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Enfermizo

por Rafah Acevedo | 15 de Febrero de 2011 | 12:28 pm – 2 Comentarios

E l mundo es construido por nosotros. Para bien y para mal. Además, es un mundo apalabrado.
Por eso el proceso educativo es tan importante. Nos da los instrumentos para construir una red de
significados y sentidos a través del cual transcurre nuestra vida. Cada palabra es un tatuaje que se
inscribe en la carne y que de ella está hecha.

Por eso amo la literatura, el tropo. Porque el lenguaje plano, ese que los representantes del orden
pretenden universalizar, es una simplificación del mundo y nos hace propensos al autoritarismo.
Nuestra vida está repleta de diversidad, diferencia, multiplicidad de experiencias acumuladas.
Esa complejidad, ese discurso rico, es el desafío que disfruto cada día. Esa novela que siempre
está escribiéndose.

Reivindico la impertinencia de la literatura, del poema, de la plasticidad de la palabra. El non


sequitur de los chistes. No sólo porque potencian la imaginación sino que esa práctica reivindica
las diferencias y es necesaria para abordar la deliciosa complejidad de la existencia. Por eso,
aunque no visito ninguna iglesia, puedo citar los pasajes oscuros de Jesús, ese loco que decía:
“Que entienda esto quien pueda” (Mateo, 19: 11-12).

Por eso tengo ese amor enfermizo por la UPR. Ese espacio creado por nosotros. Sí, escribo como
un poseso y allí trabajo y estudio. Es la Ley del Deseo, Ygrí, este amor enfermizo por mi
Universidad, esa en la que la brutalidad insiste en quedarse a reprimir la belleza de las preguntas
y las respuestas. Hoy, miércoles que escribo, luego de enfrentarse a la brutalidad policíaca por
horas, algun@s estudiantes leen, me sugieren lecturas y se alegran de descubrir otras. Me
obligan, para mi felicidad, a revisar lo que sé y a educarme continuamente. Por eso amo a la
UPR. Yo, enfermo textual, me confieso. Por ese amor enfermizo a la belleza prefiero la vida a la
ordenada muerte de los sanos. Es una fiebre. Es un delirio.

*Publicado originalmente en El Nuevo Día.

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