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-1Claroscuros del Estado ampliado brasileño actual.

Del proyecto clasista al


cesarismo progresista neodesarrollista. Por Lucio Oliver
Noviembre de 2009

Introducción
El escrito busca establecer algunos ejes originales de interpretación de la
situación actual del Brasil, iniciando desde 2003, una vez que el Partido de
los Trabajadores y Lula da Silva acceden al gobierno y llegando hasta el
presente, noviembre de 2009, a menos de un año para el término de su
segundo período presidencial. Para el análisis de todo ese período
evaluamos dos aspectos vinculados orgánicamente: el movimiento y las
expresiones de la sociedad civil, sus debilidades y logros organizativos,
culturales, de participación, de opinión publica y de definición política, y
los rasgos de la sociedad política, esto es, las directrices del gobierno, la
dinámica reactiva y a la vez complementaria de los órganos parlamentarios
y judiciales, así como su peso y tradiciones en función de cierto
cogobierno. El propósito central es analizar la interrelación entre la fluida
sociedad civil brasileña y la nueva sociedad política, con el fin de entrever
los proyectos políticos y las relaciones de poder de las distintas fuerzas
históricas, sociales y culturales que ocupan un espacio en la dominación y
en la dirección de la sociedad. El análisis está dirigido a caracterizar de
manera amplia la lucha política de los últimos siete años.
Por lo que hemos dicho resulta evidente que el estudio se basa en el
enfoque teórico del Estado ampliado que entiende al poder político como
una relación social en la cual la sociedad es corresponsable y ente activo en
la definición de lo público, participa y sostiene o cuestiona las instituciones
y los proyectos de las cúpulas de poder.
La dinámica de acumulación de capital en Brasil.
En los últimos treinta años se estableció firmemente el dominio del capital
financiero transnacional en la economía, articulado a la gran industria de
exportación especializada del sudeste y sur del país y al boom del
agronegocio, particularmente de soja y de alcohol. Toda la economía está
subordinada a ese dominio. Inclusive la gran industria para el mercado
interno regional, la industria mediana y pequeña, la pequeña producción
agraria y algunas empresas estatales venidas a menos bajo los dos períodos
del gobierno de Henrique Cardoso ( Fiori, 2003; Oliveira, 2003, De
Oliveira 2006)
El régimen de acumulación financiero exportador ha estado al
servicio de la valorización del gran capital transnacionalizado, y la política
estatal neoliberal le ha brindado amplias opciones desde que se instaló:
libre arancel comercial y financiero, altas tasas de interés, bajos salarios,
subsidios y apoyo estatal bajo la figura de coinversiones. Bajo el presidente
Cardoso este régimen de acumulación neoliberal provocó consecuencias
muy negativas en el nivel de vida de la población sobre todo en las
regiones Norte y Nordeste y en la población de las “favelas” de cinco
principales ciudades (Rio de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, Belo
Horizonte, Fortaleza); acentuó la desigualdad regional, la fragmentación
social, la polarización de los ingresos y el desempleo estructural (Campello
y Zucco, 2008) De hecho esa situación llevó a que se incrementasen los
afluentes sociales urbanos hacia el Movimiento de los Trabajadores sin
Tierra, MST, que para el inicio del gobierno Lula contaba con cerca de
cinco millones de familias en demanda de tierra. (Stedile/Mançano, 2002).
La política económica
Contrariamente a lo que buena parte de sus seguidores esperaban, el
presidente Lula da Silva ha mantenido a lo largo de sus dos períodos la
política económica al servicio de la valorización del capital financiero,
industrial y del agronegocio, aun cuando se introdujeron incentivos para
estimular la mediana industria y la producción de la pequeña propiedad
agraria. El conjunto de la economía brasileña está al servicio de la
acumulación transnacionalizada, pero ahora hay un elemento nuevo
consistente en que la intervención estatal bajo Lula ha aplicado políticas
para defender las condiciones nacionales de acumulación. Asimismo, con
Lula algunos ingresos del Estado se han destinado a apoyar, por medio del
programa “bolsa familia”, el consumo de los pobres de bajos ingresos (Frei
Betto, 2004), lo cual ha estimulado la recuperación de la industria para el
mercado interno y la economía nacional, sin que aún se pueda decir que ya
fueron restauradas las cadenas productivas internas. (Pires 2009) Un
elemento de preocupación ha sido el incremento notorio del agronegocio
justamente bajo Lula. Iniciado con el cobijo de una ministerior, La
Secretaría de Agricultura, se ha desarrollado sorprendentemente hasta
alcanzar un porcentaje importante de las exportaciones nacionales del país
y difundirse en un área territorial importante (Stedile, 2006;
Midiatecavipec, 2009)
Por otra parte, el Estado “gerencial financiero” (oliver, 2005) que
existía bajo Cardoso se empezado a transformar para inclluir también una
regulación político administativa con la cual busca incidir en la
acumulación con sus propias políticas, condicionando relativa y
parcialmente el destino de las inversiones por medio de las políticas
económicas (Pires, 2009).
Cabe destacar que en los últimos 6 años el Producto Interno Bruto de
Brasil se ha triplicado, pasando de 600 mil millones de dólares. a 1,838
millones (Indexmundi 2009) También se ha regenerado el mercado interno
y ha mejorado sustancialmente el nivel de vida de una gran parte de la
población de bajos ingresos. En términos de la situación de los trabajadores
cabe señalar que si bien los trabajadores organizados en la central sindical
relacionada con el PT (Central Única de Trabajadores, CUT) han
mantenido la estabilidad y la repartición de beneficios de los fondos de
ahorro, en términos de la seguridad social y la reforma laboral se perdieron
empleos y algunos derechos (se introdujo el cobro de impuestos a los
jubilados) En el ámbito de los trabajadores de las instituciones del Estado y
de las instituciones de nivel superior han habido importantes inversiones
estatales.
Por otra parte, la aplicación del programa de seguridad alimentaria
en gran escala (al cual pertenece el subprograma Hambre Cero) ha
funcionado como compensación frente a la tendencia al deterioro del
salario de los trabajadores y a la crisis de la pequeña y mediana agricultura
(Frei Betto 2004), pero cabe decir que no ha modificado la tendencia
estructural a la exclusión y el desempleo de los trabajadores tal como ha
sido declarado por el MST ante el programa hambre cero (Stedile, 2006)
Las agendas económica y política estatal
En cuanto a la agenda económico social del gobierno Lula da Silva
podemos decir que algunos aspectos de las anteriores políticas del Estado
neoliberal, tales como el ajuste estructural, el control del gasto público, el
deterioro de algunas empresas públicas y la gobernabilidad que excluye la
participación, se han mantenido como ejes de la política del Estado, no
obstante compensados con un mayor intervencionismo estatal y con
políticas públicas asistenciales de apoyo a los trabajadores más pobres que
como señalamos han propiciado su inclusión en la economía del consumo.
Esa combinación, sin embargo, si bien ha estimulado mayores ingresos
estatales por recaudación y exportación, son entradas que se han canalizado
para objetivos contradictorios: la gran mayoría de recursos para valorizar
las inversiones financieras del capital especulativo, apoyar a la industria
transnacional; y un porcentaje menor a propiciar un mayor consumo
popular vía las políticas asistencialistas y mejores políticas públicas en
educación, salud, vivienda y empleo (Campanello y Zucco, 2008)
Asímismo, La recuperación soberana del programa nuclear para el
enriquecimiento interno del uranio ha creado mejores condiciones para
recuperar la industria nacional.
Cabe destacar que sin alterar la continuidad que se enuncia arriba
también ha habido cambios: del neoliberalismo salvaje de Cardoso se ha
pasado a un proyecto de relativa afirmación nacional en el marco de una
convivencia negociada con la mundialización del capital. Se ha desplazado
el apoyo servil más burdo al gran capital transnacional y la economía ya no
descansa prioritariamente en las inversiones extranjeras ni en la
privatización de empresas públicas como en el anterior gobierno. En su
lugar se ha fortalecido la alianza entre el Estado y la gran empresa privada
nacional, expresada simbólicamente en el dinamismo que ha adquirido una
empresa como Petrobras.
Bajo Lula se ha abierto un espacio mayor para la influencia
económico social de las centrales sindicales asociadas al PT y se han
atendido demandas de trabajadores de algunos sectores rurales. Los
movimientos autónomos de reivindicación y lucha social como el
Movimiento de los Sin Tierra, los Sin Techo, las asociaciones de Barrios y
Favelas y las comunidades indígenas de los Estados del Centro Oeste y del
Norte, se han mantenido por sus propias fuerzas, apenas atendidos en
algunas de sus reivindicaciones elementales por el gobierno Lula, sin que
haya apoyo práctico por parte del gobierno de sus demandas y luchas. Una
excepción han sido las comunidades remanentes de los Quilombos, mismas
que han adquirido reconocimiento y gran dinamismo bajo el gobierno
actual, con sus altas y sus bajas, sobre todo en regiones con el Estado de
Pará (Charles Tricote...) donde los latifundiarios hostigan continuamente a
los quilombolas.
En el espacio político y de las mediaciones, el presidente Lula ha
acentuado las prácticas de negociación democrática a nivel de los actores
nacionales, esto es, se ha puesto énfasis en la negociación política de los
conflictos, entre las organizaciones políticas de distinto signo y entre
actores sociales encontrados, lo cual ha revitalizado al Estado como espacio
de construcción de la legitimidad política (aun cuando no así en muchos
casos locales donde hay represión y persecusión de líderes del MST
(Charles Tracote, 2009):
La caracterización de la nueva situación: gobierno y ciudadanía.
¿Como podemos caracterizar la situación que hemos expuesto líneas
arriba? Me parece que tiene razón el intelectual radical Oliveira (Oliveira
de, 2006) en que el papel del presidente Lula es el de árbitro legitimado en
el equilibrio político de dos grandes fuerzas sociales, la cúpula de una de
las cuales, la burocracia sindical de los trabajadores urbanos, tiene acceso
privilegiado a espacios de poder nacionales, fondos de pensión y políticas
asistencialistas pero no ha logrado revertir el dominio social, económico e
ideológico de la otra, la fuerza conjunta de las oligarquías empresariales
financieras, la cual sigue controlando todos los resortes de la economía y la
cultura nacional. Ante ese empate de ambas fuerzas, es evidente que el
carisma y la personalidad de Lula es lo que ha permitido una negociación
exitosa entre ellas. También es cierto que bajo su conducción se ha puesto
un dique a la acción autónoma de los trabajadores y el Estado burocrático
autoritaria se ha reubicado como el eje auspiciador de la acumulación. En
lo que toca a la economía en su conjunto ésta sigue bajo el dominio y las
directrices del gran capital financiero transnacionalizado. Y Lula en tal
situación no representa ni a los trabajadores ni a los empresarios
financieros, sino que se ha erigido en el árbitro de sus intereses distintos y
de la recomposición del capitalismo moderno. Hay pues una estabilización
del poder social de la clase oligárquica financiera que domina al Brasil.
Durante los ocho años de Henrique Cardoso, como alternativa a la
cartilla neoliberal de derecha, a través de las luchas ciudadanas y de los
movimientos sociales fue constituyéndose una agenda social novedosa que
creció como expresión de resistencia y alternativa popular . La nueva
agenda del movimiento de lucha Por la Ciudadanía y Contra el Hambre
(1994-1998), los Consejos Gestores de Políticas Públicas, instituidos por
ley, las experiencias locales de Presupuesto Participativo en más de cien
ciudades del Sur y del Nordeste (Dagnino, 2004) y la actividad del MST
desde 1979, establecieron la reivindicación de que lo “público” fuese
discutido y decidido en espacios propios de la sociedad (Dagnino 2006), es
decir hay desde hace más de veinte años una historia de disputa por lo
público en Brasil, que confluye con un proyecto de Estado autocrático que
busca desligarse de la participación de la sociedad civil (Dagnino, 2004).
Las luchas ciudadanas trabajaron para que sea la sociedad una fuerza activa
propia fuera de los debates y políticas que se reclamaban a la sociedad
política institucional, esto es se trata de políticas que acompañaban las
luchas en los gobiernos y en las Cámaras de Senadores y Diputados. En
ello hay entronizada en la experiencia brasileña la búsqueda de que los
nuevos ámbitos públicos se opongan a través de la decisión colectiva y la
participación social a las políticas autoritarias excluyentes que son práctica
cotidiana de los aparatos de decisión política institucionales (Frei Betto,
2005). La agenda social atiende a que lo ciudadano y las políticas públicas
estén regulados por la democracia participativa, a que se cumpla a
cabalidad con la reforma agraria y a la elevación cultural, económica y
política de los trabajadores. Pero esa agenda social no se ha logrado
imponer todavía y la relación de fuerzas sociales sigue subordinada a la que
se establece en la sociedad política institucional actual, es decir en los
ámbitos ejecutivos, parlamentarios y judiciales, los cuales, especialmente
los dos últimos, todavía siguen dominados por un proyecto político
autoritario y cargando con una herencia de las peores prácticas
oligárquicas, lo cual no significa que en el interior de esos mismos espacios
no existan proyectos de ampliación democrática.
Por otra parte, las políticas innovadoras del gobierno Lula han
incluido el pago puntual de la deuda externa no obstante el mantenimiento
de altas tasas de interés, la elevación del nivel salarial de la población
trabajadora y un apoyo al consumo de la población pobre, han logrado
también dinamizar el mercado interno, propiciar la negociación política
entre los distintos sectores sociales demandantes y crear un ambiente de
seguridad tanto para el capital como para la sociedad: han atendido tanto a
los requerimientos de la acumulación de capital en gran escala, de por sí
contradictorias, como a la necesidad de combatir la pobreza. Como
políticas de Estado, sin embargo, no han propiciado el avance de un
movimiento autónomo, un alargamiento de la democracia, la participación
en lo público de las grandes masas de la sociedad, ni el rompimiento de la
subalternidad de los trabajadores, ejemplo de lo cual es la continuación y
profundización del clientelismo y el “consumismo” de la población
trabajadora, los cuales, en tanto visión dominante dentro de la sociedad
civil, sigue basandose en una consideración cultural que supone que la
satisfacción de las necesidades sociales apremiantes y de mediano plazo
depende del despliegue mayor del mercado y no de una política pública
estatal y social con participación activa de los ciudadanos.
Brasil en la región sudamericana
Conviene observar que el acceso al gobierno de Brasil de una nueva fuerza
social y política, el Partido de los Trabajadores (PT), contribuyó a
modificar la situación política y social interna del país, a la vez que incidió
de manera importante en la ola de cambios en el contexto geopolítico
regional de América del Sur. Por una parte cabe destacar las nuevas
políticas de Brasil en los distintos foros internacionales y en las reuniones
bilaterales con presidentes latinoamericanos. En esas políticas podemos
apreciar la intención de establecer un papel estabilizador democrático
regional a través de la política diplomática de Brasil, país que ha
desplegado una política de negociación de los conflictos sudamericanos y
de reconocimiento de los derechos nacionales, sin olvidar que ello permite
una mejor política de proyección económica regional de las grandes fuerzas
empresariales que actuan en Brasil. Además se crearon organizaciones de la
sociedad civil que acompañaron la elaboración de la política internacional
progresista (Oliver 2008) Son esas organizaciones las que han incidido en
momentos importantes para que Brasil asuma un compromiso internacional
con la región de Sudamérica, por ejemplo cuando en 2005 fue derrotado en
Rio de la Plata el proyecto ALCA de los Estados Unidos.
Como proposición política destaca la iniciativa de crear la Unión de
Naciones Sudamericanas, la UNASUR, espacio de concertación política y
diplomática de los 12 países de Sudamérica, así como foro de una reflexión
colectiva estratégica sobre los caminos y procesos de integración regional
(Iruegas 2008). En lo referente al Mercosur cabe señalar que el gobierno de
Lula ha estimulado su carácter de órgano de negociación comercial de alto
dinamismo y de aumento del intercambio entre los países participantes.
En el interior de los Estados Unidos hay visiones encontradas entre
las fuerzas políticas que ven en Lula una opción adecuada de estabilidad
regional frente a otras fuerzas internas de aquel país que están buscando
impulsar una política de desestabilización a partir de Colombia, de la
actividad de algunos embajadores o de algunas bases militares de Estados
Unidos en la región. La influencia regional de Brasil es tan importante que
hay ya estudios que sostienen que está recuperando su papel dominante y
quizá subimperialista en la región (Brasil de fato, 2008) En términos de
seguridad militar regional, Brasil tuvo la iniciativa de crear en el seno de
UNASUR el Consejo de Defensa del Sur, CONDESUR, con el cual se está
creando una perspectiva propia y autónoma de estrategia militar regional
distinta a la de los Estados Unidos, marco en el que Lula recientemente
advirtió a EUA del peligro de la iniciativa de ese país de crear siete bases
militares en Colombia (Folha de Sao Paulo 2009)
Los movimientos sociales
Intentando una caracterización global del significado del nuevo gobierno de
Lula, en sus dos períodos, podemos señalar que el 2002, inicio del primer
periodo, significó un importante cambio de rumbo de Brasil, en particular
porque permitió que una nueva fuerza política tuviese acceso al gobierno y
pudiese desplegar una visión más soberana de las cosas del país y de los
asuntos del Estado. Sin embargo conviene insistir que la agenda particular
desplegada por el PT y por Lula da Silva, no ha llevado a viabilizar el
derecho pleno a tener derechos y a crear la democracia participativa. En ese
sentido el propio PT se ha distanciado de la ola de movimientos
ciudadanos y sociales con los que confluía desde 1988: el movimiento por
la Ciudadanía y contra el Hambre (MCCH), el Movimiento de los
Trabajadores Sin Tierra (MST), el de las Asociaciones de Barrios y Favelas
(ABF), el de la Conferencia Nacional de los Obispos (CNNB), etc.
Hay en gestación un movimiento social múltiple y diverso que
pretende construir una agenda contrahegemónica, del cual el MST, la
CNNB y algunos sectores del PT forman parte, pero el PT como conjunto y
Lula da Silva distan mucho de ser la dirección nacional del mismo,
contrariamente a lo que hace veinte años se suponía que iba a suceder si
está organización alcanzaba el gobierno (Burgos 1994)
El poder social oligárquico.
Atrás de las relaciones de poder institucional actúan relaciones de fuerza y
de poder social e histórico cultural. El actual poder de la clase burguesa
oligárquica sigue siendo hegemónico: alimenta el poder contradictorio de
los políticos dueños patrimoniales del poder (Faoro, 1958), sobre todo
porque los valores y la visión prevaleciente y dominante en lo que
nacionalmente podríamos denominar sociedad civil sobre el proyecto de
país, sus potencialidades, sus dinámicas y sus instituciones no se ha
modificado sustancialmente, ni se ha distanciado de la que existía bajo los
gobiernos de las tradicionales oligarquías brasileñas, no obstante que los
dirigentes mayores de éstas se encuentren en crisis profunda, como es el
caso de la cabeza actual del Senado, el expresidente de la República, José
Sarney que este año ha sido ampliamente cuestionado por su nepotismo,
autoritarismo y corrupción.
La pregunta que circuló entre los sectores radicales críticos durante
los tres primeros años del presidente Lula fue la de si su gobierno estaba
“en disputa”, es decir si era un espacio en querella entre fuerzas
antagónicas distintas, alguna de las cuales debería triunfar en un momento
dado. Los hechos están mostrando que esa no es la situación, que no hay un
gobierno en disputa, sino que la situación parece ser otra: la de un gobierno
que no es expresión plena y radical de una fuerza de trabajadores con un
proyecto social y nacional hegemónico alternativo (Oliveira de, 2005), sino
un gobierno árbitro, cesarista, no obstante se apoye y legitime como
proyecto popular.
Explicitando con mayor amplitud el cesarismo de Lula conviene
señalar que el presidente y el PT dirigen Brasil con un programa progresista
sin que sea un proyecto histórico político nuevo que atienda a abrir el
espacio para una fuerza histórica transformadora. Debido a ello es que
inicialmente hemos decidido caracterizar a su gobierno con la noción de
cesarismo político (Marx, 1852; Gramsci, 1999), situación en la cual el
presidente del gobierno dirige a la nación intentando ponerse por encima de
las fuerzas en lucha, las cuales han llegado a una situación de empate de
fuerzas políticas y ninguna puede prevalecer, para obligarlas a aceptar una
política decidida desde arriba, polìtica de administración de la crisis y que
en última instancia beneficia al gran capital financiero, al agronegocio, a la
gran industria interna, a la vez que otorga un mejor nivel de vida a los
pobres y concede mayores beneficios sociales inmediatos a los trabajadores
dentro del Estado, pero que no expresa una fuerza propia de éstos en la
política. En ese sentido el gobierno de Lula parece representar algo así
como lo que Gramsci caracterizaba como el proyecto de una política obrera
que no ha superado en el nivel de la “solidaridad de clase”, esto es que
procura el reconocimiento de los derechos plenos de las clases trabajadoras,
incluso el derecho de participar del Estado, pero dentro del marco
establecido por la dominación del gran capital financiero y por la
hegemonía capitalista secular (Gramsci 1933)
Lo anterior no significa que no haya en germen algunos elementos de
del gobierno de Lula, del PT, de otras fuerzas políticas y especialmente de
diversas agrupaciones y movimientos de la sociedad civil que todavía
tienen una incidencia colateral en el gobierno y que están orientados a
hacer avanzar una nueva fuerza histórica capaz de establecer una disputa
por la hegemonía. Pero esas fuerzas contrahegemónicas no caracterizan al
gobierno; éste es un gobierno progresista de compromiso nacional, de
carácter cesarista, basado en el estímulo a un neodesarrollismo capitalista
moderno, el que no expresa un proyecto político de lucha autónoma por la
hegemonía de los sectores de trabajadores y sectores populares.
Al analizar con cuidado algunos momentos coyunturales por los que
ha atravesado el régimen de Lula podremos apoyar con más elementos la
caracterización crítica central de su gobierno.
Gobierno, proyecto, política
Podemos diferenciar cuatro momentos de la coyuntura política del Brasil
actual que se abre con la elección de Lula en octubre de 2002, momentos
que crean una situación nueva en ese país y que llegan hasta el momento
presente, de agosto de 2009. Se trata de intentar una intensificación
analítica del las distintas situaciones político sociales, institucionales
principalmente, pero también de lo que acontece en el terreno de las luchas
ciudadanas y de los movimientos sociales. Ello en el ánimo de pensar la
relación de fuerzas.

Hay un primer momento de definición que correspone al proceso de


la elección en octubre de 2002 de Lula como presidente de la República,
político propuesto por el Partido dos Trabalhadores (PT). No fue lo que
para muchos militantes aparentemente significaba como el ansiado acceso
al poder político por la clase trabajadora. Lo que se mostró como un
consenso popular en la elección fue lo que remitió claramente a la
búsqueda por parte del pueblo brasileño de recuperar los postulados de la
Constitución de 1988, de derechos sociales y soberanía nacional. Como en
su momento lo estableció analíticamente de Oliveira (Oliveira, 2003) El
triunfo electoral del PT expresó un mosaico multivariado y multicolor de
inconformidades de la sociedad civil brasileña hacia el neoliberalismo de
Cardoso.
La elección en octubre de 2002
La elección se lleva a cabo en el contexto de una profunda crisis de
dirección política del presidente Cardoso. El segundo gobierno del
presidente neoliberal Fernando Henrique, que inicia en 1999, abre con una
acentuada crisis política, resultado de la inconformidad social hacia los
efectos de las políticas neoliberales, por el rechazo de las mayorías al
ocultamiento preelectoral que ese presidente hizo de la grave crisis
económica del país, por el incremento de la fragmentación social y
regional, de la desigualdad, la exclusión y el desempleo, que trajeron
consigo sus políticas económicas. La sociedad civil manifestó su rechazo a
esas políticas neoliberales de modernización conservadora por medio de la
elección de Lula. Ello hizo evidente el gran distanciamiento del proyecto
nacional de Cardoso con los postulados sociales y económicos expresados
en la Asamblea Constituyente de 1988, la cual para Brasil tuvo carácter de
ser un "momento constitutivo" importante (Zavaleta, 1986). La
Constitución de ese año fue un importante elemento de consenso de los
brasileños y en cierto modo definió su programa de aspiraciones. De hecho
lo que entra en crisis en 1999 es la agenda neoliberal: ajuste estructural,
privatizaciones, gobernabilidad autoritaria, neoligarquización del Estado y
reconfiguración de la economía en función del capital financiero y el sector
exportador. Y tal como señaló el investigador Celso Furtado en su
momento, con Cardoso además la independencia del Banco Central que
marcaba el sometimiento de Brasil al gran capital financiero internacional.
En un reportaje en la revista La fogata, de 2003, Celso Furtado responde:
“Vea por ejemplo, el drama de lo que fue el Banco Central durante
el gobierno anterior. Se entregó el BC al gran capital, cuando todo el
mundo sabe que eso es una aventura, que pude llevar a diferentes
impasses. Brasil es un país de construcción imperfecta, y hoy día se está
desintegrando. Hoy la capacidad de comando que tenemos sobre la
economía es mucho menor que en épocas pasadas” (Furtado 2003).

La elección de Lula propició una salida a la crisis en tanto su


programa fue básicamente un retorno a los planteamientos y propósitos de
la Constitución de 1988, ahora con el apoyo de los ciudadanos y de los
diversos movimientos sociales que se constituyeron en el arcoiris que
permitió que un candidato de un partido de trabajadores, que no formaba
parte de la élite tradicional, fuese presidente de Brasil. De último momento
antes de las elecciones Lula firmó la polémica “Carta de la Esperanza” que
ha sido criticada como un documento que no sólo buscába dar confianza y
seguridad a la clase empresarial financiera y nacional de que la política
económica anterior sería respetada, sino que significaba un cambio radical
del proyecto político del Partido de los trabajadores hacia la administración
del capitalismo (Oliveira, 2005)
No obstante lo antesdicho, la elección de Lula tuvo un alto
significado político al desplazar a las históricas élites políticas y
económicas tradicionales de Brasil de la dirección del gobierno. Un partido
que había nacido planteando que los trabajadores tenían que luchar por su
propio derecho a dirigir la política en Brasil y modificar el tradicional
mando de las oligarquías sobre los asuntos públicos, por fin lo logró.

La salida de las élites políticas tradicionales de los puestos de


dirección del gobierno no tuvo como correlato un desplazamiento de las
oligarquías financieras y empresariales de sus puestos económico sociales
de poder. Y ello porque en principio el programa del nuevo gobierno no
estaba interesado en impulsar transformaciones profundas de las relaciones
sociales de poder sino que apuntaba a mejorar la situación del capitalismo
brasileño, buscando también un espacio para la valoración financiera de los
fondos de ahorro de los trabajadores (de la burocracia que los dirige) que
les permitiera compartir los beneficios de la acumulación de capital
(Oliveira, 2005) El corporativismo sindical creció y los beneficios de los
trabajadores organizados también. La Central Única de Trabajadores de
Brasil, la CUT, nacida en 1983, es el sostén social urbano principal del PT
y de la nueva política, conformando lo que Oliveira denomina, la nueva
clase trabajadora corporativa dominante (Oliveira, 2004). Este interés
preponderantemente gremial de un sector de las asociaciones de clase se ha
traducido en dificultades para la ampliación del proyecto nacional del PT y
ha incidido fuertemente en lo que con Gramsci podríamos denominar el
carácter gremial económico corporativo del proyecto nacional, el cual,
entre otras cosas, excluyó una alianza con el movimiento de los Sin Tierra
(MST), lo que llevó a plantear la política de reforma agraria como una
política pública burocrática y no como un proyecto político compartido.
Un segundo momento de análisis podemos llevarlo a caracterizar el
primer gobierno del presidente Lula da Silva, de 2003 a 2006. El PT aplica
un programa neodesarrollista apoyando la acumulación nacional a la vez
que mantiene los altos beneficios del capital financiero internacional por
medio de altisimas tasas de interés, aplica una política de asistencia social
participativa en gran escala con el programa hambre cero, pero se
circunscribe a una política institucionalista: el PT opta por las políticas de
corrupción que le permiten aceitar el juego parlamentario de apoyo al
programa presidencial, pero pierde su fuerza ético política en la sociedad y
los movimientos sociales se distancian y autonomizan del partido y del
presidente Lula.
El primer gobierno del presidente Lula da Silva.
Como ya mencionamos, Lula desplegó en su primer mandato una nueva
política nacionalista y asistencialista de carácter económico corporativo
orientada a estimular el desarrollo capitalista moderno, lo que a su vez
incrementó el salario y el consumo popular, respetando el papel dirigente
en lo económico del capital financiero transnacional, la élite industrial y el
agronegocio monopólico.
En su gobierno Lula no aplicó un programa socialista como el que el
PT se había propuesto en su fundación. Su programa fue el de un
intervencionismo de Estado para apoyar la acumulación nacional de
capital, el mercado interno, la elevación del salario de los trabajadores y la
generación de políticas públicas asistencialistas para incorporar al consumo
a la nación excluida (Campello y Zucco, 2008) El programa de gobierno de
Lula se alinea con los planteamientos de la Constitución de 1988 de
estimular el desarrollo capitalista interno con atención a la inclusión social,
respetar los derechos establecidos, política que no ha sido acompañada por
un proyecto estratégico que presuponga el despliegue de una hegemonía
alternativa de los trabajadores en el pleno sentido de la palabra. Mayores
derechos de los trabajadores, una influencia decisiva de los mismos en las
políticas económicas y públicas, mayor acceso a los programas de gobierno
no significan de por sí una alternativa a la hegemonía capitalista nacional
desarrollista (Dagnino, 2004). Sigue prevaleciendo la idea del desarrollo
capitalista nacional con consumo popular y refrendadora de la separación
entre dirigentes y dirigidos en las instituciones políticas y públicas.
No obstante no existir una política para disputar la hegemonía, el
gobierno del presidente Lula expresó un elemento nuevo en la política
brasileña: un partido de trabajadores en la dirección del gobierno significa
una opción de desplazó a las élites políticas históricamente conformadas
por las oligarquías tradicionales y modernas, que en Brasil tienen su asiento
político organizativo en el Partido Movimiento Democrático Brasileño, el
Partido Frente Liberal (hoy Demócratas) y el Partido Social Demócrata
Brasileño (PSDB). En ese desplazamiento hay una innovación histórica
fundamental aun cuando no se trate de la presencia de una nueva
hegemonía que presente un nuevo proyecto universal de país y sobre todo
que esté dirigida a que la población trabajadora eleve su nivel político,
acceda por si misma a las decisiones políticas e intervenga en la
determinación de lo público. Bajo el primer gobierno Lula eso no sucedió:
se mantuvo el respeto absoluto al poder privilegiado de las instituciones del
Estado burocrático autoritario: el ejecutivo, el legislativo y el judicial,
claramente separados de la población y siendo espacio privilegiado del
juego de las oligarquías.
La constitución de un nuevo grupo gobernante de trabajadores con
apoyo popular de por sí no modifica los referentes institucionales de las
relaciones políticas, las cuales siguen en manos de las élites, aun cuando en
el caso del ejecutivo sean élites de trabajadores. Cabe entonces la
posibilidad de que en realidad eso signifique que estamos ante una nueva
forma de hegemonía burguesa en Brasil. Y en ese caso también se confirma
que no se trata de un gobierno en disputa como se caracterizó al principio
del gobierno, pues la pregunta es ¿disputa entre quienes? ¿Entre
trabajadores con un proyecto capitalista nacional y empresarios con un
proyecto oligárquico?
Con el presidente Lula se ha puesto en marcha un proyecto
capitalista avanzado, democrático, negociado, de nuevo pacto social y
nacional, de un compromiso interclasista dirigido por la personalidad del
presidente, quien equilibra las disputas dentro de dicho proyecto. No hay
disputa entre grupos sociales, hay conducción bonapartista desde arriba de
un capitalismo de Estado abierto al capital transnacional. Por ello la
caracterización que me parece más adecuada de su primer gobierno es la de
un neodesarrollismo cesarista.
¿Ha cambiado el Estado ampliado en el sentido ético político, esto
es, en lo que se refiere a relación entre la sociedad política y la sociedad
civil, que en Brasil siempre fue de dominio de la primera y postración de la
segunda? El asistencialismo de las políticas públicas de por sí no tendría
por que oponerse a la autoorganización de los ciudadanos urbanos y de los
pobres del campo. De hecho el programa que rige las políticas de salud
conlleva un grado de organización social para la participación de acuerdo a
lo establecido en la ley de los Consejos participativos para las Políticas
Públicas establecido por la Constitución de 1988, creado bajo el gobierno
FHC y continuado bajo Lula. Los Programas que inició Lula de Seguridad
Alimentaria, Hambre Cero y Bolsa Familia, apelan también a un grado de
organización de la sociedad civil. Pero veamos con detenimiento esta
cuestión: una innovación importante fue que esos programas propiciaron la
organización autónoma de la sociedad civil, debido a que los consejos
decisorios del programa se constituyeron por decreto por dos tercios de la
sociedad civil y un tercio de órganos de gobierno (Programa de Seguridad
Alimentaria 2003). Esa transformación tan avanzada en la relación entre la
sociedad política y la sociedad civil cobró vida sólo en algunos Estados de
Brasil, especialmente en el Estado de Ceará, y en menor medida en otros.
Sin embargo, la verdadera limitación del programa es que se trata de una
política experimental que tiene pocos recursos y deja de lado al resto de
políticas públicas, además de que su composición política es de aplicación
relativamente voluntaria en los estados y municipios.
Para discutir las políticas generales de tipo económico social, a nivel
nacional el gobierno Lula estableció un Consejo Nacional Económico y
Social (CNES), cuya integración desde el inicio privilegiaba la
participación empresarial frente a la de las de organizaciones sindicales
(Consejo Nacional Económico Social 2004). Sin embargo este Consejo no
ha tenido en los siete años de gobierno una actividad sustantiva (Oliveira,
2005) Incluso el programa de recuperación económica, el PAC (programa
de aceleración del crecimiento), del segundo mandato de Lula no fue
debatido en dicho consejo sino que resultó de una decisión autónoma del
Ministerio de Desarrollo y Planificación del gobierno.
Así, es importante establecer la distinción entre una política
burocrática de gobernabilidad que se apoya en las fuerzas tradicionales de
las instituciones oficiales y lo que sería la práctica democrática de una
burocracia política.
Lula ante los movimientos sociales y la sociedad civil.
Para evaluar la continuidad vertical autoritaria en las relaciones entre la
sociedad política y la sociedad civil bajo el gobierno Lula hay que
onsiderar varias situaciones. Una es la relación entre el gobierno y el
Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra. El programa electoral de Lula
de 2002 incluía con base en la Constitución de 1988 un compromiso para
acelerar la reforma agraria a partir de la expropiación de tierras
improductivas, (Programa electoral del PT 2002). Las políticas de su
gobierno, sin embargo, han sido atender las reivindicaciones del
movimiento agrario no como un problema político que exige una relación
política de inclusión y de alianza de fuerzas sociales y políticas, sino como
un problema económico corporativo, que conlleva la aplicación de una
política pública burocrática de reforma agraria limitada por tecnicismos y
evaluaciones de órganos públicos de influencia oligárquica. Con ello la
promesa de Lula para su primer gobierno, de asentar a un millón de
familias de trabajadores del campo, no se cumplió. La entrega quedó
limitada a cerca de 250 mil familias:

”… Desde que Lula llegó al poder, el número de familias asentadas en


precarios campamentos pasó de 60.000 a 230.813 (dato de enero de 2007).
…Los movimientos sociales han recibido la noticia como un jarro de agua
fría. …El Fórum Nacional de la Reforma Agraria, formado por más de
cuarenta asociaciones campesinas, critica además el sistema de
asentamientos. "Las familias continúan acampadas precariamente. Se les
dan títulos, pero no se les da la tierra", afirma Isidoro Revers, coordinador
de la Comisión Pastoral de la Terra (CPT). El Fórum denuncia que el
Gobierno se limita a legalizar asentamientos que ya existían. Y a entregar
tierras en la Amazonia, sin ninguna condición para vivir en ellas”. (Stedile
2009)

Además de lo anterior, un elemento significativo para los pobres del


campo ha sido el apoyo diferenciado que el gobierno ha dado al
agronegocio en menoscabo de la agricultura familiar:
“Según el MST, Lula ha otorgado durante su gestión alrededor de 17.000
millones de euros en créditos a empresas como Bayer, Rhodia y Louis
Dreyfus, mientras que los pequeños agricultores han recibieron menos de
3.000 millones de euros. «Lula ha beneficiado el «agronegocio» y ha
liberado los transgénicos», dice Joao Pedro Stedile, economista y dirigente
del MST. «Tenemos 100.000 familias acampadas en carreteras esperando
la reforma agraria», añade. «El Gobierno de Lula no nos reprime, pero no
tiene una posición clara sobre lo que es la reforma agraria»".
(Midiatecavipec 2009)

Sin embargo lo que nos parece más significativo es que, como dice el
economista de Sao Paulo, José Juliano de Carvalho Filho, quien trabajó en
la elaboración del Plano Nacional de Reforma Agraria y es dirigente de la
Asociación Brasileña de la reforma Agraria (ABRA), en el procesos de
reforma agraria se mantiene la vieja relación entre oligarquía y sociedad y
la distancia entre sociedad política y sociedad civil: una política que no
altera la estructura de poder latifundista del agro brasileño:
“La reforma agraria en el gobierno Lula no tiene capacidad para
lterar la estructura fundiaria. Los únicos resultados positivos se refieren al
Pronaf (Programa Nacional de Fortalecimineto de la Agricultura
Familiar), lo que es poco para sustentar la afirmación de que la reforma
agraria de calidad está siendo realizada. Lo que aún diferenciaba el
gobierno Lula de los demás era su postura en relación a los movimientos
sociales. Ahora, ni esto. Su política es inócua al latifundio. No afecta al
monopolio de la tierra.” (Carvalho 2009)

Otra relación significativa del gobierno Lula con la sociedad civil es


la referida a las políticas estatales ante los espacios urbanos en los que toma
cuerpo la extrema desigualdad social: las favelas. Después de casi 7 años se
ha mantenido la ausencia de políticas y proyectos realmente significativos
para las favelas de Brasil, que constituyen cerca del 40% de la población de
las grandes ciudades. La situación de Rio de Janeiro es ejemplar en el
sentido de cómo fracasó un primer plan burocrático de resolver el problema
por la vía jurídica de adjudicación de títulos de propiedad y se postergó
cuatro años la definición de un proyecto de cambio de las favelas.

“A pocos días de haber asumido la presidencia de Brasil, en el marco de la


lucha contra las desigualdades sociales, el presidente Luiz Inácio Lula da
Silva anunció que pondrá en marcha un nuevo proyecto destinado a
legalizar las favelas en ese país… La iniciativa del Gobierno brasileño
respecto a la recuperación de tierras de las favelas busca resolver el
problema jurídico del asunto, posibilitando a los habitantes de los
asentamientos en ciudades como Río, San Pablo, Recife, Salvador de
Bahía, Belo Horizonte, entre otras, convertirse en dueños de las
propiedades. De acuerdo a la idea de Lula, el hecho de ser propietarios
podría facilitarles el acceso a otros beneficios, tales como la obtención de
trabajos estables y de pequeños créditos” (Favelas, 2009)

Hoy día, ante la falta de avance de las políticas señaladas, se está


proponiendo por parte del gobierno una nueva política de inversiones
burocráticas en remozamiento de las zonas faveladas, proyecto que
mantiene la vieja concepción de una sociedad política que manda y una
sociedad civil que ejecuta, sin que se altere la situación de dominio y muy
lejos de avanzar en el despliegue de la autonomía de los pobladores para
definir políticas, estructurar proyectos y administrar recursos:

“…el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ha anunciado que


destinará 340 millones de euros a cambiar la cara de las principales y más
emblemáticas favelas de la ciudad (las más de 600 favelas de la ciudad
brasileña de Río de Janeiro), en las que viven hacinadas y sin
infraestructuras dignas más de un millón de personas, que padecen,
además, el yugo de los narcotraficantes. …Ahora, el Gobierno está
dispuesto a hacer en los próximos cuatro años una inversión millonaria en
obras de habilitación y saneamiento, sobre todo en tres grandes favelas
cariocas: Rocinha, la más conocida por los turistas; Complexo do Alemão,
la más violenta, y Manguinhos, en el centro de la ciudad…Lula ha
escogido las simbólicas favelas de Río para iniciar un ambicioso plan
urbanístico que se extenderá a todo el país, donde faltan ocho millones de
viviendas. Esta carencia es lo que hace que las favelas se multipliquen en
el territorio nacional…La idea consiste en mejorar la habitabilidad de las
barracas: serán pintadas, se les dotará de energía solar y se obligará a sus
moradores a poner plantas en las terrazas de las casas con el objetivo de
mejorar la temperatura que confieren al interior de las viviendas los
bloques de cemento…También se quiere asfaltar los actuales caminos de
barro, que se vuelven intransitables cuando llueve, y almacenar
convenientemente el agua de la lluvia para los sanitarios. Además, se
planea contruir en cada barrio una comisaría de policía, un puesto de
atención sanitaria pública y un centro cultural” (Arias 2007).

Una tercera relación significativa para caracterizar la relación


sociedad política y sociedad civil en el período de Lula es la que se refiere
a su política para la Amazonia, región rica en recurso naturales en la que
habitan significativas comunidades indígenas, pero que está dominada por
oligarquías rapaces e invasores extranjeros y el gobierno no tiene capacidad
de impedir su devastación dado que enfrenta el problema exclusivamente a
partir de la fiscalización burocrática;

“ La Amazonia es un territorio de cinco millones de kilómetros


cuadrados, con sólo 275 fiscales para vigilarla -un fiscal por cada 18.000
kilómetros cuadrados-, una región codiciada por todos, incluidas las 27
multinacionales que actúan en el área.
… En este momento, Brasil es el segundo exportador de soja del mundo,
después de Estados Unidos, y uno de los mayores vendedores de carne
vacuna. El consumo de carne brasileña en Europa y de soja para pienso es
una de las causas de ese vertiginoso aumento de la deforestación de la
Amazonia, según David Kaimowitz, director general del Centro
Internacional de Investigaciones sobre Bosques (Cifor). La Unión Europea
importa de Brasil casi el 40% de las 578.000 toneladas de carne bovina
consumida cada año en el Viejo Continente. El número de cabezas de
ganado en Brasil supera ya los 60 millones, de las cuales más del 30% se
encuentra en la Amazonia. Brasil controla hoy el 20% del mercado de
carne vacuna del mundo.
…Para cultivo de soja y para pasto de ganado se talan millones de
árboles. El 80% de la madera usada sólo en el estado de São Paulo es de
procedencia ilegal. Los expertos calculan que por cada árbol caído se
destruyen otros 10, y que seis de ellos ni siquiera son aprovechados”
(Noticias Amazonia 2009)

Las tres relaciones políticas analizadas muestran a un gobierno que


se aplicó a realizar una política de reformas (seguridad social, tributaria,
preventiva, laboral, educativa) en la que no se destacó por poner en primer
término una ampliación de derechos ni la autoorganización de la sociedad,
sino que se avocó a avanzar en un mayor control del Estado. En cuanto a
los beneficios a la población hay que decir que entre estos no ha estado el
apoyarse en una el crecimiento de una organización autónoma propia de la
sociedad civil. Son evidentes las mejorías para la población marginada en
mejoría económico social: las cobertura de la seguridad social, educación
superior, apoyo económico familiar y vivienda, servicios a las comunidades
de riesgo, pero ello no se logró a partir nuevas relaciones con la sociedad
civil sino con la tradicional política burocrática de los gobierno que no ven
con buenos ojos la autoorganización de la sociedad civil.
Un tercer momento de análisis se conentra es el ambiente que rodea
la reelección de Lula, en octubre de 2006, período en que se renueva la
confrontación político electoral de carácter histórico y las fuerzas político
electorales de izquierda hacen un balance del primer gobierno del
presidente a la vez que se enfrentan a los partidos y políticos de derecha
que luchan por impedirle a Lula la reelección. En ese momento la
ciudadanía urbana progresista desencantada con la corrupción del PT y los
movimientos sociales no avala del todo a Lula en la primera vuelta; opta
por la reelección de Lula como un mal menor. Lula triunfa sobre todo por
el voto del interior de Brasil (Campello y Zucco, 2008)

El funcionamiento de las instituciones.


La determinación del gobierno del PT de mantener una política tradicional
burocrática para enfrentar los problemas sociales, políticos y nacionales
nos permite valorar la persistencia en la política de Gobierno de un temor a
que con una apertura a la movilización y organización autónoma de la
sociedad civil se repitiese la situación de 1963/64 y se pudiese crear una
situación incontrolable de inestabilidad política si se propiciaba la
autoorganización de la sociedad. Ese fue un elemento que al parecer llevó a
Lula y al PT a desplegar su política por las vías tradicionales y
acentuadamente por medio de las instituciones patrimonialistas y de los
órganos burocráticos de decisión política, esto es del funcionamiento
institucional del presidencialismo con control parlamentario. Eso significó
aceptar los mecanismos corruptos de cooptación para procurar el apoyo de
los líderes lobbistas en el parlamento, lo cual llevó a la dirección del PT a
usar medios ilegales como pagar por el apoyo de los partidos aliados,
entregándoles a cambio de su aval una amplia mensualidad, el "mensalão".
El uso por parte de la dirección del PT de un mecanismo tradicional de
corrupción como ese salió a la luz pública cuando se produjeron
desavenencias entre los políticos beneficiados y los intermediarios, creando
una profunda crisis ético política en la sociedad que llevó a la renuncia
pública a dirigentes principales del PT (el jefe de la Casa Civil, el
Presidente del Partido, el Tesorero, varios Secretarios de Gobierno, etc)
Como resultado de la crisis ético política la población empezó a cuestionar
el fiuncionamiento del parlamento y se gestó una ofensiva de la derecha
para desprestigiar al gobierno del PT y al propio presidente Lula. La
situación también provocó un distanciamiento y una crítica de importantes
sectores y personalidades de la izquierda política y de parte de los
movimientos sociales, así como prohijó un extenso descontento ciudadano
por la corrupción de los políticos del PT. Se trató de una real pérdida de
valor ético del gobierno que si no llevó a su caída fue debido a que Lula
mantenía el apoyo de la mayoría popular beneficiada por sus políticas
sociales. Lula logró distanciarse del PT en crisis ética y convencer a la
sociedad de que él no había decidido esa política de corrupción y colocó
toda la responsabilidad en la dirección del partido.

La economía y su influencia en la reelección


El crecimiento económico de los primeros cuatro años de gobierno fue
sorprendente. Se recuperó la producción industrial y el agronegocio de
exportación de soja y carne vacuna. Como se mencionó antes, el PIB se
triplicó, pasó de 600 mil millones de dólares en 2002 a 1 838 billones. Los
datos señalados muestran que en los cuatro primeros años de gobierno de la
presidencia de Lula hubo una recuperación de la acumulación interna de
capital, un efecto positivo de la regulación estatal sobre la economía en
condiciones de menor dependencia y una disminución de la subordinación
externa. Esto fue resultado de que se recuperó la función de regulación del
intercambio comercial dentro del MERCOSUR y la colaboración con los
socios que no fungen como miembros fundadores del acuerdo.
El gobierno Lula durante su primer mandato demostró ser buen
administrador del gasto público, incluso excediendose en el pago puntual
de la deuda externa (Oliveira, 2005), un defensor del interés de Brasil en
los foros internacionales, un político que respetó los procesos democráticos
en América del Sur y un árbitro de las negociaciones democráticas de las
instituciones de gobierno. No obstante se trata de una política todavía
insuficiente ante las contradicciones estructurales de desigualdad social y
ante los conflictos que continuamente provoca la situación de violencia
social (los casos de violencia policiaca en las favelas y cárceles de Sao
Paulo y Rio de Janeiro han acompañado los grandes momentos del
gobierno Lula, el último el que se registró después del anuncio de que Rio
de Janeiro había ganado ser sede de los juegos olímpicos) situación que
exigiría una decidida autoorganización de la sociedad civil para
modificarse, tal como lo indican los siguientes datos enumerados por Frei
Betto, quien acompaño a Lula en su primer gobierno:

“Los datos sociales del país son estremecedores: 54 millones de


personas viven por debajo de la línea de la pobreza; 80 millones no tienen
condiciones de consumir cada día las dos mil calorías recomendadas por
la Organización Mundial de la Salud; 119 millones tienen una renta
mensual inferior a tres salarios mínimos; la renta del 50 % de los más
pobres coincide con la del 1 % de los más ricos; el 1 % de los propietarios
rurales posee el 44 % de las áreas cultivables”. (Frei Betto 2006)

La reelección de Lula, en octubre de 2006


La reelección de Lula en una primera vuelta en 2006 se vio dificultada por
la crisis ético política mencionada. No obstante, su primer gobierno sentó
las bases de un giro progresista en la política social, en la gobernabilidad,
en la recuperación del papel regulador del Estado y en la construcción de
una política internacional soberana. Sin embargo la sociedad civil brasileña
rehusó entregar un apoyo incondicional al PT frente al cual denostaban la
persistencia de una política tradicional. Ello abrió un espacio político
sorprendente para la derecha, la cual desplegó una ofensiva para
reposicionarse y buscar retornar a la dirección del gobierno. Las viejas
oligarquías empresariales y políticas tradicionales hicieron un intento de
recuperar la presidencia, a través de la campaña agresiva del candidato del
Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) Geraldo Alckmin. Lula
reaccionó haciendo una campaña distante del PT, buscando el apoyo
político de la gran masa popular beneficiada por los programas
asistencialistas logrando la neutralidad hacia su gobierno por parte del
capital financiero a quien su gobierno había beneficiado en su primer
período. El resultado fue que Lula no logró superar la mitad mas uno de los
votos en la primera vuelta y tuvo que contender de nuevo en una segunda
vuelta. En esa situación tuvo mucho peso la posición de las izquierdas
independientes que se había diferenciado del gobierno del PT, así como los
núcleos políticos y sociales radicales tanto partidistas como los de los
movimientos sociales que habían logrado la construcción de un
posicionamiento político basado en la democracia participativa. La segunda
vuela contó con el apoyo crítico de esas izquierdas, las cuales en conjunto
con una naciente agrupación de Movimientos Sociales, AMS, plantearon
públicamente dos objetivos con su apoyo a la reelección de Lula: impedir
el retorno de las oligarquías de la derecha al gobierno y mantener las
condiciones políticas democráticas que les permitiese un desarrollo
autónomo (Agrupación de Movimientos Sociales, 2006) En una reelección
difícil Lula contó con una ratificación amplia de su gobierno.

El momento actual
Hoy la presidencia de Lula ha obtenido el mayor porcentaje de aceptación
en la historia de Brasil (84%), hay un crecimiento económico notorio,
cierta participación de la población en algunos programas de gobierno y un
consenso de la sociedad civil brasileña en lo acertado de su gobierno. Está
ya planteada la sucesión de Lula en la Presidencia, con un cuadro que de
triunfar puede derivar en diversas opciones políticas: en que puede haber
continuidad directa del PT, especialmente si Dilma Rousseff obtiene la
candidatura o puede haber una opción de continuidad indirecta, con Ciro
Gomes del PSB, si éste logra participar como candidato a la
vicepresidencia o logra dirigir la coalición bajo alguna alianza entre el PT y
el PSB. En Brasil hay hoy mayor regulación estatal sobre la
economía y la sociedad, un proceso de recuperación económica y una
política agresiva del gobierno para mantenerla. La industria, el agronegocio
y las empresas estatales y semiestatales como Petrobras y Vale do Rio Doce
están en situación de pujanza en plena crisis económica internacional. Hay
además un amplio reconocimiento internacional por la estabilidad
democrática, por el crecimiento economico y por el manejo acertado que
Lula ha hecho del gasto fiscal y de las políticas económicas para manejar la
crisis financiera internacional actual, lo cual le ha permitido mantener tasas
positivas de crecimiento económico. Las instituciones políticas y judiciales
han contribuido a la estabilización de una nueva política estatal progresista,
sin embargo están en tensión permanente por los acuerdos políticos
precarios entre las distintas fuerzas y por los recurrentes cuestionamientos a
los juegos oligárquicos que las dominan, como es el caso de las continuas
Comisiones Parlamentarias de Investigación que son aprobadas en el
senado para examinar denuncias de corrupción. De ahí la importancia de
preguntarse si hay elementos de una renovación del Estado ampliado que
vaya más allá de un remozado programa nacional desarrollista. Aquí la
respuesta no parece ser positiva, entre otras razones por la crisis de la
relación entre el gobierno Lula y los movimientos sociales brasileños.
El diálogo crítico.
Los movimientos sociales se reunieron con Lula a fines de 2006
inmediatamente después de que triunfó la reelección con el fin de
establecer un diálogo crítico y enfatizar sus reivindicaciones:
“En diciembre fueron llamados a dialogar con el presidente y con el
ministro Dulci. Lula se comprometió a mantener un diálogo permanente
con ellos. …En esa audiencia de diciembre el presidente recibió de los
movimientos sociales un conjunto de documentos y reivindicaciones:
cambios en la política económica, realizar las reformas laboral y
aseguradora, promover el desarrollo con distribución de la riqueza y
respeto al medio ambiente, democratizar los medios de comunicación,
hacer efectiva la reforma agraria, pleno respeto a los pueblos indígenas, a
los afrodescendientes y a los ambientalistas que defienden el desarrollo
sustentable, reglamentar la liberalización de los transgénicos con medidas
de precaución y respeto a los derechos del consumidor” (Frei Betto 2009)

El mismo Frei Betto comenta que para él la exclusión de los


movimientos sociales significará una continuación del viejo Estado
burocrático autoritario, dominado por una sociedad política que ahora
cuenta con el apoyo popular, pero se trata de un apoyo genérico y abstracto
y no de la existencia de nuevas mediaciones que prohijen un apoyo
orgánico de la sociedad civil participante y protagonista:

“Temo que, sin la participación de los movimientos sociales, la coalición


termine en el neopopulismo –la línea directa entre el presidente y el gran
gestor de su reelección, los más pobres, separados de las instituciones que
los representan. Si así fuera, el PT habrá cambiado su propósito original
de “organizar a la clase trabajadora” por un clientelismo asistencialista
que, sin duda, obtiene votos pero no cambia las estructuras arcaicas que
impiden que el Brasil sea un país justo y una nación humanamente
desarrollada.” (Frei Betto 2009)

El crecimiento económico, los ingresos por exportación, la


recuperación de la industria nacional, el aumento del consumo trabajador
derivado tanto del mejoramiento de los salarios como de las políticas
asistenciales, disfrazan las deficiencias político institucionales del segundo
gobierno de Lula. Entre ellas resalta el desprestigio de las lideranzas
parlamentarias y un debilitamiento de los espacios de participación de la
sociedad civil.
Los partidos radicales, como el Partido del Socialismo y la Libertad
(PSOL), sectores del Partido Socialista Brasileño (PSB), los movimientos
sociales (AMS, MST) y amplios núcleos políticos de ciudadanos y de
intelectuales, la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, CNBB, han
procurado en este contexto, sin mucho éxito, una ampliación de la
organización autónoma de la sociedad. Pero cabe la pregunta, ¿habrá por
parte de los movimientos sociales, los dirigentes de los partidos radicales y
los núcleos políticos ciudadanos, claridad de la importancia de un proyecto
estratégico de un proyecto político que reconozca la autonomía creciente de
la sociedad en un proyecto contrahegemónico y la conquista de posiciones?
Cabe preguntarse: ¿Qué significa ello en el sentido estratégico de Gramsci
en el Brasil de hoy y como se avanza en ese sentido? Eso no parece estar
claro aún, pues la lucha tanto de los partidos radicales como de los
movimientos sociales parece más una lucha moral y una que busque una
acumulación de organización, la transformación radical de las instituciones
y nuevos derechos ciudadanos de disputa de lo público que prefiguren el
logro de un proyecto político de autonomía popular, que cuestione la
subalternidad histórica de los trabajadores y de la masa popular y tenga
claridad sobre el significado de disputar la hegemonía existente.
El debate sobre la hegemonía. Lo
primero que cabe constatar es que con el acceso del PT y de Lula al
gobierno se debilitó la hegemonía política relativa de las oligarquías de
derecha y la influencia de sus concepciones elitistas, en las cuales se
impone la idea de que las élites políticas de las oligarquías son quienes
saben lo que precisa el país y quienes tienen capacidad para afrontar los
problemas. Ahora está claro que la masa popular es un actor político que
puede dirigir al país, por medio de sus organizaciones políticas y sus
dirigentes. Sin embargo en términos de las ideas que
organizan la hegemonía civil histórica todavía se aprecia una gran solidez
de los núcleos dirigentes conservadores de la industria, de la mayoría de los
gobiernos estales y de los inasibles monopolios de los medios de
comunicación (O globo, A folha de Sao Paulo), quienes influyen aun
sobremanera en el sentido común y en las concepciones del consumo, el
progreso, la estabilidad democrática liberal, la defensa del país y el papel
dominante del mercado y de las fuerzas del mismo.

Por su lado la participación del PT en el gobierno y la de Lula da


Silva en su presidencia, parecen haber abandonado ya definitivamente
cualquieras pretensiones hegemónicas en el sentido histórico (Oliveira,
2005), no obstante la consolidación de su presencia en la dirección política
del país. En términos de hegemonía civil, el actual gobierno del Partido de
los Trabajadores no está interesado en proponer, aun cuando fuese
conquistando lentamente diversas posiciones, la construcción de una
voluntad colectiva para la transformación radical de Brasil y para la
construcción de un nuevo poder popular. La guerra de posiciones, que no
existe en términos de la lucha institucional parece encontrarse en otros
espacios y en otros actores, entre ellos en el campo y en los gobierno
locales donde actúa el MST, los dirigentes de movimientos sociales y de
agrupaciones de barrios y favelas, sectores locales del PT y algunos grupos
y partidos políticos cuyo proyecto participativo y crítico está más
comprometido con la organización popular autónoma que el de la dirección
del PT (PSB o PSOL). En espacios de disputa hegemónica civil no se
aprecia una confrontación clara de posiciones ni de fuerzas en los barrios y
zonas marginales, fábricas, medios de comunicación, iglesias,
universidades, asociaciones culturales y cívicas, sindicatos, etc.

Conclusiones
Si se observan sólo las políticas del gobierno Lula el cuadro es el de un
nuevo programa progresista en espacios políticos dentro de las instituciones
del Estado sin que, como se dijo, existan opciones hegemónicas
alternativas, En esta carencia de proyecto popular transformador está la
mayor continuidad con los gobiernos anteriores, lo que significa que está
ausencia una política dirigida a combatir la subalternidad de los
trabajadores de Brasil y de los sectores populares. Si se aprecia el conjunto
del Estado ampliado, es decir si se observa también lo que sucede en los
proyectos políticos que actúan tanto en el gobierno como en la sociedad
civil se aprecian nuevas tendencias ideológico políticas populares dentro
del marco de la persistencia de la hegemonía de las fuerzas histórico
culturales del capital y las oligarquías.
El gobierno Lula ha introducido cambios en el transnacionalizado
Estado neoliberal de competencia de Brasil. El Estado brasileño tiene ahora
algunos nuevos contenidos de regulación estatal y fines humanistas y de
combate a la pobreza. Los elementos de nueva seguridad social,
gobernabilidad democrática, participación local parcial e influjo ideológico
progresista del Estado son otros rasgos novedosos del gobierno Lula. Sobre
el Estado podemos advertir que el proyecto del PT ha abierto mayor
influencia de los trabajadores y los pobres, pero sigue subordinado a los
intereses y la conducción económica del gran capital financiero y las
oligarquías empresariales de la ciudad y del campo. Los cuatro elementos
negativos que introdujo la administración de Cardoso han tenido una
continuidad impresionante: la estatización de los partidos políticos, la
propaganda mediática como medio de dominio y lucha política, la
despolitización de la ciudadanía y el considerar al mercado como espacio
privilegiado de solución de los problemas sociales.

Como dice recientemente Frei Betto en su evaluación de los siete años de


gobierno Lula:
“Hay una ilusión que el PT debe romper: la de imaginarse a sí mismo
como la realización del sueño y de la utopía del pueblo brasilero. Seria
rebajar al pueblo, pues este no se contenta con pequeños sueños y utopías
de horizonte tacaño. Yo que, en función de mi trabajo, circulo por las bases
de la sociedad, veo ya no se discute sobre «qué Brasil queremos»,
discusión que animó durante decenios el imaginario popular.
Ha habido una despolitización innegable, por el hecho de que el PT ha
ocupado el poder. Hizo lo que pudo cuando podía haber hecho más,
especialmente en lo que se refiere a la reforma agraria y a la inclusión
estratégica (y no meramente puntual) de la ecología…. Por lo tanto, el
sucesor no se puede contentar con hacer «más de lo
mismo». Hay que introducir cambios”. (Frei Betto 2009b)

El proyecto político nacional del gobierno que dirige el Estado en


Brasil ha variado y la sociedad sigue bajo la hegemonía histórica de las
fuerzas históricas capitalistas a las cuales ese proyecto se ha subordinado,
las que sin embargo, ha perdido un eslabón fuerte de su hegemonía, el que
tiene que ver con el control de la sociedad política.
Por otra parte podemos encontrar en la sociedad civil brasileña
distintos núcleos de maduración hegemónica, entre otros en ciertos grupos
que actuan en los órganos estatales, en asociaciones privadas, grupos
políticos, intelectuales, culturales, etc. La hegemonía realmente consiste en
que un grupo social con un proyecto político ideológico alternativo tenga
influencia determinante en el conjunto de esos núcleos. Por ello el
gobierno de Lula en Brasil es una experiencia que significa evidentemente
un cambio progresista de la dirección del Estado pero que en su interior no
tiene ni un proyecto político alternativo ni esa complejidad de influencias
que permitiría suponer que bajo su dirección actual se está abriendo paso
una nueva hegemonía histórica en ese país, aun cuando hierven nuevas
fuerzas históricas en la sociedad civil actual.

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