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INSTITUTO SUPERIOR DE ESTUDIOS ECLESIÁSTICOS

ESCUELA DE FILOSOFÍA

LAS POTENCIAS APETITIVAS


SEGÚN SANTO TOMÁS

Arenas Blanco Héctor Joel, fmap

México D.F. a 26 de noviembre de 2009


ÍNDICE

Introducción------------------------------------------------------------------------------------ iii
Capítulo I Las potencias apetitivas de Santo Tomás
1.1 Nociones generales------------------------------------------------------------------ 4
1.2 El apetito como potencia especial del alma-------------------------------------- 5
1.3 La diferencia entre apetito sensitivo e intelectivo------------------------------- 6
1.4 Sobre la sensualidad----------------------------------------------------------------- 7

Capítulo II El impulsor del progreso científico humano


2.1 La influencia de la potencia apetitiva en el progreso
científico humano-------------------------------------------------------------------- 9

Conclusión-------------------------------------------------------------------------------------- 10
Bibliografía------------------------------------------------------------------------------------- 11
INTRODUCCIÓN

Alguna vez hemos escuchado hablar de las potencias por medio de distintos autores
en temas meramente filosóficos. En esta investigación la dedicaremos a las así llamadas
potencias apetitivas, a las cuales les fueron dedicadas las cuestiones 80 y 81 dentro de la
fabulosa obra de Santo Tomás de Aquino, La suma teológica. Es en este contexto en el cual
estudiaremos a estas tan interesantes potencias, tomando como autor al gran filósofo
medieval antes mencionado. La época en la que él escribe su obra es la edad media,
aproximadamente en el año 1260 d.C. Cabe mencionar que Santo Tomás de Aquino ha sido
uno de los más grandes filósofos medievales; es con él donde la escolástica alcanza su edad
de oro. Recibió el doctorado de teología en la Universidad de París y a los 27 años fue
maestro en París. En sólo cuatro años escribe su más grande obra también antes
mencionada.
El objetivo que persigue esta investigación es ofrecer una síntesis de las potencias
apetitivas según Santo Tomás, además de una reflexión sobre la influencia de éstas en el
progreso científico del ser humano. La razón principal del interés en abordar este tema
radica en el hecho de tener una visión del apetito no como algo negativo, sino como
impulsor del progreso científico, ya que se distinguirán dos clases de apetitos, los cuales no
deben confundirse: el sensible y el intelectual.
Para abordar este tema, emplearemos como fuente primaria La Suma Teológica III
[2°], de S. Tomás. Además, nos apoyaremos en fuentes secundarias, como es el
Diccionarios de filosofía de José Ferrater Mora; también recurriremos a algunas obras de
historia de la filosofía, en especial las escritas por Giovanni Reale y Darío Antiseri. En un
marco contemporáneo recurriremos a algunos artículos de revistas que hacen mención
sobre nuestro tema, principalmente de la revista Pensamiento y Cultura, de la Universidad
de la Sabana, editada por la Universidad Autónoma del Estado de México. El método
empleado es el sintético-inductivo, ya que partiremos de conceptos generales e
intentaremos llegar a conclusiones particulares.
CAPÍTULO I
LAS POTENCIAS APETITIVAS DE SANTO TOMÁS

1.1 Nociones generales.

Para comenzar esta síntesis es necesario primero revisar lo que algunos autores han
definido como potencias apetitivas, por eso empecemos con lo que ofrece Ferrater Mora en
una de sus obras la cual nos muestra un concepto tomista propio del siglo XIII, es decir, de
la época medieval1, tomando como fuente principal por supuesto, a la Suma Teológica, y
nos dice:

La potencia apetitiva —o apetito— no es común a todas las cosas, sino


propia solamente de aquellas realidades que poseen el conocimiento y están por
encima de las formas naturales. Hay en estas realidades una inclinación que
sobrepasa la inclinación natural y es la que hace que el alma tenga una potencia
específica apetitiva. Hay, según Santo Tomás, un apetito intelectual y un apetito
sensible, los cuales no deben confundirse. El nombre del apetito sensible es
«sensualidad» (la cual es una sola potencia genérica, bien que se divida en dos
potencias que son especiales del apetito sensible: la irascible y la concupiscible).
La potencia irascible es una emoción; la concupiscible, una inclinación. Por otro
lado, la voluntad puede considerarse como un apetito intelectual en tanto que es
movida por el entendimiento que le propone el bien como fin; siendo el bien,
racionalmente aprehendido como tal, el objeto de la voluntad. 2

Personalmente, esta aportación de Ferrater Mora es ya para mí un reto pues con


unas cuantas líneas él prácticamente tiene la síntesis hecha. Aún así, trataremos de
profundizar un poco más, ya que es necesario tocar algunas cuestiones tratadas por Santo
1
Cfr. G., REALE-D., ANTÍSERI, Historia del pensamiento filosófico y científico [I],
Barcelona 1988, 479-498.
2
J., FERRATER, Diccionario de Filosofía A-D, Barcelona 2001, 198.
Tomás para poder ofrecer una visión más amplia de este tipo de potencias y la influencia
que tienen en la investigación científica y todo lo que tiene que ver con el progreso
humano.

1.2 El apetito como potencia especial del alma.

Este es el primer artículo de la cuestión 80 referente a las potencias apetitivas el cual


presenta tres objeciones, las cuales se centran en sostener que el apetito no es alguna
potencia especial del alma; de hecho, la objeción 1 sostiene que el apetecer es lo común en
los seres animados e inanimados, y por eso no se necesita que el apetito sea una potencia
especial; además, en la tesis de la objeción 2, se trata a lo aprehensivo como apetitivo, ya
que es lo mismo tanto lo que apetecemos como lo que aprehendemos. Santo Tomás se ve
obligado a responder estas objeciones pues él, al estudiar la obra De Anima, se da cuenta de
que Aristóteles distingue entre potencias apetitivas y cognoscitivas. 3
Con todo lo anterior, Santo Tomás responde que es necesario distinguir en el alma
una potencia especialmente dedicada al apetito, ya que en los seres dotados de
conocimiento existe una tendencia superior a los seres naturales que los impulsa a apetecer
todo aquello que aprehenden, por lo que no sólo se impulsan por su forma natural; por eso
es necesario admitir una potencia apetitiva en el alma, pues así se puede mantener tal
distinción entre el impulso de los seres dotados de conocimiento y los naturales.4 En cuanto
a la respuesta de las objeciones, se centralizó en el hecho de que no es posible que no exista
la distinción en las potencias del alma por la simple diferencia entre apetencia y
aprehensión, pues la primera da como resultado la segunda.5

1.3 La diferencia entre el apetito sensitivo y el intelectivo.


3
Cfr. T., AQUINO, Suma Teológica III [2°] q.80, Madrid 1959, 324-325.
4
Cf. Ibíd. 325-326.
5
Cf. Ibíd. 326.
Ahora, en el segundo artículo se tiene la discusión sobre el hecho de saber si el
apetito sensitivo y el intelectivo son potencias diversas o no. Es interesante señalar lo que
sostienen en general las tres objeciones, pues es evidente que plantean el apetito sensitivo e
intelectivo como la misma operación del alma. La objeción 1 afirma que el ser aprehendido
por el sentido o por el entendimiento es de corte accidental, por lo que es innecesario
distinguir entre los dos apetitos. Sin embargo, las objeciones se pueden apreciar de mejor
manera en la 2 la cual sintetiza a las tres por el hecho de que define al apetito como un
movimiento que se da desde el alma hacia el objeto, siendo entonces el apetito de algo
singular. Por esta razón no se ve necesaria la distinción entre el apetito sensitivo y el
intelectivo ya que el tanto el conocimiento sensitivo como el intelectivo tienen carácter
singular y sugieren la misma operación que se origina en el alma. Contra lo anterior,
Aristóteles en De Anima6 distingue un doble apetito, y que el apetito inferior es movido por
el superior. Entendamos que apetito inferior corresponde al sensitivo y el superior al
intelectivo.7
Pese a las objeciones anteriores, Santo Tomás con firmeza tiene la certeza acerca de
la distinción entre las dos potencias, ya que afirma que en realidad el apetito sensible es una
potencia pasiva la cual es movida por el objeto a aprehender; esto hace que haya una
proporción entre la potencia pasiva y el móvil apetecible la cual no es igual para conocer
algo sensitivo que para lo intelectivo. De hecho, el santo concluirá su respuesta de esta
manera: «Así, pues, porque lo conocido por el entendimiento es genéricamente distinto a lo
conocido por el sentido, hay que concluir que el apetito intelectivo es una potencia distinta
del apetito sensitivo».8 Asimismo, para dar respuesta a la objeción 1, se aclara que en
realidad el ser aprehendido ya sea por vía sensible o intelectual no es de corte accidental
sino esencial puesto que lo apetecible moverá al apetito sólo en cuanto aprehendido, y esto
por supuesto que no tiene nada de accidental. Además, aunque haya movimiento del apetito
intelectivo desde el alma hacia lo singular que está fuera de ella, es movido por una razón
universal, como lo es apetecer lo bueno; y deja de manifiesto que lo intelectivo apetece

6
Cfr. ARISTÓTELES, De Anima III lect.14 en: T., AQUINO, S. th. III [2°] q.80, 327.
7
Cf. T., AQUINO, S. th., 326-327.
8
Ibíd. 328.
bienes inmateriales tales como la ciencia, la virtud y otras cosas más, las cuales los sentidos
son incapaces de aprehender. Es así como queda resuelta la diferencia entre los apetitos
sensitivo e intelectivo.9

1.4 Sobre la sensualidad

Esta es la cuestión 81 la cual se deriva de la anterior tras haber distinguido entre


apetito sensible e intelectivo. No profundizaremos demasiado en este punto, ya que lo más
importante ha quedado resuelto en el subtema anterior; únicamente se tratará de manera
breve para dar continuidad a la secuencia presentada por Santo Tomás.10
Esta cuestión se divide en tres artículos; el primero de ellos cuestiona el hecho de
que si la sensualidad deba ser considerada como apetitiva o no. Para ello se presentan tres
objeciones las cuales tienen en común el sostener a la sensualidad no como apetito, sino
como fuerza cognoscitiva. La respuesta tomista refuta que en realidad una facultad
cognoscitiva no es un movimiento en sí, ya que ésta se consuma con la presencia del objeto
deseado dentro del sujeto que lo desea, es por eso que más que ser movimiento es en
realidad reposo; y la operación apetitiva sí parte de un movimiento siendo la sensualidad su
operación.
El segundo artículo trata sobre si se divide el apetito sensitivo en irascible y
concupiscible como si fueran potencias diversas; las objeciones, que también son tres
enuncian la inexistencia de dos potencias que formen parte de la sensitiva. Santo Tomás
insiste en que debe haber dos potencias apetitivas en primer lugar por el hecho de que en el
alma hay una tendencia hacia lo conveniente y el repudio por lo perjudicial, lo cual se llama
concupiscible, además de tener otra tendencia que rechaza todo lo que se opone a lo
conveniente, es decir, lo irascible; y en segundo lugar, estas dos tendencias del alma
presentan una lucha de pasiones entre ambas, ya que al encenderse la concupiscencia
disminuye la ira y viceversa.
El tercer artículo trata sobre si lo irascible y lo concupiscible están sometidos a la
razón. La tesis central de las objeciones sostiene que todo lo relativo a lo sensible no puede

9
Cfr. T., AQUINO, S.th., 328.
10
Cf. Ibíd. q. 81, 329.
estar sujeto a la razón puesto que las operaciones sensibles no las realizamos a voluntad
propia, sino que son independientes a la razón. La respuesta aclara que sí están sometidas a
la razón por el hecho de que el hombre no se mueve inmediatamente impulsado por los
apetitos irascible y concupiscible, sino que espera la orden superior que emana desde la
razón, por lo tanto, estas dos potencias están sometidas a la razón.11

CAPÍTULO II
11
Cfr. T., AQUINO, S. th., q. 81, 330-337.
EL IMPULSOR DEL PROGRESO CIENTÍFICO HUMANO

2.1 La influencia de la potencia apetitiva en el progreso científico humano.

Para hablar sobre la influencia de esta potencia apetitiva primero debemos distinguir
qué tipo de apetito es el responsable ya que en el capítulo anterior, en el subtema 1.3 se
trató sobre la distinción entre apetito sensible e intelectivo. Comúnmente se asocia al
apetito con lo carnal, y por consiguiente, se relaciona con las necesidades primarias y
pasiones de tipo sensible-corporal; por lo general no se tiene en mente que el apetito pueda
tener una gran influencia en lo que respecta a lo intelectivo. Como habíamos dicho
anteriormente hay objetos, es decir, apetencias que son de tipo sensitivo y otras que son de
tipo intelectivo; ambas dejan de ser apetencias en el momento en que son aprehendidas por
el hombre, sin embargo las apetencias intelectivas no pueden ser aprehendidas por vía
sensitiva, habíamos mencionado la virtud, la ciencia, la verdad, etcétera.
De hecho, Juan Fernando Sellés menciona que las potencias apetitivas más que
moderar la conducta humana, provocan el deseo de conocimiento, pues de alguna manera
las grandes aportaciones científicas que han surgido a lo largo de la historia de la
humanidad han surgido como un deseo, una apetencia por realizar algo o llevar a cabo
alguna acción aparentemente retadora al intelecto humano. Tan solo basta con analizar el
comportamiento de un científico que trabaja en un proyecto de investigación; no puede
disimular la emoción que experimenta al acercarse más y más a la meta deseada. 12
Podemos afirmar que el científico tiene una apetencia de tipo intelectiva hacia algo
que, de alguna manera se tiene como en potencia de ser aprehendido. Una vez que se
aprehendió, se da el siguiente paso, que es el llevar a cabo el proceso transformador del
mundo, y que llamamos progreso científico humano.

CONCLUSIÓN

12
Cfr. J.F, SELLÉS, «Naturaleza y niveles de los sentimientos», Pensamiento y Cultura 4
(2001) 76-77.
A raíz de este trabajo de investigación, nos queda claro que el alma posee potencias
especiales, una de ellas es la apetitiva. Además, esta potencia está constituida por dos tipos
de apetitos, el sensitivo y el intelectivo los cuales, no deben confundirse. Y finalmente, la
potencia responsable del apetito intelectivo es impulsora de la actividad humana que
llamamos progreso científico; siendo así, cualquier recriminación hacia este tipo de
potencias no puede tener ninguna fundamentación científica.
BIBLIOGRAFÍA

AQUINO, T., Suma Teológica III [2°], Madrid 1959.

Fuentes secundarias.
FERRATER, J., Diccionario de Filosofía A-D, Barcelona 2001.
REALE G.-ANTÍSERI D., Historia del pensamiento filosófico y científico [I], Barcelona
1988.
SELLÉS, J. F., «Naturaleza y niveles de los sentimientos», Pensamiento y Cultura 4
(2001) 95.

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