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Delitos contra la libertad: Amenazas. Coacciones.

1. INTRODUCCION

El concepto tradicional de coacción se resume en obligar a otro con violencia y sin estar
legítimamente autorizado a hacer algo que no quiere o impedirle por igual medio hacer lo que
la ley no prohíbe. A partir de ahí se articulaba tradicionalmente la distinción entre amenazas y
coacciones, de modo que la diferencia se hacía radicar tradicionalmente en la presencia o
ausencia de intimidación o violencia. Las amenazas se caracterizaban por la presencia de la vis
psiquica, mientras que las coacciones lo hacían por la presencia de la vis física.

En segundo lugar, por lo que a las amenazas se refiere, veremos que su regulación mantiene
esencialmente la tradicional estructura en torno a sí la amenaza O conminación de un mal es
constitutivo de delito o si por el contrario el mal con el que se amenaza no es constitutivo de
delito.

Por último, las modalidades de coacciones albergan junto al tipo básico (obligar o impedir con
violencia hacer o dejar de hacer lo que no se quiere ni la ley prohíbe, respectivamente) otras
modalidades de factura muy distinta. Tal es el caso de las coacciones dirigidas a impedir el
legítimo disfrute de la vivienda o el nuevo delito conocido como hostigamiento o stalking, que,
junto con el delito de matrimonio forzado, ha sido introducido e incorporado al capítulo de las
coacciones por la LO 1/2015.

2. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

El bien jurídico categorial en los delitos de amenazas y coacciones es la libertad de la voluntad.


Estamos ante un ataque a diversas fases de la voluntad. Así, la figura de amenazas persigue la
tutela de la libertad en la fase de formación de la voluntad, mientras que en las coacciones esa
tutela recae sobre la libertad para llevar a cabo lo previamente decido.

Las amenazas inciden sobre un proceso media to de decisión de la víctima y las coacciones
afectan con inmediatez temporal a la realización o no realización de una conducta y atentan
contra la voluntad de ejecutar lo ya decidido, mientras que en las amenazas se lesiona el
proceso de formación de la voluntad, motivación o toma de decisión del proceso volitivo. El
sujeto amenazado ve afectado el derecho al sosiego y a la tranquilidad personal en el
desarrollo normal de su vida y, asimismo, el derecho a comportarse y decidir libremente sin la
intimidación que supone una amenaza. Por el contrario, el sujeto coaccionado ha decidido
libremente lo que quiere o no quiere hacer y es en el momento de ir a ejecutarlo cuando el
autor de la coacción interfiere violentamente en su libertad. En cuanto a esto, debe precisarse,
por último, que la libertad de obrar es el bien juridico protegido con carácter inmediato y
excluyente. Por ello, es obvio que, aunque una violación o un robo intimidatorio también
representan una coacción, ni la libertad sexual ni el patrimonio son tutelados en el art. 172,
que, en tales casos, resulta claramente desplazado por aquellos.

La afectación a la libertad es distinta en función de distintas variables: así, en las amenazas, se


barajan criterios como la mayor o menor gravedad del mal anunciado (intensidad del mal) o la
seriedad y credibilidad del propio anuncio. Por su parte, en las coacciones, es claro que la
gravedad de la violencia empleada o la entidad de acto a que se obliga a que se impide realizar
determina una mayor o menor ofensividad
3. AMENAZAS

3.1. Modalidades de conducta

Como decíamos, el Código contempla una pluralidad de conductas constitutivas del delito de
amenazas, cuyo denominador común se encuentra en el hecho de consistir en el anuncio de
un mal, que, conforme a lo ya dicho, debe ser futuro, concreto, determinado e injusto y
revestir una apariencia de seriedad y firmeza.

El núcleo de la conducta consiste, pues, en actos o expresiones objetivamente idóneas para


violentar el ánimo del sujeto pasivo ante el daño que se le anuncia. Como se observa, se exige
una idoneidad objetiva, lo cual, sin embargo, no debe llevar nos a olvidar que, el delito de
amenazas es un paradigma de delito circunstancial, lo que obliga a valorar
contextualizadamente las expresiones o actitudes amenazantes y el resto de peculiaridades
que rodean tanto al agente como al amenazado

De igual modo, circunstancias como la edad, la difícil situación económica o la situación de


irregularidad en el país pueden ser, por servirnos de algunos ejemplos, determinantes para
que pueda surtir efecto una amenaza que, en otras condiciones, pudiera no ser apta para
afectar a la libertad. En todo caso, el dolo deberá abarcar tal extremo.

Dicho mal, como señala el art. 169, puede afectarle a él, a su familia o a otras personas con las
que esté intimamente vinculados. Como se ve, los destinatarios del mal con el que se amenaza
pueden ser, además del propio sujeto pasivo, su familia y otras personas con las que esté
intimamente vinculado. Familia es un término normativo ya valorado, que remite a la
legislación civil. Por el contrario, la expresión «otras personas con las que esté intimamente
vinculado constituye un término normativo pendiente de valoración. Claramente deberá
extenderse a las personas comprendidas en la fórmula del artículo 23, esto es, a las personas a
las que esté ligado de forma estable por análoga relación de afectividad al matrimonio. Pero
también será posible entender incluidas a otras clases de relaciones, como amistad o
profesionales, cuando éstas sean tan intensas que puedan afectar al proceso de formación de
la voluntad del sujeto amenazado.

3.1.1. Amenazas de un mal constitutivo de delito: artículo 169

El artículo 169 regula la amenaza de un mal constitutivo de delito, si bien res tringe los delitos
susceptibles de constituir el mal típico de esta infracción. Así, se incluyen los delitos de
homicidio (Titulo I), lesiones (Titulo III), aborto (Titulo II), libertad (Titulo VI), torturas e
integridad moral (Título VII), libertad sexual (Titulo VIII), intimidad (Titulo X), honor (Titulo XI),
y el patrimonio y orden socioeconómico (Título XIII). De modo que únicamente la amenaza de
un mal que constituya alguno de estos delitos podrá ser típica conforme al precepto
estudiado.Debe subsumirse en este precepto la conducta de quien, tras acceder ilegalmente a
los ordenadores de su víctima y obtener de ese modo fotos comprometedoras, la amenaza con
divulgarlas si se niega a tener relaciones de contenido sexual. Dichas amenazas, se subdividen,
a su vez, en condicionales (artículo 169,1°) o incondicionales (artículo 169,2°).

a) Las amenazas condicionales son aquellas en que el sujeto activo exige una cantidad o
impone cualquier otra condición, aunque no sea ilícita. Debe subrayarse, para evitar
confusiones, que lo constitutivo de delito es el mal con que se amenaza, y no la condición que
se impone, que pueda ser perfectamente lícita. Ésta no sólo habrá de consistir en dinero u
objetos evaluables económicamente. Cualquier otra condición o requisito acerca del
comportamiento futuro del amenazado o del comportamiento de un tercero respecto al cual
éste pueda intervenir integra el elemento tipico. El cumplimiento o no de la condición afecta a
la mayor o menor penalidad pero, según el criterio mayoritario, no afecta a la consumación

El párrafo segundo del artículo 169,1° constituye un subtipo agravado, para todos los casos de
amenaza condicional de un mal delictivo, se obtenga o no la condición impuesta, cuando la
amenaza se hiciera por escrito, por teléfono o por cualquier medio de comunicación o de
reproducción, o en nombre de entidades o grupos reales o supuestos» El fundamento de la
agravación responde a que los medios descritos poseen una mayor capacidad de quebrar la
libertad de obrar del sujeto pasivo, ya sea por su carácter anónimo, por su apariencia de
realidad o por su especial potencialidad intimidatorio [así STS 28 octubre 2011 (Tol 2286963)
amenazas hechas a través de «Messenger»; STS 528/2016 de 16 junio (TOL5.757.790) a través
de Whatsapp). Se trata de dos criterios de agravación re cogidos en forma alternativa. En el
primer caso se atiende a los medios utilizados, y en el segundo a la autoría de la amenaza.

b) Las amenazas incondicionales están previstas en el artículo 169,2°, que cas tiga a quien
amenaza con causar un mal constitutivo delito, pero sin imponer en contrapartida ninguna
condición. Tradicionalmente esta modalidad ha recibido el calificativo de amenazas simples o
no condicionales. La conducta es idéntica a las anteriores, salvo que aquí no se impone
ninguna condición al sujeto pasivo.

3.1.2. Amenazas de un mal no constitutivo de delito: artículo 171

3.1.2.1. Las modalidades previstas en los apartados 1 y 2 del artículo 171. Especial referencia
al chantaje

El articulo 171 contiene dos modalidades de conducta típica, según se estipula en sus dos
primeros números, que son los que a continuación vamos a analizar. En el número tercero
simplemente se contemplan reglas penológicas y procesales que veremos en el apartado
correspondiente.

La conducta consiste en amenazar con un mal que no constituya delito, siempre que la
amenaza fuere condicional y la condición no consistiere en una conducta debida. Se confirma
asi la interpretación que con relación al texto anterior, exigía que el mal con que se conmina,
aún no constitutivo de delito, sea ilícito, pues de lo contrario se desvirtuaría la naturaleza del
precepto. En consecuencia, cuando el mal es licito la conducta no será típica conforme a este
precepto, pues el sujeto activo tiene derecho a producirlo. Lo definitivo será atender a las
diversas combinaciones entre el mal lícito o ilícito con que se amenaza y la condición lícita o
ilícita que se impone (ampliamente JARENO LEAL).

Por su parte, el artículo 171,2° constituye una cierta novedad en nuestro Derecho. Y lo es
porque la amenaza consiste en revelar o difundir hechos referentes a su vida privada o
relaciones familiares que no sean públicamente conocidos y puedan afectar a su fama, crédito
o interés. La condición para no hacerlo consiste en la exigencia de una cantidad o recompensa,
es decir, en una contrapartida económica. Estamos, en consecuencia, ante lo más parecido a lo
que ha venido llamándose delito de chantaje.

Se trata de una amenaza condicional. Pero también de una amenaza condicional de un mal
aunque el articulo 171,2° no utiliza expresamente este término no constitutivo de delito no se
aplicará este precepto, sino el artículo 169; de ahí que, tras la incorporación al Código del
artículo 197.7, los casos en que se amenaza con difundir imágenes sexuales comprometedoras
obtenidas lícitamente, ya no deban subsumirse articulo 171.2.

En conclusión, se trata de un tipo agravado en relación al tipo del número anterior, por cuanto
la amenaza condicional consiste también en un mal no constitutivo de delito. Las diferencias,
además de penológicas, se encuentran en que la condición es exclusivamente de naturaleza
económica, y en que el mal, pese a no ser constitutivo de delito, afecta al honor, a la intimidad
o a la propia imagen del sujeto pasivo, su familia o personas con las que esté intimamente
vinculado.

3.1.2.2. Las amenazas leves del apartado 7 del articulo 171

Se trata de un tipo residual cuya aplicación dependerá de la escasa entidad del mal anunciado
y lo de la menor credibilidad de la conminación (PÉ REZ RIVAS). Ahora bien, téngase en cuenta
que este tipo no será de aplicación para el caso de que la amenaza se dirija a una persona
especialmente vulnerable que conviva con el autor o cuando el sujeto pasivo sea o haya sido
esposa del sujeto activo, o mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación
de afectividad aun sin convivencia. En tal caso, como veremos, procede aplicar el párrafo 4 del
artículo 171, que sanciona este tipo de conductas con mayor dureza.

3.1.3. Amenazas cualificadas: articulo 170.1

El artículo 170,1° constituye un tipo agravado para todos los supuestos de amenazas,
condicionales o incondicionales, de males constitutivos de delito. El precepto se introdujo por
la LO 2/1998 de 15 de junio, e incrementa la penalidad hasta las penas superiores en grado a
las señaladas en el artículo anterior, cuando las amenazas van dirigidas wa atemorizar a los
habitantes de una población, grupo étnico, cultural o religioso, o colectivo social o profesional,
o a cualquier otro grupo de personas

Su justificación reside en la creación de terror en amplios grupos de personas, en el elevado


número de afectados.

Por lo que se refiere al sujeto pasivo plural, estamos ante términos descriptivos pendientes de
valoración. Por grupo étnico ha de entenderse toda comunidad humana definida por
afinidades, fundamentalmente de tipo racial, lingüístico o cultural. Idéntico criterio ha de
seguirse para interpretar los demás colectivos, ya sean por afinidades religiosas, culturales,
sociales o profesionales, entendidas en sentido amplio. La afinidad ha de ser claramente
reconocible por el resto de la comunidad, y precisamente por la pertenencia a ese colectivo,
los sujetos individua les sufren la amenaza.

El precepto exige expresamente que las amenazas tuvieran la gravedad necesaria para
conseguirlo. Esta exigencia típica, sin la cual no podrá apreciarse la agravación, requiere
precisar el alcance de la expresión «gravedad». Y ésta no se refiere a la gravedad del delito,
sino más bien a la idoneidad, o si se prefiere, a la verosimilitud o capacidad de quebrar la
voluntad del amenazado.

3.1.4. El redamo público de acciones violentas: articulo 170.2

La LO 2/1998 de 15 de junio introdujo este extraño y confuso precepto con el objetivo de


combatir el llamado terrorismo de baja intensidad.

Estaba pensando en sancionar acciones tales como proferir gritos de ETA o las diversas
consignas vertidas por grupos radicales.
3.1.5. Tipos relativos a la violencia de género y doméstica

Las amenazas catalogables como violencia de género y violencia doméstica se recogen en los
apartados 4º, 5º y 6º del art. 171, que, como es lógico, excluyen la aplicación de las agravantes
de género o parentesco.

El apartado 4° castiga, de un lado, las amenazas leves a quien sea o haya sido su esposa, o
mujer que esté o haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad aun sin
convivencia, con una pena mayor a la que le correspondería al sujeto de no mediar esa
relación. Ahora bien, si la amenaza es grave, deberá acudirse a la aplicación de los artículos
169 o de los restantes apartados del art. 171 CP con la concurrencia de la circunstancia
agravante de parentesco. Ese mismo apartado otorga un tratamiento agravado especifico a los
casos de amenazas leves a una persona especialmente vulnerable (por razón de edad,
enfermedad, etc) que conviva con el autor, sin perjuicio también en este caso de recurrir a
otros si la amenaza no fuera leve, aplicando la agravante de abuso de superioridad (art. 22. 2*)
o, según el caso, la de discriminación por razón de enfermedad o discapacidad (art. 22.4).

Por su parte, el apartado 5 contiene una previsión en materia de violencia doméstica, por cuya
virtud, se incrementa el rigor punitivo para quien de modo leve amenace con armas u otros
instrumentos peligrosos a descendientes, ascendientes, hermanos por naturaleza, adopción o
afinidad propios o del cónyuge o conviviente, o sobre menores o personas con discapacidad
necesitadas de que convivan con el autor de las amenazas o se hallen sujetos a potestad,
tutela o guarda del relación cónyuge o co conviviente, o sobre persona amparada en cualquier
otra la que encuentre integrada en el núcleo de su convivencia familiar, fórmula esta última
que por su amplitud da entrada a un considerable número de e protección personas. Por
consiguiente, frente a estos sujetos pasivos, el delito leve de amenazas del apartado 7 del
articulo 171 CP sólo vendrá en aplicación cuando la conducta se ejecute sin armas o
instrumentos peligrosos.

A su vez, en ambos casos, se establece un sistema agravado cuando el delito se perpetre en


presencia de menores o tenga lugar en el domicilio común o en el de la victima, o se realice
quebrantando una pena de las comprendidas en el art. 48 CP, o bien una medida cautelar o de
seguridad de la misma naturaleza (art. 171,5 párrafo segundo CP).

Por último, en el art. 171,6 CP se contiene una potestad judicial discrecional para que,
atendidas las circunstancias personales del autor y las concurrentes en la realización del hecho,
se puedan imponer las penas inferiores en grado, lo cual, como diremos al tratar la penalidad,
no altera la naturaleza que por su gravedad haya de otorgarse al delito conforme al artículo 33
CP

Una cuestión central que plantean estos preceptos es si toda violencia de un hombre contra
una mujer en el marco de la relación de afectividad descrita, “es una manifestación de la
discriminación, de la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre
las mujeres y, por ende, hay que aplicar los preceptos específicos y agravados o si, se admite
prueba en contrario (GON- ZALEZ CUSSAC; GONZÁLEZ RUS). Sobre este particular se pronunció
en su momento la Circular número 4/2005 de la Fiscalía General del Estado, señalando que la
LOMPIVG entiende que en las agresiones físicas o morales a la mujer

Está latente ese sentimiento de superioridad en la pareja del que aquéllas no son sino una
forma de expresión. La doctrina y la jurisprudencia viniera a exigir una suerte de dolo espe
cífico de dominación.
El Tribunal Supremo declara obligado aplicar el art. 153.1 a todos los casos en que un varón
agrede a la mujer con la que mantiene o mantuvo los vínculos a que se refiere el precepto.

La sentencia en cuestión deja sentada la doctrina conforme a la cual se entiende que los actos
de violencia que ejerce el hombre sobre la mujer con ocasión de una relación afectiva de
pareja constituyen actos de poder y superioridad frente a ella con independencia de cuál sea la
motivación o la intencionalidad, por lo que no ha lugar a requerir ningún elemento subjetivo
específico.

Basta que el autor conozca que con la conducta que ejecuta sitúa a la mujer en esa posición
subordinada, humillada o dominada. Y que, sabiéndolo, decida ejecutar la conducta imputada.

Esa misma resolución ha señalado en relación con el artículo 13 CP que es posible aplicar la
agravación "a casos que antes no se incluían, como los referidos a aquellas parejas que no
conviven pero que tienen una relación análoga a las anteriores, lo que lleva a admitir
especiales situaciones que en su momento eran calificadas de noviazgo y ahora se interpretan
en un sentido más abierto y extenso, sin necesidad de exigirse para ello un proyecto de vida en
común", si bien ya antes se había atenido a la duración de la relación para calificar el noviazgo
como análogo o no a la relación matrimonial.

4. CUESTIONES COMUNES: FORMAS DE APARICIÓN, AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN y


CULPABILIDAD

Existen discrepancias acerca de si estamos ante un delito de lesión o de peligro (cfr. JAREÑO
LEAL). Pero, en todo caso, lo que nadie discute es que la consumación no depende del hecho
de que el afectado se pliegue a los requerimientos del sujeto activo. Para la doctrina y
jurisprudencia dominante, el delito se consuma cuando el propósito llega a conocimiento del
ofendido (MA QUEDA ABREU, STS 15 julio 2011 (Tol 21992 50)). Antes de ese momento, el
delito está en el estadio de tentativa. Sigue en pie la duda, sin embargo, de si es preciso que el
sujeto activo vea efectivamente alterado su sentimiento de tranquilidad. De exigirse esto
último, estaríamos configurando el delito como de lesión y, además, de resultado. A juicio de
la jurisprudencia, se trata de un delito de peligro y de simple actividad y así afirma
rotundamente la STS 23 septiembre 2014 (Tol 4529122, que el delito de amenazas no es de
resultado: no exige un efectivo amedrentamiento de la victima.

Por lo que se refiere a las formas de imputación, naturalmente se precisa la concurrencia de


dolo, e incluso la jurisprudencia se ha referido en alguna ocasión a un dolo específico, esto es,
al propósito de ejercer presión sobre la victima, de atemorizarla, de privarle de su tranquilidad
y de originar el mal injusto (SSTS 15 octubre 2004 (Tol 513628)) aunque lo cierto es que nada
hay en el texto de la ley que obligue a exigir nada adicional al conocimiento de que su
conducta es objetivamente idónea para atemorizar al sujeto pasivo.

Por lo demás, los tipos de amenazas no contienen particularidad alguna en materia de autoría
y participación, fuera, obviamente, de las relaciones que deben concurrir en los tipos
específicos de violencia de género.

5. CONCURSOS

En relación a los concursos, debe señalarse la posibilidad de apreciar concurso de normas con
respecto a los delitos consistentes en amenazar a sujetos especial mente cualificados (Jefe de
Estado, Ministros, Autoridades, etc.): prevaleciendo estos últimos por el juego de la regla de la
especialidad. A su vez, se diferencia de los delitos de robo con intimidación y de los delitos
contra la libertad sexual en virtud de la inminencia del mal con que se conmina. En tales casos,
hay un concurso de leyes, aunque debe tenerse en cuenta que, si con sumada la agresión
sexual o el robo, el autor se dirige a la víctima con amenazas (vg si denuncia), debe apreciarse
un concurso real de infracciones.

Si éste se lleva a cabo, y es constitutivo de delito, estaremos en presencia de un concurso, que


puede ser de delitos (vg. amenaza a su ex mujer con matarla, lo que así logra meses después
tras burlar la vigilancia policial) o de leyes a favor del delito efectivamente cometido (vg, en el
curso de la discusión, un contendiente le grita al otro voy a matarte, lo que así hace sacando
en el acto la pistola). Como claramente dice la STS 12 octubre 2012 (Tol 2666256), la amenaza
presupone que el mal generado no ha comenzado a efectuarse; cuando, por el contrario, la
amenaza tiene lugar en unidad de acción con el comienzo de ejecución a la misma y este es
punible por si mismo (así, tentativa de homicidio o lesiones), solo puede configurar un
concurso de normas que se resuelve quedando absorbidas las amenazas en el delito intentado

Muy discutible es el concurso de delitos que admite la STS 446/2018, de 9 octubre (Tol
6.861.836) entre el subtipo agravado de amenazas por quebrantamiento de la medida y el
propio delito de quebrantamiento cuando son varias las ocasiones en que las que el acusado
quebranta la prohibición de comunicación (según el TS, una da paso al art. 171.5, p. 2 y otra al
delito previsto en el art. 468.2 del CP)

En ocasiones la jurisprudencia estima un delito continuado cuando existe una sucesión de


amenazas

6. PENALIDAD Y PERSEGUIBILIDAD

Como es lógico, las penas varían en función del mal con que se amenaza. En su virtud, las más
severamente castigadas son las amenazas de un mal constitutivo de delito. De igual modo, el
legislador toma en consideración el hecho de que sean condicionales y, a su vez, agrava la
respuesta cuando el culpable ha logrado su propósito:

Como corresponde al hecho de ser un delito leve, las amenazas del art. 171.7 se sancionan con
pena leve, la cual, sin embargo, supera la que tenía asignada esa misma conducta cuando era
calificada como falta. El juez sólo podrá optar por esta pena cuando entre el agresor y la
victima no exista una relación económica derivada de ese vinculo familiar (art. 84.2),

Por lo que se refiere a reglas penológicas especiales o a requisitos en materia de


perseguibilidad, hay que referirse a varias cuestiones:

a)Por lo que respecta a las reglas procesales y penológicas del artículo 171,3", el legislador
otorga al Ministerio Fiscal la posibilidad de dejar de perseguir un delito que tuviera señalada
pena no superior a dos años cuando el mal con que se amenaza al sujeto pasivo consiste,
precisamente, en difundir que cometió dicho delito. Si el delito en cuestión tuviere pena
superior a dos años, el Ministerio Fiscal no queda relevado de la obligación legal de ejercer la
acción penal pero el tribunal podrá, según ese mismo precepto, rebajar la sanción en uno o
dos grados. En todo caso, téngase en cuenta que la aplicación del artículo 171,3° se proyecta
exclusivamente sobre el delito de chantaje (art. 171,2"). Cuando se dan esos requisitos, la ley
prima castigar una amenaza por encima de perseguir otra clase de delito, lo cual, como toda
regla procesal amparada en el principio de oportunidad, es controvertida. Pero lo que quizá
sorprende en mayor medida es que esa finalidad no se detenga ante delitos graves. Resulta
discutible la decisión político-criminal que permite rebajar la pena de un asesino chantajeado
con la misma intensidad de una eximente incompleta o de una atenuante cualificada.

b) Las amenazas leves tienen un régimen de perseguibilidad especifico, ya que el párrafo


segundo del apartado 7 del articulo 171 establece que tal hecho sólo será perseguible
mediante denuncia de la persona agraviada o de su representan te legal. Adviertase que tal
requisito no se exige en los casos en que la amenaza leve se dirige contra persona vulnerable
que conviva con el culpable o contra la mujer, ex mujer o persona relacionada con los vinculos
que obligan a aplicar el art. 171.4 en lugar del art. 171.7. Por su parte, tampoco será precisa la
denuncia cuando el ofendido fuere alguna otra de las personas a las que se refiere el apartado
2 del articulo 173,

c) Por último, conviene dejar constancia de la posición jurisprudencial según la cual cuando
estamos ante delitos con penas alternativas, en los que una de ellas sea menos grave y la otra
leve (supuesto no contemplado en el art. 13.4 CP), hay que entender que la reacción penal
más intensa es la que debe calificar la gravedad del delito Esto es especialmente importante en
el caso del artículo 171.4 CP a la hora de decidir sobre el alcance de las prohibiciones
accesorias de acercamiento y comunicación con la víctima. De acuerdo con tal doctrina, el
delito es menos grave, naturaleza que, a su vez, no se estima alterada por el hecho de que el
tribunal decida aplicar la pena de trabajos en beneficio de la comunidad en el tramo de pena
leve u opte por aplicar el subtipo atenuado.

7. COACCIONES

7.1. Tipo básico: articulo 172.1

7.1.1. Modalidades de conducta

La acción descrita en el artículo 172 castiga al que con violencia impidiere a otro hacer lo que
la ley no prohíbe, o bien, le compeliere a efectuar lo que no quiera, sea justo o injusto.

Como se observa, se trata de lo que se ha dado en llamar un tipo de recogida. El primer


requisito típico es la violencia.

La jurisprudencia de esta Sala ha declarado retiradamente que la violencia como medio


comisivo de la coacción puede serlo tanto física como moral, esta última a través de una
intimidación personal e incluso a través de las cosas, siempre que de alguna manera afecto a la
libertad de obrar o a la capacidad de actuar del sujeto pasivo. En el empleo de la violencia, dice
también la Sentencia de 5 de mayo de 2003 se incluye no solo la conducta violenta de carácter
físico sino también la intimidatoria o morales.

La última etapa en este proceso de espiritualización de la noción de violencia, ha llevado a la


jurisprudencia a calificar como delito de coacciones supuestos de vis in rebus o fuerza en las
cosas impropia, como por ejemplo la ocupación transitoria de una vivienda deshabitada;
cambio de la cerradura de una puerta; arrojar muebles a la calle o arrancar las puertas, corte
del suministro eléctrico o del agua, etc.

Igualmente se admiten supuestos de uso de narcóticos e incluso métodos que no comportan


contacto físico entre los sujetos, como la hipnosis (STS 10 octubre 2005 (Tol 738493)). Un
ámbito igualmente problemático es el relativo a la gestión de cobro de morosos.

En que presenta la esencia misma del delito de coacciones, y ésta ha de revestir un cierto valor
cuantitativo o entidad, que no es necesario que llegue a ser irresistible, bastando con que sea
en cada caso lo suficiente para lograr el resultado deseado. La primera modalidad de conducta
consiste en impedir hacer lo que la ley no prohibe. Impedir equivale a imposibilitar a otro la
ejecución de una conducta que no está prohibida jurídicamente. Por ley debe entenderse aquí
la legislación penal.

La segunda modalidad de conducta típica consiste en compeler a efectuar lo que no quiera,


sea justo o injusto. Compeler equivale a obligar a realizar una conducta o a obstaculizarla.
Préstese atención a que el precepto castiga no sólo a quien obliga a otro a hacer algo injusto,
sino también a quien obliga a realizar algo justo pero que el sujeto pasivo no quiere hacer.

7.1.2. Sujetos activo y pasivo

Sujeto activo puede serlo cualquiera. A este respecto obsérvese la inexistencia de una figura
exactamente paralela dentro de los delitos cometidos por los funcionarios públicos contra las
garantías constitucionales. Por consiguiente, si el autor es un funcionario público en el ejercicio
de su función, deberá aplicarse esta figura con la agravante de prevalimiento de cargo público
(art. 22,7°), Siempre, claro, que no incurra en otro delito más grave (v.gr. tortura, arts. 173 y
siguientes) o en una figura más específica y menos grave, como la contenida en el artículo 542,
tipo de recogida que sanciona con la pena de inhabilitación a la autoridad o funcionario que
impida a una persona el ejercicio de derechos cívicos distintos a aquellos cuyo impedimento da
paso a otros delitos especiales propios más grave.

Sujeto pasivo será toda persona con una capacidad de voluntad susceptible de ser doblegada
por la coacción, de modo que también los inimputables o enfermos mentales pueden ser
sujetos pasivos en la medida que sean portadores de dicha capacidad. Por la misma razón, los
niños podrían ser sujetos pasivos, sin perjuicio de que, en muchos casos, la conducta estará
justificada (e padres en el ejercicio legítimo de su derecho de corrección).

7.1.3. La dáusula legal -sin estar legítimamente autorizado

Un error sobre la legitimación, constituirá un error sobre la prohibición. Los supuestos más
usuales pueden cifrarse en el uso de la fuerza por la autoridad, la utilizada para impedir un
suicidio, la transfusión de sangre a un menor o la alimentación forzosa ordenada judicialmente
pero practicada con la oposición del sujeto o el derecho de corrección de padres o educadores
(extensamente CERVELLÓ DONDERIS).

7.1.4. Aspecto subjetivo

Existe acuerdo tanto doctrinal como jurisprudencial en afirmar que sólo cabe la comisión
dolosa, debiéndose descartar incluso la dolosa eventual, dado el aspecto finalistico de la
conducta, pues impedir o compeler suponen una dinámica comisiva tendente a obtener ese
resultado. Sin embargo, como recuerda GARCIA-PABLOS, es posible el error de prohibición
que, de acuerdo con lo establecido en el articulo 14 CP debe dar lugar a la aplicación de la
pena inferior en uno o dos grados

7.1.5. Especiales formas de aparición

En materia de autoría y participación no se aprecia ninguna peculiaridad digna de mención.

Por lo que hace a las formas de aparición, como reiteradamente ha dicho el Tribunal Supremo,
el tipo penal de coacciones del artículo 172 del Código Penal describe una figura de delito de
resultado, porque exige que efectivamente se impida hacer lo que la Ley no prohíbe o se
obligue a efectuar lo que no se quiere, sea justo o injusto y, por ello, es posible la tentativa
(ncabada o inacabada de esta clase de infracción penal. Pero no puede confundirse tal
resultado de imposición de una conducta no querida que lleva consigo una lesión efectiva de la
libertad de obrar, con la consecución del propósito final pretendido por el sujeto activo. Lo
primero pertenece a la fase de consumación del delito y lo último a la de su agotamiento.
Como claramente dice la STS de 7 octubre 2000 (Tol 4923293), las coacciones son infracciones
penales de resultado y no de mera actividad. Pero, como afirmó la sentencia de esta Sala de 22
de noviembre de 1990, no puede confundirse el resultado de imposición de una conducta no
querida que lesiona la libertad de obrar con el efecto de que se produzca una final consecución
del propósito pretendido por el sujeto activo

7.1.6. Concursos

La ya señalada naturaleza de tipo de recogida que tienen las coacciones, hace que sean
numerosos los posibles concursos con otros delitos que, normalmente, la absorberán

7.1,7. Penalidad

La pena a imponer puede ser prisión de seis meses a tres años o multa de doce a veinticuatro
meses. La gravedad de la coacción y los medios empleados son los criterios que la ley ofrece
para elegir la clase de pena a imponer. La jurisprudencia admite la aplicación de un delito
continuado de coacciones.

7.2. Tipo agravado: artículo 172.1

7.2.1. La obstaculización del ejercicio de derechos fundamentales

En el párrafo segundo, se dispone que se aplicarán las penas señaladas en su mitad superior,
salvo que el hecho tuviera señalada pena mayor en otro precepto de este Código, cuando la
coacción ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental. Al
margen de que la libertad de obrar es siempre un derecho fundamental, habrá de entenderse
por tal todos los expresamente catalogados asi en la Constitución [STS 26 noviembre 2008 (Tol
14325301. El fundamento de la agravación reside precisamente en la preeminencia que los
mismos poseen en el Ordenamiento Jurídico.

No obstante, repárese en la subsidiariedad expresa que se atribuye a este precepto, pues en


muchos casos estos derechos fundamentales poseen ya una protección penal más especifica y
más enérgica en otros articulos del Código

Los demás requisitos son idénticos a los requeridos en el tipo básico. Se podría plantear algún
conflicto entre el derecho de huelga y este delito si se hicieran interpretaciones del mismo que
no caben en el texto constitucional. Precisamente por ello, queda prohibida cualquier
interpretación del precepto penal que vacie de contenido el citado derecho fundamental del
art. 28,2 CE, debiéndose limitar la intervención penal exclusivamente al empleo de violencia,
ya que el derecho a la huelga excluye el ejercicio de la misma. [SSTC 254/1988 de 21 diciembre
(Tol 80101), 333/1994 de 19 diciembre (Tol 82737) y 40/1999 de 13 febrero (Tol 82780).
Tengase en cuenta, en todo caso, que si la coacción ejercida lo es para obligar a iniciar o a
continuar una huelga el precepto aplicable por especialidad es el más grave articulo 315,3 CP,
cuya tipificación autónoma ha recibido duras críticas (PAREDES CASTANÓN).

7.2.2. Las coacciones para impedir el legitimo disfrute de la vivienda


La LO S/2010 anadió un tercer párrafo al apartado 1 del artículo 172, con la siguiente redacción
También se impondrán las penas en su mitad superior cuando la coacción ejercida tuviera por
objeto impedir el legitimo disfrute de la vivienda,

La Reforma penal de 2010 introdujo dos nuevos preceptos, éste y el contenido en el art. 173,
para hacer frente a lo que coloquialmente se ha denominado acoso inmobiliario, conducta
consistente en causar molestias diversas a inquilinos o propietarios con el fin de que
abandonasen sus viviendas y permitieran con ello que prosperasen pingües actuaciones de
especulación urbanística (vg. cortes de suministro eléctrico o agua, generación de ruidos
insoportables, verter inmundicias en los portales, etc). No obstante, habida cuenta de la
interpretación extensiva que la jurisprudencia ya venía haciendo del delito de coacciones, la
necesidad de la reforma, al margen de su carácter simbólico y ciertas precisiones, no parecía
absolutamente imprescindible (vid. OTERO GONZÁLEZ POMARES CINTAS).

La diferencia con la conducta prevista en el artículo 173 radica en el medio empleado para
impedir el legitimo disfrute del domicilio. En sentido estricto, el artículo 172 debiera entrar en
aplicación cuando se usase la violencia, mientras que el artículo 173 no recoge la violencia y
sólo exige la realización de actos hostiles o humillantes que no lleguen a constituir trato
degradante, pese a todo lo cual la pena prevista para este último es más severa, toda vez que
no se cuenta con la multa como alternativa (sobre la protección penal del "legítimo disfrute de
la vivienda" y el ámbito de aplicación de estas figuras vid. CARUSO FONTÁN).

7.3. Coacciones leves

El art. 172.3 sanciona a quien de modo leve coaccione a otro, conducta que antes se integraba
en la desaparecida falta y que hoy se castiga, más duramente, como delito leve y que, salvo
que se produzca en el ámbito doméstico, es perseguible a instancia de parte.

Se trata de un tipo residual cuya aplicación depender de la menor gravedad de la violencia


ejercida y de la escasa entidad de la conducta impedida u obligada Ahora bien, tengase en
cuenta que este tipo no será de aplicación ni para el caso de que la amenaza se dirija a una
persona especialmente vulnerable que conviva con el autor, ni para los casos en que el sujeto
pasivo sea o haya sido esposa del sujeto activo, o mujer que este o haya estado ligada a el por
una análoga relación de afectividad aun sin convivencia. En tal caso, como veremos, procede
aplicar el párrafo 2 del artículo 172, que sanciona este tipo de conductas con mayor dureza

7.4. Tipas relativos a la violencia de género

La LO 1/2004 introdujo un tipo especifico (art. 172.2) para el caso de que -la victima fuese o
hubiese sido esposa, o mujer que estuviese o hubiese estado ligada al autor por una análoga
relación de afectividad, aun sin convivencia: y, si la victima fuera una persona especialmente
vulnerable que conviva con el autor. El tipo participa de la naturaleza del ya analizado articulo
171.4 y, por tanto, nos remitimos a lo alli dicho en relación con su aplicación automática
siempre que se de la relación a que la letra de la ley condiciona el tratamiento agravatorio

La figura consiste en coaccionar de modo leve a los referidos sujetos pasivos. En tales casos, no
ha lugar a aplicar el delito leve previsto en el artículo 172.3, sino este otro más grave.

Por otra parte, se establece una ulterior agravación, cuando el delito se perpetre en presencia
de menores, o utilizando armas, o tenga lugar en el domicilio común o en el de la víctima, o se
realice quebrantando una pena de las comprendidas en el art. 48 CP, o bien una medida
cautelar o de seguridad de la misma de lesiones y de amenazas naturaleza (art. 172,2 párrafo
tercero CP). Por último, en el art. 172,2" último párrafo CP se contiene una potestad judicial
discrecional para que, atendidas las circunstancias personales del autor y las concurrentes en
la realización del hecho, se puedan imponer las penas inferiores en grado.

Como siempre que abordamos estos tipos, no se olvide que si las coacciones no fueren leves
sino graves, procede calificar los hechos con arreglo a la figura prevista en el articulo 172,1,
con agravante de parentesco (art. 23) o, en su caso, la agravante de discriminación por razón
de género (art. 22. 4), que, como ya se dijo, la STS $65/2018, de 19 noviembre (TOL6,919.645)
estima compatibles.

7.5. El matrimonio forzado: articulo 172 bis

La reforma de 2015 ha introducido la figura que ya se conoce como delito de matrimonio


forzado.

La polémica acerca de si realmente era necesario incorporar esta figura o si ya bastaba para
sancionar la conducta con los tipos genéricos de coacciones y los delitos contra la integridad
moral o, en algún caso, contra la libertad

el matrimonio, concepto que, como defiende PAZ AGUADO, incorpora no sólo el matrimonio
válido contraído con arreglo a las prescripciones del Código civil, sino cualquier otra unión que
con arreglo a ritos foráneos sea equivalente, pero no las uniones de hecho.

A) El primero de los comportamientos típicos consiste en compeler a otra persona a contraer


matrimonio, limitándose los medios comisivos a la intimidación grave o a la violencia (art 172
bis.1), conceptos cuyo contenido ya conocemos X por tanto, no es preciso volver a detallar.

Al exigirse intimidación grave o violencia, BRAGE estima que es atípica la conducta de


persuadir a un tercero a contraer un matrimonio que en el fondo no desea pero que acepta
contraer, sea por sus propias convicciones religiosas o culturales, sea por respeto o temor
reverencial hacia la persona o personas que lo inducen o persuaden, o por cualquier otro
motivo. En suma, los llamados matrimonios “acordados» o “pactados» quedarían fuera, sin
perjuicio, según el caso, de reconducirlos a otros delitos (vg. contra la indemnidad sexual o,
según algunas interpretaciones del art. 177 bis, a la trata).

GUINARTE CABADA sostiene que la consumación del delito se producirá cuando la persona
compelida haya contraído el matrimonio.

Sujeto pasivo, la menor edad del mismo daría paso a la agravación contenida en el número 3
del articulo 172 bis. Por lo que respecta a los sujetos activos, cumple señalar que lo usual será
que intervengan en la infracción una pluralidad de personas (padre, madre, familiares, erc), lo
que obligará a individualizar la responsabilidad de cada uno, aplicando, asimismo, la agravante
de parentesco (art. 23) o, en su caso, la de cometer el delito por razón de género (art. 22. 4").
Téngase en cuenta que, pese a la naturaleza indiferenciada de los sujetos, bien puede
sostenerse que, desde la perspectiva criminológica, estamos ante un genuino delito de
violencia de género.

En sede de concursos, los problemas se suceden. De un lado, el delito puede integridad fisica,
cuando, a consecuencia de la violencia se produjesen lesiones, así como con los delitos contra
la indemnidad sexual si la persona compelida no alcanzase la edad de consentimiento sexual
en España. En tales casos, el responsable (autor y partícipes) del matrimonio forzado, podria
responder también a título de participe (inductor, cooperador necesario o cómplice) de abusos
o agresiones sexuales.

El delito del artículo 172 bis leyes especial en relación a las diversas conductas de coacciones
del artículo 172. Ahora bien, la relación con los delitos de amenazas de los artículos 169 y
siguientes es más problemática, pues al admitirse expresamente la intimidación como medio
comisivo, se produce un solapamiento de las conductas. La solución de estimar preferente el
art. 172 bis, en tanto que ley especial, conduce, como ya anticipábamos a resultados absurdos.

El número 1 del artículo 172 bis castiga esta modalidad básica de la conducta de matrimonio
forzado con las penas alternativas de prisión de seis meses a tres años y seis meses, o multa de
doce a veinticuatro meses, añadiendo, además que la pena se impondrá teniendo en cuenta la
gravedad de la coacción o la de los medios empleados. En el ámbito de la pena es obligado
comentar el inciso final del apartado 1 que preceptúa que la pena se fije «según la gravedad de
la coacción o de los medios empleados, expresión que habrá de entenderse como referida a la
necesidad de dar relevancia tanto al desvalor del resultado (coacción) como al desvalor de la
acción (medios empleados para compeler), Entendemos que en modo alguno puede
considerarse como una cláusula derogatoria de los criterios generales de modulación de la
pena (circunstancias modificativas, sobre todo), pero si parece querer excluir la valoración por
el Juzgador de otros elementos circunstanciales, o, al menos, otorgar preeminencia -sobre
todo-a la gravedad de los medios empleados frente a la consideración de cualesquiera otros
aspectos. La indicación legal podrá operar tanto como criterio de selección de la pena a
imponer (prisión o multa), como para atemperar su duración dentro de los límites que las
reglas de las circunstancias permiten, y el Juez o Tribunal sentenciador debería explicitar en la
sentencia, en su caso, la operatividad y relevancia que otorga a este criterio,

B) El segundo de los comportamientos típicos (art. 172 bis. 2) consiste en utilizar violencia,
intimidación grave o engaño para forzar a otro a abandonar el territorio español o para
impedirle regresar al mismo con la finalidad de obligarle a contraer un matrimonio
inconsentido

Como se ve, la conducta presenta importantes conexiones con el delito de trata de seres
humanos del artículo 177 bis.

En efecto, al compartir con aquel medios comisivos (violencia, intimidación, engaño) y la


finalidad (matrimonio forzado -art. 177 bis 1. Letra e), las dificulta des interpretativas para
articular sus respectivos ámbitos parecen casi insolubles.

El articulo 172 bis 3 prevé un tipo agravado para el supuesto de que la víctima fuera menor de
edad, si bien sorprende que no se haya ampliado a aquellos casos en que la misma sea, por
otras razones, especialmente vulnerable o se abuse de una situación de superioridad, en cuyo
caso deberá optarse por la agravante ordinaria (art. 22. 2)

En materia de penalidad, el art. 172 bis permite la aplicación alternativa de cualquiera de las
dos penas previstas para los tipos básicos (prisión o multa), en función de la gravedad de la
coacción o de los medios empleados. Tal opción resulta político criminalmente discutible,
sobre todo, por el hecho de que no excluya la alternativa para el subtipo agravado.

7.6. El denominado delito de hostigamiento o stalking: articulo 172 ter


La introducción de un nuevo delito de acoso se justifica en la Exposición de Motivos de la Ley
«por la necesidad de sancionar ciertos ataques graves contra la libertad del sujeto, como las
persecuciones o vigilancias constantes, las llama das reiteradas, u otros actos continuos de
hostigamiento, que por no realizarse con violencia o mediante el anuncio expreso o tácito de
un mal no permiten la aplicación de los tipos tradicionales de amenazas y coacciones (en el
mismo sentido, VILLACAMPA; en similar sentido, PALMA HERRERA) No comparte, sin embargo,
dicha justificación un amplio sector de la doctrina, que estima que el precepto es una suerte de
criminalización de la molestia y vulnera el principio de intervención minima (MATALLÍN
EVANGELIO) o que, al menos, no ha sido in traducido de manera reflexiva (BAUCELLS). Por
fortuna, la primera sentencia del Tribunal Supremo recaída sobre el particular ofrece una
interpretación restrictiva y subraya que "la conducta para ser delito debe tener vocación de
prolongarse el tiempo suficiente para provocar la alteración de la vida cotidiana de la víctima,
como dice el tipo penal.

La conducta consiste en acosar a una persona llevando a cabo de forma insis. tente y reiterada,
y sin estar legitimamente autorizado, alguna de las conductas que luego veremos, de modo
que con ello altere gravemente el desarrollo de su Vida cotidiana.

El nucleo de la conducta típica es pues, el acoso, esto es, someter a otro a una situación de
persecución personal de forma insistente y reiterada. Como afirma la STS 554/2017 12 julio
(Tol 6.209.588), ello equivale a decir que se está ante una reiteración de acciones de la misma
naturaleza continuum- que se repite en el tiempo aunque sea en un periodo no concretado en
el tipo penal.

La clase de actos intrusivos que pueden dar lugar al tipo penal aparecen entemerados en el
art: 172 ter en alguno de sus cuatro números, a saber

 vigilancia, persecución o búsqueda de cercanía fisica;


 contacto o intento de contacto a través de cualquier medio de comunica ción o por
medio de terceras personas
 uso indebido de los datos personales de una persona para adquirir pro ductos,
contratar servicios, o hacer que terceras personas se pongan en contacto con ella;
 atentar contra su libertad o contra su patrimonio, o contra la libertad o patrimonio de
otra

Una cuestión polémica de interés es la relativa a si el precepto obliga a referir la insistencia y


reiteración a una misma conducta (v.g. constantes llamadas, presencia a las puertas del
domicilio o lugar de trabajo, etc) o si esa exigencia no se circunscribe a la misma conducta, sino
que admite su combinación entre las distintas modalidades de conducta (en este sentido,
GALDEANO, VILLACAMPA; en contra MATALLIN).

Lo determinante es que la conducta -con o sin diversidad tipológica de conductas acosadoras-


provoque la alteración grave de la vida cotidiana que reclama el tipo penal, lo cual "excede de
la mera molestia" (STS 554/2017, 12 julio, Tol 6.209.588) y deberá ser evaluable
objetivamente, sin perjuicio de que tal cosa se acompañe de un análisis circunstancial que
atienda a las peculiaridades de todo tipo que rodeen a la víctima. Hay que insistir en la
necesidad de realizar interpretaciones restrictivas que eviten excesos punitivos, teniendo en
cuenta que, como bien señala VILLACAMPA, se incrimina un patrón de comportamiento
compuesto por conductas que consideradas singularmente pueden no tener un efecto
coartador de la libertad de obrar de la víctima pero que, por la reiteración e insistencia y
observadas en su conjunto, necesariamente es exigible que la tengan para apreciar el delito.

Por otra parte, como en el tipo básico de coacciones, es preciso que la conducta se produzca
sin estar su responsable legitimamente autorizados, cuestión que ya ha sido tratada y por
ende, a ello nos remitimos (vid no obstante las atinadas consideraciones que hace PALMA
HERRERA).

A partir de esa estructura básica, el legislador ha previsto dos subtipos agrava dos por razón
del sujeto pasivo. El primero de ellos va referido a la especial vulnerabilidad de la victima, por
razón de edad, enfermedad o situación. El segundo entra en aplicación cuando el ofendido
fuere alguna de las personas a las que se refiere el apartado 2 del artículo 173.

Por lo que se refiere a las formas de aparición, en la medida en que se entienda que se trata de
un tipo de resultado, la consumación dependerá de que se produzca o no la grave alteración
del desarrollo de la vida cotidiana del sujeto acosado.

En materia concursal se plantean problemas ciertamente importantes y, en ocasiones, se


alcanzan conclusiones penológicas absurdas. Para empezar, resulta que otras modalidades de
acoso tienen prevista una pena superior al no preverse en éstas la alternativa de la multa (art.
173. 1), lo que abunda en la conveniencia de ofrecer una regulación unitaria y armónica del
acoso (GOMEZ RIVERO). Mientras asi no sea, el stalking representará en algún caso un
privilegio (VILLA CAMPA).

El núm. 3 del art. 172 ter prevé expresamente una modalidad de concurso real entre los
delitos en que se hubieran concretado los actos de acoso y el propio delito de stalking (vg.
concurso de delitos entre el hostigamiento y unas eventuales lesiones psíquicas o los daños
irrogados en propiedades del hostigado). Es discutible desde la perspectiva del principio
proporcionalidad la solución a que parece abocar el precepto en el caso, por ejemplo, de quien
realiza actos reiterados e in sistentes de contacto por internet con un menor con la finalidad
de atentar contra su indemnidad sexual. Una interpretación de lo previsto en este párrafo
tercero podría conducir a castigar por el delito de grooming y por el conclusión, aunque
formalmente pueda tener respaldo en la literalidad del precepto y fundamentarse en la
diversidad de bienes jurídicos, suscita dudas en un sector de la doctrina que entiende que
supone una doble valoración de los actos determinantes del acoso punible

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