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La “extraña” comunidad de la actual filosofía moral y política

El capítulo parte de la pregunta de si es posible pensar la comunidad por fuera de la


perspectiva moderna, liberándola de todo esencialismo y principio de identidad que funda lo
propio y lo otro. Esta discusión propende por liberar a la comunidad del mito de la comunidad,
ya que como se ha visto en perspectiva teóricas señaladas en los anteriores capítulos, la
lectura de la comunidad se encuentra condicionada al paradigma de lo moderno y al
paradigma de la razón. En esta dirección es que se encuentran nuevos horizontes para pensar
la comunidad desde lo contingente, la diferencia, lo singular, lo heterogéneo y lo impropio, y
se propone la lectura de Jean Luc Nancy y Roberto Espósito, quienes aluden a una perspectiva
de comunidad encargada de obviar los grilletes del debate de la modernidad y la
posmodernidad.

En relación con Nancy podemos aludir a su noción de comunidad desobrada, y que evidencia
algunas reflexiones generadas por el fracaso del comunismo y en esencia frente a las
implicaciones que tenía ello como referencia paradigmática de lo común, que se traducía en la
crisis de la comunidad. Reflexión oportuna que nos permite preguntarnos por los límites y las
mediciones a los sentidos compartidos por una comunidad, y las difíciles realidades que
algunas veces establece el estar juntos. Motivo por el cual el autor propone que hasta
nosotros, la historia tendrá que ser pensada sobre un fondo de comunidad perdida, por
reencontrar o reconstruir, donde se sospeche de la conciencia retrospectiva de la perdida de
comunidad y su identidad.

Me parece relevante señalar la referencia del texto a lo cristiano, la comunidad, la comunión, a


lo místico. Para Nancy se constituye una ilusión trascendental porque nunca hubo una edad
dorada comunitaria, y en esta dirección la “sociedad” ha ocupado el lugar de algo para lo que
no se tiene nombre ni concepto, y que procede de una comunicación mucho más amplia que la
del vínculo social. Así pues, Nancy nos invita a ubicarnos desde el ahora, ya que la comunidad
no es lo que se perdió bajo la sociedad, sino lo que nos sucede a partir de la sociedad. La
comunidad en la forma de lo común supone toda forma de multiplicidad, por lo cual, siguiendo
a Nancy, en la comunidad se revela siempre el otro. Para el francés, la comunidad significa,
que no hay ser singular sin otro ser singular, por lo que lo que se llamaría una sociabilidad
originaria u ontológica desborda ampliamente en su principio el motivo único de un ser social
del hombre. Y en esta dirección, el vínculo social superpone a los sujetos una realidad
hipotética.

Finalmente inquieta la afirmación de la comunidad como parte del desobramiento, la


interrupción de las singularidades y el suspenso de los seres singulares. La comunidad no es
una obra y no es dada con el ser y como el ser, sino que está más acá de todos nuestros
proyectos. Por último la noción de lo político aludida por Nancy, es establecida en términos de
singularidad, de comunicación y de éxtasis. Cabe aclarar, que resulta algunas veces compleja
la mirada propuesta por el autor, en tanto la mirada del otro, puede estar influida y permeada
no solo por el mito, sino por el estado mismo en que se encuentre la sociedad de turno.

En segundo lugar, los planteamientos de Roberto Espósito al igual que los de Nancy, parten del
evidente fracaso del comunismo y las miserias de los nuevos individualismos. Reconoce en
esta medida la trágica distorsión presentada por efectos del comunismo, que al presentar una
reducción a objeto de discurso filosófico, es distorsionada. Para Espósito surgen dos formas
para entender la comunidad, por un lado, concebirla como una cualidad que se agrega a su
naturaleza de sujetos, haciéndolos también sujetos de comunidad, más sujetos. Y por otro
lado, entenderla como un bien, un valor, una esencia que se puede perder y reencontrar como
algo que en algún momento perteneció. Estas dos maneras que identifican comunidad con lo
común y lo propio.

Espósito alude al termino communitas, para definir un punto de partida externo e


independiente para construir otra noción de comunidad. Es de resaltar que para el autor, la
comunidad no puede pensarse como un cuerpo, como una corporación, una fusión de
individuos, ya que la comunidad no puede concebirse como un lazo colectivo que conecta a
individuos previamente separados. En esta perspectiva afirma que el fondo común de toda
comunidad es la nada, donde algunos delitos fundacionales se establecen como metáforas que
dan cuenta de los sentidos que nos mantiene juntos y constituyen ese trauma que nos permite
estar juntos.

Por ello, el preguntarnos por los sentidos y alcances de aquellos mitos fundacionales de las
comunidades tiene que ser un ejercicio fundamental, para establecer las direcciones, alcances
y condiciones de estas pertenencias y significaciones. Inquietud que se fortalece cuando
Espósito afirma que los individuos modernos llegan a ser verdaderamente tales, solo
habiéndose liberado preventivamente de la deuda que los vincula mutuamente. La
consideración de esta figura del mito, de lo que precede, se nos presenta como una referencia
pertinente para la reflexión de la comunidad, en cuanto múltiples de las discusiones en
relación con la comunidad, han estado atravesadas por aquella referencia común, que se hace
explicita en la referencia de la sangre, por solo dar un ejemplo.

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