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Argumento ontológico

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Representación renacentista de Avicena (Gentile da Foligno, Venecia, 1520).

El argumento ontológico para la existencia de Dios es un razonamiento apriorístico que


pretende probar la existencia de Dios empleando únicamente la razón; esto es, que se basa
únicamente –siguiendo la terminología kantiana– en premisas analíticas, a priori y
necesarias para concluir que Dios existe. Dentro del contexto de las religiones abrahámicas,
el argumento ontológico fue propuesto por primera vez por el filósofo medieval Avicena
(en El Libro de la Curación), aunque el planteamiento más famoso es el de Anselmo de
Canterbury en su Proslogion. Filósofos posteriores como Shahab al-Din Suhrawardi, René
Descartes (muy conocido por aparecer en su Discurso del Método), o Gottfried Leibniz
ofrecieron versiones del argumento, e incluso una versión lógico-modal del mismo fue
desarrollada por el lógico y matemático Kurt Gödel.

El argumento ontológico ha sido siempre un muy controvertido tema de la filosofía, no por


pretender probar la existencia de Dios, sino por el modo en que lo hace. Muchos filósofos,
entre los que se cuentan al-Ghazali, Averroes, David Hume, Immanuel Kant, Bertrand
Russell o Gottlob Frege, lo han rechazado frontalmente, sin que necesariamente creyeran
que Dios no existe; muchos de sus críticos, de hecho, han sido destacados religiosos (Santo
Tomás de Aquino, Guillermo de Occam, fray Roger Bacon,...).

En efecto, esta polémica surge del hecho de que el argumento analiza el concepto de Dios y
afirma que el propio concepto implica la existencia de Dios: si podemos concebir un Dios,
entonces, razona, Éste debe existir. Así, la principal crítica al argumento suele ser que no
ofrece premisa alguna a la demostración más allá de cualidades inherentes a la proposición
no demostrada, conduciendo a un argumento circular en el que las premisas se basan en las
conclusiones, las cuales a su vez se basan en las premisas, conformando una falacia por
petición de principio.

Las principales diferencias entre las distintas versiones del argumento provienen
principalmente de los diferentes conceptos de Dios que se toman como punto de partida.
Anselmo, por ejemplo, comienza con la noción de Dios como un ser tal que nada mayor
puede ser concebido, mientras que Descartes comienza con la noción de Dios como el ser
poseedor de todas las perfecciones.

Contenido
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• 1 Argumento Ontológico de Avicena


• 2 Argumento Ontológico de Anselmo de Canterbury
o 2.1 Versión moderna del argumento de San Anselmo
o 2.2 Segundo Argumento Ontológico de San Anselmo
• 3 Argumento de Suhrawardi
• 4 Argumento Ontológico de Descartes
• 5 Argumento de Spinoza
o 5.1 Primera prueba
o 5.2 Segunda prueba
o 5.3 Tercera prueba
• 6 Contraargumentos
o 6.1 La Isla de Gaunilo
o 6.2 Contraargumento de La Inexistencia Necesaria
o 6.3 Contraargumento de Hume
o 6.4 Razonamiento de Kant

• 7 Véase también

Argumento Ontológico de Avicena [editar]


El primer escrito del que se tiene noticia que recoge una versión del argumento ontólógico
es el que aparece en la sección de Metafísica de El libro de la curación de Avicena (966-
1037), que ha venido a conocerse como el argumento de la contingencia y de la necesidad
(Imakan wa Wujub).

En dicha sección, Avicena inicia un profundo análisis de la cuestión del ser, en el que
distingue entre la esencia (mahiat) y la existencia (wujud). Propone que el hecho de la
existencia no puede ser inferido de (o ser tenido en cuenta por) la esencia de las cosas
existentes, y que la forma y la materia no pueden, por sí mismas, interactuar y originar el
movimiento del universo o la progresiva renovación de las cosas existentes. Por el
contrario, la existencia ha de deberse a alguna Causa o Agente que hace necesaria, imparte,
confiere y añade la existencia a la esencia. Para poder hacer esto, la Causa debe ser algo
existente y coexistir con sus efectos. Dicha causa va a ser identificada con Dios en la
segunda parte del argumento.

En efecto, de acuerdo con Avicena, el universo consiste en una sucesión o concatenación de


seres, cada uno de los cuales confiere existencia al inmediatamente inferior (jerarquiza, por
tanto, el universo) y es responsable de la existencia del resto de seres por debajo de él.
Dado que rechaza la infinitud de dicha concatenación, afirma que dicha sucesión ha de
tener un principio, en el que sitúa a un único ser cuya esencia es su propia existencia, y que
por tanto es autosuficiente y no necesita de ningún otro ser anterior que le confiera
existencia. Dado que la existencia de tal ser, al que llama Dios, no es contingente ni
dependiente de nada, sino necesaria y eterna por sí misma, satisface la condición de ser la
causa necesaria de toda la concatenación de entidades que constituyen el mundo eterno de
los seres contingentes. Por lo tanto, el sistema ontológico de Avicena descansa en la
concepción de Dios —que es Causa Primera— como el Wajib al-Wujud (necesariamente
existente), estableciendo una multiplicación gradual de seres a través de una continua
emanación desde Dios a consecuencia de Su propio conocimiento.

Este fue el primer intento de emplear un método apriorístico para demostrar, con el mero
empleo de la intuición y de la razón, la existencia de Dios. Además, el argumento es inédito
en otro sentido, ya que puede ser clasificado a la vez como un argumento ontológico y
argumento cosmológico.

Argumento Ontológico de Anselmo de Canterbury [editar]

Anselmo de Canterbury.

La versión del argumento ontológico de san Anselmo de Canterbury es quizá la más


conocida de dicho argumento. Apareció en el segundo capítulo del Proslogion (1078) de
dicho autor, en el que, aunque no expone un sistema ontológico, se muestra muy
preocupado por la naturaleza del ser, distinguiendo entre seres necesarios (aquellos que no
pueden no existir) y contingentes (aquellos que pueden existir, pero no necesariamente).

Anselmo presentó su argumento ontológico como parte de una oración dirigida a Dios.
Comienza con una definición del propio Dios (o una necesaria asunción sobre la naturaleza
de Dios):
"Pues creemos que [El Señor] es algo tan grande que nada mayor puede ser
concebido."

A continuación se pregunta si Dios existe:

"¿Entonces, acaso no existe tal naturaleza, pues algo ha llevado al mentecato a


afirmar en su corazón: Dios no hay?"

Para contestar a esto, trata primero de mostrar que Dios existe en el entendimiento:

"Mas, indudablemente, este mismo mentecato, cuando escucha esto mismo que
estoy diciendo - que hay algo tal que nada más grande puede ser imaginado -,
comprende lo que escucha, y lo que comprende está en su entendimiento, incluso
aunque no comprenda que lo sea; pues una cosa es que algo esté en el
entendimiento, y otra es comprender que una cosa es."

Tras esto, Anselmo trata de justificar su asunción, usando la analogía de un pintor:

"Pues, cuando un pintor imagina de antemano lo que va a dibujar, alberga en su


entendimiento lo que aún no ha hecho pero todavía no comprende que es. Pero
cuando ya lo ha pintado, alberga en su entendimiento tanto lo que ya ha pintado
como el hecho de comprender que ello es. Por tanto, incluso el más extravagante
mentecato está obligado a admitir que, al menos en el entendimiento, existe algo tal
que nada mayor pueda ser imaginado, pues, al esuchar esta afirmación, la
entiende, y cualquier cosa que se entiende está en el entendimiento."

A continuación, desarrolla la base del argumento ontológico:

"Y, ciertamente, algo tan grande que nada mayor pueda ser imaginado no puede
estar únicamente en el entendimiento, ya que si sólo estuviera en el entendimiento,
también podría imaginársele como parte de la realidad, y en ese caso sería aún
mayor. Esto es, que si algo tal que nada mayor pueda ser imaginado estuviera
únicamente en el entendimiento, entonces esa misma cosa tal que nada mayor
pueda ser imaginado sería algo tal que algo mayor sí pudiera imaginarse, algo que
no puede ser."

Anselmo da así con la contradicción de la que extrae su conclusión:

"Ha de existir, por tanto, y más allá de toda duda, algo tal que nada mayor pueda
ser imaginado, tanto en el entendimiento como en la realidad."

A ese algo tal que nada mayor pueda ser imaginado lo llama Dios.

Versión moderna del argumento de San Anselmo [editar]

El argumento de Anselmo podría reformularse en las siguientes proposiciones:


1.Dios es, por definición, el mayor ser que puede imaginarse.
2.Hay más grandeza en la existencia tanto en la realidad como en el entendimiento,
que en la existencia únicamente en el entendimiento de uno mismo.

Ergo:

3.Dios debe existir en la realidad, pues si no existiera, no podría ser un ser mayor
que nada mayor que pudiera imaginarse.

Esta es una versión reducida del argumento de Anselmo. En rigor, la línea de


razonamientos seguida por san Anselmo sería una reducción al absurdo como la que sigue:

1.Dios es aquella entidad tal que nada mayor pueda ser.


2.El concepto de Dios existe en el entendimiento humano.
3.Dios existe en la mente de uno mismo pero no en la realidad.
4.Si Dios existiera en la realidad, sería algo mucho más grandioso que la existencia
de Dios en la mente propia.
5.Con base en [1], se sigue de [4] que Dios realmente debe existir.

Al hablar de grandeza, el argumento pierde fuerza semántica que no obstante recupera si se


sigue la línea de razonamientos de Descartes, en los que se propone a Dios como el ser más
perfecto que pueda existir (aquél que carece de imperfección).

Segundo Argumento Ontológico de San Anselmo [editar]

En el tercer capítulo de su Proslogion, Anselmo ofrece otro argumento a priori sobre la


existencia de Dios, esta vez basado en la idea de la existencia necesaria. Afirma que si
Dios es tal que nada mayor pueda ser imaginado, es mejor ser necesario que ser
contingente, y que por tanto Dios debe existir:

1.Dios es dicho ser tal que nada mayor puede ser concebido.
2.Es mayor ser necesario que no serlo.
3.Dios debe de ser, por tanto, necesario.
4.Si Dios es necesario, debe necesariamente existir.

Argumento de Suhrawardi [editar]


Shahab al-Din Suhrawardi (1155-1191) emplea un argumento apagógico (reducción al
absurdo) para demostrar que todos los seres existentes son seres contingentes. Debido a que
esto implica que el conjunto de todas las cosas debe ser contingente, concluye que dicho
conjunto necesita, para poder ser, una causa, y que tal causa no puede ser ni contingente ni,
por tanto, parte del conjunto de todas las cosas. Esa causa sería Dios, al que saca, por tanto,
del Universo.

Argumento Ontológico de Descartes [editar]


El argumento de Descartes es recurrente en toda su obra. Aunque aparece por primera vez
en la afamada cuarta parte del Discurso del Método (en la que expone su Pienso, luego
existo), desarrolló diversas variantes del mismo que expuso en sus Meditaciones
metafísicas (Quinta Meditación, Meditaciones 8 y 10). Generalmente, las versiones que
produjo se caracterizaron por ser menos formales que las de Anselmo, y más intuitivas. A
su vez, clarificó los atributos de Dios como premisa al hablar de perfección, en vez de
grandeza. Su versión más reconocida, ofrecida en su Discurso del Método, podría resumirse
en:

1.Cualquier cosa que percibo clara y distintivamente contenida en la idea de algo,


debe ser cierta. (Por clara y distintivamente Descartes entiende cosas como su
Pienso, luego existo)
2.Clara y distintivamente percibo que la existencia necesaria está contenida en la
idea de Dios.
3.Por tanto, Dios existe.

Posteriormente, Descartes propondrá razonamientos análogos a los de Anselmo, viniendo a


afirmar que de la perfección de Dios se deriva su existencia, del mismo modo en que una
montaña implica necesariamente un valle.

Argumento de Spinoza [editar]


La proposición 11 de la primera parte de la Ética de Baruch Spinoza pretende probar la
existencia de Dios, afirmando que:

"Dios, o, en otras palabras, aquella sustancia constituida por un número infinito de


atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita, existe
necesariamente."

Para demostrar esta proposición, Spinoza ofrece tres pruebas:

Primera prueba [editar]

La primera demostración es una, según algunos, escurridiza demostración por reducción al


absurdo:

1. Trátese de concebir que Dios no existe.


2. Esto implica que Su esencia no acarrea su existencia, o, de acuerdo con el
séptimo axioma de Spinoza: "Todo aquello que pueda ser concebido como
inexistente implica que su esencia no comprende a su existencia".
3. Sin embargo, esto es absurdo de acuerdo con la proposición siete: "La naturaleza
de una sustancia presupone su existencia."

Segunda prueba [editar]


Vendría a afirmar que: "Lo que carece de razón o causa que impida su existencia
necesariamente existe. No hay razón o causa alguna capaz de impedir la existencia de Dios,
luego Dios existe." Compárese con el contraargumento de Hume. Mentira, existe una razón
que impide la existencia de Dios. "Dios es un ser omnipotente, es decir que tiene todos los
poderes, significa que puede crear una pared que él no pueda saltar, y como es un ser
omnipotente debe poder saltar todas las paredes. Por tanto Dios no existe"

Tercera prueba [editar]

Nosotros existimos y somos seres finitos. Por tanto, si Dios, siendo infinito, no existiera,
los seres finitos serían más poderosos que Él, infinito, lo que es absurdo. Por tanto, Dios
existe.

Contraargumentos [editar]
La Isla de Gaunilo [editar]

Una de las primeras refutaciones del argumento de San Anselmo fue planteada por uno de
los contemporáneos de Anselmo, Gaunilo de Marmoutiers, quien invitó a sus lectores a
concebir la mayor y más perfecta isla. Dicha isla, según Gaunilo, es muy probable que no
exista. Sin embargo, de acuerdo con el argumento de San Anselmo, en tal caso no
estaríamos concibiendo la mayor y más perfecta isla concebible, ya que la mayor isla
existiría en la realidad, y además debería tener todos los demás atributos de perfección y
grandeza que se puedan concebir. Aun así, el Universo insiste en no albergar tal isla. Y
aunque, según Gaunilo, este argumento pueda parecer absurdo y contrario a la realidad, no
lo es más que el de San Anselmo.

Este argumento se engloba en las llamadas objeciones por saturación: no pretenden mostrar
dónde o cómo falla el argumento, sino que simplemente razonan que si se acepta como
válida la forma de razonar del argumento ontológico, entonces se habrán de aceptar las
conclusiones de todos aquellos razonamientos que siendo formalmente análogos a aquél
llevan a conclusiones absurdas e incluso contrarias a la más directa experiencia; tales
argumentos, en efecto, saturarían al universo con un número indefinidamente grande de
islas perfectas necesariamente existentes, lagartijas perfectas, lapiceros perfectos, etcétera.
Además, el contraarguumento de Gaunilo viene a señalar la que se ha visto como principal
debilidad del argumento ontológico, el que algo sea más perfecto existiendo que no
existiendo, lo cual se ha señalado como escurridizo y carente de sentido, ya que supone
comparar algo que existe con algo que no es.

Frente a este contraargumento, hay quien contesta que al plantearlo se atribuye a los más
diversos objetos atributos propios sólo de Dios. Sin embargo, esta respuesta raya la herejía,
ya que presupondría que Dios se demuestra a priori como un constructo de atributos que el
hombre le confiere.

Contraargumento de La Inexistencia Necesaria [editar]


Este contraargumento, propuesto por Douglas Gasking a modo de parodia, viene a poner de
manifiesto que, empleando la misma forma de razonamiento que la empleada en el
argumento ontológico es posible demostrar la inexistencia de Dios: la forma del argumento,
al ser circular, permite que éste sea empleado para demostrar dos cosas opuestas, por lo que
el argumento debe ser desechado. Sin embargo, el contraargumento no prueba la
inexistencia de Dios, del mismo modo en que el argumento no prueba lo contrario. El
contraargumento podría enunciarse como:

1. La creación del mundo es el logro imaginable más maravilloso.

2. El mérito de un logro es el producto de:

a) su calidad intrínseca, y
b) la capacidad de su creador.

3. Cuanto mayor sea la discapacidad (o minusvalía) del creador, más impresionante será el
logro.

4. La minusvalía más formidable de un creador sería su inexistencia.

5. Por lo tanto, si suponemos que el Universo es el producto de un creador existente,


podemos concebir un ser aún más grande, a saber: uno que lo creó todo sin existir.

6. Un Dios existente, por tanto, no sería un ser tan grande que uno más grande no pudiera
concebirse, porque un creador incluso más formidable e increíble sería un Dios que no
existiera.

Por tanto:

7. Dios no existe.

Contraargumento de Hume [editar]

Uno de los principales ataques contra el argumento ontológico es su apriorismo: al


contrario de, por ejemplo, las cinco vías de Santo Tomás, el argumento ontológico parte de
la existencia de Dios a priori para demostrarla. El filósofo escocés David Hume produjo, en
ese sentido, una refutación del argumento en virtud de la cual trataba de demostrar que nada
puede probarse como existente a partir de un argumento racional a priori. En su Dialogues
concerning Natural Religion (Diálogos sobre la religión natural) escribió:

"Es un absurdo evidente pretender demostrar un hecho como necesario, o pretender


demostrarlo con cualesquiera argumentos a priori. Nada es demostrable salvo si su
contrario implica una contradicción. Nada que sea distintivamente concebible implica una
contradicción. Cualquier cosa que concebimos como existente igualmente la podemos
concebir como inexistente. No hay, por tanto, ser alguno cuya inexistencia implique una
contradicción. En consecuencia, no hay ser alguno cuya existencia sea demostrable a
priori."

Este razonamiento podría resumirse en:

1. La única manera de probar algo a priori es si su opuesto implica una contradicción.

2. Si algo implica una contradicción, entonces es inconcebible.

3. Todo puede ser concebido como inexistente.

4. Por tanto, nada puede ser demostrado como existente a priori, incluyendo a Dios.

Razonamiento de Kant [editar]

Immanuel Kant

Existe un cierto consenso en que fue Kant el que vino a clarificar la polémica que rodea al
argumento ontológico. A lo largo de su Crítica de la Razón Pura, Kant ofreció una serie de
argumentos separados pero interconectados en contra del ontológico, apoyándose en los
conceptos de juicios sintéticos y analíticos. En un juicio analítico, el predicado expresa de
un concepto algo que ya está contenido en el concepto, y por tanto es una tautología (ej: un
triángulo tiene tres lados); en un juicio sintético, el predicado liga el concepto con algo
externo a él que no se colegía lógicamente del mismo (ej: la Tierra es un esferoide): el
conocimiento nuevo se construye a partir de juicios sintéticos.

Primeramente, Kant razona que no está nada claro que la idea de un ser absolutamente
necesario signifique algo en realidad: señala como escurridiza la afirmación de que la
existencia es mejor que la inexistencia.

Segundo, Kant arguye que si incluimos la existencia en la definición de algo, entonces


afirmar que ese algo existe es una tautología. Si decimos que la existencia es parte de la
definición de Dios (lo cual tomamos por un juicio analítico), entonces simplemente nos
estamos repitiendo al afirmar que Dios existe, sin aportar juicio sintético alguno que
pudiera añadir nueva información respecto a la existencia de Dios.

Tercero, Kant afirma que "existir no es obviamente una afirmación real", y que no puede
ser parte del concepto de algo. Esto es, que decir que algo es o existe no es decir algo de un
concepto, sino que por el contrario indica que hay un objeto que se corresponde con el
concepto, y que "el objeto, como realmente existe, no está analíticamente contenido en mi
concepto, sino que se añade al mismo". Con respecto a los objetos sensibles, decir que algo
existe no implica que tiene una propiedad adicional que es parte de su concepto, sino que
será encontrado fuera de nuestros pensamientos y que tenemos la percepción empírica del
mismo en el espacio y el tiempo. Una cosa realmente existente carece de cualquier
propiedad que pudiera predicarse de ella y que la diferenciara del concepto de la misma. Lo
que distingue el objeto del concepto es que los experimentamos: tendrá, por ejemplo, una
forma, una situación determinada, y una duración. Como ejemplo de esto, propone: la razón
por la que decimos que los caballos existen y los unicornios no, no es que el concepto de
caballo tenga la propiedad de la existencia y el de unicornio no; no hay diferencia entre
ambos conceptos en este sentido, y tampoco la hay entre el concepto de un caballo y de un
caballo realmente existente: ambos conceptos son iguales. La razón por la que decimos que
los caballos existen es que tenemos una experiencia espacio-temporal de los mismos: son
objetos que se corresponden al concepto. Así, cualquier demostración de la existencia de
algo, incluyendo a Dios, que se base en afirmar (predicar) una propiedad (en este caso la
existencia) de ese algo es falaz: la definición de algo no implica su existencia.

Véase también [editar]


• Ontología
• Immanuel Kant, Crítica de la razón pura
• Tomás de Aquino, Summa Theologiae
• René Descartes, Meditaciones Metafísicas
• Bertrand Russell, Why I am not a Christian (Por qué no soy cristiano)

Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Argumento_ontol%C3%B3gico"
Categoría: Argumentos teístas

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