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Cambiar La Forma De Pensar


Mejorando Tu Vida

Lo prometido es deuda. Vamos a hablar de que cambiar la


forma de pensar es el inicio de cualquier transformación.
Es evidente que el modo en que has vivido y pensado, lo
que has creído tu realidad, es lo que te ha llevado hasta tu
situación actual. Y es aún más fácil deducir que “si
quieres conseguir lo que no has conseguido, tendrás
que hacer lo que no has hecho”. Dicho así parece
sencillo. Pero vayamos por partes.
Empecemos por el principio. Por lo primero. Por el inicio.
En seguida. Ahora. ¡Ya! Vale, ¿Y qué va delante? Pues si
estamos hablando de cambiar el modo de pensar, lo
primero que actúa es el cerebro. ¡Pues no! Error. Gran
parte del desconocimiento sobre la forma en que nos
comportamos, viene dada por no entender esto: Nuestro
cerebro no piensa, nosotros pensamos con el cerebro.
El cerebro no es más que un ordenador biológico. Una
complicada herramienta, cuyo hardware y software (la
parte física y los programas para que funcione) vienen con
el mismo prospecto. El ADN.

Nuestros antepasados mamíferos, hace 100 millones de


años, eran insectívoros, nocturnos y vivían bajo tierra. Con
los dinos patrullando, poco más podían hacer. Tenían los
ojos a cada lado del hocico, no como nosotros, con los dos
delante y mirando hacia el mismo sitio. Por tanto, tenían
un campo de visión de 180º, observando una panorámica
de todo su alrededor. Además, al no superponer las
imágenes de los dos ojos, la apariencia era plana. Sin el
“efecto 3D”, ver en relieve, detectaban a los demás por el
movimiento. Y al ser nocturnos, no captaban los colores,
solo la frecuencia infrarroja, como en las pelis de acción.
Habitaron el mismo planeta, pero el mundo que
observaban, era completamente diferente del nuestro.
Y de los insectos, mejor ni hablar ¡Jesús, José y María lo
que ven!

Estamos programados para percibir sólo ciertas


frecuencias de onda. Por ejemplo, no podemos ver la
mayor parte de la gama de luz, como la infrarroja, o
sonidos por encima o debajo de 20.000 a 15 vibraciones
por segundo. Sin ir más lejos, si ponemos una radio o
televisor en una habitación, y la sintonizamos, veremos o
escucharemos un programa. La información, las ondas que
la transmiten, están alrededor nuestro, en todas partes. Sin
embargo, nosotros no podemos captarlas. No estamos
preparados para ello. Y existen, están ahí, forman parte del
entorno.
Lo mismo ocurre con el tacto. Sabemos que los átomos
son prácticamente vacío. Si el núcleo de un átomo fuera
como una pelota de futbol, los electrones girarían
alrededor a unos 30 kilómetros de distancia. Más del 99 %
de lo que llamamos materia, es vacío. Sin embargo,
percibimos e interpretamos la energía vibratoria de los
átomos como solidez. Es esa energía vibratoria la que crea
los objetos, no una materia que no existe. Todo lo que
consideramos real, no es más que una ilusión formada
en el cerebro. Literalmente, es un holograma que creamos
dentro de nosotros. Afuera está toda la energía del
Universo, pero estamos limitados a captar una
microscópica porción.
Recapitulemos. Nuestro cerebro es una máquina en la
que la información que recibe genera el mundo. Esta
máquina es conducida por su usuario. Y aquí es donde
radica todo. La mente, lo que pensamos, puede ser
dirigida o puede ser inducida a comportarse de
determinada manera de forma inconsciente. Sin que
tengamos un verdadero control sobre ella. Toda una serie
de mecanismos neuronales conforma nuestra forma de
actuar. Entender como funcionan, cuales son sus normas y
reglas, nos permitirá dirigir nuestra vida en el sentido que
deseemos. Controlar nuestra mente, y en consecuencia
nuestra vida, o dejarnos arrastrar por la corriente.

Todo empieza en la mente. Del mismo modo que creemos


que el mundo es como lo interpretan los sentidos, y
sabemos que hay mucho más, también suponemos que la
vida, como la pensamos, es igual. Y debemos darnos
cuenta de que es porque hemos aprendido a creer que es
así. Pero hay maneras de cambiar nuestro modo de
pensar mejorando nuestra vida. Que sí.
De momento lo dejamos aquí. Que no solo de pan vive el
hombre, sino también de ran rataplam chin pum. O sea,
que hay que salir a solazarse un rato. A ser buenos hasta
que el cuerpo aguante.

Xavier Arriarán

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