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Hubo una vez un califa en Bagdad que deseaba sobre todas las cosas ser un
soberano justo. Indagó entre los cortesanos y sus súbditos y todos aseguraron
que no existía califa más justo que él.

- ¿Se expresarán así por temor? -se preguntó el califa.

Entonces se dedicó a recorrer las ciudades disfrazado de pastor y jamás escuchó


la menor murmuración contra él.

Y sucedió que también el califa de Ranchipur sentía los mismos temores y realizó
las mismas averiguaciones, sin encontrar a nadie que criticase su justicia.

- Puede que me alaben por temor -se dijo-. Tendré que indagar lejos de mi reino.

Quiso el destino que los lujosos carruajes de ambos califas fueran a encontrarse
en un estrecho camino.

- Paso al califa de Bagdad! -pidió el visir de éste.

- Paso al califa de Ranchipur! -exigió el del segundo.

Como ninguno quisiera ceder, los visires de los dos soberanos trataron de á
encontrar una fórmula para salir del paso.

- Demos preferencia al de más edad -acordaron.

Pero los califas tenían los mismos años, igual amplitud de posesiones e idénticos
ejércitos. Para zanjar la cuestión, el visir del califa de Bagdad preguntó al otro:

- ¿Cómo es de justo tu amo?

- Con los buenos es bondadoso -replicó el visir de Ranchipur-, justo con los que
aman la justicia e inflexible con los duros de corazón.

- Pues mi amo es suave con los inflexibles, bondadoso con los malos, con los
injustos es justo, y con los buenos aún más bondadoso -replicó el otro visir.

Oyendo esto el califa de Ranchipur, ordenó a su cochero apartarse humildemente,


porque el de Bagdad era más digno de cruzar el primero, especialmente por la
lección que le había dado de lo que era la verdadera justicia.

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Para Platón, la justicia "es una convención del alma y no una virtud nacida
del fondo mismo del hombre´1. Señala que para él, en el hombre se dará la justicia
cuando existe una armonía de tres virtudes rectoras del individuo las cuales indica
como: La sabiduría, el valor y la templanza.

La sabiduría la que describe como la utilización del conocimiento, en las


acciones cotidianas; el valor lo ve como el ímpetu de la voluntad; y la templanza la
observa como las sensaciones percibidas y bien asimiladas. La conjunción de
estas tres virtudes traerá al hombre justo.

O como lo señala Leopoldo Zea "si cada una de las personas cumple con
su deber ser, realizando lo que corresponde por naturaleza, la consecuencia será
que lo justo, es lo que debe de ser"2.

Para Platón dentro de la polis, o la ciudad de los hombres libres, para que la
justicia pudiera establecerse era necesario pasar o cumplir con las tres virtudes
representadas por las funciones que cumplen algunos sectores representados por
tres tipos de hombres: los sabios, los guerreros y los trabajadores, estos sectores
representaban a las tres virtudes del alma.

Los sabios para Platón eran los que estaban determinados a gobernar, y
consideraba que en una ciudad justa es gobernada por sabios; por otra parte los
guerreros eran los que contaban con la virtud, de la voluntad representada por la
valentía; y por último el trabajador el cual debería cumplir con la virtud de la
templanza, para que pudieran cumplir plenamente con sus funciones.

Mientras que para Aristóteles, la justicia, o su definición de justicia se


motiva y sustenta de la idea de Platón, es decir él señala que la justicia radica en
dar a cada cual lo que se merece, esto es; Si una persona es un trabajador esta
debe cumplir bien con sus funciones y aceptar resignadamente lo que se le
designo y que conforme cumpla con esto, será merecedor de su forma de vida.

Para Aristóteles "la virtud racional y voluntaria debe radicar en justo medio
entre los extremos irracionales"3. Esto es, no es el acto de dejarse llevar por las
pasiones que sería lo más fácil, sino que por el contrario, es difícil hacer pues para
ponerlo en práctica el control sobre las emociones irracionales es necesario un
comportamiento basado en la razón, para lo cual es necesaria la armonía de las
tres virtudes señaladas por Platón.

1
Zea Leopoldo, Introducción a la filosofía, pag.116
2
Op. cit, pag.117
3
Xirau Ramón, introducción la historia de la filosofía, Pág.81


Las similitudes entre las dos perspectivas, están delineadas claramente,


debido a que lo propuesto por Platón como justicia fue el fundamento de
Aristóteles posteriormente, como se observa en la constitución de la justicia del
alma en el hombre, y el observar a los ciudadanos como un enorme cuerpo que
será constituido por las tres virtudes platónicas que deberá cada cual cumplir
dependiendo de su naturaleza, y recibiendo lo que les pertenece por el
desempeño de esa función.

Mientras que las diferencias no son tan marcadas; pero estas radican en el
hecho de que Aristóteles en contraposición con Platón, señala que para que
pueda haber un hombre justo es necesario que exista un algo intermedio que no
deje llevar al ser, hacia la irracionalidad demostrada por las pasiones o en contra
parte por una irracionalidad extrema; es decir, será la capacidad de dominar las
pasiones.

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El concepto de justicia que Santo Tomás desarrolla, tiene su origen en


Platón, para quien todas las virtudes se basan en la justicia; y ³la justicia se basa
en la idea del bien, el cual es la armonía del mundo´ 4

La filosofía moral de Santo Tomás es esencialmente la ética aristotélica de 


la virtud, es decir, un conocimiento práctico de la buena conducta que lleva a
hábitos beneficiosos para la persona y para aquellos que la rodean.

Para Aristóteles, la virtud es un hábito y lo aprendemos de la experiencia


más que de la comprensión racional de verdades articuladas sobre qué es la
virtud.

Para el aquinante, la virtud en general: es un ³hábito operativo bueno´;


definición completa pero densa: el termino hábito significa una cualidad
permanente que no se pierde con facilidad; operativo quiere indicar a que esta
ordenado el hábito de la virtud, perfecciona el sujeto directamente para que este
pueda realizar mejor su actividad propia; bueno podría parecer innecesario: el acto
de toda potencia es bueno, porque no es más que una realización de su propio
dinamismo natural.

Así es pues que en el Bautismo Dios infunde en el alma, sin ningún merito
nuestro las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes para hacer el bien.
Las virtudes infusas son teologales y morales. Las teologales tienen como objeto a
Dios, las morales tienen como objeto los actos humanos buenos.

4
Esto se puede encontrar en el libro ³La República´ de Platón


La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la


persona no solo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas
sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende al bien, lo busca y
lo elige a través de acciones concretas.

Las virtudes teologales son tres: fe, esperanza y caridad, mientras que las
morales o cardinales son cuatro: prudencia, justicia, templanza y fortaleza.

La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad


de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido.

En la Summa Teológica, Santo Tomás le dedica a la justicia desde la II-II,


q.57 hasta la 61. Define a la justicia como ³el hábito por el cual el hombre le da a
cada uno lo que le es propio mediante una voluntad constante y perpetua´5.
Clasifica a la justicia como una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la
templanza, la prudencia y la fortaleza; y distingue el sentido general y particular de
la justicia.

La justicia en un sentido general, es la virtud por la cual una persona dirige


sus acciones hacia el bien común. Cada virtud, explica Santo Tomás, ³dirige su
acto hacia el mismo fin de esa virtud´. La justicia es ³distinta de cada una de las
otras virtudes´ porque dirige todas las virtudes del bien común´6 

La justicia sobresale en primer lugar entre todas las virtudes porque ³apunta
a la rectitud de la voluntad por su propio bien en nuestras interacciones con los
demás´7. Todas las demás virtudes funcionan ya sea internamente, es decir que
son dirigidas hacia el bien del individuo actuante como un acto de auto-perfección
como, por ejemplo, la prudencia y la fortaleza; o, como en el caso de la valentía,
pueden dirigirse hacia los demás sólo en circunstancias especiales y
extraordinarias, como en la guerra o en casos donde el peligro atípico esté
presente.

La definición clásica de justicia desarrollada por Santo Tomás es dar a cada


uno lo suyo. Dicha definición sirve como base en pensamiento social cristiano a
partir de la cual pueden comprenderse las nociones de los derechos (como tener
derecho a), de la conducta correcta y de lo correcto de una situación.

Es decir, lo que a una persona le corresponde, lo que es de ella, es a lo que


la misma tiene derecho. Dichas acciones, que están dirigidas a asegurar a una

5
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae II-II, q.58, a.1
6
Ibídem q.58, a.6
7
San Anselm, De veritatis. 12. PL 158, 482; ST II-II, q.58, a. 4


persona lo que le es propio constituyen la conducta correcta. Y es una situación


justa, por ende, el estado final de cosas en donde a la persona se le ha dado lo
que le es propio a través de la conducta correcta de otros que lo hicieron posible.

La justicia siempre se dirige hacia el bien de otro, se dirige hacia el bien


común de todos esos asuntos que conciernen a los individuos particulares. En la
tradición católica, la justicia así indicada también se le ha llamado justicia general,
justicia legal y justicia social.

El término de justicia legal se aplica específicamente a la esfera de la ley,


ya que ³cada ley legítima ± positiva, natural o divina ± se dirige al bien común´8.El
término de justicia general reafirma la aplicabilidad universal de la justicia hacia el
bien común.

Santo Tomás distingue dos especies de justicia: la justicia distributiva y la


justicia conmutativa.

a) La justicia distributiva implica una obligación de distribuir los bienes


proporcionalmente de acuerdo a la contribución de casa persona. Gobierna
la relación entre la comunidad como un todo, supervisada por el Estado en
su jurisdicción, y cada persona individual en la comunidad.
b) La justicia conmutativa gobierna las relaciones entre las personas. Depende 
de la igualdad básica de las partes de un acuerdo. La habilidad de
intercambiar libre y abiertamente es un factor importante en la distribución
justa de los bienes de la sociedad. De esta manera, la justicia distributiva es
tanto un prerrequisito como un resultado de la justicia conmutativa.

La justicia conmutativa se atribuye a la actividad mercantil y a los contratos,


pero fundamentalmente se dirige a la salvaguarda de los derechos de propiedad,
que reconoce los deberes de pagar deudas y de cumplir con las obligaciones
libremente contratadas.

De acuerdo a la tradición tomista abrazada por la iglesia, la justicia se trata de


relaciones externas en nuestro trato con la gente.9

La justicia distributiva y la justicia conmutativa son entonces, dos especies


distintas de justicia que se aplican en instancias particulares. La justicia distributiva
es posible sólo sobre la base de la justicia conmutativa. Por lo que se asegura que
la justicia conmutativa es no sólo fundamental, sino anterior a la justicia
distributiva.


8
Op. cit. ST I-II, q.90, a.2
Op. cit. ST II-II, q.58, a.3



Ahora, si también consideramos la justicia legal, se completa el ámbito de


todas las posibles relaciones con la relación entre la persona individual y la
comunidad como totalidad. A la justicia legal le concierne además de la ley
positiva, la ley natural.

El término de justicia social, se refiere Santo Tomás, la mayoría de veces como


justicia general o legal: aquella virtud que dirige las acciones de uno hacia el bien
común.

Es importante notar que Juan Pablo II considera que a ³la justicia social le
compete una distribución justa de los recursos dentro del contexto de asegurar las
posibilidades de desarrollo para todos´10 De la misma manera, la justicia
distributiva puede verse como un prerrequisito para la justicia social.

No obstante, la justicia distributiva no debería entenderse como interesada en


primera medida en la provisión de una red de seguridad social. El mecanismo
común por el cual se distribuyen equitativamente los bienes en la sociedad es el
mercado. Exige entonces, que los funcionarios gubernamentales hagan lo que
sea necesario para asegurar una operación eficaz del mercado.

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a) Venerable María Concepción Cabrera de Armida:

María de la Concepción Cabrera Arias, a la que el Espíritu Santo colmó de


sus carismas, nació en San Luis Potosí, México, el día 8 de diciembre del año
1862. Fue madre, viuda, abuela y fundadora.

Del amor que a Dios tenía, le emanaba el amor al prójimo. Hizo bien a
todos, principalmente a los familiares y a los pobres, y siempre estuvo dispuesta a
ser indulgente con aquellos que la habían ofendido o que fueron impedimento a su
actividad. Siguió las mociones del Espíritu Santo y en Él se apoyaba para
comunicar el ardor apostólico que llevaba a los que la rodeaban.

Sobresalía por la prudencia en sus relaciones con los prójimos, en las


penitencias y en el ejercicio de los carismas. Ejercitó la justicia con Dios, con su
familia y con los prójimos.

b) San Antonio M. Gianelli

Nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro,(Italia) en una


famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada


10
Juan Pablo II, Carta Encíclica Laborem excercens (1981), n.8


por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios. Hasta los 18 años
distribuye su tiempo entre el estudio, la oración, el catecismo, el servicio de a las
familias labriegas y las obras de caridad.

Una acaudalada genovesa propietaria de los terrenos que sus padres


cultivaban, le facilita la entrada al Seminario de Génova, Continúa con éxito sus
estudios, pero sobre todo cultiva la piedad y la mortificación.

Era un ardiente defensor del derecho de todos, fuese inferior, sirviente,


sacerdote o persona distinguida. Jamás habría permitido que nadie abusara de su
nombre o de su autoridad para cometer una injusticia.

No toleraba que los derechos de la Iglesia y la buena fama de sus ministros


sufrieran el menor desmedro ante la opinión pública, vigilaba severamente para
que los bienes de la Iglesia y las rentas del obispado fuesen administradas con
toda escrupulosidad, dando así a los pobres no solamente lo superfluo, sino
también lo que era necesario, conciliando bellamente las exigencias de la justicia
con los deseos grandes de su caridad.

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Como punto final y luego de la investigación realizada, podemos afirmar



que por virtud de la justicia se entiende la constante disposición de la voluntad de
dar a cada uno lo que es suyo, es decir, a lo que tiene derecho.

Así pues, la justicia es universal, aunque posee un papel fundamental en la


articulación, codificación, adjudicación y cumplimiento de la ley; apuntando
siempre hacia el bien común a través de las acciones de los individuos en
comunión con los demás.

Existen varias clases de justicia: la conmutativa, que es dar a cada cual lo


que en derecho le corresponde; la justicia distributivo atiende al bien de la
sociedad y distribuye con rectitud las cargas de la comunidad, etc.

La justicia tiene una gran importancia para la vida individual, social y


profesional. Porque la justicia pone en orden nuestras relaciones con el derecho
de los demás. Cuando los hombres practican la justicia, hay tranquilidad, paz y
bienestar en la sociedad. Con un hombre que obra en justicia, todo el mundo le
aprecia, todos depositan en él su confianza.

Por último, en el ámbito de las instancias particulares, su dirección es hacia


el estado final del bien común; específicamente para la persona, una disposición
hacia el bien cuyo fin primordial es el acto humano bueno.

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