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Autolesión: El dolor como remedio

Trastornos asociados
Jueves, 12 de Junio de 2008 15:59
Rafael Mejía

Creciente número de adolescentes y adultos lesionan su cuerpo o se golpean a sí


mismos para experimentar sensación de dolor que les permita hacer frente a
estados depresivos, liberar tensión o encauzar emociones desagradables. Conozca
más sobre este problema, sus causas y tratamiento.

Las heridas son impresionantes, quizá más que las generadas en un accidente por la
mano del azar, ya que en estos casos las marcas son precisas, ubicadas en partes
del cuerpo bien determinadas y realizadas con trazos fríamente calculados. Ante
todo, la pregunta que persiste al conocer este problema es: ¿por qué alguien, casi
siempre joven, toma un cuchillo o navaja para cortarse la piel, ocasionarse dolor y
crear huellas imborrables en su cuerpo?

La respuesta no es sólo una ya que, a decir de la psicóloga Cecilia Quero Vásquez,


psicoterapeuta adscrita a la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología
(Amapsi), “debemos entender que hacerse daño a uno mismo no es un
padecimiento concreto, sino un síntoma que puede asociarse con diversos
trastornos mentales y psiquiátricos, por lo que puede ser una manera de expiar
culpas, encauzar frustración, hacer frente a una depresión profunda o como
reacción a alucinaciones”, es decir, percepciones imaginarias que parecen reales .

La especialista, egresada de la Facultad de Estudios Superiores de Zaragoza (Ciudad


de México), perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México, afirma
que su experiencia le ha dejado ver que la principal causa de este problema es un
intento por superar el dolor emocional, el cual es más frecuente en varones
adolescentes que en niños, mujeres u hombres adultos; sin embargo, especifica
que no hay un grupo social ni una causa definitiva, y que por ello cada persona
requiere de una evaluación precisa que ayude a establecer el mejor tratamiento.
Recurso peculiar

A fin de comprender mejor este padecimiento, la psicóloga narra curiosa anécdota


que le ocurrió durante su infancia. “Cuando cursaba la primaria hubo una ocasión
en que me caí al jugar y me puse a llorar por un raspón que me hice en la rodilla;
entonces llegó un compañerito que dijo que podía quitarme el dolor y, aunque al
principio lo dudé, le pedí que lo hiciera. Para mi sorpresa, me pegó en el hombro
muy fuerte y luego me preguntó: ‘¿ahora en donde te duele?'. Le contesté que en el
brazo y, en efecto, se me había olvidado lo de la pierna”.

Parece extraño, pero este episodio describe en forma sencilla la conducta que
siguen muchas personas que se lastiman y hacen cortaduras. “Alguien con
depresión profunda puede comenzar a agredirse para desplazar el dolor emocional
que le resulta insoportable, y lo transforma en una experiencia física que siente
que puede controlar mejor, ya que la profundidad, número y tamaño de las
lesiones obedece a una decisión personal. También hay ocasiones en que
encontramos individuos que se hacen heridas porque consideran que es una forma
de ‘entrenarse' en el manejo de experiencias difíciles y tristes”, explica.

Al respecto, la Dra. Quero Vásquez comenta que algunos adolescentes de 14 a 18


años pueden comenzar a hacerse heridas con una navaja o cutter como parte de un
“juego” en el que se retan para ver “quién aguanta más”. Estas prácticas no tienen
trascendencia en la mayoría de las veces, pero en ocasiones actúan como el
“gatillo” que desencadena un comportamiento de autolesión en jóvenes que, sin
causa aparente, empiezan a lastimarse cuando están solos en su habitación.

Esto no es fácil de detectar, asegura la especialista, debido a que “al principio los
muchachos tienen la tendencia a dañarse en lugares expuestos, como brazos y
piernas, pero cuando reciben las primeras llamadas de atención comienzan a
lesionarse en el tronco, espalda y muslos, que no son visibles para sus padres o
maestros”. Ante todo, resalta que este problema se establece o aumenta de
intensidad cuando se convierte en una forma de hacer frente a un vacío emocional,
generado por falta de relaciones afectivas placenteras.
Aunque estas prácticas nunca tienen el objetivo de generar la muerte, la
psicoanalista puntualiza que pueden catalogarse como “tendencias suicidas” pues,
además de que hacen que la persona pierda sensibilidad respecto a su propio
cuerpo, pueden convertirse, junto con comportamiento depresivo y manejo
inadecuado de los problemas, en el antecedente de intentos reales de quitarse la
vida.

Por otra parte, Cecilia Quero manifiesta que al ejercer su labor como psicóloga ha
encontrado que algunos jóvenes con conducta de autoagresión “también gustan de
hacerse perforaciones y tatuajes o, dentro de la subcultura dark o gótica, se afilan
los colmillos para simular que son un vampiro. No quiero decir con esto que todos
los chicos que recurren al piercing u otras manifestaciones de este tipo tengan la
tendencia a hacerse cortaduras u otras formas de daño físico, pero sí he notado
que en ciertos casos, además de la finalidad estética, existe deseo por
experimentar dolor en forma sublimada, es decir, a través de recursos que aunque
agresivos son mejor vistos socialmente”.

Más de un origen

La especialista afirma que hay otras causas que desencadenan la agresión a uno
mismo, por ejemplo, cuando alguien se siente culpable o merecedor de un castigo.
Estos casos de autoflagelación se convierten en una manera de tratar de alcanzar
el perdón, y su origen se encuentra en problemas emocionales generados por una
educación familiar, escolar, religiosa y/o social demasiado rígida, cargada de leyes
y normas de comportamiento regidas por el miedo al castigo. Sería el caso de
aquellos adolescentes que se hieren porque creen que son responsables del divorcio
de sus padres o la muerte de alguien.

Otro aspecto relativamente común, asegura, es que “frente a la incapacidad para


resolver situaciones conflictivas que generan mucha frustración, hay personas que
se destrozan la mano y los nudillos porque, por ejemplo, al discutir con su pareja
llegan a grados muy altos de desesperación y golpean la pared o hasta rompen el
cristal de su automóvil”.
En este tipo de conducta, aclara, hay notable sensación de incapacidad para
alcanzar un objetivo o para entender la frustración relativa (aquella que se
presenta ocasionalmente y que impide el cumplimiento de un anhelo), lo cual es
generado por una “bomba” de emociones contenidas, como dolor, tristeza, temor e
impotencia que el individuo no ha resuelto y que hace que se vuelva violento en
dos direcciones: hacia sí mismo o hacia los demás.

Mención aparte merece la esquizofrenia, trastorno de la personalidad que se


caracteriza por ocasionar distorsión del pensamiento. “En personas con este
padecimiento mental se llega a presentar zoopatía delirante, en la cual el paciente
tiene alucinaciones que le hacen creer que hay animales, gusanos o insectos debajo
de su piel, por lo que toma un cuchillo o empieza a rasguñarse para tratar de
sacarlos”.

Así, la psicóloga subraya que cada problema de autolesión puede tener causas
diversas y que por ello el tratamiento debe ser determinado a través de la
exploración de un psicólogo o psiquiatra mediante una entrevista personal que le
ayude a conocer las características del individuo.

Alternativas de tratamiento

Es difícil que los pacientes acudan a consulta por prácticas de autoagresión; más
bien, solicitan ayuda por problemas relacionados. “Ningún paciente me ha dicho
que necesita ayuda porque se hace heridas en el cuerpo —afirma Cecilia Quero—, y
por lo general se sabe que en estos casos las personas afectadas acuden al
psicoterapeuta porque se sienten ‘extraños', han perdido habilidades, tienen
dificultad para establecer relaciones o están deprimidos, y sólo conforme avanza la
terapia hacen referencia a este tipo de conductas”

Haciendo hincapié en los adolescentes, que son quienes presentan esta actitud con
mayor frecuencia, explica que es común notar fuerte incapacidad para relacionarse
debido al resentimiento que generan experiencias de soledad, traición o abandono
de los padres. “Son chicos que no se vinculan porque les molesta el trato con los
demás; tienen un amigo o amiga ‘favorita´, pero no cuentan con más personas de
confianza; en ocasiones finalizan una relación de noviazgo de varios meses de
duración para ‘no lastimar' a su pareja o no permitir que se interesaran o ‘clavaran'
con ellos”.

Al respecto, la psicoanalista afirma que un factor determinante del vacío


emocional radica en que la sociedad actual ha creado dinámicas de vida
contradictorias. Por un lado, resulta imposible estar solo físicamente en una
ciudad, pese a lo cual se percibe la desolación de la gente que trata de
relacionarse con otros sin saber cómo. Por el otro, se estimula que las personas se
alejen de gran parte de sus sentimientos por considerarlos perjudiciales o sin
utilidad.

“Se dice que tenemos cuatro emociones básicas de las que se derivan todas las
demás: alegría, tristeza, ira y miedo, pero también existe la idea generalizada de
que hay sentimientos ‘positivos' y ‘negativos'. Bajo esta óptica sólo es permisible
experimentar felicidad, de modo que mutilamos el 75% restante de nuestro
espectro. Buscando una equivalencia, sería como dejar de contar con tres de
nuestras extremidades”, asegura Cecilia Quero. Así pues, el tratamiento se
encamina a que el paciente desarrolle tres tipos de habilidades que le ayuden a
superar sus dificultades personales y para relacionarse con la gente:

Emocionales. Se trata de que el paciente aprenda a identificar, expresar y evaluar


la intensidad de sus propios sentimientos para que logre entender qué le están
diciendo, así como para manejar sus impulsos, tomar decisiones adecuadas y lograr
mejor comunicación. Es muy importante aprender que no hay nada de malo en
experimentar miedo, tristeza o ira, y que no es posible estar siempre alegre.

Cognitivas o de conocimiento. Tienen el objetivo de desarrollar la conciencia de


uno mismo y de trabajar sobre los pensamientos irracionales que pueden
desencadenar estallidos emocionales o acciones desfavorables. Además, son útiles
para comprender el punto de vista de los demás, mantener una actitud adecuada
ante la vida, mejorar la toma de decisiones, solucionar problemas, establecer
objetivos, planificar proyectos y rechazar o aceptar peticiones.
De conducta. Las hay verbales (establecer comunicación eficiente, enviar
mensajes claros, responder eficazmente a la crítica y aprender a escuchar y a
negociar) y no verbales (realizar expresiones corporales y faciales acordes con lo
que se quiere transmitir, tener seguridad en el comportamiento y manejar
adecuadamente el contacto visual), mismas que en conjunto abren la posibilidad
de crear nuevas relaciones, mantener las ya existentes y hablar en público.

Así, es básico que el paciente sepa que miedo, enojo o dolor le pertenecen, y que
de ello depende poder reconstruir su vida emocional. “Es normal que haya tristeza
ante una separación, porque alguien a quien contemplabas en tu proyecto de vida
ya no está, pero ser capaz de decir ‘estoy triste' brinda la oportunidad de saber qué
está pasando y qué puede hacerse para resolver el problema, además de que sirve
para evaluar si es algo normal o si se necesita ayuda de un especialista para salir
adelante. La solución a un problema no radica en negar nuestras emociones”.

En lo que se refiere a los problemas de autolesión que se originan por


esquizofrenia, deberán ser atendidos mediante distintas estrategias debido a que
en este padecimiento mental interviene tanto el funcionamiento inadecuado de
algunos neurotransmisores (sustancias que segregan las células cerebrales para
comunicarse entre ellas) como la deficiente relación que tiene el individuo con su
familia y comunidad. Es por ello que este padecimiento debe ser atendido por un
psiquiatra, quien se auxiliará en el uso de medicamentos y terapia psicológica por
tiempo indefinido, a fin de controlar al paciente y evitar recaídas.

Por último, la Dra. Cecilia Quero subraya que un comportamiento de agresión hacia
uno mismo es, en la mayoría de los casos, una reacción que se generan ante la
falta de habilidad para manejar dolor emocional, culpa o frustración, y que por ello
se necesita crear mayor conciencia sobre la trascendencia que tiene la salud
mental en nuestra vida, sin olvidar la importancia de desarrollar la destreza de
evaluar nuestra propia situación.

“En la Amapsi desarrollamos una lista de criterios de autoexploración para que una
persona reflexione si se siente libre, autónoma y con las riendas de su vida. Algunos
de estos puntos son: contar con alto nivel de autoestima sin caer en la egolatría,
tener flexibilidad para adaptarse a circunstancias imprevistas, expresar con
cordialidad las virtudes, cualidades y éxitos propios y de los demás, mantener
congruencia entre lo que se piensa, siente, dice y hace, llevar a cabo acciones de
amor sincero y generosidad, tomar decisiones y asumir las consecuencias, disponer
de proyectos en el corto, mediano o largo plazos, y establecer relaciones
interpersonales adecuadas en las que haya comunicación cordial y directa. Cuando
estos criterios están presentes, la dinámica de vida de una persona se aleja de la
enfermedad, pero en caso contrario es posible que se necesite ayuda para superar
una situación problemática”, concluye.

fuente: http://www.saludymedicinas.com.mx/nota.asp?id=1739

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