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APRECIACIONES ANTROPOLOGICAS
DE TEXTOLOGIA ETNOARQUEOLOGICA
El tema de las etnias ancestrales en la costa del Ecuador actual, no ha sido abordado por la
antropología cientista contemporánea, salvo escasos y esporádicos estudios sincrónicos, sin
repercusión mayor, pero de iniciática trascendencia para estudios posteriores. La tentativa de
este ensayo, es analizar los límites y las posibilidades por rescatar de la omisión a la etnia
aborigen subyacente del pueblo de Picoaza y su puesta en valor, de común con las iniciativas
de rescate patrimonial a través de la institucionalidad estatal, la intervención arqueológica de la
Ciudad de los Cerros de Hojas-Jaboncillo y, la persistente necesidad de empoderar la
etnicidad ancestral de los Picoazos, como legatarios de una heredad histórico-patrimonial. El
análisis, básicamente converge hacia el contexto bibliográfico de las escasas publicaciones
existentes -crónicas de indias y estudios concurrentes- en torno al tema; a la textualidad oral y
la antropología social asumible, con teorías y métodos apropiados para discernir con criterio, la
complejidad de la sociedad aborigen y presente, en su temporalidad analógica con la
territorialidad del “Señorío del Jocay”. La conclusión seria, visibilizar la etnicidad y
trascendencia del Pueblo de Picoaza, integrándola al concepto Manabí actual.
INTROITO.-
En las dos últimas décadas, se han promulgado nuevas constituciones en varios países
hispanoamericanos. Su particularidad más notable es reconocer la diversidad étnica y
el carácter multicultural de sus sociedades. (Assies, 2000; Cott, 1995, 2000). Sin
perplejidad, ello manifiesta el nuevo compromiso y la reinvención de la etnicidad
y la incidencia de nuevas tendencias sociales al interior de los pueblos indígenas. Por
decir, las constituciones que reconocen el carácter pluriétnico y multicultural de sus
sociedades, son: Panamá (1983), Guatemala (1985), Nicaragua (1986), Colombia
(1991), México (1992), Paraguay (1992), Perú (1993), Chile modificó su Ley Indígena
en 1993, Argentina, (1994), Bolivia, (1994), Brasil (1998), Costa Rica (1997), Venezuela
(2000) y Ecuador (2008).
Establecer una estrategia adecuada para llevar a la práctica nuestra propuesta, implica
acreditar un método de construcción de este proyecto, que es el que nos permitirá
interactuar en situaciones concretas - significativas y estimulara el "saber", el "saber
hacer" y el "saber ser"; es decir, lo conceptual, lo procedimental y lo actitudinal. Esto
establece teóricamente la égida de nuestro proyecto ensayístico, tanto en lo que
proponemos, como en lo que los involucrados -el pueblo de Picoaza- tendrán que
asumir.
Bien vale una introducción mínima a la historia de la “Ciudad de los Cerros”, que está
siendo actualmente investigada y que mantiene intima relación en su desarrollo
procesual con el pueblo de Picoaza. Está área patrimonial comprende grandes
asentamientos ocupacionales de nuestras etnias aborígenes iniciales; la misma, que ha
sido poco conocida a nivel científico, aunque debido a los descubrimientos fortuitos y al
inmisericorde saqueo de sus reservas, se nos permite valorar la dimensionalidad y lo
extraordinario del hallazgo y existencia de la misma. Referido inicialmente por Manuel
Villavicencio en 1858, en su “Geografía de la República del Ecuador”, New York; en
donde observa “un círculo de sillas de piedra lo menos en número de 30, cada una de
las cuales es una esfinge sobre la que está el asiento con dos brazos, todo de piedra
bien labrada...”. Años después, el buscador de tesoros (huaquero), Marshall Saville, en
1906, dio indicios de la existencia de una ciudad amurallada y distribuida
urbanísticamente, (conste que existen diferencia de años antes que, el descubrimiento
de Machu Picchu)1; difunde, que posiblemente antes de la conquista -lo reafirma
Estrada V.E. (1957), con fechas de C-14, producto de lo excavado en las estribaciones
noroccidentales de los cerros, en el lugar denominado La Sequita-Pepa de Huso,
precisamente donde excavo inicialmente Francisco Huerta Rendón, quién había
observado la superposición de tres fases culturales en el lugar, siendo la última de
ellas, la denominada epónimamente “Manteña”, quien estimo la ocupación entre 1100 y
1.400 d. C., para los “corrales” (asentamientos y áreas de estructuras habitacionales-
ceremoniales), terrazas agrícolas, silos-tumbas, pozos receptores de agua-albarradas,
estructuras civiles para generar microclimas, sistemas de drenaje y riego, etc. etc., del
Cerro de Hojas y Jaboncillo-; reconoce que no se puede corroborar que aquellos
estuvieran en uso para 1531 d.C., año de la llegada de los Españoles a Manabí.
La asimilación indígena, por la estructura política colonial, como fuerza laboral dirigida
a las actividades productivas desarrolladas en la sociedad mayor y, la educación
asimilacionistas, los categoriza en el eslabón más bajo de la pirámide social, lo que
conlleva a la creciente desvalorización de la identidad étnica y el desplome de la
autoestima por parte de los naturales.
La cuestión indígena esta mimetizada, ausente del análisis de la realidad del país. La
historiografía y el pensamiento sociológico oficial no enfocan, no revelan la
problemática étnica del estado. Los mismos indígenas no han replanteado su
pensamiento tradicional. Los indígenas continúan objetivizados y no son considerados
sujetos de la historia. Sus proyectos dentro del marco conceptual son asimilacionistas y
desarrollistas. Se evoca el pasado aborigen y se desconoce las culturas vivas actuales.
Claro, los muertos no están de parranda.
La sociedad de los siglos XIX y XX, conceptuó la estructura social en lucha de clases,
sin tomar lo étnico como parte de esta estructura. Hacerlo, significaba transgredir la
ortodoxia marxista y se caía en el pecado del culturalismo. El reduccionismo
economicista extinguía toda interpretación de la realidad ecuatoriana. Solo en los años
70 se rebeló el carácter plurilingüe y pluricultural del país, al irrumpir la etnohistoria en
el ámbito científico, salió a flote la presencia de los pueblos indígenas y se expreso una
reactivación en la historia de la resistencia aborigen.
Quienes son, de donde vienen. Cuál es, cómo fue su habitad y como se ha
transformado hasta la actualidad. De que viven y cómo han transformado los
problemas de subsistencia. Cual es su tecnología y los impactos de las influencias
externas. Cómo se organizan socialmente, que sistema de parentesco rige en ellos.
Cómo se maneja su mundo natural y social. Cómo se organiza el poder y cómo se lo
trasmite. Cuáles son los mecanismos de la reproducción cultural. Cómo se organiza el
conocimiento. Cómo conciben la naturaleza y cómo se relacionan con ella. Cómo se
articulan con la sociedad nacional. Cuáles son sus nociones de tiempo y espacio, sus
dioses, sus mitos y sus ritos. Cómo se establecen y se conservan los rasgos seculares
en las relaciones interetnicas, con los otros pueblos y con la sociedad nacional. Cómo
se articula su evolución demográfica, los indicios de su continuidad étnica, el problema
del territorio, el aspecto del cambio y la persistencia cultural, el impacto de la utilización
de los recursos naturales por parte de agentes extraños a las etnias, el papel de la
religión en la vida de estos pueblos y otras preocupaciones… Es necesario ver cómo
van y hacia donde se está vislumbrando su destino, como elemento responsable de los
factores que inciden en su situación actual y su futuro. El país necesita recrearse y
reescribirse.
El territorio de Manabí está constituido por 18.878 km2, ubicado en el centro del
litoral ecuatoriano, con playas bordeando el Océano Pacífico. Limita con
Esmeraldas al norte, Guayas al sur, Pichincha y Guayas al este. Atravesada por la
línea equinoccial, su territorio se localiza entre las siguientes coordenadas: 0°25'
Latitud Norte hasta 1°57' Latitud Sur; y entre 79°24' Longitud Este y 80°55' Longitud
Oeste. Entre sus puntos extremos, de norte a sur, hay 230 Km; de oeste a este hay
80 Km. Constituye el 7% del territorio ecuatoriano y el 30% del litoral. La extensión
de sus costas comprende 350 km de playas y representan el 32% del total del perfil
costanero.
Su relieve es bajo, formado por los declives del ramal occidental de la Cordillera de
Los Andes desde donde se desprenden vertientes que forman algunos ríos que
dan lugar a cuencas, aprovechadas para represas y embalses de agua, para las
temporadas de sequía. Su cordón montañoso lo integran las Cordilleras de
Chongón y Colonche que luego se unen a la de Puca y Balzar, Jama y Coaque. El
Cerro de Hojas y Montecristi son sus máximas elevaciones, situados a 400 metros
aproximadamente sobre el nivel del mar.
En este marco geográfico habita el "manabita" que, a la llegada de los españoles,
como Pueblos de la Confederación “Manteña” –nombre epónimo español- y
pueblos de la fase cultural Jama – Coaque -nombres topónimos-, suman cerca de
un millón de pobladores, cuyos centros más habitados, fueron los de Manta,
Picoazá y Charapotó, según Viliulfo Cedeño en su obra "La Confederación
Manteña", sería importante a la luz de los descubrimientos actuales, conciliar estas
cifras especulativas. Para 1.780, la población manabita era de 7.699 habitantes. En
1.858, la habitaban 30.208. Para el Censo Nacional de 1990, en Manabí se
contabilizan 1'031.927 habitantes que la ubican como la tercera más poblada del
territorio ecuatoriano. Para el VI Censo de Población y Vivienda, el 25 de
noviembre de 2001, la población supera el millón doscientos mil habitantes. De los
3 cantones iníciales, ahora Manabí tiene 22.
Recogemos las palabras del historiador, Dr. Wilfrido Loor Moreira: "La provincia
entra tan hondamente en Manabí que el nativo de ella cuando sale de su tierra
indica su procedencia con el simple calificativo de manabita, sin indicar si es de
Portoviejo, Manta, Chone, etc., como no suele ocurrir en la sierra u otros lugares de
la costa, y por esto, en ciertos pueblos del Guayas o de Los Ríos, dan al manabita
el mote de provinciano, como si en Ecuador, sólo Manabí fuese provincia". El
"manabita", es un hombre que se identifica como habitante de la región provincial.
Las diversidades locales son del todo justificables, siendo al mismo tiempo, fuente
y fortaleza del modo de ser y del modo de pensar del habitante provincial. Este
arraigo, esta querencia, este modo de pensar, de sentir y de obrar como manabita,
a lo largo del tiempo, en este espacio geográfico, ha ido configurado esta identidad
cultural y esta ideología manabita. En esta urdimbre regional, objetivamente, las
características del entorno geográfico influyen para que el manabita tenga su
propio modo de ser, producir y sentir:
• Pequeño, delgado, enjuto, ojos rasgados, nariz aguileña; como ningún otro
ha debido soportar los engaños de los gobernantes de la República, prolongadas
sequías y falta de agua para consumo humano, que lo volvieron desconfiado y
alentaron las migraciones hacia Guayaquil, Loja y la Península, hace pocos años
hacia la parte norte del Ecuador (Esmeraldas, Santo Domingo, El Carmen,
Quininde). Sin embargo, identificados profundamente con sus ancestros y
herederos de una casta de insurgentes, hizo de la solidaridad una cualidad para
sacarle provecho a las inclemencias de la naturaleza y enraizarla profundamente
en el alma manabita. Tiene en el chivo de castilla a su principal proveedor de leche
y carne, dado que es animal que no requiere de pastos para sobrevivir, se alimenta
de raíces y vegetación seca. Su proverbial generosidad la caracteriza con un seco
de chivo, el greñoso o sus ceviches con maní o brindar su aromático café pasado,
acompañado de tortillas de maíz o yuca.
ASUMIR LA IDENTIDAD
CONCLUSIONES GENERALES
El hecho de que, tanto las instituciones formales como los grupos de poder político
tradicional sigan utilizando tales canales para la movilización de la población, en el
contexto anteriormente anotado resulta indicativo de que tales alejamientos
forman parte del accionar de los grupos en su esfuerzo por acceder a las redes de
poder.
Puede decirse que el Pueblo "Picoazo" vive una contradicción en su vida política,
pues si bien reconoce el paulatino deterioro de sus líderes, no asume posturas
concretas en busca de superar el problema.
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