapur, cuya descripción posee los elementos típicos que se esperan al hablar de
una lugar así: calor sofocante, selva, tigres, serpientes, aventura, palanquines, personas que
parecen “haber surgido de uno de esos viejos poemas del Oriente” (Bulnes: 226); de esta
forma, cumple con los clichés del viaje a estas tierras que los lectores esperarían encontrar
en su crónica, y además, da un descanso a las disertaciones más densas que hace sobre otros
países.

El segundo punto que es pertinente rescatar es la larga exposición sobre el budismo


en Ceylán y su declaración sobre el respeto que siente hacia esa religión. A pesar de que se
puedan cuestionar las fuentes de Bulnes para hablar tan hondamente del origen del budismo
y sus principios, y aunque haya posiblemente cierta filtración de ideología cristiana en sus
observaciones, es de gran interés el porqué ese pensamiento logró provocar cierto apego en
un hombre racionalista y hasta escéptico. Para el narrador, el budismo es una forma de vida
que promueve igualdad, a diferencia del elitismo que se logra en las jerarquías de otras
religiones, y además, es una manera de lograr desapego a cualquier elemento terrenal.
Destina varias líneas para el budismo, pues considera que no se conoce del todo en América
Latina y que vale la pena no sólo hablar de él, sino desprenderlo de los duros juicios sobre
Oriente.

4
Por último, quiero rescatar una muy breve descripción que aparece en la parte sobre China:
“El canal se introduce allí, en línea recta y cortando atrevidamente los muros de un
edificio imposible de recomponer sin tener datos sobre la arqueología china” (Bulnes:
205), pues me lleva a pensar que, de alguna manera, Bulnes sabía que no poseía el mapa
intelectual completo para interpretar todo lo que estaba viendo y que lo relatado era
precisamente una recomposición desde su perspectiva, sesgada por múltiples razones que
simplemente no podía modificar, desde el hecho de pertenecer a un país distinto hasta el de
haberse acercado con ojos de explorador científico. No obstante, esto no quiere decir que su
aproximación se descalifique, al contrario, es una fuente de conocimiento no sólo de los
territorios que visita, sino de sí mismo y de su cultura decimonónica, pues como afirma
Axel Gasquet (2007): “Y dicha representación del Oriente dice más sobre la propia
cultura que produce el motivo oriental que sobre su objeto de estudio” (16).2

2
Gasquet, Axel, Oriente al Sur. El Orientalismo literario argentino de Esteban Echeverría a Roberto Arlt,
Eudiba, Córdoba, Buenos Aires, 2007.

Vous aimerez peut-être aussi