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Taller de Oración.

Ficha Nro 1
Cuando ustedes oren digan: “¡Padre!”

OBJETIVO: Que los chicos empiecen a conocer el método que propone el Padre Gasparino. Que
comprendan la necesidad de buscar un momento adecuado para la oración y que comiencen a mantener
un vínculo de mayor intimidad con el Padre.

PRESENTACION DEL CURSO:


El curso se compone de 14 reuniones divididas en dos partes de siete con un tiempo en el medio
para poner en práctica lo aprendido y perseverar en la oración. En cada lección se les señalará una “tarea
para la casa”: un ejercicio práctico que deberán hacer diariamente con toda diligencia.
Partiremos de un método muy sencillo: hojearemos con calma y con fe todo el Evangelio,
interrogando a Jesús acerca de la oración.
Procuraremos estudiar todos los consejos que sobre ella nos ha dado Jesús. ¡Nos dio tantos! Con
palabras y sin palabras, o sea con hechos y ejemplos.
Para comenzar, una primera advertencia: no basta proponerse aprender a orar y adquirir hábitos
buenos, es necesario también desaprender nuestros hábitos malos de oración: mecanización de las
palabras, distracción habitual, superficialidad, corazón cerrado, mente ausente...
Quien no cae en cuenta de estas malas hierbas que sofocan la oración verdadera, no aprenderá a
orar.

PEQUEÑO DIÁLOGO:
Intentamos un diálogo con los chicos para que cada uno cuente sus experiencias personales con
la oración. Se puede partir de algunas preguntas como:

• ¿Qué importancia le dan a la oración? ¿Para qué sirve?


• ¿Por qué decidieron participar de estos encuentros?

CONTENIDO:
Para comenzar vamos a partir de la primera lección de Jesús sobre el Padre Nuestro
Leamos : Lucas 11,1
Mateo 6,9
“Jesús elegía cuidadosamente el lugar para la oración”.
La oración es algo tan importante que necesita un ambiente que la favorezca, que ayude al
recogimiento y a la concentración. El lugar que Jesús eligió, de acuerdo a una tradición bastante cierta, no
es sólo un lugar adecuado, es también un lugar sugestivo: es una cueva en la que uno se siente casi
transportado a la oración. También junto al Huerto de Getsemaní los Franciscanos de Tierra Santa han
encontrado grutas sugestivas, lugares maravillosos para orar.
Debemos aceptar ante todo esta indicación de Jesús: para orar hay que elegir un lugar y un tiempo
adecuados, como Él lo hacía:
“Jesús se retiraba a lugares desiertos para orar”. (Lucas 5, 16)
“Jesús se retiró a una montaña para orar”. (Lucas 6, 12a)
“Por la mañana antes que amaneciera, Jesús se
levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando”. (Marcos 1, 35)
“Pasó toda la noche en oración”. (Lucas 6, 12b)

Estos no son detalles de poca importancia: el lugar y el tiempo nos condicionan siempre.
Ciertamente deberíamos saber orar en cualquier lugar y en cualquier situación (Jesús oraba en la cruz... no
era un lugar de delicias), pero cuando nos es posible escoger debemos hacerlo bien.
También el tiempo es importante: una cosa es orar con la cabeza llena de preocupaciones, y otra
muy distinta hacerlo con la mente reposada.
Los discípulos se habían percatado de que Jesús pasaba las noches en oración, que oraba durante
largo tiempo.
Ellos también estaban habituados a orar: en la sinagoga se oraba a base de salmos y bendiciones:
(berakoth) oración vocal, intercalando prolongadas escuchas de la Palabra. Pero ellos percibían que en
Jesús había algo nuevo, algo muy distinto. ¿Qué era? Ese permanecer tanto tiempo en oración les
revelaba que Jesús poseía un secreto, una novedad, y ellos deseaban aprenderla. ¿Cómo hacer para poder
estar ratos tan prolongados en silencio? ¿Qué hace durante estos ratos? Probablemente todas estas
preguntas estén contenidas en su petición: “Maestro, enséñanos también a nosotros a orar”.
Quizás ellos esperaban de Jesús una receta para rezar, pero Jesús no se las da, no es su estilo. En
cambio les indica una oración vocal, el Padre Nuestro. ¿Qué significa esto? Significa algo muy
importante: que el Padre Nuestro no es tanto una oración vocal como una oración para sustentar el
silencio. Más que una oración es una pista para orar. Sería necesario no rezar nunca el Padre Nuestro con
apresuramiento como lo hacen frecuentemente tantos cristianos pues eso lo desfigura. La mejor manera
de decirlo es recitarlo saboreando las palabras, deteniéndose en sus conceptos y en su contenido. Creo que
quien se habitúa a rezarlo empleando al menos un cuarto de hora, se acerca realmente a lo que Jesús quiso
enseñar.

Examinemos atentamente las palabras de Jesús: “Cuando oren, digan: ¡Padre!” ¡Esto basta! Da
lugar a mucha reflexión. Hay que captar ante todo la lección: ¿cuál es el primer acto de la oración? La
oración es una relación vital con Dios. Por eso debe ser un acto humano consciente, racional, no debe ser
un acto mecánico. Quien hace de la oración un acto mecánico la desnaturaliza, la desfigura. Es “contacto
vital con Dios”, no un contacto mecánico, anónimo, sin alma. Jesús nos enseña que la oración es relación,
es intimidad, es profundización de la realidad de Dios. Enseñándonos a decir: ¡Padre!, Él nos enseña que
en la oración hay que sentir el latido de un corazón de hijo. Jesús enseña que la oración es cordialidad,
sencillez, abandono, humildad... es sentirnos hijos. Sentimos a Dios como Padre y nos sentimos a
nosotros como sus hijos. Sin este clima no obedecemos a Jesús. Si en la oración no se enciende una
chispa de ternura para con Dios, no estamos orando como Jesús enseña.
Debo sentirme “niño”, ser capaz de decir “papá”, esto es lo que Jesús quiere. Debo desterrar el
orgullo, la presunción; el orgulloso no debería rezar.
Esta relación con Dios debe darme seguridad:
“¿Hay algún padre entre ustedes que cuando su hijo le pide pan le dé una piedra?
¿O que dé a su hijo una serpiente cuando le pide pescado? ¿Y si le pide un huevo,
le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus
hijos, cuánto más el Padre del cielo...”. (Lucas 11, 11 ss.)
Decir “Padre” significa tener seguridad, confianza, amor, abandono.

Si se da esta relación de ternura con Dios, se pueden afrontar los problemas más arduos, los
momentos más difíciles, como lo hizo Jesús en Getsemaní.
“Abba, Padre, papá (Jesús usó precisamente esta palabra), todo te es posible:
aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. (Marcos 14,
36)
Cuando hay una relación profunda con Dios, basada en la comprensión de su paternidad y de su
ternura, entonces la oración hace milagros. Pero para que la oración se torne relación de ternura se
requieren reflexión y hondura, calma, silencio y amor; exige preparación y precisa un clima adecuado.
Quien no lo comprenda no alcanzará la oración que Jesús enseña.

ORACION GRUPAL GUIADA:


Comenzaremos la oración con algún canto como “Callemos Hemanos” para entrar en clima.
Guía para hacer silencio y encontrar postura adecuada:
Vamos a intentar hacer silencio en nuestro interior para poder encontrarnos con Dios que nos está
esperando. Tratemos de alejar todas nuestras preocupaciones, todas las cosas que ocupan nuestros
pensamientos y no nos permiten relajarnos, hacer silencio para escuchar al Señor. Dediquemos este
momento exclusivamente para entrar en intimidad con Dios.
Busquemos una postura cómoda para que nada nos distraiga ni nos moleste. Dispongámonos y
abandonémonos completamente en las manos del Señor.

Guía para la oración:


Repitamos dentro nuestro, pausadamente, la palabra Padre pidiéndole al Señor que nos enseñe a
orar.
Cantamos “Padre me pongo en tus manos”.
Señor, no sé rezar. Quiero aprender a hacerlo, quiero aprender a hacer de la oración un momento
de encuentro. Dame la capacidad de sentirme hijo, de ponerme en tus manos, la confianza plena en vos
para llamarte y sentirte Padre. Ayúdame a descubrir y experimentar que es a través de la oración como
voy a poder crecer en mi relación con vos.
A veces siento que no tengo tiempo para dedicarle un momento al encuentro con vos, me dejo
llevar por las preocupaciones de todos los días y me olvido o simplemente lo dejo pasar. Quiero pedirte
perdón por todas las veces que me estuviste esperando y no fui a tu encuentro; por todas las veces que
sentí que podía solo, que no necesitaba de tu compañía, de tu aliento, de la fuerza que me da sentirme
cerca tuyo.
Sé que solo no puedo, que necesito de vos para darle un sentido pleno a mi vida. Por eso, quiero
pedirte que me ayudes a ser perseverante en la oración. Quiero conocerte un poco más, aprender a
disfrutar de sentirme amado por vos.
“Enséñame a orar”, enséñame a mostrarme débil frente a vos, a ser transparente, a descubrir que querés
tener conmigo una relación de ternura.
Te doy gracias porque a pesar de que muchas veces te doy la espalda, seguís amándome
incondicionalmente y buscando encontrarte conmigo siempre. Acá estoy, Padre me pongo en tus manos...
Ahora vamos a cantar el Padre Nuestro lentamente. Intentemos disfrutarlo meditando y
deteniéndonos en todo lo que decimos.
Taller de oración
Ficha Nro 1: Cuando ustedes oren digan: “¡Padre!”

Para rezar durante la semana


Esta semana vamos a trabajar especialmente en la búsqueda de un lugar adecuado para la
oración. Los primeros días les vamos a proponer algunos lugares que creemos que son convenientes y los
últimos días vamos a dejarlos que ustedes los elijan.

Empleen media hora para la oración:

Un cuarto de hora en preparar el clima interior adecuado: traten de hacerlo repitiendo


pausadamente la palabra “Padre”.
Luego, durante otro cuarto de hora saboreen la oración del Padre Nuestro.
Cada día, al finalizar la oración pensá en un compromiso para realizar al día siguiente para que la
oración dé sus frutos y pedile a la virgen que te acompañe.

Primer día: Hoy te proponemos que reces frente a Jesús en alguna capillita o Iglesia que te guste. En el
primer momento de preparar el clima interior pedíle a Jesús que te enseñe a orar así como lo hizo con sus
discípulos. Animáte a hablar con Él como un amigo con el que querés empezar una relación distinta
basada en la ternura y la confianza mutua.

Segundo día: Hoy la propuesta es que reces al aire libre para que descubras que Dios está presente de un
modo especial en la naturaleza. Sería bueno que puedas disfrutar de encontrarlo en todos lados, que te
abandones a sentir su presencia en todo lo que te rodea.

Tercer día: Hoy vamos a rezar en algún lugar tranquilo de nuestra propia casa. Los puede ayudar
prepararlo de alguna manera especial (una imagen de Jesús o de la Virgen, una vela, o cualquier otra cosa
que simbolicce para ustedes la presencia de Dios).

A partir del cuarto día traten de buscar ustedes diferentes lugares que les parezcan adecuados
para probar distintas maneras de encontrarse con Dios. Este ejercio es para que se den cuenta de la
importancia de elegir cuidadosamente el lugar para rezar y para que, a partir de ahora, oren en el lugar
donde la presencia de Dios se les manifieste más claramente.

No vuelvan a profanar el Padre Nuestro recitándolo mecánicamente: aprendan a “hacer” el Padre


Nuestro empleando siempre por lo menos un cuarto de hora. Sólo así se curarán del apresuramiento y de
la superficialidad y aprenderán verdaderamente a orar.
Que María les conceda una centella de su amor.

Cada mañana al levantarse recen el salmo 131 (La infancia espiritual) para
recordar y rezar alguna frase durante todo el día, cada vez que lo necesiten.

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