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IGLESIA, ANTIFRANQUISMO Y REVOLUCIÓN

La reinvención cristiana del “nuevo movimiento obrero”

Enrique Berzal de la Rosa


Universidad Europea Miguel de Cervantes (Valladolid)

La investigación histórica sobre los movimientos especializados de Acción


Católica viene experimentando progresivos avances desde todos los puntos de vista, ya
sea desde la perspectiva propiamente metodológica ya desde la manera de abordar un
objeto de estudio sobre el que confluyen múltiples y diversos –cuando no
contradictorios1- propósitos. Si, como es bien sabido, en un primer momento este tipo
de estudios fueron concebidos como parte de la historia de la Iglesia española
contemporánea (con todas las carencias derivadas de esa voluntad pastoral que alentaba
las obras de los años 702), a partir de los 90 unieron su pertenencia a dicha parcela
histórica con la más laica, profesionalizada y secularizada de la historia del movimiento
obrero y de la oposición al Franquismo3. Desde entonces, la investigación histórica

1
Nos referimos a la proliferación de ensayos nacidos con una voluntad más pastoral y militante que
propiamente científica. Aunque no en todos los casos, algunos estudios adolecen de una más que evidente
debilidad metodológica, pues obedecen a una intencionalidad tan apegada a los avatares y propósitos
actuales que no tienen reparo alguno en asentarse sobre aprioris y sostener, por tanto, tesis no
contrastadas con las fuentes ni asentadas sobre una labor investigadora exhaustiva y rigurosa. A guisa de
ejemplo, podríamos citar desde los pioneros trabajos de MARTÍN MAESTRE, J., Acción Sindical de los
cristianos en España, Ed. ZYX, Madrid, 1968 o MATA, M., La Huelga de Bandas, Ed. ZYX, Madrid,
1967, hasta los más actuales de PRIETO, E. y GÓMEZ, A., Rovirosa (Investigador y militante pobre),
Ed. MCC-Ayuntamiento de Santa Lucía, Madrid, 1992 y DÍAZ, C., El pensamiento personalista de
Rovirosa, Ed. MCC, Madrid, s/f, y, del mismo, España, canto y llanto (Historia del Movimiento Obrero
con la Iglesia al fondo), Ed. Acción Cultural Cristiana, Madrid, 1996.
2
Como en el caso del catolicismo social, los avatares de la Iglesia española que vive el post-Concilio
dieron el pistoletazo de salida a una serie de trabajos tan novedosos como carentes todavía de un
tratamiento historiográfico e investigador serio; la voluntad de los mismos, como bien resaltó en su día
Feliciano Montero, no era otra que contribuir al aggiornamiento de la Iglesia española: MONTERO, F.,
«Catolicismo social en España. Una revisión historiográfica», en Historia Social 2, 1988, pp. 157-165.
Como punto de partida para futuras investigaciones o como fuentes documentales hay que valorar los en
su día valiosos trabajos de CASTAÑO COLOMER, J., La JOC en España, 1946-1970, Ed. Sígueme,
Salamanca, 1978; GARCÍA, X., Rovirosa. Comunitarisme integral: la revolució cristiana dintre el poble,
Ed. Pòrtic, Barcelona, 1977; GARCÍA, X., MARTÍN, J. y MALAGÓN, T., Rovirosa. Apóstol de la clase
obrera, Ed. HOAC, Madrid, 1985.
3
Abrieron el camino las obras de DÍAZ-SALAZAR, R., Iglesia, Dictadura y Democracia, Ed. HOAC,
Madrid, 1981; DOMÍNGUEZ, J., Organizaciones obreras cristianas en la oposición al franquismo
(1951-1975), Ed. Mensajero, Bilbao, 1985 y, del mismo, La lucha obrera durante el franquismo. En sus
documentos clandestinos (1939-1975), Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1987; una nueva época en la
historia de los movimientos especializados de Acción Católica y su aportación a la lucha por la
democracia en España supuso la aparición de las obras de LÓPEZ GARCÍA, B., Introducción a la Historia
de la HOAC, Ed. HOAC, Madrid, 1995, y MURCIA, A., Obreros y obispos bajo el franquismo, Ed.
HOAC, Madrid, 1995; también los números monográficos dedicados por la revista XX Siglos a «Los
sobre la aportación de los movimientos especializados de AC a la democracia en España
ha ido adquiriendo múltiples y enriquecedoras facetas. Se trata de un hecho
perfectamente comprensible y hasta saludable si convenimos con Santos Juliá en que el
amplio y arduo proceso que posibilitó la Transición a la democracia en España en modo
alguno obedeció de manera exclusiva a la acción clarividente y reformista de
determinadas figuras políticas procedentes del “viejo” Régimen; en efecto, el proceso de
transición política español es imposible de entender sin tener en cuenta el profundo
avance socio-mental experimentado desde, al menos, mediados de los años sesenta,
avance que tuvo mucho que ver con el empuje social y la presión socio-política derivada
de las labores de oposición desarrolladas por colectivos variados, desde los obreros
hasta los católicos pasando por los monárquicos, comunistas, socialistas, nacionalistas,
extrema izquierda y estudiantes universitarios. Todos ellos, en efecto, habrían llevado a
cabo una importante labor de difusión de una cultura política democrática y solidaria
capaz de ir asentando las bases sociológicas de la -para muchos- modélica Transición
política española4.
Todas las obras serias y rigurosas sobre la historia del movimiento obrero en la
España actual tienen en cuenta la decisiva aportación de los cristianos en la
recuperación e impulso del mismo, su participación en las huelgas más influyentes y su
más que activa presencia tanto en la puesta en marcha de sindicatos de nuevo cuño
(USO, CCOO) como en la revitalización de la histórica central socialista. Sobradamente
demostrada la importancia del factor católico en la recuperación del movimiento obrero
durante el Franquismo, cabría la posibilidad de desentrañar ese paradójico proceso
consistente en la transformación de unas plataformas llamadas originariamente a la
recristianización de la «masa obrera» y a la creación de una amplia base sociológica que
facilitase el triunfo de la democracia cristiana, en cantera de militantes «de clase»
dispuestos a nutrir los primeros sindicatos y partidos clandestinos de izquierda (cuando

católicos en la lucha por la democracia» (nº 16, 1993), y «Los católicos y el nuevo movimiento obrero»
(nº 22, 1994), o el Congreso organizado en Sevilla por la Fundación P. Arrupe los días 2 a 5 de marzo de
1999 sobre «Los cristianos en la lucha por la democracia. España/Sevilla-1939-1975». Un estado de la
cuestión actual en MONTERO, F., «La historia de la Iglesia y del catolicismo español en el siglo XX.
Apunte historiográfico», en Ayer, 51 (2003), pp. 265-282.
4
JULIÁ, S., «Obreros y sacerdotes: cultura democrática y movimientos sociales de oposición», en
TUSELL, J., MATEOS, A. y ALTED. A., La oposición al Régimen de Franco, tomo II, Ed. UNED,
Madrid, 1990, pp. 147-161; del mismo, «Orígenes sociales de la democracia en España», en Ayer, 15
(1994: La Transición a la democracia en España), Madrid, 1994., pp. 165-189. Esta misma tesis planea
sobre el ensayo de SARTORIUS, N. y ALFAYA, J., La memoria insumisa, Ed. Espasa Calpe, Madrid,
2000.
no, como enseguida veremos, a poner en marcha su propia y radical alternativa político-
sindical).
Algunas pistas ya se han dado desde perspectivas distintas5. No cabe duda de la
vital importancia que en este proceso tuvieron tanto factores de índole estrictamente
pastoral (el famoso método formativo del “ver, juzgar y actuar”, sistematizado de
diferente manera según los movimientos) como otros nacidos de la explosiva
conjunción entre formación cristiana, cultura política y acción militante. Releer la
historia del movimiento obrero a la luz del Evangelio sin prejuicios de ningún tipo por
parte de nuevas generaciones que no habían vivido las consecuencias más dramáticas de
la guerra civil constituyó un factor explicativo de primer orden en el proceso que
venimos apuntando. A este respecto, la Hermandad Obrera de Acción Católica
(HOAC), movimiento especializado de AC creado por la jerarquía eclesiástica en 1946,
encarna de manera privilegiada ese paradójico devenir que señalamos, esa radical
mutación que tuvo en los Grupos Obreros de Estudios Sociales (GOES) un efectivo
aliciente pero también su más que explícita plasmación6. En efecto, el diálogo
intelectual con la obra de sus «antepasados en la lucha», unido al contacto diario con
militantes de distintas procedencias e ideologías y al empuje del propio método
formativo cuajaron en la puesta en marcha de un nuevo movimiento obrero que
pretendía recoger lo mejor de la historia de la lucha obrera para enriquecerlo con un
talante nuevo, en consonancia con la cultura política vigente, más abierto y
democrático. Veremos la plasmación de este proceso en las tierras que conforman
actualmente la Comunidad Autónoma de Castilla y León, “campo de experimentación”
privilegiado para los cristianos de izquierda habida cuenta el apabullante ambiente
nacionalcatólico imperante y la ausencia de oposición clandestina organizada salvo la
mínima y siempre represaliada del PCE7.

5
Es el caso, por ejemplo, de los estudios de MATEOS, A., «Los orígenes de la Unión Sindical Obrera:
Obrerismo juvenil cristiano, cultura sindicalista y proyecto socialista», en XX Siglos, 22 (1994), pp. 107-
118, y de FERNÁNDEZ-CASAMAYOR, A., Teología, fe y creencias en Tomás Malagón, Ed. Fundación
Guillermo Rovirosa, Madrid, 1988.
6
Iniciados a raíz de la tercera Semana Nacional de la HOAC (1948), los GOES eran pequeños núcleos de
obreros que estudiaban, a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, un objetivo concreto
que hacía referencia a uno de estos sectores del movimiento obrero: cívico, económico o sindical. Entre
1961 y 1968 se convirtieron en una destacada plataforma de debate y en una escuela de sindicalistas
donde se dieron cita desde hoacistas y demás cristianos comprometidos hasta futuros líderes sindicales
ajenos a los movimientos apostólicos. Fallida la experiencia en los primeros años, no volvió a ser
retomada hasta 1962: FERRANDO, E., «Los Grupos Obreros de Estudios Sociales de la HOAC
(GOES)», en XX Siglos, 22 (1994) pp. 61-69; LÓPEZ GARCÍA, B., «La formación y el análisis social en
el Movimiento Obrero Católico bajo el Franquismo. Los GOES», en id., pp. 69-87.
7
Lo tratamos con más profundidad en nuestra tesis doctoral Del Nacionalcatolicismo a la lucha
Hacia la conquista del obrero

La primera HOAC nació imbuida de un explícito talante conquistador que era


fruto, sin duda, del ambiente nacionalcatólico que se respiraba. España aislada, los
católicos al frente del nuevo Gobierno, el Vaticano anhelando el desembarco de la
democracia cristiana y una masa obrera mayoritariamente descristianizada: todo
llamaba a la necesidad de erigir un amplio movimiento socio-político equivalente a las
ACLI italianas, un movimiento de conquista capaz de conducir a la «masa proletaria»,
históricamente anticlerical y reticente al influjo religioso, al redil de la Iglesia. Para ello
se crearon la JOC y la HOAC:
«Pío XII había dado la consigna al cardenal Pla y Deniel de "ir al
pueblo", dada la situación por la que pasaba el mundo en esos
momentos. Consecuentemente con esto, monseñor Vizcarra,
encerrado en su despacho, inventó los nombres para la
especialización obrera, los cuales eran:
Para los jóvenes la J.O.M.A.C
Para las jóvenes la J.O.F.A.C.
Para los hombres la H.O.M.A.C.
Para las mujeres la H.O.F.A.C.
Ya desde el principio, los militantes que comenzaron la organización
masculina prescindieron por su cuenta de la (M), arreglando un poco el
nombre con que había de ser conocida la HOAC»8.

Alentados por Vizcarra y por el cardenal primado, los respectivos consiliarios


acogieron las normas con entusiasmo nacionalcatólico y las interpretaron como una
«gran cruzada en pro de la recristianización de las masas obreras», pues hasta la revista
Ecclesia saludó la I Semana Nacional de la HOAC como «la hora decisiva» para dicha
labor, pues a su entender, «el comunismo está repitiendo entre los obreros la colosal
estafa que Lutero y sus secuaces realizaron entre sus creyentes»9.

antifranquista. La HOAC de Castilla y León, 1946-1975, Facultad de Filosofía y Letras, Valladolid, 1999.
8
Archivo personal de T. Pérez Rey: «Normas de Especialización. 4 de mayo de 1946».
9
Ecclesia, nº 270 (1946), pág. 4.
Las consignas recristianizadoras se reprodujeron hasta la saciedad en las
diferentes diócesis de Castilla y León donde el movimiento inició su andadura. Así, la
JOMAC burgalesa, primera cantera de militantes de la Hermandad, exhortaba a sus
militantes a llevar a cabo una intensa vida de piedad y estudio, declarar la «guerra al baile
moderno, incompatible con nuestro movimiento salvador de la Juventud», fomentar los
«bailes populares en el gran folklore de nuestro solar español», evitar los espectáculos
inmorales y «recristianizar todos los sectores de la sociedad»; los de Valladolid, por su
parte, pretendían «el acercamiento de hombres a Cristo, y la salvación de las almas
propias y de todos los Obreros, poniéndose a disposición de todos, [y] atraer obreros a
nosotros, que es traerlos a Cristo, esto es, el Apostolado Obrero», mientras el consiliario
de Ávila alentaba a sus militantes a conquistar a los obreros para Cristo mediante la Ley
del Amor10.
Supeditación estricta a la jerarquía eclesiástica, misión exclusivamente religiosa,
sacralización de la vida, aversión socialista/izquierdista.... Ya lo decía en 1951 el
presidente de la HOAC burgalesa, «nuestro primer fin, y el objetivo de nuestra existencia
como hoacistas, es eminentemente espiritual y religioso: acercar a nuestros hermanos, los
obreros, al corazón de Cristo para que, enamorados de su Maestro, busquen el Reino de
Dios y su justicia, "todo lo demás se os dará por añadidura"»11. Según esta primera
lectura hoacista, el origen de las desigualdades y de las lacerantes injusticias sociales no
era otro que la ausencia de formación y cumplimiento espiritual12, lectura ésta que,
además de atemporal y ayuna de rigor, entraba en contradicción con la difundida por el
mismísimo Guillermo Rovirosa, alma de la organización apostólica y protagonista del
alejamiento de la misma respecto de la opción democristiana que defendía la jerarquía
eclesiástica y, con ella, algunos militantes13.

10
Datos extraídos de Libro de Actas del Centro Interparroquial de la HOAC de Burgos, Acta de
constitución, 5 de agosto de 1948; Acción Católica de Valladolid, Carpeta HOAC, «Acta de Constitución»,
y Caja «Acción Católica, 1939-1948», carta del consiliario diocesano de los Hombres de AC al arzobispo de
Valladolid, 11 de diciembre de 1951; y ¡Tú!, nº 23 (15 de octubre de 1947), pág. 2.
11
Circular informativa (1951), hoja 1.
12
«Hace uso de la palabra el M. I. Sr. consiliario Dr. D. Damián Peña Ramila diciendo que el primer
objetivo de la HOAC es formarnos espiritualmente, todo lo demás vendrá por añadidura. Si todas las clases
sociales cumplieran espiritualmente, dice, estaría solucionado. Por eso, finaliza, nuestro lema es la
formación espiritual y moral del hombre conforme a los principios cristianos. Para ello hace falta hombres
recios y de carácter.»: Documentos de la HOAC de Burgos: Crónica de la II Asamblea Diocesana de la
HOAC de Burgos, 24 de noviembre de 1951, hoja 1.
13
Rovirosa escribía a monseñor Ricart en 1948: «Los obreros no somos entes abstractos que vivimos fuera
del mundo, sino que nuestra santificación se ha de operar santificando nuestro vivir concreto, que es
precisamente la vida de trabajo. Para santificarlo es menester estudiar qué es justo y qué es injusto; qué es
bueno y qué es malo, es menester que el sentido religioso impregne y presida el sentido social, pero es
Con todo, a partir de mediados de los cincuenta algo empezó a cambiar en la
HOAC de Castilla y León. Nuevas generaciones de obreros entraron en ella buscando,
unos, la manera más eficaz de luchar en la Iglesia y en el movimiento obrero al mismo
tiempo y otros, un cobijo desde el que enfrentarse a la dictadura y protegerse, a su vez, de
los rigores y las desdichas de la clandestinidad. Lo más importante es que comenzaron a
fraguar un movimiento obrero de nuevo cuño tan alejado del catolicismo social
decimonónico como de los modelos históricos imperantes en el sindicalismo de clase
español.

El Frente Obrero

La eclosión de una nueva y decisiva cultura política y sindical dentro de los


denominados «cristianos de izquierda» de Castilla y León tiene lugar, como decimos, a
mediados de los años cincuenta. Como bien señala Rafael Díaz-Salazar, este colectivo
de la Iglesia adquirió una determinada posición política a través de una específica
socialización recibida de los movimientos cristianos más importantes de la época,
imperando, desde el punto de vista de la ideología y práctica sindical, la centralidad de
la autogestión, la concepción del movimiento sindical como «Frente Obrero» y la
creación de «comisiones obreras»14.
La originalidad de la HOAC como cantera de militantes obreros y plataforma
que contribuyó a la génesis de un nuevo movimiento político y sindical estriba
fundamentalmente en su labor de difusión de una nueva mentalidad revolucionaria y
socialista de inspiración cristiana cuya concreción, aun asentada sobre el diálogo con las
ideologías del llamado movimiento obrero histórico (marxismo, socialismo,
anarquismo), tuvo la originalidad de rebasarlas para dar a luz un movimiento de nuevo
cuño que muy pronto sería englobado bajo la denominación genérica de «Frente
Obrero». Dicho diálogo con las ideologías de los que ellos llamaban «antepasados en la
lucha obrera» tuvo como escenario privilegiado los ya citados Grupos Obreros de

necesario LLEVARLO CONJUNTAMENTE. Hay que evitar toda desviación y todo exceso. Ya veis a
donde voy: a responder a los que preconizan que a los obreros hay que enseñarles únicamente la doctrina y
hacerles rezar Padrenuestros» (Archivo personal de Teófilo Pérez Rey, Carta de Rovirosa a Mons. Ricart,
Montserrat, 7 de abril de 1948). No sorprende, pues, que Rovirosa fuera destituido por la jerarquía
eclesiástica en 1957, esgrimiendo para ello acusaciones falsas de connivencia con la oposición izquierdista
del momento.
14
Para todo lo que sigue ver DÍAZ-SALAZAR, R., Nuevo socialismo y cristianos de izquierda, Ed.
HOAC, Madrid, 2001, en especial las pp. 41 a 105.
Estudios Sociales (GOES); diálogo, reflexión y debate que arrojaron, como conclusión
más inmediata, un rechazo radical tanto del capitalismo como del colectivismo
estatalizador, pero también, y esto es lo más importante, la asunción de las «partes de
verdad» que, a su juicio, existiesen en dichas ideologías15. Veamos más detenidamente
este proceso.

A principios de los sesenta, pocos activistas comprometidos en la reconstrucción


del movimiento obrero español podían escapar de la atracción ejercida por el marxismo,
más aún cuando el Partido Comunista constituía la única fuerza organizada en la
oposición al Régimen. Los militantes cristianos valoraron positivamente algunos de los
principios contenidos en esta ideología, rechazaron de plano sus aristas más opuestas a
la religión y se desligaron completamente de su concreción histórica, esto es, de unos
regímenes comunistas o de «socialismo real» a los que calificaban despectivamente de
«capitalismo de Estado» y «regímenes totalitarios», opresores, en todo caso, de la clase
trabajadora.
No se les ocultaba que el marxismo había hecho brotar en el seno de la clase
obrera el sentido de responsabilidad, la conciencia social, el ejercicio de la solidaridad y
la entrega incondicional a su doctrina, reconocían que «Marx fue el primero que animó
a los trabajadores a que se uniesen con el fin de barrer al capitalismo que les estaba
explotando», que el marxismo supo organizar inteligentemente, con entusiasmo y
empuje «las campañas en defensa de su causa»16, que, haciendo gala de un acusado
realismo, trató «los problemas obreros con conocimiento de causa», y que los marxistas
tenían «fe y confianza en la clase obrera, para la regeneración de la Humanidad toda».
Pero entendían que el marxismo había producido «militantes resentidos
de ciega obediencia», obreros que pasaron al «polo opuesto» descuidando la dignidad
humana y «esclavizándose más en sus conciencias y en sus cuerpos», «hombres masa,
fieles a una consigna, que obedecían ciegamente», «hombres con cuerpo fuerte pero con
una cabeza muy pequeña, es decir, mesías que no eran íntegros, puesto que les faltaba la
fuerza sobrenatural». El marxismo, continuaban, alentó la violencia y la lucha de clases,
despreció la convivencia en el amor y la justicia, lo cifró todo en conquistas materiales y
convirtió la lucha obrera en lucha política. Con todo, lo más detestable, en su opinión,

15
Id., pp. 73-76.
16
Lo que sigue corresponde a las reflexiones de los GOES de Castilla y León entre 1962 y 1966: Archivo
de la Comisión Nacional de la HOAC (ACNHOAC), Cajas 74 a 77.
era la instrumentalización que hacía de los intereses obreros con el único y último
objetivo de levantar un régimen político esclavizador y totalitario:

«Estos militantes fueron absorbidos, ahogados por el poder


político en los países donde se estableció el régimen comunista, por lo
que hubo muchos engaños y deserciones entre estos militantes, al darse
cuenta de que se les utilizaba como instrumentos para la consecución
de intereses que no eran obreros».

Peor parado salía de sus análisis el «socialismo real»: la URSS y las democracias
populares no tardaron en convertirse en blanco y descarga de toda clase de acusaciones,
con afirmaciones tan rotundas como éstas de Valladolid:

«El obrero ruso, antes de la revolución, era un esclavo, un


hombre sin perspectivas de solución, pero, en medio de todo, contento
con su suerte. Ahora puede ser que viva económicamente mejor, pero
laborando el futuro paraíso a costa de la renuncia a la libertad, a toda
iniciativa, y en la opresión estatal más tiranizante. (...) Nosotros, como
cristianos y a impulsos de una conciencia vivida del derecho natural,
proclamamos y salimos al paso de los hechos con el "slogan" paulino:
"No se han de hacer cosas malas para conseguir cosas buenas. O si se
quiere, el fin no justifica los medios».

Es más, basándose en las encíclicas Mater et Magistra y Qui pluribus, los


vallisoletanos sólo encontraban de positivo en aquel socialismo real «el mejoramiento
en el aspecto económico y educacional»; todo lo demás se les antojaba represión,
servidumbre y espíritu totalitario:

«No encontramos nada que tienda a la promoción, pues al


estar el individuo encadenado física y económicamente al Estado,
sólo logrará aquello que el Partido considere necesario para sus fines.
La iniciativa (...) está totalmente anulada (...) La sumisión y el
servicio incondicional al partido es el único medio para llegar a
ocupar un cargo. (...) La educación recibida por el pueblo está
montada para amurallar más el poder del Partido. (...) Aquí todo es
del partido y no reconoce nada, ni nadie capaz por su cuenta de
realizar ninguna labor».

«Dictadura... Autoritarismo... Partido único»... tan sólo se libraba de


la desafección la experiencia consejista yugoeslava, pues, según los
salmantinos, «facilita la presencia del pueblo en la Administración,
porque vemos los consejos de obreros elegidos entre ellos mismos
para dirigir las empresas».

Diferente era el juicio sobre la labor realizada en el pasado por PSOE, UGT y
CNT, a los que consideraban sus antepasados en la lucha obrera; de aquel partido
resaltaban sus concomitancias ideológicas con postulados tan importantes en la
Doctrina Social de la Iglesia como la lucha por suprimir la miseria y conseguir la
nivelación entre las diferentes clases sociales, la defensa del obrero, la condena de la
propiedad privada «de corte liberal», el afán democratizador en todos los aspectos de la
vida -económico, cultural y político-, la voluntad de redistribuir el capital y la renta, la
defensa de una política de pleno empleo y de acceso a los Servicios Sociales, y el
respeto conferido a toda persona y su libertad.
Concretando aún más, de los antiguos militantes socialistas valoraban su espíritu
de lucha, la tenacidad (fe y esperanza), su capacidad de organización, la conciencia
obrera (encarnación en el mundo obrero y sus problemas), la fidelidad al pueblo, su afán
proselitista, su integridad moral, la capacidad de sufrimiento, la actitud prudente y su
sentido democrático. Todos estos valores constituían, en su opinión, elementos
altamente aprovechables para ejercer su labor de apostolado. Sin embargo, otros se les
antojaban frontalmente opuestos a sus principios, sobre todo la profesión de ateísmo,
pues truncaría la promoción integral del hombre al negar la existencia de Dios; las
tendencias totalitarias en pro de una «estatificación» que ahogaría la libertad y la
autogestión obrera; la insistencia en una lucha de clases que fomentaba el odio y la
violencia; y, por supuesto, el «pretender organizar la convivencia política y social
combatiendo a la vez toda idea religiosa». Además, de la trayectoria histórica del PSOE
criticaban el apoyo concedido a la dictadura de Primo de Rivera y el extremismo
largocaballerista de la Segunda República.
La UGT, sin embargo, tenía para ellos el mérito de haber creado «ideológica-
mente en la vida real un afán de SOLIDARIDAD humana, unas exigencias de
superación profesional», así como su afán por conseguir «la promoción intelectual de
sus asociados», a quienes en todo momento trató de defender de las funestas
consecuencias del liberalismo económico. No estaban de acuerdo, de nuevo, con la
profesión de fe en la lucha clases, responsable, según estos militantes cristianos, de
«infundir el odio a las demás asociaciones locales».
Los anarquistas, por último, les aportaban valores ejemplares como el idealismo
y el inconformismo, la encarnación en el mundo obrero, entrega, tenacidad, honradez,
clarividencia y solidaridad, la negación del capitalismo y del comunismo totalitario;
pero no aceptaban la voluntad de construir una sociedad con libertad sin límites ni
reconocimiento de autoridad -mucho menos la divina-, rechazaban de plano el empleo
de la violencia -«acción directa»- y se alejaban de aquel exceso de utopía que, en su
opinión, dificultaba todo análisis realista e impedía un conocimiento más exacto de la
realidad.

Tenían, pues, en mente los cristianos de izquierda de la HOAC la necesidad de


crear algo nuevo, una mediación político-sindical más adecuada para avanzar en el
objetivo general de transformar radicalmente las estructuras sociales, económicas y
políticas en un sentido acorde con los planteamientos evangélicos. Siguiendo al
asturiano Jacinto Martín17, verdadero muñidor de sindicalistas cristianos, los militantes
de la HOAC asumieron la estrategia del llamado «Frente Obrero» en un afán por
plasmar esa mentalidad revolucionaria y socialista de inspiración cristiana en
plataformas alternativas –cuando no frontalmente opuestas- al verticalismo imperante.
El objetivo último apuntaba a la creación de organizaciones sindicales de carácter
aconfesional y abierto, autónomas y unitarias, aunque para ello tuvieran que apoyarse,
circunstancial y estratégicamente, en el ya por entonces tan detestado y desacreditado
sindicato vertical franquista18. Autogestión, asamblea, base obrera y promoción integral

17
Destacan sus obras: Los cristianos en el Frente Obrero (1961, reeditado por Acción Cultural Cristiana en
1993); La lucha obrera, Ed. Euramérica, Madrid, 1963; Comisiones Obreras, Ed. ZYX, Madrid, 1967; y
Acción sindical de los cristianos en España, Ed. ZYX, Madrid, 1968.
18
Por poner un ejemplo, en 1959, la XV Semana Nacional de la HOAC arremetía duramente contra la labor
desempeñada por la central sindical franquista, organismo caracterizado, a su entender, por una actuación
deficiente, una clara supeditación a la «idea política» y una escasa efectividad a la hora de defender los
derechos de la clase trabajadora: ACNHOAC, Caja 22, carpeta 3: Informe «Cambios en la empresa», punto
nº 55.
de la clase trabajadora se convirtieron desde un principio en términos clave de estos
nuevos sindicalistas, quienes, siguiendo fielmente las tesis de Jacinto Martín, se
lanzaron a la construcción de un movimiento obrero de nuevo tipo, unitario y
anticapitalista que apostaba por la «propiedad obrera» de los medios de producción y
tenía en la asamblea de fábrica su elemento decisivo de discusión, representación y
reivindicación.

El nuevo movimiento obrero

Los militantes cristianos de la HOAC que iniciaron la lucha obrera en Castilla y


León compartieron con sus compañeros del PCE la estrategia del entrismo en el vertical,
si bien con la vista puesta en crear nuevas plataformas sindicales caracterizadas, además
de por su anticapitalismo de origen, por la autonomía respecto del Estado y de los
partidos políticos, la participación, el carácter integral y la autogestión. De ahí que la
Unión Sindical Obrera (USO) se erigiese, a principios de los sesenta, en el ejemplo a
seguir en estas tierras; en efecto, iniciada en 1962 por sindicalistas cristianos de JOC y
HOAC en la RENFE vallisoletana, la USO hizo gala de esos ingredientes
explícitamente socialistas y revolucionarios que marcaban su famosa Carta
Fundacional19. La cultura política y sindical de estos cristianos explica asimismo el
hecho de que el movimiento de Comisiones Obreras (CCOO), por llegar a Castilla y
León con más retraso y hacerlo de la mano de los comunistas, no despertase demasiado
entusiasmo, aunque en Burgos fueran precisamente militantes de la HOAC quienes,
junto al PCE, lo iniciaran y lideraran en un primer momento20. Pero, como decimos, en
el resto de las provincias, el dominio comunista sobre la organización generó más
reticencias que entusiasmo entre los militantes cristianos, para quienes la autonomía

19
Hoacistas y jocistas como Valeriano Benito Morillo, Mario Blanco, Marino Asensio, Pedro Oyagüez
Valentín, Benedicto García Tajadura, Julián Pérez Cabello y González Madrazo emplearon las elecciones
sindicales de 1962 para copar el sindicato vertical y, tras contactar con líderes madrileños, establecieron
la USO en la ciudad.
20
CCOO de Burgos nacieron en 1967 en la fábrica de sedas (SESA), y entre sus fundadores estuvieron
los hoacistas Máximo Mata, Melchor Gómez, Sebastián Gutiérrez, Moisés Izarra y José Sáez: «El
presidente de la HOAC de Burgos, que asistió a la reunión, tomó mucho interés en la cuestión de las
CCOO (...) [y] se comprometió ante nuestros camaradas a presentarles a otros miembros de la HOAC que
estarían interesados en la formación de las CCOO y en la lucha contra los Sindicatos Verticales (...) En la
práctica resulta que este presidente de la HOAC participa en la actual CO de Burgos, pues asiste a todas
las reuniones»: Archivo del Comité Central del Partido Comunista (ACCPC), Fondo Provincias
Castellanas, Jacqs. 9 y 10: Informe del PC de Burgos, 27 de enero de 1967.
sindical respecto a los partidos constituía una condición necesaria en el nuevo
movimiento obrero que estaban creando21.
Un método de socialización de primer orden empleado por los movimientos
cristianos de tendencia progresista fueron las llamadas Campañas, que cada año
abordaban un tema social y lo enjuiciaban a la luz de la doctrina social. Junto a ellas
corrió parejo, como parte importantísima de esa «pedagogía de movilización de las
masas» de la que habla Rafael Díaz-Salazar, el famoso 1º de mayo; desprovisto de ese
carácter moralizador, recatolizador y armonizador que en 1955 infundió el Vaticano a la
festividad de San José Artesano celebrada por los cristianos22, el 1º de mayo de los
movimientos apostólicos recogió la trayectoria histórica de esta mítica fiesta del
movimiento obrero inyectándole toda su vena reivindicativa. Ejemplos de lo que
decimos fue el celebrado en 1960 contra del Plan de Estabilización, duramente
perseguido a escala nacional por la policía, y el vallisoletano de 1968, no menos
problemático y revolucionario23.
Completan el arco de la lucha reivindicativa la creación de fondos de solidaridad
para huelguistas y deportados24, la puesta en marcha de cooperativas de consumo,

21
ARNOLD-PLA, A.M., Contribution à l’étude du movement ouvrier espagnol sous le franquisme. Rôle
de HOAC dans l’elaboration de quelques composantes comportamentales et idéologiques des Comissions
Ovrieres, Tesis doctoral, Universidad de Nancy II (1984), citada por DÍAZ-SALAZAR, R. en op. cit.,
pág. 66.
22
Una festividad creada, según García de Cortazar, para «atajar simbólicamente el avance del obrerismo
laico»: GARCÍA DE CORTÁZAR, F., «La cruz y el martillo. La resistencia obrera católica», en TUSELL,
J., MATEOS, A. y ALTED, A., La oposición al régimen de Franco, Ed. UNED, Madrid, 1990, tomo II,
pág. 139
23
El suceso de 1960, en ACNHOAC, Caja 201, carpeta 5: «Fiesta del Trabajo, San José Obrero, 1960.
Llamamiento de la HOAC»; y Cajas: 201-carpeta 1 (Valladolid); 90-carpeta 4 (Burgos, Salamanca y
Salamanca); y 82-carpeta 2 (Palencia y Ávila). En 1968, el 1º de mayo celebrado en la iglesia vallisoletana
de San Pablo concentró arengas revolucionarias y llamamientos a la unidad entre obreros y estudiantes:
Archivo General de la Administración (AGA), Caja 569: Informe de la Dirección General de Seguridad-
Brigada de Investigación Social: «Misa concelebrada y coloquio en la Iglesia de San Pablo de Valladolid.
Madrid, 13 de mayo de 1968»; también Archivo Histórico Provincial de Valladolid (AHPV), Sección AISS,
Caja 2.761: Partes reservados, informe de la Vicesecretaría Provincial de Ordenación Social, 21 de mayo
de 1968; Archivo Regional de CCOO de Castilla y León (ARCCOO-CL), Caja 63, carpeta 5: Apuntes para
una Historia de la Iglesia de Valladolid (1 de mayo de 1975).
24
Es conocida la participación de hoacistas y jocistas en el «Fondo Común» constituido en Asturias a raíz
de los conflictos mineros de 1962, promovido principalmente por los comunistas y destinado a socorrer
económicamente a los obreros despedidos. También el fondo de solidaridad semiclandestino, puesto en
marcha por la Comisión Nacional de la HOAC para tales menesteres. Sabemos por testimonios personales
que en Ponferrada se ayudó económicamente a los obreros en huelga en 1962, que los de Palencia
hicieron lo propio con los trabajadores comprometidos en la famosa «huelga de Bandas», que en los años
50, jocistas y hoacistas de Zamora ejercieron la solidaridad con cinco deportados de Bilbao, que tampoco
faltó la ayuda a los desterrados a Soria, Ávila, Segovia y Zamora a consecuencia de las huelgas mineras
de 1962, y que los segovianos pusieron en marcha un «Socorro Mutuo» que, si bien en un primer
momento fue concebido como fondo de ayuda ante posibles represalias patronales, finalmente, se destinó
a la ayuda material de trabajadores y activistas represaliados. Es más, en septiembre de 1967, la Comisión
Nacional de la HOAC envió a las diócesis una lista de trabajadores deportados, «muchos de ellos
producción y vivienda25, y la edición de publicaciones y revistas netamente obreras
dirigidas a generar «conciencia de clase»26.

La alternativa revolucionaria

Más novedosa fue, por último, la iniciativa emprendida en los años setenta por
una parte de la HOAC para erigir una organización propia, izquierdista y revolucionaria,
creada como alternativa a los partidos y sindicatos clandestinos. Nació con el nombre de
La organización de la clase y constituyó la antesala de Liberación. Heredera del Frente
Obrero señalado anteriormente, La organización de la clase tomó como referencia
básica de organización y acción el movimiento consejista e izquierdista de finales de los
sesenta27, e imbuida de un talante radical e integrador, apostó por difundir un amplio
movimiento socio-político de carácter autogestionario y asambleario. Un movimiento
creado para abarcar de manera unitaria la lucha obrera, estudiantil y vecinal que,
renegando de los partidos y sindicatos históricos, se presentó ante la clase obrera
española como la auténticamente democrática, socialista y revolucionaria.
En efecto, tomando como fórmula organizativa el Consejo obrero, los
documentos generados por La organización de la clase abogan por el anticapitalismo, la
autogestión y la democracia directa, presentándose como un movimiento antiimperialista,
solidario con los más pobres, antiburocrático y preocupado por cultivar la coherencia

conocidos por su integridad en el testimonio de la Verdad y de la Justicia por conseguir la promoción


integral de la clase obrera». Los militantes cristianos acudieron a socorrer a estos hombres, una buena
parte «abandonados en zonas rurales, sin trabajo y con mil fatigas, ignorándolo sus propias familias», no
en vano eran alentados desde Madrid para, mediante su testimonio, «hacer realidad las
Bienaventuranzas». Así se hizo en Ávila, Zamora, Soria y Segovia (aquí concretamente en Labajos y
Navafría), muchas veces sufriendo acusaciones y vigilancia por parte de las autoridades, cuando no
imputaciones falsas de actuar al dictado del Partido Comunista. Dos años más tarde, curas progresistas de
Valladolid viajaban a determinados pueblos para, según testimonio escrito de activistas del PCE, visitar y
asistir a «deportados de San Sebastián»: Archivo personal de T. Pérez Rey, «Relación de Deportados. 1 de
septiembre de 1967»; y ACCPC, Jacq. 88: Informes del PC de Valladolid, 13 de febrero de 1969.
25
Siguiendo la trayectoria del movimiento obrero histórico, la HOAC fomentó el movimiento
cooperativo como medio para la promoción de una educación y una praxis solidarias, una suerte de reducto
donde poder practicar con entera libertad la fraternidad obrera. Entre las cooperativas más destacadas
estuvieron las de Pradoluengo (consumo, 1960), Aranda de Duero (viviendas, 1960), Burgos capital (casas
baratas y consumo, 1950-52), Arenas de San Pedro (consumo, 1960), La Horcajada (consumo, 1960),
Villanueva de Ávila (consumo, 1960), Ávila capital (construcción, 1960-1964), Palencia (viviendas, 1960),
Segovia (consumo y viviendas, 1960), y Santa Lucía (consumo, 1967).
26
Destacaron El Otro, órgano de la HOAC de Ávila iniciado en 1958, y la hoja Mano Abierta, de la
HOAC de Ponferrada (1962)
27
En este sentido, Liberación señalará entre sus principales influencias al «primer Gramsci», al movimiento
consejista del Norte de Italia y al teórico Pannekoek; sobre el tema, ver DROZ, J., «El izquierdismo», en
Historia general del socialismo. De 1945 hasta nuestros días (II), Ed. Destino, Barcelona, 1986, pág. 870.
«teórica y práctica» de los militantes. Creada por una parte importante de hoacistas que
militaban también en la editorial ZYX, renegaba de comunistas y socialistas «oficiales»
por entender que actuaban más por intereses partidistas que por la auténtica promoción de
la clase obrera28, y pretendía, como objetivo final, que ésta se hiciese con las riendas del
Estado «para convertirlo en una administración socializada (...) establecer un Estado
verdaderamente socialista y una democracia real»29.
Su estrategia conllevaba la actuación comprometida de los militantes para
incentivar a todos los niveles (barrio, fábrica, universidad…) un amplio movimiento
asambleario y consejista que fuera asentando los cimientos de La organización de la
clase. La participación en la lucha obrera de estos cristianos imbuidos de la retórica y los
mecanismos de actuación propios de la izquierda radical europea se centró en el boicot a
las elecciones sindicales de 1975 (actividad en la que coincidieron con la primeriza UGT
frente a CCOO), la presión sobre enlaces y jurados para forzar su dimisión, la promoción
de comités de fábrica y la organización de una lucha obrera que, aun iniciada la mayoría
de las veces por la negociación del convenio respectivo, en realidad aspiraba a metas
mucho más amplias, siempre revolucionarias y de carácter integral. Pretendían ser
vanguardia de la revolución integral y así actuaron en Valladolid durante los conflictos de
FASA-Renault y de la Construcción en los años 74 a 76, incentivando un pujante
movimiento asambleario que, integrado por UGT, Plataformas Anticapitalistas, los
cristianos trotskistas de Lucha Obrera30 y demás trabajadores sin filiación expresa, a
punto estuvo, al menos durante las huelgas de la factoría automovilística de 1975 y 1976,
de arrebatar el liderazgo a las ya muy fuertes y organizadas Comisiones Obreras de la
ciudad31.

28
«Los tipos de organización existentes hasta ahora y que en este momento actúan en el seno del
proletariado, no responden a las aspiraciones de éste, ni a los modos de organización social que en el futuro
se van a desarrollar, ni el tipo de revolución en la que estamos embarcados (...) Desechamos la Organización
tradicional tanto de tipo partido como de tipo sindical...pero no por ello aceptamos el espontaneísmo radi-
cal»: tercera ponencia de la Asamblea de ZYX de febrero de 1970, citada en ACNHOAC, Caja 244, carpeta
7: La Organización de la Delegación, Salamanca, 5 de junio de 1972, pág. 2.
29
Archivo personal de G. García, «Esquema para organizar un Plan de Actividades por Ramos e
Instituciones básicas de convivencia» (s/f).
30
Imitación de su homónima trostkista francesa, Lucha Obrera fue impulsada en Valladolid por el jocista
Pedro Oyagüez y el hoacista Antonio Ruipérez, quienes, además, pusieron en marcha su propia revista,
Valladolid en lucha.
31
AHPV, Sección AISS, Caja 5.641, Carpeta 3: Informe interno del Delegado Provincial de Sindicatos
sobre los sucesos de FASA, Valladolid, 4 de febrero de 1975.

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