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Introducción

La elección de un tema sobre la lógica de la medición psicológica para iniciar la asignatura es


inevitable. La razón es que las teorías y modelos que vamos a presentar a lo largo del curso
reflejan, explícita e implícitamente, las concepciones y los supuestos dominantes sobre la
medición en psicología. En definitiva, se trata de presentar las respuestas, mayoritarias en la
comunidad científica, a preguntas como: ¿todas las variables psicológicas se pueden medir?,
¿qué significa medir?, ¿qué requisitos debe cumplir un procedimiento de medida?, ¿qué
información proporcionan los números que resultan de cuantificar una variable psicológica?,
etc. Respuestas que, como en cualquier campo, son el resultado de los esfuerzos históricos en
el estudio de la medición psicológica.

El objetivo final del tema es exponer los contenidos de la teoría de la medición que subyacen a
las teorías y modelos psiométricos. La presentación de estos contenidos pretende que el
alumno: 1) valore la importancia de la medición psicológica; 2) conozca las grandes etapas en
su evolución histórica; y 3) conozca y comprenda el esquema teórico-conceptual que orienta
las prácticas actuales de medición. Alcanzar estos objetivos es necesario no sólo para
comprender mejor los problemas y posibles respuestas que interesan a la Psicometría, sino
también para los de la psicología en su conjunto.

Importancia de la medición psicológica


La importancia de la medición para el psicólogo es algo que hoy día pocos discuten en
el ámbito de la Psicología “científica”. Sea cuál sea el contexto, teórico o aplicado, en el
que trabaje, tarde o temprano, se enfrentará a la necesidad de medir y tendrá que dar una
respuesta adecuada. Los ejemplos son numerosos:

1. El examen de hipótesis científicas. Probar hipótesis, del alcance que sea, implica recoger
datos empíricos que permitan su comprobación. Los datos son el resultado de medir las
variables que intervienen en la hipótesis.

2. La evaluación de programas sociales. Difícilmente pueden tomarse decisiones, por ejemplo,


sobre la efectividad de un programa, sin medir, en varias ocasiones, las dimensiones recogidas
en la formulación de sus objetivos.

3. La orientación educativa. El consejo educativo suele basarse en información sobre intereses,


aptitudes y capacidades de las personas. La complejidad de estas decisiones obliga a la
cuantificación y resumen de la información obtenida sobre estas variables.

Pero no es necesario ir muy lejos para encontrar pruebas de la importancia de la medición,


nuestro propio lenguaje está plagado de términos que remiten antes o después a la
medición: datos, observaciones empíricas, cuantificación, análisis estadísticos, etc. Términos
que forman parte del lenguaje cotidiano del psicólogo y, que de una manera u otra, giran en
torno a la medida. Además, son más numerosas de lo que podría esperarse las situaciones en
las que el psicólogo debe elaborar su propio instrumento de medida.
Sin duda, podríamos plantear muchos más argumentos, pero siempre obtendríamos la misma
conclusión: la necesidad de recurrir a la medición para asentar sobre bases racionales
las decisiones científicas, evaluativas, laborales, sociales, etc.

Evidentemente, el papel que juega la medición en psicología no es sino el reflejo de la


importancia que tiene para el conjunto de las disciplinas científicas. Esta valoración queda
expresada en la siguiente declaración de Torgenson (1957):

“El principal objetivo de la ciencia más que la descripción de fenómenos empíricos es


establecer, por medio de leyes y teorías, principios generales que permitan explicar y predecir

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los fenómenos empíricos (…). La medida es uno de los elementos que permite alcanzar ese
objetivo; en gran parte, la medida permite aplicar las herramientas de las matemáticas a la
ciencia.” (p.1)

El contenido del apartado no debe suscitar demasiadas dudas. Ahora bien, es conveniente que
nos planteemos algunas preguntas: ¿la valoración del papel de la medición en Psicología ha
sido siempre así?, ¿cómo se entiende realmente la medición?, ¿la medición en psicología tiene
el mismo carácter que en el resto de las disciplinas científicas?

Evolución de la teoría de la medida psicológica

El cuerpo de conocimientos que almacena cualquier disciplina científica resulta de su evolución


histórica. Los problemas y soluciones propuestas en cada momento histórico dependen en
parte de los esfuerzos anteriores. En términos generales, la evolución no se atiene
exclusivamente a criterios intra-disciplinarios: confirmación o refutación de teorías a la luz de la
evidencia empírica; sino que, además reflejan factores institucionales, económicos y sociales.
El objetivo de este apartado es situar la teoría de la medición psicológica en su contexto
histórico y trazar las grandes líneas de su evolución.

Orígenes: La teoría clásica de la medida

La aparición de la psicología moderna en el siglo XIX, a partir de los trabajos de Gustav


Fechner, coincide con la consolidación de lo que se ha denominado el “programa cuantitativo”
en las ciencias físicas. Este “programa cuantitativo” parte de la creencia de que la estructura
“fundamental” de todos los procesos naturales es cuantitativa. Ahora bien, ¿quiénes inician
esta perspectiva global para el estudio de la naturaleza?

La respuesta no debe sorprender a nadie: los pensadores de la Grecia clásica. De hecho,


puede encontrarse una teoría coherente de la medida en los escritos de Aristóteles y Euclides.
Sus ideas sobre la medición conformaron la práctica de la medida desde su época hasta finales
del s. XIX e influyeron de forma decisiva en la elaboración de la teoría moderna de la medición.

De manera escueta, las ideas de los pensadores griegos sobre la medición pueden resumirse
en los siguientes argumentos. Aristóteles pensaba que las “cantidades” eran una de las
categorías fundamentales de la realidad. Existían cantidades discretas y cantidades continuas.
Las cantidades discretas eran los números naturales (1,2,3,…). Las cantidades continuas eran
las magnitudes, por ejemplo, variables como la longitud, el peso, el volumen, etc. La diferencia
entre variables cuantitativas y cualitativas –“calidades”- es que cualquier cantidad está
aditivamente compuesta de partes. En el caso particular de los números naturales las partes
son las “unidades” (“los unos”); en el caso de las magnitudes las partes son las magnitudes
más pequeñas del mismo tipo. Por ejemplo, cualquier longitud puede considerarse la suma de
longitudes más pequeñas.

El párrafo anterior recoge una idea clave que, desde su formulación, ha sido la “piedra de
toque” para considerar una variable como cuantitativa: Las variables para ser cuantitativas
deben poseer una estructura aditiva; es decir, cualquier valor de la variable debe ser el
resultado de la suma de valores más pequeños. Esta idea tiene un “análogo físico”: las
variables cuantitativas tienen un comportamiento similar a la “longitud”; la longitud de cualquier
objeto puede conseguirse sumando objetos de longitudes más pequeñas. La fuerza de esta
idea ha sido tal, que, tradicionalmente, para decidir si una variable era o no cuantitativa se
comparaba su “comportamiento” con el de la longitud: si se “comportaba igual” era cuantitativa,
y si no, no.

La consolidación de esta aspiración cuantitativa prosiguió con altibajos hasta recibir su impulso
definitivo con el trabajo de Galileo, para quien el “libro de la naturaleza” estaba escrito en
lenguaje matemático. A partir de ese momento, dio forma al pensamiento científico, alcanzando
su culminación en el s.XIX con la aplicación exitosa de las teorías cuantitativas a la mayoría de
los fenómenos físicos (e. g., la electricidad, el magnetismo, el calor, etc.)

En este entorno filosófico y científico (i.e., siglo XIX; consolidación del programa cuantitativo en
las ciencias físicas), hay que situar, como apuntamos al principio, la aparición de la psicología

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moderna a partir de los trabajos de G. Fechner. La psicología no sólo no pudo escapar de
las concepciones metodológicas de esta época, sino que abrazó con entusiasmo el
programa cuantitativo. La propia elección de Fechner para “padre” de la psicología moderna
no es casual. Fechner inició su carrera como físico, preocupándose más adelante por
cuestiones de tipo psicológico. Estas preocupaciones le indujeron a intentar establecer la
realidad de los fenómenos mentales midiendo la intensidad de las sensaciones. No es una
exageración afirmar que los primeros años en el desarrollo de la psicología moderna son
en gran medida la historia de la medición de variables psicológicas: los trabajos en
psicofísica de Fechner, Wundt, etc.; la cronometría mental (tiempos de reacción) de Donders;
los intentos de medir el aprendizaje y la memoria (Ebbinghaus); las habilidades mentales
(Galton, Spearman) etc.

La idea de que la psicología para alcanzar el estatus científico debía desarrollarse como
ciencia cuantitativa está claramente expresada en las siguientes palabras de Cattell (1890),
otro de los padres fundadores de la psicología moderna: “La psicología no puede alcanzar la
certeza y exactitud de las ciencias físicas, a menos que descanse sobre las bases del
experimento y la medida.” (Pág.373).

Desde los trabajos de Fechner hasta la década de los 30 ya en este siglo, el desarrollo de la
medición psicológica no fue cuestionado. La situación cambió dramáticamente cuando en 1932
un comité formado por la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, decidió examinar
el carácter de la medición psicofísica. Las críticas realizadas por los psicofísicos fueron
entendida como el cuestionamiento global de la medida en psicológica. No olvidemos que
cuestionar la medida psicológica implicaba dudar del estatus científico de la psicología.

Crisis en la medición psicológica

La medición psicológica inició su desarrollo con los conceptos y procedimientos de lo


que podríamos denominar “la teoría clásica de la medida”; que también eran los utilizados
por las ciencias físicas. Cuando los primeros psicólogos intentaban medir la habilidad mental o
la intensidad de una sensación suponían que estas variables tenían una estructura aditiva, y
que los procedimientos de medida que empleaban medían estas variables en el sentido clásico
de la palabra. Es cierto que, los supuestos sobre la naturaleza cuantitativa de la variable no
eran examinados, y que la validez de los procedimientos de medida tampoco era investigada.
Pero la orientación era clara, como muestra la declaración de Fechner (1860):

“Generalmente la medida de una cantidad consiste en determinar cuantas unidades de


cantidades del mismo tipo están contenidas en ella” (p.38).

Si con estos principio también se realizaban mediciones en las ciencias físicas, ¿por qué se
cuestionaron los procedimientos psicológicos de medida en los años 30 por el comité de la
Asociación Británica para el Avance de la Ciencia?

Lo que ocurrió fue sencillo: la evaluación de las ciencias físicas, valga la expresión, “pilló con el
pie cambiado” a los psicólogos. Los psicólogos perseguían un modelo de cuantificación y
medición que estaba siendo cuestionado por las propias ciencias físicas.

Sin entrar en detalles filosóficos el cambio puede resumirse así. Los trabajos de N.R Campbell
en los años 20 dieron respuesta a una situación de insatisfacción general en las ciencias físicas
con respecto a las prácticas clásicas de medida. Campbell distinguía dos clases de medida:
fundamentales y derivadas. La medida fundamental requería la existencia de una operación
análoga a la adición numérica. La longitud es una medida fundamental porque está relacionada
con una operación física de adición. Podemos alinear dos “palos” con una longitud dada, para
formar una recta cuya longitud sea la suma de cada uno. Si existe una operación como esta
para la variable y dado que esta operación es semejante a la adición numérica, podemos
asignar los números a los objetos, y así cuantificar su longitud. Las medidas derivadas son
cuantitativas en función de su relación con medidas fundamentales. Por ejemplo, la variable
densidad cuyas medias serían “derivadas” de dos medidas fundamentales, la masa y el
volumen.

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La clave del cambio en la concepción de la medida está en que para que una variable
sea una cantidad fundamental debe existir una operación física de adición con la que
esté relacionada. Además, sin medidas fundamentales no puede haber medidas derivadas.
Las conclusiones del comité británico que examinó el status de la medida psicofísica fueron en
esta línea. El informe final del comité concluía:

“Si toda la medida debe ajustarse a las Leyes de Medida enunciadas por el Dr. Campbell, y, en
particular, si la segunda ley sólo puede cumplirse por medio de la yuxtaposición física de
entidades iguales, la intensidad de la sensación no puede medirse” (Bartlett, 1940, p.423).

El problema para la psicología fue que para la mayoría de las variables


psicológicas no hay una operación de adición física con la que estén relacionadas. Por
tanto, no hay medidas fundamentales y sin estas no puede haber medidas derivadas. El
veredicto: la psicología no puede medir.

La situación era dramática. La Psicofísica era la “joya de la corona” de la psicología


cuantitativa. Si la medición psicofísica era cuestionada, los cimientos del proyecto para que la
Psicología lograse el estatus científico, temblaban.

La respuesta de los psicólogos no podía demorarse…

El operacionalismo: La definición de medición de Stevens


Las críticas del comité habían colocado a la Psicología en una situación intolerable. La
respuesta desde la Psicología fue redefinir el propio concepto de medida, aceptando una
definición tan “laxa” que no dejó fuera ninguno de sus procedimiento de medida.

La figura principal que encabezó la réplica desde la psicología fue el psicofísico americano S.S.
Stevens. En la teoría de la medida propuesta por Stevens y especialmente en su “famosa”
definición de medición, tuvieron una influencia clara los trabajos de Campbell y lo que en ese
momento era un movimiento filosófico emergente: el operacionalismo.

El operacionalismo es una filosofía de la ciencia. Fue inicialmente presentado por el físico


americano P.W.Bridgman (1927). Su propuesta era embarcar a la física en un programa de
reforma conceptual basado en un sistema que el denomino “definiciones operacionales”. El
significado de un concepto no es nada más que el conjunto de operaciones empleadas
por el científico para observarlo.

El operacionalismo tuvo un eco inmediato en la generación de psicólogos americanos que en


ese momento había abandonado el “antiguo mentalismo” e iniciaba el movimiento conductual.
S.S. Stevens fue uno de los líderes destacados de este movimiento.

El operacionalismo implicaba una teoría de la medida. Esta fue esbozada por el


operacionalista británico H. Dingle, quién definió la medida como “…cualquier procedimiento
especificado de forma precisa que proporcione un número” (1950, p.11). Desde este punto de
vista, lo que mide el número es sinónimo del procedimiento utilizado para generarlo; por lo
tanto, la cuestión de cómo el número se relaciona con la variable cuantitativa es improcedente.
La consecuencia inmediata de estos planteamientos fue vaciar de contenido el propio concepto
de medición. Para los operacionalistas, cualquier procedimiento especificado de forma precisa,
que permita hacer asignaciones numéricas consistentes, es un procedimiento de medida.
La influencia operacionalista es patente en la propia definición de medición elaborada
por Stevens: medir es asignar números a los objetos de acuerdo con unas reglas.

Esta definición es la definición unánimemente aceptada en psicología. Al establecer como


único criterio, la utilización de reglas para que las asignaciones sean consistentes, provoca una
relajación del concepto de medida que permitió recuperar para la medición todo el conjunto de
técnicas cuantitativas y pseudos-cuantitativas utilizadas por los psicólogos en ese momento. El
planteamiento de Stevens pasó a ser considerado por los psicólogos como la “teoría clásica de
la medida”, y generaciones de psicólogos han sido entrenados en la creencia de que la
definición de Stevens es la única formulación de lo que realmente es la medida. Hay autores
que valoran de forma muy negativa las consecuencias que para la psicología tuvo adoptar de

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forma indiscutida la definición de Stevens. Según estos autores, sin ningún análisis previo
sobre la posible naturaleza cuantitativa de las variables, los psicólogos aceptan, “por
definición”, que los tests mentales miden habilidades, las escalas sumativas actitudes, el
tiempo en recorrer un laberinto aprendizaje, la privación de alimento motivación, etc., etc.
Situación que refleja de forma patética, con perdón la famosa frase de Boring al definir el
concepto de inteligencia: “La inteligencia es lo que miden los tests de inteligencia”(1945, p.25).
En definitiva, una confusión total entre la variable y el procedimiento utilizado para medirla.

No obstante, hemos afirmado que la teoría de la medida de Stevens no parte de los


planteamientos operacionalistas, aunque llegué a conclusiones que la hacen indistinguible de
ellos.

Introducción al escalamiento psicológico

A grandes rasgos, se puede afirmar que el escalamiento se ocupa de la elaboración de


instrumentos de medida; de forma más precisa, un instrumento de medida es la plasmación de
una escala de medida, que permite la cuantificación de la variable objeto de la medición. Este
tema presenta las perspectivas generales o aproximaciones al escalamiento y los
procedimientos más significativos de cada una de ellas. Para entender el alcance de los
diferentes procedimientos, el lector puede intentar responder a tres preguntas genéricas:
¿quién o qué "posee" el atributo psicológico que se pretende medir?, ¿qué tarea plantea el
procedimiento? y ¿qué tipo de interpretación se puede hacer a partir de los valores numéricos
asignados?

Aunque el tema tiene un fuerte carácter teórico, no debe pasar desapercibido que se analizan
los procedimientos básicos con los que se elaboran la mayoría de los instrumentos de medición
disponibles en Psicología.

Concepto de escalamiento y escala de medida


La elaboración de un instrumento de evaluación psicológica o educativa implica la adopción de
una serie de suposiciones, explícitas o implícitas, sobre el constructo objeto de la medición. Se
suele hacer referencia al conjunto de estas suposiciones como hipótesis sobre la
“escalabilidad” de las mediciones, aunque sería más correcto hablar de la “mensurabilidad” del
objeto de edición. La primera hipótesis plantea que el constructo es “una propiedad que ocurre
en cantidades diferentes” de forma que puede cuantificarse utilizando una regla de
escalamiento, propuesta, habitualmente, sobre un continuo unidimensional teórico. A este
continuo se le denomina "continuo psicológico". La segunda hipótesis tiene que ver con el
tipo de interpretación (escala de medida) que se puede realizar de las mediciones obtenidas.
Algunos de los procedimientos disponibles de escalamiento permiten examinar la escala de
medida en que se encuentran las mediciones.

En principio, la escalabilidad del objeto de medida no es más que una suposición y, por tanto,
puede darse el caso de que los datos no sean en absoluto escalables y que, como
consecuencia, no exista tal continuo psicológico unidimensional que represente al constructo.
El concepto de “escalamiento” parte de la propia definición de medición: medir es asignar
números a las propiedades de los objetos de acuerdo con ciertas reglas. Pues bien, el
escalamiento es el proceso por el que desarrollan reglas sistemáticas de asignación numérica y
se determinan unidades de medida significativas.

El resultado de un proceso de escalamiento es una “escala de medida”. La escala de medida


debe incluir:

(1) el conjunto de valores posibles que pueden asignarse durante el proceso de medición, y,
(2) una regla de asignación explícita entre las cantidades del atributo y los números que las
representan. Esta regla de asignación debe incluir (o al menos implicar) la unidad de la escala
de medida.

Recurriendo a los conceptos expuestos en el tema dedicado a la teoría de la medida, la escala


de medida es la regla que establece la correspondencia entre los elementos de los sistemas

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relacionales empírico y numérico. La regla permite asignar valores numéricos a los elementos
del sistema relacional empírico. Los valores numéricos asignados reciben el nombre de
“valores de escala” o “valores escalares”.

Resulta frecuente el uso del término “escala” para nombrar instrumentos de medición
particulares (e. g., Escala Wechsler de Inteligencia para Adultos). Tales instrumentos cumplen
los requisitos establecidos para ser considerados “tests”, por lo que no se debería utilizar el
término “escala”, evitando así la confusión con el significado que a dicho término se da en este
tema.

Aproximaciones al escalamiento

Hay disponibles diferentes clasificaciones de los métodos de escalamiento en función de


distintos criterios. Una de las clasificaciones más utilizadas fue propuesta por Torgerson
(1958). Este autor agrupa los métodos en función del “objeto” que se pretende escalar. El
término “objeto” tiene un significado amplio ya que puede referirse a estímulos, personas o
respuestas. Aunque más adelante se detalla su alcance, por ahora sirva la recomendación de
que por “objeto” se puede entender la respuesta a la cuestión de ¿qué o quién posee el atributo
objeto de la medición?. Torgenson (1958) identificó tres grandes aproximaciones al
escalamiento:

Métodos centrados en los sujetos. Los objetos que se pretenden escalar son personas.
El objeto de la medición es un atributo de las personas. Los métodos centrados en las
personas proporcionan los valores escalares con los que localizar a las personas en el continuo
psicológico. Por ejemplo, las mediciones habituales de la inteligencia se obtienes con métodos
centrados en las personas.

Métodos centrados en los estímulos. El término estímulo tiene un significado amplio ya que
puede hacer referencia a objetos físicos, frases que expresen opiniones o actitudes, personas
que se pretenda evaluar respecto de algún atributo, etc. En cualquier caso, estos métodos
pretenden localizar “objetos” a partir de sus valores escales en un continuo psicológico, siendo
las personas que proporcionan los datos “meros instrumentos de medida”.

Métodos centrados en las respuestas. El objeto de medición tiene sentido tanto para las
personas como para los estímulos; de ahí que, se pretendan localizar ambos en el continuo
psicológico a partir de sus respectivos valores escalares.

De forma general, los métodos centrados en los estímulos y las respuestas son más rigurosos
que permiten examinar incluso el nivel de medida de los valores escalares. Por el contrario, los
métodos centrados en los sujetos ponen el acento en la sistematicidad del proceso de
elaboración de instrumentos, supliendo la falta de examen de los niveles de medición con la
preocupación por la fiabilidad y validez de las mediciones.

Los tipos de escalas

Hemos visto en apartados anteriores que el concepto de aditividad era esencial para la teoría
clásica de la medida. Stevens cambió el énfasis hacia la representación, por lo que pensó que
no sólo las relaciones aditivas podían ser representadas, había otros tipos de relaciones que
tenían el mismo derecho que la aditividad para ser incluidas dentro del concepto de medida.
Las reglas de asignación que reflejan los tipos de relaciones más frecuentes, a los
cuatro tipos de escalas:

Escala nominal. Los números pueden utilizarse para representar la identidad o diferencia de
los objetos con respecto a un atributo. Por ejemplo, si clasificamos a las personas con respecto
a su género y a todos los hombres se les asigna un 1, y a todas las mujeres un 0, tendríamos
la representación numérica de una relación no aditiva. La relación es “…ser del mismo género
que…” y A es del mismo género que B, si y solo sí, asignamos el mismo número a A y B. Para
Stevens esta regla de asignación es la forma más simple de medición. Los números asignados
mediante una escala nominal pueden sustituirse por otros, siempre que se mantenga la
relación: un objeto diferente/un número diferente (i.e. “transformaciones insomórficas”).

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Escala ordinal. Los números también pueden representar relaciones de orden entre las cosas.
Por ejemplo, los exámenes de los estudiantes suelen ser calificados con un conjunto de
categorías ordenadas: matrícula, sobresaliente, notable, aprobado y suspenso. Podemos
asignar números a los exámenes para representar esta relación ordinal. La relación numérica
representada es la de “…ser de mayor calidad que…·, y el examen x es mayor que el número
asignado a y. Los números originalmente asignados también pueden sustituirse por otros que
mantengan la relación de orden. Esta transformación se denomina “transformación
monotónica”.

Escala de intervalos. Los números pueden representar igual y orden de las diferencias entre
las cosas con respecto a algún atributo. Podemos definir una “unidad de medida” y asignar los
números, que indiquen la cantidad de la variable que posee el objeto en función de la unidad de
medida. La temperatura es un ejemplo clásico de variable medida con esa regla de asignación.
Así, si ayer la temperatura fue de 25 grados y hoy es de 20, no sólo podemos afirmar que ayer
hizo más calor, también que hubo 5 grados más de temperatura.

Las escalas de intervalos pueden transformarse mediante una función del tipo y=ax+b; donde
“x”, es el conjunto inicial de número; “y”, el conjunto final; y, “a” y “b”, dos constantes.

Escala de razón. La cuarta regla de asignación añade a la de intervalo la existencia de un


cero absoluto. Es decir, en las escalas de intervalos el cero es establecido de forma arbitraria
en un valor de la variable (i.e. 0º centígrados no significan ausencia total de temperatura). Para
la cuarta regla, el cero indica que no existe cantidad alguna de la variable. La ganancia de
información es considerable. Esta regla permite afirmar si un objeto posee el doble, el triple,
etc. De la variable que otro. El tiempo de reacción es una variable que podemos medir con esta
regla de asignación (i.e. podemos afirmar que 300 ms es la mitad de tiempo que 600 ms). Los
números iniciales asignados por una escala de razón, pueden sustituirse por otros, mediante
una transformación de la forma y=ax; donde “x”, es el conjunto inicial de números; “y”, el
conjunto final; y, “a” una constante. Por último, es necesario indicar que las relaciones
representadas por una regla de asignación de razón, cumplen propiedades representadas por
una escala de intervalos; las de intervalos, cumplen las propiedades de las escalas ordinales; y
estas últimas, las de las escalas nominales. Es decir, hay una relación de inclusión con
respecto a las relaciones representadas entre las escalas de medida.

Estos son los cuatro tipos de escalas más importantes. La teoría sobre las escalas contempla
además las transformaciones admisibles dentro cada escala y los estadísticos que pueden
emplearse con los datos generados por cada una.

Los estadísticos permisibles La cuestión siempre ha sido objeto de un fuerte debate en


psicología. Stevens no indicó que estadísticos podían calcularse y cuáles no en función del tipo
de escala utilizada para medir. Sólo expuso ideas relativas a las escalas ordinales. El problema
es que para multitud de variables psicológicas es muy difícil determinar el nivel de medida de
los datos. Un ejemplo, frecuentemente citado en la literatura, es lo que ocurre con las
mediciones del cociente intelectual (CI) de las personas. Imaginemos que un psicólogo ha
medido el CI de tres personas y obtiene que la primera persona tiene un CI de 50, y las otras
dos de 100 y 110 cada uno. ¿Cuál es la interpretación más común de estos datos?
Probablemente, que la persona con un CI de 100 tiene el doble de inteligencia que la del CI de
50; y que las dos últimas son más semejantes entre sí en inteligencia, que cualquiera de los
dos con el primero. Ahora bien, ¿qué escala de medida debería haber generado los datos para
que fueran correctas cada una de las interpretaciones?

Vayamos por partes: 1) para poder afirmar que las personas con un CI de 100 tiene el doble de
inteligencia que la del CI de 50, es necesario que la escala de medida sea de razón;
2) la interpretación sobre la semejanza entre las personas con un CI de 100 y 110, requiere
una escala de intervalos. Ninguna de las dos puede sostenerse; la escala de CI tiene un nivel
de medida ordinal.
La cuestión de los estadísticos permisibles tiene su base en un problema previo. Nadie mide
por nada, medimos porque vamos a “hacer algo…” con el resultado de las mediciones. Ese
“hacer algo…” habitualmente implica interpretar o tomar una decisión a partir de los valores

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obtenidos. Por ejemplo, en el caso de las mediciones de los CI una utilización, entre las
muchas posibles, sería seleccionar para un puesto de trabajo a la persona con un CI más alto.
La clave está en que hasta la utilización tan básica de los datos parte de una relación entre los
valores numéricos asignados: una relación ordinal. La utilización estará justificada en la medida
que esta relación entre los números sea la misma que la que mantienen entidades empíricas:
los CI de las personas. Normalmente, las interpretaciones que se hacen son el resultado de la
aplicación de técnicas estadísticas: medias, varianzas, puntuaciones típicas, etc. Los
resultados de estos estadísticos generan interpretaciones numéricas (i.e. argumentos sobre
relaciones numéricas entre los números). El problema de los estadísticos permisibles es
determinar si las interpretaciones numéricas se apoyan o no en las relaciones entre las
entidades empíricas medidas. (consultar lecturas complementarias)

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