Vous êtes sur la page 1sur 6


Elidio
La
Torre
Lagares


¿Cómo se forma un escritor competente?

Por Dr. Elidio La Torre Lagares

El escritor no nace, sino que se hace. La palabra escrita, desde su primera representación como

escritura morfémica, sucede a la aparición del lenguaje oral. La palabra escrita se afianza como

vehículo primordial en el desarrollo social, cultural y económico de las llamadas ciudades

estados que emergen en la civilización sumeria. En tanto desarrollo de las grandes culturas en la

historia de la humanidad, la escritura ha ejercido un papel fundamental en la cohesión y

subsecuente avance de las sociedades. Es en esta dirección que todo proyecto social que

convenga hacia la culturización y mejoramiento de las estructuras sociales debe formarse en base

a las competencias mínimas para conformar un individuo como ente activo, de libre voluntad y

pensamiento, participe de los procesos sociales e históricos que le afectan. Es, a estos efectos,

que la disciplina eficiente de escritura desempeña una función ordenadora de los procesos de

pensamiento y su eventual manifestación en los procesos de comunicación del sujeto. Es decir, el

conocimiento y uso pertinente del lenguaje quedan grabados en las destrezas y capacidades

escriturarias.

La interrelación entre el desarrollo y la construcción del conocimiento, sabemos, es una

prerrogativa del uso y dominio del lenguaje, en tanto el alumno accede a las diversas disciplinas

a través de la lengua escrita. En el mundo contemporáneo, mucha de nuestra interacción con el

mundo parte de un ejercicio de lectura de textos –escritos y no escritos- que luego nos

encargamos de traducir en grafía o palabra escrita para efectos académicos como para la

convivencia en sociedad. Si bien la lectura se asocia, de primera intención, con libros y literatura,

no es menos acertado indicar que el proceso de decodificación de signos nos afecta en todos los

Elidio
La
Torre
Lagares


ámbitos de nuestro espacio social. Inclusive, el 90% de nuestra actividad frente a una

computadora consiste en leer, desde correos electrónicos hasta periódicos cibernéticos y sitios

web de nuestro interés. Igualmente, estamos expuestos a una serie de lecturas auténticas en cosas

tan simples como las etiquetas de los empaques de comida, las instrucciones de un medicamento,

reglas para nuestra seguridad y otros medios textuales que afirman nuestra vida en sociedad

letrada, una sociedad fijada bajo la prerrogativa de la ley y el orden, que no es otra cosa que la

misma palabra escrita hecha convención. La escritura es, por tanto, en estos tiempos de relativa

impersonalidad, un medio de comunicación de invisible -si bien patente- importancia.

De este modo previsible, la escritura es vehículo de asimilación, propagación y

comunicación de las experiencias de aprendizaje auténtico y humanístico. Es un ejercicio de la

mente y del pensamiento. Mientras más escribimos, mayor es el alcance de lo que ideamos. La

palabra escrita es una dimensión adicional al lenguaje, que si bien surgió al margen de la

comunicación hablada, no es independiente de ella, en tanto uno puede hablar un lenguaje sin

saberlo escribir, pero no lo puede escribir si no lo sabe hablar. En ese sentido, y en lo que nos

concierne como maestros situados en medio de grandes cambios sociales y educativos en nuestra

escuela del siglo XX, requerimos del uso de diversos géneros discursivos que alienten la

competencia escrita del alumno. Por todo lo expuesto anteriormente, es facultad objetiva de todo

programa de formación educativa el fomentar escritores competentes en nuestro sistema de

enseñanza.

Partimos, como ejecutores de un currículo de enseñanza, de una serie de estándares

determinados e identificados con el propósito de unificar la totalidad de las expectativas

académicas en el marco de las artes del lenguaje; lectura, escritura y comunicación oral y los

componentes lingüísticos de fluidez, vocabulario, comprensión de lectura, fonética y conciencia



Elidio
La
Torre
Lagares


grafofónica. Es a la altura de estos saberes que el estudiante de escuela secundaria o superior

debe concebirse en su capacidad de organizar, analizar y seleccionar sus ideas para crear textos

que transmitan las maneras y modos de sus pensamientos. Se requiere, como estándar de

contenido, que el estudiante sea capaz de comprender y producir, con propiedad y corrección,

discursos orales y escritos, coherentes, precisos e informativos, reconociendo su finalidad y la

situación comunicativa en que tienen lugar. Por tanto, el estudiante debe ser expuesto a diversas

experiencias de interacción textual en las que pueda reconocer la importancia del medio de

explotación del texto en referencia, sea un poema, un informe para una asignatura específica, los

hallazgos de un descubrimiento científico o una carta de solicitud de empleo o para admisión a

una universidad. Lo que subyace los diversos registros que esa variedad de situaciones textuales

propone es el reconocimiento de la existencia y la importancia de los registros variopintos que

afectan los modos de escritura desde las distintas disciplinas de estudio.

Podríamos fundamentar el principio de toda escritura eficiente en las partes constitutivas

de la redacción ensayística. Es requisito de este género literario saber reconocer la contención o

reclamo inicial que ordena el escrito, llámese tesis, hipótesis o idea central. La finalidad es saber

que todo escrito debe conducir a un propósito, sea la defensa o avance de una idea o simplemente

la formulación de un principio estético para el ensalzamiento del espíritu, como suele suceder

con la poesía y el diario. En todo caso, sea cual fuere, el medio no es tan importante como lo es

la finalidad de expresión subjetiva del estudiante, que es una manera o modo de demostrar otras

manifestaciones de la inteligencia.

La noción de competencia, según adoptada por el Departamento de Educación de Puerto

Rico, se vincula intrínsecamente con el concepto de “capacidad” o cuán equipado está un

individuo –en nuestro caso, desde la perspectiva lingüística– para realizar una función social. O

Elidio
La
Torre
Lagares


sea, la competencia es solamente perceptible en función del desempeño o de la acción específica,

y, por tanto, no son observables directamente. El concepto de competencia en el ámbito de la

lingüística fue propuesto por Noam Chomsky, quien lo enlaza con la concepción genética del

lenguaje. En otras palabras, para Chomsky, existe en nuestra mente-cerebro un mecanismo que

posibilita el hecho de que el ser humano pueda conformar una comunicación hablada y escrita,

una sintaxis del pensamiento que se estructura a partir de datos fragmentarios que nos son

aportados en nuestra mediación con la realidad. La competencia lingüística es, entonces, el

conocimiento que tenemos de una lengua y nos permite enunciar oraciones bien formadas para

su entendimiento eficaz. Un escritor competente, en ese sentido, es un escritor capaz de

manifestar su pensamiento por medio de una escritura que exige en tres dimensiones: claridad,

lógica y precisión.

Lo primordial en el proceso de acercamiento entre el estudiante y la escritura en ruta

hacia su formación competente es aceptar que la escritura tiene corporeidad. Aún dentro del más

feroz de los caos siempre hay un patrón que se combina en un orden determinado. Es por ello

que la lógica y la sistematización que requiere la disciplina ensayística es aplicable a cualquier

medio textual en la medida que la estructura (introducción, desarrollo y conclusión), el contenido

(organización de ideas, temas y datos) y la ortografía activan todas las dimensiones del lenguaje

hacia una finalidad que bien puede ser determinada por el principio originario del texto: el

escritor formula una idea que va a ser recibido por una persona o un grupo de lectores, ya sea

determinado o indeterminado. Conocer el propósito del escrito queda, así, vinculado a su

receptor lo que pone al relieve los ya mencionados requisitos indispensables de la escritura como

comunicación efectiva: claridad coherencia y precisión. Estas tres dimensiones, cuando están

Elidio
La
Torre
Lagares


presentes en una escritura, son indicativas de similares comportamientos dentro de los procesos

de pensamientos del escritor.

La claridad es luz; la luz es entendimiento. La coherencia es unidad, y la unidad, es la

razón. La precisión es la exactitud de un tiempo-espacio perceptible dentro del marco de las

ideas; y el tiempo-espacio es el lienzo referencial sobre el cual pintamos nuestra experiencia.

Escribir es representarnos, hacernos nuevamente en un espacio textual.

Toda la armazón que implica una escritura efectiva es aplicable, incluso, a la

interpretación de estadísticas, que son hechos pronunciados en números. Por ello, el estudiante

debe ser inducido a diversos modos de expresión escrita con la finalidad de presentar

información, persuadir a un interlocutor, describir un acontecimiento o simplemente narrar un

suceso, sea por fidelidad veraz o simplemente como acto de creación estética. Precisa la

necesidad, sobretodo, de comunicar: de hacerse escuchar, de saberse entendido. La

comunicación es un principio vital para la vida en sociedad y su progreso. Es la manera en que

los pueblos persisten y subsisten a través del tiempo.

Por supuesto, todo el aparato estructural de la escritura no pasaría al reino de la

percepción sin la adecuación del elemento primario de la escritura, que es el lenguaje. El

lenguaje es un virus cuyo propósito es reproducirse, dijo una vez el escritor William S.

Burroughs. No puede haber el uno sin el otro. El criterio innegociable de un escritor competente

es ser un lector competente. Estudiar y razonar la lengua como instrumento de desarrollo de

competencias para la comunicación analítica, crítica y creativa, una estipulación indispensable en

el uso de la lengua como vehículo de intercambio de ideas y del avance de las sociedades. Al

final, según expresó en su momento el psiquiatra y lingüista Jaques Lacan, somos entes

construidos por palabras. En más de un sentido, el lenguaje es una actividad creadora, una

Elidio
La
Torre
Lagares


especie de capacidad transformativa de la persona en interacción con su entorno. En tanto el

lenguaje no es natural –no nacemos hablando, sino que, aparte de nuestra disposición hacia su

uso, aprendemos a hablar–, el estudiante al que aspiramos formar debe ser nutrido con lecturas

que alimenten su necesidad léxica. Esto conduce a reconocer que la escritura es tanto un sistema

como un proceso. A mayor ingresión de información –la lectura–, más contundente será el

impulso de egresión de esa información –la escritura–. El maestro ha de valerse de diversos

medios textuales –noticias, reportajes, artículos y estadísticas, al igual que poemas y cuentos,

entre las diversas posibilidades– para nutrir el espectro léxico con que el estudiante construirá su

realidad escrita.

Escribir mucho es pensar mucho. Es empoderar al sujeto con la oportunidad de

autodescubrirse en su función como un ente partícipe de una serie de procesos sociales. La

escritura, en su valor más espiritual, es un zen: en una realización interna que se manifiesta por

escrito para ser comunicada. Ese descubrirse árbol adentro, por utilizar la imagen de Octavio

Paz, es fundamental para el adelanto de nuestras ambiciones como pueblo, país, planeta y

pluriverso.

Vous aimerez peut-être aussi