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Como Ciegos en Tiro al Blanco

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La última oleada de encuestas tiene dos aspectos
particularmente interesantes. Lo primero es la
similitud en cuanto a los resultados y lo segundo
la fecha en la que fueron realizadas. La mayoría
son posteriores a las declaraciones de Alejandro
Toledo sobre drogas, aborto y matrimonio
homosexual, que gatillaron ataques en ráfaga.

Tanto los ataques a las opiniones de Toledo,


como la velocidad con la que éste reculó de
algunas de ellas (la legalización de las drogas en
particular), llevó a la mayoría de analistas a
pensar que su posición en las encuestas iba a sufrir como consecuencia de lo
dicho y lo desdicho.

En el trasfondo de esa impresión había, me imagino, los recuerdos del 2001-


2006, con un Toledo contradictorio y dubitativo, cuya nula capacidad de
intimidación lo llevó a convertirse en la piñata favorita de todos los destiemples.
El resultado, recuerden, fue un descenso precipitado en su aprobación pública,
hasta llegar al dígito singular, y los pedidos de vacancia presidencial. Hacia el
final de su período, la entropía de los años previos se transformó en un
modesto pero parejo robustecimiento, que lo llevó a aterrizar exitosamente su
gestión, luego de haber volado raspando los riscos.

Esas memorias atizaron los ataques. Según el recuerdo, la agresividad en su


contra convierte a Toledo en una suerte de piel de zapa de la política, que se
achica paulatinamente ante la ofensiva, sin capacidad de respuesta. Claro que
en algunas ocasiones había dicho que no iba “a permitir” tal o cual ataque y
hasta había intentado enseñar los dientes. Eso, sin embargo, antes que un
gesto de amenaza, terminó pareciendo la sonrisa de un cuy, de manera que los
ataques contra Toledo resultaron ser de costo cero y de buena rentabilidad
política.

Por eso no sorprende lo cerrado y concentrado de los ataques contra Toledo


desde fines de enero. Lo que lo bajó en el pasado se suponía que lo bajaría
hoy.

Sin embargo, nada de eso funcionó, lo que recuerda una cita frecuente: la
estrategia que ganó la guerra anterior es la que pierde la actual.

Toledo efectuó sus controvertidas declaraciones y rectificaciones los días 27 y


28 de enero. Los ataques, como se recordará, fueron virtualmente
instantáneos.
Y se encontraron en el camino de las encuestas en las que resultaron pesados
y medidos no una sino varias veces.

El Instituto de Opinión Pública de la Universidad Católica realizó una encuesta


nacional urbana y rural entre el 29 de enero y el 3 de febrero.

Datum hizo una encuesta nacional entre el 28 de enero y el 1 de febrero.


Y C.P.I llevó a cabo otra encuesta nacional del 1 al 6 de febrero.

Las tres encuestas registraron el efecto de declaraciones, rectificaciones y


ataques. Sus resultados son muy parecidos.

Ante la pregunta de por quién se votaría si las elecciones fueran hoy, Datum
coloca en el primer puesto a Toledo, con un 30% de preferencias. Un distante
segundo puesto es el de Keiko Fujimori, con 20%; el tercero es Luis Castañeda
con 19% y el cuarto Ollanta Humala, con 10%.

El Instituto de Opinión Pública de la PUCP, tiene también a Toledo en el primer


puesto, con 28.6%; a Keiko Fujimori en el segundo, con 20.3%; a Luis
Castañeda en el tercero, con 17.5% y a Ollanta Humala en el cuarto, con 12%.

C.P.I., la más reciente del grupo, lleva a Toledo en el primer puesto, con 30%;
a Castañeda en el segundo, con 20%; a Keiko Fujimori en el tercero, con 18%;
y a Ollanta Humala en el cuarto, con 10%.

¿Tuvo siquiera un bache de aprobación por sus declaraciones? Todo indica


que no. Imasen realizó una encuesta que midió la opinión pública hasta el 27
de enero, (es decir, antes de la controversia) y los resultados son similares:
Toledo tiene 31% de aprobación; Castañeda 21%, Keiko Fujimori 20% y
Ollanta Humala 12%.
Es decir, la controversia original y las que surgieron después, no alteraron en
absoluto el lugar de Toledo en las encuestas ni hicieron ninguna mella en la
tendencia a un crecimiento paulatino, de alrededor de tres puntos porcentuales
por mes.

Más importante que eso: Toledo les gana a todos sus rivales en la segunda
vuelta en casi todas las encuestas. La excepción es C.P.I., que registra como
ganador a Castañeda contra Toledo, por una diferencia mínima. Datum y La
Católica dan como ganador a Toledo en todos los escenarios.

¿Por qué una intensa contracampaña –que hubiera funcionado en el pasado–


no ha tenido ningún resultado ahora?

La respuesta puede encontrarse, de nuevo, en las mismas encuestas.

La de la Universidad Católica pregunta cuáles son los principales problemas


que enfrenta el país, que resultan: la corrupción, 55.2%; la delincuencia e
inseguridad, 34.4%; la pobreza, 30.2%; el desempleo, 23.5%; el terrorismo,
11.4%; el narcotráfico, 10%; la calidad de la educación pública, 8.2%; y la mala
administración de justicia, 7.5%.
Cuando se le pregunta a la gente, en esa misma encuesta, quién es el
candidato mejor preparado para resolver cada uno de los ocho principales
problemas del Perú, que ellos mismos identifican, Toledo emerge como el
mejor calificado en 4 de los ocho: reducir la desigualdad; crear más trabajo;
reducir la pobreza; mejorar el sistema educativo. Humala gana en dos:
combatir la corrupción, y combatir el narcotráfico y el terrorismo. Luis
Castañeda gana también en dos: mejorar la seguridad ciudadana y mejorar la
salud. Keiko, en ninguna, aunque tiene segundos puestos.

En la encuesta, Toledo es considerado, como el candidato “más cercano a los


pobres”; el “más democrático” entre un público que se declara “insatisfecho o
muy insatisfecho” con la democracia como régimen en un 68.7% e insatisfecho
con Alan García en un porcentaje igual (68%, según Datum).

La percepción que Toledo ha logrado crear –o que se ha creado


espontáneamente entre los votantes– es la de un político moderado, con
particular empatía por los pobres; y el mejor capacitado entre todos para crear
empleos, reducir la pobreza, disminuir la desigualdad y mejorar la educación.
Todo ello dentro de una fuerte identificación con la democracia.

Son cualidades muy fuertes para un candidato; del tipo, precisamente, de las
que sufren muy poca mella de las acusaciones sobre frivolidad o gusto por la
botella.

El Toledo por el que parecen inclinarse los votantes, a tenor de las encuestas,
no es ya el de la Marcha de los Cuatro Suyos, ni el de las manifestaciones
tumultuosas del año dos mil; sino un político moderado, cuajado como
estadista, preparado para hacer crecer al país con lo que perciben como mayor
justicia, equidad y democracia.

Esa es la percepción; y por eso los ataques han golpeado al vacío. Faltan,
claro está, varias semanas decisivas en la que quizá se afinen y precisen las
esgrimas. Son semanas en las que también se cometerán múltiples errores,
desde los veniales hasta los épicos; y en las que quizá no solo los ciegos
practiquen tiro al blanco. Pero ya se ha establecido una tendencia que no será
fácil revertir hasta abril.

Porque la segunda vuelta tendrá dinámicas y estrategias muy diferentes. Pero


ese es otro análisis.

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