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La atmósfera sólo pudo formarse reteniendo los gases que emanaban del interior de la
Tierra, como consecuencia de la actividad volcánica. En ella se retuvo el vapor de
agua, el anhídrido carbónico y el nitrógeno procedentes de la fusión del núcleo
terrestre y del hundimiento del componente hierro-níquel a través del magma. Estos
gases quedaron atrapados en la atmósfera gracias a que la gravedad de la Tierra
impedía que escaparan hacia el espacio exterior.
El hombre primitivo
En Chile, este tipo de contaminación es narrado por cronistas, los cuales al describir el
modo de vida de los changos, exponen que los conchales o basurales próximos a sus
viviendas eran fuente de extremado mal olor; a veces éste los expulsaba y los obligaba
a buscar sitios nuevos para un mejor vivir. En tribus nómades de Arabia, hasta la
actualidad, la convivencia con sus rebaños de camellos determina el momento de su
partida en busca de pastos y lugares más limpios.
A partir del siglo XIX, especialmente a raíz de la Revolución Industrial, los problemas
de contaminación se hacen más severos y se inicia la preocupación por el saneamiento
ambiental. Quizás el Reino Unido fue el primer país europeo que reglamentó los usos
del carbón y otras sustancias contaminantes.
En diciembre de 1952, en Londres, cinco días de niebla y una inversión baja que
rebajó el espesor de dilución en la atmósfera a menos de 150 metros produjeron la
muerte de más de 4.000 personas.
Este episodio originó el Acta de Aire Limpio de 1956 para dicha ciudad y produjo
grandes cambios en las políticas ambientales.
A raíz de la Guerra del Golfo, en la península arábiga (1990), los pozos petroleros de
Kuwait fueron incendiados, produciendo nubes de humos que permanecieron por
meses en la atmósfera de la zona. Aunque en la prensa se discutieron las posibles
consecuencias en la salud de los habitantes, no se han podido evaluar los resultados
de dicho desastre.
El aire constituye uno de los elementos básicos de todo ser vivo. Diariamente nuestros
pulmones filtran unos 15 kg de aire, mientras que sólo absorbemos 2,5 kg de agua y
menos de 1,5 kg de alimentos.
Por ello, ya desde los tiempos más remotos, el hombre ha estado consciente del
peligro que representa una atmósfera contaminada, tanto la creada de modo natural
con ocasión de una erupción volcánica, como la provocada por él mismo, al hacer arder
un bosque y al encender una antorcha para iluminarse en el interior de las cavernas
donde vivía. En tiempos históricos esta preocupación ya motivó varias disposiciones
legislativas en diversos países, como Francia, donde en 1832 Carlos VI prohibía en un
edicto la emisión de gases malolientes. Asimismo, en Inglaterra ya existía en el siglo
XVII una disposición que prohibía encender fuego en las chimeneas durante las
sesiones en el Parlamento de Westminster.
Chimeneas
Contaminación Urbana