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AYSÉN: EL SECRETO DE LOS INTOCABLES

Por Catheryn Cárcamo S.


El Siglo

Con la condena de 15 años y dos días (5 por robo y 10 por falso testimonio) para
Jorge Corona, el principal testigo de los misteriosos casos de Aysén, donde
estarían involucrados empresarios locales, policía, funcionarios judiciales y el
ejército, la población se ve envuelta en una nueva ola de inseguridad que la
mantiene al margen de la investigación.

"Mucha agua ha corrido bajo el puente", parece ser la frase que mejor refleja los
hechos ocurridos en las inmediaciones del río Aysén desde que el 13 de marzo de
1997 fuera encontrado flotando y boca abajo el cuerpo inerte de Víctor Hugo
Barría.
Una muerte como muchas otras, diría cualquiera, sobre todo si el puente colgante
Carlos Ibáñez del Campo es considerado entre los habitantes de la zona como el
lugar predilecto de las almas atormentadas para lanzarse al vacío.
Sin embargo, más allá del misticismo y leyendas que pudieran girar en torno a un
lugar como éste, la seguidilla de misteriosas muertes, que a fines del año 2002
sumaron un total de 12, dio lugar a una suerte de dudas y desconfianzas entre la
población cuando las autoridades judiciales calificaron los hechos como "simples
suicidios".
De esta manera, Carlos Klapp, juez a cargo de la investigación, sobreseyó varios
de los casos, específicamente aquellos en los que se encontraban las señales más
claras de que los hechos tenían que ver con algo más que la "fatal atracción del
río y su puente" ejercen sobre los jóvenes de la zona.
Sin embargo, un recordado episodio terminó con el malogrado protagonismo que
había tenido hasta el momento el juez Klapp: el administrador de uno de los
prostíbulos más conocidos y grandes de la región envió unas fotos a la prensa
donde éste aparecía desnudo y en una cama junto a dos mujeres.
Como resultado de ese incidente, el juez fue marginado de sus funciones durante
un mes y trasladado a Castro. Con estas resoluciones de la Corte de Apelaciones
de Coyhaique y la Corte Suprema, respectivamente, el controvertido Carlos Klapp
se alejó completamente del caso.
Los ojos del país estuvieron puestos en la polémica que envolvía al poder judicial
y el morbo desvió la atención del caso. Sin embargo, entre los familiares de las
víctimas la lectura que se hizo sobre estos últimos hechos significaba algo más
que un escándalo: con la salida del juez Klapp, por fin la investigación tomaría un
giro distinto, ése que debió haber tenido desde el comienzo: el camino de la
verdad.
Un nuevo titular llegaría a investigar el tema y, sin prejuicios que condenaran a
las víctimas, eliminaría de una vez por todas la tesis del suicidio. Una necesidad
que se hizo más urgente cuando se supo de la existencia de una pieza clave en el
caso: "el testigo secreto".

El testigo secreto

Amparado en la reserva de la confesión, un hombre que desde ese día sólo fue
identificado como "el testigo secreto", se presentó ante los curas de Aysén para
entregarles un revelador testimonio que llenó de nuevas esperanzas a los
familiares de las víctimas: por fin se habían entregado datos que aclararían gran
parte de las muertes ocurridas desde 1997.
Inesperadamente, después de su confesión religiosa el hombre se trasladó a
Santiago. Pero uno de los sacerdotes lo siguió hasta la capital para convencerlo
de hablar con los abogados, y así lo hizo. El testimonio fue estremecedor: por
primera vez aparecían nombres, todos ligados a una organización: "Los
Intocables".
En la declaración notarial entregada por el "testigo secreto", se afirma que al
menos dos de los muertos habrían sido asesinados por "Los Intocables", grupo
dedicado al tráfico de clorohidrato de cocaína hacia Argentina y que estaría
integrada por empresarios locales, policía, funcionarios judiciales y el ejército.
Inesperadamente también, un nombre que parecía ya lejos del caso figuraba
nuevamente: Carlos Klapp, quien en repetidas partes de la declaración se hallaba
relacionado con varias de las víctimas y los inculpados.
Ciertamente, el "testigo secreto" sabía mucho de "Los Intocables". Según declaró
a la justicia, hace varios años se había trasladado desde Santiago al sur y apenas
llegó a su destino entró a trabajar en la empresa Navimag, lugar donde fue
acusado de robar un cheque, hecho que finalmente lo llevaría a la cárcel. Todo
esto ocurrió más o menos en la misma época en que habría descubierto la red de
narcotráfico.
Aysén abrió los ojos al suponer que se haría realidad lo que muchos vieron venir
después del testimonio: una investigación minuciosa que llevaría a los culpables a
la cárcel.
Ahora todas las esperanzas estaban puestas en la nueva jueza a cargo de la
investigación: Alicia Araneda. Sin embargo, con sus primeras declaraciones
públicas ésta dio clara muestra de que la justicia estaba más lejos de lo que se
pensaba, al afirmar que las víctimas eran un grupo de "drogadictos, alcohólicos y
de mal vivir", y que sus muertes "se tratan de casos individuales y separados que
no tienen ninguna relación".
Otra vez, la población de Aysén vio cómo la búsqueda de la verdad sobre lo
ocurrido quedaba en manos de una titular que se enfrentaba al caso con un
criterio preconcebido. El obispo de Aysén, Luis Infanti de la Mora, no tuvo reparos
para criticar el trabajo de la jueza al señalar que todas las indagaciones
realizadas por la ministra en visita van en "sentido contrario a la justicia, pues lo
que ella hace es tapar la verdad".
A la hora de encontrar las razones sobre la actitud de Alicia Araneda, el abogado
y representante de los familiares de las víctimas, Hugo Gutiérrez, señala que la
disposición de la jueza frente al caso tiene que ver más que nada con una especie
de actitud corporativa dentro del poder judicial, pues con su trabajo ella intenta
"avalar el desempeño del juez anterior. Es muy difícil encontrar la verdad así".
Las críticas sobre Alicia Araneda se hicieron presentes desde el primer momento
en que asumió la investigación del caso, sobre todo cuando ordenó el
procesamiento de testigos sin que se dieran a conocer los resultados sobre las
denuncias de narcotráfico y otros delitos presentados en las declaraciones.
De esta forma, el testimonio más importante conocido hasta el momento con
respecto a las misteriosas muertes en Aysén se había transformado en un arma
de doble filo para Jorge Corona, el testigo secreto: su confesión religiosa ahora lo
tenía detenido, incomunicado en un lugar secreto y en espera de una condena. El
pasado 3 de febrero llegó la noticia desde el tribunal de Puerto Aysén: 15 años y
dos días de cárcel para Corona, bajo las acusaciones de robo (5 años y un día) y
falsos testimonios (10 años y un día).
Con este hecho, que fue calificado por el obispo Infanti de la Mora como "una
forma de presión sicológica", aumentó a su punto máximo la sensación de
inseguridad entre la población, pues según se señala en un documento enviado
por la agrupación Otroaysén la condena a Corona "ciertamente no ha favorecido
que las personas que pudiesen tener antecedentes valiosos para aportar a la
investigación, las hagan llegar de manera oportuna y efectiva".
Para Hugo Gutiérrez, el dictamen de la justicia significó "una muestra más de que
Alicia Araneda, más allá de buscar la verdad sobre lo sucedido se aleja de ella, e
intenta proteger al poder judicial", a lo cual añadió que "independientemente de
saber si hay poderes involucrados, lo que interesa es conocer la verdad sobre lo
que le sucedió a estos 12 jóvenes".
Para el abogado, los hechos ocurridos en Aysén, ciertamente son "irreproducibles
en cualquier lugar. Es una zona aislada, donde suceden cosas muy particulares.
Para empezar, es increíble que su alcalde se pasee con un arma por las calles, al
más puro estilo del realismo mágico".

La Plana Mayor

Jorge Carreño Alegre: dentista y capitán en servicio activo del ejército.


Juan Carlos Farías Orellana: dueño de la ferretería "La Reina". Ex miembro de la
división de seguridad de la CNI.

Angelo Baratinni: Dueño de las cabañas de descanso Baratinni.


Víctor Vera Martínez: funcionario del departamento de obras de la municipalidad.
Juan Manuel Huirimilla.

Robinson Mansilla.

Enrico Rosso.

El grupo contaría con una dirección exterior y otra interior, la primera de éstas
dedicada a enviar la droga hacia Argentina, país desde el cual sería destinada
hacia otros lugares. Esta estructura estaría formada por ex agentes de seguridad
de la dictadura, uniformados en servicio activo del ejército y carabineros y
algunos miembros de la policía civil. Por otro lado, la dirección interior se encarga
del tráfico de estupefacientes dentro de la región, principalmente en Coyhaique y
Puerto Aysén.

Las víctimas

Víctor Hugo Barría Mardones:

El 11 de marzo de 1997 salió de su casa junto a su amigo José Agüero. Luego de


pasearse por varios locales se dirigieron al negocio Las Brisas para comprar licor.
Como el lugar estaba cerrado, comenzaron a patear las puertas y cortinas del
lugar, ante lo cual llegó un pareja de carabineros que pasaba por el lugar (José
Gutiérrez Pérez y Germán Rodríguez). Ambos amigos corrieron en direcciones
opuestas, hasta desaparecer del camino.
Más tarde, el furgón policial conducido por el cabo Miguel Canto Matus llegó a las
cercanías del puente Ibáñez y tras él se estacionó un vehículo particular ocupado
por el cabo segundo Miguel Rivas Salazar y el cabo Luis Ojeda Soto. Todos
afirman que no vieron a Víctor Hugo, pero los testigos afirman que los vehículos
se perdieron en la misma dirección que el joven.
A las 10:40 hrs., el cadáver de Barría es encontrado flotando boca abajo en el río
Aysén y en contraposición a la corriente del río. Los efectivos de la policía
cambiaron todo el sitio del crimen, poniendo a Barría de costado, arrastrándolo
hacia la orilla y, al parecer, desamarrándole las manos que habían sido vistas
atadas por otro testigo del hecho. Un nuevo dato habla de un vehículo particular
con dos policías en su interior que bajan a Barría del auto, con las manos atadas,
para ponerlo en la acera del puente cerca de las 7 y media de la mañana.
El caso fue investigado por el detective Héctor Álvarez, pero al poco tiempo éste
fue despedido de esta función. La investigación, que estuvo a cargo del juez
Klapp, nunca se hizo.

Edgar Andrés Paredes:

El 21 de noviembre del 2001 fue encontrado colgando desde una antena en


Puerto Chacabuco. Sabía que su vida estaba en peligro. En varias ocasiones le
habló a su familia del juez Klapp y del camino que seguía la droga para llegar a
Aysén. Los amigos con los que andaba la noche anterior a su desaparición, ahora
se escabullen, tal como lo hace el resultado de su autopsia y la investigación
referida a su muerte.

Víctor Fabián Díaz Nahuelquín:

Salió de su casa el 27 de octubre del 2001. A las 4 de la mañana carabineros


llegaron a avisar sobre su muerte. Cuando los padres del joven estaban listos
para salir rumbo a la morgue, se dieron cuenta que los uniformados ya no
estaban en la casa. Según la versión de la policía, Víctor se lanzó al río Aysén
cuando escapaba tras ser encontrado ebrio en Isla Díaz. Sin embargo, sus
padres, mientras preparaban el cuerpo en la morgue, se dieron cuenta que el
cadáver presentaba varios golpes. Pero la autopsia concluyó: "asfixia por
inmersión".

Mario Lepio Chiguay:

El 1 de abril de 1998 fue apuñalado en la puerta de su casa por Juan Ramón


Gallardo Cárdenas, José María Oyarzún Pérez, Eusebio Pullanca Pérez y Jorge
Novoa Gallardo, todos conocidos de Lepio e integrantes de una banda de
narcotraficantes del lugar. Todos fueron detenidos y procesados, pero dejados en
libertad antes de cumplir un año en la cárcel. Cuando el joven se encontraba
agonizante, llegó a buscarlo para supuestamente trasladarlo a una ambulancia,
Domingo Fernández Yáñez, quien no era conocido por la familia y trabajaba para
Enrico Rosso. El juez Klapp, a cargo de la investigación, sacó en varias ocasiones
a los familiares de Mario Lepio cuando éstos le pedían la reconstrucción del
homicidio.

Paulina Gómez Gómez:

Paulina salió de su casa el 16 de noviembre de 2001. Después de estar perdida


tres días, su familia pensó que había muerto en Cisnes, y la buscaron ahí. Más
tarde, y basándose en los testimonios de Jorge Corona, se enteraron que la joven
murió camino a Lago Riesco. Ahí la hallaron sólo con sus pantalones y con su
cuerpo evidentemente golpeado. La encontraron con tóxicos en su sangre y,
según el testimonio de su amiga Francis Galindo, Paulina estuvo encerrada en
una casa, pero nadie utilizó esa declaración.

Roberto Lagos Flores:

El joven conscripto fue visto varias veces ayudando al capitán Carreño en el


traslado de droga desde Puerto Chacabuco hasta Puerto Aysén. Se le escuchó
decir que estaba aburrido de trabajar para Carreño y el ex agente de la CNI Juan
Carlos Farías.
El 12 de junio, Lagos salió de su casa para asistir a sus clases nocturnas en el
Liceo Politécnico de Aysén. Más tarde, cerca de las 22 horas, se dirigió junto a sus
amigos Hans García y Ramiro Muñoz hacia el supermercado Las Brisas para
comprar una botella de pisco y regresar al centro de la ciudad, pero Muñoz
abandonó el grupo porque tenía que levantarse temprano al día siguiente.
Roberto y su amigo recorrieron diversos locales consumiendo alcohol y
comprando cigarros, hasta cerca de las 01:00 horas del 13 de junio. Hans se
despidió de Roberto para no verlo hasta el 1 de septiembre, cuando apareció su
cadáver flotando en el Río Aysén.
Un testimonio afirma haber visto a Lagos, cerca de las 9:45 horas del día 13, en
compañía de Domingo Fernández, administrador de la empresa Pesca Aysén de
propiedad de Enrico Rosso, la cual funcionaría como una pantalla para el tráfico
de drogas. Ambos, junto a un tercero, habrían estado a bordo de una camioneta
azul, pero Fernández alega que ese día realizó su rutina normal: ir a dejar a su
esposa, a su hija al jardín y luego instalarse en la oficina. Sin embargo, ese día su
hija no fue al jardín infantil.
Si Fernández no hubiese estado en su vehículo junto a Lagos, éste habría estado en el
que pertenece a Juan Carlos Farías, también integrante de Los Intocables y cuyo
vehículo es el único similar al de Fernández.

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