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Rafael del Moral

MODAS Y RITOS LÉXICOS


EN EL
ESPAÑOL DE MADRID

Conferencia, Basilea, febrero, 2011


MODAS Y RITOS LÉXICOS

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Rafael del Moral

MODAS Y RITOS LÉXICOS


EN EL
ESPAÑOL ACTUAL DE MADRID

Basilea, febrero, 2011


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MODAS Y RITOS LÉXICOS

Q ueridos colegas, queridos amigos:


¿Cuáles son los cambios que el español de Madrid
ha experimentado en los últimos años?

¿Hacia dónde evoluciona el léxico?

¿En qué han dejado de parecerse las palabras y


expresiones actuales a las de hace unos años?

Me ceñiré a una descripción concreta, a la de las


novedades léxicas que oigo en Madrid, y que bien podr-
ían servir para el resto de España.

No voy a recrearme en las graciosas evidencias del


leguaje popular como son el gusto por la aliteración en
expresiones como: Guay del Paraguay, Alucina, vecina.
Tampoco en la frase ingeniosa: más tonto que un higo,
más listo que una ardilla, más delgado que un fideo… Ni
en la rima fácil ni otros recursos.
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Rafael del Moral

Huye este estudio de esos ejemplos, y se recrea en


aquellos que contribuyen al desarrollo de la lengua culta,
de la lengua de la clase acomodada, de la tertulia, de los
medios de comunicación y de la conversación entre la
clase media.

Los hablantes jóvenes, una vez abandonada la


adolescencia, han ocupado y ocupan, muchas veces,
esos lugares privilegiados de fábrica de nuevas palabras.
Movimientos sociales emergentes tienden a distanciarse
de la generación anterior, y eso es lo que, por no perder
la costumbre, también sucede ahora.

Observemos la evolución de los gustos en los esti-


los musicales. Cada vez que una generación se aleja de la
juventud, se lleva con ella la moda y complacencias
rítmicas, y casi repentinamente nacen otros estilos que,
aunque relacionados con los anteriores, suponen una
nueva dimensión.

Y añadamos a ello que las modas y ritos nacen


esencialmente en ambientes urbanos, se desarrollan en
barrios específicos y se extienden mediante mecanismos
que escapan a nuestra comprensión, aunque sospeche-
mos muchos de los principios. Pero las ciudades, y esto
parce un irremisible destino, han desarrollado al menos
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dos clases sociales diferenciadas: junto a las populares,


las elitistas.

Con frecuencia el español acude a la expresión


gente bien, que no gente de bien, es decir, personas hon-
radas y de buena intención. Pero somos muchos los que
entendemos que la gente bien es un grupo social aco-
modado. En las clases populares no hay gente bien, aun-
que sí gente de bien.

La conducta comunicativa innovadora, especial-


mente fundada en el lenguaje, incluye también la con-
ducta no verbal. La personalidad, tal y como se expresa
en la manera como se comunican, hablan, gesticulan,
están de pie, se visten, se peinan, se miran, se encuen-
tran y todo lo demás, se añade a los mensajes. La forma
en que nos expresamos más la forma en que los demás
nos observan es la suma de la información que percibi-
mos.

Esa comunicación no verbal proporciona una in-


formación silenciosa, pero no muda, acerca de las per-
sonas y su lugar en la sociedad.

Modos y ritos de presencia y aspecto, digamos lo-


ok, abren la información. Fundamental en los creadores
femeninos de terminología, melena lisa y suelta y fou-
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lard, o buf, que no pañuelo, al cuello. De vez en cuando


corpiño tipo palabra de honor o top ajustado al sobre-
pecho y con amenaza continua de tan sofocante despla-
zamiento que dejaría al descubierto los encantos feme-
ninos.

Para la elegancia masculina, camisas con símbolo


de marca y chaqueta clásica. Reconoceremos a una per-
sona de la gran clase porque viste con estilo, y también
porque se mueve con gracia al hablar mientras ilustra
con gestos lo que dice. Para la elegancia de las jóvenes,
de vez en cuando se sirven de las manos para realizar un
delicado gesto que acomoda la cabellera, unas veces por
puro placer, otras para desplazarlo elegantemente hacia
atrás, a ambos lados a la vez, con los brazos abiertos, y
esperar a que regrese de nuevo a su lugar natural para
tener la oportunidad de repetir la mueca que roza el ai-
re. Uñas pintadas en fucsia o carmesí, en dedos tan afi-
lados como ordenados.

Escriben con bolígrafos mont-blanc o con plumas


de tinta azul Prusia. Su copa preferida, bloody-mary o
san francisco. Para los hombres, un término probable-
mente tan poco afortunado que ha de ser efímero: me-
trosexual que define al hombre especialmente atildado,
profundamente cuidadoso de su presencia física, y si es

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joven, se le dice tener un cuerpo danone, que fue la mar-


ca más popular de yogures, o también ser un yogurín.

Pero tenemos una nueva clase de jóvenes defrau-


dados o frustrados en su trayectoria. Los llamamos ninis,
y la palabra es muy reciente, apenas tiene un par de
años. Son los que, desencantados en las aulas, han
abandonado los estudios. Pero al acercarse al mundo
laboral y comprobar la frustrante concordancia entre
trabajo y remuneración, deciden acogerse a la generosi-
dad familiar y pasan y pasan los años en los que ni estu-
dian ni trabajan, de ahí el neologismo. Los que al fin se
acogen al mundo laboral, pasan a llamarse mileuristas,
pues su salario no supera, a veces con gran distancia, o
sobrepasa muy poco, los mil euros.

Los españoles, a pesar de la crisis, no permanecen


pasivos. Seguimos frecuentando los bares, y hablando
fuerte porque es la única manera de que nos oigan. Des-
de el mes pasado no se puede fumar en el interior. Una
nueva categoría de personas abandonan el bar para en-
cenderse en cigarrillo, y más tarde no vuelven a entrar, y
se van sin pagar… son los llamados simpa. Así podría
oírse decir a un camarero: Ten cuidado, que ese puede
ser un simpa.

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Todos mostramos cierta predilección por algunas


palabras y desafecto por otras. La selección nos identifi-
ca, destaca nuestros gustos, pondera temperamentos,
desnuda personalidades, y en el fluctuar de las palabras,
elegimos aquellas que más nos agrada emitir.

Las modas son diversas. En el respeto a la mujer,


especialmente en un país condicionado por el tradicional
machismo, nacen nuevas palabras como acoso sexual,
que abarca un amplio ámbito. Y en el de la técnica cite-
mos dos vertientes, la de Internet, con un concepto
novísimo como ancho de banda, y la de la lectura, con
los nuevos conceptos de audio libros. Pero digamos que
de una manera general está de moda lo ecológico, lo
biológico, lo que puede protegernos de la degradación
del planeta. Así han nacido decenas de palabras en las
que el prefijo bio- se acomoda en una variedad en ámbi-
tos. En la bioenergía, encontramos biocombustible, bio-
diésel, bioetanol, biosintético; en la técnica biofilmograf-
ía, bioempresa, biogenética, biomolecular; e incluso en
un ámbito moral nos encontramos con la biodisponibili-
dad o la bioética.

En una revisión de estas modas, agrupamos las


novedades en tres apartados. El primero recoge a las
palabras nacidas por una necesidad social, en el segun-
do, avances que buscan dar nombre a la tecnología, y en
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el tercero aquellas que buscan la eficacia y utilidad co-


municativa.

1. Necesidades sociales
La cortesía, aunque a veces llena de insinceridad, suaviza
las situaciones tensas mediante el delicado uso de la di-
plomacia y de la elegancia de las expresiones.
Todas las lenguas dan mucha importancia a mos-
trarse amable o cortés, y algunas son especialmente ri-
cas en pronombres de tratamiento.

El saludo tradicional español, el menos teñido de


valoraciones es hola, pero en condiciones que así lo exi-
jan, cierta clase social puede decir helo. Nada que extra-
ñe. Gentes que ahora rondan los noventa años, y que
fueron educadas en la fina galantería francesa, introduc-
ían de vez en cuando galicismos del tipo: bon jour, com-
ment allez-vous?

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La despedida es by, o by-by, pero también, chao,


que parece más exótico… o chaíto, que alcanza la cima
de la cursilería.

La fórmula Buenos días don José, con la réplica:


Buenos días tenga usted, don Ricardo, que con protocolo
tan ritmado acompañaba los encuentros de hace unos
años, está agonizando.

Y se han generalizado otras voces un poco con-


fundidas con los progresos en el acercamiento de las cla-
ses sociales, pero sin la aparición de un término que sus-
tituya la pérdida, algo como ciudadano, citoyen, en la
Francia revolucionaria o tovarich, en la Unión soviética o
compañero en la Cuba revolucionaria.

La clase política, que tanto influye en la imposición


de las formas, de una y otra tendencia, cuida el lenguaje
para que el tratamiento sea igualitario, y prefiere nivelar
por la parte baja, y no hacia arriba. De esta manera,
nuestro Rey le habla de tú a todo el mundo, como lo
prueba aquella memorable frase que le dedicó al diri-
gente venezolano: ¿Por qué no te callas?

Una fórmula más forzada que natural se impone


como nueva para la igualdad, para la supresión de infe-

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rioridades. Así han nacido acomodos lingüísticos forza-


dos para recordar la presencia de la mujer. La frase

“Todos sabemos que el hombre está preparado


para aceptar los errores de los otros.”

Se convertiría en lenguaje político moderno, espe-


cialmente sindicalista, aunque también de otros ámbi-
tos, en

“Todos y todas sabemos que el hombre y la mujer


están preparados y preparadas para aceptar los errores
de los otros y las otras”
Y como la lengua no está preparada para esos tro-
tes, se crean situaciones que con frecuencia limitan con
el ridículo: algunos extremistas en la materia se han
atrevido a formar el femenino de joven y jóvenes en
jóvena y jóvenas. Y lo que es peor, hay quien reivindica
que si existe la pareja esposo / esposa, habría que habili-
tar también el grupo marido / marida…

En fin… no añadamos más comentarios al rito, pe-


ro recordemos que policía, con final en sufijo habitual
para el femenino, sirve para los dos géneros, pues no
decimos un policío y una policía.

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La nueva terminología, la terminología revisada, se


funda en lo políticamente correcto. Y lo políticamente
correcto es el uso de eufemismos para rodear aquello
que no debe nombrarse. Nadie en España sabe exacta-
mente qué es lo políticamente correcto, pero hay pala-
bras y expresiones que se empiezan a convertir en tab-
úes o disfemismos a favor de las nuevas vías de expre-
sión.

Los que hoy recogen la basura no son basureros,


como han sido siempre, sino técnicos de limpieza, o de
manera más solapada, funcionarios de medio ambiente.
Para los que se dedican a la limpieza de las calles, los ba-
rrenderos, podría reservarse el término Técnico en man-
tenimiento sanitario de vías públicas.

Las antiguas criadas ya no son criadas ni sirvientas,


ni siquiera asistentas, sino empleadas de la limpieza o
incluso señoras de la limpieza (aunque el término señora
esté desapareciendo para las mujeres socialmente en-
cumbradas a quienes que antes se le atribuían).

Las chicas que cuidan a los niños pequeños se dis-


tinguen de las anteriores profesiones aunque también
desarrollen algunas tareas domésticas, y la gente ha em-
pezado a llamarlas cuidadoras.

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Aunque el trabajo de obrero y empleados se sigue


haciendo, mucho más en mano de los inmigrados que de
los propios españoles, ya no son llamados obreros, sino
encargados, pues todos son, en efecto, encargados de
algo:

- ¿En qué trabajas?


- De encargado
- ¿De encargado de qué?
- En una empresa de construcción.

Con lo que ha evitado contestar que es albañil,


oficio poco recomendable, aunque su encargo consista
en controlar que los ladrillos estén siempre en su sitio
para que otro, también encargado, se encargue de colo-
carlos.

Y para evitar distinciones en los tratamientos no


llamará camarada al capataz, y tampoco compañero al
jefe, pero está dejando de utilizarse la fórmula pasa al
despacho del señor González a favor de pasa al despacho
del delegado o del presidente o sencillamente pasa al
despacho de Gonzalo, aunque Gonzalo sea el director de
la institución. Si llamáramos al albañil Auxiliar de servi-
cios de ingeniería civil, su acción podría tener un matiz
distinto.

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También resulta poco gratificante presentarse


como mensajero, portero o vigilante, oficios poco consi-
derados aunque desarrollen una excelente labor. Si los
llamamos Coordinadores, pues algo de eso es lo que
hacen, quedarían mejor tratados. El mensajero lo es de
logística, el portero de admisiones y salidas, y el vigilante
de inesperadas visitas durante la noche. Al primero lo
llamamos Especialista en logística, y a los otros Coordi-
nador de admisiones y salidas de personal y Coordinador
del Movimiento nocturno. Y si lo que conduce es un taxi,
de Recursos humanos. En esta misma línea podríamos
llamar Técnico de Márquetin al Repartidor de propagan-
da y Técnico en logística de alimentos al camarero, y de
Clasificación y acopio de perecederos al verdulero… No
citaré el oficio de la mujer que podría llamarse Experta
en sexología y terapia personal.

En el otro lado de la balanza, dar a conocer su ofi-


cio nombrándose diputado o senador es siempre un or-
gullo, sí, pero no le importaría a mucha gente desencan-
tada llamarlos Directores generales adjuntos de asuntos
sin importancia.

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En otros ámbitos, palabras que psicológicamente


sonaban mal, han sido substituidas por un eufemismo
que las hacen más suaves: la pérdida voluntaria de un
bebé antes de nacer la llamamos IVE o Interrupción Vo-
luntaria del Embarazo porque la palabra aborto se tiñe
de connotaciones agresivas; los enfermos graves están
en la UCI (unidad de cuidados intensivos), y no despedi-
mos a nuestros seres queridos en las veladas mortuorias
del domicilio familiar, sino en el tanatorio.

En esa misma línea, el lenguaje se pone al servicio


de la nueva sociedad, la que desde hace dos años auto-
riza por ley a los homosexuales a formar familia padre-
padre o madre-madre con independencia de que los
hijos sean algo propios, que nunca del todo, o total o
parcialmente ajenos.

La nueva convivencia ha transformado el uso. Así,


palabras que fueron ofensivas formadas o derivadas del
antropónimo María, están hoy en desprestigio o desuso
porque son políticamente incorrectas frente a la genera-
lizada voz inglesa gay.

Resulta particularmente innovador la menara en


que los hijos de familias de homosexuales llaman a sus
padres. Si son hombres, han de llamar papá a ambos y,
según parece, añaden el nombre. Por ejemplo: papá Da-
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vid y papá Ramón. Cabe pensar en el mismo esquema


para las madres. No hablaremos de las secuelas que
podría dejar una autorización tan arriesgada.

Otras necesidades léxicas vienen fundadas en los


cambios de comportamiento social. La flor de la vida, el
inicio de la belleza, más femenina que masculina, puede
despertarse a una edad tan temprana como los quince
años. El surgimiento, la eclosión, el volcán de estética,
había desarrollado un término tan popular como cariño-
so: quinceañeras. Quinceañeras, o chichas de quince
años, son las bellas y jóvenes, aunque tengan algunos
más… Y aunque la edad fuera superior, si acompaña la
belleza se extiende el término. En el extremo de la esté-
tica, en el declive, la palabra cuarentona designa la de-
cadencia. Pero eso ha dejado de ser así. Ahora la belleza
se ha hecho mucho más duradera. Ha dejado de ser raro
descubrir que los cuarenta no son límite, sino continui-
dad. Para satisfacer y dar nombre a este fenómeno ha
nacido la palabra cuarentañera, e incluso cincuentañera,
que tanto alegra, por igual, a hombres y mujeres.

El canon de belleza actual exige proporciones que


nunca antes, tan amenazados por guerras y epidemias,
la sociedad se habría permitido. Tampoco nunca antes,
según nuestra impresión, existió una sociedad tan oron-
da, carnosa y mofletuda. Aquella persona delgada de
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antaño era un desecho social, hoy un elegante persona-


je, sobre todo en el sexo femenino.

En el plano lingüístico ha aparecido la palabra


light, en su acepción inglesa de ligero, suave, que aplica-
da a la alimentación significa que la ingesta del producto
evita o impide la acumulación de grasas. Pero al mismo
tiempo el producto ha desvirtuado el sabor. Fundados
en esa consecuencia, la palabra ha viajado hacia el signi-
ficado de soso, falso o desvaído. Estos significados en la
lengua inglesa los cubría el adjetivo soft, por otra parte
también utilizado para descafeinado o carente de algo
que debería tener. Los adjetivos light y soft dan a enten-
der que el sustantivo a que acompañan no tiene las ca-
racterísticas que se suponen:

La versión cinematográfica de la novela es muy


soft, o muy descafeinada.

Los niños pueden ver la película, es muy light.

Una de las expresiones más novedosas es ser algo


fashion. Fashion, como ustedes saben, es voz inglesa que
significa moda o manera. El uso de esta palabra en caste-
llano parece haber variado la categoría morfológica; en
inglés es un sustantivo – también un verbo, to fashion,
‘formar, hacer, adaptar, forjar’-, pero en español es un
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adjetivo; de este modo, unas gafas son fashion, un traje


es muy fashion, y unos zapatos pueden ser muy poco
fashion. Por tanto, equivaldría a moderno, de moda o
actual, con estilo. En ocasiones, también se aplica a per-
sonas: Borja es muy fashion.

La clase acomodada se mueve en coches de lujo.


Para los jóvenes, los coches no son lujosos, pero sí espe-
cialmente arreglados o, utilizando el nuevo adjetivo, tu-
neados, del inglés tunning, modificación. Guardan su ro-
pa de marca en amplios armarios que ocupan un espacio
particular en la entrada del dormitorio, los modernos
dressing-room porque la palabra vestidor ha quedado
anticuada. Y se congratulan mirando su colección de ca-
misas, de polos, de faldas, de zapatos, de lencería… En-
tre sus equipos, uno dedicado a algún deporte exótico
como el puenting o el barranquismo, que consiste en
elegir la ruta difícil que nadie ha hecho antes por un ba-
rranco, el surf, o también el vóleibol o el beisbol ameri-
cano… Entre sus gimnasias preferidas, spinning y pila-
tes… No se les ocurrirá hacer un informe llamando lista-
do de las empresas más competitivas, sino ranking. Y
para seleccionar a alguien preferirán el anglicismo cas-
ting. Tampoco hablarán de que en un avión ha habido
sobreventas de billetes, sino overbooking, ni que viajan
en clase preferente, sino en business.

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El gusto por el anglicismo se adentra, con genero-


so uso, en busca de expresiones arraigadamente patri-
moniales como forever en frases como es mi chico fore-
ver; Oh my God para expresar la sorpresa, week-end
comparte su uso con el moderno finde (calco para fin de
semana…), fashion se acomoda mejor en boca de las
chicas, en expresiones del tipo es un conjunto super-
fashion. Sorry, please y ok se introducen sin permiso en
la conversación trivial, así como las combinaciones his-
pano-inglesas: muchas Zenquiu para mostrar el agrade-
cimiento, qué heavy o qué strong o muy strong para
mostrar el asombro.

Las palabras y expresiones del español se crean de


manera viva en una fábrica invisible propiedad de todos
los hablantes, pero sin que los hablantes podamos inter-
venir en ello.

No es fácil describir la maquinaria, pero es bueno


señalar que a la fabricación patrimonial se han añadido
dos potentes máquinas de hacer palabras en las últimas
décadas: el enorme pero intangible aparato que fabrica
siglas, y la máquina expendedora de licencias para la
aceptación de anglicismos. Ambas funcionan con gran
capacidad, y elaboran palabras que nacen y mueren con
las realidades que acompañan, y solo algunas de ellas
permanecen.
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2. Necesidades tecnológicas
Los cambios en las costumbres, los inventos, las nuevas
realidades, modifican constantemente la expresión. En
los campos semánticos de las nuevas tecnologías el es-
pañol medio se encuentra limitado en su vocabulario por
la difícil tarea de enfrentarse al amplio caudal de nuevas
realidades y sus maneras de concebirlas.

En ese deseo de expresarse ampliamente y sin


complejos, prestigiamos el habla diaria desafiando a la
lengua estándar. Lejos de seguir el modelo, el joven se-
lecciona las formas que se apartan de la norma. Por eso,
en el lenguaje diario y natural, busca dentro de su propio
repertorio léxico todas aquellas palabras o expresiones
informales henchidas en sí mismas de expresividad.

Pongamos un ejemplo de gran interés. Ese disposi-


tivo de almacenamiento tan útil en la informática que los
ingleses llaman pen driver, todavía no tiene nombre en
español, o, dicho de otra manera, tiene tantos que está a
la espera de que uno de ellos oculte a los demás y se al-
ce como definitivo. La publicidad, deseosa de mostrarse
elegante y seductora lo llama dispositivo de almacena-

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MODAS Y RITOS LÉXICOS

miento, y cuando prefiere someterse a la invasión angló-


fona puede nombrarlo como memory stick, o USB me-
mory, memory key o pen drive. De manera mimética mu-
chos españoles lo nombran memoria stick, lápiz de me-
moria, llave de memoria o memoria USB. Pero el español
castizo tiende a huir de la pedantería, de la cursilería y, si
es posible, del anglicismo. Poco habituado a la articula-
ción germánica, se refugia en el ingenio popular y le con-
cede nombres tan originales como metafóricos. Los
hablantes, alarmados por la complejidad, recurren a la
palabra comodín: pásame el cachirulo, que es como de-
cir pásame esa cosa pero con mucha más gracia, o bien,
según he oído decir, pásame el chiriflú, que es más ono-
matopéyico, e incluso lo he oído llamar pinganillo… Y por
su parecido con otros objetos, y en particular por su mo-
do de introducirlo, algunas personas lo llaman pincho o
pinchito, porque así se lleva hacia el ordenador, y por el
desplazamiento horizontal y la forma es llamado cucara-
cha, y por razones que no necesito explicar, algo mucho
más ingenioso y mimético, aunque también escatológi-
co, vulgarote y relacionado con la administración de me-
dicamentos: supositorio. ¿Qué podría entender cualquier
extranjero si al llegar a una oficina oye decir: ¿Préstame
tu supositorio que voy a sacar unos datos del ordenador?
Lejos de estas disquisiciones los alemanes, más pragmá-
ticos, han fijado el término en stick, y los franceses en cle
usb, los italianos lo llaman penna o, elevando su afecti-
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Rafael del Moral

vidad, pennina (bolígrafo o boligrafito en traducción lite-


ral) y los rusos flaska. Solo el español se muestra parsi-
monioso y abierto antes de acuñar el término.

La tecnología blue-tooth nos ha cogido por sorpre-


sa… Y no nos ha dado tiempo a inventar nada, así que al
toque de sálvese quien pueda pronunciamos a veces blu-
tu, otras blutus, otras blutut y otras blututh. La mayoría
de los franceses, incapaces de articular la consonante
interdental, y mucho menos a final de sílaba, la sustitu-
yen sencillamente por una ese, sin más historias, y pro-
nuncian blutus.

Podríamos haber llamado bolsa de aire al air bag,


pero nuestra palabra bolsa está tan especializada en la
bolsa de plástico, en la bolsa de famosísimos hipermer-
cados, en la bolsa de cosas varias que no es productivo
ampliar la polisemia. Tampoco triunfó una propuesta
que hubiera sido buena, globo, sencillamente globo, que
todavía muchos vendedores de coches utilizan de mane-
ra familiar. Y algo parecido sucede con el cruiss, porque
la fórmula control de velocidad nos recuerda a la policía,
y la palabra inglesa prestigia al coche que usa la tecno-
logía. Así que aquí tenemos a los españoles imitando con
mayor o menor estilo la fonética inglesa. Mejor suerte
ha corrido el GPS. La palabra navegador, que no tenía
espacios en el uso, se ha alzado con gran estilo y aunque
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comparte su uso con gps cabe pensar que se impondrá


como propia.

Teníamos, hace solo unos años, tres maneras de


nombrar a lo que los anglófonos llaman e-mail: correo,
imeil y por su afinidad fónica, emilio. Menos mal que el
buen gusto de los hablantes, sobre todo el de los hablan-
tes jóvenes, eliminó la tercera posibilidad. Te he manda-
do un Emilio desbordaba los límites de la vulgaridad.

En los transportes, el ave (alta velocidad española)


ha superado los límites de desplazamiento terrestre; y
en carretera la rotonda ha cambiado el paisaje de nues-
tras vías, la vieja palabra nudo sirve ahora también para
denominar esos extensos y complejos cruces de carrete-
ras, también salpicadas de carriles de aceleración, y de
by pass o cruces. En las modernas autopistas, telepeajes
que se activan con telemando y que se registran en un
datáfono.

Los mensajes en una de las redes sociales, la lla-


mada twiter, son tweets, y los seguidores followers. Cla-
ro que podríamos decir Les he mandado un mensaje a
mis cuarenta y dos seguidores, pero la clase, el estilo, la
actualidad, exige la fórmula Les he mandado un tweet a
mis cuarenta y dos followers.

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Rafael del Moral

De la misma manera tenemos una palabra enlace


que podría sustituir a link. Pero resulta, y esto es lo no-
vedoso, que link es más universal. Por eso le damos un
nuevo uso al verbo enlazar, que es linkar.

En los principios de la informática teníamos igual-


mente la palabra cibernética. Hoy ha desaparecido con
ese uso, pero conservamos la raíz ciber, con la que
hacemos cibercafé, o café destinado a conectarse a In-
ternet, pero también ciberataque, cibercrimen, ciberde-
lincuencia, ciberdelito, ciberforo, cibertienda, ciberperio-
dismo, cibersexo, y nombramos a algunos actores como
ciberterrorista o ciberpirata.

3. Necesidades de rendimiento y eficacia


Dos fenómenos, en busca del rendimiento y la efi-
cacia, se muestran especialmente ricos en el nuevo vo-
cabulario: el acortamiento de las palabras, y la apropia-
ción y uso generalizado de determinados sufijos.

Ya no nos referimos a los acortamientos léxicos


tradicionales del tipo: foto, boli, tele, por fotografía,
bolígrafo y televisión, sino finde por fin de semana, porfa
o incluso porfi en vez de por favor, uni por universidad,

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MODAS Y RITOS LÉXICOS

insti por instituto, y recientemente el acortamiento trisí-


labo, también como rebeldía hacia el pasado: manifa en
vez de manifestación, biblio por biblioteca, o los mono-
sílabos: bus por autobús, Gon por Gonzalo o Ra por Ra-
fael o Pe por Penélope… había que innovar, y era nece-
sario huir de las formas bisílabas. ¿Sabes que me he en-
contrado con Gon en la Biblio? – podríamos oír decir.

La apócope es un fenómeno característico en to-


das las lenguas. La gente de clase expresan su alegría
con ¡Qué diver!, en lugar de ¡Qué divertido! Secuencias
similares aparecen en ¡Qué ilu!.

El sufijo característico emergente es tras huir de


los tradicionales -ito, - ita que aparecen en regalito y co-
sita, los novedosos -ata y -ota: así, el bocadillo de los
desayunos es un bocata, el desagradable amigo que se
ha complicado la vida consumiendo alguna droga es un
drogata, el combinado alcohólico de las fiestas no es un
cubalibre, sino un cubata, el vigilante de seguridad de
bancos y empresas es un segurata, y el que, acuciado
por la edad ha dejado de trabajar y va a vivir tranquilo el
resto de su vida es un jubilata. De la misma manera el
militante intransigente del partido socialista es un socia-
ta. La inspiración surgó no hace mucho en la palabra pa-
sota, que es el que, para evitar conflictos, huye de cual-
quier adversidad.
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Rafael del Moral

Existen dos modernas formas no autorizadas por


el lenguaje elegante de hilar la conversación. Una es la
palabra de apoyo vale, útil en muchísimos casos en los
que se introduce sólo para hacer una pausa, o para a po-
yar lo que se está diciendo:

- Mañana a las ocho, vale, puede pasarse por


aquí. ¿vale?
- Pues como te iba diciendo, vale, no sabemos
nada más que lo que nos ha dicho él, vale. De
ella, vale, no sabemos nada.

La otra fórmula de moda es la expresión a ver, que


no debe confundirse con el verbo haber.

- ¿Qué piensas tú de la ley antitabaco?


- A ver, sí, por una parte estoy de acuerdo… Pe-
ro, vale ya, tía, que no nos den tanto la vara.

Y terminaremos con un ejemplo singular de cómo


la edad se acomoda al lenguaje. La necesidad de ponde-
rar un asunto utiliza muy bien como expresión generali-
zada y neutra. Pero en la tierna infancia se convierte en:
chachi piruli, para los adolescentes se transforma en mo-
la cantidad, los que inician la edad adulta utilizarían de
fábula, pero la edad de la reflexión recupera la fórmula
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menos afectada, la tradicional muy bien. Este proceso


indica que al final los usos lingüísticos recuperan sus
cauces.

Veo cómo los colegiales organizan su naciente vida


social con las invitaciones al cumple o cumpleaños. Pa-
san luego, con mayor o menor insistencia, la edad del
pavo para ingresar, en cuanto pueden en los cubes es-
pontáneos de botellón. La madurez se inicia con cenas
de amigos, y cuando se acerca la edad de la calma se
vuelve a lo de siempre, a dar un paseo por el parque.

Los límites espaciales que conocía nuestra socie-


dad se han desarrollado en los últimos años hacia lo más
grande, por un lado, y hacia lo minúsculo por otro. La
lengua, forzada a denominar estos nuevos espacios, se
ha acomodado a prefijos que nos facilitan la creación de
neologismos.

Entre los que agrandan nuestros espacios el prefi-


jo euro, de Europa, nos sirve para citar todo aquello que
afecta a la realidad europea. En el ámbito de la política,
eurocomunitario, eurocámara, eurofuncionario, euroco-
misario, europarlamento, euroorden, en el de la eco-
nomía eurotarifa, eurotasa y euribor, y en el de la de-
cepción, euroescepticismo y eurofobia.

28
Rafael del Moral

Pero resultan mucho más audaces los prefijos ma-


cro-, mega- e hiper-.

Formamos así palabras relacionadas con el ocio


como macrofiesta o megafiesta, macroconcierto
o megaconcierto, macrodiscoteca, macroespectáculo,
macrofestival, macrobotellón; y otras relacionadas con el
desarrollo económico como macroempresa, macropro-
grama o macroproyecto. En las grandes construcciones,
megaciudad o megaurbe y megaproyecto. Y en de la
técnica megapíxel o megawatio.

Nos sirve hiper- para formar términos como hiper-


competitivo, hiperdesarrollado, hiperespecialización, hi-
perliderazgo, y en el campo opuesto hiperterrorista o
hiperviolento.

Y cuando no queremos destacar la amplitud espa-


cial, sino numérica, nos servimos de los prefijos multi- y
pluri-, que en cualquier caso significa muchos. En el
campo de la técnica multiconferencia o multicultivo; en
el del conocimiento, multiculturalismo, pluricultural,
multifacético, multilingüismo, plurifacético, plurilingüis-
mo; en el del uso: multiusos, pero también multifunción
o multisala.

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MODAS Y RITOS LÉXICOS

En el desarrollo hacia lo más pequeño encontra-


mos la gran utilidad de los sufijos micro y mini. En la
técnica: microgravedad, microarquitectura, microcade-
na, microcápsula, microcoche, micropartícula, minibús,
minipelícula. En el de la economía, microempresa, mi-
crocrédito o micropréstamo.

Servirnos de estos procedimientos de composición


Supone una enorme economía para la memoria, pues el
prefijo nos orienta hacia el significado.

Final
Las lenguas son el espejo de la sociedad que las
utiliza, y tienen vida en la medida en que cambian sus
hablantes. Los cambios son tan imparables como impre-
visibles.

El español es una lengua ardiente, cálida, adapta-


ble, capaz de modelarse y adaptarse a las situaciones.
Pero los españoles somos tan indisciplinados como in-
decisos, tan brillantes en la elocuencia, como chispean-
tes en la fiesta, tan dignos en el ceremonial como ocu-

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Rafael del Moral

rrentes en la charla, tan altos en la nobleza como plebe-


yos en la estrechez.

Y como no podemos detener estos cambios, como


fluyen imparables e incontrolables, hemos de confiar en
las posibilidades y utilizarlas como uno de los instrumen-
tos más útiles de comunicación que ha producido la
humanidad.

Tenemos que aprender a gozar con nuestra len-


gua. Aprovecharla como si se tratara de una propiedad
tan suntuosa como económica, un tesoro fiel, dócil y ge-
neroso a través del tiempo y de las generaciones.

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MODAS Y RITOS LÉXICOS

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