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Resumen:
A través de un recorrido heterodoxo que parte del discurso historiográfico liberal
y arriba a la producción narrativa de Juan Diego Incardona (Villa Celina, 1971),
buscaremos señalar la vigencia y las transformaciones experimentadas por el tema
invasión dentro de la literatura argentina de las últimas décadas. La invasión (término
que recogemos del trabajo realizado por Andrés Avellaneda en El habla de la
ideología), circunscripta en un principio al “código cultural común” del liberalismo
como reacción hacia las manifestaciones populares (los malones indios, las montoneras
gauchas, los “descamisados” peronistas), será adoptada y reinterpretada desde otras
perspectivas ideológicas. En este sentido, analizaremos los casos de Pedro Orgambide
(1929-2003), Enrique Symns (1946) e Incardona. De tal manera, las diferentes
significaciones y re-significaciones de la invasión, tópico por antonomasia dentro de las
letras argentinas a la hora de traducir el conflicto civilización/barbarie en la
conformación y el sostenimiento del Estado moderno, nos permitirán reflexionar acerca
de las tensiones político-culturales existentes entre Buenos Aires (máxima polis
oligárquica de la República Argentina) y la “América profunda”.
Summary:
We will look to point out the current effect and the transformations experienced
by the topic of invasion within the last decades argentinian literature through an
heterodox journey starting from the liberal historiographic discourse and arriving to the
narrative production of Juan Diego Incardona (Villa Celina, 1971). The invasion (term
which we pick up from Andrés Avellaneda in El habla de la ideología), in the
beginning ascribed to the liberalism “common cultural code” as a reaction to popular
expressions (the Indian raids, the gauchos’ militia, the peronists descamisados –
“shirtless ones”–), will be adopted and reinterpreted form other ideological viewpoints.
In this sense, we will analyze the cases of Pedro Orgambide (1929-2003), Enrique
Symns (1946) and Incardona. In such ways, the different significations and re-
significations of the invasion, topic par excellence within the Argentine literature at the
time of translating the civilization/barbarism conflict in the modern state constitution
and support, will allow us to reflect upon the political-cultural tensions existing between
Buenos Aires (the greatest oligarchic polis in the Argentine Republic) and “the deep
America”.
1
Entrevistado para el documental Tierra adentro (Ulises de la Orden, 2011).
Antes de trasladarnos en la línea temporal, creemos conveniente detenernos en
un suceso histórico de enorme trascendencia no sólo histórica y política, sino también
simbólica. El 23 de febrero de 1820, Estanislao López y Francisco Ramírez, destacados
caudillos del Litoral, por entonces máximos representantes del federalismo, ingresaron a
la ciudad de Buenos Aires. Llegaban victoriosos de la Batalla de Cepeda, un combate
tan decisivo como fugaz en el que habían derrotado a las fuerzas del porteño General
Rondeau. Su victoria abrirá una nueva etapa histórica para la Argentina, pues la política
centralista del Directorio porteño deberá ceder ante la aparición en escena de una fuerza
política antagónica y genuina de las provincias del interior. Sin embargo, esa histórica
jornada dio lugar a una escena, a una acción concreta llevada a cabo por los caudillos y
sus tropas, cuya importancia simbólica y cultural resulta equiparable a la de su triunfo
militar: las tropas de López y Ramírez amarran sus fletes a las rejas que circundaban a
la Pirámide de Mayo, emblema de la “polis oligárquica” porteña.2 Esto resulta
inconcebible para los ilustrados habitantes de Buenos Aires: la barbarie provinciana
penetraba insolentemente a la ciudad culta y los raídos gauchos se mofaban de sus
monumentos. Anarquía. La resonada “anarquía del año ‘20”, según la tradición
historiográfica liberal. Esta “anarquía” estará dada ni más ni menos que en la aparición
de un sujeto bárbaro en el corazón mismo de la ciudad civilizada, sujeto que resulta ser
la encarnación de una vieja-nueva fuerza política que, sin reparar en protocolos,
desviará los cauces de la historia nacional. Este suceso, como cabe esperar, nos será
dado a conocer a través de una pluma ilustrada, la de Vicente Fidel López, quien legará
a la posteridad un vivo testimonio del horror que suscita en la oligarquía porteña esta
bárbara invasión:
“La convención de la paz del Pilar fué ratificada el día 24. Sarratea,
cortesano y lisonjero, no tuvo bastante energía ó previsión para estorbar
que los jefes montoneros viniesen á ofender, más de lo que ya estaba, el
orgullo local de la ciudad. El día 25 regresó á ella acompañado de Ramírez
y de López, cuyas numerosas escoltas, compuestas de indios sucios y mal
traídos, en términos de dar asco, ataron sus caballos en los postes y
cadenas de la Pirámide de Mayo, mientras los jefes se solazaban en el salón
del Ayuntamiento.” (LÓPEZ, 1912: 133-134) –El destacado es nuestro-
2
Denominación adoptada del pensador uruguayo Alberto Methol Ferré (2000).
granero del mundo”. Los sujetos eyectados por la industrialización europea, la “chusma
ultramarina” según la denominación empleada por los dirigentes de la Generación del
‘80 y sus herederos, llegarán a estas tierras por cientos de miles y, mezclándose en
convivencia con los humildes locales, modificarán para siempre el entramado
sociocultural argentino. Años después, el estallido de las Guerras Mundiales y el crack
financiero de 1929 dejarán al descubierto los pies de barro del modelo agroexportador y
una incipiente industrialización empujará a las poblaciones argentinas a migrar hacia las
grandes ciudades, Buenos Aires la primera de ellas. Es una invasión lenta, imperceptible
para el entablishment político pero evidente para el Coronel Juan Domingo Perón, quien
experimentará un meteórico ascenso político durante los primeros años de la década de
1940 gracias a los vínculos desarrollados con estos nuevos sujetos históricos. Los
“descamisados” renovarán el horror liberal cuando el 17 de Octubre de 1945, invadan el
centro de la polis oligárquica para pedir por la liberación de su líder. Se trata, sin
embargo, de una invasión desconcertante, pues la algarabía de esos rostros curtidos y su
“aspecto de murga”3 no se condicen con la imagen del feroz aborigen ni la del
aguerrido montonero. Pero están ahí, cantando y lavando sus “patas” en la fuente de la
Plaza de Mayo 4, insolentes, como aquellos caudillos federales con la caballada atada a
la Pirámide de Mayo. Otra vez la otredad abyecta llegando al corazón de la civilización.
Otra vez, el horror.
3
En Peronismo y pensamiento nacional. 1955-1973, Pablo José Hernández recoge las inmediatas
reacciones desconcertadas, desdeñosas y descalificadoras despertadas en distintos partidos políticos y
representantes de los sectores sociales hasta entonces hegemónicos frente a esta manifestación popular.
Allí podemos leer, por ejemplo, estas líneas aparecidas el 24 de octubre en Orientación, órgano ligado al
Partido Comunista: “(…) también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo
de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron
la ciudad no representan ninguna clase de la sociedad argentina.” –El destacado es nuestro-
(HERNÁNDEZ, 1997: 21)
4
Paula Cortés Rocca, analizando la temprana producción cuentística de Julio Cortázar, desliza la
siguiente interpretación: “‘Las puertas del cielo’ ficcionaliza eso mismo que el lenguaje cristaliza en la
frase ‘las patas en la fuente’ y que sintetiza la movilización obrera y sindical del 17 de octubre de 1945.
La clave de la frase no es sólo la metáfora que animaliza los cuerpos (y les confiere ‘patas’ en lugar de
‘pies`) sino, sobre todo, la sinécdoque que condensa, en un fragmento del cuerpo, la multiplicidad de un
fenómeno político. No se trata tanto de pensar que cierta clase o cierto grupo racial sólo pueda tener
patas. Se trata de advertir que eso (las masas, la clase popular, y su movilización política, lo que no tiene
una palabra y las convoca a todas), sólo puede representarse como pura corporalidad.” (AA.VV., 2010-a:
186)
5
Esta teoría sobre “la metáfora de la casa tomada” se basa en el relato “Casa tomada” de Julio Cortázar,
publicado en 1946 y aparecido en su primer volumen de cuentos, Bestiario (1951).
6
Diego Capusotto y Pedro Saborido diseñaron el sustrato ideológico del cantante de música pop Micky
Vainilla, uno de los personajes más destacados del programa Peter Capusotto y sus videos (2006-2010), a
través de la sátira irónica (Booth) de este discurso identitario de las clases hegemónicas de la Argentina.
Los cómicos recurren, en efecto, a la identificación que estos sectores realizaron y aún realizan entre casa
y país o casa y ciudad para rearticularla en el terreno paródico. En la emisión del programa
Si los intelectuales de la Generación del Centenario, con Leopoldo Lugones a la cabeza,
establecieron un potente discurso nacionalista para contrarrestar la amenaza del invasor
europeo que amenazaba los intereses de las élites locales con sus foráneas ideologías
socialistas y libertarias, la apertura de la acción política hacia las masas trabajadoras
propulsada por el peronismo encontrará una réplica discursiva que actualizará,
fundamentalmente desde la literatura liberal de la época, “el significado iterativo de
invasión”. Andrés Avellaneda, en El habla de la ideología, realizó un pormenorizado
estudio en torno a la producción narrativa de cinco autores representativos de esta
“réplica literaria” desarrollada durante los años ’40 y ’50: Ezequiel Martínez Estrada,
Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Enrique Anderson Imbert y Julio Cortázar. En
el Prefacio de su obra, Avellaneda nos dice:
7
En esta dirección, Jorge Torres Roggero sentencia: “Chusmas o descamisados, venían a perforar desde
‘los adentros’ mismos de su entraña a la totalidad clausa (la razón estructurada), y resultaron un revulsivo
capaz de ampliar el campo gnoseológico, de multiplicar los sujetos creadores; y por lo tanto, capaz de
instaurar gestos y ritos reconciliadores con el trabajo: no como forma de explotación, sino como codo con
codo, como liberación y fiesta.” (TORRES ROGGERO, 2002: 22)
Orgambide aparecido en Historias con tangos y corridos (1976). Con un título que
refiere de manera clara al epíteto de la “izquierda liberal” (Osvaldo Lamborghini dixit)
aplicado a los manifestantes del histórico 17 de Octubre, la murga se confundirá con el
malón. En efecto, la murga-malón se compone de “indios” y está encabezada por El
Director o Jefe y La Madre, denominaciones a cléf de Juan Perón y Eva Duarte,
respectivamente. Durante una soporífera noche suspendida en el tiempo, rodeada de
una atmósfera tan festiva como bélica, la murga-malón irrumpirá en la ciudad. En su
trayecto desde la periferia hacia el centro, armados con “palos de escobas con asta de
lata”, los indios se enfrentarán y derrotarán a los “gringos” (portugueses y españoles) y
a la “comparsa de los ingleses”; entretanto, sumarán a sus filas a niños de las villas de
emergencia, a “conscriptos”, a “sirvientas” y a “provincianos”. El narrador describirá el
desaforado avance de la murga-malón y, a través de una rica alegoría en la cual los
indios se ven reflejados en los espejos distorsionantes de un parque de diversiones, dará
cuenta de la amenaza de un “mundo al revés” que ellos representan, “ebrios de
confianza” a razón de sus victorias y de su bárbara fe volcada sobre la figura de La
Madre. Las fuerzas policiales intercederán sobre el final del relato para reestablecer el
orden, para desvanecer el temor por “la propiedad privada” amenazada por “los excesos
de esa turba” que canta y avanza. Las ametralladoras y las bombas derribarán uno a uno
a los integrantes de la murga-malón, quienes bailarán hasta el final “con más fuerza que
nunca, con una energía multiplicada por la sangre y el pánico.” (ORGAMBIDE, 1976:
13) Veinte años después de la publicación de este cuento, en uno de los ensayos
presentes en Ser argentino (1996), el mismo Orgambide nos proveerá de algunas claves
de lectura. A través de su análisis sobre “Sábado de gloria”, relato de Ezequiel Martínez
Estrada publicado en 1956 (veinte años antes de “La murga”), Orgambide subrayará los
“prejuicios” transformados “en materia literaria” por la reacción antiperonista de
escritores como Borges, Bioy Casares y el propio Martínez Estrada. Prejuicios desde
los cuales atacaban principalmente a “los excesos de la fiesta colectiva”, a “la
exteriorización festiva de las multitudes peronistas” (ORGAMBIDE, 1996: 174),
fuentes de un arraigado horror para estos representantes de la Buenos Aires culta y
europeizada. En relación a “Sábado de gloria”, Orgambide registrará la atmósfera
pesadillesca omnipresente en la “réplica literaria” antiperonista, atmósfera generada en
el relato de Estrada a través de un “cuadro realista-fantástico” en el cual “se
entrecruzan (…) los niveles de realidad y los tiempos históricos (…) y se lleva a un
nivel literario los hechos de la crónica.” (Ídem: 178) Hasta aquí, el análisis de
Orgambide. Por nuestra parte, y a partir de él, postulamos que “La murga” funciona
como una reescritura de “Sábado de gloria”, como un espejo que lo refleja
invirtiéndolo, reinterpretando la genealogía del horror liberal trazada por Martínez
Estrada. En este sentido, el asumido “realismo heterodoxo”8 de Orgambide es deudor
de las operaciones de escritura llevadas a cabo por la intelligentzia literaria de los años
’40 y ’50. Sin embargo, la atmósfera onírica de “La murga” y su mezcla de tiempos
históricos, así como el cruce que presenta entre datos provenientes tanto de la crónica
como de la creación ficcional, no buscan reflejar la “pesadilla” encarnada en la
aparición del peronismo. Por el contrario, esos elementos están allí para representar la
“ilusoria beatitud” de otro mundo posible, la esperanza de forjar una realidad diferente
canalizada por los sectores populares a través del peronismo. Cuenta el narrador:
8
“Soy un escritor realista heterodoxo. Yo me doy cuenta que a veces empiezo a escribir como un buen
escritor realista de los años veinte, y después me voy por cualquier lado, se me pianta la fantasía.” (Ver:
http://www.pagina12.com.ar/diario/cultura/subnotas/7-6194-2003-01-20.html)
“Entró la murga en el salón de los espejos y los gordos se vieron flacos y
los pobres se despertaron ricos, y de esa confusión, de esa ilusoria beatitud,
el Jefe sacó una esperanza, proyectó su fe, la contagió a los suyos.”
(ORGAMBIDE, 1976: 12)
Por otra parte, el relato puede leerse desde la situación que atravesaba la lucha
armada peronista para 1976, ya sofocada casi por completo. En esta dirección,
acotamos de manera breve que, desde su exilio en México, Orgambide establece en “La
murga” una relación atemporal entre las luchas populares, al tiempo que señala la
brecha que separa la potencia de las “bombas” y “ametralladoras” (empleadas por el
terrorismo de Estado argentino) de una contrafuerza civil mucho más débil,
representada simbólicamente en el relato por los “palos de escoba con astas de lata”. La
única respuesta posible para Los Indios de la murga-malón será, finalmente, la de morir
juntos bailando. Así, el fracaso del sueño revolucionario y la derrota de la “ilusoria
beatitud” peronista encontrarán su superación histórica en un acto poético: oponer al
fuego exterminador una acción vital y solidaria. Así, la alegría, “campo semántico
preferido del pensamiento plebeyo y su única vía de penetración en el fruncido mundo
de los ‘reyes y grandes señores’” (TORRES ROGGERO, 2005: 16), rescatará al sueño
de las garras de la tragedia y lo proyectará hacia el futuro. “La murga” culmina,
entonces, con estas palabras del narrador: “Los Indios danzaban, con rápidas y
elásticas contorsiones, mientras el Jefe con su lanza –un palo de escoba con asta de
lata- señalaba, a lo lejos, el resplandor de la fiesta.” (Ídem: 13)
9
Sorprende el carácter anticipatorio de esta obra de Symns, pues lo que allí se narra como sucesos
acontecidos en diciembre de 1999 pueden ser reconocidos fácilmente como un vaticinio de lo que
efectivamente ocurrirá en nuestro país exactamente dos años después, cuando la acción de una
“marabunta humana” generará la antológica huida en helicóptero de la Casa Rosada del entonces
Presidente, Fernando de la Rua.
10
Este folletín pone de relieve el papel geopolítico de los EE.UU., “cerebro del imperio, cuya convicción
más inconsciente y misteriosa impulsaba al hombre más allá de los límites de la gravedad terrestre”
(SYMNS: 2008, 86). Asimismo, su carácter futurista introduce algunos elementos característicos de la
ciencia ficción en la aparición de Osiris I y Osiris II, dos supercomputadoras a las que sus creadores
norteamericanos llaman “Cerebros Planetarios”. Estos dioses tecnológicos, máximos exponentes de la
razón instrumental del tecnocapitalismo occidental, no podrán predecir, sin embargo, los movimientos de
la “marabunta” y sus desmanes mayúsculos. El exterminio será entonces la alternativa final para las
“fuerzas del imperialismo”.
“El principal enemigo de las instituciones democráticas no fue el grupo
rebelde. Fue la solidaridad. Cuando se formaron las primeras cooperativas
de consumo y de trabajo, cuando las radios clandestinas comenzaron a
conectarse entre sí y la prensa subterránea funcionó como un correo social,
cuando por las noches las puertas de las casas quedaron abiertas, el
sistema comenzó a derrumbarse.” (Ídem: 89)
11
Desde la primigenia homologación del “pueblo” con el conjunto de los trabajadores argentinos hasta el
testamento político mediante el cual Perón declarará al “pueblo” como su “único heredero”. (Ver al
respecto: SIGAL, Silvia; VERÓN, Eliseo. 2003. Perón o muerte. Los fundamentos discursivos del
fenómeno peronista. Eudeba, Bs. As.)
en la nouvelle “Tomacorriente” (segunda parte de Rock barrial), el tema invasión será
retomado por Incardona desde nuevas perspectivas. 12 En el caso de El campito se
subraya una inversión del sentido, pues la acción invasora no surge de los habitantes de
los Barrios Bustos. Por el contrario, éstos deberán organizar la resistencia como una
reacción necesaria para la subsistencia frente al hostigamiento llevado a cabo por las
fuerzas de la oligarquía. De esta manera, Incardona trastoca la direccionalidad de la
violencia, determinándola como constitutiva del ego conqueror cortesiano que habita
en las clases hegemónicas. Ese “cerebro del imperio cuya convicción más inconsciente
y misteriosa”, tal como señalaba Symns, impulsa “al hombre más allá de los límites de
la gravedad terrestre”, está representado en la novela de Incardona por los satélites
“alquilados por las señoras de Barrio Norte a la NASA” (INCARDONA, 2009: 28).
Estos productos tecnológicos, tal como le dice Carlitos el Ciruja a Juan Diego, surgen
del miedo y destruyen la armonía entre el hombre y el Universo:
“Yo paso todo el tiempo en el campito. Para ubicarme, siempre miré las
estrellas. Jamás necesité otra cosa. No hay como el cielo para que el
hombre sepa en qué lugar de la tierra tiene los pies. Pero ahora este método
ya no sirve más, porque las constelaciones se están desfigurando, por
cuestiones políticas. (…) Lo que pasa es que en los últimos tiempos el cielo
se llenó de satélites. Los usan para espiar los barrios secretos que mandó a
construir Evita en La Matanza. Deben tener miedo.” (Ídem: 27-28) 13
16
La apertura de esta dimensión le permite a Incardona fusionar en la lucha a diferentes grupos y
corrientes originados dentro del Movimiento Peronista a lo largo de su historia: la Resistencia obrera de la
segunda mitad de la década del ’50, los militares leales a Perón, la Rama Femenina, la izquierda nacional,
la Juventud Peronista de los años ’70, etc. El autor da lugar, a través de los recursos brindados por el
discurso literario, a una superación de las divisiones coyunturales entre estos grupos en pos de la
realización de una empresa común. Podría decirse, en este sentido, que el legado marechaliano se
presenta en Incardona de manera especial, a través de la unificación de las batallas “terrestre” y “celeste”,
pues los personajes de El campito, a diferencia de Megafón y sus “formaciones especiales”, no buscan
una trascendencia metafísica; por el contrario, la trascendencia se produce en la novela de Incardona de
acuerdo a la relación que establecen unos cuerpos con otros dentro de ese presente de lucha que los
convoca para la defensa de su propio espacio geocultural. Dice Carlitos el Ciruja, metanarrador de la
historia de El campito: “Si las clases altas o medias –decían los enanos- se metieran en este barro
infectado, no sobrevivirían más de media hora, una hora a lo sumo –especulaban-. Era difícil imaginar
enemigos deseando conquistar un lugar así. Sólo nosotros, que estábamos hechos de su barro, de su agua,
de su mugre, podíamos amar esa tierra. (…) Todo era posible en el futuro. Ahora, había que pelear por
esa idea y resistir los embates de las clases dominantes, luchar por el Mercado Central y sus periferias, ya
fueran fértiles, ya desérticas, y no regalarles nada, ni siquiera la suciedad, ni siquiera el agua podrida, ni
siquiera la mierda.” (INCARDONA, 2009: 153)
la obra de Incardona, abonarán la tierra, transformándose en semillas y proyectándose,
de manera análoga al final de “La murga” 17, hacia el futuro. Por otro lado, al igual que
en El campito, existirá una permanente remisión al universo obrero y a la cultura
popular barrial. Por una parte, esta remisión se evidencia en la procedencia de clase de
los adolescentes sedientos de venganza, hijos de obreros y “nietos del Pincén”, cacique
aborigen cuya figura fue adoptada por el grupo Malón (en la letra que tomamos como
epígrafe para este ensayo) con el objeto de ligar la lucha de los “humildes marginales”
del Conurbano con la de los pueblos originarios.18 Asimismo, el universo obrero y la
cultura popular de los sectores barriales se presentará a través de la consagración del
“rock chabón” como manifestación sociocultural pasible de reivindicación dentro del
campo literario contemporáneo. En este sentido, Incardona declaraba en una entrevista:
“El rock barrial es el paria del rock argentino. Los músicos del rock
argentino desprecian al rock barrial. No ven nada bueno: las letras son
todas malas, la música es cuadrada, todo es berreta. Pero quizá por haber
vivido en esos barrios del conurbano, en el momento en que se gestó esa
movida, se me ocurrió armar un libro donde pudiera cruzar el mundo del
rolinga con el mundo obrero. El rolinga como el hijo del desocupado de los
’90, que sale de la escuela industrial y le cuesta conseguir trabajo. En un
momento en que se cerraron las instituciones y se marginalizó mucho el
conurbano, la esquina se transformó en el lugar de pertenencia donde se
gestaron las bandas. Evidentemente, el rock barrial es mucho más que las
canciones.”19
17
Y de Megafón (1970), antecedente ineludible de “Tomacorriente” y El campito.
18
Respecto al trazado de genealogías, cabe la siguiente observación: la tradición peronista señala a Felipe
Vallese, obrero metalúrgico y dirigente de la JP desaparecido en 1962, como el primero de la historia
argentina; por su parte, los historiadores del anarquismo expropiador rioplatense establecen como
primeros a Miguel Arcángel Roscigna, Andrés Vázquez Paredes y Fernando Malvicini, desaparecidos en
1937; los representantes de la nación mapuche, por otra parte, declaran como primero a Vicente Catrinao
Pincén, bravo cacique capturado por el General Conrado Villegas y enviado a reclusión a la Isla Martín
García en 1878, de quien nada más se supo. Consideramos, en relación a estos casos, que las divergencias
en el plano de la literalidad cronológica se superan si logramos distinguir el hilo conductor que los
atraviesa. Ninguno de ellos ha sido estrictamente “el primer desaparecido”. Pero esto poco importa, pues
todos ponen nombre a las incontables y anónimas víctimas de la invariable reacción aniquiladora propia
de las clases hegemónicas durante el desarrollo de nuestra historia. Todos son, de alguna manera, el rostro
mismo del horror para aquellos que temen perder sus privilegios y sus posiciones de dominación. Por eso
han querido ser borrados, “desaparecidos”.
19
Ver: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-20395-2011-01-04.html
Desde el malón indio del siglo XIX hasta la “guerrilla de guachos” del Conurbano
partícipes de las revueltas del 2001: diferentes morfologías adoptadas por los invasores
para contrarrestar la violencia original ejercida sobre sus comunidades por las clases
hegemónicas refugiadas en la polis oligárquica. Sujetos abyectos que se niegan a
desaparecer, que miran a los ojos de los horrorizados ciudadanos para decir “aquí
estamos”.
La literatura argentina ha dado cuenta de ellos, ya sea desde el horror o desde la
empatía. Ya sea en una u otra modalidad, esto señala un hecho evidente: los “hombres
de letras” argentinos no pueden ni podrán ser indiferentes a las manifestaciones vivas
de quienes están decididos a encauzar con sus propias manos el barco de su destino en
común. En determinadas coyunturas históricas, esta fuerza se traducirá en proyecto de
recomposición de una perdida justicia primordial. En otras, será un torbellino
devastador. Si esta segunda opción acabara por imponerse, volver a empezar sería la
única posibilidad de futuro. Y los pueblos bien saben de eso.
Bibliografía
En internet
Películas
DE LA ORDEN, Ulises. 2011. Tierra adentro, Argentina.
MARTÍNEZ, Virginia. 2000. Ácratas, Uruguay.