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Maestría del yo vs.

Control

A Osho le preguntan: ¿Cuál es la diferencia entre la maestría sobre el


yo y el control?
Osho responde:

Son contrarios. En la maestría sobre el yo no hay ningún yo; carece


por completo de yo. La maestría existe, pero no hay ningún yo que
conquistar; no hay nada que conquistar ni nada que pueda ser
conquistado, lo único que hay es pura consciencia. En esa pureza,
eres parte del todo; en esa pureza, eres la divinidad misma. Pero no
hay un yo.

Cuando decimos "maestría del yo" estamos utilizando una expresión


errónea. Pero no se puede hacer nada, porque a esas alturas todo el
lenguaje es erróneo; en esos momentos de plenitud ninguna palabra
es adecuada. En el control sí hay yo; en el control hay más yo que
nunca. La persona sin control no tiene tanto yo, tanto ego; ¿cómo iba
a tenerlo? Conoce sus debilidades.

Por eso, aunque pueda parecerte extraño, te darás cuenta de que los
llamados santos son más egoístas que lo pecadores. Los pecadores
son más humanos, más humildes; los santos, debido a su control, son
casi inhumanos. Ellos piensan que son suprahumanos porque pueden
controlar sus instintos, hacer largos ayunos, privarse del sexo durante
muchos años o incluso toda la vida. Pueden mantenerse despiertos
durante varios días, sin dormir ni un solo momento, pueden ejercer
un gran control sobre su cuerpo y la mente, y eso, como es natural,
les proporciona un gran ego. Alimenta su idea de que son seres
especiales, alimenta su enfermedad.

El pecador es más humilde. Tiene que serlo; sabe que no puede


controlar nada. Cuando aparece la ira, se pone iracundo. Cuando
aparece el amor, se pone amoroso. Cuando aparece la tristeza, se
pone triste. No tiene control sobre sus emociones. Cuando etá
hambriento, está dispuesto a hacer cualquier cosa por conseguir
comida; si tiene que robar, roba. Hará lo que sea.

Una famosa historia sufí:

El mulá Nasrudin y otros dos santos salieron de peregrinaje a La


Meca. Estaban en la última etapa de su viaje y su dinero se estaba
acabando. Estaban en la última etapa de su viaje y su dinero también
se estaba acabando. Estaban cruzando un pueblo y con el último
dinero que les quedaba decidieron comprar un dulce
llamado halva, pero no era suficiente para los 3, ya que tenían mucha
hambre. ¿Qué podían hacer? No querían repartirlo porque sabían que
no sería suficiente para quitar el hambre a ninguno de los 3. Así que,
para salvar su vida, empezaron a discutir quien de los 3 era más
importante.
El primer santo dijo: "Yo he hecho muchos ayunos, he rezado
durante muchos años; ninguno es más religioso y santo que yo. Dios
querrá que me salve, así que el halva ha de ser para mí."

El segundo santo dijo: "Ya sé que eres un hombre muy austero,


pero yo soy un gran herudito. He estudiado todas las escrituras, he
dedicado toda mi vida al servicio del conocimiento. El mundo no
necesita gente que pueda ayunar. ¿De qué sirve al mundo el ayuno?
Además, ¡puedes ayunar en el paraíso! El mundo necesita
conocimiento. Hay tanta ignorancia que no se puede permitir
perderme. El halva tiene que ser para mí.

El mulá Nasrudin dijo: "Yo no soy un asceta, no puedo presumir de


autocontrol. tampoco soy una persona muy ilustrada, por lo tanto
tampoco puedo presumir de culto. Soy un pecador corriente, pero de
todos he sabido que Dios siempre se apiada de los pecadores.
El halva ha de ser para mí".

Como no pudieron ponerse de acuerdo, finalmente decidieron que


los 3 deberían irse a dormir sin comer el halva: "Dejemos que sea
Dios quien decida: veamos a quien le manda el mejor sueño. Por la
mañana, según el sueño de cada uno, decidiremos".

A la mañana siguiente, el santo le dijo: "Ahora estoy seguro de que


nadie puede superar mi sueño, es imposible. El halva será para mí. En
mi sueño le besaba los pies a Dios. Eso es lo máximo a lo que uno
puede aspirar. ¿Qué experiencia más sublime puede existir?".

El erudito , el hombre ilustrado, se rió y dijo: "Eso no es nada, ¡a mí,


Dios me ha abrazado y me ha besado! Tú le habrás besado los pies,
pero ¡a mí me ha abrazado y me ha besado! ¿Dónde está el halva? Ha
de ser para mí".

Miraron a Nasrudín y le preguntaron: "Y tú, ¿qué has soñado?".


Nasrudín contestó: "Yo soy un pobre pecador, mi sueño ha sido muy
corriente; tan corriente que ni siquiera merece la pena contarlo. Pero
ya que insistís y eso es lo que habíamos acordado, os lo contaré. En
mi sueño apareció Dios y me dijo: "Insensato! ¿Qué estás haciendo?
¡Cómete el halva!". No podía desobedecer una orden suya, así que ya
no queda halva. Me lo he comido.

El autocontrol te da el ego más sutil. En el autocontrol hay más "yo"


que en cualquier otra cosa. La maestría de uno mismo es un
fenómeno completament edistinto; en él no hay ningún yo. El control
se cultiva, se practica, se logra con mucho esfuerzo, se consigue tras
largos años de lucha. La maestría, por el contrario, no es algo que se
cultive, que se practique. La maestría es, simplemente,
entendimiento. No es, en absoluto, control.
Por ejemplo, si controlas la ira, si la reprimes, si te sientas sobre ella,
nadie se dará cuenta de que lo has hecho y todo el mundo te elogiará
porque, en una situación en la que cualquiera se habría enfadado, tú
te has mantenido frío, tranquilo y calmado. Pero sabes que toda esa
calma y frialdad solo era superficial y que por dentro estabas
hirviendo. Dentro había un fuego, pero lo reprimiste en el
inconsciente y te sentaste encima como si de un volcán se tratase, y
todavía estás sentado sobre él.

Un hombre que controla es un hombre que reprime. Siempre está


reprimiendo, y al hacerlo, va acumulando todo lo malo. Su vida se
convierte en una chatarrería. Tarde o temprano, y seguramente más
temprano que tarde, el volcán acabará explotando; porque tu
capacidad de acumulación tiene un límite. Reprimes la ira, reprimes
el sexo, reprimes toda clase de deseos, de anhelos, ¿cuánto tiempo
podrás seguir reprimiendo? Tu capacidad tiene un límite; si lo
sobrepasas, explotarás.

A los llamados santos, hombres con autocontrol, se les puede


provocar muy fácilmente. Solo tienes que escarbar un poco, y te
sorprenderás: el animal surge inmediatamente. Su santidad solo es
superficial; dentro de ellos hay tantos demonios que van tirando
como pueden. Su vida es desdichada, porque es una lucha constante.
Son gente neurótica, gente al borde de la locura, siempre al límite.
Cualquier insignificancia puede ser la gota que colme el vaso. Según
mi visión de la vida, no son religiosos.

El que es verdaderamente religioso, no controla nada, no reprime


nada. Si eres verdaderamente religioso, intentas entender, no
controlar. Te vuelves más meditativo, observas tu ira, tu sexo, tu
avaricia, tu envidia, tu posesividad. Observas todas esas cosas
venenosas que te rodean; simplemente observas, intentas entender
qué es la ira, y en ese mismo entendimiento la trasciendes. Te
conviertes en un testigo y, en ese presencia, la ira se funde como la
nieve bajo el sol.

El entendimiento trae consigo cierta calidez; es un amanecer dentro


de ti que hace que el hielo que te rodea se empiece a derretir. Es
como una llama en tu interior que hace desaparecer la oscuridad.

El hombre de entendimiento, de meditación, no es un hombre de


control sino todo lo contrario. Es un observador. Y para observar,
tienes que mantenerte absolutamente al margen de juicios. El
hombre de control, juzga, está constantemente condenando: "Esto
está mal". Está constantemente valorando: "Esto es bueno, esto es
malo, esto te llevará al infierno, esto te llevará al cielo". Está
constantemente juzgando, condenando, valorando, eligiendo. El
hombre de control vive en la elección, y el hombre de entendimiento
vive en la no elección.
Lo que trae consigo la verdadera transformación es la consciencia sin
elección. Porque, como no se reprime nada, no surge ningún ego, no
surge ningún yo. Y dado que el entendimiento es un fenómeno
subjetivo, interior, nadie se da cuenta. Nadie puede verlo, excepto tú.
El ego viene del exterior, de los demás, de lo que dicen acerca de ti.
Lo que crea el ego es la opinión de los demás acerca de ti. Ellos dicen
que ers inteligente, que eres un santo, que eres muy piadoso y, como
es natural, ¡eso hace qye te sientas maravillosamente bien! El ego
procede de fuera, te lo crean los demás. Pero claro, delante de ti
dicen una cosa y a tus espaldas, justo lo contrario.

Sigmund Freud solía decir que si todas las personas del mundo
decidiéramos decir la verdad y nada más que la verdad, aunque solo
fuera durante 24 horas, todas las amistades desaparecerían. Todas
las relaciones amorosas se disolverían. Todas las relaciones amorosas
se disolverían, todos los matrimonios se desharían. Si toda la
humanidad decidiera actuar con sinceridad, aunque solo fuera
durante 24 horas...Cuando un invitado llamase a tu puerta no le
dirías: "Bienvenido, pasa, te estaba esperando. ¡Cuanto tiempo hacía
que no nos veíamos! Te he echado mucho de menos, ¿dónde has
estado? Mi corazón late de júbilo al verte". Le dirías lo que
verdaderamente sientes: "¡Ya estás aquí otra vez este hijo de puta!
¿Es qe no voy a poder liberarme nunca de este bastardo?". Eso es lo
sientes en el fondo, lo que estás controlando. Y que le dirías a otro a
espaldas de esa persona.

Obsérvate a ti mismo, fíjate en lo que le dices a una persona a la cara


y lo que dices a sus espaldas. Lo que dices a sus espaldas es mucho
más sincero y más cercano a tus sentimientos que lo que le dices a la
cara. Pero el ego depende de de lo que te dicen los demás, y es muy
frágil; tan frágil que cada ego lleva el cartel de: "Manejar con
cuidado".

Un polaco, un negro y un mexicano que estaban sin trabajo vivían


juntos. Una noche, el polaco llegó a casa y anunció que había
conseguido un trabajo.

-- Eh, amigos, despertadme mañana a las 6 --les dijo--. ¡Tengo que


estar en el trabajo a las 6:30!
Mientras el polaco dormía, el negro le dijo al mexicano:
--Le han dado el trabajo porque es blanco. A nosotros no nos lo dan
porque yo soy negro y tu moreno.

Así que por la noche le pintaron todo el cuerpo de betún, se


pusieron de acuerdo en despertarle tarde, así tendría que salir a toda
prisa para no llegar tarde al trabajo.
La mañana siguiente, cuando el polaco llegó al trabajo, el
encargado preguntó:
--¿Quién es usted?
--Usted me contrató ayer --le contestó--. ¡Me dijo que estuviera
aquí a las 6:30!
--Yo contraté a un hombre blanco; ¡udted es negro!
--¡No lo soy!
--¡Sí lo es! ¡Vaya a mirarse al espejo!

El polaco se apresuró a mirarse al espejo, y al verse exclamó:


--¡Dios mío! ¡Han despertado al hombre equivocado!

Tu ego depende de los espejos. Y cada relación actúa como un


espejo, cada persona con la que te encuentras actúa como un espejo,
y ese ego sigue controlándote.

En primer lugar, ¿por qué controla? Lo hace porque la sociedad


aprecia el control, porque, si controlas, la sociedad te dará, más ego
aún. Cuando asumes las ideas de la sociedad, su moralidad, su
puritanismo, su concepto de santidad, la sociedad te ensalza cada vez
más. Cada vez te respeta un mayor número de personas, tu ego se va
elevando más y más, vuela muy alto.

Pero recuerda: el ego nunca será portador de ninguna


transformación. El ego es el fenómeno más inconsciente que puede
ocurrir e ti, te irá haciendo cada vez más inconsciente. La persona
que vive a través del ego está embriagada por él; no está en sus
cabales.

Era una boda preciosa. En el banquete, el vino corría como el agua.


Todo iba bien hasta que el novio se dio cuenta de que no veía a su
hermosa esposa por ninguna parte. Buscando entre los invitados se
dio cuenta de que su mejor amigo también había desaparecido.
Empezó a buscarla. Cuando entró a mirar en la suite nupcial, vio a
su mujer y a su amigo haciendo el amor. Cerró la puerta con
suavidad, y procurando no hacer ruido, bajó al salón en el que
estaban los invitados.
--¡Rápido, rápido! ¡Venid todos a ver! --dijo a gritos--. ¡Mi mejor
amigo está tan borracho que cree ser yo!

El ego te mantiene en un estado de embriaguez. No sabes quién eres


porque crees lo que los demás piensan de ti. Tampoco sabes quiénes
son los demás porque crees lo que los demás dicen de ellos. Este es
el mundo falso, ilusorio, en el que vivimos.

Despierta, hazte más consciente. Haciéndote consciente te


convertirás en maestro de tu propio ser. La maestría no sabe nada del
yo, y el yo no sabe nada de la maestría. Eso es algo que tiene que
quedarte meridianamente claro.

Yo no enseño autocontrol, autodisciplina. Enseño autoconsciencia,


auto-transformación. Me gustaría que fueras tan extenso como el
firmamento; porque eso es lo que realmente eres.
*Fuente: "Bienestar Emocional" - OSHO (página 205 a 212)

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