En 1924, André Breton escribió su manifiesto surrealista y
sentó las bases de otra corriente vanguardista que perduraría hasta la Segunda Guerra Mundial, convirtiéndose así en una vanguardia de entreguerras. Este movimiento se impone como una ruptura de la razón e indaga dentro de los sentimientos mas reprimidos a través de los sueños y de los recuerdos.
En su Primer manifiesto del surrealismo, Breton inicia con
una reflexión respecto a que el hombre es un soñador sin remedio y que irremediablemente se torna como un niño, es decir, a sentirse inmerso en ese pasado no tan lejano de la infancia donde las cosas eran maravillosas; pero que a través del tiempo los educadores han destrozado.
Dice Breton que a pesar de tantas desgracias que se nos han
heredado, asimismo hemos recibido la conciencia de una libertad espiritual única. Libertad que tenemos que utilizar con sabiduría. Esa libertad es la imaginación, “Tan sólo la imaginación me permite llegar a saber lo que puede llegar a ser”.
Muchos de los elementos clave de este movimiento artístico
y literario son accesibles al cine: sueños y alucinaciones, imaginación y sondeo del inconsciente, azar y espontaneidad.
Pero el surrealismo pretendía ser algo más que un
movimiento y en ese sentido su ética está completamente reñida con la estructura comercial de la industria del cine. A primera vista, el cine parece ser el medio ideal para el pensamiento y la creación surrealista. Un rico y flexible medio de comunicación que permite al cineasta prescindir de las normas gravitatorias, espaciales y temporales.
Los filmes surrealistas de vanguardia pretenden representar
los estados anímicos mediante una serie de imágenes alucinantes. Por lo que las pantallas se han llenado de imágenes reales, pero con significados abstractos, personales y esotéricos.
Esas obras convierten la realidad naturalista en juegos de
símbolos psicológicos, oníricos, metafísicos. La misma cosa adquiere distinto significado por voluntad del creador.
El surrealismo, como movimiento cinematográfico, encontró
su principal exponente en el cineasta aragonés Luis Buñuel quien es el único considerado íntegramente surrealista.
Buñuel realizaba una clase de cine diferente a todos los
demás, él hacía lo que le gustaba y plasmaba sus pasiones y sueños en él, cosa que los demás todavía no entendían. En los trabajos de este cineasta podemos encontrar ciertos puntos característicos, como lo son: el diálogo con los clásicos: en el que daba su punto de vista de las obras literarias clásicas; el sentido del humor irreverente: ya que la visión de Buñuel era diferente y cuyo objetivo era estallar una bomba ante todos los modelos sociales, religiosos y culturales; la ruptura del modelo narrativo: por que su concepción de tiempo y espacio son borrados completamente en sus obras; entre muchos otros puntos.
El surrealismo para la mayoría, es lo raro, lo extraño, es
algo que está en rigor de la aspiración de alcanzar la realidad total, incluidos el sueño, la ensoñación, la imaginación, el inconsciente. Pero para Buñuel no fue una mera elección estética, sino algo mucho más profundo: una posición vital y moral que presidía todos sus actos.
Buñuel hacía trabajos en los cuales nosotros podíamos leer
textualmente una cosa, pero entre líneas nos podríamos dar cuenta de otras más escondidas.
Con Luis Buñuel el cine fue literalmente una fábrica de
sueños: Imágenes que se generaban en la mente y eran trasladadas sin interpretación ni lógica a la pantalla grande. Sus sueños, sus alucinaciones, su ideología y su visión de la realidad fueron sus principales cartas de presentación en todos los trabajos que realizó, ni uno dejó de tener esa particular agudeza que identifican a sus películas.
Buñuel con su obra Un perro andaluz (1929) escenifica a la
perfección las inquietudes surrealistas. Dalí y el cineasta se unieron para crear una película basada en dos sueños, una mano llena de hormigas y una cuchilla rasgando un ojo. A partir de aquí unieron imágenes con el único deseo de que de ningún modo dieran pie a interpretación alguna.
En esta película primaba la imagen por la imagen; según el
mismo director, con este ideal de cine no les interesaba simplemente crear un nuevo movimiento artístico sino que deseaban cambiar la vida. El surrealismo rechazaba la escuela expresionista, el medio narrativo clásico, y la gratuita arbitrariedad de los puristas. A través de las imágenes pretendían aludir a lo intangible, impresionar al espectador con imágenes que sugirieran diversos estados de animo. Esta forma de hacer cine influiría al genial director Alfred Hitchcock quien, en su película Recuerda (1945), utilizara decorados surrealistas diseñados por Dalí. Otras obras relevantes fueron Entreacto (1924) de Rene Clair y La edad de oro (1930) también de Luis Buñuel.
A pesar de que sus trabajos de Buñuel recibieron diversos
reconocimientos, fuerón siempre polémicos, pues en todos ellos impregnaba duras críticas al sistema y a la forma de vida de las personas; alguna ocasión se refirió así a los cánones establecidos “La moral burguesa es lo inmoral para mí, contra lo que se debe luchar, la moral fundada en nuestras instituciones sociales, como la religión, la patria, la familia, la cultura, en fin los llamados pilares de la sociedad”
El problema que encontramos alrededor del cine surrealista
de Luis Buñuel, es que las personas estamos acostumbradas a que el cine sea un reflejo de nuestra sociedad, lo vemos como una manera de divertirnos, de olvidar las penas, de ver que otras personas tienen los mismos problemas que nosotros y tratar de resolverlos con la ayuda de ellos; pero el surrealismo plantea una manera de ver la realidad desde el punto de vista psicológico,