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El texto que acabamos de leer nos ilustra de manera gráfica esto. Es muy
común que en la calle la gente diga que cree en Dios. Ellos dicen “Dios siempre ha
estado conmigo”; “Yo siempre he tenido una buena relación con Dios”; aún más, hay
quien llega a decir “Dios es mi mejor amigo”. El problema con estas expresiones no
que el que se diga o se mencionen, sino que las personas que lo dicen no están
mostrando con su conducta todo lo que están diciendo.
Ese sería un buen lugar para que el Señor hiciera la pregunta con la que
comienza el texto de Lucas ¿Y porqué me llamas “Señor, Señor” y no hacéis lo que yo
digo? Cuando decimos que Dios está con nosotros es porque en realidad tenemos una
relación íntima con Dios.
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Un creyente verdadero es aquella persona que ha entregado su vida a Dios,
tiene como cimiento a Cristo y busca la manera de vivir lo que ha aprendido de la
Palabra de Dios.
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cuidadosamente en el espejo, pero tan pronto se aparte del espejo, olvida como era en
realidad.
En el texto que estudiaremos hoy, Santiago nos muestra como debe responder el
creyente a la enseñanza que recibe.
El texto comienza con un “PERO o MAS”. Esto es, Santiago está haciendo una
transición de lo que estaba explicando anteriormente con lo que a continuación va a
explicar. Es una palabra que se utiliza como oposición, para explicar algo que es
contrario a lo que se acaba de decir.
Bueno, la idea que Santiago tiene en mente es que una persona que mira
atentamente la Palabra es aquella persona que está en primera fila: tiene el mejor
lugar, los mejores asientos, la mejor calidad. Tiene el mejor ángulo para observar la
obra que se está desarrollando en el escenario.
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Eso es lo que significa mirar atentamente: prestar atención con todos los
sentidos bien agudos, examinar con cuidado para descubrir el significado más
profundo y completo de las Escrituras.
Esta es una idea opuesta a la del versículo 24, donde el hombre dio un
vistazo a su rostro y después olvido como era.
En primer lugar la llama “perfecta” porque está haciendo eco del Salmo 19:7-
9, donde dice:
"La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del
Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son
rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que
alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para
siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos;”
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Ahora el pecado ya no tiene el control de nuestra vida. Antes
pecábamos porque era la única manera en la que podíamos vivir, pero
ahora, cuando algún creyente peca, es porque se ha dejado arrastrar y
seducir por la concupiscencia de su corazón (Stg. 1:13-15).
Esta es la Ley de la Libertad, que en otras palabras son las Buenas Nuevas de
Salvación: ha través de someternos al Señorío de Cristo, quedamos libres del pecado,
la ley y la muerte, y ahora somos siervos de Dios, y como tales nuestra tarea es
obedecer la voluntad de Dios revelada en las Escrituras.
La segunda palabra clave del texto es: perseverar. Esta palabra tiene la idea
de tener presteza para poner en práctica, en comparación con una simple mirada que
no desemboca en una transformación de la vida. Literalmente significa “Permanecer
en una ocupación”.
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Es decir, un creyente genuino que persevera en la ley de Cristo, permanece
de forma permanente aplicando la Palabra de Dios a su vida.
Un hacedor eficaz de la obra, es hacedor de la obra que Cristo nos dejó que
hiciéramos. Hay solo una cosa que la iglesia hace el día de hoy y que no hará cuando
esté en la presencia de Dios: Predicar la Palabra a los perdidos: Evangelizar.
Ahora somos hijos de Dios, debemos tener el mismo deseo de Dios por los
perdidos. Debemos dolernos cuando ellos rechazan a Dios, cuando rechazan Su
Palabra.