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Hubo una vez un califa en Bagdad que deseaba sobre todas las cosas ser un
soberano justo. Indagó entre los cortesanos y sus súbditos y todos aseguraron
que no existía califa más justo que él.
Y sucedió que también el califa de Ranchipur sentía los mismos temores y realizó
las mismas averiguaciones, sin encontrar a nadie que criticase su justicia.
- Puede que me alaben por temor -se dijo-. Tendré que indagar lejos de mi reino.
Quiso el destino que los lujosos carruajes de ambos califas fueran a encontrarse
en un estrecho camino.
Como ninguno quisiera ceder, los visires de los dos soberanos trataron de á
encontrar una fórmula para salir del paso.
Pero los califas tenían los mismos años, igual amplitud de posesiones e idénticos
ejércitos. Para zanjar la cuestión, el visir del califa de Bagdad preguntó al otro:
- Con los buenos es bondadoso -replicó el visir de Ranchipur-, justo con los que
aman la justicia e inflexible con los duros de corazón.
- Pues mi amo es suave con los inflexibles, bondadoso con los malos, con los
injustos es justo, y con los buenos aún más bondadoso -replicó el otro visir.
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Para Platón, la justicia "es una convención del alma y no una virtud nacida
del fondo mismo del hombre´1. Señala que para él, en el hombre se dará la justicia
cuando existe una armonía de tres virtudes rectoras del individuo las cuales indica
como: La sabiduría, el valor y la templanza.
O como lo señala Leopoldo Zea "si cada una de las personas cumple con
su deber ser, realizando lo que corresponde por naturaleza, la consecuencia será
que lo justo, es lo que debe de ser"2.
Para Platón dentro de la polis, o la ciudad de los hombres libres, para que la
justicia pudiera establecerse era necesario pasar o cumplir con las tres virtudes
representadas por las funciones que cumplen algunos sectores representados por
tres tipos de hombres: los sabios, los guerreros y los trabajadores, estos sectores
representaban a las tres virtudes del alma.
Los sabios para Platón eran los que estaban determinados a gobernar, y
consideraba que en una ciudad justa es gobernada por sabios; por otra parte los
guerreros eran los que contaban con la virtud, de la voluntad representada por la
valentía; y por último el trabajador el cual debería cumplir con la virtud de la
templanza, para que pudieran cumplir plenamente con sus funciones.
Para Aristóteles "la virtud racional y voluntaria debe radicar en justo medio
entre los extremos irracionales"3. Esto es, no es el acto de dejarse llevar por las
pasiones que sería lo más fácil, sino que por el contrario, es difícil hacer pues para
ponerlo en práctica el control sobre las emociones irracionales es necesario un
comportamiento basado en la razón, para lo cual es necesaria la armonía de las
tres virtudes señaladas por Platón.
1
Zea Leopoldo, Introducción a la filosofía, pag.116
2
Op. cit, pag.117
3
Xirau Ramón, introducción la historia de la filosofía, Pág.81
Mientras que las diferencias no son tan marcadas; pero estas radican en el
hecho de que Aristóteles en contraposición con Platón, señala que para que
pueda haber un hombre justo es necesario que exista un algo intermedio que no
deje llevar al ser, hacia la irracionalidad demostrada por las pasiones o en contra
parte por una irracionalidad extrema; es decir, será la capacidad de dominar las
pasiones.
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Así es pues que en el Bautismo Dios infunde en el alma, sin ningún merito
nuestro las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes para hacer el bien.
Las virtudes infusas son teologales y morales. Las teologales tienen como objeto a
Dios, las morales tienen como objeto los actos humanos buenos.
4
Esto se puede encontrar en el libro ³La República´ de Platón
Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad, mientras que las
morales o cardinales son cuatro: prudencia, justicia, templanza y fortaleza.
La justicia sobresale en primer lugar entre todas las virtudes porque ³apunta
a la rectitud de la voluntad por su propio bien en nuestras interacciones con los
demás´7. Todas las demás virtudes funcionan ya sea internamente, es decir que
son dirigidas hacia el bien del individuo actuante como un acto de auto-perfección
como, por ejemplo, la prudencia y la fortaleza; o, como en el caso de la valentía,
pueden dirigirse hacia los demás sólo en circunstancias especiales y
extraordinarias, como en la guerra o en casos donde el peligro atípico esté
presente.
8
Op. cit. ST I-II, q.90, a.2
Op. cit. ST II-II, q.58, a.3
Es importante notar que Juan Pablo II considera que a ³la justicia social le
compete una distribución justa de los recursos dentro del contexto de asegurar las
posibilidades de desarrollo para todos´10 De la misma manera, la justicia
distributiva puede verse como un prerrequisito para la justicia social.
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a) Venerable María Concepción Cabrera de Armida:
Del amor que a Dios tenía, le emanaba el amor al prójimo. Hizo bien a
todos, principalmente a los familiares y a los pobres, y siempre estuvo dispuesta a
ser indulgente con aquellos que la habían ofendido o que fueron impedimento a su
actividad. Siguió las mociones del Espíritu Santo y en Él se apoyaba para
comunicar el ardor apostólico que llevaba a los que la rodeaban.
10
Juan Pablo II, Carta Encíclica Laborem excercens (1981), n.8
por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios. Hasta los 18 años
distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las
familias labriegas y las obras de caridad.