Vous êtes sur la page 1sur 26

CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS

Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO

SECRETARÍA EJECUTIVA
Raúl Gutiérrez Lombardo
COORDINACIÓN DE INVESTIGACIÓN
Lucía González
COORDINACIÓN DE SERVICIOS BIBLIOTECARIOS
Javier Arias Velázquez
COORDINACIÓN DE PUBLICACIONES Y DIFUSIÓN
Fernando Zambrana

Primera edición 2018


© CENTRO DE ESTUDIOS FILOSÓFICOS, POLÍTICOS
Y SOCIALES VICENTE LOMBARDO TOLEDANO

Calle V. Lombardo Toledano num. 51


Exhda. de Guadalupe Chimalistac
Ciudad de México, c.p. 01050
tel: 5661 17 87
lombardo@centrolombardo.edu.mx
www.centrolombardo.edu.mx

ISBN 978-607-466-100-2

SERIE ESLABONES EN EL DESARROLLO DE LA CIENCIA

La edición y el cuidado de este libro estuvieron a cargo


de las coordinaciones de investigación y de publicaciones del CEFPSVLT
ÍNDICE

PRÓLOGO GENERAL 1

PRIMERA PARTE:
NATURALEZA CULTURA
PRÓLOGO 9

DICOTOMÍA CAMPO/CIUDAD:
¿ES ACASO LA CIUDAD LA CULMINACIÓN
DE LA EVOLUCIÓN SOCIOCULTURAL?
VIEJAS Y NUEVAS PERSPECTIVAS
Florence Rosemberg 15

DICOTOMÍAS EN LA PLÁSTICA
MESOAMERICANA DEL ROSTRO:
NOSOTROS Y EL OTRO
Andrea Silva Caballero 35

CONTINGENCIA Y NECESIDAD:
EL DEBATE GOULD-CONWAY MORRIS
Aura Ponce de León 55

FILOSOFÍA DE LA BIOLOGÍA:
EL CAMINO INDICADO
DESDE LA CIENCIA PURA Y DURA
Raúl Gutiérrez Lombardo 71

ENTRE LOS CONFINES DE LA PREHISTORIA


Y LA HISTORIA.
REFLEXIONES ACERCA DE LOS LÍMITES
TEMPORALES Y DISCIPLINARES DEL ESTUDIO
DEL PASADO DE LA HUMANIDAD
Gabriela Espinoza Verde 81
CULTUREZA. HACIA LA EXTINCIÓN
DE LA DICOTOMÍA NATURALEZA-CULTURA
Y UNA METAMORFOSIS POLÍTICA
María Haydeé García Bravo 93

DE LA MUJER SALVAJE AL HOMBRE CIVILIZADO,


DE LA MUJER-MADRE-TIERRA AL HOMBRE PRESCINDIBLE:
PREJUICIOS DE IDA Y VUELTA EN LOS MODELOS
EVOLUTIVOS DE NUESTRA ESPECIE
Gloria Falcón Martínez 115

¿LA PIEL COMO FRONTERA?


REFLEXIONES SOBRE EL INTERIOR
Y EL EXTERIOR A PARTIR
DE LA EXPERIENCIA ESTÉTICA
Adriana Guzmán 125

DE QUIMERAS Y MONSTRUOS:
UN LARGO Y SINUOSO CAMINO
HACIA EL HOMBRE NORMAL
José Luis Vera Cortés 159

SEGUNDA PARTE
MENTE, COGNICIÓN Y COMPORTAMIENTO

PRÓLOGO 171

BINOMIO, TRINOMIO… PANDEMÓNIUM


Xabier Lizarraga Cruchaga 179

RELACIONES DE PAREJA:
AMOR Y SEXO
José Padua Gabriel 205

RELATO DE UN DESLIZ DICOTÓMICO.


LA PRUEBA DE LA MARCA EN UNA INFANTE
DE MACACA ARCTOIDES CRIADA ENTRE HUMANOS:
PERCEPCIÓN DE CONTINGENCIAS
O AUTORRECONOCIMIENTO
Pilar Chiappa 223
LA MELANCOLÍA O EL PLACER DE ESTAR TRISTES.
LA TRISTEZA EN EL HOMO SAPIENS
Isabel Vieyra Ramírez 255

COMPUTACIÓN Y CORPORIZACIÓN:
EL CASO DE LA MODULARIDAD FODORIANA.
UNA NUEVA VERSIÓN DEL MUNDO DE LAS IDEAS:
ANTROPOLOGÍA FÍSICA, MENTE Y CUERPO
Jorge Luis Hernández Ochoa 265

LIBRE ALBEDRÍO-DETERMINISMO
Oscar Alejandro Peña Granados 285

MÁS ALLÁ DEL DEBATE NATURALEZA/CRIANZA:


LA EXPERIENCIA MUSICAL DEL AGENTE HUMANO
Ximena A. González Grandón 295

DICOTOMÍA CUERPO-AMBIENTE
Melina Gastélum 317
PRIMERA PARTE
NATURALEZA-CULTURA
DICOTOMÍA CAMPO/CIUDAD:
¿ES ACASO LA CIUDAD LA CULMINACIÓN
DE LA EVOLUCIÓN SOCIOCULTURAL?
VIEJAS Y NUEVAS PERSPECTIVAS

FLORENCE ROSEMBERG

Las categorías binarias son peligrosas porque diluyen la


complejidad de lo real en favor de esquemas simplistas y
forzados.
Elizabeth Badinter

Vivimos en la edad de las ciudades. La ciudad lo es todo


para nosotros, nos consume y por esa razón la glorifica-
mos.
Onookome Okome

Desde niños nos enseñan historia y, si esto se reflexiona, es en


realidad la historia de las ciudades. Nos comienzan a hablar de las
primeras civilizaciones: Mesopotamia, Egipto, India y China, des-
pués nos cuentan acerca del surgimiento del imperio mexica y el
Inca. Luego nos hablan de la polis griega, la civitas romana, las
ciudades en la Edad Media y se concluye, junto con la fundación,
y muchas veces refundación, de las ciudades coloniales a escala
mundial, a partir del siglo XV y hasta nuestros días. Así, podemos
decir que en nuestra historia surgen dos grandes revoluciones que
serán muy importantes en la evolución sociocultural de Homo
sapiens demens 1: la revolución de la agricultura, hace aproximada-
mente 10,000 años, y la revolución urbana, con alrededor de 3,500.
Aunado a esto, es importante subrayar que la sociedad urbana
surge simultáneamente con la formación del Estado.
La antropología, surgida del pensamiento occidental, aparece
como tal en ciudades, pero en su origen se preocupará fundamen-
talmente por aquellas culturas no occidentales y, por ende, no
urbanas, es decir, por los grupos “exóticos”, indígenas y/o campe-
sinos. En otras palabras, el surgimiento de la antropología en el

Escuela Nacional de Antropolgía e Historia.


16 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

siglo XIX y los albores del siglo XX comienza por la preocupación


de aquellas culturas no urbanas: costumbres, cosmovisiones y
formas de organización social. Será en Inglaterra, Francia y Esta-
dos Unidos donde surgirán estas nuevas teorías y, por lo tanto,
donde se inaugurará la antropología como una nueva disciplina.
No será sino hasta los años veinte del siglo pasado cuando
Robert Park iniciará la llamada Escuela de Chicago (Rosemberg,
2000) de la que surgirán grandes estudiosos de las ciudades. Los
temas a trabajar en la antropología urbana son muy variados y
ricos por sus dimensiones e importancia, y mencionaremos los
más sobresalientes: migración local y trasnacional, redes sociales
urbanas, pandillas, vecindarios, ciudades perdidas, procesos po-
líticos, identidades sexogenéricas, comercio y empresarios, redes
de comunicación, relaciones interétnicas y de clase, congregacio-
nes religiosas, ceremonias públicas y privadas, indigentes, adultos
mayores, jóvenes y niños, carreras profesionales, deportes, rela-
ciones patrón-cliente, parentesco y familia, burocracia, movi-
mientos sociales, ciudades locales y globales, etc., en otras pala-
bras, ha habido un cambio de la antropología en la ciudad y de la
ciudad.
En 1963 la frase “antropología urbana” aparece publicada en
ensayos, libros de texto y en 1972 surge la revista titulada Urban
Anthropology. Para el antropólogo urbano Ulf Hannerz (1986) hay
cinco dominios a explorar en la ciudad: provisionamiento (pro-
ducción); grupo doméstico, familia y parentesco (reproducción
social); ocio; vecindad y sus diversas formas, y el tráfico (contactos
urbanos rutinarios, pero a menudo impersonales). El contenido y
relativo volumen de situaciones en cada dominio varían de ciu-
dad en ciudad y con diferentes formas de organizar y experimen-
tar el mundo de la urbe; todos éstos cambian en grados de
intimidad, continuidad y elaboración simbólica.
En líneas anteriores se afirmó que el surgimiento de la ciudad
será un hito en la historia, que conllevará en su origen la idea de
la no-ciudad, de lo rural, del habitante no urbano, el campesino.
En otras palabras, la ciudad nace en contradicción/complementa-
riedad dicotómica con el campo, porque los habitantes de las
ciudades no suelen producir lo mismo que los no urbanícolas. Por
ello, es importante, antes de continuar, mostrar qué se entiende
por dicotomía: “es la división de un concepto en dos conceptos
CAMPO/CIUDAD / 17

contrarios que agotan la extensión del primero” (Ferrater Mora,


1965: 452) y es también “bifurcación, división en dos partes”
(Alonso, 1991: 1550).
Es entonces que la modernidad reavivará y basará parte de su
concepción-acción en las dicotomías. René Descartes (1596-1650)
es su máximo exponente y su mayor error fue:

la separación abismal entre cuerpo y mente, entre la sustancia medi-


ble, dimensionada, mecánicamente operada e infinitamente divisi-
ble del cuerpo, por una parte. Y la sustancia sin dimensiones, no
mecánica e indivisible de la mente; la sugerencia de que razonamien-
to, juicio moral y sufrimiento derivado de dolor físico o de alteración
emocional pueden existir separados del cuerpo. Específicamente: la
separación de las operaciones más refinadas de la mente de la
estructura y operación de un organismo biológico (Damasio, 1996:
277, 278).

A continuación, se muestran tres dicotomías clásicas en la teoría


social que marcaron y siguen marcando las líneas de investigación
para muchos pensadores.
En la tesis delineada en su libro Derecho antiguo (1861), Sir
Henry James Sumner Maine consideraba que la ley y la sociedad
se desarrollaron del estatus al contrato, es decir, que en el mundo
antiguo los individuos estaban fuertemente entrelazados por el
estatus a los grupos tradicionales, mientras que en la modernidad
son agentes autónomos que son libres de hacer contratos y formar
asociaciones con quienes ellos decidan escoger. En otras palabras,
en las sociedades primitivas las relaciones sociales estaban domi-
nadas por el estatus como condición de la sociedad en la que todas
las relaciones interpersonales asumen la forma de relaciones fa-
miliares, con autoridad patriarcal y determinado por el parentes-
co, mientras que en las sociedades “progresivas” o complejas las
relaciones vienen determinadas por el contrato voluntario.
El sociólogo Ferdinand Tönnies se hizo famoso en 1887 por su
distinción de comunidad y sociedad (Gemeinashaft und gesellshaft);
dependiendo del tamaño de la población y su grado de comple-
jidad en la división social del trabajo es como se dan los diferentes
tipos de relaciones sociales. Las comunidades no precisarían de
derecho para regir sus relaciones, mientras que los segundo sí. El
pueblo o el campo están caracterizados por las relaciones sociales
18 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

que son de tipo personal y afectivas. Instituciones sociales repre-


sentativas de este tipo de relación son: la familia y la Iglesia. En
contraste con las relaciones impersonales e instrumentales pro-
pias de una ciudad o gran urbe. En este caso la fábrica es la
institución social representativa; una conclusión que se puede
sacar es que, cuando la división del trabajo es más compleja, más
competitiva e individualistas, cambian las relaciones entre las
personas. Tönnies definió la comunidad como el tipo de asocia-
ción en el cual predomina la voluntad natural, en cambio, la
sociedad era aquel tipo de comunidad formado y condicionado
por la voluntad racional.
Finalmente está Émile Durkheim, quien consideró que hay dos
tipos de solidaridad: la mecánica y la orgánica. La primera, es la que
se presenta en comunidades rurales, la familia y grupos de mejo-
res amigos, donde las relaciones y la comunicación son “cara a
cara”. La segunda es la que se da en las sociedades industriales
como consecuencia de la división del trabajo en las empresas, lo
cual hace que las personas sean cada vez más diferentes entre sí
y el sentido de pertenencia a un grupo que predomina en las
comunidades pequeñas o en la familia puede diluirse.
Estas dicotomías han influido intensamente en la investigación
en la antropología urbana. A continuación, se expone brevemente
la polémica que surgió entre Robert Redfield y Óscar Lewis en el
siglo XX.
Redfield llegó a la península de Yucatán (1941) para trabajar a
escala regional; estudió cuatro lugares para su investigación: Mé-
rida, la única ciudad grande; Dzitás, una villa situada junto al
ferrocarril; Chan Kom, un pueblo campesino, y Tuzik, un pueblo
tribal de los mayas semindependientes de Quintana Roo. Quería
comprender las interrelaciones que había entre los distintos espa-
cios y buscaba entender cómo la cultura se iba diversificando
mientras más cercano se encontraba el núcleo urbano centraliza-
dor de servicios, administración, cultura, etc., es decir, la influen-
cia de la ciudad, en este caso Mérida, sobre el campo y éste sobre
la ciudad. Concluyó que la ciudad es un espacio individualizado,
heterogéneo y secular, a diferencia del mundo folk (o campesino) donde
las sociedades mantenían su cultura homogénea, colectiva y religiosa. Es
decir que, Redfield acuña la dicotomía folk-urbano.
CAMPO/CIUDAD / 19

Años más tarde, Óscar Lewis (1957) mostró en una investiga-


ción hecha con migrantes de Tepoztlán en la Ciudad de México,
que mirar y pensar a/en los habitantes de la ciudad como aquellos
sujetos que pierden sus tradiciones y costumbres era un grave
error. Encontró en las vecindades donde convivió con ellos, que
ni perdían la memoria de sus lugares de origen, ni se seculariza-
ban, ni abandonaban su sentido de solidaridad y que, al pasar de
los años, seguían conservando su vida colectiva, tanto en la ciu-
dad como sus lazos con sus lugares de origen.
Esta polémica llevó a muchos antropólogos a repensar en la
utilidad de la dicotomía que yacía veladamente en los pensadores
antes mencionados: el campo versus la ciudad. Hoy se menciona
poco la polémica Redfield-Lewis, aunque en realidad siguen vivas
las preguntas que ellos se hacían. Hay que mencionar que la
dicotomía redfieldiana llevaba un elemento que los otros socioan-
tropólogos no tuvieron en cuenta y es el concepto de continuum;
no obstante, este concepto no llegó a resquebrajar el dualismo
retomado de Tönnies y Durkheim.
¿Cómo ir más allá de esta dicotomía campo/ciudad? ¿Hay
posibilidad de pasar de la diada a la triada? Veamos algunas
posibilidades que requieren, por un lado, conocer la evolución
sociocultural y, por el otro, de las variadas respuestas que los
estudiosos nos ofrecen.
Hay dos temas, y varias preocupaciones, que han recorrido de
manera persistente las páginas de muchos de los estudios antro-
pológicos de los últimos años. Por una parte, el estudio del efecto
de la emigración rural en el crecimiento urbano y en la emergencia
de nuevos espacios y formas de vida que se definían y elaboraban
en las ciudades a donde llegaban los migrantes en busca de las
actividades y el ingreso que cada día era más difícil de obtener en
sus comunidades de origen. Por la otra, “por el efecto de las crisis
y los cambios macroeconómicos en las comunidades rurales, por
lo regular también alejadas y pobres, que desde los años cuarenta
se convirtieron en cantera de emigrantes” (Arias, 2002: 363).
En realidad, nos dice Patricia Arias, han comenzado a dejar
obsoletas las arraigadas nociones y los instrumentos centrados en
la dicotomía campo-ciudad que daban por supuesta la contrapo-
sición entre un mundo rural, irremediablemente estático, y uno
urbano indiscutible en constante movimiento. Una excepción fue
20 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

el trabajo de uno de los miembros del equipo de Jorge Alonso,


titulado La ciudad invade al ejido de Jorge Durand (1983), el cual
mostró que la expansión de la urbanización popular se había
topado, efectivamente, con espacios vividos, es decir, con territo-
rios donde había gente con historia y trayectoria como los cam-
pesinos del pueblo de San Bernabé.
La investigación en ese lugar del sur del Distrito Federal que
como colonia popular pasó a llamarse el Cerro del Judío, detectó
la existencia y persistencia de ejidatarios y comuneros que con-
servaban, aunque de manera cada día más precaria, formas de
subsistencia ligadas a la agricultura, a los quehaceres tradicionales
diversos de una sociedad campesina. El estudio mostró, además,
que el avance de la urbanización popular sobre el mundo campe-
sino había dado lugar a formas de lucha y resistencia donde
habían confrontado los intereses, valores, proyectos de los grupos
sociales originales y los de los inmigrantes, confrontación que
solía expresarse en contiendas políticas interminables. La investi-
gación se detuvo en ese momento, pero dejó al descubierto una
posibilidad: la complejidad del proceso de expansión y pobla-
miento de espacios periféricos que desde la perspectiva de los
inmigrantes podían ser vacíos, no así desde las comunidades a las
que les había llegado, como caída del cielo o del infierno, la
demanda urbana de nuevos usos del suelo, de su suelo.
La concepción de la periferia urbana como un espacio vacío que
comienza a ser construido y pensado a partir de la llegada de
inmigrantes que se convierten en colonos caló hondo en la inves-
tigación social, no únicamente antropológica, durante mucho
tiempo. Como quiera, la investigación antropológica que hoy se
realiza es distinta, ya que desde hace algún tiempo antropólogos
e historiadores han comenzado a recuperar, con base en la historia
oral sobre todo, las memorias, las reconstrucciones y elaboracio-
nes de los pobladores de barrios y comunidades añosos de las
ciudades de México (Arias, 2002: 366). Un ejemplo etnográfico de
actualidad es el de pueblos dedicados a la agricultura circundan-
tes a la Ciudad de México que demuestran la supuesta pasividad
a los procesos de expansión de la ciudad: la resistencia a la
urbanización en un pueblo de San Antonio Tecómitl (Corella,
2013) y las formas en las que organizadamente la han podido
detener hasta ahora.
CAMPO/CIUDAD / 21

Uno de los ámbitos más tradicionalmente afín a la investigación


antropológica ha sido sin duda el mundo rural. Ligados al estudio
de comunidades y etnias indígenas, los antropólogos solían tra-
bajar en comunidades y regiones alejadas, en ocasiones muy
distantes de las ciudades; allí donde, se suponía, se habían preser-
vado, en mayor o menor medida, sistemas originales y distintos
de vida, trabajo, cultura.

De una u otra manera, compartíamos tres supuestos sobre el mundo


rural: en primer lugar, que las sociedades rurales eran bastante
similares porque, y este era el segundo supuesto, todas estaban
orientadas y definidas por el quehacer agrícola de su población. En
tercer lugar, se suponía que la agricultura podía todavía —sobre todo
después de un importantísimo reparto agrario— garantizar la sobre-
vivencia familiar de los campesinos y, de ese modo, asegurar tam-
bién la persistencia de la estructura social comunitaria (Arias, 2002:
368).

Así las cosas, las zonas metropolitanas de hoy pueden ser vistas
como espacios sometidos a impulsos variados, a tendencias múl-
tiples que es pertinente estudiar, documentar y analizar en cada
caso. Al mismo tiempo, hay que entender que los impulsos globa-
les han llegado a sociedades distintas y que, por lo tanto, afectan,
son procesados y alteran de diferente manera las vidas locales, las
dinámicas familiares, las relaciones sociales de los municipios y
localidades involucradas. Dos cosas son hoy indudables: actual-
mente, la cercanía a la gran ciudad no significa necesariamente
que desde allí se desprendan vínculos efectivos, relaciones efica-
ces realmente modeladoras del espacio, la vida, los desplazamien-
tos de la gente en los municipios de una zona metropolitana. La
vinculación efectiva entre la ciudad y su entorno se ha convertido
en un asunto por investigar más que en una verdad unívoca y
evidente.

Hoy por hoy también resulta evidente que el Estado ha tenido,


todavía, la capacidad de imponer la instalación de grandes empresas
maquiladoras en los distintos ámbitos del espacio metropolitano,
pero al mismo tiempo ha perdido la capacidad de ordenar la locali-
zación o el modo de funcionar de dichas compañías (Arias, 2002: 377).
22 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

¿Cómo ir más allá de esta dicotomía campo/ciudad? ¿Hay


posibilidad de superar la diada? Pienso que esta dicotomía ya está
superada.

¿QUÉ SUCEDE HOY?


Por primera vez en la historia de Homo sapiens, en 2008, más de la
mitad de la población mundial vivimos en zonas urbanas. En
2030, los pueblos y ciudades albergarán a casi 5,000 millones de
personas (UNFPA, 2007).

Por lo anterior, parecería que el proceso de urbanización es


irreversible a escala global; simultáneamente ya han empezado
—desde la segunda mitad y en especial desde el último tercio del
siglo XX— a producirse los fenómenos relativamente inversos de
desconcentración o dispersión urbanas (urban sprawl), de rural-ur-
banización, des- o antiurbanización o contraurbanización. Más
que “anti” o “contra-urbanismo”, ha habido una expansión cre-
ciente de las poblaciones hacia las coronas periféricas metropoli-
tanas, como subcentros tributarios dependientes de los flujos y
zonas de influencia de las grandes áreas de mercado, empleo, ocio
CAMPO/CIUDAD / 23

y servicios de las grandes capitales y de las grandes ciudades


regionales. Ejemplos recientes son los desastres naturales, como
lo fue el temblor de 1985 en la Ciudad de México por el que mucha
gente emigró de la ciudad, o las inundaciones que en el 2013
devastaron muchos lugares en el país, o bien los desplazados por
la violencia que se está padeciendo en varias ciudades de México
en las que hay espacios desolados.
Las proyecciones mundiales prevén que va a bajar la tasa
demográfica al uno por ciento, con la que se alcanzarán los 9,000
millones hacia el 2050, y los 12,000 millones dentro de un siglo,
asumiendo con optimismo una caída sostenida del crecimiento
en los países en desarrollo a tasas de uno por ciento o menores, a
partir del 2030 (UNFPA, 2002, citado en García-Bellido, 2004: 386).
La historia de la urbanización mundial es reveladora: en 1800
había tres ciudades con más de un millón de habitantes (Londres,
Beijing y Tokio); un siglo después ya eran 16 ciudades; en 1950,
74 y en el 2012, son 442 (Kunzig, 2011: 76-77).
La trans-ciudad global ya no es lo que se entendía por “ciudad”
diferenciada del campo por exclusión, sino un trans-espacio que
ya no viene delimitado por confines regional-geográficos o cultu-
ral-administrativos, sino un espacio sin confines, conectado por
interacciones tele-relacionales atemporales entre los diversos
fragmentos e islas de espacios funcionalmente complementarios
en su totalidad: subsistemas abiertos dentro de un gran sistema
urbano terráqueo en red cerrado y limitado, eso es la “pantópolis”.
En esta ciudad global pantópica, la pantopía universal —a que se
refería Lynch con la “ciudad mundial” o Bueno con la “ciudad
única” o Doxiadis con su “ecumenópolis”— los espacios de tierra
natural, de parques o campos arables sin asfaltar estarían envuel-
tos, limitados y defendidos de ser devorados por la gran cosmó-
polis concentrada y repartida por los nodos y axones de la red
galáctica urbana (García-Bellido, 2004: 406,407).
La ola de urbanización se ha extendido por todo el mundo. En
los países desarrollados y Latinoamérica casi ha llegado a su tope;
más de 70 por ciento de la gente vive en zonas urbanas. En gran
parte de Asia y África la gente aún se dirige hacia las ciudades y
las grandes urbes se han hecho mayores y más comunes (Kunzig,
2011: 71). Los datos de la urbanización en México nos ilustran ese
proceso:
24 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

Fuente: INEGI (S/F) http://cuentame.


inegi.org.mx/poblacion/rur_urb.aspx?tema=P

En 1975, Luis Unikel afirmó que en México el rango de 15,000


habitantes establecía una distinción entre lo urbano y lo no urba-
no; 5,000 pobladores constituían una división poco clara para
distinguir las localidades rurales de las no rurales; entre 5,000 y
15,000 habitantes tenían localidades con atributos rurales y urba-
nos.
Con estos atributos, Unikel definió cuatro grupos para clasifi-
carlas:
• Localidad rural, menor de 5,000 habitantes.
• Localidades mixtas rurales, de más de 5,000 a menos de 10,000
habitantes.
• Localidades mixtas urbanas, de más de 10,000 a menos de
15,000 habitantes.
• Localidades urbanas, con más de 15,000 habitantes.
“Un número creciente de estudios sobre México aplican como
límites inferiores al definir población urbana, los de 5,000, 10,000
y aun 20,000 habitantes” (Villalvazo, Corona y García, 2002:23).
CAMPO/CIUDAD / 25

De acuerdo con el INEGI, una población se considera rural


cuando tiene menos de 2,500 habitantes, mientras que la urbana
es aquella donde viven más de 2,500 personas (INEGI S/F).
Así, la planeación urbana en el siglo XX surgió de esa percepción
horrorizada de las ciudades decimonónicas. Curiosamente, co-
menzó con Ebenezer Howard (1850-1928). En un libro, autopubli-
cado en 1898, en el cual articuló su propia visión de cómo debería
vivir la humanidad fue tan convincente que, medio siglo más
tarde, Lewis Mumford, el gran crítico de arquitectura estaduni-
dense, dijo que había sentado las bases de un nuevo ciclo en la
civilización urbana. La ola de urbanización debería detenerse,
alegaba Howard, y llevar a la gente de las metrópolis cancerosas
hacia nuevas “ciudades jardín” autosuficientes. Los residentes de
estas pequeñas islas felices sentirían la “jubilosa unión” entre la
ciudad y el campo. Vivirían en casas lindas con jardines al centro,
caminarían a sus trabajos en las fábricas periféricas y serían ali-
mentados por las granjas de los cinturones verdes a su alrededor,
lo cual también impediría que la urbe se extendiera sin freno hacia
el campo. Cuando una ciudad alcanzara sus cinturones verdes
—32,000 personas era el número adecuado, pensaba Howard—
sería momento de construir la siguiente (Kunzig, 2011).

Ciudades ideales de Ebenezer Howard.


26 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

En realidad, lo que persiste y vaga hoy todavía por el imagina-


rio social, es la idea surgida del siglo XIX de la división de la ciudad
y el campo como dos espacios sociales, culturales, económicos y
políticos irreconciliables. Efectivamente, el modelo implícito de
desarrollo fue la salvaje industrialización en los espacios urbanos,
como nos lo han relatado los historiadores de la ciudad 2; el paisaje
estaba drenado de población “excedente” que iba a buscar fortuna
en las ciudades florecientes, la brecha rural-urbana fue concebida
como una forma específica de la división espacial del trabajo. La
población fluiría de un campo relativamente improductivo, cul-
turalmente retrasado respecto a los nuevos centros de producción
con sus muchos y variados vínculos con la economía internacio-
nal. En la acertada expresión de Manuel Castells, las ciudades en
los países de reciente industrialización se convirtieron en ciuda-
des salvajes, en los que surgieron brotes de violencia y se convir-
tieron en lugares peligrosos donde cualquiera podría convertirse
en una víctima; los costos sociales de una alienación urbana
basada en el desarrollo, la violencia, el miedo y la (inevitable)
represión policial, nunca se contaron en el estrecho cálculo de
eficiencia de los economistas.
Aunque para muchos la ciudad es como un “rostro de la
naturaleza”, la brecha rural-urbana no se quedó sin respuesta,
comenzando con Peter Kropotkin y Ebenezer Howard, ambos
con raíces en el pensamiento anarquista. Además, una línea de
utópicos, reformistas y revolucionarios como Lewis Mumford,
Frank Lloyd Wright y Mao Ze Dong tuvieron visiones de una
ciudad en el campo. Ellos y muchos otros, plantean la superación
de la diada rural-urbana, con lo cual Friedman propone “una
estrategia de desarrollo agropolitano” (Friedmann, 1996: 130).
En una conferencia presentada en Bogotá, en 1985, el antropó-
logo Anthony Leeds aseguraba que la dicotomía entre lo urbano
y lo rural es falsa; que lo que se tiene es una especie de continuo
sobre un plano geográfico, en donde hay mayores y menores
densidades de habitantes. Coincide con relativas densidades de
funciones. La ciudad existe en relación simbiótica con el campo, cada
uno especializado en algunas funciones que sirven también al
otro.
Otra perspectiva es la de Edward Glaeser, economista de Har-
vard, que en su libro El triunfo de las ciudades (2013) dice: “No existe
CAMPO/CIUDAD / 27

un país urbanizado pobre; no existe un país rural rico”. Las


imágenes de Dharavi, el enorme barrio marginal de Bombay, y de
las favelas de Río de Janeiro, para Glaeser, son ejemplos de
“vitalidad urbana”, no una plaga. Afirma que la gente pobre acude
a las ciudades porque es ahí donde está el dinero, y que las
ciudades producen más porque “la ausencia de espacio entre la
gente” reduce los costos de transporte de bienes, personas e ideas
(Glaeser, 2013).
Es claro que las observaciones de Glaeser están pensadas desde
la cima de un rascacielos en Wall Street: los economistas, los
tecnócratas y los políticos no comprenden que si se incrementaran
los ingresos de los urbanícolas también aumentaría el consumo y
la contaminación. Glaeser hasta llega a proponer ¡cambiar el
elevador por el auto! Estas ideas conducen a Mike Davis (2007)
cuando afirma que vivimos en un planeta de slums 3, espacios
urbanos en que la pobreza es su más importante característica, por
ello, lo que es indudable es la urbanización de la pobreza. Mil
millones de personas viven en slums, ciudades perdidas, favelas,
villas miseria, cinturones de pobreza, callampas, etc., que suelen
ser espacios de hacinamiento, contaminación, violencia, sin ser-
vicios básicos como el agua potable y la salud. ¿Cómo mejorar
considerablemente la vida de por lo menos cien millones de
habitantes más que vivirán en slums para el año 2020? En 2030,
seis de cada diez personas vivirán en una ciudad, y en 2050 esta
proporción aumentará a siete de cada diez.

PARA REFLEXIONAR...
Los estudios de la evolución sociocultural comenzaron a media-
dos del siglo XIX con Morgan, Spencer y Tylor, quienes fueron los
primeros evolucionistas y propusieron los términos como “salva-
jismo”, “barbarie” y “civilización” para las etapas de desarrollo,
términos socioculturales que no sobrevivirían al advenimiento de
la antropología profesional. Una segunda ola de evolucionistas
como Steward, Carneiro, Fried, Sahlins y Service, basaron sus
comparaciones con datos etnográficos más ricos y de forma más
sistemática. Desde esta perspectiva, la evolución sociocultural es
multilineal (Rosemberg, 2010) e incluso puede ser dividida de tres
maneras: la evolución cultural, la evolución social y la etnogéne-
28 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

sis. El término evolución cultural se aplica a veces a la divergencia


de las distintas culturas provenientes de una cultura ancestral
común, como ocurrió cuando muchas islas de la Polinesia fueron
colonizadas por los Tonga (Kirch y Green, 2001). “El término
etnogénesis se utiliza a veces cuando un grupo étnico reconocible
parece emerger en el registro arqueológico, por ejemplo, cuando
las sociedades esquimales comenzaron a aparecer en el ártico
canadiense durante los periodos prehistóricos Dorset y Thule”
(Maxwell, 1984, McGhee, 1984 citados en Marcus, 2008: 252). “La
evolución social puede ser definida como la aparición de nuevas
formas de organización social o socio-política, sin que ello supon-
ga cambios en la cultura en general o el origen étnico” (Ibid: 252).
Si seguimos la definición de evolución social que nos brinda
Marcus, entonces podríamos preguntarnos si la ciudad la forma
más compleja de la organización hasta ahora experimentada por
Homo sapiens; si estamos deviniendo en Homo urbis 4; si es acaso
este Homo urbis una emergencia en la evolución sociocultural y
biológica que incide constantemente en el planeta; cuál de las dos
perspectivas acerca del futuro humano será la más probable:
¿volveremos al buen salvaje de Rousseau tras el colapso de las
ciudades o cuando se piense en evolución sociocultural el clímax
estará en las formas de vida en la ciudad y qué tipos de ciudad
serán viables junto con el incremento de la población y cuáles no?
El pensamiento dualista, en forma de oposiciones binarias,
dios/demonio, positivo/negativo, yo/otro, bueno/malo, hom-
bre/mujer, etc., es una de las mayores trabas para la construcción
de identidades, papeles, clases, géneros, espacios, lugares y geo-
grafías alternativas que den cuenta de la escala de grises que hay
entre los modelos esencialistas e inmutables (Badinter, 2004: 61).
El mundo sociocultural está construido sobre el péndulo auto-
nomía-dependencia, porque siempre hemos de depender de los
productos del campo para la sobrevivencia de la especie, pero
también es indudable que al crear Homo sapiens demens las ciuda-
des además han creado, con esas tecnologías y saberes especiali-
zados, necesidades que a menudo pueden enriquecer el mundo
rural. El quid del asunto es que el péndulo no se quede en uno de
los extremos, como se observa en este trabajo. Hoy ya no hay ni
campos puros ni ciudades puras; por mucho tiempo han convi-
CAMPO/CIUDAD / 29

vido, consumido, colaborado y participado ambos mundos, cada


uno con sus particularidades y diferencias.
Así, la vida en la ciudad se experimenta con notoria ambivalen-
cia, nos dice Bauman que la ciudad:

repele pero también atrae; y los aspectos de la vida urbana que atraen
y repelen de forma intermitente o simultánea son los mismos: la
variedad desprolija de la ciudad suscita temor, pero a la vez el brillo
titilante de su escenografía, donde nunca escasean las novedades y
las sorpresas, exhibe un poder seductor y carismático al que cuesta
resistirse (Bauman, 2011: 92).

Por otra parte Xabier Lizarraga afirma que:

somos primates que por evolución tendemos a la desmesura (desbor-


damiento, exceso, efusión), en tanto que ésta es ingrediente y poten-
cia imprescindible para la innovación, la creación y la pasión, tanto
como para la angustia, el pánico y el delirio en el devenir existencial
y experiencial humano [...] el primate humano tiende a la desmesura
(la pasión, el sacrificio, el libertinaje, el delirio, el misticismo, la obsesión, la
estrategia animal, la experiencia-límite) [...] la desmesura combate al
bienestar, conduciendo al primate humano hacia la destrucción, al
desgarro y a la disolvencia (Lizarraga, en prensa).

Me pregunto si acaso la urbanización salvaje y planetaria parte de


nuestra desmesura homo, si pensáramos como los posmodernos
en el fin de la historia, entonces, la ciudad es el fin último de lo
humano. O desde la perspectiva de la teoría de la complejidad,
una posible respuesta es que, desde sus inicios, la ciudad emana
como una sociedad desmesurada porque será a la vez la cuna de
muchos nuevos saberes, nuevas formas de pensar, actuar y vivir
pero también cuna de males, diversidades y conflictos. La ciudad
nace en y de las complejidades humanas.
Debemos recordar y tener bien presente que a partir de 2008,
es el año en que por primera vez en la historia de nuestra especie,
más de la mitad de la población mundial comenzó a habitar en
ciudades, y ello marca ya el hito de un cambio impredecible e
inimaginable en las biografías de homo. En 2030, los pueblos y
ciudades albergarán a casi 5,000 millones de personas, la pobla-
ción urbana de África y Asia se duplicará en menos de una
30 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

generación. “Este cambio sin precedentes podría mejorar el desa-


rrollo y la promoción de la sustentabilidad o podría profundizar
la pobreza y acelerar la degradación del medio ambiente” (UNFPA,
2007).
En la dicotomía campo y ciudad, el futuro pasa por reparar el
pasado. La revolución industrial rompió la relación entre los
jardines y los huertos, y trasladó los cultivos a la periferia de las
metrópolis; esa separación no debería haberse producido. La
recuperación de la agricultura en zonas urbanas es cuestión de
supervivencia ya que están en juego un urbanismo capaz de
responder a las necesidades de la sociedad actual —y de modificar
el círculo vicioso de la especulación inmobiliaria— un ocio salu-
dable, la cohesión social, una nueva gestión de residuos y una
sostenibilidad alimentaria que permita consumir verduras que no
viajen sin haber madurado.
Además de ruralizar la ciudad y devolver la agricultura a las
ciudades, habrá que integrar parques públicos, jardines comuni-
tarios y también terrazas, azoteas, ventanas y balcones para que
puedan convertirse en lugares capaces de generar un urbanismo
más humano.
Dunbar (2007) tenía razón al señalar que la cultura es una
emergencia evolutiva y que la cooperación es una característica
fundamental de la vida humana, es decir, que lazos cooperativos
entre madres e hijos, las parejas, los nietos y sus abuelos, herma-
nos y hermanas, y entre los amigos de cualquier sexo-género,
forman la columna vertebral de nuestro mundo social. El lenguaje
y el ritual probablemente evolucionaron para ayudarnos a desa-
rrollar y mantener las relaciones con otros individuos, cuyas
metas y deseos podrían ser muy diferentes de las nuestras. Ade-
más, el lenguaje y el ritual de Homo sapiens demens cambiaron las
formas de vivir, incidir y pensar el mundo y, como vimos, no
siempre para bien.
Finalmente, consideramos que más allá de la dicotomía ciudad
y campo, las formas de urbanización planetaria futura deben y
tienen que ser repensadas, reflexionadas y, es deseable, mejora-
das...
CAMPO/CIUDAD / 31

NOTAS

1 Concepto acuñado por Edgar Morin: “El hombre es racional (sapiens),


loco (demens), productor, técnico, constructor, ansioso, gozador, extá-
tico, cantante, inestable, imaginante, fantasmante, neurótico, erótico,
destructor, consciente, inconsciente, mágico, religioso. Todos estos
rasgos se componen, se dispersan, se recomponen según los indivi-
duos, las sociedades, los momentos, aumentando la diversidad increí-
ble de la humanidad[...] Pero todos estos rasgos salen a la luz a partir
de las potencialidades del hombre genérico, ser complejo en el sentido
de que reúne en sí rasgos contradictorios” (Morin, 2003:71).
2 Véase el clásico libro de Federico Engels titulado La situación de la clase
obrera en Inglaterra, en el que describe las grandes migraciones y las
formas de industrialización en el siglo XIX en las ciudades inglesas,
particularmente en Manchester.
3 Slums son sinónimo de ciudades miseria, barriadas, villas miseria o
favelas.
4 Se entiende al Homo urbis como el animal humano que habita, produce
y se reproduce en las ciudades.
32 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

BIBLIOGRAFÍA

Abbagnano, Nicola (2003), Diccionario de filosofía, FCE, México.


Alonso, Martín(1991), Enciclopedia del idioma, t. II, Aguilar, México.
Arias, Patricia (2002), “Hacia el espacio rural urbano; una revisión de la
relación entre el campo y la ciudad en la antropología social mexica-
na”, Estudios Demográficos y Urbanos, mayo-agosto, número 050, El
Colegio de México, México, pp. 363-380.
Basham, Richard (1978), Urban Anthropology. The cross-cultural study of
complex societies, Mayfield Publishing Company, California.
Cooke, Philip (1990), “Modern Urban Theory in Question”, en Transac-
tions of the Institute of British Geographers, vol. 15, núm. 3, pp. 331-343.
Badinter, Elizabeth (2004), Por mal camino, Alianza Editorial, Madrid.
Bauman, Zygmunt (2011), Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era
global, FCE, México.
Damasio, Antonio R. (1996) El error de Descartes. La razón de las emociones,
Andrés Bello, Barcelona.
Davis, Mike (2007), Planeta de ciudades miseria. Foca Ediciones, Madrid.
Dunbar, Robin, Chris Knight y Camilla Power (2007), The Evolution of
Culture, Edinburgh University Press, Edinburgh.
Dwyer, Peter D. y Monica Minnegal (2012), “Theorizing social change”,
Journal of the Royal Anthropological Institute (N.S.) 16, pp.629-645.
Engels, Friedrich (1976), La situación de la clase obrera en Inglaterra, Akal,
Madrid.
Ferrater Mora, José (1965), Diccionario de filosofía, Editorial Sudamericana,
2 t., Buenos Aires.
Freeman, Linton C. y Robert F. Winch (1957), “Societal complexity: An
empirical test of a typology of societies”, American Journal of Sociology,
vol. 62, núm. 5, University of Chicago Press, pp.461-466.
Friedmann, John (1996), “Modular cities: beyond the rural-urban divide”,
Environment and Urbanization, vol. 8, núm. 1, pp.129-131.
García-Bellido, Javier (2004), “La ciudad del futuro ¿hacia una pantópolis
universal?”, Ciudad y Territorio: Estudios Territoriales, núm. 141-142,
España, pp. 607-660.
Glaeser, Edward (2013), El triunfo de las ciudades, Taurus, México.
Hannerz, Ulf (1986), Exploración de la ciudad, FCE, México.
INEGI (S/F) http://cuentame.inegi.org.mx
/poblacion/rur_urb.aspx?tema=P
Ingold, Tim (2000), The Perception of the Environment: Essays in Livelihood,
Dwelling and Skill, Routledge, Londres.
Kelleher, Ann (1992), “Questioning the traditional-modern dichotomy:
Two Thai village case studies”, American Journal of Economics and Socio-
logy, vol. 51, núm. 3, pp. 273-29.
CAMPO/CIUDAD / 33

Kirch P.V. y Green R.C. (2001), Hawaiki, Ancestral Polynesia. Cambridge,


Reino Unido, Cambridge University Press
Kunzig, Robert (2011), “La solución urbana”, National Geographic, vol.29,
núm.6, diciembre, pp.65-85.
Leeds, Anthony (1994), Cities, Classes and the Social Order, R. Sanjek (ed.),
Ithaca, NY, Cornell University Press.
Lewis, Oscar (1957), “Urbanización sin desorganización. Las familias
tepoztecas en la Ciudad de México”, América Indígena, vol. XVII, núm.
3, julio, México, pp.231-246
Lizarraga, Xabier (1998), “Circuitos afectivos del SIDA”, Salud Problema,
nueva época, año 3, núm.4, UAM-X, 71-79.
Lizarraga, Xabier, El comportamiento a través de Alicia, en prensa, INAH.
Marcus, Joyce (2008), “The archaeological evidence for social evolution”,
Annual Review of Anthropology, núm.37, pp.251–266.
Morin, Edgar (2003), El método V. La humanidad de la humanidad, Cátedra,
Madrid.
Naciones Unidas-Hábitat, State of the World’s Cities 2010/2011: Cities for
All: Bridging the Urban Divide, 2010.
Redfield, Robert (1944), Yucatán, una cultura de transición, F.C.E. México.
Romero Contreras, Alejandro (1999), “Robert Redfield y su influencia en
la formación de científicos mexicanos” Ciencia Ergo Sum, vol. 6, núm.
2, Universidad Autónoma del Estado de México, México, pp. 211-216.
Rosemberg, Florence (2000), “La antropología urbana: una ojeada”, en
Rafael Pérez Taylor (coord.), en Aprender-comprender la antropología,
CECSA, México, pp. 211-230.
Rosemberg, Florence (2010), “Evolución, cultura y complejidad”, en Pilar
Chiappa Carrera, Juan Manuel Argüelles San Millán y José Luis Vera
Cortés (coords.), Mente, cultura y evolución, Colección Científica, INAH,
México, pp.153-163.
Stewart, Charles T. (1958), “The urban-rural dichotomy: Concepts and
uses”, American Journal of Sociology, vol. 64, núm. 2 pp. 152-158.
Suárez, Manuel y Javier Delgado (2007), “La expansión urbana probable
de la Ciudad de México. Un escenario pesimista y dos alternativos
para el año 2020”, en Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 22, núm. 1,
enero-abril, El Colegio de México, México, pp. 101-142.
UNFPA, 2007: http://www.unfpa.org/pds/urbanization.htm
Villalvazo, Pablo, Juan Pablo Corona y Saúl García (2002), “Urbano-rural,
constante búsqueda de fronteras conceptuales”, en Notas. Revista de
Información y Análisis, núm. 20, pp.17-24. Consultado en marzo de 2014
http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/conteni
dos/articulos/sociodemograficas/urbano03.pdf
34 / PENSAMIENTO DICOTÓMICO

Wirth, Louis (1988), “El urbanismo como modo de vida”, en Mario


Bassols, Roberto Donoso, Alejandra Massolo y Alejandro Méndez,
Antología de sociología urbana, México.

Vous aimerez peut-être aussi