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ESPIRITUALIDAD
EDICIONES CRISTIANDAD
MADRID
1966
TEOLOGÍA Y ESPIRITUALIDAD
mente es también otra cosa, pero debe ser eso, y mucho más hoy
que debe dar testimonio en el corazón de la incredulidad y ser
fuerza ejemplar para el creyente. Digamos con toda la prudencia
necesaria: sólo la teología es capaz de oír con lucidez la pregunta
formulada por la incredulidad a la forma concreta, histórica de
Trascendencia que se manifiesta en el cristianismo. Y esta pre-
gunta, la teología la asume en la fe. El teólogo renegaría de sí
mismo si pusiera la fe bajo el celemín o si, metódicamente, no la
tuviera en cuenta. Esto quiere decir también que el teólogo sólo
es fiel a su proyecto en el diálogo constante con el filósofo.
El teólogo encuentra la Palabra de Dios por ese rodeo que es
el pensamiento. Rodeo ejemplar, porque lo que se ha de pensar
es la disociación vivida entre la fe y la vida. La teología sólo es
camino hacia la unidad si se toma en serio la dualidad que cada
uno experimenta a niveles diversos.
El cristiano, más especialmente hoy, se siente incapaz de esta-
blecer una cierta coherencia en sí mismo: es solicitado por tantas
tareas y tantos pensamientos diferentes que el nudo de su unidad
se le escapa. Este desparramamiento ha sido descrito cien veces.
En la actualidad, el cristiano toma en serio la transformación de
este mundo, participa en la aventura científica y cultural. Mide
la validez del político. Siente gusto por las tareas terrenas. Trabaja
con no-cristianos y comparte a menudo sus opciones económicas
o políticas. ¿Cómo se integra todo esto en su fe? En la mayoría
de los casos, no lo ve. En los casos mejores, si lo percibe, esa per-
cepción es adqurida mediante un esfuerzo racional, una especie
de ejercicio de persuasión que ha de rehacerse sin cesar porque
siempre está amenazada; esfuerzo que parece de escasa eficacia;
no consigue hacer vivir al nivel de la unidad vital, de la "sensi-
bilidad", lo que por otra parte sabe que debe ser verdadero. Esto
explica que los esfuerzos realizados para lograr una mejor cultura
religiosa resulten casi siempre decepcionantes. Si la cultura es bí-
blica, parece demasiado alejada de nuestras mentalidades, y para
muchos exige demasiados conocimientos históricos previos. Si la
cultura es litúrgica, corre peligro de arqueologismo. Si es teoló-
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