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Introducción
El escrito busca establecer algunos ejes originales de interpretación de la
situación actual del Brasil, iniciando desde 2003, una vez que el Partido de
los Trabajadores y Lula da Silva acceden al gobierno y llegando hasta el
presente, noviembre de 2009, a menos de un año para el término de su
segundo período presidencial. Para el análisis de todo ese período
evaluamos dos aspectos vinculados orgánicamente: el movimiento y las
expresiones de la sociedad civil, sus debilidades y logros organizativos,
culturales, de participación, de opinión publica y de definición política, y
los rasgos de la sociedad política, esto es, las directrices del gobierno, la
dinámica reactiva y a la vez complementaria de los órganos parlamentarios
y judiciales, así como su peso y tradiciones en función de cierto
cogobierno. El propósito central es analizar la interrelación entre la fluida
sociedad civil brasileña y la nueva sociedad política, con el fin de entrever
los proyectos políticos y las relaciones de poder de las distintas fuerzas
históricas, sociales y culturales que ocupan un espacio en la dominación y
en la dirección de la sociedad. El análisis está dirigido a caracterizar de
manera amplia la lucha política de los últimos siete años.
Por lo que hemos dicho resulta evidente que el estudio se basa en el
enfoque teórico del Estado ampliado que entiende al poder político como
una relación social en la cual la sociedad es corresponsable y ente activo en
la definición de lo público, participa y sostiene o cuestiona las instituciones
y los proyectos de las cúpulas de poder.
La dinámica de acumulación de capital en Brasil.
En los últimos treinta años se estableció firmemente el dominio del capital
financiero transnacional en la economía, articulado a la gran industria de
exportación especializada del sudeste y sur del país y al boom del
agronegocio, particularmente de soja y de alcohol. Toda la economía está
subordinada a ese dominio. Inclusive la gran industria para el mercado
interno regional, la industria mediana y pequeña, la pequeña producción
agraria y algunas empresas estatales venidas a menos bajo los dos períodos
del gobierno de Henrique Cardoso ( Fiori, 2003; Oliveira, 2003, De
Oliveira 2006)
El régimen de acumulación financiero exportador ha estado al
servicio de la valorización del gran capital transnacionalizado, y la política
estatal neoliberal le ha brindado amplias opciones desde que se instaló:
libre arancel comercial y financiero, altas tasas de interés, bajos salarios,
subsidios y apoyo estatal bajo la figura de coinversiones. Bajo el presidente
Cardoso este régimen de acumulación neoliberal provocó consecuencias
muy negativas en el nivel de vida de la población sobre todo en las
regiones Norte y Nordeste y en la población de las “favelas” de cinco
principales ciudades (Rio de Janeiro, Sao Paulo, Porto Alegre, Belo
Horizonte, Fortaleza); acentuó la desigualdad regional, la fragmentación
social, la polarización de los ingresos y el desempleo estructural (Campello
y Zucco, 2008) De hecho esa situación llevó a que se incrementasen los
afluentes sociales urbanos hacia el Movimiento de los Trabajadores sin
Tierra, MST, que para el inicio del gobierno Lula contaba con cerca de
cinco millones de familias en demanda de tierra. (Stedile/Mançano, 2002).
La política económica
Contrariamente a lo que buena parte de sus seguidores esperaban, el
presidente Lula da Silva ha mantenido a lo largo de sus dos períodos la
política económica al servicio de la valorización del capital financiero,
industrial y del agronegocio, aun cuando se introdujeron incentivos para
estimular la mediana industria y la producción de la pequeña propiedad
agraria. El conjunto de la economía brasileña está al servicio de la
acumulación transnacionalizada, pero ahora hay un elemento nuevo
consistente en que la intervención estatal bajo Lula ha aplicado políticas
para defender las condiciones nacionales de acumulación. Asimismo, con
Lula algunos ingresos del Estado se han destinado a apoyar, por medio del
programa “bolsa familia”, el consumo de los pobres de bajos ingresos (Frei
Betto, 2004), lo cual ha estimulado la recuperación de la industria para el
mercado interno y la economía nacional, sin que aún se pueda decir que ya
fueron restauradas las cadenas productivas internas. (Pires 2009) Un
elemento de preocupación ha sido el incremento notorio del agronegocio
justamente bajo Lula. Iniciado con el cobijo de una ministerior, La
Secretaría de Agricultura, se ha desarrollado sorprendentemente hasta
alcanzar un porcentaje importante de las exportaciones nacionales del país
y difundirse en un área territorial importante (Stedile, 2006;
Midiatecavipec, 2009)
Por otra parte, el Estado “gerencial financiero” (oliver, 2005) que
existía bajo Cardoso se empezado a transformar para inclluir también una
regulación político administativa con la cual busca incidir en la
acumulación con sus propias políticas, condicionando relativa y
parcialmente el destino de las inversiones por medio de las políticas
económicas (Pires, 2009).
Cabe destacar que en los últimos 6 años el Producto Interno Bruto de
Brasil se ha triplicado, pasando de 600 mil millones de dólares. a 1,838
millones (Indexmundi 2009) También se ha regenerado el mercado interno
y ha mejorado sustancialmente el nivel de vida de una gran parte de la
población de bajos ingresos. En términos de la situación de los trabajadores
cabe señalar que si bien los trabajadores organizados en la central sindical
relacionada con el PT (Central Única de Trabajadores, CUT) han
mantenido la estabilidad y la repartición de beneficios de los fondos de
ahorro, en términos de la seguridad social y la reforma laboral se perdieron
empleos y algunos derechos (se introdujo el cobro de impuestos a los
jubilados) En el ámbito de los trabajadores de las instituciones del Estado y
de las instituciones de nivel superior han habido importantes inversiones
estatales.
Por otra parte, la aplicación del programa de seguridad alimentaria
en gran escala (al cual pertenece el subprograma Hambre Cero) ha
funcionado como compensación frente a la tendencia al deterioro del
salario de los trabajadores y a la crisis de la pequeña y mediana agricultura
(Frei Betto 2004), pero cabe decir que no ha modificado la tendencia
estructural a la exclusión y el desempleo de los trabajadores tal como ha
sido declarado por el MST ante el programa hambre cero (Stedile, 2006)
Las agendas económica y política estatal
En cuanto a la agenda económico social del gobierno Lula da Silva
podemos decir que algunos aspectos de las anteriores políticas del Estado
neoliberal, tales como el ajuste estructural, el control del gasto público, el
deterioro de algunas empresas públicas y la gobernabilidad que excluye la
participación, se han mantenido como ejes de la política del Estado, no
obstante compensados con un mayor intervencionismo estatal y con
políticas públicas asistenciales de apoyo a los trabajadores más pobres que
como señalamos han propiciado su inclusión en la economía del consumo.
Esa combinación, sin embargo, si bien ha estimulado mayores ingresos
estatales por recaudación y exportación, son entradas que se han canalizado
para objetivos contradictorios: la gran mayoría de recursos para valorizar
las inversiones financieras del capital especulativo, apoyar a la industria
transnacional; y un porcentaje menor a propiciar un mayor consumo
popular vía las políticas asistencialistas y mejores políticas públicas en
educación, salud, vivienda y empleo (Campanello y Zucco, 2008)
Asímismo, La recuperación soberana del programa nuclear para el
enriquecimiento interno del uranio ha creado mejores condiciones para
recuperar la industria nacional.
Cabe destacar que sin alterar la continuidad que se enuncia arriba
también ha habido cambios: del neoliberalismo salvaje de Cardoso se ha
pasado a un proyecto de relativa afirmación nacional en el marco de una
convivencia negociada con la mundialización del capital. Se ha desplazado
el apoyo servil más burdo al gran capital transnacional y la economía ya no
descansa prioritariamente en las inversiones extranjeras ni en la
privatización de empresas públicas como en el anterior gobierno. En su
lugar se ha fortalecido la alianza entre el Estado y la gran empresa privada
nacional, expresada simbólicamente en el dinamismo que ha adquirido una
empresa como Petrobras.
Bajo Lula se ha abierto un espacio mayor para la influencia
económico social de las centrales sindicales asociadas al PT y se han
atendido demandas de trabajadores de algunos sectores rurales. Los
movimientos autónomos de reivindicación y lucha social como el
Movimiento de los Sin Tierra, los Sin Techo, las asociaciones de Barrios y
Favelas y las comunidades indígenas de los Estados del Centro Oeste y del
Norte, se han mantenido por sus propias fuerzas, apenas atendidos en
algunas de sus reivindicaciones elementales por el gobierno Lula, sin que
haya apoyo práctico por parte del gobierno de sus demandas y luchas. Una
excepción han sido las comunidades remanentes de los Quilombos, mismas
que han adquirido reconocimiento y gran dinamismo bajo el gobierno
actual, con sus altas y sus bajas, sobre todo en regiones con el Estado de
Pará (Charles Tricote...) donde los latifundiarios hostigan continuamente a
los quilombolas.
En el espacio político y de las mediaciones, el presidente Lula ha
acentuado las prácticas de negociación democrática a nivel de los actores
nacionales, esto es, se ha puesto énfasis en la negociación política de los
conflictos, entre las organizaciones políticas de distinto signo y entre
actores sociales encontrados, lo cual ha revitalizado al Estado como espacio
de construcción de la legitimidad política (aun cuando no así en muchos
casos locales donde hay represión y persecusión de líderes del MST
(Charles Tracote, 2009):
La caracterización de la nueva situación: gobierno y ciudadanía.
¿Como podemos caracterizar la situación que hemos expuesto líneas
arriba? Me parece que tiene razón el intelectual radical Oliveira (Oliveira
de, 2006) en que el papel del presidente Lula es el de árbitro legitimado en
el equilibrio político de dos grandes fuerzas sociales, la cúpula de una de
las cuales, la burocracia sindical de los trabajadores urbanos, tiene acceso
privilegiado a espacios de poder nacionales, fondos de pensión y políticas
asistencialistas pero no ha logrado revertir el dominio social, económico e
ideológico de la otra, la fuerza conjunta de las oligarquías empresariales
financieras, la cual sigue controlando todos los resortes de la economía y la
cultura nacional. Ante ese empate de ambas fuerzas, es evidente que el
carisma y la personalidad de Lula es lo que ha permitido una negociación
exitosa entre ellas. También es cierto que bajo su conducción se ha puesto
un dique a la acción autónoma de los trabajadores y el Estado burocrático
autoritaria se ha reubicado como el eje auspiciador de la acumulación. En
lo que toca a la economía en su conjunto ésta sigue bajo el dominio y las
directrices del gran capital financiero transnacionalizado. Y Lula en tal
situación no representa ni a los trabajadores ni a los empresarios
financieros, sino que se ha erigido en el árbitro de sus intereses distintos y
de la recomposición del capitalismo moderno. Hay pues una estabilización
del poder social de la clase oligárquica financiera que domina al Brasil.
Durante los ocho años de Henrique Cardoso, como alternativa a la
cartilla neoliberal de derecha, a través de las luchas ciudadanas y de los
movimientos sociales fue constituyéndose una agenda social novedosa que
creció como expresión de resistencia y alternativa popular . La nueva
agenda del movimiento de lucha Por la Ciudadanía y Contra el Hambre
(1994-1998), los Consejos Gestores de Políticas Públicas, instituidos por
ley, las experiencias locales de Presupuesto Participativo en más de cien
ciudades del Sur y del Nordeste (Dagnino, 2004) y la actividad del MST
desde 1979, establecieron la reivindicación de que lo “público” fuese
discutido y decidido en espacios propios de la sociedad (Dagnino 2006), es
decir hay desde hace más de veinte años una historia de disputa por lo
público en Brasil, que confluye con un proyecto de Estado autocrático que
busca desligarse de la participación de la sociedad civil (Dagnino, 2004).
Las luchas ciudadanas trabajaron para que sea la sociedad una fuerza activa
propia fuera de los debates y políticas que se reclamaban a la sociedad
política institucional, esto es se trata de políticas que acompañaban las
luchas en los gobiernos y en las Cámaras de Senadores y Diputados. En
ello hay entronizada en la experiencia brasileña la búsqueda de que los
nuevos ámbitos públicos se opongan a través de la decisión colectiva y la
participación social a las políticas autoritarias excluyentes que son práctica
cotidiana de los aparatos de decisión política institucionales (Frei Betto,
2005). La agenda social atiende a que lo ciudadano y las políticas públicas
estén regulados por la democracia participativa, a que se cumpla a
cabalidad con la reforma agraria y a la elevación cultural, económica y
política de los trabajadores. Pero esa agenda social no se ha logrado
imponer todavía y la relación de fuerzas sociales sigue subordinada a la que
se establece en la sociedad política institucional actual, es decir en los
ámbitos ejecutivos, parlamentarios y judiciales, los cuales, especialmente
los dos últimos, todavía siguen dominados por un proyecto político
autoritario y cargando con una herencia de las peores prácticas
oligárquicas, lo cual no significa que en el interior de esos mismos espacios
no existan proyectos de ampliación democrática.
Por otra parte, las políticas innovadoras del gobierno Lula han
incluido el pago puntual de la deuda externa no obstante el mantenimiento
de altas tasas de interés, la elevación del nivel salarial de la población
trabajadora y un apoyo al consumo de la población pobre, han logrado
también dinamizar el mercado interno, propiciar la negociación política
entre los distintos sectores sociales demandantes y crear un ambiente de
seguridad tanto para el capital como para la sociedad: han atendido tanto a
los requerimientos de la acumulación de capital en gran escala, de por sí
contradictorias, como a la necesidad de combatir la pobreza. Como
políticas de Estado, sin embargo, no han propiciado el avance de un
movimiento autónomo, un alargamiento de la democracia, la participación
en lo público de las grandes masas de la sociedad, ni el rompimiento de la
subalternidad de los trabajadores, ejemplo de lo cual es la continuación y
profundización del clientelismo y el “consumismo” de la población
trabajadora, los cuales, en tanto visión dominante dentro de la sociedad
civil, sigue basandose en una consideración cultural que supone que la
satisfacción de las necesidades sociales apremiantes y de mediano plazo
depende del despliegue mayor del mercado y no de una política pública
estatal y social con participación activa de los ciudadanos.
Brasil en la región sudamericana
Conviene observar que el acceso al gobierno de Brasil de una nueva fuerza
social y política, el Partido de los Trabajadores (PT), contribuyó a
modificar la situación política y social interna del país, a la vez que incidió
de manera importante en la ola de cambios en el contexto geopolítico
regional de América del Sur. Por una parte cabe destacar las nuevas
políticas de Brasil en los distintos foros internacionales y en las reuniones
bilaterales con presidentes latinoamericanos. En esas políticas podemos
apreciar la intención de establecer un papel estabilizador democrático
regional a través de la política diplomática de Brasil, país que ha
desplegado una política de negociación de los conflictos sudamericanos y
de reconocimiento de los derechos nacionales, sin olvidar que ello permite
una mejor política de proyección económica regional de las grandes fuerzas
empresariales que actuan en Brasil. Además se crearon organizaciones de la
sociedad civil que acompañaron la elaboración de la política internacional
progresista (Oliver 2008) Son esas organizaciones las que han incidido en
momentos importantes para que Brasil asuma un compromiso internacional
con la región de Sudamérica, por ejemplo cuando en 2005 fue derrotado en
Rio de la Plata el proyecto ALCA de los Estados Unidos.
Como proposición política destaca la iniciativa de crear la Unión de
Naciones Sudamericanas, la UNASUR, espacio de concertación política y
diplomática de los 12 países de Sudamérica, así como foro de una reflexión
colectiva estratégica sobre los caminos y procesos de integración regional
(Iruegas 2008). En lo referente al Mercosur cabe señalar que el gobierno de
Lula ha estimulado su carácter de órgano de negociación comercial de alto
dinamismo y de aumento del intercambio entre los países participantes.
En el interior de los Estados Unidos hay visiones encontradas entre
las fuerzas políticas que ven en Lula una opción adecuada de estabilidad
regional frente a otras fuerzas internas de aquel país que están buscando
impulsar una política de desestabilización a partir de Colombia, de la
actividad de algunos embajadores o de algunas bases militares de Estados
Unidos en la región. La influencia regional de Brasil es tan importante que
hay ya estudios que sostienen que está recuperando su papel dominante y
quizá subimperialista en la región (Brasil de fato, 2008) En términos de
seguridad militar regional, Brasil tuvo la iniciativa de crear en el seno de
UNASUR el Consejo de Defensa del Sur, CONDESUR, con el cual se está
creando una perspectiva propia y autónoma de estrategia militar regional
distinta a la de los Estados Unidos, marco en el que Lula recientemente
advirtió a EUA del peligro de la iniciativa de ese país de crear siete bases
militares en Colombia (Folha de Sao Paulo 2009)
Los movimientos sociales
Intentando una caracterización global del significado del nuevo gobierno de
Lula, en sus dos períodos, podemos señalar que el 2002, inicio del primer
periodo, significó un importante cambio de rumbo de Brasil, en particular
porque permitió que una nueva fuerza política tuviese acceso al gobierno y
pudiese desplegar una visión más soberana de las cosas del país y de los
asuntos del Estado. Sin embargo conviene insistir que la agenda particular
desplegada por el PT y por Lula da Silva, no ha llevado a viabilizar el
derecho pleno a tener derechos y a crear la democracia participativa. En ese
sentido el propio PT se ha distanciado de la ola de movimientos
ciudadanos y sociales con los que confluía desde 1988: el movimiento por
la Ciudadanía y contra el Hambre (MCCH), el Movimiento de los
Trabajadores Sin Tierra (MST), el de las Asociaciones de Barrios y Favelas
(ABF), el de la Conferencia Nacional de los Obispos (CNNB), etc.
Hay en gestación un movimiento social múltiple y diverso que
pretende construir una agenda contrahegemónica, del cual el MST, la
CNNB y algunos sectores del PT forman parte, pero el PT como conjunto y
Lula da Silva distan mucho de ser la dirección nacional del mismo,
contrariamente a lo que hace veinte años se suponía que iba a suceder si
está organización alcanzaba el gobierno (Burgos 1994)
El poder social oligárquico.
Atrás de las relaciones de poder institucional actúan relaciones de fuerza y
de poder social e histórico cultural. El actual poder de la clase burguesa
oligárquica sigue siendo hegemónico: alimenta el poder contradictorio de
los políticos dueños patrimoniales del poder (Faoro, 1958), sobre todo
porque los valores y la visión prevaleciente y dominante en lo que
nacionalmente podríamos denominar sociedad civil sobre el proyecto de
país, sus potencialidades, sus dinámicas y sus instituciones no se ha
modificado sustancialmente, ni se ha distanciado de la que existía bajo los
gobiernos de las tradicionales oligarquías brasileñas, no obstante que los
dirigentes mayores de éstas se encuentren en crisis profunda, como es el
caso de la cabeza actual del Senado, el expresidente de la República, José
Sarney que este año ha sido ampliamente cuestionado por su nepotismo,
autoritarismo y corrupción.
La pregunta que circuló entre los sectores radicales críticos durante
los tres primeros años del presidente Lula fue la de si su gobierno estaba
“en disputa”, es decir si era un espacio en querella entre fuerzas
antagónicas distintas, alguna de las cuales debería triunfar en un momento
dado. Los hechos están mostrando que esa no es la situación, que no hay un
gobierno en disputa, sino que la situación parece ser otra: la de un gobierno
que no es expresión plena y radical de una fuerza de trabajadores con un
proyecto social y nacional hegemónico alternativo (Oliveira de, 2005), sino
un gobierno árbitro, cesarista, no obstante se apoye y legitime como
proyecto popular.
Explicitando con mayor amplitud el cesarismo de Lula conviene
señalar que el presidente y el PT dirigen Brasil con un programa progresista
sin que sea un proyecto histórico político nuevo que atienda a abrir el
espacio para una fuerza histórica transformadora. Debido a ello es que
inicialmente hemos decidido caracterizar a su gobierno con la noción de
cesarismo político (Marx, 1852; Gramsci, 1999), situación en la cual el
presidente del gobierno dirige a la nación intentando ponerse por encima de
las fuerzas en lucha, las cuales han llegado a una situación de empate de
fuerzas políticas y ninguna puede prevalecer, para obligarlas a aceptar una
política decidida desde arriba, polìtica de administración de la crisis y que
en última instancia beneficia al gran capital financiero, al agronegocio, a la
gran industria interna, a la vez que otorga un mejor nivel de vida a los
pobres y concede mayores beneficios sociales inmediatos a los trabajadores
dentro del Estado, pero que no expresa una fuerza propia de éstos en la
política. En ese sentido el gobierno de Lula parece representar algo así
como lo que Gramsci caracterizaba como el proyecto de una política obrera
que no ha superado en el nivel de la “solidaridad de clase”, esto es que
procura el reconocimiento de los derechos plenos de las clases trabajadoras,
incluso el derecho de participar del Estado, pero dentro del marco
establecido por la dominación del gran capital financiero y por la
hegemonía capitalista secular (Gramsci 1933)
Lo anterior no significa que no haya en germen algunos elementos de
del gobierno de Lula, del PT, de otras fuerzas políticas y especialmente de
diversas agrupaciones y movimientos de la sociedad civil que todavía
tienen una incidencia colateral en el gobierno y que están orientados a
hacer avanzar una nueva fuerza histórica capaz de establecer una disputa
por la hegemonía. Pero esas fuerzas contrahegemónicas no caracterizan al
gobierno; éste es un gobierno progresista de compromiso nacional, de
carácter cesarista, basado en el estímulo a un neodesarrollismo capitalista
moderno, el que no expresa un proyecto político de lucha autónoma por la
hegemonía de los sectores de trabajadores y sectores populares.
Al analizar con cuidado algunos momentos coyunturales por los que
ha atravesado el régimen de Lula podremos apoyar con más elementos la
caracterización crítica central de su gobierno.
Gobierno, proyecto, política
Podemos diferenciar cuatro momentos de la coyuntura política del Brasil
actual que se abre con la elección de Lula en octubre de 2002, momentos
que crean una situación nueva en ese país y que llegan hasta el momento
presente, de agosto de 2009. Se trata de intentar una intensificación
analítica del las distintas situaciones político sociales, institucionales
principalmente, pero también de lo que acontece en el terreno de las luchas
ciudadanas y de los movimientos sociales. Ello en el ánimo de pensar la
relación de fuerzas.
Sin embargo lo que nos parece más significativo es que, como dice el
economista de Sao Paulo, José Juliano de Carvalho Filho, quien trabajó en
la elaboración del Plano Nacional de Reforma Agraria y es dirigente de la
Asociación Brasileña de la reforma Agraria (ABRA), en el procesos de
reforma agraria se mantiene la vieja relación entre oligarquía y sociedad y
la distancia entre sociedad política y sociedad civil: una política que no
altera la estructura de poder latifundista del agro brasileño:
“La reforma agraria en el gobierno Lula no tiene capacidad para
lterar la estructura fundiaria. Los únicos resultados positivos se refieren al
Pronaf (Programa Nacional de Fortalecimineto de la Agricultura
Familiar), lo que es poco para sustentar la afirmación de que la reforma
agraria de calidad está siendo realizada. Lo que aún diferenciaba el
gobierno Lula de los demás era su postura en relación a los movimientos
sociales. Ahora, ni esto. Su política es inócua al latifundio. No afecta al
monopolio de la tierra.” (Carvalho 2009)
El momento actual
Hoy la presidencia de Lula ha obtenido el mayor porcentaje de aceptación
en la historia de Brasil (84%), hay un crecimiento económico notorio,
cierta participación de la población en algunos programas de gobierno y un
consenso de la sociedad civil brasileña en lo acertado de su gobierno. Está
ya planteada la sucesión de Lula en la Presidencia, con un cuadro que de
triunfar puede derivar en diversas opciones políticas: en que puede haber
continuidad directa del PT, especialmente si Dilma Rousseff obtiene la
candidatura o puede haber una opción de continuidad indirecta, con Ciro
Gomes del PSB, si éste logra participar como candidato a la
vicepresidencia o logra dirigir la coalición bajo alguna alianza entre el PT y
el PSB. En Brasil hay hoy mayor regulación estatal sobre la
economía y la sociedad, un proceso de recuperación económica y una
política agresiva del gobierno para mantenerla. La industria, el agronegocio
y las empresas estatales y semiestatales como Petrobras y Vale do Rio Doce
están en situación de pujanza en plena crisis económica internacional. Hay
además un amplio reconocimiento internacional por la estabilidad
democrática, por el crecimiento economico y por el manejo acertado que
Lula ha hecho del gasto fiscal y de las políticas económicas para manejar la
crisis financiera internacional actual, lo cual le ha permitido mantener tasas
positivas de crecimiento económico. Las instituciones políticas y judiciales
han contribuido a la estabilización de una nueva política estatal progresista,
sin embargo están en tensión permanente por los acuerdos políticos
precarios entre las distintas fuerzas y por los recurrentes cuestionamientos a
los juegos oligárquicos que las dominan, como es el caso de las continuas
Comisiones Parlamentarias de Investigación que son aprobadas en el
senado para examinar denuncias de corrupción. De ahí la importancia de
preguntarse si hay elementos de una renovación del Estado ampliado que
vaya más allá de un remozado programa nacional desarrollista. Aquí la
respuesta no parece ser positiva, entre otras razones por la crisis de la
relación entre el gobierno Lula y los movimientos sociales brasileños.
El diálogo crítico.
Los movimientos sociales se reunieron con Lula a fines de 2006
inmediatamente después de que triunfó la reelección con el fin de
establecer un diálogo crítico y enfatizar sus reivindicaciones:
“En diciembre fueron llamados a dialogar con el presidente y con el
ministro Dulci. Lula se comprometió a mantener un diálogo permanente
con ellos. …En esa audiencia de diciembre el presidente recibió de los
movimientos sociales un conjunto de documentos y reivindicaciones:
cambios en la política económica, realizar las reformas laboral y
aseguradora, promover el desarrollo con distribución de la riqueza y
respeto al medio ambiente, democratizar los medios de comunicación,
hacer efectiva la reforma agraria, pleno respeto a los pueblos indígenas, a
los afrodescendientes y a los ambientalistas que defienden el desarrollo
sustentable, reglamentar la liberalización de los transgénicos con medidas
de precaución y respeto a los derechos del consumidor” (Frei Betto 2009)
Conclusiones
Si se observan sólo las políticas del gobierno Lula el cuadro es el de un
nuevo programa progresista en espacios políticos dentro de las instituciones
del Estado sin que, como se dijo, existan opciones hegemónicas
alternativas, En esta carencia de proyecto popular transformador está la
mayor continuidad con los gobiernos anteriores, lo que significa que está
ausencia una política dirigida a combatir la subalternidad de los
trabajadores de Brasil y de los sectores populares. Si se aprecia el conjunto
del Estado ampliado, es decir si se observa también lo que sucede en los
proyectos políticos que actúan tanto en el gobierno como en la sociedad
civil se aprecian nuevas tendencias ideológico políticas populares dentro
del marco de la persistencia de la hegemonía de las fuerzas histórico
culturales del capital y las oligarquías.
El gobierno Lula ha introducido cambios en el transnacionalizado
Estado neoliberal de competencia de Brasil. El Estado brasileño tiene ahora
algunos nuevos contenidos de regulación estatal y fines humanistas y de
combate a la pobreza. Los elementos de nueva seguridad social,
gobernabilidad democrática, participación local parcial e influjo ideológico
progresista del Estado son otros rasgos novedosos del gobierno Lula. Sobre
el Estado podemos advertir que el proyecto del PT ha abierto mayor
influencia de los trabajadores y los pobres, pero sigue subordinado a los
intereses y la conducción económica del gran capital financiero y las
oligarquías empresariales de la ciudad y del campo. Los cuatro elementos
negativos que introdujo la administración de Cardoso han tenido una
continuidad impresionante: la estatización de los partidos políticos, la
propaganda mediática como medio de dominio y lucha política, la
despolitización de la ciudadanía y el considerar al mercado como espacio
privilegiado de solución de los problemas sociales.
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