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Te amo, oh Hashem, fortaleza mía.

Hashem, roca mía y castillo mío, y mi


libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi
alto refugio. Invocaré a Hashem, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de
mis enemigos.
Hashem me ha premiado conforme a mi justicia; Conforme a la limpieza de mis
manos me ha recompensado.
Porque yo he guardado los caminos de Hashem, y no me aparté impíamente de
mi Dios. Pues todos sus juicios estuvieron delante de mí, Y no me he apartado
de sus estatutos.
Fui recto para con él, y me he guardado de mi maldad, por lo cual me ha
recompensado Jehová conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de mis
manos delante de su vista.
Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, Y recto para con el hombre
íntegro.
Limpio te mostrarás para con el limpio, Y severo serás para con el perverso.
Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos.
Tú encenderás mi lámpara; Hashem mi Dios alumbrará mis tinieblas.
Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros.
En cuanto a Dios, perfecto es su camino, acrisolada la palabra de Hashem;
Escudo es a todos los que en él esperan (salmo 18:1-3, 20-30 orando desde la
victoria)

Oye, oh Hashem, y ten misericordia de mí; Hashem, sé tú mi ayudador. (salmo


30:10)

Oh Hashem, Dios de mi salvación, día y noche clamo delante de ti.


Llegue mi oración a tu presencia; Inclina tu oído a mi clamor.
Te he llamado, oh Hashem, cada día;
He extendido a ti mis manos.
¿Será contada en el sepulcro tu misericordia, o tu verdad en el Abadón?
¿Serán reconocidas en las tinieblas tus maravillas, y tu justicia en la tierra del
olvido? (Salmo 88: 1-2, 11,12)

Nadie que confíe en ti será jamás avergonzado, pero la deshonra les llega a los
que tratan de engañar a otros. Muéstrame la senda correcta, oh SEÑOR;
señálame el camino que debo seguir. Guíame con tu verdad y enséñame, porque
tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi esperanza. Recuerda,
oh SEÑOR, tu compasión y tu amor inagotable, que has mostrado desde hace
siglos.
Por el honor de tu nombre, oh SEÑOR, perdona mis pecados, que son muchos.
(salmo 25:3-6,11)

El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre; los juicios
del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos; (salmo 19:9)

Levántate, Hashem; sálvame, Dios mío; Porque tú heriste a todos mis enemigos
en la mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste.
La salvación es de Hashem; Sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah (salmo 3:7-
8)

Porque tú no eres un Dios que se complace en la maldad; el mal no mora contigo.


Los que se ensalzan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que
hacen iniquidad.
Destruyes a los que hablan falsedad; el SEÑOR abomina al hombre sanguinario y
engañador.
Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me
postraré en tu santo templo con reverencia.
Hashem, guíame en tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí
tu camino.
Porque no hay sinceridad en lo que dicen; destrucción son sus entrañas,
sepulcro abierto es su garganta; con su lengua hablan lisonja.
Tenlos por culpables, oh Dios; ¡que caigan por sus mismas intrigas!
Echalos fuera por la multitud de sus transgresiones, porque se rebelan contra ti.
Porque tú, oh SEÑOR, bendices al justo, como con un escudo lo rodeas de tu
favor. (salmo 5:4-10, 12)

Dios ocupa su lugar en su congregación; Él juzga en medio de los jueces. ¿Hasta


cuándo juzgaréis injustamente y favoreceréis a los impíos? (Selah). Defended al
débil y al huérfano; haced justicia al afligido y al menesteroso.
Rescatad al débil y al necesitado; libradlos de la mano de los impíos.
No saben ni entienden; caminan en tinieblas; son sacudidos todos los cimientos
de la tierra. ¡Levántate, oh Dios, juzga la tierra! Porque tú posees todas las
naciones. (Salmo 82:1-5,8)

Alabaré al Hashem con todo mi corazón. Todas tus maravillas contaré;


en ti me alegraré y me regocijaré; cantaré alabanzas a tu nombre, oh Altísimo.
Cuando mis enemigos retroceden, tropiezan y perecen delante de ti.
Porque tú has mantenido mi derecho y mi causa; te sientas en el trono juzgando
con justicia. Has reprendido a las naciones, has destruido al impío, has borrado
su nombre para siempre jamás. El enemigo ha llegado a su fin en desolación
eterna, y tú has destruido sus ciudades; su recuerdo ha perecido con ellas.
Pero el SEÑOR permanece para siempre; ha establecido su trono para juicio,
y juzgará al mundo con justicia; con equidad ejecutará juicio sobre los pueblos.
Será también el SEÑOR baluarte para el oprimido, baluarte en tiempos de
angustia.
En ti pondrán su confianza los que conocen tu nombre, porque tú, oh SEÑOR, no
abandonas a los que te buscan. Pues el necesitado no será olvidado para
siempre, ni la esperanza de los afligidos perecerá eternamente.
Levántate, oh SEÑOR; no prevalezca el hombre; sean juzgadas las naciones
delante de ti. Pon temor en ellas, oh SEÑOR; aprendan las naciones que no son
sino hombres. (salmo 9:1-10, 18-20 dando gracias gracias por la justicia
concedida)

Entonces vi, en medio de los cuatro seres vivientes y del trono y los ancianos, a
un Cordero que estaba de pie y parecía haber sido sacrificado. Tenía siete
cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la
tierra. Se acercó y recibió el rollo de la mano derecha del que estaba sentado
en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro
ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de
oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban
este nuevo cántico:
«Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste
sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua,
pueblo y nación.
De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y
reinarán sobre la tierra».
Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de
los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares
y millones de millones. Cantaban con todas sus fuerzas:
«¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y
la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!»
Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el
mar, a todos en la creación, que cantaban:
«¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos!»
Los cuatro seres vivientes exclamaron: «¡Amén!», y los ancianos se postraron y
adoraron. (Apocalipsis 5:6-14)

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