Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Instituto de la Américas, Francia.
Traducción: Elisa Mendoza.
Apoyando de nuevo plenamente a Florence Cassez en el juicio que enfrenta ante
la justicia mexicana, el gobierno francés acaba de dar un duro golpe al « Año de México en Francia », manifestación que debía poner a la luz la riqueza de una cultura que no se limita solamente a Frida Khalo y Diego Rivera. Bajo el pretexto de que los jueces mexicanos no dieron un dictamen conforme a sus expectativas personales, el presidente de la Republica Francesa declaro que éste año sería dedicado a la joven francesa detenida en México. Como si fuera necesario castigar o corregir a un mal estudiante que no respeta los derechos humanos. Me parece que no se tiene el derecho de insultar de esta manera un país que lleva acabo una guerra difícil contra el crimen organizado y el trafico de drogas, alimentado por la creciente demanda de consumidores norteamericanos (por cierto, los primeros proveedores de armas para los narcotraficantes). Desde el 2006, ésta guerra a provocado más de 30 000 muertos y los mexicanos se sienten afectados por un clima de inseguridad que rebasa con mucho los estados de la frontera norte para extenderse en todas las ciudades importantes del país, particularmente al Distrito Federal donde suelen enfrentarse bandas fuertemente armadas.
En ese contexto, ¿cómo se pretende dar lecciones universales de democracia ?,
¿cómo se le puede reprochar a un gobierno de no presionar lo suficiente a la justicia de su país ? Se trata de una muy grave confusión de papeles entre el poder ejecutivo y el poder judicial. Y cuando una diplomacia torpe se involucra en el caso, es aún más grave – sobre todo cuando se cree poder resolver un problema de sociedad poniendo en juego el honor de una nación por medio de relaciones interpersonales. Ciertamente se puede criticar el funcionamiento de la justicia y de la policía mexicanas, pero también es necesario interrogarse sobre el fondo del asunto. Yo no sé si Florence Cassez participó en los secuestros que se le atribuyen, pero fue bastante imprudente (o bastante ciega) para entrar en estrecha relación con una banda de mafiosos que vivían de éste sucio negocio, sin hablar de las actividades anexas (trafico de drogas, robos, violaciones, extorsiones…) En un país donde las fronteras sociales están sumamente marcadas y donde la violencia forma parte de la cultura, hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que uno se relaciona con maleantes. La ingenuidad no es un crimen, pero tampoco es una excusa. No hay que confundir las cosas. México no es Colombia. La justicia mexicana no es el consejo político de las FARC. Y Florence Cassez no es Ingrid Betancourt.