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Miércoles 13 de Enero de 1999

El Mercado de Capital Global no es la Salvación


CARLOS SALINAS DE GORTARI y ROBERTO MANGABEIRA UNGER, Global
Viewpoint, exclusivo para EXCELSIOR

DUBLIN, 12 de enero.- La actual crisis económica que se ha extendido desde Asia,


afectando a países tan diversos como Brasil y Rusia, ha puesto al descubierto que
el mercado de capital global no es la salvación. Mientras los mercados financieros
se suban a la montaña rusa del auge y depresión, manía y pánico, causarán
verdadero daño a las economías reales.

Como consecuencia, los países en crisis han aprendido que sus perspectivas para
el crecimiento sostenido y socialmente inclusivo debe ser menos dependiente de
los caprichos del casino financiero y más dependiente de sus propios recursos e
instituciones, de sus propios ahorros domésticos, de los arreglos regulatorios y de
la cultura ciudadana y políticen Para beneficiarse de los flujos más libres de capital
que cruzan las fronteras, los países primero deben ayudarse a sí mismos.

Sobre todo, ha quedado muy en claro que si bien la globalización beneficia a una
"vanguardia" en las economías de los mercados emergentes, muchos son los que
se quedan atrás como la "retaguardia". Este costo es demasiado alto y la actual
crisis sólo intensifica esta brecha.

Ver al mundo como lo acabamos de describir es una salida de lo que ha llegado a


conocerse como el "Consenso de Washington" que prevaleció desde el fin de la
guerra fría hasta el inicio de la crisis financiera asiática. Algunos han tachado la
ortodoxia que existe detrás de este consenso como "el neoliberalismo del Atlántico
Norte" debido a que no sólo ha defendido el libre movimiento de capitales, sino
que también adoptó la disciplina fiscal y monetaria en función de una convergencia
mundial hacia las instituciones políticas y económicas ya establecidas en los países
del Atlántico Norte, particularmente Estados Unidos.

Esta ortodoxia, institucionalizada en el Fondo Monetario Internacional, ha


confundido la necesidad de mantener abierta la economía del mundo con los
intentos de imponer a los países un camino particular hacia la libertad y
prosperidad.
La crisis financiera asiática y sus secuelas han quebrado el consenso de la
posguerra fría e impulsado un amplio reconocimiento de que las democracias del
Atlántico Norte no tienen el derecho de patente en el mercado. La idea del
pluralismo del mercado está remplazando al Consenso de Washington del
neoliberalismo globalizado.
La búsqueda de ahora se centra en una alternativa progresiva que no signifique
retirarse al proteccionismo y populismo, o recurrir a un estilo de crecimiento
conducido por las exportaciones mediado entre las élites políticas y empresariales
que despojan a la población de sus beneficios.

Esta alternativa debe aceptar fundamentalmente el histórico giro a la economía de


mercado, pero no requerirá a los gobiernos nacionales arrodillarse ante las
finanzas internacionales. Esta alternativa buscaría dar forma a algo que la mayoría
de la humanidad desea: libertad económica y progreso económico sin dejar a la
mayoría de la sociedad en la pobreza y abandono. ¿Cuáles podrían ser los
elementos de una alternativa de este tipo?

- Para minimizar los efectos perturbadores del libre comercio y flujos de capital, el
capital y la mano de obra deben ser libres de cruzar las fronteras nacionales
juntas, por partes. Para ello, tiene que haber una regulación más eficaz de las
instituciones financieras domésticas y controles selectivos a los flujos de capital a
corto plazo, así como acuerdos internacionales entre gobiernos y sindicatos en
asuntos de inmigración.

- Debe ser abandonada la ideología neoliberal de que sólo la privatización puede


crear riqueza. En su lugar, debe haber asociaciones pragmáticas entre gobierno y
empresas, no en la forma de amplias políticas comerciales e industriales
formuladas por una burocracia centralizada, sino con el fin de ampliar el capital
aventurado, el crédito comercial y la asistencia técnica para los pequeños y
medianos negocios. El objetivo es rediseñar y ampliar el mercado, no aplastarlo en
favor de la burocracia o el clientelismo político.

Por el momento, sólo la industria del capital aventurado en California y


Massachusetts empequeñece lo que está disponible en el resto del mundo.

- Para evitar la dependencia de los flujos de capital foráneos, así como del
aumento del crédito disponible, deben aumentarse los ahorros internos, públicos y
privados. Deben ser instituidos acuerdos para los ahorros obligatorios
(proporcionales al ingreso personal), sobre todo a través de sistemas de fondos de
retiro.
- Los impuestos al consumo tendrán que ser aumentados para financiar la
infraestructura, conocimientos y educación, a fin de construir una "estructura de
oportunidad" destinada a apuntalar la retaguardia que quedó rezagada por la
globalización.

Debido a que una progresiva tasa de impuesto sobre la renta debe ser competitiva
con la de los demás países, no recaudará los ingresos suficientes, particularmente
cuando se combina con varios problemas. Más bien tendrá que ser estudiado un
impuesto al consumo fijo. Un impuesto excesivo al consumo de combustible podría
ser el más progresivo. En Latinoamérica, la mayoría de los países tiene que
destinar 30 por ciento del producto interno bruto al gasto social si es que quiere
tener alguna esperanza de cerrar la brecha entre ricos y pobres.

- Finalmente, nada de esto funcionará sin la combinación de una democracia más


representativa, de una democracia más directa y de un compromiso civil más vital
en los países de economía con mercados emergentes. Si no hay la libertad política
suficiente para fortalecer a la sociedad y para mantener representativas a las élites
políticas y empresariales, ningún modelo económico es sostenible. La clave es el
poder de la sociedad civil. Es el único camino posible entre la intervención del
Estado y los abusos por parte del mercado.

Nadie cuestiona el valor del mercado en la creación actual de la riqueza. Pero la


globalización no debe significar que es el único camino para organizar mercados y
sus relaciones con el Estado y la sociedad.

Insistir en que el neoliberalismo del Atlántico Norte es el único camino convierte a


los pueblos en enemigos del mercado porque ven a los mercados como enemigos
de los pueblos. A final de cuentas, el pluralismo del mercado es la mejor solución
para todos.

*Mangabeira es profesor de leyes de la Universidad de Harvard


(c) 1999 Global Viewpoint, distribuido por Los Angeles Times Syndicate

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