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¿En
qué
está
la
Responsabilidad
Social?
De
los
artículos
que
he
leído
en
los
últimos
días,
varios
me
hacen
pensar
que
aquello
que
entendemos
por
Responsabilidad
Social
está
en
un
punto
de
inflexión.
Uno,
hacia
un
cambio
conceptual
o
dos,
hacia
la
maduración
de
lo
que
actualmente
conocemos.
Me
inclino
por
lo
primero,
aunque
claro,
en
ninguno
de
los
dos
casos
a
corto
plazo,
pero
cercano.
Por
Iván
Gardilcic
M.
Si
en
algo
podemos
coincidir,
es
que
pese
a
los
intentos,
no
existe
una
definición
única
de
Responsabilidad
Social
(RS).
Por
ello,
para
establecer
un
“consenso”,
pongo
a
su
disposición
(textual),
la
definición
que
hace
la
recién
publicada
ISO
26000
sobre
Responsabilidad
Social
(a
secas,
no
Empresaria
ni
Corporativa,
pues
tiene
relación
con
todo
tipo
de
organizaciones
y
de
todos
los
tamaños).
De
acuerdo
a
la
guía,
Responsabilidad
Social
es
la
“responsabilidad
de
una
organización
ante
los
impactos
que
sus
decisiones
y
actividades
ocasionan
en
la
sociedad
y
el
medioambiente,
a
través
de
un
comportamiento
transparente
y
ético
que:
contribuya
al
desarrollo
sostenible,
incluyendo
la
salud
y
el
bienestar
de
la
sociedad;
tome
en
consideración
las
expectativas
de
sus
partes
interesadas;
cumpla
con
la
legislación
aplicable
y
sea
coherente
con
la
normativa
internacional
de
comportamiento
y,
esté
integrada
en
toda
la
organización
y
se
lleve
a
la
práctica
en
sus
relaciones”.
De
los
artículos
que
menciono,
y
que
me
empujaron
a
esta
reflexión,
el
principal
es
el
recién
publicado
en
la
Harvard
Business
Review
(Ed.
Enero
–
Febrero
de
2011),
por
Michael
Porter
y
Mark
Kramer
bajo
el
título
“Creating
Shared
Value:
How
to
reivent
capitalism
and
unleash
a
wave
of
innovation
and
growth”.
Básicamente,
Porter
y
Kramer
proponen
pasar
del
concepto
Responsabilidad
Social
Corporativa
(Corporate
Social
Responsability)
al
de
Creación
de
Valor
Compartido
(Creating
Shared
Value).
Para
Porter
y
Kramer,
“el
valor
compartido
no
es
responsabilidad
social,
filantropía,
ni
siquiera
sostenibilidad,
sino
una
nueva
manera
de
lograr
el
éxito
económico”…
“El
objetivo
de
la
empresa
debe
ser
redefinido
como
la
creación
del
valor
compartido,
no
solo
el
logro
de
beneficios.
Esto
producirá
la
nueva
ola
de
innovación
el
crecimiento
de
la
productividad
de
la
economía
global.
También
redefinirá
el
capitalismo
y
su
relación
con
la
sociedad”.
Para
los
detractores,
no
se
trata
más
que
de
un
cambio
de
siglas
o
nombre,
mientras
que
para
quienes
adhieren
o
al
menos
le
dan
crédito,
podría
ser
el
inicio
del
cambio.
Tres
son
los
ejes
sobre
los
cuales
baso
mi
tesis
del
cambio.
Primero,
la
creciente
tendencia
a
regular
o
legislar
cualquier
aspecto
relacionado
a
la
RS.
Segundo,
la
ausencia
de
un
concepto
común
y
los
contenidos
que
se
integran
(aunque
podría
quedar
resuelto
con
la
ISO
26000,
pero
a
pocos
meses
de
su
publicación,
ya
tengo
dudas).
Y
por
último,
un
tercer
aspecto
que
divido
en
dos
y
tiene
relación
con
el
proceso
de
comunicación
de
la
Responsabilidad
Social.
Para
el
caso
de
la
cada
vez
más
creciente
intención
de
regular
en
torno
a
la
RS,
es
oportuno
aclarar
que
en
términos
generales,
cabe
en
la
categoría
de
práctica
socialmente
responsable
todo
aquello
que
por
ley
no
se
le
exige
a
una
organización
y
va
en
beneficio
de
sus
grupos
de
interés
o
stakeholders
(y
shareholders).
Claro,
para
ser
responsable,
lo
mínimo
y
obligatorio,
es
cumplir
con
la
regulación
(Pirámide
de
la
Responsabilidad
Social
de
Mario
Morales,
director
del
Observatorio
de
RSE
de
la
Universidad
de
Chile).
Sin
embargo,
hay
varios
intentos,
principalmente
en
Europa,
por
legislar
en
torno
a
la
RS.
En
Francia,
la
ley
Granele
II,
fijará
el
“Compromiso
Nacional
con
el
Medio
Ambiente”
(cuya
promulgación
está(ba)
fijada
para
julio
de
2011).
Por
ejemplo,
esta
ley
obligaría
a
que
empresas
de
cierto
tamaño
reporten
en
relación
a
su
desempeño
social,
ambiental
y
económico.
Es
decir,
elaboren
lo
que
se
conoce
por
Reporte
de
Sustentabilidad
(o
Sostenibilidad
para
los
españoles).
Práctica
cada
vez
más
recurrente
en
Chile,
pero
voluntaria.
En
España,
la
Ley
de
Economía
Sostenible
(LES),
permitirá
a
las
empresas
certificarse
como
socialmente
responsables
por
parte
del
Observatorio
del
Consejo
Estatal
de
la
Responsabilidad
Social
(marzo
de
2010).
La
LES,
aprobada
hace
un
par
de
semanas
por
el
Congreso
de
los
Diputados
(Cámara
de
Diputados
en
Chile),
busca
dar
un
giro
en
el
modelo
económico
del
país
y
es
parte
de
la
estrategia
para
recuperar
la
alicaída
economía
española
(para
mayor
detalle
www.economiasostenible.gob.es).
Ambos
ejemplos,
sin
duda
son
esfuerzos
más
que
valorables,
pero
no
hacen
más
que
desvirtuar
el
sentido
de
la
Responsabilidad
Social.
Por
último,
pese
a
los
esfuerzos
de
la
ISO
26000
por
dejar
claro
que
se
trata
de
una
guía
que
proporciona
los
lineamientos
y
temas
sobre
los
cuales
trabajar
(NO
CERTIFICABLE),
a
menos
de
dos
meses
de
su
publicación
-‐en
octubre
del
año
pasado-‐,
se
conoció
más
de
una
noticia
(caso
Air
France
Industries
–el
más
bullado-‐,
e
IKEA),
sobre
empresas
“certificadas”
y
“certificadoras”.
Es
decir,
la
tentación
de
las
empresas
por
obtener
un
sello,
que
para
estos
casos
se
supone
podría
incrementar
su
capital
reputacional
y
así
mejorar
su
imagen
ante
los
consumidores,
pudo
más.
Me
detengo
en
este
punto,
porque
a
mi
juicio,
la
Responsabilidad
Social
podría
no
ser
mas
que
un
“invento”
de
las
empresas
modernas,
que
para
hacer
frente
al
creciente
poder
de
los
nuevos
“ciudadanos
–
consumidores”
y
sus
demandas,
se
hace
cargo
de
las
expectativas
de
sus
grupos
de
interés
(teoría
de
los
Stakeholders
de
Freeman),
que
va
más
allá
de
las
obligaciones
que
solía
tener
únicamente
con
los
accionistas
(como
lo
planteara
Friedman
en
su
oportunidad),
para
quienes
obviamente
debe
asegurar
rentabilidad
(porque
para
que
una
empresa
sea
responsable,
debe
ser
rentable.
Y
viceversa).
Pero
para
ello,
debe
incorporar
a
los
individuos
o
grupos
que
de
manera
directa
o
indirecta,
son
impactados
por
la
organización.
¿Cuándo
se
habló
por
primera
vez
de
Responsabilidad
Social?
¿Una
o
dos
décadas
atrás?
No
importa.
Lo
que
si
importa,
es
el
cambio
que
en
ese
tiempo
han
vivido
los
“ciudadanos
–
consumidores”.
Más
empoderados,
más
informados
y
globalizados,
emergen
como
una
piedra
en
el
zapato
para
las
empresas.
Hoy,
todas
las
organizaciones
son
públicas
y
aunque
todas
hablan
de
transparencia,
podría
citar
cientos
de
ejemplos
que
dicen
lo
contrario.
La
resistencia
al
cambio
de
las
organizaciones,
es
un
hecho.
Así
las
cosas,
establecer
una
regulación
o
norma
que
acredite
su
condición
de
organización
responsable
(que
en
principio
beneficia
a
las
organizaciones
e
indirectamente
a
los
consumidores),
les
saca
de
encima
–al
menos
por
un
rato-‐,
el
“acoso”
de
sus
exigentes
grupos
de
interés.
Alivianar
la
carga
que
significa
rendir
cuentas
o
como
plantean
hoy
Porter
y
Kramer,
compartir
el
valor
creado.
¿Cuál
fue
la
reacción
hace
algunos
días
en
el
caso
de
los
alimentos
colados
de
Nestlé?
“Cumplimos
con
la
norma”,
sostuvo
la
empresa.
Si
una
compañía
global
-‐
probablemente
la
más
importante
en
nutrición-‐,
está
dispuesta
a
sólo
cumplir
con
la
norma
local
¿Qué
le
queda
a
las
de
menor
tamaño?
Entonces,
no
les
viene
nada
mal
un
sello
que
zanje
la
polémica.
Con
motivo
del
artículo
publicado
por
Porter
y
Kramer
en
HBR
(16
páginas
y
destacado
en
la
sección
“The
Big
Idea”),
surgen
otros
2
artículos
que
me
hacen
pensar
que
la
RS
está
en
un
punto
de
inflexión
desde
su
definición
conceptual.
Situación
que
de
alguna
manera
en
nada
aporta
a
identificar
los
contenidos
de
la
RS
y
las
herramientas
que
posee
como
disciplina,
por
ejemplo,
en
la
gestión
de
los
negocios,
más
allá
de
la
gestión
del
riesgo.
El
primero
de
los
artículos
es
de
Antonio
Vives
y
se
titula,
“Si
no
está
roto,
no
lo
arregles:
Porter
y
Kramer
sobre
RSE”.
En
resumen,
Vives
dice
textual:
“Hay
que
inventar
algo
nuevo
para
publicar.
Esperemos
que
en
algún
momento
Porter
y
Kramer
también
reconozcan
que
la
RSE
es
un
concepto
suficientemente
amplio
que
abarca
lo
que
ahora
proponen
y
que
no
necesita
ampliaciones
artificiales,
ni
nuevos
nombres”.
Más
claro,
dónde.
El
segundo,
es
en
respuesta
a
Vives
y
lleva
por
nombre
“La
RSC
sí
está
rota
y
hay
que
arreglarla”,
de
Alberto
Andreu.
En
su
columna,
Andreu
se
refiere
a
los
artículos
antes
mencionados
y
además
cita
otros
dos
buenos
artículos
vinculados
directamente
a
la
discusión,
“Why
don´t
executive
understand
CSR?
y
“Perhaps
the
definition
of
CSR
is
semantics”.
Con
respecto
a
la
definición
misma
de
Responsabilidad
Social,
ese
debiera
ser
el
problema
menor.
Después
del
consenso
que
significó
el
trabajo
de
5
años
en
torno
a
la
ISO
26000
(que
reunió
a
especialistas,
gremios,
universidades
y
expertos
de
TODO
el
mundo),
la
definición
que
nos
proporciona
la
guía,
debiera
bastar.
Pero
no,
aun
así
continua
la
discusión
¿Por
qué?
Porque
el
problema
no
sólo
es
semántico,
también
de
contenido.
E
insisto,
la
ISO
26000
podría
ser
la
solución,
pero,
tal
vez
llegó
tarde.
Es
por
eso
que
adhiero
a
los
planteamientos
de
Porter
y
Kramer.
La
RS
como
la
entendemos
hoy,
cambió
(en
algún
lugar),
o
está
cambiando.
Porter
y
Kramer
hablan
de
Crear
Valor
(muy
distinto
a
agregar
valor),
otros,
menos
rebuscados,
de
Negocios
con
Valores
o
Sostenibilidad
Corporativa
(este
lo
he
escuchado
muy
recientemente).
Un
símil
a
la
Reputación
Corporativa
en
materia
de
sustentabilidad.
¿Pero
si
nos
quedamos
en
la
semántica,
en
qué
perjudica
esta
discusión
a
la
consolidación
de
la
RS?
Quienes
no
adhieren
a
las
“bondades”
de
la
RS,
suelen
achacarle
a
la
disciplina
una
fuerte
dimensión
marketera.
Lavado
de
imagen
(Green
Wash),
para
empresas
que
no
trepidan
en
utilizarla
como
blanqueo
de
sus
incidentes
operacionales,
sus
prácticas
anti
sindicales
o
las
casi
inexistentes
relaciones
con
sus
comunidades.
Y
probablemente
aquí
el
problema
si
sea
semántico.
Si
bien
en
los
últimos
años
se
han
generado
herramientas,
indicadores
o
sistemas
de
evaluación
que
permiten
incorporar
los
conceptos
de
RS
a
la
gestión
de
los
distintos
modelos
de
negocio,
las
palabras
Responsabilidad
y
Social,
se
entendieron
sólo
como
el
deber
de
las
empresas
de
actuar
en
ese
ámbito,
el
Social.
Y
que
derivó
más
bien
en
acciones
de
corte
filantrópicas.
Que
no
crean
valor
para
el
negocio,
pero
eventualmente
si
para
la
Reputación
(no
digo
que
así
sea
siempre).
En
su
artículo
“La
RS
si
está
rota
y
hay
que
arreglarla”,
Alberto
Andreu,
plantea
por
ejemplo
las
complejidades
que
tiene
en
el
mundo
anglosajón
el
término
Responsabilidad
(Responsability),
más
vinculado
a
la
responsabilidad
legal.
Lo
más
grave
de
esta
discusión,
antes
mencionado
muy
sucintamente,
es
la
complejidad
de
definir
los
temas
o
áreas
de
acción
de
la
RS
(los
“issues”.
La
ISO
26000
lo
hace,
pero
podría
haber
llegado
tarde).
Es
decir
¿En
qué
áreas
del
corazón
del
negocio
enfoco
mi
política
de
Responsabilidad
Social?
¿Medioambiente,
Relaciones
Laborales,
Derechos
Humanos,
Desarrollo
Productivo?
¿Todas?
(la
defensa
de
los
expertos
para
esto
sería
que
la
RS
es
transversal
en
la
organización.
Algo
así
como
la
definición
de
la
profesión
periodística:
un
mar
de
conocimientos,
pero
de
un
centímetro
de
profundidad.
La
misma
lógica
que
no
le
ha
hecho
ningún
favor
a
los
profesionales
de
las
comunicaciones).
Por
eso,
probablemente,
el
mayor
problema
de
las
empresas
en
definir
sus
políticas
de
RS,
es
que
al
entenderla
como
una
disciplina
transversal,
no
se
enfocan
en
el
core
business
del
negocio.
Por
ejemplo:
todas
las
empresas
tienen
programas
de
educación
para
sus
comunidades
¿De
qué
sirve
que
una
minera
desarrolle
programas
de
educación,
si
no
educa
en
materia
ambiental?
La
pregunta
es
¿Puede
la
RS
involucrarse
necesariamente
en
todas
las
áreas
de
la
organización?
Por
último,
e
intentaré
ser
conciso,
la
comunicación
de
la
RS
ha
sido
su
peor
aliada.
Juicios
como
los
señalados
anteriormente
con
respecto
al
lavado
de
imagen,
pueden
ser
muchas
veces
injustificados,
pero
que
tiene
asidero,
lo
tiene.
Para
cualquier
Dirección
de
Comunicación
(DIRCOM),
presentar
ante
la
opinión
pública
-‐bajo
técnicas
periodísticas-‐,
noticias
(que
no
son
noticias),
destacando
la
labor
social
de
su
organización,
no
deja
de
ser
tentador.
En
este
sentido,
estamos
muy
lejos
del
concepto
Comunicación
Responsable,
que
lentamente
se
hace
notar.
¿Para
qué
sirve
la
comunicación
en
la
Responsabilidad
Social?
Debiera
cumplir
dos
objetivos:
Uno,
liderar
el
cambio
organizacional
con
respecto
a
cómo
aborda
sus
prácticas
de
RS,
es
decir
moldear
la
cultura
de
la
organización.
Dos,
dar
cuenta,
a
los
públicos
internos
y
externos
de
la
organización,
a
la
sociedad
en
general,
a
sus
grupos
de
interés
de
su
política
de
RS
y
cómo
esta
contribuye
a
la
sostenibilidad.
Cómo
le
dan
cumplimiento
a
sus
expectativas
y
las
necesarias
mejoras
que
requieren.
¿Dónde
entonces
está
la
relación
perversa
de
la
comunicación
con
la
RS?
En
resumen,
en
el
disfraz
que
las
DIRCOM
hacen
de
sus
acciones
responsables
bajo
técnicas
periodísticas,
presentándolas
como
“noticias”
que
no
son
noticias.
Pero
que,
al
pensarlo,
incluso
podrían
no
ser
la
raíz
de
todo
el
problema,
pero
si
lo
son
cuando
lo
único
que
se
comunica
tiene
relación
con
las
actividades
filantrópicas
de
la
organización.
Volvemos
a
la
discusión
de
cómo
se
entiende
lo
Social
¿Las
organizaciones
sólo
realizan
acciones
sociales
de
corte
filantrópico
o
es
lo
único
que
las
DIRCOM
saben
comunicar?
Me
inclino
por
ambas.
Y
ya
expuse
en
qué
perjudica
a
la
Responsabilidad
Social
que
sólo
se
le
vincule
a
las
acciones
sociales.
Esto
corre
para
los
públicos
internos
como
externos,
que
se
forman
una
idea
errada
de
lo
que
debiera
ser
la
RS.
En
rigor,
corre
para
todos
sus
grupos
de
interés,
colaboradores,
accionistas,
clientes,
comunidades,
autoridades,
medios
de
comunicación.
Para
terminar,
me
detengo
brevemente
en
el
rol
de
los
Medios
de
Comunicación
para
comunicar
acerca
de
la
Responsabilidad
Social
como
una
disciplina
que
va
más
allá
de
la
donación
o
el
voluntariado
corporativo.
La
Responsabilidad
Social
es
el
vehículo,
el
medio
para
contribuir
a
la
Sustentabilidad,
que
es
el
fin.
En
ese
sentido
¿Cuánto
saben
los
Medios
de
Comunicación
de
Responsabilidad
Social
y
Sustentbilidad?
La
respuesta
es
para
otra
columna.
Pero
les
adelanto
que
en
Chile,
poco
o
nada.