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Edición digital • Nº 357 2011, 358 2011, 363 2012, 365 2012.
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Apariciones marianas en Extremadura (i)
José Luis Rodríguez Plasencia
D
esde que a lo largo de los siglos xi y xii la
labor propaladora de templarios y cister-
cienses actuó de forma concluyente en la
difusión y consolidación de la devoción
pública a María con el culto por las Vírge-
nes Negras, y como entidad autónoma e independiente
de Jesús, el fervor hacia la Señora fue aumentando pro-
gresivamente, hasta ocupar un lugar preponderante en la
religión cristina y en la cultura de Occidente. En la difusión
de su culto, durante los primeros siglos de la cristiandad,
influyó también que se le asimilase el de la diosa madre
egipcia Isis -diosa negra-, culto que, tras extenderse por
toda la cuenca del Mediterráneo -con otras diosas madres
como Cibeles-, pasó a Europa a través de Grecia y Roma,
como personificación del principio de la maternidad. De
ese modo María se mostró entre los pueblos germanos
primeo y occidentales y nórdicos después, como paradig-
ma de todas las diosas que, sin perder su estado virginal,
eran madres divinas, engendradoras de vida. De la expan-
sión de esa devoción se encargaron -como dije- templarios
y cistercienses, a los que se unieron con vitalidad a media-
dos del siglo xii los Caballeros Hospitalarios de San Anto-
nio o San Antón Abad, pues según una tradición piadosa
este eremita egipcio veneraba en su cenobio la imagen de
una Isis del período alejandrino como si de una imagen de
la Virgen María se tratase.
Igualmente, esto explicaría que muchas de las imágenes negras que habían sido escondidas en un
principio por los campesinos y pastores paganos en los lugares más recónditos y salvajes de la natura-
leza ante el temor a represalias por parte del naciente y cada vez más poderoso y pujante cristianismo
-como sucedería más tarde a éstos ante la invasión musulmana de la Península- fuesen apareciendo
ahora sin temor a represalias debido a esa identidad aparente entre la madre cristiana y la gentílica. De
ahí que los lugares de su aparición y las leyendas a ellos adscritas -con ligeros matices o variantes- sean
generalmente semejantes en el fondo y en la forma. Estas apariciones virginales, cuando se muestran
de motu proprio suelen hacerlo para indicar el lugar donde se halla una imagen que la representa;
aunque en otras ocasiones, una vez desaparecida la celestial visión, cuando los devotos, alertados por
el pastor o niño objeto de la manifestación, retornan al lugar donde aquélla se produjo, sólo encuen-
tran una imagen en piedra o madera de la Señora que tuvo a bien manifestarse.
Las imágenes marianas suelen ser encontradas por niños, por pastores -gente ingenua fáciles de
sorprender- o incluso por animales -toros, que en las antiguas religiones mistéricas era un símbolo
solar y fuente de virilidad por excelencia o bueyes preferentemente- en campo abierto, en cuevas, en
huecos de árboles, en roquedales…, en lugares relacionados con el agua: fuentes, ríos, manantiales,
pozos...; en zonas de corrientes telúricas con propiedades curativas… O en lugares donde antaño
hubo cultos a Gaia, la Gran Madre o la Abuela Tierra, venerada ya desde el Neolítico en el Próximo
Oriente, en Anatolia u otras zonas donde llegó la cultura del Egeo como diosa de la vida y de la muer-
te, o en lugares donde pudieron asentarse antiguos templos paleocristianos, como sospecha Manuel
Vilches (2009:19) que pudo suceder con la ermita del Ara de Fuente del Arco, donde en tiempos re-
motos pudo haber un lugar de culto y peregrinación. Por su parte, Eloy Martos Núñez (2002:15) señala
que el sustrato lusitano-romano de Extremadura ha hecho que muchas leyendas nos confirmen “la
presencia de divinidades femeninas en la Lusitania, las cuales van a actuar de sustrato a la implantación
de los cultos marianos” en esta Comunidad, como pudo suceder con Ataecina, diosa del renacer pri-
maveral, de la fertilidad, de la naturaleza y la medicina, que los romanos identificaron con Proserpina.
Y como muestra de preferencia identificativa, para dar mayor fuerza y despertar mayor fervor reli-
gioso entre los fieles, la imagen siempre vuelve al lugar de la aparición si se trata de alejarla de donde
la manifestación se produjo. Claro que si después de un primer proceso de aceptación por parte de
quienes ocupan el lugar de la aparición, ésta no es aceptada como propia, lo más fácil es que sea su-
plida por otra, como al parecer sucedió en Villarta de los Montes, donde, según Acedo Díaz (2008:25-
26), los villarteños, sin saber por qué razón, “fueron abandonando la devoción a Santa Brígida a favor
de la Virgen que consideraban antigua”, es decir la Virgen de la Antigua, que hoy es venerada en esa
localidad badajocense.
Por otra parte no debemos olvidar -matiza Eloy Martos- “que las ‘leyendas marianas’ suelen cum-
plir una función ‘pragmática’ básica: ‘explicar el origen de un santuario y de una devoción’, por tanto,
son en última instancia, leyendas ‘etiológicas’ ligadas a un lugar y a un culto, aunque, lógicamente, en
la leyenda aparezca al revés, el santuario se funda como consecuencia del milagro, y no es éste el que
se reelabora para explicar un culto, más o menos borroso en la memoria colectiva”.
En referencia a la aparición de las imágenes sagradas -blancas o negras- en los lugares más insos-
pechados de nuestra geografía debe tenerse en cuenta que muchas de ellas -caso de las Vírgenes
Hoy, la frecuencia de las apariciones no es ni más ni menos que la de antes. Pero en los tiempos
que corren ese reconocimiento, esa aceptación por parte de la autoridad eclesiástica, es cada vez más
Por cierto: según una leyenda que ha trascendido desde antiguo, el verdadero rostro de la Virgen
fue pintado y esculpido por San Lucas1 antes de la asunción de María en cuerpo y alma a los Cielos. Y
que no fue una, sino varias, las veces que el evangelista pintó o esculpió a la Madre de Jesús, una de
las cuales sería la Virgen de Guadalupe, la morenita de Las Villuercas.
Monasterio de Guadalupe
1 Lucas o Luca, entre los celtas, hacía referencia a lo que era específicamente sagrado para ellos.
En un paisaje fragoso próximo al santuario de Chandavila, de La Codosera, tuvieron lugar las apa-
riciones más recientes de las acaecidas en Extremadura, pues ocurrieron en el año de 1945; es decir,
hace sesenta y seis años. Los protagonistas fueron una señora mayor Afra Brígido, ya difunta, y dos
niñas: Agustina -que también ha muerto- y, Marcelina, que vive y es monja de la Congregación de
Sor Ángela de la Cruz, la vidente a la que se le apareció la Virgen de los Dolores. Estas apariciones,
que se consideraron milagrosas, despertaron mucha atención e interés en la época y no sólo en la
zona, a pesar de que fueron consideradas como supuestas. De ahí que las autoridades eclesiásticas
del momento no les prestasen la relevancia que tuvieron otras acaecidas siglos antes en Extremadura
por la poca atención que hoy presta la Iglesia a este tipo de fenómenos, como está sucediendo, por
ejemplo, con las apariciones de Medjugorje.
Cuenta una leyenda de Esparragosa de Lares -facilitada desde el Ayuntamiento de esta localidad
badajocense- que tres hermanos -no a tres pastorcillos, como algunos dicen- subieron al monte a
recoger escobones -escobeñas- para venderlos y ayudar con ello a la economía familiar. Empeoró el
tiempo, se hizo de noche y los tres zagales se perdieron. Hallaron una cueva y se refugiaron en ella,
donde se les apareció la Virgen, quien les dijo que volvieran al pueblo, que Ella los guiaría y que su ma-
dre, enferma, había sanado. Los niños obedecieron y, en efecto, cuando llegaron a casa la encontraron
curada. Los niños contaron qué les había sucedido y algunos decidieron subir al monte, hallando, en
efecto, la imagen en la cueva. Resolvieron bajarla al pueblo y depositarla en la parroquia, pero al día
siguiente la imagen había desaparecido. Volvieron a la gruta y allí estaba. Por ello interpretaron que la
Virgen quería que se le erigiera allí un santuario; y así se hizo.
Según los visitadores de la Orden de Alcántara, que inspeccionaron la ermita en 1634, en ella había
dos imágenes: una de la Virgen de la Cueva y otra con la advocación de El Risco, ésta en paradero
desconocido, según me comentan en Esparragosa.
La ermita de la Virgen de la Cueva -patrona de Esparragosa- está situada en la parte más elevada
del pueblo y no se conoce la fecha de su construcción, aunque se supone que fue alrededor del siglo
XIII, cuando la Orden de Alcántara reconquistó Esparragosa y Puebla de Alcocer. Debajo de la ermita
está la Casa del Santero, edificada igualmente por los alcantarinos para controlar el edificio religioso.
La cueva de la aparición está hoy tapiada.
Galizuela es una localidad badajocense donde se venera la imagen de Nuestra Señora de Lares,
mal conocida como de la Cueva o del Risco según información que me transmiten desde su Ayun-
tamiento. Sin embargo, puede que tales denominaciones no estén desencaminadas. Ya señalé que
cuando los visitadores de la Orden de Alcántara inspeccionaron la ermita de la Virgen de la Cueva de
Esparragosa había dos imágenes: una la mencionada de la Cueva y otra conocida como del Risco. ¿Por
qué no pensar, a la vista de la coincidencia de nombres, que la actual Nuestra Señora de Lares no sea
sino la Virgen del Risco, desaparecida de la ermita de Esparragosa? Y más aún: ¿Por qué llamarla de
Lares? ¿No era, acaso, ahí, en la Sierra de Lares, donde aún está la ermita de la cual desapareció la
mencionada del Risco?:
La ermita de Nuestra Señora de Lares se encuentra -al igual que la de la Cueva-, en lo alto de la
sierra y a ella acuden los vecinos en romería el 25 de marzo. La capilla se ubica en tan escabroso lugar
porque según la leyenda allí fue donde la Virgen se manifestó a tres niñas.
A pocos kilómetros del también pueblo cacereño de Eljas, y en plena sierra, fue construida en 1907
la ermita de la Divina Pastora. La imagen mariana está rodeada de ovejas y corderos y el conjunto
figurativo rememora la aparición de la Virgen a un pastor que apacentaba su rebaño por aquellos an-
durriales serranos. Cuenta la leyenda que el rabadán quedó sorprendido cuando vio que algunos cor-
deros del hato saltaban en círculo. Como la tarde caía y era ya hora de regresar al pueblo, llamó a los
animales con sus silbos, a la vez que azuzaba a los perros para que rodeando a los indómitos animales
los atrajese hacia donde él se encontraba. Pero los animales siguieron con sus saltos, ajenos a los sil-
bidos y a los ladridos de los canes. Intrigado, el pastor se aproximó al lugar y quedó sorprendido al
ver que los borregos traveseaban alrededor de una imagen, que luego resultó ser de la Virgen María.
La imagen que actualmente se venera en la ermita, bajo la advocación de la Divina Pastora, es una
antigua talla barroca que se conservaba en la parroquia, y que era considerada por los eljanos como
la que encontró el pastor allá en la sierra.
Otro pueblo cacereño de Sierra de Gata, Torre de Don Miguel, fue igualmente objeto de una apa-
rición mariana similar: la Virgen de la Bienvenida, que se apareció a unos pastores en el lugar donde
se levanta hoy la ermita, en las proximidades de la carretera comarcal que conduce a Cadalso. Como
el sitio de la manifestación quedaba lejos de la localidad, los vecinos decidieron erigir una capilla
conmemorativa en un paraje más próximo al pueblo, pero los muros que hoy se levantaban, aparecían
derruidos al siguiente día. Tal anomalía, muy común en otras apariciones virginales, fue interpretada
como que la Virgen no deseaba ser venerada en otro lugar que no fuese el de su aparición. La cons-
trucción primitiva de la ermita data del primer tercio del siglo xv.
En torno al culto a Nuestra Señora de Bienvenida hay unos ritos que no dejan de ser sospechosos
de dendrolatría. Me refiero al hecho de que el primer domingo después de la Pascua de Resurrección,
en esta localidad cacereña se danza alrededor de un fuego encendido con los capazos de los lagares
de aceite el conocido como Baile del Capazo, celebración que -sorprendentemente- señala el fin de
la recogida de la aceituna en el término; y que al día siguiente se celebre la romería de El Ramo, una
procesión que encabeza la mayordoma con un ramo en forma de cruz, y durante la cual se van reci-
tando o cantando las peticiones que ese año se hacen a la Virgen y rememorando los ya concedidos.
La localidad badajocense de Los Santo de Maimona guarda también la leyenda de otra aparición
mariana, que ya en su primera manifestación a dos pastorcillos les manifestó el deseo de ser venerada
allí mismo bajo la advocación de la Estrella. Uno de los niños, llamado Andrés, contó que mientras
una tarde apacentaban el ganado en el lugar donde hoy se enclava la ermita, se vieron sorprendidos
por un resplandor sobrenatural en forma de estrella, fulgor que surgía de un centenario álamo negro
-conocido como el álamo gordo- que allí había. Y en el centro del resplandor, los niños creyeron ver
una imagen sonriente que ellos no dudaron en identificar con la Virgen.
Igualmente, el Sr. Acedo señala que la aparición mariana provocó la rivalidad entre dos pueblos
que se disputaron la territorialidad del lugar de la aparición: Puebla de Don Rodrigo, en la provincia
de Ciudad Real, antes del reino de Toledo, y Villarta, hoy de Badajoz. “Estaba en dilucidar a cuál de
estas poblaciones pertenecía la imagen, ya que, se dice que la persona que la encontró era natural
de la Puebla”. Y por lo que se ve, la imagen se quedó en Villarta.
Eloy Martos Núñez (2002:15) escribe que la construcción de la ermita dedicada a la Virgen de la
Soledad del Fuego, de Baterno, en La Siberia extremeña, se relaciona con la aparición de una palo-
ma, sólo que ella es la que desbarata la obra que se está construyendo, en un sitio inadecuado, para
indicar el verdadero lugar donde debe erigírsele la ermita: un suave y pequeño cabezo, a las afueras
del poblado.
Además, y en relación con esta imagen, por la que en Baterno sienten gran devoción debido a
los numerosos milagros que se le atribuyen, circulan dos leyendas que en mi opinión no dejan de
ser meras invenciones piadosas, de incierta credibilidad. Según aparece en una página web de la
localidad, la actual ermita se construyó en el siglo xviii y estaba dedicada en un principio a la Virgen
de la Soledad. Añaden que historiar la devoción por la Virgen del Fuego supone trasladarse a la Italia
del siglo xvii, en la provincia de La Leche, del entonces reino de Nápoles. Cuentan que en 1670 “se
experimentó en aquella provincia y limítrofes un castigo del cielo, cayendo muchos rayos y centellas
que en diversas ocasiones mataron personas, por cuya causa estaban en gran aflicción los moradores
de aquellos pueblos siempre que veían el cielo turbado”. Para remediarlo, el Señor reveló a una per-
sona piadosa el desagravio obligado para “librarse de sus iras”: bastaba con que ayunasen un día al
año “por toda la vida”. Y fue Fray José de San Juan, religioso descalzo franciscano, quien al querer
extender esta devoción por España eligió -¡sorprendente casualidad!- la ermita que en Baterno se
construía para la Virgen de la Soledad. El posterior añadido de Virgen del Fuego está relacionado
con un suceso ocurrido en Madrid el 20 de agosto de 1672. Ese día se produjo un incendio en cierta
panadería de la Plaza Mayor, donde uno de los trabajadores quedó atrapado junto a una imagen
de la Virgen de la Soledad, bajo cuya protección logró salvar la vida. En recuerdo de este suceso, el
pueblo de Baterno dedicó el apelativo que hoy tiene. Aunque en el Ayuntamiento local no han sabido
explicarme el porqué de este añadido, ni si el panadero que salvó su vida acogiéndose al cuadro de
la Virgen tenía alguna relación con este pueblo badajocense. Aunque como se verá más adelante,
este suceso guarda paralelismo con otro acaecido en la también badajocense localidad de Atalaya.
Como Vírgenes de Belén también se veneran imágenes en el arrabal de Trujillo de igual nombre;
en Cañamero -donde como patrona-, guardan una talla bajomedieval de la Virgen con el Niño. Igual-
mente en la Puebla de Sancho Pérez, en Puerto Hurraco; en San Martín de Trevejo -como Virgen
Negra-… En Miajadas; la iglesia de Nuestra Señora de Belén, construcción barroca datada en el siglo
xviii y concebida originariamente como ermita, se halla bajo igual advocación. Hasta el siglo xix la pe-
queña Iglesia de Belén era una antigua casa para el asilo de los más necesitados.
Entre los mayores de Ibahernando circula una leyenda relacionada igualmente con el agua. La
imagen de la Virgen de la Jara la encontró un pastor, de ahí que se decidiera levantarle una ermita
en el mismo lugar de la aparición. Pero al picar en el terreno para hacer los cimientos comenzó a salir
tanta agua que decidieron continuar las obras en otro sitio, mas las obras que de día se hacían, apa-
recían por el suelo al día siguiente. Estudiada la situación, decidieron desecar primero el manantial y
continuar allí con la edificación de la ermita.
En la Puebla del Prior volvemos a encontrarnos con una leyenda harto conocida sobre aparicio-
nes marianas. Un pastor guardaba su rebaño en la finca donde hoy se erige la ermita. Una mañana
encontró una muñeca sobre una roca. La guardó en su bolsillo para llevársela a su hija, pero al llegar
a su casa la muñeca no estaba y pensó que la había perdido. Al día siguiente, cuando pasó por el
mismo lugar la muñeca estaba de nuevo sobre la roca, la cogió y la guardó en la manga de su camisa.
La muñeca volvió a desaparecer y el pastor volvió a encontrarla al día siguiente sobre la misma roca.
Entonces se dio cuenta de el suceso era extraño y lo contó en el pueblo. Sus vecinos comprendieron
que la muñeca no era otra que la Virgen. Al conocerse el hecho en los pueblos próximos, sus habi-
tantes querían llevársela, pero la imagen siempre miraba hacia la Puebla, indicando de este modo
que era allí donde quería quedarse. Y le construyeron una ermita en el lugar donde había aparecido.
Según me informa José Espinosa Trasmonte (s/f: 4-6) sobre el origen del templo de Villafranca de
los Barros existen dos versiones. Una atribuye la construcción primitiva directamente a los Caballeros
de Santiago, por ser estos los que por aquellas fechas gobernaban este territorio. La otra, ocurrida
por igual fecha, se atribuye a unas apariciones especiales de la Virgen a un vecino, que incluso le
indica el lugar donde debía construírsele la ermita.
Volviendo a la primera versión Espinosa Trasmontes cree, como el erudito Padre Miguel Mota, S.
J., que, reconquistado el territorio, los santiaguistas demostraban su agradecimiento a la Virgen cons-
truyendo capillas en algunos de los pueblos reconquistados y liberados de la dominación musulmana.
“Podemos asegurar -dice el Padre Mota- que la fecha de su construcción se remonta, por lo menos,
a principios del siglo xiv”.
3 Zafra fue conocida en época romana como Segeda, según algunos autores, o incluso como Restituta Iulia Imperial.
“No salía de su asombro este buen señor ante semejante hallazgo, que por su parecido a una
muñeca, pensó en llevársela a su casa y regalársela como juguete a su hija”. Y así fue. La cogió, la
envolvió en una manta y continuó su camino. Y nada más llegar a su casa, fue a darle el regalo a su
hija… Pero la muñeca había desaparecido.
El suceso volvió a repetirse al día siguiente y en días posteriores. Incluso se añade que el pobre
hombre lloró desconsolado por lo que le venía ocurriendo. “Y fue en ese momento cuando la misma
Virgen María se le apareció y le pidió que no perdiera su fe, que esto había sido para que creyera más
y que debían levantarle una Capilla para que todos pudieran adorarla”.
Al enterarse las autoridades de lo que venía aconteciendo, y habida cuenta de que se trataba de
una imagen religiosa, pensaron en un designio del Cielo y se propuso construir un Templo en el lugar
mismo donde aparecía constantemente.
En fin: la leyenda sobre Nuestra Señora de la Coronada de Villafranca calca más o menos el mode-
lo que los santiaguistas introdujeron en otras localidades bajo su dependencia. El motivo ya se sabe.
BIBLIOGRAFÍA
Acedo Díaz, T. (2008) La Virgen de la Antigua en Villarta de los Montes,. Visión Libros, Madrid.
Martos Núñez, E. (2002). Las leyendas de Vírgenes de las Nieves. Biblioteca Universal Virtual
Espinosa Trasmonte, J. (s/f) Santuario de Ntra. Sra. de la Coronada. Historia del tempo desde su creación (siglo XIV). Villafran-
ca de los Barros.
C
ontinuando con los cultos marianos extremeños diré que en Riolobos, veneran la imagen
de Nuestra Señora de la Argamasa, situada antiguamente en la ribera del Alagón, donde
según la leyenda, se encontró a la efigie sobrenadando en las aguas del río. Esta ermita
fue anegada con su consiguiente ruina, por lo que se edificó una nueva en los primeros
años del siglo xx y reconstruida casi a finales del mismo siglo debido a su gran deterioro.
Se llamó de la Argamasa porque la imagen fue encontrada en la dehesa de igual nombre, cerca del río.
Además, se me informa desde el Ayuntamiento que en 1753, el Censo del Convento Agustino podría
indicarnos la razón de la existencia de una ermita de Nuestra Señora de la Consolación, ya derruida
alrededor del año 1791 y de la que solo quedó una cruz en el lugar del altar, también ya desaparecida.
“De la imagen de la virgen no sabemos qué pasó; en el pueblo la verdadera y primitiva ima-
gen de la Argamasa era la llamada Argamasina, conocida hasta los años 60-70 y luego desapa-
recida. Se cree que es actualmente la imagen a la que veneramos, imagen del S. xiii”, me dicen.
Aunque no existe tradición o leyenda alguna sobre la posible aparición de Nuestra Señora de Na-
zaret, patrona de Garlitos, en el lugar donde se levanta su ermita se cree que hubo en la antigüedad
un templo dedicado a Cibeles -diosa griega de la Madre Tierra- y más tarde una basílica visigoda. Lo
cierto es que los muros de la capilla aparecen lápidas romanas alusivas a Miróbriga que, según se cree,
ocupó el emplazamiento de la actual Capilla.
Por cierto, en Garlitos se cuenta que en el transcurso de la Guerra Civil española se dio por des-
aparecido a un joven de la localidad. Entonces, la madre del soldado desaparecido fue a la ermita y le
quitó el Niño a la Virgen, diciéndole: “Hasta que no me devuelvas a mi hijo, no te devuelvo el Tuyo”.
Y dicen que a los tres o cuatro días, el desaparecido se presentó en el pueblo.
“Tiene la villa del Montijo cerca del río Guadiana una ermita de Ntra. Sra. de Barbaño, por
estar fundada en la dehesa del mismo nombre, cuya imagen es antiquísima y de mucha de-
voción, hállose entre los edificios antiguos que están allí cerca, y llaman los ‘Paredones’ de la
dehesa de Torre del Águila. Después se trasladó a la dehesa de Barbaño, por ser término de
Montijo”.
Tal vez los “edificios antiguos” a los que alude Moreno de Vargas, sean los restos romanos allí en-
contrados, restos que se han visto aumentados posteriormente con la presencia de otros visigodos,
aflorados en Los Paredones y Las Peñitas. Y fue precisamente en ese entorno donde se halló la imagen
mariana que, al ser trasladada a Montijo, se volvió dos veces al lugar del hallazgo, indicando así dónde
quería ser venerada.
Según puede leerse en Internet, la aparición de la imagen es de época goda, por la fábrica de los
edificios donde se encontró. Aunque con todos los datos históricos y artísticos existentes podemos
decir ahora “que fue en la zona de influencia de la antigua villa romana donde apareció la virgen: (Villa
de Torre del Águila), que fue un asentamiento cristiano, se remonta a finales del siglo III o principios
del IV, pero la época de máximo esplendor fue en los siglos VI-VII en el que se construyen los monu-
mentos encontrados: iglesia, baptisterio y martirium”. Igualmente dicen desconocerse la fecha de la
imagen primitiva, pues fue sustituida por la que hoy se venera, debido a que a principios del siglo xviii
se pusieron de moda las imágenes de vestir para ponerles mantos y alhajas donadas. El mismo histo-
riador, Moreno de Vargas, que vivió en Montijo desde 1604 a 1615, añade: “La imagen era morena
como la de Guadalupe, pudiera pertenecer al estilo románico tardío, cuando la reciente restauración
de Luís Peña en Llerena, nos viene a reforzar como veremos, hoy no poseemos rastros de aquella ima-
gen primitiva y que ha ido sufriendo diferentes restauraciones, para mejora y conservación de esta”.
Y si era morena -como dice de Vargas- ¿no podría tratarse de una Isis venerada por los habitantes de
la primitiva villa romana?
En Madroñera, la ermita Vieja está dedicada a la Virgen de Soterraña, patrona del pueblo. Cuenta
la leyenda popular que entre los años 1500 y 1600 se apareció la Virgen en una roca, que se encuentra
frente a la ermita, a un pastor que andaba por esas tierras aún despobladas. Una fuerte tormenta de
nieve y granizo le sorprendió. En medio del fragor de la tempestad se puso a rezar a la Virgen, pidién-
dole auxilio y protección y, según dicen, Ella acudió en su ayuda ofreciéndole refugio en una cueva
próxima. Es tradición llevarse del lugar un trocito de pizarra y tirarlo al tejado como protección -cómo
no- contra las tormentas.
En lo alto de un abrupto cabezo, en la conocida como Dehesa de Abajo -cumbre del Hocino, según
toponimia de Cilleros-, en el término municipal de Perales del Puerto, persiste aún la cabecera y otros
restos de una ermita del siglo xvi. Estaba dedicada a Nuestra Señora de la Peña y su imagen es venera-
da como patrona en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Parales. Su celebración
sigue siendo el segundo lunes después del Domingo de Resurrección, como antaño. Y aunque hoy se
encuentra en estado ruinoso -ya constataba este extremo Pascual Madoz en su obra-, hasta finales del
Cuentan en Perales que la ermita fue destruida y saqueada por los franceses alrededor del año
1809, cuando buscaban por estos lugares al obispo de Coria don Juan Álvarez de Castro que, final-
mente sería hallado y asesinado en Hoyos. Lo que no se sabe es cómo la imagen pudo salvarse de
aquel saqueo, de aquella rapiña. También relata una leyenda que recoge José Mª Domínguez Moreno
(2009:183-184), que la ermita fue en tiempos la iglesia de un pequeño pueblo que se levantaba en
aquel lugar en el que la Virgen se apareció en un peña -de ahí el apelativo- a unos pastores de Cilleros,
Perales y Hoyos, en la confluencia de los términos municipales de estos tres pueblos.
“Pero un día todos los vecinos, excepto una anciana que estaba enferma, murieron al comer
un guiso comunitario preparado con aguas emponzoñadas. La mujer llegó hasta Hoyos, donde
relató la tragedia. Pero fue tomada por una demente. Lo mismo sucedió en Cilleros. Sólo en
Perales del Puerto se prestaron a ayudarla. En agradecimiento la anciana les regaló todas las
tierras del viejo poblado, del que ahora era única dueña, a cambio de que le dieran cobijo y
conservaran la iglesia de la Virgen de la Peña”.
Según otra tradición, transmitida oralmente en Cilleros, los vecinos de Perales subían a la ermita
y giraban la imagen de la Virgen, de manera que quedaba mirando hacia su pueblo, al igual que los
de Hoyos… Y lo propio hacían los vecinos de Cilleros para que mirase hacia el suyo -al poniente, que
sería la posición real dada la estructura de la ermita-, hasta que los vecinos de Perales se la llevaron
definitivamente a su pueblo.
La primera referencia documentada al lugar se debe a Alfonso XI, que la cita en su Libro de la Mon-
tería, del año 1345, y aunque la construcción de la ermita, según los restos existentes, podría datarse
en torno a los siglos xvi o xvii, hay quien sospecha que allí pudo existir alguna fortificación en tiempos
de la Reconquista.
Resumiendo: Si unimos todas las tradiciones, puede sospecharse que, en efecto, pudo existir en
aquel cabezo una fortificación defensiva o de observación durante la Reconquista -el poblado al que
hace referencia la leyenda-, que el lugar fue abandonado cuando perdió su valor estratégico; que la
Iglesia o la imaginación popular promocionaron la historia de la aparición, por lo cual se decidió erigir
allí una ermita, tal vez con el apoyo pecuniario de los tres pueblos. Pero que, según pasó el tiempo, la
devoción fue desvaneciéndose, hasta el punto de perderse definitivamente. Por ello, y por lo alejado
y escabroso del paraje, por la desidia humana y no por el saqueo francés -no se han hallado restos de
incendio en los muros- el templo acabó derruyéndose… ¿Y la imagen? Tal vez se la llevaron quienes
se mostraron más activos: los vecinos de Perales.
Otra leyenda relacionada con apariciones marianas sobre peñas es la que pervive en Plasencia en
relación con su patrona, la Virgen del Puerto, que fue hallada por un cabrero entre los peñascales de
la sierra de Valcorchero. Cierto día, el pastor vio un resplandor algo más allá de donde pastaba su
rebaño, pero no le prestó mucha importancia. Mas como el hecho se repitiera varias veces, movido
por la curiosidad, decidió acercarse… para encontrar una imagen que no dudó en identificar con la
Virgen. Sigue la leyenda diciendo que tan deseoso estaba de comunicar el prodigioso hallazgo a la
clerecía placentina, que de un salto se plantó ante la misma catedral, donde al parecer tuvo que repe-
tir por tres veces su historia antes de ser creído. Una vez en el lugar, los clérigos decidieron levantar
allí mismo un santuario que conmemorara el suceso, pero cuando los obreros acudían a trabajar ob-
servaban con sorpresa que las herramientas y los materiales de la construcción aparecían en un lugar
situado más arriba, conocido por los naturales como El Puerto, en el camino de Extremadura a Castilla,
Tanto en las religiones indoeuropeas primitivas como en las que se extendían por el resto del mun-
do, el culto a los árboles desempeñó un papel trascendental ya que muchos de sus bosques fueron
tenidos en un principio como santuarios. Nada podía ser más natural, pues, como escribe Frazer al
referirse a Europa (1981:141-143) en la aurora de la historia, nuestro continente estaba cubierto de
inmensas selvas vírgenes “en las que los escasos claros deberían parecer a modo de islas en un océano
de verdor”. Y añade que hasta comienzos del siglo i antes de nuestra era, la selva herciniana se exten-
día hacia el este del Rin a una distancia a la vez vasta y desconocida y que los germanos que fueron
interrogados por César dijeron que habían viajado durante dos meses a través de ella sin alcanzar su
final. Y que las “excavaciones de los restos de palafitos de pueblos antiguos en el valle del Po han
demostrado que mucho tiempo antes del crecimiento y probablemente de la fundación de Roma, el
norte de Italia estaba cubierto de bosques espesos de olmos, castaños y principalmente de robles”.
Recordemos también que, según escribieron autores antiguos, en Hispania una ardilla podía ir desde
los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar, saltando de árbol en árbol, sin necesidad de tocar suelo.
Sea como fuere -añade Frazer- lo cierto es que el culto al árbol está comprobado en todas las
grandes familias europeas de tronco ario. Así, entre los celtas, es bien conocido el culto que lo druidas
rendían al roble; que entre los antiguos germanos fueron corrientes los bosques sagrados, culto al
Tampoco debe olvidase que en santuario que Esculapio tenía en Cos, estaba prohibido bajo una
multa de mil dracmas el cortar un ciprés. “Pero en ninguna parte del mundo antiguo se conservó quizá
mejor esta forma antigua de religión que en el corazón de la gran metrópoli misma; en el Foro, en el
centro afanoso de la vida romana, se dio culto a la higuera sagrada de Rómulo hasta la época imperial,
y cuando se secó el tronco, ello fue suficiente para que se extendiera la consternación por toda la
ciudad”, señala Frazer.
Pero, sin duda, el árbol más venerado en la antigüedad fue la encina, árbol dedicado al Sol. Ade-
más, las Dríades, eran tenidas como las ninfas de los árboles en general, pero habitaban preferente-
mente en los encinares y no es por casualidad que la voz griega dríade derive del sustantivo encina;
bajo una encina fue criado Zeus, por eso, era el árbol a él consagrado y sus estatuas se coronaban
con sus ramas. Igualmente, los griegos creían escuchar su voz en el rumor de la encina sagrada de los
encinares de Dodona; murmullo que el oráculo interpretaba para emitir sus predicciones unas veces
escuchando directamente el murmullo de las hojas y otras mediante el tintineo de vasos de bronce
colgados de sus ramas. A este lugar -según narra la Odisea- acudió por dos veces Ulises para conocer
cuál sería su destino de vuelta a Ítaca tras la guerra de Troya. Esta dedicación al padre de los dioses
pudo derivar de la ancestral creencia que identificaba a la encina como el árbol que más atraía el rayo,
símbolo de su poder.
A la vista de esta narración y de la leyenda que pervive en Almoharín, se comprueba que ambas
ficciones no dejan de ser simples fantasías religiosas, tal vez traídas a estas tierras extremeñas -según
sospechan algunos investigadores- por colonos templarios procedentes de la Alcarria, devotos de la
Virgen de Sopetrán, pues Almoharín se encontraba entre los lugares pertenecientes al Castillo tem-
plario de la Encomienda (Villanueva de la Serena), Torrequemada y el Convento de la Coronada, junto
a Trujillo. Aunque éste no parece ser el único caso en que una devoción templaria localizada en tierras
castellanas fuese traída a tierras extremeñas por los caballeros templarios o sus colonos, como sucede
1 Este suceso recuerda el episodio de San Pablo, cuando iba camino de Damasco para apresar los cristianos de
aquella ciudad.
2 Nuevo paralelismo con los Evangelios, cuando Pedro fue elegido por Jesús como cabeza de la Iglesia.
La segunda leyenda -más conocida- se relaciona con apariciones de la Virgen en contiendas que los
cristianos mantuvieron con los árabes durante la Reconquista. De ella trataré en su momento.
La devoción a la Virgen de Bótoa está muy arraigada entre los habitantes de Badajoz; fervor que
arranca de una tradición popular según la cual la Virgen se apareció -en una encina próxima a donde
hoy se levanta la ermita- a un pastor o pastores o pastorcillos portugueses que cuidaban sus ovejas
en aquel lugar. Otra versión dice que fue encontrada en el hueco de la encina. Y aún hay una tercera,
narrada en verso por Carolina Coronado -titulada La encina de Bótoa-, donde refiere que el hidalgo
catalán don Diego Mercader, casado con la dama portuguesa doña María Albar, tramó asesinarla
movido por los celos y por la religiosidad de su esposa. Y cuenta esta leyenda que en el momento de
expirar doña María vio en el tronco de una encina la imagen de la Virgen. Poesía romántica, telenovela.
Anterior a la actual imagen hubo otra de plata -la encontrada por los pastores- que presidía otra
ermita de finales del siglo xiv y principios del xv, también anterior. Las profanaciones que tenían lugar
en aquellos tiempos obligaron a esconder la imagen argéntea dentro de otra. Pero a pesar de las me-
didas tomadas para protegerla, la imagen desapareció sin que se sepa su paradero.
Ligada a la encina donde apareció la imagen está la creencia que en las bellotas que da puede re-
conocerse, aunque de forma borrosa, la imagen de la Virgen. Según se lee en Internet -Bellotas donde
La ermita de Nuestra Señora del Ara -a la que aludí con anterioridad- se levanta en la Sierra de la
Jayona, en las estribaciones de Sierra Morena, a unos siete kilómetros de Fuente del Arco. Sobre el
valle del Ara, en “un ámbito donde proliferaron las explotaciones mineras desde la época romana”
(Pueblos y paisajes para andar y ver I: 263) no han dejado de aflorar restos arqueológicos, especial-
mente romanos, lo que lleva a sospechar -como señalaba Manuel Vilches (2009:19-20)-, que la ermita
se asiente “sobre un antiguo templo paleocristiano”, por lo que, tal vez, en un tiempo remoto, “fue
un lugar de culto y peregrinación”. Y añade: “La aparición sobre una encina, junto a una fuente, o en
un alcornoque, según otras versiones, siendo ambos árboles sagrados en la tradición ancestral ibérica,
según la cual una diosa habitaba cada alcornoque y cada encina”.
El primitivo santuario, de finales del siglo xiv y principios del xv, sin espadaña ni camarín, aunque
con algunas construcciones anexas, lo erigió a sus expensas el prior santiaguista Don García Ramírez,
lo que hace sospechar que la leyenda fue montada por este personaje y la Orden para conseguir la
conversión de los mudéjares que aún pudieran quedar por la zona. Y para conseguirlo, qué mejor que
poner como personajes de la historia a un rey moro y a su hija…
Según cuenta la leyenda fuentelarqueña en estos lugares vivía la princesa mora Erminda con su
padre el rey Jayón, que era ciego. Un día, cuando la princesa jugaba junto a una fuente, sobre una en-
cina que allí había se le apareció la Virgen, en forma
de joven adolescente. La aparición se repitió una y
otra vez, hasta que un día Erminda vio brillar sobre
la cabeza de la doncella una aureola esplendente.
Intrigada preguntó a la visión quién era. “Soy la Vir-
gen María”, dijo. “Pues si eres la Virgen, ¿por qué
no devuelves la vista a mi padre?, vuelve a preguntar
Erminda. “Lo haré -responde la Virgen- siempre y
cuando os convirtáis al cristianismo”. Y, en efecto,
una vez cristianados, Jayón volvió a ver, que en agra-
decimiento, ordenó erigir una ermita a la Virgen en
un lugar cercano a donde ocurrieron las apariciones.
Pero cuanto se levantaba durante el día, aparecía
derrumbado al siguiente. Esto asustó a Jayón, que
intentó huir, pero cuando pretendía atravesar la Ri-
bera del Ara, el agua se lo impidió. Consultó enton-
ces a la Virgen, quien le dijo que el templo debía
erigirse junto a la encina de las apariciones. Y así se
hizo, con ayuda de los vasallos de Jayón, conversos
igualmente3.
3 Para más información sobre la Virgen del Ara y su leyenda, ver Leyendas fuentelarqueñas, de Manuel Vilches.
En Montehermoso tienen también una leyenda relacionada con la aparición de la Virgen de Valde-
fuentes por los primeros habitantes de esta localidad del norte cacereño en las proximidades de un
lugar conocido como La Atalaya. Según los entendidos en arte, esta efigie de unos sesenta centíme-
tros, es probablemente una de las más antiguas de Extremadura y presenta en la espalda un hueco,
característica propia de aquellas imágenes que eran llevadas por los ejércitos en sus campañas.
Mi informante me refiere también que no existe tradición alguna sobre una posible aparición de la
Virgen, aunque por el hecho de que la imagen fuese instalada en el tronco de una encina y que en la
romería menudeen flores y retamas recelo que antaño debió existir al menos un culto dendrolátrico
hoy perdido
Mas la encina no es el único árbol que ha servido como púlpito donde manifestarse la Virgen. Así,
en Manchita, poblado badajocense de las Vegas Altas del Guadiana cuentan una leyenda parecida a
la de Guadalupe. Se dice que allá por el siglo xv, la Virgen se apareció a un vaquero sobre un olivo,
erigiéndose en aquel lugar una iglesia bajo la advocación de María Santísima de la Mancha, aunque
más tarde esta consagración se cambió por la de Nuestra Señora de la Navidad o de la Asunción, que
hoy es la patrona del pueblo que, a partir del siglo xviii cambió su primitivo nombre de Mancha por el
actual de Manchita, a causa de su poca población. “Algunas fuentes mencionan el núcleo como exis-
tente ya en el siglo xiii, lo que parece cierto, siendo lo más probable que la leyenda de la aparición de
la Virgen se refiera a la reconstrucción de una nueva iglesia sobre otra anterior”. (Pueblos y paisajes
para andar y ver II: 494).
BIBLIOGRAFÍA
Domínguez Moreno. J. Mª (2009). Despoblados extremeños: mitos y leyendas. Revista de Folklore, nº 342. Valladolid.
Frazer. J. G. (1981). La rama dorada. (Traducción de E. y Tadeo I. Campuzano). Fondo de Cultura Económica. Madrid.
Moreno de Vargas, B. (2001) Historia de la ciudad de Mérida. Biblioteca Municipal. Décima reedición, Mérida.
Pueblos y paisajes para andar y ver. Tomos I y II. (1994). Coleccionables HOY. Diario de Extremadura. Badajoz.
A
l principio de este trabajo -Revista nº 357- indiqué de pasada que el hallazgo de algunas
imágenes marianas estuvo relacionado directamente con toros -caso de la mayoría de
las Vírgenes Negras- o con bueyes. Así, el toro, símbolo solar fecundador por excelencia
y arquetipo de la potencia viril en las religiones mistéricas, se bastaba por sí mismo para
encontrar y extraer de la tierra la imagen religiosa, símil de lo femenino, a la que fecun-
da como dios Sol que era. El buey, toro castrado, en cambio, necesitaba agenciarse de una alegoría
fálica, la reja del arado, el hierro que al penetrar en la tierra abría los surcos que habían de recoger
la simiente que, al fructificar, se convertiría en nueva vida. Además, en este caso, no es el agricultor
quien guía a los bueyes, sino que son éstos los encargados de tutelar a aquél para que se produzca
el descubrimiento.
Volviendo al toro, puede decirse que no iríamos demasiado lejos si reconocemos en el sacrificio del
toro en la antigüedad el sacrificio de un dios que se entrega por el hombre, en el sentido que tienen
los mitos fundadores de la agricultura y de la recuperación de la naturaleza ‘invernal’ o yerma, cerra-
da, del paleolítico; de un dios que no obstante ser trascendente, se mete en la tierra para fecundar y
producir el alimento físico y espiritual necesario para el hombre ya desde el Neolítico. Así, en el mito
de Osiris, el dios, que descendió del cielo para adoctrinar a los egipcios en el cultivo de la tierra, es
muerto y enterrado como simiente y resucita como grano de trigo, de cebada o como fruto de la vid.
Sin embargo, esta transcendencia espiritual osiríaca; la comunión con el dios que los seguidores
cretenses de Dionisos conseguían despedazando un toro con sus propios dientes para comer su carne
y beber su sangre, a sabiendas de que estaban ingiriendo a su propio dios, y por tanto, divinizándo-
se; el derramamiento de la sangre de un toro en el taurobolio mithraico para revitalizar al mundo y
al hombre, un nuevo nacimiento por el bautismo con la sangre… nada de eso parece desprenderse
de las leyendas marianas relacionadas con toros o bueyes que corrieron por Extremadura en tiempos
pretéritos. En todas ellas, y por el tiempo en que se surgieron, se aprecia el deseo de cristianizar, de
lograr la unidad religiosa en unas tierras donde cristianos, mudéjares y judíos convivían en un inestable
equilibrio. Otra cosa debió de ser el primitivo culto a las Isis, a las Vírgenes Negras, que los templarios
y cistercienses dedicaron a estas herederas de la Madre Tierra, las Venus del Neolítico…
Una relación toro–agua–imagen mariana la tenemos en Nuestra Señora del Puerto, patrona de
Ahigal. Según cuenta una piadosa leyenda, el hijo del vaquero acude, como cada día, a la Dehesa de
Valverde, en el término de la localidad. El zagal viene observando el extraño comportamiento de unos
toros que se suben a unos peñascales que hay junto al arroyo Palomero. Movido por la curiosidad y
la persistencia de los animales en tan extraño proceder, decide aproximarse y ver de cerca qué les
impulsa a obrar de ese modo. Una vez en lo alto de aquellos canchales se produce la aparición: la
Virgen le comunica que bajo sus pies se halla su imagen, junto con peculio suficiente para erigirle una
ermita en el mismo lugar.
Nuestra Señora de los Santos es una imagen gótica de la segunda mitad del siglo xiv -con añadi-
do posterior de cabeza y manos- que se venera en Aldeacentenera, en la ermita de otra advocación
Otra versión habla de unos espinos que florecieron en pleno invierno. Sorprendido el vaquerillo por
tan insólito suceso se acercó al lugar para descubrir que aquéllos
envolvían a una imagen de la Virgen, que le habló para pedirle que se le erigiese allí un templo
donde ser venerada. Corrió el zagal al pueblo y contó el prodigio. Los vecinos acogieron con gozo y
júbilo la noticia y se dispusieron a cumplir el divino encargo. Mas cuando se dirigían al lugar para iniciar
la obra, uno toro bravo escapó de la vacada y embistió contra el muchacho, que a duras penas logró
encaramarse en lo alto de un peñascal perseguido por el astado. Pero, ¡oh providencia divina!, una de
las patas del animal quedó aprisionada en la hendedura de una roca -o clavada en ella- inmovilizán-
dolo y permitiendo que el vaquerillo se pusiera a salvo. Y dicen, como en la versión anterior, que aún
puede verse la marca de la pezuña en la roca…
Mas si ambas versiones la contrastamos con lo dicho más arriba, puede emitirse una tercera ver-
sión, más acorde con las apariciones donde intervienen animales: que en este caso concreto de Aldea-
centenera el toro no interviene directamente en el descubrimiento, sino que al embestir al vaquerillo
lo dirige hacia las rocas, propiciando así que éste realice el hallazgo.
Almendralejo no tiene una, sino dos versiones sobre el hallazgo de Nuestra Señora de la Piedad. La
primera hace referencia a unos campesinos que mientras cavaban con sus azadas en las proximidades
de donde hoy se levanta la ermita, oyeron una voz quejumbrosa que salía de la tierra, implorando pie-
dad. Impresionados por lo que consideraban un fenóme-
no inexplicable, removieron la tierra, poniendo al descu-
bierto una imagen femenina que uno de los campesinos
se llevó a casa. Pero la imagen desapareció durante la
noche para retornar al lugar donde había sido encontra-
da, siguiendo así la pauta de otras apariciones marianas.
casos parecidos, se sintió sorprendido por la tendencia de uno de los toros a abandonar cada tarde
la manada y dirigirse a un lugar determinado, cubierto de maleza y próximo a un arroyo de aguas
que hoy se tienen por salutíferas. Una vez en el lugar su pasmo fue mayúsculo, pues entre las breñas
aparecía una imagen que no dudó en identificar como la Virgen. Eufórico, el gañan cargó con la efigie
y se dirigió a Holguera con la esperanza de que fuese aceptada y venerada por sus convecinos. Sin
embargo, los lugareños de Cañaveral no aceptaron esa opción y reclamaron la imagen alegando que
había sido encontrada en su término municipal y en una fincha propiedad de un vecino de la locali-
dad. La polémica estaba servida y parecía no tener fin. Hasta que las autoridades de uno y otro lugar
propusieron que fuese la misma Virgen quien dirimiera la porfía, así que pidieron al vaquero autor del
hallazgo que se dirigiese a la Virgen y le designara dónde quería quedarse definitivamente. Así se hizo
y la imagen señaló la lima que llevaba en su mano. La decisión estaba clara. La Virgen se decidía por
Cañaveral que en aquellos tiempos era conocida como Cañaveral de las Limas1.
Sobre Nuestra Señora de la Soledad o de la Dolorosa cuentan en Casatejada que pocos años
después de ser fundado el lugar como Aldea Chamiza, llegó una carreta tirada por bueyes camino
de Plasencia. Transportaba una imagen de la Virgen que cierta familia placentina había adquirido en
tierras toledanas. Pero al llegar a la aldea -según una versión- los bueyes se detuvieron y por más
que los obligaron, no consiguieron que se moviesen un ápice del sitio, circunstancia aceptada por los
lugareños como señal inequívoca de que la Virgen quería ser honrada allí. Entre cantos y vítores la
transportaron hasta el templo parroquial, más la imagen volvió -según dicen- por su propio pie hasta
donde se detuvo el carro, motivo por el cual fue calificada de Andariega. De ahí que se erigiese la
ermita en aquel sitio.
Una segunda versión cuenta que en el momento de pasar por el lugar cayó una tromba de agua
tan grande que la carreta quedó atollada, siendo imposible continuar la marcha, pues el camino era
un completo pantano de agua y lodo. Aunque el tiempo cambió al cabo de los días y el terreno que-
dó seco, por más esfuerzos que se hicieron fue imposible que los bueyes arrancasen. Suceso que fue
interpretado como en el caso anterior.
A esta Virgen se le atribuyen al menos dos milagros, relacionados con lluvias y tormentas. El pri-
mero habla de una niña que se perdió en el monte, donde fue sorprendida por una fuerte tempestad
de viento y lluvia. Asustada, se cobijó bajo una frondosa encina donde milagrosamente una misteriosa
señora la cobijó con su manto, a la vez que la tranquilizaba diciéndole que no iba a pasarle nada.
Mientras, los padres de la pequeña, al ver que no regresaba, habían reunido a familiares y vecinos para
echarse al monte en su busca. Mas como la tormenta arreciaba y la oscuridad resultaba infranqueable,
les fue imposible continuar, de ahí que, angustiados, debieran cejar en su empeño. La búsqueda pro-
siguió al día siguiente hasta que hallaron a la criatura junto a la encina, suceso que padres y familiares
tuvieron como inexplicable, pues la noche anterior habían pasado por aquel lugar varias veces. Y, ¡oh
maravilla!, la niña estaba completamente seca, de ahí que al preguntarle su madre por tan anómala
circunstancia, ella contase cómo una hermosa mujer la había protegido con su manto durante toda
la noche. Una vez en el pueblo, madre e hija decidieron acudir a la iglesia para dar gracias a Dios por
tan feliz desenlace. Fue entonces cuando la pequeña fijó su mirada en la imagen de la Soledad y no le
1 El hecho de que ciertas imágenes, como esta de Cabezón, la de la Torre, de Tejeda de Tiétar o la de la Granada,
de Llerena muestren en alguna de sus manos alguna fruta -manzana, lima, naranja, granada …- se ha interpretado como una
alegoría de la fertilidad, entroncada con cultos paganos adscritos a Gaia, la Madre Tierra.
El segundo suceso cuenta que cierto día, cuando el sacristán encargado de cuidar la ermita acudió
a ella para adecentarla, se sorprendió al ver que la imagen no estaba ni en su altar ni en ninguna otra
dependencia del santuario. Corrió muy preocupado al pueblo y dio cuenta de la desaparición tanto
al párroco como a las autoridades locales, que volvieron con el rapavelas para confirmar lo sucedido.
Mas su asombro fue grande cuando vieron que la imagen estaba de nuevo en el lugar acostumbrado,
aunque, eso sí, completamente empapada de lluvia. Tan extraña contingencia fue motivo de mil co-
mentarios en la aldea y nadie parecía encontrar respuesta a suceso tan inexplicable hasta que, tiempo
después, aparecieron por el lugar unos marineros naturales de Casatejada que venían para agradecer
a su patrona que durante una tempestad en alta mar les hubiese arropado con su manto, acompa-
ñándoles felizmente a tierra firme. Hechas las indagaciones oportunas pudo comprobarse que este
suceso coincidía con la fecha en que la imagen desapareció de su ermita. De ahí que se la moteje de
Andariega, según se recoge en una copla local:
Un sacristán a la Virgen
Andariega la ha llamado,
porque fue a lejanas tierras
para obrar un gran milagro.
Otra versión, menos conocida en el pueblo es que la Virgen se apareció a un pastor… ¿Acaso pla-
giando la aparición de la peraliega Virgen de la Peña?
Otra historia que corre en relación con esta imagen es que cuando las tropas napoleónicas llegaron
a estas tierras, precedidas de una fama de salteadores y atropelladores de vidas y haciendas, los de-
votos de Navelonga, ante el temor a que fuera profanada o robada, ocultaron la imagen -junto con las
restantes existentes en la iglesia parroquial y las ermitas- en una finca del Cuarto de los Santos entre
los términos de Moraleja y Cilleros. El lugar exacto se desconoce, de ahí que a pesar del tiempo trans-
currido la imagen no haya sido devuelta a su primitivo camarín, aunque también pudo ser rapiñada por
las huestes francesas u otra persona, ya que la actual imagen en candelero que se venera en la ermita
no se corresponde en absoluto con la que describe el visitador de la Orden de Alcántara. Porque, sino,
¿cómo es que el resto de las imágenes volvieron a sus respectivos camarines una vez pasado el peligro
francés y la de Navelonga, no?
Otras dos versiones tratan de explicar también la aparición de Nuestra Señora de la Torre en el
pueblo de Gargüera. La primera narra cómo un toro que pastaba en la dehesa de los Paniagua, en el
término municipal de esta localidad verata, se alejaba a diario del resto de la manada, para seguir de
modo invariable en una misma dirección. Movido por la curiosidad ante reiteración tan sorprendente,
En Serrejón tienen como patrona a la Virgen de la Oliva, que fue encontrada en la finca de igual
nombre. Mas cuando se trató de transportarla al templo parroquial los bueyes encargados de arrastrar
la carreta cayeron de rodillas, haciendo inútiles cuantos esfuerzos se hicieron para moverlos. Actual-
mente la Virgen se encuentra en la ermita de San Antonio, pues la ermita erigida para conmemorar su
aparición se halla en ruinas.
Según cuenta la conocida leyenda vinculada con Santiago, éste se apareció sobre un blanco corcel
para conducir a las tropas cristianas a la victoria en la batalla de Clavijo. Esta fantasía heroica, desmiti-
ficada por historiadores serios, tiene algunos paralelismos en cuanto a revelaciones marianas en Extre-
madura se refiere. Ahora no es Santiago, sino la Virgen, quien de una forma u otra ayuda o estimula el
ardor combativo de los beligerantes extremeños o castellanos -que lo mismo daba entonces- en sus
lides con los musulmanes invasores hasta conseguir la victoria.
Así, una tradición popular de Alburquerque narra, que en un lugar cercano al santuario de su patro-
na, la Virgen de Carrión, conocido como Cerro de los Castillejos, donde existen aún restos de fortifica-
ciones, tuvo lugar una batalla entre el general Carrión y los musulmanes, que fueron vencidos gracias
a la intervención mariana. Como memoria de tan glorioso suceso la localidad erigió un santuario en su
nombre, concediéndole a la Virgen, además, el título honorario de General, de ahí que desde enton-
ces la imagen porte un bastón de mando y la faja de distintiva de los generales, faja que al parecer le
fue impuesta el 8 de septiembre de 1961 por el laureado Teniente General don Miguel Rodrigo.
El nombre de Carrión se asociaba a D. Alonso Téllez de Meneses porque su familia era poseedora
de la Villa de Carrión de los Condes de Palencia. En una biografía suya, al hablar de este período de
la historia, se menciona la ayuda que la Iglesia local, en nombre de Nuestra Señora la Virgen María,
prestó a los oficiales en su lucha contra los moros.
Mas, Lino Duarte (Las devociones de mi pueblo, que junto con otros datos aportados por Mariano
Bejarano y Centeno -El pensamiento en un día de rogativa- y Luis Martínez Terrón -Fantasía histórico-
literaria a una Virgen Campesina. Origen de la devoción a Santa María de Carrión)- que Eugenio López
Cano recoge (Alminar, nº 17, pp. 24-25), refuta dicha leyenda, manifestando que “Carrión existe casi
Más atrás, al tratar de las manifestaciones marianas sobre encinas mencioné la visión que tuvo el
pagano conde Pelagio que, una vez arrepentido y converso contrajo santo matrimonio con la cristiana
Leticia bajo la encina de las apariciones.
Pues bien, en Arroyo de la Luz, antes del Puerco, corre otra leyenda paralela a la anterior, que aca-
bó por fijar tanto el determinante de su patrona como el del pueblo mismo. Se dice que junto al lugar
donde hoy se levanta el santuario, en las proximidades de un pozo conocido popularmente como
Matanza, en las inmediaciones del arroyo Matanzas, tenía lugar una contienda entre moros y cristia-
nos. Como la tarde caía y se avecinaba la noche, que imposibilitaría culminar una rotunda victoria de
las armas cristinas contra las agarenas, sobre una encina -denominada La Bandera-, surgió de repente
una aparición virginal con dos velas encendidas, velas que dieron suficiente luz -de ahí el nombre de
la Virgen- para conseguir el deseado triunfo sobre un enemigo que huyó despavorido ante tan inusual
presencia.
También la aparición y la
ayuda de una Virgen en otra
contienda, en este caso Nues-
tra Señora del Prado, patrona
del Casar de Cáceres, motivó
la construcción de un santua-
rio a ella dedicado. Cuando
mayor era el ardor combativo
de ambos ejércitos, y cuan-
do más apretaba el calor, la
Virgen mantuvo frescos a los
campeones cristianos lleván-
doles cántaros de agua desde
el conocido como Pozo de la
Virgen, que en aquel prado
existe. Con ese alivio celestial
los soldados pudieron man-
tener una lozanía y un frescor
combativos que acabaron por Ntra. Sra. del Prado. Casar de Cáceres
desarmar al enemigo.
Nuestra Señora de la Granada, patrona de Llerena, apareció también cuando las tropas cristianas,
que trataban de conquistar la ciudad, se hallaban en un momento crítico de desánimo. Ante la fuer-
Igual ímpetu combativo manifiesta Nuestra Señora de la Victoria, patrona de Trujillo, que se apare-
ce a las tropas cristianas sobre las almenas del castillo, que seguía en poder musulmán, para dar ánimo
a los sitiadores en su empeño de reconquistar la ciudad, empresa que consiguieron prontamente
gracias al estímulo recibido de la �������������������������������������������������������������������
virginal aparición. Esta imagen, que algunos consideran negra erró-
neamente, según me comenta José Antonio Ramos Rubio -Cronista Oficial de Trujillo- tuvo una restau-
ración en el año 1984 y el restaurador le dio una policromía oscura en la tez. Y Ramos Rubio añade que
nunca ha estado en el castillo. “Estuvo en la ermita de La Coronada, de ahí su nombre, ermita templa-
ria desde 1274 (dintel de la ermita) hasta 1809, fecha en la que se trasladó a la parroquia de Santiago
y, posteriormente, en el año 1993, se bajó a la iglesia de San Martín, donde aún está. Sí es románica
y uno de los mejores ejemplos medievales románicos que quedan en la Extremadura del siglo xiii”.
Así, en la localidad hurdana de Pinofranqueado son las mulas que tiran del carro que transportaba
la imagen de una Virgen, las que deciden el lugar donde ha de rendírsele culto.
Eva Martín, desde Azabal, me informa que según una antigua tradición que circula por la comarca,
dicha Virgen se veneraba antaño en el hoy derruido convento franciscano dedicado a Nuestra Señora
de los Ángeles, próximo a la alquería de Ovejuela, en el nacimiento del río de los Ángeles, junto a la
titular de la abadía.
No consta en los archivos de la memoria hurdana ni en los registros parroquiales las circunstancias
o motivaciones que indujeron a las autoridades eclesiásticas a sacar la imagen rumbo a esa ciudad
importante -tal vez Coria, tal vez Plasencia…- que menciona la leyenda… Lo cierto es que cuando
la carreta que la trasladaba llegó a Pinofranqueado, los mulos se detuvieron junto a una encina y no
se movieron más, a pesar de los denuestos del carretero y de los golpes que les propinaban. Este
hecho fue al fin interpretado como un designio divino indicativo de que la Virgen quería permanecer
en aquellos lugares para seguir velando por sus habitantes. Así que se le erigió un templo donde ser
venerada bajo la advocación de Nuestra Señora de la Encina, advocación con visos dendrolátricos si
se tiene en cuenta el lugar donde curiosamente fueron a detenerse las mulas.
Según la primera, el carretero que transportaba la imagen se detuvo en Talavera a pasar la noche
y para que no quedara a la intemperie decidieron cobijarla en la iglesia parroquial. Pero al intentar
reanudar la marcha al día siguiente, las mulas se negaron a seguir y si el carretero lograba que avanza-
sen algo a base de golpes, las mulas daban la vuela y se volvían al pueblo. La otra versión cuenta que
en esta ocasión fueron las ruedas de la carreta las que se rompieron y que cada vez que trataban de
reanudar el camino, las ruedas volvían a partirse. E incluso hay quien añade que hasta las mulas murie-
ron. Sea como fuere, lo cierto es que la imagen se quedó en Talavera para convertirse en su patrona.
El convento de Ntra. Sra. de Montevirgen, de Villalba de los Barros, se sitúa a dos kilómetros y me-
dio, junto al río Guadajira, y aunque desde muy lejanos tiempos, existía en el lugar una humilde ermita
con gran devoción a esta Virgen, las primeras noticias escritas llegadas hasta nosotros, referidas a ella,
se remontan al año 1515, en que un visitador de la villa de Aceuchal, de la orden de Santiago, indicaba
la existencia de una ermita bajo la advocación de Santa María de Montevirgen en el Ducado de Feria.
Según leyenda, la imagen apareció sobre un pilar de piedra, e intentando llevarla a la villa de Zafra
a lomos de una mula ésta reventó. Ello motivó, como en otros casos semejantes, que se abandonase
la idea del traslado por creer que era designio de la Virgen permanecer en este lugar.
El padre franciscano Juan de Trinidad, relata la aparición de esta forma: “Un agricultor que pa-
saba por allí se extrañó de una urraca volaba hacia él y saltaba sobre las piedras gritando la palabra
Montevirgen. Su curiosidad le llevó a remover aquel montón de piedras encontrando la imagen sobre
un pilar que le servía de peana; y que por esta razón, los Condes, decidieron se construyera allí una
ermita”. (Villalba de los Barros. Wikipedia. La enciclopedia libre. Internet).
En aquella primitiva y humilde ermita, vivieron numerosos religiosos de la orden de San Francisco,
haciendo vida eremítica. Uno de estos fue fray Francisco de Almería, a cuya petición, el Papa concedió
Bula de perdones para cuantos visitasen la ermita.
Acrecentándose la devoción a la Virgen, aumentaron las visitas y aunque los vecinos disponían de
un fraile santero que atendía con gran devoción y esmero la ermita, eran sus deseos, como también
los del Duque, que se edificase un convento en el lugar como, así se hizo.
En un retablo barroco de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, de Aldea del Obispo, se venera
la Virgen del Carrascal, imagen gótica del siglo xiv, en posición sedente con el Niño en el brazo izquier-
do. Según información facilitada por el Ayuntamiento probablemente fue originaria de la capilla del
palacio de campo de El Carrascal, una antigua parada en el camino a Madrid en tierras de Trujillo en
dirección a Torrecillas de la Tiesa y lugar donde oficiaba el párroco de esta iglesia. Aunque también
cuentan que apareció dentro de un arca o urna de bronce que el ermitaño mandó fundir en Trujillo
para hacer una campana que, según dicen se oía hasta Torrecilla de la Tiesa, en los propios de la er-
mita, que linda por el río Almonte. “Esta última cita parece sustentarse en una base histórica escribe
Domínguez Moreno (Las Campanas en la provincia de Cáceres: Simbolismo de identidad y agrega-
ción, pp. 184, ya que el santuario de Santa María del Carrascal, ubicado en el hoy despoblado de Mal-
partida, fue parroquia que tuvo como anejos a Aldea de Trujillo, Torrecilla y Torre Aguda”. No antes
de 1840, a causa del abandono e inseguridad de aquel lugar, se decidió el traslado de la imagen, lo
que provocó un conflicto de intereses entre Aldea de Trujillo y Torrecilla que según recoge Domínguez
Moreno se solucionó haciendo tocar las campanas parroquiales de las iglesias de ambas localidades
Claro que también se dan algunos casos de advocaciones marianas extremeñas que no se tienen
como apariciones, sino como simples encuentros casuales. Así, por ejemplo, en las Casas del Casta-
ñar, un vecino de esta localidad, a comienzos del siglo xx, en un robledal de su propiedad, en el sitio
conocido como Fuente del Moral, próxima a los riscos de Villavieja, donde quedan restos de un castro
celta, encontró una imagen de la Virgen. Y según dicen se quedó con ella, pasando luego a sus here-
deros, sus actuales propietarios. .
Algo parecido acaeció en Ceclavín, sólo que en este caso, la Virgen del Olmo, imagen protogótica
del siglo xiii, apareció encajada en uno de los muros de iglesia, donde debió de ser embutida cuando
los ceclavineros dejaron de rendirle culto. Debe hacerse constar que el actual templo parroquial, dedi-
cado a Santa María del Olmo, sustituyó a otro del mismo siglo, del que tal vez la imagen sería titular.
En Fuente de Cantos veneran a Santa María de la Hermosa, escultura que se conoce como La Apa-
recida. Se trata de una imagen gótica de principios del siglo xiv que fue encontrada por un labrador
en el sitio que ocupa hoy su camarín, que al verla exclamó. ¡Qué hermosa!”. Y por ello comenzaron a
venerarla con ese apelativo.
Cuentan en esta localidad cacereña que la Virgen, en vista de que los garcieños no acudían a su
ermita a rendirle el culto debido, se inclinó por intentarlo en la iglesia parroquial. Así, una mañana de
invierno, cuando el sacristán acudía a repiquetear las campanas llamando a misa, se encontró en la
puerta del templo, protegida por un rucio tendido junto a ella, que supuestamente le había servido
como medio de transporte, la imagen de la Virgen. Tan maravillados y sorprendidos quedaron los
garcieños que decidieron volver a rendirle culto como Nuestra Señora de la Portera, por la forma en
que fue encontrada en la puerta principal de la parroquia. Mas estas primeras intenciones debieron
durar muy poco, pues la imagen acabó siendo arrinconada definitivamente, hasta que años después
Se trata de una imagen románica de madera policromada que representa a la Virgen en actitud se-
dente, con el Niño sentado sobre su pierna izquierda, bendiciendo con una mano y portando un libro
o rollo en la otra. La Virgen sostiene en su mano derecha la bola del mundo.
En Zafra, según dice la tradición, fue en el año 1428, al abrir los cimientos para la construcción del
monasterio, cuando se encontró en ellos una imagen de la Virgen en blanco alabastro, con una ins-
cripción que decía: “Santa María del Valle”. La imagen es obra del siglo xiii, pintada y dorada. Tiene el
añadido posterior de una corona barroca de plata, cetro rematado por un pájaro en la mano derecha
y en la izquierda al Niño Jesús. A sus pies muestra una media luna.
Por lo que respecta ala Virgen de los Remedios de Zahínos, sólo queda el recuerdo de que su ima-
gen aparecía reflejada en las bellotas de la encina donde se manifestó. No hay nada más.
Por último, en Oliva de la Frontera se da un caso curioso, distinto a los hasta ahora estudiados,
porque sino, ¿cómo se explica que sin mediar aparición o manifestación mariana, haya que cambiar el
emplazamiento de un templo que iba erigírsele? ¿O ha de considerarse como una simple fábula esta
leyenda? Cuentan que en el siglo xv el Conde de Feria decidió construir a sus expensas una ermita,
extramuros de la villa, en la confluencia del camino que une Oliva de la Frontera con Zahínos, dedi-
cada a la Virgen de Gracia, por la que los oliveros sentían gran devoción desde que los Templarios
introdujeron su culto en la localidad. Como la imagen templaria estaba ya muy deteriorada, el Conde
encargó otra en alabastro italiano que iría en la nueva construcción, mientras la antigua permanecería
en la pequeña iglesia que la Orden había construido dentro del pueblo.
Según me informa Ana Isabel Moreno -bibliotecaria local- las obras se iniciaron en 1498 con la ayu-
da de de vecinos de Zafra, las personas pudientes, la Iglesia y, por supuesto con la aportación vecinal.
Las obras se llevaban a buen ritmo, de modo que a finales del siguiente año, las paredes de la nave
estaban ya terminadas e iba a comenzarse la techumbre. Mas en enero de 1500, cuando los obreros
acudían a continuar con el trabajo, descubrieron que todo lo que hasta entonces levantaran, estaba
derruido. Y así, una y otra vez, a pesar de la vigilancia y otras medidas que se tomaron para descubrir
al autor o autores de tales destrozos. Hasta que el Obispo de Badajoz ante sucesos tan extraordina-
rios, donde parecía vislumbrarse una clara voluntad divina, recomendó que se cambiase el lugar para
BIBLIOGRAFÍA
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LÓPEZ CANO, E. (1980) Las devociones de mi pueblo. Alminar, nº 17. Revista de Cultura de la Fundación “Pedro de Valencia”
y el periódico HOY, Badajoz, septiembre.
A
l principio de este trabajo indiqué que el culto a las Vírgenes Negras se extendió por el
mundo cristiano durante la Edad Media, a lo largo de los siglos xi y xii, propagada por
templarios y cistercienses primero y por los hospitalarios después, hasta ocupar un lugar
destacado tanto en la religión como en la cultura del Occidente europeo. Y como escri-
ben Jesús Abades y Sergio Cabaco (Fuentes: Jacques Huynen. El enigma de la Vírgenes
Negras. Plaza Janés, Barcelona, 1977. Con información de Celia Acevedo. Internet) este culto no fue
más “que la adaptación a los cánones del cristianismo del culto egipcio a la diosa madre Isis como
símbolo de la tierra y la fertilidad”, cuyo precedente se encuentran en la devoción a la Mare Tierra, las
Venus del Neolítico, tal y como hicieron los griegos con Deméter, los celtas con Belisana o los romanos
con Ceres. O como el mismo Huynen escribe (El enigma de las Vírgenes Negras. Colección Otros Ho-
rizontes. Internet) en la mayoría de los antiguos relatos sagrados de la humanidad, todo en el universo
nacía siempre del encuentro y la síntesis de un principio masculino y un principio femenino. “Este es
el motivo -añade -por el que hemos notado, sin comprender siempre su profundo valor, que en todas
las religiones en las que se venera a una Diosa-Tierra, siempre aparece indisolublemente asociado con
ello un culto solar. Tanto entre los egipcios, como en el caso de los incas, los griegos o los celtas, no
hay Diosa-Tierra sin Dios-Sol, su complemento indispensable”.
La primera mención al color moreno de estas vírgenes aparece en los iniciales versículos del Can-
tar de los Cantares, (versículo 5) de Salomón, donde se dice: “Soy morena, pero hermosa, hijas de
Jerusalén”…1 ¿Y por qué el color negro? De las hipótesis emitidas al respecto, dos son las que tienen
mayores visos de verosimilitud. Una que indica que el negro es el color de la tierra que -como recogen
Abades y Cabaco- “fecundada por el sol, es fuente de toda vida, equivalente a la maternidad de la
Virgen según la religión cristiana, por obra del Espíritu Santo”. La otra que el negro era el color de
las piedras a las que reemplazaron en el culto dichos iconos marianos, pues “la adoración a la piedra
negra, activa aún en el mundo islámico, era en muchos casos para pedir fertilidad física y espiritual”. O
como símbolo de fecundidad y de fertilidad, según Huynen. Otro ejemplo de culto a una piedra negra
fue el batilo de Pessimonte, meteorito que se tuvo como centro del culto a Cibeles, la Magna Mater
frigia, traído posteriormente a Roma.
También cuenta Huynen que en el templo de Diana en Éfeso -una de las siete maravillas del mundo
antiguo- se veneraba una estatua negra de la Gran Diosa, hermana del Apolo solar, y -añade- “resulta
sorprendente descubrir que es precisamente en Éfeso, donde la Virgen María vivió tras la muerte de
Jesucristo y que hay una tradición que sitúa allí su Ascensión, denominándose en turco el lugar mismo
en que ello ocurrió ‘karatchalti’, es decir, exactamente ‘la piedra negra’”. E igualmente añade que el
color negro nunca fue dado a otra estatua que no fuera la Virgen, salvo a Santa Ana, la madre de la
Virgen, “la madre de la madre”.
Y como en los casos de apariciones de otras Vírgenes no negras ya citados, los lugares donde éstas
se manifiestan suelen asociarse a fuentes, ríos, pozos, a rocas… Lugares donde nuestros ancestros
Y -salvo pequeñas variaciones- estas Vírgenes también son encontradas por pastores o animales en
cuevas, huecos de árboles plantas espinosas… E igualmente se oponen a ser alejadas del lugar donde
aparecieron, obligando a que sus devo-
tos les erijan allí un santuario.
2 Por ejemplo, la catedral francesa de Chartres, dedicada a la Asunción de María, fue edificada en el lugar donde
antes hubo un dolmen celta.
3 Recuérdese que los gitanos proceden de la India, de donde hace más de mil años salieron sus ancestros. Y es en
la India donde se veneraba a Kali -a la negra-, esposa de Siva. Así pues, a pesar del tiempo transcurrido, los gitanos siguen
venerando a la diosa negra Kali en la figura de Sara.
La imagen es una talla románica sedente, tallada en madera de cedro, que según una antigua le-
yenda fue encontrada por un pastor de Cáceres, de nombre Gil Cordero, junto al río Guadalupejo, de
quien tomaron nombre tanto la Virgen como la puebla que surgió en su entorno. La leyenda continúa
diciendo que esta imagen negra, predilecta de San Lucas -escritor y artista- había estado en Roma jun-
to al cuerpo del santo, hasta que el papa Gregorio Magno se la regaló a San Leandro de Sevilla. Y aquí
estuvo hasta que en el año 714, ante el peligro que significaba la invasión musulmana, unos clérigos
la sacaron de la ciudad a escondidas y la llevaron como pudieron lejos de Andalucía. Llegados a Las
Villuercas, les pareció éste un lugar apropiado para ocultar la imagen, así que cavaron un hoyo y en él
la enterraron con documentos que contaban su historia, una campanilla y el pedestal de piedra sobre
el que la imagen presidiera la iglesia de Sevilla de donde San Leandro era arzobispo.
La Virgen de Argeme es la patrona de Coria e igualmente es una imagen negra. Cuenta la leyenda
mariana que a finales del siglo xii -concretamente en 1124- o principios del siglo xiii, -año 1200- un mo-
risco labraba las tierras de un cristiano situadas en el altozano donde hoy se levanta la ermita, frente al
Alagón, cuando la yunta de bueyes que tiraba del arado se detuvo de repente. Intrigado, el hombre
se inclinó para indagar el motivo de tan brusco estancamiento; así pudo comprobar que la reja había
quedado enganchada en una losa -¿Acaso una losa funeraria de origen romano?-. Previendo que era
un obstáculo fácil de superar animó a los animales a proseguir la tarea, estimulando a su predilecto,
de nombre Geme -dato que ha hecho suponer a algunos estudiosos que no era una yunta sino un
solo buey el que estaba uncido al timón-, diciéndole: “¡Ara, Geme; ara, Geme!”4. Sin embargo, los
empellones de los animales resultaron infructuosos, de ahí que al campesino no le quedó otro remedio
que proceder a retirar manualmente el obstáculo. Y, ¡oh sorpresa!: En el vacío que había dejado al des-
cubierto la piedra apareció una pequeña talla que el buen hombre confundió con una muñeca. Feliz
por lo que consideraba un bonito regalo para su hija, la guardó en el zurrón. Y al terminar su tarea se
encaminó a lomos de su borrico hacia la ciudad, que se perfilaba en el horizonte, imaginando la alegría
que se llevaría su pequeña con aquel regalo. Mas cuando llegó a casa, la muñeca había desaparecido,
para aparecer al día siguiente en el mismo lugar donde la halló por primera vez. Y así un día y otro
hasta que, temiendo ser objeto de una acción diabólica o de un encantamiento, hizo partícipe a su
amo del suceso que, tras comprobar la veracidad de cuanto su criado refería, decidió comunicarlo a
las autoridades eclesiásticas de la ciudad, que mandaron erigir una pequeña ermita donde colocar la
imagen de la Virgen bajo la advocación de Ara Geme, título que la simplificación fonética convirtió en
el actual de Argeme.
4 Otra versión dice que cuando la reja rozó la imagen el labrador oyó la palabra.
Nuestra Señora de Piedraescrita, patrona de Campanario, una imagen negra con marcadas ca-
racterísticas bizantinas datada por José Ramón Mélida en el siglo xiii y destruida en 1936, fue hallada
junto a un ara funeraria romana con la inscripción5: L. VALERIO/ L. F. CAL SIL/VANO. VIC/ CT VALERI
ANO VICT, que según la transcripción más aceptada desde la antigüedad. La piedra ha llegado hasta
nuestros días incompleta y deteriorada. Atendiendo a criterios clásicos, una posible traducción sería:
“A Lucio Valerio Silvano, hijo de Lucio, de Galeria, y a Víctor Valeriano, hijo de Víctor”.
Diversos estudios, transcriben CAL en vez de GAL, en cuyo caso la traducción podría ser: “A Lucio
Valerio, hijo de Lucio, a Calisto Silvano vencedor y Valeriano vencedores”.
Otras versiones, señalan: “Lucio Valerio: Hijo de Lucio Calígula Silvano Victor. Valeriano Victor.” Y
“A Lucio Valerio Lucio, Lucio Fabio Calixto, Sivano Victello Valerino, vencedores”.
Es igualmente negra Nuestra Señora de Monfragüe, talla bizantina que según la tradición fue
traída de Jerusalén por los cruzados de la Orden de Monsfrag entre los siglos xii y xiii, supuestamente
esculpida -como la de Guadalupe- por San Lucas. Es patrona de Malpartida de Plasencia, Riolobos,
Serradilla y Torrejón el Rubio.
También era negra -de clara estirpe oriental- la patrona de Torrequemada, Nuestra Señora del
Salor, destruida por los franceses de Napoleón en 1817. Según una vieja tradición local, la Virgen se
5 Estos datos y la fotografía de la lápida me fueron enviados por D. Lorenzo Gallardo Rodríguez, tesorero de la
Hermandad de Nuestra Sra. de Piedraescrita. (Campanario).
A las afueras de Belvís de Monroy existió una ermita dedicada a Nuestra Señora del Berrocal -nom-
bre alusivo, pues, a rocas-, cuyo origen se remonta a tiempos pretéritos, cuando, según relata la le-
yenda, se desencadenó sobre la comarca una tormenta de pedrisco tan grande que asoló los campos
y las cosechas de las localidades próximas. Y como tal desastre natural respetó las tierras de Belvís, los
vecinos decidieron levantar una emita en el lugar en que había sido encontrada por unos pastores la
A medida que avanza la Reconquista -añade Domínguez Moreno- aumenta el culto mariano en la
Península. “A Fregenal llegará de la mano de los templarios, instalados en la villa en 1283. En esta
época debió levantarse la primitiva ermita y esculpirse la primitiva imagen de la Virgen que, dicho sea
de paso, sería hecha al gusto de los caballeros del Temple. Lógicamente debió tratarse de una virgen
románica, tal vez una de esas vírgenes negras con las que Nuestra Señora de los Remedios guarda
interesantes paralelismos”.
Y de nuevo afloran aquí las fuerzas telúricas de la tierra; fuerzas ocultas que emanan más rápida-
mente a través del pozo, que se adentra en las entrañas mismas de la Madre Tierra. Porque, para Do-
mínguez Moreno, el hecho de que la ermita fuese erigida en ese lugar concreto del Cerro del Rodeo,
a un tiro de piedra del arroyo de la Parrilla, debió de tener un importante significado.
Solo que la antigua talla fue sustituida por la que actualmente se venera. ¿Por qué? Tal vez -como
señala Domínguez Moreno- no es asunto que importe demasiado, aunque citando a W. A. Chirstian,
con quien coincide, podría afirmarse que a partir del siglo xii las imágenes de María se incorporaron
como imágenes de culto en los lugares del campo que tenían una significación simbólica para la co-
Nuestra Señora del Buen Varón es una imagen sedente, negra, fechada en el siglo xiii, que antaño
estuvo recogida en una antigua capilla y hoy se venera en la iglesia parroquial de Hoyos, de donde es
patrona. La imagen tiene en la espalda dos argollas para ser transportada en con una lanza, ya que se
trata de una imagen de campaña. Fue encontrada en una cueva próxima al arroyo de Bombarón -de
ahí el nombre de la imagen- por algún campesino, ya que debió de ser escondida en ese lugar por las
tropas que la portaban cuando previeron que iban a ser derrotados por los árabes, evitando así que
fuese profanada.
Según mi informante Félix Montero, Secretario del Ayuntamiento, la iglesia es uno de los casos más
sorprendentes de la arquitectura religiosa medieval extremeña. La hipótesis más probable es que en
un principio se construyese un pequeño templo de características tardorrománicas, que en los siglos
xv y xvi se fue reformando y ampliando hasta concluir en el santuario tardogótico que hoy se erige en
el centro de esta localidad sierragatina. Montero añade que ell nombre de esta iglesia no se sabe a
ciencia cierta si es del Buen Barón -como título nobiliario- o del Buen Varón, como adjetivo indicativo
de Jesús de Nazaret.
Rubiaco es una alquería hurdana dependiente de Nuñomoral, a la que igual que a otras de la co-
marca, suele bajar la imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia una vez al año para ser venera-
da por los habitantes de estos pagos con más fervor que a nuestra patrona de Guadalupe. El motivo
de esta devoción en apariencia sorprendente -según me informa Eva Martín desde Azabal -es que, a
pesar de que este santuario se ubica en la provincia de Salamanca, de la Comunidad Autónoma de
Castilla y León, se halla más próximo a ellos que el de Las Villuercas.
La imagen de Peña de Francia fue encontrada por Simón Vela. Se trata de una efigie de color negro
-de ahí que sea conocida también como La Moreneta-, característica que algunos estudiosos atribuyen
a que el lugar fue un ámbito o santuario sagrado antes de la aparición del cristianismo, donde, como
he indicado en otros lugares de este trabajo, no resulta extraño encontrar imágenes de ese color. Otra
explicación -complementaria con la anterior - podría ser la influencia templaria, ya que en el Valle de
Lera, cercano al hoy santuario dominico, dentro igualmente del ámbito de la Sierra de Francia, hubo
un asentamiento templario, introductores y propaladores del culto a las vírgenes negras. Por lo ante-
dicho, no sorprende que, como me comunicó Eva Martín, todas las imágenes negras de Las Hurdes
sean réplicas de La Moreneta de Peña de Francia.
Félix Barroso (Nuñomoral. Un breviario del siglo xiii. Iglesias y ermitas de Las Hurdes, (I) .Alminar,
nº 43, p. 5. Revista de Cultura de la Institución Pedro de Valencia y el Periódico HOY, marzo de 1983)
cuenta que según le informó Gregorio Martín Domínguez, antiguo sacristán de la parroquia de Nu-
ñomoral, al parecer la primera iglesia se levantó en el llamado ‘Barrio de Abajo’, muy cerca de donde
apareció una lápida funeraria romana, aunque con onomástica celta. “Cabría la posibilidad, al igual
que se hizo en innumerables lugares -matiza Barroso Gutiérrez-, de que sobre algún santuario paga-
La Virgen de la Burguilla, patrona de Villar del Pedroso -del siglo xviii- es una imagen de vestir, copia
de Nuestra Señora de Guadalupe. Actualmente es negra porque fue pintada de ese color. La original
tenía una tonalidad rosada. No existe ninguna leyenda sobre su posible aparición a persona mayor o
niño.
Según escribe Eloy Martos Núñez (Las leyendas de Vírgenes de las Nieves, p. 1. Biblioteca Uni-
versal Virtual) la Dama Blanca es un patrón que además de tener conexiones con historias de hadas,
brujas, ánimas o fantasmas, ha sido venerada y se le ha rendido culto bajo forma de santas o incluso
de la Virgen María, “de forma que en el folklore, la historia de la Dama Blanca se halla diseminada en
multitud de cuentos, leyendas y mitos, desde ‘Blancanieves’ a ‘la Virgen de las Nieves’.
A esta Dama Blanca, que según Robert Graves -La Diosa Blanca. Gramática histórica del mito poé-
tico, p. 29. Alianza Editorial. Barcelona, 1994)- aparece en los relatos de fantasmas “con frecuencia con
el nombre de la Dama Blanca y en las antiguas religiones desde las Islas Británicas hasta el Cáucaso,
como la Diosa Blanca”, se la relaciona también con divinidades prerromanas, como Ategina, Ataecina
o Ataegina -del celta ate + gena, renacer-, diosa del renacer (primavera), la fertilidad, la naturaleza, la
medicina y la Luna. Su animal sagrado era la cabra y su árbol el ciprés y se la invocaba tanto para rogar
por la salud de un enfermo como para provocar desgracias en el enemigo. Igualmente fue venerada
como divinidad infernal o de ultratumba tanto por los antiguos iberos como por los lusitanos y veto-
nes, sincretizándose con la romana Proserpina o con genios de la Naturaleza.
Además de Ataecina, hay constancia de otras divinidades femeninas en la antigua Lusitania, como
Bandagona -de potestad desconocida, diosa de los celtas lusitanos-, Navia -diosa de los ríos y el
agua-, o Trebaruna, divinidad originariamente protectora del hogar que evolucionó hasta adquirir un
carácter guerrero; divinidades que como dice Martos Núñez -p. 19- van a actuar de sustrato a la im-
plantación de los cultos marianos. Y añade que a través del folklore ha habido una amplia conexión de
este patrón con lo que podríamos llamar literatura esotérica, pues según R. Alarcón -que Núñez cita-,
la personificación de las Vírgenes Blancas “se entroncaría con divinidades y lugares de culto celta y
precéltico (en esos adoratorios dedicados a las xanas y lusinas, sería donde encontraríamos el culto a
mártires, santas o vírgenes ‘blancas’)”.
Así, fueron divinidades blancas anteriores, Belili, diosa sumeria, predecesora de Ishtar, diosa de
los árboles, de la Luna, del Amor, del Infierno, del sauce y de los pozos y manantiales; Io, diosa de la
cebada, que tuvo un importante santuario en Argos, capital religiosa del Peloponeso; Atenea, la divina
Virgen blanca entre los griegos que, ayuda y vigoriza con el néctar y la ambrosía de los dioses al héroe
Aquiles; Diana, la divinidad itálica de indumentaria blanca y cabellos de oro blanco, asimilada a la rei-
na de las hadas, espíritus generosos y benefactores, dueñas del manantial o del árbol santo, donde a
orillas de la fuente natural y bajo el frondoso avellano, fresno, haya, nogal o… peinan sus cabellos con
marfil, alegres y festivas; Maeve, la Reina de las Hadas del Aire según los celtas; Freya, la diosa madre
de todas las tribus frisias del Norte, que era “tan blanca como la nieve al amanecer”;… Es decir, que la
tradición de las Vírgenes Blancas viene de antiguo, encontrando eco su culto también en Extremadura.
Atalaya -del árabe at-talai, los centinelas- tiene como hito constructivo más relevante la iglesia pa-
rroquial de Nuestra Señora del Camino, que embute su cabecera en un antiguo torreón cuadrangular
originario del siglo xv. En su interior conserva una capilla dedicada a la Virgen de las Nieves, proce-
dente de una ermita existente en las cercanías, desaparecida en el siglo xviii y un coro de estilo árabe
que se conserva de la antigua iglesia desaparecida en 1963 a causa de un incendio provocado por la
En cuanto a la existencia de alguna leyenda relacionada con la aparición de esta Virgen el párroco
me informa que no conoce ninguna y que tampoco tiene noticia de cómo pudo llegar a esta localidad
su culto. Este último extremo no presenta tanta dificultad si tenemos en cuenta que Atalaya pertene-
ció originariamente a los Templarios -que sincretizaron en las Vírgenes Blancas otras deidades blancas
celtas o incluso anteriores- antes de integrarse como aldea en la jurisdicción de Burguillos del Cerro,
dentro del Obispado de Badajoz.
Olivenza, cuyo origen se remonta a mediados del siglo xiii, integrado en la labor repobladora de
la Orden del Temple, que se instaló en el territorio tras la conquista de Badajoz por Alfonso IX de
León en 1230, hasta que por el Tratado de Alcañices de 1297 la ciudad pasó a ser portuguesa, tiene
también su Virgen de las Nieves, a pesar de ser una localidad que se sitúa en los llanos de su nombre.
Según la leyenda que recoge Martos Núñez -pp. 9-10- el protagonista de la historia es un muchacho
de siete años llamado Joaquín. Una tarde del mes de febrero salió con sus padres a coger espárragos
por la carretera de Alconchel. Ilusionado con la labor, el chico se fue alejando de sus progenitores, has-
ta perderse. Y la noche se avecinaba, acompañada de una niebla que cada vez se hacía más intensa.
Desanimado y lloroso fue a sentarse en una pequeña roca, al lado de un cerro. De repente, Joaquín se
percató de que el tiempo estaba cambiando. El viento cesaba y una luz cada vez más intenta apareció
en el punto más alto del cerro. Luego la luz fue descendiendo hasta detenerse a pocos pasos de él.
Y entre el resplandor de aquella luz cegadora, apareció una señora vestida de blanco, con un manto
azul. “Soy tu madre del cielo” -le dijo la figura-, que añadió: “Ven”. Cuando llegó al lado de la Señora,
ésta le cubrió con su manto azul y le abrazó cariñosamente. Y, de repente, empezaron a caer copos de
nieve, espesos y abundantes. Luego cerró los ojos y se durmió. Y así lo encontraron, dormido con la
cabeza apoyada entre los brazos, cuando al día siguiente sus padres salieron a buscarlo. “Vi una seño-
ra que me tapó con su manto y me dormí -explicó Joaquín -. No tuve frío, de verdad, no tuve frío”…
En la Corte de Madrid,
a la mujer de don Juan
se le apareció la Virgen
en su cerca y olivar.
Reina -la Regina romana -es un municipio badajocense de la Campiña Sur, situada en una hondona-
da en la confluencia de tres colinas, que tiene como patrona a Nuestra Señora de las Nieves. Cuenta
una antigua leyenda (tomada de Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884, de
Antonio Machado, padre de los hermanos Machado. Leyendas. Internet), en la alcazaba vivía un rey
moro. Y en la parte baja, es decir, en la aldea, una reina cristiana, que pidió permiso a aquél para ha-
cerle una visita con sus doncellas. La cristina vistió a sus soldados de mujeres, como si fueran sus da-
mas y todos subieron a la fortaleza, donde el rey les ofreció un gran convite. Luego las llevó a recorrer
el baluarte. Cuando llegaron a un sitio de la muralla desde donde se divisaba el jardín de la reina, ésta
dejó caer su pañuelo, y el rey, al intentar cogerlo, adelantó el cuerpo, momento que aprovechó ella
para empujarlo pendiente abajo. Muerto el rey, la reina se apoderó del castillo y en agradecimiento
por la ayuda recibida de la Virgen de las Nieves, a la que se había encomendado, le edificó allí mismo
una ermita que hoy perdura.
Según Antonio Machado7 (Biblioteca de Tradiciones Populares Españolas, tomo VI, 1884) esta le-
yenda la escuchó su madre en una huerta de Llerena, ciudad donde estuvo pasando unos meses con
una hermana suya. El compilador de la historia (Leyendas. Internet), dice que no ha visto mención de
ella en otro lugar ni la ha oído contar en aquella zona. Sin embargo, según Antonio Gálvez la leyenda
ha persistido y es conocida actualmente. El motivo del culto a esta advocación mariana tal vez tuvo
Juan Antonio López Cordero -Las fiestas de la virgen de las Nieves en Pegalajar, Revista de Estu-
dios sobre Sierra Mágina p. 4. Internet- cuenta que la Virgen de las Nieves de Reina “se apareció un
día del mes de mayo de 1925 con motivo de una gran sequía; según cuentan bajó por la loma del
monte y parece que oyó las súplicas de los reinenses, porque llegaron todos mojados a la iglesia”.
Supongo que con ese “bajó” se refiere a una procesión, pues según don Antonio Gálvez, en efecto,
en la fecha señalada se trajo la imagen al pueblo para implorar la lluvia. Y con “se apareció” a que lo
hizo en forma de lluvia.
La Zarza, antes Zarza de Alange, asentada en la falda de la Sierra del Calvario, también tiene como
patrona a la Virgen de las Nieves. Según cuentan en las proximidades del antiguo camino de Alange,
había una capilla dedicada a los Santos Mártires, donde se veneraba a San Sebastián. Pues bien, un ca-
luroso y ardiente día del mes de agosto una mujer intentaba sacar agua de un pozo próximo a la capi-
lla, pero su cubo no se hundía porque chocaba contra algo que flotaba en ella. Como el pozo era poco
profundo la mujer pudo distinguir que el objeto en cuestión era una imagen. Y comenzó a dar voces. A
sus gritos acudió la vecindad y un muchacho se ofreció a bajar para sacarla. Acudió el cura, acudieron
las autoridades y acudió el Cabildo. No cabía la menor duda: se trababa de una escultura religiosa
que los cristianos debieron ocultar entre las piedras de aquel hoyo para protegerla de profanaciones
o robos cuando la invasión musulmana, pero que el paso del tiempo y el trajinar en las aguas habían
sacado a flote. Y comenzaron las especulaciones sobre el lugar donde debía ubicarse la imagen. Unos
decían que en la iglesia parroquial y otros que en la ermita de los Mártires8, por su proximidad al lugar
de la aparición. Se optó por esta última, donde sería venerada bajo la advocación de Nuestra Señora
de las Nieves. Y mientras la imagen era conducida en procesión a su nuevo destino, comenzó a nevar;
a nevar en pleno agosto, algo insólito en una tierra tan calurosa como la extremeña…
También se venera a la Virgen con este nombre en lugares donde las nevadas suelen ser más
frecuentes y perdurables. Así, la localidad verata de Losar celebra la fiesta de los cabreros el primer
domingo de agosto, dedicada a Nuestra Señora de las Nieves, dentro del paraje denominado El Be-
rezo. Es un lugar escarpado a catorce o quince kilómetros del lugar, en plena Sierra de Gredos, donde
además de la misa, el ofertorio de distintos productos -que posteriormente son compartidos por los
asistentes - y de una degustación de tasajos y quesos de cabra, destaca como nota pintoresca la jura
de bandera de los que suben por primera vez al paraje donde un lienzo de azulejos que representa a
la Virgen, sirve de retablo a una piedra esculpida que se utiliza como altar. Tal costumbre consiste en
besar la piel de un animal, preferentemente de cabra. La fiesta se anima con los relatos del Cabrero
Mayor Pedro Vigueta sobre los vecinos de Losar. Según me informa el actual párroco, la fiesta fue
promovida por un sacerdote del lugar para llevar los oficios religiosos a los cabreros que vivían en la
sierra, no constando ninguna leyenda de apariciones en relación con tal festejo.
Por su parte, me escribe Ricardo Sánchez, de la Biblioteca de Losar, la celebración de la Fiesta data
del año 1969. La idea fue del párroco de Talaveruela de la Vera, D. Francisco Timón Timón, quien en
colaboración con el cabrero Eugenio Torés Correas, pensaron en celebrar la Virgen de las Nieves en
la Sierra de Losar, en el paraje de Majitalonso. Para ello realizaron un santuario con una copia de la
Virgen de la Berrocosa, realizada en azulejos pintados.
8 Por Real Cédula dictada en 1626 por Felipe IV, se dispuso cambiar el antiguo nombre de Ermita de los Mártires por
el de Nuestra Señora de las Nieves.
Por su parte, Guijo de Santa Bárbara -situado en las estribaciones de Sierra de Gredos, en la
vertiente sur del Sistema Central- celebra su romería de la Virgen de las Nieves el 5 de agosto a una
ermita-refugio que los guijeños construyeron para los montañeros en el paraje de Collado Alto, a una
altitud de 1600 metros, por iniciativa del sacerdote don Ascensio Gorostidi.
Como conclusión final cabe preguntarse cómo se extendió el culto a la Virgen de las Nieves por Ex-
tremadura. Bien es cierto que tanto en Guijo como en Losar, nieva durante el invierno y que sus sierras
se cubren durante largo tiempo de ese manto blanco… Pero ¿y en La Zarza o en Olivenza donde las
nevadas son un acontecimiento extraordinario? Dos son las posibles explicaciones que se me ocurren.
La primera, la influencia de los Templarios, que como dije que fusionaron en algunos de los territorios
por ellos ocupados las Vírgenes Blancas con otras deidades albas celtas o incluso anteriores. La se-
gunda, una leyenda romana que se ubica en la segunda mitad del siglo iv, bajo el pontificado del Papa
Liberio9. Cuentan que vivía en la Ciudad Eterna un matrimonio muy devoto, perteneciente a la alta
nobleza. Como eran ya ancianos y no tenían hijos concibieron de muto acuerdo dejar a la iluminación
de la Virgen el destino que debían dar a su hacienda. La historia continúa diciendo que la Madre de
Jesús se apareció en sueños y por separado a Juan Patricio -que así se llamaba en noble- y a su esposa
para indicarles que su voluntad era que en su honor se construyese un templo en el lugar del monte
Esquilino que apareciese cubierto de nieve. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más
9 En la historia eclesiástica es el primer papa cuyo nombre no aparece en el santoral. Su pontificado transcurrió entre
la persecución del emperador Constancio II, que pretendía imponer el arrianismo en Occidente, entre el corto mandato de
Juliano, que restauró el paganismo como religión oficial del Impero y Valentiniano, monarca católico que devolvió nuevamen-
te la tranquilidad a la Iglesia.
¿Será por eso que tanto en La Zarza, como en Losar y Guijo de Santa Bárbara la festividad de la
Virgen de las Nieves se celebra el 5 de agosto, y que las leyendas de estas apariciones no pasen de
ser meras invenciones eclesiásticas copiadas o entresacadas de la fabulación romana? Lo que sí parece
cierto es que su culto y devoción se extendió con rapidez -como señala Martos Núñez, p. 45- “por los
pueblos vecinos y no muy tarde por toda Extremadura y el vecino Reino de Portugal”.