Vous êtes sur la page 1sur 4

Mujer 10

Compartir: Facebook Twitter


Carla García es una de las pocas
mujeres 10 que he conocido en
mi vida y sin dudas es la mejor
obra de Alan García. Culta,
inteligente y guapa, su presencia
La Srta. García es un deslumbra cuando conversa o
ejemplo de lo que ha sustenta su obra, cuando trata
cambiado la mujer
sus proyectos de cine o literatura,
peruana.
o cuando se muestra solidaria
con un mundo cultural al que conoce perfectamente
y viceversa. Carla García es lo que podríamos llamar
una mujer de culto, pues es un referente obligatorio
a lo que debería ser una mujer contemporánea.
Libre, trabajadora, independiente, segura de sí
misma, no vacila en estar presente en la marcha de
gays en la Plaza de Armas sabiendo de antemano la
posición del Cardenal. Hecho inédito en la historia
de la política peruana, donde las mujeres que
rodean al poder debían por lo menos aparentar
sumisión y respeto hacia los desatinos confesionales
que se nos imponían desde la Catedral.
Carla es un magnífico ejemplo de lo que ha
cambiado la mujer peruana y para bien. Admiro su
solidaridad con los homosexuales y coincido con ella
que el beso público es inocuo, a pesar de que lo sigo
considerando una provocación, ya sea hetero o gay.
Es decir, provoca, en todas sus acepciones. Sin
embargo admito que aprecio más los efluvios de la
pasión en privado que la ostentación pública del
deseo, porque después de todo la privacidad permite
llegar hasta donde las hormonas nos lleven.
En un país homofóbico como el nuestro se requiere
de agallas para manifestarse a favor de la libertad de
unirse dos personas del mismo sexo, y Carla tiene
ese coraje de manifestarse para hacer respetar esta
decisión. En arte esta lucha siempre ha existido, y
son incontables los maestros homosexuales a lo
largo de la historia, y en el siglo XX fueron pocos los
que decidieron ocultar sus diferencias. Esto ocurrió
en todos los países y en el Perú un ejemplo histórico
es el caso de César Moro, nuestro brillante poeta y
surrealista, vetado por Bretón y perseguido por sus
colegas mexicanos a causa de su homosexualidad.
Nos permite recordar su padecimiento, por ejemplo
recuerdo una nostálgica foto del gran Casasola en el
México de los 30, que comprueba que aun en medio
de la represión policial el homosexual que decidió no
ocultarse adoptó una posición que muchos
consideran ofensiva, cuando en realidad era
puramente revulsiva dentro de una sociedad que,
literalmente, pretendía castrar las diferencias.
Si a partir de los años 80 del siglo anterior el mundo
de la cultura se vio abatido por la expansión del
SIDA y las víctimas que ocasionó en el mundo del
arte, al final los artistas terminaron siendo
políticamente combativos, activistas contra un
establishment reaganiano ultraconservador que los
condenaba a muerte por optar por su libertad. La
lucha continúa. Quién diría que una de las mayores
crisis de esta segunda década del siglo estaría
basada en los problemas originados por las fobias a
la homosexualidad.
DECADENCIA
La 72a exposición de la Facultad de Arte en el
CCPUCP pone de manifiesto la intensidad de la
crisis de la educación artística en el Perú. Salvo
excepciones, esta es la promoción más débil que
hayamos podido ver en muchos años de lo que
anteriormente era nuestro más importante centro de
educación artística. Entre las obras presentadas hay
algunas que se aproximan a lo contemporáneo,
como ocurre con las piedras colgantes, pero buena
parte de lo expuesto nos remite ineludiblemente a lo
que se hacía más de 40 años atrás, sin intenciones
críticas, revisionistas o posmodernas. Todo ello pone
de manifiesto las debilidades de una Facultad
abatida por una endiablada burocracia que pone
trabas al desarrollo de lo que antes solía ser lo mejor
que existía en el Perú en materia de arte.
Que la Católica sea una institución antigua no obliga
a que sus métodos de enseñanza también lo sean,
por lo que se impone una urgente revisión de la
currícula y sobre todo una profunda reorganización
que impida que lo esclerótico de su estructura se
expanda, perjudicando a generaciones de jóvenes
talentosos que merecen una mejor orientación, más
acorde con las exigencias de los tiempos. Como
diría el venerable Winternitz, falta redefinir el
Zeitgeist. El problema es exactamente similar en
cada uno de los programas, lo que evidencia una
gravedad que impone correcciones de emergencia.
Los muchachos no merecen el caótico entrevero
católico ni tienen por qué verse perjudicados por una
institución enredada en gravísimos problemas
generacionales con sus respectivos intereses en
pugna.

Vous aimerez peut-être aussi