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La cuota con macana


BLOG | 18 FEBRERO 2011 - 11:57PM | POR JOSÉ J. MARTÍNEZ RODRÍGUEZ

Algunos tipos de abusos son muy evidentes y fáciles de percibir. Al recordar el Holocausto o ver
casos de maltrato físico infantil y violencia doméstica sólo hace falta tener un poco de
sensibilidad para reconocer que el abuso de poder y fuerza debe ser detenido. El pasado 9 de
febrero fue uno de esos días donde los pueblos se dan cuenta de que no se puede dejar para
después la lucha contra la injusticia. Los incidentes en la Calle Conciencia, en efecto,
despertaron la conciencia en miles de personas. Se volvió clara la urgencia por que la Policía
saliera de la Universidad de Puerto Rico.

Como muchas otras veces, los estudiantes tuvimos que pagar con sangre y lágrimas para que al
fin se hiciera sentir el apoyo de quienes afirmaban que estaban con nosotros, pero hasta entonces
no se habían aparecido. Durante el resto de esa semana, la comunidad universitaria y el país
estuvieron más que unidos en defensa de la universidad y en apoyo a los estudiantes. La masiva
marcha “Yo amo la UPR” reafirmó el valor que nos mueve a luchar, y aunque, convenientemente
para el gobierno, no se hicieron estimados oficiales, sabemos que ha sido la mayor demostración
de solidaridad que se ha visto en mucho tiempo. Más de 20,000 personas se unieron por una
misma causa. Esa unión y la expresión contundente de repudio hacia el abuso físico por parte de
la fuerza policiaca, ejercieron la presión necesaria para que dos días después de la marcha el
Gobernador de nuestra todavía colonial Isla del Encanto tomara la decisión de retirar
parcialmente la Policía de la Universidad.

Lamentablemente, ante la salida de la Policía muchos sintieron un alivio tan grande y fue tanta la
celebración, que olvidaron que la Universidad sigue necesitando ese apoyo que le habían
demostrado pocos días antes. Y es que, la gran masa solidaria se limitó a luchar contra la
violencia que es más fácil de reconocer, la visible y tangible, la que le duele al cuerpo. Sin
embargo, existen violencias que no duelen al cuerpo, pero igualmente hieren la dignidad de
cualquier ser humano.

Desde antes del comienzo de la huelga, la meta a corto plazo del movimiento estudiantil ha sido
la derogación de la certificación 146, esa que establece la innecesaria e injusta cuota de $800.
Durante meses el estudiantado ha desmentido el argumento de la administración de que “para
resolver la crisis no hay más remedio que la cuota”. De la misma manera, salió a la luz pública
que la susodicha no era el colateral para un préstamo, y que la administración una vez más
mentía acerca del uso que se le daría al dinero que le sacaba del bolsillo a los estudiantes. Los
$800 dólares tampoco serían usados para mejorar la universidad, pues cada vez son menos los
cursos y las secciones disponibles, y ahora se improvisan términos para poner “en pausa”
prestigiosos programas de la UPR. La cuota no funciona para nada bueno.

Pero hay algo que la cuota sí pudo hacer. La cuota ha sido un instrumento de mayor o hasta peor
violencia que la misma Policía. La diferencia entre ambas violencias, es que una ha sido
explícita y física, pero la otra ha parecido ser invisible, y muchos ya no creen en lo invisible. Al
gobierno se le hizo muy difícil esconder su verdadero rostro y su intención de reprimir y aplastar
a aquellos que no temen alzar su voz contra lo que está mal. La gente vio la realidad, la sintió y
se levantó. Cada macanazo que recibía un estudiante, lo recibía el pueblo, y por eso nos unimos
todos. Por otro lado, el gobierno sí ha podido disimular con sus mentiras el tan real y violento
golpe que ha representado la cuota de “estabilización fiscal”, no solamente para los actuales
estudiantes sino también para los venideros.

Esta abusiva fuerza ha sido no sólo más amplia, sino más cruel, fría e inhumana. Y es que la
fuerza bruta de la policía la sufrieron directamente cientos de estudiantes, pero la cuota ha dejado
sin acceso a la educación a muchísimos miles de estudiantes. A aquellos que fueron heridos por
el gas pimienta, las macanas y las brutas manos de los brutos agentes azules, les quedan por un
tiempo el dolor y los moretones; pero a los que han sido heridos por la cuota, a menos que
hagamos algo al respecto, las marcas les durarán toda la vida. No hay crema, ni masaje, ni
terapia que alivie el dolor de los más de diez mil estudiantes que ya no pueden seguir
estudiando. Dejar a esta y las próximas generaciones, sin derecho a una educación de alta
calidad y accesible a todos y todas, es posiblemente un abuso mucho peor y más urgente que
cualquier otra demostración de brutalidad física por la cual nos hayamos quejado hasta hoy.

Esto ya no es un peligro inminente, es una realidad. Si bien el gobierno no ha podido callarnos


con la fuerza bruta, intentará ignorarnos hasta que nos cansemos. Pero, no es opción cansarse
cuando se conoce la urgencia de unirnos para acabar con una injusticia que pretende cantar
victoria. La victoria la cantaremos cuando venzan la justicia y el amor que sentimos por nuestro
país y por nuestros hermanos y hermanas que ya no podrán vivir la vida universitaria como la
conocían; tanto aquellos a quienes, ante la necesidad de conseguir mayores cantidades de dinero,
estudiar se les hará muchísimo más difícil de lo que ya era, como aquellos que por no poder
pagar se quedaron fuera. Entendamos la urgencia, y una vez más despertemos y detengamos a
quien viene a oprimirnos con golpes y patadas. Detengamos la cuota con macana.

Acerca del Autor

José J. Martínez Rodríguez

Estudiante de Bellas Artes de primer año en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de


Puerto Rico.

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